LA SEGURIDAD JURÍDICA Y SU CONFIGURACIÓN EN LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO Federico Escóbar Klose Asesor Legal El derecho y la seguridad jurídica están íntimamente ligados. Algunos autores ven en Sócrates como el precursor de la seguridad jurídica, sobre todo por el pensamiento inserto en el diálogo platónico el Critón; para otros autores, la seguridad jurídica es un concepto histórico, que adquiere verdadera importancia en la época moderna, siendo el Estado liberal la expresión más pura de la seguridad jurídica; es así, que, algunos autores sostienen que la seguridad jurídica nace con el Estado de Derecho, puesto que sólo en un Estado de Derecho se puede generar un sistema de legalidad sin estar sometidos a la arbitrariedad de quienes detentan el poder. Para el tratadista Ossorio, la seguridad jurídica debe entenderse como la: “Condición esencial para la vida y el desenvolvimiento de las naciones y de los individuos que las integran. Representa la garantía de la aplicación objetiva de la ley, de tal modo que los individuos saben en cada momento cuáles son sus derechos y sus obligaciones, sin que el capricho, la torpeza o la mala voluntad de los gobernantes puedan causarles perjuicio (…)”(Ossorio M., “Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales”, Ed. Eliasta, Ed. 27°, año 200, Buenos Aires, pág. 906); de tal forma que, la seguridad jurídica, constituiría la garantía dada al individuo por el Estado de modo que su persona, sus bienes y sus derechos no serán violentados o que, si esto último llegara a producirse, le serán asegurados la protección y reparación de los mismos. Con ese mismo razonamiento, en nuestro país, el anterior Tribunal Constitucional, basándose en el Art. 7 inc. a) de la Constitución abrogada que establecía el derecho fundamental de toda persona a la seguridad, es que desarrolló el Derecho a la Seguridad Jurídica, teniendo como elemento central la aplicación objetiva de la ley. Así estuvo modulado en la jurisprudencia constitucional, hasta que el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), en sus Sentencias Constitucionales 0092/2010, 096/2010, 0197/2010 y 0202/2010, entre otras, ha establecido una nueva línea jurisprudencial, determinando que la seguridad jurídica ya no se concibe como un derecho sino como un principio constitucional; puesto que, a entender del TCP, con la vigencia de la nueva CPE (7 de febrero de 2009), la seguridad jurídica, no se encuentra consagrada como derecho fundamental, sino como un principio que sustenta la potestad de impartir justicia emanada del pueblo (Art. 178 CPE), y por otro lado, como un principio articulador de la economía plural en el modelo económico boliviano (Art. 306III CPE). Consecuentemente, conforme lo establecido por el TCP, al ser la seguridad jurídica un principio, no puede ser tutelado por la acción de amparo constitucional, que tiene por finalidad proteger derechos fundamentales (no principios) reconocidos por la Constitución, las normas internacionales de derechos humanos reconocidos y/o ratificados por el país (que conforman el bloque de constitucionalidad) y las leyes. No obstante aquello, el TCP precisa que, dado el reconocimiento constitucional a la seguridad jurídica, el mismo no puede ser inobservado por las autoridades jurisdiccionales o administrativas, al momento de conocer y resolver un caso concreto sometido a su competencia, por tanto es de inexcusable cumplimiento. El asunto delicado radica en que la seguridad jurídica no pueda ser tutelada mediante la acción de amparo, al considerarse, a criterio del máximo tribunal de justicia constitucional (TCP), solamente un principio y no así un derecho; pese a que la actual Constitución, en su Art. 23-I, establece que toda persona tiene derecho a la seguridad personal, derecho también previsto en el Art. 7 del Pacto de San José y en el Art. 9 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; entendiéndose como seguridad personal, a la garantía que ofrece el poder público a la ciudadanía de ser amparados en sus reclamaciones legales (Cabanellas G., “Diccionario de Derecho Usual”, Ed. Eliasta, Ed. 10°, año 1976, Buenos Aires, Tomo IV pág. 26), y la forma más efectiva de que una persona pueda ser amparada legalmente es aplicando la ley de forma objetiva y no a capricho, torpeza o mala voluntad de quién la aplica, en otras palabras, es otorgándole seguridad jurídica, lo que implica otorgarle justicia formal y material. Finalmente, para cerrar el presente análisis, vale la pena referirnos a la Encíclica Pacem in Terris, citando a Pío XII, en la que se alude a la seguridad jurídica indicando: “Del ordenamiento jurídico querido por Dios deriva el inalienable derecho del hombre a la seguridad jurídica y, con ello, a una esfera concreta de derecho, protegida contra todo ataque arbitrario”. Por lo que, consideramos que debe enmendarse la línea jurisprudencial, otorgándole nuevamente a la seguridad jurídica la categoría de derecho fundamental, en concordancia con el Art. 23-I de la Constitución.