Anexo: Final Macroeconomía II, Julio 2012 EL APOCALIPSIS SE VIENE MUY PRONTO Por Paul Krugman De pronto, se ha vuelto fácil ver cómo el euro -ese gran experimento fallido de unión monetaria sin unión política- podría deshilacharse por todas partes. Tampoco estamos hablando de una perspectiva lejana. La situación podría venirse abajo con pasmosa velocidad, en cuestión de meses, no años. Y los costos -tanto económicos como, discutiblemente incluso de mayor importancia, políticos- podrían ser enormes. Esto no tiene que ocurrir; el euro (o cuando menos, la mayoría de los países que lo utilizan) aún se puede salvar. Sin embargo, esto requerirá que dirigentes europeos, particularmente en Alemania y en el Banco Central Europeo, empiecen a actuar de manera muy diferente a la forma en que han actuado en estos últimos años. Necesitan dejar de moralizar y empezar a lidiar con la realidad; tienen que dejar de hacer tiempo y, por una vez, salir adelante. La historia hasta ahora es la siguiente: cuando empezó a existir el euro, había una gran ola de optimismo en Europa; y eso, resultó, era lo peor que podría haber ocurrido. El dinero llegó a chorros a España y otras naciones, que en aquel momento eran vistas como inversiones seguras; esta inundación de capital alimentó enormes burbujas de la vivienda y enormes déficits comerciales. Después, con la crisis financiera del año 2008, la inundación se secó ocasionando severos baches en las mismas naciones que antes habían prosperado. En ese punto, la falta de unión política de Europa se convirtió en un pesado impedimento. Florida y España tuvieron burbujas de la vivienda, pero cuando estalló la burbuja de Florida, los jubilados aún pudieron contar con que recibirían sus cheques del Seguro Social y Medicare desde Washington. España no recibe apoyo comparable. Así que el estallido de la burbuja se convirtió también en una crisis fiscal. …La respuesta de Europa ha sido la austeridad: salvajes recortes al gasto en un esfuerzo por tranquilizar a los mercados de bonos. Sin embargo, como podría haberles dicho cualquier economista sensato (y lo hicimos, seguro que lo hicimos), estos cortes profundizaron la depresión en las agobiadas economías de Europa, lo cual socavó incluso más la confianza del inversionista y dio origen a una creciente inestabilidad política. Por el momento, Grecia es el punto focal. Los electores que comprensiblemente están enojados por las políticas que han provocado que el desempleo alcance al 22 por ciento -más de 50 por ciento entre los jóvenes- se volvieron contra los partidos que hacen valer esas políticas. Y como todo el círculo dominante de la política griega había sido intimidado efectivamente para que aprobara una ortodoxia económica condenada al fracaso, el resultado de la repulsión del electorado ha sido un aumento de poder para los extremistas políticos. Incluso, si las encuestas están equivocadas y la coalición gobernante gana de alguna manera una mayoría en la siguiente ronda de votación, este juego esencialmente ya terminó: Grecia no irá, ni puede, en pos de las estrategias que Alemania y el Banco Central Europeo están exigiendo. Entonces, ¿ahora qué? Justo ahora, Grecia está experimentando lo que se está conociendo como un "trote bancario": una corrida sobre bancos en cámara más bien lenta, a medida que cada vez más depositantes sacan su dinero anticipando una posible salida griega del euro. El Banco Central de Europa efectivamente está financiando esta corrida bancaria al prestarle a Grecia los euros necesarios; si (y probablemente) cuando el Banco Central decida que ya no puede prestar más, Grecia será obligada a abandonar el euro y emitir de nuevo su propia divisa. Esta demostración de que el euro, de hecho, es reversible conduciría a su vez a corridas sobre bancos españoles e italianos. Una vez más, el Banco Central Europeo tendría que elegir si suministra o no financiamiento abierto; si llegara a negarse, el euro en general estallaría. Sin embargo, no basta el financiamiento. A Italia y, en particular, a España se les debe ofrecer una esperanza; un ambiente económico en el cual ellos tengan alguna perspectiva razonable de salir de la austeridad y la depresión. En términos realistas, la única manera de suministrar un ambiente de ese tipo sería que el Banco Central dejara su obsesión referida a la estabilidad de precios, para aceptar e incluso fomentar varios años de inflación de 3 o 4 por ciento en Europa (y más que eso en Alemania). Tanto los dos banqueros centrales como los alemanes aborrecen esta idea, pero es la única manera plausible en que pudiera salvarse el euro. Durante los últimos dos años y medio, dirigentes europeos han respondido a la crisis con soluciones a medias para ganar tiempo, pero aún no han hecho uso de ese tiempo. Ahora, el tiempo ya se agotó. Así que, ¿finalmente se pondrá Europa a la altura de la ocasión? Esperemos que así sea; y no solo porque un rompimiento del euro tendría una onda de efectos negativos a lo largo del mundo. Porque los mayores costos del fracaso de la estrategia europea probablemente serían políticos. Veámoslo de esta manera: el fracaso del euro equivaldría a una enorme derrota para el mayor proyecto europeo, el intento por traer paz, prosperidad y democracia a un continente con una historia terrible. Además, tendría casi el mismo efecto que está teniendo el fracaso de la austeridad en Grecia, desacreditando a la corriente popular política y dándole poder a extremistas. Entonces, todos nosotros tenemos mucho en juego en el éxito europeo; sin embargo, depende de los mismos europeos volver realidad ese éxito. Todo el mundo está esperando para ver si están a la altura de las circunstancias. THE NEW YORK TIMES