¿ Por qué el Gobierno no usa la Política Monetaria para controlar la inflación? Un análisis con IS – LM Por Virginia Poggio Universidad de San Andrés En este artículo se intentará estudiar las razones por las cuales el Gobierno Argentino, a través del Banco Central, no intenta (y no puede, como se mostrará) controlar la inflación usando la política monetaria. Se explicará en contraposición el caso de la economía norteamericana, en la cual la Fed es el principal actor cuando se trata de combatir el alza generalizada de precios. El caso de Estados Unidos Ben Bernanke, presidente de la Federal Reserve System (comúnmente llamada “Fed”) tiene como principal preocupación la tasa de inflación actual de su país, Estados Unidos. En la actualidad, las tasas mensuales están un poco por encima del 0.25%, lo que impide que se cumpla con el objetivo implícito de contener al número anual por debajo del 2.5% - 3%. En respuesta a dicha situación, Bernanke y su institución se han dedicado a subir las tasas de interés para “enfriar” la economía. Su instrumento de política son las compras y ventas de mercado abierto, es decir, se utiliza la política monetaria. Se debe recordar que el régimen cambiario en este país es de tipo de cambio flexible. La acción de la Fed es seguida muy de cerca por todo el mercado bursátil mundial, ya que al tratarse de la tasa de interés de la economía más grande del mundo, las implicancias para el resto del mundo son importantes. Es por ello que las decisiones del organismo son siempre medidas, es decir, nunca se pone como objetivo una alteración de la tasa de interés mayor a 25 puntos básicos. ¿Cómo se implementa dicha política? Como se estudia en el modelo IS – LM, la Fed se propone un nivel para la tasa de interés (target rate) y mediante la venta de títulos del Tesoro o Bonos del Gobierno a los bancos comerciales a cambio de dinero, logra que la tasa de préstamo interbancario, llamada la “Fed Funds Rate” baje al nivel deseado. El efecto del incremento de la tasa de interés puede estudiarse mediante el modelo IS – LM, el cual predice un corrimiento de la curva LM hacia el noroeste en respuesta al cambio en el stock monetario en la economía. La curva IS, en cambio, no sufre cambios. En el nuevo equilibrio, como es de esperarse, las tasas de interés son más altas y el producto menor (recordemos que se quiere enfriar a la economía para evitar futuros desajustes y malas asignaciones de recursos). Así, la demanda sufre de un corrimiento similar al de la curva LM y los precios también son afectados en forma negativa, consiguiendo el efecto deseado de bajar la inflación, aun afrontando un costo en términos de producto. Es necesario para el análisis de la situación argentina estudiar un paso más y ver qué sucede con el tipo de cambio real. La caída en el nivel general de precios tiene un efecto directo sobre la competitividad de la economía al hacerla más barata en términos relativos respecto al resto del mundo. Es de esperar que en esta situación las exportaciones se incrementen y las importaciones decrezcan. Descripta (muy superficialmente) la situación de un país con tipo de cambio flexible, es fácil ver que el principal instrumento de política del Gobierno para la regulación de la economía es la política monetaria. Lo que sucede en Argentina Desde la última recesión hace ya seis años, la economía Argentina ha crecido a niveles muy altos y no ha habido intervención directa del Gobierno en el sistema de mercado a salvo de los topes a los precios que se han implementado en el último año. La preocupación es, una vez más, la inflación, que puede afectar los mecanismos que hoy aseguran tasas de crecimiento extraordinarias. El tipo de cambio en nuestro país es llamado flexible, pero de hecho el Banco Central interviene en el mercado cambiario a diario para mantener el peso en un nivel “alto”: el peso está subvaluado en relación a lo que proponen varios economistas como su nivel de equilibrio. La razón para esta intervención (costosa para el Banco Central, en términos del déficit cuasifiscal generado) son las cuantiosas sumas de dinero que se transfieren al Gobierno en forma de retenciones a las exportaciones. Estas últimas se ven claramente beneficiadas por el alto tipo de cambio real que deja al país en una situación de altísima competitividad. La amenaza es planteada por la inflación, que puede terminar con éste modelo al corregir el valor anormalmente bajo del peso mediante el aumento del nivel de precios (resultando en la baja del tipo de cambio real a su nivel de equilibrio). Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, surge la pregunta ¿por qué no interviene el Banco Central usando la política monetaria, emulando a la Fed, para combatir la inflación? En un contexto de tasas mensuales de inflación rondando el 1% (tasa anual implícita de casi 13%) la respuesta debe ser rápida y efectiva. El problema con éste instrumento es que en un régimen de tipo de cambio “fijo” en la realidad, y un Banco Central que fija como metas valores (“bandas”) para el agregado monetario M2, las ventas de títulos por parte del Banco Central no tienen efecto sobre la cantidad de dinero en la economía, por lo que la demanda no se ve afectada y la escalada de precios sigue su curso sin ser interrumpida. El instrumento de política que debería ser utilizado en este contexto es la política fiscal: aumentando el nivel de impuestos en la economía podría bajarse el nivel de demanda agregada, copiando los efectos de una política monetaria contractiva con tipos de cambio flexibles. Los aspectos positivos de esta medida son numerosos: como ya se mencionó, se bajaría la demanda agregada en el corto plazo; pero además los fondos recaudados por el Gobierno podrían ser alocados de forma eficiente para mejorar la productividad de los factores y así provocar un shock positivo de oferta, que traería un aumento del producto (real y potencial) y una baja del nivel de precios aun mayor. Sin embargo, la feasibilidad de esta alternativa es reducida al tratarse de una medida poco efectiva en un país con altas tasas de morosidad y una gran economía informal. Por otro lado, un aumento de impuestos nunca es bienvenido por la población; es difícil diseñar técnicamente un alza que alcance para solucionar el problema pero que no induzca a una recesión (“overshooting”) y finalmente éste tipo de políticas suelen tomar más tiempo para hacer efecto en contraste con las de tipo monetarias. En conclusión, por más que la intervención del Gobierno en los precios sea poco recomendable, es difícil ver una alternativa clara para combatir la inflación actual de forma eficiente y popular.