Dr. Koen DE MUNTER ( CICI, Centro para la Interacción y Comunicación Interculturales, universidad de Gante, Bélgica) Aproximaciones a la interculturalidad transhumante: migraciones y prácticas liminales. Reflexiones desde El Alto y Europa. Mi pequeño aporte a este encuentro está basado en un par de reflexiones prudentemente esbozadas en los últimos días, y estas reflexiones provienen antes que todo de una mirada doblemente exterior, externa, ya que yo no estoy ni muy familiarizado con las aproximaciones teóricas al fenómeno migratorio ni mucho menos pretendería conocer la siempre muy compleja realidad argentina, la de Buenos Aires, etc. De todas maneras les quería decir que sí he estado en la posibilidad de leer unos textos de Jorge Vargas y Eduardo Vior, y de conversar con algunas personas que están investigando sobre las ‘dinámicas bolivianas’ en Buenos Aires. Y he estado aprendiendo un montón, por un lado, que siempre es muy importante, sobre esta muy compleja realidad. Por otro lado he visto confirmadas algunas tendencias e ideas que nosotros venimos desarrollando desde Bélgica, donde trabajamos con algunos antropólogos desde la ciudad de Gante sobre el tema de la interculturalidad y la mundialización. Lo que yo había pensado hacer es ofrecerles una reflexión a partir de mi trabajo de campo con algunas familias Aymara en la ciudad indígena del Alto, y complementarlo con unas reflexiones acerca de lo que nosotros, los antropólogos hemos intentado plantear respecto de la sociedad multicultural desde Europa. Empecemos entonces con esa mirada externa –respecto a ‘lo boliviano’ en Argentina- a partir de mi trabajo de campo en Bolivia, en la gran ciudad indígena de El Alto. Emprendo ese trabajo etnográfico a partir del año1995, gracias a unas familias aymara, el trabajo etnográfico típico, tenaz, en contacto prolongado con la gente, a los que, tal vez no tan felizmente, se ha llegado a llamar “los de abajo”. La intención en términos generales, era la búsqueda, no esencialista, de lo que podrían llamarse las intuiciones culturales (cercano al concepto ‘habitus’, pero mucho más antropológico y heurístico) de los aymara en El Alto, y en los últimos años esto ha evolucionado hacia planteamientos acerca de lo que me gusta llamar la “convivencialidad”. Efectivamente, vale la pena volver a estudiar desde una cierta antropología política cómo en ese contexto urbano-indígena se vienen desenvolviendo las relaciones entre lo privado y lo 1 público, o sea: el hecho de que se podría plantear que desde las familias, se estarían gestionando/gestando unas maneras de hacer política(s ) – a lo mejor poco reconocidas como tales (estoy adelantando lo que podría decir Jorge Vargas, tal vez). Si mi trabajo de campo se ha desarrollado en El Alto con los aymara, con los años mi sitio de investigación se me ha vuelto cada vez más interesante, y me ha urgido a hacerme algunos planteamientos nuevos acerca de lo que me gustaría llamar una antropología política (antes solía hablar de antropológica tricontintental o postcolonial). A esto precisamente hacia referencia cuando mencioné el tema de la convivencialidad, o sea, las líneas de interacción entre las políticas estatales y -siguiendo los conceptos de Ivan Illich- las pautas “vernaculares” proveniendo de las propias tradiciones indígenas, también-y sobre todo- en todas sus apariencias urbanas. . No sé muy bien todavía, qué puentes o qué interpretaciones proyectar desde mi experiencia etnográfica sobre la presencia de lo boliviano que está a la base del encuentro que nos concierne hoy día. Este nuevo ‘territorio’, como le comenté el otro día a Eduardo Vior, me produce de alguna manera una curiosidad para indagar cuál podía ser la continuidad de aquellos escritos etnohistóricos de John Murra, en los que él trabajaba sobre la verticalidad antropológica de las comunidades aymara en tiempos precolombinos, cuando jugaba lo que podríamos llamar un sentido de la identidad fundamentalmente desterritorializado. Si yo comparo con el Buenos Aires que conocí en un par de visitas a fines de los 80, cuando venía aquí a Buenos Aires por motivos no académicos sino artísticos (y humanistas), me resultaba realmente intrigante qué podría significar en cuanto a dinámicas interculturales esa presencia boliviana en su desplazamiento a esta Argentina tan europeizante que nunca había sentido mucho orgullo, por decirlo de manera eufemista, de las (sus) poblaciones indígenas. Me atrevería a decir que he venido a curiosear un poco, y estoy quedando bastante impresionado cuando veo lo que se está llevando a cabo, cuántas reflexiones importantes se están elaborando desde la academia y sobre todo también desde las vivencias, a través de la gente concernida. Hasta aquí mi primera reflexión. Bélgica entonces me procura mi segunda perspectiva. En líneas generales me referiré a la ‘filosofía antropológica’ de nuestro grupo de investigadores en de la universidad de Gante, y más concretamente me puedo referir a un libro que publicamos, a principios de este año con un colega especialista en temas de antropología urbana y problemas del multiculturalismo. El libro se intitula El siglo cultural, y en él 2 intentamos proyectar una aproximación antropológica hacia el mundo contemporáneo. Convencidos de que para cualquier antropólogo es muy importante partir de la propia realidad y al mismo tiempo de nuestra índole ‘fundamentalmente’ trashumante e hibridizante, en el libro queríamos tratar el tema delicado de la ciudadanía cosmopolita, y sobre todo la tensión entre el ideal intercultural y la realidad multicultural. Compartimos con la socióloga y pensadora marroquí Fátima Mernissi la idea de que es primordial ayudar a formar y fomentar los difíciles caminos y habilidades que nos puedan llevar a reconocer que el encuentro con el otro, con la otra, con la otredad, producto de las siempre multiplicadas migraciones (también virtuales)-; que este encuentro con la otredad, sea considerado como un enriquecimiento. Mernissi usa un lindo par de imágenes opuestas, para aclarar los dos extremos. Se trata de Simbad el navegante -por un lado- el que va descrubriendo y apreciando el difícil encuentro con el otro como un enriquecimiento con el otro. Por otro lado ella sugiere la imagen del ‘cowboy’ (norte)americano, especificando que se puede encontrar tanto el ‘espíritu’ o la mentalidad del cowboy’ por ejemplo en el Islam –con el símbolo del vaquero Mernissi se refiere a eso de acumular terrenos, propiedades, capital cultural, también, eventualmente en su forma fundamentalista- como el espíritu del navegante Simbad, en occidente, evidentemente. El asunto sería pensar en caminos concretos para fomentar una actitud cultural à la Simbad a través de (uniéndo) las diferentes tradiciones, ya que , por lo que estamos comprobando en la sociedad belga, esta actitud positiva o constructiva hacia el desafío multicultural no está dada. Aquí me refiero a un estudio sociológico reciente, que apareció hace un par de meses en Bélgica sobre jóvenes belgas. Tomando en cuenta que Bélgica se podría considerar como un país que pertenece por excelencia a esa reserva del bienestar material, podría resultar sorprendente que la encuesta mencionada indica que habría un grado muy elevado de xenofobia, de rechazo hacia lo ajeno, entre casi la mitad de los jóvenes belgas. En nuestro libro planteamos que para ayudar a fortalecer y reconciliar la difícil pero necesaria relación entre identidad y otredad en lo político y en lo societal habría que edificar lo que llamamos -es nuestra propuesta- una ‘plataforma común y transcultural’, donde concebimos plataforma no tanto como un espacio, pero sí como un espacio-tiempo de negociació. Más que un ‘espacio’ de encuentro se refiere a un proceso negociador abierto a todos los grupos concernidos. Plataforma intercultural común de negociación continua mediante la cual se puede negociar un mínimo de convenios para viabilizar las interacciones transculturales en un determinado país (o 3 región). Una plataforma transcultural constante, para seguir trabajando y evaluando las prácticas de la tolerancia. Para los que nos movemos como antropólogos, es inevitable y hasta obligatorio dedicarnos con mucha detención al contexto urbano, podríamos hasta preguntarnos si antropología no debería de ser siempre sinónimo de antropología urbana, ya que la urbe se ha vuelto la referencia principal para la gran mayoría de los seres humanos contemporáneos. En ese terreno especifico de lo urbano el gran reto parecería ser el reto de la ‘pluricomunidad urbana’. El problema será entonces cómo hacer para que más gente pueda y quiera participar de esa comunidad, porque lo que vemos en Bélgica por ejemplo es que ciertos grupos de migrantes, por ejemplo, no están realmente asumiendo la invitación de participar en la comunidad urbana. Quedaría por ver por supuesto si se les ofrecen verdaderas invitaciónes para co-participar en esa pluricomunidad urbana. Habría que ver todo el tema de la invitación, de los desconocimientos y reproches recíprocos (la leyenda del gueto, “no quieren participar”, “son cerrados” etcétera). Una de las tareas será entonces la lucha contra las diferentes formas de monoculturalismo tanto como las diferentes formas de multiculturalismo. Ya que ambas pistas en el fondo partirían de los mismo presupuestos esencializadores. Como una de las fuente posibles para pensar esa pluricomunidad urbana, en nuestro libro incluimos un saludo de honor hacia la obra del recientemente fallecido Cliford Geertz, y su lindísimo libro Available Light o Luz Disponible. Llegando a mi última reflexión aquí en este encuentro, y volviendo a mis experiencias con la situación de la mayoría de los Aymara (todos ellos migrantes internos) en El Alto, y las relaciones de poder entre formas de vida hegemónicas y subalternas, quería comunicarles un concepto que a mí me esta sirviendo bastante, últimamente, se trata del concepto de la liminalidad, o de las prácticas liminales. Para eso en parte me inspiré en las ideas de Walter Mignolo, ícono argentino-estadounidense de los estudios literarios y poscoloniales. Cuando éste habla de la colonialidad en general y la colonialidad del poder en particular, sugiere –y hasta parecería recomendarla pista constructiva y liberadora del border thinking, ( la que a mi modo de ver habría que ir a buscar también y sobre todo en las prácticas culturales) de los diferentes grupos subalternos. La pista del border thinking se pregunta qué formas –discursos- de resistencia y reconciliación crítica se han venido desarrollando desde esos grupos, desde el mismo momento de la colonización/opresión. Yo mismo suelo extender el concepto del border thinking, que intenta teorizar el pensar entre fronteras, hacia las ‘prácticas 4 liminales’, ya que como antropólogo me interesa lo que se viene generando desde los tiempos-espacios de ‘abajo’. En su dimensión etimológica, lo liminal se refiere a ‘limen’, que significa ‘peldaño’, y hay muy lindos estudios de casos que se han llevado a cabo en El Alto, que (de)muestran cómo los jóvenes aymara van pasando de un espacio cultural a otro (‘más occidental’), regresando una mayoría de ellos nuevamente al ámbito tradicional después de varios años de ‘transgresión cultural’. Eso sí, vuelven a la ‘matriz’ tradicional cambiados por toda la experiencia, por todo el ‘movimiento de mareas’: por haber pasado, por haber fluido repetidamente sobre el espacios y terrenos más occidentalizados de la doble ciudad La Paz-El Alto. Ahora bien, como suelo recomendar en las charlas que dedico a las dinámicas indígenas en Bolivia, aquí les puedo plantear el importantísimo trabajo que ha efectuado Dominique Temple en Bolivia, precisamente en el campo de lo económico -porque tengo entendido que para ustedes es muy importante eso que está pasando alrededor de la organización en talleres- el hecho que muchos de los bolivianos en Argentina están funcionando en los talleres de textiles, pero también todo lo que ataña a la horticultura (producción, comercialización) en la provincia de Buenos Aires. Dominique Temple es un pensador francés, quien colabora desde hace mucho tiempo con pensadores y activistas bolivianos y aymaras, acerca de la tan comentada reciprocidad. El tiene una gran teoría multifacética sobre la reciprocidad –las ‘dinámicas elementales’ de la reciprocidad- desde hace más de 20 años, sobre la diferentes formas e posibles implementaciones del actuar recíproco, y ha llegado a denominar como un ejemplo de lo que les mencioné como las prácticas liminares, las interfases económicas que ellos van construyendo tanto en el ámbito rural como urbano en Bolivia. De tal forma, Dominique Temple, siguiendo de forma indirecta las pistas de Karl Polanyi, y elaborando una fuerte crítica de la economía capitalista deshumanizadora, intenta explorar en sus estudios sobre las interfases económicas los momentos, lugares y tiempos -porque van juntos los espacios y tiempos-, a lo largo de los cuales los diferentes mercados económicos y simbólicos entrarían efectivamente, en contacto, con el Mercado capitalista. De una forma juguetonamente académica e igualmente arraigada en la realidad boliviana pueden encontrar pensamientos similares en un libro de Javier Medina, el intelectual paceño que fuera editor del antiguo Hisbol, de la editorial que más ha intentado acercar las formas de pensar, las formas de manejar el mundo occidentales y andino (Medina también fue el autor que más se ha empeñado en traducir las pautas más 5 importantes del actuar y pensar indígena al nivel de política nacional y concrete (por ejemplo en el caso de la política –y la Ley del mismo nombre- de la Participación Popular’ de 1994). Medino sacó a principios del 2006 un libro que se llama Suma Qamaña. Hacia una convivencia postindustrial. En este libro Medina le presta la palabra a Cancio Mamani, un pensador aymara, que expresa lo que para mí sería la rítmica fundamental de la tradición aymara, por lo menos tal como yo la he podido conocer en el Alto, es decir el famoso Tinku, ese concepto aymara del que a lo mejor los ‘externos’ abusamos demasiado pero que refiere claramente a la práctica cultural que es el tinku, como lucha y encuentro ritual entre ‘antagonistas’ que no lo son, lucha ritual de la cual proviene el cambio paulatino pero fructífero y ‘cíclico’ (espirálico). Le voy a dar la palabra a él, a Cancio Mamani quien dice que "para triunfar, perder o empatar, hay que entrar en cancha". El se refiere a la cancha plurivalente de los espacios económicos y urbanos de corte occidental, evidentemente, se podría ver esto incluso como un eco lejano, de lo que el antropólogo y escritor José María Arguedas, desde el Perú planteó alguna vez como el mestizaje económico, como una especie de estrategia para que pudiera sobrevivir, la tradición cultural. El decía allá en los años 40 o 50 del siglo pasado que las comunidades indígenas iban a tener que entablar una reciprocidad fundamental en lo económico con el mercado dominante. Entonces Cancio Mamami, en el libro que acabo de mencionar, dice refiriéndose las políticas de la dupla Evo Morales-Garcia Linera, que para el pueblo aymara en la situación actual en Bolivia, no basta con condenar a Occidente (es un poquito esa visión del Simbad que mencioné al principio) “no lograremos nada, hay que empezar a usar nuestra sabiduría e intentar abrir los conceptos excluyentes y cuantitativos del desarrollo”. ‘Desarrollo’, palabra delicada por excelencia, que podría ser el inicio de muchas reflexiones más: hacia qué tipo de sociedad, hacia qué tipo de mundo vamos a querer que se desarrolle el proyecto inclusivo. Para ir concluyendo me gustaría aproximarse nuevamente del tema de la sociedad incluyente, lo que representa realmente un tema preocupante también en mi país, Bélgica. Eso de la sociedad incluyente es una preocupación universal, y quisiera incorporar en ella el tema de la sociedad suficiente, tomando en cuenta, si partimos de los conceptos andinos indígenas, si hablamos de una sociedad incluyente, que también tenemos que tomar en cuenta a la naturaleza, y la relación con la naturaleza, con esa tan a menudo mencionada pachamama, con los tiempos, incluidos evidentemente los tiempos pasados. Por todas estas razones creo que es importante hablar también de una 6 sociedad suficiente, ya que si seguimos obsesionados por hablar siempre de ‘desarrollo’ está claro que no puede ser un desarrollo hacia un conocimiento y cada vez mayor, por ejemplo, un conocimiento cada vez más grande de otras estrategias económicas para lograr una productividad descabellada, etcétera. Me gustaría añadir un último elemento, y es esa idea tiene que ver parcialmente con la obra de de ese Walter Mignolo que ya mencioné antes, argentino como ustedes, y pensador polémico dentro del ámbito de los estudios pos-coloniales. Usando las palabras de Eduardo Vior, todos sabemos que vivimos en un mundo cada vez más trashumante,. Si vivimos cada vez más en un mundo cada vez más trashumante y más creolizador -palabras de moda en el discurso pos-colonial- habría que plantearse ir también en busca de otros idiomas teóricos, -se pregunta él, es como una invitación¿otros idiomas teóricos?, El evidentemente lo relaciona con su idea del border thinking…donde habría que ir a explorar lo que él llama interfases entre lo científico y lo literario. Yo lo amplificaría un poco más, como antropólogo, si queremos aproximarnos de manera eficaz de lo que se está dando en este momento, diferentes niveles, intensidades, de creolización, habría a lo mejor también que tomar en cuenta para el tipo de trabajo importante que están haciendo todos ustedes aquí, habría que trabajar y reflexionar mediante un diálogo realmente interdisciplinario porque entiendo que es un poco el tema de esta mesa en particular, habría que abrir esto también, e ir explorando más allá de los códigos científicos habituales, sería como un llamado sobre el terreno concreto de su programa de investigación. Un llamado a un trabajo de campo abierto, un trabajo de campo tenaz, incluyendo sobre todo a las exploraciones artísticas, para conversar con y documentar precisamente de cerca y en interacción con las variadas ‘prácticas liminales’, que están siendo producidas por la misma gente. Esta reflexión final emana de mi pequeño acto de fe antropológico que frente a la realidad habría que adoptar la actitud que intenta sobretodo descubrir y no tanto confirmar o demostrar. Algunos datos bibliográficos: Koen de Munter & Rik Pinxten, De Culturele eeuw, Houtekiet, Antwerpen, 2006. 7 Walter Mignolo, Local Histories/Global Designs: Coloniality, Subaltern Knowledges, and Border Thinking, Princeton Univ. Press, 2000. Ivan Illich, Tools for conviviality, Harper and Row, New York, 1973. Germán Guaygua, Angela Riveros y Máximo Quisbert, Ser joven en El Alto (Rupturas y continuidades en la tradición cultural). PIEB, La Paz, 2000. Javier Medina, Suma Qamaña. Por una convivialidad postindustrial, Garza Azul Editores, La Paz, 2006. Temple, Dominique (y otros autores), Las estructuras elementales de la reciprocidad (jalones para una economía cualitativa en el tercer milenio) , Tari-Plural, La Paz, 2003. 8