Sudacas-Gabriel Fernández Chapo

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Sudacas.
Errantes del nuevo milenio
Por Gabriel Fernández Chapo
fernandezchapo@yahoo.com.ar
Acto I
1-
Residencia en la tierra
Una playa casi atorada por los grandes hoteles de Cancún (Quintana RooMéxico); o una calle adoquinada y sucia de San Telmo (Buenos AiresArgentina); o un barcito de La Candelaria (Bogotá- Colombia) decorado a
fuerza de posters de estrellas de rock de los años ´80; o quizás una feria
callejera de La Paz (Bolivia) que se obstina en serpentear pendientes; o un
puestito callejero que vende empanadas de pino frente a la Casa de la
Moneda de Santiago (Chile); o en la puerta de un restaurant típico de la
calle La Ronda (Quito- Ecuador); o ningún lugar.
CARLOS: En mi tierra, güey, yo tenía mi propio changarro, un lindo restorán
en Cancún, cerca de la playa, donde cansarme cada día y cada noche, una
casita humilde, mis primos y amigos que trabajaban conmigo. Aparece de la
nada, una noche, un pinche gringo. Había cenado un par de veces en la
mesa junto a la ventana pero nada más. Comía, pagaba y se iba. ¿Te
compro el restaurant?, me dice. No mames, contesto. ¡Que tires un número,
cabrón!, arremete. Y ni lo pienso. Le duplico el valor del bisne para no
venderle y que el gringo no me venga a chingar con su prepotencia. Chale,
güey, el muy hijo de la chingada me llenó todita la mesa de dólares. Ahora
tengo lana y nada qué hacer.
LALI: En mi tierra, tenía un título universitario en Artes Plásticas, un ex
novio viviendo en el departamento de enfrente al mío, al que le iba mucho
mejor que a mí y al que le veía todas sus supuestas amigas ahora
convertidas en amantes; un contrato de alquiler por renovar que me duplicó
su valor; un trabajo como profesora de Dibujo en una escuela de las afueras
de Buenos Aires que se caía a pedazos, unas rastas recién estrenadas, y
un cosquilleo dentro mío que me pedía mundo, que me pedía aire y que me
hacía buscar todas las becas que me escupiera Google. Ahhh…y una
familia con olor italiano que no entiende el por qué de la partida.
LENIN: En mi tierra, tenía unas arepas riquísimas cada mañana para
desayunar solito desde el balcón, y unos manes con los que nos gustaba
rumbear todos los fines de semana o prendernos unos traguitos en La
Candelaria; y muchas tardes de gimnasio, y un trabajo en la Policía que me
gustaba mucho, trabajo que dejó de ser trabajo cuando al comandante no le
gustó unas foticos mías del Facebook con mis amigos gays. “Lenin, que ya
te estás amariconando mucho. No es imagen para la institución”, murmuró
el jefe. Esa es mi vaina.
LIDIA: En mi tierra, tenía un corazón enamoradizo, muchas cartas de amor,
gran pasión por la lectura, muy buenas notas en el colegio y varios profes
que me decían que tenía que seguir la universidad. También tenía un vecino
con una lengua muy dulce para conquistar, que me cambió la universidad
por un casamiento a los 20, por un embarazo a los 21, por una hija a los 22
y por una nueva soltería a los 23. Ahora tengo una hijita hermosa que quiero
que sí pueda estudiar, una madre que me ayuda y un ex marido borracho
que solo sabe caer a las tres de la mañana cuando se queda sin dinero para
seguir machado.
BENJAMIN: En mi tierra, tenía un padre pinochetista por más que no lo
dijera públicamente salvo que el pisco le largara la lengua; la imposibilidad
de estudiar en la universidad la carrera de Psicología que tanto me gustaba;
un empleo aburrido en una oficina que hacía trámites de comercio exterior;
unos weones amigos que se fueron a probar suerte por el mundo y que me
dejaron rogando encontrar a alguien que me haga la segunda los sábados a
la noche, y unas ganas terribles de no parecerme a mi viejo que sólo piensa
en hacer dinero y más dinero. Por supuesto que el Máster que me fui hacer
a España lo paga mi padre, cachai.
LUIS: En mi tierra, tenía una esposa muy bonita y compañera, un hijo
pequeño, una familia que ocupaba toda la cuadra y media de la vuelta, un
trabajo, que después ya no lo tenía, que después tenía otro; y que ya
después tampoco tenía ese otro; unas deudas pequeñas; unas deudas más
grandes, la vergüenza de pedir plata a mis ñañas y a mis cuchos, dos veces
que me robaron en la casa; y un cansancio que empezaba a hacerme
arrastrar los pies.
2-
El Aleph
Parados dentro de una gran valija abierta. Sus pies chapotean en el interior
como si fuera una fuente de agua cristalina. Pero no. Solo hay algunas
prendas de ropa. Sus cuerpos desplazan la ropa. La tiran salvajemente. O
dulcemente. O no la tiran. Las valijas se cierran. Ellos dentro.
CARLOS: ¡Qué pendejada! Intentar que quepa tu pasado, tu presente y tu
posible futuro en 23 kilos. Gracias aerolínea por obligarme a andar liviano
por el mundo. “Señorita: ¿si me paso los 23 kilos cuánto cuesta? ¡Cómo! No
mames. Ni que llevara oro, o la blanquita de la buena. “¿Qué te pesa más,
compadre, las dos maletas o los adioses, las despedidas, y las caras que ya
no verás?”, me preguntó el hijo de puta de mi cuñado. Me subo al avión.
Calentito aún, en el bolsillo interno de mi saco, laten unos pinches taquitos
de suadero; unas quesadillas de chicharrón y un poco de salsa. A toda
madre, pa’ no extrañar. Y porque como los de mi tierra seguro que en
ningún lado del mundo habrá. Prefiero que mi garganta hierva por esas
pinches salsitas mexicanas que por las preguntas que este viaje me escupe
y no tengo aún nada para responderles.
LIDIA: ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Es para siempre? ¿Y has de volver algún
día? ¿Te has peleado con tu familia? ¿Te vas porque no tienes trabajo?
¿Te vas porque no consigues empleo de lo que gusta? ¿Te cansaste de los
políticos, de la corrupción y de la mierda de la inseguridad? ¿Te vas porque
no tienes un amor? ¿Te vas porque te peleaste con tu amor? ¿Te vas a
estudiar? ¿Te vas a trabajar? ¿Vas con papeles o sin papeles? ¿Tienes
alguien allá? ¿Qué por la crisis? ¿Qué por la violencia?
CARLOS: Todo que sí. O todo que no. O un poco sí. O un poco no. O
Nada. O todo. Harto interrogatorio, ¿no ves que me llevo más miedos que
certezas?
LIDIA: Que yo lo primero que me dije es: 23 kilos es mucho. A que me
sobran. Si uno está lleno de chucherías que más que para juntar polvo, no
sirven pa´ nadita. Y ahí empiezas…a revisar papeles viejos, fotos, adornos,
ropa, libros, regalos. Es más fácil en el ordenador. Cuando tiras todo a la
Papelera de Reciclaje ni lo sientes. Pero aquí, tienes que ser el verdugo,
portar el hacha asesina. Cortar el pescuezo a esos recuerdos que posee
cada cosita. “Y tú también, mi niña, a poner sus juguetes en una caja que se
va a lo de la Abu hasta que la mami la pueda llevar con ella”. Todo un día.
La cara llena de polvo y que más que una décima parte no logré
deshacerme. Ni que los tuviera pegados. Sacudo y sacudo pero el último
regalo de mi tata no lo puedo tirar. Ni hablar del portarretrato con mi
hermana. O el florero donde la tía Melba llenaba de olores el cuarto. O esa
lámpara que me iluminó tantas noches para leer cartas de amor en mi
adolescencia. Mierda. Y las cajas se achican y mis cosas se agrandan. No
hay maleta suficientemente grande para meter 30 años de vida. Y
finalmente fracaso. Renuncio. “Qué mami te deja sus cosas, mi niña. Con su
abuelita que me las cuidan hasta que me las lleve conmigo.” ¿Y qué objeto
reemplaza a una hija a la distancia? ¿Qué objeto?
3-
Terra Nostra
Se tiran violentamente libros que se abren y rompen y llenan de hojas
escritas todo el espacio y caen pesadamente y son pisados y son pateados
y son vueltos a tomar con cariño por las mismas manos que los arrojaron.
Son libros.
BENJAMIN: ¿Inmigrante?
LENIN: Dícese del natural de un país que llega a otro para establecerse en
él, con idea de domiciliarse.
BENJAMIN: ¿Emigrante?
LENIN: Dícese de la persona que deja o abandona su propio país con
ánimo de establecerse en otro extranjero.
BENJAMIN: Bien, sabelotodo, ¿y qué me dices del natural de un país en el
que se siente ajeno o expulsado, y que se establece en otro país pero sin
abandonar el propio, que nunca termina de saber si es de aquí o si es de
allá, que no sabe si su patria y su país son la misma cosa; ni dónde queda
el lugar al que podrá llamar su hogar?
LENIN: Me jodiste.
4-
Una sombra ya pronto serás.
LUIS: Y qué mijo me pregunta: “Papi, ¿que nos vayamos de Ecuador es
una bendición o un castigo?” Y yo no supe qué mierda contestarle: “Que tu
Taita podrá camellar, y que se vive con menos miedo” Ensayé contestarle.
Pero el muy cabrón se leyó algún filósofo de la Liberación o una mierda por
el estilo: “Tú sabes, cuchito, que la migración es un asunto tan antiguo como
la cultura sedentaria”. Recordé que en el liceo siempre invertía “nómades” y
“sedentarios”, y todavía estaba tratando de discernir cuál es cuál, cuando se
despachó con: “En la Antigua Grecia era la pena capital el destierro. Piensa
en Edipo, después de matar a su taita y tirarse a su mama, lo desterraron.
¿Tú qué hiciste en Quito, pa?”. Le traté de explicar que la migración es
parte de la naturaleza, del equilibrio, que las aves migran constantemente y
las ballenas… “¿Para eso no se inventó la cultura? ¿Para no tener que vivir
como los animales?”, me dijo el majadero antes de que le diera vuelta la
cara de un puñetazo.
LALI: Me voy, papi. No, no llorés por favor. No, cómo va a ser tu culpa. Las
cosas son así y listo. No me voy con odio ni resentimiento. Me voy por amor.
Sí, por amor, papi. No, no estoy loca. A veces amás mucho a alguien, lo
amás hasta los huesos pero no podés dejar de pelearte. Lo que antes no te
molestaba tanto, ahora ya no lo aguantás más. Y te enojás, te sentís que ya
no podés tolerar ciertas cosas, pero sabés, en lo más profundo tuyo, que no
podés dejar de amarlo. ¿Entonces que te queda? La distancia. Es como tu
tango, pa. “Primero hay que saber sufrir, después amar y al fin partir”.
Bueno, ya sufrí y amé lo suficiente para tener la sangre y el espíritu bien
nuestro. Ahora me toca partir, escapar un poco de nuestro fatalismo tan
seductor. ¿Sabés, viejito? Por momentos, creo que hasta nos gusta algo de
la estafa, la corrupción, la inseguridad, las crisis. Nos da letra para nuestro
goce en el dolor. Pero ya tengo ganas de conjugar otros verbos,
¿entendés?. Quizás conjugar: volver a empezar, disfrutar, aprender,
compartir, o soñar. No sé. Sé que necesito otra cosa.
LUIS: La cosa es que el guambra no se quedó así conforme con la
conversación del otro día. Y cuando le estábamos entrando a un pollo
broaster con papas, hizo que me atragantara el alita en el cogote: “cuchito,
hoy en día el mundo es tan chiquito. Cualquiera compra un pasaje de avión.
Haces click en la computadora y estás con un vuelo a la conchinchina. Y no
te pongas mal por lo que hayas hecho en Quito, si eres igual a Edipo o no.
No importa si es por hambre, amor, trabajo, cultura o curiosidad, emigrar es
uno de los síntomas de la Posmodernidad”.
LALI: Y que mi viejo me dice: “Nena, allá vas a ser una inmigrante más. Es
como ir a una casa donde no te invitaron, sino que caés de sorpresa y ni te
conocen, ¿entendés, no?”. Creo que había ensayado antes una respuesta
para eso, pero me quedé en silencio. Así que contragolpeó: “este es tu
hogar, este es tu olor, estas son tus calles, aquí está tu mate y tus
medialunas, el dulce de leche y el Página 12 de los domingos”. La realidad
es que no hay demasiadas explicaciones. No me voy por la dictadura de los
´70 ni por la falta de laburo del 2000. Es porque sí. Porque lo siento así. Hay
cosas que no me gustan y otras que me faltan que ayudan en la decisión.
Pero es algo más interno. Necesito extrañar, sumar otros paisajes a mis
ojos y otras miradas a mis ideas. Aunque sea un error, será un error mío,
papi. “Que yo lo vi a tu abuelo. Toda su vida fue añorar su Calabria que casi
lo mata de hambre. No hubo un solo día que no le encontrara la mirada
perdida unos minutos recorriendo las calles de su infancia. No quiero eso
para vos, hija”, me dijo. Ahí lo tenés, papá, es el abuelo el que me regala
parte de su sangre y por el que yo ahora puedo probar. Tan sólo eso. Tener
los papeles y probar.
5-
La fiesta del Chivo
LUIS: La mía fue una despedida alegre. Todos, y cuando digo todos es
todos, están convencidos de que soy el primero de los hermanos en venir, y
que luego se va a ir sumando el resto, y que toda la familia va a terminar
finalmente unida. A miles de kilómetros de nuestro lugar, en paisajes
extraños, con palabras desconocidas poniéndole nuevos nombres a cosas
conocidas, pero unida. Entonces la sensación es la de alguien que va
primero a un lugar a acomodar las cosas para que el resto llegue con
mayores comodidades. Y hubo muchas risas, y mucho alcohol en el Parque
El Ejido donde decidimos decir “Chao Ecuador”. Jugamos fútbol, y cuando
nadie me miraba, me arrodillé, besé la tierra e hice unas promesas que no
pienso contar. No sé porque lo hice. Lo sentí. Quizás fue un poco
melodramático. Pero en estos momentos es cuando se piensa a encontrar
con partes de uno mismo que desconocía.
LALI: No es broma. En mi familia todo gira en torno a los fideos. Los fideos
son una especie de altar profano alrededor del cual hacemos los ritos de
festejo, y/o conmemoración de nuestra familia. Para ser justos, cualquier
excusa se vuelve válida para reunirse frente a los fideos de la abuela, los
cuales ocupan el centro de la escena, o mejor dicho de esa mesa larga en
la que me senté cada domingo al mediodía desde que tengo memoria. Esta
vez no fue distinta, aunque nadie sabía bien si la reunión era para festejar o
para llorar. Por lo pronto yo creía que al menos mi abuelo no iba a llorar. La
Gran Guerra lo había vuelto tan sensible que justamente anulaba cualquier
chance de que algo lo venciera con lágrimas. Mi despedida lo pudo. No lloró
en toda la guerra y se largó a un llanto de niño cuando su nieta le anuncia
su partida. Todos me miraron como diciendo: “Mirá lo que hiciste, nena” y
hacían fila para pasar por la silla eterna del abuelo y palmearlo en la
espalda. Y yo clavándome las uñas en los brazos para no ir corriendo a
devolver el pasaje de avión mientras mi Tía Chola me daba una cadenita de
una santa con grandes contactos e influencias, aparentemente, en el Viejo
Continente.
CARLOS: Mi madre le pidió al cura del barrio que la misa del domingo fuera
pa’ rezar por mi futuro. Y así fue: a las diez de la mañana estábamos todos,
mi madre, mi hermana, mis sobrinos, mi cuñado, unos primos, y alguna que
otra ex noviecilla de la juventud conmovida, vestidos como para un
casamiento, pero a puertas de la Parroquia de San Martín de Porres y bajo
un solazo que nos hacía sudar de a madres. Y que el cura me dedica su
sermón, y que dice que todos van a rezar para que pueda terminar mi
master en España. Y la miro a mi madre. ¿Por qué mintió? Irse para
estudiar no estaba mal visto, me dijo. ¿Qué buscar trabajo es pecado? Le
quise decir. Me callé. Esa era mi despedida. No la quería cagar. Ahhh… y
después almorzamos en un pinche bufet chino donde el pendejo de mi
cuñado se intoxicó con unos pescados; y unos de mis sobrinos hacía
dibujitos con unas barras de surimi que confundió con crayones.
LIDIA: No quería abusar. Yo no se lo pedí. Pensaba incluso irme en voz
baja, casi sin saludar. Pero mi madre, Dios la cuide, se le dio por
organizarme una fiesta sorpresa de despedida. Le pidió el salón a su amiga
que está en la comisión del centro cívico. Invitó a todos. Eso me consta.
Pero hubo muchos más invitados que presentes. Mis amigas, mis
compañeras de escuela, mis vecinas, la mayoría no fue. Nadie me lo decía.
Yo me daba cuenta porque sobraban muchos lugares, comida y bebida. Y si
hay algo que mi madre sabe hacer es calcular bien. No sé si lo hacían para
castigarme porque hacía lo que ellas deseaban y no se animaban, o si me
sentían una traidora por irme. La nota de color no podía ser otra que el
padre de mi nena entrando machado queriendo darme un beso en la boca y
sacando a bailar a los pocos presentes, incluso cuando no había música.
BENJAMIN: No quiero quebrar el clima. Pero de despedidas yo no puedo
hablar mucho. Lo cierto es que le tengo terror a eso de los llantos, los
abrazos que no sabes si son de optimismo o de pésame. Y lo corté por lo
sano. No dejé que nadie me hiciera una despedida. Ni que tuviera que
saludar a nadie en el aeropuerto como si me estuviera yendo a una guerra
donde no volvería si no es en un cajón y en pedacitos. Les dije, amigos y
familia, sólo me puedo ir si lo siento como unas vacaciones, si siento que es
momentáneo, si sé que voy a volver. Así que no quiero despedidas ni nada.
Una partida más, un hasta luego, que no amerita otro evento que un
llamado telefónico.
LENIN: Que yo no tengo mis padres. Los he perdido. Uno de muy joven y
otra ya entrado a los veinte. No quiero hablar de ellos. Nada de
sentimentalismos. ¿Y la despedida es como el duelo? ¿Necesita un ritual
para que uno pueda seguir adelante? Eso me pregunté cuando veía que los
días para mi partida iban reduciendo cifras. Y decidí que sí. Que iba a
festejar mi partida. Pero con mi estilo, con mucha alegría, con mucho baile y
jarana. Bien chévere. Casi que fue como todos mis fines de semana, pero
sabiendo que era el último, al menos en un tiempo. Y eso le daba un sabor
especial. Llamé a todos mis amigos, a mis ex parejas y nos fuimos a la
disco gay donde pasamos tantas noches. Y bailamos. Y nos besamos. Y
nos cogimos. Y me pregunté: “¿Cómo será ser sudaca y homosexual en
Europa?”. Confieso que me dio un poco de miedo.
Acto II:
1-
Tierra de nadie.
LALI: Doce horas de vuelo.
BENJAMIN: Catorce.
LENIN: Diez.
LALI: Buenos Aires- Barcelona.
LENIN: Bogotá-Frankfurt.
BENJAMIN: Santiago de Chile- Madrid.
LALI: Piernas entumecidas…
LENIN: …el cansancio de un cuerpo que tuvo que intentar dormir en los
escasos centímetros de generosidad de la butaca…
BENJAMIN: …apenas declinable, apenas amena.
LALI: Y las dudas. Los miedos.
LENIN: ¿Podré entrar al Primer Mundo?
LALI: ¿Podré dejar atrás las carencias de mi tierra y tener el publicitado
confort del Viejo Continente?
LENIN: Yo vengo con papeles.
BENJAMIN: Yo vengo sin papeles.
LALI: Yo vengo como turista para ver qué onda…
LENIN: Yo vengo para cursar un Máster…
BENJAMIN: Yo vengo con una beca.
LALI: Los pasos empiezan a serpentear pasillos blancos, o color acero, o
paisajes vidriosos
BENJAMIN: …hasta ser escupido a una serie de filas donde comienza una
distinción abrumadora:
LENIN: “Ciudadanos de la Comunidad Europea/EEUU/Chinos”
LALI: u “Otros pasaportes”.
(Todos arman una fila, menos Lenin que se pondrá de frente a la fila)
LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: ¿A qué vienes? ¿Cuánto dinero traes
en efectivo? ¿Quién te invita? ¿Por cuánto tiempo? ¿Conocéis a alguien
aquí? ¿Tenéis familiares aquí? ¿Conocidos? ¿Amigos? ¿Cuánto dinero
traes? ¿Quién te invita?
BENJAMIN: (Asomando su cabeza de la fila) Las preguntas del oficial de
Migraciones van, como carrousel desbocado, más rápido de lo que tu boca
puede responder.
LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Comienza a girar la ruleta migratoria
de “Tú entras/ Tú no”- “Tú entras/ Tú no”- “Tú entras/ Tú no”.
LALI: Pero yo he traído todos los papeles. Aquí los tienes.
LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No importan tus papeles. Yo, aquí,
encerradito en esta cabina de cristal, con un arma bien cargada en mi
montura, soy el que decide.
(Se disuelve la fila y todos le hablan al público)
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Yo decido si hay algo en tu cara que
me despierta desconfianza.
BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Que me hace pensar que te
vienes de ilegal.
LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Que te vienes a quedar con nuestros
trabajos y a vivir de nuestras ayudas.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Que esto se acabó, coño. Que
tenemos lugar en nuestro “Centro de Inadmitidos” para todos los
sospechosos.
LENIN: (Ahora se pone nuevamente enfrente de los otros) Pero aquí tengo
la reserva del hotel.
BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Pero no está paga.
LENIN: Pero aquí tengo la tarjeta de crédito.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Billetes. Que los cuentes. Aquí.
Cuéntame tus monedas.
LENIN Pero vengo por un congreso.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No.
LENIN: A visitar a mi hijo.
BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí.
LENIN: A una beca de la Universidad.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No.
BENJAMIN: A pasear por Europa.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí.
BENJAMIN: Yo estoy sólo de escala. Tengo vuelo a Amsterdam.
LENIN: Praga
LALI: Berlín.
LENIN Pero vengo por un congreso.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí.
LENIN: A visitar a mi hijo.
BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No.
LENIN: A una beca de la Universidad.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí.
BENJAMIN: A pasear por Europa.
LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No.
BENJAMIN: Yo estoy sólo de escala. Tengo vuelo a Amsterdam.
LENIN: Praga
LALI: Berlín.
BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: (Pasa al frente el resto) ¿Pero
qué parte no entiendes? Tú pasas y tú te quedás aquí. Porque lo digo yo, y
lo dice mi arma bien cargada con balas pagadas por los ciudadanos de
estas tierras, mi escudo de policía y mi racismo feroz. ¿Quieres más
razones?
LALI: Creo que son suficientes.
BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Y tú te vas antes que me
arrepienta. Te tomas el metro y te vas al Lavapiés a ahogarte con todas las
cañas y chipirones que te encuentres y et gastas todos esos euros. Y tú te
quedas. Y tu pasaporte ahora es mío. Y tu equipaje ahora es mío. Y tu
desilusión, tus esperanzas y tus deseos de conocer el Viejo Continente
también. Sólo te quedas tú, y tu cuerpecito con sangre latinoamericana aquí
encerrado. Tú y un teléfono público. Es todo lo que tenemos para los
ilegales.
LENIN: Y ahora el carroussel se vuelve lento. Son oficinas de policías.
LALI: Que copulan entre sí sin sacarse sus uniformes, dando nuevos
policías y nuevas oficinas.
LENIN: Con nuevos interrogatorios donde las preguntas son más veloces
que las respuestas.
BENJAMIN: Donde tu suerte está echada.
LALI: Nada cambiará tu destino.
BENJAMIN: Ya te tocó. La ruleta te cantó “cero” y tú te vuelves.
LENIN: En el próximo avión.
2- Hijo de hombre
LUIS: Que te lo aprendes, guambrito, le digo a mi hijo. Estas palabras ya no
existen más para ti. Y le lanzo la lista que me armé cuando volvía una
tardecita de trabajar en la construcción de una nave donde unos pseudo
artistas alemanes que solo saben fumar y tomar biela van a hacer un centro
cultural: Agachaditos/ Alhaja/ Bacano/ Bacilar/ Barajarse/ Biela/ Cachero/
Camello/ Camote/ Chiro/ Choro/ Encachinar/ Guambra/ Longo/ Ñaño/ Pana/
Pelado. Y el guambra que está en la edad del burro y debe leer a ocultas
libros que le pasan los marxistas, me interrumpe: “No lo voy a hacer”. “Que
la lengua es la Patria”, me dice el cojudo. “Que esta es nuestra nueva
Patria, pendejo. Así que te lo aprendes”. Y no se queda callado, esos genes
son de su mama y que me llena las huevas, y me pide que le diferencie
“Adaptación” de “Integración”. “Y yo que chuchas sé”, le contesto. ¿Y los
Latin Kings y los borrachos de nuestra tierra que sólo se inflan de cervezas
en las calles y plazas y luego se desinflan en los pórticos de los vecinos, se
adaptaron, se integraron o están del orto?”. De tanta cháchara, a veces, es
mejor imponer con la autoridad: “ve, guambra mudo, o me haces caso o te
ganas un golpe que nunca olvidarás. Más fuerte que el que te puede dar en
el metro algún blanquito falange”.
3- Adán Buenosayres
LALI: ¿Y vos que mirás? Sí, soy argentina ¿Y? Y estoy acá. ¿Y? Bien, que
cuando creyeron descubrir América, se vinieron en propel a llenar nuestras
tierras de gente blanca, porque los de nuestra piel no contaban. ¿Y en las
Guerras Grandes? ¿Cuándo medio planeta mataba al otro medio planeta?
¿Dónde puta mierda se mandaron a mudar? ¿Dónde vinieron los gallegos y
tanos muertos de hambre a empezar de cero? Hasta a los nazis más
asesinos y sangrientos los recibimos en nuestras pampas. Porque el
argento no discrimina, siempre da la bienvenida. Bue…salvo que seas
boliviano, peruano o coreano. Pero si sos blanquito y europeo te abrimos las
puertas, follón. “Qué me hablás de la dictadura y de que se exiliaron miles
de argentinos”. Sí, eran de las mentes más brillantes que teníamos. Te
iluminamos un poco el continente, bastante ennegrecido por Franco y sus
secuaces. No te olvides que nuestros dictadores matazurdos los pusieron
ustedes, las grandes potencias, los yanquis que, con la excusa de combatir
el comunismo, nos violaban y encima se llevaban toda la guita. Les
llenamos los bancos suizos con nuestro sudor. ¿Quién les pagaba los
bigotes a esos generales? Está bien. La crisis del 2001 no te la voy a
discutir. Esa es bien nuestra. No soy tan ciega. La del 2001 fue una crisis
que la armamos nosotros solitos, con ese ímpetu de creernos durante una
década el Primer Mundo cuando todavía nos limpiábamos el culo con las
hojas de parra. Pero bien…si muchos argentos, la mayoría clase media, se
vinieron para acá, fue para hacerles un favor también: ¿qué pulmones les
inflaron la burbuja inmobiliaria? ¿Ustedes se metían entre ladrillos y
cemento a trabajar de sol a sol? Ustedes también se creyeron Alemania.
4- Lo demás es silencio
BENJAMIN: Esa sensación, Madre Santa. Es indescriptible. Aquello que
durante toda tu vida escuchaste o viste en libros o películas, ahora lo tienes
frente a tus ojos. Que la Puerta del Sol, que la Plaza Mayor; que la Sagrada
Familia, que la Rambla, que la Puerta de Alcalá. Que no te alcanzan los
ojos. Que te gustaría telefonear a cada pariente para describírselo. Porque
así son estas ciudades: hermosas, atrapantes, deslumbrantes. Parece que
te abren los brazos y te invitan a enamorarte. Todo es tan bonito que hasta
tienes miedo de desentonar entre sus calles y sus gentes. Y por ello te
gastas unos buenos euros en ropa, en parecer que puedes ser uno más. Y
la nueva ciudad te hechiza hasta el punto que te maravillas del metro, de las
plazas, de los bebederos, de lo más pequeño e insignificante de la ciudad.
Los grandes monumentos están de más. Con lo pequeño ya te rindes a sus
pies, y crees vivir en el mundo de la perfección. Y esa adrenalina, el misterio
de lo desconocido. Estás acostumbrado a otra cosa. A que todo lo bello
tiene su contracara. Así que sospechas. Crees que la ciudad no puede ser
tan segura como parece. Que no puede ser tan tranquila ni previsible. Algo
debe esconder. Desconfías. Sigues cerrando tus puertas con muchas llaves
y candados. Sigues apretando tu mochila contra tu cuerpo en los buses, y
cada tres minutos compruebas que nadie haya hurgado en tus bolsillos.
Pero tus previsiones fracasan. Lo que ves es. Nadie se mete a tu casa a
robarte, ni te quitan las zapatillas cuando vuelves de un partido, ni te
arrebatan la cadenita de oro del cuello en una estación de metro. Ahí
suspiras. Piensas: está bueno esto. Ya estás enamorado. No caben dudas.
Pero como todo enamoramiento en un instante ya no será lo mismo. Porque
esa maravillosa ciudad también puede y sabe poner trabas, cerrar puertas,
y darte vuelta la cara si se le da la gana. Lentamente, de a poco.
Escucharás alguna frase hiriente en tu contra. Quizás alguna mirada
insidiosa que no se quita de ti; o un comerciante que te atiende mal. De
golpe sentirás que quizás esa ciudad no habla tu mismo idioma, aunque las
palabras sean las mismas. Porque ella es tan bella, tan fascinante, que no
te necesita; que puede ser autosuficiente y bien independiente. Y ahí,
mierda, es donde te enfrentas a la primera gran decisión de tu viaje: si te
quedas a su lado a pasearte con la belleza mediterránea bajo sus
condiciones, o tu orgullo es más fuerte y le pegas el portazo.
5- Claro enigma
BENJAMIN: Santiago de Chile tiene 7 millones de habitantes. Barcelona
solo 1 millón 600 mil.
LENIN: Bogotá ronda los 7 millones 300 mil ciudadanos. Madrid unos 3
millones 200 mil.
LUIS: Quito posee unos 2 millones 300 mil habitantes. Pero Valencia no
llega ni a los 800 mil.
CARLOS: ¿Quién me explica porque ellos son tan pocos y nosotros somos
tantos?
LUIS: “Que a los latinoamericanos les gusta el sexo más que el trabajo, y
que tienen hijos a lo pavote, y que si nos lo quieren, los tienen igual porque
están siempre borrachos y no saben cómo ni cuándo meten sus
empuñadoras”, me grita el cabronazo de mi hijo. Que te calles, niño.
6- Del amor y otros demonios
LALI: Me llevó unos días no reírme cada vez que escuchaba la palabra
“coger” en algún negocio. Y tantos otros aprender a decir “¿te puedes
mover?” en vez del fatídico “¿te puedes correr?”. Pero tarde o temprano el
momento llegaría y llegó. Tendría mi primera cogida/follada en la nueva
ciudad. ¿Y que cómo mierda se cogerá aquí? ¿Serán los mismos códigos?
¿El misionero será el misionero, y el perrito perrito? ¿Quedaré cómo paleto,
capullo o puta de acuerdo a las salidas que interponga entre el “hola,
guapa” y ¿Eso es tu polla?”? Ya ni puedo decir “pija” con cierto gusto a lo
prohibido porque aquí significa otra cosa. ¿Y qué termina haciendo la muy
pelotuda que soy? Se encama con un argento en Barcelona. Pero mirá que
sos boluda, o miedosa, ¿o te creías que en su pito te traería algo de la
argentinidad que temés perder? La cosa es que ya busco lo fácil. Y con el
argento era así: conocía sus pasos casi de memoria, como si los muy
boludos se hubieran leído todos el mismo manual de autoayuda sobre cómo
tener sexo, y ahora distingo que hay un “gen” culeador nativo de nuestras
pampas y, algo de esa familiaridad, de recordar con esos movimientos
propios de nuestras tierras mis primeros novios, mis primeras polleras
levantadas en paredones oscuros, y los primeros telos con su olor a
desodorante de ambiente drogando tu deseo. Hice el amor con él o con
Buenos Aires. No lo sé. ¿Me dejé llevar por sus caricias o por sus calles, por
sus palabras dulces o por su rock de los ´80, por su belleza masculina o por
sus teatros, cines y librerías? “Mirá que viajamos mucho para encontrarnos”,
me susurró en algún momento con cierta suavidad. Pero que te callés, fue
mi respuesta. Eso quiero, y quiero que tu respiración me suene a Piazzolla;
y tus poros huelan a Palermo; y que tu pubis me maree como el subte en
hora pico. No me digas soeces de cama, lanzame las mejores puteadas de
los tacheros porteños pasados de merca. No me desnudés con delicadeza,
quiero la violencia contenida de los que protestan con cacerolas por la
avenida Santa Fe. Y así fue que Villa Pueyrredón hizo el amor con Parque
Patricios al otro lado del océano, que los dedos fueron esquinas conocidas,
y los besos aquellas pizzerías porteñas imposibles de olvidar. Después de
esa noche no siguió el amor. Era de esperar. Ya no podíamos mentirnos: su
pija ahora era una polla y mi concha un coño. Y si no nos gustaba ese
cambio que nos dejáramos de joder, que aceptáramos que estábamos lejos,
o que directamente nos volviéramos a casa y se acabó (o se corrió). No le
pusimos palabras: Villa Pueyrredón lentamente se convirtió en Gracia; y
Parque Patricios en El Raval. Ya no éramos lo que éramos. Ya no teníamos
lo que el otro necesitaba. Ya no.
7- Los oficios terrestres
LALI: Un euro. Cerveza. Beer. Un euro. Cerveza. Beer.
BENJAMIN: No, nena, eso es para los pakistaníes. No te metas en su
terreno.
LENIN: Mantita. Unos bolsos de mujer falsificados.
LALI: Unos adornitos chinos.
LENIN: O unos abanicos de plástico con colores bien estridentes.
BENJAMIN: No, man, eso es de los africanos o de los árabes. Y tienes que
saber correr. Y tener escondites secretos en la ciudad: en los cestos de
residuos, en las alcantarillas. Y tener veinte ojos para los polis. Y trabajar de
diez de la mañana a nueve de la noche. No es para ti.
LALI: Qué mala onda.
LENIN: Podemos poner un barcito…
LALI: ...o un bazar…
LENIN: …o un supermercadito pequeño.
BENJAMIN: ¿Pero qué tienen en la cabeza? ¿Tú piensas trabajar de lunes
a lunes de amanecer hasta medianoche sin descansar? No. Los orientales
sí. Así que déjalos con sus curros.
LENIN: ¿Y qué mierda vamos a hacer aquí?
LALI: ¿Vivir de la ayuda social primermundista?
BENJAMIN: No. Podés trabajar en la construcción.
LENIN: No se me da muy bien el cemento, la cal.
LALI: La verdad es que a mí tampoco.
BENJAMIN: Bueno, los oficios podrían ser útiles: electricista,
calefaccionista, colocador de aire acondicionado. O hasta si te haces un
cursillo, puedes entrar de camarero en algún hotel o restaurant.
LENIN: Ummm…soy medio inútil para las manualidades.
LALI: Pero tengo el secundario completo, y un diploma de inglés y otro de
manejo de Word.
BENJAMIN: Estáis jodidos, cachái.
LALI: ¿Y una beca?.
LENIN: Síííííí.
BENJAMIN: Hay muchos latinoamericanos con becas, pero de doctorado,
máster, posdoctorados. Son genios de Biología, o Física, o Ingeniería.
LALI: Ahhh….
LENIN: ¿Entonces un trabajo de oficina, que me deje tiempo para ir a la
playa, ni hablar?
BENJAMIN: Está complicadito.
LALI: Ummmm….podemos poner un chiringuito y hacer empanadas
argentinas o una buena parrillonga argentina con una vaca en la puerta.
LENIN: O arepas.
BENJAMIN: Si tienes pasta, ¿por qué no? O pueden empezar de ayudante
de cocina.
LALI: o vendedor en una tienda.
LENIN: o personal de limpieza.
LALI: o recolector de residuos.
LENIN: Ummmm….
LALI: No estoy seguro, che. No creo que así nos vayamos a hacer la
Europa.
BENJAMIN: Que os den por culo, capullos.
8- Todos los fuegos el fuego
Carlos comienza a cocinar. Huele, toca y corta con una sensualidad casi
salvaje. El olor de los ingredientes y su preparación inundan de aromas todo el
lugar.
CARLOS: Yo hago burritos mexicanos. Empecé sólo cortando cebollas y
lavando los platos en la cocina de un hotel internacional. Después me pasé
al resto “El chile picante”, y después a “La Chilindrina hambrienta”, hasta
que llegué a “Frida y sus bigotes” donde fui el chef principal…algunos eran
más pequeños y otros más grandes…Pero la receta es la misma: la harina
que usaban nuestros aztecas, la sal, el polvo de hornear, la grasa y a
revolver vigorosamente, hasta que la masa esté tersa, elástica y de tono
amarillo. Ya tenemos las tortillas. Ahora falta el relleno: necesitamos carne
de vaca, que comenzó a ser domesticada hace miles de años por las
poblaciones de Oriente Medio y la India; un poco de tomate, de origen bien
americano; unos chiles y papas, bien mexicanotes; unas zanahorias
cocidas, que vienen con pasaporte europeo y asiático; y no olvidar el ajo y
la cebolla, que es el aporte de Asia central a nuestra receta tan típica. La
cosa es que los sabores y los ingredientes también migran. Y todos vienen y
me dicen: “Oye, mexicanote, te salen realmente buenos”. Con esta mano
para la cocina que ni El Chavo ni Cantinflas se hubieran muerto de hambre.
9- Crónica de un iniciado
Lidia comienza a cocinar al lado de Carlos. Se miran. Se susurran frases y
juegan con los alimentos.
LIDIA: Canguro. Así le llaman aquí a mi trabajo. Cuido niños. De otras
mujeres. De mujeres españolas. Yo cuido a los changuitos de otras
mientras mi madre cuida a mi wawa en La Paz. Estas cosas tiene la
migración. Allá ni loca haría este trabajo, justo yo que era la más inteligente
de la escuela. Pero acá es diferente. Me conozco casi todos los parques y
las plazas de la ciudad. Son muy bonitos y tranquilos. Ahí las nenas pueden
jugar y tomar un poco de sol y aire. Se ve que es una costumbre por acá.
Todo el que tiene un rato libre se tira en alguno de los parques o se sienta a
tomarse una cervecita al aire libre. Y yo me la paso pensando cómo me
gustaría que fuera mi hija la que estuviera acá mismo conmigo. Y en algún
momento cierro los ojos, así con fuerza, y trato de imaginarla. Y juro por mi
taita que por un segundo la veo acá, con su vestidito que le trajo Papá Noel,
y las sandalias de Barbie. Pero es solo un segundo, no más que eso.
“Martita, hemos pillado un pajarito. ¿Podemos llevarlo al piso?”. Escucho. Y
ahí vuelvo a la realidad. Yo pensaba traer a mi niña y a mi madre para fin de
año. Pero no sé…la cosa se puso dura aquí. Ya no hay tanto curro de
canguro, porque las españolas no tienen hijos, o si los tienen, como están
paradas, los cuidan ellas mismas. No creo que me den las cuentas para
bancarnos a las tres con lo que puedo ganar: dos cuartos, la comida, ir
haciendo los papeles. Sin trabajo fijo se complica. Me dicen que cuide
abuelos, que ahí están tomando inmigrantes. Pero creo que tengo que
hacer un cursillo. Voy averiguar bien. Quizás eso me salve. Y para que mi
wawa no se ponga mal cuando le tenga que decir que no voy a poder
cumplir mi promesa de que estas fiestas la vamos a pasar juntitas; en
persona, no por skype, le voy a comprar un gran regalo. Un regalo que sea
la envidia de todo el barrio. Sí, para que sepan mis vecinas, que me va bien,
que no es de mala madre que estoy lejos de mi niña, que todo este sacrificio
servirá para algo. ¡Qué increíble! Acá me dicen que no me entienden, que
hablo bajito y cruzado: y en mi casa me dicen que me hago la linda
hablando como zarzuela. Así es mi vida. Y entonces mi niña tendrá el
juguete más grande de todas las compañeras del colegio, el juguete que su
mami que vive lejos le regaló. Y tratará de no llorar y yo lloraré por las dos.
No quiero amargarlos. Hay que aprender a sobrevivir. Yo, por eso, todos los
viernes a la noche, por más cansada que esté, me voy a la cocina y me
pongo a preparar un Pique Macho. Es una forma de estar allí y aquí a la
vez. No sé, quizás es una estupidez, pero es una forma de viajar sin viajar.
10- El juguete rabioso.
LUIS: Debes ser un padre presente, me dijo un psicólogo español al que le
pregunté qué podía hacer para que mijo se adaptara mejor al país. ¿Sólo
eso? Sí, contestó y siguió viendo un partido del Barça en la televisión. El
muy cojudo no puede haber comprado el título, algo debió estudiar. Así que
cada tarde que vuelvo del camello, me pongo con la criatura a repasar las
tareas de la escuela y tratar de enseñarles cosas nuevas. Así que lo siento
derechito en una silla. Y le pongo a repetir las conjugaciones del "Tú" y el
"Vosotros". Yo todavía no me las sé bien, y es probable que no las termine
de aprender. Pero quiero que él sí, que a él le vaya mejor. También le digo
que recuerde que para pronunciar la "s" hay que hacer "sh", la "c" y la "z"
sacando un poquitito la lengua como zi fueran zezeozoz y ze hubieran
mordido la lengua, y la "d" no existe. Tú sabes mi niño que a "Madrid" lo
pronuncian "Madrí" o a lo sumo "Madríz", "tuneado" lo pronuncian "tuneao".
Y el muy maleducado, me dice: ¿Y las puteadas? Eso quiero aprender. Si
hablamos de sonoridad, de la lengua como poesía, como música, que a mí
me parece que las puteadas es la mejor música que tienen aquí. Me quedo
helado. No sé si me habla mi hijo o si fue poseído por un demonio
anarquista catalán. “Capullo, Gilipollas, Que os den por culo, Cabronazo,
Coñazo, Zorra, Bujarrón. ¿Te das cuenta, no? Son una delicia para los
oídos”. Y me quedo en silencio uno segundos. “María, ven acá, ya no sé
qué hacer con tu hijo. Y me voy a descansar a la cama. Joder”. Sí, esa
también está buena: joder.
10- Tierra bajo los pies
LALI: Receta del migrante. Paso a paso.
LIDIA: En primer lugar, poner una buena cantidad de encantamiento.
BENJAMIN: Bien sazonada con toda la idealización posible.
LENIN: Pero no olvidar que antes de estos ingredientes, debimos introducir
en la preparación una buena sensación de cansancio, enojo y desilusión
con el país de origen.
LALI: Sí, importantísimo para que tenga ese sabor tan particular.
LENIN: Con fuego moderado, ir agregando los ingredientes de la receta.
BENJAMIN: Un poco de “aquí hay orden y respeto”.
LALI: Unos gramos de “no hay tanta corrupción ni burocracia”.
LENIN: …y el toque característico que le da “los servicios públicos
funcionan”…
BENJAMIN: Y amasar con un poco de “acá hay poca delincuencia y mucha
seguridad”.
LALI: Eso sí, para mantener la tradición de este plato, hay que quitarle a
todos los ingredientes los posibles enriquecimientos ilícitos, políticos
corruptos, altas tasas de desocupación, aumento de villas miseria, y
represión.
BENJAMIN: Y lo dejamos allí, a fuego lento durante uno, dos o a lo sumo
tres meses.
LENIN: El olorcito durante la cocción te mantendrá en un éxtasis total.
LALI: Hasta que llegue el momento de destapar la olla y mirar dentro.
LENIN: Y darte cuenta que no reconoces la preparación.
BENJAMIN: ¿Qué es esto? ¿Machas, choritos u ostras?
LENIN: ¿Y el sabor? No sé a qué me sabe esto. ¿Es pargo, trucha o
bocachico?
LALI: Y ahí extrañás los colores, los olores y los sabores de otras épocas. Y
pensás: ¡Qué lástima que no se consiguen estos ingredientes en mi tierra!
Allí sí sabrían muy sabrosos.
LIDIA: ¿Y qué hacemos?
LENIN: ¿Lo tiramos o lo comemos?
11- Nocturno de Chile
BENJAMIN: Mi madre me preguntó el otro día si me había hecho amigos
acá. “Que por supuesto, mujer, tengo a patadas amigos aquí”, le contesté
orgulloso de que mi teléfono móvil tuviera una agenda nutrida. ¿Nutrida?
Qué cojones. Ahí caí en cuenta. La mayoría de mis contactos ya no están
en la ciudad. Estuvieron y se fueron. Los conocí, nos tomamos unas cañas
y nos reímos un rato, pero ya no están, ya no estamos. Sólo me queda de
ellos alguna foto, un contacto en Facebook y un número en mi agenda del
móvil que ya no uso. Y con dolor, los fui borrando: Alex, el bailador
argentino de flamenco; Fabienne, la suiza que hace rubberstamps; Rosa, la
mexicana que vivía en Bruselas; Julie, la australiana que estudiaba
castellano. Gente que sé que no volveré a ver. Personas que pasaron por
mi cuerpo, mente, y corazón. Quince personas menos en la memoria de mi
teléfono. Cada vez que mi pulgar los eliminaba sentía que yo iba
cambiando. Que a cada nueva persona que llegaba a mi vida le daba un
poquito menos de mí. Ya no tenía amigos. Caí en la cuenta. Ahora tengo
compañeros de cañas y bares. Joder.
12- Este domingo
LIDIA: (Tratando de hablar por Skype con su hija) Te veo, mi niñita, pero no
te escucho. ¿Tú me escuchas? (Tratando de adivinar) ¿Sólo me ves, nada
más también? Ya le he dicho a la abu que hablara con la empresa de
Internet para que mejoren el servicio, pero no hay caso, mi hijita. Te
amooooooo….Mirá qué grande que estás. Ya cumples siete añitos. Parece
mentira, mi cielo. A ver muéstrame el lindo vestidito que te has puesto. Mira
que eres bonita. Y buena, niña. Muéstrame quiénes están ahí. (Haciendo el
gesto con la cámara) Así….Sí….Uyyyy…está la tía. Hola, Chechi. Y están
los primos. Hola, chicuelos. Un beso enorme para todos ustedes.
¿Ahhh…eso te han regalado? Qué bonito. Ahí trae la torta la abuela. Sí, mi
niña, a cantar el feliz cumple. Espera. Un minuto porque no me escuchan.
Un minuto. No soples las velitas todavía. (Toma unas hojas y comienza a
escribirlas. Al terminar, haciendo los gestos para que la entiendan) Ahora sí,
mi niña. A cantar.
Comienza a cantar el feliz cumpleaños haciendo bien marcada las sílabas
para que su hija pueda verla. Ante cada frase, saca una de las hojas que
acaba de escribir que contienen los versos del feliz cumpleaños y los
muestra frente a la cámara de la computadora portátil:
“Que los cumplas feliz”
“Que los cumplas, Danielita”
Al terminar, grita “Bravo”.
A pedir tres deseos mi niña. A pedir los tres. (Comienza a llorar)
13- Nada que perder
LUIS: Mi guagua estaba enfermo. Una gripe y un poco de fiebre. Mi mujer
tenía que limpiar un apartamento, así que me quedé a cuidarlo yo. Ya no
quiero hablarle porque me da miedo. Yo no sé de dónde saca sus ideas.
Prefiero que mire la tele o que juegue unos partidos en la compu. Lo que
todo niño ama. Menos el mío. Que sólo disfruta preguntando. ¿Y por qué?
¿Y cómo? La buena nueva fue: “Papi, ¿por qué los españoles usan tantos
animales para hablar?”. Puta madre. De qué me hablas, mocoso. Y me
largó: “Escucha esta listilla me la armé en uno de los recreos de la escuela:
Ser canguro; Ser camello; Comprar caballo; Mono; Salir rana; Montar
el pollo; Estar al loro; Estar como una cabra; Estar perro; Quedarse pajarillo;
Ser chinche; Ser un merluzo; Ser un pulpo. ¿Y qué me cuentas? Me encogí
de hombros y subí el volumen de la tele.
14- Vagamundo
LENIN: A prestar atención, sudacas. ¿O quieren exportar sus vicios y
miserias por el mundo?
BENJAMIN: Dale, colombiano, no te hagas el fino.
LALI: Dejalo que siga.
LENIN: Gracias. Lección 1: A saludar con dos besos.
BENJAMIN: Fácil.
LENIN: Lección 2: tirar papeles y desechos en los cestos de residuos.
LALI: Se me complica un poco, pero trato.
LENIN: Lección 3: No entrar corriendo al metro y dar el asiento cuando
corresponda.
LALI: Ummm…ya pensar en tener que tocar un botón o palanquita para que
se abran las puertas, tener que decir metro en vez de subte, y encima
querés que entre despacio y sin tirarme de cabeza para sentarme.
LENIN: Sí.
LALI: Me lo voy a pensar.
LENIN: Última lección del día: Estar más pendientes de las noticias de aquí
que de allá.
BENJAMIN: No, colombiano, ahí ya me pides demasiado.
15- La traducción
LALI: Latinoamericano, -na: (Del lat. latinoamericanus). Mamífero bípedo
(mientras no beba demasiado) del orden de los Homo Sapiens, que habita
el vasto continente americano, se comunica mediante una lengua latina,
posee una cultura indoamericana, y una raza poliétnica.
CARLOS: Suele unir rasgos opuestos: es solidario y egoísta; es alegre y
melancólico; defiende sus raíces y se fascina por todo lo extranjero; es
soberbio y amigable; es agresivo y amable. Tiene la capacidad de opinar
sobre todo sin necesidad de saber de nada; y sus opiniones pueden mutar
con la misma rapidez con las que las enuncia.
LALI: Es frecuente que odie a los políticos en general por corruptos, pero
también puede adorar a los mesías de turno. Le gusta proponer nuevos
términos y palabras que les permitan sentir que el idioma también es de
ellos. Le gusta la sobremesa, las charlas, valorar la amistad; protestar; tener
remedios caseros para toda afección. Canta, escribe, lee, reza, crea,
inventa, trabaja, lucha, guerrea a veces, y a veces hace la paz; apoyándose
en el orgullo de ser independientes.
CARLOS: Tiene por virtudes la creatividad, la ocurrencia, la inteligencia, la
calidez, el compañerismo, el sentido del humor, la sensibilidad, la jocosidad,
la espontaneidad, y la plasticidad o capacidad de adaptación. Se suele decir
que son de sangre caliente (pasión, baile, etc...), que pueden poseer
culturas (originarias, europeas, africanas) e ideologías, colores y sabores
(comida) muy diferentes, con una fauna y flora excepcional.
LALI: Tiene por defecto que encuentra placer viviendo al límite de las
normas establecidas, e inclusive al límite de sus propias normas. Que la
indisciplina se aplaude y que la previsión, la capacidad de organizarse, de
proyectar termina aniquilada por la improvisación y la confianza en la
creatividad o la suerte.
ACTO III
1- Nadie nada nunca
Navidad. Suenan a modo de eco los fuegos artificiales. En una terraza techada,
con guirnaldas de colores, con adornos navideños. Todos se encuentran
tratando de bailar.
LENIN: Me siguen todos. Dos pasitos para adelante y dos para atrás. Y con
la cintura se hace así.
BENJAMIN: Me parece que no nací para la salsa.
CARLOS: Y yo tampoco.
LENIN: A las chicas sí que les sale. Vamos…a rumbear…que no se corte el
ritmo.
Lenin comienza a cantar la canción “La magia de tus besos” del Grupo
Niche y todos tratan de seguirle los pasos que propone. Luis es el primero
que abandona y se sienta.
LUIS: Yo mejor me siento porque cuando lleguen mis hermanos no voy a
poder ni saludarlos.
CARLOS: Yo tengo que seguir preparando la cena.
BENJAMIN: Yo tengo sed, cachai.
LIDIA: Yo estoy empezando a extrañar. Me pasa todas las navidades.
LALI: Yo voy a prender la compu para saludar a mi familia.
Lenin no se detiene y sigue bailando aunque el resto haya abandonado.
LUIS: ¿Quién tiene el billete de lotería?
CARLOS: Yo. Lo dejé en el bolsillo de la chaqueta.
Lenin se detiene repentinamente y los mira a Luis y a Carlos.
LENIN: Menudo problema si nos ganamos la lotería.
LUIS: ¿Por qué?
LENIN: Claro. ¿Qué harías con toda esa plata? ¿Te quedas o te vas?
BENJAMIN: Me quedo.
LIDIA: Me voy.
LUIS: Me quedo.
CARLOS: Me voy
LENIN: Yo no sé.
BENJAMIN: (A Lali que no está en escena) Lali: ¿tú te quedas o te vas?
LALI: (En off) Cocinó el mexicano. Ni loca me voy. Me voy a quedar a
emborracharme con ustedes hasta el amanecer.
2- Viva la música.
Lali intenta enseñarle a bailar tango a Lidia y Lenin. Ella los observa y
bailan con el tipo de danza de tango que muestran las películas
norteamericanas donde juntan las mejillas y caminan agarrados hacia un
lado y hacia otro.
LALI: ¿Qué están haciendo?
LENIN: ¿Y a ti qué te parece?
LIDIA: Bailando tango.
LALI: Lamento decirles que eso no es tango. Bueno…es el tango que
hacen que bailan en las pelis yanquis pero que en realidad no existe…en mi
casa no se baila así. Nada que ver.
LENIN: ¿Tu casa?
LALI: Sí, mi casa.
LIDIA: ¿Y cuál es tu casa?
LALI: ¿Cómo?
LIDIA: Sí, ahora estamos en tu casa. Que yo sepa tú vives aquí, tú pagas el
alquiler de este apartamento, pagas los impuestos de este lugar, aquí traes
a tus amores…
LENIN: A tus amigos…
LALI: Esta no es mi casa. Mi casa es mi casa.
LIDIA: A ver si entiendo: ¿tu casa es tu casa de Buenos Aires?
LALI: Sí.
LENIN: La casa que dejaste cuándo te viniste.
LALI: Ummmm…no. Esa es mi segunda casa. La de soltera. Mi casa es la
de mis padres.
LIDIA: Si es de tus padres, no es tuya.
LALI: Es donde me crié, donde aprendí a ser quién soy. Allí era alguien, me
conocían, sabían mi nombre.
LENIN: Pero ahora vives aquí. Esta es tu casa. Aquella “era” tu casa.
LIDIA: Lali, ya hace tres años que estás en Barcelona. Ya tienes que
cambiar el “acá” y el “allá”. Tu “acá” es este, aunque te cueste aceptarlo.
LALI: No te hagas la superada, Lidia. ¿Cuál es tu casa? ¿La habitación de
dos metros cuadrados que compartes con cinco inmigrantes acá o la casa
donde están tu hija y tu mamá esperándote, dónde conoces a tus vecinos, a
quién puedes pedirle un favor, un poco de leche, o que te preste el
teléfono?
A Lidia le afecta la pregunta. Se queda en silencio, pensativa.
LENIN: Yo ya me siento cómodo en la ciudad. Me aceptan cómo soy. No
me juzgan por ser gay. Puedo caminar libremente por la calle, tengo mis
playas. Y tengo amigos, y tengo vecinos que me saludan.
LIDIA: Mi casa es donde yo pueda darle una buena vida a mi wawa. Y
hasta ahora no estoy segura donde puedo lograrlo. Quizás me equivoque.
No lo sé. Pero esa es mi casa y mi patria, la que me deje criar a mi hija en
paz y con una vida digna.
3- Metamorfosis de lo mismo
LUIS: Mijo ya pertenece. Debe ser el colegio. En unos meses los chiquitos
ya se conectan como si se conocieran de toda la vida. La cuestión es que
ya me habla como español. A veces cuando estoy distraído haciendo
alguna cosita en el apartamento y escucho los gritos de mi guambra
jugando, me doy vuelta para comprobar que sea realmente él quién está
conmigo. Hasta que no veo su carita morocha con oyuelos blancos, me
pienso que me lo sacaron. El me quiere enseñar ahora a mí. Me sienta en el
sillón y me hace repetir palabras como un loro: “vale”, “tío”, “gilipollas”, “¡qué
guay!”, “muy”, “flipante”, “mogollón”, “qué guapo”, “qué chungo”, “qué chulo”.
Pero no hay caso las palabras no se quedan en mí.
4- Tierras del sin fin
CARLOS: Lo mejor de irte a otro lugar es que tienes la posibilidad de
reinventarte, me dijo mi mejor amiga cuando me fui de México.
BENJAMIN: Lo mejor de irte a otro lugar es que puedes ser otro, que nadie
sabe quién eres y quién puedes ser, me dijo un weón amigo cuando me fui
de Chile.
CARLOS: Y yo la miraba y pensaba.
BENJAMIN: Y yo lo miraba y pensaba.
CARLOS: Uauuu…puedo ser cualquier otro.
BENJAMIN: Puedo convertirme a esta edad en quien yo quiera ser.
CARLOS: Nacer de nuevo.
BENJAMIN: Diez segundos de plenitud me invadieron con esa idea.
CARLOS: Tiempo suficiente para imaginar todas mis posibles nuevas vidas.
BENJAMIN: Ahora sería mucho más seguro.
CARLOS: Me haría menos problema de todo.
BENJAMIN: Sería mucho más gracioso.
CARLOS: Dejaría de fumar.
BENJAMIN: Haría ejercicio.
CARLOS: Ya no me prometería cosas que no iría a cumplir.
BENJAMIN: No mentiría para ocultar mis miedos.
CARLOS: Dejaría de putear por putear.
BENJAMIN: De no poder decir que no.
CARLOS: De no poder decir que sí.
BENJAMIN: Dejaría de gastarme hasta la última moneda apenas a mitad de
mes.
CARLOS: De soñar con imposibles.
BENJAMIN: Pero diez segundos es poco.
CARLOS: Bahh…es suficiente para darte cuenta que el océano no es un
vientre.
BENJAMIN: Y que cambiar de continente no es ser parido de nuevo.
CARLOS: Y que en una hora, un mes o un año vas a empezar a repetir
cada una de esas cosas que ya no querías contigo.
BENJAMIN: Y que te das cuenta que son tuyas, que es tu equipaje
invisible.
CARLOS: Que eres lo que eres.
BENJAMIN: Estés donde estés.
CARLOS: Y el sueño de ser Superman…
BENJAMIN: …de entrar a una cabina telefónica para salir volando es solo
un deseo incumplido más.
CARLOS: Porque queramos o no. Somos el Chapulín Colorado.
BENJAMIN: Con poderes sobrenaturales nulos.
CARLOS: Pero más queribles.
5- El discurso vacío
Todos entran con comidas y bebidas típicas. Brindan y convidan. Hablan al
frente levantando sus copas.
LENIN: Que mejor te apagas la televisión.
BENJAMIN: Y no te lees los diarios.
LIDIA: Y no te escuchas la radio.
CARLOS: Y no te dejas llenar el tiempo con noticias que no son noticias.
LUIS: Si lo que tú quieres es conocer realmente de dónde vengo.
LALI: Si tenés ganas de conocerme.
CARLOS: Porque yo no soy asesinatos de narcotraficantes.
LENIN: Ni los secuestros de las F.A.R.C.
BENJAMIN: O un dictador multimillonario.
LIDIA: Porque yo no soy un cultivo de coca.
LUIS: Ni una canasta de plátanos.
LALI: O los campeones mundiales en tener crisis.
CARLOS: Porque yo no soy unas espaldas sudadas queriendo cruzar la
frontera.
LENIN: Niños desnutridos.
BENJAMIN: Carabineros dando golpazos a todos.
LIDIA: Aborígenes sin derechos.
LUIS: Viviendas sin agua ni luz.
LALI: Políticos populistas.
CARLOS: Que te enteras que esas son tus noticias…
LENIN: Tu negocio.
BENJAMIN: Tu imagen.
LIDIA: No, la realidad.
LUIS: Sírvete.
LALI: Prueba el sabor…
CARLOS: …los aromas…
LENIN: …las texturas.
BENJAMIN: Decime sinceramente:
LIDIA: Hola, Bolivia.
LUIS: Hola, Ecuador.
LALI: Hola, Argentina.
CARLOS: Hola, México.
LENIN: Hola, Colombia.
BENJAMIN: Hola, Chile.
LIDIA: Vamos a conocernos, a compartir la mesa.
6-
El canto errante
Pasaron unos cuantos minutos. Los brindis se acumularon. Desbordaron.
Cayeron. Las copas vaciadas a fuerza de bocas americanas sedientas trajeron
un poco de nostalgia, de melancolía. La reflexión desplaza lentamente a la
alegría impostada de la Navidad.
LUIS: Aunque volviera mañana mismo…
LALI: Aunque tratara de olvidar cada recuerdo de los últimos años…
CARLOS: Aunque metiera mi orgullo en el bolsillo…
LENIN: …y sacara un billete de avión con destino a mi tierra.
BENJAMIN: Ya no sería el mismo.
LIDIA: Ya no seríamos los mismos.
CARLOS: No importa que vuelva a la misma dirección…
BENJAMIN: …al mismo teléfono, al mismo barrio…
LIDIA: …a tener los mismos vecinos…
LUIS: …y los mismos posters pegados en la pared.
LENIN: No importa que el borracho siga adornando la esquina de siempre..
LIDIA: …o que no hayan borrado el grafitti que una vez escribí con fibrón en
el paredón de la vuelta.
LUIS: Lo cierto…
LALI: …ineludible…
CARLOS: …inevitable…
LENIN: …es que ya no sería nada igual.
BENJAMIN: El lugar.
LIDIA: Ni las personas.
LUIS: Ni mi forma de amar y ser amado.
LALI: Cuando hicimos nuestras valijas y dejamos nuestros hogares…
CARLOS: …quizás todavía no lo sabíamos.
LENIN: Que emigrar es un viaje sin retorno.
BENJAMIN: Donde hasta volver no es volver.
LIDIA: Sino empezar de nuevo.
7- No me esperen en abril
Juntando los restos del festejo mientras de fondo se escuchan algunos
gritos y canciones. Platos descartables, copas, guirnaldas de colores son
levantadas por todos hasta que Lali se detiene, los mira a todos.
LALI: Yo siento ya, acá, en mis entrañas las ganas de volver. Y como fue
una sensación, un impulso, un latido desde mis adentros los que me
empujaron a partir, a dejar todo y atravesar el océano, ahora son esas
mismas partes, ese mismo sentimiento inexplicable el que me dicta la orden
de volver. Ya sé: me dirán, ahora que la crisis llegó a Europa, te rajás para
Argentina. Pero no es eso. Ya sé me dirán: te vas porque no tenés el trabajo
que ansiabas, o porque no tenés una pareja formada. Pero no. Quizás esas
hubieran sido excusas para posponer la decisión, pero tal como me fui
porque lo sentí, por esa misma causa es mi vuelta. Queridos compañeros,
esta será mi última Navidad con ustedes, por lo menos en esta ciudad. Me
llevo conmigo haber conocido lugares y personas fascinantes, haber
ensanchado mi mente y haber vivido una experiencia tan intensa que tendré
que aprender a volar, a refrescar esa intensidad en la rutina de mi nueva
vida en Buenos Aires. Ya no me sucederán todos los días hechos
conmovedores, dignos de ser recordados y contados, no tendré la
posibilidad de conocer diariamente a personas de todo el mundo, y sentirme
feliz de descubrir un nuevo guiño de una cultura que me es ajena. Pero el
viaje es una etapa. Y yo la cumplí. Ahora tendré que aprender a quedarme,
a disfrutar lo cotidiano, lo que siento mío. Si no lo hiciera, lo que estaría
haciendo es huir. Y ya me siento fuerte como para dejar de lado esas
cobardías. Estuve mucho tiempo en otra ciudad pensando constantemente
qué pasaba en Buenos Aires. Es cierto que desde el primer día estuve
enamorada de Barcelona pero también siempre supe que no sería para
siempre. Ya me empieza a doler no poder compartir anécdotas de mi país,
de sentirme una extraña, una turista, una visitante; que ahora lo malo pesa
más, y lo lindo ya no brilla como antes. Que quiero estar en casa, joder. Que
sólo quiero estar en casa.
CARLOS: Yo también tengo una noticia. ¿Se acuerdan el pasaje que saqué
para volver? Bueno…lo devolví. Me arrepentí. Yo no me puedo volver. Ya
no soportaría la inseguridad, las payasadas de nuestros políticos; el
machismo; la violencia que profesamos cada día; la indigencia que se nos
acostumbra en el paisaje. No quiero perder esta sana sensación de poder
volver caminando luego de una noche de borrachera a mi casa sin el temor
de que alguien me mate en una esquina, o me secuestre o me pegue solo
por placer. Aunque sea un error, será un error mío. Y siento que volver es
retroceder, porque el tiempo siempre avanza y el camino es hacia delante.
Y mi horizonte ya está en estas tierras, donde no tengo que estar
preocupado de que las leyes dicen una cosa y la realidad es otra, donde me
acostumbré a conductas y costumbres que ya no puedo ni quiero ceder. Me
gustan las calles de Barcelona. Me gusta la playa. Sus comodidades. El
movimiento progresista de la ciudad. Me gusta. Me gusta todo. Y lo vivo y lo
disfruto a más no poder. Día a día. Con una gratitud indescriptible. Y yo sé
que nada de esto es mío. Nada. Que en la calle solo veo caras extrañas.
Lenguas y acentos diferentes. Pero no me caben dudas que nací para irme,
para viajar, para probar países y culturas. Y sé que en algún momento esta
fiesta que es Barcelona para mí se va a terminar. Que me quedaré solo
juntando los pitillos y las latas de cervezas. Pero quién me quita lo vivido.
Seguramente partiré para Singapur o para Israel donde siempre están
buscando cocineros como yo. Quién sabe. No dejaré de desearle a mi país
que pueda lentamente adquirir las cosas que me fascinan del “Primer
mundo”. Pero yo ahora no los puedo acompañar. Quizás llegue ese día
donde deje de comparar, donde mi espíritu deje de pedirme seguir
buscando nuevas rutas y ahí pueda darme la vuelta. Quizás llegue.
8- El reino de este mundo
LENIN: (Señalando a Luis) Luis fue el primero de los hermanos en venir a
España y el único que decidió no volver. Son cuatro, los hermanos, todos
varones, y uno a uno, primero ellos, y luego sus mujeres e hijos, toditos
fueron llegando. Llegaron todos a Llobregat, con la misma frase en los
labios: “Nos vinimos porque allá no hay futuro”. Un año y cinco meses
estuvieron juntos los cuatro hermanos en el lugar donde sospechaban que
sí tenían su futuro. Fue una buena época. Pero de a uno, en el orden
inverso en el que arribaron, angustiados por la distancia abismal entre los
sueños de lo que les esperaba en estas tierras y la sincera realidad, se
acogieron a un plan oficial de retorno a Ecuador. “Si la voy a sufrir, Luis, lo
quiero hacer en mi verdadero hogar”, le iban diciendo sus hermanos a
medida que se subían al avión. No sintió que lo traicionaron. Pero casi. Luis
fue el primero en venir y el que les consiguió el alquiler de apartamentos, los
primeros trabajos, los trámites para los papeles, todo para que se fueran
instalando con cierta tranquilidad. La maldita crisis. Ahora en España, los
vuelve a separar. Sí, Luis tampoco consigue trabajo estable. Hace
pequeñas refacciones para los vecinos y poco más. Pero no se arrepiente
de su decisión de quedarse. Su hijito ya tiene 6 años y casi que es español,
tiene sus amigos acá, y en la escuela recién ahora le está yendo bien otra
vez. “Puede sufrir el Síndrome de Ulises si tiene que atravesar nuevamente
el estrés de la migración”, le dijo el psicólogo al que le volvió a reparar la
persiana del comedor. No lo entendió del todo, pero sentía que algo de
razón tenía.
LIDIA: (Señalando a Benjamín) Benjamín volvió a Chile. En este caso, no
es fácil determinar si fue por decisión propia o por necesidad. Lo cierto es
que después de dos años su padre ya no quiso seguir pagando el Máster en
Comercio Internacional que Benjamín solo usaba como excusa para
alejarse del destino que su familia se esforzaba en construirle en su
Santiago natal. Se había sentido a gusto al colgar su traje diario, sus
camisas de cuello bien duro y las corbatas lisas y dar lugar a los jeans,
zapatillas y polos. Durante su primer año en Barcelona, Benjamín se dedicó
a ser un turista eterno, se pasaba de fiesta en fiesta, de chiringuito en
chiringuito, recorriendo los pueblos y playas de las cercanías, y contando
las faltas del Máster para no perder la regularidad. Ya en el segundo año
aprendió a disfrutar de los pequeños placeres de la vida y también a
extrañar. Todas sus amistades en Barcelona llegaban y se iban en un
vaivén que con el correr de los meses le empezó a pesar. La noticia de que
el padre no le seguiría pagando sus estudios de posgrado ni enviándole la
mensualidad correspondiente, sumado a la imposibilidad de obtener un
empleo, le facilitaron la disyuntiva sobre retornar o quedarse. Cuando dejó
Barcelona, lloró, con timidez pero con fuerza; lloró como un niño. Por irse
queriendo, pero sin querer a la vez. Ahora ha vuelto a su departamento
frente al Cerro San Cristóbal en Santiago. Se asoma a la ventana y no
escucha a decenas de familias hablando y gritando en idiomas distintos
como sucedía en su piso de Barcelona. Tampoco le llegan esa variedad de
músicas y olores que se colaban cada noche por todas las aberturas.
Todavía no le ha atendido el teléfono a su padre. Sabe que tiene que tomar
una decisión. Las horas que se aproximan serán para definir quién quiere
ser y qué quiere hacer.
LUIS: (Señalando a Lenin) Lenin se quedó en España. Dejó Barcelona pero
viajó a Bilbao para seguir a un nuevo amor y para probar suerte por
aquellas tierras. Siempre fue un hombre muy sensible, pero desde pequeño
aprendió a esconder esa sensibilidad para no sufrir. El que no lo conocía a
Lenin solo veía a una persona segura y hasta un poco egoísta: “esto es mío
y sólo mío”. Puro instinto de supervivencia. Tuvo que luchar mucho siempre
por todo lo que ha deseado, y eso le desarrolló una tendencia a ser duro.
Solo se conmueve cuando habla con sus padres por teléfono y les cuentan
anécdotas de sus sobrinos. Piensa que se fue cuando eran muy pequeños y
que ya no lo recordarán. Si bien mantiene contacto con alguno de sus ex
compañeros de la Policía, Lenin siente que esa etapa de su vida es parte de
otra vida. Le parece mentira que hace pocos años estaba patrullando las
calles de su Bogotá natal, y ahora se dedica a realizar tatuajes. Es bueno.
Siempre le había gustado dibujar, pero nunca imaginó que se volvería su
oficio y su modo de vida. Todos los amores que ha tenido desde que llegó,
que no son pocos, tienen un pequeño o gran tatuaje realizado por él.
“Llevan mi marca de por vida”, se ufana cuando le preguntan. Su actual
pareja tiene piel oscura, quizás por su descendencia árabe, todavía virgen
de las garras tatuadoras de Lenin. Pero es solo cuestión de tiempo. Está
feliz de haber viajado a Bilbao. Lenin descubrió que es tan intenso que en
pocos meses se deglute una ciudad entera, se conoce cada rincón, cada
museo, cada bar, y que apenas siente esa sensación de conocer a plena
esa ciudad, que apenas empieza a sentirse cómodo, es cuando siente el
momento de partir, de volver a empezar en un nuevo lugar.
BENJAMIN: (Señalando a Lidia) Lidia volvió a Bolivia. Después de tres
años, se reencontró con su hija y con su propia madre. Lidia sabía que
debía tener un proyecto y agarrarse de eso para poder soportar la distancia
y la separación familiar. Sabía que no deseaba limpiar pisos toda su vida y
que en tres años debía ahorrar el dinero suficiente para poder llevar a vivir
con ella a su familia a España. No lo logró. Su proyecto no se concretó.
Pese al esfuerzo y a las privaciones, no alcanzó a juntar el dinero suficiente
para cumplirlo. Se prometió no deprimirse. Nunca renunció a ponerse
maquillaje, a verse bonita. “Aquí ni siquiera te importa cómo te vistes. ¿Por
qué te debe importar si todo lo que haces es limpiar pisos?”, es la sensación
a la que no quiso ceder. Lloró lo suficiente su proyecto trunco para llegar a
Bolivia con la mayor sonrisa que cabía en su rostro y ninguna culpa por el
tiempo perdido. Es apasionada y aprendió a ser fuerte. Ya no busca, desea,
ni sueña; solo actúa. Apenas llegada a La Paz, con los pocos euros que se
trajo como ahorro, montó en apenas una semana una tienda de ropa
femenina. Es cierto que las primeras semanas se sintió una extranjera en su
propia ciudad, en el propio barrio donde nació, creció y se hizo adulta.
Durante algunas noches soñó con Barcelona y en algunas ocasiones hasta
se levantaba confusa de que las puertas de su habitación estaban en
diferentes lugares. Todo sigue desacomodado. Todo sigue raro. Su hija
trata más como madre a su abuela que a ella misma. Pero Lidia no
desespera. Sabe que es cuestión de tiempo. Los golpes contra la pared le
enseñaron a tener el temple y la paciencia para superar sus miedos, para
no olvidar en ningún momento quién es y que sólo aquí siente que
realmente puede ser ella misma. Mientras vuelve a acomodar cada uno de
las cosas que hace tres años había dejado en unas cajas, siente que su
vida también tendrá nuevas oportunidades, como esos portarretratos a los
que les quita el polvo a fuerza de soplidos y vuelve a colocar en los muebles
de su habitación.
FIN
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