Unidad 2 • Teorias eticas Sofistas y Socrates La breve reseña de las teorías éticas que aquí se presenta comprende únicamente aquellas que, además de ser importantes, han tenido o siguen teniendo mucha aceptación en el mundo occidental, entre una porción significativa de seres humanos. La ética como ciencia o como disciplina filosófica fue iniciada por Sócrates, quien fue el primero que teorizó sobre los conceptos morales básicos: lo bueno y la virtud. Sócrates vivió en el siglo V a.C., el llamado siglo de oro de Grecia o siglo de Pericles. Esta circunstancia y, sobre todo, la presencia y la actividad de los sofistas, formaron su entorno. Los sofistas integraban un grupo de maestros ambulantes muy preparados, que se interesaban especialmente en los temas humanísticos. Se llamaban sofistas porque se consideraban sabios (sofós significa sabio) y se valían de sofismas en sus discusiones. Un sofisma es un "argumento falaz", es decir, un argumento que tiene la apariencia de correcto, pero que en realidad no lo es. En la sofística -grupo de sofistas y sus doctrinas -, predominaban las características siguientes: a) Escepticismo: A esta posición los llevó el hecho de que los filósofos cosmólogos defendían tesis distintas y hasta opuestas. b) Relativismo y subjetivismo: Con base en lo anterior y en el hecho de que cada pueblo se rige por normas diferentes, los sofistas concluyeron que no había conocimiento válido en los distintos campos, que todo era relativo y su valor dependía de cada Individuo. El sofista Protágoras expresó concretamente este relativismo y subjetivismo, al señalar: "el hombre es la medida de todas las cosas" y agregar: "las cosas son para ti como a ti te parece que son y son para mí como a mí me parece que son". Las dos frases de Protágoras, aplicadas al terreno de la ética, permiten inferir que para él y los sofistas, en general, todos los conceptos y valores morales eran relativos. El mismo acto, a la vez, será bueno para mí porque yo así lo considero y será malo para otro individuo porque a él así le parece. En este ambiente de escepticismo, relativismo y subjetivismo vivió y actuó Sócrates. Él no estaba de acuerdo con esto porque: a) Si cada quien entiende a su manera lo que es bueno, lo justo, etc., no será posible la comunicación. b) Sino aceptan aceptamos la validez del conocimiento, no habrá ciencia ni moralidad, porque la ciencia es la base de la moralidad. Después de afirmar que es posible y válido el conocimiento, Sócrates estructura la teoría que más le interesó: la teoría ética. Su método de investigación se basa en su muy célebre frase: "conócele a ti mismo". Según Sócrates, a la verdad la llevamos dentro; por tanto, para conocerla hay que darla a luz. Su método se llama mayéutica porque mayeuomai significa "dar a luz". La mayéutica consta de dos partes: la ironía y la mayéutica propiamente dicha. La primera es de preparación; la finalidad de ésta es hacer dudar al interlocutor de sus propios conceptos acerca del asunto que se discute. La segunda parte es positiva, en ella, mediante la observación y el análisis, se forman conceptos y se define el asunto estudiado con lo cual se obtiene un conocimiento objetivo y preciso. A la teoría de Sócrates se le conoce como "intelectualismo moral", porque, según ella, si no hay ciencia no hay moral. Son tres los conceptos básicos de su teoría: felicidad, virtud y ciencia. El concepto de bien es importante, pero resulta de los otros tres. El término felicidad tiene el sentido de utilidad. Lograr lo que nos es útil implica una satisfacción llamada felicidad. La ciencia se entiende como el conocimiento de lo que nos es útil. La ciencia es "saber", pero más bien es un saber obrar, e indica al hombre cómo le conviene obrar. Si el individuo obra así, entonces hay virtud en él. El pianista, cuando ejecuta alguna obra de acuerdo con la ciencia de ese Instrumento, es un virtuoso del piano. La felicidad es la consecuencia de la virtud y la ciencia. Si hay ciencia, hay virtud y ésta será el camino para la felicidad. Lo bueno es una característica de los actos virtuosos, es decir, de los actos ejecutados de acuerdo con la ciencia del obrar. Los actos buenos conducen a la felicidad. TEORIA ÉTICA DE PLATON La ética de Platón se basa en las doctrinas metafísicas y psicológicas de este filósofo. Él opina que la realidad total se integra con dos mundos: el inteligible y el sensible. El mundo sensible, que es donde nos movemos, se percibe mediante los sentidos y los seres que en él existen son cambiarles y perecederos, El mundo inteligible, sólo accesible a la inteligencia, es el de los seres inmutables, imperecederos, subsistentes e inmateriales, Las matemáticas y las ideas pertenecen a este mundo. Para Platón, el hombre se forma de alma y cuerpo. De estas dos partes, la principal es el alma, que preexiste al cuerpo. El alma pertenece al contemplar directamente las ideas y se dio cuenta de que la principal era la idea del bien y que todas las demás se subordinaban a ella. En Platón, el hombre integral es el ser humano como individuo y como ciudadano. En otras palabras, el hombre no actúa como individuo en algunos momentos y como ciudadano en otras; por esta razón la ética platónica comprende por igual al individuo y al miembro de la polis. El Estado es un instituto de educación, preocupado por el bien común e individual. La virtud es la práctica del bien y medio para obtener la felicidad. La virtud se relaciona con las tres partes del alma: la racional, la concupiscible y la irascible. A veces, a cada una de estas tres partes también se le considera como un alma, de manera que, en este supuesto, en el hombre hay en realidad tres almas. Sean tres almas o tres partes de una sola, a cada una le corresponde una función diferente: a la parte racional, le toca conocer y gobernar al conjunto-hombre; las otras dos actúan bajo el control de la primera. En el hombre, mediante su actuación correcta orientada al bien, se producen tres virtudes básicas y una cuarta como resultado de las otras. Las tres virtudes básicas son la prudencia, la valentía y la templanza o moderación. La primera es la virtud propia del alma racional, la segunda corresponde a la parte irascible y la tercera es la virtud propia de la parte concupiscible. Si cada parte del alma de un individuo cumple con la función que le corresponde, es decir, si en el hombre se dan las tres virtudes mencionadas, entonces espontáneamente aparecerá una cuarta virtud: la justicia. En otras palabras, hombre justo es quien al mismo tiempo es prudente, valiente y moderado. En Platón, el hombre es a la vez individuo y ciudadano. Al actuar como ciudadano forma parte de la República; en consecuencia, tiene que estar integrado en uno de los estamentos o clases en que ella se divide. En la República hay tres estratos sociales: el de los arcontes, el de los soldados y el de los trabajadores. La función de los arcontes es gobernar; la misión de los soldados es proporcionar seguridad a los ciudadanos y defender la República; el papel de los trabajadores es procurar el alimento. Como la República o Estado es como un hombre gigante (macroantropos), en ella existen las tres partes básicas: la racional, que son los arcontes; la irascible, que son los soldados; y la concupiscible, que son los trabajadores. De igual manera, hay en el Estado las tres virtudes básicas: la prudencia, la valentía y la moderación o templanza. La primera es la virtud propia de los arcontes; ellos son prudentes cuando gobiernan con sabiduría y honestidad. La valentía es la virtud específica de los soldados o guardianes del orden. Ellos son valientes cuando hacen la defensa con valor, pero también con honradez. La tercera virtud es la templanza; ésta pertenece a los agricultores o a los productores en general, quienes la poseen cuando producen moderada y honestamente. Como en el individuo, también en el Estado se puede presentar una cuarta virtud: la justicia. Ésta no se persigue directamente, sino que aparece cuando existen las otras tres. Hay justicia en el Estado cuando el gobernante dirige con prudencia, el soldado se conduce con valentía y el productor modera su actividad. Cada virtud es un camino hacia el bien, que es el ideal no sólo del mundo inteligible, sino también del hombre, quien lleva en sí una parte de ese mundo. La actividad virtuosa del hombre como individuo y como ciudadano lo acerca también a la felicidad. ETICA DE ARISTÓTELES La teoría de Aristóteles se basa en la concepción del hombre y en la doctrina teleológica de este filósofo. La concepción aristotélica del hombre, entiende a éste como un compuesto sustancial de cuerpo y alma. Esto quiere decir que alma y cuerpo forman una sola sustancia: el hombre. El alma es principio vital. En el hombre hay tres niveles de vida: vegetativa, sensitiva y racional; pero no hay tres almas sino una sola, que es la racional. Según su doctrina teleológica, toda actividad humana tiene un fin; por ejemplo, el arte de la medicina tiene como fin la salud, en tanto el arte de la estrategia, la victoria. Toda empresa que se inicia persigue un fin, el cual es un bien para ella. Como nuestros actos buscan fines y actuamos constantemente, todos esos fines, en realidad, son medios para lograr otros fines; pero es necesario detener, en cierto momento, esta enorme cadena de fines y medios; es decir, que tendamos hacia un fin último o absoluto, que ya no sea medio. Al perseguir un fin, lo hacernos porque considerarnos ese fin como un bien; por tanto, afirmar la necesidad de pretender un fin absoluto que dé sentido a la cadena de medios y fines equivale también a suponer la existencia de algo que tenga la propiedad de ser un bien absoluto o supremo. Llegada la reflexión a este punto el filósofo se formula la siguiente cuestión: ¿cuál es o en qué consiste el bien supremo? Para Aristóteles, la felicidad es el bien supremo. Todos los hombres queremos ser felices. Efectivamente, todos queremos ser felices; pero, ¿en qué consiste la felicidad? Aristóteles descarta varias tesis respecto de la felicidad; por ejemplo, la felicidad no puede consistir en el placer, puesto que aun los hombres peores pueden disfrutar a veces de algunos goces, sin que esto quiera decir que sean dichosos. De igual manera, la felicidad no puede basarse en la fortuna o en los honores. Aristóteles concluye que la felicidad estriba en la virtud, siempre que ésta sea ejercicio firme y constante. "Una golondrina --dice él-- no hace verano", como tampoco un solo acto bueno vuelve virtuoso al hombre. La virtud siempre es ejercicio o actualización de una capacidad. La virtud de cada ser es la actualización de lo que le es propio. Si aplicamos esto al hombre, descubrirnos que en él hay potencialidades que comparte con los animales y las plantas: la sensibilidad y la vida en general; pero hay algo que él tiene en exclusiva: las facultades racionales. Lo anterior nos lleva a concluir que en el hombre la virtud consiste en obrar de acuerdo con su intelecto. Estos actos virtuosos serán los que lleven a la felicidad. Dentro de su teoría ética Aristóteles defiende la tesis del justo medio. Ésta se refiere a la virtud, la cual se da como término medio entre dos extremos uno que es exceso y otro que es defecto por ejemplo, la virtud del valor es el justo medio entre la temeridad y la cobardía. En los actos hay dos aspectos: el externo y el interno. El primero consiste en la concordancia del acto con la norma; el segundo se refiere al propósito del que lo realiza. El acto es valioso cuando, además de la concordancia con la norma, hay bondad en la intención. ESCUELAS HELENÍSTICAS Las escuelas helenísticas son agrupaciones filosóficas que se instituyen en el siglo IV a.c. y son predominantemente moralistas. Son dos las principales el jardín de Epicuro y la Stoa de Zenón de Citio. La circunstancia que propició la difusión de estas escuelas fue la desaparición de las ciudades estado, originada por la creación del vasto Imperio alejandrino. El ciudadano, al no estar ligado con la polis, se siente menos protegido; pero entonces el individuo pasa al primer plano. Como respuesta a la nueva conciencia Individual, se presentan dos escuelas: epicureismo y estoicismo, que ofrecen modelos de vida bajo el nombre de "ideal del sabio". Ambas escuelas formulan su teoría moral tomando como base el intelectualismo moral de Sócrates; por tanto, también señalan que sólo el sabio puede ser virtuoso y feliz. La diferencia entre las dos escuelas estriba en su concepto de sabio, de virtud y de felicidad. Epicureísmo Los precursores de los epicúreos son los cirenaicos cuya escuela funda Aristipo de Cirene (435 a.c.), discípulo directo de Sócrates. La ética epicúrea y la cirenaica coinciden en sus tesis fundamentales a) La felicidad consiste en el placer. a)b) La norma básica de la moralidad es "buscar el placer y evitar el dolor". Epicuro considera indispensable recurrir a los conocimientos que proporcionan la canónica y la física porque sólo así podremos seleccionar los placeres que conviene procurar y los dolores que necesitarnos evitar. El ideal del sabio es capacitarse para llevar a cebo la selección anterior. El ideal de la ética es practicar el acto bueno como el acto virtuoso, es decir, el que nos conduce al placer y nos aparta del dolor. En otras palabras, ambos ideales se Identifican porque sólo quien conoce la naturaleza de las cosas será capaz de identificar las circunstancias en las cuales se puede cumplir mejor la norma básica: disfrute del placer y evitación del dolor. Estoicismo La escuela de los estoicos fue fundada por denota de Citio (342-270 a.C.) y su precursora es la escuela de los Cínicos, iniciada por Antístenes de Atenas (444-365 a.c.). La ética estoica también sostiene que el fin del hombre es la felicidad y que ésta se logra mediante la virtud, la cual es fundamentalmente liberación de los afectos y pasiones. El sabio estoico conoce cómo obtener esta liberación, lograda la virtud se produce la felicidad. Esto explica el lema de los estoicos: “la virtud por la virtud” En las otras escuelas, la virtud es medio, porque a través de ella se logra la felicidad. En el estoicismo, la virtud es fin, porque la felicidad consiste en la virtud. Cristianismo EI mayor exponente de la ética cristiana es Tomás de Aquino, filósofo y teólogo del siglo XIII, quien sigue las tesis principales de Aristóteles en esta materia. Basa su teoría ética en las afirmaciones siguientes, que comenta y trata de demostrar con su sistema: a) El hombre, compuesto sustancialmente de cuerpo y alma racional, es un ser libre por naturaleza. b) Existe Dios, entendido como acto puro o ser perfectísimo. c) El orden moral carece de sentido si no se admite la libertad humana. El hombre, como cualquier otro ser, tiende hacia lo que para él es un bien. La diferencia con otros seres estriba en que muchos de éstos lo hacen sin saberlo o con un conocimiento moral instintivo y, por lo mismo, necesario; el hombre, en cambio, en la mayoría de los casos, está en posibilidad de saber qué le conviene y decidir libremente. Una persona, de manera libre pero también de acuerdo con su naturaleza, procura aplicar en actos sus capacidades, sobre todo las específicas. A cada realización de la capacidad humana, la naturaleza anexa determinada satisfacción. Según Tomás de Aquino, lo valioso del acto moral depende de su contenido, pero también de los motivos. No es posible calificar como bueno un acto que solamente sea bueno en uno de los dos aspectos; por ejemplo, asesinar con buena intención o ayudar al prójimo con propósitos egoístas. La ética cristiana no es eudemonista, como se opina en general. En esta teoría, el fin último no radica en la felicidad, sino en la realización de lo específicamente humano. Si el individuo, al lograr esta realización, obtiene como premio o como anexo una satisfacción superior que mucho le place, no tiene por qué rechazarla; pero esa satisfacción no fue el móvil de sus acciones. La filosofía cristiana sostiene además que el alma es inmortal. Esta circunstancia, si acaso, permitiría una mejor realización del hombre, porque el alma podría captar la verdad plena y el bien en sí mismo, y se satisfarían cabalmente sus dos potencias racionales: la inteligencia y la voluntad. EL FORMALISMO KANTIANO EI autor del formalismo moral es el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804). La teoría se llama formalista porque nada más señala cómo deben ser los actos humanos para ser valiosos; pero no dice qué se debe hacer. En otras palabras, únicamente se refiere a la forma del acto, sin mencionar nada del contenido. Según Kant, los actos buenos proceden de una buena voluntad. Dice: "Ni en el mundo ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción a no ser tan sólo una buena voluntad." Para reafirmar lo anterior procedernos a leer dos pasajes de Kant, tomados de su obra Fundamentación de la metafísica en las costumbres: La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto es buena sólo por el querer, es buena en sí misma... La teoría se llama formalista porque nada más señala cómo deben ser los actos humanos para ser valiosos; pero no dice qué se debe hacer. En otras palabras, únicamente se refiere a la forma del acto, sin mencionar nada del contenido. Según Kant, los actos buenos proceden de una buena voluntad. Dice: "Ni en el mundo ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad." "Una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta... El valor moral tiene que ser determinado por el principio formal del querer en general." Hay varios conceptos que necesitan aclararse. En primer lugar Kant distingue entre ley objetiva, que existe independientemente del sujeto y proviene de la naturaleza misma y la máxima, que es el móvil de la acción, es la norma subjetiva o principio del querer. La ley objetiva prescribe el deber; indica lo que se debe hacer. El hecho de que el sujeto obedezca la ley objetiva no da valor moral a su acto. Lo valioso de éste radica en que la voluntad quiera obedecer lo prescrito simplemente porque es su deber. La naturaleza de la máxima, o principio subjetivo del querer, da valor al acto. A ella se refiere Kant con el imperativo categórico o principio fundamental de la moralidad; el cual dice: "Obra de tal manera que la máxima de tu acción pueda convertirse por tu voluntad en una ley de universal observancia". El imperativo es una fórmula en que se prescribe algo. Si la prescripción es condicionada, el imperativo es hipotético. Ejemplo: "Si quieres que un amigo te sea leal, trátalo bien". Si lo prescrito no se subordina a ninguna condición, entonces el imperativo es categórico. Ejemplo: "Cumple tus promesas". Todas las prescripciones de la moralidad son Imperativos categóricos porque deben cumplirse. La fórmula anterior es un imperativo categórico; pero no es una norma de la moralidad, sino principio fundamental de ésta. Dicho principio indica cómo debe ser el acto moral para que sea valioso, pero no dice qué se debe hacer. Es evidente, pues, que el imperativo formulado es categórico y es formal. ÉTICA MARXISTA Marxismo, entendido como el conjunto de Ideas y reflexiones presentadas sistemáticamente por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), surgió y se desarrolló con el propósito de explicar la realidad social. Hay dos ramas teóricas marxistas: el materialismo dialéctico que contiene los fundamentos filosóficos del sistema; y el materialismo histórico, que es la explicación científica de la realidad social, apoyándose en los postulados y las tesis del materialismo dialéctico. La teoría ética marxista está contenida y se basa en el materialismo histórico. Dicha ética consiste en la reflexión acerca del hombre real para encauzarlo hacia fines dignos. Marx y Engels entienden al hombre real como un producto de la naturaleza y, por esto, dotado de fuerzas naturales; pero como la naturaleza humana no es fija, el hombre tiene que realizarse como hombre, esto es, humanizarse. La principal fuerza natural del hombre es la productividad o la del trabajo. La capacidad de producir constituye la esencia del hombre. Ella lo distingue de los animales. Cuando el hombre es un ser práctico (praxis), es capaz de producir. De igual manera, si el hombre es por naturaleza un ser social y político, se debe a que su esencia se basa en las relaciones sociales, que son relaciones de producción. Al revisar la historia -dice el marxismo-, se descubre que en diferentes sociedades se ha utilizado al hombre corno instrumento de producción, robándole momento a momento lo más peculiar que tiene: su fuerza de trabajo. Con la Revolución Industrial, esto se acentuó y dio lugar a una nueva clase llamada "proletariado". La ética marxista parte de la enajenación del hombre en la sociedad Industrial. La enajenación impide que el proletario se realice; entonces, el fin principal de la existencia debe ser lograr la emancipación total, a la brevedad posible. Las normas de esta moral tienen que ser revolucionarias, sociales y concretas. a) Serán revolucionarias porque deberán cambiar radicalmente la situación, de manera que el proletario pueda realizarse; pero esto implica no sólo recuperar la propiedad de su fuerza productiva, sino también de los medios de producción y del poder que permita manejarlos según los intereses del trabajador. b) Serán normas sociales, porque deberán contener y expresar las bases para establecer las relaciones sociales de producción, que constituyen la característica principal del hombre. c) Serán normas concretas, porque deberán propiciar la realización de cada individuo en su ser auténtico. ÉTICA DEL SUPERHOMBRE Entre las teorías éticas modernas hay dos que coinciden en lo fundamental: el pragmatismo y el vitalismo. Ambas afirman que lo valioso de una conducta favorece el desarrollo y la elevación de la vida. Aquí nos referiremos especialmente a una ética vitalista, la de Friedrich Nietzsche (1844-1900), quien inicia su teoría con una crítica a la moral cristiana por tres razones: a) Es una moral cargada de normas y leyes, con lo cual impide la exuberancia de la vida. b) Es una moral de esclavos, que favorece a los débiles y fracasados. c) Es una moral de ultra mundo como la platónica. Nietzsche recomienda prepararnos para interpretar la realidad, aceptando tres nuevas ideas: a) La idea de verdad. Hasta ahora, los juicios aceptados son los verdaderos. Debemos cambiar por la idea de provecho, prefiriendo los que favorezcan el desarrollo de la vida. b) El lenguaje. En lugar de los conceptos y las categorías que petrifican la realidad, debernos manejar en nuestro lenguaje la Imaginación y la metáfora. Ésta, como una pantalla, filtra los hechos, suprimiendo unos y resaltando otros. c) Los valores. Trasmutemos la tabla de valores, teniendo en cuenta que lo más valioso es la realidad de la vida. El Ideal -dice Nietzsche- es el superhombre, entendido como un individuo con voluntad de poder; es decir, voluntad de vivir. A la vida hay que aceptarla como es: conjunto complicado de impulsos, pasiones y capacidades; pero también como vivencia existencial; esto es, como ansia de superación y de sobresalir para no existir como un hombre más. El superhombre no está obligado a someterse a las leyes de los débiles; pero sí puede ayudarlos a que sucumban lo más pronto posible. ETICA VALORATIVA En este tema nos referimos especialmente a la teoría ética de Max Scheler (1874-1921)), que adopta posiciones contrarias a las de Immanuel Kant acerca de la materia. La oposición de Scheler apunta sobre todo a dos tesis kantianas: a) Las teorías éticas tienen que ser formales, porque de lo contrario su construcción so harta a posteriori. b) El acto x es bueno porque debe ser. Scheler no está de acuerdo con la primera afirmación y dice: la región de lo a priori no se identifica forzosamente con la de lo formal; algo puede ser a priori y al mismo tiempo material, en cuanto a contenido. La ética valorativa de Scheler es a priori y material es decir, es a priori y tiene contenido. La ética de Kant es a priori y es formal, o sea, carece de contenido, está vacía. Respecto de la segunda afirmación kantiana, Scheler señala que en ella sólo hay forma, sólo hay vaciedad. Scheler invierte la fórmula: el acto x debe ser porque es bueno. En otras palabras, no es el "debe ser" del acto lo que lo hace valioso, sino que lo valioso funda su debe ser. Por ejemplo, un acto de caridad debe ser, porque la caridad es algo valioso. Entonces, los valores fundamentan la ética scheleriana; pero, ¿qué son los valores? Los valores --dice esta teoría-- son cualidades de orden material (en el sentido de contenido), que existen independientemente de su manifestación ya sea que aparezcan en cosas o en la conducta. Por ejemplo, el existir del valor fidelidad no se altera cuando se comete un adulterio. Entre los valores, afirma Scheler, existen, de manera natural, relaciones de orden jerárquico, lo cual permite elaborar tablas valorativas. En la tabla de valores que formula Scheler, no aparece el valor moral, porque para él ese valor es muy especial. Este valor se realiza en un acto humano cuando éste se ejecuta en cumplimiento de una preferencia correcta del sujeto, quien debe preferir siempre los valores más altos. Los valores morales, dice Hartman, son relativos a las personas porque siempre se dan en conductas. Relatividad no quiere decir relativismo ya que sus esquemas de realización son constantes. EXISTENCIALISMO Los representantes principales del existencialismo son el alemán Martín Heidegger (1889-1976) y el francés Jean Paul Sartre (1905-1980). Su obra fundamental --de ambos filósofos es, una investigación ontológica y antropológica, pues su objetivo principal es estudiar el ser en general; pero sobre todo el ser del hombre. En Heidegger, el ser del hombre consiste primordialmente en un "estar dejando de ser lo que es y en un estar haciéndose constantemente", lo cual se resume en la palabra existencia. Hay para el hombre dos posibilidades de existir, la auténtica y la inauténtica. La existencia inauténtica es cuando el hombre escoge el camino fácil de ser como los demás; la auténtica, por el contrario, se da cuando él estructura su ser sobre la base de su relación con la nada. El existir auténtico se produce cuando la angustia aparece en la conciencia, enfrentando al sujeto con su propio ser. En dicho enfrentamiento, el individuo descubre dos cosas: a) Que lleva la nada en su ser. a)b) Que está hecho para la muerte. Si el hombre, con lo anterior, adquiere conciencia clara de lo que es y procura vivir consecuentemente, sus actos tendrán valor moral positivo. Para el existencialista francés Sartre, el hombre es un ser para sí; es decir, su constitutivo principal es la conciencia, en la cual se advierten tres tendencias fundamentales: a) Hacia la nada. a)b) Hacia el otro, a)c) Hacia el ser. Primera tendencia. El ser del hombre, por su naturaleza misma de ser conciencia, tiende hacia la nada porque: se trata de un ser que está afectado de inconsistencia radical, en cuanto que está determinado a existir sin coincidencia consigo mismo; por eso, dice Sartre que la conciencia es un ser para el cual se da en su ser la cuestión de su ser, en tanto que este ser implica otro ser diferente de él. En otras palabras, la conciencia nació para ser lo que no es y para no ser lo que es. Segunda tendencia. La segunda tendencia del para-sí es hacia el prójimo "Por prójimo -afirma Sartre- debemos entender un ser que nos mira”. La presencia del prójimo es una necesidad y un problema. La requerimos porque sin ella no podríamos realizarnos; pero es un problema porque el prójimo, al mirarnos, pretende convertirnos en objeto. El para-sí mirado tiene que reaccionar mirando al prójimo y en esta forma defender su propia subjetividad. Tercera tendencia. A la tercera tendencia la podríamos llamar "el proyecto fundamental del para-sí". El proyecto fundamental de todo individuo consiste en lo que él, primordialmente, desea ser, Naturalmente, sólo se desea lo que no se es o lo que no se tiene. La carencia fundamental del hombre es no ser en-sí; por esta razón, lo que más desea es ser en teniendo su ser pleno, pero sin dejar de ser para-sí. En otras palabras, el hombre quiere ser un en-sí-para-sí; o sea, una contradicción. Concluye Sartre: el hombre es una pasión inútil porque lo que desea es un absurdo. Parece que para la teoría sartreana el hombre tiene que vivir con una moral imposible, o moral del absurdo, porque si se enfila a lograr su objetivo (proyecto) fundamental, por anticipado se dará cuenta de que se dirige a lo imposible.