El pensamiento de Kierkegaard Una introducción 1999 El pensamiento de Kierkegaard Introducción Sören Kierkegaard nació el 5 de mayo de 1813 en Copenhague. Su padre, Michael, se quedó viudo de su primera mujer en 1796 a los dos años de casado y sin haber tenido ningún hijo. Sören fue el último de los siete hijos que tuvo con Anna, la que era su criada y con quien se casó un año después de la muerte de su esposa. Su padre fue un hombre que vivió hasta los doce años en el campo, como pastor. Esta dura niñez, trabajando duramente como pastor en una región fría y yerma, junto con las prédicas que había escuchado de los Hermanos Moravos (unos predicadores ambulantes); lo llevaron una vez, en medio de la desesperación, a maldecir a Dios. Pasados los diez años fue enviado por su padre (el abuelo de Sören) a Copenhague con un tío materno, a educarse y trabajar. Ahí, comenzando desde aprendiz y a fuerza de trabajo y sabias inversiones, el padre de Kierkegaard logró a los cuarenta años ser ya poseedor de una fortuna considerable, por lo que decidió dejar de trabajar y dedicarse sólo a su formación intelectual. Aprendió alemán y se dio al estudio de la filosofía idealista alemana. Aunque estaba pasando por un buen momento, todavía sentía culpa por haber levantado el puño contra Dios, el mismo que ahora le entregaba fortuna y luego, en su segundo matrimonio, la dicha de estar felizmente casado y con tantos hijos. El matrimonio con Anna fue obligadamente temprano debido a que ésta estaba hace varios meses embarazada. Estos dos pecados: el haber levantado el puño contra Dios y el haber tenido a Anna de amante, lo llevaron a pensar que Dios iba a castigarlo y que toda la dicha que en ese minuto poseía se esfumaría, tan sólo para quedarse solo y lamentándose por haber ofendido a Dios. Michael sostenía prolongadas reuniones en las cuales se discutían temas filosóficos y teológicos de muy alto nivel. A estas reuniones invitaba a un selecto grupo de personas, entre las cuales se encontraba el pastor Mynster. Este ambiente adulto, recargado de discusiones casi obsesionadas con el tema del pecado y del castigo, y la culpa que el padre de Sören sentía y expresaba continuamente; tuvo una huella profunda en el joven Sören. Esto se vio aún más acentuado a medida que los hijos de Michael comenzaron a morir de uno a uno, quedando de la familia Kierkegaard al final sólo Michael y sus hijos Peter Christian y Sören. El padre de Sören sembró en éste una angustia y melancolía enormes, al tiempo que lo educó en una férrea fe cristiana. Siento venirme temblores cuando me detengo a pensar cuál ha sido desde mi más tierna infancia el paisaje de fondo de mi vida, la angustia con que mi padre llenaba mi alma y mi propia y terrible melancolía. Me invadía la angustia frente al cristianismo, pero, sin embargo, al mismo tiempo me atraía. Superficialmente, Sören era un niño muy alegre, pero es muy probable que esa alegría, tal y como lo fue posteriormente, fuera sólo una máscara. En 1830 ingresa en la Universidad de Copenhague a estudiar Teología, pero lo hace más que nada para complacer a su padre, por lo que después de un tiempo se retira para estudiar lo que realmente le interesaba: la filosofía. A pesar de que la relación con su padre era aparentemente buena, las crisis de angustia provocaron fuertes discusiones entre ellos. En 1835 ocurrió lo que Sören llamó el gran terremoto en su vida: su padre dejó entrever, con palabras nada claras, la maldición que tanto temía. En ese momento se dio cuenta que la edad de su padre llegaba a ser una maldición para su familia, con toda su infelicidad y angustia. Se le aparecía como si una falta pesara sobre la familia y su padre un ser condenado a sobrevivirlos a todos, recibiendo el castigo. 1 En 1837 murió su cuñada Elisa−María, esposa de Peter Christian. El mismo día del entierro Sören abandonó el hogar paterno, volviendo un año más tarde, agobiado por las deudas. Su padre murió ese mismo año, después de reconciliarse con su hijo y de confesarle sus dos pecados. Según la concepción Kierkergaardiana de la existencia, existen tres estadios en la vida: el estético, el ético y finalmente el religioso. Hasta ese momento Sören se había encontrado solamente en el estadio estético, pero tras la muerte de su padre y en tributo a su memoria retomó con ahínco los estudios de Teología, de ahí en adelante llegó al estadio ético. En ese momento apareció Regina Olsen. Sören la había conocido con anterioridad, desde antes que muriera su padre, y se comprometió con ella en 1840, un tiempo después de obtener su título de Teología. En un principio pensó que la manera de ser de Regina, una muchacha espontánea y extrovertida, se complementaría con la suya bastante bien, pero luego de un tiempo se dio cuenta que su propia melancolía era demasiado para él mismo y que sólo iba a amargar la existencia de Regina ... veo claramente que mi melancolía que hace imposible tener un confidente; y al mismo tiempo soy consciente de que el vínculo matrimonial exige de mí que ella lo sea. Sören creía en ese momento que al estar Regina en el estadio estético y él en el ético, era todavía imposible pensar en una relación amorosa entre los dos. Pensaba que era necesario que ella creciera y entonces, ya ambos dentro de la reflexión ética podrían recorrer el camino de la religiosidad juntos. Pero en ese tiempo era socialmente muy complicado para una mujer ser dejada cuando ya había estado comprometida. Por esto Sören decidió tomar toda la culpa él y para hacer esto se entregó a una vida licenciosa y desordenada, de tal forma que se viera como si hubiese sido Regina quien lo había dejado a él debido a su reprobable comportamiento. En Aut−Aut Kierkegaard se dirige directamente a Regina, dejándole ver, en una forma muy críptica, su pensamiento. Él sabía que dejar a Regina significaba dejar de lado la única posibilidad que iba a tener de ser feliz, pero al mismo tiempo él se consideraba a sí mismo una persona destinada por Dios a una tarea. Después se marchó a Berlín. Allá escribió Temor y Temblor y La Repetición. Al volver de Berlín Sören se encontró con que Regina, cansada de esperarlo a él, se ha comprometido ya con Fritz Schlegel, su antiguo novio. Kierkegaard se habría de preguntar de ahí en adelante si el sacrificio de dejar a Regina que él creía que Dios le había exigido era tal, o si en realidad el sólo lo había imaginado. O si en realidad a él le faltaba la fe que había tenido Abraham cuando a le fue devuelto su hijo. Tiempo después Regina habría de casarse con Fritz, terminando con las esperanzas de Sören. Antes de eso Sören sufrió otro episodio que sería importante en su vida. Dentro de su patria Kierkegaard era ya reconocido y popular, y estaba gozando de un momento relativamente bueno. Pero pronto tendría problemas con el El Corsario, después de lo cual se decidiría a criticar ácidamente a la Iglesia y separarse de la vida social. El Corsario era una revista semanal de Copenhague, que criticaba satíricamente a personas importantes y autores consagrados. Esta revista no había tocado a Kierkegaard todavía, pero como éste reaccionara retando a P.L.Moeller (colaborador de dicho periódico) en respuesta a una crítica que éste había hecho a una de sus obras, El Corsario se embarca en un ataque en contra de la persona de Sören, dejándolo en ridículo. Este ataque fue de tal magnitud que a pesar de que Kierkegaard se defendió bien llegó a recibir hasta insultos y burlas en la calle. Desde ese momento Kierkegaard se retrayó de la sociedad y se dedicó a criticar a la Iglesia con todas sus energías. Esta Iglesia oficial se había convertido sólo en un sistema para tranquilizar la conciencia de los burgueses obteniendo beneficios materiales a cambio. Después de la muerte del Obispo Mynster, a quien Kierkegaard no había querido atacar por tratarse de alguien que había sido muy amigo de su padre, y del nombramiento de Martensen (un decidido seguidor de Hegel) como nuevo Obispo de Copenhague; Kierkegaard cambió el estilo de su mensaje y comenzó a escribir panfletos de una manera más accesible para las masas, casi como un tabloide sensacionalista. En 1855 Schlegel fue nombrado gobernador de la Antillas Danesas y Regine, antes de irse lo busca y lo encuentra en la calle para decirle, emocionada: ¡Que Dios te bendiga! ¡Y que ojalá te vaya todo bien! Medio año después Kierkegaard cayó desvanecido en plena calle, después de haber sacado los últimos ahorros que le quedaban del banco, y 2 meses después, murió. Con el clima anticlerical que se había formado en la 2 Universidad producto de los panfletos de Kierkegaard los estudiantes montaron una guardia de honor ante sus restos y acusaron a la Iglesia de hipócrita, por haber organizado una gran pompa para enterrar a Kierkegaard cuando eso era justamente lo que él en realidad había criticado. Capítulo I La Crítica al Sistema Para entender qué es lo que Kierkegaard está criticando hay primero que entender que él no está tratando de imponer un sistema filosófico ni ético, ya que hacer eso sería contradictorio. Por crítica al sistema no vamos a entender una crítica a un conjunto de preceptos establecidos, sino que justamente a la sistematización que lleva a crear esa fórmula que todo lo contiene. Tengo que hallar una verdad para mí, encontrar esa idea por la que quiero vivir y morir diría K. Para Hegel la historia sigue un curso determinado por la lógica, está determinada por el juego entre los señores y los siervos, dos categorías que Hegel asigna al ser humano, y que en definitiva estarían determinando al individuo. Según lo que Hegel vio en algunos individuos, pareciera ser que se puede clasificar a los seres humanos en dos tipos: los señores, que tendrían que guiar la historia; y los siervos, que deberían seguir el camino trazado por los señores. K se rebela contra este orden. Y es que subyuga al individuo al sistema. K se da cuenta de que el juego lógico que pretende realizar Hegel está errado, y esto es por que intenta hacer valer una categoría propia de unos cuantos individuos en la humanidad completa, intenta pasar de una afirmación de lo particular a una afirmación de lo general, lo cual está fuera de toda lógica. K pone un énfasis en la individualidad, en la subjetividad del individuo. Y esto no es un mero capricho, sino que es el resultado de sentir la desesperación que provoca el vacío del individuo cuando está subyugado al sistema, cuando está sólo cumpliendo por cumplir, porque se debe cumplir. Viendo así las cosas, parece ser que la lógica no es útil, en última instancia, para comprender la existencia, puesto que la existencia es absurda de suyo, y el absurdo de que yo exista no puede ser explicado por la lógica ni puede ser clasificado por ésta. Por esto K subraya la importancia de lo subjetivo. Para Hegel lo real es racional y lo racional es real, en cambio, para K lo personal, lo subjetivo, es lo real. Hegel es sólo un teórico que es capaz de solucionar los más complicados problemas lógicos, pero incapaz de resolver los suyos propios, los reales. Solamente un siglo más tarde iba a darse cuenta la gente de qué estaba hablando K, cuando los grandes sistemas logren casi destruir al individuo y con eso, la humanidad. Capítulo II Los tres estadios de la existencia Kierkegaard concuerda con los idealistas en dos estadios primeros que se pueden distinguir en la existencia humana. El primero es el estético, donde el individuo se ve inmerso en los placeres sensuales, aislado de todo. El segundo es el ético, donde el individuo, por medio de una mediación logra verse a sí mismo como parte de un sistema, de lo general. Esta mediación es producto de la síntesis entre ser y existencia, entre mi voluntad personal y el llamado de la especie. Tanto Hegel como K consideraban la esfera ética como una instancia mayor del hombre comparada con el estadio estético. Pero Hegel lo tiene por el estadio máximo, mientras K opina que éste es sólo un estadio intermedio para llegar a un tercer estadio, el religioso, donde el individuo encuentra su trascendentalidad, que es lo que se dejaba de lado en los otros estadios, con el consiguiente vacío que esto dejaba. Ahora bien, esta trascendentalidad implica la relación con Dios, quien es la trascendentalidad de la trascendentalidad. Sin embargo, Dios no se relaciona con el hombre de una forma lógica y racional. K plantea que esta relación se da en el absurdo, y encontrar una lógica al cristianismo es asimismo un imposible, puesto que el cristianismo es de por sí absurdo. Por esto K critica a lo que él llama la cristiandad, es decir, la 3 Iglesia de Dinamarca en ese tiempo. La Iglesia de ese tiempo había convertido la fe en estético formalismo y se había perdido la verdadera relación con Dios. Para K la relación con Dios es un incómodo monólogo que a ratos me puede parecer inseguro, y que, como veremos más adelante, debido a esa misma incomodidad produce un estado afectivo de angustia. Hay una analogía entre estos tres estadios y las tres transformaciones del hombre que planteaba Nietzsche. La transformación del camello en león y la del león en niño. Ambos plantean un estado intermedio en que el deber domina al individuo, pero en ese momento Nietzsche se separa de K. Nietzsche plantea la muerte de Dios y el consiguiente arrojo a lo intra mundano, mientras que K plantea el arrojo a Dios partiendo del absurdo de mi propia existencia. Nietzsche se separa en ese momento del cristianismo, mientras K lo replantea pero se queda dentro de éste. K se plantea el problema de Abraham. Cuando éste es mandado por Dios a sacrificar a su hijo, éste obedece fielmente a pesar de que el mandato va en contra de toda ética, es un absurdo. Y sin embargo Dios, en último momento detiene a Abraham y le devuelve a su hijo. Es en ese momento en que K se da cuenta de que la obediencia al sistema no puede ser para siempre, no puede el individuo quedar circunscrito a la lógica puesto que en ese momento de absurdo el individuo ya se halla fuera del sistema, fuera de lo general. Por eso K plantea que existe un momento de suspensión de la ética. Este momento no implica una eliminación de la ética, puesto que una suspensión es sólo transitoria. Esta suspensión es lo que realiza Abraham, y lo que le permite salir de la finitud y llegar a la infinitud, la relación personal con Dios. Capítulo III La ética y el pecado Ya se explicó por qué Kierkegaard rechaza el idealismo como verdad absoluta, rechazando el movimiento deductivo que lleva a Hegel a construir (entre otras cosas del inmenso sistema que edificó) una ética ideal, que para K lo único que hace es falsear los conceptos. Si se confunde a la ética con la lógica se consigue, en un extraño juego, convertir la dualidad afirmación−negación en bien−mal. Esto trae problemas a la hora de definir el concepto de pecado, ya que la lógica es una ciencia eminentemente ideal, mientras que el pecado no puede separase de la existencia concreta. Y si se considera idealmente, resulta el pecado un algo alejado de nuestra existencia. Es por eso que K plantea una ética que no parta de lo ideal para llegar a la contingencia real, sino viceversa, partiendo de lo que se tiene, lo concreto, para llegar a lo ideal. Con esto se consigue una nueva definición para pecado, que ya no es el mal, sino que se entiende como su concepto en su indefinición: la caída. Esta caída se entiende como un estar cayendo, lo cual lo diferencia de la posición calvinista, que plantea que el hombre está caído, que es malo de suyo. K no acepta esta posición, al contrario, ve la parte positiva del pecado: si estoy cayendo, tengo la posibilidad de levantarme. Capítulo IV El pecado original y la pérdida de la inocencia Kierkegaard va a examinar el problema del pecado original, y se va a dar cuenta de que se ha puesto a Adán con su pecado como un ente a−humano, un ente que da inicio a la humanidad, y sin embargo no puede ser un pecador como cualquier otro, sino que es El Pecador, con mayúsculas, el que introdujo el pecado en el mundo. Tomándolo así, resulta muy fácil evitar la responsabilidad de mi pecado y echarle la culpa a Adán: él nos hizo una especie pecadora, no es culpa mía K refuta esta afirmación y lo hace de la siguiente manera: Si Adán es un hombre histórico y tan humano como nosotros (condición necesaria para no llegar a la contradicción de dejarlo como un ente aparte de la humanidad y a la vez el iniciador de la misma) debiera ser tan individuo 4 como yo lo soy, puesto que si hubiese sido sólo especie se hubiese quedado como especie; y debiera ser tan especie como nosotros lo somos, de otra forma no estaríamos hablando de la misma especie. Con esto es el hombre a la vez individuo y especie, y es ésta contradicción lo que produce un movimiento histórico, una lucha eterna entre la esencia y la existencia, una lucha determinada a darse debido a la intramundanidad del hombre y que en definitiva, va a determinar que el hombre no pueda dejar de ser histórico mientras siga siendo hombre. Esto contrasta con el pensamiento hegeliano, donde se considera al hombre una mediación entre esencia y existencia. Otro punto a considerar es que el hecho de que el primer pecado de Adán sea diferente del resto de los pecados que cometió no se debe a la diferenciación numérica entre los pecados, sino que la la diferencia de cualidad que existe entre el primer pecado y los restantes. Esta diferencia de cualidad determina la pecaminosidad del individuo, con lo cual se tiene que: a) el individuo está trayendo el pecado al mundo, y b) se está determinando otro concepto para hacer la diferencia entre antes y después del pecado: la inocencia. Éste último concepto ha de entenderse como ignorancia, puesto que eso es lo único que es, y debido a que no es permanente en el hombre ha de entenderse como un estado. Este estado, sin embargo, al perderse por medio de la culpa que genera el pecado, no es posible ser recuperado, puesto que la determinación cualitativa ya está dada en el momento en que aparece el pecado. Como ya se mencionó, la inocencia es un estado y como tal, llega el momento que se pierde por el salto cualitativo que desarrolla el individuo. K lo entiende como un salto porque la llegada al mundo del pecado es algo súbito, puesto que no concuerda con una relación causal, ya que de otra forma no se explica que en el génesis se afirme que el pecado vino al mundo sólo por medio del pecado mismo. El pecado aparece como algo súbito, es decir, mediante el salto; este salto es a la vez cualidad, y al ser puesta la cualidad, en le mismo momento tiene lugar el salto en la cualidad; el salto es supuesto por la cualidad y la cualidad por el salto. De esta forma es Adán un cualquiera, y la pérdida de inocencia en Adán la pérdida de inocencia en cualquiera de nosotros. Por esto K piensa que uno no debería preocuparse de ser pecador mientras no peque, que es cuando va a traer el pecado realmente al mundo. Capítulo V La caída y la angustia Para Kierkegaard, el concepto de caída debe dejarse en su ambigüedad, puesto que es ahí donde aparece. Como ya se dijo, el pecado aparece con un salto cualitativo fuera de toda causalidad; de tal modo que intentar definir ese salto, de donde sale la culpa a la luz, es falsear el concepto de caída. Mientras el hombre está en ese estado de ensueño que es la inocencia se presenta al individuo un algo que no concuerda con el sosiego de ese estado. Ese algo que se presenta de una manera ambigua y cuya definición pareciera ser contradictoria, K lo llama la angustia. En este estado hay paz y reposo; pero hay al mismo tiempo otra cosa, que, sin embargo, no es guerra ni agitación − pues no hay nada con que guerrear, ¿Qué es ello? − Nada. Pero ¿qué afecto tiene? − Nada. Engendra angustia. Para K la angustia se define como una antipatía simpatética y una simpatía antipatética. K lo define como un vértigo. El vértigo de verse el espíritu a sí mismo en su propia posibilidad. Puesto que el hombre es a la vez esencia y existencia, desde siempre se ha hecho la pregunta ¿qué es el ser? Y nunca ha sabido cómo responderla a cabalidad. Esto es así porque la psiquis humana no encuentra información alguna al respecto, con lo que este concepto se nos presenta como una nada. Y es ésta nada justamente lo que angustia cuando el individuo la observa, cuando se le presenta su posibilidad, cuando cae, cuando su existencia se arroja a la esencia. Esta posibilidad no es, como se pudiera pensar, la posibilidad de elegir entre bien y mal. Se trata sólo de 5 poder, de que se puede lo que antes no se conocía, de que su inocencia se esfumó. Epílogo El tema de la angustia es mucho más amplio. El análisis que Kierkegaard hizo de él en El concepto de la angustia es un análisis psicológico bastante extenso basado en su propia experiencia. He aquí la riqueza de Kierkegaard: el tomar elementos de su propia vida y construir sus conceptos filosóficos con respecto a eso. Un llamado a darle importancia a la subjetividad de cada uno. Por esto en el presente trabajo se hace un hincapié importante en la biografía del autor. Esto debiera dar más luces sobre los conceptos presentados posteriormente, y aún más sobre los motivos que llevaron al autor a escribir sobre ello. Bibliografía • El concepto de la angustia, Sören Kierkegaard, Ed. Espasa−Calpe • Temor y Temblor, Sören Kierkegaard, Ed. Tecnos • Internet: Søren Kierkegaard − Introduction to the philosopher por Peter P. Rohde, Source: Kierkegaard on the Internet − http://www.webcom.com/sk Índice Introducción......................................................................................................3 Capítulo I − La crítica al sistema ......................................................................8 Capítulo II − Los tres estadios de la existencia ...............................................10 Capítulo III − La ética y el pecado ..................................................................13 Capítulo IV − El pecado original y la pérdida de la inocencia ........................15 Capítulo V − La caída y la angustia ................................................................18 Epílogo ............................................................................................................20 Bibliografía ..................................................................................................21 Véase capítulo II Véase Capítulo II Para los existencialistas la existencia es siempre humana. Las demás cosas no existen. Sólo tienen una duración. Mediación: en Hegel, la reflexión, un tomar distancia, que lleva a encontrar una síntesis entre dos contrarios antitéticos. Sören Kierkegaard, El concepto de la Angustia, Ed. Espasa−Calpe Argentina, Buenos Aires, 1940, p.34. Op.cit., p.44. 6