El conocimiento en la era del acceso Alicia A. Poloniato* apoloniato@hotmail.com * Profesora – investigadora del Departamento de Educación y Comunicación de la UAM-Xochimilco. Introducción El artículo reseña tres etapas históricas en las que se asocian instrumentos del conocer con estilos cognoscitivos. La última etapa -marcada por la televisión y recientemente afirmada por la expansión social de la infografía y la infocomunicación de las tecnologías digitales y electrónicas- se caracterizaría por apuntar al desarrollo de un tipo de inteligencia simultánea basada en una visión no alfabética, apuntalada por la expansión de la visibilidad, los nuevos regímenes de lo visible y la facilidad de acceso. En este trabajo buscamos poner de relieve algunos problemas que conciernen a la dimensión epistémica. En primer lugar, haremos una breve exploración en torno a la relación entre los instrumentos del conocer y la manera en que han incidido en la configuración de estilos cognoscitivos, para arribar a los nuevos media con su gestación de un nuevo estilo cognoscitivo. De acuerdo con la tesis del lingüista Raffaelle Simone, en su libro La tercera fase. Formas de saber qué estamos perdiendo (2001), ese estilo cognoscitivo apuntaría a conformarse por la preeminencia de una visión no alfabética, y el desarrollo consecuente de un tipo de inteligencia simultánea. Para el caso no se trataría solamente de considerar a la computadora, sino también a la televisión, pues este medio de entre los “antiguos” parece tener mucho que ver en ambos sentidos. Este nuevo estilo cognoscitivo parecería estar desplazando al de la inteligencia secuencial -desarrollado por la lectura y la escritura-, entre otras razones, porque mirar se “siente” más fácil y rápido que leer. Sin embargo, se impone una pregunta esencial a la que tratamos de dar respuesta ¿los conocimientos evolucionados que han permitido llegar al estadio actual de las ciencias y las artes, pueden seguir siendo productivos de tener lugar la sustitución total del estilo cognoscitivo del pensamiento secuencial? Denominar la época en que vivimos la era del acceso es prácticamente un lugar común en una vasta literatura (económica, sociológica, de administración tecnológica, entre otras) y, en términos más o menos sinónimos, se la define también como la era de la información o la de la revolución del conocimiento. ¿Cuál es el factor común que da forma a estas apreciaciones? La multimedialidad, la conectividad de diferentes sistemas, la creación de redes que hacen posible las nuevas tecnologías de la información y comunicación (NTIC) -mediante la combinatoria de sistemas digitales y electrónicos-, son el origen, directo o indirecto, de las denominaciones de la época. Su formidable expansión social de los últimos veinte años ha originado una serie de transformaciones en el ámbito de los negocios, en el del intercambio de información (no limitada como en los sesenta y setenta a centros de investigación especializados), así como en el terreno de los servicios y del entretenimiento. Pero en esta era del acceso no sólo se observan cambios de orden operativo o de gestión, sino parece tener lugar el desarrollo y afirmación de transformaciones culturales diversas. Por ejemplo, no dejan de apuntarse sus repercusiones en la vida social, cultural, científica y política que tienen que ver con lo estético, lo antropológico y lo epistémico. Alicia A. Poloniato Resumen Además, hemos de considerar un segundo asunto vinculado sobre todo a la expansión de los nuevos media, con la velocidad de conexión que los distingue y el tipo de operabilidad interactiva que requieren, hablan de la facilidad de acceso a toda suerte de informaciones y conocimientos (no en vano comenzamos hablando de la era del acceso). Sin embargo, tomando en consideración ese fantástico incremento actual en la creación, difusión y conservación de conocimientos disponibles socialmente, nos hallamos ante una situación paradojal. La facilidad de acceso al conocimiento no asegura capacidad semejante para su utilización, de no mediar un desarrollo previo de competencias (Wolton, 1997; 2001). La pregunta es entonces, ¿hasta dónde el nuevo estilo de conocer, fundado en la visión no alfabética y el desarrollo de una inteligencia simultánea, frente al tipo secuencial “tradicional”, asegurarían en todo terreno del conocimiento la adquisición de competencias necesarias para que éste sea utilizado? 1. Instrumentos del conocer y estilos cognoscitivos No es el propósito de esta sección abordar la historia de los medios de comunicación, sino centrarnos en aquellos medios que, como instrumentos cognoscitivos, se constituyeron en formas poderosas para la conservación, la transmisión, puesta en circulación, actual o diferida, de la información y, por consiguiente, fueron fuentes de recopilación, de estudio y análisis, entre otras. Por esta razón no Julio-diciembre de 2003 23 El conocimiento en la era del acceso 24 caben en este recuento ni la comunicación sonora del tam-tam primitivo, ni las pinturas rupestres, o las artes plásticas en general, a pesar de que contengan altísimas cualidades comunicativas, informativas y/o expresivas y no obstante que mediante su concurso, se manifiesten formas de conocimiento. Por esas mismas razones, tampoco el arte cinematográfico será incluido en estas consideraciones. De acuerdo con el lingüista Raffaelle Simone (2001) -en coincidencia con otros estudiosos como, por ejemplo, Walter Ong (1987), si bien la repartición de categorías no sea la misma stricto sensu, la historia del conocimiento y sus fases respectivas están atravesadas por dos categorías de fenómenos: uno técnico y otro mental. El fenómeno técnico responde al hecho de que, si bien se crearon reiteradamente a lo largo de la historia diferentes “instrumentos” vinculados con la producción, la transmisión y la conservación de conocimientos, cabe reconocer tres fundamentales: la escritura, la imprenta y, por fin, la televisión, el video y la computadora. Sin embargo, a los cambios técnicos “se une un tercero, menos vistoso, pero más importante: se refiere al trabajo que nuestra mente ejerce sobre las informaciones, el modo en que las recibe y las elabora” (Simone, 2001: 15). Según los pasajes de una fase a otra, se crean diferentes modos de trabajo de la mente. Sin embargo, maneras paralelas pueden estar funcionado al parejo durante mucho tiempo hasta que algunas dejan de funcionar o funcionan con otro ritmo y con otra “sintonía”. Estamos ante un tipo de razonamiento similar, mediante el cual –en asociación con medios de comunicación diferentes pero predominantes en determinados periodos históricos—se alude a modificaciones del campo perceptual que condicionan, por ejemplo, cambios significativos en las concepciones del mundo así como se establecen diferentes relaciones entre lo imaginario y lo real. Los instrumentos técnicos El primero fue la invención de la escritura manual o quirográfica que, con sus instrumentos artificiales respectivos, el estilete o la pluma según el soporte ya fuera la piedra, el pergamino o el papel, representó, mediante signos convencionales, objetos, ideas, sílabas y sonidos. He aquí lo capital de la invención, pues la comunicación oral no accedió de igual modo al rango de invento técnico. Sin embargo, ¿la comunicación oral no representaba y transmitía conocimientos? La respuesta es obvia, como también lo son las innumerables ventajas de la escritura en cuanto a fijación, conservación y difusión de conocimientos de diferentes tipos. Tecnología y Comunicación Educativas No. 38 El segundo fenómeno técnico fue la imprenta –con la invención de la tipografía a finales del siglo XV- que impregnara de manera determinante a la cultura occidental. Si dio lugar a la expansión de la lectura –desde luego en el transcurso de varios siglos—, se debió a la posibilidad de reproducir ejemplares en gran número y, por otra parte, a la uniformización de los tipos móviles. No sólo estandarizó los textos, sino calendarios, diccionarios, mapas, diagramas, signos de puntuación. Todo ello fue acotando y cerrando más claramente la noción de texto y comenzó a sedimentar un estilo de pensamiento lineal. En la actualidad, la televisión y el video por un lado, y la computadora por otro, están marcando las pautas de un nuevo elemento técnico-tecnológico al introducir, desarrollar y aplicar los avances de la electrónica, la digitalización y su combinatoria final, puestos al alcance del entretenimiento y los servicios pero también de la conservación, expansión y difusión de toda suerte de informaciones. Los fenómenos mentales asociados Estos se ubican, primero en el pasaje de la comunicación oral a la escritura, luego en el tránsito de la lectura –para cuya expansión y multiplicación la imprenta fue fundamental— a la “visión” asociada a la “escucha” que posibilita la traducción de las señales en las pantallas. Si cada uno de los pasajes ha traído consigo cambios en los modos de pensar, en los estilos del conocer y en las maneras de relacionarse con el mundo real, el último puede verse como el más dramático. Quizá sólo comparable en ese sentido a la transición de la comunicación oral a la escritura. Para entender el alcance de la primera revolución cognoscitiva —en el sentido supra—, hemos de detenernos ahora en el significado que puede otorgársele a la comunicación oral, por ser parte sustantiva de la llamada cultura oral (Ong, 1987). El sentido predominante es el oído y la facultad principal para conservar conocimientos se finca en la memoria, transmisible de generación en generación. No hay registros como tampoco textos en el sentido moderno del término. Para colaborar con la memoria, los conocimientos debían tender a ser conservadores, no especializados y no analíticos, así como basarse en fórmulas que permitieran recordarlos más fácilmente. La escritura introdujo una modalidad sensorial nueva, donde ver era más importante que oír (aunque, entiéndase, un “ver” discriminativo y selectivo, no equivalente al ver simultáneo del entorno físico, donde sólo por sucesivas selecciones, se fija la atención en algo particular) y de acuerdo con W. Ong, da forma a la cultura quirográfica. Conviene destacar que la escritura no anuló la comunicación oral ni la cultura con ella asociada, entre otras razones, porque estuvo limitada a círculos estrechos de usuarios y también porque los textos eran susceptibles de multitud de intervenciones no regimentadas. Sin embargo, esa manera de “ver” que originó la escritura y la lectura consiguiente se asienta en lo que puede llamarse visión alfabética, muy diferente tanto de la visión “natural” del mundo como de la proporcionada por imágenes. La segunda revolución cognoscitiva está marcada por la imprenta. Para el caso no hay cambio de la modalidad sensorial anterior pero, al hacer posible la expansión de la lectura, se hizo más común aprender de los libros, aunque también se hiciera a partir de exposiciones orales. El conocimiento evolucionado de las ciencias y las artes, se recibía y adquiría sobre todo a través del libro y la escritura. Es de destacar, además, que ciencias como la matemática, la física y la lógica crearon sus propios lenguajes escritos especializados y universales, diferentes a los de las lenguas nacionales. En síntesis, la fijación definitiva de los textos, la multiplicación de la lectura por la cada vez mayor accesibilidad a materiales impresos, la creación y Alicia A. Poloniato difusión de lenguajes científicos especializados, reforzaron no sólo la “visión alfabética” sino empezó a perfilarse, en conjunción con otros factores, como señala D. Lowe (1986), el comienzo -a finales del siglo XVII-, de una forma de pensamiento racional en el que se reconocía el ideal del conocimiento objetivo, el de la ciencia moderna. Cabe destacar, sin embargo, que desde el siglo XV había empezado a desarrollarse un tipo de estructura mental en el cual predominaba el sentido de construcción ordenada del espacio y la idea de desarrollo en el tiempo1 Consecuentemente, puede asociarse, ahora con más propiedad, al desarrollo de un tipo de inteligencia secuencial donde orden, sucesión y jerarquía no sólo dan forma y organizan los textos, sino la mente. Durante el transcurso de varios siglos y hasta hace aproximadamente veinte años, ese estilo de conocer –fundado en el orden de la visión alfabética y en lo que podría llamarse inteligencia secuencial, fue predominante de manera absoluta en todo lo que tuviera que ver con el conocimiento–, científico o no. Pero desde el último tercio del siglo XX hace irrupción y parece consolidarse, un nuevo estilo cognoscitivo que conformaría la tercera revolución cognoscitiva. Para ciertos autores, la televisión es la primera responsable no sólo de la formación y desarrollo del nuevo estilo de conocer, sino de otros efectos que serán completados, ampliados y superados por la expansión social de la computadora y sus redes. Para otros estudiosos, sólo lo es la computadora, en la medida en que ellos atienden de preferencia, a la revolución del conocimiento y/o de la información, dada la facilidad de acceso, la velocidad de transporte e individualización de su uso. La nueva forma de conocer aparece regida por una visión no alfabética, donde predomina la simultaneidad sensorial, al basarse primordialmente en el ver y escuchar, sentidos a los que se agregan ciertos difusos “sentidos del cuerpo” como llama Bettetini (Bettetini y Colombo, 1995) a 1 En el sentido del desarrollo de un penalgunos efectos de la virtualidad. La samiento lineal, contribuye no poco la simultaneidad sensorial pondría en invención de la perspectiva lineal o juego, a su vez, un tipo de inteligenartificialis (más o menos contemporánea de la imprenta) y su aplicia simultánea donde orden, sucesión cación en la pintura, la escultura, la y jerarquía carecen del valor que arquitectura y el diseño, invención que ha impregnado durante más de tuvieron en función de la “visión cinco siglos a la cultura con una manealfabética”. La visión no alfabética y la ra de ver. Julio-diciembre de 2003 25 El conocimiento en la era del acceso 26 puesta en vigencia de ese tipo de inteligencia simultánea (diferente de la inteligencia secuencial), se asemejan a los provocados por los textos de imágenes así como por la comunicación oral cotidiana. Ésta, por ejemplo, suele no sólo estar plagada de falsos comienzos, exposiciones truncas, repeticiones, sino también se acompaña y supone la observación y referencia simultáneas del entorno físico y psíquico. Sin embargo, normalmente una serie de reglas lingüísticas pero también, y sobre todo, sociales, imponen un cierto orden –por ejemplo, en los turnos de participación o bien relativos a las eleccio-nes temáticas. Con todo parece ser que entre nues-tros jóvenes empieza a valorarse brincar un poco a la deriva en sus pláticas cotidianas. Imágenes y visión no alfabética En esta historia no es posible desconocer, sin embargo, la irrupción en la vida social, desde finales del siglo XIX, de todo tipo de imágenes, como producto tecnológico de la reproducción mecánica. Imágenes fotográficas poblando los álbumes familiares, la fotografía de prensa, las artísticas, las científicas; las imágenes en movimiento del cine, desde sus inicios tan seductoras; el hiperpoblamiento de ciudades, carreteras y remotos lugares con imágenes publicitarias y de propaganda política terminaron por ser, a mediados del siglo XX, el paisaje común en el que se desenvolvieron las sociedades. Todo esto significó una expansión de la visibilidad como jamás había podido darse antes con las imágenes religiosas, las instructivas y, menos todavía, con las del arte. A diferencia del signo lingüístico -unidad en el sistema cerrado del lenguaje-, la imagen en tanto signo icónico queda abierta, forma parte de un continuum simultáneo, donde no tiene cabida, para la elaboración como para la percepción, distinguir unidades mínimas (sean distintivas o de significado) como es propio de los lenguajes verbales y de la escritura. De ahí que sea lícito, desde nuestro punto de vista, caracterizar la percepción de imágenes como propia de una visión no alfabética. Esto no significa subestimar múltiples zonas de co-dificación Tecnología y Comunicación Educativas No. 38 manifiestas en estilos, modas, configuracio-nes espaciales -por las que se otorgan diferentes valores compositivos-, así como las determinaciones en la elección de motivos, entre otras. Éstas y otras zo-nas de codificación no son exclusivas de las artes plásticas sino alcanzan también a las nuevas imágenes. Sin embargo, imágenes cinematográficas, fotográficas y televisivas, por su gran analogía con lo “real visual” parecen no sólo muy fáciles de leer sino entenderse como “documentos de lo real”, por lo cual se ignora el trabajo de codificación sobre el texto visual correspondiente. De tal modo no es difícil asegurar que psicológicamente “ver es creer”, con lo cual entra en serio entredicho la capacidad de conceptualizar que pudieran generar las imágenes. Aunque acerca de la capacidad de conceptualización que pueden generar las imágenes de todo tipo, no hay total acuerdo, existe consenso respecto de que con las nuevas imágenes -asociadas a sus formas de producción industrial, su movilidad y maneras de transmisión-, la capacidad de conceptualizar se vería menguada. Extremando los términos, podría decirse que difícilmente las imágenes pueden dar lugar a conceptualizaciones si carecen de apoyo lingüístico, o bien de la reconstrucción de sus contextos o, por fin, de la construcción de competencias previas a su “lectura”. Estos son tres aspectos que de Nuevo régimen de visibilidad y estilo cognoscitivo La expansión de la visibilidad, fue sensiblemente superada con la entrada pública y consecuente de la televisión en la década de los cincuenta. Llegó el tiempo, como decía Paul Valery hacia 1934, de ver la distribución de la realidad sensible a domicilio. Los sistemas digitales fueron más lejos todavía, ya que hicieron posible no sólo la combinatoria de diferentes sistemas y transmisiones más limpias y sin interferencias, sino fabricar imágenes mediante la aplicación de modelos matemáticos. Tal expansión de la visibilidad se vincula de manera decisiva con el modo de transmisión y, por consiguiente, con los modos de recepción o maneras de “uso”. La teledistancia -manifiesta en ambos sistemas- se resume en la posibilidad de visión y escucha en tiempo real (real y/o figurado) y la anulación de las distancias. Situación que acentúa no sólo las virtudes de convivialidad de lo audiovisual sino aquello de que “ver es creer”. En relación con el tema que nos ocupa, las maneras de tratamiento textual y de uso no son ajenas. Por ejemplo, una de las características distintivas de las trasmisiones televisivas es la presentación de su material de manera fragmentada en muchos y diferentes segmentos visual-sonoros: publicidad, avances de otros programas, identificación del canal, etcétera así como la seriación de los programas de casi cualquier tipo (González Requena, 1988). No cabe duda de que el telespectador, para identificar y “entender” tiene que poner en juego una forma de inteligencia donde orden, sucesión y jerarquía importen poco o nada. Alicia A. Poloniato una u otra manera consideran autores clásicos hoy como E. H. Gombrich (1982), R. Arnheim (1969) o S. Sontag (1977), entre otros, a pesar de las notables diferencias de sus enfoques teóricos, así como de las motivaciones que ostentan al considerar el tema de las nuevas imágenes del siglo XX. En las páginas Web, es posible no sólo encontrar música, fotos, animaciones, publicidad, fragmentos de videos documentales, ficcionales, información de corte periodístico, etc. La hiperfragmentación está como nunca a la orden del día. Nada que se asemeje a orden, sucesión y jerarquía distingue las realizaciones. Antes bien, una suerte de horizontalidad se abre en múltiples posibilidades. La superabundancia de canales televisivos trajo al mismo tiempo el control remoto, para facilitar la sintonía. Mediante el zapping el propio televidente es el hiperfragmentador de lo ya fragmentado. El fenómeno es interesante sensorial y mentalmente. Al brincar con el control de un canal a otro, el televidente “fabrica” en su mente nuevos programas integrados con los fragmentos de muchos y diferentes textos. El mecanismo tiene un sentido semejante, al empleo de los links de Internet, por los cuales el usuario reúne instantáneamente fragmentos de diferentes procedencias, establece las ligas que prefiere o cree preferir, incursiona en varios a la vez, etcétera “Todo el concepto de hipertexto es quizá el desafío más fuerte que ha de soportar la mirada lineal” (Crystal, 2002: 227). Aunque los ejemplos puedan resultar escasos, pensamos son suficientes para notar que, por un lado, la naturaleza de los “textos” ha cambiado radicalmente y, por otro, que el trabajo mental de los usuarios parece haberse modificado en Julio-diciembre de 2003 27 El conocimiento en la era del acceso 28 un grado semejante. ¿Quién no se ha sorprendido por la soltura y facilidad con que niños pequeños recuerdan dónde, cuándo y sobre qué versan sus programas de televisión favoritos para serles fieles en la sintonía? ¿O cuando nos cuentan un sucedido de las noticias desde su especial interpretación? El asombro va más allá todavía cuando los adultos mayores vemos, a estos mismos niños y a muchos jóvenes, operar con la velocidad requerida videojuegos, acertijos incorporados a la computadora y otros entretenimientos del mismo tenor, así como entender rápidamente las funciones de la computadora mostradas por íconos y operarlas en consecuencia. Estas circunstancias –que no pasan de ser observaciones ingenuas en la mayoría de los casos— revelan, sin embargo, que se está ante un fenómeno que hasta hace pocos años resultaba inusual. desarrollo como seres racionales y sapientes, por ser el principal factor de desarrollo de las capacidades de abstracción y de simbolización y, por ende, las de conceptualización. Pero el discurso televisivo fundado en “lo que se da a ver”, gira en torno a la imagen. El elemento auditivo verbal resulta subsidiario de la imagen, de “lo que se da a ver” y, por consiguiente, está despojado del simbolismo inherente a la palabra. Asimismo, la modalidad de transmisión enfatiza, para el televidente –como la etimología del término lo indica–, una relación con lo visible que, desde cualquier lugar y sin importar distancia alguna, obtiene el prestigio de lo verdadero. Cuando G. Sartori en su libro Homo videns. La Sociedad teledirigida (1999) –libro que ha originado bastante malestar en variados círculos–, manifiesta que la televisión, fundada en el ver y el oír, ha reemplazado al entender y al conocer, percibe un cambio en el estilo cognoscitivo, antes que un cambio de costumbres. Cambio que explica como el tránsito del homo sapiens al homo videns, al video-niño. Si bien el núcleo de la argumentación de G. Sartori se concentra en los efectos negativos que para el entendimiento significan el discurso y la modalidad de transmisión televisivos, no deja de apuntar a la “manera de hacer televisión” que contribuye a incrementar tales efectos. El empobrecimiento de contenidos, la desinformación y la descontextualización, la transformación de casi todo material en espectáculo son algunos rasgos que, salvo honrosas excepciones, constituyen lo sustantivo del “discurso televisivo dominante”, como denomina González Requena (1988) al que ofrece pautas semejantes y comunes en todo el mundo. Al lenguaje verbal y escrito debemos nuestro Los embates de Sartori contra la televisión no Tecnología y Comunicación Educativas No. 38 Factores coadyuvantes (lo audiovisual vs. la lectura) Para que una nueva modalidad de conocer, de percibir o de entender lo real se afirme y desarrolle en asociación con determinado medio de comunicación, vuelto predominante en el uso social, es necesaria, entre otros factores, la evaluación no consciente de que representa ventajas de algún tipo, en relación con aquellos con los que coexiste. La evaluación de esas posibles ventajas se desprende, en parte, de las propiedades del medio en cuestión como también de los valores que una sociedad considera estimables en determinado período histórico. En la actualidad, es frecuente el señalamiento de que la práctica lectora de libros ha disminuido sensiblemente2 y consideramos que éste es un factor coadyuvante en el cambio de estilo del conocer. En cambio, las prácticas de lectura audiovisual llevan un aumento sostenido, no sólo por la intensa frecuentación televisiva sino por el uso de la computadora. Sin embargo, no faltan señalamientos de que gracias a Internet se lee y se escribe mucho más que en cualquier otro momento histórico. Si tales aseveraciones fueran verdaderas, la cuestión radica en qué es lo que se lee o se escribe, y pasa también por diferentes formas de presentación no comunes con la lectura de libros. De la comparación entre ambas prácticas se desprenden algunas propiedades derivadas tanto de sus discursos como del uso social en el que ingresan. Ambos aspectos explican, entre otras cosas, las desmesuradas preferencias actuales por la práctica de lectura audiovisual: el mirar se siente más fácil que el leer. En tanto la lectura impone al lector un ritmo hasta cierto punto lento, el de la visión es relativamente veloz. Si bien pueden hallarse variaciones individuales notables entre los ritmos propios de cada práctica, lo cierto es que, por comparación, la lectura de textos escritos impone la necesidad de un seguimiento secuencial que los textos audiovisuales no requieren. Mientras la lectura convoca un solo sentido, por lo cual resulta ser unisensorial -como señalamos suprala visión es multisensorial. Aunque los medios visuales combinan por lo general imagen y sonido, de lo cual deriva, en primera instancia, su multisensorialidad, las imágenes son capaces de evocar por sí mismas y de modo bastante contundente otros sentidos además de la visión. Si los textos visuales se distinguen por un alto grado de iconicidad, que facilita –aparentemente- la comprensión por reconocimiento rápido de algunos elementos; los textos escritos, al caracterizarse por un grado muy bajo de iconicidad, hacen que su lectura no se vincule con un reconocimiento rápido.3 Este factor obliga al lector a la remisión constante a conocimientos precedentes, que bien pudo haber olvidado o que no forman parte de su campo de experiencia cultural. La lectura audiovisual, en cambio, se presta a la engañosa apariencia de no requerirlos. Alicia A. Poloniato alcanzan a la computadora y a los servicios de Internet, pero su temor radica en que con esta máquina, “superior” en varios sentidos a la de la televisión, se haga un uso similar al “ver” televisivo. Es decir, si los usuarios no están sensibilizados para la abstracción, difícilmente esos sistemas se utilizarán como instrumentos de conocimiento. Lectura y visión representan diferentes posibilidades de convivialidad. En tanto se mira y se escucha pueden hacerse muchas cosas, entre otras, compartir y hasta platicar. Es un tema bastante frecuente en la literatura sobre “el ver televisión” destacar lo que la gente hace al verla y cómo se constituyen rituales sociales ligados a esa actividad. La lectura, en cambio, si se pretende atenta, es bastante solitaria. Por su parte, la computadora ha permitido variar las formas de convivencia en relación con la televisión. De la estimulante convivialidad “a distancia” del chatear, a aquélla en “presencia”, observada reiteradamente en cybercafés de Argentina donde, por ejemplo, varias parejas de usuarios en diferentes equipos juegan el mismo juego, al tiempo que comparten verbal y ruidosamente las vicisitudes del mismo. Escritura y lectura condujeron a un desarrollo de la inteligencia secuencial donde orden, sucesión y jerarquía de las ideas en las oraciones que las expresan fue fundamental. Desde luego que, de acuerdo con el texto escrito de que se trate, científico, poético, narrativo, teatral, etcétera, se responde a una lógica particular y propia en el ordenamiento, la concatenación y jerarquización, que el lector debe ir descubriendo. Pero los textos basados en la visión y la escucha –televisión, computadora— no sólo invitan sino exigen un trabajo de la mente en simultaneidad, donde se reúne sin un orden lo disperso y fragmentario. Si en las páginas Web se hallan grandes cantidades de texto dispuesto en líneas y párrafos 2 No pensamos necesario añadir pruebas de autoridad al respecto ya que constituye prácticamente un lugar común tanto en encuestas que trascienden al ámbito periodístico en todo el mundo, como también es, entre otros, el sustento de diferentes campañas educativas gubernamentales destinadas a fomentar el hábito de la lectura. 3 Si la iconocidad y sus grados se definen –según el punto de vista más tradicional – de acuerdo con la mayor o menor analogía o semejanza de lo representado con “la realidad”, solamente los discursos visuales figurativos exhibirían el grado más alto. En cambio, desde el punto de vista de la “semiótica figurativa”, los textos escritos, como los visuales abstractos, mediante diversas operaciones de “figurativización” también están en condiciones de evocar diferentes grados de acercamiento a lo “real” sensorial. Sin embargo, hay que convenir que la fruición y la comprensión derivadas del reconocimiento quedan para una categoría “especial” de lectores. Julio-diciembre de 2003 29 El conocimiento en la era del acceso 30 como en los libros, hay... “también mucho texto non-linear, es decir, no ordenado de la manera tradicional y que puede leerse de un modo multidimensional. Según esta forma de leer, las líneas de un texto no se leen según una secuencia fija: el ojo se mueve por la página Web de una manera que dicta únicamente el interés del usuario y las habilidades del diseñador de la misma, según las cuales algunas partes de la página captan toda la atención y otras pasan desapercibidas” (Crystal, 2002: 227). Queremos llamar la atención aquí sobre dos aspectos. En una página Web con un carácter científico particular,4 de qué manera es posible asegurar que “el interés del usuario” vaya con certeza adonde tiene que ir para construir su nuevo conocimiento. Asimismo, ¿hasta dónde “las habilidades del diseñador” serán suficientes para determinar las partes que deberían captar la atención en detrimento de otras que podrían pasar desapercibidas? Para terminar, la pregunta esencial es ¿los conocimientos evolucionados que han permitido llegar al estadio actual de las ciencias, la tecnología y las artes pueden seguir siendo productivos de tener lugar la sustitución total del estilo cognoscitivo de la visión alfabética y del pensamiento secuencial? El conocimiento en la era del acceso Como decíamos en un principio, nuestra época se ha definido, considerando sus características, como la era del acceso al conocimiento, de manera particular por la facilidad para obtenerlo. La multiplicación de posibilidades de lugares de transmisión y conservación de conocimientos, abiertas por los bancos de datos, las contribuciones de las páginas Web, las enciclopedias electrónicas, entre otras, han hecho posible que todas y cualquier área de conocimientos –pasada y presente— esté al alcance de los usuarios. Esta situación afecta de diferentes maneras a muy diversas instituciones, pero podría decirse que, en particular, las instituciones educativas son las que resienten una competencia violenta, intensa y extensa, que lleva a suponer que no son necesarias, de no mediar el otorgamiento de certificados. comparación entre la cantidad de horas semanales que niños y jóvenes pasaban frente al televisor, y la exigua proporción de tiempo dedicado al trabajo escolar, por lo cual la “verdadera” escuela terminaba por ser la programación televisiva. Hoy es la computadora la que ha venido a sumarse a la televisión en la cantidad de horas consumidas, aunque no tiene el halo de desprestigio que rodeó a la televisión, quizá por suponerse que siempre contendrá un sustrato instructivo. Sin embargo, la mayor parte del uso ju-venil y también adulto se dedica al entretenimiento, al chat intrascendente, a los videojuegos y a la es-cucha de la música de moda. Al respecto, y para abreviar, no está demás recordar a Furio Colombo, citado por Sartori (1998: 56): “El edén de la red está al otro lado de una cancela que se está abriendo […] solamente para unos pocos […]. Diferentes jerarquías de cerebros manejarán los ordenadores, jugarán y experimentarán con ellos. Para los excluidos queda el juego interactivo […] para llenar un inmenso tiempo libre.” Con estas palabras, Colombo no se refiere a la desigual distribución geográfica, política y económica de los beneficios de la red –que por otra parte, es harto notable—sino a las desiguales capacidades de utilización como instrumentos de información y conocimiento. Para quienes están excluidos de este empleo -o se auto excluyen- no queda sino el uso como entretenimiento. Pero, ¿con estos medios se puede aprender? Desde luego que sí, por ejemplo, numerosos estudios revelaron cuánto aprenden las audiencias, aunque de manera informal, con la televisión de mercado (entiéndase, no educativa, ni cultural), con la ventaja de ser “entretenida”. En esta suerte de recuperación positiva entraron tanto la telenovela y el teleteatro para el ámbito latinoamericano, como también los programas infantiles entre otros, en el ámbito anglosajón. Esos estudios han sido de particular relevancia, en particular por referirse a géneros televisivos muy desprestigiados desde tiempo atrás y también actualmente. Aunque en dimensiones no comparables, lo fueron también para éstas, los medios de comunicación y de ellos, principalmente la televisión que para tantas personas equivalió y equivale a “una ventana abierta al mundo”. Como categoría aparte, pero en similar sintonía, cabe recordar el desarrollo específico de la televisión educativa y cultural incorporada, con mayor o menor éxito intelectual, a la educación formal y no formal. Aunque no está de más mencionar que por lo general no ha gozado de audiencias masivas semejantes a las de los canales de entretenimiento. Hasta hace pocos años, uno de los argumentos principales de los detractores de la televisión se basaba en la En fechas recientes, la computadora y con ella Internet, no sólo han entrado en la escuela, sino que su uso se publicita fuertemente, dentro y fuera de 4 Este caso no es el mismo de una página publicitaria “que anuncia una amplia variedad de productos de distintos precios” (Idem.). Tecnología y Comunicación Educativas No. 38 Alicia A. Poloniato ese contexto, en relación con el autoestudio, la disponibilidad permanente en tiempo y espacio para acceder al conocimiento, la libertad de elección del usuario respecto de temáticas, los cruces de información, etcétera. Con las características sensoriales de la visión y la escucha, la velocidad y la hiperfragmentación, están disponibles toda clase de conocimientos e informaciones que aparentan no requerir del “tiempo lento” ni de disciplina alguna, a diferencia de la escuela. Puesto que, en relación con lo que hemos argumentado a lo largo de estas páginas, habría que convenir lo muy relativo de este conjunto de “ventajas”, pasamos al punto siguiente donde pondremos de relieve la importancia de las funciones de la institución educativa. ¿La escuela sigue siendo imprescindible? Si bien las instituciones educativas no están a la altura del avance en la creación de conocimientos ni del tráfico de los que hoy circulan, su función en la sociedad actual no sólo es importante sino necesaria, por lo menos en dos aspectos. Uno concierne a la adquisición y desarrollo de competencias para poder utilizar los conocimientos en tanto que la facilidad de acceso no asegura capacidad seme- jante para su utilización. El segundo, tiene que ver con el hecho de que el conocimiento que circula – y al que supuestamente se podría acceder libremente –, al carecerse de normas y reglas no se facilita su utilización. Para referirnos explícitamente al primero, empezaremos con las palabras de Raffaelle Simone (2001: 84) al respecto: “Si quisiésemos definir un papel completamente específico para la escuela actual tendríamos que decir que ésta es sobre todo creadora de conocimientos básicos complejos: la matemática elemental, por ejemplo, sigue aprendiéndose mejor en la escuela que fuera de ella.” Para evitar equívocos, corresponde hacer una aclaración. Las instituciones educativas no crean conocimiento en el sentido estricto del término -por lo menos en lo que hace a la función docente-, puesto que son los lugares donde se reproducen y distribuyen formalmente las formas básicas del conocer. Es o debería ser, en cambio, creadora, para los individuos, de las estructuras de conocimientos básicos complejos en tanto plataformas para su utilización. Los conocimientos básicos complejos son Julio-diciembre de 2003 31 El conocimiento en la era del acceso 32 muchos, por ejemplo, un listado elemental no puede pasar por alto no sólo la matemática y la física, sino simple y sencillamente la lectura y la escritura, como tampoco la necesidad de proporcionar, de manera progresiva, ordenada y jerarquizada, instrumentos para la comprensión de textos escritos y reclamar su constante aplicación para el estudio de diferentes asignaturas tanto como para el placer. De igual manera, la práctica escritural es una poderosa fuente de comprensión y de consolidación del mundo de las ideas. Si se reclama la escasa calidad del aprendizaje escolar, matemático y lingüístico, entre otros -para lo cual no siempre se carece de fundamentos-, la solución no está en suprimirlos de la currícula o en suprimir la escuela, sino en mejorar significativamente la calidad del proceso de enseñanza - aprendizaje. El exceso de rutinas anquilosadas en la enseñanza (con frecuencia trasladadas a ciertos softwares “educativos”), así como las variables económicas, sociales y culturales propias de educadores y educandos, pueden estar formando parte del problema. Desde otro punto de vista, hay que atribuir también al nuevo estilo de conocer -compartido con frecuencia por los dos polos comprometidos en el proceso-, el sensible detrimento de los niveles de discriminación, orden y jerarquización necesarios, tanto en la transmisión, la pretendida asimilación y, por fin –y principalmente-, en la utilización del conocimiento. A veces el empleo de la computadora es eficaz para la creación de conceptos básicos; en otros casos es preferible regresar a métodos “premodernos”. Así, por ejemplo, un empleo creativo de la computadora para la enseñanza de nociones básicas de matemática y física con niños pequeños, muestra ser óptimo para la comprensión y asimilación de dichas nociones. Los programas permiten la actividad constructiva visual del niño y la experimentación reiterada de modo que, por prueba y error, se logran desa-rraigar nociones intuitivas erróneas y reemplazarlas 5 El volumen reune estudios realizados en diversos países, en los cuales se ha por las científicamente correctas. Sin introducido la computadora en el nivel embargo, como se ha redescubierto de enseñanza media. En varias secciones se abordan diferentes tópicos, uno recientemente, la práctica de las de los cuales es el relativo a actitudes operaciones numéricas mediante el de alumnos respecto del medio en cálculo mental, optimiza un conjunto cuestión. El que comentaremos es el concerniente a estudiantes de Cd. de de facultades como no lo hace México, estudio realizado por I. Gonningún artefacto. zález y A. Campos. 6. Conviene aclarar que en varios trabajos de los que componen el volumen, se asocian los resultados considerados altamente positivos del uso escolar de la computadora, en función del abundante empleo extraescolar del instrumento. En los resultados de una investigación con alumnos de secundaria de la Ciudad de México, respecto de Tecnología y Comunicación Educativas No. 38 las actitudes de los estudiantes hacia la computadora (Morales, Knesek et al, 2001:128-147)5 encontramos algunos datos y porcentajes reveladores respecto de lo que sienten y piensan no sólo de la computadora, sino también de otros medios y actividades, que nos conviene revisar. La razón por la cual hemos escogido este estudio, obedece a que en sus resultados es posible descubrir, por comparaciones sucesivas, tanto las legitimaciones sociales sin mucho asidero con la realidad, como evaluaciones relativas a difícil / fácil; útil / no útil, para aprender, que se asocian con estilos cognoscitivos. Veamos algunos ejemplos de dicha investigación. Respecto del tema que alude a dificultades entre diferentes medios y actividades considerados más difíciles, “escribir” y “leer un libro” ostentan los más altos porcentajes de dificultad: 34 y 31 por ciento respectivamente. En tanto que, “usar la computadora” y “ver televisión”, alcanzan 24 y 11 por ciento en el mismo orden.6 A su vez, en respuesta a la interrogante acerca de con qué medios y actividades aprenden más, los porcentajes para “escribir” y “leer un libro” fueron muy disparejos: 16 por ciento para la primera actividad y 36 para la segunda (este último resultado cercano al uso de la computadora que obtuvo el porcentaje más alto: 41 por ciento). En cambio, “ver televisión” arrojó sólo 8 por ciento. El cruce de datos permite interpretaciones que, si bien el estudio citado no proporciona, nos interesan por lo que indican, tanto en relación con éxitos y fracasos escolares, cuanto en función de valoraciones socioculturales. Si “escribir” fue considerada la actividad más difícil, pero de la que no se aprende o se aprende muy poco (¡!), “leer un libro” -que figuraba también entre las más difíciles- es en cambio una actividad de la cual “se aprende más” (sólo por debajo de la computadora). Por el contrario, “ver televisión” que había sido considerada la más fácil, es vista por la mayoría como un medio poco apto para aprender. De interpretar estos datos desde la perspectiva de actitudes moldeadas por el medio ambiente, podríamos deducir que la lectura de libros goza de prestigio social y, aunque en verdad no se lee ni mucho ni asiduamente (así como los niveles de comprensión de lectura son alarmantemente bajos), se valora como un instrumento útil para aprender. En cambio la televisión, que arrastra el desprestigio que en general se le atribuye, está por debajo de la escritura en la valoración de servir para aprender. Aunque el conocimiento que circula y al que se puede acceder fácilmente es muy grande, “no es cualitativamente el mismo que podría ofrecer la escuela: en el mundo exterior el conocimiento circula principalmente en sus formas debilitadas, escasamente explícitas, carentes de máximas y reglas” (Simone, 2001: 86). Por tanto, restringe, cuando no vuelve nulas las posibilidades de utilización, para quienes no están formados, es decir, capacitados en relación con conocimientos básicos complejos. En términos equivalentes puede decirse que se anulan o disminuyen enormemente las posibilidades de utilización entre quienes no han desarrollado las competencias previas necesarias. Por el contrario, las acciones educativas de apreciar son las que se destinan a hacer explícitos sus términos y proporcionar de manera inductiva y deductiva las reglas principales del arte en cuestión. En ese marco que puede parecer rígido para muchos jóvenes, se abren las perspectivas de crecer y desarrollarse tanto como de disentir con fundamento. Y para concluir … Es indudable que será necesario profundizar en el análisis del nuevo estilo de conocer -fundado en la multisensorialidad que concita a su vez el desarrollo de un tipo de inteligencia simultánea- para dar cuenta de sus implicaciones socio-epistémicas de manera más completa. Asimismo, parece ser indispensable abrir, en el futuro, el abanico de parámetros bajo los cuales considerar la dimensión epistémica que conllevan las NTIC. Sin embargo, aún con las limitaciones apuntadas supra, pensamos que los dos parámetros elegidos, desde los cuales se ha examinado la relación entre conocimiento y NTIC, apuntan a dar respuesta –así sea provisional- a la pregunta inicial. El nuevo estilo de conocer, por su misma facilidad aparente, no asegura la adquisición de las competencias básicas que, en cualquier ámbito del saber, abren paso a la comprensión, al entendimiento y de ahí, a la creación, la re-creación y la invención. entre las formas de conocer. Ante el panorama del nuevo estilo propiciado por el régimen discursivo multisensorial que sintetizan la televisión y la computadora, buscar opciones para equilibrar, en el trabajo de la mente, secuencialidad y simultaneidad. Referencias bibliográficas Arnheim, Rudolf. (1986). El pensamiento visual. Paidós, Barcelona, Castells, Manuel. (1999). La era de la información. Economía Sociedad Cultura. Siglo XXI (Economía, sociedad y cultura), México. Alicia A. Poloniato Consideremos ahora –aunque brevemente– el segundo aspecto en relación con la imprescindibilidad de la institución educativa que nos recordaba la confrontación entre los conocimientos que ésta proporciona y los que circulan en la red. Crystal, David. (2002). El lenguaje e Internet. Cambridge University Press, Madrid. Gombrich, E. H. (1993). La imagen y el ojo. Nuevos estudios sobre la psicología de la representación pictórica. Alianza Editorial, Madrid. González Requena, Jesús. (1988). El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad, Cátedra, Madrid. Lowe, Donald M. (1986). Historia de la percepción burguesa, Fondo de Cultura Económica, México. Morales, C. et al. (2001). et al. El punto de vista de los usuarios de las nuevas tecnologías en educación: estudios de diversos países. ILCE, México. Ong, Walter (1987). Oralidad y escritura. Tecnología de la palabra. Fondo de Cultura Económica, México, 1987. Rifkin, Jeremy (2000). La era del acceso. La revolución de la nueva economía. Paidós Ibérica, Barcelona. Sartori, Giovanni (1998). Homo videns. La sociedad teledirigida. Taurus, Madrid. Simone, Raffaelle (2001). La tercera fase. Formas de saber que estamos perdiendo, Taurus, España. Sontag, Susan (1996). Sobre la fotografía. Edhasa, Barcelona. Wolton, Dominique (1997). Penser la communication, Flammarion, Francia. Puesto que tampoco es posible pensar en suprimir tal predominio habrá que tender, quizá, en los ámbitos correspondientes –pensamos en particular en los educativos— a restablecer el equilibrio Julio-diciembre de 2003 33