El codigo de comercio, abstraccion cambiaria y la

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El codigo de comercio, abstraccion cambiaria y la ley de consumidores
I. El fallo plenario
La divergencia de soluciones puesta en evidencia por las diferentes salas de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial, da lugar a la autoconvocatoria a plenario de la
alzada comercial, con el fin o propósito de unificar jurisprudencia y evitar pronunciamientos
contradictorios en los supuestos de ejecución de títulos cambiarios en que se invoquen
involucrados derechos de consumidores, a más de poner un quietus que brinde previsibilidad a
la actuación de la justicia nacional en lo comercial.
La cuestión planteada por la Presidencia del alto tribunal se refiere a las
ejecuciones de títulos cambiarios dirigidas contra deudores residentes fuera
de la jurisdicción del tribunal, planteándose a este respecto dos
interrogantes:
1.- ¿Cabe inferir de la sola calidad de las partes que subyace una relación de consumo en los
términos previstos en la ley Nº 24.240 de Defensa del Consumidor, prescindiendo de la
naturaleza cambiaria del título de ejecución?
2.- En caso afirmativo: ¿Corresponde declarar de oficio la incompetencia territorial de tribunal
con fundamento en lo dispuesto en el artículo 36 de la Ley de Defensa del Consumidor?
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La mayoría de los integrantes de las distintas salas que componen la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Comercial votaron por la afirmativa, sin perjuicio de tener en cuenta los
fundamentos de los señores jueces que votaron por la negativa a ambos interrogantes. En las
líneas que siguen, se expondrán, si bien de manera resumida, los principales argumentos que
abonan ambas posturas respecto de las cuestiones planteadas por la presidencia de esta
alzada comercial.
II. El artículo 42 de la Constitución Nacional. Art. 36 ley 24.240. Abstracción cambiaria
Se ha señalado que las preguntas formuladas por la presidencia de la Cámara de Apelaciones
para ser respondidas en el acuerdo plenario, guardan una conexión con un tema sustancial,
cual es, la abstracción cambiaria; vale decir que debe examinarse si tal abstracción, de la que
son tributarios los títulos de crédito, puede constituirse en un impedimento insalvable para
llevar adelante una indagación de tipo causal a partir de la cual, puedan extraerse elementos
de juicio suficientes que permitan fundar declaraciones oficiosas de incompetencia basadas en
el nuevo artículo 36 de la ley 24.240.
La línea de pensamiento que sostiene como tesitura que tal indagación causal es posible,
entiende que el principio de abstracción cambiaria tiene exclusivo fundamento en el
denominado derecho común, conteniendo una alusión directa a este principio de derecho
cambiario, el artículo 212 del Código de Comercio, cuerpo legal que como sabemos, forma
parte del derecho común, conforme al artículo 75, inc. 12, de la Constitución Nacional.
Siendo ello así, la abstracción cambiaria, como cualquier otra norma derivada del derecho
común, no puede prevalecer sobre leyes generales de carácter constitucional, dictadas por el
Congreso de la Nación, o en ejercicio de la constitución misma.
Ahora bien; partiendo del criterio basilar de que los derechos de los consumidores tienen
específico fundamente en la Carta Magna, más precisamente art. 42 de la Constitución
Nacional, resulta claro que la abstracción cambiaria no puede erigirse en un obstáculo para
impedir la efectividad de tales derechos en la medida reglamentada por la ley mencionada (art.
28 de la Constitución Nacional). Si así no se lo entendiera, si la abstracción cambiaria se
constituyera en un valladar a la indagación causal, el efecto directo sería una negación de su
derecho como consumidor, de raíz constitucional, reglamentado en el art. 36, in fine, de la ley
24.240, o lo que es lo mismo decir, una negación a un real, efectivo, fácil y eficaz acceso a la
justicia, convalidándose la distorsión que precisamente han querido evitar el legislador y el
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constituyente.
Conviene recordar que los derechos del consumidor, son una especie del género derechos
humanos, o más precisamente, un derecho civil constitucionalizado.
Por otro lado, la necesidad de dejar de lado la abstracción cambiaria se justifica para evitar el
denominado fraude a la ley.
En efecto, sabido es que las entidades financieras, en los créditos para el consumo u
operaciones financieras para el consumo, incluyen una cláusula por la cual el tomador o
prestatario se obliga a librar un pagaré a la vista, generalmente en blanco y a la orden de la
entidad prestamista, en el mismo momento de la formalización del préstamo u operación
crediticia, ello en garantía de la obligación contraída y como instrumento de ejecución a su
vencimiento.
Conviene recordar que el fraude a la ley queda configurado, cuando pese a brindarse una
apariencia de respeto hacia la ley imperativa o de orden público, de hecho se elude o desvirtúa
su finalidad utilizando otro instrumento legal a modo de acto de cobertura, para conseguir un
resultado final equivalente a aquel que precisamente la ley quiere evitar o impedir.
El art. 36 de la ley 24.240 en su parte final, establece una nulidad fundada en la ilicitud del
objeto concerniente al pacto de prórroga de la competencia, es decir que el legislador ha
entendido que no tiene objeto lícito el acuerdo que prorroga la competencia a favor de una
circunscripción judicial distinta de la que corresponde al domicilio real del consumidor. Ello da
lugar a un acto nulo, de nulidad absoluta, bien entendido que se trata de nulidad parcial, pues
sólo afecta a dicho pacto y no a todo el acto en el que se inserta.
Ahora bien, en la operaciones financieras para el consumo o en las de créditos para el
consumo, cuando el reclamo contra el deudor se sustenta en la relación fundamental
aprehendida por el art. 36, in fine, de la ley 24.240, tal normativa no puede ser eludida cuando
la demanda contra el consumidor se basa en títulos cambiarios librados con ocasión de esa
misma relación subyacente, ya que la deuda que instrumentan tales documentos, no es distinta
de la deuda que emana de la relación fundamental. Por tanto, no hay modificación de la
situación preexistente, sino fijación en el título del contenido de la relación que emerge de la
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relación subyacente, y en consecuencia, el acreedor financiero o bancario se ve constreñido a
incoar su demanda en la circunscripción judicial correspondiente al domicilio real del deudor, no
pudiendo soslayar tal circunscripción documentando la deuda financiera en títulos cambiarios
para ejecutarla en distinta jurisdicción, pues ello equivaldría a perseguir, por una vía elíptica, un
resultado similar al prohibido por el art. 36 in fine, de la ley 24.240 que es de orden público. En
tal sentido, sería contradictorio pensar que prohibido por la ley un resultado, en el caso la
prórroga de la competencia a favor de circunscripción judicial distinta a la que corresponde al
domicilio real del consumidor, se permitiese, a la vez, alcanzarlo por otra vía, en el caso
mediante el libramiento de títulos cambiarios ejecutables en jurisdicción correspondiente al
lugar de libramiento, de pago o del domicilio del ejecutante, pues ello equivaldría a pensar que
se sanciona o prohíbe la infracción a cara descubierta, y se permitiese la solapada, que es más
censurable aún. Es por ello que la presencia de ese fraude a la ley, advierte sobre la necesidad
de dejar de lado la abstracción cambiaria.
III. Legislación cambiaria. Legislación procesal
A un resultado idéntico a lo planteado en las líneas precedentes, es posible arribar a través de
la exégesis de la legislación cambiaria y procesal aplicables, sin que por ello ambos cuerpos
legales sufran agravio o menoscabo alguno.
Teniendo en cuenta que la causa de la obligación cartular es la misma que la causa de la
relación subyacente, y manteniéndose la eficacia entres las partes inmediatas del nexo
cartular, que también lo son de la relación fundamental, no resulta dudoso que el consumidor
que hubiese librado títulos cambiarios con ocasión de una relación fundamental de consumo
financiero o bancario, frente a la ejecución de tales títulos cambiarios, está en condiciones de
oponer una excepción ex causa fundada en el art. 36 in fine de la ley 24.240, esto es, basada
en la imposibilidad de que el litigio tramite en circunscripción judicial distinta de la
correspondiente al domicilio real del consumidor, pues si ello está prohibido cuando se
demanda con sustento en la acción causal surgente de la relación fundamental, no debe
lógicamente ser diferente cuando se lo demanda con base en la acción cambiaria que nace de
los títulos cartulares, toda vez que la deuda documentada en ellos, es la misma que emana de
la relación fundamental, existiendo unidad en la causa en la obligación cuya licitud o ilicitud no
puede verse sino de un mismo modo, unívocamente en ambos casos.
En otras palabras, los límites o restricciones que alcanzan a la relación fundamental, se reflejan
necesariamente en la relación cambiaria, de donde se sigue que, si existe ilicitud en la relación
fundamental, ella se traslada o refleja necesariamente en la relación cambiaria, en
consecuencia se deduce que la prohibición causal de llevar al consumidor a litigar fuera de la
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jurisdicción correspondiente a su domicilio real, se traslada a la relación cambiaria, conteniendo
esta última, igual prohibición. Esto es así al menos entre obligados inmediatos, pues la
abstracción cambiaria solo se considera en cuanto el título ha entrado en circulación, vale decir
cuando vincula a dos sujetos no alcanzados por la relación subyacente o fundamental. Por el
contrario, entre obligados inmediatos, en el caso el consumidor y el banco o entidad financiera,
la abstracción cambiaria no da lugar a un principio absoluto, sino que se desdibuja pues acusa
la influencia de la causa. De manera tal que la abstracción cambiaria, al sufrir la atenuación
entre sujetos inmediatos del nexo cambiario, que al mismo tiempo lo son de la relación
fundamental, cabe admitir entre ellos las denominadas excepciones ex causa o personales.
Ahora bien; las excepciones ex causa o personales admitidas por la legislación cambiaria,
sufren el embate de la legislación procesal, en cuanto prohíbe discutir la legitimidad de la causa
en la vía ejecutiva de ejercicio de la acción cambiaria, sin distinguir entre los sujetos obligados
(art. 544, inc. 4 del Código Procesal Civil de la Nación). En el caso que nos ocupa,
correspondería, al menos, hacer la salvedad del supuesto de presencia de una causa ilícita,
que estando presente en la relación o negocio subyacente, afecta con igual intensidad la
relación cambiaria, al menos entre obligados inmediatos. El fraude a la ley, que implica emitir
títulos de crédito para asegurar a la entidad bancaria o financiera el cobro de los mismos en
circunscripción judicial ajena a la del domicilio del consumidor, constituye una causa ilícita, que
habilita la admisión de una excepción ex causa o personal, con la finalidad de desplazar el
litigio a la circunscripción judicial que corresponde al domicilio real del consumidor. No admitir
el desplazamiento de la abstracción cambiaria a través de la interposición de la citada
excepción ex causa o personal tendiente a poner en evidencia la causa ilícita, dando
preeminencia a la norma procesal que impide indagar la legitimidad de la causa, sería tanto
como dejar indemne el fraude a la ley, confiriendo al art. 544, inc. 4 del Código Procesal
Nacional, un alcance que traduciría una aplicación mecánica de él y fuera del ámbito que le es
propio, haciendo gala de un ciego formalismo incompatible con el debido proceso adjetivo, al
mismo tiempo que implicaría hacer prevalecer una norma ritual local sobre la ley de fondo, lo
que es contrario a derecho ( art. 21 de la ley 48).
IV. Incompetencia territorial. Declaración oficiosa
Independientemente de la acción causal o personal que puede articular el consumidor para
denunciar el fraude a la ley o causa ilícita, los jueces tienen la facultad, y aun el deber, de
actuar de oficio a fin de privar de eficacia al acto de cobertura, y restablecer la regla de orden
público, atributiva de competencia, que surge del art. 36 in fine de la ley 24.240. Esta
intervención se justifica plenamente, bien sea para evitar el fraude a la ley, o bien partiendo de
la idea de que está en juego una ilicitud causal por oposición a normas de orden público.
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No debe perderse de vista, por otro lado, que la actuación oficiosa del órgano jurisdiccional, no
implica llegar al extremo de declarar la nulidad completa del acto en cuestión, esto es, del acto
de cobertura, invalidando el título cambiario ejecutado, sino simplemente de negar la
posibilidad de que su cobro sea perseguido en una circunscripción judicial distinta de la que
corresponde al domicilio real del deudor, de modo tal que debe tenerse por no escrita cualquier
cláusula inserta en el pagaré o documento, de prórroga de la competencia.
El deber de actuar de oficio que tiene el órgano jurisdiccional, tiene sustento en razones
análogas a las señaladas por el Tribunal de Justicia de la Comunidad Económica Europea, con
sede en Luxemburgo, e el caso "Occano Grupo Editorial S.A.", sentencia del 27 de Junio de
2000, que lucen perfectamente aplicables mutatis mutandi al supuesto aquí estudiado.
Entre otras cosas, el alto tribunal expresó en dicho precedente:"…en cuanto a la cuestión de si
un Tribunal, al que se haya sometido un litigio relativo a un contrato celebrado entre un
profesional y un consumidor, puede apreciar de oficio el carácter abusivo de una cláusula de
dicho contrato, es preciso recordar que el sistema de protección… se basa en la idea de que el
consumidor se halla en situación de inferioridad respecto del profesional, en lo referido tanto a
la capacidad de negociación como al nivel de información, situación que lleva a adherirse a las
condiciones redactadas de antemano por el profesional sin poder influir en el contenido de
éstas… El objetivo…que obliga… a prever que las cláusulas abusivas no vinculen a los
consumidores, no podría alcanzarse si éstos tuvieran que hacer frente a la obligación de
plantear por sí mismos el carácter abusivo de dichas cláusulas… De ello se deduce que sólo
podrá alcanzarse una protección efectiva del consumidor si el juez…está facultado para
apreciar de oficio dicha cláusula. Por otra parte…, el sistema de tutela instaurado…se basa en
la idea de que la situación de desequilibrio entre el consumidor y el profesional sólo puede
compensarse mediante una intervención positiva, ajena a las partes del contrato."
Cabe observar que la situación fáctica examinada por la citada corte europea, es
sustancialmente similar a aquella sobre la que ha querido operar el legislador argentino al
sancionar la ley 26.361 y modificar el texto del art. 36 de la ley 24.240.
En efecto, la apuntada norma pretende poner fin a una práctica habitual en la materia, cual es
la de establecer en los contratos la competencia del tribunal correspondiente al domicilio de la
casa central del proveedor, debiendo en muchos casos el consumidor accionar en extraña
jurisdicción contra el proveedor, con las dificultades y mayores costos que ello implica, así
como en el caso que resultaba demandado y debía ejercer su defensa en una localidad
extraña. Ciertamente, se bastardearía el propósito perseguido por el legislador de la ley 26.361
de poner fin a tan nefasta práctica, si no se permitiese a los jueces actuar de oficio con el
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objeto de dejar de lado el acto de cobertura mediante el cual se la pone en ejecución. Debe
tenerse en cuenta, además, que el vigente art. 36 de ley 24.240, a privado de efectos al Código
Procesal que permite la prórroga expresa o tácita de la competencia territorial, como así
también la que impide la declaración de oficio de la incompetencia territorial en asuntos
exclusivamente patrimoniales, teniendo en cuenta que se trate de operaciones financiera para
el consumo y de crédito para el consumo, aún cuando tales reclamos se encaucen por medio
de ejecuciones de títulos cambiarios que documentan tales operaciones.
Para finalizar sobre este tópico, resta decir que la actuación de oficio en el marco del actual art.
36 de la ley 24.240, ha sido admitida por la doctrina nacional especializada, siendo también, en
el mismo ámbito, la solución que apoya la doctrina española.
V. Relación de consumo
El interrogante planteado por la presidencia del plenario acerca de si es posible inferir de la
calidad de las partes la subyacencia de una relación de consumo en las ejecuciones de títulos
cambiarios de que se trata, debe ser respondido afirmativamente.
La doctrina coincide en señalar que las presunciones hominis o judiciales, son especialmente
aplicables cuando se trata de probar un fraude a la ley. Presunciones judiciales u hominis son
aquellas que partiendo de un hecho conocido, y valorándolo a la luz de las reglas generales de
experiencia, conducen al juez al convencimiento de la existencia de un hecho desconocido.
Y precisamente, partiendo de tales presunciones cabe llegar a la comprobación de que, en las
ejecuciones que han dado lugar a las declaraciones de incompetencia de que se ocupa este
acuerdo plenario, quien aparece como parte ejecutante siempre es una entidad bancaria o
financiera, personas que por definición legal realizan intermediación habitual entre la oferta y la
demanda de recursos financieros (art. 1, ley 21.526) lo cual comprende inexorablemente a las
operaciones financieras para el consumo y de crédito para el consumo del art. 36 de la ley
24.240.
Por lo demás, quien se vincula con un banco o una entidad financiera, es, ordinariamente, un
cliente, que en cuanto tal, debe ser considerado un consumidor amparado por el art. 42 de la
Constitución Nacional y por la ley 24.240.
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Existe, pues, marcada precisión, gravedad y concordancia en los términos del art. 163, inc. 5,
de C.P.C.C.N. a los fines de habilitar la indicada presunción hominis. En ese marco, no es
dudoso que se puede inferir, para utilizar la palabra seleccionada por la convocatoria, la
existencia de una relación subyacente de consumo.
Eventualmente, ante supuestos de duda, cabe la interpretación a favor del consumidor no solo
de conformidad con las reglas de los arts. 3 y 37 de la L.D.C., sino, además, sobre la base del
principio general contemplado en la legislación mercantil por el art. 218, inc. 7, del Código de
Comercio, que impone interpretar las cláusulas contractuales ambiguas y dudosas siempre a
favor del deudor.
No podrá el ejecutante esgrimir que el título no contiene indicación alguna que permita
vincularlo a un contrato de consumo y limitarse a negar que se trate de un crédito de consumo,
ni mucho menos puede pretender que la carga de esa prueba se ponga en cabeza del
ejecutado, sino que deberá aportar los elementos que puedan desvirtuar esa presunción. De
conformidad con las normas del proceso contenidas en el art. 53 de la ley 24.240, está en
cabeza de los proveedores la carga de aportar el proceso todos los elementos de prueba que
obren en su poder, prestando la colaboración necesaria para el esclarecimiento de la cuestión
debatida en el juicio. De modo que, sin desatender las disposiciones sobre carga de la prueba
que rigen en el marco de este tipo de juicios, art. 549 C.P.C.C.N., no puede soslayarse el deber
de colaboración impuesto en la norma a los fines de la determinación de la competencia.
Es evidentemente la actora, como entidad financiera profesional, predisponente de las
condiciones y documentación de la contratación, quien está en mejor situación de aportar la
prueba relativa a la afirmación de no tratarse la analizada de una operación de crédito para
consumo, en el marco de una cuestión de competencia.
Consecuentemente, en un juicio ejecutivo iniciado con sustento en un título cambiario es válido
presumir, a partir de la calidad de las partes involucradas en las actuaciones, que el vínculo
que subyace puede encuadrarse en una operación de crédito para el consumo regida por el art.
36 de la ley 24.240, de Defensa del Consumidor.
VI. Votos por la negativa
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A las dos preguntas formuladas por la Presidencia de la Cámara, integrantes de la Alzada
Comercial, han votado por la negativa, esgrimiendo sus fundamentos en tal sentido conforme a
lo que seguidamente se detalla.
La cuestión a resolver por el Tribunal en pleno, ha sido formulada en los siguientes términos:
"En las ejecuciones de títulos cambiarios dirigidas contra deudores residentes fuera de la
jurisdicción del tribunal: 1. ¿Cabe inferir de la sola calidad de las partes que subyace una
relación de consumo en los términos previstos en la ley Nº 24.240 de Defensa del Consumidor,
prescindiendo de la naturaleza cambiaria del título en ejecución? 2. En caso
afirmativo:¿Corresponde declarar de oficio la incompetencia territorial del tribunal con
fundamento en lo dispuesto en el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor?.
Recordemos que los caracteres esenciales de los títulos de crédito, y en la especie se trata de
la ejecución de un documento de esta naturaleza, están conformados por la literalidad,
autonomía y abstracción propios de los títulos circulatorios.
La literalidad, común a todos los instrumentos negociables, implica que el contenido, extensión,
modalidades de ejercicio y todo otro posible elemento principal o accesorio del derecho
cartular, son únicamente los que resultan de los términos en que está redactado el instrumento.
Dicho de otro modo, el derecho que lleva el título es literal pues su contenido y medida están
determinados por el tenor del mismo.
De tal modo, la literalidad impide al acreedor invocar derechos y al deudor oponer excepciones
al poseedor, que no estén contenidos exclusivamente en el texto del documento, pues siendo
la promesa contenida en el título de crédito una promesa literal, le es vedado al deudor acudir a
elementos extraños al instrumento, o al menos que no estén indicados en el mismo. Los
elementos extracartulares valen únicamente en cuanto en el título se haga mención de ellos y
en los límites de esa mención.
Por su lado, la autonomía de los papeles de comercio significa que cada sucesivo titular
adquiere un derecho originario, no derivado de su antecesor, pues el derecho emana del
documento y no del tradens. Por consiguiente, para el tercero de buena fe es jurídicamente
irrelevante cual fue el origen de la obligación incorporada literalmente al documento y éste, en
manos del tercero adquirente, constituye el título idóneo para exigir el cumplimiento de la
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prestación prometida, con prescindencia de los derechos que los anteriores poseedores
tuvieran contra el deudor.
Finalmente, la abstracción, característica también de los títulos de crédito, significa que la
atribución patrimonial se encuentra desvinculada de la relación causal originaria que motivó la
creación o circulación del título. En consecuencia, éste no representa una deuda antigua o un
documento que reemplaza a otro nexo originario, sino que contiene una obligación nueva y
autónoma, todo ello con miras a lograr una mayor celeridad y seguridad en la circulación.
Es por ello que en virtud de las características mencionadas de los títulos de crédito, la
tradición legislativa, doctrinaria y jurisprudencial, ha consagrado como principio básico en la
materia, la inoponibilidad en las ejecuciones cambiarias, de aquellas cuestiones que no
resultan del título mismo, es decir las cuestiones extracartulares, que solo pueden debatirse en
un proceso ordinario posterior con amplitud de prueba, no solo respecto de terceros tenedores
del papel de comercio, sino también cuando se enfrentan el beneficiario con el librador o
suscriptor del pagaré o letra. De modo tal que todas las defensas fundadas en el negocio
subyacente, son ajenas al negocio cambiario y son ajenas a la acción ejecutiva basada en él,
siendo oponibles solamente en juicio de conocimiento posterior al ejecutivo o en la acción
causal, en los que caben todas las defensas del deudor.
En síntesis, resulta claro que la admisión de defensas causales en el contexto de estos
procesos, conspira contra la abstracción y literalidad que son los pilares en los que se asienta
la doctrina cambiaria, ya que el cobro mediante juicio ejecutivo no es otra cosa que la
herramienta que el legislador brinda al poseedor del título para una segura y rápida realización
de su acreencia.
Ahora bien; para concluir que en la ejecución de un título cambiario se está ante una relación
de consumo, resulta ineludible, acceder a la causa del libramiento del documento, ahondar en
la relación causal subyacente, para concluir en la aplicación de la Ley de Defensa del
Consumidor, lo que resulta totalmente ajeno al título de que se trata y a la acción cambiaria
promovida. Por ende, al desplazar por meras inferencias presuntivas, la atención a las
relaciones causales en el marco de la ejecución de un título cambiario, se violentan
gravemente principios elementales de derecho cambiario y del ordenamiento ritual so pretexto
de la sola invocación del derecho del consumidor, lo cual, lejos de favorecer, puede llegar a
perjudicar a aquellos que se pretende proteger, interfiriendo severamente en la circulación del
crédito y en la actividad financiera y bancaria, sin que se advierta en ello un interés de orden
público involucrado, sin dejar de observar que en la realidad, se configura un dispar poder
negociador como consecuencia del distinto poder económico entre proveedores y
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consumidores.
Desde luego que la ley de Defensa del Consumidor, y resulta casi obvio afirmarlo, deviene
aplicable a aquellos supuestos donde se encuentran configurados los requisitos legales, tal
como cuando el título en ejecución contiene cláusulas explicitas sobre aspectos causales de la
operación habida entre las partes y queda evidenciada una relación de consumo en los
términos de la ley.
Aun dejando de lado cualquier inferencia presuntiva respecto de la causa de la obligación que
subyace a un título cambiario objeto de ejecución, tampoco podría derivarse ab initio de la sola
calidad de las partes, es decir de un lado la entidad financiera o banco y del otro, persona
física, la existencia de una relación de consumo que encuadre en la descripción normativa.
En efecto, si bien la entidad financiera o banco desarrolla una actividad profesional que permite
encuadrarla dentro del concepto de proveedor, no siempre el cliente de esa operación
financiera es el destinatario final de la prestación efectuada, por lo que no necesariamente
encuadra en el concepto de consumidor del art. 2 de la Ley de Defensa del Consumidor.
Por otra parte, la posibilidad de aplicación de la regla del art. 36 de la LDC, exorbita el marco
de conocimiento del proceso ejecutivo, al remitirse, por obra de meras inferencias presuntivas a
elementos extracambiarios.
La competencia territorial, por aplicación de lo dispuesto por el art. 1 del C.P.C.C.N. es
esencialmente prorrogable por acuerdo de los interesados, cuando están involucrados
intereses meramente privados de orden patrimonial. En el reconocimiento de esta facultad a las
partes se encuentran involucrados principios de orden público derivados del art. 1197 del Cód.
Civil, y es por ello que, precisamente, el ordenamiento procesal consagra de modo dirimente,
que los jueces tienen vedado declarar de oficio la incompetencia territorial, y así lo dispone el
art. 4 del C.P.C.C.N.
En el caso que nos ocupa, como principio, los jueces del lugar de cumplimiento de la
obligación, cualquiera fuera el domicilio real del deudor u obligado, son competentes para
conocer en las ejecuciones de títulos cambiarios.
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En este marco procesal, el domicilio del demandado en extraña jurisdicción no es el foro
principal y solo podría ser admitido como foro concurrente alternativo por voluntad del actor, en
los términos del art. 5, inc. 3, C.P.C.C.N. No siendo ese el caso, tampoco puede predicarse, sin
adentrarse en el fondo de la causa, sobre la existencia de una prórroga en su perjuicio por
abuso de posicionamiento dominante, máxime si el juez interviniente es el órgano legalmente
competente, por ser aquél del lugar del cumplimiento de la obligación.
Finalmente, la conclusión de que la declaración de oficio de la incompetencia por razón del
territorio en las ejecuciones de títulos de naturaleza cambiaria, fundada en que se hallan
dirigidas contra deudores residentes fuera de la jurisdicción del tribunal, contraviene claramente
la regla procesal que veda la declaración oficiosa de incompetencia por el territorio en asuntos
exclusivamente patrimoniales, se ve corroborada por la jurisprudencia de la C.S.J.N. en el caso
"Compañía Financiera Argentina S.A. c/Toledo, Cristián A. s/cobro ejecutivo".
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