La Mística como Fuente de la Misión o de los gestos El concepto de Misión; el concepto de fuente Misión: El mundo mayor de edad o mundo adulto... El encuentro y los gestos EL MUNDO MAYOR DE EDAD Este enunciado, está tomado de la perspectiva teológica de DIETRICH BONHOEFFER. Retomo este enunciado como una preciosa premisa en lo que se refiere a nuestro tema. Casi siempre pensamos en la misión como algo que nace y se alimenta dentro de contextos necesitados. Las mismas imágenes bíblicas que más utilizamos, evocan esta idea, preconcepto o estereotipo. El mundo como ovejas sin pastor… ovejas perdidas de la casa de Israel…yo les envío en medio de lobos…La premisa es que el mundo nos necesita… Esta premisa evoca también la idea del mundo como algo que se contrapone al reino. En esta perspectiva está la idea de mundo como historia, acontecimiento de la vida de los pueblos, las culturas, las religiones no cristiana. A la necesidad del mundo se une su ambigüedad más profunda, sus sombras. Esta idea se universaliza, así que el mundo debe ser convertido en el reino, siempre que quiera salvarse. En esta perspectiva, la propuesta de Dietrich Bonhoeffer es desconcertante, casi confunde nuestra más antiguas teorías misioneras. El mundo mayor de edad nos priva de una –puede ser la principal- de las motivaciones que alimentan nuestra pasión misionera, porque el mundo es adulto. Éste posee su autonomía…y esta autonomía es la que da testimonio del señorío divino, de la intensidad del misterio. No es su necesidad, ni su finitud o precariedad, más bien esta autonomía que se expresa no tanto en una perfección ética, sino que emana crítica y sospecha frente a la historia y al misterio. Bonhoeffer afirma que de Cristo no puede hacerse una respuesta, una solución, una medicina… Esta crítica se refiere sobre todo a la religión, no como fenómeno sino como institucionalización (Cf. EBERHARD BETHGE. Dietrich Bonhoeffer. Teólogo-Cristiano-Actual. DDB. Bilbao 1970. P. 1181). La pregunta que nos hacemos, desde nuestra perspectiva misionológica, es entonces: ¿Por qué ser misioneros? ¿Por qué evangelizar? Estas preguntas nos piden revisar nuestras motivaciones más profundas. El desafío es formular otra justificación o, puede ser, no tanto una justificación, cuanto refundar con autenticidad nuestra fe. La religión no es “tutora” de nuestra fe, ni de la vida del ser humano. Se trata entonces, de mirarnos críticamente, es decir, éticamente y reubicarnos dentro de esta historia. Nuestra misionariedad no tiene justificaciones lógicas, ni cuando éstas se quieren fundamentar en la necesidad de los pueblos, aunque ésta fuera urgencia, es decir todavía más que una necesidad. Estas fundamentaciones hicieron nacer modelos diferentes de misión, se trató de intentar diferentes acercamientos. Sin embargo, el cuestionamiento de planteamos desde la adultez del mundo, nos pide superar esta preocupación de la búsqueda de nuevos modelos, más bien nos proporciona la posibilidad de un auto-crítica con un sabor menos pastoral, pero sí más místico. El agua y los líquidos que nos dieron de beber: las fuentes Quisiera poder dar una mayor calidez a las que llamamos las fuentes. Cuando hablamos de fuentes casi siempre pensamos en libros, escritos, a veces en cuentos orales, aunque siempre vuelve a nuestra memoria algo más parecido a “documentos”, que algo que brota, emana desde dentro, salpica. De por sí, las fuentes por ser tales, son líquidos y los líquidos son multifacético. El texto que evoca esta calidez, es el texto de Lc 7, 36-38. Este texto no necesariamente es un texto penitencial, aunque ciertamente, en la tradición entró así: un relato en torno al pecado y al perdón, además, en el centro está una mujer y con ella, todos los prejuicios que la envuelven en la tradición cultural de los pueblos. El término “pecadora”, con mucha facilidad se lo asocia en seguida a una condición ética; su arrepentimiento también. Ciertamente, el texto habla de una pecadora pública, aunque el término público, de por sí podría indicar muchas cosas, y no simplemente el ser prostituta. De todo modo, el texto –a mi parecer- supera el clima penitencial y para nosotras, así como para las primeras comunidades, se vuelve fuente. El texto es tradición, punto de inicio, osadía que irrumpe dentro de una historia que parece ya tener sus equilibrios propios y bastantes ciertos (Cf. El juicio de Simón sobre la mujer y también sobre Jesús). En el centro de este texto está la historia de alguien que nos enseñó a renacer y lo más bello es que este renacer, viene de las lágrimas, los líquidos. En el texto están presente, los líquidos: las lágrimas, los perfumes; la mujer moja a Jesús con las lágrimas, le unge los pies con los perfumes... Luego, en el diálogo entre Jesús y Simón, aparece otra vez la exigencia de los líquidos: (v. 44): ...entré y no me diste agua en cambio ella...no ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume (v. 46). En este sentido, ¿qué significan los líquidos? Los líquidos suben desde dentro, las fuentes, no son algo exterior, si no algo dentro, si buscamos las fuentes volvemos a buscar la interioridad. En las Escrituras, eso es muy bello: los líquidos están dentro, son fuente, se reparten en la vida: el agua hace parte de la creación, sin embargo, también del cuerpo humano, de la tierra y de nosotras. Son manantiales, tienen fuerza, irrumpen, sanan, pero también arrastran, cambian el curso, son caudales. Los líquidos están en los cielos... Del agua nacen historias alternativas, el agua la guardan los pozos y hay muchos pozos en la narración bíblica, hay también aguas estancadas, con sus microorganismos invisibles que burbujean vida. Podríamos decir que los líquidos crean tradición de liberación, tradición de liberación del pueblo y de las mujeres. De los líquidos nacen historias alternativas: Ex 1: el río que lleva el niño hebreo, las mujeres al río qie lo recogen....Del mar nació la historia de liberación del pueblo Ex 15, 1-21 y una mujer la cantó y la danzó (Miriam) con otras mujeres. Nosotras nacimos del contacto con los líquidos, estuvimos en ellos, y los asumimos, los trasformamos y los expresamos. Las fuentes antes de recibirlas como algo exterior, las guardamos dentro. Desde allí, desde nuestros líquidos tomamos iniciativas: la hemorroisa (Mc 5)..... el flujo de la sangre (entre líquido y espesor) empuja la mujer a la iniciativa. Las fuentes, entonces, no son algo que se transmite desde lo formal, no nos transmitimos documentos, si no vida, líquidos vitales, pienso que uno de los textos más bellos es lo del libro de los Macabeos 2Mac 1, 18-22 algo espeso que se trasforma en líquido y transforma, algo que con otros términos se vuelve Bendición: Gn 49, 25-26 ... bendiciones del cielo por arriba, bendiciones del abismo que yace abajo, bendiciones de ubres y vientres, bendiciones de espigas y frutos, de los montes antiguos ... Repensar y repensarnos desde las fuentes, significa repensar y repensarnos desde la interioridad, la vida, las raíces, con la ayuda de todo y todas y todo, porque no se trata sólo de nuestras fuentes, de nuestras aguas, si no de las aguas, algo que subyace en la vida, en la historia. Ciertamente, según el texto de Lucas 7 las lágrimas son líquido muy elocuente, porque son la expresión físico-emocional, existencial de la vida de alguien, son el producto de un ojo que se protege, pero también, el producto de una vida que se estremece o se mueve dentro de contextos de gozo o de dolor. El tono penitencial, al texto de Lucas, lo dimos de acuerdo a la hermenéutica que hicimos de ello, prejuicios, paradigmas y modelos culturales y éticos: la mujer pecadora. El sentido profundo es mucho más delicado y sutil: las lágrimas salen desde esfuerzo de liberación, así como a veces, salen por indignación ética, o nostalgia frente a la ausencia. Repensar desde las fuentes, entonces, significa redescubrir liberación, iniciativa; las lágrimas, líquidos, de esta mujer, irrumpen como crítica dentro de una lógica pre-establecida del mundo religioso y cultural, oficial, ese mundo que tiene otras fuentes, o que enjauló las fuentes, los líquidos vivos, dentro de los paradigmas seguros y fijo de la lógica humana. Esas “fuentes”, ya no nos permiten reinterpretar la vida, la historia, ni pueden recrear liberación, estas fuentes, estos líquidos enjaulados, estancados, reducidos entre un dique seguro, no permiten los gestos de la liberación: así lo expresa Jesús: entré y tu no me diste agua para los pies...no me besaste...no me ungiste... Estas fuentes son muertas si no brotan otra vez desde dentro. PAUTAS ¿Qué resonancia tiene en mí esta reflexión? De las fuentes de nuestra tradición congregacional; así como de las fuentes adquiridas con la experiencia, o de las fuentes de la iglesia y de la historia contemporánea ¿Cuáles rescato y rescatamos para poder inspirar el caminar personal y congregacional de los próximos años? ¿Qué queremos priorizar en nuestras vidas (individualmente y comunitariamente) y ¿Cómo? Es decir: ¿Cuales son las estrategias que vislumbramos necesarias y posibles?