LA BIBLIA EN LA CATEQUESIS – ANEXO 1 Antes de pasar a analizar la función que la Biblia desempeña en la catequesis, conviene aclarar que sólo puede hablarse de catequesis bíblica para referirse al contexto catequético que dio origen a numerosos pasajes de la misma. Hacer una catequesis partiendo del texto bíblico y consistente en una presentación sistemática de los diferentes escritos conduce inevitablemente al exegetismo y convierte la acción catequética en una clase de formación bíblica. Detrás de un planteamiento semejante puede haber una gran valoración del libro sagrado, pero también una pérdida de perspectiva que permita verlo en el lugar que le corresponde dentro de la vida de la Iglesia. Es más correcto hablar de la función que la Biblia, como palabra de Dios escrita, desempeña en la catequesis. Cesare Bissoli distingue cinco orientaciones o modos concretos de usar la Biblia en la catequesis: 1) La instrumentalización marginal se sirve de ella para ilustrar el tema expuesto y como un relato de carácter moralizante que ignora los principios básicos de la exégesis actual (función moralizante). 2) Para otros sirve de apoyo a esquemas teológicos y planteamientos doctrinales que le son ajenos. Se hace una selección de los textos en función de la teología que hay que transmitir, pero no se considera la Sagrada Escritura como matriz del pensamiento religioso (función doctrinal). 3) Algunos caen en el exegetismo. Obsesionados por la importancia del texto sagrado, pierden de vista otros momentos de la acción catequética (función histórica). 4) En el extremo contrario se sitúa el intuicionismo carismático que lee el texto desde unos problemas concretos, siendo la subjetividad existencial el único criterio de verdad. El texto se reduce a una caja de resonancia que repite aquello que el catequista o el catequizando piensan (función existencial). 5) Sólo una lectura antropo-teocéntrica logra el delicado equilibrio entre la fidelidad al texto y la fidelidad al hombre (DGC 149). 1. CONSTANTES DE LA PEDAGOGÍA DIVINA. La historia de la salvación es un largo proceso en el que Dios va conduciendo a su pueblo desde niveles inferiores a niveles superiores de religiosidad. En él aparecen unas constantes en el modo de actuar de Dios que podríamos considerar claves pedagógicas de dicho proceso. El conocimiento de las mismas nos permite situarnos correctamente ante el proceso catequético (cf DGC 139-147). a) La primera de ellas es la dialéctica historia-palabra, vida-mensaje. La historia es un lugar teológico, ya que en ella Dios actúa y se da a conocer. El momento culminante de la misma está marcado por la encarnación del Verbo en la persona de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios (Jn 1,14; Heb 1,1-2; cf TMA 9). Ahora bien, la historia no se basta a sí misma; necesita que la palabra la interprete y ponga de relieve su significado oculto, pues los hechos por sí mismos son ambiguos. Cada nuevo acontecimiento a su vez cuestionará la palabra, descubrirá nuevos sentidos o aspectos y provocará una nueva formulación. Así crece la Revelación. La catequesis ocupa en la vida de la Iglesia el lugar de la palabra; constituye el momento en el que los creyentes buscan, con la luz de la fe, el sentido de su vida. La Biblia ocupa en ella un lugar destacado, porque encierra las claves de lectura de la realidad que Dios ha ido suministrando a los hombres a lo largo de un tiempo privilegiado. Sin embargo, no es el único factor. Junto a ella está la experiencia del catequizando y la vida y el magisterio de la Iglesia. b) La segunda constante de la pedagogía divina es el dinamismo o carácter progresivo, que no es más que una consecuencia de la historicidad. El hombre es un ser histórico: vive el presente desde la memoria del pasado y con la ilusión del futuro. La existencia es, por consiguiente, interpretada como una tensión entre la tradición y su superación. Cuando se olvida esto se pierde el sentido y aparece la tentación de la nostalgia bajo la forma de una idealización de los orígenes; la falta de compromiso por una pérdida del sentido de la vida y del momento histórico en que uno vive; o la insatisfacción porque no se realiza la utopía. Unicamente cuando el pasado es asumido en su justo valor, el hombre se siente plenamente integrado en su lugar histórico y geográfico, y sabe situarse con responsabilidad ante el futuro que ha de construir. La historia de la salvación nos ofrece suficientes elementos para hablar de la dimensión histórica y, por tanto, dinámica del judaísmo y del cristianismo. La vinculación entre vida moral y vida religiosa, el equilibrio entre la trascendencia de Dios y su presencia en el mundo, y la integración del valor de la libertad humana y el designio salvador de Dios, les dio una dimensión que no aparece en otras religiones de la antigüedad. c) Finalmente hay que destacar el sentido interiorizador del proceso. El cambio se opera sobre todo al aparecer el cristianismo, pero se da en cada fase. Algunos de los planteamientos en los que aparece esta dinámica de la interiorización son: el paso del régimen de la ley al régimen de la gracia predicado por Pablo, clave de la polémica entre judeocristianos y helenistas; la sustitución del temor reverente al Dios Señor por el amor confiado al Dios Padre, reflejada en las posturas del hermano mayor y del hijo pródigo; la salvación concebida como don frente a la doctrina farisea del mérito; o la superación del ritualismo del templo por la religiosidad del corazón que se recoge en el evangelio de Juan. Desde este presupuesto la catequesis debe estar al servicio del crecimiento interior del hombre en todas sus dimensiones. Como órgano eclesial de desarrollo de la fe, debe facilitar la superación de planteamientos y actitudes infantiles y superficiales. Tal vez haya que buscar en el olvido de esta constante pedagógica la razón del infantilismo religioso de muchos y la carencia de adultos con una fe madura y comprometida. 2. PRINCIPIOS DE PEDAGOGÍA RELIGIOSA. A la luz de estas tres constantes, podemos enunciar tres principios de pedagogía religiosa que deben ser iluminadores de cualquier proceso catequético: a) La fe ha de proporcionar al creyente una síntesis de pensamiento y unas claves teóricas que le permitan situarse frente a la realidad de la que él forma parte (mundo e historia) con el sentido último revelado por Dios. Una pedagogía que olvidara la complementariedad de la existencia y la enseñanza –dimensión existencial y dimensión noética de la fe–, insistiendo sólo en uno de los aspectos, daría lugar a un tipo de creyentes inmaduros e incapaces de alcanzar la armonía entre la vida y la fe. La falta de coherencia interior les llevaría a un activismo –que nada tiene que ver con el compromiso– carente de sentido, y al menosprecio de la dimensión orante y contemplativa de la fe; o bien a un verbalismo estéril, que reduce la vida religiosa a mera contemplación de la verdad, sin conexión con la vida y sin capacidad para transformarla. b) La educación del sentido religioso es, además, un proceso de clarificación intelectual y existencial que se desarrolla gradualmente (DGC 89). Ha de tener en cuenta, por tanto, la realidad del hombre o del grupo que vive ese proceso. Ignorar este principio puede llevar a plantear exigencias que superen la capacidad del catequizando y frustren su evolución. No obstante, la historia de la salvación enseña que hay momentos en los cuales es necesario poner en crisis el nivel alcanzado para facilitar el acceso a un nivel superior. c) La acción educativa de la comunidad ha de conducir, finalmente, al educando a alcanzar posiciones de responsabilidad y de autonomía desde el espíritu. Esto significa que el fundamento de la vida pasa de estar en realidades exteriores –como la norma, las instituciones y las costumbres y ritos— a estarlo en realidades interiores —como la gracia, el Espíntu y la actitud—. Esto no significa que lo exterior quede superado, sino que es redimensionado desde el sentido que le da la vivencia interior. Sólo así podrá evitarse que se conviertan en realidades absolutas, que en lugar de expresar la fe, la esclavizan. 3. LA BIBLIA EN LA ACCIÓN CATEQUÉTICA. La Biblia no es iluminadora del proceso catequético sólo a nivel general, sino que desempeña, además, una función muy concreta dentro del ministerio de la palabra realizado en la catequesis. Esto por dos razones: porque ella misma es en gran parte resultado de un proceso catequético y porque, en cuanto portadora de revelación, tiene una función insustituible con la iluminación del sentido último de la existencia. a) La catequesis parte de la existencia como realidad a la que hay que dar sentido. No es pura elucubración sobre problemas teóricos, aunque sean teológicos, ni transmisión de un saber sobre Dios. Trata de iluminar para descubrir a Dios en la vida y el sentido de la vida desde Dios. También la Biblia empezó en el ámbito de la experiencia. Pero, dado que la realidad histórica concreta es distinta según las épocas, las personas y los lugares, no se puede pretender buscar semejanzas entre el pasado y el presente, si no es a nivel de experiencias humanas profundas y permanentes. Sólo a este nivel la Biblia puede iluminar el hoy del creyente que busca en ella respuestas. Así, por ejemplo, sería una falsa lectura del texto interpretar la prohibición de la idolatría como una prohibición de las imágenes olvidando los nuevos ídolos como el poder, el dinero, el bienestar, la técnica, etc. b) Una vez que se ha hecho brotar en la conciencia la experiencia que subyace en el hecho del que se ha partido, la catequesis ha de iluminar, desvelar el sentido profundo y el juicio que la palabra de Dios emite sobre ella. Es entonces cuando interviene de lleno el texto sagrado. Su lectura hace posible que Dios vuelva a hablar a su pueblo hoy, como lo hizo en el pasado. Pero no hay que olvidar que no se trata de una palabra antigua de valor permanente, sino de una palabra siempre nueva, como nueva es cada generación que la lee. El hombre esencialmente es el mismo, pero existencialmente es distinto. Lo mismo ocurre con la palabra. Siendo la misma, genera diversos planteamientos y exigencias. Ahora bien, el texto sólo podrá iluminar si es leído en profundidad, para lo cual la catequesis necesita la ayuda de la exégesis y de la teología. El resultado de esta búsqueda es una nueva visión de la vida y de los acontecimientos. La palabra de Dios y el Espíritu, gracias a la acción catequética, permiten ver la historia presente como un momento más de la historia de la salvación. Dios sigue así dando respuesta a los grandes interrogantes del hombre y planteándole exigencias. La conversión es la más importante de ellas y el objetivo último de toda catequesis (DGC 82). El proceso culmina con la expresión litúrgica (celebración) y existencial (compromiso) de la transformación interior realizada, gracias al encuentro de la existencia y la palabra. De este modo la comunidad y cada uno de sus miembros se convierten en testigos, y así surge la misión. 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Francisco Echevarría ANEXO 2 LA TRANSFORMACIÓN MISIONERA DE LA CATEQUESIS: EL “PRIMER ANUNCIO” EN LA COMUNIDAD CRISTIANA DE LOS ORÍGENES Cesare Bissoli, Università Salesiana - Roma Exposición del autor en el Equipo Europeo de Catequesis, Lisboa, 28 de mayo – 2 de junio 2008) (Con la autorización del autor) (Traducción: Juan Luquero) La Iglesia necesita redescubrir continuamente su identidad, sobre todo cuando la situación histórica constituye para ella un desafío que pone en juego su capacidad de realizar las propias obligaciones y, por tanto, su legitimidad como Iglesia. En tal sentido, para la Iglesia, la memoria de sus raíces se conforma como una memoria vital. Por consiguiente, la relectura de sus orígenes no es un acto de lujo, ni tampoco una pura investigación arqueológica, sino más bien un acto de memoria vital (un memorial), con notables repercusiones dogmáticas y pastorales. En esta óptica se coloca mi reflexión, que pretende esclarecer las ideas y superar los estereotipos circulantes a través de un examen cuidadoso de las fuentes. I. INDICACIONES METODOLÓGICAS PARA UNA CORRECTA SINTONÍA CON LOS TIEMPOS DEL NT 1.1. A la búsqueda de un sentido a. Debo confesar que el título de la relación provoca en el exegeta una cierta desazón, que exige clarificar el planteamiento. En efecto, la cuestión acerca del primer anuncio en el sentido que se da actualmente es un problema nacido en los «despachos» de los catequetas 1 a partir de la reforma”kerigmática” de los años 30 (J.A. Junhmann) y con el fin de revitalizar una práctica catequística (catecismo) de corte doctrinario que, con el correr del tiempo, se va mostrando siempre menos eficaz. Quizás hoy, más que nunca –al menos en los países de la antigua cristiandad– estamos plenamente convencidos del tema. De aquí, la obligación de ir a las raíces.2 b) Pero yendo a las raíces, o sea, a los tiempos del NT, apreciamos de inmediato que los apóstoles eran muy conscientes de la necesidad de anunciar y, sin embargo, se mostraban poco interesados en elaborar una teoría sobre el primer anuncio; realizando en su lugar la práctica del anuncio con pasión (parresia) y entregándonos globalmente su obra en los 27 libros del NT El estudioso, por esto, se encuentra en dificultad a la hora de responder con precisión a las preguntas habituales de la investigación catequética: ¿qué es “lo primero” (o principal) y qué es lo segundo (lo secundario) en el servicio de la fe? El primer anuncio entendido, obviamente, en sentido ontológico, asume también una prioridad cronológica, esto es, de “lo primero” en sentido temporal? ¿Existía una pre-evangelización antes de la evangelización? ¿Cómo se diferenciaba la catequesis del primer anuncio? ¿Cuál era el tipo de no–creyente al que se dirigía la predicación misionera, tratándose con frecuencia de hebreos y prosélitos observantes? c- La razón de la dificultad para una respuesta precisa está en el hecho de la profunda fusión teológico-temporal entre el antes y el después de la Pascua, entre los tiempos históricos de los acontecimientos y su elaboración redaccional (esto vale en particular para los Hechos de los Apóstoles, considerados tradicionalmente como el documento principal del kerigma primitivo y, por otra parte, fuertemente influenciados por la elaboración teológica de Lucas) . Expresado sintéticamente: del NT recibimos un contenido global en el que cualquier definición del primer anuncio está dentro de un contesto histórico-teológico determinado. Si decimos, pues, que el primer anuncio tiene como núcleo central la memoria de Jesús crucificado y resucitado, esa se encuentra en estrecha compañía con un conjunto de elementos que la profundizan y enriquecen. Se trata, en el fondo, de la aplicación de la ley que rige la comprensión del NT, y de los evangelios en particular: toda palabra, toda narración está estrechamente ligada a un ambiente vital (Sitz im Leben) que lo sostiene e explica. 1.2 Algunas consecuencias: - Apelar al NT para conocer el primer anuncio significa, antes de nada, aceptar como área de investigación todo el NT como fruto de la predicación apostólica, base de cualquier anuncio en la Iglesia; lo cual significa reconocer las huellas del mismo en las partes arcaicas de los Hechos referidos a Pablo (como se hace habitualmente), pero también en las exposiciones elaboradas por el mismo Pablo, Pedro (1ª Carta) y Juan (Cartas), etc. - Sin embargo, resulta legítima una lectura más ajustada del sentido del primer anuncio dentro del mismo NT, distinguiendo los contenidos según una «jerarquía de las verdades» (no raramente dentro, también, de una prioridad histórica) que el mismo NT reconoce. Así está comunmente admitido que en la predicación de los Hechos hay un filón arcaico que refleja de inmediato los primeros orígenes de la Iglesia. Se trata, en cualquier modo, de un distinguir sin separar, y cuanto viene diferenciado se entiende en una red de elementos que conforma el contexto vital. - En tercer lugar, sobre este tema como para cualquier otro sobre el que interrogamos a la Escritura, no se nos dan respuestas puntuales como recetas preparadas para un uso inmediato, cuanto motivaciones y orientaciones de fondo para inculturar creativamente en nuestra situación. - Se abre ante nosotros, pues, un capítulo de pedagogía de la fe que, sabedores del debate actual sobre la formación de las primeras comunidades cristianas entre los años 30 y 50, nos lleva a fijar como primer elemento la predicación apostólica, con su gama de términos y contenidos, en su perfil institucional (II) y a reunir sucesivamente las cualidades de este servicio (III), para concluir con alguna anotación de orden catequético. Cfr Gevaert J, Primera evangelización. Aspectos catequéticos. Elledici, Leumann (Turín) 1990, 34-37 2 Hoy nos acercamos a la Biblia con una perspectiva diversa a la de la catequesis kerigmática. No se trata de anunciar el kerigma a unos creyentes, como son los destinatarios de la catequesis, sino de anunciarlo a personas que no son creyentes, como paso decisivo para realizar después la progresiva profundización catequética. 1 II. LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA: PRESENCIA Y MODALIDAD DEL PRIMER ANUNCIO En un conocido artículo de los años ’50, el P. Benoit –con él recordamos igualmente la investigación casi contemporánea de C.H. Dodd sobre la predicación apostólica – estudiando lo que se llama kerigma o anuncio inicial, después de un examen de los textos bíblicos, emitía un juicio sintético que tiene vigencia todavía hoy: “Más allá de las divergencias inevitables – y tan fecundas- que caracterizan las elaboraciones teológicas de los varios autores del NT, existe un dato fundamental (=el kerigma) del que todos parten, sobre el que todos construyen y con el que todos comienzan su predicación cuando quieren convertir el mundo a la fe de Cristo. Este dato, en sus palabras y en sus escritos, se presenta con una formulación bastante homogénea, que deriva de la simplicidad misma del mensaje y de la frecuencia de su repetición”4 Justamente, si el mensaje es simple y unitario, el modo para llegar a expresarlo como se merece, sacándolo del ámbito vital de una iglesia y sin convertirlo en una fórmula abstracta de verdad, aparece más complejo. En otros términos, esa forma habitual de afirmar que el primer anuncio es la proclamación o el kerigma de la muerte y resurrección de Jesús, es verdadera, pero pobre por el hecho de estar separado de su origen vital. . Concretamente, desde Benoit y Dodd en adelante, en un manera siempre más articulada y profunda, se distinguen las diversas piezas del mosaico global que ciframos en las siguientes: la génesis de la Iglesia de los orígenes (2.1), los elementos que la costituyen (2.2), la configuración del primer anuncio o kerigma, (2.3; 2.4) los contenidos que lo expresan (2.5). 2.1 “La Iglesia de los orígenes como comunidad de la memoria viva”5 a- La memoria de Jesús, sellada por la experiencia del Señor resucitado, está en los orígenes de la Iglesia y en esa Iglesia viene conservada, cultivada y vivida. La Iglesia aparece como la comunidad de una memoria viva. La narración idealizada de sus inicios en Jerusalén y después en Palestina (Antioquía...), se lee en los primeros capítulos de los Hechos (1-10) y de la misma se encuentran huellas en las Cartas de Pablo. b- La primera comunidad tiene como núcleo central y autorizado a “los Doce” con Pedro a la cabeza: todo ello forma el núcleo histórico-simbólico que tiene la función de transmitir el testimonio de la resurrección y de toda la misión pública de Jesús: su conducta vital, sus actos, sus palabras. “Se debe tomar seriamente esta intención originaria que une estrechamente la configuración de la comunidad a la memoria del Jesús terreno y al testimonio de su resurrección” 6 Hoy, en las teologías del NT, son dos las situaciones prevalentes sobre la colocación y el desarrollo de la predicación apostólica: está quien reconoce, en la Iglesia de los orígenes, un cierto perfil orgánico de primer anuncio (C.H. Dodd, L. Goppelt, P. Stuhlmacher); otros no lo ven tan claro, por lo que se limitan a exponer unitariamente la predicación pos-pascual de Jesús, examinándola sea en el testimonio de los evangelios que en el cuerpo de las Cartas, de Pablo en particular (J.Gnilka, H. Hübner, G. Strecker) (cf. Segalla G., Teologia biblica del NT, Elledici, Leumann (Turín) 2006, 220-221). 3 Le origini del símbolo degli aspostoli nel Nuovo Testamento, en Esegesi e teologia, Paoline, Roma 1964, 476 (orig., Les orígenes del símbolo de los apóstoles, in Exégèse et théologie, vol. 2, Cerf, Paris 1961, 193-211. V. pure Dodd C.H., La predicazione apostolica e il suo sviluppo, Paideia, Brescia 1973 (orig The Apostolic Preaching, Oxford 1935). 5 Es la formulación de G. Segalla, del que seguimos aquí las líneas di pensamiento en su reciente y excelente Teologia biblica del NT, cit., 222-270 (aquí 222). 6 O.c., 224 4 b- La primera comunidad tiene como núcleo central y autorizado a “los Doce” con Pedro a la cabeza: todo ello forma el núcleo histórico-simbólico que tiene la función de transmitir el testimonio de la resurrección y de toda la misión pública de Jesús: su conducta vital, sus actos, sus palabras. “Se debe tomar seriamente esta intención originaria que une estrechamente la configuración de la comunidad a la memoria del Jesús terreno y al testimonio de su resurrección” 6 . El primer discurso de Pedro el día de Pentecostés –Hch 2–, y después en casa de Cornelio –Hch 10–, según los estratos comúnmente reconocidos como arcaicos, lo manifiestan a las claras. c- Esta comunidad cristiana muestra una densa conciencia de sí misma: se autodefine “iglesia (de Dios)” (Hch 5,11) con una explícita referencia a la qahal o asamblea del AT (Dt 5,22), y se concibe como comunidad de salvación convocada por Dios por medio del Mesías Jesús, núcleo al que deberá agregarse Israel también llamado a la salvación escatológica. Esta tensión escatológica sobre fondo eclesiológico (y conjuntamente hebreo) marca fuertemente el kerigma, la espera de la venida del Señor entra en la definición del primer anuncio, pero su intensidad teológica y existencial no se percibe ahora bien y resulta un dato más bien extraño. d- También porque desde los inicios tiene lugar un giro dramático que sella en manera específica la vocación misionera de la Iglesia y su misma predicación: el judaísmo oficial rechaza el propósito de los Doce cual traición de la Torá e del mismo monoteísmo. Tal aspecto conduce a un fundamental proceso de apertura de la Iglesia a los paganos, bautizados en el nombre de Jesucristo” (Hch, 2 39; 10,48) que llegan así a formar parte de la “Iglesia de Dios” al igual que los hebreos cristianos. Conocemos sus etapas: Pedro con Cornelio, después los helenistas hebreos de la diáspora con sede en Antioquía, donde encontramos a Pablo y a Bernabé, y finalmente la incorporación masiva de “gentiles”. Esto determinó un radical cambio teológico y una determinación pastoral con un relieve fundamental: en la medida en que se alcanza una superación progresiva del judaísmo rígido, del mismo modo se afirma el arraigo de la memoria de Jesús Resucitado en el patrimonio bíblico. Sirve de prueba el leitmotiv “según las Escrituras” que se intercala en las fórmulas del primer anuncio; después, en el concilio de Jerusalén se determinó pastoralmente no una diversidad de anuncios, sino más bien dos estrategias distintas en la misión: la de los hebreos reservada a Pedro, Santiago y Juan; y la de los paganos, confiada a Pablo (Ga 2.9-10), con una necesaria y diferente modulación del mismo kerigma. 2.2 Los hechos que hacen la Iglesia a- Dentro de este cuadro histórico de los orígenes falta por aludir al proceso con el que la “Iglesia de Dios” se costruye: ese ambiente vital es el que estimula y sostiene el anuncio. Notamos como primer aspecto una clara exigencia misionera: así hizo el Maestro, conviene entonces que yo continúe anunciando su evangelio, que ahora es la misma persona del Señor. La tensión misionera marca cualquier acto específico referido al anuncio. Viene habitualmente llamada en los textos del NT con el término de ‘evangelizar’ (evangelio, evangelización).7 b) Dicha evangelización presenta íntimamente unidas estas tres realidades: la Palabra, el sacramento y la vida. Lo atestigua con claridad Hch 2: la venida del Espíritu es el acto generador (2,1-13); la predicación de Pedro, el anuncio solemne (kerigma) de Jesús muerto y resucitado que motiva e invita a su seguimiento (2,1436) (predicación que tiene una continuidad en la didajè o catequesis sucesiva); la acogida se realiza a través de la conversión, ratificada con el bautismo (2,37-41); en fin, surge una vida nueva, personal y comunitaria, que se expresa en una nueva praxis de amor, capaz de corregir las desigualdades sociales y las divisiones religiosas (2,42-47). “Estas tres columnas basilares –predicación, conversión/bautismo, vida nueva– remiten a la memoria de Jesús y se cualifican por tal memoria”8 Antes de pasar directamente a la identidad del anuncio, conviene hacer notar la estrecha interdependencia entre estos actos; como decir que entra a formar parte del primer anuncio cuanto remite a eventos fundantes, cuanto genera actitudes, suscita comportamientos o establece una continuidad de pertenencia y de estilo de vida con la línea de la primera comunidad. Orientado en la misma perspectiva y para garantizar su autenticidad y plenitud, algunos hablan hoy de pre-evangelización; se retiene justamente que es necesaria, pero se observa que es difícil separarla de la evangelización –piénsese, por ejemplo, al discurso de Pablo en Atenas (Hch 17, 16 ss.)–. Es mejor decir que donde se activa un proceso pre-evangelizador, allí se produce una evangelización in progess. 2.3 El kerigma, la ‘segunda memoria’ de Jesús a- Actualmente, a la hora de estructurar la teología del NT y en referencia al eje central y unificador de la galaxia de los 27 libros, muchos proponen el hilo conductor de una memoria vital, del que es sujeto la comunidad originaria o apostólica. De ahí que, por debajo de la habitual secuencia temporal “misión terrenal de Jesúspredicación apostólica-redacción de los escritos”, aparece una interacción vital entre los tres momentos, la cual da lugar a una triple forma de memoria: la “memoria primera” que es la memoria base referida a la misión terrena de Jesús, la cual sigue tras el evento de la resurrección; la “memoria segunda”, aquello que se llama kerigma pascual, al que seguirá la “memoria tercera” (las redacciones de los 27 libros del NT)9 Tratándose siempre de la memoria del mismo Jesús, se deberá decir que cada nivel de memoria es indispensable: por tanto, no se podrá decir que la narración del Jesús del evangelio sea más importante que el kerigma del Jesús pascual o de la teología de cada uno de los diversos libros; o que el kerigma convierta en secundaria la memoria del Jesús terreno y secundaria la elaboración teológica de los distintos libros; o, viceversa, que el sentido que se debe comunicar sea, respecto al resto, el de la teología de Marcos, o de Pablo, o de Juan. En realidad, la evangelización se realiza con la totalidad de los niveles y el primer anuncio, entrelazado habitualmente con el kerigma, ha de integrarse con los otros. . Resulta todavía fundamental el artículo del P.-A. Liégé, Évangélisation, in Catholicisme, IV, 1954, col 755-764 8 Segalla G, o.c., 238. 7 b- Por otra parte, en estos tres niveles de memoria, se ha de prestar una atención específica a la “memoria segunda”, a la memoria del kerigma, porque se trata de un componente de hecho que aparece en la Iglesia apostólica desde el día de Pentecostés. Esto es: con el acontecimiento de la resurrección de Jesús la Iglesia ha sido envuelta con un evento inaudito, pero real, que funda y desvela la verdad definitiva sobre la persona de Jesús. La resurrección, pues, no debe ser comprendida como un hecho que se debe añadir a la vida y a la muerte de Jesús, sino como criterio interpretativo que completa históricamente todo cuanto la precede y viene a continuación; aún más, estimula e influye en la primera memoria (se sabe que del Jesús histórico se habla a la luz de la Pascua) y asimismo resulta influenciada (el Resucitado es Jesús de Nazaret y en su muerte está el secreto de su resurrección), por lo que muerte y resurrección forman el kerigma unitario de Pascua. c- La primera predicación ha recogido todo esto en fórmulas esparcidas en varios testos: la fórmula más antigua es “Jesús ha resucitado de entre los muertos “ (cf. Mt 28,6; Mc 16,6; Lc 24,6.34; Hch 2,24; 3.15; 13.34;17,31; 1Co 15,4; 1Ts 4,14). La formulación más relevante, tan antigua como densa, es el conocido kerigma de la 1Co 15,3-8, de origen netamente prepaulino (“os he trasmitido lo que yo también he recibido”), en la que están estrechamente unidos resurrección, muerte por los pecados, la conexión de ambos a las Escrituras, la referencia a múltiples testimonios (apariciones) de orden histórico, de todo ello resulta la perpectiva de un futuro escatológico feliz y, por consiguiente, la validez de la opción de fe en el Señor Jesús. Se construye una constelación teológica en torno a la memoria de Jesús Resucitado, dando al kerigma proclamado un espesor al que tal vez no se presta la suficiente atención. d- El kerigma, en efecto, es como una semilla que crece y desarrolla cuanto en ella está implicito Los libros del NT son comentarios autorizados de tal afirmación. Así se explica el paso de la afirmación de la resurrección de Cristo –en tanto que victoria sobre la muerte ignominiosa llevada a cabo por los judíos (cfr Hch 2,23-24), a la afirmación de la resurrección gracias precisamente a la muerte de Cristo en cuanto reveladora del gran amor que en ella manifiesta por nosotros (Ga 2,20; Jn 3,16), por lo que la muerte viene incluida como hecho esencial en el kerigma, no como un desagradable incidente sino cual manifestación de un amor sin igual. Asimismo la creciente referencia a las Escrituras permite colocar y comprender siempre mejor el kerigma en el gran proyecto de salvación de Dios que abraza a toda la historia. Ello llevará a reclamar la acción de la Trinidad y a explicitar las actitudes requeridas (conversión), concretadas en el rito de paso del Bautismo hacia una vida nueva. Ya lo hemos mencionado y lo veremos de nuevo en las expresiones sucesivas. Mientras tanto podemos concluir que “la memoria de la resurrección de Jesús llega a ser un centro focal y un catalizador de verdades teológicas que relacionan su persona con el mundo y con la historia humana: la muerte y la resurrección como acontecimiento unitario y transcendente, la resurrección como elevación y glorificación de Jesús, la elevación del cristiano a nueva criatura y, finalmente, la unificación de la historia en la retrospectiva de la creación y en la perspectiva de la parusía, en función de la reconciliación y de la paz humana y cósmica”10 . 9 Id, 73-85. Segalla G, Panoramas del N.T.o.c., 215; 217. 10 Cfr. Entrar en el kerigma, según el NT, no es ciertamente pasar por una puerta fácil u obvia de la fe cristiana; pero sí es colocarse en un punto de vista más alto, extraordinariamente elevado, que nos permite ver y comprender todo. Por esto, la evangelización no sirve sólo como etapa del proceso para llegar a ser cristianos, sino que será luz constante para todo el servicio de la Palabra, también de la catequesis y de la formación permanente. En este sentido, todo anuncio debe transparentar el primer anuncio. El primer anuncio (que aporta el don de la fe), en particular, requiere con sí una específica fase mistagógica (en cuanto don de fe fruto del primer anuncio). 2.4 Las expresiones de la memoria de Jesús. Las formas del kerigma En realidad, no existe libro alguno del NT en el que encontrar el kerigma en estado puro. Los autores han tratado de circunscribirlo en las tradiciones eclesiales o preredaccionales, comenzando por “El catecismo de la cristiandad primitiva” de A. Seeberg (1903). La investigación actual conduce a unas orientaciones significativas, cuyos resultados resumimos sintéticamente. a- Según hemos dicho, el kerigma representa la ‘memoria segunda’ del contenido de fe, o sea, la memoria de Jesús de Nazaret como Señor resucitado, formulada por la Iglesia mientras realiza su misión. El kerigma aparece, pues (y es muy importante el subrayarlo), no como repetición de cualquier verdad revelada, sino como respuesta a la memoria de Jesús, una respuesta pensada, formulada con mucha atención, solemnemente proclamada, celebrada devotamente en el culto, vivida en la cotidianidad. Resulta incluida y obvia la implicación existencial de la persona que lo anuncia y de la persona que lo escucha. b- Por este carácter de respuesta vital, el kerigma viene expresado diversamente en cada una de las comunidades, recordando en líneas generales que en la Iglesia de los orígenes rige un pluralismo socio-religioso, tanto mayor cuando el anuncio cristiano se va abriendo a las gentes, esto es, cuanto viene marcado más por el mundo helenista (de Pablo) que por el mundo judío. Clásica a este propósito es la diferenciación del kerigma para los hebreos y para los gentiles. Pedro que habla en Jerusalén y Pablo en Atenas configuran iconos ejemplares. Se trata de no hacer separaciones y antagonismos, puesto la visión de un judaísmo helenista forma la base común, madurada ya en un tiempo anterior al de Jesús (M. Hengel), anclando el mismo anuncio a las diferencias de situación. c- Muestra de este pluralismo son las múltiples formas expresivas. Cuatro son las formas principales que se pueden completar mediante el método histórico-crítico: las formas narrativas, las fórmulas breves, las fórmulas de fe, los himnos. Una palabra acerca de todas ellas. * La forma narrativa está concentrada en el libro de los Hechos: aún reconociendo la profunda elaboración de Lucas, se reconocen en dicho libro tradiciones originarias particularmente emergentes en tres narraciones emblemáticas: el suceso de Pentecostés con el discurso de Pedro (v. antes en 2.2), Pedro en casa de Cornelio (Hch 10,34-43), Pablo en Antioquía de Pisidia (Hch 13, 16-41). Se advierte, especialmente en los dos primeros casos, la referencia a la vida de Jesús como fuente de significado salvífico que exige la decisión de la fe. Donde está claro que la memoria segunda no puede por menos que nutrirse de la memoria primera del Jesús terreno, el cual por ello viene irresistiblemente atraído a la órbita del primer anuncio. No existirá un primer anuncio integral sin la narración de la historia de Jesús. Es lo que harán extensivamente los cuatro evangelios, verdadero kerigma prolongado hasta las mismas raíces. Precisamente por esta conexión intrínseca, reflexionando hoy sobre la aparente falta en el kerigma originario del motivo del Reino de Dios, tan querido por Jesús, se busca la forma de recuperar su presencia en el significado que se debe dar a la resurrección y a la apertura escatológica, signos decisivos para la venida del Reino. * En segundo lugar vienen las fórmulas breves y las fórmulas de fe. Los estudios las registran diversamente, pero todas ellas tienen un mismo contenido esencial: Jesús como Señor y su misión salvífica, con una implícita invitación a la participación personal. Las fórmulas breves (o fórmulas kerigmáticas) sintetizan la fe tradicional. Se piensa que su lugar de nacimiento haya sido la celebración litúrgica, en particular el Bautismo. Son textos referenciales muy claros: 1Co 15, 3-8 (ya visto), 1Co 11,23-25 (a propósito de la Eucaristía); Rm 1, 1-7 (prólogo a la carta); Rm 3,25; 1Ts 1,9-10; 1P 2,22-24. Todos confirman la voluntad de garantizar, reverdeciéndola, una plena ortodoxia de las ideas en la conducta de vida. Las fórmulas de fe (o fórmulas de confesión) implican directamente a la persona que las pronuncia. La más breve y antigua es: “Jesús, Señor (Kyrios)” (1Co 12,3) con un densa resonancia bíblica (Dios como Señor en el AT) y testimonial (sólo Jesús es el Señor, y no el emperador de Roma).11 * Finalmente, vienen los himnos cristológicos. Los tres mayores son: Flp 2,6-11; 1Col 1, 15-20; Jn 1,1-18. Himnos breves (doxologías) o rastros de ellos que se pueden ver en 1Tm 3,16; Hb 1,3; 1 P 1,18; 3,18.22. Hoy son considerados la ‘memoria segunda’, con más carga más innovativa que la ‘memoria primera’ de Jesús. Constituyen la forma más elevada y más comprometedora a la hora de celebrar la memoria de Jesús, en cuanto que la expresan no tanto como crónica de datos, sino recorriendo las maravillosas obras de Cristo, al que ‘cantan” intensamente’ como “acontecimiento inaugural” con la potencia que tiene lo que está naciendo. En cuanto himnos, con canto incluido para ser expresado en la asamblea, llegan a ser entusiasmantes, performativos. Suponen la primera respuesta celebrativa unitaria en la narración y proclamación de la memoria de Jesús. En cierto sentido el kerigma encuentra aquí su mejor representación y permite percibir mejor su naturaleza de reflexión entusiasta de la fe, provocando aún más la implicación de los partecipantes. 12 Otros textos : Hch 8,37; 1Ts 4,14; 1Cor 8,4-6; 16,22; Rm 10,91; 1Jn 2,22, 4,15, Hb 13,21, 2P 3, 18, Ef 4,4-5. 11 (La fe era cantada). A través de los himnos se anunciaba el kerigma. 6 2.5 El kerigma en su contexto. Síntesis final Para ser completos, trataremos de reunir simplemente los contenidos materiales que emergen de la múltiple forma del kerigma o (primera) evangelización. Se trata, en verdad, de una operación en cierto modo artificiosa, porque precisamente en la fase kerigmática del anuncio el medium (como contexto y como modalidad expresiva) entra a formar parte esencial del mensaje, por lo cual remitimos al punto siguiente la sistemación un poco más elaborada.13 • Hace de puerta de entrada el dato de hecho de un anuncio que comunica algo a alguien. • Tal anuncio adviene con el testimonio personal directo o trasmitido dentro de una comunidad de personas vivas, con múltiples formas narrativas, doctrinales (fórmulas breves) e hímnicas, en referencia a las diferentes situaciones religiosas y culturales. • En el centro está la persona de Jesucristo como resucitado de entre los muertos (Jesús el Señor) por obra de Dios (el Padre), con la acción decisiva del Espíritu Santo. • Representa el acto final de una historia de vida a partir del Bautismo de Juan. • Con la apertura a un futuro de cumplimiento definitivo o escatológico de la salvación. • Según un proyecto querido por Dios (“según las Escrituras’) que engloba como profecía permanente la historia de Israel. • El efecto es la liberación de la condena y el don de la salvación de la persona en su nueva situación de hijo de Dios y en camino hacia la vida eterna. • Quien recibe el anuncio es llamado a un decisión que asume el perfil de una conversión (metanoia) de todo lo que no es Jesús el Señor, para ser de Jesús el Señor, a través del sacramento del Bautismo, la pertenencia a la comunidad y la asunción de un estilo de vida cristana con una continuidad de profundización catequística, sacramental (eucaristia) y de fraternidad, con el influjo permanente del Espíritu Santo. Hoy se reconoce a estos himnos la cualidad de “módulo generativo intra-testamentario”, en cuanto configuran en su horizonte continuístico y poético (celebración de Cristo como acontecimiento inaugural) la estructura interior de los 27 libros del NT; que es tanto como decir que, sin los himnos, la comprensión del kerigma y de los libros sucesivos más que errónea, aparece fría, muerta, extrínseca. Cfr. E. Haulotte, Formation du corpus du Nouveau Testament. Recherche d’un ‘module’ génératif intratextuel, in C.Theobald (dir.), Le canon des Écritures.(…), Cerf, Paris 1990, 225-439. V. SegallaG., o.c. , 251; 266-8. 13 Los estudiosos de catequética han tratado de recortar con pelos y señales el perfil del primer anuncio o primera evangelización reparando en citas del NT estimadas paradigmáticas como 1 Tess 1,9-10, considerada la forma textual más antigua, Hch 14,15-17; 17,16-34; Hb 6,1-2: cfr Gevaert J. , Primaera evangelización, 63-71. 12 III . LAS CUALIDADES DEL KERIGMA EN EL NT: UN CAMINO HACIA LA IDENTIDAD. 3.1 “Primer anuncio” es un término de los modernos que – en el NT- encuentra su enganche sustancial en el kerigma. Este tiene sus raíces en la predicación apostólica después de la resurrección de Jesús de entre los muertos, para hallar después una codificación diversificada en todos los libros del NT. Sin el kerigma o primer anuncio, le faltaría al cristiano de los orígenes el fundamento del edificio de la fe, la clave de su comprensión, es decir, la razón de su ser creyente; pero sin la totalidad del edificio recogido en los 27 libros del NT, el mismo kerigma permanecería fragmentario y parcial, inadecuado para decir cómo deben de ser los creyentes. En efecto, el kerigma que tiene por centro la muerte y la resurrección de Jesús, conoce dos desarrollos interpretativos y del todo pertinentes. • El primero procede de la vida terrena de Jesús con su misión del Reino, reconocido cada vez más como la ‘causa’ de Jesús que resurge con Él y con Él continúa. • El segundo desarrollo va más lejos, comprende la historia de Jesús como profecía, mientras el futuro es el principio de los tiempos escatológico-mesiánicos que aseguran su venida. “Según las Escrituras” es el logo oficial de este trayecto histórico-teológico del ayer al mañana, dentro del cual se comprende el hoy. Se debe tener presente que la conclusión continuística y expresiva de la trayectoria del kerigma es el Símbolo de los apóstoles.14 El papel atribuido al dinamismo de la ‘memoria’ en la elaboración de los contenidos del NT parece explicar mejor el proceso complejo y manifestar la incidencia existencial. 3.2 El kerigma es más que un dato fijo, encerrado, o una simple constatación de verdad doctrinal; es sobre todo un anuncio solemne (kerigma) del Evangelio de Dios que es Jesucristo (Evangelio y evangelizar son los términos predominantes), es decir, anuncio de un inaudito “Acontecimiento inaugural”, cargado de una potencia dinámica, como un big bang del que surgen la misión y la vida de la comunidad cristiana. Esto nos lleva a hacer algunas anotaciones: a- En el corazón de la confesión de fe, ‘Jesús el Señor’, resuena un grito de victoria, vibrante, entusiasta, porque, al igual que en el cántico de María en Ex 14, se proclama la superación de obstáculos muy graves, como son el pecado y la muerte, que te separan de Dios y la afirmación de Jesús como absoluto protagonista para la salvación de cada ser humano. Existe también una resonancia polémica para quien ha intentado de obstaculizarlo hasta la muerte: el Señor es un resucitado de entre los muertos. A su vez, esta muerte, recogida preferentemente en el NT (Pablo) con la figura de la cruz, viene entendida no como un handicap terrible y horrible que se deberá olvidar de inmediato, como si fuera una pesadilla, sino como una prueba de amor total, de la que proviene la resurrección. Porque su amor para con el hombre es potente hasta da por él la vida, Jesús es el Señor de la vida. La cruz es el fundamento esencial de la resurrección. La resurrección es la auténtica hermenéutica y acabada de la cruz. b- Por la promesa de salvación que lleva consigo, el kerigma es por su misma naturaleza un anuncio que interpela y, por consiguiente, reclama una elección libre que va desde la conversión hasta la progresiva identificación con el misterio del Señor Jesús, gracias al Bautismo y a la Eucaristía, mediante la adhesión a la Iglesia. El primer anuncio tiene sus raíces dentro de la vida de una comunidad a la que conduce y en la que, como acontecimiento relativo a las personas, se configura y se vive. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; en un clima de fervor, de gozo, como el Exultet pascual. c- El kerigma y la misión de la Iglesia están indisolublemente unidos: la Iglesia existe por el anuncio y el anuncio confiere a la Iglesia de Jesucristo su perfil genuino. Las diversas localizaciones del anuncio testimoniadas por el NT, desde Jerusalén a Samaria y hasta las confines del mundo (Roma), afirman la verdad histórica de este kerigma, misionero por naturaleza. El Espíritu de Jesús o Espíritu Santo llega a ser el regidor del kerigma y de su obra. 3.3 El kerigma refleja el ambiente de composición sin el cual la comprensión permanece abstracta y fatalmente manipulable. Esto se pone de relieve en la pluralidad de formas expresivas, con las connotaciones diversificadas del anuncio (mundo hebreo y mundo pagano), con la progresividad en el mismo proceso de anuncio (cf 1Co 3,1-3; Hb 6,1-3). Los 27 libros del NT no son otra cosa que codificaciones ampliadas del kerigma (Marco con una connotación especial, calificado por algunos como el ‘evangelio del catecúmeno’), pero siempre en una circularidad por la que se pasa del Jesús como Señor del primer anuncio al Señor como Jesús de los evangelios. Toda esta variedad expresiva indica, al mismo tiempo, el “gran misterio” anunciado por el kerigma, cuya acogida sobreviene cumplidamente en la iniciación y junto a la necesidad de una adaptación creativa (inculturación) a los tiempos, lugares y a las personas. Se puede llegar a Jesús por una sola vía, pero no se puede indicar de una sola manera. IV REFLEXIONES PASTORALES 4.1. Iniciamos la conferencia reconociendo la desazón de tener que afrontar dictados por la agenda de la modernidad, por el temor de estar bajo la presión de tener que sacar de los orígenes cristianos un cuadro sistemático bien definido que responda a nuestra pregunta de primer anuncio, casi una especie de password con resultado garantizado. En realidad, esto no es materialmente posible en los niveles de una investigación crítica, debido no sólo a la diferencia de óptica cultural y pastoral, sino también por una intrínseca exigencia dogmática y pedagógica consistente en dejar a la Iglesia una sana creatividad a la hora de encontrar las vías más adecuadas. El pluralismo de los orígenes es un indicador precioso. Se puede correr el riesgo de ser materialmente fieles al NT sin serlo existencialmente. El componente contextual hace real el primer anuncio. El primer anuncio es lo que ha resonado como tal para quienes lo han recibido y esto se percibe por el modo como lo han recibido. Sería estupendo hacer ahora una confrontación sobre las formas del primer anuncio existentes en las comunidades cristianas de hoy. 14 Es la tesis de P. Benoit, a.c., 486-487. 4.2 Por otra parte, observa sabiamente Dodd, viene superado el peligro de “separar del NT algunos párrafos que parecen tener un tono ‘moderno’ y proclamar que son el elemento ‘permanente” por su aparente parentesco con nuestra mentalidad. El compromiso de perseguir sistemáticamente la confrontación con el evangelio de la primera comunidad cristiana, incluso en las formas y en las posiciones que son menos congenian con la mentalidad moderna, lleva inevitablemente a repensar no sólo el evangelio, sino también nuestras posiciones preconcebidas”15 4.3 En la situación actual de la comunicación de la fe, el primer anuncio recibe de los orígenes un imput precioso: la génesis de la fe se manifiesta gracias a una relación interpersonal intensa, entre Jesús y los discípulos, entre los apóstoles (Pedro, Pablo) y los primeros cristianos. Esto pone de relieve en el anuncio no tanto el primado de la información, cuanto el de una radical relación vital que se puede correctamente indicar como “generación”. En tal proceso conviene reconocer que ya es efecto de primer anuncio cuanto abre la atención hacia él”.16 4.4 En sede de comunicación catequística, el kerigma viene propuesto no como un fórmula cerrada en sí misma, sino como una ventana abierta a la totalidad del Evangelio, ofreciendo un principio jerárquico y articulado, a cuya luz se pueda comprender todo: El Señor ha resucitado, porque ha muerto de aquel modo..., porque ha vivido de aquel modo..., según el grandioso plan de Dios, según las Escrituras. Esto requiere una implicación personal con una experiencia múltiple: anuncio, liturgia, vida de comunidad bajo el signo de la comunión y del servicio, adaptación cultural. Se podrá así pasar, al fin, de la exploración del primer anuncio en la Biblia al cómo presentar la Biblia para el servicio del primer anuncio.17 Indicaciones bibliográficas * Benoit, Le origini del simbolo degli apostoli nel Nuovo Testamento, in Esegesi e teologia, Paoline 1964, 476 (orig., Les origines du symbole des apôtres, in Exégèse et théologie, vol 2, Cerf, Paris 1961, 193-211). * Dodd H.C., La predicazione apostolica e il suo sviluppo, Paideia, Brescia 1973 ( orig. The Apostolic Preaching, Oxford 1935) * Gevaert J, , Prima evangelizzazione. Aspetti catechetici, Elledici, Leumann (Torino) 1990. * Gnilka J., I primi cristiani. Origini e inizio della Chiesa, Paideia , Brescia 2000 (orig. Die frühen Christen. Ursprünge und Anfang der Kirche, Herder, Freiburg…, 1999. * Liégé P.-A., , Évangélisation, in Catholicisme , IV, 1954, col. 755-764. * Schmitt J., Prédication apostolique, in DBS, VIII, 1972, col. 246-273. * Segalla G., Teologia biblica del NT, Elledici, Leumann (Torino) 2006. 15 La predicación apostólica, 88 Cfr Theobald Ch., C’est aujourd’hui le”moment favorable”.Pour un diagnostic théologique du temps present, in Une nouvelle chance pour l’Évangile. Vers une pastorale d’engendrement, Lumen Viate-Novalis, Bruxelles 2004, 47-72. 17 Bissoli C., La Biblia en la primera evangelización, en Catechesi 71(2002)16-23. 16 El kerigma es la raíz del árbol de la fe. Pastoral social debe ser kerigmática. El kerigma es un fundamento permanente. Tres anotaciones para siutu El kerigma de Jesús: - - El contexto: Está ubicado en los relatos introductorios de Mc y hace de bisagra entre la presentación de Jesús y el comienzo de su ministerio. En Mc. esta bisagra juega un papel importante Mc hace una inducción (mistagogia) Antecedentes: escritura 1,2-3) Precursor: 1,4-7 v.9 Bautismo de Jesús: 1,9-11: cuando salió del agua, vió y oyó. Tentaciones: 1,12-13. Jesús vence al tentador = nuevo Adán. Mc. 1,16-20: modelo ejemplar del que sabe responder al kerigma: seguimiento de Cristo: conviértanse y crean. El discipulado de Jesús es la manera de entrar en un camino de conversión a la fe. Adherirse a la persona de Jesús. v.14: después que Jn fue entregado……. Conviértanse y crean. El contenido del kerigma es la acción de Dios. Donde dios interviene nadie queda igual. El kerigma siempre tiene dos partes: que proviene dela misma predicación de Jesús: - Hacer de Jesús: la iniciativa es de Dios. Presentado de forma narrativa. - Hacer del hombre: en modo imperativo. Modos típicos de una reacción. Te urge una respuesta. No permanezca indiferente. El tiempo se ha cumplido Conviértanse El Reino de Dios está cerca CREAN Tiempo = kronos: cronológico Kairós: tiempo en su dimensión existencial. Tiempo del sentido. Jesús habló del tiempo de sentido. Tiempo significativo. Tiempo marcante. Jesús anuncia un tiempo de la intervención de Dios. El tiempo de su ministerio es un tiempo que deja una marca indeleble. Que sea en los catequizandos un tiempo de kairós. Jesús no escribió en papel. Escribió en la vida. El catequista es una persona marcante que genera situaciones marcantes, en tiempos marcantes. Nunca antes se había visto una cosa semejante. Lo máximo de Dios está en Jesús. El kairós es kairós cuando yo me abro. El contenido de este tiempo es reino de Dios resignificando la historia. Esta cerca: engiken porque el Reino de Dios no acontece si no hay una disposición de parte del hombre. Dios no nos trata como niños. Nos corresponde a nosotros responder. Por eso, la misión es necesaria (Mc. 4.10). Los de dentro (el discípulo) a los de fuera (los que no han respondido). El Reino de Dios pasa de cerca cuando yo me convierto y creo. Conversión y fe van de la mano. METANOIA: cambio de nus (mentalidad).Conversión = reaprendizaje de la vida de la mano de Jesús. Re-aprender la relación conmigo mismo, con los otros, con el cosmos. Catequesis kerigmática estar con Jesús para cambiar mi vida. Para Mc. estar con Jesús es adhesión identificarse con él. El maestro incide cuando él provoca la confianza. 1. EVANGELIZACION Y CATEQUESIS 1. La relación entre evangelización y catequesis es un aspecto fundamental. En el fondo, están implicadas estas cuestiones: ¿Qué significa evangelización? ¿Qué significa catequesis? ¿Cómo se sitúa la catequesis en el conjunto de la misión evangelizadora de la Iglesia? Punto de partida: En la catequesis que conocemos ¿qué relación se da (a nivel de objetivos, contenidos, método) entre evangelio y catequesis? 2. La evangelización es un desafío permanente. Supone nada menos que participar en la misma misión de Jesús (Jn 20,21). Y en la misión de la Iglesia, que existe para evangelizar (EN 14). Es algo que nos desborda. Por ello, viene bien recordar el aviso de Pablo: Inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro evangelizar (1 Co 13,9). 3. La evangelización se realiza no sólo con palabras, sino también con obras. Jesús anuncia una Palabra que se cumple, una Palabra acompañada de señales y signos: enseña y cura, dice y hace. A la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista, responde con el lenguaje de los hechos (Mt 11,5;DGC 32,38 y 39). Para quien busca la luz o busca a Dios, quizá a tientas (Hch 17,27), la respuesta no está en las nubes de los razonamientos teóricos. La respuesta es la experiencia de fe. Lo dijo Pablo VI: En el fondo ¿hay otra forma de evangelizar que no sea el comunicar a otro la propia experiencia de fe? (EN 46). 4. La evangelización es un proceso vivo y complejo, con elementos diversos que es preciso integrar: Renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado (EN 24). En ese proceso se dan unas constantes vitales que hay que cuidar (ver CC 21), si queremos transmitir todos el mismo evangelio en la diversidad de tiempos, situaciones y culturas (ver Mc 2,1-12; Hch 2,36-47; AG 11-15; CC 27; DGC 46 y 47). 5. Cuando evangeliza Jesús, anuncia que el reino de Dios está en acción, que llega en su propia persona: quien se encuentra con él experimenta la cercanía de Dios (Mc 1,15). Para Jesús, evangelizar es sembrar la Palabra (Mt 13,3). La semilla es la Palabra de Dios y el campo es el mundo, la vida del hombre. Igualmente la Iglesia, continuando la misión de Jesús, anuncia una Palabra viva y eficaz (Hb 4,12), no una palabra de hombre, sino la Palabra de Dios que permanece operante en medio de vosotros (1 Ts 2,13). En desplazamiento continuo, al aire libre (Mt 5,2), en las casas (Mc 2,1), en las sinagogas (1,21), en el templo (Lc 19,47;DGC 14ss), Jesús no tiene otra fuerza que la Palabra que siembra y prende en la tierra, la Palabra que se cumple en la historia. Jesús enseña a la muchedumbre por medio de parábolas. A sus discípulos les dedica, a solas, una enseñanza especial, en la cual les manifiesta abiertamente los secretos del reino de Dios (Mc 4,10-11). 6. Junto a la acción de Dios, Jesús anuncia la necesaria conversión del hombre (Mc 1,15; ver Hch 2,38). Y lo hace en medio de un mundo donde parece triunfar la experiencia contraria: Dios no actúa, el hombre no puede cambiar. Jesús anuncia la felicidad, la dicha, la bienaventuranza. Su programa aparece proclamado en el sermón de la montaña (Mt 5). Es la carta magna de la comunidad cristiana. El evangelio es anunciado como gracia a quienes, por sí mismos, ni siquiera pueden cumplir la ley. La conversión se hace posible gratuitamente, de balde, porque el reino de Dios está en acción (ver DGC 53). 7. Jesús evangeliza con la fuerza del Espíritu (Lc 4,14;DGC 43). La acción del Espíritu es una realidad que brota a raudales como fruto de su Pascua, tal como lo prometió (Jn 15,2627;16,7-15;Hch 2,38). La experiencia de fe se hace posible en la dinámica del Espíritu. Dice San Agustín: Si en la actualidad la presencia del Espíritu Santo no se manifiesta con semejantes señales (como entonces), ¿cómo será posible que sepa cada uno que ha recibido el Espíritu? La evangelización apostólica apela a la experiencia del Espíritu como a un hecho al que se puede remitir: lo que estáis viendo y oyendo (Hch 2,33). Si el mensaje parece increíble (Hch 13,41), lo cierto es que es anunciado en medio de un reto: somos testigos (2,32) y, además, cualquiera puede serlo. 8. El perdón y la justificación total de parte de Dios es parte esencial de la buena noticia del evangelio. Quien comienza a creer y comienza a cambiar, ya está juzgado favorablemente por Dios (Mc 2,5). Lo proclama Pedro el día de Pentecostés (Hch 2,38). Lo proclama Pablo: No pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús (Rm 8,21). Y también Juan: El que cree en él no será juzgado (Jn 3,18). 9. A petición de uno de sus discípulos, Jesús les enseña a orar (Lc 11,1-13). El discípulo dialoga con Dios, con un Dios vivo que dialoga con el hombre. La oración se transforma en celebración de las maravillas de Dios, percibidas en las señales del evangelio: Jamás hemos visto cosa igual (Mc 2,12). 10. Para llevar adelante su misión, Jesús no se identifica con ninguno de los grupos sociales y religiosos de su tiempo: saduceos, zelotes, fariseos, esenios, escribas. Jesús anuncia el evangelio a los pobres, la muchedumbre sometida por los poderosos y los ricos. La enseñanza de Jesús no es abstracta: donde hay opresión, hay Palabra de liberación. Como aquel día, en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-19;ver DGC 103). 11. Cuando evangeliza, Jesús no está solo, comparte su misión. Ahí están los doce (Mt 10,1) y, más allá de este círculo íntimo, está el grupo que sigue a Jesús (Mt 8,22), están los setenta y dos (Lc 10,1), están las mujeres que acompañan a Jesús (Lc 8,1-3). La comunidad es la nueva familia del discípulo, el lugar donde recibe la enseñanza especial del evangelio, el centro de operaciones desde donde se difunde el evangelio recibido. En los Hechos de los Apóstoles, quien se convierte a Cristo se incorpora a la comunidad (Hch 2,47). 12. Jesús comienza a evangelizar por la periferia del mundo judío, por Galilea, pero su destino final es Judea, Jerusalén, el templo. El templo está manchado, el templo debe ser purificado; más aún, el templo debe ser sustituído (Mc 11,17;Jn 2,13.22;4,24). La denuncia del templo determina el proceso que se sigue contra Jesús. Se le condena como blasfemo (Mt 26,65), como subversivo (Mt 27,37). Evangelizar significa también participar del conflicto que lleva a Jesús a la cruz: Anunciamos a un Cristo crucificado (1 Co 1,23). 13. Lo que pasó después es proclamado por Pedro el día de Pentecostés como el centro del mensaje cristiano: Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituído Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado (Hch 2,36). Jesús, condenado y ejecutado por la turbia justicia de los hombres, ha sido constituído Señor de la historia. ¡Lo mismo que Dios! El reino de Dios se manifiesta en la persona de Jesús, constituído Señor. 14. La Iglesia naciente recibe del Señor Resucitado la misión de hacer discípulos de todos los pueblos. Los discípulos son enviados a evangelizar. No se trata sólo de una evangelización primera, sino -al menos- de una evangelización básica, fundamental. Han de hacer discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19-20;DGC 34). He aquí, de forma concisa y lapidaria, una síntesis de la iniciación cristiana primitiva y, por tanto, de la catequesis correspondiente (originariamente, postbautismal). 15. El proceso de evangelización tiene unas etapas, que es preciso identificar. Comienza con el anuncio primero del evangelio (siembra de la Palabra) y se cumple de forma básica y fundamental en la catequesis (crecimiento y maduración, que produce fruto). La relación que se da entre evangelización y catequesis es profunda. Son como el grano y la espiga (ver Mc 4,1-20;CC 26-29). La catequesis, para bautizados o para quienes se preparan a recibir el bautismo, implica una entrega viva del evangelio y de todo el evangelio a los hombres (DGC 78,105 y 111). * Identificar las constantes de la evangelización en una experiencia concreta. Hacer lo mismo con las etapas.