Sudacas. Errantes del nuevo milenio Por Gabriel Fernández Chapo fernandezchapo@yahoo.com.ar Acto I 1- Residencia en la tierra Una playa casi atorada por los grandes hoteles de Cancún (Quintana RooMéxico); o una calle adoquinada y sucia de San Telmo (Buenos AiresArgentina); o un barcito de La Candelaria (Bogotá- Colombia) decorado a fuerza de posters de estrellas de rock de los años ´80; o quizás una feria callejera de La Paz (Bolivia) que se obstina en serpentear pendientes; o un puestito callejero que vende empanadas de pino frente a la Casa de la Moneda de Santiago (Chile); o en la puerta de un restaurant típico de la calle La Ronda (Quito- Ecuador); o ningún lugar. CARLOS: En mi tierra, güey, yo tenía mi propio changarro, un lindo restorán en Cancún, cerca de la playa, donde cansarme cada día y cada noche, una casita humilde, mis primos y amigos que trabajaban conmigo. Aparece de la nada, una noche, un pinche gringo. Había cenado un par de veces en la mesa junto a la ventana pero nada más. Comía, pagaba y se iba. ¿Te compro el restaurant?, me dice. No mames, contesto. ¡Que tires un número, cabrón!, arremete. Y ni lo pienso. Le duplico el valor del bisne para no venderle y que el gringo no me venga a chingar con su prepotencia. Chale, güey, el muy hijo de la chingada me llenó todita la mesa de dólares. Ahora tengo lana y nada qué hacer. LALI: En mi tierra, tenía un título universitario en Artes Plásticas, un ex novio viviendo en el departamento de enfrente al mío, al que le iba mucho mejor que a mí y al que le veía todas sus supuestas amigas ahora convertidas en amantes; un contrato de alquiler por renovar que me duplicó su valor; un trabajo como profesora de Dibujo en una escuela de las afueras de Buenos Aires que se caía a pedazos, unas rastas recién estrenadas, y un cosquilleo dentro mío que me pedía mundo, que me pedía aire y que me hacía buscar todas las becas que me escupiera Google. Ahhh…y una familia con olor italiano que no entiende el por qué de la partida. LENIN: En mi tierra, tenía unas arepas riquísimas cada mañana para desayunar solito desde el balcón, y unos manes con los que nos gustaba rumbear todos los fines de semana o prendernos unos traguitos en La Candelaria; y muchas tardes de gimnasio, y un trabajo en la Policía que me gustaba mucho, trabajo que dejó de ser trabajo cuando al comandante no le gustó unas foticos mías del Facebook con mis amigos gays. “Lenin, que ya te estás amariconando mucho. No es imagen para la institución”, murmuró el jefe. Esa es mi vaina. LIDIA: En mi tierra, tenía un corazón enamoradizo, muchas cartas de amor, gran pasión por la lectura, muy buenas notas en el colegio y varios profes que me decían que tenía que seguir la universidad. También tenía un vecino con una lengua muy dulce para conquistar, que me cambió la universidad por un casamiento a los 20, por un embarazo a los 21, por una hija a los 22 y por una nueva soltería a los 23. Ahora tengo una hijita hermosa que quiero que sí pueda estudiar, una madre que me ayuda y un ex marido borracho que solo sabe caer a las tres de la mañana cuando se queda sin dinero para seguir machado. BENJAMIN: En mi tierra, tenía un padre pinochetista por más que no lo dijera públicamente salvo que el pisco le largara la lengua; la imposibilidad de estudiar en la universidad la carrera de Psicología que tanto me gustaba; un empleo aburrido en una oficina que hacía trámites de comercio exterior; unos weones amigos que se fueron a probar suerte por el mundo y que me dejaron rogando encontrar a alguien que me haga la segunda los sábados a la noche, y unas ganas terribles de no parecerme a mi viejo que sólo piensa en hacer dinero y más dinero. Por supuesto que el Máster que me fui hacer a España lo paga mi padre, cachai. LUIS: En mi tierra, tenía una esposa muy bonita y compañera, un hijo pequeño, una familia que ocupaba toda la cuadra y media de la vuelta, un trabajo, que después ya no lo tenía, que después tenía otro; y que ya después tampoco tenía ese otro; unas deudas pequeñas; unas deudas más grandes, la vergüenza de pedir plata a mis ñañas y a mis cuchos, dos veces que me robaron en la casa; y un cansancio que empezaba a hacerme arrastrar los pies. 2- El Aleph Parados dentro de una gran valija abierta. Sus pies chapotean en el interior como si fuera una fuente de agua cristalina. Pero no. Solo hay algunas prendas de ropa. Sus cuerpos desplazan la ropa. La tiran salvajemente. O dulcemente. O no la tiran. Las valijas se cierran. Ellos dentro. CARLOS: ¡Qué pendejada! Intentar que quepa tu pasado, tu presente y tu posible futuro en 23 kilos. Gracias aerolínea por obligarme a andar liviano por el mundo. “Señorita: ¿si me paso los 23 kilos cuánto cuesta? ¡Cómo! No mames. Ni que llevara oro, o la blanquita de la buena. “¿Qué te pesa más, compadre, las dos maletas o los adioses, las despedidas, y las caras que ya no verás?”, me preguntó el hijo de puta de mi cuñado. Me subo al avión. Calentito aún, en el bolsillo interno de mi saco, laten unos pinches taquitos de suadero; unas quesadillas de chicharrón y un poco de salsa. A toda madre, pa’ no extrañar. Y porque como los de mi tierra seguro que en ningún lado del mundo habrá. Prefiero que mi garganta hierva por esas pinches salsitas mexicanas que por las preguntas que este viaje me escupe y no tengo aún nada para responderles. LIDIA: ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Es para siempre? ¿Y has de volver algún día? ¿Te has peleado con tu familia? ¿Te vas porque no tienes trabajo? ¿Te vas porque no consigues empleo de lo que gusta? ¿Te cansaste de los políticos, de la corrupción y de la mierda de la inseguridad? ¿Te vas porque no tienes un amor? ¿Te vas porque te peleaste con tu amor? ¿Te vas a estudiar? ¿Te vas a trabajar? ¿Vas con papeles o sin papeles? ¿Tienes alguien allá? ¿Qué por la crisis? ¿Qué por la violencia? CARLOS: Todo que sí. O todo que no. O un poco sí. O un poco no. O Nada. O todo. Harto interrogatorio, ¿no ves que me llevo más miedos que certezas? LIDIA: Que yo lo primero que me dije es: 23 kilos es mucho. A que me sobran. Si uno está lleno de chucherías que más que para juntar polvo, no sirven pa´ nadita. Y ahí empiezas…a revisar papeles viejos, fotos, adornos, ropa, libros, regalos. Es más fácil en el ordenador. Cuando tiras todo a la Papelera de Reciclaje ni lo sientes. Pero aquí, tienes que ser el verdugo, portar el hacha asesina. Cortar el pescuezo a esos recuerdos que posee cada cosita. “Y tú también, mi niña, a poner sus juguetes en una caja que se va a lo de la Abu hasta que la mami la pueda llevar con ella”. Todo un día. La cara llena de polvo y que más que una décima parte no logré deshacerme. Ni que los tuviera pegados. Sacudo y sacudo pero el último regalo de mi tata no lo puedo tirar. Ni hablar del portarretrato con mi hermana. O el florero donde la tía Melba llenaba de olores el cuarto. O esa lámpara que me iluminó tantas noches para leer cartas de amor en mi adolescencia. Mierda. Y las cajas se achican y mis cosas se agrandan. No hay maleta suficientemente grande para meter 30 años de vida. Y finalmente fracaso. Renuncio. “Qué mami te deja sus cosas, mi niña. Con su abuelita que me las cuidan hasta que me las lleve conmigo.” ¿Y qué objeto reemplaza a una hija a la distancia? ¿Qué objeto? 3- Terra Nostra Se tiran violentamente libros que se abren y rompen y llenan de hojas escritas todo el espacio y caen pesadamente y son pisados y son pateados y son vueltos a tomar con cariño por las mismas manos que los arrojaron. Son libros. BENJAMIN: ¿Inmigrante? LENIN: Dícese del natural de un país que llega a otro para establecerse en él, con idea de domiciliarse. BENJAMIN: ¿Emigrante? LENIN: Dícese de la persona que deja o abandona su propio país con ánimo de establecerse en otro extranjero. BENJAMIN: Bien, sabelotodo, ¿y qué me dices del natural de un país en el que se siente ajeno o expulsado, y que se establece en otro país pero sin abandonar el propio, que nunca termina de saber si es de aquí o si es de allá, que no sabe si su patria y su país son la misma cosa; ni dónde queda el lugar al que podrá llamar su hogar? LENIN: Me jodiste. 4- Una sombra ya pronto serás. LUIS: Y qué mijo me pregunta: “Papi, ¿que nos vayamos de Ecuador es una bendición o un castigo?” Y yo no supe qué mierda contestarle: “Que tu Taita podrá camellar, y que se vive con menos miedo” Ensayé contestarle. Pero el muy cabrón se leyó algún filósofo de la Liberación o una mierda por el estilo: “Tú sabes, cuchito, que la migración es un asunto tan antiguo como la cultura sedentaria”. Recordé que en el liceo siempre invertía “nómades” y “sedentarios”, y todavía estaba tratando de discernir cuál es cuál, cuando se despachó con: “En la Antigua Grecia era la pena capital el destierro. Piensa en Edipo, después de matar a su taita y tirarse a su mama, lo desterraron. ¿Tú qué hiciste en Quito, pa?”. Le traté de explicar que la migración es parte de la naturaleza, del equilibrio, que las aves migran constantemente y las ballenas… “¿Para eso no se inventó la cultura? ¿Para no tener que vivir como los animales?”, me dijo el majadero antes de que le diera vuelta la cara de un puñetazo. LALI: Me voy, papi. No, no llorés por favor. No, cómo va a ser tu culpa. Las cosas son así y listo. No me voy con odio ni resentimiento. Me voy por amor. Sí, por amor, papi. No, no estoy loca. A veces amás mucho a alguien, lo amás hasta los huesos pero no podés dejar de pelearte. Lo que antes no te molestaba tanto, ahora ya no lo aguantás más. Y te enojás, te sentís que ya no podés tolerar ciertas cosas, pero sabés, en lo más profundo tuyo, que no podés dejar de amarlo. ¿Entonces que te queda? La distancia. Es como tu tango, pa. “Primero hay que saber sufrir, después amar y al fin partir”. Bueno, ya sufrí y amé lo suficiente para tener la sangre y el espíritu bien nuestro. Ahora me toca partir, escapar un poco de nuestro fatalismo tan seductor. ¿Sabés, viejito? Por momentos, creo que hasta nos gusta algo de la estafa, la corrupción, la inseguridad, las crisis. Nos da letra para nuestro goce en el dolor. Pero ya tengo ganas de conjugar otros verbos, ¿entendés?. Quizás conjugar: volver a empezar, disfrutar, aprender, compartir, o soñar. No sé. Sé que necesito otra cosa. LUIS: La cosa es que el guambra no se quedó así conforme con la conversación del otro día. Y cuando le estábamos entrando a un pollo broaster con papas, hizo que me atragantara el alita en el cogote: “cuchito, hoy en día el mundo es tan chiquito. Cualquiera compra un pasaje de avión. Haces click en la computadora y estás con un vuelo a la conchinchina. Y no te pongas mal por lo que hayas hecho en Quito, si eres igual a Edipo o no. No importa si es por hambre, amor, trabajo, cultura o curiosidad, emigrar es uno de los síntomas de la Posmodernidad”. LALI: Y que mi viejo me dice: “Nena, allá vas a ser una inmigrante más. Es como ir a una casa donde no te invitaron, sino que caés de sorpresa y ni te conocen, ¿entendés, no?”. Creo que había ensayado antes una respuesta para eso, pero me quedé en silencio. Así que contragolpeó: “este es tu hogar, este es tu olor, estas son tus calles, aquí está tu mate y tus medialunas, el dulce de leche y el Página 12 de los domingos”. La realidad es que no hay demasiadas explicaciones. No me voy por la dictadura de los ´70 ni por la falta de laburo del 2000. Es porque sí. Porque lo siento así. Hay cosas que no me gustan y otras que me faltan que ayudan en la decisión. Pero es algo más interno. Necesito extrañar, sumar otros paisajes a mis ojos y otras miradas a mis ideas. Aunque sea un error, será un error mío, papi. “Que yo lo vi a tu abuelo. Toda su vida fue añorar su Calabria que casi lo mata de hambre. No hubo un solo día que no le encontrara la mirada perdida unos minutos recorriendo las calles de su infancia. No quiero eso para vos, hija”, me dijo. Ahí lo tenés, papá, es el abuelo el que me regala parte de su sangre y por el que yo ahora puedo probar. Tan sólo eso. Tener los papeles y probar. 5- La fiesta del Chivo LUIS: La mía fue una despedida alegre. Todos, y cuando digo todos es todos, están convencidos de que soy el primero de los hermanos en venir, y que luego se va a ir sumando el resto, y que toda la familia va a terminar finalmente unida. A miles de kilómetros de nuestro lugar, en paisajes extraños, con palabras desconocidas poniéndole nuevos nombres a cosas conocidas, pero unida. Entonces la sensación es la de alguien que va primero a un lugar a acomodar las cosas para que el resto llegue con mayores comodidades. Y hubo muchas risas, y mucho alcohol en el Parque El Ejido donde decidimos decir “Chao Ecuador”. Jugamos fútbol, y cuando nadie me miraba, me arrodillé, besé la tierra e hice unas promesas que no pienso contar. No sé porque lo hice. Lo sentí. Quizás fue un poco melodramático. Pero en estos momentos es cuando se piensa a encontrar con partes de uno mismo que desconocía. LALI: No es broma. En mi familia todo gira en torno a los fideos. Los fideos son una especie de altar profano alrededor del cual hacemos los ritos de festejo, y/o conmemoración de nuestra familia. Para ser justos, cualquier excusa se vuelve válida para reunirse frente a los fideos de la abuela, los cuales ocupan el centro de la escena, o mejor dicho de esa mesa larga en la que me senté cada domingo al mediodía desde que tengo memoria. Esta vez no fue distinta, aunque nadie sabía bien si la reunión era para festejar o para llorar. Por lo pronto yo creía que al menos mi abuelo no iba a llorar. La Gran Guerra lo había vuelto tan sensible que justamente anulaba cualquier chance de que algo lo venciera con lágrimas. Mi despedida lo pudo. No lloró en toda la guerra y se largó a un llanto de niño cuando su nieta le anuncia su partida. Todos me miraron como diciendo: “Mirá lo que hiciste, nena” y hacían fila para pasar por la silla eterna del abuelo y palmearlo en la espalda. Y yo clavándome las uñas en los brazos para no ir corriendo a devolver el pasaje de avión mientras mi Tía Chola me daba una cadenita de una santa con grandes contactos e influencias, aparentemente, en el Viejo Continente. CARLOS: Mi madre le pidió al cura del barrio que la misa del domingo fuera pa’ rezar por mi futuro. Y así fue: a las diez de la mañana estábamos todos, mi madre, mi hermana, mis sobrinos, mi cuñado, unos primos, y alguna que otra ex noviecilla de la juventud conmovida, vestidos como para un casamiento, pero a puertas de la Parroquia de San Martín de Porres y bajo un solazo que nos hacía sudar de a madres. Y que el cura me dedica su sermón, y que dice que todos van a rezar para que pueda terminar mi master en España. Y la miro a mi madre. ¿Por qué mintió? Irse para estudiar no estaba mal visto, me dijo. ¿Qué buscar trabajo es pecado? Le quise decir. Me callé. Esa era mi despedida. No la quería cagar. Ahhh… y después almorzamos en un pinche bufet chino donde el pendejo de mi cuñado se intoxicó con unos pescados; y unos de mis sobrinos hacía dibujitos con unas barras de surimi que confundió con crayones. LIDIA: No quería abusar. Yo no se lo pedí. Pensaba incluso irme en voz baja, casi sin saludar. Pero mi madre, Dios la cuide, se le dio por organizarme una fiesta sorpresa de despedida. Le pidió el salón a su amiga que está en la comisión del centro cívico. Invitó a todos. Eso me consta. Pero hubo muchos más invitados que presentes. Mis amigas, mis compañeras de escuela, mis vecinas, la mayoría no fue. Nadie me lo decía. Yo me daba cuenta porque sobraban muchos lugares, comida y bebida. Y si hay algo que mi madre sabe hacer es calcular bien. No sé si lo hacían para castigarme porque hacía lo que ellas deseaban y no se animaban, o si me sentían una traidora por irme. La nota de color no podía ser otra que el padre de mi nena entrando machado queriendo darme un beso en la boca y sacando a bailar a los pocos presentes, incluso cuando no había música. BENJAMIN: No quiero quebrar el clima. Pero de despedidas yo no puedo hablar mucho. Lo cierto es que le tengo terror a eso de los llantos, los abrazos que no sabes si son de optimismo o de pésame. Y lo corté por lo sano. No dejé que nadie me hiciera una despedida. Ni que tuviera que saludar a nadie en el aeropuerto como si me estuviera yendo a una guerra donde no volvería si no es en un cajón y en pedacitos. Les dije, amigos y familia, sólo me puedo ir si lo siento como unas vacaciones, si siento que es momentáneo, si sé que voy a volver. Así que no quiero despedidas ni nada. Una partida más, un hasta luego, que no amerita otro evento que un llamado telefónico. LENIN: Que yo no tengo mis padres. Los he perdido. Uno de muy joven y otra ya entrado a los veinte. No quiero hablar de ellos. Nada de sentimentalismos. ¿Y la despedida es como el duelo? ¿Necesita un ritual para que uno pueda seguir adelante? Eso me pregunté cuando veía que los días para mi partida iban reduciendo cifras. Y decidí que sí. Que iba a festejar mi partida. Pero con mi estilo, con mucha alegría, con mucho baile y jarana. Bien chévere. Casi que fue como todos mis fines de semana, pero sabiendo que era el último, al menos en un tiempo. Y eso le daba un sabor especial. Llamé a todos mis amigos, a mis ex parejas y nos fuimos a la disco gay donde pasamos tantas noches. Y bailamos. Y nos besamos. Y nos cogimos. Y me pregunté: “¿Cómo será ser sudaca y homosexual en Europa?”. Confieso que me dio un poco de miedo. Acto II: 1- Tierra de nadie. LALI: Doce horas de vuelo. BENJAMIN: Catorce. LENIN: Diez. LALI: Buenos Aires- Barcelona. LENIN: Bogotá-Frankfurt. BENJAMIN: Santiago de Chile- Madrid. LALI: Piernas entumecidas… LENIN: …el cansancio de un cuerpo que tuvo que intentar dormir en los escasos centímetros de generosidad de la butaca… BENJAMIN: …apenas declinable, apenas amena. LALI: Y las dudas. Los miedos. LENIN: ¿Podré entrar al Primer Mundo? LALI: ¿Podré dejar atrás las carencias de mi tierra y tener el publicitado confort del Viejo Continente? LENIN: Yo vengo con papeles. BENJAMIN: Yo vengo sin papeles. LALI: Yo vengo como turista para ver qué onda… LENIN: Yo vengo para cursar un Máster… BENJAMIN: Yo vengo con una beca. LALI: Los pasos empiezan a serpentear pasillos blancos, o color acero, o paisajes vidriosos BENJAMIN: …hasta ser escupido a una serie de filas donde comienza una distinción abrumadora: LENIN: “Ciudadanos de la Comunidad Europea/EEUU/Chinos” LALI: u “Otros pasaportes”. (Todos arman una fila, menos Lenin que se pondrá de frente a la fila) LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: ¿A qué vienes? ¿Cuánto dinero traes en efectivo? ¿Quién te invita? ¿Por cuánto tiempo? ¿Conocéis a alguien aquí? ¿Tenéis familiares aquí? ¿Conocidos? ¿Amigos? ¿Cuánto dinero traes? ¿Quién te invita? BENJAMIN: (Asomando su cabeza de la fila) Las preguntas del oficial de Migraciones van, como carrousel desbocado, más rápido de lo que tu boca puede responder. LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Comienza a girar la ruleta migratoria de “Tú entras/ Tú no”- “Tú entras/ Tú no”- “Tú entras/ Tú no”. LALI: Pero yo he traído todos los papeles. Aquí los tienes. LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No importan tus papeles. Yo, aquí, encerradito en esta cabina de cristal, con un arma bien cargada en mi montura, soy el que decide. (Se disuelve la fila y todos le hablan al público) LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Yo decido si hay algo en tu cara que me despierta desconfianza. BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Que me hace pensar que te vienes de ilegal. LENIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Que te vienes a quedar con nuestros trabajos y a vivir de nuestras ayudas. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Que esto se acabó, coño. Que tenemos lugar en nuestro “Centro de Inadmitidos” para todos los sospechosos. LENIN: (Ahora se pone nuevamente enfrente de los otros) Pero aquí tengo la reserva del hotel. BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Pero no está paga. LENIN: Pero aquí tengo la tarjeta de crédito. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Billetes. Que los cuentes. Aquí. Cuéntame tus monedas. LENIN Pero vengo por un congreso. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No. LENIN: A visitar a mi hijo. BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí. LENIN: A una beca de la Universidad. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No. BENJAMIN: A pasear por Europa. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí. BENJAMIN: Yo estoy sólo de escala. Tengo vuelo a Amsterdam. LENIN: Praga LALI: Berlín. LENIN Pero vengo por un congreso. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí. LENIN: A visitar a mi hijo. BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No. LENIN: A una beca de la Universidad. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Sí. BENJAMIN: A pasear por Europa. LALI/ OFICIAL DE MIGRACIONES: No. BENJAMIN: Yo estoy sólo de escala. Tengo vuelo a Amsterdam. LENIN: Praga LALI: Berlín. BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: (Pasa al frente el resto) ¿Pero qué parte no entiendes? Tú pasas y tú te quedás aquí. Porque lo digo yo, y lo dice mi arma bien cargada con balas pagadas por los ciudadanos de estas tierras, mi escudo de policía y mi racismo feroz. ¿Quieres más razones? LALI: Creo que son suficientes. BENJAMIN/ OFICIAL DE MIGRACIONES: Y tú te vas antes que me arrepienta. Te tomas el metro y te vas al Lavapiés a ahogarte con todas las cañas y chipirones que te encuentres y et gastas todos esos euros. Y tú te quedas. Y tu pasaporte ahora es mío. Y tu equipaje ahora es mío. Y tu desilusión, tus esperanzas y tus deseos de conocer el Viejo Continente también. Sólo te quedas tú, y tu cuerpecito con sangre latinoamericana aquí encerrado. Tú y un teléfono público. Es todo lo que tenemos para los ilegales. LENIN: Y ahora el carroussel se vuelve lento. Son oficinas de policías. LALI: Que copulan entre sí sin sacarse sus uniformes, dando nuevos policías y nuevas oficinas. LENIN: Con nuevos interrogatorios donde las preguntas son más veloces que las respuestas. BENJAMIN: Donde tu suerte está echada. LALI: Nada cambiará tu destino. BENJAMIN: Ya te tocó. La ruleta te cantó “cero” y tú te vuelves. LENIN: En el próximo avión. 2- Hijo de hombre LUIS: Que te lo aprendes, guambrito, le digo a mi hijo. Estas palabras ya no existen más para ti. Y le lanzo la lista que me armé cuando volvía una tardecita de trabajar en la construcción de una nave donde unos pseudo artistas alemanes que solo saben fumar y tomar biela van a hacer un centro cultural: Agachaditos/ Alhaja/ Bacano/ Bacilar/ Barajarse/ Biela/ Cachero/ Camello/ Camote/ Chiro/ Choro/ Encachinar/ Guambra/ Longo/ Ñaño/ Pana/ Pelado. Y el guambra que está en la edad del burro y debe leer a ocultas libros que le pasan los marxistas, me interrumpe: “No lo voy a hacer”. “Que la lengua es la Patria”, me dice el cojudo. “Que esta es nuestra nueva Patria, pendejo. Así que te lo aprendes”. Y no se queda callado, esos genes son de su mama y que me llena las huevas, y me pide que le diferencie “Adaptación” de “Integración”. “Y yo que chuchas sé”, le contesto. ¿Y los Latin Kings y los borrachos de nuestra tierra que sólo se inflan de cervezas en las calles y plazas y luego se desinflan en los pórticos de los vecinos, se adaptaron, se integraron o están del orto?”. De tanta cháchara, a veces, es mejor imponer con la autoridad: “ve, guambra mudo, o me haces caso o te ganas un golpe que nunca olvidarás. Más fuerte que el que te puede dar en el metro algún blanquito falange”. 3- Adán Buenosayres LALI: ¿Y vos que mirás? Sí, soy argentina ¿Y? Y estoy acá. ¿Y? Bien, que cuando creyeron descubrir América, se vinieron en propel a llenar nuestras tierras de gente blanca, porque los de nuestra piel no contaban. ¿Y en las Guerras Grandes? ¿Cuándo medio planeta mataba al otro medio planeta? ¿Dónde puta mierda se mandaron a mudar? ¿Dónde vinieron los gallegos y tanos muertos de hambre a empezar de cero? Hasta a los nazis más asesinos y sangrientos los recibimos en nuestras pampas. Porque el argento no discrimina, siempre da la bienvenida. Bue…salvo que seas boliviano, peruano o coreano. Pero si sos blanquito y europeo te abrimos las puertas, follón. “Qué me hablás de la dictadura y de que se exiliaron miles de argentinos”. Sí, eran de las mentes más brillantes que teníamos. Te iluminamos un poco el continente, bastante ennegrecido por Franco y sus secuaces. No te olvides que nuestros dictadores matazurdos los pusieron ustedes, las grandes potencias, los yanquis que, con la excusa de combatir el comunismo, nos violaban y encima se llevaban toda la guita. Les llenamos los bancos suizos con nuestro sudor. ¿Quién les pagaba los bigotes a esos generales? Está bien. La crisis del 2001 no te la voy a discutir. Esa es bien nuestra. No soy tan ciega. La del 2001 fue una crisis que la armamos nosotros solitos, con ese ímpetu de creernos durante una década el Primer Mundo cuando todavía nos limpiábamos el culo con las hojas de parra. Pero bien…si muchos argentos, la mayoría clase media, se vinieron para acá, fue para hacerles un favor también: ¿qué pulmones les inflaron la burbuja inmobiliaria? ¿Ustedes se metían entre ladrillos y cemento a trabajar de sol a sol? Ustedes también se creyeron Alemania. 4- Lo demás es silencio BENJAMIN: Esa sensación, Madre Santa. Es indescriptible. Aquello que durante toda tu vida escuchaste o viste en libros o películas, ahora lo tienes frente a tus ojos. Que la Puerta del Sol, que la Plaza Mayor; que la Sagrada Familia, que la Rambla, que la Puerta de Alcalá. Que no te alcanzan los ojos. Que te gustaría telefonear a cada pariente para describírselo. Porque así son estas ciudades: hermosas, atrapantes, deslumbrantes. Parece que te abren los brazos y te invitan a enamorarte. Todo es tan bonito que hasta tienes miedo de desentonar entre sus calles y sus gentes. Y por ello te gastas unos buenos euros en ropa, en parecer que puedes ser uno más. Y la nueva ciudad te hechiza hasta el punto que te maravillas del metro, de las plazas, de los bebederos, de lo más pequeño e insignificante de la ciudad. Los grandes monumentos están de más. Con lo pequeño ya te rindes a sus pies, y crees vivir en el mundo de la perfección. Y esa adrenalina, el misterio de lo desconocido. Estás acostumbrado a otra cosa. A que todo lo bello tiene su contracara. Así que sospechas. Crees que la ciudad no puede ser tan segura como parece. Que no puede ser tan tranquila ni previsible. Algo debe esconder. Desconfías. Sigues cerrando tus puertas con muchas llaves y candados. Sigues apretando tu mochila contra tu cuerpo en los buses, y cada tres minutos compruebas que nadie haya hurgado en tus bolsillos. Pero tus previsiones fracasan. Lo que ves es. Nadie se mete a tu casa a robarte, ni te quitan las zapatillas cuando vuelves de un partido, ni te arrebatan la cadenita de oro del cuello en una estación de metro. Ahí suspiras. Piensas: está bueno esto. Ya estás enamorado. No caben dudas. Pero como todo enamoramiento en un instante ya no será lo mismo. Porque esa maravillosa ciudad también puede y sabe poner trabas, cerrar puertas, y darte vuelta la cara si se le da la gana. Lentamente, de a poco. Escucharás alguna frase hiriente en tu contra. Quizás alguna mirada insidiosa que no se quita de ti; o un comerciante que te atiende mal. De golpe sentirás que quizás esa ciudad no habla tu mismo idioma, aunque las palabras sean las mismas. Porque ella es tan bella, tan fascinante, que no te necesita; que puede ser autosuficiente y bien independiente. Y ahí, mierda, es donde te enfrentas a la primera gran decisión de tu viaje: si te quedas a su lado a pasearte con la belleza mediterránea bajo sus condiciones, o tu orgullo es más fuerte y le pegas el portazo. 5- Claro enigma BENJAMIN: Santiago de Chile tiene 7 millones de habitantes. Barcelona solo 1 millón 600 mil. LENIN: Bogotá ronda los 7 millones 300 mil ciudadanos. Madrid unos 3 millones 200 mil. LUIS: Quito posee unos 2 millones 300 mil habitantes. Pero Valencia no llega ni a los 800 mil. CARLOS: ¿Quién me explica porque ellos son tan pocos y nosotros somos tantos? LUIS: “Que a los latinoamericanos les gusta el sexo más que el trabajo, y que tienen hijos a lo pavote, y que si nos lo quieren, los tienen igual porque están siempre borrachos y no saben cómo ni cuándo meten sus empuñadoras”, me grita el cabronazo de mi hijo. Que te calles, niño. 6- Del amor y otros demonios LALI: Me llevó unos días no reírme cada vez que escuchaba la palabra “coger” en algún negocio. Y tantos otros aprender a decir “¿te puedes mover?” en vez del fatídico “¿te puedes correr?”. Pero tarde o temprano el momento llegaría y llegó. Tendría mi primera cogida/follada en la nueva ciudad. ¿Y que cómo mierda se cogerá aquí? ¿Serán los mismos códigos? ¿El misionero será el misionero, y el perrito perrito? ¿Quedaré cómo paleto, capullo o puta de acuerdo a las salidas que interponga entre el “hola, guapa” y ¿Eso es tu polla?”? Ya ni puedo decir “pija” con cierto gusto a lo prohibido porque aquí significa otra cosa. ¿Y qué termina haciendo la muy pelotuda que soy? Se encama con un argento en Barcelona. Pero mirá que sos boluda, o miedosa, ¿o te creías que en su pito te traería algo de la argentinidad que temés perder? La cosa es que ya busco lo fácil. Y con el argento era así: conocía sus pasos casi de memoria, como si los muy boludos se hubieran leído todos el mismo manual de autoayuda sobre cómo tener sexo, y ahora distingo que hay un “gen” culeador nativo de nuestras pampas y, algo de esa familiaridad, de recordar con esos movimientos propios de nuestras tierras mis primeros novios, mis primeras polleras levantadas en paredones oscuros, y los primeros telos con su olor a desodorante de ambiente drogando tu deseo. Hice el amor con él o con Buenos Aires. No lo sé. ¿Me dejé llevar por sus caricias o por sus calles, por sus palabras dulces o por su rock de los ´80, por su belleza masculina o por sus teatros, cines y librerías? “Mirá que viajamos mucho para encontrarnos”, me susurró en algún momento con cierta suavidad. Pero que te callés, fue mi respuesta. Eso quiero, y quiero que tu respiración me suene a Piazzolla; y tus poros huelan a Palermo; y que tu pubis me maree como el subte en hora pico. No me digas soeces de cama, lanzame las mejores puteadas de los tacheros porteños pasados de merca. No me desnudés con delicadeza, quiero la violencia contenida de los que protestan con cacerolas por la avenida Santa Fe. Y así fue que Villa Pueyrredón hizo el amor con Parque Patricios al otro lado del océano, que los dedos fueron esquinas conocidas, y los besos aquellas pizzerías porteñas imposibles de olvidar. Después de esa noche no siguió el amor. Era de esperar. Ya no podíamos mentirnos: su pija ahora era una polla y mi concha un coño. Y si no nos gustaba ese cambio que nos dejáramos de joder, que aceptáramos que estábamos lejos, o que directamente nos volviéramos a casa y se acabó (o se corrió). No le pusimos palabras: Villa Pueyrredón lentamente se convirtió en Gracia; y Parque Patricios en El Raval. Ya no éramos lo que éramos. Ya no teníamos lo que el otro necesitaba. Ya no. 7- Los oficios terrestres LALI: Un euro. Cerveza. Beer. Un euro. Cerveza. Beer. BENJAMIN: No, nena, eso es para los pakistaníes. No te metas en su terreno. LENIN: Mantita. Unos bolsos de mujer falsificados. LALI: Unos adornitos chinos. LENIN: O unos abanicos de plástico con colores bien estridentes. BENJAMIN: No, man, eso es de los africanos o de los árabes. Y tienes que saber correr. Y tener escondites secretos en la ciudad: en los cestos de residuos, en las alcantarillas. Y tener veinte ojos para los polis. Y trabajar de diez de la mañana a nueve de la noche. No es para ti. LALI: Qué mala onda. LENIN: Podemos poner un barcito… LALI: ...o un bazar… LENIN: …o un supermercadito pequeño. BENJAMIN: ¿Pero qué tienen en la cabeza? ¿Tú piensas trabajar de lunes a lunes de amanecer hasta medianoche sin descansar? No. Los orientales sí. Así que déjalos con sus curros. LENIN: ¿Y qué mierda vamos a hacer aquí? LALI: ¿Vivir de la ayuda social primermundista? BENJAMIN: No. Podés trabajar en la construcción. LENIN: No se me da muy bien el cemento, la cal. LALI: La verdad es que a mí tampoco. BENJAMIN: Bueno, los oficios podrían ser útiles: electricista, calefaccionista, colocador de aire acondicionado. O hasta si te haces un cursillo, puedes entrar de camarero en algún hotel o restaurant. LENIN: Ummm…soy medio inútil para las manualidades. LALI: Pero tengo el secundario completo, y un diploma de inglés y otro de manejo de Word. BENJAMIN: Estáis jodidos, cachái. LALI: ¿Y una beca?. LENIN: Síííííí. BENJAMIN: Hay muchos latinoamericanos con becas, pero de doctorado, máster, posdoctorados. Son genios de Biología, o Física, o Ingeniería. LALI: Ahhh…. LENIN: ¿Entonces un trabajo de oficina, que me deje tiempo para ir a la playa, ni hablar? BENJAMIN: Está complicadito. LALI: Ummmm….podemos poner un chiringuito y hacer empanadas argentinas o una buena parrillonga argentina con una vaca en la puerta. LENIN: O arepas. BENJAMIN: Si tienes pasta, ¿por qué no? O pueden empezar de ayudante de cocina. LALI: o vendedor en una tienda. LENIN: o personal de limpieza. LALI: o recolector de residuos. LENIN: Ummmm…. LALI: No estoy seguro, che. No creo que así nos vayamos a hacer la Europa. BENJAMIN: Que os den por culo, capullos. 8- Todos los fuegos el fuego Carlos comienza a cocinar. Huele, toca y corta con una sensualidad casi salvaje. El olor de los ingredientes y su preparación inundan de aromas todo el lugar. CARLOS: Yo hago burritos mexicanos. Empecé sólo cortando cebollas y lavando los platos en la cocina de un hotel internacional. Después me pasé al resto “El chile picante”, y después a “La Chilindrina hambrienta”, hasta que llegué a “Frida y sus bigotes” donde fui el chef principal…algunos eran más pequeños y otros más grandes…Pero la receta es la misma: la harina que usaban nuestros aztecas, la sal, el polvo de hornear, la grasa y a revolver vigorosamente, hasta que la masa esté tersa, elástica y de tono amarillo. Ya tenemos las tortillas. Ahora falta el relleno: necesitamos carne de vaca, que comenzó a ser domesticada hace miles de años por las poblaciones de Oriente Medio y la India; un poco de tomate, de origen bien americano; unos chiles y papas, bien mexicanotes; unas zanahorias cocidas, que vienen con pasaporte europeo y asiático; y no olvidar el ajo y la cebolla, que es el aporte de Asia central a nuestra receta tan típica. La cosa es que los sabores y los ingredientes también migran. Y todos vienen y me dicen: “Oye, mexicanote, te salen realmente buenos”. Con esta mano para la cocina que ni El Chavo ni Cantinflas se hubieran muerto de hambre. 9- Crónica de un iniciado Lidia comienza a cocinar al lado de Carlos. Se miran. Se susurran frases y juegan con los alimentos. LIDIA: Canguro. Así le llaman aquí a mi trabajo. Cuido niños. De otras mujeres. De mujeres españolas. Yo cuido a los changuitos de otras mientras mi madre cuida a mi wawa en La Paz. Estas cosas tiene la migración. Allá ni loca haría este trabajo, justo yo que era la más inteligente de la escuela. Pero acá es diferente. Me conozco casi todos los parques y las plazas de la ciudad. Son muy bonitos y tranquilos. Ahí las nenas pueden jugar y tomar un poco de sol y aire. Se ve que es una costumbre por acá. Todo el que tiene un rato libre se tira en alguno de los parques o se sienta a tomarse una cervecita al aire libre. Y yo me la paso pensando cómo me gustaría que fuera mi hija la que estuviera acá mismo conmigo. Y en algún momento cierro los ojos, así con fuerza, y trato de imaginarla. Y juro por mi taita que por un segundo la veo acá, con su vestidito que le trajo Papá Noel, y las sandalias de Barbie. Pero es solo un segundo, no más que eso. “Martita, hemos pillado un pajarito. ¿Podemos llevarlo al piso?”. Escucho. Y ahí vuelvo a la realidad. Yo pensaba traer a mi niña y a mi madre para fin de año. Pero no sé…la cosa se puso dura aquí. Ya no hay tanto curro de canguro, porque las españolas no tienen hijos, o si los tienen, como están paradas, los cuidan ellas mismas. No creo que me den las cuentas para bancarnos a las tres con lo que puedo ganar: dos cuartos, la comida, ir haciendo los papeles. Sin trabajo fijo se complica. Me dicen que cuide abuelos, que ahí están tomando inmigrantes. Pero creo que tengo que hacer un cursillo. Voy averiguar bien. Quizás eso me salve. Y para que mi wawa no se ponga mal cuando le tenga que decir que no voy a poder cumplir mi promesa de que estas fiestas la vamos a pasar juntitas; en persona, no por skype, le voy a comprar un gran regalo. Un regalo que sea la envidia de todo el barrio. Sí, para que sepan mis vecinas, que me va bien, que no es de mala madre que estoy lejos de mi niña, que todo este sacrificio servirá para algo. ¡Qué increíble! Acá me dicen que no me entienden, que hablo bajito y cruzado: y en mi casa me dicen que me hago la linda hablando como zarzuela. Así es mi vida. Y entonces mi niña tendrá el juguete más grande de todas las compañeras del colegio, el juguete que su mami que vive lejos le regaló. Y tratará de no llorar y yo lloraré por las dos. No quiero amargarlos. Hay que aprender a sobrevivir. Yo, por eso, todos los viernes a la noche, por más cansada que esté, me voy a la cocina y me pongo a preparar un Pique Macho. Es una forma de estar allí y aquí a la vez. No sé, quizás es una estupidez, pero es una forma de viajar sin viajar. 10- El juguete rabioso. LUIS: Debes ser un padre presente, me dijo un psicólogo español al que le pregunté qué podía hacer para que mijo se adaptara mejor al país. ¿Sólo eso? Sí, contestó y siguió viendo un partido del Barça en la televisión. El muy cojudo no puede haber comprado el título, algo debió estudiar. Así que cada tarde que vuelvo del camello, me pongo con la criatura a repasar las tareas de la escuela y tratar de enseñarles cosas nuevas. Así que lo siento derechito en una silla. Y le pongo a repetir las conjugaciones del "Tú" y el "Vosotros". Yo todavía no me las sé bien, y es probable que no las termine de aprender. Pero quiero que él sí, que a él le vaya mejor. También le digo que recuerde que para pronunciar la "s" hay que hacer "sh", la "c" y la "z" sacando un poquitito la lengua como zi fueran zezeozoz y ze hubieran mordido la lengua, y la "d" no existe. Tú sabes mi niño que a "Madrid" lo pronuncian "Madrí" o a lo sumo "Madríz", "tuneado" lo pronuncian "tuneao". Y el muy maleducado, me dice: ¿Y las puteadas? Eso quiero aprender. Si hablamos de sonoridad, de la lengua como poesía, como música, que a mí me parece que las puteadas es la mejor música que tienen aquí. Me quedo helado. No sé si me habla mi hijo o si fue poseído por un demonio anarquista catalán. “Capullo, Gilipollas, Que os den por culo, Cabronazo, Coñazo, Zorra, Bujarrón. ¿Te das cuenta, no? Son una delicia para los oídos”. Y me quedo en silencio uno segundos. “María, ven acá, ya no sé qué hacer con tu hijo. Y me voy a descansar a la cama. Joder”. Sí, esa también está buena: joder. 10- Tierra bajo los pies LALI: Receta del migrante. Paso a paso. LIDIA: En primer lugar, poner una buena cantidad de encantamiento. BENJAMIN: Bien sazonada con toda la idealización posible. LENIN: Pero no olvidar que antes de estos ingredientes, debimos introducir en la preparación una buena sensación de cansancio, enojo y desilusión con el país de origen. LALI: Sí, importantísimo para que tenga ese sabor tan particular. LENIN: Con fuego moderado, ir agregando los ingredientes de la receta. BENJAMIN: Un poco de “aquí hay orden y respeto”. LALI: Unos gramos de “no hay tanta corrupción ni burocracia”. LENIN: …y el toque característico que le da “los servicios públicos funcionan”… BENJAMIN: Y amasar con un poco de “acá hay poca delincuencia y mucha seguridad”. LALI: Eso sí, para mantener la tradición de este plato, hay que quitarle a todos los ingredientes los posibles enriquecimientos ilícitos, políticos corruptos, altas tasas de desocupación, aumento de villas miseria, y represión. BENJAMIN: Y lo dejamos allí, a fuego lento durante uno, dos o a lo sumo tres meses. LENIN: El olorcito durante la cocción te mantendrá en un éxtasis total. LALI: Hasta que llegue el momento de destapar la olla y mirar dentro. LENIN: Y darte cuenta que no reconoces la preparación. BENJAMIN: ¿Qué es esto? ¿Machas, choritos u ostras? LENIN: ¿Y el sabor? No sé a qué me sabe esto. ¿Es pargo, trucha o bocachico? LALI: Y ahí extrañás los colores, los olores y los sabores de otras épocas. Y pensás: ¡Qué lástima que no se consiguen estos ingredientes en mi tierra! Allí sí sabrían muy sabrosos. LIDIA: ¿Y qué hacemos? LENIN: ¿Lo tiramos o lo comemos? 11- Nocturno de Chile BENJAMIN: Mi madre me preguntó el otro día si me había hecho amigos acá. “Que por supuesto, mujer, tengo a patadas amigos aquí”, le contesté orgulloso de que mi teléfono móvil tuviera una agenda nutrida. ¿Nutrida? Qué cojones. Ahí caí en cuenta. La mayoría de mis contactos ya no están en la ciudad. Estuvieron y se fueron. Los conocí, nos tomamos unas cañas y nos reímos un rato, pero ya no están, ya no estamos. Sólo me queda de ellos alguna foto, un contacto en Facebook y un número en mi agenda del móvil que ya no uso. Y con dolor, los fui borrando: Alex, el bailador argentino de flamenco; Fabienne, la suiza que hace rubberstamps; Rosa, la mexicana que vivía en Bruselas; Julie, la australiana que estudiaba castellano. Gente que sé que no volveré a ver. Personas que pasaron por mi cuerpo, mente, y corazón. Quince personas menos en la memoria de mi teléfono. Cada vez que mi pulgar los eliminaba sentía que yo iba cambiando. Que a cada nueva persona que llegaba a mi vida le daba un poquito menos de mí. Ya no tenía amigos. Caí en la cuenta. Ahora tengo compañeros de cañas y bares. Joder. 12- Este domingo LIDIA: (Tratando de hablar por Skype con su hija) Te veo, mi niñita, pero no te escucho. ¿Tú me escuchas? (Tratando de adivinar) ¿Sólo me ves, nada más también? Ya le he dicho a la abu que hablara con la empresa de Internet para que mejoren el servicio, pero no hay caso, mi hijita. Te amooooooo….Mirá qué grande que estás. Ya cumples siete añitos. Parece mentira, mi cielo. A ver muéstrame el lindo vestidito que te has puesto. Mira que eres bonita. Y buena, niña. Muéstrame quiénes están ahí. (Haciendo el gesto con la cámara) Así….Sí….Uyyyy…está la tía. Hola, Chechi. Y están los primos. Hola, chicuelos. Un beso enorme para todos ustedes. ¿Ahhh…eso te han regalado? Qué bonito. Ahí trae la torta la abuela. Sí, mi niña, a cantar el feliz cumple. Espera. Un minuto porque no me escuchan. Un minuto. No soples las velitas todavía. (Toma unas hojas y comienza a escribirlas. Al terminar, haciendo los gestos para que la entiendan) Ahora sí, mi niña. A cantar. Comienza a cantar el feliz cumpleaños haciendo bien marcada las sílabas para que su hija pueda verla. Ante cada frase, saca una de las hojas que acaba de escribir que contienen los versos del feliz cumpleaños y los muestra frente a la cámara de la computadora portátil: “Que los cumplas feliz” “Que los cumplas, Danielita” Al terminar, grita “Bravo”. A pedir tres deseos mi niña. A pedir los tres. (Comienza a llorar) 13- Nada que perder LUIS: Mi guagua estaba enfermo. Una gripe y un poco de fiebre. Mi mujer tenía que limpiar un apartamento, así que me quedé a cuidarlo yo. Ya no quiero hablarle porque me da miedo. Yo no sé de dónde saca sus ideas. Prefiero que mire la tele o que juegue unos partidos en la compu. Lo que todo niño ama. Menos el mío. Que sólo disfruta preguntando. ¿Y por qué? ¿Y cómo? La buena nueva fue: “Papi, ¿por qué los españoles usan tantos animales para hablar?”. Puta madre. De qué me hablas, mocoso. Y me largó: “Escucha esta listilla me la armé en uno de los recreos de la escuela: Ser canguro; Ser camello; Comprar caballo; Mono; Salir rana; Montar el pollo; Estar al loro; Estar como una cabra; Estar perro; Quedarse pajarillo; Ser chinche; Ser un merluzo; Ser un pulpo. ¿Y qué me cuentas? Me encogí de hombros y subí el volumen de la tele. 14- Vagamundo LENIN: A prestar atención, sudacas. ¿O quieren exportar sus vicios y miserias por el mundo? BENJAMIN: Dale, colombiano, no te hagas el fino. LALI: Dejalo que siga. LENIN: Gracias. Lección 1: A saludar con dos besos. BENJAMIN: Fácil. LENIN: Lección 2: tirar papeles y desechos en los cestos de residuos. LALI: Se me complica un poco, pero trato. LENIN: Lección 3: No entrar corriendo al metro y dar el asiento cuando corresponda. LALI: Ummm…ya pensar en tener que tocar un botón o palanquita para que se abran las puertas, tener que decir metro en vez de subte, y encima querés que entre despacio y sin tirarme de cabeza para sentarme. LENIN: Sí. LALI: Me lo voy a pensar. LENIN: Última lección del día: Estar más pendientes de las noticias de aquí que de allá. BENJAMIN: No, colombiano, ahí ya me pides demasiado. 15- La traducción LALI: Latinoamericano, -na: (Del lat. latinoamericanus). Mamífero bípedo (mientras no beba demasiado) del orden de los Homo Sapiens, que habita el vasto continente americano, se comunica mediante una lengua latina, posee una cultura indoamericana, y una raza poliétnica. CARLOS: Suele unir rasgos opuestos: es solidario y egoísta; es alegre y melancólico; defiende sus raíces y se fascina por todo lo extranjero; es soberbio y amigable; es agresivo y amable. Tiene la capacidad de opinar sobre todo sin necesidad de saber de nada; y sus opiniones pueden mutar con la misma rapidez con las que las enuncia. LALI: Es frecuente que odie a los políticos en general por corruptos, pero también puede adorar a los mesías de turno. Le gusta proponer nuevos términos y palabras que les permitan sentir que el idioma también es de ellos. Le gusta la sobremesa, las charlas, valorar la amistad; protestar; tener remedios caseros para toda afección. Canta, escribe, lee, reza, crea, inventa, trabaja, lucha, guerrea a veces, y a veces hace la paz; apoyándose en el orgullo de ser independientes. CARLOS: Tiene por virtudes la creatividad, la ocurrencia, la inteligencia, la calidez, el compañerismo, el sentido del humor, la sensibilidad, la jocosidad, la espontaneidad, y la plasticidad o capacidad de adaptación. Se suele decir que son de sangre caliente (pasión, baile, etc...), que pueden poseer culturas (originarias, europeas, africanas) e ideologías, colores y sabores (comida) muy diferentes, con una fauna y flora excepcional. LALI: Tiene por defecto que encuentra placer viviendo al límite de las normas establecidas, e inclusive al límite de sus propias normas. Que la indisciplina se aplaude y que la previsión, la capacidad de organizarse, de proyectar termina aniquilada por la improvisación y la confianza en la creatividad o la suerte. ACTO III 1- Nadie nada nunca Navidad. Suenan a modo de eco los fuegos artificiales. En una terraza techada, con guirnaldas de colores, con adornos navideños. Todos se encuentran tratando de bailar. LENIN: Me siguen todos. Dos pasitos para adelante y dos para atrás. Y con la cintura se hace así. BENJAMIN: Me parece que no nací para la salsa. CARLOS: Y yo tampoco. LENIN: A las chicas sí que les sale. Vamos…a rumbear…que no se corte el ritmo. Lenin comienza a cantar la canción “La magia de tus besos” del Grupo Niche y todos tratan de seguirle los pasos que propone. Luis es el primero que abandona y se sienta. LUIS: Yo mejor me siento porque cuando lleguen mis hermanos no voy a poder ni saludarlos. CARLOS: Yo tengo que seguir preparando la cena. BENJAMIN: Yo tengo sed, cachai. LIDIA: Yo estoy empezando a extrañar. Me pasa todas las navidades. LALI: Yo voy a prender la compu para saludar a mi familia. Lenin no se detiene y sigue bailando aunque el resto haya abandonado. LUIS: ¿Quién tiene el billete de lotería? CARLOS: Yo. Lo dejé en el bolsillo de la chaqueta. Lenin se detiene repentinamente y los mira a Luis y a Carlos. LENIN: Menudo problema si nos ganamos la lotería. LUIS: ¿Por qué? LENIN: Claro. ¿Qué harías con toda esa plata? ¿Te quedas o te vas? BENJAMIN: Me quedo. LIDIA: Me voy. LUIS: Me quedo. CARLOS: Me voy LENIN: Yo no sé. BENJAMIN: (A Lali que no está en escena) Lali: ¿tú te quedas o te vas? LALI: (En off) Cocinó el mexicano. Ni loca me voy. Me voy a quedar a emborracharme con ustedes hasta el amanecer. 2- Viva la música. Lali intenta enseñarle a bailar tango a Lidia y Lenin. Ella los observa y bailan con el tipo de danza de tango que muestran las películas norteamericanas donde juntan las mejillas y caminan agarrados hacia un lado y hacia otro. LALI: ¿Qué están haciendo? LENIN: ¿Y a ti qué te parece? LIDIA: Bailando tango. LALI: Lamento decirles que eso no es tango. Bueno…es el tango que hacen que bailan en las pelis yanquis pero que en realidad no existe…en mi casa no se baila así. Nada que ver. LENIN: ¿Tu casa? LALI: Sí, mi casa. LIDIA: ¿Y cuál es tu casa? LALI: ¿Cómo? LIDIA: Sí, ahora estamos en tu casa. Que yo sepa tú vives aquí, tú pagas el alquiler de este apartamento, pagas los impuestos de este lugar, aquí traes a tus amores… LENIN: A tus amigos… LALI: Esta no es mi casa. Mi casa es mi casa. LIDIA: A ver si entiendo: ¿tu casa es tu casa de Buenos Aires? LALI: Sí. LENIN: La casa que dejaste cuándo te viniste. LALI: Ummmm…no. Esa es mi segunda casa. La de soltera. Mi casa es la de mis padres. LIDIA: Si es de tus padres, no es tuya. LALI: Es donde me crié, donde aprendí a ser quién soy. Allí era alguien, me conocían, sabían mi nombre. LENIN: Pero ahora vives aquí. Esta es tu casa. Aquella “era” tu casa. LIDIA: Lali, ya hace tres años que estás en Barcelona. Ya tienes que cambiar el “acá” y el “allá”. Tu “acá” es este, aunque te cueste aceptarlo. LALI: No te hagas la superada, Lidia. ¿Cuál es tu casa? ¿La habitación de dos metros cuadrados que compartes con cinco inmigrantes acá o la casa donde están tu hija y tu mamá esperándote, dónde conoces a tus vecinos, a quién puedes pedirle un favor, un poco de leche, o que te preste el teléfono? A Lidia le afecta la pregunta. Se queda en silencio, pensativa. LENIN: Yo ya me siento cómodo en la ciudad. Me aceptan cómo soy. No me juzgan por ser gay. Puedo caminar libremente por la calle, tengo mis playas. Y tengo amigos, y tengo vecinos que me saludan. LIDIA: Mi casa es donde yo pueda darle una buena vida a mi wawa. Y hasta ahora no estoy segura donde puedo lograrlo. Quizás me equivoque. No lo sé. Pero esa es mi casa y mi patria, la que me deje criar a mi hija en paz y con una vida digna. 3- Metamorfosis de lo mismo LUIS: Mijo ya pertenece. Debe ser el colegio. En unos meses los chiquitos ya se conectan como si se conocieran de toda la vida. La cuestión es que ya me habla como español. A veces cuando estoy distraído haciendo alguna cosita en el apartamento y escucho los gritos de mi guambra jugando, me doy vuelta para comprobar que sea realmente él quién está conmigo. Hasta que no veo su carita morocha con oyuelos blancos, me pienso que me lo sacaron. El me quiere enseñar ahora a mí. Me sienta en el sillón y me hace repetir palabras como un loro: “vale”, “tío”, “gilipollas”, “¡qué guay!”, “muy”, “flipante”, “mogollón”, “qué guapo”, “qué chungo”, “qué chulo”. Pero no hay caso las palabras no se quedan en mí. 4- Tierras del sin fin CARLOS: Lo mejor de irte a otro lugar es que tienes la posibilidad de reinventarte, me dijo mi mejor amiga cuando me fui de México. BENJAMIN: Lo mejor de irte a otro lugar es que puedes ser otro, que nadie sabe quién eres y quién puedes ser, me dijo un weón amigo cuando me fui de Chile. CARLOS: Y yo la miraba y pensaba. BENJAMIN: Y yo lo miraba y pensaba. CARLOS: Uauuu…puedo ser cualquier otro. BENJAMIN: Puedo convertirme a esta edad en quien yo quiera ser. CARLOS: Nacer de nuevo. BENJAMIN: Diez segundos de plenitud me invadieron con esa idea. CARLOS: Tiempo suficiente para imaginar todas mis posibles nuevas vidas. BENJAMIN: Ahora sería mucho más seguro. CARLOS: Me haría menos problema de todo. BENJAMIN: Sería mucho más gracioso. CARLOS: Dejaría de fumar. BENJAMIN: Haría ejercicio. CARLOS: Ya no me prometería cosas que no iría a cumplir. BENJAMIN: No mentiría para ocultar mis miedos. CARLOS: Dejaría de putear por putear. BENJAMIN: De no poder decir que no. CARLOS: De no poder decir que sí. BENJAMIN: Dejaría de gastarme hasta la última moneda apenas a mitad de mes. CARLOS: De soñar con imposibles. BENJAMIN: Pero diez segundos es poco. CARLOS: Bahh…es suficiente para darte cuenta que el océano no es un vientre. BENJAMIN: Y que cambiar de continente no es ser parido de nuevo. CARLOS: Y que en una hora, un mes o un año vas a empezar a repetir cada una de esas cosas que ya no querías contigo. BENJAMIN: Y que te das cuenta que son tuyas, que es tu equipaje invisible. CARLOS: Que eres lo que eres. BENJAMIN: Estés donde estés. CARLOS: Y el sueño de ser Superman… BENJAMIN: …de entrar a una cabina telefónica para salir volando es solo un deseo incumplido más. CARLOS: Porque queramos o no. Somos el Chapulín Colorado. BENJAMIN: Con poderes sobrenaturales nulos. CARLOS: Pero más queribles. 5- El discurso vacío Todos entran con comidas y bebidas típicas. Brindan y convidan. Hablan al frente levantando sus copas. LENIN: Que mejor te apagas la televisión. BENJAMIN: Y no te lees los diarios. LIDIA: Y no te escuchas la radio. CARLOS: Y no te dejas llenar el tiempo con noticias que no son noticias. LUIS: Si lo que tú quieres es conocer realmente de dónde vengo. LALI: Si tenés ganas de conocerme. CARLOS: Porque yo no soy asesinatos de narcotraficantes. LENIN: Ni los secuestros de las F.A.R.C. BENJAMIN: O un dictador multimillonario. LIDIA: Porque yo no soy un cultivo de coca. LUIS: Ni una canasta de plátanos. LALI: O los campeones mundiales en tener crisis. CARLOS: Porque yo no soy unas espaldas sudadas queriendo cruzar la frontera. LENIN: Niños desnutridos. BENJAMIN: Carabineros dando golpazos a todos. LIDIA: Aborígenes sin derechos. LUIS: Viviendas sin agua ni luz. LALI: Políticos populistas. CARLOS: Que te enteras que esas son tus noticias… LENIN: Tu negocio. BENJAMIN: Tu imagen. LIDIA: No, la realidad. LUIS: Sírvete. LALI: Prueba el sabor… CARLOS: …los aromas… LENIN: …las texturas. BENJAMIN: Decime sinceramente: LIDIA: Hola, Bolivia. LUIS: Hola, Ecuador. LALI: Hola, Argentina. CARLOS: Hola, México. LENIN: Hola, Colombia. BENJAMIN: Hola, Chile. LIDIA: Vamos a conocernos, a compartir la mesa. 6- El canto errante Pasaron unos cuantos minutos. Los brindis se acumularon. Desbordaron. Cayeron. Las copas vaciadas a fuerza de bocas americanas sedientas trajeron un poco de nostalgia, de melancolía. La reflexión desplaza lentamente a la alegría impostada de la Navidad. LUIS: Aunque volviera mañana mismo… LALI: Aunque tratara de olvidar cada recuerdo de los últimos años… CARLOS: Aunque metiera mi orgullo en el bolsillo… LENIN: …y sacara un billete de avión con destino a mi tierra. BENJAMIN: Ya no sería el mismo. LIDIA: Ya no seríamos los mismos. CARLOS: No importa que vuelva a la misma dirección… BENJAMIN: …al mismo teléfono, al mismo barrio… LIDIA: …a tener los mismos vecinos… LUIS: …y los mismos posters pegados en la pared. LENIN: No importa que el borracho siga adornando la esquina de siempre.. LIDIA: …o que no hayan borrado el grafitti que una vez escribí con fibrón en el paredón de la vuelta. LUIS: Lo cierto… LALI: …ineludible… CARLOS: …inevitable… LENIN: …es que ya no sería nada igual. BENJAMIN: El lugar. LIDIA: Ni las personas. LUIS: Ni mi forma de amar y ser amado. LALI: Cuando hicimos nuestras valijas y dejamos nuestros hogares… CARLOS: …quizás todavía no lo sabíamos. LENIN: Que emigrar es un viaje sin retorno. BENJAMIN: Donde hasta volver no es volver. LIDIA: Sino empezar de nuevo. 7- No me esperen en abril Juntando los restos del festejo mientras de fondo se escuchan algunos gritos y canciones. Platos descartables, copas, guirnaldas de colores son levantadas por todos hasta que Lali se detiene, los mira a todos. LALI: Yo siento ya, acá, en mis entrañas las ganas de volver. Y como fue una sensación, un impulso, un latido desde mis adentros los que me empujaron a partir, a dejar todo y atravesar el océano, ahora son esas mismas partes, ese mismo sentimiento inexplicable el que me dicta la orden de volver. Ya sé: me dirán, ahora que la crisis llegó a Europa, te rajás para Argentina. Pero no es eso. Ya sé me dirán: te vas porque no tenés el trabajo que ansiabas, o porque no tenés una pareja formada. Pero no. Quizás esas hubieran sido excusas para posponer la decisión, pero tal como me fui porque lo sentí, por esa misma causa es mi vuelta. Queridos compañeros, esta será mi última Navidad con ustedes, por lo menos en esta ciudad. Me llevo conmigo haber conocido lugares y personas fascinantes, haber ensanchado mi mente y haber vivido una experiencia tan intensa que tendré que aprender a volar, a refrescar esa intensidad en la rutina de mi nueva vida en Buenos Aires. Ya no me sucederán todos los días hechos conmovedores, dignos de ser recordados y contados, no tendré la posibilidad de conocer diariamente a personas de todo el mundo, y sentirme feliz de descubrir un nuevo guiño de una cultura que me es ajena. Pero el viaje es una etapa. Y yo la cumplí. Ahora tendré que aprender a quedarme, a disfrutar lo cotidiano, lo que siento mío. Si no lo hiciera, lo que estaría haciendo es huir. Y ya me siento fuerte como para dejar de lado esas cobardías. Estuve mucho tiempo en otra ciudad pensando constantemente qué pasaba en Buenos Aires. Es cierto que desde el primer día estuve enamorada de Barcelona pero también siempre supe que no sería para siempre. Ya me empieza a doler no poder compartir anécdotas de mi país, de sentirme una extraña, una turista, una visitante; que ahora lo malo pesa más, y lo lindo ya no brilla como antes. Que quiero estar en casa, joder. Que sólo quiero estar en casa. CARLOS: Yo también tengo una noticia. ¿Se acuerdan el pasaje que saqué para volver? Bueno…lo devolví. Me arrepentí. Yo no me puedo volver. Ya no soportaría la inseguridad, las payasadas de nuestros políticos; el machismo; la violencia que profesamos cada día; la indigencia que se nos acostumbra en el paisaje. No quiero perder esta sana sensación de poder volver caminando luego de una noche de borrachera a mi casa sin el temor de que alguien me mate en una esquina, o me secuestre o me pegue solo por placer. Aunque sea un error, será un error mío. Y siento que volver es retroceder, porque el tiempo siempre avanza y el camino es hacia delante. Y mi horizonte ya está en estas tierras, donde no tengo que estar preocupado de que las leyes dicen una cosa y la realidad es otra, donde me acostumbré a conductas y costumbres que ya no puedo ni quiero ceder. Me gustan las calles de Barcelona. Me gusta la playa. Sus comodidades. El movimiento progresista de la ciudad. Me gusta. Me gusta todo. Y lo vivo y lo disfruto a más no poder. Día a día. Con una gratitud indescriptible. Y yo sé que nada de esto es mío. Nada. Que en la calle solo veo caras extrañas. Lenguas y acentos diferentes. Pero no me caben dudas que nací para irme, para viajar, para probar países y culturas. Y sé que en algún momento esta fiesta que es Barcelona para mí se va a terminar. Que me quedaré solo juntando los pitillos y las latas de cervezas. Pero quién me quita lo vivido. Seguramente partiré para Singapur o para Israel donde siempre están buscando cocineros como yo. Quién sabe. No dejaré de desearle a mi país que pueda lentamente adquirir las cosas que me fascinan del “Primer mundo”. Pero yo ahora no los puedo acompañar. Quizás llegue ese día donde deje de comparar, donde mi espíritu deje de pedirme seguir buscando nuevas rutas y ahí pueda darme la vuelta. Quizás llegue. 8- El reino de este mundo LENIN: (Señalando a Luis) Luis fue el primero de los hermanos en venir a España y el único que decidió no volver. Son cuatro, los hermanos, todos varones, y uno a uno, primero ellos, y luego sus mujeres e hijos, toditos fueron llegando. Llegaron todos a Llobregat, con la misma frase en los labios: “Nos vinimos porque allá no hay futuro”. Un año y cinco meses estuvieron juntos los cuatro hermanos en el lugar donde sospechaban que sí tenían su futuro. Fue una buena época. Pero de a uno, en el orden inverso en el que arribaron, angustiados por la distancia abismal entre los sueños de lo que les esperaba en estas tierras y la sincera realidad, se acogieron a un plan oficial de retorno a Ecuador. “Si la voy a sufrir, Luis, lo quiero hacer en mi verdadero hogar”, le iban diciendo sus hermanos a medida que se subían al avión. No sintió que lo traicionaron. Pero casi. Luis fue el primero en venir y el que les consiguió el alquiler de apartamentos, los primeros trabajos, los trámites para los papeles, todo para que se fueran instalando con cierta tranquilidad. La maldita crisis. Ahora en España, los vuelve a separar. Sí, Luis tampoco consigue trabajo estable. Hace pequeñas refacciones para los vecinos y poco más. Pero no se arrepiente de su decisión de quedarse. Su hijito ya tiene 6 años y casi que es español, tiene sus amigos acá, y en la escuela recién ahora le está yendo bien otra vez. “Puede sufrir el Síndrome de Ulises si tiene que atravesar nuevamente el estrés de la migración”, le dijo el psicólogo al que le volvió a reparar la persiana del comedor. No lo entendió del todo, pero sentía que algo de razón tenía. LIDIA: (Señalando a Benjamín) Benjamín volvió a Chile. En este caso, no es fácil determinar si fue por decisión propia o por necesidad. Lo cierto es que después de dos años su padre ya no quiso seguir pagando el Máster en Comercio Internacional que Benjamín solo usaba como excusa para alejarse del destino que su familia se esforzaba en construirle en su Santiago natal. Se había sentido a gusto al colgar su traje diario, sus camisas de cuello bien duro y las corbatas lisas y dar lugar a los jeans, zapatillas y polos. Durante su primer año en Barcelona, Benjamín se dedicó a ser un turista eterno, se pasaba de fiesta en fiesta, de chiringuito en chiringuito, recorriendo los pueblos y playas de las cercanías, y contando las faltas del Máster para no perder la regularidad. Ya en el segundo año aprendió a disfrutar de los pequeños placeres de la vida y también a extrañar. Todas sus amistades en Barcelona llegaban y se iban en un vaivén que con el correr de los meses le empezó a pesar. La noticia de que el padre no le seguiría pagando sus estudios de posgrado ni enviándole la mensualidad correspondiente, sumado a la imposibilidad de obtener un empleo, le facilitaron la disyuntiva sobre retornar o quedarse. Cuando dejó Barcelona, lloró, con timidez pero con fuerza; lloró como un niño. Por irse queriendo, pero sin querer a la vez. Ahora ha vuelto a su departamento frente al Cerro San Cristóbal en Santiago. Se asoma a la ventana y no escucha a decenas de familias hablando y gritando en idiomas distintos como sucedía en su piso de Barcelona. Tampoco le llegan esa variedad de músicas y olores que se colaban cada noche por todas las aberturas. Todavía no le ha atendido el teléfono a su padre. Sabe que tiene que tomar una decisión. Las horas que se aproximan serán para definir quién quiere ser y qué quiere hacer. LUIS: (Señalando a Lenin) Lenin se quedó en España. Dejó Barcelona pero viajó a Bilbao para seguir a un nuevo amor y para probar suerte por aquellas tierras. Siempre fue un hombre muy sensible, pero desde pequeño aprendió a esconder esa sensibilidad para no sufrir. El que no lo conocía a Lenin solo veía a una persona segura y hasta un poco egoísta: “esto es mío y sólo mío”. Puro instinto de supervivencia. Tuvo que luchar mucho siempre por todo lo que ha deseado, y eso le desarrolló una tendencia a ser duro. Solo se conmueve cuando habla con sus padres por teléfono y les cuentan anécdotas de sus sobrinos. Piensa que se fue cuando eran muy pequeños y que ya no lo recordarán. Si bien mantiene contacto con alguno de sus ex compañeros de la Policía, Lenin siente que esa etapa de su vida es parte de otra vida. Le parece mentira que hace pocos años estaba patrullando las calles de su Bogotá natal, y ahora se dedica a realizar tatuajes. Es bueno. Siempre le había gustado dibujar, pero nunca imaginó que se volvería su oficio y su modo de vida. Todos los amores que ha tenido desde que llegó, que no son pocos, tienen un pequeño o gran tatuaje realizado por él. “Llevan mi marca de por vida”, se ufana cuando le preguntan. Su actual pareja tiene piel oscura, quizás por su descendencia árabe, todavía virgen de las garras tatuadoras de Lenin. Pero es solo cuestión de tiempo. Está feliz de haber viajado a Bilbao. Lenin descubrió que es tan intenso que en pocos meses se deglute una ciudad entera, se conoce cada rincón, cada museo, cada bar, y que apenas siente esa sensación de conocer a plena esa ciudad, que apenas empieza a sentirse cómodo, es cuando siente el momento de partir, de volver a empezar en un nuevo lugar. BENJAMIN: (Señalando a Lidia) Lidia volvió a Bolivia. Después de tres años, se reencontró con su hija y con su propia madre. Lidia sabía que debía tener un proyecto y agarrarse de eso para poder soportar la distancia y la separación familiar. Sabía que no deseaba limpiar pisos toda su vida y que en tres años debía ahorrar el dinero suficiente para poder llevar a vivir con ella a su familia a España. No lo logró. Su proyecto no se concretó. Pese al esfuerzo y a las privaciones, no alcanzó a juntar el dinero suficiente para cumplirlo. Se prometió no deprimirse. Nunca renunció a ponerse maquillaje, a verse bonita. “Aquí ni siquiera te importa cómo te vistes. ¿Por qué te debe importar si todo lo que haces es limpiar pisos?”, es la sensación a la que no quiso ceder. Lloró lo suficiente su proyecto trunco para llegar a Bolivia con la mayor sonrisa que cabía en su rostro y ninguna culpa por el tiempo perdido. Es apasionada y aprendió a ser fuerte. Ya no busca, desea, ni sueña; solo actúa. Apenas llegada a La Paz, con los pocos euros que se trajo como ahorro, montó en apenas una semana una tienda de ropa femenina. Es cierto que las primeras semanas se sintió una extranjera en su propia ciudad, en el propio barrio donde nació, creció y se hizo adulta. Durante algunas noches soñó con Barcelona y en algunas ocasiones hasta se levantaba confusa de que las puertas de su habitación estaban en diferentes lugares. Todo sigue desacomodado. Todo sigue raro. Su hija trata más como madre a su abuela que a ella misma. Pero Lidia no desespera. Sabe que es cuestión de tiempo. Los golpes contra la pared le enseñaron a tener el temple y la paciencia para superar sus miedos, para no olvidar en ningún momento quién es y que sólo aquí siente que realmente puede ser ella misma. Mientras vuelve a acomodar cada uno de las cosas que hace tres años había dejado en unas cajas, siente que su vida también tendrá nuevas oportunidades, como esos portarretratos a los que les quita el polvo a fuerza de soplidos y vuelve a colocar en los muebles de su habitación. FIN