Atisbos feministas en La ruta de su evasion de Yolanda Oreamuno Author(s): María Arrillaga Source: Caribbean Studies, Vol. 22, No. 3/4 (1989), pp. 47-56 Published by: Institute of Caribbean Studies, UPR, Rio Piedras Campus Stable URL: http://www.jstor.org/stable/25612973 Accessed: 10-05-2016 17:35 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://about.jstor.org/terms JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact support@jstor.org. Institute of Caribbean Studies, UPR, Rio Piedras Campus is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Caribbean Studies This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Maria Arrillaga ATISBOS FEMINISTAS EN LA RUTA DE SU EVASION DE YOLANDA OREAMUNO Yolanda Oreamuno, escritora costarricense, logra en su novela, La ruta de su evasion, publicada inicialmente en 1949 y reeditada en 1980 por la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), una intrigante construcci?n de atisbos feministas. La voz narradora, apasionantemente involucrada y omnisciente, corre el riesgo de confundirse, en ocasiones, con la autonomfa de los personajes, hasta el punto de compartir no solo su sapiencia sino sus limitaciones cognoscitivas. Este tipo de acercamiento a la mate ria narrativa crea una estructura donde a la oposici?n central: el conflicto entre los sexos, se unen, en abigarrada zarabanda barroca, toda una sehe de inconsistencies y ambig?edades conservadoras de signo patriarcal y religiosa; a fuer de una intenci?n desmedida mente honesta de b?squeda de justicia y de verdad, cuyo desboca miento no logra subsanar la perplejidad del lector ante la selva todavia oscura de un lenguaje femenino en cierne, tanto a nivel de significante como de significado. Sospecho que parte de lo que podria la crftica tradicional atri buirle a esta novela como exceso, defecto acaso, puede que sea parte de un legitimo lenguaje de escritura de mujer cuya dilucidaci?n dependen'a de un afinado instrumento de an?lisis. Porque es que, a pesar de todo, y no obstante el pesado desperdigamiento de la tesis, la novela me parece magnifica, de aliento casi epico en su insisten cia en caracterizar nada menos que el principio humano m?s ele mental: lo masculino, lo femenino, la relaci?n entre ambos y sus consecuencias. A grandes rasgos, el texto narra la vida matrimonial de Teresa y Vasco, de los hijos que han engendrado y sus correspondientes peripecias amorosas. El hilo conductor lo provee el fluir siquico de Teresa que, pr?xima a morir, reflexiona sobre el pasado y el pre sente. Los dem?s personajes se mueven alrededor de la prefigura ci?n de muerte inminente que anticipa asimismo sus propios destinos individuates, con excepci?n del salto cualitativo al final que This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 48 CARIBBEAN STUDIES, 22:3-4, 1989 representa la ?nica verdadera superviviente, Aurora, nombre sin duda simb?lico que preconiza un nuevo comienzo. El significado de este hilo mortuorio conductor se dilucida en reflexiones de Teresa hacia el final: ...Es la muerte la fructifera, la que est? constituida por el fertil coraz?n reproduc tor. Es la muerte la vibrante; ella, toda en nosotros en la infancia, nos hace sonreir. Y es la estabie, la perdurante, la divina, que nos enfrenta a la vida destructora (p. 297). No obstante, lo inconsistente de esta tesis con el final esperan zado del j?bilo de la vida que comienza a descubrir Aurora, pienso que la conclusion es clara: Ha sido destructiva y destructora la vida de esta familia; por consiguiente, la muerte es fructifera en la medida en que borra las huellas de la destrucci?n. Aurora plantea la posibili dad de invertir la ecuaci?n. El principle* masculino: poder en decadencia Vasco es la masculinidad que se define como poder dominante y opresivo. "Siempre habia violencia en Vasco", dice Teresa, su mujer, y describe su voz: "...estrecha, perversa, melosa, amena zante" (p. 156-157). Ante ella, porque: "le bastaba con sentirse dueno" (p. 50), utilizar? el sexo como agresi?n: Escape sintiendome perseguida. Crei que miraba burl?n mis pies bajo la falda, que me iba a detener violentamente tom?ndome de la cintura y plant?n dose frente a el, que me iba a desnudar, que me iba a tocar y que si no coma mucho, pero mucho, ya no podria salvarme de su agresi?n (p. 154). Su agresividad esclavista no se limita a Teresa: Don Vasco no usaba latigo con sus hijos ni con sus perros, pero tenia, eso si, una latigante mirada, una latigante palabra, un latigante gesto de poder. Y ante ello temblaban los ninos y temblaban los perros" (p. 33). Esteban, personaje cuya bondad se opone a la crueldad de Vasco, y quien ser? testigo de las humillaciones a que Vasco somete a su mujer, deseubrir? el "insano deseo de poder" la "tirania", la "rudeza", la "miseria" y "mezquindad" de Vasco (p. 101-102,108) Esteban es feminista en la medida en que no solo es bondadoso y comprende a la mujer, sino que teoriza sobre su situacion: Mujer de escudo. Para cubrirse con ella. Separa de uno todo lo feo del mundo Para que uno se mueva en ese ambiente c?lido que ella crea, con la comodidad del nino en el vientre de la madre. Construye con su bondad y vuelve a construir con su inteligencia, las cosas que los hombres destruimos y volvemos a destruir. This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms ATISBOS FEMINISTAS 49 Conocimiento perfecta, simplisimo de lo pequeno y lo grande; sabidun'a elemen tal de lo que hay que evitar para que el hombre siga creyendo en si mismo; y si e\ dejara de tenerse esa fe, todavia quedan'a, siempre, la fe de ella para v?lverse a levantar. Intensa sabidun'a de las ingnorancias ajenas, profunda ingnoranciade las sabidurias propias (p. 76-77). Sobre el trazado del personaje Esteban pesa una dosis de irreali dad. Es posible que este personaje que encarna el ideal amoroso de Teresa este influido por Sergio Esquivel, protagonista de En una silla de ruedas, novela de Carmen Lyra, publicada en 1918, que sin duda conocia Yolanda Oreamuno, y que, al igual que Ruta, narra la desintegraci?n de una familia. Parece inadecuadamente motivado el sacrificio de Esteban quien, al responsabilizarse totalmente de las graves culpas de indole criminal incurridas por Vasco, desaparece de la acci?n justo cuando Teresa parecia lista a entregarle su amor. La inserci?n de Esteban dentro de la ideologia cristiana del sacrificio que permeara gran parte de las relaciones entre los personajes le resta solidez y lo convierte en abstracci?n. Todos los ingredientes que configuran a Esteban: ideal amoroso no cumplido -platonismo-, imagen de Cristo dispuesto a sacrificarse por pecados ajenos; incluso su cojera, defecto fisico bastante visible y enfatizado que tiende a asexuarlo, parecen constituirse en estructura de evasion pesimista que impide, dentro de la estructura del discurso, que la alternativa al poder opresivo de Vasco se cumpla. Fernando Viales, padre de Elena, muchacha emancipada quien se enamora de Gabriel, hijo de Vasco y de Teresa, es, a su vez, contrapartida de Esteban y Vasco, y en oposici?n con ambos. Con trario a la burda rusticidad de Vasco a quien Teresa describe como un "indio malo" (p. 158), Fernando es un culto y refinado frances, representante sin duda de lo que la voz narradora considera prdgre sismo europeo, quien sustituye el sencillo y genuino feminismo de Esteban por toda una teon'a sofisticada de contenido futurista: -No se si usted comprende que se est? preparando un tipo nuevo de mujer consciente. jO no! No me refiero al prototipo revolucionario de la mujer moderna. jNo, por Dios! Mi mujer consciente es otra, o es mujer para decirlo claro. Pero antes de alcanzar esa etapa definitiva se produce una deliciosa criatura transi toria, igual a todas, solo diferente de todas en que es invulnerable al sufrimiento. Su psicologia se puede definir asi: no importa (p. 218). La breve incursion de Fernando y su pronta desaparicion man tiene, ya habia desaparecido Esteban como hemos visto, a Vasco como figura central hegem?nica de poder masculino dentro del This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 50 CARIBBEAN STUDIES, 22:3-4, 1989 espacio narrative Resta a los hijos: Roberto, Gabriel y Alvaro retar su hegemonia. Roberto, atleta, naturista de ferrea disciplina y voluntad aut? noma, fno y desp?tico en el amor que ver? como mera "necesidad fisiol?gica", termina abandonando el hogar paterno luego de admitir que se habfa convertido en calco de su padre: "solo repeti sin alterarlo en nada, su propio caso con mama". Antes de marcharse arremete con hostilidad irreprimida contra Vasco: "Es usted un vicioso, un tirano, un corrupto, un pedante, es usted como si tanto fuera poco..." ..."-jUsted es un demonio!" (p. 44, 57,193,199). Se piensa "salvado", en el sentido que siente necesidad de humani zarse, merced al "sacrificio" de Cristina, su esposa, quien muere de parto; pero tanto el "sacrificio" de Cristina como la "salvaci?n" de Roberto me parecen tan esteriles como el sacrificio de Esteban e igualmente traidos por los cabellos como puesta en servicio de una ideologfa religiosa que no casa bien con la estructura del relato. (Los enfasis son mfos). Gabriel, segundo hijo del matrimonio, ofrece la contrapartida a la situaei?n de Roberto. Tambien abandonar? la casa de sus padres, pero la locura lo lleva a un suicidio que ve como "sacrificio" para salvar a Aurora, su mujer, de su tiranfa y desamor. El sacrificio esta vez parece triunfar, ya que parece liberar a Aurora, pero el valor de este acto se falsea como parte de la ideologfa conservadora que permea el texto, en tanto en cuanto evade que las personas se responsabilicen de sus propios actos y de sus vidas; confiriendole poder total a los hombres ya sea para dominar, salvar o liberar. El hecho es que Aurora es el ?nico personaje que, no importa que ocurriese hubiera terminado asumiendo responsabilidad de su vida. Alvaro, el hijo menor, condenado al embrutecimiento y la tuber culosis simplemente porque se masturba, se hace invisible ante la vacfa hegemonia de poder que mantiene Vasco en una casa final mente abandonada por todos. El principio femenino: Complicidad en el poder, rebeldia vs. sacrificio Sobresale en la novela la compleja, contradictoria y confusa riqueza de los personajes femeninos protag?nicos. La arquitectura narrativa le asigna a Teresa, en su calidad de esposa de Vasco y madre de sus hijos, un papel de complicidad en el ejercicio de poder opresivo que destruye finalmente a la familia. Contra esta complici This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms ATISBOS FEMINISTAS 51 dad arremete Gabriel quien, presto a abandonar lo que considera la vacia opresi?n del hogar la impreca: ...Y ahora te mueres poco a poco, tan poco a poco como nos aniquilaste atodos .porque tal vez tienes m?s culpa con tu tolerancia indiferente, que el con su crueldad deliberada.... No se hacen hombres asi.... jT?, la que sembr? el odio y el silencio, quedate con ellos! (p. 266-268). La voz narradora involucrada redondea este cuadro devastador de culpa: ...Don Vasco se embrutecia en la embriaguez; pero ella colocaba un ladrillo. Roberto se endurecta en est?pidas disciplinas; pero ella ampliaba los aposen tos. Gabriel se deshacia entre su sensibilidad enfermiza indefensa al choque de dos naturalezas opuestas; pero ella abria una puerta. Alvaro se masturbaba secretamente hasta convertirse en un adolescente de cera, desleido y borroso, proximo a la turberculosis; pero ella colocaba un cerrojo. Si. Era cierto. En esa casa no vivia nadie. Ella pudo salvar del alcoholismo a su marido, de la insensibi lidad a Roberto, de la locura a Gabriel, del embrutecimiento a Alvaro, pero solo habia edificado una casa que tambien estaba deshaciendose. Eso era todo. Y nada m?s (p. 298). En abierta oposici?n con esta ideologfa conservadora que le asigna responsabilidad total a la mujer por el destino y bienestar de la familia est?n los liricamente melodramaticcs pasajes donde pre senciamos conmovidos el ca?tico y conf lictivo proceso de la interio ridad de Teresa. Ante el terminantemente fn'o rechazo de su genuino amor por parte de su marido, Teresa comienza a "odiarconsciente mente". El odio, indicio de rebeldia incipiente, lo volcar? contra si mismo: ...Tu ya insensible a todos los castigos odiandote a ti misma te desnudabas, y hasta la suave curva de tus riftones llegaba el pelo dorado, inmenso, lacio. El te miraba hosco, te miraba ?vido. Un temblor de ira recorn'a tu cuerpo, pero segufas como vestida por la total indiferencia de tu odio (p. 50-51). Sigue en pie, no obstante, la b?squeda de una raz?n de vida: ...-^Para que soy bella? ^Para que vuelve a brillar mi pelo? ^Para que tengo los ojos azules, los dientes pequeftos y la piel blanca? 6Para quten soy asi si nadie me mira?- Tu hijo Horb entonces y tu, con el primer destello de maternidad consciente, le respondiste: -Para ti, precioso, para ti (p. 52). Este desplazamiento del erotismo incluir? no s?lo a los hijos, sino la casa: ...Hoy, la moribunda, comenzaba a comprender por que Teresa, la Teresa de antes, no se rebel?. Y comprendfa poco a poco, con l$ lentitud con que la iba This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 52 CARIBBEAN STUDIES, 22:3-4, 1989 ganando la muerte. Pero se aferraba todavia a la ultima tenacidad, a la terque dad suprema que la llevara al desastre: la casa. Si Estaba la casa. La hipotetica casa de sus suefios. Nada importaban los dolores presentes, ni el terror que ya hacia hondas marcas en las caras semi-infantiles de sus hijos, ni su propio tormento. Estaba la casa... "Yo sola no podn'a levantar la gran casa que se requiere para cobijar tan gran familia. Bajo el amparo de un hombre si" (p. 35). No empece ser presa de toda una ideologia convencional, Teresa muestra asomos de conciencia que son parte importante de los atisbos feministas que plantea la obra: ..."Ya ni mis penas, ni mis alegrfas vienen de el. En verdad todas esas cosas no me ocasionan j?bilo. El j?bilo ha de venir de mi, porque yo soy buena. Son mis hechos (p. 65). En otro lugar articular?: ...^No te basta con mirarme tropezar cuando dices 'no tropieces'? ^No te basta cultivar, hasta el infimo detalle un embrutecimiento paulatino y ver c?mo pro gresa en mi tu poder demoniaco, tu poder para manejarme y convertirme en una cosa? (p. 106). Aun asi, predomina en la conciencia de Teresa la dependencia en una figura masculina para propiciar lo que es, a fin de cuentas, de su propio dominio como ser humano racional: ...pero si, me fue posible llegar por mi misma al fondo del alcance de su penetraci?n y seguir el curso de su pensamiento como si la reflexion viniera por mis propias vias. Usaba yo ideas ajenas, las engranaba con soltura insospe chada, empleaba palabras desconcertantes, y todo ocurna como un proceso l?gico, producto de mi propio razonamiento. Era don de Esteban conseguir aquello. Don de contagio. Gracia de daci?n (p. 103). Cristina repetir?, con mas osadfa que Teresa, su mismo reclamo de amor de parte de Roberto, su marido: -llnfeliz! IMezquino! Miserable! jMonstruo! jEres fno como una serpiente! Y Cristina cruz? la cara de su marido con un golpe. Roberto tomb la mano y la retorci? con una Have bien hecha de luchador entrenado. El cuerpo voluminoso de Cristina fue a dar contra el suelo, y alii, con unas y dientes se prendi? de las piernas de el, mientras acosaba histericamente (p. 60-61). Cristina morira al final. Aurora ser? una mezcla de paganismo y misticismo: "Aurora era asi. Tempestuosa, franca, alegre, pero en el meollodetantodespar pajo estaba intacta su calidad de virgen (p. 87). Se entregar? a Gabriel en un intenso ritual masoquista: This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms ATISBOS FEMINISTAS 53 ...conforme ella lo repetia, entraba en sus carnes el dolortenso del martirio, todo su ser sufria una contracci?n violenta y a merced a esta disminuci?n parad?jica de cantidad, la calidad del sufrimiento, y por ende del goce, adquin'an mayor valor. Ella pedia perd?n por ser tan chica ante ?l tan grande; por ser dulce frente a la adustez cerril de Gabriel; por llorar y por sufrir. Hasta sentia a veces deseo de pedir perd?n por haber pedido perd?n (p. 311). Es precisamente la exacerbada entrega de Aurora, ha convertido a Gabriel en Dios y es ella la victima expiatoria, lo que motivara, unido a la progresiva locura de Gabriel quien no soporta bien la carga de su endiosamiento, el suicidio final de 6ste. El suicidio de Gabriel crear? una cualitativa inversion de roles que liberar? a Aurora: ...Me quiere distante, magnifico, como no soy; libre como no puedo ser; herm? tico, silencioso, soberbio. Me quiere en terminos que impican distancia; no podn'a amarme de otro modo. Pero en ella est? el area de mi entrega. No sabna vivir, de ahora en adelante, sin darle. No este pedazo de hombre mutilado que soy, sino el hombre entero que ella necesita para reconstruirse. Me tendra. Me tendr? para siempre callado y dormido, siniestro y magnifico, solitario y junto, generoso y ?vido, s?lido y entero. Ella me tendra (p. 327). Aprovecha la voz narradora el personaje de Aurora para darnos uno de los pasajes de m?s intrincada lucidez, no obstante su deficiente omniciencia, donde se explora el origen del poder patriarcal y sus consecuencias tanto para la realidad animica de la mujer como para las relaciones entre los sexos. Veamos una parte introductoria: Los hombres en general, asi pensaba Aurora, y tal vez no estaba equivocada, tienen todos, en mayor o menor grado, la certeza de su sublimidad. Su exito consiste en ajustar su vida lo m?s posible a ese molde de sublimidad. La sublimidad es un elemento masculino, fuera de competencia, ajeno a la idiosin crasia viril, y puesto en su naturaleza por Dios como un cebo para no permitir de esta manera que el molde humano se relaje con el uso. Cada individuo mascu lino, en la medida de sus posibilidades, se aproxima a ese galard?n divino o se aleja de ?l denigrando con ello su propia calidad. Desde luego, que ?ste era el pensamiento de Aurora, no asumimos responsabilidad por ?l (p. 273). Se desprende del an?lisis, que sigue a continuaei?n que es la mezcla de una sabia y saludable conciencia pagana de aeeptaei?n de lo humano que posee el hombre, en oposiei?n a la mujer que vive en el "m?gico mundo del pecado", lo que le confiere una seguridad absoluta, de donde devenga su poder para convertir a la mujer en un ser miserable: ...su padre se desarrollaba serenamente sobre una sabia y pagana conciencia de su inmaculada actitud. Todo en ?l era seguro, libre de secretos temores, sin puntito luminoso en la mirada para disimular ?vidos deseos, sin nerviosismo ni voluptuosidad. Realmente su padre era magnifico, sublime, y su madre, en cierta This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 54 CARIBBEAN STUDIES, 22:3-4, 1989 forma, y sobre todo despues del incidente, era para ella un poco miserable (p. 279). La incertidumbre de la mujer ante el hombre se transmitira a los hijos quienes la despreciar?n por sentirse mas atraidos hacia la "sublimidad viril". Esto resulta particularmente ir?nico y pat?tico en el caso de las mujeres: Por otra parte, aquella comunidad perentoria que compartia con su madre y todas las mujeres (todas eran m?s o menos iguales), comunidad de incertidum bre cuando ella cometia un desaguisado y cuando ellas realizaban sus m?s simples actos, no la acercaba, ciertamente, a la organizaci?n femenina. Es decir, ella era igual a todas las mujeres, solo cuando incurn'a en falta; ellas eran iguales a ese estado incierto de remordimiento y culpa, en todo momento. Por eso se sentia m?s bien dispuesta a rendirse ante la sublimidad viril, ante ese elemento abstracto y confortante (p. 279). Este esfuerzo de an?lisis, no obstante la limitaci?n de lo incon cluso, de cierta incoherencia en la expresi?n, representa otro de los v?lidos atisbos feministas dentro del texto. Llegamos a Elena, caracterizada tanto por Gabriel, quien se enamora de ella, como por la voz narradora, con toda suerte de epitetos peyorativos: "agresiva, insolente, artificiosa, descarada, desvergonzada, cmica, impura, voraz, malvada" (p. 114-165, pas sim). Dentro del texto, es la figura femenina m?s progresista, m?s interesante, m?s contempor?nea. Estudiante de medicina, es des envuelta, segura, y abiertamente reta el poder patriarcal. El tono de desaprobaci?n con que se le presenta no anula su presencia victo riosa. Es posible que la conciencia narrativa intuya que los epitetos dirigidos contra Elena en vez de denigrarla en realidad la exaltan. Elena misma elabora un discurso de rechazo del lenguaje como instrumento equivoco para presentar estados animicos complejos en toda su autenticidad: ...-Mira, Gabriel, no me has desconcertado. Pero si me has defraudado. Las mujeres no amamos tanto la palabra como tu crees. No besa uno y dice: 'asf, y despues se queda contemplando el efecto de su obra. No se sabe nunca, ni mucho menos se dice, como se va a besar. Eso no es un beso. Primero trata de averiguarlo, y despues intenta besarme de nuevo. Tienes que saber cu?l es tu deseo. Y voy a decirtelo para que te familiarices con el. Tu deseo no era besarme, si lo era, por encima de este estaba el de humillarme, el de maltra tarme, y el de demostrar tu valor. Eso lo conseguias con la palabra m?s que con el gesto. Por eso hablaste. Oye esto, Gabriel, y no lo olvides nunca: casi todo lo que es verdad es silencioso. Casi todo (p. 136). This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms ATISBOS FEMINISTAS 55 Hacia una tesis de la liberation Yolanda Oreamuno nos lega un discurso feminista. Su aprehen si?n no resulta f?cil. Es un mensaje ambiguo, contradictorio, despa rramado, oculto muchas veces. Todo esto se debe a un obvio desgarramiento ideol?gico de parte de la autora, cuya claridad animica y conceptual me parece estaba todavia construy?ndose cuando escribi? esta novela. El texto se asienta en valores pasatis tas y conservadores que parecen afirmarse categ?ricamente tales como algunos ya mencionados y en especial este: ...El amor es en la mujer lo ?nico que tiene la intensidad, la grandeza que en el hombre tiene el pensamiento. Es tan vasto como 6ste. El amor es solitario, vive de si, se reproduce en si, se agota en si sin razones. Es puro el amor en la mujer como puro es en el hombre el pensamiento (p. 162). Los valores conservadores se sustentan en el hecho de que los dos ejemplos m?s salientes de liberaci?n, Elena y Aurora, se deben, seg?n el texto, a los hombres. Considero, no obstante, que el dis curso narrativo textual muchas veces miente. Elena y Aurora son magnificas en s\ mismas, y aut?nomas; tal como es Teresa, en ocasiones. Hay, adem?s, una serie de estructuras que ponen en entredicho el mensaje conservador. La compleja vacilaci?n de la voz narrativa es una de ellas. Tambien lo es la estructura de silencio que, con todas sus contradicciones, permea el texto y que parece significar la b?squeda de un lenguaje femenino como articulaci?n de una escritura femenina; es decir, el mundo visto por una mujer como mujer libre del colonialismo animico, verbal y conceptual del poder masculino. Contribuye a esto el titulo de la novela que aparece desglosado en boca de Aurora: ...Tendr? -se vuelve hacia si misma- (instinto de vivir, esperanza que muda de sitio, brutal deseo de vivir) que hallar un Camino para salir de la fangosa frialdad que la rodea. Organizar el regreso, no ya a el, sino a ella misma. Debe encontrar en su propia alma, que tambi?n se ha construido una muralla redonda, ruta de evasion (p. 141). Por otra parte, hay unos mensajes claros: La familia tradicional, asentada en la hegemonfa del poder patriarcal, est? destinada a desaparecer por su propio peso de vacio y destrucci?n. Todas las mujeres en la novela, no obstante sus lastres convencionales, tienen conciencia de su opresi?n y en ocasiones logran articular su ira ante la injusticia a la cual la historia las ha sometido. Se intenta tambi?n hacerles justicia a los hombres. No obstante la caricaturade Vasco, This content downloaded from 132.174.254.26 on Tue, 10 May 2016 17:35:57 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 56 CARIBBEAN STUDIES, 22:3-4, 1989 el macho villano por excelencia, a Teresa tambien se le asigna la culpa de la complicidad en la medida en que no se rebela. Gabriel sera victima del endiosamiento a que ha sido sometido y plantea, aunque pat6ticamente, una conciencia de la necesidad de su propia liberaci?n. Se trata de un mundo injusto para todos, parece decirse, y que est? condenado a desaparecer. La vanguardia liberacionista queda, sin embargo, en manos de las mujeres. Porque son persona jes m?s completos, mejor trazados, y porque es Aurora, una mujer, la que representa el amanecer de un nuevo comienzo. En cuanto al valor pensamiento como territorio exclusivo de los hombres, la novela misma desmiente el hecho; de igual manera que instaura como valor el hecho de que el amor no es territorio exclu sivo de nadie, no empece la grandiosa asexualidad contenida en el espacio textual. Esta novela de Yolanda Oreamuno es un texto importante que tiene mucho que contribuir al actual debate sobre feminismo literario y escritura de mujer. Una amplia distribuci?n de este texto en el Caribe de habla hispana enriquecer? el di?logo de todos aquellos comprometidos en el logro final de la solidaridad humana. 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