Carta abierta sobre la posición expresada en el CSU Mario Hernández Álvarez1 Tal como lo registré en el informe sobre la sesión del Consejo Superior Universitario (CSU) del martes 26 de febrero y como puede verificarse en la grabación de la misma, que es un documento público oficial, el Rector, Ignacio Mantilla, presentó su informe sobre el conflicto laboral de los trabajadores y sus gestiones para solucionarlo. Al terminar solicitó que el CSU expidiera un comunicado exigiendo al Comité Pro Mejora Salarial el desbloqueo de los edificios como condición para continuar la negociación. Se escucharon varias opiniones. La Representante Estudiantil argumentó que no se trataba de profundizar la confrontación y la división, sino de ofrecer una solución concreta sobre la gestión de la adición presupuestal necesaria en la instancia correspondiente, con un compromiso claro y tiempos límite, como la manera de superar el conflicto actual. Como Representante Profesoral ya había expresado que los profesores y profesoras habíamos realizado varias reuniones y asambleas, cuyas conclusiones habían sido ampliamente divulgadas, en las que se analizaba la situación de los trabajadores, se reconocía la justeza de sus demandas y se ubicaban en el marco de la situación de crisis financiera acumulada de la Universidad y del desfinanciamiento de las universidades públicas, suficientemente reconocida. Sin duda alguna, el profesorado había expresado por escrito el rechazo al bloqueo a los edificios realizado por los trabajadores, como se le comunicó con claridad a los mismos trabajadores. Pero la solución estaba en avanzar, lo más pronto posible, en la gestión de los recursos ante el Ministerio de Hacienda para resolver esas justas demandas que la misma dirección de la Universidad ya había reconocido en el acta de noviembre de 2012 y se había comprometido a gestionar. El mensaje solicitado por el Rector, de exigir desde el CSU el desbloqueo para continuar la gestión de la solución, a mi juicio, no hacía más que echar más leña al fuego y radicalizar aún más las posiciones. De allí mi abstención a firmar, en esos términos, el comunicado del CSU. Esta perspectiva también se apoyaba en la asamblea de profesores realizada el día anterior en la cual se realizó una votación frente a la propuesta de “exigir a las directivas la apertura de los edificios para la realización de las actividades académicas”, como la forma de “garantizar la gobernabilidad” en el campus de Bogotá, la cual recibió 13 votos a favor, 58 en contra y 2 abstenciones. El mensaje de esta votación, expresado en varias ocasiones en la misma asamblea, era evitar una mayor confrontación que terminara en hechos cada vez más violentos y, por el Profesor Asociado, Facultad de Medicina, Representante Profesoral en el Consejo Superior Universitario. 1 contrario, pedir a la administración su compromiso a la solución más expedita del conflicto real que había generado esta decisión de los trabajadores. Curiosamente, apenas terminada la discusión, siendo las 11:45 a.m., el Rector decidió enviar el siguiente trino: “en el CSU representante de los profesores M. Hernández no suscribe comunicado que rechaza los bloqueos de los edificios”. Dicho de esta manera, en las breves palabras que permite el Tweeter, resulta una acusación abierta y puesta a rodar entre los seguidores del profesor Mantilla. Posteriormente, he recibido una serie de correos de profesores que se han sentido indignados por la supuesta posición intransigente que adopte en el CSU y que va en contra de la opinión de mis representados, por lo cual me piden que renuncie. Al respecto, debo informarles que no veo razón alguna para renunciar. No ha habido ninguna posición intransigente ni he dejado de expresar la opinión que, para ese momento, tenía de mis representados. En todo caso, es necesario realizar un debate público sobre el asunto, no por correo electrónico o por tweeter, sino de viva voz, en un escenario amplio y suficiente para deliberar, como se debe hacer en la academia. Una vez hecho este debate, avanzar en algún mecanismo de votación que permita ratificar o revocar mi elección, con base en la votación recibida en la elección anterior. Pero también vale la pena preguntarse por qué el profesor Mantilla envió este mensaje de esta manera y sin incluir el más mínimo indicio de la argumentación que él mismo escuchó de mi parte. Me recuerda el prejuicio del profesor Wasserman cuando afirmó verme sentado al frente de su vehículo para obligarlo a detenerse y me acusó de haberlo secuestrado. Pero lo grave no es que los profesores Wasserman o Mantilla puedan tener, como cualquier ser humano, prejuicios muy profundos que les “distorsionan” la realidad, sino que en este tipo de aparentes confusiones haya una intención de desprestigiar y deslegitimar la Representación Profesoral, seguramente porque no comparte sus criterios y sus modos de gestión y de manejo de los asuntos de la Universidad. Lo que está en juego en este tipo de conflictos es el problema de la representatividad y la legitimidad de las acciones de las personas en el ámbito de la administración académica. Con qué respaldo y por medio de qué tipo de procesos se toman decisiones. ¿Más o menos participativos? ¿Más o menos informados? ¿Más o menos autoritarios? Colegas: necesitamos reencontrarnos y reconocernos como pares y como seres humanos. La Universidad pública y de la Nación no aguanta medidas gerenciales de espaldas a la comunidad universitaria. Ni gerentes enclaustrados, ni debates eternos. Se trata de construir acuerdos para hacer realidad la democracia académica, que no se reduce a votos, sino a deliberaciones y superación de las convicciones absolutas, para crecer y construir universidad de manera colectiva.