Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas IV: MARCO JURÍDICO DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN CHILE1 Felipe Viveros∗ Introducción. Una mirada panorámica al ordenamiento constitucional y legal chileno no nos permite afirmar cabalmente la existencia de un preciso marco normativo para el ejercicio de la participación ciudadana en Chile. Menos plausible resultaría hablar de un estatuto propiamente tal de la participación ciudadana, es decir, de un conjunto coherente y sistemático de normas e instituciones que reconocen derechos y establecen órganos, mecanismos e instrumentos de valor jurídico que explícitamente se orienten a permitir, facilitar o promover acciones participativas por parte de los ciudadanos/as. Con todo, esta visión inicial, aparentemente pesimista sobre las posibilidades de la participación ciudadana en el actual ordenamiento jurídico chileno debe ser matizada al adoptar un método reconstructivo que permita, a partir de ciertas bases conceptuales y positivas, integrar una variedad de elementos normativos que están dispersos en la legislación vigente y que indican un cierto reconocimiento de la participación ciudadana como un componente válido y operante en el sistema democrático chileno. El concepto de participación. Previo a la indagación referida, cabe sentar que, en nuestro concepto, la idea de participación es problemática, compleja y multidimensional. Problemática por las implicancias de valoración que ha tenido a lo largo de la historia del pensamiento político y por las paradojas y críticas que se le suele achacar, aun dentro del pensamiento democrático; compleja por los múltiples condicionantes económicos, sociales, culturales e ideológicos que la refuerzan o la neutralizan, y que derivan en concreciones normativas disímiles, más o menos definitorias, más o menos auténticas, más o menos eficaces. Finalmente, multidimensional debido a los variados ámbitos específicos en que, más allá de la amplitud o vaguedad de los términos, se la puede identificar: participación política, participación social, participación comunitaria, participación popular, participación gremial, laboral, ciudadana, etc. La literatura habla también de participación a nivel nacional, regional, comunal, local, introduciendo desde antiguo una perspectiva territorial al ejercicio de la participación. 1 Este Informe ha sido preparado para el Estudio sobre Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, IMplmentación y Evaluación de Políticas Públicas” dirigido por Gonzalo Delamaza y ejecutado por el Programa Ciudadanía y Gestión Pública de la Universidad de Los Lagos, para el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. ∗ Profesor de Métodos de Resolución de Conflictos y de Derecho de Familia, Facultad de Ciencias Sociales, P. Universidad Católica de Chile. Investigador y consultor en Derecho Público. Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Sin perjuicio de lo anterior, entendemos la participación como un auténtico concepto jurídico, en primer lugar en su vertiente de constituir por sí mismo un derecho humano que compete a cada individuo miembro de la comunidad. Este derecho consistiría en la facultad de tomar parte activa en los distintos ámbitos de la vida política, económica, social y cultural del país o ámbito infra o supranacional al cual dicho derecho sea referido como ámbito de aplicación. La conducta de participar puede ser desarrollada, ya sea individualmente o a través de diferentes grupos, organizaciones e instituciones, que la sociedad se da para la expresión o la formación de una voluntad colectiva. Asimismo, la participación puede concebirse como una virtualidad dinámica de la esfera social consistente en la propia acción de sus componentes encaminada hacia un mejor desarrollo de la persona y de la comunidad en general. Desde este punto de vista, la participación, en tanto oportunidad de contribuir a la configuración y desarrollo de la vida pública de una comunidad determinada, es uno de los elementos constitutivos de la noción de ciudadanía, junto con la pertenencia a una determinada comunidad política – normalmente el Estado– y la titularidad de ciertos derechos y deberes fundamentales dentro de esa determinada comunidad política.2 Participar es la forma de realizar un proyecto o empresa que atañe a varios individuos libres; es una conducta personal y social cargada de valores, que pertenece a la condición humana; es, en el fondo, una forma densa y compleja de ejercitar la autonomía y la libertad. Si, como hemos dicho, podemos entender la participación como un derecho humano e, incluso, como algunos autores la han calificado, como una necesidad fundamental de los seres humanos (v. gr. Max-Neef y otros en su “desarrollo a escala humana”), es importante advertir que la tónica histórica en Chile y en la mayoría de los países ha sido muchas veces una actitud inversa: no siempre los conglomerados humanos han permitido que la participación se exprese más allá de un reducido grupo (sistemas en que el poder está concentrado o en que se ejerce autoritariamente); y por otra parte, no siempre los conglomerados humanos han sentido la necesidad de la participación, ya sea a causa de un sometimiento forzado, o por conformismo, falta de conciencia de grupo o clase u otro mecanismo de adaptación a lo establecido. Con todo, es posible mirar también buena parte de la historia moderna y, dentro de ella también la historia nacional, como un lento, trabajoso y no siempre ascendente proceso de conquista de la participación o del derecho a participar. Una segunda vertiente de la participación la señala como un elemento configurador –en un sentido estructural y axiológico– de la vida democrática de un pueblo o de cualquier grupo humano y, por ende, una exigencia de comportamiento para los individuos y grupos, unos respecto de otros, y también una exigencia para los actores políticos dentro del Estado, García, Soledad y Lukes, Steven (comps.), en Ciudadanía: justicia social, identidad y participación, Siglo Veintiuno de España, Madrid, 1999, p. 12. 2 2 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas en tanto organización que estructura políticamente el conjunto de la convivencia social. En tal sentido, el Estado democrático, para serlo efectivamente, debe crear y facilitar las condiciones para que la participación sea el método que permita considerar y ponderar la opinión de todos y cada uno de los ciudadanos en los asuntos que les competen, como contribución al producto social, desde las decisiones globales del Estado hasta las decisiones más particulares que atañen a la vida de los individuos en su relación con otros. De este modo, la participación es también reconocimiento del igual valor de cada individuo frente a los otros en la sociedad democrática. La “cantidad” y calidad de la participación puede ser considerada como signo y expresión de la vitalidad y autenticidad de cualquier fenómeno, organización o proceso social que se precie de considerar a todas las personas en su dignidad, en cualquier nivel que sea: en los espacios locales y comunitarios, en el Estado central, en las relaciones internacionales, así como en las más diversas áreas o sectores del quehacer social: desde luego, en la política, pero también en las relaciones sociales, en los asuntos educacionales, laborales, ambientales, de salud, etc. Sin embargo, el término participación suele correr el riesgo de ser tomado solo como una consigna genérica y demagógica, destinada a concitar adhesión (pues, sucede que en el discurso, prácticamente nadie se opone a la participación), o como una meta ilusoria que no tiene traducción concreta en las propuestas y mecanismos de la acción social. Con razón se ha dicho que la participación es una "idea que reina pero no gobierna".3 Desde un punto de vista etimológico, participare significa “tener parte” o “tomar parte”, lo cual indica una referencia a un “todo” o conjunto al cual se contribuye o respecto del cual se obtiene algún derecho o beneficio. Este punto de partida elemental es útil para enfocar la participación desde una doble perspectiva: una pasiva y otra activa. Participar en sentido pasivo es tener o recibir una parte en una cosa o tocarle a uno algo de ella, es decir, gozar de una proporción del producto creado entre varios. Por su parte, en su sentido activo, participar es comprometer la libre actuación individual o grupal dentro de un empeño compartido con otros sujetos libres, concurriendo así a la formación de una voluntad o determinación colectiva. Lo anterior lleva a un tercer elemento: la participación tiene una dimensión esencialmente colectiva, en tanto el yo –o mi grupo–, toma parte en un algo mayor al que se integra: una tarea, proyecto, obra, organización, comuna, país. Participar implica entonces asumir, en la cuota o proporción que le corresponde a cada uno, una tarea colectiva, en conjunción con otros que también aportan algo a la misma tarea. Por eso, participar es un verbo que adquiere sentido frente a una necesaria referencia colectiva y que se conjuga mejor desde un "nosotros" o bien, desde un yo individual pero siempre en referencia a ese nosotros. En términos globales, desde las grandes revoluciones de finales del siglo XVIII, la participación hace a los individuos miembros de una comunidad política mayor: 3 Véase Pozo, Hernán, "Participación local: metas, desafíos, perspectivas", Serie Documentos de análisis Nº 5, PAS, Santiago, Enero 1993, p. 9. 3 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas modernamente, el Estado-nación, pero hoy día perfectamente aplicable a unidades territoriales supraestatales (por ejemplo, mediante tratados de integración regional) y subestatales (por ejemplo, autonomías municipales y regionales). Ahora bien, mirado desde lo que podríamos llamar su "reverso", participación también implica poder. Más exactamente, poder democrático: un poder compartido, no exclusivo ni excluyente de “los otros”, un poder constituido precisamente por la unión de la pluralidad, poder democrático, en suma. En términos precisos, significa que el producto o beneficios de la actividad social, es equitativamente distribuido entre todos. Y, por otra parte, que la opinión individual de cada uno sea debidamente considerada y ponderada en relación con las opiniones de los demás, para efectos de la toma de decisiones y el rumbo o dirección que debe tomar el proyecto común. O sea, todos "toman parte" de los beneficios que el quehacer colectivo reporta (beneficios económicos, sociales, culturales, políticos, etc.), y todos "toman parte" en el derecho y responsabilidad de una decisión, la dirección o el control de un determinado quehacer (en la organización, comuna, país, etc.). La historia muestra que la participación no es ni ha sido un dato natural de la vida colectiva, sino un proceso que se recorre deliberada y conscientemente y que no está exento de dificultades y pugnas, pues su efectivo ejercicio está ligado a la estructura de oportunidades que brinda la sociedad en un momento determinado y a las posiciones de influencia y poder relativos que pueda acumular cada sujeto. La influencia la asociamos, prima facie, a la capacidad de un sujeto de generar o contribuir a generar ciertos efectos sociales desde una posición determinada de ingerencia en los mecanismos de decisión colectiva. Puede desarrollarse a partir de una función formal de resolución, o bien, desde funciones preparatorias, asesoras o de control y evaluación. Desde el punto de vista democrático es fundamental distinguir formas legítimas e ilegítimas de influir. Siendo los grados de poder de cada actor desiguales en la sociedad, ello afecta también los grados de participación, los que serán también desiguales. En tal sentido, la denominada igualdad de oportunidades aparece como una precondición necesaria, aunque insuficiente por sí misma, para la realización de una participación real y efectiva. El elemento que asegura la participación efectiva es, más bien, la garantía de igualdad de trato, que el Estado debe asegurar, promoviendo legal y socialmente formas de equiparación o de diferenciación legítimas que tiendan a generar esa igualdad en sentido jurídico. Por ello, desde el punto de vista de la interdependencia de los derechos, el grado de participación es directamente proporcional a la vigencia de otros derechos. Así, por ejemplo, la vigencia de la libertad de expresión y de información junto con otros derechos de carácter económico y social, inciden, precisamente, en la igualdad de oportunidades y en el acceso a ciertos bienes sociales (trabajo y seguridad social, educación, información) que se constituyen como una precondición para poder participar. Poder y participación son, entonces, términos correlativos que se implican mutuamente y que se comportan dinámicamente como un proceso de pugna, conquista y mejora de las oportunidades existentes. 4 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Diversos teóricos de la democracia (desde Rousseau hasta C. B. McPherson y Claus Offe) han descrito, e incluso propugnado una noción "participativa" de la democracia como ideal normativo, reconociendo dos dimensiones diferentes pero íntimamente unidas: la democracia como régimen político y como forma de vida. Sin embargo, la experiencia histórica indica que ha sido problemático sostener en términos prácticos la participación como una matriz amplia de comportamiento público o como eje y fin del régimen democrático. Por su parte, otro grupo importante de autores ha criticado la centralidad de la participación como orientación de la conducta de un gobierno, afirmando más bien conceptos elitistas de la democracia. Así, desde Schumpeter hasta Sartori, Dahl y Huntington, han ponderado, a veces con importantes reservas, la expansión de la participación ciudadana más allá del voto para elegir autoridades representativas, pues, en concepto de estos autores, la democracia, en el contexto de la sociedad de masas, hace insoslayable la elección de representantes, de modo que "minorías intensas", provenientes de las clases dirigentes, normalmente organizadas en partidos, compiten por ser elegidas para la conducción del Estado, actividad que los ciudadanos les delegan. Así, la democracia no sería el utópico gobierno de los muchos, sino sólo el mecanismo que tienen los muchos para seleccionar y controlar a las elites a quienes han designado para detentar el poder. La participación, llevada más allá de estos límites pondría en riesgo, según estos autores, la estabilidad del mismo régimen democrático.4 Finalmente, es posible distinguir conductas que constituyen niveles o estratos que apuntan a procesos de participación activa, desde manifestaciones más primarias e incompletas hasta formas más plenas de participación.5 Así, tener acceso, adquirir y manejar la información pertinente es un primer estadio, pues el conocimiento técnico-científico, los procesos educativos, lo que hacen, pueden hacer o proyectan hacer los grupos en el poder, el acceso y procesamiento de los flujos de información son, hoy día más que nunca, factor decisivo para el desarrollo de un pueblo en la sociedad globalizada. Un segundo nivel es ejercer el derecho de opinión y, desde esa base, establecer un diálogo con las autoridades y los demás actores sociales. Puede manifestarse en acciones de consulta, consejo o asesoría. Implica una retroalimentación permanente entre las demandas (input) y las respuestas (output) con las cuales se construye el proceso comunicativo dentro de la sociedad, el que no está exento de conflictos. Desde este punto de vista, el no-diálogo y la imposición autoritaria es todo lo contrario a participar. En este nivel puede distinguirse la capacidad de propuesta del actor, consistente con su capacidad de formular opciones para la resolución de conflictos, proyectos e iniciativas orientadas a los objetivos deseados. Véase, Cunningham, Frank, ¿Necesitamos más o menos democracia?, en Opciones, número especial, CERC, Santiago, Agosto, 1984, pp. 107-121; Fernández, Gonzalo y Foxley, Felipe, Elitismo y participación en la teoría democrática, en Estudios Sociales Nº 9, CPU, Santiago, Septiembre, 1976, pp. 16-45; Nun, José, La legitimidad democrática y los parecidos de familia: Notas preliminares, en Alvayay, R. y Ruiz, C., Democracia y participación, CERC, Santiago, 1988, p. 117. 4 Se sigue aquí, libremente, a Flisfisch, Angel, Algunos problemas conceptuales en el análisis de la participación, Documento de trabajo, CEPAL/ILPES, Santiago, 1980. 5 5 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Otro nivel es el de la movilización. Este aspecto de la participación se da cuando hay resistencia de parte de la autoridad para acoger las demandas sociales. Se da un momento de lucha, más o menos prolongado, que puede ser exitoso o no, y que puede conducirse por vías legales o no. Es inevitablemente confrontacional, puede ser usado como instrumento de presión. Una huelga, un paro, una acción de reclamo o protesta, una campaña reivindicativa, son actos de movilización. Aunque muchas veces la movilización se confunde con la participación, obviamente ésta no se agota en este momento crítico; la movilización es necesariamente coyuntural, ha de ser un medio posible para lograr los objetivos. Finalmente, podemos reconocer un último y más pleno nivel de participación en la concurrencia a la toma de decisiones colectivas. Supone que se produzca una decisión final en la que se ha ponderado debidamente la opinión particular de todos y cada uno de los participantes. La decisión final puede ser una decisión negociada o bien, emitida desde la función de autoridad (individual o colegiada, administrativa o judicial), que adquiere legitimidad por el proceso participativo en que se ha gestado y porque refleja en sus contenidos la voluntad de la mayoría o el consenso de los diferentes participantes. Canales y formas de participación. Llegados a este punto, es necesario ligar el derecho de participar a ciertas formas juridizadas que de algún modo la canalizan y la hacen operativa en el contexto de un orden o sistema. En efecto, en sociedades ordenadas bajo una idea de Estado de derecho, la participación está necesariamente disciplinada bajo la forma de instituciones. En la concepción democrática liberal tienen preeminencia las formas de participación política, como el ejercicio del derecho a voto en las elecciones, el plebiscito, los derechos de petición, opinión sin censura, reunión y asociación política y otros análogos que se vinculan a la ciudadanía en su sentido clásico. Lo que caracteriza a la participación política en este caso es su necesario referente y objetivo final: el poder político. A las anteriores se agregan ciertas formas convencionales de participación social, concepto de contornos difusos, pero que puede describirse como la facultad de formar, integrarse y potenciar esfuerzos a través de organizaciones sindicales, gremiales, comunitarias, consejos económico-sociales y otras instancias, caracterizadas por la intervención responsable y determinante de grupos organizados en decisiones que afectan sus intereses, su vida cotidiana y su entorno más inmediato. El orden político democrático suele acordar a estas formas de participación alguna incidencia en la formación de la voluntad pública, aunque en Chile ésta es muy precaria y suele aparecer opacada por la superposición de los intereses políticos. Sin perjuicio de ello, se ha señalado que la integración institucional de intereses corporativos amplía la participación social y enriquece la democracia en la medida que no suplanta la representación ciudadana. Tal ha sido la experiencia histórica del Estado de bienestar en Occidente, que generó diversas formas de concertación y balance de intereses de empresarios capitalistas y trabajadores organizados, bajo la acción proactiva del Estado, en tanto árbitro e integrador de la sociedad de clases 6 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas bajo el industrialismo desarrollado.6 Intentos similares fueron experimentados en América Latina con resultados irregulares y, en todo caso, menos auspiciosos, bajo el modelo del Estado desarrollista entre los años 1930 y 1970, los que parecen retomarse tácitamente a partir de los años noventas, luego del período autoritario, no obstante la nueva conformación de las relaciones capital-trabajo que relativizan el peso específico que tuvo el movimiento sindical durante el siglo XX. Un rasgo que diferencia las democracias actuales de las democracias clásicas, representativas y de corte liberal, es que en estas apenas había representación de asociaciones y de intereses; por el contrario hoy, las sociedades son más complejas, plurales y fragmentadas, y en ellas hay mayor diversidad de opiniones, intereses y conflictos, y estos necesitan canalizarse, integrarse y articularse, a través de los mecanismos de la democracia representativa. Por otra parte, la democracia actual además de ser representativa y participativa, requiere que sea también económica y social. La ciudadanía sin derechos económicos y sociales, y sin un mínimo de bienestar económico y social, no puede integrarse plena y eficazmente en la participación y en la vida política. El desarrollo garantiza la cohesión y la estabilidad social y permite la participación activa del ciudadano a través de un círculo virtuoso. La transformación del modelo y de las funciones del Estado, así como de la sociedad civil, han hecho que hoy surjan otras demandas y manifestaciones de participación, más colectivas y solidarias, y de mayor ámbito que las del pasado. Para ello, el sistema legal e institucional ha debido crear diversos instrumentos para su realización, partiendo por el sufragio, el plebiscito, los referendos, las encuestas, la presencia de representación ciudadana en distintos órganos, comisiones e instituciones, ya sea con un carácter decisorio y/o consultivo, etc. También hay que señalar la compatibilidad y la necesidad de la participación general con la de ámbito sectorial, por áreas o por competencias administrativas (así en educación, salud, medio ambiente, seguridad social, tercera edad, juventud, deportes, etc.). Congruente con lo anterior, la demanda de participación ciudadana tiene actualmente contenidos más comprensivos que la llamada participación popular o participación política propiamente tal, ejercida a través del voto universal en las elecciones de jefes de gobierno, de parlamentarios y de autoridades comunales. En efecto, hoy en día las nociones de participación ciudadana se extienden a la gestión pública, a ciertas formas de adquirir influencia, voz e intervención en la elaboración, ejecución y control de diversas actividades estatales (v. gr. políticas y programas), lo cual es una manifestación de la necesidad de una mirada democrática a la administración del 6 Véase los artículos incluidos en los volúmenes editados por Schmitter, Philippe y Lehmbruch, Gerhard, Neocorporativismo: más allá del Estado y el mercado, Alianza, México, 1992. También en Sanz Menéndez, Luis (comp.), Representación de intereses y políticas públicas: ¿corporatismo o pluralismo?, en Zona Abierta 67/68, Madrid, 1994. 7 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Estado, sobre todo en lo referido a la gestión de funciones en los niveles territoriales y sectoriales de tipo local y comunitario. Ello resulta derivado de la necesidad que tiene el Estado de una nueva legitimidad ciudadana, basada en la satisfacción de las necesidades y demandas de los ciudadanos. De este modo, dicha participación en la gestión pública cualifica y transforma el régimen democrático, que no solo puede y debe calificarse de representativo, sino también participativo y, consecuentemente, más pleno. La dimensión participativa en la gestión del Estado implica una cultura que es “político-administrativa”, en la que los ciudadanos plantean la exigencia de una plena respuesta y satisfacción de sus necesidades, en tanto "copropietarios", o mejor dicho, titulares de derechos públicos subjetivos, susceptibles de ser plena y actualmente ejercidos en el día a día de la vida pública. Ello es reforzado por la actitud escuchadora, dialogante, cooperadora y empática que ofrece la propia administración al conjunto de sus “súbditos” y que éstos, empoderados de su condición de ciudadanos, exigen a través de diversos medios. Consecuentemente, la participación ciudadana dentro del sistema legal e institucional se torna más polimorfa y sus contenidos más amplios. Se pone de relieve el derecho a la información pública como base de cualquier intento participativo consistente, pues la información adecuada permite sustentar opiniones y acciones fundadas y, a la vez, permite controlar la debida transparencia de los órganos estatales. Se pone de relieve, también, el derecho a ser oído y la exigencia de consulta previa a la toma de decisiones sobre proyectos legislativos, proyectos de inversión pública, designación de autoridades, cuestiones muchas veces a las que las autoridades no están obligadas, pero cuya omisión mina su legitimidad democrática. El tradicional derecho de petición se complementa con el deber de respuesta por parte del Estado y sus organismos a las solicitudes ciudadanas, cuya fundamentación, documentación y oportunidad no es excusable. Más aun, las nociones de participación que circulan entre la ciudadanía trascienden estos niveles y exigen además, el control y la rendición de cuentas por parte de las autoridades, la negociación y los acuerdos en temas sociales y económicos (formación de mesas, comisiones, “diálogo social” sobre diversas temáticas de apremiante interés público, etc.). De este modo, la gestión del estado, aun considerando las funciones y competencias de los diversos organismos e instituciones públicos, no puede desvincularse del proceso plural y complejo de preparación, reflexión, debate, diseño y toma de decisiones, así como también del control de su ejecución, resultados y efectos. Finalmente, puede agregarse que el contexto que plantean las nuevas tecnologías y, en particular, el llamado "gobierno electrónico" implica y requiere nuevas formas y nuevas vías de información, de consulta y de participación ciudadanas, utilizando para ello todas las posibilidades modernas de la información y las comunicaciones. 8 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Ámbitos de ejercicio de la participación ciudadana. Desde una perspectiva de contenidos, la participación ciudadana aparece indisolublemente ligada a otros elementos fundamentales de un sistema de vida democrático. En primer lugar, el reconocimiento y protección de los derechos fundamentales. No puede concebirse el ejercicio de la participación en un ambiente político, social y jurídico-institucional que no reconozca y brinde protección efectiva a todos los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales. Para ello, debe existir una acción y una jurisdicción constitucional disponible para los ciudadanos para el reclamo y protección de todos los derechos ciudadanos, incluyendo los derechos económicos, sociales y culturales y aquellos de dimensión colectiva, como los relacionados con el medio ambiente, el desarrollo urbanístico, las etnias, los migrantes, las minorías y demás grupos discriminados. Debe existir una garantía a favor de las personas para el derecho a la información ciudadana, contra el secreto administrativo en la definición de planes y políticas y en la designación de funcionarios por el Ejecutivo y por el Congreso. Debe establecerse garantías efectivas contra todo tipo de discriminación ilegal o arbitraria que puedan experimentar las personas y los colectivos que integran la comunidad nacional. Finalmente, Debe existir alguna institución estatal independiente del gobierno dedicada a la protección y promoción de los derechos fundamentales, complementaria y distinta del sistema de justicia, a modo de Defensor del Pueblo. En segundo lugar, la participación ciudadana está ligada a la existencia de mecanismos de control y fiscalización ciudadana, transparencia y publicidad de la actuación estatal que permitan un control de los ciudadanos sobre el comportamiento funcionario de las autoridades y servidores públicos, de todos los poderes del Estado y de las instituciones autónomas (por ejemplo, Tribunal Constitucional, Ministerio Público, Banco Central, Contraloría General de la República, Superintendencias, Municipalidades, etc.), en los niveles central, descentralizado y desconcentrado. También una adecuada regulación y control sobre los lobbistas y conglomerados privados corporativos, empresariales, religiosos y de cualquier otro tipo que en los hechos suelen “participar” en las decisiones y en los beneficios de la vida colectiva nacional sin ninguna limitación, sobre la sola base de su poder fáctico, acceso privilegiado e influencia en las esferas institucionales. En tercer lugar, la participación ciudadana tiene un espacio característico en la complementación del régimen político con formas de ejercicio de democracia directa. Se trata de mecanismos institucionales que complementan los dispositivos típicos de la democracia representativa.7 En este sentido, ciertas reformas como la iniciativa popular 7 Se debe tener presente que en el caso chileno, se requiere, en forma paralela y urgente, “certificar” o autentificar” la democracia representativa, actualmente en entredicho, estableciendo un sistema de elecciones populares más proporcional y equitativo. Lo dicho implica, naturalmente, la sustitución del actual sistema binominal mayoritario, la reconfiguración de los distritos electorales y el establecimiento de la inscripción electoral automática. 9 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas de ley, iniciativa popular reglamentaria regional y municipal, la revocatoria del mandato de ciertos cargos de elección popular, el referéndum y el plebiscito sobre asuntos claves del debate público en que se requiere que la ciudadanía resuelva impasses entre la opinión de los poderes públicos, aparecen necesarias y ya ampliamente desarrolladas en la experiencia comparada europeas norteamericana y latinoamericana. En cuarto lugar, existe un vínculo político y técnico entre participación por una parte, y descentralización por otra. Si bien los procesos de descentralización no garantizan una efectiva democratización en la toma de decisiones en los niveles territoriales subestatales, ella genera un contexto organizacional de mayor apertura, cercanía y oportunidades para reconocer y recoger la voluntad de la ciudadanía en las regiones, provincias y municipios. El principio participativo en los territorios exige la elección directa de sus órganos ejecutivos unipersonales y colegiados; dota a los órganos del gobierno regional y comunal de atribuciones y capacidades efectivas de acción, modera la excesiva concentración de poder existente en intendentes y alcaldes; y asegura la sustentabilidad y autonomía administrativa y financiera para la realización de sus funciones y de servicios tales como salud, educación, infraestructura, inversión local y desarrollo comunitario. En este mismo sentido, la formulación de presupuestos participativos comunales, provinciales y regionales apunta también a un ejercicio directo de la democracia territorial. Por último, en quinto lugar, y sin pretensión de agotar las posibilidades teóricas de este análisis, es importante conjugar la participación ciudadana con la deliberación, planificación y financiamiento de las políticas de desarrollo. Probablemente sea este uno de los aspectos menos desarrollados en el diseño y la práctica institucional actual del principio participativo. Participar en esta línea de trabajo implica que la comunidad, a través de diversas organizaciones de la sociedad civil con vocación de interés público, sea considerada, a través de mecanismos idóneos, en la elaboración, ejecución y evaluación de las políticas públicas en los distintos niveles de la administración territorial y en las distintas áreas o sectores del quehacer nacional (educación, salud, urbanismo, vivienda, empleo, superación de la pobreza, seguridad pública, etc.). Muchas organizaciones poseen especialidad temática y técnico-profesional, además de portar una visión de diálogo, horizontalidad y participación como método de toda acción social. Por ello, su opinión o intervención consultiva en la estructuración del gasto e inversión pública en el presupuesto de la nación y en los presupuestos regionales y municipales, así como en las distintas fases de la ejecución presupuestaria no puede dejar de ser considerada por las autoridades. 10 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La participación ciudadana en la Constitución chilena. La Constitución Política del Estado es un cuerpo de normas positivas de la máxima jerarquía que organizan la sociedad política atribuyendo funciones y límites a los poderes públicos y estableciendo el reconocimiento y garantía de los derechos fundamentales de las personas. Los poderes del Estado, de acuerdo con los postulados básicos del constitucionalismo clásico y contemporáneo, se organizan a través de órganos separados e independientes, que detentan funciones propias y exclusivas, que colaboran mutuamente en la formación de las decisiones públicas y que se controlan por medio de un sistema de frenos y contrapesos recíprocos. Por su parte, los derechos constitucionales actúan en un sentido garantístico a través de disposiciones que establecen su reconocimiento y protección. Sin perjuicio de ello, también puede postularse que esos derechos, junto a ciertos principios establecidos en el capítulo I sobre bases de la institucionalidad, actúan como valores superiores y rectores que informan todo el ordenamiento positivo. La Constitución es norma vinculante en virtud del principio de supremacía constitucional (artículos 6º y 7º CPE) y los derechos constitucionales son parte indispensable de un estado democrático de derecho, tal como lo ha entendido y practicado la tradición política liberal democrática. En el caso chileno, los analistas del trabajo de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución nombrada por el gobierno militar en 1973, que sesionó hasta finales de dicha década para finalmente proponer a la Junta de Gobierno una nueva Constitución que reemplazara la anterior de 1925, han destacado nítidamente la presencia de diversas corrientes doctrinarias en el texto de dicha Carta Fundamental. Así, sobre el sedimento –a veces poco reconocible– del constitucionalismo liberal y social de los siglos XIX y XX, fueron injertadas nuevas normativas e instituciones, no necesariamente congruentes con aquella tradición constitucional, inspiradas por ejemplo, en la llamada doctrina de la seguridad nacional, en el pensamiento corporativo católico y en las corrientes economicistas neoliberales. En las líneas que siguen se revisa el marco constitucional vigente que es posible determinar en Chile respecto de la participación ciudadana, relacionándolo especialmente con el sistema de derechos y garantías fundamentales. Supremacía constitucional e integración de tratados de derechos humanos. Cualquier análisis jurídico relativo a la participación ciudadana debe partir por una consideración constitucional, toda vez que la Constitución es la norma suprema de la organización del Estado. Sus disposiciones reflejan normas y principios de máxima jerarquía política y jurídica que no deben ser vistos solamente como principios programáticos eventualmente disponibles por las autoridades y ciudadanos, sino como 11 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas normas imperativas, exigibles al legislador, a los órganos jurisdiccionales y a toda persona, organización o grupo. Dice el artículo 6º CPE: “Los órganos del Estado deben someter su acción a la constitución y a las normas dictadas conforme a ella. “Los preceptos de esta Constitución obligan tanto a los titulares o integrantes de dichos órganos como a toda persona, institución o grupo. “La infracción de esta norma generará la responsabilidad y sanciones que determine la ley”. Por su parte, El texto constitucional en su artículo 1° inciso 5° parte final, dentro de las Bases de la Institucionalidad, señala que “es deber del Estado promover la integración armónica de todos los sectores de la nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional”.8 Estas declaraciones son principios constitucionales de máxima jerarquía, si bien la Constitución no recoge ni desarrolla más adelante el citado “derecho de las personas a participar en la vida nacional” entre los derechos fundamentales reconocidos y listados específicamente en el artículo 19 de la Carta Fundamental. Por tal razón, la existencia del principio participativo como eje operante en el sistema jurídico-constitucional chileno ha de desprenderse de un análisis completo y sistemático de las normas constitucionales, según se esboza en este trabajo. En efecto, una primera aproximación, congruente con la ya destacada dimensión política del concepto de participación, se encuentra en la disposición del artículo 5º inciso 1º CPE, que declara: “La soberanía reside esencialmente en la nación”, agregando que “su ejercicio se realiza por el pueblo a través del plebiscito, las elecciones periódicas y las autoridades que la misma Constitución establece”. La parte final de esta norma señala: “Ningún sector del pueblo ni individuo alguno puede atribuirse su ejercicio”. El artículo 4° CPE declara que Chile “es una república democrática”, suprimiendo los términos contenidos en la Constitución de 1925, que se refería expresamente a una “democracia representativa”. Como la Constitución original puesta en vigor en 1980 contenía un conjunto importante de senadores cuyo mandato no emanaba de elecciones directas sino de designaciones de otras autoridades y también por derecho propio, el Constituyente estimó honesto reconocer que en esa versión más autoritaria de la Constitución de 1980, no nos encontrábamos exactamente ante un régimen representativo. En efecto, las normas citadas y otras de la propia Constitución (por ejemplo (artículos 42 y siguientes CPE) dan cuenta del establecimiento en Chile de un régimen político democrático, en que las decisiones soberanas son tomadas por el pueblo 8 Artículo 1º inciso 5º Constitución Política del Estado de Chile. El subrayado es nuestro. 12 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas mediante elecciones y, en su caso, por plebiscitos, y además por las autoridades que la Constitución establece. Llama la atención que la soberanía ejercida por estas autoridades les sea directamente atribuida por la Constitución y no como una delegación del pueblo. La frase final del artículo 5º inciso 1º aclara que ningún sector del pueblo puede arrogarse el ejercicio de la soberanía, lo que implica que ninguna organización o grupo de ciudadanos, por muy alta que sea su legitimidad, puede pretender la representación del pueblo o ejercer un poder determinado en nombre del pueblo o la nación toda. Lo anterior, que pudiere entenderse como una advertencia ante un riesgo o pretensión indebida de un grupo o sector de ciudadanos en materia de decisiones o influencia política, tiene también una lectura positiva, en la medida que la Constitución pudiere contemplar en los niveles nacional, regional o local, o en diversas áreas funcionales o temáticas, autoridades cuya integración pudiere considerar la participación ciudadana en un plano de representatividad funcional o sectorial y formas de participación social inspirada en el interés o beneficio público que sectores de la comunidad y sus organizaciones pudieren asumir. Un caso de representación funcional reconocido en la Constitución es el contemplado en el artículo 105 CPE que prescribe que “en cada provincia existirá un consejo económico y social provincial de carácter consultivo”, aspecto que se analiza más adelante. A su turno, la norma del artículo 5º inciso 2º CPE prescribe que “el ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana”, y que “es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos”, garantizados por la propia Constitución, “así como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”. De conformidad con la Constitución, las disposiciones de derechos humanos contenidas en los instrumentos internacionales son normas jurídicas vinculantes para el Estado de Chile, y también para los particulares, es decir, sus normas obligan “a toda persona, institución o grupo”, por lo que hemos de entender que en los instrumentos internacionales de derechos humanos ratificados por Chile se contiene un mandato destinado a todo sujeto público o privado del quehacer nacional cuya actividad se encuadre bajo los supuestos de respeto y protección de los derechos que dichos instrumentos reconocen. En consecuencia, el Estado y sus organismos están obligados por dichos tratados y deben observarlos en virtud de su responsabilidad internacional, y en el contexto interno, el mismo Estado y también las organizaciones, personas y entidades privadas deben respetar y promover tales derechos. Desde la perspectiva del derecho internacional de los derechos humanos, el derecho a la participación es concebido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, como un plexo de derechos eminentemente políticos: "Artículo 21.1: Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos". 13 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Vale la pena destacar que la Declaración Universal concibe la participación como un derecho para actuar en la conducción o decisiones de gobierno, el cual que puede ser ejercido por las personas ya sea directamente o por medio de representantes elegidos, recogiendo de esta manera formas de la democracia directa y de la democracia representativa. En otra clave interpretativa, el derecho a participar es también entendido como el sentido de gozar de los beneficios del producto social, de acuerdo con el artículo 22 de la Declaración Universal que señala: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad". Por último, la Declaración Universal, en el artículo 27.1 aborda el derecho a participar en la vida cultural: “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten". En cuanto a fuentes convencionales de derecho internacional ratificadas por Chile, la Convención Americana de Derechos Humanos en su artículo 23 se refiere al derecho a la participación bajo el epígrafe de “derechos políticos”, en los siguientes términos: “1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades: a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores, y c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país. 2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal”. El Pacto Internacional de derechos Civiles y políticos, en su artículo 25 se expresa en términos similares: “Todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de la distinciones mencionadas en el artículo 2, y sin restricciones indebidas, de los siguientes derechos y oportunidades: 14 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas a) Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) Votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores; c) Tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país”. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en su artículo 8, se refiere a la participación de los trabajadores o derechos sindicales en los siguientes términos: “1. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a garantizar: a) El derecho de toda persona a fundar sindicatos y a afiliarse al de su elección, con sujeción únicamente a los estatutos de la organización correspondiente, para promover y proteger sus intereses económicos y sociales. No podrán imponerse otras restricciones al ejercicio de este derecho que las que prescriba la ley y que sean necesarias en una sociedad democrática en interés de la seguridad nacional o del orden público, o para la protección de los derechos y libertades ajenos; b) El derecho de los sindicatos a formar federaciones o confederaciones nacionales y el de éstas a fundar organizaciones sindicales internacionales o a afiliarse a las mismas; c) El derecho de los sindicatos a funcionar sin obstáculos y sin otras limitaciones que las que prescriba la ley y que sean necesarias en una sociedad democrática en interés de la seguridad nacional o del orden público, o para la protección de los derechos y libertades ajenos; d) El derecho de huelga, ejercido de conformidad con las leyes de cada país”. El artículo 15 letra a) del mismo Pacto sobre DESC agrega que los Estados Partes reconocen el derecho de toda persona a: “participar en la vida cultural”. Más específicamente, el artículo 12 de la Convención de los Derechos del Niño, reconoce el derecho a participar de niños, niñas y adolescentes: “1. Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que 15 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño. “2. Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional”. Y el artículo 13 de esta misma Convención: “1. El niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por el niño. “2. El ejercicio de tal derecho podrá estar sujeto a ciertas restricciones, que serán únicamente las que la ley prevea y sean necesarias: “a) Para el respeto de los derechos o la reputación de los demás; o “b) Para la protección de la seguridad nacional o el orden público o para proteger la salud o la moral públicas”. Como puede apreciarse, en el ordenamiento jurídico chileno la participación como derecho fundamental tiene un importante asidero constitucional. No obstante ello, no puede afirmarse que la exigencia de la participación en la vida colectiva nacional se sustente en una sola norma, institución o núcleo de disposiciones o que posea una sola dimensión, no obstante enfatizarse su carácter de derecho esencialmente “político”. Precisamente la naturaleza abierta del concepto permite y exige que su concreción como mandato constitucional tenga variadas posibilidades y enfoques. Desde luego, la declaración del artículo 4º CPE de que “Chile es una república democrática” honradamente interpretada, permite desprender que la participación política y ciudadana en general, es un valor operativo esencial en el sistema político chileno. Con todo, un análisis sistemático de la normativa constitucional permite concluir, sobre la base de su consideración explícita en diversas y dispersas disposiciones, que, con limitaciones, la participación ciudadana constituye un leit motiv fundamental del diseño estatal chileno contemplado en la Constitución Política del Estado. Por otra parte, estimamos que la participación ciudadana en cuanto tal no puede condensarse en las fórmulas de una sola norma, ley o institución determinada, o reducirse a algunas pocas dimensiones o canales que los poderes públicos estimen adecuado regular o desarrollar a través de sus políticas, planes o programas. Más que “una” ley, mecanismo o procedimiento que pretenda –inútilmente– condensar y fijar el principio de la participación ciudadana, lo que cabe concebir en los textos jurídico-constitucionales y 16 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas legales y en la praxis sociopolítica es un bloque normativo e institucional que establezca, en el marco de una mirada sistémica de la participación y de otros principios-ejes (transparencia, igualdad social, responsabilidad, etc.) necesarios para la constante y progresiva realización de un régimen democrático, suficientes y adecuadas vías, instrumentos y recursos que el conjunto de los ciudadanos puedan disponer para participar en los distintos aspectos de la vida nacional. Los grupos intermedios de la sociedad. El artículo 1º inciso 3º de la Constitución Política está contenido en el Capítulo I de la CPE, sobre "Bases de la Institucionalidad": “El Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios a través de los cuales se organiza y estructura la sociedad, y les garantiza la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos”. En el lenguaje consagrado en la Constitución chilena, la noción de grupos intermedios juega una función esencial en el desarrollo de la particpación como un derecho subjetivo y como un componente del sistema democrático. De acuerdo con este concepto, la Constitución parte de la base que los seres humanos tienen una natural inclinación a la sociabilidad, que los mueve a agruparse con sus semejantes en asociaciones, grupos y entidades de la más diversa naturaleza y con los más diversos fines, buscando a través de ellos su propio perfeccionamiento personal y colectivo y el desarrollo pleno de sus virtualidades. Tal sociabilidad se expresa y desarrolla a través de diversos “grupos intermedios” que se encontrarían diseminados en el campo social entre dos polos: por un lado el individuo (y las familias), y por el otro, el Estado, en tanto organización política máxima. Acogiendo la doctrina que los plantea, el prof. Silva Bascuñan, prefiere la denominación “cuerpos intermedios”, que connota una conjunción de personas de algún modo estructurada, y no una simple pluralidad. Según este autor, “pueden calificarse de ‘cuerpos intermedios’ todos los entes colectivos que, por imperio de la naturaleza misma o del instinto social del hombre conviven en el seno del Estado y cuya existencia y actuación no derivan exclusivamente de la voluntad de éste”.9 Más adelante, concluye con una definición basada en el texto constitucional: “’grupo intermedio’ es todo ente Silva Bascuñan, Alejandro, Tratado de Derecho Constitucional tomo IV: La Constitución de 1980. Bases de la institucionalidad, Nacionalidad y ciudadanía, Justicia electoral. Ed. Jurídica de Chile, 2ª ed., Santiago, 1997, p. 44. 9 17 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas colectivo no integrante del aparato oficial del Estado, goce o no de personalidad jurídica, que en determinada situación actúe tras ciertos objetivos”.10 Como queda dicho, dentro de tales agrupaciones se encuentra la sociedad política o Estado, que es la más grande y la de mayor jerarquía, destinada al logro del bien común temporal (por oposición al bien común espiritual).11 Pero bajo la sociedad política se encuentran innumerables sociedades y grupos particulares que van conformando la trama asociativa que las mismas personas crean e integran libremente y con la debida responsabilidad para perseguir y obtener los fines que se propongan, tendientes éstos a satisfacer sus diferentes necesidades, intereses y aspiraciones. Si bien los grupos intermedios se dan dentro de la sociedad política o Estado, según la doctrina que los concibe su existencia no depende del Estado, y ellos no pueden ser impedidos de existir ni trabados en su funcionamiento con normas dictadas por la autoridad que tengan como intención o efecto impedir u obstaculizar el ejercicio real y efectivo de esa inclinación natural de los seres humanos a agruparse con sus semejantes. Solo en un caso es lícito al Estado intervenir para impedir la existencia o actuación de alguna asociación, cual es si persigue fines contrarios a la moral, el orden o la seguridad públicas. Esta situación la contempla expresamente el artículo 19 Nº 15º inciso 4º de la CPE y es desarrollada por las leyes penales al tipificar como delito las asociaciones ilícitas. La libertad de las personas para asociarse y constituir asociaciones “intermedias”, lleva a plantearse el llamado “rol subsidiario del Estado”, destinado a especificar las competencias y roles de los diversos entes societarios. Elaborado como “principio de subsidiariedad”, asegura la debida independencia o autonomía de cada ente y ámbito asociativo, sin perjuicio del rol fundamental del Estado de garantizar y promover el bien común de la sociedad política toda, dejando actuar y expresarse libremente la iniciativa de las personas y, paralelamente, ayudando, estimulando, protegiendo e, incluso, supliendo la actividad privada cuando ésta se muestra insuficiente para el logro del mencionado bien común. En el apartado siguiente volveremos críticamente sobre este tema. Ahora bien, el contenido concreto del artículo 1º inciso 3º de la CPE se refiere a un triple deber del Estado: Ibídem, p. 51. Soto Kloss, Eduardo, La autonomía de los cuerpos intermedios y su protección constitucional, en Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. LXXXV Nº 2, Santiago, 1988, p. 54. 10 11 18 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas a) Reconocer los grupos intermedios de la sociedad; b) Amparar a los grupos intermedios; c) Garantizar a dichos grupos intermedios la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos.12 En términos generales, lo anterior implica, en primer lugar, que el Estado reconoce la existencia de dichos grupos intermedios, comprendiendo bajo este concepto, tal como ya se dijo, toda forma de asociación que los hombres crean o constituyen como un modo de unir sus esfuerzos con el propósito de alcanzar un objetivo común, dentro de las más amplia y variada gama de intereses lícitos que pueden mover a los individuos. Consecuentemente, el reconocimiento constitucional de los grupos intermedios comprende el reconocimiento formal y explícito del derecho de asociarse (cuyo contenido se revisará más adelante), el producto del ejercicio de dicho derecho: las asociaciones voluntarias y, además, las asociaciones de carácter “natural” o necesario que, de acuerdo con los postulados doctrinarios envueltos en la noción de grupos intermedios, conforman verdaderas instituciones propias de la vida humana en sociedad. Consecuentemente, la Constitución está reconociendo que los diferentes grupos intermedios son propios de la sociedad, consustanciales a la forma como la sociedad se organiza y estructura y, por lo tanto, anteriores a la organización política del Estado. En segundo lugar, la Constitución expresa que el Estado ampara, es decir, da protección, tutela o defensa, a los grupos intermedios, frente a cualquier intento de parte de agentes públicos o privados, que tienda a atacarlos o desconocerlos, o a amenazar su existencia y el libre desenvolvimiento de sus objetivos y actividades. A partir de esta disposición es posible inferir que la Constitución y las leyes contemplan dispositivos específicos de protección, sea jurisdiccional, administrativo o de otro carácter, para proteger y hacer valer los derechos y prerrogativas pertenecientes a los grupos intermedios. Y, en tercer lugar, la Constitución garantiza a los grupos intermedios su adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos. Podemos entender esta autonomía como la libertad de los grupos y asociaciones para organizarse del modo que sus miembros o fundadores estimen más conveniente, para fijarse los objetivos o finalidades que deseen alcanzar, para realizar los actos y determinar por sí misma la forma de dirigir y administrar la entidad y sus bienes y, en general, llevar a cabo todo su quehacer sin injerencia de ningún agente, persona o autoridad ajenos al grupo mismo, y sin otras limitaciones que las que impongan la Constitución y las leyes. 12 Soto Kloss, art. cit. pp. 59-60. Silva Bascuñán, Tratado, op. cit. pp. 48-50. 19 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Una referencia significativa al aseguramiento de esta autonomía de las organizaciones lo encontramos en el artículo 3º de la Ley N° 18.575, Orgánica Constitucional sobre Bases Generales de la Administración del Estado, que dispone en su parte pertinente que la finalidad de la Administración del Estado es promover el bien común atendiendo las necesidades públicas en forma continua y permanente y fomentando el desarrollo del país a través de sus diversas atribuciones. Agrega su inciso 2º que dicha Administración “...garantizará la debida autonomía de los grupos intermedios de la sociedad para cumplir sus propios fines específicos, respetando el derecho de las personas para realizar cualquier actividad económica en conformidad con la Constitución Política y las leyes”.13 El Tribunal Constitucional, en un fallo recaído en el proyecto que modificaba las leyes de mercado de valores, administración de fondos mutuos, de fondos de inversión, de fondos de pensiones, de compañías de seguros y otras materias relacionadas, se refirió a este mandato constitucional expresando que “la autonomía de los cuerpos asociativos (...) se configura, entre otros rasgos esenciales, por el hecho de regirse por sí mismo; esto es, por la necesaria e indispensable libertad para organizarse del modo más conveniente según lo dispongan sus estatutos, decidir sus propios actos, la forma de administrarse y fijar los objetivos o fines que deseen alcanzar, por sí mismos y sin injerencia de personas o autoridades ajenas a la asociación, entidad o grupo de que se trata. No significa ello, en modo alguno, que puedan estos entes actuar de manera ilegal, dañosa o ilícita, amparándose en la referida autonomía”.14 El principio de subsidiariedad. Relacionado con la acción de los grupos intermedios, diversos analistas de la Constitución chilena afirman que ésta contiene como uno de sus pilares el llamado principio de subsidiariedad. Esta noción tiene su origen en el pensamiento político escolástico, si bien ha encontrado modernamente su formulación más acabada en ciertas encíclicas y documentos pontificios del siglo XX. En efecto, la encíclica Quadragessimo Anno, de Pío XI, señalaba lo siguiente: 13 El texto refundido, coordinado y sistematizado de la Ley 18.575 de 1986, Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado, está contenido en el D.F.L. Nº 1-19.653 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, publicado en el Diario Oficial el 17 de noviembre de 2001. 14 Fallo del Tribunal Constitucional rol Nº 184, del 7 de marzo de 1994, considerando 7, letra d). 20 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas “Conviene, por consiguiente que la autoridad pública suprema deje a las asociaciones inferiores tratar por sí mismas aquellos asuntos y negocios que ellas pueden resolver de menor importancia, en los cuales, por lo demás, perdería mucho tiempo o le serían de grandísimo impedimento para cumplir con mayor libertad, firmeza y eficacia cuanto a ella sola corresponde, pues de su exclusiva competencia, a saber: dirigir, vigilar, estimular, reprimir, según los casos y la necesidad lo exigen. Por lo tanto, tengan bien entendido los gobernantes que mientras más vigorosamente reine el orden jerárquico entre las diversas asociaciones, quedando en pie y a salvo este principio de la función subsidiaria del Estado, tanto más firme será no solo la autoridad sino también la eficiencia social, y tanto más feliz y más próspera la condición del Estado”.15 Agrega la misma Encíclica. “[C]omo no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo, pero no destruirlos y absorberlos”.16 Las nociones anteriores encuentran un correlato explícito en las Actas de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, que sesionó entre 1974 y 1978, en particular, en intervenciones de los comisionados Jaime Guzmán Errázuriz, Enrique Evans, Gustavo Lorca y el mismo Silva Bascuñán.17 Con todo, aunque se trate de elementos de la denominada “historia fidedigna” del establecimiento de las normas constitucionales, planteamientos autorizados tienden a relativizar el valor de las opiniones personales de los comisionados constituyentes como elementos determinantes de la hermenéutica constitucional, en particular respecto de un texto en que la sociedad a la cual se dirige ha variado significativamente en el tiempo. Pío XII, Quadragessimo Anno (1931), Nº 54, Pía Sociedad de San Pablo, Santiago, 1999. Ibídem, Nº 79. La idea de subsidiariedad es recogida, además, en otras fuentes católicas, como la Constitución Apostólica Gaudium et Spes del Concuilio Vaticano II, Nº 75 y por el Catecismo de la Iglesia Católica. Según éste, “una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común” (Nº 1883). El Nº 1894 concluye: “Según el principio de subsidiariedad, ni el Estado ni ninguna sociedad más amplia deben suplantar la iniciativa y la responsabilidad de las personas y de las corporaciones intermedias”. 15 16 Véase, por ejemplo, sesión 45, del 13 de junio de 1974; sesión 206, del 29 de abril de 1976 y sesión 388, del 27 de junio de 1978, en Actas Oficiales de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución de la República de Chile, Santiago, 1978. 17 21 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Con todo, la opinión predominante de los constitucionalistas, afirmada en las opiniones de los comisionados de la década del setenta, cree ver en las disposiciones del art. 1º inciso 3º (grupos intermedios), art. 19 Nº 15 (derecho de asociación), art. 19 Nº 21 (derecho a desarrollar actividades económicas) y art. 23 (incompatibilidad entre la actividad social y la actividad política), entre otras, expresiones del mencionado principio de subsidiariedad del Estado.18 La tesis de la subsidiariedad estatal podría ser considerada, bajo cierto prisma, como un fundamento adecuado para sostener el reconocimiento y autonomía de la sociedad civil en el sistema constitucional chileno y, más de fondo, como concepción doctrinaria sobre la organización política del país. Sin embargo, este intento de integración ecléctica encuentra, a nuestro juicio, una fuerte disonancia teórica, toda vez, que la doctrina de los grupos intermedios y el principio de subsidiariedad representan postulados de raíz iusnaturalista católica, en los cuales el concepto de sociedad civil no tiene cabida, aunque de hecho pudiera ser parcialmente homologable con el universo de los grupos intermedios.19 Si bien la etimología del término subsidiariedad alude precisamente a la “ayuda” (”subsidium”) que, en último término, el Estado como organización más grande y de mayor jerarquía en la sociedad puede dar a los individuos y a las organizaciones menores para satisfacer sus necesidades cuando éstas no pueden procurárselas por sí mismas,20 el entendimiento más extendido del principio tiende a enfatizar unilateralmente el deber de abstención y prescindencia que el Estado debe observar ante la iniciativa privada. De este modo, en la historia reciente de Chile el uso ideológico que ha tenido el principio de subsidiariedad es el de servir de justificación a los procesos de privatización de innumerables funciones sociales y a la consecuente reducción de las funciones y del tamaño del Estado. 18 Ver, por todos, Cea Egaña, José Luis, Tratado de la Constitución de 1980. Características generales, Garantías constitucionales, 1ª ed., Santiago, 1988, p. 168. 19 Sin embargo, se hace necesario superar ciertas confusiones terminológicas. Por ejemplo, Soto Kloss, art. cit. p. 54, hace sinónimos sociedad civil y sociedad política, identificando esta esfera con el Estado, al modo de los escolásticos y también de los contractualistas clásicos. En términos generales, los primeros contraponen la sociedad civil o política a un conjunto de sociedades menores (los grupos intermedios); los segundos contraponían la sociedad civil o política al estado de naturaleza. Como se mencionó en el capítulo anterior, la noción contemporánea de sociedad civil tiene una filiación más bien hegeliana que contractualista o iusnaturalista católica. 20 En tal sentido, varios autores señalan que el principio de subsidiariedad es un principio complejo que comprende no solo un aspecto “subsidiario”, es decir, de acción particular preferente y acción estatal supletoria, sino también un aspecto “solidario”, en que el Estado debe acudir y disponer activamente los medios para cubrir las necesidades colectivas que los privados no quieren o no pueden realizar (no pueden por incapacidad o no pueden porque según el orden social no deben intervenir sin grave riesgo para el bien común). Véase, Podetti, Humberto, Política Social, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1982. 22 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Por otra parte, no parece haber una formulación precisa y unívoca del principio de subsidiariedad entre los diversos autores y fuentes que lo postulan. De hecho, no aparece mencionado como tal en el texto constitucional y, como ya se ha sugerido, no parece el método más adecuado el derivarlo de un modo “originalista” de las opiniones de algunos de sus redactores más relevantes ni menos a partir de consideraciones teológicas. Más de fondo, puede objetarse que la noción de subsidiariedad refleja una concepción jerárquica de la sociedad política, toda vez que habla de una autoridad política suprema –el Estado– bajo la cual se subordina una serie de asociaciones inferiores. El Estado es titular de competencias exclusivas para, entre otras cosas, “dirigir, vigilar, estimular, reprimir, según los casos y la necesidad lo exigen”. Es decir, junto con asignarle una posición superior en la jerarquía social, este postulado doctrinario entrega al Estado facultades discrecionales para actuar “según los casos y la necesidad lo exigen”. Consecuentemente, la declarada y deseable autonomía y libertad de acción preferente de los grupos intermedios con relación al Estado queda enmarcada en una verdadera cláusula discrecional aplicada según el parecer y las intenciones de las autoridades estatales.21 A lo anterior, cabe agregar que de la doctrina de la subsidiariedad y los grupos intermedios parece desprenderse una concepción no solo jerárquica del orden social, sino también estática, estamental y armónica, en la que cada ente o grupo, dispuesto libremente bajo la cúspide estatal, estaría llamado a cumplir sus fines específicos sin entrometerse en los de las demás entidades, cumpliéndose y reproduciéndose de este modo un funcionamiento ordenado, armonioso y aparentemente no conflictivo de la sociedad en su conjunto. En contraste con lo anterior, las nociones que apelan a la sociedad civil parecen encontrar sus filiaciones y fundamentos teóricos en otras tradiciones, propias de un constitucionalismo pluralista, entre las que es posible distinguir elementos del pensamiento liberal, hegeliano y neocontractualista. Los argumentos iusnaturalistas católicos que hemos estado analizando y otros muy diferentes, como por ejemplo, los provenientes de la crítica socialista y socialdemócrata y del comunitarismo, entre otros, pueden ser postulados y eventualmente integrados con aquellos en un debate y en una práctica constitucionales cuya textura parece necesariamente abierta en una sociedad ideológicamente heterogénea como la nuestra y cuyas capas dirigentes e intelectuales se hallan ampliamente expuestas a diversas orientaciones e influencias.22 Véase, Ruiz-Tagle, Pablo, Principios constitucionales del Estado empresario, en Revista de Derecho Público, Facultad de Derecho Universidad de Chile, vol. 62, Santiago, 2000, pp. 54-57. 22 En relación con vertientes socialistas y transformadoras sobre la sociedad civil, véase, por ejemplo, Bobbio, Norberto, Gramsci y la concepción de la sociedad civil, en Estudios de historia de la filosofía: de Hobbes a Gramsci, Ed. Debate, Madrid, 1991. Para una referencia a los nuevos movimientos sociales 21 23 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Como concluye el prof. Pablo Ruiz-Tagle, “puede aceptarse que la Carta Fundamental chilena es el producto de una transacción de diversas ideas políticas y constitucionales, entre las cuales se encuentran algunas que representan una tradición de orientación católica y raíz iusnaturalista cristiana. Sin embargo, esta constatación no debe hacernos olvidar que también se puede vincular la constitución chilena a la tradición política liberal y a una serie de propuestas e ideas que son propias de la tradición social demócrata o socialista. Si se acepta esta tesis de la transacción de diversas tradiciones, como una base plural sobre la cual se construye la constitución política chilena, se debe atribuir importancia limitada al principio de subsidiaridad”.23 El derecho de asociación. La Constitución asegura a todas las personas "el derecho de asociarse sin permiso previo" (artículo 19 Nº 15 CPE). Agrega que “para gozar de personalidad jurídica, las asociaciones deberán constituirse en conformidad a la ley”. “Nadie puede ser obligado a pertenecer a una asociación”. “Prohíbense las asociaciones contrarias a la moral, al orden público y a la seguridad Del Estado”. Este derecho es a la vez una libertad constitucional (toda persona tiene derecho a asociarse, pero nadie puede ser obligado a pertenecer a una asociación) y, junto a otros derechos y libertades constitucionales como la libertad de opinión, de reunión y de informar sin censura previa, dan cuenta de un régimen que reconoce el pluralismo como modo de convivencia social. De acuerdo con la Constitución, el ejercicio del derecho de asociación habilita a las personas para, sin permiso previo, crear entidades que las agrupen con un sentido de permanencia para perseguir y lograr fines lícitos. Quienes organicen una asociación o quienes, con posterioridad ingresen a ella, están ligados por un vínculo jurídico permanente, del que surgen derechos y deberes para sus integrantes, los que están previstos en el pacto social o estatuto interno que la rige. La esencia del derecho consiste en la facultad de organizar entidades, ingresar, permanecer en ellas y retirarse libremente, todo ello sin permiso previo y sin otros requisitos que los que voluntariamente se aceptaron al ejecutar alguna de dichas acciones.24 y una “sociedad civil socialista”, véase la obra de Claus Offe, Contradicciones en el Estado de bienestar, Alianza Editorial, México, 1991. La visión comunitarista puede encontrarse, entre otros, en Walzer, Michael, Las esferas de la justicia, FCE, México, 1993, y en Berger, Peter y Richard J. Neuhaus. Potenciar al ciudadano: El rol de las estructuras intermedias en las políticas públicas, en Estudios Públicos Nº 49, Verano 1993, Centro de Estudios Públicos, Santiago. 23 Ruiz-Tagle, art. cit., p. 57. 24 Ver Evans de la Cuadra, Enrique, Los derechos constitucionales, tomo II, Ed. Jurídica de Chile, 2ª ed. actualizada, Santiago, 1999, p. 347. 24 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Se ha señalado que el derecho de asociarse y el derecho de reunirse tienen como nota común el hecho que las personas reconocen entre sí algún tipo de relación recíproca, la cual se basaría en una finalidad común que no es posible conseguir sino en alianza o unión voluntaria con los demás. Estos derechos estarían destinados esencialmente a ser ejercidos en conjunto con los demás, es decir, n obstante tratarse de derechos o libertades individuales, su ejercicio es colectivo o, al menos, requieren de a lo menos otra persona que desee hacer lo mismo. Otra característica común de estos derechos es su finalidad instrumental o funcional, es decir, normalmente sirven de presupuesto para la práctica de otros derechos (v. gr. la libertad de expresión, la libertad de empresa, y otras).25 Con todo, el elemento de permanencia de la agrupación distingue al derecho de asociación del derecho de reunión. Una asociación es, sin duda, una realidad más compleja que una reunión. El vínculo asociativo tiene una pretensión de estabilidad en el tiempo mucho mayor que la que puede existir en una simple reunión. Las reuniones, por definición son transitorias o episódicas y dejan de existir en el momento en que quienes la constituyeron se separaron o disgregaron. Las asociaciones, en cambio, siguen existiendo aun cuando en un determinado momento no estén reunidos físicamente sus integrantes. Por ello, puede decirse que la asociación genera entre sus miembros (“asociados”) un vínculo jurídico o con pretensiones de juridicidad, toda vez que, sobre la base de un acuerdo o pacto social surge una unidad ideal entre los asociados. La formalidad de la asociación es un aspecto que aparece con gradualidad según los casos. Puede haber asociaciones muy simples en las que hay solo un germen de institucionalidad hasta asociaciones con un alto grado de institucionalidad jurídica en las que, incluso puede desdibujarse el carácter personal del ejercicio del derecho de asociación, aunque no se pueda negar que existe. Respecto de la libertad de afiliación, establecida como componente del derecho de asociación, ya hemos señalado que la Constitución prescribe que “nadie puede ser obligado a pertenecer a una asociación” (art. 19 Nº 15 inc. 3º). Es decir, la Constitución reconoce lo que ciertos autores han denominado la “libertad negativa de asociación”. El art. 19 Nº 19 reafirma esta idea a propósito del derecho de sindicarse al agregar que “[l]a afiliación sindical será siempre voluntaria”. Y el art. 19 Nº 16 inciso 4º CPE, refiriéndose a la libertad de trabajo, agrega: "Ninguna ley o disposición de autoridad pública podrá exigir la afiliación a organización o entidad alguna como requisito para desarrollar una determinada actividad o trabajo, ni la desafiliación para mantenerse en éstos". La Constitución de 1980, evidenciando una actitud doctrinaria de fuerte libertarismo en esta materia, eliminó la normativa que, procediendo de la Constitución de 1925, estaba contenida en el Acta Constitucional Nº 3, de 1976, de la Junta de Gobierno, y que señalaba: “la colegiación será obligatoria en los casos exigidos por la ley, la cual sólo podrá imponerla para el ejercicio de una profesión universitaria”. Ver Núñez, Manuel Antonio, Las libertades de reunión y asociación, en García-Huidobro, Joaquín y otros, Lecciones de derechos humanos, EDEVAL, Valparaíso, 1997, p. 215-216. 25 25 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Tal disposición dio pie para transformar legalmente a los colegios profesionales, entidades de cierta tradición y prestigio en Chile, en simples asociaciones gremiales.26 Esta situación ha sido criticada por diversos estudiosos, desde perspectivas iusnaturalistas o bien, en tributo a una tradición de fortaleza organizativa, respecto de entidades que asumían en nombre de la sociedad el cuidado colectivo de las profesiones, especialmente en lo relativo a su función social y a las cuestiones éticas envueltas en su ejercicio.27 Este problema, que puede parecer marginal al tema de las OSCs, ofrece, sin embargo, una perspectiva y un contrapunto interesante respecto de las nuevas organizaciones “de interés o beneficio público” formadas por particulares que, sin estar ligadas a profesiones o a actividades económicas comunes de sus integrantes, tienen en común con los antiguos colegios profesionales la pretensión de invocar una función o un interés público que hace deseable o hasta cierto punto imperativa su existencia, incluyendo ciertos privilegios legales. El Tribunal Constitucional ha tenido oportunidad de pronunciarse sobre asuntos relacionados con el derecho de asociación con ocasión del control preventivo de ciertos proyectos de ley. Uno de los fallos más importantes es el referido a la Ley Orgánica Constitucional sobre Partidos Políticos.28 En dicha sentencia el Tribunal definió la libertad de asociación como “la facultad de toda persona para unirse con otras, en forma voluntaria y con cierto grado de permanencia para la realización de un fin determinado”. Quizás más importante que lo anterior es la sistematización que el Tribunal hizo en su fallo respecto del derecho de asociación en la Constitución chilena, al declarar que del análisis de la disposición del art. 19 Nº 15 CPE “se deriva con claridad meridiana, que la Carta Fundamental regula tres institutos jurídicos a los cuales atribuye distintos alcances, no obstante su íntima vinculación. Ellos son: El derecho de asociación en general, las asociaciones que deseen gozar de personalidad jurídica y los partidos políticos”.29 26 Ver D.L. 2757 de 1979 que regula la constitución y funcionamiento de las Asociaciones Gremiales y D.L. 3621 de 1981 que privó a los Colegios Profesionales del control de la ética en el ejercicio de las respectivas profesiones y de toda otra función pública, ordenando su transformación en asociaciones gremiales. 27 Ríos Alvarez, art. cit. nota 6. Para el caso español, ver Ariño, Gaspar y Souviron, José María, Constitución y colegios profesionales, Unión Editorial, Madrid, 1984. 28 Fallo del Tribunal Constitucional rol Nº 43, recaído sobre el proyecto de Ley Orgánica Constitucional de los Partidos Políticos, del 24 de febrero de 1987. Dicho proyecto se convirtió en la Ley 18.603, del 23 de marzo de 1987. 29 Considerando 11 del fallo rol Nº 43, cit. nota precedente. 26 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Es posible advertir que la Constitución enfrenta el tema de las asociaciones en general o algunas especiales de ellas en otros numerales del art. 19 y en otras disposiciones de la Carta Fundamental. Por ejemplo, en el art. 1º inciso 3º, ya analizado anteriormente. Asimismo, las organizaciones sindicales son consideradas en el Nº 19 del art. 19; las iglesias, confesiones e instituciones religiosas en el Nº 6 del art. 19; los establecimientos educacionales en el art. 19 Nº 11 inciso 1º; los medios de comunicación social, incluidas las entidades habilitadas para mantener estaciones de televisión en el art. 19 Nº 12 incisos 3º a 5º; las instituciones de seguridad social en el art. 19 Nº 18 inciso 3º CPE; etc. El mismo fallo de 1987, a propósito de los requisitos mínimos en cuanto al número de afiliados necesarios para constituir un partido político, desarrolló una tesis, que tendrá importancia después cuando el Tribunal Constitucional aborde exigencias análogas en otros tipos de asociación. Se refiere a la “esencia de los derechos”, en relación a la garantía establecida en el art. 19 Nº 26 CPE que asegura a todas las personas “[L]a seguridad de que los preceptos legales que por mandato de la Constitución regulen o complementen las garantías que ésta establece o que las limiten en los casos en que ella lo autoriza, no podrán afectar los derechos en su esencia, ni imponer condiciones, tributos o requisitos que impidan su libre ejercicio”. Desde esa perspectiva, el Tribunal Constitucional determinó “que un derecho es afectado en su ‘esencia’ cuando se le priva de aquello que le es consustancial de manera tal que deja de ser reconocible, y que se ‘impide el libre ejercicio’ en aquellos casos en que el legislador lo somete a exigencias que lo hacen irrealizable, lo entraban más allá de lo razonable o lo privan de tutela jurídica”.30 Posteriormente, en otras sentencias, el Tribunal Constitucional ha fundamentado la impugnación de normas del proyecto de ley sobre juntas de vecinos y organizaciones comunitarias en la mencionada disposición del art. 19 Nº 26 CPE y en la libertad de asociación. Un grupo de diputados de oposición presentó en abril de 1991 un requerimiento que impugnaba, por inconstitucional, una disposición de dicho proyecto que establecía que “sólo podrá existir una junta de vecinos en cada unidad vecinal y cada persona sólo podrá pertenecer a una junta de vecinos”. El fallo del Tribunal Constitucional acogió el requerimiento señalando que “estas normas, si bien no hacen obligatorio el incorporarse a la junta de vecinos única, coartan la libertad de toda persona que quiera ejercer su derecho a participar en la vida nacional a través de una junta de vecinos y a formarla y asociarse con quien lo desee dentro del ámbito territorial correspondiente, creándose de esta manera un impedimento para así hacerlo y obligándose consecuentemente a que, si se quiere ejercer tal derecho, se tenga como único camino el formar parte de esa única junta de vecinos permitida”. Según el mencionado fallo, “tal situación conculca la esencia misma del derecho a asociarse y a gozar de personalidad jurídica que la Constitución contempla”.31 30 31 Considerando 21º del fallo cit. rol Nº 43. Fallo del Tribunal Constitucional rol Nº 126, del 14 de mayo de 1991. 27 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La argumentación del Ejecutivo enlazaba íntimamente la libertad de asociación con la idea de participación ciudadana que en el caso de los niveles territoriales de base, requieren un mínimo de representatividad para que tengan eficacia y significación social.32 Asumía, además, que el sistema legal y social reconocía a las juntas de vecinos como canales privilegiados de dicha participación en los niveles comunales y que dicha participación experimenta un menoscabo decisivo al existir más de una junta de vecinos en cada unidad vecinal. Sin embargo, estas ideas fueron desechadas categóricamente por el Tribunal Constitucional, declarando éste que una norma tal contradecía las disposiciones constitucionales, entre otras cosas, “al establecer una desigualdad de oportunidades para integrar las estructuras de participación de la comunidad y al forzar por falta de alternativa a asociarse a las únicas que se permiten”. Tres años después, un nuevo requerimiento de los diputados de oposición objetaba el mismo artículo del proyecto –que aun no podía ver la luz convertido en ley–, sustituido y aprobado en el Congreso Nacional bajo la siguiente fórmula: “Para constituir una junta de vecinos se requerirá la voluntad conforme de a lo menos un veinte por ciento de los vecinos residentes en la respectiva unidad vecinal”. El Tribunal Constitucional, en un nuevo fallo declaró la inconstitucionalidad del precepto argumentando que si bien, la norma impugnada no afectaba la esencia del derecho de asociación, los requisitos propuestos en el proyecto para constituir las juntas de vecinos eran tales que “impedían su libre ejercicio”, pues al unir el requisito de que los integrantes de las juntas de vecinos deben ser mayores de 18 años con el del “veinte por ciento a lo menos de los vecinos residentes en la unidad vecinal respectiva, resulta ineludible concluir que ese porcentual del 20% se eleva sustancialmente al aplicársele sobre el total de los vecinos que tengan más de 18 años de edad”. De este modo, el Tribunal asume que la exigencia porcentual para formar una junta de vecinos es tan elevado que su imposición “implicaría en el hecho establecer un obstáculo para su generación, lo que, a su vez, resulta del todo contrario al imperativo constitucional de ofrecer una igualdad de oportunidades a quienes deseen originarlos”.33 A lo anterior, el fallo agregó consideraciones sobre las diferencias no racionales que se producirían entre unidades vecinales de escasa población y otras densamente pobladas, la variabilidad e indeterminación del requisito demográfico, todo lo cual atenta contra el derecho de participar en igualdad de oportunidades en la vida nacional (art. 1º 32 Ver comentarios a este y otros fallos relacionados con la libertad de asociación en Zapata, Patricio, La jurisprudencia del Tribunal Constitucional, Corporación Tiempo 2000, Santiago, 1994, pp. 235 y ss. 33 Fallo del Tribunal Constitucional rol Nº 200, del 14 de noviembre de 1994, especialmente considerandos octavo, noveno y décimo sexto. 28 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas inciso final CPE) el derecho de igualdad ante la ley (art. 19 Nº 2 CPE) y contra lo dispuesto en el art. 19 Nº 26 CPE referente a la garantía de que las leyes no pueden afectar los derechos en su esencia, ni imponer condiciones, tributos o requisitos que impidan su libre ejercicio.34 Restricciones al derecho de asociación. El artículo 19 Nº 15 inciso 4º CPE establece las limitaciones generales que el orden jurídico prescribe a la acción de toda asociación, al señalar: “Prohíbense las asociaciones contrarias a la moral, al orden público y a la seguridad del Estado”. Estas limitaciones evidencian algo propio y natural de la esencia del derecho de asociarse: que los fines o motivos de la asociación sean lícitos. Esto está en consonancia con los preceptos de los instrumentos internacionales de derechos humanos que declaran que la libertad de asociación no está sujeta a otras restricciones que las que estén previstas por la ley y sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de la seguridad nacional, la seguridad pública o el orden público, o para proteger la salud o la moral pública o los derechos y libertades de los demás.35 A lo anterior, es necesario agregar otro límite constitucional a la acción de los grupos intermedios: sus propios fines específicos, toda vez que el artículo 23 CPE entrega atribuciones a la autoridad pública para sancionarlos en conformidad a la ley en caso que ellos o sus dirigentes “hagan mal uso de la autonomía que la Constitución les reconoce, interviniendo indebidamente en actividades ajenas a sus fines específicos”. Lo anterior significa que la Constitución considera atentatorio contra el orden por ella establecido el que las asociaciones y sus dirigentes desvíen sus actividades hacia otras, consideradas ajenas a sus objetivos específicos, excediendo el ámbito de sus propios fines o invadiendo campos de otras entidades. Sin perjuicio del carácter hasta cierto punto estamental que es posible advertir en esta disposición, la norma parece fundamentarse en la concepción que el Constituyente tiene en relación con una 34 Fallo Tribunal Constitucional rol Nº 200, especialmente considerandos décimo, undécimo y decimotercero. El proyecto devino finalmente en la Ley 19.418, de 9 de octubre de 1995, sobre Juntas de vecinos y demás organizaciones comunitarias, que derogó la ley 18.893 de 1989 sobre la misma materia. El requisito numérico se resolvió finalmente estableciendo cifras determinadas relacionadas proporcionalmente con universos determinados, por ejemplo, “doscientos vecinos en las comunas de más de cien mil habitantes”. 35 Ver, respectivamente, art. 22.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y art. 16.2 de la Convención Americana de Derechos Humanos. 29 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas separación tajante entre actividades y fines sociales –propios de múltiples grupos intermedios– y actividades y fines políticos –que la Constitución mira con recelo y adjudica y permite exclusivamente a un solo tipo de grupo intermedio: los partidos políticos. La separación entre lo social y lo político es explícita para el Constituyente y su infracción es elevada a un ilícito constitucional que encarga a la ley sancionar. Declara que los cargos directivos superiores de las organizaciones gremiales son incompatibles con los cargos directivos superiores de los partidos políticos y la ley establecerá las sanciones que corresponda a unos y otros dirigentes que interfieran en órbitas de actuación que legalmente no les corresponda (artículo 23 CPE). En estas restricciones se observa un evidente sesgo “anti-participación”, resabios autoritarios todavía vigentes en el ordenamiento constitucional chileno que friccionan contradictoriamente con otras disposiciones a las que sí se puede atribuir un potencial favorable a la participación ciudadana. Correlato de esta restricciones a la participación social son las disposiciones del artículo 57 N° 7 y del artículo 60 inciso 4° de la CPE. La primera norma citada señala que no pueden ser candidatos a diputados o a senadores las personas que desempeñan un cargo directivo gremial o vecinal; la segunda señala una causal de cesación en el cargo del diputado o senador que “ejercite cualquier influencia ante las autoridades administrativas o judiciales a favor o representación del empleador o de los trabajadores en negociaciones o conflictos laborales, sean del sector público o privado”. Derechos de las asociaciones y tutela de los asociados. Hemos visto que el derecho de asociación es un derecho individual de todas las personas. Aparte las implicancias de dicho derecho desde la perspectiva del sujeto que lo ejerce, ya analizadas más arriba, es importante señalar que dicho derecho se proyecta en la existencia misma de las asociaciones, las que también tienen reconocida en la Constitución un conjunto de prerrogativas. En primer lugar, el Estado tiene el deber de reconocer la existencia de la asociación como un fenómeno diverso a los asociados. En segundo lugar, sería ilusorio el derecho de asociación si, por ejemplo, no se reconociera un adecuado campo de acción y de autonomía a la asociación misma. Esta autonomía es aplicable a las asociaciones toda vez que éstas forman parte de los grupos intermedios (ver supra). Una forma natural de ejercer prácticamente dicha autonomía tiene que ver con la libertad de los asociados para dotarse de una organización o institucionalidad interna propia, sin injerencias indebidas de agentes externos. Es decir, la autonomía tiene que ver con una capacidad decisoria para autorregularse y 30 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas autogobernarse. En general, puede decirse que la autonomía organizacional excluye cualquier intervención de la autoridad que no tenga por objeto corregir una actuación ilegítima de ella. Sobre este punto, los tribunales han resuelto que “es de la esencia de una sociedad a la cual se le ha reconocido su personalidad jurídica, que sus determinaciones no puedan ser revisadas o alteradas por la autoridad pública”.36 Entre las manifestaciones de la autonomía asociativa destaca la posibilidad de formar asociaciones mayores o de grado superior, como federaciones, confederaciones y otras “organizaciones paraguas”. La Constitución no señala limitaciones a este respecto, por lo que es criticable la legislación que deniega u omite esta posibilidad a determinados tipos de organizaciones. El deber del Estado de respetar la existencia y autonomía de los cuerpos asociativos como una unidad ideal deriva para ellas en el reconocimiento de un conjunto de facultades y atribuciones que podemos denominar “derechos” que, si bien, pueden no tratarse de derechos humanos propiamente tales, se trata de todas maneras de derechos que poseen una dimensión de exigibilidad en el orden jurídico.37 El artículo 19 CPE, Capítulo III de la Constitución, referido a los derechos y deberes constitucionales, se encabeza con la fórmula “la Constitución asegura a todas las personas”, proclamando a continuación el catálogo de garantías a los derechos fundamentales, sin hacer distinción entre personas naturales y jurídicas, por lo que la mayoría de los intérpretes y la jurisprudencia entienden que tales derechos pueden ser ejercitados por ambas clases de personas, tomando en cuenta la naturaleza o carácter del derecho de que se trata. Además, la misma Constitución reconoce en otros numerales del artículo 19 algunos derechos especiales a las asociaciones (establecimientos educacionales, medios de comunicación social, organizaciones sindicales, empresas, instituciones de seguridad social, etc.). Tomando en consideración los antecedentes señalados, los diversos tipos de organizaciones de la sociedad civil están habilitadas para reclamar legítimamente un estatus o marco legal congruente con tales derechos. El derecho de asociación está cautelado por el recurso de protección, acción constitucional de carácter cautelar que resguarda la vigencia de determinadas garantías fundamentales en caso de su privación, perturbación o amenaza (artículo 20 CPE), pudiendo ser ejercida por el afectado o cualquiera a su nombre, sin mayores formalidades procesales. Esta tutela constitucional puede mirarse desde dos perspectivas: la del asociado individualmente y la de la asociación. En el párrafo anterior vimos que las Corte Suprema, fallo de 12 de mayo de 1992, en Revista de Derecho y Jurisprudencia t. 89, 2ª parte, secc. 5ª, pp. 121-126, citado por Manuel A. Núñez, op. cit., p. 233. 37 Núñez, op. cit. nota 18, p. 232-233. 36 31 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas asociaciones pueden ejercer diversos derechos que razonablemente son predicables de ellas en cuanto entes titulares de los mismos. En cuanto a los asociados o miembros de las asociaciones, tradicionalmente los tribunales han acogido las reclamaciones de los afectados por la actuación injusta de las organizaciones frente a sus propios asociados.38 Sin perjuicio de las normas estatutarias que ligan a los asociados y a los órganos de administración de la asociación, la justicia ordinaria mantiene una competencia para pronunciarse en caso de conflicto entre aquellos, justificándose especialmente esta tutela desde la perspectiva del asociado individual frente al poder que representa la organización. Puede decirse que el derecho de asociación en la Constitución chilena es uno de los que resultan más indemnes ante la dictación de los estados de excepción. Sólo en caso de declararse el estado de asamblea por causa de guerra externa, la autoridad puede restringir, mas no suspender, los derechos de asociación y sindicación (art. 41 Nº 1º CPE). Justicia electoral para las organizaciones de la sociedad civil La Constitución establece tribunales electorales regionales (artículo 96 CPE). Se trata de una jurisdicción especial de rango constitucional encargada de “conocer el escrutinio general y la calificación de las elecciones que la ley les encomiende, así como de resolver las reclamaciones a que dieren lugar y de proclamar a los candidatos electos”. Sus resoluciones son apelables para ante el Tribunal Calificador de Elecciones (establecido en el artículo 95 CPE). Entre las competencias que la Constitución encomienda a los tribunales electorales regionales está la de “conocer de la calificación de las elecciones de carácter gremial y de las que tengan lugar en aquellos grupos intermedios que la ley señale” (artículo 96 inciso 1º parte final CPE).39 Los tribunales electorales regionales están integrados por un ministro de la Corte de Apelaciones respectiva (es decir, de la Corte de la capital regional respectiva), elegido por ésta, y por dos miembros designados por el Tribunal Calificador de Elecciones de entre personas que hayan ejercido la profesión de abogado o desempeñado la función de 38 Sin embargo, tal como lo destaca el Prof. Manuel A. Núñez, op.cit. p. 235, la jurisprudencia no ha elaborado una argumentación consistente para tutelar al asociado sobre la base del derecho de asociación, sino que ha recurrido a otros principios tales como el derecho al juez natural, el derecho de propiedad, el derecho a la honra, el derecho al debido proceso, entre otros. 39 Ver Ley 18.593 de 1987 y sus modificaciones posteriores, Orgánica Constitucional sobre Tribunales Electorales Regionales. 32 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas ministro o abogado integrante de Corte de Apelaciones por un plazo no inferior a tres años (artículo 96 inciso 2º CPE). El principio de participación ciudadana en la Constitución Se puede observar que el principio participativo aparece y reaparece en la Constitución bajo diversos aspectos, a veces como rasgo distintivo del régimen democrático, otras como expresión concreta de derechos constitucionales o como regulación específica de determinados ámbitos del quehacer social. De este modo podemos listar sinópticamente un conjunto de normas regulatorias y programáticas que buscan concretarlo y hacerlo efectivo en relación con diversos sujetos y en relación con diversos ámbitos del quehacer nacional: 1) El ejercicio de la soberanía nacional se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas (artículo 5° inciso 1° CPE). Es decir, la ciudadanía como sujeto de derechos políticos. 2) El principio de publicidad de las actuaciones de los órganos del Estado. Son públicos los actos y resoluciones de los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que utilicen. Solo mediante una ley de quórum calificado puede establecerse la reserva o secreto en los casos que la publicidad afecte el debido cumplimiento de las funciones de dichos órganos, los derechos de las personas, la seguridad de la nación o el interés nacional. De esta norma fundamental derivan otros principios básicos: la transparencia de la gestión pública y el acceso a la información pública (artículo 8º inc. 2º CPE). 3) La participación en las votaciones populares por la vía del sufragio personal, igualitario y secreto (artículo 15 CPE). Es decir, las elecciones generales como mecanismo democrático de participación política. 4) La libertad de enseñanza, que incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales, reconociendo el derecho de las personas a participar en la actividad educacional (artículo 19 N° 11° CPE). 5) El derecho de fundar, editar y mantener diarios, revistas y periódicos y el derecho –más restringido– de establecer, operar y mantener estaciones de televisión (artículo 19 N° 12° incisos 4° y 5° CPE), todo lo cual es índice de participación en los medios de comunicación social. 6) El derecho de petición sobre cualquier asunto de interés público o privado (artículo 19 N° 14° CPE). Dirigirse a las autoridades en 33 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas términos respetuosos y convenientes es la única exigencia para el ciudadano que desea participar en un diálogo e interlocución con las autoridades. 7) Los derechos y libertades de reunión y asociación sin permiso previo (artículo 19 N° 13° y N° 15° CPE). Se trata de manifestaciones clásicas de expresión y participación ciudadana. 8) La garantía de que los partidos políticos no tendrán privilegio ni monopolio alguno de la participación ciudadana (articulo 19 N° 15° inciso 5° CPE). Disposición que el contexto original de la Constitución es una manifestación de sospecha respecto de los partidos, pero que mirada en proyección, indica el deber de las organizaciones políticas de compartir el espacio participativo con otros grupos y organizaciones de la sociedad civil. 9) El derecho de sindicarse y de negociar colectivamente (artículo 19 N° 19° y N° 16° inciso 5° CPE), como mecanismos claves de la participación en el campo de las relaciones laborales, dentro y frente a las empresas o lugares de trabajo. 10) La admisión a todas las funciones y empleos públicos (artículo 19 N° 17° CPE). Esta garantía mira al Estado como tarea colectiva que, a través de la función pública, está abierta a la participación de cualquier ciudadano, en atención a sus méritos. 11) El derecho a desarrollar cualquiera actividad económica (artículo 19 N° 21° CPE). La participación entendida como –o reducida, esta vez, a– pura iniciativa económica o libertad de emprendimiento. 12) El derecho a interponer las acciones constitucionales de protección y de amparo en los casos de vulneración de los derechos constitucionales (no todos, sino los expresamente referidos en el artículo 20 de la misma Constitución). Es una dimensión de la participación que, en el ámbito de la justicia, tiene por objetivo la protección y defensa de los derechos fundamentales de las personas. 13) La acción pública para requerir al Tribunal Constitucional la declaración de inconstitucionalidad de un precepto legal, la inconstitucionalidad de una organización, movimiento o partido, o las inhabilidades de un ministro de Estado (artículo 93 CPE). Se trata de los únicos casos en que la Constitución franquea el acceso a cualquier ciudadano a la titularidad para interponer determinadas acciones ante el Tribunal Constitucional. 34 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas 14) El derecho de interponer acciones y reclamos ante los tribunales electorales regionales, establecidos en la Constitución para resolver conflictos respecto de las elecciones de carácter gremial y las habidas en otros grupos intermedios (artículo 96 CPE). 15) La conformación del consejo regional, órgano al cual la Constitución y la respectiva ley orgánica constitucional encomiendan hacer efectiva la participación de la ciudadanía regional (artículo 113 CPE). 16) La conformación del concejo en cada municipalidad, órgano al cual la Constitución y la respectiva ley orgánica constitucional encomiendan hacer efectiva la participación de la comunidad local (artículo 113 inciso 2° CPE). 17) La conformación de consejos económicos y sociales provinciales (artículo 116 inciso 3° CPE) como órganos de participación social de carácter consultivo. Su composición, forma de designación de sus integrantes, atribuciones y funcionamiento son regulados por la Ley Orgánica Constitucional de Gobierno y Administración Regional.40 En relación con estos organismos de participación territorial, paradójicamente, las disposiciones sobre los consejos económicos y sociales comunales, también de carácter consultivo, que contemplaba la Constitución, de acuerdo con la reforma constitucional contenida en la Ley 19.097 de 1991, y cuya regulación se entregaba a la ley orgánica constitucional sobre municipalidades, fueron suprimidos de la Constitución por la reforma contenida en la Ley 19.526 de 1997, que reemplazó dicha referencia en el artículo 107 CPE por el siguiente nuevo inciso 2º: La ley orgánica constitucional respectiva establecerá las modalidades y formas que deberá asumir la participación de la comunidad local en las actividades municipales”.41 18) La definición de las municipalidades de acuerdo con una de sus finalidades fundamentales, esto es, la de asegurar la participación de la comunidad local en el progreso económico, social y cultural de la comuna, y la participación en las actividades municipales, la cual 40 Ver Ley 19.175 de 1991, cuyo texto refundido y sistematizado está contenido en el Decreto Supremo Nº 291 de 1993, del Ministerio del Interior (con modificaciones posteriores). 41 El art. 94 de la ley Orgánica Constitucional de Municipalidades (Ley 18.695 de 1985, cuyo texto refundido está contenido en el D.F.L. Nº 2-19.602 del Ministerio del Interior, publicado en el Diario oficial el 11 de enero de 2000) prescribe que “en cada municipalidad existirá un consejo económico y social comunal, compuesto por representantes de la comunidad local organizada”. Ver un comentario crítico sobre la nueva regulación legal de esta materia, infra. 35 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas asumirá las modalidades y formas que establezca la ley orgánica constitucional respectiva (artículo 118 CPE). 19) La creación, dentro del ámbito de las comunas, de territorios denominados unidades vecinales, con el objeto de propender a una adecuada canalización de la participación ciudadana (artículo 118 inciso 7° CPE). Normas legales que posibilitan el ejercicio de la participación ciudadana en Chile. Tal como se señaló en el apartado precedente, la participación ciudadana como concepto normativo orientador de la conducta pública de ciudadanos y organismos públicos y privados debe ser puesta en el contexto del régimen democrático de gobierno. Dicho régimen se caracteriza por generar y administrar el poder sobre la base de espacios y mecanismos más o menos amplios de participación de las personas que forman parte del cuerpo político. Esta participación se expresa a través de elecciones periódicas y procesos de representación política, tal como lo han postulado la teoría y la praxis de las democracias liberales, en que la participación de los individuos y los grupos sociales está concebida con la finalidad de renovar y completar periódicamente la estructura contingente de gobierno; por ello, es esencial en este régimen político la existencia de elecciones periódicas, libres y limpias. Sin embargo, puede observarse que la intervención exclusiva de los grupos políticos organizados no garantiza en forma plena y total la comunicación entre gobernantes y gobernados. Por ello, la realización de la democracia exige otros mecanismos o dispositivos que pueden llamarse, aunque la expresión sea vaga, de “democracia social”, tendientes a enriquecer y fortalecer la legitimidad del régimen político representativo mediante el establecimiento de una estructura social y económica que haga practicable el ideal democrático por el mayor número de protagonistas y beneficiarios y en otros ámbitos y niveles de la vida colectiva. La premisa básica es que los destinatarios del poder son, a la vez, los mismos que lo detentan, por lo cual en todo sistema democrático que se precie de tal, los propios ciudadanos son sus protagonistas. En efecto, los ciudadanos gozan de libertad y pueden desarrollarla en un régimen democrático bajo dos dimensiones: como autonomía frente al poder público o garantía de acción libre sin interferencias indebidas y, también, como posibilidad de participación en la conducción y decisiones del Estado. Se trata de visiones que corresponden a relatos distintos: el primero liberal, el segundo republicano, que se han presentado históricamente a veces en fricción, pero que no son necesariamente contradictorios. Precisamente, las exigencias cada vez más complejas de la vida contemporánea llevan a agregar a los inalienable derechos a elegir y ser elegidos para los cargos públicos representativos, mediante el voto libre, secreto e igualitario, el ejercicio de otros derechos “de participación”, que a través de formas innovativas contribuyen a configurar funciones socioeconómicas idóneas para la toma de decisiones sobre asuntos que conciernen o afectan a los ciudadanos más directamente, en ámbitos territoriales locales y sectoriales, desde cuestiones de gran generalidad hasta cuestiones sumamente específicas que afectan la vida 36 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas cotidiana de las comunidades, familias y personas. De este modo, el régimen y el estilo de vida democráticos se profundizan y complejizan conformando una democracia “participativa”. Lo anterior implica la necesidad democrática de conjugar el verbo participar respecto de ámbitos territoriales subnacionales, como en el caso chileno, las regiones, provincias y comunas; su abordaje respecto de nuevos derechos producto de la complejidad y tecnologización de la vida contemporánea, que requieren titularidad del individuo y los colectivos humanos para satisfacer sus necesidades fundamentales (por ejemplo, salud, medio ambiente, consumidores, discapacitados, pueblos indígenas, cuestiones de género, etc.); el reconocimiento de nuevos bienes jurídicos como sucede con los recursos naturales, el medio ambiente, el desarrollo científico y tecnológico que impacta la vida privada (ejemplo, cuestiones de bioética, contracepción, etc.) y la vida pública (ejemplo, gobierno electrónico, etc.) y, finalmente un concepto innovador y amplio de protección, que asegure todos los derechos de las personas, en particular aquellos que requieren una actitud preactiva del Estado en cuanto al suministro de prestaciones para una mínima vida digna mínima. De este modo, la noción de participación es elemento consustancial a un régimen democrático y social de derecho, en tanto es indisociable de la formación de la voluntad nacional, de la gestación de la vida colectiva en sus más diversos aspectos y de la solución de los problemas colectivos. Para efectos expositivos, clasificaremos las formas de participación ciudadana bajo un esquema clásico, que distingue entre la participación política propiamente tal y la participación social. La literatura politológica más reciente tiende a identificar esta última con la participación ciudadana propiamente tal, subdividiendo sus expresiones entre las que implican la actuación individual de los ciudadanos y las que implican su involucramiento en organismos, grupos o entes colectivos o comunitarios. Hecha esta clasificación, abordaremos a continuación, el análisis de la legislación chilena bajo el prisma de este segundo gran núcleo o forma de participación, esto es, aquella que convencionalmente estamos denominando “social” o “ciudadana” en un sentido más propio. 1. Participación política. Derecho de sufragio y derecho de ser elegido. La Constitución señala que en las votaciones populares, el voto será personal, igualitario y secreto. Para los ciudadanos será además, obligatorio (artículo 15 CPE). La Ley de Sistema Electoral Público y la ley de Votaciones y Escrutinios desarrollan la forma de las elecciones presidenciales y parlamentarias y del plebiscito en los casos en que este tenga lugar. Estas leyes son leyes orgánicas constitucionales que tienen un quórum de aprobación de tres quintos de diputados y senadores en ejercicio. 37 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La ley orgánica constitucional de Municipalidades (ley 18.695 de 1988 y sus modificaciones posteriores) establece el voto universal y secreto para las autoridades municipales (artículos 105 a 126): alcaldes y concejales se eligen separadamente. La ley orgánica constitucional de gobiernos regionales establece que el consejo regional es el órgano para hacer efectiva la participación de la ciudadanía en el gobierno regional. Esta participación está mediatizada a través de los concejales de la respectiva región que, actuando como colegio electoral elige a los integrantes de los consejos regionales. 2. Participación social y participación ciudadana. Por lo general se distingue la participación política de la participación social. Esta última estaría referida a acciones coordinadas que no tiene el propósito o que, de hecho, no interactúan con el Estado (Cunill 1991:170). Una subespecie de participación social sería la participación comunitaria, esto es, acción colectiva limitada a la organización de iniciativas de autoayuda y solidaridad en la base social. Siguiendo a Felipe Hevia, el núcleo de la participación ciudadana estaría reservado a su relación con la esfera pública estatal.42 La participación ciudadana se define centralmente como un tipo de acción política que “expresa, con múltiples sentidos, la intervención directa de los agentes sociales en actividades públicas”43 De un modo más simple puede ser entendida como un conjunto de formas de inclusión de la ciudadanía en procesos decisorios, incorporando sus intereses particulares (no necesariamente “individuales”) en el marco de determinadas temáticas.44 Hevia ha recogido otra categorización para comprender las formas de participación ciudadana institucionalizada en América Latina. Describe el concepto de interfaz, señalando que un interfaz puede entenderse como una entidad o institución compleja, organizada por intencionalidades y relaciones entrelazadas en que se actualiza una pugna de intereses eventual o explícitamente incompatibles. Por ello, es también un espacio de conflicto, a veces de visiones globales, paradigmáticas. En un interfaz, el poder actúa como configurador de relaciones estratégicas y significativas, permanentes e inestables. Los interfaces pueden ser netamente estatales (entre organismos estatales) o netamente sociales (entre actores de la sociedad civil). También pueden ser interfaces socio-estatales (ISE), es decir, aquellos “donde para la existencia de los mecanismos se Hevia de la Jara, Felipe, Participación ciudadana institucionalizada: análisis de los marcos legales de la participación en América Latina, en Dagnino, Evelina, Alberto J. Olvera, Aldo Panfichi, La Disputa por la construcción democrática en América Latina, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 367-398. 43 Cunill, Nuria, Repensando lo público a través de la sociedad, Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD), Caracas, 1997. 44 Ziccardi, Alicia, Introducción: claves para el análisis de la participación ciudadana y las políticas sociales del espacio local, en Ziccardi (comp.), Participación ciudadana y políticas sociales en el ámbito local, INDESOL/ISS UNAM/COMECSO, México, 2004, citado por Hevia, op. cit. 42 38 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas necesite explícitamente la presencia de actores sociales y estatales (consejos, comités, juntas, cabildos abiertos, etc.)”. Estas entidades se definen, entonces, “más por la negociación, el conflicto y la representación de diversos proyectos, que por la colaboración”. En la institucionalidad legal los interfaces socio-estatales pueden orientarse, por una parte, a la formulación de intereses particulares en las políticas públicas, como los cabildos abiertos, consejos consultivos, asambleas ciudadanas, ejerciendo una función de representación de intereses, básicamente a nivel consultivo. Por otra parte, los interfaces pueden orientarse a la cogestión en la prestación de servicios públicos. Se trata de una participación cogestiva, que amplía su rango de influencia no sólo a la provisión de servicios públicos, sino también a la planeación, control y ejecución de políticas públicas generales, competiéndole explícitamente funciones decisorias.45 Sobre esta base conceptual, diversos organismos y mecanismos contemplados en la institucionalidad legal chilena que se revisa a continuación podrían ser categorizados como interfaces socio-estatales, si bien, como veremos, en la mayoría de los casos, solo para representar la opinión y los intereses particulares en un entorno de hegemonía gubernamental o, al menos política. Ley Orgánica Constitucional sobre Gobiernos Regionales (Ley N° 19.175, de 1993 y modificaciones posteriores) La LOC de Gobiernos Regionales distingue dos conceptos: el gobierno regional y la administración regional. El gobierno regional reside en el Intendente regional, que es el representante natural e inmediato del Presidente de la República en cada región, funcionario de su exclusiva confianza, nombrado y removido por aquél. Además, es el órgano ejecutivo del gobierno regional y presidente del consejo regional. Su función principal es dirigir las tareas de gobierno interior en la región, según instrucciones directas del Ejecutivo o a través del Ministerio del Interior. Su autoridad es expresión del orden jerárquico central del poder ejecutivo propio del Estado unitario en los territorios llamados regiones en que se divide el país. Paralelamente, y en cierto sentido superpuesto al gobierno regional, se establece la administración regional, que tiene que tiene por objeto el desarrollo social, cultural y económico de la región. Está constituido por el propio Intendente y por el consejo regional. Los gobiernos regionales tienen personalidad jurídica y patrimonio propio, lo cual es un signo de descentralización administrativa. Al igual que todo el gobierno y administración interior del Estado, un principio básico de los gobiernos regionales es la búsqueda de un desarrollo territorial armónico y equitativo de las regiones en sus aspectos económicos, sociales y culturales. 45 Hevia, op. cit. 39 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La ley afirmar un conjunto de principios que deben inspirar la administración regional, como los de solidaridad, equidad, preservación y mejoramiento del medio ambiente y eficiencia y eficacia en la asignación y uso de los recursos en las regiones. Entre ellos reconoce expresamente el principio de la participación de la comunidad (artículo 14). El gobierno regional tiene por funciones elaborar y aplicar las políticas, planes y programas de desarrollo y el proyecto de presupuesto regional, debiendo ajustarse a las políticas y planes nacionales. Debe decidir sobre la inversión de los recursos que correspondan a la región según la distribución del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), la destinación de los recursos de los programas de inversión sectorial de asignación regional (ISAR) y otras fuentes de recursos públicos. El gobierno regional posee especiales funciones en materia de ordenamiento territorial, tales como establecer políticas y objetivos sobre sistemas de asentamientos humanos; participar, en coordinación con otras autoridades, en programas y proyectos relativos a obras de infraestructura y equipamiento; fomentar y velar por la protección del medio ambiente; velar por el buen funcionamiento de los servicios de transporte, sin perjuicio de las facultades que competen a las municipalidades; actuar en el desarrollo áreas rurales y localidades aisladas, procurando la acción multisectorial. Además, incide directamente en otras ñáreas tales como el fomento de las actividades productivas, asistencia técnica y capacitación laboral; desarrollo social y cultural; prioridades en materia de erradicación de la pobreza, promover el acceso a salud, educación, cultura, vivienda, seguridad social, deportes y recreación y asistencia judicial. Como parte de sus atribuciones, el gobierno regional puede dictar normas reglamentarias regionales, de acuerdo con la ley; convenir con los respectivos ministerios programas anuales o plurianuales de inversiones con impacto regional y aprobar planes reguladores comunales e intercomunales. El Consejo regional es el órgano colegiado del gobierno regional. La ley le asigna expresamente la finalidad hacer efectiva la participación de la comunidad regional (artículo 28), agregando que estará investido de facultades normativas, resolutivas y fiscalizadoras. El Consejo regional está integrado por consejeros elegidos por los concejales de la región, constituidos para estos efectos en “colegio electoral” por cada una de las provincias respectivas, de acuerdo con la distribución que señala la ley orgánica (artículo 29). El Consejo regional se compone de dos consejeros por cada provincia; más diez consejeros en las regiones de hasta un millón de habitantes; y catorce en las regiones con población superior a esa cifra, distribuidos a prorrata de la población de las respectivas 40 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas provincias.46 Además, está integrado por el Intendente, que lo preside. Como el Intendente es un agente político designado por el Ejecutivo, su autoridad y presencia en el Consejo atenúa el rasgo participativo y descentralizado de este órgano. Los consejeros duran cuatro años en sus cargos y pueden ser reelegidos. Entre las atribuciones del consejo regional destaca la aprobación de planes reguladores comunales previamente acordados por las municipalidades, e intercomunales que le proponga el Seremi de Vivienda y Urbanismo. Además, tiene por función fiscalizar el desempeño del Intendente y de las unidades que de él dependan, en su calidad de presidente y órgano ejecutivo del consejo regional. Dar su acuerdo a los proyectos de planes y estrategias regionales de desarrollo y sus modificaciones y al proyecto de presupuesto del gobierno regional. En el Consejo regional radican, asimismo, las funciones de distribución de los recursos correspondientes del FNDR, las inversiones sectoriales de asignación regional y los recursos propios del Gobierno regional. El Intendente, en su calidad de órgano ejecutivo regional, debe dar cuenta al consejo regional de su gestión, al menos una vez al año, acompañando balance y estado de la situación financiera del gobierno regional. Por otra parte, la legislación regional contempla un procedimiento especial de reclamación por ilegalidad. En efecto, cualquier particular puede reclamar ante el Intendente por las resoluciones o acuerdos ilegales de los gobiernos regionales, que afecten al interés general de la región o de sus habitantes o al interés particular del reclamante, en el plazo de 30 días desde la publicación o notificación del acto impugnado. Si el Intendente rechaza el reclamo o no responde dentro de 15 días hábiles, el afectado puede reclamar dentro de nuevos 15 días hábiles a la Corte de Apelaciones respectiva.47 Como sabemos, de acuerdo con la LOC de Gobiernos Regionales, las regiones se dividen en provincias. Su administración superior está cargo del gobernador, definido en 46 Por ejemplo, en la Región Metropolitana de Santiago, el Consejo regional está integrado por 26 consejeros regionales: 2 por cada una de las provincias de Chacabuco, Cordillera, Maipo, Melipilla y Talagante, y 16 de la provincia de Santiago. 47 La LOC de Municipalidades también contempla un recurso similar por ilegalidad, el cual, de conformidad a la naturaleza de los asuntos que se reclamen o ventilen, otorga un rasgo participativo a este mecanismo administrativo y jurisdiccional al alcance de los ciudadanos. 41 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas la ley como un órgano territorialmente desconcentrado del Intendente, que también depende de la exclusiva confianza del Presidente de la República. No obstante ser parte del entramado político-administrativo dependiente del Ejecutivo, en lo vinculado a la participación ciudadana, el gobernador tiene competencia, por ejemplo, para autorizar reuniones en lugares de uso público y promover la participación del sector privado en las actividades de desarrollo de la provincia. Además, preside un órgano colegiado de carácter consultivo llamado consejo económico y social provincial. La ley no estableció a nivel de las provincias un órgano normativo y fiscalizador como los consejos regionales. El Consejo Económico y Social Provincial (CESPRO). La ley lo define como un órgano consultivo y de participación de la comunidad provincial socialmente organizada. Está integrado por el gobernador, que lo preside y por 24 representantes elegidos de organizaciones sociales (8 laborales; 8 empresariales y productivas; 3 culturales; 3 profesionales; 2 corporaciones y fundaciones). También lo integran un miembro por cada institución de las FF.AA. y Carabineros con asiento en la provincia; un máximo de 4 rectores o vicerrectores de universidades, institutos profesionales o centros de formación técnica. La ley señala los requisitos48 y el procedimiento, relativamente complejo, para que las diversas organizaciones sociales postulen y sean elegidas como miembros del CESPRO, lo cual incluye su inscripción en registro especial que llevará el Conservador de Bienes Raíces, la determinación y publicación sobre una lista de organizaciones por estamento, a cargo de una comisión integrada por el gobernador, el Contralor Regional y un ministro de la Corte de Apelaciones; la convocatoria a una asamblea por cada estamento para elegir los miembros que les corresponda en el CESPRO y la supervigilancia de este proceso por el Tribunal Electoral Regional. Los miembros del CESPRO durarán cuatro años en su cargo, pueden ser reelegidos y se desempeñan ad-honorem. Las atribuciones del CESPRO consisten en absolver las consultas del gobernador y emitir opinión sobre anteproyectos de plan regional de desarrollo y presupuesto del gobierno regional, antes que sean sometidos al consejo regional; presentar proposiciones de proyectos específicos de desarrollo para la provincia; y Realizar estudios, emitir opinión, requerir antecedentes y absolver toda otra consulta relativas a proyectos y programas de desarrollo. 48 Los requisitos de las organizaciones postulantes son básicamente los que permiten reconocerles cierto grado de estabilidad y legitimidad como expresiones de determinados sectores de la ciudadanía: tener personalidad jurídica vigente; domicilio en la provincia; dos años de antigüedad, a lo menos y un mínimo 10 personas como miembros activos, o 4 si sólo se compone de personas jurídicas. 42 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas El gobernador tiene el deber de dar cuenta semestral al consejo económico y social provincial sobre la marcha de la administración provincial, de la ejecución de programas y proyectos que se desarrollen en la provincia. Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades (Ley N° 18.695 y modificaciones posteriores). Con la reforma de la ley N° 19.602 de 1999, se incluyó en la LOC de Municipalidades un capítulo especial que se refiere a determinados mecanismos de participación ciudadana. El Mensaje de dicho proyecto de ley valoraba la participación ciudadana como un componente esencial de la democracia local y, a través de sus normas pretendía establecer un verdadero sistema de participación ciudadana a nivel de las comunas. Se puede reconocer el valor de las instituciones y mecanismos incorporados, pero, en el análisis global de la estructura del poder municipal podemos afirmar que esta reforma estuvo y está lejos todavía de consagrar un verdadero y significativo sistema de participación ciudadana comunal. El Título IV de la ley denominado precisamente “De la participación ciudadana”, regula en tres párrafos las instancias de participación, las audiencias públicas y oficinas de reclamos y los plebiscitos comunales. Se trata de una regulación básica y común que todo municipio debe contemplar dentro de su organización. De acuerdo con las normas de este capítulo, cada municipalidad debe establecer una ordenanza de participación ciudadana, esto es, un reglamento de ámbito comunal, teniendo en consideración las características singulares de cada comuna, tales como la configuración del territorio comunal, la localización de los asentamientos humanos, el tipo de actividades relevantes en la comuna, la conformación etárea de la población y cualquier otro elemento que requiera una expresión o representación específica y que al municipio le interese relevar e incorporar en la discusión y definición de las orientaciones que deben regir la administración comunal (artículo 93). Sobre esta base, en la redacción de la ordenanza municipal deberán considerarse las particularidades y situaciones especiales de cada comuna, pudiendo elaborarse agendas de participación de acuerdo con los intereses y prioridades de cada realidad local. La ley no define lo que debe entenderse por participación ciudadana, por lo que cabe atender a las definiciones y mecanismos que, de acuerdo a diversas concepciones e intereses políticos, se den autónomamente en cada municipalidad o que se desprendan del texto de las propias ordenanzas. La Asociación Chilena de Municipalidades, con la colaboración de otros organismos, elaboró una propuesta-tipo de ordenanza municipal sobre participación ciudadana, en la que se ensaya una posible definición: "Se entenderá por participación ciudadana, la posibilidad que tienen los ciudadanos de la comuna de intervenir, tomar 43 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas parte y ser considerados en las instancias de información, ejecución y evaluación de acciones que apunten a la solución de los problemas que los afectan directa o indirectamente en los distintos ámbitos de actividad de la Municipalidad y el desarrollo de la misma en los diferentes niveles de la vida comunal". En el mismo párrafo sobre instancias de participación, la LOC de Municipalidades, regula el consejo económico y social comunal (CESCO), definido como órgano asesor de la municipalidad, que estará compuesto por representantes de la comunidad local organizada. Su objeto o función es, de conformidad a la ley, precisamente, asegurar la participación de las organizaciones comunitarias de carácter territorial y funcional, y de actividades relevantes en el progreso económico, social y cultural de la comuna (artículo 94). La ley delega a un reglamento municipal la determinación de la integración, organización, competencia y funcionamiento de los CESCOS, que el alcalde debe someter a la aprobación del Concejo. Si bien esta fórmula atiende al espíritu de autonomía que reconoce diversas modalidades de participación en cada comunidad local, presenta una grave debilidad al dejar entregada a los plurales y desiguales gobiernos comunales (más de 345 en el país) la definición concreta de los mecanismos, acciones y efectos específicos de la participación ciudadana a nivel comunal, sin que se asegure un mínimo estándar normativo común, de carácter democrático, más allá de las originalidades locales que cada reglamentación municipal pudiere suscitar. Consecuentemente, no se determina en la ley el número de consejeros de los CESCOS. La ley solo determina que los consejeros durarán cuatro años en sus funciones y que el CESCO será presidido por el alcalde. Entre sus atribuciones legalmente reconocidas está el pronunciarse respecto de la cuenta pública del alcalde, y de la cobertura y eficiencia de los servicios municipales. Además, el CESCO es titular del recurso o acción especial de reclamación por ilegalidad municipal que establece la propia LOC de Municipalidades. Por su parte, el alcalde tiene el deber de informar al CESCO acerca de los presupuestos de inversión, del plan comunal de desarrollo y del plan regulador. El consejo dispone de quince días para formular observaciones al informe alcaldicio. Otra herramienta de participación que debe ser regulada en la ordenanza respectiva son las audiencias públicas. No están definidas en la ley pero deben entenderse como momentos físicos de encuentro y diálogo entre las autoridades comunales y los ciudadanos de la comuna respectiva. Por medio de ellas el alcalde y el Concejo conocerán acerca de las materias que estimen de interés comunal, como asimismo las que les planteen un grupo significativo de ciudadanos de la comuna, en número no menor a cien en las comunas con población superior a cinco mil habitantes (artículo 97). 44 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La solicitud de audiencia pública que formulen los vecinos debe acompañarse de las firmas de respaldo, contener los fundamentos de la materia a tratar e identificar a las personas que actuarán como representantes de los requirentes. La ley establece, además, el deber de cada municipalidad de habilitar y mantener una oficina de partes y reclamos abiertas a la comunidad en general (artículo 98). Se entrega a la ordenanza de participación la regulación de un procedimiento público para tratar las presentaciones y reclamos. El plazo de la respuesta que debe dar el municipio no podrá ser superior a treinta días. Finalmente, el capítulo sobre participación ciudadana de la LOC de Municipalidades contempla los plebiscitos comunales, materia que ya había sido incorporada con la reforma de 1992. La ley establece que pueden ser sometidas a plebiscito las materias de administración local relativas a inversiones específicas de desarrollo comunal, al plan comunal de desarrollo, al plan regulador comunal u otras de interés para la comunidad local, siempre que sean propias de la esfera de competencia municipal (artículo 99). La convocatoria a plebiscito es atribución: 1) del alcalde, con acuerdo del Concejo, o bien, 2) a requerimiento de los dos tercios del mismo Concejo, o 3) por iniciativa de al menos el 10% de los ciudadanos inscritos en los registros electorales de la comuna, debidamente acreditados (artículo 100). De acuerdo con la ley, los resultados del plebiscito serán vinculantes para la autoridad municipal, siempre que vote en él más del 50% de los ciudadanos inscritos en los registros electorales de la comuna. Consecuentemente, no siendo obligatorios los resultados de los plebiscitos que no cumplan este requisito, deberán entenderse como consultas no vinculantes, tal como de hecho las tratan algunas ordenanzas municipales existentes, dictadas sobre la base del la “ordenanza tipo” confeccionada por la Asociación Chilena de Municipalidades. La ley regula las formalidades y plazos de convocatoria, ciertas restricciones en cuanto a la oportunidad de los plebiscitos comunales y la prohibición de propaganda por televisión. Finalmente, ordena que el costo de los plebiscitos comunales será de cargo de la municipalidad respectiva, lo que constituye un claro desincentivo para el uso de esta herramienta participativa para la mayoría de los municipios del país. Si bien nuestra legislación ha evolucionado, consagrando y posibilitando instancias y mecanismos de participación ciudadana, no cabe duda que aún se puede profundizar más en esta materia. Un factor determinante de limitación son las deficiencias que viven nuestros municipios en cuanto a la autonomía decisional y recursos. Más aun, pareciera que no se trata solo de un problema de adecuada legislación o recursos, sino de cierto apartamiento de la comunidad local de la inercia más bien autoritaria y burocrática con que funcionan, en general, los aparatos municipales. No existen adecuados ni suficientes incentivos para que las organizaciones vecinales y 45 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas comunitarias tomen iniciativas que no tengan motivaciones clientelares o de beneficios particulares. La política municipal otorga escasa voz y relevancia a las organizaciones locales que no le son funcionales, marginándolas de los espacios en que podrían concurrir a la toma de decisiones, información, ejecución y evaluación de los programas y acciones colectivos de la comuna. Ley sobre Libertades de Opinión e Información y Ejercicio del Periodismo (Ley 19.733 de 2001). Esta ley, llamada también “ley de prensa”, dictada en 2001, recoge avances significativos, aunque todavía insuficientes, en materia de libertad de expresión e información, asuntos íntimamente ligados al ejercicio del derecho a la participación y que doctrinariamente constituyen su base y fundamento. Así, su artículo 1º reconoce que “la libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, constituyen un derecho fundamental de todas las personas. Su ejercicio incluye no ser perseguido ni discriminado a causa de las propias opiniones, buscar y recibir informaciones, y difundirlas por cualquier medio”. La ley reconoce también como principio “el pluralismo en el sistema informativo” que “favorecerá la expresión de la diversidad social, cultural, política y regional del país”. “Con este propósito se asegurará la libertad de fundar, editar, establecer, operar y mantener medios de comunicación social” (artículo 3º). Se promueve la participación de las personas y entes que residen a lo largo del territorio nacional, en el sentido que los fondos públicos (del Estado, sus organismos y empresas y las municipalidades), destinados a avisos, llamados a concurso, propuestas y publicidad, que tengan una clara identificación regional, provincial o comunal, sean destinados preferentemente a su publicación o difusión en medios de comunicación social regionales, provinciales o comunales y que se destine recursos a programas y suplementos informativos regionales (artículo 4º). La ley regula el ejercicio del periodismo, con algunas prerrogativas para los profesionales titulados de esa carrera (v. gr. detentar los cargos de dirección y jefaturas de prensa), pero sin conferirles exclusividad ni monopolio en la actividad propiamente comunicacional. Reconoce el derecho al secreto de las fuentes informativas y una versión restringida de la cláusula de conciencia. Establece, asimismo, formalidades de funcionamiento de los medios y requisitos relacionados con la dirección, la información que debe dar al público la empresa que sostiene el medio y la responsabilidad legal de estos, entre ellos los derechos de aclaración y de rectificación (artículos 16 y siguientes). En el plano de los llamados “delitos de opinión”, se garantiza la exceptio veritatis (prueba de verdad) en favor del inculpado de haber causado injuria a través de un medio de comunicación social, cuando con sus expresiones trate de “defender un interés 46 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas público real” o que el afectado ejerciere funciones públicas y la imputación se refiera a hechos propios de tal ejercicio. En tal sentido, resulta interesante conocer lo que esta ley entiende como “hechos de interés público de una persona”, consignándose los siguientes: los referentes al desempeño de funciones públicas; los realizados en el ejercicio de una profesión u oficio y cuyo conocimiento tenga interés público real; los que consistieren en actividades a las cuales haya tenido libre acceso el público, a título gratuito u oneroso; las actuaciones que, con el consentimiento del interesado, hubieren sido captadas o difundidas por algún medio de comunicación social; los acontecimientos o manifestaciones de que el interesado haya dejado testimonio en registros o archivos públicos, y los consistentes en la comisión de delitos (artículo 30). Como contrapartida, se protege los hechos relativos a la esfera privada de las personas. Por otra parte, se eliminó de la Ley de Seguridad del Estado las normas sobre desacato, es decir, aquellas que establecían sanciones penales por los delitos de difamación, injurias y calumnias proferidas a diversas autoridades. Sin embargo, este tipo penal subsiste en el Código Penal (artículo 46). Entre las carencias de esta ley está el no establecer mecanismos para limitar la concentración de los medios, tema sensible para una participación igualitaria de los diferentes sectores de la población y del quehacer nacional y, en general, para el desarrollo de una opinión pública expresiva de la diversidad política, social y cultural. Se establece, sí, el deber de informar a la autoridad antimonopolios cualquier cambio de propiedad o de controladores de los medios (artículo 38) y reglas generales básicas sobre libre competencia, que se incorporan a la Ley Antimonopolios, para evitar que se entrabe la producción de informaciones, el transporte, la distribución, circulación, el avisaje y la comercialización de los medios de comunicación (artículo 37). La ley no considera la obligación de informar el tiraje o número de audiencia de los medios, tal como se exige en países más desarrollados en estas materias. Con ello se lesiona el valor de la transparencia en los medios, que es una regla de juego fundamental para su desarrollo en una sociedad que pretenda asegurar las libertades públicas y la igualdad de trato y oportunidades de sus ciudadanos. Ley de Transparencia en la Función Pública y Acceso a la Información de la Administración del estado (Ley Nº 20.285, de 2008). Se trata de reciente normativa sobre acceso a la información pública. La ley de transparencia fue promulgada el pasado 11 de agosto de 2008 y entrará en vigencia en abril de 2009. Regula el principio de transparencia de la función pública, el derecho de acceso a la información de los órganos de la Administración del Estado, los procedimientos para el ejercicio del derecho y para su amparo, y las excepciones a la publicidad de la información. 47 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Los deberes de información de esta ley son aplicables a los ministerios, las intendencias, las gobernaciones, los gobiernos regionales, las municipalidades, las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad Pública y, en general, los órganos y servicios administrativos. La ley ordena que también se rigen por el principio de la transparencia consagrado en el artículo 8º de la Constitución, y también por las disposiciones de la ley sobre transparencia cuando esta expresamente lo disponga, el Congreso Nacional, la Contraloría General de la República, el Banco Central, el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional, la Justicia Electoral y las empresas del Estado. En el caso del Congreso, cada Cámara deberá publicar, además, la asistencia de los parlamentarios a las sesiones de Sala y de comisiones, las votaciones y elecciones a las que concurran y las dietas y demás asignaciones que perciban. En el caso de los tribunales que forman parte del Poder Judicial, deberán mantener a disposición permanente del público, en sus sitios electrónicos, y debidamente actualizados, los antecedentes básicos indicados en el artículo 7° de la ley (normas de transparencia activa). En el caso de las empresas públicas, la ley les exige publicar en sus páginas electrónicas, en forma completa y clara sus datos básicos y, entre otros, sus estados financieros y memorias anuales, sus filiales o coligadas y todas las entidades en que tengan participación, representación e intervención, la composición de sus directorios y responsables de la gestión, información consolidada del personal, toda remuneración percibida en el año por cada Director, Presidente Ejecutivo o Vicepresidente Ejecutivo y Gerentes, incluso aquéllas que provengan de funciones o empleos distintos del ejercicio de su cargo que le hayan sido conferidos por la empresa, o por concepto de gastos de representación, viáticos, regalías y, en general, todo otro estipendio. Asimismo, deberá incluirse, de forma global y consolidada, la remuneración total percibida por el personal de la empresa. Además, están obligadas a entregar a la Superintendencia de Valores y Seguros o a la Superintendencia a cuya fiscalización se encuentren sometidas, la misma información a que están obligadas las sociedades anónimas abiertas. El principio de transparencia de la función pública consiste en que esta respete y cautele la publicidad de los actos, resoluciones, procedimientos y documentos de la Administración, así como la de sus fundamentos, y en facilitar el acceso de cualquier persona a esa información, a través de los medios y procedimientos que establece la ley (artículo 4º). En virtud de él, los actos y resoluciones de los órganos de la Administración del Estado, sus fundamentos, los documentos que les sirvan de sustento o complemento directo y esencial, y los procedimientos que se utilicen para su dictación, son públicos, salvo las excepciones que establece esta misma ley y las previstas en otras leyes de quórum calificado. Asimismo, por regla general, es pública la información elaborada con presupuesto público y toda otra información que obre en poder de los órganos de la Administración, cualquiera sea su formato, soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento. 48 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La ley resguarda el principio de publicidad de los actos de la administración desarrollando normas sobre “transparencia activa” (artículo 7º), que obliga a los órganos de la Administración del Estado a mantener a disposición permanente del público, a través de sus sitios electrónicos, antecedentes actualizados, al menos una vez al mes, sobre su estructura orgánica, las facultades, funciones y atribuciones de sus unidades u órganos internos, el marco normativo que los regula, su planta de personal y el personal a contrata y a honorarios, con las correspondientes remuneraciones, las contrataciones para suministros de bienes y servicios, acciones de apoyo, ejecución de obras, estudios, asesorías y consultorías relacionadas con proyectos de inversión, transferencias de fondos públicos, trámites y requisitos que se debe cumplir para acceder a los servicios que preste el respectivo órgano, sus programas de subsidios y demás beneficios, con sus respectivas nóminas de beneficiarios, las entidades en que tengan participación, representación e intervención, la información sobre el presupuesto asignado y su ejecución, los resultados de las auditorías presupuestarias. La información que debe estar a disposición del público se extiende expresamente a los mecanismos de participación ciudadana que existan (artículo 7º letra j). En cuanto al derecho de acceso a la información de los órganos de la Administración del Estado, esta ley perfecciona el sistema establecido en 1999 mediante la denominada ley de probidad (una modificación a la LOCE de Bases Generales de la Administración del Estado) que consagró el principio general de la transparencia de los actos de la administración del Estado, incorporando procedimientos y recursos en caso de negativas de entrega de información, pero, al mismo tiempo, otorgó a los servicios públicos la facultad de establecer mediante simples resoluciones administrativas qué materia de su incumbencia era reservada o secreta, conforme a ciertos criterios. De acuerdo con la nueva ley (artículo 11), el derecho de acceso a la información pública comprende, entre otros, los principios de relevancia (se presume relevante toda información que posean los órganos de la Administración, cualquiera sea su formato, soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento), de libertad de información, de apertura o transparencia (toda la información en poder de los órganos de la Administración del Estado se presume pública, a menos que expresamente esté sujeta a determinadas excepciones), de máxima divulgación, de divisibilidad (si un acto administrativo contiene información que puede ser conocida e información que debe denegarse en virtud de causa legal, se dará acceso a la primera), de facilitación (que excluye exigencias o requisitos que puedan obstruir o impedir el ejercicio del derecho), de no discriminación, de oportunidad, de control (el cumplimiento de las normas que regulan el derecho de acceso a la información será objeto de fiscalización permanente, y las resoluciones que recaigan en solicitudes de acceso a la información son reclamables ante un órgano externo), de responsabilidad de los órganos de la Administración del Estado, y de gratuidad. 49 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Bajo la vigencia de la ley de probidad, diversos reglamentos establecieron de manera excesiva diversas causales de reserva, violando su espíritu. Cada servicio señaló que grandes cantidades de información a la que no se podía acceder, pese a que había antecedentes y materias que, por su naturaleza, no podían ser consideras secretas. En la nueva ley, las causales de secreto son excepcionales (artículo 21). En consecuencia, cualquier documento que no esté protegido por alguna de las causales de reserva de esta ley, o por otra especial, deberá divulgarse cuando un ciudadano lo solicite. Sobre esta base, todo el que desee conocer alguna materia sobre el funcionamiento de los organismos estatales, y que no haya sido catalogada como materia reservada, solo debe hacer una presentación simple, en papel o por vía electrónica (artículo 12). La presentación debe ser respondida por la autoridad pertinente en un plazo de 20 días, el que puede ser extensivo a otros diez. El interesado solo deberá pagar los costos de reproducción y otros autorizados por la ley. Los funcionarios públicos que no den respuesta oportuna y justificada o que denieguen la petición pueden ser sancionados con multas y otras sanciones administrativas. Son secretos, entre otros, los denominados “datos sensibles”, que incluyen los datos personales sobre características físicas o morales de las personas o relativos a su vida privada o intimidad, tales como los hábitos personales, el origen social, las ideologías y opiniones políticas, las creencias o convicciones religiosas, los estados de salud físicos o psíquicos y la vida sexual. También es secreta la información relativa a la investigación judicial de delitos o la defensa jurídica, al orden y seguridad público, a las relaciones internacionales. Es criticable que en estos casos la reserva indefinida en el tiempo afecte la investigación histórica y la revelación y revisión del pasado más lejano. La autoridad o jefe del órgano o servicio requerido está obligado a proporcionar la información que se le solicite, salvo que haya oposición en los términos que la ley señala o invoque alguna de las causales de secreto o reserva que establece la ley. La negativa a entregar la información debe formularse por escrito y ser fundada. Todo abuso o exceso en el ejercicio de sus potestades, dará lugar a las acciones y recursos correspondientes. En caso de denegación de información, el requirente tendrá derecho a recurrir ante el Consejo de la Transparencia, solicitando amparo a su derecho de acceso a la información. La reclamación deberá presentarse dentro del plazo de quince días desde la notificación de la denegación de información o desde que haya expirado el plazo que tenía el organismo público para la entrega de información. En contra de la resolución del Consejo que deniegue el acceso a la información, procederá el reclamo de ilegalidad ante la Corte de Apelaciones respectiva (artículo 28). 50 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Desde el punto de vista orgánico, se crea el Consejo de la Transparencia, corporación autónoma de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propio (artículo 31). Su función es promover la transparencia de la función pública y la publicidad de sus actuaciones, fiscalizar el cumplimiento de la ley y garantizar el derecho de acceso a la información. En particular, resolverá los reclamos que se le presenten por denegación de información y podrá sancionar a los funcionarios infractores. La dirección y administración superiores del Consejo corresponderán a un Consejo Directivo integrado por cuatro consejeros designados por el Presidente de la República, previo acuerdo del Senado, adoptado por los dos tercios de sus miembros en ejercicio. La propuesta se hará en un solo acto y el Senado deberá pronunciarse respecto de ella como una unidad. Los consejeros durarán seis años en sus cargos pudiendo ser designados sólo para un nuevo período. Ley de Bases Generales del Medio Ambiente (Ley N° 19.300 y sus modificaciones posteriores). Aparte de los mecanismos establecidos en la LOC de Municipalidades y las atribuciones de relativa significación reconocidas a la organización territorial de base, expresada parcialmente en la Ley de Juntas de Vecinos, quizás el único ámbito del quehacer nacional donde se ha creado por ley un cierto sistema de participación ciudadana es en el ámbito medioambiental, de conformidad con la Ley de Bases Generales del Medio Ambiente. La participación ciudadana se plantea en este ámbito respecto de los siguientes aspectos: 1) 2) 3) 4) 5) 6) Sistema de evaluación de impacto ambiental. Elaboración y aplicación de normas de calidad ambiental y de emisión. Elaboración y aplicación de planes de descontaminación y prevención. Acceso a la justicia ambiental, en especial, la acción por daño ambiental. Participación en el Fondo de Protección Ambiental. Opción de integrar los consejos consultivos de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) y de las Comisiones Regionales del Medio Ambiente (COREMA). Revisaremos brevemente cada uno de estos aspectos. Participación ciudadana en el sistema de evaluación de impacto ambiental. La ley distingue entre proyectos que deben someterse a un estudio de impacto ambiental (EIA) de aquellos que simplemente deben entregar una declaración de impacto ambiental. En términos generales, los primeros son los más grandes, complejos y con mayor riesgo de afectar el medio ambiente. La ley estableció un mecanismo de participación 51 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas ciudadana solo respecto de los proyectos sometidos a estudios de impacto ambiental. No parece haber razones valederas para esta limitación; más bien puede pensarse que se ha pedido una oportunidad para que las autoridades ambientales se apoyen en la ciudadanía para una adecuada fiscalización del proceso de evaluación de proyectos a los que solo se exige una declaración de impacto ambiental. En estos casos, la eventual participación se restringe a la información disponible en el proceso de publicación, pero no existe acceso a la documentación acompañada por el proponente ni la oportunidad formal para presentar observaciones. La participación ciudadana se manifiesta en diversos niveles: En primer lugar, el derecho a la información, que se cumple con la obligación legal que pesa sobre el proponente de publicar a su costa un extracto del proyecto o actividad sometida a una evaluación de impacto ambiental, tanto en el Diario Oficial como en un periódico de circulación nacional o regional, según corresponda (artículo 27). El proyecto sujeto a estudio, más copia del extracto, deben ser remitidos por la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) o por la respectiva Comisión Regional de Medio Ambiente (COREMA) a los municipios en cuyo ámbito comunal se realizarán las obras o actividades del proyecto para su adecuada publicidad (artículo 31). Las organizaciones ciudadanas con personalidad jurídica, por intermedio de sus representantes, y las personas naturales directamente afectadas, podrán imponerse del contenido del estudio y de los documentos acompañados (artículo 28). Los interesados pueden solicitar a su costa la reproducción parcial o total del ejemplar que se encuentra a disposición de la ciudadanía en los lugares que indica la publicación. Se excluyen de la publicidad los antecedentes técnicos, financieros y otros que, a petición del interesado, estimare necesario sustraer del conocimiento público por razones de confidencialidad comercial o industrial o proteger propiedad industrial. Las personas y organizaciones habilitadas pueden ejercer el derecho a opinar, mediante las observaciones fundadas que pueden hacer al proyecto o actividad sometido a estudio de impacto ambiental. Tales observaciones deben hacerse llegar a la CONAMA o a la COREMA respectiva, según corresponda en el plazo de sesenta días contado desde la publicación del respectivo extracto. El reglamento de la ley establece las formalidades mínimas que deben cumplir las observaciones. La autoridad administrativa tiene la obligación de ponderar, en los fundamentos de su resolución, las observaciones formuladas y notificar –por carta certificada, o mediante avisos si fueren muchas personas o entidades– a quienes las hubieren hecho. “Ponderar” significa analizar, sopesar, atender a algo; no consiste necesariamente en un análisis exhaustivo sino solo dejar constancia que tales argumentos y antecedentes fueron considerados en la decisión. Consecuentemente, las observaciones que formule la comunidad no son vinculantes para la autoridad, que cumple con solo tenerlas en cuenta al dictar su resolución. 52 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas El derecho a participar se ejerce también a través de un mecanismo o recurso específico de reclamación cuando la autoridad ambiental no cumple con su deber de ponderar debidamente las observaciones formuladas oportunamente. Se trata de un recurso jerárquico que se debe presentar en el plazo de quince días hábiles ante el suprior jerárquico de la autoridad que dictó la resolución o acto administrativo que se impugna y cuya invalidación o modificación se persigue. Es un recurso administrativo muy limitado pues solo es procedente cuando la autoridad no hubiere “ponderado” las observaciones formuladas, sin que quepa impugnar la resolución en otros aspectos, en cuestiones de fondo o en su globalidad. Además, no existe reclamo alguno que se pueda deducir contra la resolución que se pronunció sobre el reclamo, recurso que sí tiene el proponente en caso de rechazo del estudio de impacto ambiental por la autoridad ante la justicia ordinaria. Participación ciudadana en la elaboración y aplicación de normas de calidad ambiental y de emisión. En lo referido a la elaboración y aplicación de normas de calidad ambiental y de emisión, la ley encomienda su detalle a un reglamento, que está contenido en el Decreto Supremo Nº 93 de 1995, del Ministerio Secretaría General de la Presidencia. Dicho procedimiento de desarrolla en seis etapas: proposición de un programa priorizado anual de dictación de normas de calidad ambiental y de emisión, que debe hacer el Director Ejecutivo de la CONAMA a su Consejo Directivo; elaboración del anteproyecto de norma, a partir de la resolución publicada en el Diario Oficial que señala un plazo de 70 días para que cualquier persona, natural o jurídica, pueda aportar antecedentes técnicos, científicos y sociales sobre la materia a normar; desarrollo de estudios científicos encargados por el Director; análisis técnico y económico; consulta a organismos competentes públicos y privados, siendo de rigor la consulta al Consejo Consultivo de la CONAMA o, en su caso, de la COREMA que corresponda; análisis de las observaciones formuladas. Dentro de este procedimiento, la comunidad puede informarse del Plan Priorizado de Normas Ambientales a partir de la publicación de su extracto en el Diario Oficial y en un diario de circulación nacional al “día domingo siguiente” de la primera. Conjuntamente, se abre un expediente público que contiene las resoluciones dictadas, las consultas evacuadas, las observaciones que se hayan formulado y todos los antecedentes y documentos relativos a la norma en estudio (artículos 17-19 D. S. Nº 93, de 1995). La participación ciudadana adquiere relevancia en la etapa de consulta del anteproyecto de norma, que se inicia con la publicación en el Diario Oficial de un extracto del mismo y se extiende por 60 días. El extracto debe contener, a lo menos, una relación completa de las normas propuestas, un resumen de sus fundamentos e informar acerca del plazo para la recepción de observaciones y consultas. 53 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La autoridad de la CONAMA, al preparar el proyecto definitivo de norma ambiental, está obligada a considerar los antecedentes contenidos en el expediente, entre los que se encontrarán los que la comunidad haya hecho llegar durante el plazo para ello. También debe considerar las observaciones debidamente formuladas, esto es, por escrito y con sus respectivos fundamentos. Ahora bien, es importante señalar que en este punto la ley habla del deber de “análisis” y el reglamento del deber de “considerar” las observaciones presentadas. El punto tiene importancia legal porque “analizar” implica un ejercicio intelectual de descomposición de elementos más detallado y exhaustivo que el de “considerar”, el que solo implica un examen atento de las observaciones. Además de las instancias de participación ya mencionadas, eventualmente el Director de la CONAMA, con aprobación del Consejo Directivo, puede crear “comités consultivos” con participación de personas naturales y jurídicas ajenas a la administración del Estado, asignándole un rol asesor para la elaboración de las normas ambientales. Las normas ambientales son finalmente dictadas mediante decreto supremo del Presidente de la República, publicado en el Diario Oficial, abriéndose de conformidad a la ley, un plazo de 30 días hábiles para que cualquier persona pueda impugnarlo mediante recurso ante el juez de letras competente, motivado en que la norma reglamentaria es ilegal y le causa perjuicio. Este perjuicio se refiere al daño patrimonial que pueda experimentar cualquier persona o grupo de personas, y también se refiere al daño ambiental de carácter difuso que puede invocar cualquier ciudadano o grupo de ciudadanos invocando el daño que afecta a un colectivo humano o, incluso, a la comunidad en general. Participación ciudadana en la elaboración y aplicación de planes de descontaminación y prevención. La ley también contempla formas de participación ciudadana en la elaboración y aplicación de planes de descontaminación y prevención. Se trata de instrumentos de gestión ambiental de carácter correctivo o destinados al control o abatimiento de situaciones de deterioro ambiental que sean detectadas. La ley deriva también a un reglamento el procedimiento para la elaboración de dichos planes, normativa que está contenida en el Decreto Supremo Nº 94 de 1995, del Ministerio Secretaría General de la Presidencia. Los planes de prevención se refieren a zonas declaradas “latentes” y los planes de descontaminación se refieren a zonas declaradas “saturadas”, respectivamente. Para la elaboración de los planes de prevención y descontaminación, la ley establece que se seguirá el mismo procedimiento y etapas establecidos para la elaboración de normas de calidad ambiental y de emisiones, con las salvedades que se indican en el respectivo reglamento. Consecuentemente, la participación ciudadana opera en términos prácticos a partir de la fecha de publicación de la resolución de declaración de zona latente o saturada que, entre otras cosas, fija la fecha límite para la recepción de antecedentes que cualquier persona puede aportar. Sin perjuicio de los estudios científicos y los informes técnico y económico de rigor, se debe consultar a los organismos competentes públicos y privados, 54 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas siendo obligatoria, en particular, la opinión de la Comisión Regional del Medio Ambiente. También existe un plazo para formular reclamaciones al anteproyecto de plan. Participación en acciones judiciales de carácter ambiental También puede entenderse como una forma de participación ciudadana el acceso a la justicia que franquea la ley en relación con las materias medioambientales y, en particular, la acción por daño ambiental. En efecto, en caso de perjuicios patrimoniales causados por un hecho ilícito atribuible a un agente determinado, la ley reconoce la acción de indemnización de perjuicios del derecho privado con ligeras variantes, como es el régimen de presunciones de responsabilidad, que solo modifica la carga probatoria respecto de la culpa o falta de cuidado del sujeto, que debe establecerse según las reglas generales de la responsabilidad extracontractual. De este modo, el sistema de responsabilidad establecido en la Ley de Bases del Medio Ambiente se mantiene dentro de un modelo tradicional, apartándose del sistema de responsabilidad objetiva del agente depredador o contaminante, establecido en legislaciones más desarrolladas. Pero lo más novedoso e interesante en esta materia es la acción por daño ambiental establecida en la ley, que tiene por objeto obtener la reparación material del medio ambiente dañado por parte del causante del daño. Se define el daño ambiental como toda pérdida, disminución, detrimento o menoscabo significativo inferido al medio ambiente o a uno o más de sus componentes. Esta acción busca reponer el medio ambiente o uno o más de sus componentes a una calidad similar a la que tenía con anterioridad al daño causado o, en caso de no ser posible, restablecer sus propiedades básicas. Esta acción puede ser interpuesta por cualquier persona, natural o jurídica, pública o privada, que haya sufrido el daño o perjuicio. También son titulares de la acción las municipalidades, por los hechos ocurridos en sus respectivas comunas y el Estado, a través del Consejo de Defensa del Estado. Sin embargo, esta aparentemente amplia titularidad presenta ciertos defectos desde la perspectiva de la participación ciudadana, pues exige que si se trata de particulares, estos invoquen haber sufrido un daño específico propio, lo cual excluye que entes o personas privadas asuman o invoquen el interés general. Por eso, de acuerdo a la ley, organizaciones ciudadanas que no representan intereses directamente afectados no están legitimadas para interponer esta acción por daño ambiental. En estos casos, solo queda a las organizaciones y grupos que invoquen el interés público solicitar al municipio en cuyo ámbito se desarrollen las actividades perniciosas para el medio ambiente, para que, en su representación, deduzca la acción ambiental que corresponda,. La ley otorga a la municipalidad un plazo de 45 días para demandar, sin embargo, en caso de no hacerlo, no existe forma de proseguir la acción, pues la ley solo asigna a la omisión municipal la consecuencia de hacerla “solidariamente responsable de los perjuicios que el hecho denunciado ocasionare al afectado” (artículo 54 55 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Ley de Bases del Medio Ambiente). Se advierte aquí una inconsistencia del legislador, pues junto con consagrar la acción ambiental en términos amplios, también está exigiendo que el actor acredite haber experimentado un daño patrimonial efectivo. Finalmente, la ley estableció una “acción de requerimiento”, en virtud de la cual las municipalidades y los demás organismos competentes del Estado pueden requerir a los tribunales la aplicación de sanciones a los responsables de fuentes emisoras que no cumplan con los planes de prevención o de descontaminación, o con las regulaciones especiales para situaciones de emergencia ambiental, o bien, a los infractores por incumplimiento de los planes respectivos a que se refiere la ley. Son titulares de esta acción también las mismas personas y entidades que pueden ejercer la acción por daño ambiental, antes analizada. Fondo de Protección Ambiental. La ley General de Bases del Medio Ambiente creó un Fondo de Protección Ambiental, destinado a financiar proyectos actividades orientados a la protección o reparación del medio ambiente, la preservación de la naturaleza o la conservación del patrimonio ambiental. Es administrado por la CONAMA. A los recursos de este Fondo pueden acceder organizaciones comunitarias, ya sea por concurso público o por selección del Director de la CONAMA, en este último caso, tratándose de proyectos por montos menores a 500 Unidades de Fomento. De esta manera, se convoca a los ciudadanos a involucrarse en la realización de proyectos concretos de carácter ambiental, normalmente relacionados con el cuidado de su entorno inmediato en niveles territoriales locales. Consejo Consultivo de CONAMA y Consejos Consultivos de COREMA. La ley contempla la constitución del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional del Medio Ambiente y de los Consejos Consultivos de las respectivas Comisiones Regionales del Medio Ambiente, cuya función fundamental es absolver consultas y emitir opinión sobre los proyectos de ley y de decretos supremos que regulan los diferentes instrumentos de gestión ambiental contemplados en la ley. Estos Consejos Consultivos buscan la integración de distintos sectores de la vida nacional en la problemática medioambiental, generando una instancia de participación de la comunidad que convoca a entes ubicados fuera de la esfera estatal. La acción de estos Consejos Consultivos apunta a desarrollar la participación ciudadana en asuntos ambientales a través de representantes elegidos por organizaciones empresariales, laborales y de la sociedad civil. En tal sentido, su diseño es distinto a los mecanismos del sistema de evaluación de impacto ambiental o de elaboración de normas ambientales y de emisión y de planes de prevención y descontaminación, todos los cuales implican un llamado directo a la ciudadanía a intervenir en tales instrumentos de gestión ambiental. 56 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas En el caso del Consejo Consultivo de la CONAMA, está integrado por dos científicos propuestos por el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, dos representantes de organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro que tengan por objeto la protección del medio ambiente, dos representantes de centros académicos independientes, dos representantes del empresariado, dos representantes de los trabajadores y un representante del Presidente de la República. Todos estos consejeros son nombrados por el Presidente de la República por el plazo de dos años a partir de una quina que se le presenta. Específicamente, para la designación de los representantes de las ONGs, centros académicos independientes, empresarios y trabajadores, la CONAMA efectúa una convocatoria publicada en el Diario Oficial a las entidades respectivas a participar en el proceso de designación de consejeros, utilizando en el caso de los representantes de empresarios y trabajadores el criterio de la “organización más representativa”. A su turno, los Consejos Consultivos Regionales son integrados por representantes de la comunidad regional respectiva. Se componen de dos científicos, dos representantes de ONGs, dos representantes del empresariado, dos representantes de los trabajadores y un representante del Intendente regional. Estos consejeros son nombrados por el Intendente a proposición en nómina de las respectivas organizaciones o sindicatos más representativos de la región. Ley General de Urbanismo y Construcciones (Decreto Ley N° 458, de 1975 y modificaciones posteriores). Existe un mecanismo de participación ciudadana en el campo de la planificación urbana que se desenvuelve a través del proceso de aprobación de los planos reguladores comunales, contenido en la Ley General de Urbanismo y construcciones y detallado en la Ordenanza General de Construcciones y Urbanización (Decreto Supremo N° 47, de 1992, del Ministerio de vivienda y Urbanismo). Es importante señalar que la planificación urbana consiste legalmente en el proceso destinado a orientar y regular el desarrollo de los centros urbanos en función de una política nacional, regional y comunal de desarrollo socioeconómico (artículo 27). A lo anterior, hay que agregar además, el nivel intercomunal. En el nivel nacional, esta planificación es competencia del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, el que establece mediante reglamentos, normas específicas para los estudios, revisión, aprobación y modificación de los instrumentos normativos por medio de los cuales se aplica la planificación urbana en los niveles inferiores. En orden jerárquico, la planificación urbana se realiza por medio de planes regionales de desarrollo urbano, planes reguladores intercomunales y planos reguladores comunales. Los dos primeros están a cargo de la respectiva Secretaría Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo. La última es competencia de la municipalidad respectiva, así como aspectos parciales de los mismos llamados planes seccionales. 57 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas El proyecto de plano regulador comunal o su reforma, en su caso, comprende una memoria explicativa, un estudio de factibilidad de los servicios de agua potable y alcantarillado, la ordenanza local que lo regula y los planos que expresan gráficamente dicha ordenanza local (artículo 2.1.10). Mediante decreto del alcalde se fija fecha y lugar en que se expondrá al público el proyecto de plano regulador comunal. Esta comunicación se publica dos veces en un diario de la mayor circulación en la comuna. El período de exposición no puede ser inferior a treinta días y el plazo para que cualquier persona interesada pueda formular observaciones o indicaciones termina vencidos los quince días siguientes al término del periodo de exposición. El Concejo debe conocer y pronunciarse, ya sea aprobando o rechazando, cada una de las observaciones o indicaciones formuladas por los interesados, sobre la base de la evaluación efectuada por un asesor urbanista. Los acuerdos adoptados por el Concejo serán notificados a los respectivos autores de las observaciones e indicaciones. Sin embargo, estos no tienen un ulterior recurso en caso de disconformidad. En caso de acogerse e incorporarse nuevas materias o puntos al proyecto de plano regulador comunal o modificación del mismo, debe realizarse una nueva exposición pública por un plazo de quince días, abriéndose un nuevo período para formular observaciones, las que deberán, asimismo, ser resueltas por el Concejo. Por otra parte y, sin perjuicio de lo anterior, la Ley General de Urbanismo y Construcciones y su Ordenanza facultan a las municipalidades para crear comisiones con participación municipal y de particulares con el objeto de asesorar en el estudio, coordinación y elaboración del plano regulador comunal. Tal como se indica, se trata de procesos de consulta cuya activación queda a entero y exclusivo criterio de la autoridad. Por otra parte, los planos reguladores comunales deben someterse al sistema de evaluación de impacto ambiental (artículo 10 letra h, Ley de Bases Generales del Medio Ambiente), donde se abren nuevas instancias para que la ciudadanía participe formulando observaciones. Una vez resuelta la evaluación de impacto ambiental, la municipalidad debe remitir el proyecto, junto con un informe técnico de la respectiva Seremi de Vivienda y Urbanismo, al Gobierno Regional para su aprobación final. Ley de Protección y Desarrollo Indígena (Ley N° 19.253, de 1993). La Ley 19.253 estableció normas sobre protección, fomento y desarrollo de los indígenas, y creó la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena. Se trata de un primer reconocimiento a nivel legal de la existencia de diversidad étnica en la composición sociodemográfica del país. Si bien, esta ley no alcanza a consagrar un auténtico reconocimiento de los pueblos originarios que habitan en el territorio nacional, sus 58 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas disposiciones son congruentes con algunos principios ya existentes en países que han avanzado en reconocer su carácter multiétnico. Esta ley significó una recuperación parcial de esta tendencia, ya esbozada en la legislación anterior a 1973, y sofocada por la legislación individualista y asimilacionista dictada durante el régimen militar. En ella aun subsisten atisbos paternalistas y centralistas que someten a las colectividades indígenas a patrones típicos de homogeneidad nacional, en un contexto normativo en el que pugnan por aflorar espacios de reconocimiento identitario, autonomía y participación bajo conceptos propios del mundo indígena. En lo referido a participación, quizás el elemento definitorio de ella es la perspectiva colectiva o comunitaria y su vínculo indisociable de la tierra, todo ello propio de la forma de vida, costumbres y valores de los diferentes pueblos indígenas. En ellas, incluso las nociones de ciudadanía o de participación ciudadana, entendidas bajo las acepciones de la cultura y política occidentales, hacen cierta fricción con los conceptos y valores propios de cada etnia o, si se quiere, de cada “pueblo”. Como punto de partida, la ley establece el deber de la sociedad en general, y de las instituciones del Estado en particular, de respetar, proteger y promover el desarrollo de los indígenas, sus culturas, familias y comunidades, adoptando las medidas adecuadas para tales fines y proteger las tierras indígenas, velar por su adecuada explotación, por su equilibrio ecológico y propender a su ampliación (artículo 1º). A su turno, el Estado reconoce el derecho de los indígenas a. mantener y desarrollar sus propias manifestaciones culturales, en todo lo que no se oponga a la moral, a las buenas costumbres y al orden público. La ley agrega y redunda diciendo que el Estado tiene el deber de promover las culturas indígenas, las que forman parte patrimonio de la nación chilena (artículo 7º). Este conjunto de deberes estatales implica el reconocimiento jurídico y práctico del derecho a participar en la vida nacional que tiene cada individuo perteneciente a una colectividad indígena así como sus comunidades, grupos y organizaciones. El reconocimiento, respeto y protección legal de las culturas e idiomas indígenas refiere a aspectos que constituyen pilares básicos del concepto de participación entendido como un efectivo derecho de los indígenas. En esta perspectiva debe contemplarse el uso y conservación de los idiomas indígenas; el establecimiento de una unidad educativa programática que posibilite a los educandos acceder a un conocimiento adecuado de las culturas e idiomas indígenas y que los capacite para valorarlas positivamente; el fomento a la difusión en las radioemisoras y canales de televisión de las regiones de alta presencia indígena de programas en idioma indígena y apoyo a la creación de medios de comunicación indígenas; la existencia de cátedras de historia, cultura e idiomas indígenas en la enseñanza superior; la obligación del Registro Civil de anotar los nombres y apellidos de las personas indígenas en la forma como lo expresen sus padres y con las normas de transcripción fonética que ellos indiquen; y la promoción de las expresiones 59 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas artísticas y culturales y la protección del patrimonio arquitectónico, arqueológico, cultural e histórico indígena (artículo 28). Para la realización de estos objetivos, se podrá suscribir convenios con organismos públicos o privados de carácter nacional, regional o comunal, que tengan objetivos coincidentes con los señalados y, en especial, deberá involucrarse en estas materias a los gobiernos regionales y municipalidades. La ley indígena considera un Título especial referido a la participación. El artículo 34 dispone que los servicios de la administración del Estado y las organizaciones de carácter territorial, cuando traten materias que tengan injerencia o relación con cuestiones indígenas, deberán escuchar y considerar la opinión de las organizaciones indígenas. Más aun, en aquellas regiones y comunas de alta densidad de población indígena, estos deberán estar representados a través de sus organizaciones en las instancias de participación que se reconozca a otros grupos intermedios. Sin embargo, la ley advierte que esto podrá cumplirse “cuando así lo permita la legislación vigente”, lo que relativiza el sentido de la disposición. En cuanto a su organización propia, la ley reconoce y distingue las comunidades indígenas y las asociaciones indígenas. Las primeras son agrupaciones de personas pertenecientes a una misma etnia indígena que provengan de un mismo tronco común, reconozcan una jefatura tradicional, posean o hayan poseído tierras indígenas en común y/o provengan de un mismo poblado antiguo (artículos 9 a 11). Las asociaciones indígenas, por su parte, son agrupaciones voluntarias y funcionales, que se constituyen en función de algún interés u objetivo común (artículos 36 y 37). La misma ley provee procedimientos para que comunidades y asociaciones indígenas adquieran personalidad jurídica. En el caso específico de la administración de las áreas silvestres protegidas, ubicadas en las áreas de desarrollo indígena, se considerará la participación de las comunidades allí existentes. Se encomienda a la Corporación Nacional Forestal (CONAF) o al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y a la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), de común acuerdo, determinar en cada caso “la forma y alcance de la participación sobre los derechos de uso” que corresponda a las comunidades indígenas (artículo 35). El aspecto institucional más relevante de la ley es la creación de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) como un servicio público, funcionalmente descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, sometido a la supervigilancia del Ministerio de Planificación y Cooperación. Su domicilio y sede principal está en la ciudad de Temuco. Existen, asimismo, dos Subdirecciones Nacionales; una en la ciudad de Temuco y otra en la ciudad de Iquique. Direcciones regionales las hay en Cañete y otra en Osorno. A su vez, se establecen Oficinas de Asuntos Indígenas en Arica, San Pedro de Atacama, Santiago, Isla de Pascua y Punta Arenas, todo lo cual da cuenta de una concepción descentralizada del aparato público en 60 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas materias indígenas, con el favorecimiento que ello implica para una accesibilidad y una participación cercana en los asuntos que les conciernen. Expresamente, la ley reconoce a la CONADI como el organismo encargado de promover, coordinar y ejecutar, en su caso, la acción del Estado en favor de desarrollo integral de las personas y comunidades indígenas, espacialmente en lo económico, social y cultural, y de impulsar su participación en la vida nacional (artículo 39).49 El deber de estimular la participación de los indígenas en los planes y programas que les atañen es reiterado, luego, a propósito de la acción oficial en favor de los indígenas de los canales australes (artículo 74). Entre las funciones que le asigna la ley, compete también a la CONADI promover el reconocimiento y respeto de las etnias indígenas, de sus comunidades y de las personas que la integran; promover las culturas e idiomas indígenas y sistemas de educación intercultural bilingüe, en coordinación con el Ministerio de Educación; incentivar la participación y el desarrollo integral de la mujer indígena, en coordinación con el Servicio Nacional de la Mujer; mantener un Registro de Comunidades y Asociaciones Indígenas y un Registro Público de Tierras Indígenas. La dirección superior de la Corporación está a cargo de un Consejo Nacional, que considera la participación de integrantes representativos de las distintas etnias (artículo 41 letra d), sin que ello implique, en todo caso, la formación de una mayoría frente a los consejeros de confianza presidencial. Los miembros del Consejo Nacional son los siguientes: a) El Director Nacional de la Corporación, nombrado por el Presidente de la República, quien lo presidirá; b) Los Subsecretarios o su representante, especialmente nombrados para el efecto, de cada uno de los siguientes Ministerios: Secretaria General de Gobierno, de Planificación y Cooperación, de Agricultura, de Educación y de Bienes Nacionales; c) Tres consejeros designados por el Presidente de la República; d) Ocho representantes indígenas: cuatro mapuches, Un aimara, Un atacameño, un rapa nui y uno con domicilio en un área urbana del territorio nacional. Estos serán designados, a propuesta de las comunidades y asociaciones indígenas, por el Presidente de la República. los consejeros a que se refiere esta letra d) duraran cuatro años, pudiendo ser reelegidos. En el nivel de cada Subdirección nacional existe un Consejo Indígena, que cumple funciones de participación y consulta respecto de acciones, planes y programas, necesidades de coordinación de organismos públicos, sugerencias de mecanismos de participación y otras opiniones que le sean sometidas. Para su designación, la autoridad deberá “oír” a las comunidades y asociaciones indígenas con domicilio en las respectivas 49 El destacado es nuestro. 61 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas regiones. Cada Director Regional puede organizar también un Consejo Indígena de carácter asesor. La atribución conferida a la autoridad en la designación de estos consejeros hace que el concepto participativo más genuino tienda a deslavarse en la conformación de estos órganos asesores. La ley establece algunos organismos especiales en relación con problemáticas particulares de determinadas etnias, como es el caso de la Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua, integrada por representantes ministeriales, de la CORFO, De la CONAF y de la misma CONADI, más el Gobernador y el Alcalde de Isla de Pascua, y seis miembros electos de la comunidad rapa nui, uno de los cuales es el presidente del Consejo de Ancianos (artículo 68). Uno de los roles fundamentales de esta Comisión es colaborar en la administración del Parque Nacional de Isla de Pascua. La actividad de la CONADI se enriquece, además, con la administración del Fondo para Tierras y Aguas Indígenas, el Fondo de Desarrollo Indígena y la creación de Institutos de Cultura Indígena. El Fondo para Tierras y Aguas Indígenas permite subsidiar la adquisición de tierras por parte de personas y comunidades indígenas, con requisitos especiales para la postulación de estas últimas o partes de ellas; financiar otros mecanismos que permitan solucionar los problemas de tierras; constituir, regularizar o comprar de derechos de aguas y efectuar obras destinadas a obtener este recurso. El Fondo de Desarrollo Indígena tiene por objeto financiar programas especiales dirigidos al desarrollo de las personas y comunidades indígenas, tales como crédito, sistemas de capitalización y otorgamiento de subsidios en beneficio de las comunidades e indígenas individuales. Los Institutos de Cultura Indígena son organismos autónomos de capacitación y encuentro de los indígenas y desarrollo y difusión de sus culturas y, en tanto realizan tales acciones, puede afirmarse que estimulan y ejercen la participación reconocida en la ley. En otro orden de ideas, nociones participativas, asociadas al reconocimiento de la autonomía colectiva de los indígenas, puede encontrarse en el reconocimiento del valor jurídico de la costumbre indígena y su aplicación en juicios entre indígenas pertenecientes a una misma etnia, en la medida que no sea incompatible con la Constitución Política del Estado. Particularmente, en lo penal se la considerará cuando pudiere servir como antecedente para reducir la responsabilidad (artículo 54). En estas disposiciones hay una tímida aproximación a nociones de pluralismo jurídico que se encuentran mucho más desarrolladas en otros países de América Latina. 62 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Ley de Protección de los Derechos de los Consumidores (Ley 19.496 de 1997 y modificaciones posteriores). El solo reconocimiento del consumidor como un sujeto específico titular de derechos y obligaciones especiales (artículos 3º, 3º bis, 3º ter y 4º), implica insertar a los ciudadanos en una órbita específica de participación ciudadana legalmente reconocida. Los consumidores pueden actuar individual o colectivamente en ejercicio de sus derechos de información, reclamación y otros reconocidos en la ley. La participación colectiva puede darse a través de la integración en organizaciones para la defensa de los derechos de los consumidores (artículos 5º y siguientes). Las asociaciones de consumidores se definen como organizaciones constituidas por personas naturales o jurídicas, independientes de todo interés económico, comercial o político, cuyo objetivo es proteger, informar y educar a los consumidores en el ejercicio de su derechos y asumir la representación y defensa de los derechos de sus afiliados y de los consumidores que así lo soliciten. Además, las asociaciones de consumidores están facultadas para estudiar y proponer medidas encaminadas a la protección de los derechos de los consumidores, representar a sus miembros y ejercer las acciones que les competan. También pueden representar tanto el interés individual como el interés colectivo y difuso de los consumidores ante las instancias judiciales o administrativas, participar en los procesos de fijación de tarifas de los servicios básicos domiciliarios, conforme a las normas que los regulen (artículo 8º). La opción de interponer acciones para la defensa del interés colectivo o difuso de los consumidores es una novedosa y eficaz herramienta de participación ciudadana en el ámbito judicial. Fueron incorporadas por la ley 19.955 de 2004. Las acciones de interés colectivo son aquellas que se promueven en defensa de derechos comunes a un conjunto determinado o determinable de consumidores, ligados con un proveedor por un vínculo contractual. Las acciones de interés difuso son las que se promueven en defensa de un conjunto indeterminado de consumidores afectados en sus derechos (artículo 50). El juez competente para conocer estas acciones –al igual que las acciones individuales tradicionales– es el juez de policía local (artículo 50 A). Los procedimientos pueden iniciarse por demanda, denuncia o querella (artículo 50 B). La ley detalla y describe un procedimiento procesal especial para las acciones en defensa del interés colectivo o difuso. El procedimiento se divide en dos etapas: una previa, de declaración de la infracción al interés colectivo o difuso, y otra posterior, de condena o reparación (artículos 51 a 54 G). Esta clase de acciones busca compatibilizar los principios clásicos de un proceso racional y justo en el contexto de las relaciones interindividuales, que requieren la presencia de instituciones como el emplazamiento, el efecto relativo de las sentencias solo a las partes en juicio, con las necesidades del tráfico jurídico de masas, que requiere una protección especial frente a los riesgos y abusos previsibles que origina la posición predominante de los proveedores, normalmente más poderosos que los consumidores individualmente considerados. 63 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Finalmente, también posee un carácter participativo la creación de un Fondo Concursable destinado al financiamiento de iniciativas que las asociaciones de consumidores desarrollen en el cumplimiento de sus objetivos (artículo 11 bis). La ley encomienda a su reglamento determinar la composición del Consejo de Administración del Fondo, preservando la autonomía de las asociaciones de consumidores y de la gestión de los recursos. Así, dicho Consejo está integrado por un representante del Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC), un representante del Ministro de Economía, un representante de la División de Organizaciones Sociales (DOS), un representante de las organizaciones de la sociedad civil designado también por la DOS, un representante de las organizaciones comunitarias designado por la Asociación Chilena de Municipalidades, un representante designado por las asociaciones de consumidores y un académico experto en protección del consumidor designado por el Consejo de Rectores (artículo 6º Decreto Supremo Nº 37, de 2005, del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción). Ley de Juntas de Vecinos y demás Organizaciones Comunitarias (Ley 19.418 de 1995 y modificaciones posteriores). Uno de los pocos ámbitos donde existe una cierta estructura legal sistemática que podría ser vinculada a la participación ciudadana, si bien con notables insuficiencias, es el ámbito local o comunitario. En efecto, de acuerdo a la ley, las juntas de vecinos y demás organizaciones comunitarias están llamadas a expresar la participación de la ciudadanía en el nivel territorial más inmediato y cercano, constituido por la comuna o municipio y, en niveles microlocales, por las denominadas unidades vecinales. Sin embargo, la principal característica de esta normativa es que suscribe una visión privatista de las organizaciones vecinales y comunitarias. Como señaló el Tribunal Constitucional en su sentencia Nº 126 del 14 de mayo de 1991 —que declaró inconstitucional la norma del proyecto de ley de juntas de vecinos que sólo permitía la existencia de una junta de vecinos en cada unidad vecinal— las juntas de vecinos son “organismos de representación de las personas y no de gobierno comunal”. De esta manera se zanjó la controversia entre el gobierno de la Concertación que postulaba una noción de organizaciones vecinales heredera de la concepción de la primera Ley de Juntas de Vecinos N° 16.880 de 1968, dictada bajo el gobierno de Frei Montalva, que reconocía a las juntas de vecinos una función rectora en los asuntos comunitarios y una ingerencia en la estructura municipal. Bajo el gobierno militar esta ley se mantuvo “en suspenso”, designándose los dirigentes locales por la Intendencia regional y solo en vísperas de su término, en 1989, se derogó y reemplazó por una ley de organizaciones comunitarias que liberalizó y neutralizó la tradición de cooperación y gestión comunal que las juntas de vecinos tenían desde principios el siglo XX y que habían sido reconocida por la Ley 16.880. 64 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas De todos modos, la actual legislación reconoce a las juntas de vecinos como vehículo de expresión de los múltiples intereses de las personas, aunque les resta toda significación como espacios de participación política o pública. La ley sobre juntas de vecinos responde al concepto de un orden político en que los individuos, por sí mismos o en conjunto con otros, como titulares de derechos, interactúan con el Estado que, en sus distintos niveles, es el único ente dotado de atribuciones políticas. De acuerdo con la ley 19.418, las juntas de vecinos tienen por objeto promover el desarrollo de la comunidad, defender los intereses y velar por los derechos de los vecinos, y colaborar con las autoridades del Estado y de las Municipalidades. (artículo 2º letra b). Se les prohíbe además, perseguir fines de lucro y realizar actividades de proselitismo político o religioso, entendiéndose el vocablo ‘político’ en el sentido de partidista. En el artículo 42, se especifica el objetivo de las juntas de vecinos al señalar que persiguen “la integración, la participación y el desarrollo de los habitantes de la unidad vecinal”. Los medios otorgados, consisten en instancias concretas y acotadas al interés vecinal del ejercicio del derecho de petición que la Constitución reconoce a toda persona. El único elemento que contribuye a generar un espacio propio de participación, es la atribución legal conferida a la organización vecinal de la representación de los vecinos, pero esta característica pierde gran parte de su fuerza constitutiva de un espacio público participativo, si se tiene en cuenta el marco de fraccionamiento y dispersión de la organización vecinal. En efecto, si existen varias asociaciones en un mismo territorio vecinal, ya no se representa a los vecinos, entendidos como miembros de una comunidad territorial, sino sólo a aquellos que forman parte de la organización respectiva. En cuanto a las funciones que la ley les asigna, el artículo 43 en sus cuatro numerales, cada uno con sus respectivas letras, éstas son omnicomprensivas. A nivel vecinal, se les encomienda promover los derechos de las personas, desarrollar el espíritu de comunidad, cooperación y respeto a la diversidad, velar por la integración social de los más necesitados, promover el progreso urbanístico y la buena calidad de los servicios públicos. Se puede afirmar que existe un claro desequilibrio entre las funciones asignadas y la concepción institucional de las juntas de vecinos como simples asociaciones de individuos, que no tienen participación significativa en la definición, conducción y ejecución de las políticas públicas al nivel que les es propio: el comunal y vecinal. Si revisamos los verbos empleados para describir la participación de las juntas abundan los ‘emitir opinión’, ‘colaborar con la autoridad’, ‘propender a’, ‘proponer’, y ‘conocer’. Dentro de este panorama, sólo la institución del Fondo de Desarrollo Vecinal (artículo 45), abierto a las juntas de vecinos, implica un cierto espacio de participación autónoma y significativa para éstas, si bien la Ley de Municipalidades no hace exigible la provisión de este fondo en la aprobación del presupuesto municipal. 65 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Por su parte, las organizaciones comunitarias funcionales tienen por objeto (artículo 2º letra d) representar y promover valores e intereses específicos de la comunidad dentro del territorio de la comuna y están sujetas a las mismas prohibiciones que las juntas de vecinos; aunque la ley las concibe en un rol de relativa menor importancia, incluso como instrumentos aptos para conseguir los fines señalados a éstas últimas. (Ver artículo 43 Nº 1 letra a). En la práctica, el estatuto de la organización funcional ha sido útil para dar cobertura jurídica a múltiples expresiones asociativas emergentes, cuya vitalidad muchas veces contrasta con la realidad estática y carente de convocatoria de las juntas de vecinos más tradicionales. Por definición, las juntas de vecinos son asociaciones voluntarias; nadie puede ser obligado a pertenecer a ellas ni nadie puede ser impedido de retirarse. Funcionan sobre una base igualitaria o de no discriminación, pues a nadie, que reúna los requisitos legales o estatutarios, se le puede negar acceso. Los mismos principios rigen respecto de las organizaciones comunitarias funcionales. La ley dispone (artículo 5º inciso 3º) que sólo se podrá pertenecer a una junta de vecinos, lo cual limita la función representativa de los vecinos en las juntas. Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (ley 18.962, de 1989 y sus modificaciones). El sistema educacional chileno permite, en virtud de la libertad de enseñanza, que los particulares impartan cualquiera clase de enseñanza, debiendo regirse por la LOCE en el caso que se aspire al reconocimiento oficial en los niveles de la enseñanza básica y media. Los establecimientos educacionales tienen, asimismo, libertad para fijar planes y programas de estudios que consideren adecuados para el cumplimiento de los referidos objetivos fundamentales y contenidos mínimos obligatorios y los complementarios que cada uno de ellos fije. Como un rasgo que integra elementos de igualdad, equidad y participación cabe señalar aquí la función que la ley indígena (Ley 19.253) atribuye a la CONADI de desarrollar en las áreas de alta densidad indígena un sistema de educación intercultural bilingüe capaz de preparar a los educandos indígenas para desenvolverse en forma adecuada tanto en su sociedad de origen como en a sociedad global. Para ello, deberá coordinarse con los servicios u organismos del Estado que correspondan y realizar programas en conjunto con los Gobiernos Regionales, las municipalidades y organismos privados. 66 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas La LOCE establece los requisitos para el reconocimiento oficial de las instituciones de educación superior y señala que el Estado reconoce oficialmente cuatro tipos de instituciones de enseñanza superior: a) Universidades b) Institutos Profesionales c) Centros de Formación Técnica d) Establecimientos de Educación Superior de las Fuerzas Armadas y de Orden. En el caso de las Universidades, la ley Orgánica Constitucional de Enseñanza regula su reconocimiento oficial en su Título III, Párrafo 3°, artículos 44 y siguientes. Dichas normas establecen la forma de constitución de estas instituciones, los requisitos que deben cumplir para obtener el reconocimiento oficial y los pasos que se siguen en este proceso, el contenido mínimo de sus estatutos, lo relativo a sus modificaciones, y regula finalmente, la forma y casos en que procede la revocación del reconocimiento oficial. Las Universidades que no se creen por ley serán siempre corporaciones de derecho privado, sin fines de lucro. Cabe hacer presente, que la personalidad jurídica de estas instituciones la otorga el Ministerio de Educación. En el caso de las instituciones de educación superior que los particulares pueden crear, se debe distinguir entre aquellas estatales y privadas que cuentan con aportes fiscales directos y aquellas que no reciben aportes fiscales directos. Aunque el Estado chileno ha oscilado desde una política de apoyo a un número reducido de universidades públicas y privadas a una más abierta, las universidades siempre han tenido grados importantes de autonomía y autogestión. En este contexto, el financiamiento público se focaliza en instituciones de mayor complejidad y multifuncionalidad, estableciendo paralelamente instrumentos concursables que estimulan la calidad y eficiencia del conjunto de las instituciones. A su vez, para mejorar la equidad, se ha focalizado la ayuda, tanto de créditos y becas, según necesidad socioeconómica. La LOCE creó el Consejo Superior de Educación, que es un organismo autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propio, que se relaciona con el Presidente de la República a través del Ministerio de Educación. Sus funciones esenciales son: intervenir en el proceso de reconocimiento oficial de las universidades e institutos profesionales de carácter privado, correspondiéndole la doble función de aprobar el proyecto institucional respectivo y de certificar que la entidad en formación cuenta con los recursos suficientes para el desarrollo de sus tareas; ejercer las atribuciones que, en materia de verificación del desarrollo del proyecto institucional, 67 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas le confieren las disposiciones de la ley respecto de las universidades e institutos profesionales. Esta función comprende la potestad de recomendar al Ministro de Educación la aplicación de sanciones a las instituciones en proceso de acreditación; y servir como órgano consultivo del Ministerio en materias relacionadas con la aplicación de la ley. El Consejo tiene una composición y forma de integración que favorecen su independencia así como la participación de sus miembros con criterio académico y eminentemente técnico. Está integrado por el Ministro de Educación, que lo preside en caso de asistir, o el representante que este designe; un académico designado por los rectores de las universidades estatales chilenas; un académico designado por las universidades privadas que gozan de autonomía académica; un académico designado por los rectores de los institutos profesionales chilenos que gozan de autonomía académica; dos representantes de las Academias del Instituto de Chile; un académico designado por la Corte Suprema; un académico designado conjuntamente por el Consejo Superior de Ciencias y el Consejo Superior de Desarrollo Tecnológico; un académico designado por los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y el General Director de Carabineros; el Secretario Ejecutivo, sólo con derecho a voz y que ejerce como su ministro de fe. Le corresponde, además, cumplir los acuerdos del Consejo. Ley de Protección a Personas con Discapacidad. La Ley 19.284 establece normas para la plena integración social de personas con discapacidad y para velar por el pleno ejercicio de los derechos reconocidos por la Constitución y las leyes. Contiene normas específicas sobre equiparación de oportunidades, en lo relativo al acceso a la cultura, información, comunicaciones y espacio físico, promueve el acceso a la educación y la inserción y capacitación laborales (artículos 18 a 38). Para administrar el acceso a los beneficios establecido en la ley se crea el Registro Nacional de la Discapacidad (artículo 46). La ley crea una acción judicial especial de protección de las personas discapacitadas, ante los Juzgados de Policía Local, con el objeto de amparar a todo aquel que sufra discriminación o amenaza en el ejercicio de los derechos y beneficios consagrados en la ley, y que se adopte de inmediato las medidas para asegurar y restablecer su derecho afectado (artículo 48). La ley crea el Fondo Nacional de la Discapacidad (FONADIS) como organismo de derecho público, autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio, destinado a financiar ayudas técnicas a discapacitados de escasos recursos o a organizaciones sin fines de lucro que los atiendan, y planes, programas y proyectos orientados a la prevención, diagnóstico, rehabilitación e integración social de personas discapacitadas, ejecutados por instituciones estatales o por entidades sin fines de lucro cuyo objeto sea la atención a personas con discapacidad (artículos 52 a 56). El FONADIS está dirigido por un Consejo presidido por el Ministro de MIDEPLAN e integrado por los Ministros de Educación, Salud, 68 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Vivienda y Urbanismo, Transportes y Telecomunicaciones o sus representantes y, además por cuatro representantes de organizaciones de personas con discapacidad que no persigan fines de lucro y, además, por un representante del sector empresarial, uno de los trabajadores y dos de instituciones de beneficencia dedicadas a atender a personas con discapacidad (artículo 57). Ley de Prevención del Virus de Inmunodeficiencia Humana. La ley N° 19.779 de 2001, trata la prevención, diagnóstico y de la infección del VIOH y el acceso y libre e igualitario ejercicio de los derechos de la spersona s portadoras y enfermas, sin discriminaciones. El derecho a participar en el contexto de esta ley se refiere a la garantía que tienen las personas portadoras de VIH o enfermas de Sida de no ser discriminadas en sus derechos, específicamente en lo referido a impedir que se condicione la contratación de trabajadores, su permanencia, renovación o promoción en el empleo en el sector público y privado a los resultados del examen de detección del VIH, ni que se exija dicho examen para tales fines. Tampoco puede condicionarse el ingreso de una persona a un establecimiento educacional ni la permanencia o promoción en él a someterse a dicho examen ni a exigírselo para tales fines. Ley Orgánica del Fondo de Solidaridad e Inversión Social, FOSIS (Ley 18.989, de 1990). Esta ley creó el Ministerio de Planificación y Cooperación, MIDEPLAN y, dentro de su estructura, el Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS), como un servicio público autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio, que se relaciona con el Presidente de la República a través de MIDEPLAN (artículo 7º) . Su finalidad es financiar planes, programas, proyectos y actividades especiales de desarrollo social, coordinándose con otras reparticiones del Estado, en especial con el Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR). En cumplimiento de su objetivo, el FOSIS tiene entre sus funciones especiales contribuir a la erradicación de la extrema pobreza y el desempleo, preocuparse por la situación de grupos de menores ingresos y en estado de riesgo social, en especial de los jóvenes, procurar el mejoramiento de las condiciones de trabajo y producción de los sectores de menores ingresos y propender al desarrollo de los sectores más pobres de las áreas rurales (artículo 9º). Desde la perspectiva de la participación, el FOSIS tiene también como función apoyar la participación de los propios afectados por la pobreza en la solución de sus problemas (artículo 9º letra d). Asimismo, la asignación de sus recursos debe considerar, en forma preferente, los requerimientos que provengan de las regiones y localidades que 69 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas presenten los más elevados índices de aislamiento, marginalidad y pobreza (artículo 9º inc. final). La dirección superior del Fondo corresponde a un Consejo. Este Consejo se integra por tres autoridades (el Ministro de MIDEPLAN, el subsecretario de la SUBDERE, una funcionaria de alto nivel en el área de la mujer) y por cuatro consejeros designados por el Presidente de la República, debiendo incluir entre estos a un representante de una universidad, a uno de los trabajadores y uno del sector empresarial. La representatividad de estos personeros es relativa, toda vez que pese a provenir de actividades del mundo económico y social, su universo de selección es restringido y la designación corresponde al criterio unipersonal del Ejecutivo. Una de las principales atribuciones del Consejo del FOSIS es proponer al Presidente la designación de su Director Ejecutivo. Ley del Instituto Nacional de la Juventud (Ley 19.042). El Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) es un servicio público funcionalmente descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, que se relaciona con el Ejecutivo a través del Ministerio de Planificación y Cooperación. Se define como un organismo técnico encargado de colaborar con el Ejecutivo en el diseño, la planificación y la coordinación de las políticas relativas a los asuntos juveniles. Entre sus funciones específicas está “estimular el conocimiento y la participación de los jóvenes, promoviendo y financiando estudios, trabajos, campañas, seminarios y otras iniciativas similares (artículo 2° letra e). El Director Nacional del INJUV cuenta con la asesoría de un Consejo integrado por diez personas, designadas por el Presidente de la República y de su confianza, al que le corresponde analizar acciones, planes y programas, hacer las sugerencias que estime conveniente, formular observaciones y proposiciones y, en general, dar su opinión sobre las materias en que se solicite su colaboración (artículo 7°). Ley de Pesca y Acuicultura (Ley 18.892 y modificaciones posteriores).50 Esta ley contempla formas de participación de la comunidad en organismos con competencias económicas, sociales y ambientales relacionadas con la actividad pesquera y acuícola. Estos organismos son el Consejo Nacional de Pesca, los Consejos Zonales de Pesca y los Consejos Regionales de Pesca. El Consejo Nacional de Pesca tiene por función contribuir a hacer efectiva la participación de los agentes del sector pesquero a nivel nacional en materias relacionadas Véase Decreto Supremo Nº 430 de la Subsecretaría de Pesca del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, publicado en el Diario Oficial de 21 de enero de 1992, que contiene el texto refundido, coordinado y sistematizado de la Ley de Pesca y Acuicultura. 50 70 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas con la actividad relacionada con la pesca y acuicultura. Tiene facultades resolutivas, consultivas y asesoras determinadas en la ley y está facultado para emitir opiniones, recomendaciones, proposiciones e informes técnicos a la Subsecretaría de Pesca del Ministerio de Economía (artículo 145). Está presidido por el Subsecretario de Pesca e integrado por representantes del sector público (tres jefes de servicios), del sector privado (cinco representantes del sector empresarial), del sector laboral (siete representantes elegidos por las organizaciones respectivas), del sector pesquero artesanal (cinco representantes elegidos por las organizaciones respectivas), más siete consejeros designados por el Presidente de la República con acuerdo del Senado. Los Consejos Zonales de Pesca tienen por finalidad contribuir a descentralizar las medidas administrativas de la autoridad y hacer efectiva la participación de los agentes del sector pesquero en dicho ámbito territorial y marítimo. Están integrados por representantes del sector público, del sector privado y de la sociedad civil, incluyendo representantes de universidades o institutos profesionales de la zona y de personas jurídicas sin fines de lucro dedicadas a la defensa del medio ambiente, a la preservación de los recursos naturales o a la investigación en estas áreas, designados por el Presidente de la República (artículo 152). Finalmente, los Consejos Regionales de Pesca tienen por función identificar los problemas del sector pesquero en el nivel regional, promover debates y propuestas de solución y realizar informes técnicos destinados a ilustrar las deliberaciones y decisiones del respectivo Consejo Zonal de Pesca y de la misma Subsecretaría. Se integran de manera similar a los Consejos Zonales (artículos 154 y 155). La estructura prescrita en la ley para la integración de estos Consejos parece responder al concepto de participación denominado “concertación social”, esto es, la constitución de un espacio de diálogo y consenso entre los diferentes agentes del proceso productivo, básicamente empleadores y trabajadores, más el Estado en un rol arbitral y conductor de la política pública, en este caso, sectorial. A ello, se agregan actores del mundo académico y de la sociedad civil dedicada a cuestiones ambientales, aportando conocimiento y complejidad al debate de intereses. En todo caso, la participación ciudadana en este campo es relativamente débil, pues predominan los representantes del sector público y del sector productivo empresarial. Ley del Deporte (Ley 19.712, de 2001) La ley comienza definiendo el deporte como un “medio de desarrollo integral de las personas”, comprendiendo “cualquier manifestación educativo-física, general o especial, realizada a través de la participación masiva, orientada a la integración social, al desarrollo comunitario, al cuidado o recuperación de su salud y a la recreación, como asimismo, aquella práctica de las formas de actividad deportiva o recreacional que utilizan la competición o espectáculo como su medio fundamental de expresión social”. 71 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Hay toda una inspiración participativa en la declaración legal del artículo 2º de la ley: “Es deber del Estado crear las condiciones necesarias para el ejercicio, fomento, protección y desarrollo de las actividades físicas y deportivas, estableciendo al efecto una política nacional del deporte, orientada a la consecución de tales objetivos. El Estado promoverá las actividades anteriores a través de la prestación de servicios de fomento deportivo y de la asignación de recursos presupuestarios, distribuidos con criterios regionales y de equidad, de beneficio e impacto social directo, que faciliten el acceso de la población, especialmente niños, adultos mayores, discapacitados y jóvenes en edad escolar, a un mejor desarrollo físico y espiritual”. La política nacional del deporte deberá ajustarse a las disposiciones de la ley, reconociendo y fomentando el ejercicio del derecho de las personas a organizar, aprender, practicar, presenciar y difundir actividades físicas y deportivas. Asimismo, buscará la coordinación de la Administración del Estado y de los grupos intermedios de la sociedad, destinada a impulsar, facilitar, apoyar y fomentar tales actividades físicas y deportivas en los habitantes del territorio nacional, en comunidades urbanas y rurales, como también a promover una adecuada ocupación de los lugares públicos y privados adecuados para estos fines. Se resguardará la autonomía de las organizaciones deportivas y la libertad de asociación, fundada en los principios de descentralización y de acción subsidiaria del Estado (artículo 3º). La ley crea el Instituto Nacional del Deporte (artículos 10 y siguientes), organismo descentralizado del Estado, dirigido y administrado por un Consejo Nacional, por consejos consultivos regionales con integración de los estamentos, disciplinas y organizaciones concernidos. Sus funciones fundamentales son proponer la política nacional de deportes, promover la cultura deportiva en la población, asignar recursos para el desarrollo del deporte y fomentar el desarrollo y supervigilar las organizaciones deportivas en los términos que establece la ley. Se reconoce y regula distintos tipos de organizaciones deportivas, entre ellas los clubes deportivos, las ligas deportivas, las asociaciones deportivas locales y regionales, los consejos locales de deportes, las federaciones y confederaciones y el Comité Olímpico de Chile (artículo 32). Se establece un Fondo Nacional para el Fomento del Deporte (artículos 41 y siguientes) cuyos recursos se distribuyen mediante concursos destinados a financiar, entre otros, planes, programas, proyectos y actividades deportivas de fomento de la educación física, la capacitación y perfeccionamiento deportivos, el deporte escolar y recreativo, las competiciones comunales, provinciales, regionales y nacionales. Se crea un mecanismo de donaciones con fines deportivos cuyos beneficiarios pueden ser las organizaciones deportivas que cuentan con un beneficio tributario consistente en un crédito contra el impuesto a la renta del donante contribuyente. Ley de Donaciones con Fines Sociales (Ley 19.885 de 2003) 72 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Esta ley, que “norma el buen uso de las donaciones a personas jurídicas”, por una parte, crea ciertos beneficios tributarios para entidades que hacen donaciones a instituciones que prestan servicios directos a personas de escasos recursos o discapacitadas y, por otra, establece beneficios tributarios a las donaciones destinadas a entidades de carácter político. Además, crea un “fondo mixto de apoyo social” y regula aspectos generales que afectan a las donaciones ligadas a otros incentivos tributarios, en otras materias. El incentivo tributario consiste en que los contribuyentes del impuesto de primera categoría, que declaran su renta efectiva en base a contabilidad completa, que no sean empresas del Estado o en las que éste tenga participación pueden hacer donaciones en dinero, con un cierto límite, a entidades que tengan la forma legal de corporaciones o fundaciones, constituidas según el Código Civil, cuya finalidad estatutaria y actividad real sea proveer directamente servicios a personas de escasos recursos o discapacitadas. Los contribuyentes que hagan uso de esta franquicia podrán deducir el 50% de la donación como crédito contra su impuesto, y el 50% restante podrán rebajarlo como gasto. La donación debe dirigirse a financiar proyectos o programas de las mencionadas organizaciones que realicen servicios que respondan a necesidades de alimentación, alojamiento, salud, mejoramiento de oportunidades educacionales o laborales, prevención o mitigación de problemas tales como drogadicción, violencia intrafamiliar, discapacidad, y la promoción de derechos sociales, entre otros. Un aspecto esencial de esta ley es que obliga a los donantes a destinar al menos el 33% de la donación al “fondo mixto de apoyo social” que la misma ley crea y que tiene una finalidad redistributiva, en el sentido de aportar sus recursos a fundaciones y corporaciones incorporadas al mencionado registro y a organizaciones comunitarias funcionales o territoriales que sean calificadas para participar en dicho fondo. La función del fondo mixto es calificar a las entidades sin fines de lucro que pueden optar a estos recursos, aprobar criterios, requisitos y prioridades de los proyectos a ser financiados, calificar y adjudicar los recursos. Es administrado por un Consejo integrado por el Ministro de Planificación y Cooperación o su representante, quien lo preside; el Secretario Ejecutivo del Fondo Nacional de la Discapacidad (FONADIS) o su representante; el Subsecretario General de Gobierno o su representante; el Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio o su representante y tres personalidades destacadas en materias de atención a personas de escasos recursos o discapacitados, elegidas por las corporaciones o fundaciones incorporadas al registro de instituciones calificadas por el Consejo como potenciales donatarias establecido en la misma ley (artículo 5º). Los consejeros elegidos de entre las organizaciones de la sociedad civil se renovarán cada dos años. También se debe elegir por lo menos a tres suplentes. 73 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Esta ley, la más reciente en materia de beneficios tributarios, cumplió parcialmente el objetivo de ampliar las opciones de destinación de las donaciones hacia fines sociales. Sin embargo, los restringió a aquellos que “provean directamente servicios a personas de escasos recursos o discapacitadas”, manteniendo una orientación individualista y asistencial, que excluye a muchas entidades que se plantean otras finalidades de beneficio público, lo cual reduce aspectos significativos de la participación ciudadana tal como se comprende en el mundo contemporáneo. Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT), Decreto con Fuerza de Ley Nº 33, de 1981. Este cuerpo legal establece el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, integrado por el Ministro de Educación, que lo preside, el Ministro de Hacienda y el Ministro de Mideplan. Es decir, es un organismo enteramente político y controlado por el Ejecutivo. Su dirección administrativa se realiza a través de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT). Bajo el referido Consejo Nacional existe una estructura dual dedicada a asignar los recursos del Fondo de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) y cumplir las demás funciones de esta institución. Esta estructura dual está conformada por los siguientes órganos: a) b) El Consejo Superior de Ciencia, integrado por siete miembros de designación presidencial; se renuevan dos cada año, a propuesta en terna de los miembros en ejercicio, definidos por el Presidente de la República; y El Consejo Superior de Desarrollo Tecnológico, integrado por cinco miembros: el presidente de la CONICYT, un miembro del Consejo Superior de Ciencia y tres miembros designados por el Presidente de la República, a propuesta en terna de los miembros en ejercicio de este mismo Consejo. Es decir, en estos dos Consejos hay una designación representativa de los sectores profesionales concernidos, pero se generan mediante un sistema de cooptación, que tiende a reproducir los puntos de vista del Consejo ya instalado. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Ley N° 19.891 de 2003). El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes es definido por la ley como un servicio público autónomo, descentralizado y territorialmente desconcentrado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, vinculado administrativamente con el Ministerio de Educación. 74 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas El Consejo tiene por objeto apoyar el desarrollo de las artes y la difusión de la cultura, contribuir a conservar, incrementar y poner al alcance de las personas el patrimonio cultural de la Nación y promover la participación de éstas en la vida cultural del país (artículo 2º).51 Se observa que el Consejo tiene una función primordial de fomento del quehacer artístico-cultural del país, pero a ello no le es ajeno el componente participación. En esta misma línea, entre las funciones específicas acordadas al Consejo se encuentran la de: 1) “Apoyar la participación cultural y la creación y difusión artística, tanto a nivel de las personas como de las organizaciones que éstas forman y de la colectividad nacional toda, de modo que encuentren espacios de expresión en el barrio, la comuna, la ciudad, la región y el país, de acuerdo con las iniciativas y preferencias de quienes habiten esos mismos espacios” (artículo 3º Nº 3); y la de 2) “Facilitar el acceso a las manifestaciones culturales y a las expresiones artísticas, al patrimonio cultural del país y al uso de las tecnologías que conciernen a la producción, reproducción y difusión de objetos culturales” (artículo 3º Nº 4). Por otra parte, la ley recoge en esta materia un principio de equidad territorial que ya está consagrando a nivel constitucional en lo relativo a la regionalización, al ordenar que en el cumplimiento de sus funciones, el Consejo observe como principio básico “la búsqueda de un desarrollo cultural armónico y equitativo entre las regiones, provincias y comunas del país” y, en especial, vele por “la aplicación de dicho principio en lo referente a la distribución de los recursos públicos destinados a la cultura”. La estructura del Consejo es más novedosa que la de otros entes estatales creados en épocas o en años anteriores. En efecto, la dirección superior del Consejo Nacional corresponde a un Directorio integrado por el presidente del Consejo, que tiene rango de Ministro de Estado, por el Ministro de Educación y el de Relaciones Exteriores. Además, lo integran tres personalidades de la cultura designadas por el Presidente de la República a propuesta de las organizaciones culturales del país, más dos personalidades de la cultura designadas por acuerdo del Senado, también a propuesta de las organizaciones culturales del país; completan el Consejo dos académicos: uno designado por el Consejo de Rectores y otro por las universidades privadas autónomas; y un Premio Nacional elegido por sus pares (artículo 5º). 51 El destacado es nuestro. 75 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Dicho Directorio es asesorado por un Comité Consultivo Nacional, integrado por quince personas “de reconocida trayectoria y experiencia en las distintas áreas de la creación artística, el patrimonio cultural, la actividad académica y la gestión cultural”. Siete de ellas provienen de la creación artística, concretamente de cada uno de los ámbitos de las artes musicales, artes visuales, artes audiovisuales, teatro, danza, literatura y artes populares; dos provienen del ámbito del patrimonio cultural; dos representan las culturas indígenas, y cuatro provienen de las universidades, las industrias culturales, la gestión de corporaciones y fundaciones de derecho privado y la empresa privada. Los integrantes del Comité Consultivo son designados por el Directorio a propuesta de las correspondientes organizaciones o instituciones que posean personalidad jurídica vigente, y durarán dos años en sus funciones, no pudiendo ser designados para un nuevo período consecutivo (artículo 12). Junto con destacar la inspiración abierta de este diseño organizacional en un ente público de alto nivel, lo que sugiere mayor interés es la configuración del Directorio del Consejo Nacional. Se producen en este esquema, al menos, dos cosas que no están presentes en la estructura de otros organismos colegiados con los que podría ser comparado: a) la decidida apertura hacia las organizaciones de la sociedad civil –en este caso, las de carácter cultural– concernidas en la materia; y b) el hecho que la mayoría del Consejo la hacen los agentes culturales y no la alta burocracia estatal. De este modo, tiende a incorporarse con más fuerza decisoria la participación en lo público de la comunidad ligada a las artes y a la cultura en general. La Ley 19.891 recoge dos Fondos creados previamente e integrados a la dinámica sistémica en el área artístico-cultural que pretende imprimir la acción superior del Consejo Nacional: el Fondo de Fomento del Libro y la Lectura (creado por la Ley 19.227 de 1993) y el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART), cuyo texto actualizado está en los artículos 28 y siguientes de la misma Ley 19.891. Estos Fondos son administrados por el CNCA, estableciéndose sistemas de evaluación por especialistas y de selección por jurados que garantizan decisiones a base de criterios objetivos e imparciales. Ley de Atención a la Niñez y Adolescencia mediante Red de Colaboradores de SENAME (Ley 20.032 de 2005). Esta ley tiene establece la forma y condiciones en que el Servicio Nacional de Menores (SENAME) reconoce y otorga subvenciones estatales a sus colaboradores acreditados. Se entiende que son colaboradores acreditados las personas jurídicas sin 76 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas fines de lucro que sean reconocidas como tales por el SENAME, en la forma y condiciones exigidas por la ley y su reglamento, que tengan por objeto desarrollar una o más de las siguientes líneas de acción: 1) oficinas de protección de los derechos del niño, niña y adolescente; 2) centros residenciales; 3) programas, y 4) diagnóstico. La ley incorpora de esta manera a organizaciones sin fines de lucro a la tarea social de protección de la infancia y adolescencia más vulnerable. El SENAME debe velar para que la acción desarrollada por los organismos colaboradores acreditados respete y promueva los derechos fundamentales de los niños, niñas y adolescentes sujetos de atención y se ajuste a lo dispuesto en las leyes relacionadas con la labor que desempeñan. Entre los principios a que debe sujetarse la acción del SENAME y de sus colaboradores acreditados están algunos que inciden directamente en una forma de trabajo participativa. Así, el artículo 3° de la ley señala entre ellos el respeto y la promoción de los derechos humanos de las personas menores de dieciocho años contenidos en la Constitución Política de la República, las leyes vigentes, la Convención sobre los Derechos del Niño y los demás instrumentos internacionales; la promoción de la integración familiar, escolar y comunitaria del niño, niña o adolescente y su participación social, y la profundización de la alianza entre las organizaciones de la sociedad civil, gubernamentales, regionales y municipales, en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas públicas dirigidas a la infancia y a la adolescencia. Para el otorgamiento de la subvención, el SENAME llamará a concurso de proyectos relativos a las diversas líneas de acción reguladas en la ley. Una vez seleccionados los proyectos, el SENAME celebrará con los respectivos colaboradores acreditados un convenio. Las autoridades del SENAME deberán dar un trato igualitario a todos los colaboradores acreditados, resguardando siempre la transparencia de los procedimientos empleados. Queda expresamente prohibida toda arbitrariedad al determinar los montos de subvención que serán ofrecidos en cada llamado a licitación, y al escoger el proyecto seleccionado para recibir la subvención. Finalmente, cabe agregar que la ley beneficia la subvención que perciban los colaboradores acreditados del SENAME y las donaciones y otros ingresos que reciban o generen con una exención total del impuesto a la renta, en cuanto sean utilizadas para el desarrollo de las líneas de acción establecidas en la ley. Ley sobre Asociaciones Gremiales (Decreto Ley 2757 de 1979 y modificaciones posteriores). La ley reconoce a las asociaciones gremiales como una forma de organización que goza de personalidad jurídica y que tienen por objeto promover la racionalización, desarrollo y protección de las actividades que le son comunes, en razón de su profesión, 77 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas oficio o rama de la producción o de los servicios, y de las conexas a dichas actividades comunes. La ley ordena que los colegios profesionales existentes deben convertirse en asociaciones gremiales, perdiendo con ello privilegios tales como la afiliación obligatoria e ingreso a las profesiones y el control de su ejercicio ético. Las asociaciones gremiales se encuentran bajo el control y fiscalización del Ministerio de Economía. Están constituidas por personas naturales en número no inferior a 25 y/o por personas jurídicas en número no inferior a cuatro. Son organizaciones sin fines de lucro, esto es, no pueden distribuir entre sus socios ningún tipo de utilidad o beneficio económico; sin perjuicio de ellos, están habilitadas para realizar todo tipo de actividades económicas de conformidad a la ley. Los socios, consecuentemente, solo pueden recibir beneficios de tipo moral, ideal o de bienestar gremial. Las asociaciones gremiales pueden agruparse en federaciones y confederaciones. En estos casos, agrupan a asociaciones de base en un nivel o perspectiva territorial de mayor nivel, sea provincial, regional o nacional. En estos casos su representatividad respecto de los intereses de las profesiones, actividades productivas o de servicios crece, favoreciendo su legitimidad para establecer interlocuciones con entidades públicas y privadas y realizar una función de representación general de los intereses de sus respectivos sectores. Naturalmente, las asociaciones gremiales representan “gremios”, es decir, sectores específicos del quehacer profesional, económico, social o cultural, que tienen también rasgos particularistas y corporativos. Por ello, las asociaciones gremiales son instrumentos asociativos que reflejan el poder y capacidad de diversos sectores para hacerse oír e influir en las esferas públicas o estatales. Por ello, se hace necesaria una regulación de su incidencia (v. gr. proyecto de ley sobre “lobby”) que asegure publicidad y transparencia de sus actuaciones frente a las autoridades legislativas y de gobierno, pues de otro modo, el derecho a participar de los distintos sectores del quehacer nacional se convierte inevitablemente en privilegio desigual e inequitativo respecto de otros sectores que no tienen iguales oportunidades de acceso a dichas autoridades. El derecho de asociación y las figuras legales de organizaciones de la sociedad civil reconocidas en la ley chilena. No se desarrolla en este trabajo el detalle particular de las figuras asociativas que reconoce la legislación chilenas,52 sin perjuicio de haber dejado establecido en un apartado Véase, entre otros, Viveros, Felipe. “Legislación vigente para el sector privado y sin fines de lucro en Chile”, en Oliveira, Anna-Cynthia (ed.), Marco regulador de las organizaciones de la sociedad civil en Sudamérica, ICNL, BID y PNUD, Washington D.C., 1997. 52 78 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas precedente la íntima relación y condición que tiene para el ejercicio de la participación ciudadana el reconocimiento y vigencia de la libertad y derecho de asociación (artículo 19 N° 15 CPE). De todas maneras, cabe dejar constancia, de manera sinóptica el “menú” legal que ofrece los tipos de organizaciones que sustentan en buena medida las acciones e iniciativas participativas de la sociedad civil chilena. La matriz legal básica la constituye la normativa del Título XXXIII del Libro I del Código Civil (artículos 545 y siguientes); en ella se regulan las dos formas básicas y tradicionales de organizaciones de derecho privado sin fines de lucro: corporaciones y fundaciones de derecho privado. Las primeras caracterizadas por su estructura asociativa (una asociación de personas unidas de manera estable por un fin moral o ideal); las segundas caracterizadas por constituir esencialmente un patrimonio o un fondo destinado a un fin ideal de carácter benéfico. La concesión de personalidad jurídica corresponde actualmente al Ministerio de Justicia y las condiciones para su otorgamiento, las modificaciones de estatutos, la disolució, la fiscalización y las reglas mínimas de organización interna están reguladas en el Reglamento sobre Concesión de Personalidad Jurídica a Corporaciones y Fundaciones, contenido en el Decreto Supremo Nº 110 de 1979 del Ministerio de Justicia. Legislaciones más modernas y menos regalistas han ido configurando en el tiempo la actual normativa que regula a otras especies de entidades, como las organizaciones comunitarias territoriales y funcionales, las organizaciones indígenas, las organizaciones deportivas, las asociaciones gremiales y las iglesias y organizaciones religiosas, todas las cuales cuentan con legislación orgánica completa53, y otras como las organizaciones de consumidores y las organizaciones ciudadanas ambientales, que son reconocidas por la ley pero cuyo estatuto no es desarrollado en forma sistemática. En un plano distinto, en el contexto de la producción y las empresas, encontramos, desde luego, a las organizaciones sindicales de larga trayectoria histórica, con sus federaciones, confederaciones y centrales y, en el contexto de una tradición de autogestión, democracia económica y solidaridad, a las cooperativas, las organizaciones mutuales y, más recientemente, las organizaciones económicas populares, estas últimas con un bajo grado de institucionalización. También en un plano sectorial específico destacan las asociaciones de aguas, de regadío y de canalistas, reconocidas en el Código de Aguas, y las comunidades agrícolas, que reconocen un fenómeno muy peculiar del ciertos áreas rurales entre los valles del Choapa y el Aconcagua. 53 Algunas de dichas leyes revisadas en el cuerpo de este trabajo. 79 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas Conclusión Como queda registrado en las páginas precedentes, puede apreciarse que en el ordenamiento jurídico chileno la participación, en tanto, derecho fundamental, tiene suficientes fundamentos constitucionales, claramente identificables, pero que ello no convierte al sistema político chileno en uno que practica y reclama con entusiasmo la participación en las distintas esferas de la vida nacional. Por su parte, diversas leyes específicas establecen normas que habilitan formas particulares de participación de la ciudadanía y que determinan la conformación de organismos públicos colegiados con funciones y atribuciones en diversos campos sectoriales o relativas a determinados sujetos de regulación, que tienden a plasmar la participación en diversos niveles y con diversa intensidad. Los niveles territoriales más destacados se refieren a los ámbitos de las regiones y de las comunas, que poseen una regulación orgánica en el contexto de la división políticoadministrativa del país. Sin embargo, esta cobertura territorial extensiva contrasta con el alcance de las funciones y atribuciones de los órganos de participación contemplados en las leyes respectivas (consejos económico sociales provinciales y consejos económico sociales comunales), institucionalmente muy débiles pues poseen funciones solo consultivas o de opinión y cuya convocatoria y funcionamiento quedan entregados al jefe político de la respectiva provincia o comuna, agente político que no representa la expresión de la ciudadanía organizada ni, por lo general, está interesado en promoverla o activarla. Por otra parte, también en el ámbito local, las juntas de vecinos perdieron desde el régimen militar en adelante el carácter de asociación rectora y representativa del conjunto de los intereses de las comunidades y barrios, para convertirse en organismos locales más o menos vulgares, sin prerrogativas dentro ni frente a los gobiernos comunales. En muchos casos, CESCOS y juntas de vecinos caen en el desuso en buena medida por la desconsideración práctica a que las someten los alcaldes, o se pierden en la pluralidad de otras organizaciones con cuyas demandas y proyectos se ven obligadas a competir o, simplemente, reflejan un activo ciudadano que corresponde a antiguas generaciones de miembros y dirigentes que naufragan ante el general escepticismo e individualismo organizacional o ante nuevas ofertas de organización y participación más propias de la sociedad de consumo, mediática y virtual. Más aun, el hecho que la LOC de Municipalidades contenga un capítulo especial sobre participación ciudadana no significa que ella se encuentre regulada de manera sistemática en este nivel de la institucionalidad administrativa ni menos que se encuentre arraigada en las prácticas de los gobiernos locales. La aludida ley dispone simplemente cuáles son los mecanismos de participación con que debe cumplir toda municipalidad, estableciendo de este modo una base mínima para todas las comunas. Hay consenso a nivel estatal (SUBDERE) y de analistas de diversos sectores respecto que los instrumentos legales de participación no impactan en la gestión participativa, toda vez que los mismos municipios reflejan una baja valoración de los mismos como instancias efectivas de encuentro con los ciudadanos, el alto costo organizacional o financiero que 80 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas ellos implican y el escaso interés de base por participar. Este es un nudo difícil de resolver en el que el impulso debería estar dado por autoridades políticas y jefes funcionarios que respeten y promuevan con honestidad el derecho a participar. En ámbitos sectoriales específicos, se puede decir que la participación en el área ambiental es la que tiene un mayor desarrollo institucional, si bien con deficiencias en las posibilidades efectivas de la comunidad de movilizarse y hacer frente, en condiciones de igualdad, al poder empresarial y de los inversionistas. Los puntos de vista e intereses de la comunidad suelen lesionarse, a veces tras largas batallas judiciales, administrativas y de opinión pública, en un campo donde la actitud de las autoridades de gobierno ha coincidido tácita y a veces expresamente con la agenda e intereses de los consorcios empresariales, manifestándose una permanente ambigüedad y discriminación. Un factor auspicioso lo constituye la reciente dictación de la Ley sobre Transparencia y Acceso a la Información Pública. Esta ley viene a resolver un vacío importante y una cierta contradicción en la aplicación de la legislación ya existente referida a la probidad y transparencia públicas, por una parte, y al ejercicio de la libertad de opinión y de informar, por otra. Los instrumentos internacionales consideran el derecho a la información, en general, como un componente de la libertad de expresión y pilar del régimen democrático de gobierno. Hablar de libertades públicas implica, en esencia, poder expresarse y opinar, y junto con ello, poder buscar y recibir la información que sea preciso. La información misma es un presupuesto de todo proceso participativo llevado adelante con seriedad. La ley reconoce el principio de publicidad de los actos y documentos de la Administración del Estado, el derecho de los ciudadanos a pedir las información que se estime conveniente, salvo las calificadas excepciones de reserva, franquea el derecho a reclamar amparo frente a la denegación de información pública y crea un organismo público autónomo que velará por el cumplimiento de sus disposiciones. Por otra parte, en especial, la dimensión fiscalizadora de la participación ciudadana se verá beneficiada con la vigencia y uso de esta ley. En cuanto a los llamados órganos de interfaces, se aprecia una lenta evolución que tiene todavía mucho que recorrer. Desde entes colegiados controlados por el poder ejecutivo (FONDECYT, FOSIS) se ha avanzado a propuestas de estructura mucho más abiertas que ubican en una posición más decisiva a los representantes de la propia comunidad interesada en alguna área del quehacer social. Tal es el caso de la integración del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la de sus Consejos Regionales. La conformación de consejos administradores de fondos públicos concursables debería avanzar en esta tendencia. Respecto de la acción legal especial en beneficio de sujetos sociales postergados o discriminados o, en un caso más radical, el reconocimiento de la pluralidad étnica y cultural encarnada en los pueblos indígenas, la legislación chilena se ha quedado a medio camino entre soluciones de viejo cuño paternalista y de predominio estatal e ideas autonomistas 81 Mecanismos de Participación Ciudadana en el Diseño, Implementación y Evaluación de Políticas Públicas igualitarias que pugnan por aflorar pero que son eficientemente sofocadas por el sentido final de inmovilismo de las normas que los regulan. Como visión de conjunto, estimamos que las exigencias de la participación en la vida colectiva nacional no pueden basarse en una sola norma o estatuto, una sola institución o un solo núcleo de disposiciones. Más aun, no puede basarse en el desempeño exclusivo de la dimensión jurídica o normativa de la realidad, sino que necesita explícitamente el desarrollo de una cultura jurídica y política de derechos ciudadanos y de participación democrática que se ejercite de manera multidimensional en las comunidades territoriales y locales, en las colectividades identitarias concernidas en determinadas materias, en los individuos y en la opinión pública en general. Como se afirma en el texto, la declaración del artículo 4º CPE de que “Chile es una república democrática” honradamente interpretada, permite entender que la participación política y ciudadana en general, son valores esenciales del sistema político y social que es necesario respetar y promover. El dispositivo inicial existe en tanto existe el deber del Estado de asegurar el derecho a participar (artículo 1º inc. final CPE), el cual debe ser dinamizado a través de la acción de los ciudadanos. Finalmente, la perspectiva jurídico-constitucional y legal muestra que la dispersión y falta de sintonía cultural con la participación ciudadana pueden hacer ineficientes todos los mecanismos que existan o que se creen. Para contrarrestar esta fuerza negativa, los principios y normas deben articularse coherentemente en un bloque normativo e institucional mediante una praxis sociopolítica que entienda y contextualice la participación ciudadana con otros principios-ejes (transparencia, igualdad social, responsabilidad, etc.) necesarios para la constante y progresiva realización de un régimen democrático. Lo anterior, probablemente, implica llevar adelante un conjunto amplio y diverso de iniciativas y reformas que aun se encuentran pendientes en el sistema constitucional y legal chileno, tema que se abordará en el capítulo sobre viabilidad jurídica que plantea este proyecto. 82