Visión Espírita de Dios

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IDEA DE DIOS
Visión espírita de Dios
IDEA DE DIOS
Visión espírita de Dios
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Las mentes abiertas y experimentadas del siglo XXI no
pueden aceptar una imagen de Dios propia de la edad
media, por ese motivo hay tantas personas que dudan o
rechazan abiertamente su existencia.
El dolor en que está inmerso el planeta es incompatible
con las demandas de paz y felicidad de sus habitantes,
rogativas a las que Dios parece hacer oídos sordos.
El espiritismo propone una visión de Él más acorde
con los deseos de justicia y progreso de la humanidad,
atendiendo necesariamente a la responsabilidad
personal, tanto para nuestros éxitos como para nuestros
errores, que se reflejan en las sucesivas reencarnaciones
del hombre.
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La idea que nos podemos hacer de Dios ha ido
evolucionando a través de las edades de la humanidad,
pero, sin embargo, podemos afirmar que Él ha
permanecido inalterable en sus atributos.
Dios no ha cambiado ni cambiará, lo que varía de
una época a otra es nuestra interpretación, nuestra
percepción, dependiendo de nuestro estado evolutivo
cultural y moral.
Para los primitivos salvajes Dios era personificado en las
fuerzas de la naturaleza; el sol, la lluvia, los mares y sus
tempestades. Más tarde, en las primeras civilizaciones,
se le dio forma y pasiones humanas, llenando la Tierra
y su cielo de deidades caprichosas y volubles como el
hombre mismo.
A través del auge y ocaso de las distintas dinastías
y sus culturas, aparecían y desaparecían sus dioses,
en ocasiones con simples cambios de nombre pero
conservando sus atributos humanizados.
A partir de estos dioses antropomorfos y su
multiplicación, con la aparición de los dioses locales
y familiares, surgen en ciertas culturas la idea de un
dios único que ponga orden al universo, un dios que
para ser respetado aún debía infundir temor y angustia
a las personas de ser castigadas. Este dios vengativo y
cruel, que parecía tener pueblos favoritos, ya era una
evolución muy importante en nuestra percepción de la
divinidad. Tanto en la Grecia clásica, en la Babilonia
mítica, como en el Egipto faraónico surgieron intentos
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de adorar a un dios único, pero es la tradición judaica la
que nos aporta a nuestra civilización su idea de Dios.
Hemos heredado de ellos la figura del profeta como
enviado de Dios que revela al pueblo los conocimientos
que hasta entonces desconocía y sólo mediante
revelaciones podía llegar a saber, despertando las
conciencias de las gentes usando todavía el temor a
su poder.
Es la revelación mosaica la que inicia la transformación
de esa idea, que aún necesitará de miles de años para
arraigar en las personas. Cuando las mentalidades de
los habitantes de esos pueblos estaban familiarizadas
con ese Dios único y todopoderoso se hizo necesaria
una segunda revelación que complementaba la primera:
Jesús, que llegó para enseñarnos que Dios es amor,
es justicia y es misericordia, y vino para pedirnos
que amemos a nuestros semejantes y actuemos con
benevolencia con ellos y perdonemos el mal que
recibamos. Nos predicó un mundo de amor que debíamos
conquistar por medio de la fe, la caridad y la esperanza,
en contraposición a la crueldad reinante en la época
y nos prometía una vida más feliz en su reino, que no
era de este mundo. Esa era la buena nueva que Dios
le envió a proclamar al mundo, su Evangelio. Ideas
revolucionarias que aun no han sido comprendidas
después de más de dos mil años.
Cuando el cristianismo triunfó y se afianzó en el
poder, se perdió su simiente, la auténtica, y la iglesia
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se apartó del pueblo, reforzando de nuevo la imagen
de un Dios temido y vengativo, en contra de un Dios
misericordioso y justo, para conseguir mantener a
las gentes sencillas y sin instrucción en la sumisión,
haciendo un uso fraudulento de la humildad predicada
por Cristo.
Con el desarrollo social y científico de la era moderna, el
renacimiento del siglo XV, se produce un distanciamiento
entre los poderes religiosos, inamovibles en sus dogmas,
y la emergente comunidad científica que discute y razona
todos los planteamientos y ya no aceptará sin discusión
las opiniones de la iglesia católica, produciéndose un
distanciamiento que hoy día aun parece insalvable.
La ciencia moderna, en sí misma, ante la falta de
pruebas materiales, no acepta un Dios creador por
considerarlo fruto de la imaginación de los pueblos,
mientras los obispos se resisten a renunciar a su
pretendida infalibilidad, incluso en los temas científicos.
Su distanciamiento de las clases populares y artesanas
afianza una imagen de Dios amigo de los poderosos,
muy conservador y agradecido de los rituales suntuosos
de la curia romana.
Con la aparición de la doctrina espírita tenemos
una imagen de Dios más agradable y racional, más
universalista y libre de dogmas y simbologías.
Cuando Allan Kardec preguntó a los espíritus superiores
<< ¿Qué es Dios?>> respondieron con gran claridad y
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concisión: <<Dios es la inteligencia suprema, causa
primera de todas las cosas>>.
A diferencia de aquellos caminos tortuosos y oscuros
que la idea de Dios tuvo que atravesar hasta nuestros
días, hemos encontrado en los libros que conforman
la codificación kardeciana, especialmente en “El
Evangelio según el espiritismo” y “El cielo y el infierno
o la Justicia Divina según el espiritismo” y en todo
el capítulo II de “La Génesis”, una visión de Dios
más completa, racional, consoladora, esperanzadora
y sublime, que nos libera definitivamente de todas
aquellas concepciones dogmáticas.
El espiritismo aporta su visión de Dios en un camino
intermedio entre ciencia y religión, explicando en qué
y porqué se complementan ambas, con razonamiento
y lógica para hacernos comprender que no están tan
distantes como parece sus opiniones.
Para que los científicos comprendan la realidad de la
creación del Universo es suficiente con que apliquen
el axioma “todo efecto proviene de una causa” y su
consecuencia lógica “todo efecto inteligente tiene una
causa inteligente”. Con sólo escrutar el cosmos y darnos
cuenta de su belleza y perfección , tanto en lo ínfimo
como en lo gigantesco, habremos de aceptar que las
fuerzas que mantienen el equilibrio de los mundos y las
galaxias, las leyes físicas, las leyes químicas, la vida
y sus expresiones, no pueden haber sido fruto de una
casualidad, de un azar, pues la complejidad que tenemos
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a nuestro alcance en todas las facetas, especialmente
de la vida orgánica e inteligente, es materialmente
imposible de crearse por sí sola con esa perfección.
La ciencia opina que las leyes que rigen el Universo
son puramente mecánicas y que se han originado
por sí solas, pero esas fuerzas son efectos que deben
poseer alguna causa. Nadie dice que ellas constituyan
la divinidad. Un ejemplo: un péndulo se mueve con
automática regularidad, la fuerza que lo hace mover es
material y exenta de inteligencia, pero ¿de qué serviría
el péndulo si una inteligencia no hubiese combinado,
calculado y distribuido el empleo de esa fuerza para
lograr que se mueva con precisión? ¿Podemos decir que
no existe inteligencia porque no está a la vista? La
existencia del reloj confirma la existencia del relojero.
“Dios no se muestra, pero afirma su existencia por sus
obras”.
El Génesis. Cap. II ítem 6
La religión no nos da una explicación convincente de
las cualidades de Dios y eso lo hace poco creíble en un
tiempo en que necesitamos comprender y saber para
aceptar.
La reencarnación, la ley de causa y efecto ( Karma ), las
penas y recompensas futuras, la justicia divina, al ser
explicadas por el espiritismo nos presenta una imagen
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de Dios más cercana y benevolente, al entregarnos el
infinito y la eternidad para progresar y disponer de
nuestro libre albedrío , pudiendo decidir nuestro futuro
bajo la responsabilidad de nuestros actos.
No nos está permitido, en nuestro actual estado
evolutivo, adentrarnos en la naturaleza íntima de Dios.
Para comprender a Dios nos falta el sentido que sólo se
adquiere con la completa depuración del espíritu. No
podemos penetrar su esencia, pero, por razonamiento,
podemos conocer mejor sus atributos:
-Dios es la inteligencia suprema y soberana. Si fuese
limitado en algún aspecto podríamos imaginar un ser
más inteligente que Él, y éste sería Dios. La inteligencia
de Dios, que abarca el infinito, ha de ser infinita.
-Dios es eterno. Si hubiese tenido un comienzo habría
surgido de la nada, pero la nada no existe ni puede
crear cosa alguna. Dios está fuera de la concepción
terrestre de tiempo.
-Dios es inmaterial. Su naturaleza difiere de lo que
llamamos materia, pues de lo contrario estaría sujeto
a sus cambios. Al no comprender todavía su esencia,
el hombre lo representa conforme a su inteligencia
limitada, dándole forma y atributos humanos.
-Dios es todopoderoso. Si no poseyera el poder supremo
podríamos imaginar otro ser más poderoso y ese a su
vez sería Dios.
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-Dios es soberanamente justo y bueno. Cuando una
cualidad es infinita, no puede existir la cualidad
contraria, capaz de disminuirla. Dios no puede ser
bueno y malo, y como sus obras dan testimonio de
sabiduría, bondad y previsión, concluimos por aceptar
que Dios es infinitamente bueno. La bondad infinita
lleva implícita la justicia infinita y soberana.
-Dios es infinito en sus perfecciones. No podemos
imaginar a Dios limitado en una sola de sus cualidades,
ni estas pueden aumentar o disminuir pues ya no sería
perfecto, y ya no sería Dios.
-Dios es único. La unidad de Dios es producto de
su perfección infinita y absoluta. Dios no puede ser
superado en nada por otro ser.
Dios es la base sobre la que reposa el edificio universal,
es el faro que ilumina el Universo entero, y su luz es
la única que puede guiar al hombre en la búsqueda de
la verdad.
Nuestra razón empequeñece cuando intentamos
comprender a Dios, cómo actúa, cómo sabe de nosotros,
cómo nos cuida, cómo puede estar en todas partes
cumpliendo lo que dijo Jesús “Nosotros estamos en Él,
como Él está en nosotros”.
“Dios existe, no dudemos un solo instante de ello.
Es infinitamente justo y bueno, esa es su esencia. Su
acción todo lo abarca, así lo entendemos. No desea más
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que nuestro bien por eso debemos confiar en Él: eso es
lo principal”.
- Allan Kardec
El resto puede esperar hasta que seamos dignos
de comprenderlo. Disponemos de la eternidad para
conseguirlo.
Jesús Valle
Centro espírita Manuel y Divaldo
Reus - Tarragona
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Allan Kardec
Centro Espírita Manuel y Divaldo
www.cemyd.com
cemyd@cemyd.com
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