EL MEJOR HOMBRE COMÚN DE BANFIELD. —¿Nombre y apellido? —¿A mí me dice? Osvaldo Ardizzone, con doble z porque tengo ascendencia gringa, mi abuelo vino de… —…Remítase a las preguntas, ¿estado civil? —Casado, sí me casé hace una punta de años, en aquellos tiempos que la novia vivía al lado de la casa de uno… —…Señor, ya le dije que aténgase a las preguntas. ¿Cédula de indentidad.? —1750784 —¿Domicilio? —Berutti 591 Banfield, Provincia de Buenos Aires. Apagaba su cigarrillo largo rubio y con esas palabras empezaba Osvaldo Ardizzone su recital de poesía. Este texto cargado por su voz cavernosa que dialogaba con el silencio representaba el encuentro de un hombre común con un funcionario y antecedía al poema que lo sucedía. Nada más y nada menos que su emblemático poema “Qué carajo”. Ese grito a la frialdad ciudadana, esa confesión de barrio, ese reclamo de reconocimiento, de identidad “Que uno no es Juan Perez solamente, Ni Diógenes Rodriguez por ejemplo, ni la seña al pie de un documento, en un prontuario o un legajo, ¡Qué carajo!”. Ese como todos los poemas de Osvaldo tanto como sus crónicas denunciaban nunca desde un lenguaje directo, pero siempre simple, a veces valiéndose del manejo tanguero de la melancolía y con una ironía con la que se permitía burlarse de los almuerzos de Mirta Legrand o los colegios ingleses de Banfield con quien no se sabe a ciencia cierta si llegó a problemas legales. Ardizzone interpelaba siempre duramente y lograba emocionar con su metáfora. “Esta maldita vida que uno tanto quiere.” Osvaldo Ardizzone era Osvaldo Bramante y vivía tal como lo recitaba a apenas 5 cuadras de la estación de Banfield. Se lo podía ver en las noches que volvía de la redacción de “El Gráfico” adonde lo había llevado Dante Panzeri, acodado en el bar “El sol” eludiendo la soledad siempre con su verbo enardecido juntando desconocidos, que iban a recordarlo con admiración y respeto. Fue conocido por su labor periodística vinculada al fútbol, pero quienes se acercaron a él reconocieron sus dotes de filósofo de barrio, de icono de la cultura popular, en su trabajo periodístico fue uno de los pocos crónistas deportivos que defendieron la titularidad de Diego Maradona en el comienzo del mundial 86 cuando el resto del entorno lo había bautizado “ Barrilete”. Las crónicas de los primeros partidos mundialistas no tienen desperdicio y permiten ver no solo su calidad de escritor como su conocimiento de fútbol. Sus crónicas son un viaje al corazón del hombre común todas alimentadas de sus lecturas, condimentadas de lo mejor de la cultura popular de los sesenta, leer a Osvaldo era cultivarse cuando en una de sus crónicas interpelando a los señores de la FIFA dice “El fútbol estaba de antes señor” uno adivina que está recordando el poema del poeta mendocino, Armando Tejada Gomez cuando interpela a los terratenientes diciendo“ La tierra estaba de antes señor”. Amigo íntimo de Pedernera, y de Troilo, su casa de Banfield fue un reducto donde jóvenes poetas y músicos se juntaban. El joven Alejandro del Prado músicalizó allí el poema LA CASA DEL VECINO, que pasó a formar parte del primer disco del grupo SALOMA, (el cortometraje DELIA trata de ese asunto, y se proyectará el día 9 de noviembre en el centro cultural El Viejo Varieté antes de el espectáculo EN CAMINO), cuando Del Prado muchos años después escribe “Los Locos de Buenos Aires” enumera locos por sus diferentes características allí es fácil deducir a quien se refiere Del Prado cuando dice “otro es poeta y periodista“. Esa casa esquinera y sin jardín donde las guitarreadas terminaban al amanecer fue el lugar de encuentro el bandeonista Banfileño Latrechiano y el joven poeta Jorge Boccanera ( ver El Banfileño número 1) . Su columna EL HOMBRE COMUN que salió en la revista Goles MACHT es un lujo exquisito solo reservado a coleccionistas. Osvaldo Ardizzone falleció 8 de enero en el año 87, en el año 94, cerca de 60 artistas de Banfield y la zona Sur realizaron un espectáculo homenaje que circuló por la calle Maipú reuniendo cientos de personas y que descubrió una estatua en la plaza de Banfield que finalmente finalizó en la sede del club Banfield. Por desinteres municipal la estatua no fue colocada en la plaza de Banfield y hoy se encuentra emplazada en las instalaciones de la escuela de periodismo TEA. Existe un mozo del viejo bar “El Sol” que solía afirmar que el fantasma de Osvaldo pasaba de vez en cuando a visitarlo. Se sentaba en una de las mesas cuyo ventanal daba a la plaza y fumaba. Cuando diez años atrás se le preguntó que pruebas tenía de aquello se limitó a mostrar un cenicero con algunas colillas de cigarrillos donde se encontraban el resto de un cigarrillo rubio ya inexistente en el mercado. Extractos del poema A solas con uno mismo. Cuando te acostumbres a juzgar a los demás por la ropa que visten Cuando te inclines por lo que te conviene y no por lo que realmente sientas. Cuando sacrifiques la amistad por el poder Cuando festejes el humor de los mediocres. Cuando te sientas respetuoso de la ley solo porque pagas tus impuestos al día. Cuando después de tres días consecutivos adviertas que ni una sola vez levantaste los ojos al cielo. Cuando digas con la voz impostada del aforista que deben existir los pobres y los ricos, los triunfadores y los fracasados, los dirigentes y los dirigidos y agregues con la misma suntuosidad que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen Cuando Cuando Cuando Cuando te refieras a la gente y no te sientas incluido en ella. pronuncies por primera vez la palabra negro con asco. te sientas ufano y orgulloso de ser blanco llegues a gerente y además te sientas gerente Cuando entones canciones de protesta nada más porque esta de gran moda cantarlas Cuando asistas sin inmutarte a un desalojo Cuando proclames ante tus hijos tu brillante carrera de triunfador Cuando pierdas la facultad de arrepentirte.