Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES Rev. Logop. Fonoaud., vol. IV, n.o 3 (132-138), 1985. LOGOPEDIA CONTEMPORÁNEA Por Jean A. Rondal, Ph., D. Universidad de Lieja disciplina que trata de los trastornos de lenguaje y de su reeducación ha desarrollado notablemente, tanto en extensión como en profundidad, sus métodos de análisis durante las últimas décadas. Para empezar, uno de los puntos que habría que destacar, y que caracteriza con mayor claridad a esta disciplina durante los últimos anos, es la clara toma de conciencia de que existe una perspectiva demasiado estrecha acerca de los trastornos de lenguaje, lo que acarrea su esterilidad. El lenguaje es un fenómeno complejo, multiforme y pluriestratificado. Lo mismo puede decirse acerca de sus trastornos. Más allá de los comportamientos lingüísticos hay una persona, implicada en un nudo de relaciones interpersonales, que debe ser tomada en consideración. En la actualidad, podemos observar cómo se está géstando la intención de reunir las aportaciones de una serie de especialidades que provienen de diferentes horizontes teóricos y prácticos: psicolingüística, neurología, lingüística, fonética experimental, psicología, pedagogía, etología, psiquiatría, psicoanálisis y, desde luego, la ortofonía, la logopedia, la otorrinolaringología, la audiología y la foniatría. Aunque esta interdisciplinaridad sea aún modesta, señala al menos el debilitamiento de los antiguos reduccionismos. La verdad es que resulta cada vez más difícil encontrar autores que pretendan reducir tanto el análisis de los problemas de lenguaje como sus tratamientos terapéuticos exclusivamente a los componentes de deficiencias orgánicas. De manera inversa, los partidarios de las etiologías psicogenéticas (psicoafectivas, psicoanalíticas, u otras) exclusivas, A L también se vuelven más raros. Por otro lado, parecen borrarse las huellas del imperialismo lingüístico que antes solía predominar. El desarrollo de la teoría en las ciencias del lenguaje, un poco desordenado en la actualidad, está avalado por una diversificación de los instrumentos de análisis y en los procedimientos terapéuticos, y la prueba de esto son los diversos tratados y compilaciones (véase, por ejemplo, la obra de Ronda1 y Seron, Troubles du langage1, publicada recientemente). Esta diversidad de enfoques y de modelos teóricos, junto al progreso evidente de los instrumentos de evaluación y de los procedimientos terapéuticos, no deja de turbar, incluso inquietar, al clínico. Antiguamente se proponía un procedimiento estándar, o se recurría al clásico manual para obtener lo esencial de las técnicas reeducativas consideradas eficaces; hoy el clínico acude a autores e investigadores más críticos y menos categóricos a la hora de adoptar medidas. Esta incertidumbre es la ilustración «superficial» de una importante y extensa labor, cuyas raíces conciernen al conjunto de prácticas terapéuticas. En el marco de la necesaria toma de conciencia de la multicausalidad de los trastornos, de la importancia y complejidad de sus consecuencias psicológicas y de sus implicaciones sociológicas, la respuesta interdisciplinaria que empieza a esbozarse pasa necesariamente por una fase de sondeos y de ajustes. Aunque la tendencia al enfoque interdisciplinario de los trastornos de lenguaje y de su reeducación ya 1. J. A. Ronda1 y X. Seron (bajo la dirección de), Troubles du langage et rééducation, Lieja, Mardaga, 1983. Correspondencia: Laboratoire de Psycholinguistique,Institut de Psychologie et de Sciences de l’Éducation, Université de Liège. B-32, Sart Tilman, 4000 Liège. 132 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ha sido establecida, aún es de lamentar la ignorancia mutua que afecta a los partidarios de las etiologías psicoafectivas y a los especialistas de otras orientaciones. Aunque existen señales del nacimiento de un dialogo constructivo entre las perspectivas de la lingüística, de la neurología, la neurofisiología, de la psicología cognitiva y del conductismo, se tiene a menudo la impresión de que la perspectiva psicoafectiva se encuentra ignorada o minimizada por los partidarios de otras tendencias teóricas. Por otro lado, los partidarios de las «explicaciones» psicoafectivas parecen ignorar a menudo los elementos explicativos proporcionados por los resultados de otras perspectivas. En el mejor de los casos, lo publicado en la actualidad no va más allá de una simple yuxtaposición de enfoques. Por un lado se describen los problemas de lenguaje, por el otro, las alteraciones psicoafectivas. El trabajo de integración que debe realizarse ha de superar esta mera yuxtaposición de perspectivas. Esta superación exige —y aquí nos referimos especialmente a los partidarios de las teorías psicoafectivas—-formular hipótesis comprobables acerca de las razones por las que en un niño determinado se observan, en un momento determinado de su desarrollo, trastornos de lenguaje. Desafortunadamente, los razonamientos simplistas siguen proliferando, retardando la adopción de una auténtica perspectiva integradora de los trastornos de lenguaje. Hay quienes han partido en la búsqueda de una causa primaria histórica, concepto clave en la etiología del trastorno, y en el programa terapéutico. En el otro extremo están aquellos que quieren ignorar la historia del trastorno y que desean tratar al paciente referidos a su aquí y ahora. De una manera demasiado acusada y, en términos generales, los terapeutas que otorgan mucha importancia a la historia del trastorno son llevados, si la causa les parece principalmente de orden psicoafectivo, a proponer una reeducación esencialmente psicoterapéutica. El trastorno del lenguaje se considera entonces como un síntoma más entre los que definen un trastorno intrapsíquico. La solución de este problema bastará entonces para garantizar la eliminación de las dificultades de lenguaje. Los terapeutas que fijan su atención sobre el ca- rácter de las conductas propiamente lingüísticas son generalmente partidarios de terapias específicas que toman en cuenta los trastornos tal como se manifiestan en el momento del examen. Las dos actitudes que hemos definido tienen sus respectivas limitaciones. Al establecer (siempre a posteriori) la existencia de condiciones psicoafectivas particulares que hayan conducido (secundariamente) a trastornos de lenguaje, no debe ignorarse por ningún motivo la necesidad de tratar éstos (además de aquéllas). De hecho, las dificultades de lenguaje podrían persistir después de haber solucionado los conflictos psíquicos, obstaculizar e incluso impedir la solución de éstos. A la inversa, rechazar de antemano la idea de que ciertos trastornos de lenguaje pueden estar íntimamente asociados a un trastorno psicológico más profundo, que influye en el conjunto de las conductas relacionales del individuo, puede conducir fácilmente a la práctica de terapias demasiado puntuales y, a la larga, ineficaces. En mi opinión, la solución no radica en la elección de un enfoque único, definido como el mejor de los posibles, útil en cualquier circunstancia. Es más importante integrar las diversas tendencias terapéuticas en una perspectiva suficientemente amplia. Los trastornos de lenguaje pueden ser primarios o secundarios, pero su existencia afecta de todas maneras al conjunto de las funciones de un individuo. Cualquier trastorno en las conductas de comunicación con otros tendrá efectos más o menos importantes, según el caso, pero de cualquier forma merece tenerse en cuenta su incidencia en el aspecto relacional. A la inversa, cualquier conflicto afectivo durable amenaza el desarrollo y la organización comunicativa y lingüística, sobre todo en el niño. Por lo visto es indispensable definir lo mejor posible la personalidad del niño, describir sus maneras de relacionarse con la familia y con sus amigos y, si fuera necesario, intervenir en estos planos. Al mismo tiempo, es igualmente indispensable considerar un trastorno de lenguaje con toda la seriedad necesaria y elaborar estrategias específicas que aseguren su desaparición. De hecho, la condición para que progrese la logopedia estriba en la conciliación de perspectivas apa133 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES rentemente opuestas y en la integración práctica y teórica de enfoques presentados a veces como contradictorios. La segunda cuestión que quisiera tratar se refiere a la trama de las relaciones que deben establecerse entre la psicología del lenguaje y la logopedia. Parece evidente tal estrecha relación si consideramos la primera como una «psicología aplicada del lenguaje,. Sin embargo, los diversos empleos que recibe el término «logopedia», ademas de la existencia de asociaciones particulares, leyes y reglamentos especiales y diferentes para psicólogos y logopedas, tienden a enturbiar esta relación. Como ejemplo, tomaré los problemas de trastornos de lenguaje y su evaluación. Desde luego, podríamos discutir numerosos aspectos de la intervención terapéutica. Realizar el diagnóstico de un trastorno de lenguaje implica desde luego elaborar la anamnesis del «posible trastorno». Significa también reconstruir la historia de los pasos dados desde el momento en que se planteó la existencia de aquel trastorno. Es evidente que en ciertas circunstancias, la anamnesis tiene menos importancia para el diagnóstico; por ejemplo, una malformación congénita del aparato articulatorio, un retraso mental severo o una sordera profunda son descubiertos frecuentemente con precocidad, por lo cual el diagnóstico del trastorno de lenguaje no plantea ningún problema, aunque esto no implica para nada que su evaluación sea fácil. El caso es más delicado cuando se descubre que podría existir un trastorno más tardíamente, como, por ejemplo, cuando este descubrimiento se debe a un hecho aleatorio. El descubrimiento tardío de un trastorno puede significar al menos dos cosas: el trastorno (o retraso) existía desde los comienzos mismos de la comunicación verbal y/o preverbal, pero no había sido advertido; el trastorno ha sido motivo de sospecha desde el principio, pero su identificación no ha sido objeto de una demanda de intervención. Eventualmente surgirá la pregunta de si las dificultades familiares no han relegado los problemas de lenguaje del niño a segundo plano. Estos aspectos son sumamente importantes, no sólo para elaborar la anamnesis (entre otras cosas, para distinguir entre el «descubrimiento» tardío y la «aparición» tardía de los trastornos), sino también para apreciar la actitud 134 del entorno social, familiar y escolar del niño frente a sus dificultades y, de una manera más general, con respecto a su desarrollo. Esta entrevista (cuyo fin es la elaboración de la anamnesis) es muy delicada. En efecto, se trata de reunir la mayor cantidad posible de información en una situación de examen, y la calidad de esta información no dependerá únicamente de la naturaleza, pertinencia y cantidad de preguntas formuladas, sino también, y quizá sobre todo, dependerá de lo que las personas que acompañan al niño puedan decir, o estén dispuestas a decir. Hasta la formulación de las preguntas más simples puede convertirse en un asunto delicado. Es bastante difícil, por ejemplo, obtener una respuesta clara a la pregunta: «¿Cuándo pronunció su hijo sus primeras palabras?». Al final de esta tarea de evaluación, que también debería incluir los datos médicos y relacionales del niño, el terapeuta deberá disponer de todo tipo de información relativa a su caso, sobre su medio social, familiar y escolar, y las actitudes de cada uno de estos entornos frente al problema. Una vez obtenida toda esta información, se debe proceder a una serie de sondeos, cuyo fin es la recopilación de datos acerca del comportamiento lingüístico del niño en la actualidad. En este momento los conocimientos del terapeuta sobre psicolingüística 2, y sobre todo psicolingüística del desarrollo, serán mas pertinentes, a condición de que su formación y su conocimiento de las investigaciones en aquella materia sean adecuados. Durante esta primera etapa de diagnóstico, se trata fundamentalmente de comparar el estado actual de las conductas verbales de un niño con aquellas que normalmente corresponderían a su edad. Pero esta comparación es menos simple de lo que parece. Aunque en la actualidad existe un volumen considerable de datos acerca del desarrollo del lenguaje en un niño normal, el conjunto de esos datos nos informa, sobre todo, sobre el orden que rige en las diferentes adquisiones del lenguaje. Su precisión es menor en lo que respecta a las variaciones inter2. Como el lector habrá advertido, utilizo las expresiones «psicología del lenguaje» y «psicolingüística» indistintamente en el contexto de este artículo. Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. individuales en la fijación de las conductas de lenguaje. Como ejemplo de estas variaciones, podemos señalar la edad en que aparecen las primeras palabras, fenómeno que se desarrolla entre el octavo y el vigésimo mes. Aunque estas importantes variaciones son, por un lado, el refiejo de las diferencias de criterios empleados para definir una palabra, también son connotativas de una amplia variabilidad interindividual. El mismo comentario puede hacerse extensivo a otras dimensiones de la actividad verbal. Estas reservas no pretenden restar importancia a la necesidad de consultar las investigaciones realizadas en el dominio de la psicología del lenguaje, y ademas recuerdan que el terapeuta debe recurrir a su propia capacidad de discernimiento y a su experiencia. En algunos casos hemos observado que ciertos terapeutas adoptan actitudes exageradamente alarmistas que conducen, en el plano de la terapia, a un intervencionismo indiscriminado. Para mayor claridad, los trastornos deben ser examinados en su dimensión temporal y en relación con las conductas no verbales. Si durante la fase del diagnóstico no nos limitamos a elaborar un inventario cuya única virtud sería la de haber sido elaborado en una sola sesión, y si tomamos en cuenta la dimensión temporal de los trastornos, nos enfrentaremos al menos a tres tipos de dificultades: las regresiones, los retrasos y las dificultades adquiridas. - Las regresiones: se trata de la aparición, en el seno de las conductas de lenguaje, de actitudes que pertenecen a una etapa anterior del desarrollo. El diagnóstico de una regresión se formula considerando al niño como su propio punto de referencia: este niño debe haber adoptado en el pasado conductas de un nivel más desarrollado, y para que pueda formularse el diagnóstico de «regresión» estas conductas han de haber desaparecido. - Los retrasos: hablamos de retraso cuando a una edad cronológica dada, el niño no ha alcanzado el grado de desarrollo normalmente esperado. Las situaciones pueden ser diversas: en un niño se puede observar un retraso de lenguaje a los cuatro años, a pesar de que a los dos años su desarrollo podía ser considerado normal; en este caso es menos pertinente el problema del retraso sufrido con respecto a la norma, que la disminución del ritmo de las adquisiciones. En otros casos, el retraso puede detectarse muy tempranamente. - Las dificultades adquiridas: se trata de la súbita aparición de conductas verbales anormales, que no pueden ser relacionadas con un retraso ni con una regresión. Sin embargo, la mera definición de estas diferencias no resuelve el problema del carácter patológico o no de las diferencias observadas. Existen, en efecto, regresiones, retrasos y dificultades adquiridas que pueden ser consideradas como normales. Otras, por el contrario, indican una patología. En el caso de las regresiones, la dificultad del diagnóstico se debe al hecho de que las actividades del lenguaje no siguen un desarrollo lineal. Una adquisición reciente sigue siendo frágil durante algún tiempo, un fonema no se pronuncia correctamente de manera definitiva desde la primera vez y lo mismo sucede con la emisión y comprensión de las primeras palabras. La noción de regresión en su acepción patológica, no puede aplicarse a aquellas situaciones de interacción entre las conductas antiguas y aquellas que les suceden. El dominio del lenguaje es progresivo y sufre estas numerosas oscilaciones. También pueden darse regresiones transitorias, en las que se adivina claramente su naturaleza psicoafectiva, pero en las que no se puede ver tan fácilmente el carácter patológico. Entre estas regresiones circunstanciales hay algunas que surgen cuando un niño demasiado frágil se encuentra expuesto a la inseguridad, debido a algún acontecimiento traumático. El regreso a conductas verbales anteriores puede significar entonces un regreso a un modo de comunicación privilegiada con el entorno. El carácter patológico de una regresión no es siempre evidente. Entre los aspectos que la definen, deberían tenerse presente: la importancia de la regresión, su carácter transitorio o permanente, las circunstancias en las que se ha producido, la actitud del entorno, la extensión o no a otras actividades que trasciendan el plano del lenguaje. 135 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES El retraso en el desarrollo es seguramente la situación más difícil de medir, puesto que es en este nivel donde más se acusa la ausencia de referencias documentadas acerca de la variabilidad individual, En el contexto exageradamente normativo de nuestras sociedades, donde el dominio del lenguaje es uno de los éxitos más claros del éxito escolar, y por tanto del éxito social, existe un palpable sentimiento de tensión en lo que se refiere a cuestiones del desarrollo del lenguaje. El problema se vuelve aún más complicado para el terapeuta si recordamos que junto al desafío de la variabilidad individual, éste se enfrenta también a la insuficiencia diagnóstica actual, lo que con frecuencia impide que se defina de antemano el carácter transitorio o permanente de un retraso que comienza a establecerse. La presencia de dificultades adquiridas es, con frecuencia, más sintomática de una situación patológica. En muchos casos se podrá identificar su causa, pero debemos evitar adoptar actitudes exageradamente normativas. Existe, por ejemplo, un tartamudeo normal, denominado tartamudeo de desarrollo» o «tartamudeo primario,, cuya duración no excede un año y que consiste más en una repetición intermitente de palabras o sílabas que en un tartamudeo verdadero. Otras dificultades articulatorias surgen como producto de la caída de los dientes o aparecen en el curso normal del desarrollo. El diagnóstico debe tener en cuenta la evaluación temporal de su persistencia y de su naturaleza. En algunos casos, sin embargo, subsistirá la incertidumbre inicial y la observación de la evolución de las conductas de lenguaje será insuficiente, aunque un examen de las múltiples variables extralingüísticas podrá servir para elaborar un juicio. Un trastorno de lenguaje está siempre relacionado con otros aspectos de la conducta, y aparecerá como consecuencia de un trastorno que atañe a otros aspectos, o bien aparecerá como el trastorno principal pero integrado en un cuadro psicológico más general. En el plano clínico, la consecuencia de esto es que en muchos casos (si no en todos) es el conjunto de antecedentes médicos, psicológicos y sociales del niño que el clínico debe investigar. 136 Hay ciertos errores que deben evitarse, sobre todo el que consiste en buscar más allá del lenguaje (mediante una multiplicidad de exámenes de todo tipo) razones para inquietarse. En efecto, el clínico corre el riesgo de encontrar lo que busca cada vez que lo desee, ya se trate de un dato de la anamnesis del niño susceptible de explicar el trastorno actual, ya sea una pequeña desviación que se podría calificar de significativa mediante un examen complementario. La bibliografía medicopsicológica ha propuesto un número considerable de estudios estadísticos, cuyo objetivo es confeccionar un repertorio de los grupos de niños con problemas en el presente o en el futuro. Se ha establecido, de esta manera, un repertorio bastante amplio de una categoría de niños definidos como de «alto riesgo» de retrasos y de perturbaciones durante su desarrollo. Es muy elevado el riesgo de sobredeterminar el propio juicio mediante la identificación de dificultades de desarrollo anteriores, o debido a una situación familiar considerada desfavorable. El riesgo reside, en este caso, en el reflejo de tomar como referencia una normalidad definida estadísticamente. Aun cuando se haya demostrado que los retrasos de lenguaje se dan con mayor frecuencia, por ejemplo, entre aquellos niños que han sufrido una anoxia neonatal, o que los niños disléxicos pertenecen con más frecuencia a un estrato sociocultural desfavorecido, estos hechos no tienen más que un valor estadístico y dependen en buena medida de los criterios utilizados en las publicaciones y referencias sobre este tema. Un niño que presenta un ligero retraso de lenguaje y que anteriormente ha sufrido un problema de salud, debido a lo cual se le ha inscrito en un estrato de alto riesgo, no desarrolla necesariamente un problema serio. La probabilidad es simplemente mayor. Por tanto, incluso en aquellos casos en que se detectan ligeras dificultades en un niño clasificado en un estrato de alto riesgo, no existe la certeza como para diagnosticar un trastorno serio. Es esencial, sin embargo, el examen de la evolución. Esta actitud de observación tiene diversas ventajas: sensibilizar al entorno familiar frente al desarrollo del lenguaje del niño, sin que ello implique dramatizar la situación; permitir al terapeuta comprender más detalladamente, a lo largo de exámenes Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ulteriores, la naturaleza de los problemas que puedan surgir; finalmente, gracias al contacto que irá teniendo con el niño, podrá preparar el clima de confianza necesario para una ulterior terapia específica, si se estima necesario. El segundo aspecto por el cual es sumamente recomendable una mayor colaboración entre la logopedia clínica y la psicología del lenguaje es la evaluación de las conductas de lenguaje. Siempre ha sido ilusorio pensar, y aún lo sigue siendo, que la evaluación de una función tan compleja como el lenguaje pueda realizarse como una hábil pirueta, basándose en una serie de pruebas rápidas, de fácil administración y corrección simple, fundadas en un esquema de interpretación elemental. Ésta es la ilusión psicotécnica que hay que desterrar. Todo aquel que evalúe el lenguaje debe aceptar un «roce» con la realidad psicolingüística en toda su complejidad, y debe dotarse de los medios personales y técnicos para evaluarla correctamente. Esto no quiere decir que las pruebas de lenguaje sean inútiles. Permiten una selección (screening) de los sujetos, distinguiendo entre aquellos que presentan una patología de lenguaje potencial o real, y aquellos en quienes no se descubre ningún indicio que corrobore la inquietud de los padres o pedagogos que han expuesto la necesidad de un examen. La naturaleza de las pruebas de lenguaje se adecúa bien a su función selectiva gracias a su estandarización y a su exposición de contrastes, lo cual permite formular comparaciones interindividuales. Sin embargo, también debe comprenderse que la gran mayoría de las pruebas, si no todas, no consiguen profundizar más allá de estos aspectos. En lo que se refiere a la vertiente expresiva del lenguaje, se puede comprender más cabalmente (particularmente en los aspectos fonológicos y morfosintácticos) mediante una evaluación del lenguaje espontáneo. Este método consiste en la elaboración de un muestrario del lenguaje de un sujeto durante un tiempo determinado (adaptando la situación de conversación según su edad y sus capacidades generales) valiéndose de una grabación en cinta magnética o en vídeo. Reproduciremos fielmente todo o parte del muestrario de lenguaje, de tal manera que contaremos al menos con un centenar de proposiciones que deben ser analizadas. Un volumen considerable de información puede ser obtenido en un corpus de lenguaje. Se puede caracterizar el discurso del sujeto según el tipo de enunciados (y de frases) dominantes —elementos que evidentemente tenderán a variar de una situación a otra, y de un discurso a otro—: enunciados declarativos (afirmativos y negativos), enunciados imperativos, demandas diversas (directas, indirectas, inferidas), enunciados exclamativos e interrogativos; ademas se tendrá en cuenta la manera cómo el sujeto marca en su discurso la naturaleza de su enunciado, plegándose a las disposiciones de la lengua. Por ejemplo, en los enunciados interrogativos, ¿cómo destaca la función interrogativa de sus frases?: mediante la entonación (por ejemplo: «¿Pedro ha venido?»), mediante la locución «acaso» (est-ce que, «¿acaso ha venido Pedro?,), mediante la inversión del orden habitual del elemento verbal y nominal o pronominal («¿ha venido Pedro?,), o también mediante un adjetivo, un pronombre o un adverbio interrogativo («¿quién ha venido?», «¿cómo ha venido Pedro?»). Estas variantes en la manera de interrogar condicionan un tratamiento sintáctico de la frase, cuya complejidad también varía. De ahí el desarrollo, con la edad, en la manera de señalar la naturaleza interrogativa de una proposición. El modelo de esta evaluación puede servir para medir el nivel de funcionamiento lingüístico del sujeto. El discurso también puede analizarse desde otros aspectos. Un índice de mucha utilidad hasta los cuatro o cinco años es el EMPV (Extensión Media de Producción Verbal). Este índice se configura calculando como numerador el número total de palabras o de palabras más morfemas, que después serán desglosados en un muestrario de lenguaje; y, como denominador, el número de enunciados. En realidad, toda nueva adquisición morfosintáctica se refleja directamente en la extensión del enunciado, lo cual se traduce en un progreso en el EMPV. Por ejemplo, cuando el pequeño comienza a utilizar las preposiciones y los artículos, la media de su discurso aumenta en un grado proporcional. Después de los cuatro o cinco años, el EMPV como índice unívoco del nivel de desarrollo lingüístico pierde su 137 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 26/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES valor. La causa es que con el desarrollo de la coordinación y subordinación, el niño dispone de medios que le permiten abreviar ciertos enunciados, aunque desde la perspectiva de la estructura pueden ser más complejos. Por ejemplo, las dos proposiciones (1) «he visto un hombre esta mañana» y (2) «el hombre esperaba el tren esta mañana» pueden combinarse en un enunciado único, mas breve, pero más complejo: (3) («Esta mañana he visto un hombre que esperaba el tren». En lo que se refiere a la estructura interna de las frases, se puede observar si el sujeto utiliza la coordinación y la subordinación y, si así fuera, qué tipo de subordinadas (completivas, relativas, circunstanciales; y qué tipo de circunstanciales: temporales, causales, condicionales). Se debe observar también cómo trata los aspectos formales de estas producciones (relativizaciones, disposición de los acontecimientos en las circunstanciales, concordancia de tiempos, etc.). Se pueden analizar igualmente las construcciones de los sintagmas nominales y de los sintagmas verbales presentes en los enunciados. A un nivel mas analítico, el examen puede concentrarse en las diferentes clases formales de las palabras y en el tratamiento que les da el sujeto hablante: por ejemplo, los artículos (¿guardan o no la concordancia de género y número?, ¿expresan o no correctamente la oposición definido/indefinido?), los diferentes adjetivos (¿son o no concordantes?), los adverbios (¿ocupan el lugar correcto en la frase?), los pronombres personales y otros (¿se mantiene la con- 138 cordancia?, en el caso de los pronombres, ¿se guarda su valor anafórico con la persona?); los verbos (¿es correcta su conjugación de acuerdo a la relación temporal expresada?, ¿guardan concordancia de número con el sujeto?), etcétera. La pertinencia y profundidad de los análisis que se pueden realizar después de un trabajo de evaluación de este tipo depende evidentemente de los conocimientos que posea el evaluador sobre psicolingüística, y más particularmente sobre psicolingüística del desarrollo. En resumen, la logopedia en la actualidad sufre profundas transformaciones, abriéndose progresivamente a la influencia de otras disciplinas del lenguaje. Estamos en el umbral de un progreso modesto pero real en el enfoque interdisciplinario de los problemas del lenguaje. Esto podría constituir, con el tiempo, los fundamentos de un tratamiento terapéutico mas eficaz. Merece un examen particular el tema de las especiales relaciones de la psicología del lenguaje con la logopedia. La perspectiva que se desprende de esta exposición aboga por una mayor colaboración entre estos dos dominios. Hemos tratado como ejemplo la noción de trastorno de lenguaje y de los métodos para su evaluación, particularmente mediante el análisis del lenguaje espontáneo, con el fin de explicar las necesidades y los fundamentos de tal perspectiva. Recibido: mayo de 1984.