Trayectorias de dolor y resistencia XXXV Despertar la conciencia y construir la Trayectoria de vida ¡Se da cuenta uno que el mundo es más horrible de lo que parece! [...] yo creo que uno debe tratar de averiguar todo lo que pueda y entender todo lo que pasa. Entrevistada No. 22 La finca es la más grande y bonita de toda la vereda. Entre las colinas de algún municipio de Santander, se divisa ese pedazo de tierra que su abuela ha cuidado con tanto esmero, hasta convertirlo en lugar de referencia para los habitantes de la zona. La finca se conserva en perfectas condiciones desde su construcción y cada detalle en ella es objeto de admiración para los vecinos. Sin embargo, hay algo que sobresale por su belleza inusual: el enorme y precioso jardín, adornado con flores de innumerables colores y aromas, aquél que llama la atención del más desprevenido transeúnte y que es precisamente el mayor orgullo de su abuela. La finca es para él un recuerdo ineludible de su infancia. Sus cuartos, sus flores, el paisaje que se divisa, y sobre todo el cariño de su abuela, se convierten en refugio para su madre y sus hermanos cada vez que la vida familiar al lado de su padre, se hace insoportable. Allá llegan y pasan algunos días hasta que las cosas se calmaban y tienen que volver a la tediosa rutina. Mi abuela tenía un jardín gigante, que tenía, como,... unos cuatrocientos metros cuadrados lleno de flores de todo tipo, y…Pues en ese entonces vivíamos allá porque mis padres estaban peleados, entonces mi mamá salió casi huyendo de la casa, y acabamos allá en la finca de mi abuela... Esa finca era muy grande porque mi abuela tenía mucho dinero, porque en ese momento está el negocio del café en su auge, Y sí, mi abuela ya tenía un territorio gigante, tenía muchos cuartos, luego empezó a trabajar con cacao, cebolla, eso fue muy llamativo en el sector, todos tenían que ver con mi abuela. Ver las familias normales y... y resulta que mi familia no era normal La relación de sus padres nunca es buena. Cuando se casan, su madre es una jovencita y su padre en cambio un hombre mayor, viudo y con tres hijos. Ella tiene que hacerse cargo del hogar y del cuidado de los tres niños huérfanos de madre, mientras él trabaja y hace gala de su machismo cada vez que le es posible. Prohibiciones, humillaciones y golpes se vuelven habituales en medio de las dificultades económicas. En este contexto nacen tres hijos más. Él es el segundo. Mi mamá vivía de mi papá, dormían en cuartos separados, creo que mi papá abusaba de ella, porque, sí, ella le tenía mucho asco, y siempre trataba de dormir con nosotros para, como para sentirse protegida creo, hum, sí, mi mamá siempre estuvo como alejada de él, y me parecía muy extraño porque era una relación muy rara, uno todo peladito y papá y mamá, los papás que no se hablan y se la pasa puteándose y diciéndose que se odian. Desde aquella época, su imagen de lo que es una familia es negativa y marca para siempre su distancia de sus padres y su preferencia por la soledad y los desconocidos. Su padre y sus hermanos hacen parte de los recuerdos de aquellos días nefastos de caos e incertidumbre y es por eso que siempre trata de evitar el contacto con ellos, en un intento por negarse a sí mismo la posibilidad de recordar y revivir viejos miedos y dolores. La finca es lo único bonito y feliz que recuerda de su infancia, pero justamente esa finca marca el inicio de su contacto con el conflicto armado. Cuando nosotros íbamos en vacaciones normalmente no había nada, siempre era muy tranquilo, de hecho en las fincas aledañas estaban tíos, familiares así, que vivían muy cerca, eh sí, todos los grupos armados iban allá, me acuerdo que mi abuela dijo, una vez, que ella recibía a los guerrilleros les daba agua, almuerzo, de todo, les cocinaba de todo eso, ellos acampaban una o dos noches y ya no pasaba nada y se iban. Y luego llegaba el Ejército y la misma terapia, mi abuela los recibía los, les daba almuerzo y todo, [Risa] me pareció muy curioso que una vez me dijo que, que hizo eso, primero la guerrilla, luego al Ejército y la guerrilla se dio cuenta. Entonces llegaron al día siguiente cuando el Ejército se había ido y cogieron la casa de mi abuela a piedra, como niños molestos y celosos porque les habían dado también habían ayudado a los otros y tales, el Ejército también, de hecho, mi abuela tenía unos patios grandes que eran para extender el café y el cacao, grandísimos y el Ejército lo usaba de helipuerto y la policía también llegaba allá. Pero… cuentos de balaceras y cosas así en el monte y no. Jamás supe de eso. Era como un paso nada más del, de los, de la guerrilla y el Ejército. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, el interés por la finca crece. Su extenso terreno, la bonanza económica por la que pasa y el lugar privilegiado donde se encuentra, empiezan a llamar la atención de los actores armados que tratan de convencer a su abuela de venderla. Ante su férrea negativa, empiezan las amenazas, hasta que finalmente terminan por asesinar a un primo suyo, uno de los nietos que vive cerca de la abuela, en una finca aledaña y que no tiene más de veinte años. Llegaron a la casa… de… mis tíos eh… como si fuera una requisa así militar, se lo llevaron y lo mataron por allá, y lo encontraron muerto en la carretera. O sea, llegaron a la casa y los requisaron todo, no sé, la cosa yo creo que el sentido de eso era intimidarlos para que se fueran todos porque a mi abuela también la estaban echando de allá, a mi tía, que vivía más arriba de mi abuela, entonces después de eso ya mi abuela salió volando de allá y se vino a vivir aquí a la ciudad, pues, en la miseria. Este asesinato a sangre fría, es la razón definitiva para que su abuela ceda a los actores armados, y termine por vender la finca a un precio ínfimo. Sin nada más que la finca que se ve forzada a vender, ella tiene que llegar a la ciudad a vivir en un pequeño apartamento y padecer la pobreza de la que tantos años se ha mantenido alejada gracias a su trabajo en el campo. La separación abrupta de su tierra y de sus cosas significa para su abuela no solo el deterioro de sus condiciones de vida materiales, sino también de su salud física y su estado de ánimo. Aquella mujer enérgica, saludable y trabajadora incansable, empieza a enfermarse cada vez más, aquejada por dolores que nunca antes había sentido. El llanto y la tristeza inundan permanentemente su rostro. La nostalgia de haberlo perdido todo, de verse en aquella situación, tan diferente a lo que suele ser su vida en el campo, la convierten en una persona completamente diferente. Pues de pasar a estar en una finca tan grande a vivir en un cuarto en un apartamento... un apartamento chiquito, mi casa. Mi mamá fue la primera que le dio posada. Llegó con todas sus cosas, y…tuvo que vender muchas. Eh...Horrible, siempre la veía llorando, deprimida.... Y a partir de eso empezaba como a enfermarse mucho, siempre padecía de algo, a veces hasta daba la impresión de que como que era una enfermedad psicológica o algo así, que se estaba quejando por sentirse…no sé... ella siempre fue como muy fuerte, como muy “Yo muevo esto: ¡esto es mío!” [risa], “Esta es mi tierrita” y nunca la veía pidiendo favores, siempre le gustaba hacerlo todo, se levantaba muy temprano, ella misma le cocinaba a los obreros con la muchacha que tenía contratada y después no, en la ciudad fue completamente diferente, se sintió como mucho…ya también los años la estaban desgastando pero parecía como más resignada, más…mucho más delicada, todo le daba miedo, siempre pedía ayuda para las cosas, compañía, incluso a mí me ponían a acompañarla, no sé, a caminar en las mañanas, a ir a la tienda, a hacer cualquier cosa que fuese a hacer. Esa -¿cómo le digo?- esa autonomía la perdió. A pesar de haber vivido en una zona de conflicto, donde el paso de personas armadas y vistiendo uniformes es algo normal, su familia nunca logra identificar el grupo responsable del asesinato de su primo y del desplazamiento de su abuela, y estos crímenes se quedan sin castigo e incluso sin registro porque nunca son denunciados. Su familia, bastante temerosa por posibles represalias, opta por el silencio y el tema del primo asesinado se convierte en tabú, algo de lo que no se habla ni mucho menos se pregunta. No obstante el desplazamiento y el silencio impuesto tras estos primeros hechos de violencia, esta no es la única muerte que su familia tiene que vivir. Pocos años después, se enfrentan a otro hecho trágico: la misteriosa muerte de uno de sus tíos junto con sus dos pequeños hijos en un incendio. El tío, vinculado a alguna organización política de izquierda y quien ha sido enviado incluso a la entonces Unión Soviética a recibir formación, viene siendo amenazado por paramilitares que lo identifican por su notable actividad política, algo que su familia le recrimina permanentemente y que es la causa de fuertes discusiones con sus hermanos, quienes ven en aquel comportamiento la antesala a una tragedia. Mi tío era muy psicorrígido, siempre llegaba... a poner orden allá en la finca de mi abuela. Era muy amargado [Risa] pero, también muy reservado con todo, era casi paranoico, siempre se encerraba a pelear con mis tíos, O sea, en la finca, en la finca tenía como el cuarto de las peleas [Risa] El cuarto del fondo. Uno iba pasando por ahí y siempre se escuchaban los gritos de los tíos por ahí. Mi mamá me decía que era que ellos le echaban mucha cantaleta para que se saliera de todas esas cosas pero él no, no sé, a pesar de que era uno de los más jóvenes siempre fue como el más maduro de todos mis tíos. Entonces los consejos que le daban ellos es como si se los estuviera dando alguien menor. Un día en el 99, pues llamaron a la casa como a las cuatro de la mañana diciendo que, que “había habido un incendio en la casa y que se habían muerto los niños y mi tío”, y coincidencialmente la esposa de mi tío había salido a una reunión a esa hora de la madrugada, entonces ella no había muerto. Hum, después de eso mi mamá y todos mis tíos me iban contando a pedazos, mi abuela también,... que mi tío cuando estuvo en la Universidad pues pertenecía a movimientos estudiantiles, luego se fue incorporando ya con la guerrilla – no tengo muy claro con qué grupo, con qué guerrilla-. Y… hasta que terminó en eso. La muerte de su tío junto con sus dos hijos de nueve y cinco años es presentada por la policía como un suicidio, sustentando su versión con el hallazgo de extrañas notas escritas por los niños en donde confiesan las intenciones de acabar con sus vidas, algo que llena de dudas a la familia al tratarse de niños tan pequeños. Desde aquel entonces, las sospechas sobre lo que pudo suceder en realidad, inundan los pensamientos de tíos y primos, pero se quedan convertidas en susurros y nuevamente el silencio se impone como alternativa al temor. El crimen nunca es denunciado; la versión inicial del suicidio se establece como oficial y las dudas y el dolor son disimulados por el tiempo y el olvido impuesto. Aquellos hechos son vividos por él como historias ajenas, como acontecimientos que observa desde la distancia y que no entiende. Es solo hasta cuando se hace un poco mayor y tiene que vivir el conflicto mucho más de cerca, que empieza a entender y a sentir como propios estos actos de violencia. A pesar del silencio impuesto por su familia, él ha logrado revivir recuerdos remotos en su mente y ha vuelto a pensar en su tío y en sus primos, en la finca y en la abuela fuerte y orgullosa que ahora, con más de noventa años encima, pasa sus días en medio de la soledad y recluida en un ancianato. Cualquier persona que diga algo en contra, “¡guerrillero!” balazo y pal río Por aquella época, la situación en su hogar y el conflicto entre sus padres continua, hasta que finalmente en el 2003, tras establecer una relación con un hombre vecino, su madre anuncia la separación y con sus tres hijos y su nuevo esposo, deja todo atrás y emprende un viaje hacia tierras desconocidas. En principio nos habíamos ido solo de vacaciones. Entonces... no llegamos al pueblo, llegamos fue a una vereda que quedaba en la entrada y allí vivía... el marido de mi mamá, entonces pues después de un tiempo; las vacaciones duraron un mes y mi mamá al final decidió quedarse. Me consiguió un cupo en la escuela y ya, mi mamá fue la que tomó la decisión de quedarse ahí, no tuve tiempo de decir nada. Entonces ahí se quedaron mi mamá, mi hermana menor y yo, nos quedamos. El pueblo, ubicado en el sur del departamento de Bolívar, es para aquel entonces escenario de la más cruel violencia. Los grupos paramilitares, que tienen fuerte presencia en la región, controlan desde el negocio del narcotráfico, hasta la propiedad y actividad de las tierras y el comportamiento de los habitantes. Su poder, está marcado por acciones de violencia que han atemorizado a toda la comunidad hasta el punto de convertirlos a la fuerza en testigos pasivos de su propia miseria y destrucción. La oposición abierta a la actividad paramilitar es castigada duramente mediante el asesinato, que muchas veces viene acompañado de actos de sevicia y vejámenes que son expuestos a todos, como forma de castigo colectivo y buscando evitar mediante el terror, futuras muestras de disidencia. Este es el panorama que se vislumbraba para sus próximos años. Él, que para entonces entra a la adolescencia, se encuentra de pronto con cadáveres en la calle, toques de queda, reclutamiento forzado, hombres armados e historias de terror contadas en voz baja. Poco a poco va descubriendo ese miedo que inunda cada esquina y que se ve en los ojos de los amigos y vecinos. Una vez llegaron unos tipos a una finca, pues con pinta de acampar, llegaron y dejaron una olla y le dijeron a la señora que se la cuidara que pues ellos iban a hacer el asado y todo ahí, que se les quedó la carne que ellos venían a recogerla. Se fueron y nunca volvieron, al final la señora toda asustada y pues creo que estaba oliendo a feo, entonces destapó la olla y se encontró al hijo descuartizado y la cabeza mirando hacia arriba.... esa era una de las historias más tétricas de allá del pueblo. Las historias que escucha y las escenas que observa durante los años que está en aquel lugar se quedan grabadas para siempre en su mente. A pesar de que años después regresa a la ciudad, nunca olvida la violencia y los impensados niveles de crueldad de que son capaces esos empeñados en dominar por completo la vida y los bienes de aquella comunidad. En especial, la historia de la de la madre que descubre el cadáver descuartizado de su hijo dejado al interior de una olla en su casa, ha dado vueltas en su cabeza durante años. Algunas veces la ha compartido con sus amigos, personas jóvenes que ven el conflicto como algo lejano, como un cuento cuyos protagonistas no son más que espectros desconocidos y difusos. Las caras de horror no se hacen esperar y es entonces cuando algunos de ellos descubren que en realidad el conflicto colombiano es más cercano y horrible de lo que jamás imaginaron. Una vez se metieron unos ladrones a una finca y mataron al finquero, lo malo era que el finquero era familiar de un paramilitar, entonces, antes de que huyeran todos los ladrones a uno le alcanzaron a dar un tiro en una pierna y quedó tirado en el suelo, entonces yo vivía en la salida del pueblo y vi bajar como tres, cuatro camiones así llenos de paracos que se dirigían a, a la finca. Entonces un amigo que fue allá me dijo que: “al ladrón cuando lo encontraron estaba en el piso, ya estaba bien, estaba a punto de incorporarse y huir, y los paracos lo tiraron al piso, con una escopeta de esas que tienen muchísimos balines le dispararon en la pierna, entonces se le desprendió la pierna, y empezaron después de dispararle. Le preguntaron que con quien más estaba, lo interrogó, los interrogó, el interrogatorio normal de los paracos, eh, le golpeaban las heridas y todo hasta que el tipo confesó y murió”, y yo vivía al lado de la morgue allá... que era el mismo hospital. Entonces llegó la camioneta con el tipo ahí con la pierna colgando, eso sí lo vi, ese fue uno, el otro más tétrico fue el de los tipos que amanecían tirados. Los muertos aparecían como te digo siempre por fuera de la ciudad, del pueblo, y este apareció en calzoncillos, con la boca cosida y los ojos, y los oídos. Cuando aparecían cosidos decían que era la frase de ellos, decían: “él no vio nada, él no oyó nada y él no dijo nada”, a veces les ponían una cartulina con ese letrerito. Pues los sapos, los que cantaban cosas, le pasaban información a la policía que al fin y al cabo no hacía nada allá porque había presencia, había un CAI de la policía en el centro de la ciudad pero trabajaban de la mano con los paracos porque no pasaba absolutamente nada. Ellos sabían que los paracos estaban ahí y lo que hacían y todo, y por ejemplo ese día pasaron los camiones de los paracos, después de cómo una hora bajaron dos camiones del Ejército y, y como a la media hora pasó una camioneta de policías, o sea, siempre era como que los dejaban trabajar y luego iban ellos, como a tomar notas y el registro de todo. El escenario es complejo. Al ser un jovencito criado en la ciudad, le es difícil comprender que la policía no actúe frente a los criminales y que por el contrario sean cómplices en acciones tan repugnantes como las que suceden en el pueblo. Pronto entiende el silencio temeroso de los vecinos y el actuar sigiloso de cada uno de los habitantes. Ese temor ha sido forjado con el tiempo, con cada muerto, con cada acción violenta que no tiene castigo, con cada terrible historia contada y traída desde las veredas. La gente va comprendiendo poco a poco que el poder paramilitar ha llegado para quedarse y que el Estado, no solo lo sabe, sino que está completamente de acuerdo. Ante esta situación no hay nadie a quien acudir y solo queda callar y soportar. Al ser lugar de asentamiento paramilitar, los combates son escasos y se respira una tensa calma. Los paramilitares tienen al pueblo como su base de operaciones y son dueños y señores incuestionables. Intentando sobrevivir, su padrastro que siempre ha sido camionero, encuentra trabajo en la principal actividad económica de la zona: se dedica al transporte de cocaína. Resulta que un día yo estaba limpiando mi cuarto cuando metí la escoba por debajo de la cama salió una caja, entonces yo: “Esto no es mío”, la destapé y encontré una panela de cocaína grandísima. Entonces ahí fue cuando “¿mamá que pasa ahí?”, me contó que eso era de él pero me restringía el tema. Sólo me decía como: “Ya lo sabe, no opine, no diga nada”. [Silencio] Ella era muy alcahueta con eso con él. Pero al poco tiempo su actividad empieza a generar sospecha entre los paramilitares, ya que al parecer la droga que está transportando no está bajo su control. Las amenazas e intimidaciones no se hacen esperar. En sí nosotros no sabíamos nada en la casa porque a la casa no llegaba nada. De vez en cuando llegaba un tipo extraño en una moto pero era normal... que llegara gente así a buscarlo. Pero un día sí pasó que iba entrando al colegio y un tipo negro grandísimo que le decían “el gorila”, que todos conocían allá en el pueblo, dijo “que le dijera... que tuviera mucho cuidado con lo que andaba haciendo”, entonces cuando yo llegué le conté eso, él se puso pálido y resulta que iba a viajar con mucha mercancía, y lo que querían era asustarlo para que no lo hiciera. El tipo al fin sí lo hizo y lo cogieron en el Magdalena y lo tuvieron preso como una semana. Reconociendo lo peligroso de la situación en la que se encuentran inmersos, su madre y su padrastro deciden finalmente salir del pueblo, no sin antes tomar una inexplicable decisión: dejarlo a él solo, viviendo allí. Al parecer su madre quiere que él termine el año escolar, así que lo deja al cuidado de una profesora del colegio donde estudia. Una decisión que hasta el día de hoy, él no logra entender, dadas las amenazas y persecución a las que han sido sometidos en el pueblo y el inminente peligro que esto representa para su vida. Pues a él lo retuvieron en el Magdalena,... los paramilitares siempre hacían reten en el río. Pasaban en chalupas y le decían a los ferris y a las chalupas, de transporte que se detuvieran y los hacían bajar en una isla a todos, pero en ese caso no, o sea, sí, fue todo raro porque se subieron al ferri, llegaron directamente al camión…, él estaba durmiendo en una hamaca debajo del camión y fue como “ya, me cogieron”. Entonces lo hicieron bajar y el camión lo dejaron tirado por allá... y a él se lo llevaron y lo mantuvieron en una finca encerrado en una jaula, en una celda y ya, lo dejaron ir, no sé, creo que porque la persona con la que estaba trabajando tenía influencias o era amigo de ellos o porque no representaba nada y simplemente querían quitarle el cargamento. La cosa es que el tipo vuelve a la semana a la casa normal, pero después de eso ya se quedó quieto, dejó de trabajar como camionero, eh, además divulgaban en el pueblo lo que él estaba haciendo entonces nadie le daba trabajo, y empieza la presión para que se vaya. Mi mamá me decía que a cada rato que él iba a salir del pueblo pum lo retenían “¿Y qué pasó?, ¿qué pasa que usted no se ha ido?, usted se tiene que ir ya” y ta, ta, y al final acaban yéndose mi mamá, mi hermana y él, y yo quedé solo en el pueblo terminando el bachillerato, terminando octavo. Siempre sentí que mi mamá me había dejado tirado El tiempo que pasa solo en el pueblo, permanece embargado por el temor. Sus actividades se reducen a ir y regresar del colegio, evitando hablar con la gente. Solo mantiene relación con la profesora que lo albergaba en su casa, y con un amigo, un chico que ha conocido tiempo atrás. Es precisamente a través de él que conoce del reclutamiento forzado de jóvenes que hacen los paramilitares en el pueblo. Él tenía mi misma edad, estábamos, bueno apenas yo llegué empecé a pasármela con él porque pues era un adolescente, teníamos la misma edad, y un día llegó a decirme que los paramilitares estaban reclutando escoltas, o sea, porque era así como les llamaban. Primero se los llevan los ponen a raspar cocaína, luego ya los entrenan, les dan armas, los rapan y luego ya los ponen a escoltarlos en el pueblo y ya, les empiezan a pagar bastante. Y mi amigo se fue y apareció como, que, unos siete meses después y parecía un robot, rapadísimo y todo agresivo, ya no era un adolescente. En un pueblo donde las opciones laborales son mínimas, para cualquier adolescente que ha crecido con los paramilitares como modelo, ejerciendo un poder desmedido y sin consecuencias, aquella es la oportunidad de conseguir algo de dinero y prestigio. Sin embargo, él no se deja seducir por aquella posibilidad. Ni la influencia de su amigo, ni la probabilidad de una fuente de dinero, lo persuade. Las armas, la muerte y esa ostentación de poder, tan comunes en su entorno, nunca lo seducen; más bien, producen en él repugnancia y solo desea en aquel momento irse del pueblo. A la violencia, se suman los escasos espacios culturales para jóvenes que como él, se muestran inquietos por conocer de cine, literatura o música, y los pocos espacios de integración de la comunidad son las ferias organizadas por la administración municipal, con la clara influencia de los paramilitares. Ese pueblo, no sé, lo único que hacían era enfarrarse. Les gustaba mucho tomar, tomar, era lo único que hacía la alcaldía y los paracos. Pues los paracos pagaban conciertos de artistas famosos y todos los llevaban allá en las ferias, ferias todas clandestinas, pero no, en cuanto a cultura era muy pobre el pueblo. Finalmente, apenas culmina su año escolar, puedo regresar a la ciudad de la que ha salido. Con sus recuerdos y el sin sabor de haberse sentido abandonado por su madre, se enfrenta a una nueva etapa de su vida. Para ese momento su mamá se encuentra viviendo fuera de la ciudad y él tiene que vivir con su abuela y su hermana menor en una pequeña casa. Ella [su abuela] se preocupaba mucho por nosotros y era más bien como se comportaba como mamá,... en ese entonces, yo tenía una relación pésima con mi mamá, creo que fue por eso también, tenía quince años y estaba en la etapa rebelde y siempre sentí que mi mamá me había dejado tirado.... Entonces sí tuve una mala relación con ella, ella bajaba todos los domingos que a un día y el lunes se devolvía..., tonces ese domingo era, el domingo de pelea con mi mamá [risas], me agarraba a pelear con ella todos los días, ps todo el domingo [Risa] y… no nunca tuve una buena relación con ella después de eso, hasta que he me fui a vivir solo. Cuando me fui a vivir solo ya todo cambió y mejoré con mi mamá, creo que ese era el problema [risa] que me estuviera manteniendo. Desde el día que sale de su casa, con sus dieciocho años recién cumplidos, comprende que a partir de ese momento su sostenimiento depende solamente de su trabajo. La distancia con su familia crece cada vez más y él tiene que soportar las penurias propias de la soledad. En la ciudad ha terminado el colegio, cuando aún vive con su abuela y es en aquella época que conoce a sus amigos, a la gente que escoge para ser su familia. La música se convierte en su pasión y en el colegio puede conocer otros jóvenes que como él, solo quieren estar bien y hacer lo que les gusta. En un cuartito arrendado, con unas cuantas fotos pegadas en la pared y su música presente en cada rincón, enfrenta cada día como quien sabe que la vida no es fácil, como quien ha experimentado el sabor agridulce de la soledad y el abandono, la tristeza y el miedo más profundos, pero también la satisfacción, la alegría y la amistad. Hoy sin embargo, reconoce que la relación con su familia se resquebraja de tal forma, que es muy difícil que pueda componerse. Le cuesta trabajo estar cerca de sus padres y sus hermanos, y aunque reconoce cierto resentimiento hacia ellos, al final de cuentas concluye que lo que siente al tenerlos cerca es principalmente “incomodidad”. Las malas experiencias que vive a su lado siendo tan joven y los sentimientos de impotencia y soledad con que los relaciona, dejan una huella imborrable en su memoria, una huella que se ha convertido en un muro difícil de romper. No me apetece verlos. Es muy extraño. Cuando voy disfruto mucho con mis sobrinos, los niños siempre me hacen sentir muy... feliz. Pero... pero no sé, me generan como... no sé, una sensación incomoda... Es más, llevo por ejemplo tres meses de no visitar a mi mamá.