Libro de las Comarcas

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Notas sobre la comarca de Los Monegros
en la Edad Media
ESTEBAN SARASA SÁNCHEZ
Históricamente la llamada comarca de Los Monegros
integra en la actualidad una serie de localidades de diferente origen en el tiempo, una naturaleza y un componente humano que tienen en común un medio geofísico
predominantemente estepario (desértico, vulgarmente
hablando) y una presencia histórica que en los siglos
medievales ofreció algunos hechos y realidades dignas
de tener en cuenta junto a lo antropológico, sociológico
y cultural.
Sin olvidar los precedentes hispanorromanos y visigodos, así como la ocupación islámica en todo el territorio
sobre el que después se iría conformando el reino de
Aragón, acaso un rasgo destacable de la actual comarca
es que en la época medieval no constituyó un distrito
uniforme ni administrado en conjunto ni formando parte en su totalidad de
alguna circunscripción administrativa. Es decir, los 49 pueblos de la comarca
creada por ley autonómica recientemente correspondieron en la Edad Media a
diversas jurisdicciones, tanto eclesiásticas como civiles, comprendiendo, incluso,
como en parte ahora también, un paisaje diverso: desde la fertilidad de los asentamientos situados en el curso del río Alcanadre hasta la fragosidad de la sierra
de Alcubierre, desde el espacio invadido por la influencia del extremado clima
continental a las lagunas de las que ya en el pasado existen referencias. Lo cual
dificulta la visualización del pasado medieval sobre el mapa actual de la susodicha comarca; relacionada antes, al igual que ahora, con Huesca, Barbastro, Zaragoza o Fraga, con sus áreas de influencia correspondientes.
Por tanto, situar algunos hechos históricos o agrupar algunas localidades de la
zona en conjunto para tratar el pasado dentro de unas coordenadas comunes,
resulta complicado, dada la distinta evolución de los núcleos habitados desde los
siglos medievales, en los que, eso sí, la única constante fue la consideración de
Sariñena como centro neurálgico del territorio monegrino, por su importancia,
su ubicación estratégica y hasta su potencial humano y económico, mantenido
hasta la fecha, y consagrándose por ello como capital de la recientemente creada
comarca monegrina.
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Pero el primer punto a descifrar es el que se refiere al mismo término de Monegros, que podría derivar de la proliferación del matorral y sotobosque en otras
épocas pasadas. Ofrecía, al parecer, una aparente masa arbórea que, debido a las
especies vegetales predominantes, aparentaba una mancha oscura que con el
tiempo fue abriéndose y deforestándose por diversas causas naturales y por la
acción del hombre en general. Prueba de lo cual es que, precisamente, para los
siglos bajomedievales al menos, existen noticias acerca del refugio que bandoleros y maleantes encontraban en la zona por la espesura que les permitía huir de
la justicia. Fue escenario de escaramuzas y resistencias en momentos de guerra
civil, como la que enfrentó en 1347-1348 a partidarios de la Unión aragonesa
(unionistas) y del rey Pedro IV el Ceremonioso (realistas), o en tiempo de violencia y alteraciones, como durante el interregno (1410-1412) abierto a la muerte del rey Martín el Humano sin sucesión, hasta la designación de Fernando de
Trastámara (Fernando I) en Caspe, e incluso durante las operaciones militares
del nuevo monarca contra los partidarios del aspirante Jaime de Urgel, con
Antón de Luna a la cabeza de la facción aragonesa urgelista, que situó su resistencia por buena parte del territorio al norte del Ebro.
Aunque, sin abundar en lo episódico, siglos antes de los hechos anteriormente
comentados, el Cantar de Roldán, compuesto en el siglo XII pero que narra la gesta de la derrota carolingia en Roncesvalles el año 778, podría referirse a esta zona
al mencionar expresamente el montnegre próximo a Zaragoza, atravesado por el
ejército franco tras la negativa del gobernador de la Zaragoza (Saraqusta) musulmana a abrir las puertas de la ciudad a cambio de la ayuda de Carlomagno en su
rebeldía contra el emir de Córdoba. Lo que significaría una identificación del
nombre con una zona especialmente diferenciada del entorno próximo por una
relación mimética que difícilmente podría aplicarse a otras áreas geográficas tan
determinantes como la que aquí se recoge.
Por ello, a la hora de identificar los Monegros del pasado con la actual comarca
conviene señalar, en primer lugar, que, administrativamente al menos, buena parte de la susodicha comarca aparece integrada en el pasado medieval, sobre todo
a partir del siglo XIII, en distintas dependencias y jurisdicciones: la sobrejuntería,
el merinado y el zalmedinado de Huesca, al igual que su bailía, así como en el justiciazgo de Sariñena, por poner algunos ejemplos. Distritos ya tardíos pero que en
los siglos XIV y XV sirvieron para un mayor control del gobierno territorial, las
finanzas, la seguridad pública y privada o la ejecución de la justicia; y distritos
que, a su vez, se contemplaron dentro de lo que las Cortes de 1365 a 1367, celebradas entre Zaragoza y Calatayud, entendieron como la partida y sobrejuntería de
Huesca.
Precisamente, esta adscripción medieval perduró bastante tiempo después, como
lo demuestra la Historia de la Economía Política de Aragón de Ignacio Jordán de
Página derecha:
Torre medieval conocida como La Torraza, en el término de Farlete
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Comarca de Los Monegros
Asso, publicada en 1798, al recoger
información documentada de época
medieval para referirse, entre otros
pormenores, al partido de Huesca que
incluía Monegros, “como tierra de
secano...”; aunque antiguamente
–escribe este ilustre economista aragonés– este territorio –y así se llama
por ello– estuvo bien poblado de
pinos y sabinas, «que a los que miraban de lejos les parecía un monte
oscuro y cerrado»; colocando en su
época este espacio dentro del corregimiento de Zaragoza y señalando que el
mismo era «el más árido y desprovisto de agua potable que hay en Aragón», con 12 lugares, que hoy, por ley,
son 49 para toda la comarca.
Históricamente, tras un largo periodo
de ocupación islámica del territorio
monegrino sobre el que luego se
extendería una parte del reino de
Los alrededores de Poleñino fueron el escenario de la
Aragón desde el somontano pirenaimuerte de Alfonso I el Batallador
co hasta el Ebro, el traspaso de poder
a manos cristianas se hizo en esta
zona durante el reinado de Alfonso I el Batallador (1104-1134) principalmente;
aunque este monarca sucumbiera en Poleñino en 1134 buscando la conquista de
Fraga (que no se recuperó hasta 1148, junto con Lérida, y por Ramón Berenguer
IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón). Sobresaliendo después la fundación en 1188 del monasterio de Sigena, que iba a representar un hito importante
por la repercusión en la zona de dicho centro sanjuanista (de la Orden de San
Juan de Jerusalén en su rama femenina).
Así pues, al rey Alfonso el Batallador se debe la incorporación del espacio monegrino a la Corona, con una serie de villas y aldeas que, en algunos casos, fueron
recibiendo fueros de repoblación por él mismo o por sus sucesores, así como
vieron también cedida su dependencia jurídica y territorial o parte de sus rentas
a particulares o instituciones eclesiásticas, por especial favor de la monarquía
hacia quienes colaboraron con ella en la expansión militar o hacia establecimientos religiosos de especial relieve y protección real (San Juan de la Peña, Montearagón, la seo oscense, etc.).
Algunos lugares, como por ejemplo Sariñena, entraron a formar parte del entramado señorial de honores y tenencias propio del régimen inicialmente aplicado por
la monarquía aragonesa al espacio conquistado y ocupado, primero en la fronte104
Comarca de Los Monegros
ra y luego en el interior. Ahora bien, en principio prevaleció en general la inestabilidad y provisionalidad temporal en la titularidad dominial, alternándose el realengo con el señorío eclesiástico o laico, con reincorporaciones a la Corona y
desgajamientos de la misma a lo largo de los siglos bajomedievales, hasta que, ya
en los siglos modernos, el dominio del conde de Sástago afectó a diversos lugares de la zona.
Por ejemplo, Sariñena, que en 1495 contaba con 158 fuegos (hogares abiertos o
unidades fiscales), es decir alrededor de 800 residentes, fue de realengo desde su
conquista, con algunos tenentes y con carta de población otorgada por Alfonso II
de Aragón en 1170, según los llamados fueros de Zaragoza; pero, luego, ya en el
siglo XIII, Jaime I el Conquistador concedió el castillo y la villa al monasterio de
Sigena, para que, finalmente, en 1360, Pedro IV el Ceremonioso la entregara a
don Pedro de Luna, lo que provocó que en las Cortes de Zaragoza de 1372 los
representantes de la villa aludieran a que el rey la había empeñado, junto con sus
aldeas, por necesidades personales, deseando retornar al realengo a costa, incluso, de hacerse cargo de la cantidad que costara. Es el mismo monarca que más
tarde concedió a Sariñena un mercado y una feria en 1381, con aplicación de
algunos derechos reales; para después, en 1422, recibir de la reina María, en
nombre de Alfonso V el Magnánimo, la autorización para construir un puente
sobre el Alcanadre. Signos evidentes todos ellos de la importancia de esta villa
monegrina.
Sirva, pues, como referencia, la evolución de Sariñena desde el siglo XII hasta el
XV, al tratarse de una villa importante que tuvo, incluso, sus aldeas dependientes
como Alberuela de Tubo, Capdesaso o Lastanosa, y mantuvo una regularidad
apenas obtenida por la mayoría del resto de poblaciones del entorno, que oscilaron entre la dependencia de Sigena, de la mitra oscense, del concejo zaragozano
o de titulares señoriales. Evolución que, por otra parte, denota cierta primacía de
Sariñena –que siempre tuvo representación en las Cortes del reino– dentro del
conjunto de villas y aldeas del territorio monegrino. Territorio que no presenta
en la Edad Media unos límites precisos y estables, con una especial vinculación
con el monasterio de Sigena porque
algunos lugares fueron de dominio
abacial, aunque sin especial presión
sobre los mismos.
Desde una posición de área de paso
entre Huesca y Barbastro o Lérida y
Fraga hacia el valle del Ebro y Zaragoza, la movilidad en el territorio
monegrino y su apertura al exterior,
favorecieron los intercambios económicos dentro de un desarrollo productivo más o menos cifrado en el
cereal de secano como cultivo preva-
Lastanosa, aldea dependiente de Sariñena en la
Edad Media
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Monjas en claustro del monasterio de Sigena
leciente, junto al vergel de las orillas del Alcanadre, las lagunas o las estribaciones de Alcubierre.
Eclesiásticamente, la dependencia mayoritaria de la diócesis de Huesca y las
relaciones con Sigena sobresalen por encima de la discreta presencia de las
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Comarca de Los Monegros
órdenes militares de San Juan de Jerusalén y del Temple o de otras dependencias. Precisamente, Sigena, como centro espiritual orientador y selectivo en
cuanto al componente humano abacial, fundado por doña Sancha en 1188 y
contando siempre con la especial protección real, representó durante el resto
de la Edad Media un referente indiscutible. El monasterio disfrutó de rentas y
derechos en Villanueva (de Sigena), Lanaja, Farlete, Peñalba o Bujaraloz; ejerció la jurisdicción de su señorío sobre Sena, Villanueva o Lanaja; y exigió a los
alcaldes y regidores de los lugares adscritos al cenobio el juramento de fidelidad y homenaje correspondiente al dominio feudal de sus prioras, a cuya
muerte se les entregaban las llaves del monasterio para no permitir a nadie el
acceso hasta la elección de la nueva priora.
La especial impronta del cenobio sigenense en la zona contrasta, sin embargo,
con la ya mencionada escasa influencia de las órdenes militares. Pero, en principio, existió una encomienda sanjuanista (hospitalaria) dependiente de la gran
castellanía de Amposta perteneciente a la Orden de San Juan de Jerusalén o del
Hospital, bajo cuya tutela se fundó el monasterio para albergar a una comunidad femenina. Castellanía que ejercía, por entonces, su influencia sobre poblaciones como Sena o la misma Sigena, aunque sin dependencia de sus iglesias,
cuya jurisdicción correspondía a la Orden del Temple; situación que provocó
tensiones y discrepancias disipadas mediante un acuerdo de intercambio de tierras entre ambas órdenes y facilitándose así la fundación del monasterio por la
reina doña Sancha, mujer de Alfonso II de Aragón, en 1188.
Otra fuerte vinculación se dio con respecto a la catedral de Huesca. Lugares
como Sangarrén o la propia Sariñena tenían algunos bienes y derechos adscritos por particulares a la seo oscense, figurando además algunos seniores de la
zona como testigos de los diversos actos jurídicos de la sede catedralicia altoaragonesa.
En cuanto a la población judía y musulmana bajo dominio cristiano (mudéjar), las
respectivas aljamas no fueron especialmente nutridas, aunque los dos grupos
confesionales tuvieron en Sariñena
alguna presencia destacable, sin que
por ello hubiese casos de fricciones
con los cristianos fuera de lo que era
más cotidiano o de los pleitos respecto
de las relaciones de convivencia o coexistencia de los tres componentes.
Pleitos que, sin embargo, no faltaron
ante la misma corte del Justicia de Aragón por cuestiones de límites entre las
aldeas o por reclamaciones de algunos
titulares de rentas y derechos señoriaSariñena. Porches del mercado
les como los Luna.
De la Historia
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En realidad, la huella medieval perduró más allá del fin de la época, en la que
Sariñena constituyó, desde las postrimerías del Medievo, un punto importante
como lugar de percepción de las generalidades o tasas aduaneras del sistema establecido en el siglo XV con las fronteras económicas interiores y exteriores y dentro de la red de collidas y sobrecollidas del reino de Aragón. Panorama que se puede
completar, a modo de ejemplo significativo respecto de las pervivencias, con la
relación del señorío de algunas de las villas y poblaciones del conjunto actualmente comarcal en época moderna: Albero Bajo del duque de Villahermosa,
Alberuela de Tubo de realengo, Almuniente del conde de Fuentes, Barbués del
conde de Sástago, Fraella o Grañén también del duque de Villahermosa, Huerto
del conde de Fuentes igualmente, Robres y Sangarrén de la baronía de Robres,
Sariñena de realengo como Tardienta, Torres de Barbués del conde de Sástago o
Usón del de Sobradiel. Tal y como se recoge en la Descripción topográfica de la ciudad de Huesca y todo su partido en el reyno de Aragón, publicada en 1792 por don
Pedro Blecua y Paúl.
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