Nayeli JIMÉNEZ CANO

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Nayeli Guadalupe Jiménez Cano
Universidad Autónoma de Madrid
Doctorado en Biología y Ciencias de la Alimentación
nayeli.jimenez@estudiante.uam.es
La paleobiología y los estudios paleoculturales como herramienta para la
conservación: perspectivas desde la pesca prehispánica en la península de Yucatán
Introducción
El mar ha sido desde épocas prístinas, una importante fuente abastecedora de recursos. Las
evidencias más antiguas de la pesca, señalan un aprovechamiento de los recursos acuáticos desde el
Paleolítico Superior.
A primera vista, la historia de la explotación marina por el hombre ha sido un éxito; con un aumento
en las capturas de un 7 % cada año desde 1950. Sin embargo, este éxito ha sido más ilusorio que real.
Según Holden, en efecto las capturas han aumentado, pero debido a que se ha explotado una población
tras otra sucesivamente, dejando a su paso poblaciones agotadas. El devenir pesquero contemporáneo
es sumamente preocupante, ya que se encuentra anclado entre la sobreexplotación y el detrimento de
los mares.
La paleobiología, las culturas antiguas y el cambio de la línea base
Ante este escenario, las ciencias pesqueras nos advierten sobre la situación actual de estos recursos
para lograr un manejo adecuado de estos medios mediante el seguimiento del comportamiento de los
peces y de las pesquerías. Estas observaciones, sin embargo, se basan en un espectro temporal breve,
haciéndolas extemporáneas si se pretende evaluar la pérdida pesquera real para su futura
rehabilitación. Es aquí donde los estudios del aprovechamiento de los recursos ícticos en tiempos
pretéritos rectifican esta falta de información temporal.
Los peces trasiegan y cambian a lo largo del tiempo, inducidos antrópica o naturalmente, y cada
generación de científicos emplea lo observado en su contemporaneidad como el estándar a evaluar. A
esto, se le ha denominado el síndrome de cambio en la línea base, “esta base tiende a extrapolarse
hacia el futuro y la diferencia será percibida como una perdida” (Pauly, “Anecdotes and shifting the
base line síndrome of fisheries” 430), lo que no se percibe es la situación en la que estaban las cosas
antes de estos daños. En pocas palabras, esto hace alusión a que el hombre transforma su entorno pero
parece incapaz de recordarlo. Así, ajusta su línea base al nuevo nivel sin registrar lo que estaba ahí
antes.
Mientras otras disciplinas como la astronomía se valen de observaciones de civilizaciones antiguas
para equipararlas y tomarlas como base de partida y analogía en las observaciones actuales; las ciencias
pesqueras necesitan ampliar su marco cronológico de referencia para poder evaluar los daños y
pérdidas reales. Esto no solo traerá el efecto de “añadir historia a una disciplina que ha sufrido de la
falta de reflexión histórica, si no que también incluye en los debates de biodiversidad a un grupo
extremadamente especializado de vertebrados: los peces; cuya ecología y evolución están fuertemente
impactados por las actividades humanas” (Pauly, “Anecdotes and shifting the base line síndrome of
fisheries” 430)
Así, los estudios paleobiológicos y paleoculturales desde una perspectiva zooarqueológica pueden
contribuir a la aplicación de una visión diacrónica extensa que permita evaluar los efectos reales de las
pesquerías, ya que versan sobre el estudio de restos subfósiles que en su momento fueron aprovechados
por grupos humanos del pasado. Los datos obtenidos pueden ser utilizados para lograr una advertencia
real y colaborar para hacer frente a la crisis pesquera mundial de la cual México no está exento.
La pesca durante antigüedad prehispánica en la península de Yucatán.
La importancia del éxito en las actividades de subsistencia de los mayas prehispánicos esta ligado al
conocimiento del medio ambiente que lo rodea. El conocimiento del medio marítimo y el
aprovechamiento de los recursos que ofrece no fue la excepción en épocas prehispánicas y muestras de
ello ha quedo registrado en relatos de cronistas del siglo XVI, en la iconografía y la evidencia de
artefactos para la pesca como las pesas de red y arpones.
Sin embargo, la fuente de información a la que nos referiremos en este texto, son los registros de
restos óseos subfósiles de peces que evidencian la pesca prehispánica desde por lo menos el período
preclásico (300 a.C al 250 d.C). Desde esas prístinas épocas hasta la actualidad, la actividad pesquera
en la región se ha desarrollado a partir de una practica artesanal de subsistencia hasta enmarcase dentro
de una actividad comercial.
En este sentido y extrapolando esta práctica al pasado reciente, es normal que al hablar con
pescadores veteranos podamos percibir la transformación pesquera en las últimas décadas. Estos
hombres de mar describen la pesca de hace unos 30 ó 40 años, como una época de bonanza con mucho
pescado y de grandes tamaños “no como los de ahora”. Sin embargo, estos datos contados a modo de
anécdotas no son tomados en serio por los científicos, porque en ciencias se fía poco de los relatos
históricos.
De acuerdo a las investigaciones realizadas hasta el momento, por quien suscribe y por otros
zooarqueólogos, se hace patente que desde el 300 a.C hay un aprovechamiento de los recursos
pesqueros, pero no es hasta el período Clásico (250 d.C al 1000 d.C) cuando se presenta un incremento
en esta actividad como resultado del esplendor social y económico de la sociedad maya en esas épocas.
Los recursos ícticos mayormente capturados durante el período Clásico, fueron los tiburones
(Carcharhinidae), los bagres (Ariidae) y robálos (Centropomidae) (Götz 426, Masson 104). Los restos
de estos organismos no son aislados, sino que se encuentran en asentamientos mayas de toda la
península yucateca, indicando que existía una importante pesquería que destinaba los esfuerzos hacia
estos tres recursos. Por otra parte, actualmente, las especies mayormente capturadas en la zona son el
pulpo (Octupus maya), el mero (Epinephelus morio) y la rubia (Lutjanus syniagris) (Mexicano,
Leonce, Salas, y Vega 4). Al comparar la pesca prehispánica con la actual, notamos que existe una
clara distinción en la orientación del esfuerzo pesquero hacia las especies objetivos. Estos
comportamientos se ajustan los patrones cambiantes de pesquerías a lo largo del tiempo. En las últimas
décadas han disminuido las pesquerías de caracol rosa y camarón por dar algunos ejemplos. Por lo cual,
podemos aportar a la pesquería actual, que dichos cambios en las especies objetivos no se reducen a las
épocas de la pesca comercial, si no que se articularan dentro de un amplio marco de por lo menos 1750
años de antigüedad.
Además y de manera interesante, existen evidencias de tejido óseo de peces que hoy están casi
desaparecidos. Tal es el caso, del pez sierra (Pristis pectinata), del cual las fuentes etnohistóricas
(Fernández de Oviedo, 427) y las fuentes iconográficas evidencian su presencia en los mares de la
región. Sin embargo la presencia de los restos óseos de estos organismos en asentamientos como
Xcambó e Isla Cerritos hace constatar su presencia y aprovechamiento en las costas yucatecas desde
por lo menos desde el 750 d.C. En contraste, este pez actualmente es cada vez más raro en aguas del
Golfo de México, debido principalmente a la sobre pesca y a la contaminación marina (Carpenter 526).
Además de los cambios de especies capturadas, también es posible constatar un cambio en la cadena
trófica, enmarcándose dentro de modelo de “pesca hacia bajo en la cadena trófica”. Este modelo,
explica que en tiempos pasados se capturaban organismos con un mayor aporte cárnico, es decir
grandes peces que se encuentran en la cima de la cadena trófica. Así, con el paso del tiempo, se transita
de la captura de grandes organismos piscívoros a invertebrados pequeños y peces plantívoros (Pauly,
“Fishing down the marine food web”, 861). Estos peces grandes, cada vez se vuelven más raros debido
a que por lo general son organismos de baja fecundidad y muestran dificultades para recuperarse de las
reducciones poblacionales a causa de la pesca.
En este sentido, podemos observar como en la península yucateca se ha pasado de la capturas de
grandes tiburones en épocas precolombinas a la captura de meros y pulpos en la actualidad. Aún más
significativo, la captura de tiburones en épocas prehispánicas debió de ser un aporte proteínico
fundamental en la dieta de los antiguos habitantes de la península. Si comparamos las estadísticas de
las capturas de las rayas y tiburones en el golfo de México, vemos un claro descenso. Solamente en
2008, las capturas descendieron de 13,976 ton a 6,180 (Perez Jiménez). Es muy probable que en épocas
prehispánicas la presencia de tiburones en el Golfo de México, haya sido mucho mayor y más
abundante que en la actualidad y en el pasado reciente.
Otro punto importante en esta inyección de historia a la ciencia pesquera que la zooarqueología
ofrece, es la evaluación del cambio en la talla de las especies que eran capturadas con las que
actualmente son pescadas. Con el paso de tiempo, podemos ver como el consumo cárnico se concentra
en el consumo de grandes animales, en el mar esto se traduce en la captura de peces grandes
volviéndose cada vez más raros, como ya hemos apuntado. De esta manera, los peces “sobrevivientes”
son los que muestran menor tamaño. Entre el material subfósil analizado, aunque los estudios de tallas
están en una fase preliminar, podemos indicar con seguridad que las tallas de los recursos
ictiofaunísticos capturados es tiempos prehispánicos era mayor de la de los peces aprovechados en la
actualidad. Este cambio de tallas se hace patente sobre todo en tiburones y meros, pero se extiende a
organismos como mojarras, pargos y robalos.
Actualmente, la que suscribe se encuentra desarrollando métodos para predecir el tamaño del
cuerpo de tiburones, robalos y bagres (longitud estándar y masa corporal) a partir de los huesos
recuperados en los sitios arqueológicos. Con esto, será posible equiparar los datos de los peces
prehispánicos con las tallas y pesos de los peces actuales y ver sus cambios entre distintas especies.
Conclusiones
El análisis de las tendencias históricas es interesante porque podemos observar las concentraciones
de los esfuerzos pesqueros en algunas especies. En la península de Yucatán aunque ha habido un
incremento en la actividad pesquera de las ultimas décadas, se observa un estancamiento causado en
gran medida por la escasez de recursos (Mexicano, Leonce, Salas, y Vega 97). Incluso, los últimos
estudios de pesquerías mundiales prevén un colapso en los stocks mundiales de peces para el año
2050 (Pauly et al 2003, 860). El colapso de los stocks de peces no solamente es una asunto ambiental
sino también social ya que un billón de personas, la mayoría de países no desarrollados, dependen de
los peces como la principal fuente de proteína animal.
Con los datos paleobiológicos y paleoculturales derivados de la zooarqueología, se evidencia que el
estado de la pesca ha cambiado incluso antes del inicio de la pesca industrial de 1950. Los datos
subfósiles nos indican un aprovechamiento de los recursos ícticos para la subsistencia de las
poblaciones mayas prehispánicas a diferencia de las demandas comerciales de la globalización a las
que la pesca responde hoy en día.
Las especies que actualmente se encuentran al borde del colapso representan remanentes de la
práctica pesquera que se viene forjando en la península de Yucatán desde épocas prehispánicas. Es
importante enmarcar la pesca desde sus orígenes, sobre todo en épocas ambientalmente caóticas como
las que vivimos actualmente y poder hacer analogía correspondientes para actuar con las herramientas
pertinente que ayuden en la conservación y un adecuado manejo de los recursos pesqueros de la región.
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