Diario LA LEY 04/07/2011

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La tasa y/o el llamado «depósito para recurrir» de la Ley Orgánica 1/2009, de 3 de
noviembre, para la implantación de la nueva oficina judicial. ¿Cabe exigir su pago en el marco
de un procedimiento de exequatur del Reglamento (CE) núm. 44/2001?
Jordi SÁNCHEZ SÁNCHEZ-CRESPO
Abogado.
Diario La Ley, Nº 7665, Sección Doctrina, 4 Jul. 2011, Año XXXII, Editorial LA LEY
LA LEY 12239/2011
I. INTRODUCCIÓN
El objetivo del Reglamento (CE) núm. 44/2001 del consejo de 22 de diciembre de 2000 relativo a la competencia
judicial, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil así como también la
norma que lo precedía (el llamado «Convenio de Bruselas» de 1968) es asegurar (a) procedimientos clave y
uniformes para el reconocimiento y ejecución de resoluciones judiciales y (b) seguridad y transparencia en el
mercado interior (1) .
De ahí que la finalidad primordial de la norma comunitaria en materia de reconocimiento y ejecución de resoluciones
judiciales es, eminentemente, la fluida y automática circulación de éstas entre los Estados de la Unión Europea y
ello como anticipaba, en aras a garantizar un mercado económico común y seguro, siempre presidido por el
principio de confianza que debe imperar entre los órganos judiciales comunitarios a la hora de que las decisiones de
los jueces europeos que lo integran sean ejecutables en cualquier país del espacio europeo.
La propia regulación comunitaria y la declaración de ejecutividad casi automática de éstas por cualquier litigante
que interese ejecutarlas en cualquier Estado miembro, vendrían a ser elementos clave para dicha rápida circulación
de las resoluciones en territorio europeo. Probablemente por este motivo, los arts. 51 y 52 del Reglamento
establecen que cualquier Estado miembro requerido a fin de obtener el reconocimiento y ejecución de una
resolución judicial extranjera no podrá exigir al litigante el pago de ninguna tasa.
Frente a ello, la disposición 15 LO 1/2009, de 3 de noviembre, complementaria de la Ley de reforma de la
legislación procesal para la implantación de la nueva Oficina judicial, por la que se modificó la LO 6/1985, de 1 de
julio, del Poder Judicial, ha introducido el pago de un «depósito para recurrir» para la admisibilidad de los recursos
señalados con la negativa consecuencia, si no se paga, de que el recurso en cuestión se tenga por no interpuesto
y la resolución judicial recurrida adquiera firmeza.
El objeto de este trabajo gira y reflexiona acerca de la compatibilidad o incluso legalidad de esta exigencia del
legislador español de requerir prestar una caución para recurrir y la norma comunitaria. Ello se agrava, además,
cuando el legislador comunitario también señala los distintos recursos que pueden interponerse contra el auto de
exequátur pero, con determinadas particularidades que sí regula, remitiéndose a su vez a la legislación interna del
Estado requerido para la tramitación de aquellos recursos por la vía de un procedimiento contradictorio.
II. EL CARÁCTER SUPRANACIONAL DEL REGLAMENTO NÚMERO 44/2001 Y SUS IMPLICACIONES
LEGALES
La norma comunitaria de análisis es supranacional, por lo que se aplica directamente en España con prioridad a
cualquier disposición interna (como es la Ley de Enjuiciamiento Civil o cualquier otra regulación procesal al
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respecto). Así se desprende de los principios básicos del Derecho Comunitario, y lo refrenda, por ejemplo, el ATS
de 12 de marzo de 2002 (recurso de queja 75/2002) (2) que viene a señalar que la primacía y efecto directo de un
Reglamento Comunitario en cualquier Estado miembro produce, per se, la inaplicación de las normas internas
incompatibles o contrarias a las comunitarias.
Un Derecho como el comunitario, que pretenda constituirse en vector impulsor de un proceso abocado a la
consecución de cotas progresivamente crecientes de integración requiere una primacía absoluta sobre toda norma
nacional, incluidas las de rango constitucional («principio de primacía»). Sobre este principio planea la exigencia de
que el ordenamiento jurídico comunitario afecte a todos los nacionales de los Estados miembros como un único
bloque de legalidad (principio de «aplicación uniforme») (3) , lo que «implica que las nociones a que se refiere este
Derecho no varíen en función de las particularidades de cada derecho nacional, sino que reposen en criterios
objetivos, definidos por un marco comunitario» (4) .
Como analizaremos en siguientes apartados con detalle, lo cierto es que el Reglamento es muy claro al señalar que
no puede exigirse a un litigante el pago de ninguna tasa, depósito o caución cuando instare la ejecución de una
resolución extranjera en cualquier Estado miembro. Además, nótese que el mismo texto comunitario indica cuáles
son los recursos que los litigantes pueden interponer en España contra el auto de exequátur dictado por un
Juzgado de Primera Instancia o la Audiencia Provincial correspondiente, remitiéndose para ello a la regulación
interna de cada Estado miembro.
El principio básico, en todo caso, es que el sistema de recursos previsto en el Reglamento, en su propia
determinación y forma de tramitarse y resolverse, prevalece sobre las normas de la Ley de Enjuiciamiento en todo
aquello que expresamente se encuentre regulado en el Reglamento. Por el contrario, deberemos aplicar las
previsiones de la Ley procesal española u otras, por integración, en todas aquellas otras materias que no se
regulan en el texto comunitario siempre que dicha aplicación no sea contraria al espíritu del Reglamento (5) .
Y es que en definitiva, como ya hemos anticipado, los instrumentos internacionales, tales como el Convenio de
Bruselas, el de Lugano y el Reglamento de constante referencia responden al objetivo de facilitar la libre circulación
de las resoluciones, para lo cual, constituyen un objetivo primario la simplificación de los procedimientos que tienen
por objeto la declaración de ejecutoriedad en los diferentes estados miembros, dentro de la concepción del
procedimiento de exequátur como un procedimiento autónomo y completo que alcanza también el ámbito de los
recursos (6) .
El procedimiento de exequátur no deja de ser un procedimiento autónomo, completo e independiente de los
Estados que responde, además, a los postulados de seguridad jurídica y de uniformidad en la aplicación de las
normas de los instrumentos internacionales (7) .
Y además de todo ello, tampoco hay que olvidar que el art. 523.2 L 1/2000 de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil
(en adelante LEC) dispone lo siguiente: «En todo caso, la ejecución de sentencias firmes y títulos extranjeros se
llevará a cabo en España conforme a las disposiciones de la presente Ley, salvo que se dispusiere otra cosa en los
Tratados internacionales vigentes en España» (8) .
Y es que el Reglamento pretende evitar obstáculos en cualquier procedimiento de homologación de resoluciones
judiciales dictadas por cualquier Estado miembro, no tan sólo procedimentales sino inclusive, por lo que interesa en
este trabajo, de índole económica, de ahí la prohibición de los arts. 51 y 52 que pasaremos a analizar.
En definitiva la invocabilidad directa de los Reglamentos ni plantea ni debería plantear ningún tipo de controversia.
Su recepción automática en los ordenamientos de los Estados miembros permite a los particulares invocarlos ante
los respectivos órganos jurisdiccionales nacionales, de conformidad con lo dispuesto en el art. 249.2 del Tratado
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CE (9) que, por supuesto, debe respetarse.
III. LOS ARTÍCULOS 51 Y 52 DEL REGLAMENTO NÚM. 44/2001 IMPIDEN AL ESTADO MIEMBRO
REQUERIDO EXIGIR AL LITIGANTE CUALQUIER TIPO DE CAUCIÓN
Hemos afirmado que la esencia y espíritu del procedimiento de exequátur se basa en la rápida homologación de la
resolución judicial europea en cualquiera de sus Estados miembros en una primera fase no contradictoria del
procedimiento en la que el legislador comunitario no ha pretendido imponer ningún tipo de traba o impedimento para
soslayar tal declaración de ejecutividad que es automática. Así, el Juez del Estado requerido no puede de oficio
proceder al examen de los motivos de reconocimiento para lo cual tiene que existir un recurso o una oposición del
deudor (10) (y por lo tanto tan sólo analizará unas meras formalidades requeridas por el Reglamento —art. 41—
cuales son la aportación del título judicial original y si lo entiende preceptivo el Tribunal el anexo con la información
señalada por el texto comunitario) (11) .
Frente a tal automatismo en la declaración de ejecutividad de una resolución judicial comunitaria hay que sumar
que los arts. 51 y 52 del Reglamento «democratizan» el acceso del ciudadano europeo a la justicia fuera de su país
de origen y, en consecuencia, no se le exige el pago de ninguna tasa, impuesto o caución en el momento de
presentar la demanda de exequátur en el Estado donde requiere y le interesa el embargo de bienes del ejecutado;
todo lo contrario.
Y es que a la parte que instare en un Estado miembro la ejecución de una resolución dictada en otro Estado
miembro no podrá exigírsele caución o depósito alguno, sea cual fuere su denominación, por su condición de
extranjero o por no estar domiciliado o no ser residente en el Estado miembro requerido (art. 51) y, además, el
Estado miembro requerido no percibirá impuesto, derecho ni tasa alguna, proporcional al valor del litigio, en los
procedimientos relativos al otorgamiento de ejecución (art. 52).
El objeto del art. 51 es la exención de la cautio iudicatium solvi —fianza exigida tradicionalmente a los extranjeros
que desean litigar en un país con la finalidad de asegurar el pago de las costas y gastos procesales— para toda
persona que desea obtener el reconocimiento y la declaración de ejecutividad de una resolución extranjera al
amparo del Convenio de Bruselas (12) (hoy Reglamento núm. 44/2001). Esta era también la pretensión de los
redactores del texto comunitario en el conocido como «Informe Jenard» (13) .
Cabe señalar también que el art. 45 del Convenio de Bruselas de 1968 se pronunciaba idénticamente al actual
redactado del citado art. 51 del Reglamento siendo novedoso únicamente de esta última norma la inclusión de un
nuevo articulado (el art. 52) que a criterio de este autor, refuerza la tesis indubitada de que el Estado requerido no
pueda exigir ninguna caución, no tan sólo a la parte que insta el procedimiento de exequátur, sino inclusive al
deudor o ejecutado que lo recurre. Así, el art. 52 del Reglamento añade que el Estado requerido no percibirá
impuesto, derecho ni tasa alguna, proporcional al valor del litigio, en los procedimientos relativos al otorgamiento
de la ejecución (14) .
IV. EL «DEPÓSITO PARA RECURRIR» DE LA LEY ORGÁNICA PARA LA IMPLANTACIÓN DE LA
NUEVA OFICINA JUDICIAL Y CÓMO INTEGRARLO, SI CABE, CON EL REGLAMENTO NÚMERO
44/2001
Como hemos anticipado en la introducción, la LO 1/2009, de 3 de noviembre, complementaria de la Ley de reforma
de la legislación procesal para la implantación de la nueva Oficina judicial, por la que se modificó la LO 6/1985, de 1
de julio, del Poder Judicial implanta en su disposición 15 un depósito de «escasa cuantía» y previo a la interposición
del recurso, cuyo fin principal es disuadir a quienes recurran sin fundamento jurídico alguno, para que no
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prolonguen indebidamente el tiempo de resolución del proceso en perjuicio del derecho a la tutela judicial efectiva
de otras partes personadas en el proceso.
Con independencia que quien suscribe considera que tal depósito tendría fines recaudatorios y que el término
«escasa cuantía» al que se refiere el Preámbulo de la citada Ley es totalmente subjetivo (pues dependerá de la
capacidad económica de cada litigante) (15) ; los ingresos que se generan por el que el Preámbulo llama, opino que
también desacertadamente, «uso abusivo del derecho a los recursos» (16) estarían justificados a los fines de la
modernización de la justicia, a la creación y mantenimiento de una plataforma de conectividad entre las distintas
aplicaciones y sistemas informáticos presentes en la Administración de Justicia y a financiar el beneficio de justicia
gratuita. Por lo tanto, y a todas luces «el depósito para recurrir», se mire como se mire, es un impuesto y por ello
un gravamen para el justiciable europeo que puede dificultar y encarecer el acceso a la Justicia.
Sentado lo que antecede, la referida modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial regula que la interposición
de recursos escritos ordinarios y extraordinarios, la revisión y rescisión de sentencia firme a instancia del rebelde,
en los órdenes jurisdiccionales civil, social y contencioso-administrativo, precisarán de la constitución de un
depósito a tal efecto. Con ello, todo el que pretenda interponer recurso contra sentencias o autos que pongan fin
al proceso o impidan su continuación, consignará como depósito y; sólo para el objeto del presente trabajo nos
interesa destacar; la cifra de 50 euros si se trata de un recurso de apelación o casación y de 25 euros si se trata
de la interposición de recursos contra resoluciones dictada por el Juez o Tribunal que no pongan fin al proceso ni
impidan su continuación en cualquier instancia.
A mayor abundamiento, la Ley Orgánica señala que la principal y única consecuencia negativa de no consignar
tales depósitos en tiempo y forma provocará la no admisión a trámite de ninguno de los recursos interpuestos (17)
por lo que se dictará un auto que pone fin a dicho recurso, quedando entonces firme la resolución impugnada.
Con independencia de la devolución total del depósito (con la admisión del recurso) o su pérdida (en caso
contrario) lo cierto y evidente es que, con la nueva redacción de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el acceso al
incuestionable derecho constitucional del recurso encarece todo el procedimiento si, además, tenemos en cuenta
que el origen de un procedimiento ordinario siempre será una demanda judicial, una solicitud de medidas cautelares,
etc., por la que el justiciable ya habrá liquidado la correspondiente tasa judicial a razón de lo dispuesto en la Ley
correspondiente (18) en el momento de inicio de su acción y en los supuestos que corresponda.
También resulta indiscutible que la LO 1/2009 para la implantación de la nueva Oficina judicial es ley interna y
soberana en España, de aplicación directa y, por ello, cualquier nacional o extranjero que pleitee en nuestro país,
en el momento de formular cualquiera de los recursos contra sentencias o autos señalados en la disposición
Decimoquinta deberá necesariamente consignar el oportuno «depósito para recurrir» en función de la modalidad de
recurso ejercitado.
Pero, ¿qué ocurre cuando quien ha instado un exequátur en España en base al Reglamento núm. 44/2001 no ve
atendida su pretensión y no se declara la ejecutividad de la resolución extranjera viéndose por ello obligado a
recurrir tal interlocutoria dictada por el Juzgado de 1.ª Instancia? O pongamos otro ejemplo, ¿qué sucede cuando
el Juez, efectivamente otorga la homologación de la resolución judicial extranjera y el deudor o ejecutado se opone
a tal decisión mediante la interposición del preceptivo recurso de apelación? Y como corolario de otras
posibilidades,
¿qué
acontece
cuando,
habiendo
el
deudor
formulado
oposición,
la
Audiencia
Provincial
correspondiente estima el/los motivo/s de esa oposición y entonces el litigante que solicitó el exequátur interpone
el preceptivo recurso de casación ante el Tribunal Supremo?
Todas las dudas que nos surgen de formularnos a modo de ejemplo las anteriores preguntas radican en saber si en
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tales supuestos la parte deberá consignar «el depósito para recurrir» para que el correspondiente recurso de
apelación contra el auto denegando el exequátur, o el recurso de apelación como modo de oposición al exequátur,
o inclusive recurso de casación contra la resolución de la Audiencia que no lo otorgara, no sea archivado y la
resolución devenga firme.
Hemos dicho antes, en el apartado II de este trabajo y, sentado como premisa fundamental que el Reglamento
núm. 44/2001 es una norma supranacional aplicable directamente y sin discusión alguna en todo aquello regulado
por el texto comunitario, aplicándose tan sólo la norma interna de cada Estado miembro que regula el
procedimiento contradictorio (i.e., la Ley de Enjuiciamiento Civil) en todo aquello que, precisamente, el Reglamento
no venga a regular expresamente.
Y si nos remitimos al texto comunitario comprobaremos que tan sólo se regulan en escasas pinceladas
determinados extremos de la oposición o recursos que pueden interponerse en un procedimiento de exequátur: así,
el art. 39 del Reglamento y su Anexo II dispone que las autoridades competentes ante los que se presentarán las
solicitudes de exequátur, en España, es el Juzgado de Primera Instancia. Sigue el texto señalando que la resolución
sobre la solicitud de la ejecución podrá ser recurrida por cualquiera de las partes (art. 43) y que el recurso se
interpondrá ante los tribunales indicados en la lista que figura en el anexo III del Reglamento, en el caso de
España, ante la Audiencia Provincial. Finalmente, la norma comunitaria establece que en nuestro país, cabe
interponer el recurso de casación ante el Tribunal Supremo contra la decisión de la Sala (art. 44 y su anexo IV).
Pero cabe matizar un detalle trascendente para el lector. Si bien el art. 43.3 del Reglamento establece que el
recurso de apelación en el procedimiento de exequátur se regulará según las normas que rigen el procedimiento
contradictorio (19) , nada más se añade. De ahí que será la legislación interna de cada Estado miembro la que
regulará cómo debe sustanciarse el recurso de apelación o de casación en su caso. Dado que el Reglamento no
dice nada al respecto, hay que aplicar la norma interna de cada Estado. Insisto, de lo contrario, se aplica el
Reglamento.
Un ejemplo claro de lo que antecede es, a modo de ejemplo, el término para presentar el recurso de apelación
contra el auto de exequátur. Contrariamente a la práctica que el autor ha podido observar en algún que otro
Tribunal o incluso litigante, no es correcto aplicar el art. 457.1 LEC para anunciar en el término de cinco días
recurso de apelación contra el auto de exequátur. Y no es correcto pues, el plazo para recurrir en apelación está
regulado por el Reglamento (20) señalando que ha de interponerse en el plazo de un mes a partir de la fecha de su
notificación o de dos meses si la parte contra la que se solicitare la ejecución estuviere domiciliada en un Estado
miembro distinto de aquel en el que se hubiera otorgado la ejecución (art. 43.5). Si bien puede parecer que con
tanta explicación técnica estoy alejándome del objeto de este trabajo, lo cierto es que el grado de detalle en
estos últimos párrafos explicados redunda en el hecho de que el lector aprecie y a ser posible, comparta las
eventuales conclusiones a las que llegaré en breve.
Dicho cuanto antecede resulta evidente que cuando se sustancie un recurso de apelación o casación contra
cualquier decisión judicial posible en un procedimiento de exequátur, sólo en aquellos pocos aspectos regulados por
el texto comunitario (i.e., órgano ante el que se interpone, plazo de interposición en el recurso de apelación y
respetando siempre la contradicción) se aplicará el Reglamento; aplicándose para el resto de aspectos técnicos
y/o procesales del que se ha llamado por el texto comunitario «procedimiento contradictorio», la Ley interna del
Estado miembro y, en España, en concreto, la Ley de Enjuiciamiento Civil y toda norma procesal paralela que
regulare cualquier aspecto del proceso o recursos no fijados por la norma comunitaria.
Por lo tanto, el lector podría pensar o llegar a la conclusión que, cuando haya que interponer un recurso de
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apelación o casación en el procedimiento de exequátur habrá que consignar el oportuno «depósito para recurrir» de
la disposición Decimoquinta de la LO 1/2009 para la implantación de la nueva Oficina judicial pues, efectivamente
es norma interna y el Reglamento casi nada regula en cuanto al procedimiento de contradicción posterior al auto
de homologación salvo, las excepciones indicadas en el anterior párrafo. Además, es cierto que el Reglamento no
regula si hay o no que prestar caución para recurrir que incluso podría afirmarse que es propiamente el
«procedimiento contradictorio» del Estado Nacional que es lo que viene a afirmar el Reglamento. Pero compartirá el
lector que lo que sí hace de forma categórica y rotunda el texto europeo es, precisamente, prohibir cualquier
caución en los ya analizados arts. 51 y 52. Lo hemos dicho antes, el legislador comunitario no quiso (desde los
remotos orígenes del Convenio de Bruselas cuando estaba en fase de redacción y propuesta) poner trabas o
impedimentos para la homologación casi automática de las resoluciones judiciales dictadas en la Comunidad
Europea y, ni mucho menos, imponer barreras de índole económica, pensando; quizás, en evitar que existieran
ciudadanos o litigantes de primera y segunda clase en función de sus posibilidades económicas.
Pese a mi conclusión, considero que hay que realizar un matiz no menos importante. Como señala el ya citado art.
52 del Reglamento, el Estado miembro requerido no percibirá tasa o impuesto alguno en los procedimientos relativos
al otorgamiento de ejecución. Nótese, de nuevo, que el texto habla de «otorgamiento» de ejecución, de ahí que
como indicaba antes ello implica que no podría exigirse el «depósito para recurrir» en cualquiera de los recursos
tendentes a obtener dicho otorgamiento de la homologación de la resolución judicial extranjera pero no en los
recursos que pudieran interponerse posteriormente, esto es, una vez el título ya ha sido homologado y nos
encontramos en una fase propiamente de ejecución forzosa de aquella resolución que tras declararse ejecutiva en
España ha de ser tratada como si una resolución española fuere.
Consecuentemente, con lo anterior, sí cabe exigir el «depósito para recurrir» cuando ya en fase de embargo
forzoso de bienes del ejecutado recurrimos cualquier decisión del Juez o Tribunal.
Dicho lo anterior, la duda o controversia acerca de la exigencia legal para el pago del «depósito para recurrir»
puede incluso acrecentarse. ¿Qué ocurre cuando el auto de exequátur por ejemplo ha sido recurrido en apelación,
se está ejecutando provisionalmente dicha resolución embargándose bienes del ejecutado y en dicha fase de
ejecución provisional debe interponerse algún tipo de recurso contra alguna diligencia de embargo o medida
adoptada por el Tribunal? ¿Cabe exigir y pagar el «depósito para recurrir» en tal caso? Propiamente podría afirmarse
que en tal supuesto todavía se estaría en fase de «otorgamiento de ejecución» del art. 52 pues la resolución
extranjera todavía no sería firme, con lo cual, insisto, seguiríamos en un procedimiento de contradicción del
proceso de exequátur. Por lo tanto, podría concluirse que en fase de aplicación de medidas cautelares (que están
reguladas en el art. 47.2 del Reglamento) y en el marco de un procedimiento de exequátur entiendo que seguiría no
siendo exigible el pago del «depósito para recurrir». Insisto, considero que tan sólo podría exigirse su pago tras
finalizar el procedimiento de exequátur (ya en fase de ejecución forzosa) (21) .
El tema objeto de estudio tratado en este trabajo puede parecer ciertamente novedoso y no le consta al autor que
haya sido todavía analizado en profundidad por la doctrina y la jurisprudencia por el hecho que la LO 1/2009, de 3
de noviembre, complementaria de la Ley de reforma de la legislación procesal para la implantación de la nueva
Oficina judicial, por la que se modificó la LO 6/1985, tiene menos de un año de vigencia.
Y pese a esta ausencia de estudios o análisis previos, no es más cierto que con relación a otro tipo de tasa judicial
sí que ha habido algún que otro pronunciamiento vinculante con relación al pago de tasas o impuestos en el ámbito
del ejercicio de la potestad jurisdiccional que, pese a ser de índole o fin distinto al del «depósito para recurrir»,
podrían venir a respaldar, al menos considero parcialmente, las conclusiones a las que llego en el presente trabajo,
si se quiere, por su cercana similitud.
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Así por ejemplo lo vendría a confirmar la respuesta en su día otorgada por la autoridad tributaria española tras una
consulta a la Dirección General de Tributos por parte de una compañía extranjera. En concreto, en el año 2004 una
sociedad italiana que había obtenido varias sentencias condenatorias de ciertas sociedades españolas en aquel
país y quería iniciar en España el procedimiento de ejecución de esas sentencias extranjeras en virtud del
Reglamento núm. 44/2001 consultó a la autoridad referida acerca de la procedencia de la aplicación de la
específica tasa por el ejercicio de la potestad jurisdiccional en el caso de ejecución de sentencias extranjeras
(22) . La respuesta otorgada por la Dirección General de Tributos fue concluyente al señalar que en el apartado 35
de la Ley 53/2002, sólo se prevé cuota tributaria por razón de ejecuciones extrajudiciales y no por la ejecución de
títulos judiciales, concepto este último que, en consecuencia, no está sujeto a gravamen por la tasa (23) . La
respuesta era acorde con la legalidad vigente, esto es, con la referida Ley que regula la tasa pero considero que
podría haber sido más amplia y contundente señalando también que, además, los arts. 51 y 52 del Reglamento
prohíben el pago de cualquier tasa, impuesto o caución para el inicio de un procedimiento de exequátur y, tal y
como expuesto, hasta que la resolución judicial declarando la ejecutividad de la resolución extranjera sea firme.
En virtud de todo lo expuesto, concluyo, y voy terminando que, de exigirse en un procedimiento de exequátur y
antes de la resolución firme que declare la ejecutividad de la resolución extranjera, el pago de cualquier tasa de la
LO 1/2009, de 3 de noviembre, complementaria de la Ley de reforma de la legislación procesal para la implantación
de la nueva Oficina judicial, se contravendría, opino que; flagrantemente, los artículos citados del Reglamento
comunitario e inclusive el propio espíritu del texto europeo y su principal finalidad (la libre y automática circulación
de las resoluciones judiciales dictadas en el espacio Europeo).
Como dijo en su día el Tribunal Supremo, la legalidad interna hay que interpretarla siempre conforme al derecho
comunitario (24) y así es como el autor que suscribe, bajo su saber leal y entender y salvo opinión en Derecho en
contrario, considera que hay que interpretar las leyes y textos normativos aquí analizados.
V. ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA
CANO GONZÁLEZ, M.ª I., «Reconocimiento y Ejecución de resoluciones judiciales y documentos públicos con fuera
ejecutiva en el ámbito comunitario», Unión Europea Aranzadi, pág. 9.
GARAU SOBRINO, F., Comentario al convenio de Bruselas relativo a la competencia judicial y a la ejecución de
resoluciones judiciales en materia civil y mercantil, Edición de Alfonso-Luis Calvo Caravaca, Universidad Carlos III
de Madrid, 1994, págs. 97, 98, 618 y 621.
«Informe Jenard» al Convenio de Bruselas (DO, núm. C 189 de 28 de julio de 1990).
HERRERO PALOMO, Y., Reconocimiento y Exequátur de resoluciones judiciales según el Convenio de Bruselas DE
27/9/68, Colex, Año 2000.
La cooperación en materia civil en la Unión Europea: textos y comentarios, Thomson Aranzadi, Coordinadora
ALEGRÍA BORRÁS, Año 2009.
SÁNCHEZ-CRESPO SÁNCHEZ, J., «Reflexiones sobre la sistemática de los recursos en el Reglamento núm. 44/2001
relativo a la competencia judicial, reconocimiento y ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y
mercantil», Año XXVII, núm. 6489, 24 de mayo de 2006.
SÁNCHEZ JIMÉNEZ, M.ª A., Ejecución de sentencias extranjeras en España: Convenio de Bruselas de 1968 y
procedimiento interno, Editorial Comares, Granada, 1998.
La libre circulación de resoluciones judiciales en la Unión Europea, Actas de Seminarios, Universidad de Sevilla,
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Varios ponentes, núm. 57, Año 2005.
VALERIA ENRICH SCHROEDER y SÁNCHEZ-CRESPO SÁNCHEZ, J., «Ejecución de resoluciones judiciales extranjeras
según el Reglamento (CE) núm. 44/2001 de fecha 22 de diciembre de 200 y según la nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil», Gaceta Jurídica de la Unión Europea y de la Competencia, enero/febrero 2002, núm. 217.
(1)
VALERIA ENRICH SCHROEDER y SÁNCHEZ-CRESPO SÁNCHEZ, J., «Ejecución de resoluciones judiciales extranjeras
según el Reglamento (CE) núm. 44/2001 de fecha 22 de diciembre de 200 y según la nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil», Gaceta Jurídica de la Unión Europea y de la Competencia, Enero/Febrero 2002, núm. 217, pág. 59.
Ver Texto
(2)
El ATS dice literalmente lo siguiente: «Más allá de las disposiciones contenidas en las normas procesales nacionales,
pues se debe encontrar en la primacía que las normas supranacionales integradas en el acervo comunitario
presentan respecto de las de producción interna, rasgo que en el caso de los Convenios internacionales celebrados
para cumplir los objetivos comunitarios tienen un doble fundamento: de un lado su propio carácter y procedencia, y
de otro, su naturaleza convencional. Junto con esa primacía, es rasgo característico de determinadas normas
comunitarias, particularmente los Reglamentos comunitarios, su aplicabilidad directa o efecto directo. Las
consecuencias de los principios de primacía y del efecto directo de las normas comunitarias conducen tanto a la
inaplicación de las normas internas incompatibles o contrarias a las comunitarias, como a impedir la válida formación
de posteriores actos normativos incompatibles o contrarias a las comunitarias, como a impedir la válida formación de
posteriores actos normativos incompatibles con éstas, como, en fin a la obligación del aplicador del Derecho de
garantizar el pleno efecto de esas normas supranacionales, operándose una integración en el ordenamiento interno
y comunitario que se traduce, prima facie, en la interpretación de la legalidad interna conforme al derecho
comunitario».
Ver Texto
(3)
GONZÁLEZ PALACIO, J., Derecho Procesal y del Contencioso Comunitario, Aranzadi Editorial, Edición año 2000, pág.
43.
Ver Texto
(4)
Asunto 69/79 Jordens-Vorsters (Rec. 1980, p. 84).
Ver Texto
(5)
SÁNCHEZ-CRESPO SÁNCHEZ, J., «Reflexiones sobre la sistemática de los recursos en el Reglamento núm. 44/2001
relativo a la competencia judicial, reconocimiento y ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil»,
Año XXVII, Número 6489, 24 de mayo de 2006, p. 1, a 3.
Ver Texto
(6)
SSTJCE de 2 de junio de 1985, as. 184/84; 27 de noviembre de 1984, as. 258/83; 21 de abril de 1991, as. C-172/91;
4 de octubre de 1991, as. C-183/90, y 11 de agosto de 1995, as. C-423/93.
Ver Texto
(7)
STJCE de 11 de agosto de 1995, «el Convenio ha instaurado un procedimiento de exequátur que constituye un
sistema autónomo y completo, independiente de los sistemas jurídicos de los Estados contratantes, y que, por otra
parte, el principio de seguridad jurídica en el ordenamiento jurídico comunitario, así como los objetivos del Convenio
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con arreglo al art. 220 del Tratado CEE, en el que se basa, exigen la aplicación uniforme en todos los Estados
contratantes de las normas del Convenio y de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia relativa al mismo».
Ver Texto
(8)
Tradúzcase también «Tratado Internacional» por el Reglamento núm. 44/2001.
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(9)
GONZÁLEZ PALACIO, J., Derecho Procesal y del Contencioso Comunitario, Aranzadi Editorial, Edición año 2000, pág.
44.
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(10)
CANO GONZÁLEZ, M.ª I., «Reconocimiento y Ejecución de resoluciones judiciales y documentos públicos con fuera
ejecutiva en el ámbito comunitario», Unión Europea Aranzadi, pág. 9.
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(11)
Aunque no sea propiamente objeto de debate de este trabajo, el Reglamento núm. 44/2001 ni tan siquiera exige la
traducción de la resolución extranjera y tampoco la apostilla o validación de la misma.
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(12)
DE CALVO CARAVACA, A.-L. y GARAU SOBRINO F. F., Comentario al convenio de Bruselas relativo a la competencia
judicial y a la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil, Universidad Carlos III de Madrid, 1994,
pág. 618.
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(13)
P. 170 del conocido como «Informe Jenard». Sobre la base del art. 220 del Tratado CEE, a raíz de una decisión
adoptada por el Comité de representantes permanentes de los Estados miembros y a propuesta de la Comisión, se
convocó en 1960 un Comité de expertos que elaboró un proyecto de Convenio relativo a la competencia judicial y a la
ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil. Dicho Comité se componía de expertos
gubernamentales de los seis Estados miembros, representantes de la Comisión y de observadores. Su portavoz, el
Sr. P. Jenard, Director de Administración en el Ministerio Belga de Asuntos Exteriores y del Comercio Exterior, redactó
el informe justificativo que se presentó a los Gobiernos al mismo tiempo que el proyecto elaborado por los expertos.
El texto de dicho informe, que se presenta como un comentario al Convenio, firmado en Bruselas el 27 de septiembre
de 1968, es el conocido como «Informe Jenard» utilizado por la doctrina y jurisprudencia para interpretar el referido
Convenio, hoy Reglamento núm. 44/2001.
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(14)
El autor GARAU SOBRINO, F., en su citada obra en el pie de página 7 afirma que «Ahora bien, el Convenio, nada dice
sobre la exigencia de fianzas en el procedimiento del Estado de origen, por lo que, en esta materia, regirá el derecho
interno de cada Estado y los convenios que hayan suscrito en los que se contengan normas al respecto. Bajo mi
consideración, dicha valoración podría ser válida si se tiene en consideración que el Convenio de Bruselas no contenía
una disposición como el art. 52 del Reglamento vigente que a criterio de este autor haría extensible la imposibilidad
de exigir caución incluso al deudor o ejecutado en el sendo del procedimiento de exequátur y en cualquiera de sus
fases (i.e., oposición e incluso recurso contra el auto de ejecución en cualquier fase - apelación o casación). Pero
opino que, incluso (como desarrollaré más adelante en el punto III de mi trabajo), sin la previsión del art. 52 (aunque
el art. III del protocolo del Convenio de Bruselas reza en similar sentido) de conformidad con el espíritu del Convenio
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de Bruselas que igualmente era la homologación automática de las resoluciones judiciales comunitarias en el espacio
de la Unión Europea; exigir al litigante o deudor una caución también sería contrario al espíritu del aquel Convenio y
por lo tanto, consideraría poco acertada la opinión del autor GARAU SOBRINO cuando afirma que la fianza quedaría
regulada por el derecho interno de cada Estado.
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(15)
Los importes del depósito para recurrir giran según el recurso son de 25, 30 y 50 euros según dispone la disposición
Decimoquinta 1, apartados 3 y 4.
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(16)
Entiende el autor que no puede hablarse de «uso abusivo del derecho a los recursos» cuando precisamente el
derecho al recurso es la máxima expresión del derecho a la tutela judicial efectiva. Ese derecho constitucional
constituye en definitiva y, a todas luces, el auténtico freno a un supuesto uso indebido o abusivo de los recursos por
la parte vencida en juicio y ello porque, la Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000, eliminó el pago de caución alguna para
la ejecución provisional de las resoluciones judiciales civiles (art. 526). Eso significa que, la parte vencedora del pleito,
siempre podrá ejecutar provisionalmente una sentencia y el recurso de apelación contra la misma no evitará si puede
ser un instrumento para evitar tal ejecución provisional.
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(17)
Salvo omisión o error en la constitución del depósito, en el que se concederá a la parte el plazo de dos días para la
subsanación del defecto, con aportación en su caso de documentación acreditativa (Disposición Decimoquinta,
segundo párrafo del apartado 7).
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(18)
Ley 53/2002, de 30 de diciembre. Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social (art. 35).
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(19)
Aunque no hay en el Reglamento una mención similar al (procedimiento contradictorio) para el recurso de casación en
el exequátur, evidentemente, tal recurso también deberá ser contradictorio en virtud del principio de la tutela judicial
efectiva e igualdad de las partes consagrado en el art. 24 de la Constitución Española.
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(20)
No así curiosamente el recurso de casación en el procedimiento de exequátur.
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(21)
No es de recibo apuntar como pie de página aquí que la declaración de ejecutividad es presupuesto del proceso de
ejecución. Este último precisa de acción ejecutiva y de un título ejecutivo: «la acción ejecutiva deberá fundarse en un
título que tenga aparejada ejecución» (art. 517.1º LEC). Como quiera que, en principio, una resolución extranjera no
es título ejecutivo, se precisa de un acto específico para concederle la fuerza ejecutiva. Esto se consigue mediante la
declaración de ejecutividad o exequátur propiamente dicho, que permitirá al acreedor, en caso de contumacia de la
parte condenada, solicitar que se despache ejecución, en definitiva, que se inicie el correspondiente procedimiento de
ejecución (véase art. 523 LEC). Cita de la obra de GARAU SOBRINO, F., «La declaración de ejecutividad automática
¿hacia una nueva teoría del exequátur?», Publicado en Anuario Español de Derecho Internacional Privado, Tomo IV,
Iprolex 2004, p. 97 y 98. Asimismo, el mismo autor apuntado en este pie de página se refiere a la ATS de 8 de
septiembre de 1998 (Rec. 1002/1997) y ATS de 24 de noviembre de 1998 (Rec. 3259/1997): «la indicada naturaleza
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homologadota de este procedimiento impide a la Sala, al otorgar el exequátur, disponer cualquier medida
encaminada a la ejecución de los pronunciamientos condenatorios de la resolución que no sean los despachos que
conforme al art. 958 (LEC) procede librar a la correspondiente Audiencia; siendo de incumbencia de la parte
favorecida por el exequátur instar ante el órgano jurisdiccional competente para llevar a efecto la ejecución del laudo
ya homologado las medidas que a tal fin considere oportunas». Con el objeto de acentuar esta diferencia y evitar
confusiones, preferimos utilizar la expresión «declaración de ejecutividad» frente a la de «ejecución», usada en la
mayoría de textos convencionales o comunitarios de Derecho Procesal civil internacional. Además, con el término
exequátur se ha producido una sinécdoque, tomándose la parte por el todo; así, mientras su significado original se
circunscribe al proceso por el que una resolución es declarada ejecutiva («ejecútese»), con el tiempo ha acabado
designando todo el proceso de homologación, incluyendo tanto el reconocimiento como la declaración de ejecutividad.
De manera acertada, la sección 2,ª del capítulo III del Reglamento 2201/2003 se titula «Solicitud de declaración de
ejecutividad».
Ver Texto
(22)
La tasa implantada por la Ley 53/2002, de 30 de diciembre. Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social.
Ver Texto
(23)
Dirección
General
de
Tributos,
núm.
consulta
0611-04
de
12
de
marzo
de
2004
(http://www.e-
justica.es/banon/tasas/c0611-04.htm).
Ver Texto
(24)
Vid., STS de la nota al pie de página 1 de este trabajo.
Ver Texto
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