iv certamen de cuentos infantiles “berta pallares”

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IV CERTAMEN DE
CUENTOS INFANTILES
“BERTA PALLARES”
CABRERIZOS – FEBRERO 2015
CATEGORÍA A
Hasta 8 años
EL MUNDO AL REVÉS
Érase una vez dos niños que se cayeron a un pozo que se llamaban Rubén y
Álex. Rubén le dijo:
-
¿Cuándo llegamos al fondo?
De repente, llegaron al final del pozo, pero estaban al revés. Y estaban en las
nubes. Y comían el sol. En vez de comidas sanas comían grasas.
-
¿Por qué no nos vamos? Decía Álex.
-
A lo mejor no podemos.
-
Aquí pasa algo raro de verdad, dijo Álex.
-
¿Raro? No noto nada raro.
-
¿Y nuestra casa? ¿Y nuestros padres?, le dijo otra vez Álex a Rubén.
-
¡Madre mía! Dijo Rubén asombrado.
-
¿Por qué dices madre mía?
-
Porque hemos vuelto al mundo real, pero mira hacia atrás y mira que buen
amiguito hay. Mola ¿eh? , dijo Rubén.
-
Ah, un monstruo, gritó Álex. Y de nuevo dijo:
-
Qué raro, aquí no hay monstruos. Ah, ya se. Es del otro mundo le dice a
Rubén.
-
¡¡Ah!! Si el monstruo es herbívoro.
Germán Ramos Martín (6 años)
Cuento Ganador
CATEGORÍA B
De 9 a 12 años
LA PANDILLA TRAVIESA Y LA CASA EMBRUJADA
Érase una vez un grupo de amigos que vivían en el mismo pueblo.
Lucía era la mayor con 12 años. También estaban María, Núria y Jimena que
tenían 10 años, todas eran divertidas y muy risueñas.
Los chicos eran muy revoltosos, les gustaba jugar a las peleas y por supuesto al
fútbol, se llamaban: Carlos, Juan, Mario y Ricardo, éste último era el más atrevido.
Lorena, la hermana de Lucía, que era un poquito más pequeña y miedosa, a
veces también estaba con la pandilla.
Todas las tardes quedaban en el parque para jugar y divertirse; un día que
estaban cansados de jugar a los juegos de siempre, Ricardo tuvo una gran idea, que
era jugar a “Mano Negra”, es decir, llamar a un timbre y salir corriendo, todos dijeron
que sí menos Lucía porque a ella le parecía que eso estaba mal. Nadie le hizo caso,
excepto su hermana que tenía que hacer siempre lo que hiciera su hermana mayor.
Jimena dijo que no fuéramos a la casa que hay al final del pueblo porque decían
que ahí vivía una bruja y que tenía un fantasma malvado; Ricardo dijo que se atrevía
pero mintió porque Núria que era tan lista le dijo: “¿A que no te atreves a llamar y salir
corriendo?”, Ricardo, pensándoselo dos veces, dijo que no y todo el mundo se rió de él:
jajajajaja,jijijiji,jajajaja.
Entonces Ricardo fue corriendo hacia la casa y llamó para no quedar humillado.
De pronto se abrió la puerta, todo estaba a oscuras y en silencio. Al final del
pasillo se veía una luz y una voz resonaba al fondo: “Ricardo, Ricardo, tienes que salir
de esta casa”.
Ricardo corrió y corrió lo más rápido que pudo hacia su casa y todos los demás
niños que estaban en la calle esperándole pensaron que Ricardo estaba un poco loco
porque no vieron la luz ni oyeron ningún ruido.
Al siguiente día al atardecer, volvió a quedar la pandilla. Ricardo les contó lo que
había visto pero nadie le creyó y retó a sus amigos a entrar en la casa todos juntos:
Carlos, Lorena y María dijeron que sí riéndose, el resto también, pero con un poco de
miedo.
Al rato fueron todos juntos a la casa y llamaron al timbre; se volvió a abrir la
puerta y todo seguía a oscuras, entraron todos juntos muy despacito hasta el inicio del
pasillo, algunos empezaron a llorar muy asustados por la oscuridad de la casa, pero al
poco tiempo se encendió una luz al fondo del pasillo y todos se pararon en seco,
agolpándose unos contra otros.
Se iban asomando poco a poco y lo que la oscuridad y la poca luz dejaban ver
parecía una bruja con un caldero gigante, en ese momento sólo pensaban en pociones
mágicas, sapos y ranas.
La bruja se dio la vuelta y les vio y en ese momento todos se asustaron
muchísimo y empezaron a correr en todas las direcciones sin encontrar la salida, uno
encontró un interruptor de luz y cuál sería la sorpresa que lo que parecía un caldero de
pócimas era en realidad una olla de chocolate y aunque la mujer parecía una bruja con
la luz vieron que realmente era una anciana, eso sí, malhumorada porque habían
entrado en su casa sin permiso.
La anciana les invitó a entrar y a tomar una taza de chocolate con galletas recién
hechas.
Todos estaban asustados, no sabían si entrar o darse media vuelta y salir
corriendo pero decidieron quedarse y aceptar la invitación.
Pasaron un rato muy agradable con Juana, que así se llamaba la anciana que
vivía en aquella casa y para nada era una bruja, ni una huraña, únicamente es que era
muy mayor y vivía sola en compañía de un gato un tanto delgaducho, que para nada
era un fantasma.
Juana necesitaba la compañía y alegría de los niños. A partir de aquella tarde,
toda la pandilla quedaba en su casa para acompañarla un ratito y ayudarla en los
recados que tuviera que hacer. Ella, a cambio, les obsequiaba con ricas galletas y
bizcochos.
Aprendieron la lección: no se puede hacer caso de rumores infundados ya que la
realidad puede ser muy diferente a lo que nos han contado.
Henar Martín Mateos (10 años)
LA ISLA PERDIDA
Hace muy poco tiempo, en un pasado no muy lejano, unos chicos de entre
quince y dieciséis años partieron en un barco desde España, con destino a EE.UU., por
la excursión de fin de curso.
Durante la travesía del barco hubo una gran tormenta. El barco se inclinaba de
un lado al otro. La gente, desesperada, se agarraba a todo lo que encontraba
intentando no caer al mar, pero irremediablemente un grupo de chicos se cayeron por
la popa del barco.
A la mañana siguiente despertaron, pero lo extraño fue que no en el mar sino en
una isla desierta.
Cuando ya se recuperaron del mareo decidieron ir en busca de alimentos. Pero
se dieron cuenta de que la isla era enorme y que si iban a pie tardarían un montón,
entonces acordaron ir construyendo una choza para refugiarse.
Parecía imposible pero al rato vieron una manada de caballos salvajes al
principio de la vegetación, por suerte todos sabían montar, un grupo fue en busca de
los alimentos mientras que los otros se quedaron terminando de construir la cabaña:
con hojas de palmera, ramas…
Mientras, en el barco, estaban desayunando y la profesora Julia, encargada de
la expedición, pasaba lista:
-
Luis – decía Julia.
-
Presente –se oía.
-
Carlota
No se oyó nada.
Julia pensó que ella y otros chicos y chicas que había nombrado y no habían
respondido estarían durmiendo, pero por si acaso volvió a pasar listar a la hora de
comer.
Por desgracia los chicos: Sandra, Mauro, Carlota, Marco, Laura y alguno más no
contestaron.
Julia se empezó a poner nerviosa y les dijo a los chicos del barco que los
buscaran, pero naturalmente no encontraron absolutamente nada. En ese momento
Julia se dio cuenta de que se habían caído durante la tormenta del día anterior.
Los náufragos vivieron en aquella isla perdida en medio del océano durante
nada más y nada menos que tres largos días. Al cuarto día, a un niño de pelo rubio y
ojos claros llamado Adrián, se le ocurrió una idea con la que podrían salir de aquella
isla.
-
¡Chicos, venid, tengo una idea para salir de esta isla!
Todos se acercaron y le escucharon muy atentos para no perder detalle.
-
Hemos aprendido a hacer fuego y con esa piedra talamos unos árboles, lo
podríamos volver a hacer, con todo esto formaríamos una hoguera gigante y la señal
de humo la podría divisar algún barco.
- Me parece buena idea – dijo Sandra.
Y así la pusieron en marcha.
Estuvieron más de doce horas talando árboles, hasta que la hoguera fue lo
suficientemente grande como para divisarse a varias millas de distancia. Después de
esto hicieron varios turnos de guardia para que la hoguera no se apagase.
A los dos días de encender la hoguera, divisaron la proa de un barco en el
horizonte. El primero en verlo fue Marco que casi no se lo creía, enseguida avisó a los
demás y todos se pusieron a saltar y gritar como locos de la alegría.
Cuando el barco se acercó lo suficiente, tiró el ancla y se paró en la orilla de la
playa. Los chicos le explicaron todo lo ocurrido al capitán y le pidieron que les llevase a
Estados Unidos para reencontrarse con sus compañeros. El capitán lo hizo encantado,
pero les pidió a cambio los caballos que habían amaestrado en esos seis días en la
isla. Ellos aceptaron el trato después de saber que los quería para la escuela de
equitación de su rancho familiar en California.
Contactaron con Julia, la profesora, a través de los servicios de emergencia, con
la emisora del barco y quedaron en que los recogería en el puerto de Miami. Le dieron
las gracias al capitán.
Los siguientes días los pasaron muy divertidos y tranquilos con todos sus
compañeros en las playas de Miami, pero ninguno se separaba mucho de Julia…
Volvieron a España con una nueva y apasionante aventura que contar.
Carlota Montero Colorado (10 años)
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Un día Ariadna se levantó rápidamente para ayudar a su madre Julia, en el
reparto de cartas.
Cuando Ari iba con la bicicleta para repartir las cartas a las casas que estaban
más lejos, se encontró que detrás del árbol se movió algo extraño. Apartó unas ramas
y… vio un precioso caballo blanco.
De su bolsillo sacó una cuerda y se la ató al cuello.
Lo llevó a su casa y lo escondió en el sótano.
Cuando la madre lo vio se quedó pálida. Ari le preguntó a su madre si se lo
podía quedar. Cuando Julia respondió que sí, Ari saltó de alegría.
Estuvieron unos días pensando el nombre y al final le pusieron… Bianca.
Ari estuvo intentando domarlo.
DOS MESES DESPUÉS…
Después de dos meses Bianca era una yegua estupenda.
Bianca se notaba que tenía talento, decidieron apuntarla
a un concurso de
Hípica.
Para Ari no era fácil porque los nervios apestosos le atacaban.
Estuvo dedicándole horas y horas a ese concurso.
Pero a Bianca no le importaba, al contrario, le encantaba trabajar con Ari.
UNA SEMANA DESPUÉS…
¡Llego el momento del concurso! Todo el mundo estaba nervioso, Ari y Bianca
sabían que si se ponían nerviosas todo iba a salir mal.
Le tocó el turno a Bianca y Ari lo hicieron estupendamente bien.
Como todos los concursos llegó la hora de decir quién había ganado.
Salieron todos los caballos a la plaza.
Ari al oír su nombre se puso a llorar de alegría.
Le dieron una medalla, una copa , una manta donde había una medalla para
Bianca y 30.000
€ Para una beca en todo el mundo para clases de hípica.
Ari no se lo podía creer.
Toda la familia fue a celebrarlo.
Marina Pro Rodríguez (10 años)
UNA BUENA VIDA
Una vez hubo un dingo que vivía solo en la selva.
Un día se encontró con una cebra solitaria. Le preguntó que qué le pasaba. Y
ella le respondió que había perdido su manada. El dingo dijo que quería ayudarle. Le
dio las gracias y buscaron y buscaron pero no encontraron la manada.
La cebra, muy preocupada, le dijo al dingo que cómo se había perdido. Él le dijo
que un día, con unos amigos, su hermano y sus padres se fueron a dar un paseo y se
entretuvo persiguiendo una mariposa y cuando se dio cuenta no los vio por ninguna
parte.
Entonces la cebra le dijo que ella se perdió cuando un día su manada y ella
hicieron una larga caminata, se paró a beber en un lago y cuando se dio cuenta no
estaban.
- Entonces nos perdimos igual, más o menos.
- Je, je, si, tienes razón. Es lo que hay.
- ¿Y tú no te preocupas?
- No, porque tengo una buena vida y me lo paso bien. Tú deberías hacer lo
mismo.
- Vale, pero… ¿podemos ir juntos?
- Vale, pero con una condición.
- ¿Y cuál es?
- Que cuando te diga que no vayas allí es porque tuve un amigo que murió
porque no me escuchó y…. bueno…. Murió porque una hiena dejó comida en una gran
roca, yo le dije que no fuera allí, fue y… la hiena se lo comió.
- Pobrecito, ¿qué animal era?
- Un inofensivo y agradable leoncito cachorro.
- ¡Qué pena! Te escucharé, lo prometo.
- Vale, entonces ya podemos tener buena vida.
Manuel Macarro Sánchez (10 años)
EL TESORO AÚN NO ENCONTRADO
Francis es un niño muy tímido, que casi siempre está metido en sus cosas, en el
cole no cae mal pero tampoco es que tenga muchos amigos, sus notas no son malas
pero su madre está convencida de que podría hacer más si no tuviera la cabeza en las
nubes.
Le gusta leer cómics y libros de aventuras y como no, jugar de vez en cuando a
la Wii, siempre está imaginando cosas como que es un gran aventurero, un robot
gigante que ayuda a la humanidad salvándola de un desastre, que vive en un bosque
encantado con horcos y trolls con una misión que realizar…
Cualquier cosa era buena y permitida con tal de no ponerse a hacer deberes o
estudiar alguna lección. - ¡Que rollo es el cole! – pensaba Francis, y es que todos los
niños estaban pensando solamente en el fútbol o en whassapear con el móvil y cosas
así, y no es que él no quisiera móvil pero sus padres pensaban que un niño de 11 años
para que quería uno. También practicaba algún deporte porque ¿quién no practicaba
algo? Bueno, en realidad, él no lo pidió pero sus padres pensaban que le vendría bien y
no porque estuviera gordo, más bien era un niño delgadísimo, sino porque se
relacionara con más gente y no estuviera tanto con esos pensamientos que le distraían
de la realidad.
Este año era el último que pasaría en su colegio puesto que sólo había hasta
sexto de primaria y tendría que cambiar, casi todos sus compañeros irían al mismo
instituto pero según papá y mamá el no…
Jolín!! Pensaba Francis, y ahora nuevos compañeros y profesores, ahora sí que
el cole iba a ser un rollo de verdad.
El problema surgió cuando sus padres empezaron a notar que Francis los
últimos meses se encerraba más en sí mismo y en sus historias, en las que metía más
a su hermano, al que traía frito con tanta imaginación y eso que era mucho más
pequeño que él, pero eso daba igual, le hacía disfrazarse, meterse debajo de la cama,
hacer una guarida con las mantas del sofá y los almohadones. Realmente su madre
estaba harta:
- Pero no empezará a crecer de una vez, a madurar un poquito – Francis la oía
hablar con sus vecinas de esto una y otra vez.
Él por las noches pensaba que tenía que ir al cole, hacer los deberes, estudiar
porque es mi obligación según dicen, ir a inglés porque debo aprender un idioma a
parte del mí porque será bueno para mi futuro y hacer deporte porque me viene bien,
según dicen… Pero, ¿por qué no puedo dejar volar mi imaginación?
Llegó el verano y al cole ya le quedaban pocos días, pero antes de terminar la
profesora de Francis les comentó que había un concurso de dibujos en los que el
colegio había decidido participar y que cada niño tendría que pintar un dibujo, el tema
era libre y los tres primeros dibujos tendrían como premio unas clases de dibujos en
verano con un gran profesor de la Facultad de Bellas Artes.
Asi que Francis, cuando llegó a casa y después de haber hecho los deberes
porque si no cualquiera aguantaba a mamá, se puso a pintar. Tenía mucha imaginación
y dibujar algo no le resultaba difícil, asi que pintó y pintó hasta que estaba tan cansado
que dijo: - Bueno, yo creo que con esto vale, me voy a la cama… - y después de leer
un rato se quedó dormido.
El día que tuvieron que llevar los dibujos Francis le puso su nombre, el nombre
del colegio, el curso y se lo entregó a su profesora.
Asi pasaron unos cuantos días y justo dos antes de terminar el cole, la profe se
dirigió a la clase y les dijo:
- Niños, ya nos han comunicado los dibujos ganadores del concurso y uno de los
tres finalistas pertenece al colegio. Deciros que la dirección y el profesorado del cole
están muy contentos y orgullosos de esto.
Y caminando por la clase se paró a la altura del pupitre de Francis y le dijo:
- ¡Enhorabuena Francis! Eres el primer finalista.
No se lo podía ni creer, no les había dicho nada a sus padres, ¿qué dirían?, sus
compañeros le felicitaron y fue todo un acontecimiento en el cole. Nunca le había
pasado nada igual.
Cuando llegó a casa le dio la carta de la profesora a su madre justo cuando
estaban sentados en la mesa para comer todos juntos y su madre se echó a llorar. Su
padre no entendía nada.
- ¿Qué pasa? – le preguntó. Le pasó la carta.
- ¡Vaya! ¡Enhorabuena hijo!
Y mamá, abrazándolo, le dijo:
- No habías comentado nada de un concurso, el premio es fabuloso, te va a
encantar…, resulta que tenemos un tesoro sin descubrir en la familia.
A partir de ese día cambiaron muchas cosas. A parte del cole ahora iba a clases
de dibujo y por fin dejaban volar su imaginación. Ayudó a centrarme, bueno eso es lo
que dice mamá a sus vecinas, y que no todos los niños tienen que hacer lo mismo
como si fueran calcamonías.
Alejandro García Rodríguez (10 años)
EL GATO DE MI ABUELA
Hace poco tiempo, encontré en casa de mi abuela a mi animal favorito. El gato.
Me puse muy feliz pero… no me gustó mucho su aspecto. Era muy feo. De un color
muy raro, un marrón grisáceo, tenía mucho pelo (creo que es porque mi abuela ya no
está en condiciones de cortárselo) y sus ojos eran pequeñitos.
Un día cualquiera:
Entraba por la puerta trasera de la casa de esa anciana tan importante en mi
vida y descubrí que el gato no estaba en el corral. Me extrañé mucho, pues mi abuela
no le deja salir de allí. Lo busqué por el garaje. Después por las habitaciones más
cercanas al patio. Me di cuenta de que, cerca de allí no estaba. No me molesté en
buscar más y subí a mi habitación a deshacer mi maleta. No tardé mucho porque me di
mucha prisa, ya que tenía a mis primos esperándome para salir a jugar. Bajando las
escaleras me encontré a la gran bola de pelo, a la que llame Missifu (no quería ser
grosera, porque aunque no me gustara, tenía que portarme bien con el bichejo). Mis
primos no miraban al gato, me miraban a mí. Yo pensaba: “No les parecerá extraño
que Missifu esté aquí”. Lo espanté y me fui con ellos. No me acuerdo bien a que
jugamos, tampoco era muy importante. ¿Lo único que recuerdo de esa mañana junto
con mi familia? Que me lo pasé genial.
Cuando volvimos eran sobre las dos. Ese día comimos algo muy especial (era
especial para mí claro, porque a mí me encantaba): ¡Arroz con huevo frito y pollo!
Mmm… que comida más rica la de ese día. Bueno, por curiosidad, volví a buscar al
gato. Lo encontré en mi habitación (el primer sitio en el que busqué). Estaba
acomodado en mi cama. Lo intenté echar pero me daba mucha pena. Estaba tan
agustito…
Por la tarde volví a salir hasta las ocho y media. De esa tarde me acuerdo muy
bien. Jugamos un rato largo al fútbol, pues, si salimos a las cuatro, unas dos horas. Y
después dimos una vuelta por el pueblo y sus alrededores. Decidimos ir a una laguna
que no estaba muy lejos y allí pasamos lo que quedaba de tarde. Hablando, riendo…
Toda esa tarde fue muy divertida.
A la hora de la cena estuvimos contando a tíos, padres y abuelos lo bien que lo
habíamos pasado. Después de cenar vimos la película de: “FROZEN EL REINO DEL
HIELO”. Estuvo muy pero que muy graciosa. Ni me acordé de Missifu esa noche.
Me levanté muy tarde y no pude salir. Pero, estuve buscando al gato al que
había empezado a coger cariño. No lo encontré así que se me ocurrió preguntarle a mi
abuela:
-¿Dónde está el gato?
-¿Qué gato?- preguntó Mª Dolores De Barriga Ayúdame (mi abuela).
-Pues el que compraste el día dos de marzo de 2010.
-Yo nunca he tenido ningún gato.- me dijo.
Me quedé en blanco. Entonces empecé a recapacitar todos esos momentos
raros del animal. Y dije:
-Entonces, todo lo que he vivido con ese gato eran solo productos de mi
imaginación. ¡Uff! Me estoy dando cuenta de que necesito…¡¡¡UN GATO!!!
Bueno, y a lo que quiero llegar con esta historia es que cuanta más imaginación
tengas, más divertida será tu vida. Te darás cuenta de muchas cosas en las que nunca
habías pensado. Nunca dejes de imaginar. Es una experiencia muy bonita que yo he
vivido más de una vez.
Más adelante os contaré más historias. Pero por ahora…disfrutar de esta
narración que yo disfrutaré durante mucho tiempo.
Sara Jiménez González (11 años)
LA AVENTURA DE NICO
Capítulo 1. El viaje.
Un grupo de amigos querían ir de viaje a algún sitio porque habían ahorrado en
los últimos dos años. Uno decía que a un camping, otro a un hotel, otro a la montaña y
otro a la selva. A todos les gustaban todos los sitios. Al final lo sortearon y tocó la selva.
Hicieron las maletas y se fueron a la selva.
Capítulo 2. La búsqueda.
En la selva había una carretera de barro y muchas cuestas. En medio de un
montón de árboles y ramas se les quedó el coche sin gasolina, lo malo es que pesaba
mucho el equipaje. Como se iba a hacer de noche decidieron hacer una cabaña
fabricada con ramas, bambú y hojas muy grandes de palmeras. Todos tenían mucho
sueño, hacía frío y mucho viento asi que decidieron taparse con las hojas de las
palmeras.
Capítulo 3. ¡A buscar!
Uno se levantó pronto y despertó a los demás. Al grupo se le olvidó la comida y
uno decidió que alguien fuese a por comida, otro a buscar un sitio alto para ver mejor la
selva pero no encontraron nada más que comida. Lo bueno es que vieron un río con
muchos peces de muchas clases y el agua estaba cristalina.
Capítulo 4. La caza.
Decidieron hacer una jaula entre todos con bambú y enredaderas, tardaron
mucho tiempo en hacerla. Se estaba haciendo de noche. Se levantaron temprano y uno
fue a hacer fuego, otro a ver la jaula, otro a hacer una botella de bambú y otro a ver el
río. Les salió todo según lo previsto. Había tres peces muy grandes y los pescaron.
Hirvieron agua para poderla beber porque asi la potabilizaron.
Capítulo 5. La ruta.
Se fueron a otro sitio andando, estaban agotados por la ruta que hicieron y
decidieron construir otra cabaña con ramas, hojas y piedras. Se tumbaron en el suelo y
a los cinco minutos todos se quedaron roques. A la mañana siguiente encontraron
cinco nidos de aves con dos huevos en cada uno. Metieron cinco huevos en la mochila,
los demás se los comieron. Como tienen mucho calcio, con las fuerzas decidieron
investigar la zona.
Capítulo 6. Los inventos.
Dos chicos encontraron un caimán e hicieron como una mochila o bolsa que
sirve para meter los peces y los huevos. Hicieron un fuego para entrar en calor, del
caimán sobró un cacho de piel muy duro para hacer también como una botella para el
agua.
Capítulo 7. En busca de civilización.
Decidieron seguir más adelante pero antes se comieron los huevos y los peces.
Y se fueron, lo malo es que se encontraron con un elefante y decidieron rodearlo en
silencio y el animal no sintió que hubiera humanos a su lado. Encontraron casas muy
lejos y decidieron hacer una cabaña donde pasar la noche hecha con ramas, hojas y
piedras.
Capítulo 8. Yendo a ver una aldea.
Se levantaron pronto y una persona encontró un árbol de cocos. Uno escaló el
árbol y los tiró al suelo, se los bebieron y decidieron ir a la aldea. Uno que tenía
prismáticos vio personas en la aldea y a lo lejos muchas casas. Se preguntaron si les
caerían bien y si les darían comida.
Han sido los mejores días de sus vidas porque han visto peces, elefantes,…
Carlos del Arco Chamorro (11 años)
LOS RATONCITOS EN PELIGRO
Érase una vez una gatita llamada Estrella. Vivía en una casa con dos niños y sus
papás. El papá la había rescatado de pequeñita de la calle. Estrella era muy feliz,
paseaba por los jardines, le daban muchos mimos y hasta perseguía los ratoncitos en
el campo.
Una tarde de verano, salió al campo a perseguir unos roedores como solía
hacer. Buscó y buscó pero no había ni rastro de los ratones. Cuando ya se disponía a
regresar a su casita, escuchó un llanto que provenía de un agujerito… Se acercó y vio
un ratoncito que no paraba de temblar.
- ¿Qué te ocurre pequeño?, no temas no te voy a comer.
Federico, que así se llamaba el ratoncito, le contó que todos los ratones se
habían marchado y que estaban muy asustados. Habían comenzado a enfermar e
incluso alguno había muerto. Nunca antes había ocurrido nada igual en ese campo. A
Estrella le dio mucha pena y decidió ayudarle para descubrir que estaba sucediendo.
Federico observó que unas semanas atrás unos hombres de aspecto extraño
estuvieron en ese campo. Fue cuando sus amigos comenzaron a enfermar. ¿A qué
habrán ido esos hombres? se preguntaba Estrella. Pasaron mucho rato paseando por
el campo buscando pistas para descubrir lo que estaba sucediendo. Sin apenas darse
cuenta se les hizo de noche. Se quedaron dormidos por el cansancio pero unas
pisadas muy fuertes les despertaron. Vieron como unos hombres de aspecto raro iban
soltando unas bolitas de color rosa. Federico recordó que muchos de sus amigos se
había llevado esas bolitas a sus madrigueras, les parecieron tan bonitas…nunca antes
habían visto esas bolitas tan divertidas.
Decidieron seguir a los hombres. Subieron a una camioneta con mucho cuidado
y se ocultaron entre unas ropas viejas en la parte de atrás. Estaban dispuestos a llegar
hasta el final. Sabían que corrían un grave peligro pero eran muy valientes.
- ¿Dónde nos llevará este viaje? - preguntó Federico.
Estrella guardó silencio para no preocupar a su compañero. Pero ella sabía que
estaban en peligro. Cuando se detuvo la camioneta, saltaron rápidamente para no ser
descubiertos por esos malvados. Agazapados, pudieron ver como los hombres se
metían en una casa de aspecto viejo.
- ¿Les seguimos? – preguntó Federico con voz temblorosa. ¡¡Tenemos que
descubrir lo que está pasando!!
Los hombres comenzaron a reír durante un buen rato. Parecía que algo los
hacía muy felices. Cuando dejaron de reír, Estrella y Federico escucharon como uno de
los hombres con aspecto rudo y malvado comentaba:
- ¡En una semana no quedará ni uno!
Era ya de noche, Estrella y Federico tenían sueño y frío. Había que buscar un
buen refugio para poder pasar la noche ya que estaban muy lejos de su hogar. Vieron
unos arbustos cerca de la casa que parecían confortables pero… estaban ocupados ya
por dos gatos negros que sin dudarlo les echaron de allí.
-¡¡Largo de aquí forasteros!! Esta zona es nuestra y no vamos a permitir que os
quedéis aquí con nosotros.
Federico se ocultó detrás de Estrella. Los gatos se iban acercando lentamente,
con mirada fija, dispuestos a comenzar una batalla. Se abalanzaron sobre Estrella
intentando arañarla. Federico corría en círculos despavorido diciendo:
- ¡¡Ay, uy, ay..!! I’m sorry my friends.
Federico tenía tanto miedo que incluso pudo hablar en inglés pero Estrella, que
sabía kárate, pudo defender a su amigo.
- Suerte que no se han enfrentado a mí – dijo Federico todavía temblando y
haciéndose el valiente. Les hubiese cogido del rabo y los hubiera lanzado hasta la luna.
A la mañana siguiente un fuerte portazo los despertó. Corrieron a ocultarse en la
camioneta de nuevo.
- Quiero comprar ese campo libre de ratones, ¡vamos a poner más veneno! –
dijo uno de los hombres.
Cuando llegaron al campo después de otro largo viaje vieron que otro hombre
con aspecto de granjero les esperaba apoyado sobre un largo palo y a la sombre de un
gran árbol.
- Buenos días – dijo uno de los hombres.
- Buenos días – respondió el granjero.
- Vamos a poner un poco más de veneno, no quiero que haya ratones cuando le
compre el terreno.
- ¿¡¡Veneno!!? – exclamó el granjero. Soy una persona amante de los animales.
No permitiré que hagan eso en mi tierra. Si de verdad quieren comprarlo tendrá que ser
con sus animales, ¡no lo permitiré! Bueno, pensándolo mejor, no los voy a vender mi
terreno. Les agradecería que se marcharan. Buenos días.
Estrella y Federico lo habían escuchado todo. Ya sabían lo que ocurría. Estrella
reconoció al granjero. ¡Era Ramón! Un antiguo vecino de la zona al que hacía mucho
tiempo que no veía. Era una gran persona.
Todo había acabado, Federico podía llamar a sus amigos para regresar sin
peligro. Era el momento de celebrar la victoria.
Laura Redondo Merchán (10 años)
EL REFUGIO
Rubén era un chico muy feliz, vivía con sus padres en una preciosa granja de
caballos, rodeado de naturaleza, y eso a Rubén le encantaba.
Había estudiado veterinaria porque lo que más le gustaba del mundo eran los
animales y su sueño era construir un refugio para animales heridos o abandonados.
El día que Rubén acabó la carrera de veterinario sus padres le hicieron un gran
regalo, le dieron una parte del terreno de su granja para que pudiera construir su
refugio.
Rubén estaba encantado, todos los días se levantaba muy temprano para
ayudar a sus padres en las tareas de la granja y cuando terminaba se iba corriendo a
construir su refugio.
Después de mucho trabajo el refugio estuvo acabado y Rubén empezó a recoger
los primeros animales: un perro abandonado, una cigüeña con un ala rota…
Rubén estaba muy contento porque mucha gente le llevaba comida para los
animales y tenía muchísima, pero también estaba muy cansado porque era demasiado
trabajo para él solo.
No sabía qué hacer, pronto tendría que dejar de coger más animales o buscar a
alguien que le ayudara.
Un día llegó una chica con unos gatitos que había encontrado abandonados, le
dijo que se llamaba Alba y que si podía quedarse a ayudarle para siempre. Este se
puso muy contento porque así podía seguir recogiendo más animales.
Rubén y Alba se hicieron los mejores amigos y trabajaban mucho, por eso su
refugio fue el mejor de la zona por muchos años.
Curaron y buscaron una nueva casa a muchísimos animales, y fueron muy
felices y curaron perdices.
Francisco López Gallego (10 años)
UN SUEÑO MONSTRUOSO
Eloy se despierta casi todas las noches asustado porque sueña que un monstruo
enorme le persigue. Entonces, se va a la habitación de sus padres y les cuenta lo que
ha soñado. Sus padres le explican que solo es un sueño y que no pasa nada. Luego le
acompañan a su habitación para comprobar que no hay ningún monstruo.
Pero casi todas las noches el sueño se repite y Eloy apenas duerme.
Sus padres, preocupados, le piden que les cuente cómo es el monstruo. Eloy
sólo recuerda que es muy grande, de color gris y con los ojos rojos.
A su madre se le ocurre una idea. Le dice a Eloy que cuando vuelva a tener la
pesadilla le ponga al monstruo una gran nariz de payaso para que quede ridículo y se
pueda reír de él. A Eloy le encanta la idea y promete intentarlo.
Esa misma noche, Eloy sueña con el monstruo y se despierta asustado. Pero,
esta vez, antes de ir a ver a sus padres se imagina al monstruo con la nariz de payaso
y le entra la risa hasta que se cansa y se queda dormido.
Desde entonces, Eloy no ha vuelto a tener miedo y duerme toda la noche a
pierna suelta.
Sergio Casado Martín (10 años)
EL LIBRO DE MATEMÁTICAS
Os voy a contar una historia que me pasó hace ya tiempo:
Un día, en clase, al abrir la mochila, noté que algo se movía y escuché como
una carcajada.
Me sentí muy extraño, miré por todos lados, pero nada.
Cuando llegué a casa,
me
puse a hacer los deberes. Saqué el libro de
matemáticas.
Otra vez volví a escuchar una carcajada y una voz.
La voz me decía:
- ¿Qué te pasa, niño?-.me preguntó.
- Uy, ¿quién me habla?-.dije
- Soy yo, tu libro de matemáticas-.
- Imposible, sólo eres un libro, no hablas-.
- ¡Ey! No me faltes el respeto, yo siempre te he hablado, cuando me resuelves
los problemas (dijo sonriendo)-.
- Por cierto, ¿cómo te llamas?-le dije.
- Me llamo Problemín, ¿y tú?-.
- Me llamo Mario-.
- ¿Me cuentas lo que te pasa?-.me dijo el libro
- No sé si contártelo, bueno, te lo contaré-.
- Dime-.dijo con atención
- Es que hay un amigo mío que todos se meten con él, le llaman tonto, le quitan
la mochila e incluso he visto que le pegan-.
- Uy. Es muy grave .A lo mejor, entre los dos, podemos ayudarle-.me dijo
- Bueno, venga, dime una solución, empieza- le dije.
- ¿Qué te parece si le dices que hable con sus padres?
- Sí, se lo diré. A veces pienso que no deberíamos dejarle solo. Decidles a mis
amigos que le acompañemos -dije
- Me parece muy buena idea. Yo digo que después de hablar con sus padres
hable con su profesora y con el director. Seguro que le escuchan, porque es una cosa
muy grave. Creo que estas cosas ayudaran a tu amigo, y estarás más tranquilo .
Ese día estuve muy satisfecho, por haber hecho un amigo más y por tener
soluciones para ayudar a mi amigo.
Al día siguiente, en el recreo, fui a hablar con mis mejores amigos y les dije que
en todos los recreos acompañaríamos a ese pobre niño, y a ellos les pareció una
buena idea.
Después del colegio, mi amiguito habló con sus padres que, en el mismo día,
hablaron con el director, que al día siguiente y a su profesora que ya sabía lo ocurrido.
La vida de mi amiguito ya no era tan dura, no estaba triste, porque nuestra
profesora castigó a mis amigos, los que le pegaban, a una condena de un mes sin
recreo.
-¡Ey¡, Mario, si tienes más problemas, no te los calles, consúltamelos y los
arreglaremos-.me dijo mi amigo Problemin
-Vale, y oye, ¿tienes más amigos-libros?-.
-Sí, muchos-.
-¿Y hablan? ¡Preséntamelos!- le dije, y se echó a reír.
Y me aprendí todos los nombres de sus amigos-libros. Ahora veo que los libros,
si los escuchas, te hablan y pueden ayudarte en muchas cosas. No dejaré de leer, voy
a leerme todos los libros
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Joel Pujol Marchán (9 años)
LOS CINCO HÉROES
Hace muchos años habitaban en La Tierra cuatro personas que luchaban contra
el mal y protegían a la humanidad. Esos eran:
Zas, con sus garras cortaba todo; Fiu, rápida como el rayo; Lanzallamas,
escupía fuego; y, por último, Puagh, con sus bolas pegajosas y asquerosas.
Un día, la maléfica Mal vino a este planeta a fastidiarlo todo con su ejército
oscuro. Nuestros amigos los superhéroes se enteraron y trazaron un plan para
detenerla. Se pusieron de acuerdo en repartirse en dos grupos de dos y reunir a estos
en la plaza mayor de Salamanca. La base donde elaboraron el plan estaba en New
York. Se dirigieron volando hacia España y divisaron el Imperio del Mal, que se había
extendido por toda la Península. Eso complicaba las cosas. En consecuencia
acordaron en reunirlos en Madrid.
Zas y Puagh se dirigieron al norte y Fiu y Lanzallamas al sur. Los primeros se
encontraron con millones de robots maléficos, en unos segundos, lo único que se podía
ver eran cortes, bolas pringosas y misiles. Mientras tanto los segundos ya habían
empezado también a luchar. Pero en diferencia de los otros estos tenían que luchar,
además contra Mal.
Los buenos vencieron las peleas y metieron en prisión al Imperio del Mal.
Al día siguiente, en los juzgados le plantearon a Mal que si quería unirse a ellos,
ella dijo que sí.
Al final se cambió el nombre a Bien y se convirtieron en los cinco fantásticos.
Antonio Aznar Santos (11 años)
SUPERGATO
Un científico loco paseaba por la ciudad y se encontró un gato, lo atrapó y se lo
llevó a su laboratorio.
Le hizo experimentos una y otra vez. Cuando iba a hacer otro experimento el
gato escapó volando. El gato se coló en una casa y el niño lo encontró en el sofá.
- ¡Papá, papá! –gritó el niño.
- ¿Qué? ¿Qué? – contestó el padre.
El padre al ver el gato dijo:
- ¿Qué hace aquí?
El gato contestó:
- No sé, si ni siquiera os conozco.
El padre y el hijo se quedaron boquiabiertos al ver que el gato hablaba y se
quedaron con él.
Al cabo del tiempo el gato se acostumbró.
El científico loco creó un monstruo que destruyó el laboratorio, el gato se enteró
y salvó la ciudad.
Miguel Reinares Rodríguez (10 años)
RICARDO Y SU BALÓN
Érase una vez un grupo de niños que jugaban al fútbol todos los días en la pista
de su pueblo. Cada día se turnaban para ver quien llevaba el balón. Un día le toca
llevar el balón a Ricardo Dáspero.
Ricardo no tenía balón, entonces les pidió a sus padres que si le podían comprar
uno. Como Ricardo iba muy mal en los estudios sus padres se aprovecharon y le
dijeron que si sacaba buenas notas le comprarían un balón.
Varios días después, los amigos de Ricardo le preguntaron que por qué no traía
el balón. Ricardo, muy triste, les dijo que sólo le comprarían uno si sacaba mejores
notas. Un amigo suyo se dio cuenta de lo mal que iba en los estudios y se puso a reír
de él, al poco todos los demás también se estaban riendo.
Esa noche, Ricardo no pudo pegar ojo pensando en lo mal que iba en el colegio
y decidió estudiar todo lo que pudiera. Estudió mucho a partir de ese día.
En el último día del cole, a Ricardo le dieron las notas y… ¡aprobó todas!
Ricardo se fue directo a su casa a enseñarles las notas a sus padres; estos se
quedaron tan boquiabiertos que lo único que dijeron era que lo prometido es deuda.
Así que, esa misma tarde, se fueron a comprar el balón. Ricardo estaba contento
por el balón pero aún más por lo felices que estaban sus padres.
Durante todas las vacaciones sus amigos y él estuvieron jugando siempre con el
mismo balón: el de Ricardo.
Álvaro Rodríguez Pérez (10 años)
LOS CINCO HERMANOS Y LA CIUDAD SECRETA
Hace muchos años, por allá en la época contemporánea… vivían en un pueblo
de Oslo (Suecia) María y su familia. Los ojos de María eran de color azul celeste y su
pelo totalmente negro, tenía la nariz chata heredada de su abuela y boca bonita y
grande. Siempre vestía muy alegre con falda roja a cuadros y camiseta blanca.
María tenía cuatro hermanos que se llamaban Mauro, Marco, Rocío y Lucía.
Vivían en una casa en el campo, pues no tenían mucho dinero. A ellos les daba
igual, tenían dinero para comida y no les gustaba la ciudad, eran muy felices en el
campo. Eran los únicos niños de la zona así que sus amigos eran los animales: perros,
gatos, ovejas, cabras, etc.
Tenían un gran secreto… en el sótano de su casa había un baúl, pero no era un
baúl normal, era un baúl fantástico que si entrabas y lo cerrabas viajabas a otro mundo.
Todos los segundos fines de semana de cada mes, cuando sus padres no
estaban porque viajaban a la ciudad para vender los productos que cultivaban en sus
huertos, ellos aprovechaban para viajar al otro mundo que tanto les gustaba.
Allí tenían grandes amigos como duendes de piedra, unicornios, elfos, animales
que hablaban y cantaban… todos los seres fantásticos que puedas imaginar.
Había cosas muy curiosas, el cielo era de color malva, la hierba era naranja, el
agua era roja, las manzanas eran azules y las fresas amarillas. ¡Era algo increíble!
Su mejor amigo era un cíclope, que para los seres fantásticos fuera una
amenaza no significaba que no pudiera ser su amigo. Era un cíclope muy especial, era
divertido y gracioso, una vez les había invitado a comer y cuando llevaba la sopa a la
mesa tropezó y se la tiró por encima y luego se la bebió entera. Los cinco hermanos se
subían encima de él y los llevaba a visitar lugares mágicos.
En uno de sus viajes, cuando ya tenían que volver a casa, volvieron al lugar
donde habían dejado el baúl y no estaba. Le preguntaron al centauro y les dijo que
había visto a un caballo volador llevarlo a la montaña más alta. Y para allá se fueron.
Les daba el viento en la cara pero consiguieron llegar con la ayuda de su gran amigo el
ciclope.
Se despidieron y los hermanos regresaron a Oslo.
Sandra Alonso Morales (10 años)
EL SUEÑO DE SUSANA HECHO REALIDAD
Había una vez una niña llamada Susana, de 12 años, que quería ser cantante;
siempre ensayaba unas 4 horas al día. Con ella vivían su abuela, su padre, su madre,
una hermana de 10 años y un hermano de 7. Era el 24 de diciembre de 2009 y la niña
estaba muy nerviosa, el regalo que más quería eran 6 entradas para asistir a un
concierto de su grupo favorito. Al día siguiente Susana se levantó a las 9:30 h.
Despertó a toda la familia y les dijo que si podían abrir sus regalos pronto.
Cuando eran las 10:00, los abrieron. A Susana le trajeron muchas cosas, pero cuando
abrió uno de sus regalos, se emocionó porque eran las entradas para el concierto.
Tenían que ir el día 31 de diciembre a Madrid. La madre le dijo:
`` en el concierto no
grites para no quedarte afónica´´. Susana veía y escuchaba por internet las canciones
que cantaría en el concierto su grupo favorito. Cuando llegó el 31 de diciembre Susana
estaba con su familia en la entrada de donde sería el concierto; cuando entró dijeron
por los altavoces que no estaban los cantantes porque el vuelo en el que venían se
había retrasado. Ella se ofreció voluntaria para cantar, pero le dijeron que era muy
pequeña para subir a un escenario. Luego, el representante del grupo musical lo pensó
mejor y le dejó cantar una canción porque la niña insistió mucho, hasta cansarle.
Subió, cogió el micrófono y cuando empezó a cantar muchas personas empezaron a
abuchearla. Cuando iba por la mitad de la canción la gente dejó de abuchearla porque
vieron que cantaba muy bien. Cuando terminó de cantar el representante le dijo a
Susana: - ¿quieres ser cantante? Porque cantas muy bien.- Ella respondió un sí, se lo
contó a su familia y se pusieron contentísimos. Luego el representante le dijo que
tenían que ensayar todos los lunes, miércoles, viernes y domingos.
Ella y su familia se fueron a su casa como toda la gente. A la mañana siguiente,
que era lunes, Susana se fue al ensayo, pero al representante se le olvidó decirle que
como eran vacaciones no había ensayo. Luego, como el representante le había dado
su teléfono a Susana, ella le llamó. Cuando él cogió el teléfono le contó lo que pasaba
y le pidió perdón por no haberle avisado antes. Luego le llamó a su madre y le dijo que
la fuese a buscar. La madre, extrañada, le preguntó por qué y ella se lo explicó todo.
Cuando ya habían terminado las vacaciones, la llamaron al teléfono fijo de casa
para decirle que fuese al estudio a grabar en cuanto saliera del cole.
Susana desde ese día empezó a cantar, a hacer álbumes de canciones, se
estaba haciendo famosa y casi todas las personas hablaban de Susana. Su familia se
ponía muy contenta por todo lo que estaba haciendo, su sueño hecho realidad, pero
Susana ya tenía 17 años y casi no había salido a la calle por todos los fans que no le
dejaban en paz. Un día se puso una capucha para que nadie la reconociese y se
decidió a salir. Cuando veía a gente pidiendo les daba dinero sin pensárselo. Luego
volvió a su casa y dijo a sus padres que iba a ayudar a la gente pobre y a personas
necesitadas. La gente a la
que ella ayudaba le daba las gracias, todo el mundo
pensaba que era una muy buena persona.
El día 20 de abril de 2015 era su cumpleaños, la despertaron con muchos
regalos como le gustaban a ella. Le compraron una tarta donde ponía: “Cumples 18
años, ¡que mayor eres!”. Y muchas personas fueron a celebrar su cumpleaños.
Fue una cantante famosa y además una buena persona que ayudaba a los
demás.
Y colorín colorado, el cuento de Susana la cantante se ha terminado.
Amaya R. Montes González (10 años)
“UN DÍA CUALQUIERA”
Llamaron a la puerta. Avril no esperaba visita. Miró por la ventana, y distinguió
entre la oscura noche a una figura alta, junto a sus dos caballos, uno blanco como la
nieve y el otro marrón. Al fin, por pena a dejarlo solo en la calle abrió la puerta.
-
Hola, buenas noches. ¿Podría darme víveres y una cama para pasar la noche?
Al amanecer me iré, le puedo pagar.
-
Claro, pase. Los caballos los puede dejar en el cobertizo, junto a las ovejas.
-
Muchas gracias por vuestra generosidad. Llevo viajando horas sin encontrar una
casa.
-
¿Se dirigía usted a la ciudad? Le queda un poco lejos. A caballo calculo que
cuatro días.
-
No, me dirigía a las montañas del norte.
-
¿A que si puede saberse?
-
Soy investigador, y nunca nadie había estudiado las rocas de esa zona.
-
Yo podría acompañaros. Conozco muy bien esas tierras.
-
Prefiero ir solo gracias.- Dijo rápidamente. Intentando esconder algo.
-
Pues entonces fuera- dijo señalando la puerta. – no tienes otra opción que
dejarme acompañarte. Si te duermes a la penumbra morirás de frío.- El
desconocido meditó unos instantes.
-
Vale… pero es un viaje peligroso.- Dijo, ya que no le tocaba otra.
-
¿Qué tiene de peligroso investigar piedras…?- Le preguntó un poco molesta.
-
Mmm… nada, nada…
A la mañana siguiente partieron al galope. Viajaron varios días hasta que en el
octavo… Estaban subiendo una ladera, cuando, pudieron admirar las bellas cortinas de
agua cristalinas, surgían de un surco de la montaña más alta.
-
Debemos meternos en el agua, y bucear hasta una cueva subterránea a unos
cinco metros de profundidad.-Con cara de miedo la chica asintió.
-
Tranquila- le respondió- el agua de la cascada nos impulsará y lo tendremos
más fácil. Cuando entremos en la cueva, podremos volver a respirar. Se han
formado grandes bolsas de aire.
-
Esta… bien. Pero… está empezando a oscurecer. Mejor será descansar y
mañana a primera hora empezaremos.
-
No, la cueva tiene luz natural. Gracias a los espejos que han elaborado las
piedras, se ve como si fuese de día.
A los pocos minutos ya estaban preparados para la inversión. Avril era muy
buena nadadora. Pero no soportaba el agua fría, aunque esta vez tendría que
aguantarse. Al sentir el agua helada en la punta de sus pies, la chica retrocedió
-
¿Preparada? Bien hay que tirarse de cabeza, el agua nos ayudará. Pero será un
paseo revuelto y largo si no nadamos lo suficientemente rápido.
Se miraron, y a la vez, se sumergieron tal como lo habían preparado. Bruno, que
así se llamaba el investigador, fue el primero en orientarse y empezar a nadar. Avril, sin
embargo, le costó un poco más, pero al fin, localizó la figura alta de su compañero, y lo
siguió. Al entrar en la gruta, fue como estar en el desierto, con tres soles pegados en la
cara. Hacia tanto calor, que el cambio de temperatura, hizo que la chica se tambalease
unos segundos. Caminaron unas horas, admirando aquel mundo tan extraño. Que se
había formado en una cueva subterránea.
-
Según mis cálculos, entre estas rocas hay un mineral capaz de abastecer un
país entero durante una semana. Si descubrimos más, el mundo se salvará, y
dentro de treinta años el planeta no será un vertedero. Por desgracia, los dueños
de las empresas de electricidad quieren destruir ese fenómeno. Ya que si eso se
utiliza, se arruinaran. Los gobiernos ya no querrán su contaminante y cara
energía.
De repente, un ruido sordo, Como el de una explosión, hace que los dos, caigan
al suelo.
-
¡Cuidado!- Avril, salió despedida por los aires, y se chocó contra una de las
paredes de la cueva. Bruno, consiguió agacharse justo en el momento que una
gran roca volaba hacia él con una velocidad increíble.
Todo el aire se llenó de humo, no se podía ver nada. El chico, levantó la vista, y
lo único que pudo ver, fue otro explosivo encendido, a punto de explotar. Sin pensarlo
más se metió en el agua. Cuando acabada de sumergirse, otro estallido se escuchó.
Estaba a salvo. Sólo en ese momento se dio cuenta de que Avril no estaba junto a él.
Salió del agua y miró hacia los lados. Una silueta estaba tendida en el suelo como una
muñeca.
-
¡Avril! ¿Estás bien?- Preguntó mientras corría a su auxilio. La chica no
respondía, no se movía, ni siquiera respiraba. Se temió lo peor.
Desesperado la agitó, le tiró agua por encima, para ver si respondía. Pero era
tarde. No se lo podía creer. ¿Quién le habría hecho eso? De repente… el cuerpo se
movió un poco. La chica tosió para expulsar el polvo que tenía en los pulmones.
-
¿Qué ha pasado?- Preguntó Avril asustada.
-
¡Pareces tonta! ¡Menudo susto me has pegado! Ni se te ocurra volverlo a hacer
más.
-
Perdona…-dijo ésta molesta.
Bruno le ayudó a levantarse. Tenían que salir de allí cuanto antes... pero no
tenía fuerzas para volver a nadar y subir a la superficie. Despacio pero sin pararse,
avanzaron por el camino. No sabía si les llevaría a algún lado donde pudieran
descansar. Pero quedarse allí parados era peor destino que andar a ciegas.
-
Bruno… estoy muy cansada. No puedo más…
-
Ni yo. Pero no podemos parar. Necesitamos comida o agua, Y por desgracia no
la encontraremos cerca…
Al final, decidieron parar a descansar. Sin darse cuenta se quedaron dormidos
del cansancio de aquellos días. Cuando se despertaron se sentían con más fuerzas.
Pero necesitaban comida y bebida. No les quedaba otra. Así que decidieron seguir el
camino. A ver donde les llevaba.
Al cabo de muchas horas de caminar vieron una luz. Ahí estaba, en el techo, un
amplio agujero, por el que entraba luz natural.
Los pies de ambos ya no tocaban el suelo. Cada vez se elevaban más a su
salvación. Ya podían escuchar el maravilloso sonido del mundo terrestre…
Jimena Blázquez Mateos (11 años)
LA CARRERA
Se presentaron a una carrera de quads 3 jóvenes: Pablo tiene 22 años, ojos
azules, pelo castaño y tiene el número 13.
Marcos tiene 19 años, ojos verdes, pelo rubio y tiene el número 99.
Rubén tiene 20 años, ojos marrones, pelo pelirrojo y el número 8.
Estos tres chicos no se llevaban muy bien porque son muy competitivos y, en
una carrera de atletismo, se pelearon y los descalificaron a los tres.
Para esta carrera se entrenaban por la playa, el desierto y por terrenos difíciles
para conseguir ser los mejores.
El mejor quad de los tres era el de Rubén, pero Pablo tenía mejor manejo.
Rubén, Marcos y Pablo se encontraron en la playa y se quedaron hablando
media hora. Al final, Pablo dijo: “Vamos a echar una carrera amistosa”.
Marcos y Rubén dijeron que sí, que aceptaban el reto. Estuvieron corriendo
hasta las 0:00 de la noche y, entonces, pensó Rubén: “Voy a traicionarlos”.
Rubén no pudo dormir pensando que Pablo y Marcos eran mejores que él; y no
paró de pensar como les podía ganar. Primero pensó que les iba a pinchar las ruedas.
Al día siguiente, cuando Pablo iba a desayunar vio por la televisión un anuncio
que decía: “Gran carrera de Quads. El 8 de Febrero en el circuito de las Kaenes en
Cabrerizos, Salamanca”.
“Sólo me quedan 2 días – dijo Pablo pensativo – Voy a prepararme con Marcos y
Rubén”.
Terminó de desayunar y se fue a buscarlos. Primero fue a buscar a Marcos y le
preguntó si había visto el anuncio. Marcos dijo que sí lo sabía porque lo acababa de
ver. Los dos juntos fueron rápidamente a buscar a Rubén.
Cuando le preguntaron a Rubén si había visto el anuncio, Rubén dijo “¡¿Sólo
quedan dos días?!”
Los tres cogieron los quads para entrenar todo el tiempo posible. Rubén se puso
a correr mal para que Marcos y Pablo creyeran que era muy malo.
Después de dos largos días, por fin llegó el día de la carrera.
Rubén tenía que tener cuidado de que nadie le viera pinchar las ruedas. Les dijo
Rubén: “Ir a mi coche a coger vuestros cascos” y en ese momento aprovechó a
pincharles las ruedas.
Todos se colocaron el traje, guantes, botas y cascos.
Sonó el disparo que indicaba la salida y Rubén aprovechó para salir rápido
porque tenía el mejor quad.
Cuando el árbitro se dio cuenta de que había dos quads parados, decidió
interrumpir la carrera y Rubén se cabreó muchísimo.
Les cambiaron las ruedas y repitieron la salida; empezó la carrera y en la
segunda vuelta Rubén se cayó y no pudo continuar. Pablo y Marcos estaban luchando
por la primera posición hasta que en la última vuelta, Pablo se puso en primera
posición y ganó.
Tras la carrera Pablo y Marcos le dijeron a Rubén: “Ya sabíamos que nos ibas a
traicionar, pero te vamos a perdonar porque queremos darte una segunda
oportunidad”.
Héctor Hernández Castelani (10 años)
LOS VEDAH CUMPLEN SU SUEÑO
Aquella mañana los Vedah habían quedado para jugar. Si alguien se pregunta
quienes son los Vedah lo explicaré, los Vedah son un grupo de niños que son amigos
desde pequeños, tienen diez años y se lo pasan muy bien. Con las iniciales de sus
nombres crearon el grupo los Vedah (Víctor, Elías, David, Adrián y Héctor).
A las diez quedaron en la pista del colegio a jugar al fútbol, su mayor afición,
aunque en quinto curso les separaron de clase ellos siempre jugaban juntos y
compartían el mismo sueño: ser jugadores de fútbol.
Entre partido y partido llegó la hora de comer.
Adrián tenía que ir a comprar el pan y los demás le acompañaron. Compraron el
pan y una bolsa de pipas. Al abrir la bolsa de pipas Adrián encontró un sobre que ponía
premio.
- Seguro que es un balón – dijo Elías.
- ¡Es una camiseta! – dijo Víctor.
- ¡No puede ser! – dijo Adrián. ¡Es un viaje para ver un partido de fútbol y jugar
con jugadores profesionales!, ¡qué suerte, se pueden llevar amigos!
Los Vedah se fueron a casa emocionados.
A la mañana siguiente, de camino al colegio, hablaron del premio. A todos los
dejaban ir, estaban muy contentos.
Por la tarde quedaron todos en el parque con sus padres para hablar del viaje y
organizarlo. Concretaron el viaje para el puente de Semana Santa.
Pasaron los días muy rápido y llegó el día del viaje. Todos se desplazaron al
aeropuerto de Valladolid. Desde allí cogieron un vuelo a Barcelona. El vuelo se retrasó
un poco por mal tiempo y los Vedah estaban muy nerviosos, estuvieron jugando al pillapilla por el aeropuerto para que pasara el tiempo.
Por fin llegó la hora de despegar y en dos horas justas llegaron a Barcelona.
Como era muy tarde tuvieron que quedarse a cenar en el aeropuerto; cuando
terminaron, cogieron el autobús y el metro para poder llegar a su hotel.
En el hotel los Vedah jugaron juntos una partida a la Play y después subieron a
sus habitaciones a descansar.
Por la mañana se levantaron muy animados y fueron a desayunar a una
cafetería que estaba al lado del hotel; cuando terminaron, cogieron el metro hacia el
centro de Barcelona.
Como tenían la mañana libre porque el partido era por la tarde, compraron un
viaje para el bus turístico y poder visitar todos los monumentos y zonas turísticas de la
ciudad. Salieron de la Plaza de Cataluña, visitaron el Paseo de Gracia, la Sagrada
Familia, el Parque Güell, la Plaza de Colón, el Barrio Gótico y la Catedral. Comieron en
el KFC que había al lado de la Sagrada Familia unos nuggets de pollo y unas deliciosas
hamburguesas.
Por fin llegó el momento de ir al estadio. Su última parada fue el estadio del
Fútbol Club Barcelona, allí visitaron el museo y las instalaciones del estadio, hasta que
llegó la hora del partido: Selección Española contra Brasil.
Durante el partido hacía mucho calor y tuvieron que comprar agua y refrescos.
Unos chinos que estaban allí les sacaron unas cuantas fotos.
El partido estuvo muy igualado, con un resultado de dos a dos.
Después del partido los Vedah bajaron al campo a jugar con los jugadores. No
se lo podían creer, estaban emocionados, se lo pasaron fenomenal. Cuando
terminaron, los jugadores les regalaron una camiseta firmada por todos.
- Ha sido increíble – dijo Adrián.
- Nunca se me olvidará – dijo David.
- A mí tampoco – dijo Héctor.
Cuando salieron del estadio un periodista les hizo una entrevista y les preguntó
qué pensaban del partido. Los Vedah comentaron que el partido había estado muy
igualado, aunque les dio un poco de vergüenza salir en la tele.
Volvieron al hotel y al día siguiente regresaron a casa.
Los Vedah habían cumplido su sueño.
Adrián García García (10 años)
EL MISTERIO DEL OASIS
Oasis Pueblerino es un pueblo muy pequeño en el que la gente se lleva muy
bien. Aunque parezca imposible en este pequeño pueblo hay un colegio.
La razón de este hecho tan extraño fue que el pueblo se estaba quedando sin
habitantes y el ayuntamiento decidió abrir un colegio para atraer a las familias con
niños. El colegio es muy grande con unas excelentes instalaciones y un buen
profesorado. Desde entonces hay más niños y más travesuras.
Este colegio, que se llama El Misterio Del Oasis, es muy grande y confuso en su
interior, por los muchos pasillos que tiene y las pocas indicaciones. De hecho hace ya
un tiempo había un profesor nuevo que se perdió y no pudo dar la clase.
Pedro, un niño muy listo pero con poco sentido de la orientación, se ha hecho
muy amigo de Mario y Javier, dos niños de su edad que acaban de llegar al pueblo.
Mario es muy valiente y decidido y Javier es un poco cagoncete y a la vez prudente.
Pero en general esta panda de amigos es muy traviesa.
Día veintitrés de enero, viernes, las ganas de jugar se juntan con las pocas de
estudiar. Mario, Javier y Pedro están en la última hora antes del recreo, suena el
timbre, su salvación. Todos salen escopetados al patio como si les fuese la vida en
ello, menos Mario, Javier y Pedro que se van al servicio a cambiar cromos. Están tan
ensimismados que no se dan cuenta de que el recreo ha terminado hasta que solo
quedan cinco minutos para que terminen las clases. Intentan salir corriendo de este
gran laberinto de pasillos, pero la suerte no les acompaña y no les da tiempo a salir.
A Mario se le ocurre llamar por teléfono, pero éste no funciona. Pasa el tiempo y
empiezan a tener hambre. Pedro dice:
- Vamos al comedor.
Javier encuentra una botella de fanta y empieza a beber hasta no poder más. De
repente le entran unas ganas terribles de hacer pis y se lo cuenta a los demás. Pedro le
dice:
- Pues vamos al baño.
Cuando van a salir se activa la alarma y Mario comenta:
- Es verdad, no me acordaba, a las siete en punto se activan las alarmas. Javier
insiste:
- Yo tengo que ir al baño urgentemente.
Pedro le contesta:
- Yo sé de un pasillo en el que no hay alarmas.
Javier exclama:
- ¡Pues vayamos rápido!
Cuando van hacia el servicio, de repente ven una sombra y escuchan unos
ruidos extraños.
Javier grita:
- ¡Corred a las taquillas!
Al día siguiente llegó la policía con los padres de los niños, se encontraron a
los tres amigos acurrucados y dormidos con un charco de pis debajo de Javier dentro
de una taquilla. Cuando les despertaron le preguntó la policía:
- ¿Qué hacéis aquí?
Los tres contestaron a coro:
- ¡Hay algo en el cuarto de la limpieza!
La policía se acercó con sigilo, abrió la puerta y de repente se cayó una fregona.
Todos se rieron y Javier casi se vuelve a mear de la risa.
Javier García Villarrubia (11 años)
PESADILLA ANTES DE NAVIDAD
Juan estaba celebrando la Noche Buena con su familia. Ya era tarde y los dos
hermanos, Laura y él, estaban cansados. Dieron un beso de buenas noches a sus
padres y se fueron a la cama. Juan enseguida comenzó a soñar.
El salón lleno de regalos grandes, pequeños, de mil colores…Soñó que todos
juntos habrían los paquetes.
Por la mañana Juan, impaciente, despertó a su familia y bajaron corriendo por la
escalera. Los niños se quedaron sorprendidos al ver que no había regalos. Juan, sin
comprender nada, se sentó debajo del árbol, mirándolo. En silencio sus lágrimas
saltaban de sus ojos, mojando su pijama. Su hermana se acercó, le dio un abrazo y un
beso.
- Juan, no pasa nada. ¡Venga! vamos al baño a lavarte la cara - dijo Laura con
voz dulce.
Una vez en el baño encontraron un sobre pegado al espejo. Era de color
plateado y muy pequeño. Juan lo cogió y fueron corriendo al salón, donde estaban los
padres, les dio el sobre y lo abrieron. Sus padres se quedaron sorprendidos. No veían
nada escrito y los dos hermanos entendieron que esa letra, de color oro, solo podían
verla ellos.
- Bueno –dijo Laura- os la leeré yo.
*Hola familia, ¿buscáis los regalos? Os doy una pista: si vas al parque a jugar,
otra pista encontrarás.*
Después de leer la carta, los padres tomaron una decisión.
- Bueno, pues, ¡a buscar los regalos! - dijo la madre.
Se vistieron y salieron de casa. Juan llevaba la carta de la mano. En el parque
Laura y él salieron corriendo hacia los columpios y el tobogán. Empezaron a montarse
en todo. Juan, desde lo alto del tobogán, vio algo brillante en la fuente.
- Mira Laura ¿lo estás viendo? Allí, en la fuente –dice Juan gritando.
Los cuatro corrieron hacia la fuente.
- Mirad, es otra carta, voy a leerla- dijo Juan súper contento.
*Si queréis llegar a vuestro destino, las flechas doradas te marcarán el
camino.*
Los padres, intrigados, siguieron a los niños que, corriendo por el pasillo de
árboles que hay en el parque, cruzaron la calle, pasando por delante de la tienda de
pan, giraron a la derecha y finalmente llegaron de nuevo a casa. Una vez en casa
subieron las escaleras y llegaron al desván. Entraron en él, que estaba un poco
desordenado, y allí, al fondo, había un armario viejo y mágico. Intrigados, se metieron
en él, era grandísimo y tenía montañas de regalos. Juan encontró la última nota.
*Muy bien familia, ahora buscad si no el coco te comerá.*
Después de un rato encontraron los regalos y salieron del armario.
- Venga, bajemos al salón- dijo la madre.
La escalera estaba rota, no podían bajar.
- Si cogemos una cuerda, la atamos y bajamos, llegaremos al salón- pensó el
padre mirando el desván y una puerta de la habitación de al lado.
Se lo dijo a su mujer y a los niños, cogieron una cuerda del desván y la ataron al
manillar de la puerta. Bajaron uno a uno, primero la madre luego Laura pero cuando le
toco a Juan se resbaló y…
Juan se despertó asustado en el suelo de su habitación, llamó a toda su familia y
bajaron abrir los regalos. Mientras los abrían, Juan les conto lo que había soñado.
Laura llamo a su hermano y le dio un sobre que había visto junto a uno de sus regalos.
Juan lo abrió, cogió la carta y al leerla, se dio cuenta de que era la misma letra que
había soñado.
*Querido Juan: Veo que has encontrado los regalos ja, ja, ja,... Bueno, FELIZ
NAVIDAD y pásatelo muy bien. Un beso de:*
PAPÁ NOEL
Lucía Pablos López (11 años)
ATON Y LOS MIEDOS
Érase una vez un niño llamado Aton. Tenía 7 años, vivía en Madrid. Tenía un
peluche, ese peluche le servía de compañía porque él tenía miedo a la oscuridad.
Una vez se quedó solo en la casa de su abuela, tenía mucho miedo de pronto
oyó un ruido que venía de la cocina, entonces abrazo a su peluche y después se dio
cuenta de que eran sus padres que le venían a buscar para llevárselo a casa.
La semana siguiente sus padres salieron, entonces para que Aton no tuviera
miedo lo llevaron con su abuela, allí la ventana estaba sonando porque hacía mucho
aire entonces Aton fue a buscar a su abuela y le dijo que si le podía hacer compañía
hasta que se duerma.
Al día siguiente era el cumpleaños de su madre , entonces su padre le pregunto
que si quería ir con ellos a cenar pero Aton dijo que no, que se quedaba el solo en casa
, cuando llego la noche sonó como unos pasos que se acercaban a su habitación ,
entonces el con valentía y sin miedo abrió la puerta y vio que no había absolutamente
nada que era solo su imaginación que le estaba jugando una broma ahí se dio cuenta
que no hay que tenerle miedo a nada y no pensar cosas malas que te provoca tu
imaginación.
Luego dentro de un rato vinieron sus padres, Aton les dijo que había pasado un
mal rato porque estaba solo y asustado pero se dio cuenta de que el que lo asustaba
todo este tiempo era su imaginación.
Sus padres se sintieron felices porque su hijo ya no tenía miedo a la oscuridad,
cuando Aton se fue a la cama sus padres como regalo para Aton lo llevaron de
vacaciones de verano a Benidorm
El mes siguiente Aton salió de vacaciones de verano, su padre y la madre le
dijeron a Aton que se iban a ir de vacaciones a Benidorm durante unos días
Cuando llegaron a Benidorm, se echaron la siesta, después fueron al mar y ahí
Aton se lo paso muy bien porque estaba con un flotador y cada vez que venía una ola
el salía impulsado.
Al día siguiente Aton comió mucho en el bufet libre del hotel, después pasearon
por Benidorm, ahí encontró con su tía Sandra, después fueron a ver las palomas y les
dieron de comer.
El Martes, fueron en barco a una isla, cuando llegaron a la isla se sumergieron
en un submarino y debajo del agua vieron muchos peces: pez globo, pez payaso, pez
espada, etc...
El miércoles fueron al mar, ahí los padres de Aton le dijeron que no fuera muy
lejos porque hay medusas, como Aton era un niño obediente le hizo caso a sus padres
y no fue lejos.
El jueves fueron al océano grafico ahí vieron: Ballenas, delfines, monos, loros,
etc...
El viernes después de tantos días de diversión se fueron a buscar regalos para
su familia, después fueron a disfrutar las últimas horas en un parque de atracciones y al
final volvieron a casa.
Matías Casimiro Inturias (10 años)
BALL, EL BALÓN VIAJERO
La mayoría de la gente que conozco cree que los juguetes, son simplemente
eso, juguetes. Yo no. Yo sé que algunos juguetes son algo más., son compañeros
inseparables a los que recurrimos cuando estamos tristes, y los que compartimos
cuando estamos contentos. Como dice mi abuelo, son “hacedores” de sonrisas.
Si no lo creéis, escuchad la historia que un día me contó mi abuelo “Chato”:
“Había una vez, en una enorme ciudad, un niño de 10 años que se llamaba
Ángel. Los padres de Ángel trabajaban mucho y por eso casi no los veía. Pero si
embargo, siempre que pedía un juguete se lo compraban. Así Ángel, tenía las consolas
más modernas, los mejores videojuegos y un balón, “Ball”, el último modelo de balón
que le había regalado su primo Pablo.
Como la ciudad donde Ángel vivía era muy grande y tenía mucho tráfico, él casi
nunca salía a la calle a jugar, por lo que el balón estaba olvidado en un rincón del
trastero.
Un día en su colegio pidieron que los niños llevaran los juguetes que ya no
usaban para donarlos a un pueblo de Murcia que había sufrido un terremoto, y donde
se habían quedado sin casas. Querían llevar un poco de alegría a los niños de ese
pueblo, regalándoles aquellos juguetes. Entonces Ángel eligió a “Ball”. Él ya no lo
usaba. Nunca lo usó. Prefería jugar con maquinitas y consolas. Lo llevó al colegio y de
allí “Ball” viajó hasta Murcia.
Marco, un niño de 5 años, en cuanto vio a “Ball”, el balón, lo agarró y ya nadie
pudo despegarlo de él.
Pasaron 3 años desde que Marco se encontró con “Ball”, y en esos 3 años nadie
reconocía a Marco si no iba junto a su inseparable balón. Le habían regalado otro,
porque “Ball” ya estaba viejo, pero Marco seguía jugando sin parar con él.
Un día, en el colegio de Marco, les contaron que en un país muy pobre, habían
sufrido un tsunami y los habitantes de allí se habían quedado sin nada de nada. Por
eso, querían mandar algunos juguetes para los niños que vivían en aquel país y
hacerles un poquito felices, para eso pedían que los niños trajeran algún juguete para
mandarlo hasta allí.
Entonces Marco no lo dudó y se acordó de lo feliz que le había hecho “Ball”, el
día que llegó a sus manos. Con todo el dolor de su corazón, pero pensando en la
felicidad de otros niños y en que él ahora tenía más juguetes y potro balón, cogió a su
viejo amigo, el balón, se despidió de él, y lo llevó al colegio para que lo enviaran, junto
con una nota en la que se podía leer:
“ESPERO QUE MI VIEJO BALÓN, MI VIEJO AMIGO, TE HAGA TAN FELIZ
COMO ME HA HECHO A MI Y TE AYUDE A SONREIR DE NUEVO”
Marco estaba triste por un lado, por despedirse de su compañero de juegos;
pero contento por otro sabiendo que iba a ayudar a otro niño a sonreír. Se sentía
satisfecho.
Cuando el avión lleno de ayuda y juguetes llegó al país del tsunami, montones
de niños aguardaban con sus caritas expectantes sus juguetes.
Allí estaba Aiko, un niño de 5 años, que cuando vio a “Ball” salir de entre todos
los juguetes amontonados, iluminó su cara con una enorme sonrisa. Agarró
fuertemente el balón y empezó a jugar con él, mientras gritaba y saltaba de felicidad.
Aún después de muchos años, “Ball” sigue haciendo feliz a los niños de aquel
país. Va pasando de unos niños a otros, de mayores a pequeños…y a pesar de estar
ya viejo y un poco destartalado, nunca más, nadie le ha vuelto a dejar en un rincón
olvidado y cogiendo polvo.”
¿Qué pensáis ahora? ¿Aún creéis que los juguetes son simplemente juguetes
sin más?
¿No creéis que mi abuelo tenga razón? Algunos juguetes son verdaderos
amigos, auténticos “hacedores” de felicidad.
Álvaro Baz Sánchez (11 años)
Cuento Ganador
CHARLI EL DETECTIVE Y EL GATO DE LA CURVA
Una mañana espléndida del mes de mayo, Charli salió de paseo al río a liberar
al cangrejo que había cogido hacía unos días.
En una curva del camino olía muy pero que muy mal. Se acercó un poco a la
cuneta y vio un gato muerto. Tenía una gran herida en el lomo y otra en la barriga.
Charli no conocía a ese gato, no le sonaba de nada.
Charli siempre había leído libros sobre detectives. Le encanta esa profesión. De
hecho, sus padres le regalaron en su cumpleaños un disfraz de detective.
Se encerró en su cuarto, cogió la llave del candado de su baúl, y sacó su bonito
traje y todos los complementos: la gabardina, los pantalones, la pajarita, el sombrero, la
lupa, los prismáticos, la linterna, la libreta, un lápiz, una goma y la mochila.
Charli decide investigar quién, cómo y porqué pasó.
Lo primero que hizo fue una lista de sospechosos conocidos:
1. Manuel pastilla de goma. Su gato se pelea siempre con otros gatos del
vecindario y Manuel se enfada mucho.
2. John mal rollito. No soporta que pisen su jardín y estropeen sus plantas. Muchos
gatos se suelen colar.
3. Gabriela ciruela. Odia a todos los animales. Grandes, medianos y pequeños.
Incluso a los cachorros.
4. Héctor el pelmazo. Porque es un poco agresivo y suele dar patadas a todo lo
que se mueve. Incluso a los coches.
Después de hacer la lista, decidió esconderse en un lugar resguardado desde el
que veía perfectamente la curva. Nadie podría verle desde allí.
Se preparó un buen bocata de lomo porque pensó que la tarea iba a ser larga y
complicada. La verdad es que le entró hambre enseguida y cuando llegó al escondite
ya se lo había zampado.
Pasó mucho rato sin que ocurriera nada de nada. Incluso se quedó medio
dormido. Se despertó al oír un ruido sospechoso. Falsa alarma. Era el viento que movía
las ramas de los árboles.
De repente empezaron a caer rayos. Una tormenta se acercaba. Como las
tormentas le dan bastante miedo, se fue corriendo a casa y se refugió en su habitación.
Pero como un buen detective no puede abandonar así su trabajo, dejó una
cámara grabando hacia la curva donde se encontraba el pobre gato.
Cuando paró la tormenta, Charli salió corriendo a buscar su cámara de vídeo.
Estaba deseando ver la grabación y saber si había ocurrido algo.
En la grabación se ve a una persona muy extraña haciendo unas fotos al gato de
la curva.
Era un chaval como de 18 años, con el pelo de punta, gafas, y ropa de rockero.
Al día siguiente, Charli se volvió a esconder con la esperanza de que el rockero
volviera a aparecer a la misma hora.
Y así fue. Esta vez no vino solo. Estaba acompañado por una pandilla formada
por los sospechosos de su lista.
Llevaban un pequeño carretillo y una pala. Cogieron al gato con mucho cuidado
y se lo llevaron.
Charli los siguió sin hacer el más mínimo ruido.
Llegaron a un bosquecillo donde enterraron al gato. Todos estaban bastante
tristes, por lo que a Charli no le quedó más remedio que romper la hoja de los
sospechosos. ¡No había avanzado nada!
Se bajó del árbol desde el que estaba espiando y se acercó a ellos. Les
preguntó si sabían qué había ocurrido con ese gato.
No tenían ni idea.
Se unieron y decidieron resolver el caso entre todos.
Y así, en pandilla, encontraron al culpable.
No se trataba de un humano. Había sido un león del Circo Mundial que estaba
instalado al lado del río. Parece que el pobre gato se había acercado demasiado a su
jaula y había sufrido unas heridas mortales. Solo pudo llegar hasta la curva del camino.
Nuestros amigos consiguieron que el dueño del circo liberara a los leones, a los
tigres y a las panteras en la selva.
Charli no volvió a pensar mal de los sospechosos y se hicieron muy amigos.
De mayor se convirtió en un detective muy famoso. Se casó con Gabriela Ciruela
y tuvieron un hijo llamado Ramón; fueron muy felices.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Tasew López Fernández (10 años)
DOS AMIGOS INSEPARABLES
Había un niño llamado Diego que vivía con su padre, Miguel, en un pueblecito
muy pequeño. Casanueva era un pueblo de las montañas asturianas, en él no había
colegio porque no había niños. Cada día Diego caminaba por la montaña para ir al
pueblo de al lado al colegio. Cuando regresaba a casa por las tardes se aburría porque
no tenía amigos para jugar.
Miguel decidió regalarle a Diego un perro por su cumpleaños que era el 5 mayo,
cumplía 11 años. Era un cachorro pastor alemán precioso y le puso de nombre Iker.
Diego se puso muy contento y desde aquel día fueron inseparables.
Iker le
acompañaba todos los días a colegio, le esperaba en un parque de al lado y estaba
ansioso por que saliera.
De vuelta a casa iban jugando a ´´BUSCAME´´. Cada día buscaban un camino
diferente para volver a casa, en un punto del camino se separaban y tenían que volver
a encontrarse en el árbol que había a la entrada del pueblo. Allí se paraban un ratito a
jugar al futbol antes de llegar a su casa.
Un día que había nevado y hacía mucho frío cuándo separaron Iker se quedó
jugando con la nieve se le hizo de noche y se perdió.
Diego llego al árbol como todos los días y espero a Iker durante horas pero no
llego. Cuando se hizo de noche se fue a casa se lo contó a su padre. Se puso a
buscarlo como loco. Lo estaba buscando día y noche. No pudo dormir de lo triste que
estaba. Al día siguiente lo siguió buscando y buscando. Hasta que un día que se cansó
y en vez de buscar gritaba Iker, Iker, Iker,.. Un día se olvidó.
Pasaron años, años, años,… Diego siguió estudiando y se hizo mayor. Un día
Iker apareció y Diego ya no lo recordaba, se acercaba a él moviendo el rabo y se
tumbaba a su lado esperando una caricia, como si quisiera decirle algo. Hasta que
Diego se dio cuenta de que Iker iba todos los días al árbol. Entonces Diego recordó
cuándo jugaban juntos en el árbol. Y entonces ya no se volvieron a separar.
Sergio Gil Ballesteros (10 años)
EL BALÓN QUE LLEGÓ A JUGAR UN PARTIDO
Había una vez un balón de fútbol reglamentario, que nunca sacaban en los
partidos.
Dentro del almacén del material del equipo había mogollón de balones, y todos
alguna vez habían salido a jugar un partido oficial, todos menos el balón del que trata
este cuento.
Era de cuero blanco, cosido a mano. El día que salió de fábrica de balones con
el resto de sus compañeros, tenía la ilusión de llegar lejos, deslizarse por el campo bajo
la dirección de los pies de algún niño que supiera dirigirla hacia la portería donde el
entraría triunfal a marcar goles.
Y cierto es que sí que marco muchos goles, pero siempre era en los
entrenamientos. Este balón nunca oyó el silbato del árbitro indicando que había sido
gol. Así que nuestro amigo se sentía un poco de lado.
Aun en estas circunstancias el nunca perdía la ilusión y disfrutaba con los niños
en los entrenamientos. También era un poco pillo y alguna que otra vez se desviaba
adrede de su trayectoria y se reía a carcajadas cuando alguien gritaba al niño que le
había dado el puntapié: “¡¡¡endereza ese pie que lo has mandado al otro lado!!! “
Pero su sueño no era deslizarse en los entrenamientos entre conos y de un pie a
otro de los niños del equipo, él quería jugar un partido oficial, y sentir el silbato del
árbitro, es decir, quería sentirse importante también como el resto de sus compañeros,
que últimamente se burlaban de él y le vacilaban contando sus batallas en el campo y
cuantas veces habían entrado en la portería.
Un día de invierno, un día de esos fríos en los que el hielo en el campo de juego
hacia que los balones resbalasen más rápidamente, alguien entro en el almacén a
buscar los balones para el partido, y justo ese día le cogieron a él.
Salió al campo con orgullo, de la mano del capitán del equipo. Ese era su gran
día. Vio a los niños con sus equipaciones, sus botas y sus ganas de jugar y él iba a
jugar con ellos.
Le colocaron en el centro del campo, echaron a suertes cuál de los dos equipos
sacaba primero el balón y sonó el silbato del árbitro anunciando el principio de la
primera parte. Primer puntapié y salió disparado, sentía el aire frio rozándole el cuero
blanco. Paso de un pie a otro, todo algún que otro pecho y una cabeza. Salió fuera de
las líneas, le pararon y le volvieron a poner en juego. Estaba ansioso, los dos equipos
eran muy buenos y no conseguían llegar a las porterías, siempre algún defensa le daba
fuerte con el pie y lo mandaba al otro lado del campo.
De pronto le tocaron unos pies ágiles de unas piernas fuertes y rápidas que lo
dirigieron con una larga carrera por todo el lateral del campo, paso a los pies de otro
delantero y un tercero le dio el puntapié que le dirigió directamente a la portería, noto la
red, reboto y cayo dentro de la portería y por fin sonó el silbato del árbitro anunciando
el ansiado gol que el tanto deseaba protagonizar.
Se sentía pletórico, feliz, por fin había disfrutado la sensación de ser el
protagonista de un gol, había comprobado que lo que sus compañeros le contaban era
cierto.
Después de ese gol llegaron cuatro más, y ciertamente nuestro amigo el balón
no podía ser más feliz. Jugo dos partidos más ese mismo día con diferentes equipos y
se sentía orgulloso de entrar en la portería y escuchar a los niños que bien se juega
con este balón.
Esa tarde cuando lo volvieron a meter en el almacén junto a sus compañeros
todos le felicitaron por haber alcanzado su sueño, y le pidieron que contara todos y
cada uno de los partidos. Termino tan cansado que durmió toda la noche de un tirón,
esperando y soñando que días como aquel se repetían una y otra vez.
José Jiménez Rojo (11 años)
EL CONEJO
Víctor tenía una coneja que se llamaba Bolita y un perro que se llamaba Pancho.
Un día Héctor le vino a buscar y Bolita se escapó. La empezamos a buscar por todas
partes, preguntamos por todos los lados pero no apareció.
Un día salimos al camping de Cabrerizos con todo mi equipo de fútbol, echamos
una pachanga contra el Real Madrid alevines y, por casualidad, apareció mi conejo
Bolita. Me llevé una sorpresa muy grande pero al final me fui para mi casa y ya nunca
más volví a descuidarme.
Me di cuenta de que para tener un animal doméstico hay que ser muy
responsable...
(Basado en hechos reales)
Víctor Barreña Millán (10 años)
EL CUENTO DE LA LUNA
Érase una vez una niña llamada Alejandra. De pequeña siempre se entretenía
mirando los astros del cielo. El día de navidad por la mañana, Alejandra fue corriendo
al salón donde se encontraba el árbol con los regalos. Ella pegó un grito llamando a
sus padres para que bajaran a abrir los regalos que les había traído Papá Noel. Una
vez allí los tres, Alejandra se lanzó sobre su regalo que era el más grande de todos. Lo
abrió con mucha rapidez hasta ver que en la caja ponía (telescopio para observar las
estrellas) y su cara se llenó de alegría.
Lo primero que hizo fue subirlo a su habitación para que por la noche estuviera
preparado. Cuando llego por la noche subió corriendo a su habitación para observar las
estrellas. Se dio cuenta de que también había luna llena, gigante y redonda como un
queso. Se lo fue a contar a su madre y le llevo hasta el sitio más alto de la ciudad, que
era un prado precioso, allí tendieron sus toallas sobre la hierba y se tumbaron para
observar el cielo tan precioso que había esa noche. Alejandra empezó a explicarles a
sus padres cuales eran las estrellas, hasta que se hizo demasiado tarde y se fueron a
casa. A la mañana siguiente Alejandra estaba feliz. Bajó a desayunar con sus padres,
chocolate caliente y churros que era su desayuno favorito. Fue a casa de .sus abuelos
y les contó todo lo que había pasado aquella noche.
Por la tarde estuvo con sus amigos de clase merendando en casa de su mejor
amiga Sandra. Alejandra les contó exactamente lo mismo que a sus abuelos y los
demás le atendieron con los ojos muy abiertos y escuchándole. Cuando terminó de
contárselo fueron todos juntos al parque que había justo al lado de aquella casa.
Alejandra y su mejor amiga estaban las dos sentadas en el columpio hablando de lo
que había contado Alejandra y columpiándose a la vez. Sandra solo hacía preguntas y
preguntas sobre el tema porque era un poco cotilla.
El día que empezaron las clases todo el mundo estaba allí, juntos y entre ellos
también estaba Alejandra. Todos estaban hablando de lo difícil que iba a ser el
trimestre y que costaría un poco volverse a adaptar a levantarse pronto, estudiar…pero
la verdad Alejandra no le importaba eso porque ella en vacaciones también se tuvo que
levantar pronto para ir a clases particulares y ella era una niña muy estudiosa así que le
iba a costar poco volverse a adaptar. Lo único en lo que pensaba era en aquel día. La
verdad es que fue el mejor día de su vida.
Cuando llegó del cole sus padres le preguntaron lo que había hecho en el
colegio, y ella le respondió que había hecho lo de siempre y se subió corriendo a su
habitación y vio que el telescopio ya no estaba y se preguntaba donde había ido a
parar. Llamo a sus padres enseguida pero ellos le respondieron que ellos no sabían
nada que habían estado toda la mañana trabajando. Alejandra se empezó a preocupar
y empezó a buscar en todos los sitios y lo que había pasado había sido que lo tenía en
la buhardilla. Lo que se preguntaba era quien lo había metido allí.
Empezó a buscar pistas de algo que le pudiera llevar hasta el que lo había
escondido, que era su mejor amiga. Lo hizo porque como Alejandra fardaba mucho con
lo que le había pasado quería darle un escarmiento. Alejandra no lo supo hasta que en
la buhardilla se encontró la horquilla de su amiga. Ella no se esperaba que hubiera sido
ella la que le escondió el telescopio.
A la mañana siguiente Alejandra se enfadó con Sandra y no le hablaba. Sandra
sabia porque e intentó explicárselo pero Alejandra no quería escucharla porque estaba
muy enfadada con ella. Cuando volvió a casa Alejandra tiro la mochila al suelo y se
subió a su habitación y subieron sus padres y le preguntaron que le pasaba y ella se
tiró contra la almohada y no respondió.
Llamaron al timbre y los padres de Alejandra bajaron a abrir, era Sandra que
venía a explicarle lo que había pasado. Alejandra dijo que le escucharía y Sandra
empezó a hablar. Le dijo que lo había escondido para darle un escarmiento por fardar
de lo que le había pasado con lo de la luna y todo eso. Alejandra dijo que ella no
pretendía fardar lo que pretendía era que aquel momento tan bonito que ella vivió
contándolo podría hacer que vosotros os imaginéis ese momento en la cabeza y
pudierais ver esa imagen en vuestros pensamientos y vivir lo que ella vivió aquel día.
Paula Sánchez Sánchez (10 años)
EL NIÑO HUÉRFANO
Era un día de primavera muy aburrido. Alejandro se le ocurrió ir al río a pescar.
Buscaba un sitio para situarse, cuando vio un puente a lo lejos. Parecía viejo y
abandonado se acercó hasta el puente lo observó un momento y pensó: “creo que voy
a pescar desde este puente”, llevaba como media hora sin pescar nada, de repente vio
como una piedra caía al río,
- Parecía como si alguien… ¡la hubiese tirado¡ Pregunto en voz alta:
- ¿hay alguien hay?, pero nadie contesto siguió pescando y de repente otra
piedrita volvió a caer y otra vez preguntó:
¿Hay alguien hay? , pero nadie contesto, entonces Alejandro, dejó su caña de
pescar y se asomó debajo del puente, y vio un niño agachado como asustado, le
pregunto:
-¿Qué haces hay tú sólo? y el niño le dijo:
- Vivo aquí.
-¿No tienes familia? Y el niño le dijo que no vivía con su familia porque no le
trataba bien y he decidió vivir solo aquí debajo de ese puente.
Alejandro le preguntó:
- ¿Quieres pescar conmigo?
- Respondió: ¡vale!
- ¿Cómo te llamas? Preguntó Alejandro:
-Simón, y el niño le contó a Alejandro todo lo que había sucedido hasta llegar a
la situación de tener que vivir solo, Alejandro le propuso venirse a vivir con él. Y Simón
le dijo que si, Alejandro le dijo:
-No te preocupes Simón, hablaré con mis padres y le pediré que te quedes a
vivir en nuestra casa.
Alejandro llamó por su teléfono móvil a los sus padres, ellos aceptaron y Simón
se quedó a vivir con Alejandro, les regalaron un perro y lo sacaban a pasear todos los
días. Se lo pasaban muy bien con él. Alejandro presento a Simón a sus amigos y todos
sus amigos querían conocerle. Alejandro y Simón viajaron a muchos sitios de
vacaciones, fueron a Paris de vacaciones e hicieron muchos amigos, Alejandro que ya
había ido de vacaciones le enseño la playa a Simón además también le enseño a
surfear y Simón se lo pasaba estupendamente. Fueron unas vacaciones inolvidables
para Simón. Estaba esperando volver para el año que viene. Alejandro se dio cuenta
como sería vivir sin Simón porque era el hermano perfecto. Cuando llegaron de vuelta
a casa se encontraron una perrita en la calle mojada u con mucho frío y decidieron
aceptarla en su numerosa familia como a Simón. Seis meses después tuvo bebes con
el perro de Alejandro y Simón, se lo pasaba estupendamente. Fueron una familia muy
feliz. Los dos de mayores tuvieron muy buenos trabajos y decidieron comprarse una
casa entre los dos y vivir juntos con sus perros. Muchas veces iban a visitarles sus
amigos a casa los dos se casaron. Y tuvieron hijos y ahora los primos se llevan muy
bien y quedaron todos los días para jugar. Fueron a muchos sitios y se lo pasaron muy
bien. Sobre todo en un parque de atracciones. Al final se sintió el hombre más
afortunado por encontrar a Simón, en ese río, nunca olvidará ese tal 10 de junio de
2010, cuando se conocieron.
Diego Canabal Rodríguez (10 años)
EL OSO AMOROSO
Había una vez un oso llamado Amoroso.
Lo que más le gustaba a Amoroso en el mundo era: tomar miel, estar con los
amigos y tener una familia como la suya, ¡ERA PERFECTA!
Tenía tres hermanos: Mimoso, Gracioso y Chistoso.
El padre de Amoroso se llama Tristón y la madre Feliciana.
Amoroso es el mejor Oso que existe ¿por quéeee?
Es simpático, gracioso, tiene buen corazón, y lo mejor es que es muy guapo y
achuchable.
La noche anterior a los reyes magos, la familia estaba en la cama y sintieron que
la puerta se abría, Tristoso fue a ver qué ocurría y no vio nada raro, se echó de nuevo a
dormir.
Se oía como alguien bebía agua, esta vez fue Contenta la que se levantó para
ver que ocurría, tampoco vio nada raro y se echó a dormir.
A la mañana siguiente, Mimoso, Amoroso, Gracioso y Chistoso fueron ha abrir
los regalos y cual fue su sorpresa que se encontraron el suelo lleno de papeles.
Ellos tienen 4 años y no saben leer, salieron corriendo a la habitación de sus
padres, para decirles que el suelo estaba lleno de papeles y no de regalos, como no
sabían leer, no se dieron cuenta de que en esos papeles ponía donde estaban
escondidos los regalos.
Los padres se levantaron y leyeron los papeles diciendo a cada osito donde les
había dejado los regalos a cada uno de ellos, a Chistoso le trajeron: El balón del
Ososuna firmado por todos los jugadores, a Gracioso: un libro de chistes de osos y un
Rompecabezas, a Mimoso: el osopoly y un libro de osochef Junior, y a Amoroso: un
libro de Geronimoso Stilton y la WII.
Todos estaban muy contentos y se pasaron el día jugando con los regalos.
Mimoso se ofreció voluntario para hacer la cena con una receta del libro de
osochef junior.
Alba Domínguez Hernández (10 años)
EL PINCEL DE ORO
Érase una vez, un niño de 10 años, que vivía con su padre y su madre. Eran
muy pobres y casi no tenían nada que comer.
Un día, el niño fue a un mercado a pedir comida, pero el señor de la tienda no le
quiso dar comida, pero por el contrario le dio pena, así que le dio un pincel viejo que se
había encontrado tirado al lado de unas ruinas de un viejo castillo. Él le dio las gracias
y se fue a casa.
Cuando llegó a casa le dijo a sus padres lo sucedido; lo limpiaron y lo pusieron
encima de una mesa para venderlo. Mientras, el niño miraba fijamente la punta del
pincel ¡parecía oro! Entonces vino una brisa y el pincel se cayó de la mesa y manchó la
bolsa de una señora que pasaba por allí, pero en vez de mancharla convirtió en oro la
parte que debía ser manchada. El niño, se quedó sorprendido por lo ocurrido; en
seguida fue a contárselo a sus padres. Como no se lo creían le regañaron y pusieron el
pincel de nuevo encima de la mesa, pero el niño les dijo que se lo demostraría, cogió
un cuadro que tenían para vender y lo pintó. Pero en vez de convertirlo en oro pintó
una roca de oro. Se dio cuenta de que si pintabas cualquier cosa menos un cuadro o
algo que se haya fabricado para pintar en él se convertía en oro, pero si pintabas en
un cuadro o algo que se haya fabricado para pintar en él, pintaba el pincel lo que
pensaras por ti. Entonces compraron un cuadro con el poco dinero que les quedaba y
se pusieron a pintar cuadros y de vez en cuando convertían cosas en oro. Como tenían
dinero se compraron una casa pequeña para vivir. Pero lo hacían solo algunas veces y
no abusaban de ello.
Pero a un señor, le pareció sospechoso que alguien pintara tan bien. Y un día
decidió espiar por la noche.
Cuando se fueron a dormir, el señor espió lo que había y pensó qué objetos
usaban para pintar, pero como el niño ponía los cubos y todo lo necesario para pintar
antes de empezar a pintar, el señor, no sabía que objeto era el que hacía que pintaran
tan bien, así, que decidió coger unos cuadros y probar cual era el objeto que hacía
pintar de esa manera.
Al día siguiente el niño le dijo a sus padres que ya no estaba el pincel, estuvieron
buscándolo por todas partes; al final el padre encontró un reloj que ponía:
“PROPIEDAD DE LOWICH”. La madre lo conocía porque era el dueño de una tienda
que nunca daba nada, también encontraron unas huellas, las siguieron hasta llegar a
una fábrica abandonada, en la que encontraron a Lowich pintando un cuadro. Quedó
muy claro que él había robado el pincel, ya que quedó muy bien y lo pintó muy rápido.
En seguida llamaron a la policía y le detuvo, le devolvió el pincel y le compró los
cuadros usados anteriormente al intentar averiguar que objeto era.
Entonces pudieron dedicarse a vender cuadros y vivieron felices, menos Lowich
que a partir de ahora vivirá en la cárcel.
Pedro Hernando Perrino (10 años)
ESTRELLA, LA EMPOLLONA
Érase una vez una niña llamada Estrella que se leía muchos libros cada día, en
clase terminaba siempre la primera,…Lo malo es que siempre que hacía algo la
primera o algo bien se chuleaba mucho y a los alumnos le fastidiaba mucho. Estrella
estaba solitaria es decir sin amigos. En el recreo siempre estaba sola. Cuando Estrella
le decía a una niña o un niño si quería ser su amiga o amigo siempre le respondían que
NO. Estrella no sabía que era por eso hasta que un día una niña rubia y de su edad se
lo dijo. A Estrella le fastidio mucho e intento cambiar, pero no podía. Estrella era muy
chivata y se lo conto a su madre. Su madre le dijo que no pasaba nada que ya se
harían amiga suya, pero no. Al cabo del tiempo Estrella ya se aburría de estar sola y
empezó a suplicar a su madre para que se mudaran. Al fin se mudaron.
Se fueron a un pueblo llamado Cabrerizos. Allí le respetaron muy bien y le gustó
mucho ese sitio y se quedó en Cabrerizos. Estuvo conociendo el pueblo y le encanto la
biblioteca, la plaza, el cole,…En Cabrerizos se hizo muy buenos amigos y en los
recreos como Estrella nunca había jugado pues sus amigas al decir un juego Estrella
no sabía cómo se jugaba y se quedó extrañada. Su madre le pregunto qué tal se lo
había pasado y le dijo que súper bien. Y así toda la semana. Hasta que un día se
chuleaba otra vez. Pero los de Cabrerizos no les importaba, sino ellos querían hacer lo
mismo que Estrella. Pero ellos no lo conseguían. Todas las niñas se hicieron amigas de
Estrella y como Estrella era muy pero que muy guapa algunos chicos se enamoraron
de Estrella. Al quedar por la tarde un día casi se pierde en Cabrerizos porque todavía
no conocía muy bien Cabrerizos. Estrella se apuntó a actividades por ejemplo: a baile
con dos de su clase, baloncesto con una de su clase y a ingles porque iba un poco
atrasada en inglés. A Estrella le encantaba Cabrerizos y los nuevos amigos. Lo malo es
que su madre no tenía tanto dinero para pagar su casa y le dio una muy mala noticia a
Estrella y Estrella se echó a llorar. Cuando sus amigos se enteraron le dieron cariño y a
ponerse triste. En Cabrerizos nunca quieren que se vaya nadie y ayudan a todo el
vecindario que le quede poco dinero para pagar impuestos, casas,… Entonces todos
les ayudaron a pagar la casa y al final Estrella se quedó en Cabrerizos. Al cabo del
tiempo le empezaron a llamar los niños y niñas del otro colegio, y querían que volviera
y le decían que si volvía se iban a hacer amigos suyos pero Estrella no les hizo ni caso
y se quedó en Cabrerizos. Los del otro colegio querían que vuelva Estrella porque en
los exámenes los que estaban al lado suyo podían aprovechar a copiarse. Estrella vivió
feliz para siempre en Cabrerizos, fue a muchas fiestas con sus amigas y, algunas
veces volvía al otro colegio para ver los niños y niñas para decirles lo que había en
Cabrerizos. Y claro Estrella seguía siendo tan empollona que hasta algunos de los
alumnos también se hicieron empollones como Estrella y Estrella intentaba no
chulearse al terminar antes o al haber sacado un 10.
Ainhoa Rodríguez Rodríguez (10 años)
EXTRATERRESTRES EN APUROS
Érase una vez un extraterrestre que se llamaba B15. Este pertenece a un
planeta
llamado
Beutón
donde
están
muy
evolucionados
en
cuestiones
electronicas.B15 pertenece a una familia que se dedica a construir maquinas del
tiempo, su padre viaja por otros planetas y Universos buscando materiales que le
puedan servir para sus nuevas máquinas. El padre de B15 al cumplir este 10 años le
regalo una nave construida por el mismo y a esta nave se le ha estropeado una pieza
que recogió su padre hace años aquí en la tierra.B15 decide viajar a la tierra a ver si
encuentra dicha pieza y se pone en camino.
Una tarde de verano los hermanos Pablo y José juegan en un bosque cercano a
su casa cuando de repente ven caer algo. Pablo sale corriendo en dirección hacia
aquello que ha caído pero no encuentran nada. Al cabo de un rato mientras se acercan
a su casa se les aparece un ser rojo chillón, es B15que se acerca hacia ellos .Los
hermanos lo cogen y lo encierran en un armario con las puertas negras y grises. B15
piensa que es una cárcel y se pasa la noche haciendo ruidos como si llorase.
A la mañana siguiente Pablo y José se despiertan y el extraterrestre esta encima
de su escritorio cogiendo los lapiceros y se los está comiendo, Los niños se dan cuenta
que los lapiceros es la comida de este ser. José y Pablo deciden abrir sus huchas y con
el dinero le compran lapiceros a B15 para que se alimente. Poco a poco se van
haciendo amigos y B15 les confiesa la razón de por qué ha venido a la tierra y les dice
que le ayuden a encontrar la pieza rota y los niños deciden llevarle a una chatarrería
que hay cerca de su casa, y buscando entre la chatarra encuentran otra pieza muy
parecida que creen que le baldra. Se van al bosque y B15 descamufla su nave y
empieza a repararla consigue poner la pieza encontrada y la nave se pone en
funcionamiento los niños se alegran de que su nuevo amigo haya podido encontrar y
arreglar su nave pero en el fondo saben que B15 pronto se ira y les da pena. A la
mañana siguiente B15 se despide de los niños y se monta en su nave y se va dejando
a los niños muy tristes pero siempre tendrán el recuerdo de que ayudaron a su nuevo
amigo.
Alejandro Serafín Yáñez (11 años)
JIMENA Y EL TRABAJO DE SU PADRE
Érase una vez una niña que se llamaba Jimena, su papa era policía.
A su papa le había tocado de destino Nueva York.
Ellos vivían en Girona, en un pueblo llamado Ruyde York.
A ella le encantaba el baile y el futbol y claro quería mucho a sus amigas, le
daba mucha pena marcharse por unos años a Nueva York, porque dejaba muchas
cosas; sus amigas, su colegio, el futbol, el baile, etc...
Cuando estaba recogiendo las cosas para marcharse, se encontró una foto de
su mama, pero no estaba presente, porque se había muerto por accidente.
Como su perrito Tobi era muy trastero le chuperreteó toda la foto.
Llegar a Nueva York Jimena le dijo a su papá, papa aquí tengo que hacer lo
mismo que hacía en España, su papa le respondió si hija claro que las harás, además
hay una academia de baile en la que te he apuntado llamada,
"DANCE PRECISIONS “ !Esta escuela es buenísima ¡ exclama Jimena .
Huy!!!! Dice Jimena papa donde vamos a vivir, su papa le contesta: vamos a vivir
en una casa al lado del Central Park.
Unos años después, Jimena le dice a su papa: vámonos de aquí hay una niña
que se mete conmigo y es muy mala.
La niña se llamaba Teylor. Al siguiente día fue al colegio aterrorizada; le hacía
muchas maldades.
Al siguiente día era el día de la paz, el día favorito de Jimena y de su padre, pero
fue el mejor día de Jimena porque: Teylor le pidió perdón a Jimena y porque se volvía a
España.
Jimena llegó y vio a sus amigas, a su escuela de baile, a su equipo de fútbol y se
pusieron a bailar de felicidad y todo volvió a la normalidad y colorín colorado este
cuento se ha acabado.
Lidia Hernández Mora (10 años)
JUAN
Juan era un niño alegre y travieso que vivía en un pueblo montañoso, en verano
se divertía mucho con sus amigos, jugaban y pasaban muy buenos ratos juntos .Pero
al acabar el verano, todos sus amigos se marchaban a la ciudad pues solo pasaban en
el pueblo las vacaciones y Juan se quedaba solo esperando que empezara el colegio
donde volvería a encontrarlos. A Juan le gustaba mucho ir al colegio aunque estuviera
a 6Km, pero el invierno es duro en su pueblo porqué nieva mucho y cuando nieva no
puede ir al colegio pues su padre no puede llevarle con su coche, como cada día
porque la carretera está cortada. Un tarde, cuando estaban cenando Juan pregunto
¿porque nosotros no vivimos en la ciudad? Su padre le contesto: Ya sabes que somos
pastores, y tenemos que cuidar a las cabras y sacarlas a pastar por las montañas, es
nuestro medio de vida y su madre, sorprendida le pregunto ¿Juan no te gusta vivir en el
pueblo? Si mama me encanta vivir en este pueblo y en esta casa, pero lo que no me
gusta es faltar tantos días a clase por culpa de la nieve.
Un día, al salir de clase, corrió como siempre en busca de su padre que le
esperaba en la puerta, cogiéndole en brazos le dio dos vueltas y le dijo que tenía una
gran noticia que contarle, impaciente le pregunto qué de que se trataba y él le
respondió: Juan no volverás a faltar a clase por la nieve, el ayuntamiento ha comprado
una máquina quitanieves, y la carretera no se cerrara mas aunque nieve yo te traeré al
colegio todos los días y Juan grito de alegría QUE GUAYYYYYYYYY…..
Carlos Rogado Caamaño (10 años)
KING, EL LEÓN PROTESTÓN
Vivía en la sabana un león al que todos llamaban KING, era un león muy grande,
con una piel muy brillante y unas poderosas patas con unas garras muy afiladas.
KING se pasaba la mayoría del tiempo tumbado bajo la sombra de una acacia y
sólo se levantaba para quitarle la caza a las leonas. KING se pasaba la mayor parte
del tiempo que estaba tumbado hablando con un abejorro que se llamaba BEE, con el
que siempre se metía insultándolo chiquitajo y flojo.
BEE siempre acababa enfadado porque después de llevar un rato hablando
sobre los problemas de la sabana, KING terminaba insultándolo y BEE se iba cabreado
hasta el día siguiente que se repetía lo mismo.
Otro de los personajes con los que KING tenía mucho trato era el elefante
TROMPON, TROMPON era un elefante viejo, tenía casi 60 años de edad y pesaba
casi 7000 kg con el que KING discutía mucho.
Se pasaban las mañanas apostando por el animal más rápido de la sabana,
KING apostaba por el guepardo RUNNY y TROMPON lo hacía siempre por la gacela
PEPI, una gacela joven, muy veloz y valiente a la que siempre le gustaba retar a
RUNNY. Casi siempre ganaba RUNNY y KING le decía a TROMPON –“Esa gacela es
casi tan gorda y lenta como tú. JA JA JA”El sábado por la noche la familia de los Suricatas había organizado una fiesta
en su cueva a la que estaban invitados todos los animales de la sabana. Celebraban la
llegada de la estación de las lluvias y por fin dejarían de pasar sed y calor por una
temporada. La estación seca era muy dura y muchos animales no conseguían pasarla.
En la fiesta estaban muchos de los animales de la sabana, estaba la familia de
los ñus, las cebras, también había algún búfalo, gacelas, avestruces etc. Entre los
invitados también estaban KING y BEE que estaban entretenidos discutiendo de lo de
siempre. Acabarían como siempre, el león insultando al abejorro. En la cueva estaba
casi todos, uno de los que faltaba era TROMPON. La cueva se encontraba en la ladera
del monte un poco alejada de la sabana por lo que a TROMPON le costaba llegar un
poco más de tiempo que al resto de los animales.
-“Este elefante gordo y viejo llegará cuando se termine la fiesta”- le decía KIMG
a BEE.
Todo el mundo estaba disfrutando de la fiesta cuando de repente el suelo
empezó a temblar, sólo unos pocos se dieron cuenta, pero el temblor aumentó tanto
que al final todo el mundo se enteró de lo que estaba pasando, ¡¡¡AAH!!! gritaba todo
el mundo mientras corría de un lado a otro.
Un enorme ruido se escuchó dentro de la cueva, el ruido venía de la entrada,
todos salieron corriendo hacia la entrada y pudieron ver lo que había pasado, unas
rocas había taponado la cueva y ahora nadie podía entrar ni salir de ella. La tierra dejó
de temblar y todos empezaron a tranquilizarse un poco y empezaron a pensar cómo
podían salir de la cueva. Los animales más fuertes como el león KING, las cebras, los
ñus y los búfalos empujaron todos juntos para mover las enormes rocas.
-“A la de tres empujamos todos juntos”- decía KING. – “UNA, DOS Y TRES” y
todos empezaron a empujar con todas sus fuerzas. Los demás animales miraban
esperando que la gran roca se moviera, pero nada, no se movía ni un milímetro.
Después de un rato empujando los animales estaban agotados y no podían más.
-“ Holaaaa, hay alguien ahí dentro?”- todos los animales que estaban dentro de
la cueva abrieron los ojos y las orejas, están escuchando a un animal que estaba fuera
de la cueva. –“Hola”- gritó King al animal que estaba fuera, pero estaban demasiado
lejos y sólo llegaba un pequeño ruido que no podían entender.
Tenemos que intentar decirle al animal que esta fuera lo que nos pasa para que
pueda pedir ayuda, decía la cebra más vieja, es la única manera de salir de aquí.
Entonces KING miró a BEE, el abejorro flojo y debilucho con el que tanto se metía, “BEE, tú puedes salir por entre los huecos de las piedras y llegar hasta la entrada y
pedir ayuda”-, entonces BEE salió volando y empezó a buscar el camino de salida por
los huecos que dejaban las grandes rocas. Después de un rato consiguió llegar al otro
lado de la entrada y allí vio al viejo TROMPON. – “TROMPON como me alegro de
verte”- están todos los animales atrapados dentro de la cueva. No pueden quitar las
rocas.- “No te preocupes BEE, yo las quitaré para que todo el mundo pueda salir- y
TROMPON se puso manos a la obra. Sólo tardó unos minutos en retirar todas las rocas
que tapaban la entrada de la cueva y cuando quitó la última y vio a todos los animales
se le tiraron encima dándole las gracias, sin su ayuda no hubieran podido salir y
hubieran muerto allí dentro.
KING se acercó a TROMPON cuando ya todos se habían ido y le dio las gracias
a él y a BEE y les dijo que había aprendido que todo el mundo, sea alto, flojo, viejo o
gordo tiene su valía y que no volvería a meterse con ellos nunca más.
Patricia Mayordomo Estévez (10 años)
LA CASA ENCANTADA
Era una noche fría en la mansión fantasma de la ciudad de DANVIEL.
En ella vivía un señor mayor llamado Eric Rotemfeller.
Vivía solo en esa mansión era hijo único y sus padres le habían dejado de
herencia esta gigantesca mansión.
No tenía ningún amigo porque nadie nunca jamás quiso entrar, la gente llamaba
a esta mansión la mansión fantasma porque según cuenta la leyenda se construyó
encima de un antiguo cementerio en el que se cree que por las noches salen espíritus
malignos.
Pero Eric no se creía esas tonterías de la gente y el sin preocupación ninguna
vivía tranquilamente en su mansión.
La gente tenía razón realmente, estaba construida encima de un cementerio.
Un día Carla y sus amigos Encarna, Daniel, Sofía y Sergio estaban en el parque
de Danviel, aburridos.
Sergio propuso:
-¿Y si organizamos un plan para ir a la mansión fantasma?, preguntó. Así no
estaremos aburridos¡¡¡¡¡
Sofía que era un poco miedica dijo
-Es que dice la gente de la ciudad que hay fantasmas y a mi pues…
Daniel le respondió:
-Pero Sofía ¿te crees esas bobadas que dice la gente? Yo voto por ir.
Encarna y Sergio aceptaron.
Sergio dijo:
-¡Sofía venga ven te lo pasaras genial, créeme!
Sofía acepto.
-Bueno, comentó Sergio, ¿qué tal si vamos mañana después del colegio?
A todos les pareció bien.
Al día siguiente después del colegio los niños se reunieron en el parque.
Sofía llevo unas galletas para picar, las comieron y se pusieron en marcha a la
mansión fantasma.
Mientras caminaban iban charlando sobre cómo podía ser esa mansión.
Sofía todavía sentía un poco de miedo pero Carla la animaba diciéndole que no
había nada por lo que temer, aunque la verdad era que Carla también sentía un pelín
de miedo, pero no mucho.
Al llegar llamaron a la puerta un par de veces y esperaron a que le abriesen.
Eric se preguntó:
-Nunca nadie se digna a venir a mi casa y hoy se presentan 5 niños?????
-Voy a ver que quieren.
Los niños cuando les abrió la puerta saludaron y Eric le respondió el saludo.
Eric les invitó a comer, y los niños aceptaron encantados
Preparo una rica sopa de verduras de comida que a Sofía le pareció que estaba
buenísima.
Eric les mostró su casa entera los niños no salían de su asombro y todos
exclamaron a la vez
-¡¡¡¡ QUÉ GRANDE ¡¡¡¡
Mientras Eric les mostraba la casa, los niños iban recogiendo pistas.
Al salir de la casa de Eric volvieron al parque habían recopilado varias pistas y
todas llevaban a que en la casa había un fantasma.
Al día siguiente los 5 niños fueron a la televisión a contarle que habían visto al
tan famoso y temido fantasma.
Mucha gente aparte de los 5 niños fueron a casa de Eric y él les abrió la puerta.
El fantasma al ver tanto jaleo salió pero antes de que la gente lo viese hablo
diciendo:
-¡¡¡¡¡ Ciudadanos y ciudadanas de Danviel, yo soy el fantasma al que venís a
buscar ¡¡¡¡¡¡¡ bueno, un momento, que me presento , yo me llamo blue mi nombre debe
a mi adicción al color azul, pero yo no quiero mataros y ni haceros cosas malas, yo
tengo 1000 años, pero en la edad de los fantasmas son 10 y yo estoy solo y aburrido, y
por eso busco alguien con quien jugar.
Sofía levanto la mano para hablar y dijo
-¡¡¡¡¡¡Blue, tu puedes venir con nosotros que también tenemos 10 años y nos
encantaría jugar contigo ¡¡¡¡¡¡¡
El fantasma aceptó la propuesta e inmediatamente se puso a jugar con ellos, y a
partir de ese día nadie volvió a tener miedo ni de Eric, ni de la gigantesca mansión.
Silvia Zarzoso Zamarreño (10 años)
LA ENTRADA AL MUNDO MÁGICO
Érase una vez dos niños: Pablo y Juan. Pablo era avaricioso y Juan humilde.
Eran muy amigos, casi todos los días jugaban a no ser que tuvieran que hacer
muchos deberes. Un día al salir del colegio quedaron para ir a la biblioteca a las 18:30
para leer. A esa misma hora los dos estaban en la biblioteca y se pusieron a leer un
libro que trataba de que debajo del mar había una piedra muy luminosa y debajo de ella
había un mapa que llevaba a la entrada de un mundo mágico. Como a ellos les
gustaban las aventuras, emprendieron la búsqueda del mapa. Se pusieron ropa de
buceo y fueron al mar a buscar la piedra luminosa.
Allí Pablo y Juan estuvieron una hora buscándola hasta que la encontraron y,
como el libro decía, debajo de esta el mapa. Luego fueron a la casa de Juan y
estuvieron examinando el mapa. Tenía unos signos muy raros aunque Pablo y
consiguió descifrarlos. Primero tenían que cruzar el mar hasta llegar a una isla.
Luego allí deberían encontrar un agujero de unos 20 metros aproximadamente y
al final deberían entrar por un camino que en la parte de arriba hay un dragón dibujado
y según el mapa hay estaría la entrada al mundo mágico.
Sin perder ni un segundo más se pusieron en marcha a buscar la entrada y
como es debido siguieron los pasos. Primero cruzaron el mar hasta llegar a la isla,
luego buscaron el agujero que como la isla era pequeña no tardaron en encontrarlo.
Bajaron y vieron las puertas, eligieron la que tenía un dragón dibujado, entraron y
vieron una puerta y un sapo. Era la puerta del mundo mágico.
El sapo hablo y les dijo que para entrar había que acertar una adivinanza.
La adivinanza era:
En verdes ramas nací, en molino me estrujaron, en un pozo me metí, y del pozo
me sacaron a la cocina a freír.
Pablo respondió: el aceite.
Y la acertó, entonces el sapo les abrió la puerta.
Entraron en el mundo mágico y al verlo se quedaron asombrados nada más ni
nada menos porque el mundo era de oro. Pablo al ser tan avaricioso quiso llevarse el
oro pero Juan le dijo que no, que el oro debería seguir en su lugar. Exploraron el lugar
y vieron que el mundo estaba completamente alejado de la humanidad. No había
edificios estaba completamente solitario. Luego, después de explorarlo volvieron a
casa. De repente suena el despertador, se despierta Juan y descubre que todo había
sido un sueño, el mapa, el mundo mágico…no era realidad. Al fin y al cabo
Juan se lo ha pasado bien.
Iván Zurdo Picado (10 años)
LA GRANJA EN APUROS
Érase una vez una granja que era diferente a las demás: ¡LOS ANIMALES
HABLABAN!
Era un día soleado y alegre, los pájaros cantaban, el viento movía los
árboles…era un día especial. Esa granja iba a competir en un campeonato oficial. En
él participaban más de un millón de personas. Ganaban diez millones de euros. Como
era un premio muy importante, el que lo consiguiera, aparte de ganar ese maravilloso
obsequio también saldría en la televisión en todas las cadenas (hasta en las de
deporte). La granja del Sr. Jose Manuel, la Sra. María De Los Ángeles y sus hijos David
y Sara iban a competir. Su granja era la más decorada, la más bonita, la más
animada… Sus animales tenían una cosa en especial… ¡hablaban! Ellos se gastaron
mucho dinero en decorar, en dejarla espectacular, etc. Entonces, ¡tenían que ganar!
El granero era rojo, de madera de roble. Tenía grandes ventanas por las que
pasaba mucha luz. Dentro de él había mucho trigo, cebada, etc. Después, al lado
derecho, había grandes y productivos campos de cultivo. A su izquierda había un
bosque de robles. Tenía un camino que llegaba hasta su casa. En la copa de uno de
estos habían hecho una “casa del árbol”. Detrás del granero estaban las cuadras de
caballos, vacas, cerdos, etc.
Los animales estaban muy bien cuidados. Los peinaban, los daban de comer,
los lavaban… pero lo más curioso de todo era que los enseñaban a hablar y ellos
aprendían rápidamente, al contrario que los demás. ¡Hasta a los bebés les costaba
más!
Las demás granjas estaban todas descuidadas, todas menos una. Esa granja
era también muy bonita. Pero sus animales no hablaban. Se trataba de un granero
azul, de madera de pino. A su izquierda había unos grandes campos de cultivo, pero no
tan productivos como los de la otra granja. También tenía mucha más comida en el
granero, más que todas las demás y más que en la otra. Al contrario que todas las
demás casas la suya era una mansión que estaba en la cima de una montaña
pequeña. Sus animales estaban igual de cuidados que los de la otra granja.
El concurso se celebraría el 6 de julio. Al ser el día del cumpleaños de Sara les
gustaría ganar para celebrar su cumpleaños y la victoria con toda la familia. Y…
¡GANARON! Lo celebraron con toda su familia. Se lo pasaron muy bien esos 4 días
que lo estuvieron celebrando. Todos los invitados se fueron el 5º día. Y el 6º día… ¡Se
dieron cuenta de que les habían robado el dinero!
-¿¡Que vamos a hacer!?-dijo David muy preocupado.
-¡Ya sé!-dijo Sara. –Revisaremos todas las cámaras.
Ya que en la casa y en todas sus propiedades habían puesto cámaras para
vigilar si entraban ladrones.
-También llamaremos a la policía. –Dijeron los dos padres a la vez.
Y así se hizo. Revisaron las cámaras y vieron cómo una persona cogía todo ese
dinero. También vino la policía y averiguó quien fue tras ver las cámaras. Pero el ladrón
era muy escurridizo y no le conseguían pillar. Ahora tenían otro problema más, tenían
que pagar al banco y ellos no tenían dinero. Entonces tendrían que vender la granja y
los animales. Ellos sobre todo no querían vender los animales. Especialmente porque
hablaban. Preferían vender el granero, los campos de cultivo o incluso su “casa del
árbol” que tanto esfuerzo les había costado hacer. Pero ya era mucho dinero. Ni
siquiera con esas tres cosas podrían pagarlo. Entonces tres vacas salieron a por ese
ladrón, pero este las hipnotizaba a ellas y a todos los seres vivos solo con cantar una
canción. Él se las llevaba para venderlas y ganar mucho dinero. Pero una noche
cuando todos estaban durmiendo las tres vacas se levantaron y le llevaron a la cárcel.
Él ladrón dijo que le robó el dinero por venganza de haber perdido. Los policías hicieron
una campaña para devolver estas a sus dueños. Había que llevar los papeles de la
granja y el número de sus vacas sería entregado. Ellos revisarían todo para ver si eran
suyas y entregaron todas. También se las devolvieron a ellos. Le dieron todo el dinero
del ladrón a esa hermosa familia. Porque este iba a estar, en ese oscuro lugar, al que
llamamos cárcel, de por vida.
David Jiménez González (10 años)
LA MOMIA DEL MUSEO
Había un grupo de 8 amigos que se hacían llamar los titanes.
El grupo lo formaban:
-Sergio el fuerte
-Alicia la vegetal
-Vega la instructiva
-Víctor el valiente
-Miguel el convencedor
-Diego lanza llamas
- Ainhoa la manitas
Y el asombroso.
-Raúl el magnifico
El último en entrar en el grupo los titanes fue José el vegetal.
-Y dijo- ¿Por qué el grupo se llama así?
-Y le contesta Raúl el magníficoPorque tú tienes el poder de controlar todo lo vegetal, Sergio es muy fuerte,
Vega construye todo lo que quieres en un momento, Miguel convence a todo el mundo
hasta el infierno, Víctor se atreve a hacer todo lo que le digas, Diego lanza fuego por la
boca, Ainhoa arregla todo lo que le digas, y yo tengo todos sus poderes más el del aire,
agua y tierra.
23-1-1002
Los titanes van al museo de historia y se encuentran descubrimientos
arqueológicos, cuadros, minerales… etc.
Ya están llegando al final del museo y sin querer Sergio el fuerte se tropieza y
cae al suelo por unas escaleras escondidas detrás de una puerta invisible.
-Y dice- Chicos venid rápido mirad lo que hay aquí.
Van todos corriendo y llegan donde esta Sergio el fuerte.
-Y dicen a coro-¡Pero qué es esto!
-Y responde Sergio el fuerte- Debe de ser un santuario secreto con algún
descubrimiento muy importante.
Y al momento después de hablar Sergio el fuerte se oye un sonido raro.
Reeeeeeeeeeoeeeeeeeuiiir.
-Y se preguntan-¿que ha sido eso?
-Y dice Raúl el magnífico- Vamos a ver.
Bajaron las escaleras.
-Y una voz dice – FUERA DE AQUIIIIII.
Y todos en silencio siguieron andando sin hacer caso.
-Y le dice Raúl el magnífico a Diego lanza llamas-lanza una llamarada a ver que
hay más adelante.
Lanza la llama y al fondo se ve un ataúd egipcio.
Víctor abre el ataúd y dentro hay una momia que muy veloz agarra a Víctor el
valiente.
-Y dice la momiaOs dije que os fuerais, no os habéis ido pues lo pagareis.
Rápidamente Raúl el magnífico con su fuerza le rompe los brazos Víctor el
valiente se aleja los brazos de la momia se enganchan a su cuerpo otra vez.
-Y le dice Raúl el magnífico a la momia-¿Qué quieres para que nos dejes?
-Y responde la momia –Que no contéis que existo.
-Y responde Raúl el magnífico –Vale te dejamos
Se fueron la momia se metió en el ataúd.
Y siguieron como si no hubiese pasado nada.
Raúl Carrasco González (10 años)
LA PINTURA DEL HUMOR
Érase una vez, una niña de 5 años a la que le gustaba mucho pintar.
Una vez su padre le regaló una pintura.
Un día que estaba enfadada se puso a colorear.
Vio que pintaba negra; ella se sorprendió, porque cuando se la dieron era verde,
volvió a pintar y salió marrón. Ella sonrió, volvió pintar y coloreo rojo.
Pronto se dio cuenta de que era una pintura del humor, si estabas enfadado o
triste pintaba con colores oscuros y tristes. Y si estabas contento pintaba con colores
alegres y claros.
Ella prometió no usarla mucho para que no se le gastara muy rápido.
Cómo la pintura no era muy grande, cada vez que sacaba punta, se hacía
mucho más pequeña.
En el cumple de su tía le iba a hacer un dibujo como regalo.
Entonces se puso a pintar.
Ya le quedaba muy poco de la pintura, ella se puso triste.
Tuvo que dejar de pintar, para no dejar el dibujo feo.
Cuando agarró la pintura para seguir pintando, vio que la pintura crecía y crecía.
Más tarde averiguo que la pintura no se podía gastar.
También se prometió otra cosa: como esa pintura era especial solo la utilizaría
en ocasiones especiales.
Julia Crego Martín (10 años)
LAS MASCOTAS DEL COLEGIO
Érase una vez una niña que se llamaba Natalia, un día cuando ella caminaba
hacia el colegio se encontró una perrita abandonada.
-¡Pobre perrita! ¿Qué haces aquí tan sola?
-¿Te has perdido? Me pareces muy simpática.
-¿Quieres acompañarme hasta el colegio?
Cuando la niña y la perra llegaron a la escuela, le dijo tendrás que esperarme
aquí quietecita en el patio, porque si el profesor Delfín, me ve con una perrita es
seguro que me castigara.
Como la perrita no quería quedarse sola en el patio se le ocurrió una idea la
metería en su cartera para que nadie la viera y así la llevaría a la clase, y cuando
terminaran las clases se la llevaría a su casa para que comiera y jugara con ella.
Cuando Natalia llego a su clase escondió a la perrita en su pupitre y le dijo que
se estuviera quieta y no ladrara, porque si no hacia eso no sabía lo que podía pasar.
Cuando ya estaban dando la clase de matemáticas por el pasillo paso la
mascota del colegio que no era otra que un gato blanco que se llamaba Jory, como el
profesor había dejado un poco la puerta abierta, la perrita la vio a través de una rendija.
Entonces ¡OOOOHHHHH! , la perrita salto del pupitre y empezó a perseguir al
gato por toda la clase, subiéndose por los pupitres, tirando todos los cuadernos, los
libros y los estuches al suelo, vamos dejando todo desordenado.
Cuando ya pudieron coger al gato y a la perrita, el profesor pregunto qué de
quien era aquella perrita y Natalia levanto la mano, ella le explico lo sucedido, como
había llegado a parar la perrita en clase pero el profesor se enfadó mucho y le puso un
castigo.
Al final el profesor Delfín perdonó a Natalia aunque le dijo que no volviera a
suceder.
Cuando termino las clases Natalia cogió a la perrita que la habían metido en el
cuarto de la limpieza hasta que terminaran las clases para que no molestara, y se la
llevo a su casa.
Ahora Natalia y Jana que es el nombre que al final le puso a la perrita se lo
pasan fenomenal y le acompaña todos los días al colegio y mientras Natalia y sus
compañeros estudian en el colegio, Jana y Jory el gato se han hecho amigos y se lo
pasan fenomenal en el patio del colegio corriendo y jugando con la pelota, cuando los
niños salen al recreo disfrutan de las dos mascotas que ahora tienen en el colegio.
Natalia González Ávila (10 años)
LAS PERLAS DE BERLÍN
Había una vez una familia que iba a ir de viaje a Berlín. La familia se estaba
preparando para entrar en el avión.
Una vez dentro cogieron sitio y se sentaron, los asientos iban de dos en dos, la
madre se sentó con el bebé, el padre con la hija y el hijo con un viejo señor mayor que
le contó una historia de que en Berlín había unas perlas mágicas que unos ladrones
robaron de un museo y no se supo nada mas de ellas. De repente se dieron cuenta de
que habían llegado.
Al salir del avión fueron al hotel donde se alojaban y dejaron sus cosas.
Los padres junto con el bebé fueron a una sala del hotel donde había juegos.
Ángel y Olga decidieron dar una vuelta por el hotel. En ese rato Ángel le contó a Olga
lo que el señor del avión le había estado contando a él durante el vuelo:
- Me dijo que aquí en Berlín hay unas perlas mágicas escondidas, yo estaba
pensando ir a buscarlas.
- Vale respondió Olga, pero mama y papa no lo pueden saber.
Entonces eso hicieron. Salieron del hotel y las fueron a buscar.
- ¡Olga mira! dijo Ángel. Aquí hay un mapa, nos lo llevaremos a ver si nos ayuda
en algo.
- Cierto, contestó Olga, vamos a cogerlo!
Con el mapa en sus manos miraron las señales hasta llegar a la mina donde
supuestamente estaban las perlas mágicas.
Fueron andando sitio por sitio y por el camino se encontraron varios obstáculos,
como un río muy profundo con piedras por encima. Intentaron saltar las piedras con
mucho cuidado, Olga lo consiguió pero Ángel no, se cayó de una piedra, Olga se metió
en el rio y a pesar de las piedras y la corriente consiguió sacar a su hermano. El
siguiente obstáculo fue que tuvieron que pasar por un puente de madera muy fino, los
dos pasaron.
Los padres y el bebe seguían en el hotel ellos pensaban que los chicos estaban
en la habitación aunque no era así. Cuando los padres y el bebe entraron en la
habitación porque les parecía raro que no bajaban a la sala de juegos vieron que no
estaban, se preocuparon mucho, salieron del hotel y fueron en busca de ellos.
Recorrieron casi todo Berlín pero no los encontraban.
Olga y Ángel por fin encontraron la mina y buscaron las perlas, una vez allí se
dieron cuenta de que había unos ladrones con pasamontañas e intentaban robar las
perlas, los niños vieron a los ladrones y los ladrones a los niños, estaban como
compitiendo a ver quién iba a ser capaz de hacerse con ellas.
Ángel y Olga lograron saltar sobre las perlas y llevárselas, después de una larga
lucha contra esos hombres, la inteligencia de unos niños venció.
Mientras tanto los padres seguían buscando a sus hijos con ayuda de la policía
de Berlín. Después de mucho indagar fueron hasta la mina donde por fin los
encontraron, estaban huyendo de los ladrones, que fueron capturados por la policía.
Todos lloraban de alegría, se fueron los cinco al hotel juntos, al final todo acabo
bien, disfrutaron de unas felices vacaciones y regresaron a su casa con algunas de las
perlas que la policía les regaló por ser tan valientes.
Sandra Ronco Álvarez (10 años)
LOS ARTILUGIOS MÁGICOS
Había una vez una casita en medio del bosque alejada del pueblo. En ella vivía
una niña llamada Vainilla con su padre y su abuela. La niña era muy lista aunque no
fue a la escuela hasta los siete años. Su madre murió el mismo día en el que ella nació.
En el pueblo creían que eran unos simples granjeros pobres. En la escuela aprendió a
leer y escribir, pero para escribir tuvo una pequeña ayuda.
Un día por el pueblo se escapó de una jaula un gran toro. Justo ese día una
señora mayor, que iba vestida de rojo, atrajo al toro. La pequeña Vainilla pudo ayudar a
la viejecita haciendo que el toro la siguiera hasta su jaula. Lo consiguió haciendo un
camino con comida hasta dejarlo encerrado. La viejecita por haberle salvado la vida le
regaló un lápiz mágico con el que aprendió a escribir. Todo los que pensaba Vainilla lo
escribía el lápiz.
Esa misma tarde de primavera se encontró a un perro vagabundo de color
chocolate claro. A la pequeña niña le dio tanta pena que decidió quedárselo. Desde ese
día el perro la seguía a todas partes y, como cada vez que veía una castaña la
olisqueaba, decidió llamarlo Castaña.
Cuando pasaron unos días su padre descubrió lo del lápiz y la regañó porque
ella debía haber aprendido a escribir sola. Esa noche se fue a la cama muy triste
porque su padre le había quitado el lapicero. Pero vio cómo se lo llevaba al desván.
Cuando fue al colegio, todos los niños, al ver que no sabía escribir, se
empezaron a reír de ella. Al llegar a casa y contárselo a su abuela, ésta le ayudó a
recuperar el lápiz mágico. Su plan fue que su abuela entretendría a su padre y Vainilla
subiría al desván y lo cogería. Para que su padre no se diera cuenta cambiaría el lápiz
mágico por uno normal.
Una noche su abuela le contó un cuento. Se trataba de una niña que no sabía
hacer nada, pero al querer y al esforzarse consiguió todo.
Desde esa noche Vainilla intentó hacer todo por sí misma y lo consiguió. Cuando
intentó escribir de nuevo con la mente una palabra muy larga el lapicero se desvaneció.
Cuando llegó una mañana al cole vio a una niña nueva de la que se hizo amiga.
Esa niña se llamaba Sara.
Sara le contó a Vainilla un gran secreto: tenía unas lentillas mágicas que le
ayudaban a leer. Vainilla se asombró mucho. Era otro artilugio mágico como el que
había tenido ella.
Sara le contó que ayudó a una señora mayor a pasar una calle llena de coches y
le dio esas lentillas.
¡Era mucha casualidad!
Vainilla le contó lo de su lápiz.
Una tarde las dos vieron a la señora que les había dado los utensilios mágicos y
la siguieron hasta un claro del bosque. De repente la perdieron de vista y se perdieron.
Caminaron mucho rato y se dieron cuenta de que habían pasado ya por la misma zona.
Vainilla muy desesperada se sentó en una gran roca que, de repente, se giró hacia un
lado y abrió un túnel que descendía por unas escaleras. Se quedaron con la boca
abierta y decidieron bajar por las misteriosas escaleras. Al llegar abajo se encontraron
con una majestuosa puerta de madera. La intentaron abrir, pero no pudieron. Entonces
descubrieron que en un borde de la puerta había una pequeña tabla con números del 1
al 10 y a su lado había una nota: “Si queréis abrir la puerta deberéis encontrar la
contraseña. Buscad otra nota y la encontraréis”.
Las dos amigas buscaron por todas partes, por las esquinas, por los muros, en
los agujeros, … y al final Sara la encontró en un peldaño de la escalera. En el papel
ponía: “1469”. Se acercaron hasta la puerta y marcaron los números en la tabla. De
repente se abrió la puerta. Dentro encontraron a la señora leyendo un libro muy antiguo
y se giró muy sorprendida. Al ver que habían descubierto ellas solas su guarida secreta
decidió contarles su pequeño secreto. Se acercó a ellas y les dijo que se acomodaran
en un sillón de terciopelo marrón que había en la sala. Comenzó a contarles que era
una bruja que ayudaba a los niños. Cada vez que la ayudaban en algo les
recompensaba regalándoles un artilugio mágico para ayudarles a escribir, a leer, a
dibujar, …, pero cuando los niños aprendían a hacerlo solos los artilugios desaparecían
y volvían a su guarida. ¿Sabéis para qué? Volvían para que otros niños que
necesitaran esos artilugios los pudieran volver a utilizar.
Al terminar su relato les nombró “Ayudantes” para repartir los artilugios y les dijo
que no contaran nada de lo que les había dicho.
Después de unas semanas Sara le contó a Vainilla que sus lentillas habían
desaparecido. Por fin había aprendido a leer sola. Ya no necesitarían más artilugios
mágicos.
Cristina Zikang Gil Rodríguez (10 años)
PERROS ABANDONADOS
Érase una vez un niño que paseaba por el campo, cuando de repente se
encontró con una caja grande de cartón, al principio le dio mucho miedo acercarse
porque oía ruidos pero a la vez tenía mucha curiosidad, le temblaban las piernas y
poco a poco consiguió acercarse a la caja, abrió las solapas y de repente vio dos
perritos, un macho y una hembra, eran dos preciosos cachorros de pastor alemán.
No sabía qué hacer, ¿y si me muerden? se preguntaba, no se atrevía a cogerlos,
pero como le gustaban tanto los animales cogió uno en cada mano. Ellos se pusieron
muy contentos y le lamian las manos. Buscó enseguida un nombre para ellos, al macho
lo llamó Pancho y a la hembra Lola. Después de un rato pensó que algo tendría que
hacer con ellos, a su casa no los podía llevar porque a su madre no le gustaban nada y
allí en medio del campo no podía abandonarlos, tenía que buscarles un sitio donde
estuvieran bien y que su madre no los viera ni se enterara nunca de que los tenía.
Recordó que cerca de su casa había una casa abandonada, hacía años que
nadie iba por allí, su padre le había dicho que esa familia se había ido a vivir a la
ciudad. Limpió el garaje y les hizo una caseta de madera. Con la paga que le daban
sus padres todas las semanas, les compraba comida y se la llevaba, siempre que
podía iba a verlos y a jugar con ellos.
Pasó mucho tiempo y los perros crecieron mucho. Un día que la madre del niño
estaba sola en casa entró un ladrón la madre gritó mucho, entonces los perros la
oyeron y saltaron el muro de la casa, atacaron al ladrón y se marchó. La madre al ver a
los perros se asustó mucho y se escondió. Cuando el niño llegó a casa los perros
todavía estaban allí, al verlos el niño les dijo ¿pero qué hacéis aquí?
La madre cuando oyó la voz de su hijo salió de su escondite y le preguntó que
porque los conocía. En ese momento el niño confesó a su madre que llevaba
cuidándolos mucho tiempo. Cuando la madre se enteró dijo que esos perros le habían
salvado la vida y los abrazó, en ese momento se dio cuenta de que no le tenía miedo a
los perros. La madre le dijo al niño que no le volviese a ocultar cosas ni la engañara
nunca más. Desde aquel día los perros se fueron a vivir a su casa y su madre jugaba
con ellos todos los días, los paseaba por el pueblo y los llevaba al sitio donde los
encontró el niño, disfrutaba de ellos todo lo que podía como queriendo recuperar el
tiempo que no había estado con ellos.
Miguel Pérez Herrero (10 años)
POLICÍA EN NEW YORK
Érase se una vez un niño llamado Jorge que de pequeño quería ser policía en
New York pero él sabía que era complicado serlo.
Vivía en Miami. Cuando seguía creciendo todavía quería ser policía. Le
encantaba el deporte como el fútbol americano y el baloncesto. Sus padres trabajaban
todo el día, entonces los practicaba. A los 16 años se apuntó a los candidatos de un
puesto en la policía. Se entrenó mucho hasta la prueba.
El día de la prueba, su tío que fue a verle y le dijo: ¡primero coge una pistola
calibre 9! Empezó la prueba y eran 30. Corrió mucho hasta coger la pistola pero otro
llamado Juan la cogió antes.
Entonces se subió a un árbol y con una rama, una cuerda y balas que también
tenía en el bolsillo, hizo una pistola de madera. Al cabo de mucho tiempo ya había
matado a 29, él solo entonces, bajó al suelo y vio al último en el medio y fue a por él.
Pero se tropezó con una piedra y Juan, el otro, fue y le disparó. Murió, pero lo intentó.
Cuando fueron a darle la corona a Juan dijo el rey que no se la iban a dar porque él
solo había matado a uno y Jorge mató a 29. Entonces no se lo dieron a ninguno.
Héctor López Ramos (10 años)
TOMÁS Y BUDDY
Érase una vez un niño llamado Tomás que tenía un perro llamado Buddy. Eran
los mejores amigos, Tomás trataba a Buddy como si fuese un ser humano, hasta
dormían juntos por la noche y también se sentaban juntos a comer.
Un día mientras paseaban por las calles de un barrio desconocido encontraron
un edificio muy viejo y abandonado, era muy extraño, así que no pudieron resistir la
tentación de entrar a curiosear. Pasaron y vieron muchas salas vacías y llenas de polvo
y telarañas, de repente en una sala vieron un armario totalmente nuevo y limpio, sin
una sola mota de polvo, les pareció tan extraño que se acercaron a verlo, al abrir la
puerta Tomás se tropezó con Buddy, que estaba correteando a su alrededor, y cayó
dentro del armario, como no salía, Buddy entró a buscarlo.
Cuando se levantaron aparecieron en medio de un campo lleno de perros que
jugaban, saltaban y corrían alegremente. Tomás y Buddy no sabían dónde estaban,
miraban a su alrededor y vieron que en esa extraña tierra sólo habitaban perros.
Tomás pensó que podrían disfrutar un ratito con todos aquellos perros y después
buscar la forma de volver a casa. Buddy comenzó a jugar con los demás perros
mientras Tomás se quedaba a un lado mirándolos. Estaba siendo un gran día para
Buddy, Tomás se apuntó a jugar con los perros y se lo pasaban tan bien que se le
olvidó que tenían que volver a casa.
Después de varias horas Tomás se dio cuenta del tiempo que llevaban fuera de
casa y pensó que su madre estaría preocupada, así que decidió buscar la forma de
volver a casa mientras Buddy seguía jugando con sus nuevos amigos.
Tomás empezó a buscar alguna puerta, iba tan distraído buscando la puerta que
no vio una zanja que había delante de él y cayo dentro, era tan profunda que no podía
salir, empezó a pedir ayuda pero nadie le oía, Buddy se dio cuenta de que Tomás no
aparecía y fue a buscarlo, Buddy también iba distraído por eso también cayó en la
misma zanja en la que estaba Tomás, los dos se pusieron muy contentos al verse, pero
también un poco tristes porque no sabían cómo salir.
Empezaron a gritar y a ladrar y después de unos minutos uno de los nuevos
amigos de Buddy escuchó los ladridos, avisó a los demás y todos fueron a buscarlos.
Cuando vieron lo que sucedía empezaron a buscar ramas y piedras con las que llenar
la zanja para que sus amigos pudieran salir.
Cuando por fin pudieron salir de la zanja se despidieron de sus amigos, les
prometieron volver a visitarlos alguna vez y siguieron buscando la forma de salir.
Pasaron muchos peligros como montañas muy empinadas, profundos ríos, etc., pero al
final consiguieron encontrar el mismo armario, en la misma casa abandonada y vieja,
abrieron la puerta entraron en el armario y aparecieron en el mismo barrio desconocido
al que habían ido a pasear.
Tomás y Buddy volvieron a su casa dispuestos a contar su gran aventura.
Ainé Shu Girón Terceiro (10 años)
UN AMIGO, UN TESORO
Érase una vez, un niño llamado Juan. Tenía ojos azules y pelo moreno.
Un día una amiga suya llamada Ana le invitó a su cumpleaños. El día del
cumpleaños, Juan fue a comprar el regalo. Pero no tenía dinero para comprar lo que
quería así que compró una cosa más barata. La casa de Ana estaba cruzando el
bosque, y no era fácil llegar hasta ella. Juan cogió una brújula, el regalo, una linterna y
emprendió la marcha. Pronto llegó al bosque. Cuándo ya había caminado unos cuántos
kilómetros, oyó un ruido y divisó algo que se alejaba. Lo persiguió y sin querer se le
cayó la brújula. Al final, pudo observar que tan solo era un conejo. Intentó sacar la
brújula, pero solo encontró la linterna y el regalo. No sabía dónde estaba la brújula.
-¿Dónde estará? Se repetía. ¿Dónde estará?
Así que tuvo que reemprender la marcha hacia lo desconocido, sin brújula, sólo
y perdido.
De repente vio el conejo de antes.
-¡Por tu culpa me he perdido!, ¡Es todo culpa tuya!, ¡Ni siquiera puedo darle el
regalo a mi amiga!, aunque no sé si le va a gustar… es una cosa simple, ¡Y no creo
que sea de su gusto!
Y menudo susto se pegó… ¡cuando vio que aquel conejo hablaba!
-Lo siento. Dijo el conejo. Te lo recompensaré, ¡sígueme!
El conejo le llevó a una especie de árbol. Le dio a un botón que estaba
camuflado y el árbol… ¡Se abrió por la mitad!
El conejo entro y Juan no tuvo más remedio que entrar con él.
-Es mejor que estar solo… Pensó.
¡Y de repente se encontró en una cueva!, él no sabía lo que estaba pasando. (Y
si me pasara a mí tampoco lo sabría)
-¡En esta cueva hay todo tipo de cosas! Exclamó.
En efecto en la cueva había comida, bebidas, joyas, pelotas.
Y de repente Juan vio: ¡Brújulas y juguetes!
-Cógelas si quieres. Dijo el conejo.
-Sólo cogeré lo necesario, después del cumple a lo mejor me paso por aquí
¿vale?
-Vale. Respondió el conejo.
Juan le preguntó cómo se llamaba, y este respondió que se llamaba Luis.
-Por favor, Juan no le digas a ninguno de tus amigos nada de mí.
-Seré una tumba.
Se despidieron y Juan reemprendió la marcha (por tercera vez), pero esta vez
con una brújula, con un buen regalo y contento.
Llegó a la fiesta, felicitó a Ana y empezaron a jugar. Los amigos se despidieron y
Juan pasó por la cueva.
-Soy Juan.
Luis abrió y, Juan entró y jugaron hasta que se hizo tarde:
-Me tengo que ir. Dijo Juan. Oye…Luis se me ha ocurrido que te podrías venir a
mi casa, que mis amigos no te puedan ver no significa que mis padres no.
-Bueno… vale. Pero la cueva…
-Será cómo una segunda casa un escondite que solo nosotros sabemos.
-Vale, iré…
Los dos cogieron lo necesario y emprendieron la marcha. Cuando llegaron:
-Hola, Juan. Llegas un poco tarde. Dijo su madre.
-¿Y ese de ahí quién es? Es muy mono. Añadió su padre.
-Lo siento, este es un conejo que se llama Luis, es
mi amigo, ¿se puede
quedar?
-Sí. Respondieron a coro sus padres.
Y así Luis y Juan se hicieron muy buenos amigos. Y Juan recordó la vieja
enseñanza china: “Quien tiene un amigo tiene un tesoro.”
Laura López Oreja (10 años)
UN POCO DE MI VIDA
Hola soy Verónica, tengo 13 años y os voy a contar mi vida. Las mañanas son
normales: desayunar, ir al colegio, comer, merendar, y por último, cenar. Por la noche
casi siempre tengo sueños extravagantes como, por ejemplo, una noche soñé con que
mis amigas y yo vimos una puerta secreta y entramos.
Cuando estuvimos dentro, vimos todo un paraíso de golosinas. Poco después,
nos dimos cuenta de que los señores eran muy majos, tan majos eran que nos dijeron
que podíamos comer todas las chuches que quisiéramos.
Luego nos dimos cuenta de que no sólo había golosinas, también había un
parque fabricado de golosinas. Nos lo pasamos genial. Se nos pasaron las horas, pero
eso a nosotras nos daba igual. De repente, cuando ya habían pasado 7 horas, se abre
una puerta y todas nos asustamos mucho. Oímos una voz que decía… ¡A
DESPERTAR! Y entonces vi que era mi papá. Cuando se lo conté se empezó a reír,
aunque a mí me parecía de lo más normal.
Unos días después, nos marchamos cinco días a París. Cuando estuvimos en el
aeropuerto mis dos hermanos y yo estábamos muy nerviosos, pero nuestros padres
estaban de lo más tranquilo. Ya en el avión me eché una pequeña siesta...
Mientras dormía, empecé a recordar viajes… Recordé cuando nos fuimos a
Roma y anduvimos horas y horas por la ciudad, también recordé que tiramos una
moneda en la fuente de los deseos. Nos alojamos en un apartamento y allí nos
tomamos las uvas, ya que era Navidad; nos lo pasamos genial.
Luego empecé a recordar cuando fuimos a buscar a uno de mis hermanos a
Vietnam. Allí todo era muy pobre, aunque la comida no estaba mal del todo. Mucha
gente comía en la calle, daba mucha pena ver eso, además había mucha
contaminación. Estuvimos esperando en el ayuntamiento a nuestro nuevo hermanito.
Luego el señor que nos acompañaba para traducir nos llevó al orfanato donde antes
estaba mi hermano para que lo viéramos un poco. Daba mucha pena, porque había
como cuatro niños en una cuna y una niña tenía moscas cuando dormía. Lo peor fue
que teníamos que pasar entre los pocos coches que había y entre todas las
muchísimas motos para pasar a la acera de enfrente.
Cuando llegamos con nuestro nuevo hermanito a nuestra casa de Vietnam, él no
sabía andar, aunque tenía edad para ello, pero siempre había estado en una cuna. Yo
le enseñé a dar sus primeros pasos y, poco a poco, empezó a caminar.
Visitamos varios templos y vimos un teatro de marionetas de agua ¡qué bonito
fue! El apartamento donde íbamos a vivir estaba un poco sucio, pero gracias al Skype
nos pudimos ver y hablar con la familia. Al final me desperté justo cuando el avión
estaba a punto de aterrizar y me dio tiempo a abrocharme el cinturón…
Llegamos al apartamento de París y cuando estuvimos dentro nos pareció
precioso. Luego empezamos a dar paseos por París y nos compramos algún “crepé”.
Por la mañana nos tuvimos que cambiar de sitio porque habían alquilado otro de
enfrente. El otro era más de niños ya que allí se alojaba una familia. Nos lo pasamos
allí genial, hasta que tuvimos que marcharnos. Pero justo el día que nos teníamos que
marchar nos mandaron un correo que decía: ”hoy no puede salir el avión porque hay
huelga”. Entonces mis padres buscaron lugar donde pasar la noche y mi madre
consiguió un hotel donde estar. Entonces sí, por la mañana volvimos ya a España y
llegamos a casa sanos y salvos. ¡¡¡¡Nos lo pasamos genial!!!!!!!!.
Ya en agosto fue la celebración del cumple de mi hermana, con sus amigos.
Hicimos muchos juegos (yo los organicé casi todos) y nos bañamos en la piscina con
todos sus amigos, había muchísimos... Al final, como en casi todos los cumples,
tiramos de la piñata y nos salieron: golosinas, juguetes, bolsas…Luego le dieron los
regalos y mi hermana, que se puso muy contenta. Su cumple se celebró en Portugal.
Por la mañana, después de nuestros regalos, llamaron al timbre y nosotros pensamos
que era alguien que se había equivocado, pero no, ¡eran nuestros abuelos! Luego nos
contaron que habían venido de sorpresa para que celebráramos todos juntos el
cumpleaños de mi hermana. Por la mañana jugamos en la playa con los abuelos y
luego comimos y cenamos todos juntos.
Durante el verano me fui unos días de campamento. Era de música y dormimos
en literas. Pudimos ir a bañarnos al río con los profesores y escribir cartas. Nos lo
pasamos muy bien, tocábamos con los instrumentos y cantamos muchas canciones,
aparte los profesores nos hicieron muchos juegos divertidos. También realizamos una
obra de teatro sobre los dinosaurios. Al final del campamento vinieron nuestros padres,
comimos con ellos por allí un bocadillo y hornazo cerca del río. Después tocamos en
orquesta y les cantamos 3 canciones muy divertidas. Luego mis padres, mis hermanos
y yo, nos fuimos de marcha a Bilbao, a un acuario en Gijón, a la playa de las
catedrales, a Vigo y nos lo pasamos genial por allí.
El mes siguiente me invitaron a un cumpleaños muy especial, ya que era una
amiga mía que tenía unos padres mágicos. Una semana antes del cumple, Elsa, que
es como se llamaba, me dio una invitación súper colorida que decía: Hola soy Elsa y te
quiero invitar a mi cumpleaños. Será el día 6 de diciembre en mi casa a las 17 y
terminará a las 21. ¡Prepárate para ver las cosas mágicas que te esperan! Para:
Verónica. Amiga no faltes.
Yo no me lo podía creer. Cuando se la enseñé a mis padres se quedaron
boquiabiertos de lo bonita que era la invitación y me dijeron que seguramente que sí,
que podría ir. Yo, como tenía el teléfono de Elsa, la llamé para decirle que sí y que era
preciosa la invitación. Cuando fui a su cumple sus padres me dieron con una varita
mágica en la cabeza y, de repente, estaba con más niñas y con Elsa pintándonos las
uñas. Nos disfrazamos y bailamos y cantamos mucho. Luego merendamos y jugamos
a juegos mágicos ¡fue genial!
Tres meses después empezamos a preparar mi cumpleaños .Empecé a preparar
las invitaciones. Eran bastante bonitas. Una de ellas era: Hola soy Verónica . Será a
las 18 y terminará a las 20. ¡Te espero!�� . Y allí les esperé ,...�
…Nos lo pasamos de miedo…���
Claudia Yu Andrés Rosado (10 años)
UN VIAJE MOVIDITO
Érase una vez un joven muchacho llamado Juan, que vivía en Cádiz. Todo el
mundo le llamaba el “Jovenquillo”. Era un chaval muy valiente y bastante intrépido. Un
día, de casualidad, le dio por escaparse a ver el mar. Allí en el Puerto de Palos se
encontró un fantástico barco y otros dos no mejores pero tampoco mucho peores. Se
coló en el más grande y más bonito, pero al meterse resbaló y se quedó atrapado con
una cuerda. Estuvo allí varias horas y cuando consiguió salir era demasiado tarde
porque ya estaban en alta mar y para colmo había muchos marineros. Estuvo allí unos
segundos con mucho miedo. Al final se fue acostumbrando e iba cogiendo confianza,
tenía que inventarse un plan de huida; se había convertido en un polizonte.
Empezó a robar comida. Le encantaban las manzanas para lanzárselas a los
delfines cuando se acercaban al barco al caer la tarde. Tenía que tener mucho cuidado
de no ser visto, nadie sabe que le podría pasar si le pillaban.
Un día oyó voces en la cabina del capitán. Escuchó que un tal Colón quería
cruzar a un lugar que llamaban “nuevo mundo” y él pensaba que era una genial idea
pero nadie le creía y decían que se iban a morir. Juan al escuchar la conversación
tembló, por fin sabía cuál era su destino y no podía cambiar el rumbo. En ese momento
sus sentimientos malignos le invitaron a estafar al conductor del barco rompiéndole el
mapa. Pero supo que no lo podía hacer porque le pillarían y se perderían en medio de
la nada. Comenzó a pensar si algún día volvería a casa y sintió miedo, estuvo varios
días deambulando como un sonámbulo por el barco, tenía que tomar una decisión,
también pensó que si por una casualidad lo del nuevo mundo era verdad ¿Qué haría?
hacer de esa tierra su nuevo hogar o volver a casa.
Los días pasaron sin pensar en otra cosa que no fuera su nueva vida. Una
mañana muy fría y temprana de repente escucho de la voz ronca de un marinero “tierra a la vista” dijo Rodrigo de Triana, el vigía. Juan sintió un escalofrío por su
cuerpo, había llegado el día. De repente en el barco se armó un revuelvo muy grande,
todo el mundo se acercó a la cubierta para comprobar si era verdad lo que se
rumoreaba, había llegado el final del viaje.
Juan tuvo que permanecer escondido en el barco hasta que estuvo seguro de
que no iba a ser visto, cuando tuvo oportunidad puso un pie en tierra. La primera
impresión fue que aquel lugar era muy diferente de su Cádiz a pesar de que también
hacía mucho calor. Había muchas plantas y se oían ruiditos de los animales, tendría
que abrir bien los ojos. Inicio una larga caminata, llego un momento que no sabía cómo
volver al barco, la oscuridad se veía venir por el horizonte, debería de buscar un sitio
donde refugiarse para poder pasar la noche. Qué suerte la mía, pensó, cuando a pocos
metros descubrió la entrada de una cueva. Aquí estaré a salvo, lo que no se imaginaba
es que una vez dentro de ella iba a encontrarse a un indígena. Por el tamaño debía
tener su edad, 12 años, solo vestía un trozo de piel de jabalí para tapar sus partes más
íntimas, sintió miedo pero la curiosidad le atrajo hacia él. La primera reacción del
desconocido fue olerle, no se atrevía a tocarle. Juan con la audacia que caracteriza a
los españoles le tendió la mano lo que provocó el espanto en el extraño. No se sabía
quién de los dos tenía más miedo del otro pero ninguno salió corriendo. Juan pasó un
largo rato pensando en cómo se iba a comunicar con su nuevo amigo, de repente se
acordó que aún tenía en el bolsillo resto del pan que había robado para el desayuno y
se lo ofreció al que comenzó a llamar cariñosamente “ Ramsam” porque se lo había
oído a un marinero.
Juan estaba tan alucinado con el descubrimiento de Ramsam que pasaron los
días sin darse cuenta y gracias a un idioma que se inventaron consiguieron
comunicarse. Visitaron cada rincón de la isla. Un día buscando comida llegaron a la
playa desde donde vieron como partía el barco, que ya estaba muy lejos, y fue
entonces cuando Juan se dio cuenta de que no podría regresar a casa. Después de
pasar unos días con miedo al final se dio cuenta de que le daba igual pasar la vida con
padres y sin amigos que con un amigo en el que confiar. Por eso decidió quedarse a
vivir en la isla.
Sergio Peregrina Ávila (10 años)
UNA HISTORIA DE LA GUERRA
Érase una vez un país donde siempre había guerra. Sus habitantes estaban
cansados de pelear unos contra otros, año tras año y mes tras mes.
En ese país vivía Pedro, un muchacho joven, que con solo 18 años le tocó ir a
luchar a la guerra, dejando a su familia y a su novia en su pueblo, donde ayudaba a su
padre a cultivar los campos. Cuando Pedro dejó su pueblo se sintió muy triste porque le
daba mucha pena estar tan lejos de su familia y tener que ir a luchar a una guerra que
le daba mucho miedo.
La única manera de comunicarse con su familia era por carta, cada vez que
Pedro o alguno de los soldados recibía carta se ponían muy felices porque sus familias,
sus mujeres, sus novias o sus amigos les contaban todo lo que sucedía fuera del
campo de batalla, esas cartas estaban llenas de ternura y de mucho amor.
Los jóvenes que iban a la guerra pasaban mucho frío, hambre, estaban muy
sucios y con muchos piojos, tenían mucho miedo; pero seguían peleando para
sobrevivir.
Pasaban los años y la guerra no acababa, una batalla y otra, unos hombres
contra otros, cada día morían muchos chicos jóvenes inocentes. Un día el batallón de
Pedro tuvo que luchar, otra vez, contra el ejército enemigo, pelearon lanzando bombas
y con sus escopetas, avanzando porque o morían ellos o moría el enemigo. Los
soldados del batallón de Pedro consiguieron vencer a los otros soldados. Al acabar la
batalla, cuando el ruido de los disparos se acabó, Pedro y sus compañeros fueron al
campamento contrario para ver si los enemigos tenían mantas para abrigarse del frío o
comida para poder comer ellos. En medio de tantos muertos, vieron a un soldado
muerto con una carta entre sus manos, en ella su hija le contaba cosas de lo que había
pasado en su casa mientras él no estaba y le hablaba de que la cabrita que tenían
había tenido cuatro cabritillos. Todos los soldados, al leer la carta Pedro, se pusieron a
llorar, sintieron mucha tristeza y pensaron que podían ser ellos los que estuvieran
muertos con la carta entre sus manos, y se dieron cuenta que la guerra no tenía
sentido y desearon que todo acabara porque no querían volver a luchar nunca más,
querían un mundo de paz.
Pedro que era un chico muy valiente decidió ir a hablar con el rey para decirle
que tenía que terminar con la guerra, que hablara con el otro bando, el rey se rió de él y
le mandó a los guardias que se lo llevaran preso; Pedro sabía que al rey le gustaba
mucho el futbol, entonces le propuso jugar un partido, los chicos que estaban peleando
en la guerra contra los guardias del rey, si ganaba Pedro y sus amigos la guerra
acabaría y si ganaba el equipo del rey seguirían luchando. El partido estuvo muy
reñido, pero consiguieron ganar los soldados y el rey tuvo que cumplir su palabra. Por
fin, la guerra había terminado, el rey se rindió a sus enemigos y todos volvieron a sus
casas.
Gracias a Pedro volvía de nuevo la paz al país.
Elías López Moralejo (10 años)
Accésit Cabrerizos Educa
VUELTA AL PASADO
El otro día vi que mi madre se entristecía, porque apenas veía mariposas en
primavera y recordaba el campo multicolor que había antes.
A veces estaba melancólica y pensativa y me relataba que en su época el agua
del rió era transparente y estaba limpia, las libélulas revoloteaban y las ranas brincaban
y croaban sin parar. Me hablaba de orugas preciosas, lechuzas, búhos, culebrillas,
flores silvestres y plantas que dejo de ver para siempre.
Observando su jardín desde la ventana se imaginaba que volvía a ser joven,
que paseaba por la ribera con sus amigos, construían barcas con troncos y ramas de
árboles y luego iban con ellas por el río en las interminables y calurosas tardes de
verano.
Una tarde acabé de hacer los deberes y fui a preguntarle si podía ir a patinar con
mis amigas, pero no me escuchaba y su cara tenía una expresión peculiar. Con sus
dedos hurgaba entre los recuerdos guardados en una cajita de música antigua. ¿Qué
había pasado? Pensando y pensando en el pasado... ¡había regresado a él de verdad!;
lo imaginó de tal manera que se lanzó de cabeza a su infancia. Su cara brillaba de
felicidad, su sonrisa era especial y sus ojos hablaban con la mirada.
Yo me quedé quieta, casi sin respirar, para que ese momento durara más.
Cuando regresó al presente, arrancó a llorar, me dio un abrazo muy fuerte y un beso
emocionada y cuando se calmó me dijo que debíamos respetar y cuidar más la
naturaleza y los animales, porque la vida sin ellos no es lo mismo.
Alicia Luengo Hernández (10 años)
LO INESPERADO
Érase hace…, bueno la verdad es que no sé cuándo ocurrió, pero eso no
importa. La cosa es que me pasó.
Era un invierno bastante frío. ¿Pero qué digo?, muy frío y apenas me quedaban
frutos en los árboles. Tampoco había flores y no paraba de nevar. Por lo tanto
encontrar alimento era muy pero que muy difícil y para alguien como yo no es que fura
muy sencillo sobrevivir.
¿Qué quién soy? Pues soy una niña llamada Yaiza, que significa Princesa del
Sol. La verdad, me gusta el Sol pero eso de ser princesa… Veréis, yo de princesa no
tengo nada. De hecho vivo en el bosque y no tengo ni una moneda con la que
comprarme la vida, así que me la busco gratis, ya sabéis: coger la comida de los
árboles, vivir en una cueva… en fin, ya me entendéis. Pero no os vayáis a creer que los
animales me quieren y me cuidad, porque la verdad más verdadera es que me odian a
muerte. ¡Ja! Estaremos en guerra eternamente. Bueno, bueno, ya me empiezo a
desviar, aquí va el cuento:
Como ya os he dicho era difícil encontrar alimento y el oso al que le robé la
cueva le ha dado la gana recuperarla en vez de dormir en el montón de hojas que hay
enfrente de la entrada asi que me he tenido que largar en busca de una casa. Pero no
creáis que este oso se quedará con la cueva (mi cueva). ¡Oh no! Me pienso vengar
pero no es el momento. Ahora tengo que buscar un nuevo hogar si no quiero perder
una pierna o un brazo por un fuerte mordisco de oso.
Además, la vida es aburrida y quiero ir en busca de aventura.
Voy a la aldea que está al otro lado del río a ver si alguien de buen corazón que
sienta compasión por una niña de cabello dorado como rayos de sol, ojos negros como
la noche oscura y piel pálida como la luna. En fin, que llamo a la primera casa y…
¡Hay gatos por todos los lados! ¡Se abalanzan sobre mí intentando lamerme!
Debo admitir que es una forma de lo más extraña de mostrar el odio o quizás me
quieran. La verdad, yo los he encontrado irresistibles y me los he llevado a todos. Por
suerte, el dueño o dueña de los gatos y la casa no estaba allí asi que no tuve problema
alguno en llevármelos y con ellos continué mi viaje en busca de un hogar.
Ésta es la segunda casa y me han comentado a gritos y de mal humor que el
alimento y el dinero les pertenecen en su totalidad y no tiene por qué darme ni una de
sus monedas. Estoy ardiendo en mi interior y les he soltado unas palabritas:
- ¡Tacaños! ¿Serán avariciosos? Mi vida depende de ustedes y de su dinero,
¿saben?
Y ellos me han contestado así:
- ¡Fuero de mi casa, niña, so mocosa!
Creo que necesito una lista de gente de la que me voy a vengar. He aquí la lista:
oso y familia tacaña.
¡Ay! Cuánto estoy deseando encontrar mi hogar, dinero y alimento para no tener
que seguir haciendo estas ridiculeces. ¡Vaya aldea de tacaños! He pedido alimento y el
dinero en todas las casas de la aldea y ni uno de los aldeanos me ha dado algo. Menos
mal que tengo a los gatos para animarme. Les he puesto nombre y todo, fijaos: a la que
no para de maullar Mimi, al que me ronronea Whisper, al de pelaje negro y que odia la
luz Sombra.
Me marcho de la aldea y voy a descubrir mundo, haré una balsa y dejaré que la
corriente del río me arrastre hacia lo desconocido.
¿Veis que en los cuentos fabricar una balsa parece muy sencillo? Pues es
totalmente imposible asi que hay cambio de planes, iré a pie.
(Tres días más tarde)
Creo que voy a morir. Pero qué cansancio. Veo algo a lo lejos. ¡Oh, madre mía,
madre mía! ¡Es una casa abandonada! Es, es, es perfecto. Ojalá no estuviese tan lejos.
No merece la pena andar más. Necesito comida, comida, comida.
Me acabo de despertar. Ayer debí desmayarme al faltarme agua y alimento. Miro
a mi izquierda y veo a mis gatos gozando de ricos manjares y deliciosa leche. ¡Qué
extraño! Miro a la derecha y veo…veo… ¡No me lo puedo creer! Es una ¡bruja! Y no
sólo es una bruja, ¡es mi madre! (O eso dice ella).
Enseguida me ofrece alimentos al igual que a los gatos y empieza a explicarme
que es una bruja al igual que yo, que me perdió cuando la aldea la hizo huir por temor a
que les hechizase, que me lleva buscando media vida y que la razón por la que sólo
congenio con los gatos y los demás animales no es porque las brujas sólo se hacen
amigos de gatos y brujas.
¡Increíble! ¿Podré hacer magia?
Mi madre siente que me haya enterado de todo de golpe y entiende
perfectamente que esté algo estupefacta por quién soy verdaderamente.
(23 días más tarde)
La vida de una bruja es fantástica: por la mañana vas al colegio de hechizos a
aprender tenebrosos conjuros, a la hora de comer buscas algún aldeano que haya
salido con el alimento para tomarlo al aire libre y se lo robas para comer, por la tarde
juegas con tus gatos y por la noche pones en práctica lo que te han enseñado por la
mañana.
Pero, ¿acaban de llamar a la puerta a las 9:00? En ese momento mamá ya se
ha ido a hechizar y yo me voy a ir al colegio. En fin que abro la puerta y… ¡zasca! Me
meten en un saco. En el saco veo restos de polvo mágico y averiguo quién ha sido: un
hada.
¡Qué espanto! El peor de todos los seres, pero que mala suerte tengo.
De repente, el saco se abre y veo a una espantosa hada de pelo rubio, largo y
rizado, ojos azules, labios pintados de color rosa; lleva un vestido rosa con corazones
por todas partes y una tiara de color oro con una gema rosa con forma de corazón
incrustada.
Ésta es mi definición sobre esta hada: ¡puaj!
Me encierra con llave en una horripilante habitación igual que su vestido y
espero a que mi madre venga a rescatarme y espero, y espero y, y ¡y me voy ya! Es
muy aburrido esperar asi que abro la ventana asquerosamente rosa y hago un hechizo
llamado escoba que consiste en crear una escoba voladora.
Vaya chafo, me he perdido media clase… En fin, ya me vengaré del hada, de los
aldeanos y de… ¡el oso!, se me había olvidado el oso.
Cojo mi escoba, me voy al bosque, entro en la cueva y…¡le doy diez tarros de
miel porque sin él esto no podría haber ocurrido!.
Jimena López Alonso (10 años)
DEPORTE Y AMISTAD
Érase una vez un niño llamado Juan que no tenía amigos. Era un empollón sin
vida social porque se pasaba el día estudiando en la biblioteca, en casa, en el trabajo
de su madre… cuando llegaba al colegio todos le miraban con cara rara y los macarras
le daban collejas, en clase siempre levantaba la mano e incluso corregía a los
profesores. En el recreo cogía los libros y se ponía a estudiar, si ya se lo sabía todo se
ponía a leer, le daba igual cualquier cosa: cómic, aventura, humor, amor, investigación,
animales… Cuando no sabía alguna palabra la buscaba en el diccionario. El caso era
tener la nariz pegada a un libro. De lo único que no sabía nada era de deporte.
Un día llegó a su clase un niño que se llamaba Pablo. Era rubio, con ojos
marrones, un poco bajito y delgado. Le gustaba bromear, sobre todo con sus amigos,
era muy simpático con todo el mundo, generoso y amable. En el recreo siempre tenía
una pelota en los pies, ¡era un crack jugando al fútbol! Su posición favorita era la de
delantero, tenía un maravilloso regate, nadie le quitaba el balón y cuando lo chutaba
parecía un proyectil directo a la escuadra.
Una mañana vio a Juan sentado y aburrido sin nada que hacer ¡se había leído
todos los libros de la biblioteca! Pablo le dijo:
- ¿Quieres ser mi amigo?
Juan se quedó pensativo:
- ¿Amigo?, nadie me había preguntado eso, explícame qué hace un amigo.
- Un amigo es alguien que te defiende, alguien en quien puedes confiar, si esta
triste él te ayuda, quedas con él para pasarlo bien, si alguien se mete contigo él ya está
ahí. Si un amigo es bueno de verdad será como tu hermano – le dijo Pablo.
- Vale, me lo pensaré, mañana te lo digo – contestó Juan.
Juan se fue a su casa y le contó a su madre todo lo que había ocurrido. Su
madre le dijo que se lo tenía que presentar, que le invitara a casa.
Al día siguiente Pablo fue a su casa al acabar el colegio. Allí jugaron a muchos
juegos de mesa. Pablo le enseñó a jugar al fútbol, al darle al balón se caía. Pablo
comprendió que el fútbol no era lo suyo, asi que decidió practicar el baloncesto. Se
sorprendió mucho al ver que marcó dos canastas seguidas y le dio la enhorabuena.
Pablo le preguntó a Juan si le gustaba y éste respondió:
- Me encanta, ha sido increíble. ¿Jugamos un partido?
Cuando se cansaron fueron dentro a beber agua y su madre les preguntó que
habían hecho. Juan, entusiasmado, dijo:
- Pablo me ha enseñado a jugar al baloncesto y encima se me da genial.
Su madre enseguida se dio cuenta de que Pablo era buena gente y sonrió. Les
preguntó que si querían merendar y los dos a la vez contestaron que sí.
Los chicos estaban muy cansados del partido que acababan de jugar. Juan dijo
que no pensaba que el deporte cansara tanto, Pablo se rió y dijo:
- Yo entreno todos los días de la semana una hora.
Juan se quedó flipado, ¡una hora todos los días de la semana!
Juan, después del partido, quería apuntarse a baloncesto y se lo preguntó a su
madre, ella encantada dijo que por supuesto. Al día siguiente Juan se fu a hacer
captaciones y a la semana le contestaron que había entrado en el equipo.
En el equipo de baloncesto del pueblo hizo más amigos. Juan aprendió, gracias
a su amigo Pablo, que además de estudiar también hay que tomar el aire y
relacionarse con los demás. Los dos niños fueron grandes amigos para siempre.
Vega Carrasco Pollo (10 años)
LA BATALLA DE LOS MUNDOS
Érase una vez dos niños que se llamaban Esteban y Guillermo. A ellos les
gustaba dar vueltas por el pueblo, ir al parque y quedar con los amigos, como a todos
los demás niños y niñas del pueblo.
Un día, dando vueltas por el estanque, se cayeron a lo que se podía llamar un
portal. Mientras caían Esteban dijo:
-Este no es nuestro estanque.
Y Guillermo contestó:
-Ya me he dado cuenta.
Y aterrizaron en otro lugar de nuestro mundo. ¿O no era de nuestro mundo?
Caminaron y caminaron hasta que encontraron una ciudad, una ciudad bastante
extraña: los habitantes eran como los extraterrestres de las películas; había bombas
allá donde mirases y también por todas partes se encontraban otro tipo de armas,
como rifles y escopetas. Eso solo podía significar una cosa: los habitantes estaban en
guerra o iban a invadir algún sitio.
Guillermo preguntó a uno de ellos:
-¿Por qué hay tantas armas?
Y el extraño ser contestó:
-Estamos en guerra con Orión. Y solamente porque nosotros estamos a favor de
Marte y Orión de Júpiter para gobernar el Departamento Ministerial de las Galaxias.
-¿Y por qué no votáis todos al partido del planeta Tierra como gobernante?
Somos un planeta lleno de amistad entre unos y otros – dijo Guillermo-.
-¿Por qué no vais vosotros con Marte? Evitaríais una guerra – respondió el
extraño alienígena.
Hablaron durante un tiempo y Esteban y Guillermo llegaron a la conclusión de
que no valía la pena intentar convencer a DOS planetas enteros que no habían sabido
qué era la Tierra durante la mitad de su vida.
En eso llego una nave espacial como caída del cielo y de ella bajaron unos 100
soldados con metralletas láser. Y el extraño ser les explicó que eran refuerzos de
Júpiter que les mandaba por estar a su favor.
Esteban dijo:
-Menos mal, pensaba que eran enemigos.
Y el extraño ser le contestó, con una sonrisa bastante burlona:
-Los de Orión serán tontos, pero no creo que tan tontos como para intentar
dominarnos con 100 soldados.
Guillermo y Esteban dijeron adiós al extraño personaje y fueron explorando el
país. De repente cayó del cielo la nave imperial de Orión.
Guillermo dijo:
-¡Cielos!
Y Esteban contesto:
¡Socorro!
A su grito de desesperación respondieron unos disparos y muchos más gritos:
Había llegado el momento de la batalla. Vieron como le daba un rayo láser a uno de
Orión.
Esteban gritó:
-¡Quiero irme a casa!
Corrieron para alejarse de la batalla. A los pocos pasos encontraron un huevo
tan grande como un ordenador, y se lo llevaron para freírlo y comer un poco, dado que
ya les sonaban las tripas.
Vieron un portal y se metieron. Se encontraron en el estanque de su pueblo con
el huevo y unos segundos después sonó:
Crac, crac.
El huevo se abrió y salió… ¡Una cría de dragón!
Era monísimo y era peligroso también.
No sabían qué hacer: si se lo quedaran crecería y les mataría y si lo
abandonaran se sentirían mal. Total que lo tiraron de nuevo al portal y pensaron:
Ahí estará mejor.
Lo malo fue que nadie les creía, pero lo entendían. Era casi imposible tener una
verdadera aventura en Júpiter.
Miguel Ramos Martín (9 años)
EL CASO DEL COLLAR DE LA REINA
Hola, me llamo Dagda; depende de quien lo oiga, mi nombre puede ser bonito,
horrible, alegre, triste…
Como iba diciendo, me llamo Dagda, soy un hada, y vivo en Poltergeist. Tengo
12 años. Mi madre, es pastelera y hace unos pasteles riquísimos. Dice que tienen un
libro secreto escondido en casa, pero por más que lo busco, no lo encuentro por ningún
sitio. Mi padre es conductor de Laumes. Los Laumes, son como coches, pero muy
grandes y con alas. No lo veo mucho. No tengo ni hermanos ni hermanas; pero tengo a
Sílfide, Sílfide es mi perrita, es muy guapa y pequeñita.
Es verano, y como he sacado buenas notas, mi madre me ha dejado ir a Janas,
el pueblo de mis abuelos. Ya tengo la maleta hecha solo me falta el móvil y la cámara
de fotos, cuando me acuerdo que no he preparado las cosas de Sílfide. Me doy prisa,
porque no me queda mucho más tiempo. Justo cuando acabé llamó mi madre a la
puerta para ver si estaba lista. Mi iba a llevar en coche para asegurarse de que llegaría
bien.
El viaje se me hizo muy largo, no sé si era por los nervios o por qué. Cuando
llegamos, mi madre cogió una bolsa que olía muy bien. Seguro que eran dulces para
mis abuelos.
Dejé las maletas en mi habitación, y me fui a despedir a mamá, luego ayudé a
mis abuelos a ordenar las vacas, recoger los huevos de las gallinas, dar de comer a los
cerdos…
Cuando acabamos me fui a jugar con Naryana; Naryana es una amiga mía, es
muy guapa es rubio y tiene ojos azules, también es muy maja.
Jugamos al baloncesto, mi deporte preferido, luego os contamos muchas cosas,
anécdotas, secretos…
Se hacía de noche y nos vinieron a buscar, quedamos a las 10 de las mañana al
di siguiente.
Mientras cenábamos, oí en la radio que habían robado el collar preferido de la
reina; la Reina tiene una casa en Janas y cuando se lo han robado estaba aquí.
A la maña siguiente, me levante, desayuné y me fui con Naryana, le tenía que
contar lo que había oído.
Cuando llegue la vi muy nerviosa y me dijo:
-
Tengo que contarte una cosa muy importante
-
Yo también-dije-
-
¿Quién empieza?
-
No sé. Tú.
-
Ayer mientras cenaba, hoy en la radio que habían robado el collar de la reina, y
que si alguien encontraba al ladrón, la recompensa sería… ¡de 12 millones de
euros!!!!!-me contó
-
Es lo mismo que yo te tenía que contar.
-
He pensado que a lo mejor podemos intentar descubrir quien fue.
Yo acepté, aunque no sabía cómo íbamos a encontrar a los ladrones.
Primero nos dirigimos a la casa de la Reina, pero estaba rodeada de fotógrafos,
a si es que decidimos volver por la noche cuando no hubiera nadie.
A la hora de la comida, les dije a mis abuelos que por la noche iba a ir a jugar
con Naryana y luego me iba a quedar a dormir allí.
Cuando se acercó la hora de queda, empecé a preparar la mochila: Lupas,
prismáticos, linternas, cámara de fotos…
En cuanto termine me fui y avise a mis abuelos, habíamos quedado en el
parque, porque es el punto intermedio de nuestras casas. Desde el parque, nos
dirigimos a la casa de la reina, no había nadie; no se oía ni una mosca.
Miramos
por los alrededores de la casa a ver si encontrábamos algo. Nos
habíamos cansado de buscar, y justo cuando nos marchábamos divisé unas huellas en
el barro; nos acercamos a verlas. Las huellas eran de talla 43, y los dibujos que hay
debajo, eran como de bota de montaña. (Las hadas, aunque tenemos alas para volar,
no las usamos casi nunca, normalmente vamos andando)
Naryana recordaba haber visto esas suelas en algún sitio, le hice una foto y las
seguimos hasta un matorral en el que después salían unas huellas de coche; las
seguimos y esta vez, nos llevaron hasta una casa abandonada.
Se había hecho tarde, y tuvimos que marcharnos a casa de Naryana. Cuando
llegamos, fuimos directas a su habitación, y mientras yo miraba las estrellas por la
ventana, ella pensaba donde había visto esas huellas. Entonces, se acordó, un día fue
a la zapatería del padre de su amigo Darring, y busco zapatillas de montaña porque se
le habían roto, y vio unas que tenían esas mismas huellas.
A la mañana siguiente, nos fuimos a la zapatería, el padre de Darring nos dijo
que se las había vendido a un señor nuevo en el pueblo, que había comprado la vieja
fábrica que estaba abandonada a las afueras de la ciudad.
Comimos en mi casa, y después, nos dirigimos a la fábrica abandonada. Me
llevé a Sílfide. Al llegar, vimos un coche aparcado, nos acercamos y le hice una foto a
las ruedas, coincidían con las huellas que salían del matorral. Oímos que la puerta se
abría, y nos escondimos dentro del coche, ya que estaba abierto. Tuvimos la mala
suerte de que el señor, también se subió al coche. Ahora podríamos ver a donde iba. El
viaje fue muy largo, nos quedamos dormidas y me despertaron unos lametazos en la
cara; era Sílfide. Nos dimos cuenta de que ya nos habíamos parado. Salimos con
cuidado y nos escondimos detrás de un seto.
El señor que había salido de la casa estaba hablando con otro sobre algo que
tenían que intercambiar. Después de mucho escuchar, nos enteramos que el señor de
la fábrica tenía que darle el collar al otro señor y éste a cambio le daría dinero, pero se
le había olvidado.
Nosotras nos volvimos a meter en el coche.
Cuando llegamos de nuevo a Janas, nos dirigimos a la comisaría y les
contamos todo a los policías, nos costó que nos creyeran, pero al final lo conseguimos;
teníamos pruebas, habíamos hecho fotos.
A Naryana y a mí, nos dieron 12 millones de euros que nos dividimos entre las
dos. Los ladrones, fueron a la cárcel. Y nosotras salimos en todos los periódicos y
televisiones nacionales.
Isabel Martín Rodríguez (12 años)
CATEGORÍA C
A partir de 13 años
NIKITA
Había una vez, en la esquina más oscura del estante más alto del mayor centro
comercial de tu ciudad, una zapatilla izquierda del número veintinueve llamada Nikita.
Nikita era tan blanca como un tazón de leche del desayuno, y tenía una lengüeta
mullida, una plantilla suave y dos largos cordones de algodón con los que solía
tropezar cada dos por tres porque siempre los llevaba desatados.
Durante el día Nikita esperaba, escondida en su pequeña caja de cartón, que
algún niño se fijara en ella, que la tomara entre sus manos, que se la calzara en el pie,
que le hiciera un bonito nudo y que echara a correr muy muy rápido hasta llegar muy
muy lejos del centro comercial. Pero Nikita vivía en la esquina más oscura del estante
más alto de la sección de calzado y por eso los clientes no la sacaban casi nunca de su
caja. Además, cuando alguien la encontraba por casualidad siempre la miraba como si
fuera un bicho raro y a continuación exclamaba:
-¿Pero dónde está la otra zapatilla?
Y es que Nikita, a diferencia de los demás zapatos, no tenía pareja. Sí, Nikita
estaba sola porque jamás ningún zapatero se había acordado de meter en su caja una
zapatilla derecha del número veintinueve.
Así pasaban los minutos y las horas. Pasaban los meses y nadie se animaba a
comprarla, y cada tarde Nikita era un poco menos blanca que el día anterior, y su
lengüeta era menos mullida, y su plantilla menos suave.
Por la noche, cuando el centro comercial se quedaba vacío, Nikita salía de su
caja, suspiraba profundamente y comenzaba a pasear. Entonces, al caminar por el
pasillo, miraba con envidia a las zapatillas nuevas. Envidiaba sus colores brillantes, sus
suelas relucientes y sus nombres llamativos, y sobre todo, sobre todo, las envidiaba
porque cada una de ellas tenía su propia pareja. Las vanidosas zapatillas nuevas, al
sentirse observadas por Nikita la señalaban, y se reían de ella porque estaba sola y
porque nadie la quería. Nikita intentaba no hacer caso de sus burlas, pero a veces no
podía evitarlo y, girándose muy seria, les gritaba:
-¡Ya veréis como en rebajas me compra alguien!
Y al escucharlo las zapatillas nuevas reían más fuerte.
Una vez, en uno de sus paseos, Nikita llegó hasta la sección de juguetes y lo
que vio hizo que, de la sorpresa, se le hundiera de pronto el empeine. Allí había
muñecas, y castillos, y coches de metal. Había incluso un tiovivo y una cama elástica y
una piscina de bolas. Se imaginó a los niños que pasarían por allí y sintió un escalofrío
al pensar que quizá nunca podría jugar con ninguno de ellos. En ese instante Nikita
hizo un puchero arrugando la puntera y una comba plateada se acercó para consolarla.
-¿Qué te pasa?
-Que ningún niño me va a querer, porque soy vieja y fea y estoy sola. Nunca,
nunca, nunca podré jugar con nadie – respondió Nikita con la voz entrecortada.
-Si quieres, puedes saltar un rato sobre mí – dijo la comba, pero aquello puso
aún más triste a Nikita porque no sabía cómo saltar ella sola a la comba. Echó a correr,
pisó sin querer sus propios cordones, cayó bajo un mostrador de lechugas y empezó a
llorar. Lloró tanto, tanto, tanto que se quedó sin fuerzas, le entró sueño y se durmió.
Por la mañana la despertó el bullicio de los pies de cientos de clientes que iban
de un lado a otro del centro comercial. Nikita se asustó porque sabía que no debía
estar allí e intentó quedarse muy quieta para que nadie la descubriera, pero no tuvo
suerte porque enseguida un vigilante de seguridad la sacó de debajo del mostrador de
lechugas y se la llevó por el pasillo de los lácteos. Nikita respiró aliviada al creer que el
vigilante la devolvería a su caja en el rincón más oscuro del estante más alto de la
sección de calzado, pero cuando llegaron a los probadores, en vez de girar a la
derecha, el vigilante giró a la izquierda, entró en un cuarto que Nikita no había visto
nunca y la tiró en un gran cajón de madera. Entonces Nikita sí que tuvo miedo.
Aquel era el lugar más extraño en el que jamás había estado. No tenía estantes,
ni luces en el techo, ni clientes, ni nada. Sólo había unas cuantas prendas de ropa que
la contemplaban con admirado interés. Un par de guantes a los que les faltaban varios
dedos se acercaron a ella.
-Hola, nos llamamos Manoplin y Manoplón – dijeron -, ¿y tú?
-Yo... yo soy Nikita... ¿Dónde... estoy? – preguntó Nikita temblando desde el
talón al empeine.
-Este es el cajón de la ropa desechada – contestó en una esquina la voz grave y
tranquila de una vieja boina de cuadros -. Aquí vienen a parar todas las prendas que
nadie compra.
-¿Y a ti qué te pasa? – Manoplín la miraba de arriba abajo -. Yo te veo muy bien.
Al escucharlo Nikita comenzó de nuevo a llorar.
-Que estoy sola.
-¿Y eso qué quiere decir?
-Las zapatillas siempre vamos en pareja, si no, no servimos para nada.
Una bufanda agujereada se enrolló alrededor de Nikita, la abrazó y acunándola
le dijo:
-Eso significa que eres especial.
-¿Por qué dices eso? – preguntó Nikita pensando que ya empezaban a burlarse
de ella.
-Porque eres única. No hay en el mundo nadie como tú.
-Y ya verás como al final algún niño se queda contigo. Todas las prendas de
ropa estamos predestinadas a vestir a alguien. Lo que pasa es que ese alguien aún no
nos ha encontrado – añadió la vieja boina y con sus palabras de terciopelo Nikita se fue
tranquilizando.
Pasó aquel día. Y otro. Y otro más. Pasaron varias semanas y Nikita, por fin,
empezó a sentirse acompañada. Todas las prendas descatalogadas, tan diferentes
entre sí, formaban una gran familia, y como nadie les hacía caso podían hablar todo el
tiempo que quisieran sin que sucediera nada. En aquel cajón Nikita estaba muy
contenta, pero a veces no podía evitar pensar en lo mucho que le gustaría poder correr
en el pie de algún niño.
Una tarde, una pareja de hombres entró en el almacén donde estaba el cajón,
pusieron sobre las prendas una pesada tapadera y a continuación la fijaron con unos
clavos.
-¿Qué está pasando? – dijo Manoplón en voz muy muy baja para que los
hombres no lo oyeran. Pero para esa pregunta ni siquiera la sabia boina tenía una
respuesta.
-Este cajón hay que enviarlo al campamento de refugiados, ¿entendido? – dijo
uno de los hombres.
Nikita y sus amigos pasaron varias horas en la más absoluta de las oscuridades
y cuando al fin unas manos levantaron la tapa del cajón, se dieron cuenta de que ya no
estaban en el centro comercial. No. Estaban bajo una tienda de campaña, en mitad de
una enorme extensión de arena en la que la luz brillaba con mucha más intensidad que
la de cualquier bombilla. A su alrededor comenzaron a aparecer niños y ancianos que
cogían y acariciaban las prendas como nadie en el centro comercial lo había hecho
jamás. Enseguida un hombre lleno de arrugas y tan encorvado como un signo de
interrogación se llevó a la vieja boina. Una mujer se enrolló al cuello la bufanda que
solía arropar a Nikita por las noches y una niña cogió a Manoplín y a Manoplón y se los
llevó con ella a parar balones en un improvisado campo de fútbol. Una a una todas las
prendas encontraron un dueño.
Todas menos Nikita.
-Ya me quedo sola otra vez – se dijo a sí misma con fastidio.
Pero entonces, cuando pensaba que ya nadie la querría, un niño de enorme
sonrisa y ojos negros y profundos se acercó y la tomó entre sus manos. Nikita se fijó
atentamente en el niño y se dio cuenta de que se apoyaba en unas muletas, ya que le
faltaba una pierna, justo la pierna derecha. El niño estaba descalzo, de modo que se
sentó en el suelo, se calzó a Nikita, le sacó brillo hasta que la dejó de nuevo tan blanca
como un tazón de leche del desayuno y le hizo el nudo más hermoso de toda la historia
de los nudos. Después se puso en pie y comenzó a caminar. Nikita le quedaba tan bien
en su pie que parecía que se la hubieran hecho a medida.
-Tenía razón la vieja boina – pensó Nikita -. Todas las prendas de ropa estamos
predestinadas a vestir a alguien.
Y así fue como a partir de entonces Nikita ya nunca más estuvo sola, ya nunca
más estuvo triste, y ya nunca, nunca, nunca volvió a tropezar con sus largos cordones
de algodón.
Raúl Clavero Blázquez (36 años)
Cuento Ganador
¿INVISIBLE?
El presentador me guiña el ojo, y me señala el cartel, se enciende la bombilla.
“Estamos en el aire”. El presentador se acerca el micrófono y lee el guion, que tiene
preparado. Mi corazón empieza a ir cada vez más rápido: Me toca a mí. Cojo aire,
carraspeo y contesto con voz temblorosa:
-Así es, fui por mucho tiempo invisible:
Cuando nací recibí un don un tanto extraño: mis padres nunca me hicieron caso,
quizás porque éramos muchos en casa y era yo el único que no lloraba, o quizás
porque nunca hablaba y tampoco me quejaba, el caso es que pasaba desapercibido.
Incluso a la hora de comer, era afortunado el día que conseguía sentarme en una silla,
porque normalmente las sillas las ocupaban mis siete hermanos mi padre y mi madre, y
a mí me tocaba aguantarme silenciosamente. Después de que mi padre bendijera la
mesa, todos se abalanzaban sobre los platos igual que leones a una gacela, por aquel
entonces la comida escaseaba, nunca quedaba nada en el plato, por eso yo intentaba
probar bocado saltando sobre alguno de mis hermanos más bajitos.
En el colegio, la profesora nunca me preguntaba, se le olvidaba hacer copias
para mí y nunca me hacía caso cuando levantaba la mano para decir la respuesta a su
pregunta. Mis compañeros no contaban conmigo para hacer los equipos y si alguna vez
lo hacían nunca me pasaban la pelota. ¡No recuerdo haber llegado a tocar un balón! En
las fiestas del pueblo ninguna chica quería compartir conmigo un baile así que siempre
bailaba solo.
Después de estudiar comencé a trabajar en unas oficinas. Me contrataron para
sellar papeles y registrarlos, pero me pusieron en la última planta y sin ascensor, nadie
subía allí, así que me pasaba horas sin hacer nada. Cuando caminaba por las calles y
me cruzaba con algún conocido, éste nunca me saludaba e incluso volvía la cara.
Un día llegaron a mi casa cartas de reclutamiento para la guerra,
sorprendentemente una de aquellas ocho cartas llevaba mi nombre. Después del
adiestramiento me mandaron al frente. Íbamos todos igual vestidos, llevábamos las
mismas manchas de barro en el uniforme y el mismo miedo en el cuerpo.
A simple vista parecíamos todos iguales; pero poco a poco me di cuenta que
cada uno tenía algo que le hacía ser distinto a lo demás, Billy era el más gracioso, y
Jack el más fuerte y valiente, en cambio a mí nadie me conocía y nunca me llamaban
por mi nombre. Así que ya acabé por comprender que realmente era invisible. Todos
ellos recibían cartas de sus novias y de sus familias. Como no me veían, a veces en la
soledad de la noche les miraba mientras leían las cartas, observaba la desesperación
de sus caras, que ansiaban ante todo regresar con sus seres queridos.
Una noche, no paraba de llover, el pelotón de infantería estaba en las trincheras
que parecían cauces de ríos. Intentaban apartar el murmullo de los disparos, los gritos
y los cañones canturreando canciones, sabían que faltaba poco para salir al campo de
batalla.
Cuando se produjo la emboscada todos nos armamos de valor y entre el barro
corríamos esquivando las balas de los fusiles.
Yo sabía que teníamos ventaja y la tenía que aprovechar, por eso tenía que
hacer uso de lo que se había convertido en mi don: ningún enemigo sabía de mi
presencia. Así que no dudé en ser el más rápido, el más valiente, y en darlo todo. Poco
a poco iba dejando a compañeros por el camino, pero me daba pena que nunca
regresaran a sus casas, por eso sin pensármelo dos veces comencé a cargar a mis
compañeros heridos sobre mis hombros y ponerles a salvo. De pronto se produjo una
explosión y caí al suelo, no recuerdo nada más hasta que desperté.
Cuando abrí los ojos estaba en una camilla, rodeado por decenas de ramos de
flores y cartas. De repente, el silencio se vio interrumpido por los gritos y abrazos de mi
familia y de mis compañeros del pelotón. Realmente no sabía que era lo que pasaba,
pero no tardaron en explicármelo. Parece ser que había sido un héroe y que mi valentía
iba ser recompensada por las medallas que me iban a otorgar. Todo el mundo me daba
las gracias y la enhorabuena, todos parecían estar orgullosos de mí. ¡Incluso
periodistas de todos los periódicos del país querían hablar conmigo! Nunca me he
sentido tan feliz como ahora, rodeado de las personas que más quiero.
Tardé demasiado en comprenderlo, había permanecido durante tanto tiempo
ausente que llegué a creer que verdaderamente era invisible. No supe aprovechar mi
infancia ni mi juventud. Si pudiera regresar al pasado; nunca dejaría que nadie se
olvidara de mí.
Quiero formar parte de la sociedad, quiero reírme con mis compañeros, quiero
que la gente me mire, quiero discutir, y perdonar, quiero volver a vivir todo lo que no he
vivido hasta el día de hoy.
Gracias.
Blanca Martín Hernández (14 años)
EL GRAN PUEBLO
Érase una vez tres pueblos elfos. En el pueblo de los elfos silvanos vivían en La
Garcesa, había un niño que se llamaba Legolas y era muy inteligente. Tenía doce
años, con el pelo rubio y unos ojos verdes. Legolas era un guerrero fuerte, también era
ágil.
Había también un pueblo de las rocas llamado Cabrerizos. Su jefe era muy duro
por tanto sus guerreros eran muy fuertes.
Otro pueblo, cerca del río, se llamaba Aldearrío y su jefe era normal y sus eran
muy fuertes.
La Garcesa, Cabrerizos y Aldearrío estaban en guerra desde hace muchos años.
Cada pueblo se iba haciendo más fuertes cada vez ase que siempre quedaban en
tablas.
Algunas veces pasaban hambre y se hacían más débiles así que los atacaban
pero volvían a empatar.
Un día de primavera libraron una batalla los tres pueblos hasta que Legolas dijo¡Escuchadme pueblos! Estamos luchando innecesariamente unámonos, formemos un
gran pueblo y acabemos con los pueblos más fuertes. Después de lo que dijo les habló
a los jefes para quedar en La Garcesa al día siguiente al amanecer. En La Garcesa no
tenían jefe así que por el momento eligieron a Legolas.
Al día siguiente hablaron de cómo se debería llamar el gran pueblo y decidieron
La Flecha.
Conquistaron ciudades, les asediaron, pero al final fueron el ejército más fuerte
de mundo.
Luis Martín Rodríguez (14 años)
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