18 02 2014 Francisco Toledo Trujillo Académico de Número LA MENTE DE DIOS Y EL UNIVERSO Últimamente me he interesado en estudiar todos aquellos artículos divulgativos que han llegado a mis manos relacionados con la existencia de un creador y con el origen del Universo. Esas lecturas constituyen la médula de mi charla de hoy. Los orígenes y los destinos son una preocupación humana primaria. Al estar obligados a avanzar y a extender la búsqueda de nuestros orígenes y fines, debemos cuestionarnos sobre « ¿Quién dio nacimiento a todo esto? y ¿Cómo acabará?». El sueño de Einstein de una teoría unitaria explicativa de todos los fenómenos del Universo en un orden único no se ha demostrado. A su «Dios no juega a los dados» del genial científico el no menos genial Hawking replica provocadoramente: «Todo apunta contrariamente a que Dios es un jugador empedernido que aprovecha toda ocasión que se le presenta para tirar los dados.» Parece atractiva la idea de un Dios trascendente que crea y que controla el universo desde un lugar superior situado fuera de las leyes de la física, más allá del espacio y del tiempo. No hay nada que pueda hacernos dejar de pensar que este Dios precedió y provocó el «Big Bang». ¿Cómo ocurrió este Big Bang? ¿Cuál fue el origen de la sopa original de quarks, leptones y gluones? La respuesta a la pregunta es que vino todo del vacío. Todo el universo es una expresión de la nada absoluta. Pero ¿cómo puede el vacío espontáneamente convertirse en una bola de fuego, el Big Bang, de quarks, leptones y gluones? Puesto que nadie espera que el suceso ocurra, incluso si tiene una probabilidad infinitesimal, aunque finita, solo cabe admitir que nuestro universo es una creación del Dios que juega a los dados. Einstein afirmaba que lo más incomprensible acerca del Universo es que es comprensible. Al tratar las cuestiones más profundas de la existencia, tales como el origen y el significado del universo, el papel del ser humano en el mundo, y la estructura y organización de la naturaleza, se plantea la fuerte tentación de retroceder a las creencias no racionales. Los propios hombres de ciencia dan por supuesto que vivimos en un cosmos racional, ordenado, sometido a leyes precisas que pue1 den ser descubiertas por el razonamiento humano. No obstante, el misterio continúa atormentándonos. Hemos sido escritos en las leyes de la naturaleza de un modo profundo y, creo yo, pleno de sentido. La investigación científica es un viaje a lo desconocido. Cada avance sigue un hilo conductor de orden y racionalidad. Este orden cósmico está apuntalado por leyes matemáticas precisas. Tan sencillas leyes permiten a la materia y a la energía autoorganizarse en una increíble variedad de complicados estados, incluidos los que poseen la cualidad de la consciencia. Entre los objetivos más ambiciosos cabe pensar en la posibilidad de formular una «Teoría de Todo». Una descripción completa del mundo en términos de un sistema cerrado de verdades. La búsqueda de esa Teoría de Todo se ha convertido en una especie de Santo Grial para los científicos. La pregunta clave es ¿HUBO UN ACTO CREADOR? Todo el debate acerca del origen del universo presupone que el universo tuvo un origen. Los científicos sacaron rápidamente la conclusión de que el universo se deslizaba de forma unidireccional hacia un estado de equilibrio termodinámico. Esta tendencia hacia la uniformidad en donde las temperaturas se nivelan y el universo se acomoda en un estado estable, se vino en llamar «muerte térmica». En otras palabras, el cosmos entero hubiera estado reducido a un solo punto. En ese punto la fuerza gravitacional y la densidad material serían infinitas. Un punto de compresión infinita se llama en física matemática una «singularidad». Si consideramos el momento de compresión infinita, el espacio se hallaba infinitamente encogido. Pero en tal caso el espacio debe desaparecer literalmente, como un globo que se arruga hasta ser nada. Y la importante interconexión entre espacio, tiempo y materia implica, por consiguiente, que el tiempo ha de desaparecer también. No puede haber tiempo sin espacio. De modo que la singularidad material es a la vez una singularidad del espacio-tiempo. El nacimiento del universo representa, por tanto, no sólo la abrupta aparición de la materia, sino también del espacio y del tiempo. Es difícil exagerar la relevancia de este resultado. La gente suele preguntar: « ¿Dónde sucedió el Big Bang?» Pues bien, El Big Bang no ocurrió en ningún punto del espacio. El propio espacio entró en la existencia con el Big Bang. Análoga dificultad se produce ante la pregunta: ¿Qué ocurrió antes del Big 2 Bang? La respuesta es que no hay «antes». El tiempo comenzó en el Big Bang. Debilitando la relación causa-efecto, la mecánica cuántica proporciona una vía sutil para evitar el problema del origen del universo. Si se encuentra un camino que permita al universo pasar a la existencia desde la nada mediante una fluctuación cuántica, ninguna ley física resultaría violada. Para decirlo en términos de la famosa frase de Einstein, Dios sí que juega a los dados con el universo. El físico John Wheeler ha puesto énfasis en que un comportamiento sujeto a leyes puede emerger de fluctuaciones aleatorias en apariencia no sujetas a ley alguna, porque incluso el caos puede presentar regularidades estadísticas. El Universo es muy grande pero no infinito. Si lo fuera, habría infinita materia en infinitas estrellas y no es así. El Universo es sobre todo, espacio vacío. He intentado dejar claro que la existencia de un universo ordenado y coherente, que contiene estructuras organizadas y estables, requiere leyes y condiciones muy especiales. La situación se hace todavía más intrigante cuando tenemos en cuenta la existencia de seres vivos. En su libro “coincidencias cósmicas”, John Gribbin concluye: «las condiciones en nuestro universo parecen estar realmente ajustadas para producir formas de vida como la nuestra» por lo tanto existe un creador inteligente que dirige todas las cosas naturales hacia esta finalidad y que ha diseñado el universo y a ese ser le denominamos Dios». Los místicos hablan a menudo de una sensación plena de unidad con el universo o con Dios, de vislumbrar una visión total de la realidad, o de estar en presencia de una influencia poderosa y agradable El hecho de que las cosas de este universo tengan una causa, está asociado a la existencia del tiempo. La existencia en la atemporalidad, no requiere petición de principio. Dios es, existe sin causa, como Ser de naturaleza espiritual, inteligente, volitiva, hacedor, principio de todas las cosas. Es un acto intemporal e inespacial. El único punto especulativo, es el de la posible existencia de algo fuera del tiempo y del espacio, esto es fuera del universo conocido, lo cual no es rechazado por la razón. STEPHEN HAWKING, en una de sus frases ateístas pregunta ¿Dónde estaba Dios antes del Big Bang? 3 Míster Hawking: Existe un cambio de paradigma. La naturaleza de Dios es atemporal, no es material, sino espiritual. Él está fuera del tiempo, permanece en Su atemporalidad, ya que Él es el creador del tiempo. Imagínense el principio de los tiempos. No existía absolutamente nada. NADA DE NADA ninguna materia ni energía; ni siquiera existía el espacio ni el tiempo, las cuales son magnitudes físicas que pueden variar, tal como demuestra la teoría de la relatividad. NADA DE NADA. Y de pronto, el Big-Bang. Un estallido gigantesco, brutal, que dio origen, al cabo de mil millones de años, a las estrellas, a las galaxias, a los planetas, al universo entero. Nada se crea de la nada y donde hay algo no puede dejar de existir ese algo para haber la nada. Si nada es posible crearlo de la nada, es evidente que lo creado tuvo que surgir de algún modo. Estamos sujetos al esquema espacio-temporal y nos resulta inconcebible una realidad en que no se aplique esta estructura. Dios, como Supremo Hacedor, atemporal, no está limitado por estas leyes que Él mismo legisló. El conocimiento último, la explicación última, nos están vedados por las propias reglas del razonamiento que nos urge a buscarla. Nosotros que somos hijos del universo — polvo estelar animado— podemos reflejar la naturaleza del universo mismo, hasta el punto incluso de vislumbrar las reglas que lo rigen. Por qué el Homo sapiens posee esa chispa de racionalidad es un profundo enigma. Cómo hemos sido vinculados a esta dimensión cósmica es un misterio. Pero el vínculo no se puede negar. A través de los seres conscientes, el universo ha generado la consciencia de sí mismo. Esto no puede ser un detalle trivial, ni un subproducto secundario de fuerzas ciegas, desprovistas de propósito. Es ciertamente significativo que estemos aquí. GRACIAS 4