Dislexia ¿sabemos de qué se trata?

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Dislexia
¿Sabemos de qué se trata?
Luisa De Esteban1, Guadalupe Rodriguez2
Resumen
Diariamente nos enfrentamos en el aula a problemas que tienen que ver con la lectoescritura,
pudiendo ser causa de estos, la dislexia, dislalia, discalculia, entre otras.
Lo verdaderamente importante es que se pueda realizar un diagnóstico precoz. Es aquí que
nuestro rol como nexo entre el alumno y los especialistas, es clave.
La dislexia es un trastorno neuropsicológico que se manifiesta clínicamente por un disturbio
en la adquisición y manejo del código escrito, de carácter persistente.
Existen una cierta cantidad de elementos propios del niño o adolescente disléxico que es lo
que nos permite reconocerlos. Aunque las condiciones de la docencia hoy dificultan su
detección temprana debido a los grupos numerosos, al bajo nivel de exigencia, y de
compromiso docente, con voluntad es posible la detección.
Cualquier escuela debería ser buena para un niño con dislexia, ya que todas deberían estar
preparadas para enfrentar lo que seguramente reciban: niños diversos, con diferentes
fortalezas y debilidades.
Palabras clave: educación, lenguaje, dislexia.
Introducción
Diariamente nos enfrentamos en el aula a problemas que tienen que ver con la
lectoescritura, pudiendo ser causa de estos, la dislexia, dislalia, discalculia, entre otras.
Lo verdaderamente importante es que se pueda realizar un diagnóstico precoz. Es aquí
que nuestro rol como nexo entre el alumno y los especialistas, es clave.
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Prof. de Historia
Prof. de Biología
PROEX Nº 3, Melo, Cerro Largo - Uruguay - Noviembre 2011 – ISSN: 1688-7875
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Etimológicamente la palabra dislexia significa “dificultades del lenguaje”. En la
acepción actual se refiere a problemas de lectura, más específicamente, trastornos en la
adquisición de la misma. Trastorno neuropsicológico que se manifiesta clínicamente por
un disturbio en la adquisición y manejo del código escrito, de carácter persistente.
Denominada la “enfermedad del siglo” pues afecta a más del 10% de niños; razón que
lleva a una permanente actualización ya que la investigación científica es continua y aún
inacabada. La discusión sobre el origen de este trastorno no se ha cerrado. Esta
investigación comienza ya en el siglo XX, cuando un neurólogo francés Jules Dejerine
comienza a investigar pacientes que habían sufrido accidentes y esto los llevó a la
incapacidad de leer y escribir, síndrome que se denominaba alexia-agrafia.
Antes de que este trastorno biológico se definiera como tal con sus características
particulares; a quienes padecían dificultad en la escritura y lectura, se los catalogaba de
“burros”, “inquietos”, “inmaduros” repercutiendo esto directamente en su rendimiento
académico y como consecuencia en su autoestima, pues la más de las veces debían
repetir el curso.
El destino de los niños que son portadores de esta dificultad depende en gran medida de
que sean comprendidos y apoyados a tiempo. Para ello es necesario que padres y
docentes estén atentos y abiertos cuando las cosas empiezan a no funcionar como se
espera.
Luego de variados estudios se llegó a la conclusión de que ya sea la dislexia adquirida o
genética conlleva una lesión en el hemisferio izquierdo del cerebro, especializado en el
procesamiento lingüístico analítico secuencial o serial de la información. Consiste en
una estructuración inusual de las neuronas.
Citando a Natalia Trenchi3, quienes son disléxicos tienen una configuración
anatomofuncional singular del cerebro que condiciona alteraciones en la función, y son
estas las que provocan las dificultades para reconocer la correspondencia entre los
sonidos y las letras.
Varios autores coinciden en definir la dislexia como una condición heredada; por lo que
es frecuente encontrar varios disléxicos en una familia. Hoy en día se podría decir que
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“TODO SOBRE TU HIJO”, Natalia Trenchi
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la dislexia es una dificultad funcional de alguna parte del cerebro que interviene en el
proceso de aprendizaje y ejecución de la lectoescritura, que va generalmente
acompañada de disfunciones colaterales (orientación espacial y temporal, lateralidad,
psicomotricidad gruesa
y fina, esquema corporal)
y es posible encontrar
manifestaciones desde muy leves a muy severas. La gravedad dependerá de la situación
personal de partida, de la interacción con su entorno familiar, escolar y
psicopedagógico.
¿Cómo darnos cuenta si estamos frente a un disléxico?
Existen una cierta cantidad de elementos propios del niño o adolescente disléxico que es
lo que nos permite reconocerlos. Aunque las condiciones de la docencia hoy dificultan
su detección temprana debido a los grupos numerosos, al bajo nivel de exigencia, y de
compromiso docente, ya que el atender estas particularidades de forma personalizada
requiere un mayor esfuerzo docente e institucional. Ahonda aun más esta diferencia la
inexistencia de especialización docente. A pesar de no tener la preparación adecuada,
los elementos antedichos nos permiten un reconocimiento primario.
Muchas veces esconde sus debilidades con estrategias compensatorias, ingeniosas, se
frustra fácilmente. Por ejemplo hemos estado frente a alumnos que se camuflan en una
imagen desagradable, con hábitos displicentes para esconder sus verdaderos temores.
Suelen estar a la defensiva, sin razón aparente. Tienen momentos de altibajos
emocionales, momentos de alegría, tristeza pasando de un estado a otro
espontáneamente.
Tienden a ser el “payaso del salón”, niño problema, continuamente requieren la atención
de sus pares y también del docente; ya sea con actitudes graciosas o grotescas. Se les
dificulta poner atención, parecen hiperactivos o soñadores. Por una razón u otra se hace
necesario llamarles la atención. También hemos podido constatar casos en los que
aparentemente no están siguiendo la clase pero si se los solicita reflejan un seguimiento
adecuado de la misma. No son capaces de poner claramente los pensamientos en
palabras, hablan en frases entrecortados, tartamudean cuando están estresados.
Una de las características que identifican a la dislexia y que la presentan mayormente
los que la padecen es la confusión de letras de forma semejante, como las antitrópicas:
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b, d, p, q. Esta confusión los lleva a leer por ejemplo “bebo”, por “dedo”. Confusión que
es normal en niños que están aprendiendo a leer y escribir, pero cuando esto persiste
estaríamos más cerca de un diagnóstico de dislexia.
Se distinguen dos perfiles disléxicos, uno a polo
predominantemente perceptivo visual: dificultad
para procesar información visual y discriminarla,
ejemplo confunden b con d. El otro a polo
predominantemente audio-verbal: dificultad para
procesar estímulos que ingresan por vía auditiva
por ejemplo confunden d con t.
Al leer o escribir presentan repeticiones,
adiciones, transposiciones, omisiones, sustituciones y revierte letras, números y o
palabras. Suelen producir textos pobres que no reflejan su potencial intelectual, pero si
lo hacen cuando se expresan oralmente. El proceso mecánico de la lectura les insume
mayor gasto de energía, lo que va en detrimento de la comprensión lectora. Dicha
comprensión es diferente si leen ellos mismos o si alguien les lee. Por nuestra
experiencia sabemos que las consignas presentadas en actividades áulicas deben ser re
leídas individualmente al disléxico para que pueda realizarlas de forma adecuada.
La lectura implica comprensión y decodificación, se necesita decodificar para
comprender, para el disléxico tiene más significado el color y las imágenes que las
letras. Lee y vuelve a leer sin comprensión, su ortografía es fonética e inconstante. La
ortografía como hemos referido arriba es una gran dificultad para estos niños y se puede
hablar en muchas ocasiones de disortografía. Muchos niños acaban leyendo
aceptablemente pero la ortografía es deficiente, debido a una percepción y
memorización visual deficientes, les cuesta recordarlas como un todo. En la escritura
presentan cierta torpeza en el aspecto motriz, dado el sobreesfuerzo que le requiere la
escritura se llega a dar una especie de fobia hacia ella, que dificulta el tratamiento.
Posee una extremada agudeza visual y observación, o carece de la percepción profunda
y visión periférica.
En otras materias además de la lectura, la escritura y el cálculo, se observan dificultades
que tienen que ver con la desorientación espacio-temporal. Así, en historia les cuesta
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captar la sucesión temporal y la duración de los períodos. También como recordar los
hechos históricos pues no tienen significación personal. Por ejemplo cuando en el aula
se realizan las líneas de tiempo, los alumnos que padecen esta dificultad, no logran
recordar el secuenciado de las épocas, confundiendo una etapa histórica con otra.
En geografía tiene gran dificultad para localizar y en especial para establecer las
coordenadas geográficas y los puntos cardinales. En geometría se producen grandes
dificultades por su relación directa con la estructuración espacial.
Hay autores que hablan de una “Constelación Dis”, siendo la dislexia uno de los
elementos de ésta. Tanto la dislexia como los otros trastornos, tiene en común dos
características: 1) la frecuencia de su co-ocurrencia 2) su independencia del
funcionamiento intelectual global del niño. La Dislexia, trastorno específico de la
lectura, se sitúa en el centro de esta constelación, y generalmente se mantiene asociada a
los demás.
¿Cómo saben los padres si su hijo es disléxico?
Generalmente se cree que son los docentes los
responsables de detectar a los niños disléxicos, pero es
importante que el niño llegue a la escuela, no con un
diagnóstico hecho, pero sí, con la advertencia de los
padres de que el docente se puede enfrentar a un niño
con ciertas dificultades.
El diagnóstico precoz, aunque no siempre es posible,
es de gran ayuda para futuros tratamientos que no mejoran pero atenúan las dificultades
de la dislexia. Es bueno que los padres sepan desde el primer momento, pues pueden ser
y de hecho son una fuente de ayuda importante para sus hijos.
El papel más importante que tienen que cumplir los padres de estos niños quizás sea el
de apoyo emocional y social. El niño debe saber que sus padres comprenden la
naturaleza de sus problemas de aprendizaje, esto requerirá frecuentemente el tener que
dar al niño algún tipo de explicación acerca de sus dificultades. Al comprenderla, se
evitará por un lado que los padres trasmitan su ansiedad al niño y a su vez ayuden a que
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éste, esté apoyado y motivado para enfrentar su problemática. La comprensión y el
apoyo de los padres son fundamentales para que el niño acepte y comprenda su forma
diferente de aprender. Esto lo puede llevar al éxito, siempre y cuando se esfuerce y
trabaje, para superase. La mayoría de las veces los padres han padecido de dificultades
similares (pues como ya los expresamos, es hereditaria); y han sufrido mucho en la
escuela. Por esta razón es importante que el niño lo sepa pues de esa forma compartirán
las mismas experiencias y por lo tanto se sentirá más comprendido.
Es importante desarrollar la autoestima a todos los niveles, pero sin llegar a la
sobreprotección. También es importante no caer en las comparaciones, sobre todo entre
hermanos, y recordar que no todos los niños son iguales y que los disléxicos tienen sus
propias habilidades.
Otro elemento a tener en cuenta son las dificultades prácticas a las que ellos se
enfrentan, como por ejemplo confusiones con las horas del día, equivocaciones con
respecto al lugar donde se colocan las cosas, tendencia al desorden, distracción. Todo
ello requiere de alto grado de paciencia por parte de su entorno más cercano.
Como ya lo hemos mencionado el destino de estos niños depende en gran medida de
que sean comprendidos y apoyados a tiempo. Para ellos es necesario que padres y
docentes estén atentos y abiertos, cuando las cosas empiezan a no funcionar como se
esperan.
Desde nuestra experiencia ¿cómo contribuimos?
Hay muchas maneras de ayudar a un niño disléxico desde el aula, y fundamentalmente
de evitar que el pasaje por ellas, le deje consecuencias emocionales negativas, que
puedan terminar siendo un obstáculo mucho más insalvable que la dislexia. La
experiencia del aula de un niño que no puede aprender como el resto de sus compañeros
puede llegar a ser muy duro. Lamentablemente la mayoría de las instituciones no
cuentan con especialistas en la detección del problema. Lo que hace que seamos los
docentes quiénes nos enfrentemos primero al alumno disléxico.
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Se pueden llegar a utilizar diferentes estrategias focalizadas a potenciar las habilidades
del alumno disléxico. O aunque no logren potenciarlas, si lo ayudarán a que pueda
interactuar y no sentirse en un plano inferior con respecto a los demás alumnos.
Llega el momento en que es el docente quién se enfrenta a la dislexia y entonces nos
preguntamos ¿cómo actuar? Lo ideal sería que existieran psicopedagogos en cada
institución, pero ya que estamos lejos de eso es generalmente el mismo docente quién
detecta esta y otras dificultades de aprendizaje. Tal vez sea esta la única instancia que
tiene el educando de revertir de alguna manera la preocupación de los padres y de él
mismo del ¿por qué no aprendo igual que los demás, de la misma manera? Esto exige
que nosotros los docentes estemos más atentos y preocupados por cada uno de los
alumnos.
No sirve decir, este problema debería haberse detectado en primaria. Ahora nos
encontramos con ese alumno, que necesita una forma específica de mediatización del
conocimiento y esto requiere estar informado y capacitado en los diferentes tipos de
patologías vinculados al aprendizaje. Desde el aula y teniendo en cuenta los estudios e
investigaciones que hay de las diferentes modalidades de aprendizaje, podemos actuar.
El ingreso a Secundaria es también un nuevo modo de aprendizaje basado en más
iniciativas e investigaciones personales de parte del niño pero también en más
exigencias en materia de dominio de la lengua.
Al saber que la escritura en estos alumnos no es una fortaleza, debemos buscar otras
formas de evaluar, buscar estrategias o consignas adecuadas. Al igual que todos los
alumnos pero especialmente estos, es importante que sientan que estamos preocupados
por ellos y que deseamos ayudarlos. La atención individualizada y las observaciones
positivas sobre sus trabajos, está comprobado que refuerzan su autoestima.
Hemos detectado que los trabajos escritos que le permitan expresar su conocimiento
mediante dibujos o que su configuración sea de múltiple opción son los que más éxito
tienen. También existe la posibilidad de evaluarlos en forma oral.
Hay que tener en cuenta que si realizamos un esquema en el pizarrón, debemos
ayudarlos mediante la palabra a que lo realicen. Pero que si les dictamos solamente, se
pierden y no logran seguirnos. Que las consignas de los ejercicios deben ser muy claras
y precisas, sino no logran realizarlas.
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Otra estrategia que se ha puesto en cuestión es la de los tiempos suplementarios, pues se
caería en una generalización peligrosa ya que no todos los niños disléxicos necesitan
este tiempo. Más que ese tiempo extra hay que darles los instrumentos para que puedan
organizar su trabajo, ya que es mejor que dejarlos media hora más con su
desorganización.
Aunque con este tipo de medidas específicas se corre el riesgo de colocar
sistemáticamente al niño fuera de las reglas, que se aplican a la clase en general. Ya que
podríamos caer en la estigmatización del alumno y a esto le agregaríamos el que los
compañeros piensen que esta situación no es justa para todos. Nosotras pensamos al
respecto que la clase debe estar enterada de la problemática del compañero y debe saber
de qué se trata. Y también dejar muy en claro que si ese compañero tiene dificultades
para leer o escribir, no las tiene en otros ámbitos, que puede sobresalir en otras
actividades.
En realidad cualquier escuela debería ser buena para un niño con dislexia, ya que todas
deberían estar preparadas para enfrentar lo que seguramente reciban: niños diversos, con
diferentes fortalezas y debilidades.
Es necesario que el disléxico sepa que es una persona tan inteligente como cualquiera,
solo que ha nacido con esa condición que le dificulta su relación con el lenguaje
lectoescrito.
BIBLIOGRAFÍA
BRUNER, J. (1989) Acción, pensamiento y lenguaje (compilación de J.L. Alianza)
Madrid, Alianza.
BAQUERO, R. (1997) Vigotssky y el aprendizaje escolar. Cap. 3. “Las relaciones entre
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HABIB, M. (2004) La dislexia a libro abierto.
latinoamericana.
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Prensa médica
PRIOR, M. (2007) “Lo oral y lo escrito en el proceso de aprender”. Maestría en
didáctica de la Educación Media. Claeh
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