El dirigismo cultural de los Medios de Comunicación como conformador de una “nueva cultura”. Comunicadores católicos / Ética y valores en la Comunicación Por: José Martín Brocos Fernández | Fuente: Arbil.org Los medios de comunicación de masas, perfectamente imbricados y a la vez fieles servidores de los centros del poder político y económico, están inculcando una nueva cultura. La inculcación de una nueva cultura. Entendemos por auténtica cultura, aquellas manifestaciones por las que el hombre “se hace más hombre, accede más al ser” y es la expresión del pensamiento y sentimiento de un pueblo. Son “el cultivo de lo espiritual [el horizonte de lo divino permite desplegar al máximo las potencialidades de la cultura] y el desarrollo de lo material (…) los dos grandes ámbitos culturales” (Gutiérrez García, 2001:215-216). Los medios de comunicación de masas, perfectamente imbricados y a la vez fieles servidores de los centros del poder político y económico, están inculcando una nueva cultura (Schiller, 1976a, 1976b, 1979, 1983), que refleja “la situación posmoderna del espíritu humano, encerrado `dentro de los límites de la propia inmanencia, sin ninguna referencia a lo trascendente´ (Fides et ratio, 81)” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:357). Un adoctrinamiento continuo, sin pausa ni retroceso, de las conciencias y los corazones, que persigue un objetivo deliberado acorde con los intereses de control y dominio a nivel mundial. Estamos asistiendo a nivel internacional al surgimiento de una nueva civilización global troquelada de complejos atávicos y aliada con el racionalismo inmanentista de reivindicaciones maximalistas jalonado de una nueva religiosidad subjetiva gnóstica, de búsqueda del superhombre por un proceso de interiorización en radical autonomía, transido de estados mentales, anímicos y afectivos que no tienen que ver con la transformación radical de la persona, y de esclarecimiento de arcanos de felicidad y de salvación que las instituciones tradicionales han velado durante siglos. En esta nueva cultura Dios sobra de la vida humana. El culmen de la civilización es el hombre, como nuevo ídolo y dios de sí mismo. El inmanentismo se camufla con una espiritualidad que deifica el propio yo intramundano; desligado de la creencia en realidades supremas que impliquen un cambio de conducta moral humana y la consideración del hombre como portador de valores eternos, de la aceptación de una moral objetiva y unos valores permanentes, y de la asunción de una tradición secular ligada a la propia identidad histórica. El oscurecimiento de la realidad ontológica de la persona humana deriva y conduce a la decadencia y degradación en los planos personal y social como fenómeno multifacético: totalitarismo político camuflado en defensa de “nuevas” libertades y salvaguarda de los “nuevos” derechos anclados en el positivismo jurídico (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:704-705), positivismo científico, irracionalismo filosófico, escepticismo gnoseológico, relativismo ético con primacía de la consideración de la propia conciencia como fuente objetiva de moralidad, explotación imperialista económica, y el dirigismo cultural, que canaliza, capitaliza, propaga, arraiga y ensambla en proceso coadyuvante y sincrónico, las mencionadas consecuencias de reducir el papel del espíritu en la historia humana, de la “traición de la humanidad al espíritu” (Wagner de Reyna, 2001:92). El dirigismo cultural es entendido como la imposición de la dictadura hegemónica de la “cultura de la muerte” cimentada en el imperio de la esfera de subjetividad y en la manipulación teledirigida de los signos y los símbolos de la comunicación a un grupo heterogéneo, grande y disperso, con el propósito de preparar, crear, promover y consolidar un nuevo hombre, un nuevo estilo de vida y una nueva sociedad de signo laicista, permisivo e individualista como principales características [1] . Trata el dirigismo con la transmisión de mensajes y opiniones unilaterales, de desarraigar la persona de la cultura de sus ancestros, de su tradición, de su historia, de su religión, y de su propia realidad trascendente (Budziszewski, 2005:218-221). El ataque es bifronte: a la mente y al corazón de los pueblos. Intenta sucesivamente neutralizarlos, seducirlos y convertirlos en un nuevo modelo de siervos de gleba. Las armas preferidas de conquista mundial en este embate, verdadero combate de supervivencia de las civilizaciones arraigadas al orden natural, son el dominio semántico de los medios masivos de comunicación (Schiller, 1976a), y el control de la educación [2] en todos los niveles, con especial atención a la apropiación y distorsión de la historia como parcela académica (Gutiérrez García, 2001:243-247), y a la “manipulación del lenguaje como principal herramienta operativa” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:697) para “cambiar las actitudes sociales (…) [y] oscurecer la realidad” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:700) [3] . Por la influencia, dominio y control de los mecanismos, medios y canales de comunicación, -agencias de noticias, agencias de publicidad, prensa, radio y televisión,- se imbuye una nueva ideología preponderante totalitaria en la línea rupturista galvanizada por los rectores del dirigismo cultural, que debilita y corroe el tejido y el vigor social, introduciendo “cambios en el comportamiento de las personas” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:698), imponiendo “la herramienta relativista de `construcción del consenso´ que sirve para construir una aceptación aparente en la sociedad” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:699-700), denigrando las tradiciones del pasado y mermando o falseando los principios de solidaridad, convergencia en el bien común y justicia social. López Quintás (1998:80-81) nos describe el adoctrinamiento cultural. El pueblo masificado a causa de la pérdida de su tradición, de la creatividad y de su vehículo viviente que es el lenguaje está abierto a toda innovación que sea coherente con los nuevos mitos que los demagogos –convertidos ya en guías poderosos- han empezado a inocular en su espíritu a fin de troquelar su mente. Esta apertura y docilidad permite al demagogo prolongar y asentar su tarea de remitificación sin la menor resistencia. Una vez modelado el estilo de pensar, sentir y querer de las gentes, el demagogo (…) consolidar su conquista. Los espíritus domeñados por las tácticas manipuladoras movilizadas en la primera fase se muestran permeables y sumisos a esta labor de ajuste cultural (…) Es la hora del adoctrinamiento sistemático en todas las ramas del saber. Los medios de comunicación pasan así a conformar una nueva mentalidad, a crear una nueva historia ex nihilo, una nueva cosmovisión vital “funcional” (López Quintás, 2001:81) desenraizada y acorde con los objetivos ideológicos y de dominación postulados por el dirigismo cultural. Una vez establecidos los nuevos modelos culturales “son indefinidamente persistentes y resulta una oportunidad histórica moldear los conceptos culturales y el comportamiento social” (Cervera Bañuls, 1992:315). Surge así un nuevo hombre masa, que entierra todo el rico legado cultural, recibido y trasmitido de generación a generación. Masas reprimidas y enajenadas que se convierten en amenazantes para la auténtica libertad y el desarrollo de la cultura >[4] . La crisis es global y “atraviesa todos los niveles (político, social, económico, de recursos, intelectual, etc.)” (Wagner de Reina, 2001:91). La consecuencia: el advenimiento de un Nuevo Orden Mundial bajo la bandera internacionalista de la ONU (Schooyans, 2002). La influencia del Soft Power en el dirigismo cultural. No es ajeno el imperialismo cultural desplegado por Estados Unidos al fenómeno del dirigismo cultural. Nye muestra que la energía suave se centra en la atracción de cultura y valores compartidos, a menudo previamente imbuidos, y en la búsqueda de una cooperación [5] . Este poder suave inspira los sueños y deseos de los otros (Nye, 2004) y la asimilación de la cultura predominante, en la línea del pensamiento único, se realiza por ósmosis. El pensamiento alternativo apenas tiene canales de expresión, pues el oligopolio de la comunicación [6] impone su dictadura informativa. La cultura global, en cuanto influencia, comercialización y dominio mundial, fluye fundamentalmente de los Estados Unidos (Nye, 2004) y transmite los valores americanos [7] , imbricados éstos en una cosmovisión liberal. Los productos “locales y regionales (…) se inspiran invariablemente en el modelo estadounidense y cumplen idénticos objetivos que el original” (Schiller, 1996:79). La consecuencia es una nivelación cultural, una tendencia a la homogenización por debilitamiento de culturas autóctonas (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:355; Schiller 1976a, 1976b) y aceptación cuasi-universal de una serie valores e ideas dominantes con el objeto de lograr que la población se encuentre en armoniosa coincidencia con el status quo dominante (Schiller, 1976a). Entre los valores dominantes que se preconizan y postulan están los “nuevos derechos humanos” y la deificación de la democracia liberal como único régimen que garantiza las libertades básicas. El propio sistema democrático, el nuevo dogma laico, es presentado como la intemerata de la civilización y del desarrollo humano y la globalización como la forma novedosa y más avanzada de desarrollo socioeconómico. Dirá Nye (2004) “es más fácil atraer a la gente a la democracia que forzarla a ser demócrata” [8] . Incide Nye en la importancia de formar la opinión pública en las nuevas democracias [9] . La realidad de la existencia de una opinión pública es una tremenda falacia. Los medios de comunicación dominan la formación de la opinión pública. Es dirigida ideológica y hábilmente a que la masa asuma acríticamente, -pues hay una creencia subconsciente individual en que controlamos el medio y somos invulnerables a las manipulaciones, que sí afectan a otros, pero nunca sobre nosotros mismos (Perloff, 2002),- lo que interesa en ese momento determinado a los detentadores del poder global (Gutierrez García 2001:503-504). Los avances en tecnología de la información, que sirven al poder existente [10] (Nye, 2003; Schiller, 1996), y la extensión de la democracia son coadyuvantes del soft power (Nye, 2003) en el proceso de gregarización intelectual impuesto por el dirigismo cultural desde los centros de poder, y en el que los organismos internacionales, las agencias de la ONU [11] , promotores, epígonos o adláteres de esos otros grupos más o menos ocultos [12] , comparten los objetivos generales culturales paralelos con la concepción eminentemente anticristiana de imposición de un nuevo orden global totalitario (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:700; Hardt & Negri, 2002; Schooyans, 2002), con lo que se refuerza la acción de penetración y asimilación social. Esta uniformidad mental y social en el ámbito cultural, auténtico “imperialismo cultural” (Schiller, 1976a) impuesto con sibilina astucia, constituye el nuevo fenómeno de proletarización de la sociedad. Tácticas operativas del dirigismo cultural en los medios de comunicación. El dirigismo cultural, fiel a su consigna de dominio de almas y cuerpos “que las ideologías y el dinero pretenden” (Gutiérrez García, 2001:513), asentado en el inmanentismo antropocéntrico se apoya en la desinformación [13] y en la desculturación informativa [14] en su proceso de transmutación social y de creación de una nueva sociedad desvertebrada, insolidaria, dócil y aborregada, y de un nuevo hombre voluble, inconstante, superficial, envilecido moralmente, sin historia, teledirigido en su comportamiento y en la creación y modelación de valores por “imposición de normas sociales” (Lazarsfeld & Merton); un nuevo ejército de zombis parásitos alienados vertidos hacia la satisfacción inmediata de placeres y dependientes de los estímulos del mundo exterior que determinan su conducta. No entenderíamos en su plenitud el fenómeno del dirigismo cultural sin referirnos al carácter político-empresarial, financiero-económico de los medios de comunicación con lo que lleva implícito de lacayas servidumbres. Servidumbre a poderes políticos, pues muchas empresas reciben ayudas estatales bien de modo directo, con inserción de publicidad institucional, o de modo indirecto, con reducciones económicas en gastos internos y desgravaciones fiscales. Esta sujeción resta independencia real a los medios de comunicación y facilita al poder político utilizar el medio como instrumento ideológico y a efectos propagandísticos para fijar o promover cambios en la sociedad. Es así que “los políticos intentan e intentarán siempre que los medios de comunicación les sean favorables, conscientes de que de eso depende (…) [el] poder” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:355). Servidumbre a los intereses de los poderes económicos (Schiller, 1976b), a menudo imbricados en la política, como las transnacionales, que pueden ejercer un papel directo por accionariado o consejo de administración en el funcionamiento y contenidos difundidos del propio medio de comunicación (Schiller, 1996), o indirecto, por el montante económico de publicidad insertado [15] , creándose así una doble dependencia, una visible y otra soterrada. Dependencia financiera visible de una serie de empresas que constituyen la principal cartera de clientes, que son los que realmente mantienen económicamente al medio, y dependencia soterrada, bien del conglomerado de múltiples negocios en los que está inserta esa empresa que se publicita, o bien del accionariado mayoritario de esa empresa, que a su vez posee negocios en otros sectores. Siendo ya intrincada esta realidad, puede complicarse. Es frecuente que el medio de comunicación forme parte de un grupo mediático mayor, y que a su vez esta empresa esté diversificada en múltiples sectores, con lo que las ataduras y posibilidades de influencias o presiones son ya difícilmente visibles. Schiller (1983) ha señalado con acierto que el control directo o indirecto de la industria de la comunicación ayuda a consolidar el sistema empresarial de las propias transnacionales. Servidumbre a la propia subsistencia, lo que implica la búsqueda de una viabilidad económica para capitalizar la empresa. De ahí que las noticias en las que se escancian los sucesos, los acontecimientos, los hechos sociales, económicos y políticos, como parte importante del proceso productivo regido por las inexorables leyes del mercado, tienen que guardar la fidelidad a la demanda del público que consume el producto, que incluye la satisfacción de sus afinidades sociopolíticas, lo que conlleva la complicada ecuación de de conjugar la verdad de la noticia y la objetividad del comentario u opinión con los intereses de la empresa y la demanda y el gusto del público al que va dirigido. Servidumbre al mundo, a la masa, al “hombre masa, uniformado, homogenizado, desarraigado, manipulado y halagado por el igualitarismo” (Cervera Bañuls, 1992:320). Su cultura “incluso en su aspecto moral [es inferior] (…) menos refinadas en su nivel cultural [y tendentes] a vulgarizarse” (García Morente & Zaragüeta Bengoechea, 1979:410). Frente a la cultura humanística, la cultura de masas se debe a mentes mediocres, que se han acogido a los medios de difusión moderna (Morin, 1966). Erotismo sensual, sensacionalismo, morbo, crónica rosa, primicias informativas o cotilleos son los contenidos considerados más validos al dar un valor añadido, por el impacto y el interés suscitado que incrementa los índices de audiencia, a la publicidad. Toda esta tupida red imbricada e inextricable de intereses políticos, económicos, propios, o incluso militares –red Echelon-, convierte a los grandes medios de comunicación en instrumentos del poder político y económico para el dominio y control social, y a los profesionales de los medios de comunicación, consciente o inconscientemente, en auténticos mercenarios a sueldo. Surge así una nueva censura laica “llevada a cabo por publicaciones [y grupos mediáticos] `de primera línea´ que se niegan a publicar [o emitir] nada que no cumpla el estándar de lo políticamente correcto” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:705); y que continuamente, conforme a los intereses del poder dominante, desarrolla y mantiene realidades ficticias, mitos por medio del componente semántico de la cultura actual: el mito del individualismo y de la decisión personal que distorsiona el concepto de libertad, el mito del pluralismo de los medios de comunicación apoyado en la multiplicidad de medios y argüido por la igualdad de contenidos y tratamiento informativo acorde con la consecución de idénticos intereses y difusión del pensamiento único imperante, el mito de la neutralidad de los mismos medios, el mito de la naturaleza humana inmutable, el mito de la ausencia de conflictos sociales (Schiller, 1979) o el mito de la objetividad basado en la profesionalidad y la especialización (Schiller, 1976b). La oligarquía corporativa de grandes grupos mediáticos que dominan a nivel mundial la producción cultural [16] , en realidad se traduce en monopolio, salvo pequeños reductos, de contenidos e ideas. La ideología que subyace en la emisión, expansión o publicación de contenidos, traducido en difusión de mentalidades, valores e ideales, es el liberalismo socio-político, el capitalismo económico, el nihilismo ontológico, y el historicismo absoluto inmanentista, “el hombre que toma conciencia de sí mismo y de su realidad (…) [sin admitir] nada extra-histórico, nada supra-histórico (…) mundanización y terrestridad absoluta, humanismo absoluto de la historia” (Sáenz, 2004:14-15). La tiranía cultural-ideológica de estas grandes corporaciones multimedia es sostenida por la propia coyuntura socioeconómica, pues para penetrar en el negocio multimedia hace falta grandes sumas de dinero, y para mantenerse y consolidarse asumir criterios empresariales de rentabilidad (Schiller, 1996) lo que conlleva la entrada en la dinámica de la dependencia a los poderes político-económicos. En este imperialismo cultural la publicidad juega un papel principal en la comercialización de la información por las corporaciones mediáticas, en la homogenización cultural y de contenidos, y en la propagación de valores e ideales indispensables para la expansión y consolidación del sistema capitalista (Schiller, 1976a, 1979). Dentro de los medios de comunicación la televisión pasa a ser el principal difusor y creador de cultura. Ejerce un dominio avasallador en la conformación de la sociedad, y por ende, en su desarrollo cultural. Es el dirigismo cultural llevado desde la televisión el que principalmente está minando astuta y sutilmente la sindéresis social, el recto discernimiento anclado en la moral objetiva, la capacidad de elegir con libertad y afrontar esa elección con responsabilidad. La repetición hasta la exasperación de contenidos mediáticos desculturizadores y desinformativos omnipresentes, siempre en una misma línea de conformación de una nueva cosmovisión vital tendente a “suplir los valores sobre los que se asienta la sociedad” (Sáenz, 2004:34) lleva a la formación de una nueva conciencia colectiva ideologizada, a la generalización de actitudes relativistas, a la “esclavitud de los sentimientos” (Budziszewski, 2005:238-244), al encumbramiento del escepticismo y a tolerar, de seguido aceptar como normal, y a continuación defender fanáticamente, los nuevos postulados impuestos (Cervera Bañuls, 2000:150). La teoría de los efectos televisivos ha sido estudiada con profusión, tanto en su vertiente socializadora como efecto mediático, bien entendiendo la socialización televisiva como modelado simbólico, o bien desde la teoría de la aculturación. Los planteamientos citados teorizan desde diversas variables sobre los efectos positivos y los efectos negativos de los medios, que confirmamos son la mayoría de los autores [17] . En suma se denuncia la extrema peligrosidad de los medios, en la línea que apuntan Lazarsfeld y Merton, con el funcionalismo, que los medios causan narcotización e indolencia en el público, y que frena que la persona se involucre y participe socialmente por la propensión a fetichizar la realidad. También se señala la peligrosidad sobre la cultura e influencia negativa en la educación personal. Focos de resistencia y pautas de actuación. La prensa digital de Internet constituye el último foco de resistencia, la última trinchera defensiva donde salvaguardarse del permanente lavado de cerebro mediático, la última isla de “prensa [verdaderamente] independiente” (PRNoticias, 2005, Mayo 04, párrafo 3), de auténtica libertad de expresión, de pluralidad real de contenidos (Lara, 2005, Abril 02) donde, con excepciones, prima la objetividad y la veracidad “porque los medios digitales (…) son menos manipulables que los medios tradicionales” (Lara, 2005, Abril 02, párrafo 8) pues no dependen tanto de “unos ingresos publicitarios muy grandes (…) [sino] dependen de la seriedad y responsabilidad de los periodistas que lo gestionan” (Lara, 2005, Abril 02, párrafo 9); se explica el trasfondo real de las informaciones, y sabemos quien realmente mueve los hilos del poder (PRNoticias, 2005, Mayo 04, párrafo 6). Apunta el profesor Pedro Fernández que El periodismo digital está sacando a la luz noticias y opiniones que antes estaban fuera del sistema: excluidas o tapadas. La prensa digital, frente a la tradicional, está dando una serie de datos que si no fuera por ella no llegarían a la sociedad (Lara, 2005, Abril 02, párrafo 4), ya que “lo que hacen los medios tradicionales es ocultar las muchas servidumbres que tienen en lo político, económico y cultural” (PRNoticias, 2005, Mayo 04, último párrafo) y los múltiples “intereses creados” (Lara, 2005, Abril 02, párrafo 10); de ahí como pone de manifiesto Eulogio López, director de Hispanidad, la existencia real de “una verdadera conjura contra la prensa de Internet de parte de los editores de la prensa [y de los poderes políticos y de las finanzas]” (PRNoticias, 2005, Mayo 04, párrafo 4). Parece una utopía e ingenuidad infantil el pedir a los grandes medios de comunicación corporativos y en manos privadas, la plena independencia informativo-cultural de poderes políticos y financieros, y que resista la presión de los diferentes lobbies. Los grandes grupos mediáticos son herramientas del sistema y están al servicio de la dominación mundial bajo la ideología neoliberal, y dirigidos desde los organismos supranacionales (Hardt & Negri, 2002), que a su vez mantienen el control global político y económico. El problema, con ser parte del mismo, tampoco está en que el control mediático global se concentre en unas pocas manos privadas, con muchas veces oscuros e inconfesados intereses. Y apelar a la participación pública en el control de los medios y a la responsabilidad social es sencillamente no conocer ni la realidad de la globalización neoliberal ni la propia naturaleza humana. El mercado tiende a la concentración y privatización de servicios a nivel global. El ansia de poder y hegemonía atiende tanto a intereses económicos como políticos (Chomsky & Ramonet, 1999), intereses que se acrecientan cada vez más y que precisan por tanto de un mecanismo de control social. Ese mecanismo son los medios de comunicación de masas (Chomsky & Ramonet, 1999) que los Estados, las ideologías, las altas finanzas y los poderes ocultos, fielmente utilizan. Pedirles responsabilidad social o que limiten con participación pública “un poder que supone la posibilidad de ejercer una influencia mayor que la de la escuela, la religión, la paterna y la del propio gobierno” (Gruber, 2002, Marzo, 5:65) carece de efectividad real y nos suena a comicidad. El problema se agrava con los marcos legales internacionales que cada vez más convierten en inexpugnables estas mega corporaciones mediáticas, generando incluso una nuevo modelo de soberanía sin fronteras ni límites (Hardt & Negri, 2002). Por otro lado, el hombre por naturaleza no tiende al bien común, tiende a buscar el bien propio. Dirá Santo Tomás que el hombre justo se preocupa antes del bien común que del propio porque lo que ha llegado a ser él es gracias a la sociedad y no al él mismo aisladamente. La realidad nos descubre que este hombre justo es minoría social. Más bien constatamos, como muestra Hobbes en el Leviatán, que el individuo dominado por las pasiones busca su propio y exclusivo interés y bienestar. Durkheim habla del individuo anómico, aislado, sin reglas de conducta, desinteresado del bien común y desconectado de la sociedad y que carece de firmes referencias comunitarias con asiento en su familia, su nación y su religión. Este individuo, inserto en la masa en sentido orteguiano, que siempre será mayoritaria socialmente, privilegiará su propio interés y beneficio, sea personal o vinculado a intereses ideológicos, disposiciones políticas o actuaciones económicas. La solución es doble. Estriba por un lado en la consecución de un cambio copernicano de la concepción y praxis sociopolítica. Viene por cimentar en la aristocracia del espíritu al pueblo, dirigido por las minorías selectas, élites rectoras portadoras de valores transcendentes, inmunes a coacciones o dictados externos, y que apuesten decididamente por el perfeccionamiento de la sociedad con el bien común como criterio y norma de actuación. Bien común que “está constituido por aquellas condiciones externas, que son necesarias al conjunto de los ciudadanos, para el desarrollo de sus cualidades y de sus oficios, de su vida material, intelectual y religiosa” (Gutiérrez García, 2001:68). Segundo. Este ulterior cambio sólo será posible si primero lo asentamos en la persona y en la creación de un sano tejido social alternativo, verdaderos cuerpos intermedios vertebrados que articulen eficazmente la sociedad. Debe para ello considerarse y trabajarse al hombre en su totalidad, en “cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad” (G.S. 3) incidiendo educativamente, por un lado en el desarrollo personal centrado en un correcto encuadre axiológico con una genuina apertura a la transcendencia que aporte el pleno sentido de la vida al educando, y por otro en la inculcación de una adecuada formación humanística con especialísima atención a las ramas de la Filosofía, la Historia y la Literatura. “La lectura resulta del todo indispensable en una vida plenamente humana” (Nubiola, 2005, Mayo 14 y 15:37). Se trata de enseñar a pensar, desarrollar la capacidad crítica, de juzgar con auténtica libertad los acontecimientos. El problema lo encontramos cuando ni lo uno ni lo otro, tanto el hombre íntegro arraigado en su fe y en su tradición, como el pensamiento crítico, interesa a ninguno de los poderes reinantes, ni políticos ni económico-financieros, ni estatales ni internacionales, ni visibles ni ocultos; que prefieren una cultura, una educación al servicio de sus intereses dominantes; un pensamiento uniforme, funcional o aséptico; y un hombre analfabeto funcional –la tónica del licenciado universitario-, adocenado, nihilista y esclavo de sus pasiones. •- •-• -••• •••-• José Martín Brocos Fernández Referencias Bibliográficas. (Apa) Libros Budziszewski, J (2005). Lo que no podemos ignorar. Una guía. Madrid: Rialp. Cervera Bañuls, Juan Antonio (1992). Claves para el hombre del siglo XXI. Formación de líderes cristianos. Madrid: Ppc. Cervera Bañuls, Juan Antonio (2000). Cómo se envilece hoy al hombre. Valencia: Editor. Chomsky, N. & Ramonet, I. (1999). Cómo nos venden la moto. Barcelona: Icaria Editorial. 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Los artículos eran muy críticos con el equipo directivo que lidera Stuart Rose] The Guardian [En línea]. Extraído el 5 Marzo, 2005. Disponible en Lara, Mónica (2005, Abril 02). “A los grandes medios de comunicación les interesa desprestigiar al periodismo digital”. Pedro Fernández Barbadillo, periodista y autor de “Vocabulario” [Entrevista]. Periodista Digital [En línea] Extraído el 4 Abril, 2005. Disponible en PRNoticias (2005, Mayo 04). “Los medios de papel siguen robando la información a los digitales”. Exclusiva: Eulogio López, director del diario digital Hispanidad [Entrevista]. PRNoticias [En línea]. Extraído el 5 Mayo, 2005. Disponible en [1] Un buen estudio del dirigismo cultural, definición, promotores, objetivos, juicio y valoración, lo encontramos en Gutiérrez García (2001:218-219). [2] Schiller (1983) llama la atención que las tecnologías de la información contribuyen al crecimiento e incremento de influencia de las gigantescas corporaciones de medios que penetran en nuevos campos, como el sector educativo. [3] Podemos encontrar estudios sobre el tema también en Comisión de Estudios de S.O.S. Familia (2003:57-59) y López Quintás (2001). [4] “Lo característico del momento es que el alma vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera” (Ortega y Gasset, 1998:133) [5] Nye (2004) If I am persuaded to go along with your purposes without any explicit threat or exchange taking place -in short, if my behaviour is determined by an observable but intangible attraction- soft power is at work. Soft power uses a different type of currency -not force, not money- to engender cooperation (…) an attraction to shared values and the justness and duty of contributing to the achievement of those values. [6] “Apenas cuatro agencias de prensa de tres países occidentales configuran y transmiten las noticias que después difunden distintos medios a lo largo y ancho del Globo” (Fournier & Picard, 2002/2004:163). [7] “American values that are open, mobile, individualistic, anti-establishment, pluralistic, voluntaristic, populist, and free” (Nye, 2004). [8] “It is easier to attract people to democracy than to coerce them to be democratic”. [9] Shaping public opinion becomes even more important where authoritarian governments have been replaced by new democracies (Nye, 2004). [10] Dirá Nye (2003:101) La clave, sin embargo, no estará en la posesión de un hardware último modelo o unos sistemas muy avanzados, sino en la capacidad de organizar un “sistema de sistemas”. En esta dimensión, es probable que Estados Unidos mantenga su liderazgo. Esta idea no es novedosa. Es un desarrollo de la teoría sociológica ya prefijada que la dominación militar y la supremacía económica deben conjugarse con las técnicas de dominación y control, penetración y manipulación cultural, de los medios de comunicación a nivel internacional (Schiller, 1976a, 1976b, 1979). El propio Schiller (1983) sostiene si Estados Unidos quiere seguir manteniendo su hegemonía mundial debe centrarse en acrecentar su poder tecnológico, cultural e informativo. [11] El profesor Morillas constata que “la ONU es una organización política y tiene un sesgo político, porque emite documentos de consenso” (Luque, 2005, mayo:19). [12] Puede consultarse al respecto Brocos Fernandez (2005, Abril). [13] Gutiérrez García (2001:514) apunta la desinformación como “una de las armas preferidas del dirigismo cultural (…) parte radicalmente de la mentira (…) y la finalidad última [en acción continuada usando todos los medios disponibles] es dominar el pensamiento, el comportamiento colectivo de los pueblos, reducir a éstos a una nueva forma de esclavitud”. [14] Un desarrollo de la información en el proceso de la “desculturación” lo hallamos en Gutiérrez García (2001:510-513). [15] Un reciente ejemplo de presión ejercida por grupos empresariales, por inversión publicitaria insertada en prensa escrita, lo tenemos en Finch, Julia & Martison, Jane (2005, Marzo 04). [16] Hay una tendencia constante por la propia dinámica del sistema capitalista a la concentración de industrias mediáticas y corporaciones. Surgen así gigantescos conglomerados multimedia que agrupan canales de televisión, emisoras de radio, periódicos y revistas, internet, productoras de cine, discográficas, agencias de publicidad y agencias de noticias, con vocación global y con intereses propios e interconectados. [17] Aquí nos posicionamos nosotros. Consúltese un reciente estudio, Brocos Fernández (2005, Marzo 31) acerca de la influencia televisiva en la educación infantil.