La batalla campal del siglo XXI: los energéticos

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Fuera de Ruta
El debate de los energéticos
Liz Ileana Rodríguez*
Aunque informalmente, el debate nacional sobre el futuro de PEMEX ha iniciado y como dice un buen
amigo, ¡Quién no tenga miedo que venga a defender a PEMEX! Esta discusión y la posterior decisión
es quizá la más importante en la arena nacional, aún más que la misma nacionalización petrolera de
1938. La auto-suficiencia energética y sustentabilidad económica de una nación de más de 105
millones de habitantes, están en juego. Así, uno de los temas del debate que acaparan la tinta, los
micrófonos y reflectores de los medios de comunicación es la pregunta ¿se privatizará PEMEX?, por
ello creo necesario aclarar este punto.
La definición más común de privatización se refiere a la venta de empresas públicas al sector privado.
Pero también significa la apropiación de servicios públicos por parte de empresas particulares; o bien,
la transferencia de tareas al sector privado, que le correspondían al sector público. También como
sinónimos de privatización se utilizan los de adelgazamiento, des-incorporación, des-inversión,
modernización, concesión, contratos de servicios múltiples, co-inversión, riesgo compartido, alianzas
estratégicas, contratos de riesgo, acompañamiento y complementación de la inversión pública. Más de
uno de estos ha sido mencionado en diagnósticos y discursos oficiales del presidente Felipe Calderón y
su gabinete, incluso para contra-argumentar la privatización de PEMEX.
Poniendo atención a tales definiciones y sinónimos encontramos entonces argumentos interesantes.
Para el Gobierno Federal, PEMEX es un problema con al menos tres vertientes: 1) el régimen fiscal del
gobierno que no cuenta con los recursos para modernizar PEMEX sin descuidar el gasto social; 2) el
modelo de empresa con rigidez laboral, incapacidad e ineficiencia ejecutiva en la administración y
construcción de proyectos, argumentando que el sector privado construye y administra “mejor”; y 3)
falta de infraestructura y tecnología para la exploración profunda, la cual solo está disponible en forma
de asociaciones o alianzas estratégicas. El lector se habrá percatado que todo lo anterior nos remite a un
sinónimo o definición de privatización, por lo que no hay duda respecto a la respuesta de la pregunta
planteada.
Un diagnóstico alternativo sugiere el reconocimiento de que, durante casi tres décadas: 1) el régimen
fiscal descapitalizó a PEMEX para realizar nuevas inversiones, por lo que su esquema impositivo ha
sido completamente recaudatorio para el gobierno; 2) la ausencia de inversiones del Estado en
exploración y construcción de infraestructura ha puesto en riesgo la autosuficiencia energética,
desplazando la inversión publica a través de inversión privada, mientras que los excedentes han
fortalecido el gasto corriente del gobierno federal, estados y municipios; y 3) no existe una política
petrolera que encadene a las demás ramas de le economía: sector, industria petroquímica y comunidad
científica, en cambio, la estrategia se ha concentrado en la venta de un insumo no renovable, sin valor
agregado, aprovechando altos precios pero sin realizar ninguna inversión en el sector de
transformación.
Los PIDIREGAS han sido un mecanismo financiero para la introducción del sector privado a los
sectores energéticos, es una deuda privada que el sector público paga con recursos presupuestales, pero
no se considera como tal. A la fecha han sustituido en un 80% la inversión pública y representó en el
2007 el 4.6% del gasto neto total del Gobierno Federal. La reforma constitucional de 1997 al artículo
73, así como diversas leyes y disposiciones de deuda y presupuesto, permitieron este esquema de
financiamiento, iniciando con ello una privatización silenciosa del sector energético. Los compromisos
contraídos tendrán periodos de amortizaciones muy elevadas en los sexenios de 2006-2012 y 10122018, pues estos apenas empezaron a utilizarse en el gobierno de Vicente Fox (2000-2006). Al primer
trimestre de 2008 son 43 proyectos financiados a través de inversión directa, donde la paraestatal
asume la “obligación” de adquirir los activos construidos por empresas privadas.
Los problemas en torno al debate o discusión de la reforma energética son varios, pero éste se ha
centrado en PEMEX y en probables niveles de extracción en aguas profundas, donde por ejemplo,
algunas empresas privadas estadounidenses ya se han retirado. El otro problema es, que junto a esta
reforma energética necesitamos una de carácter fiscal, que contemple no solo un nuevo régimen para
PEMEX sino una política de gasto alternativa para no depender de los ingresos petroleros en demasía.
Pero esta vez, una reforma fiscal suficiente para hacer frente a un gasto social creciente, un contexto
económico adverso, afrontar los pasivos laborales del sistema de seguridad, hacer frente a los
compromisos de PIDIREGAS, la ecología, la seguridad, etc. Tanto problemas pendientes y los
supremos espacios de discusión nacional se encuentran cerrados desde hace dos semana.
*Profesora-investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de El Colegio de Sonora,
lrodriguez@colson.edu.mx
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