―Particularidades de la aplicación del Control de Convencionalidad en el sistema constitucional argentino‖. Iván D. Kvasina* 1 INDICE Introducción.…………………………………………………. Pág. 3. Antecedentes históricos.…………………………………….. Pág. 5. La adopción de la doctrina del control de convencionalidad por el pleno de la Corte IDH………………………………………………………….. Pág. 7. Recepción de la doctrina del Control de Convencionalidad por parte de la Corte Suprema de Justicia Argentina…………………………………………… Pág. 9. Control de convencionalidad: nociones conceptuales……… Pág. 11. Características salientes del control de convencionalidad…. Pág. 15. Interrogantes e inconvenientes que se plantean en torno al control de convencionalidad dentro del sistema constitucional argentino………………………... Pág. 19. Algunas respuestas tentativas desde la regla de reconocimiento argentina…………………………………………………….. Pág. 23. Conclusión…………………………………………………... Pág. 29. Bibliografía…………………………………………………. Pág. 31. 2 constitucional Introducción Desde el ámbito doctrinario se viene destacando la presencia de un fenómeno particular del actual estadio de evolución de los sistemas constitucionales1 . Por una parte, se observa la aparición de un proceso de ―internacionalización del derecho constitucional‖ surgido con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Los derechos fundamentales enunciados en las distintas cartas constitucionales pasan a ser objeto de regulación de diversos instrumentos internacionales multilaterales, surgiendo así el denominado ―derecho internacional de los derechos humanos‖. Así, se produce un cambio significativo en el modo de estructuración de las normas plasmadas en tratados internacionales pasando a regular ya no únicamente cuestiones atinentes al exclusivo ámbito de las relaciones interestatales sino también obligaciones de los Estados signatarios hacia sus propios ciudadanos. El derecho internacional público pasa así a ocuparse de la protección de los individuos y sus derechos fundamentales, de manera análoga a como se ocupaban (y se siguen ocupando) las leyes fundamentales estatales. La propia Corte IDH, se ha esforzado en explicar que los tratados sobre derechos humanos tienen un carácter particular, con un objeto y fin específicos y coincidentes: la protección de los derechos fundamentales de los seres humanos, con independencia de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado cuanto a los restantes Estados contratantes. Es decir, no son tratados multilaterales del tipo tradicional, concluidos en función de un intercambio recíproco de derechos, para el beneficio mutuo de los Estados contratantes; por el contrario, cuando los Estados aprueban un tratado sobre derechos humanos quedan sometidos a un ordenamiento normativo dentro del cual asumen diversas obligaciones en relación con los individuos bajo su jurisdicción y no, al menos exclusivamente, frente a otros Estados2. En esa línea, la Corte viene precisando que la CADH, "así como los demás tratados de derechos humanos, se inspiran en valores comunes superiores (centrados en la protección del ser humano), están dotados de mecanismos específicos de supervisión, se 1 V. ALBANESE, Susana, “La internacionalización del derecho constitucional y la constitucionalización del derecho internacional”, en “El Control de Convencionalidad”, Bs. As., Ediar, 2008, págs. 13/45. 2 Sobre el punto, ver BAZÁN, Víctor, "La Convención Americana sobre Derechos Humanos y el efecto de las reservas respecto de su entrada en vigencia: a propósito de la OC-2/82 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos", en AA.VV., Derechos humanos. Corte Interamericana, Ediciones Jurídicas Cuyo, T° I, Mendoza, 2000, págs. 91/165. 3 aplican de conformidad con la noción de garantía colectiva, consagran obligaciones de carácter esencialmente objetivo, y tienen una naturaleza especial, que los diferencian de los demás tratados, los cuales reglamentan intereses recíprocos entre los Estados Partes"3. Paralelamente, también se ha observado la presencia de un proceso de ―constitucionalización del derecho internacional‖. Autores como Ferrer Mac Gregor advierten que la progresiva aplicabilidad del derecho internacional de los derechos humanos en el ámbito interno de los Estados se viene efectuando por medio de cláusulas constitucionales o, inclusive, a través de criterios sentados por la jurisprudencia constitucional4. Quizá uno de los elementos más demostrativos de este proceso está dado por la tendencia a otorgar jerarquía constitucional a diversos tratados internacionales sobre derechos humanos. Tal es el caso de la República Argentina que, en su reforma constitucional del año 1994, concedió esa particular jerarquía normativa a diversos instrumentos internacionales e, inclusive, dejó abierta la posibilidad de que el Poder Legislativo (decidiendo con mayorías agravadas) pueda sumar otros tratados sobre la materia a aquel elenco de instrumentos especialmente jerarquizados. Ferrer Mac Gregor señala, con razón a nuestro entender, que todo este proceso genera una interacción entre los derechos internacional, constitucional y procesal y deriva en la existencia de ―una pluralidad de órdenes jurídicos en un sistema mundial de niveles múltiples, caracterizado por interrelaciones y jerarquías complejas...‖5. El control de convencionalidad (con las características y contornos que describiremos en los puntos siguientes) reconoce indudable filiación en este complejo proceso, encontrando allí, lógicamente, su razón de ser y su profunda justificación. Empero, también es víctima, indudablemente, de las tensiones, conflictos y paradojas que suelen producirse en un ámbito donde interactúan las dimensiones jurídicas ya mencionadas. 3 Corte IDH, "Caso Ivcher Bronstein", Sentencia de Competencia, 24 de septiembre de 1999, Serie C, N° 54, párr. 42; "Caso del Tribunal Constitucional", Sentencia de Competencia, 24 de septiembre de 1999, Serie C, N° 55, párr. 41, entre otros. 4 Ferrer Mac Gregor, Eduardo, “El control difuso de convencionalidad en el Estado Constitucional”, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2873/9.pdf, 18/2/2015, págs. 169 y 170. 5 Ferrer Mac Gregor, Eduardo, op. cit. , pág. 160. 4 El propio Víctor Bazán ha reparado en que la interrelación de los sistemas nacionales e internacionales (y, en particular de los respectivos tribunales) en materia de derechos humanos ―se mueve al compás de una lógica compleja, generando un haz de puntos de contacto no siempre pacíficos ni lineales‖ 6. El presente trabajo tiene por objeto, partiendo de reconocer la necesaria y destacable influencia sobre el sistema constitucional argentino del derecho internacional de los derechos humanos y, consecuentemente, de describir las características salientes del control de convencionalidad, aportar criterios que permitan resolver (o al menos intentar resolver) algunos de los conflictos y tensiones que se detectan en la interacción de esos sistemas. Antecedentes históricos Explica Juan Carlos Hitters que la expresión ―control de convencionalidad‖ tiene origen europeo y se ejercita, principalmente, y desde antiguo, en el derecho comunitario, sea por los jueces nacionales como por el propio Tribunal de Justicia de la Unión Europea7. En efecto, desde la famosa sentencia "Costa vs. ENEL" dictada por este cuerpo judicial internacional, en el año 1964, el mismo sostuvo que las leyes comunitarias, tanto primarias como secundarias, han sido consistentemente proclamadas por ese organismo como preeminentes tanto frente a las leyes internas anteriores, como a las posteriores (incluyendo las leyes constitucionales nacionales). Estos criterios han quedado firmes en la versión consolidada del Tratado de la Unión Europea y en sus Protocolos. Cotidianamente los jueces europeos (por ej. los españoles) ejercen el control de convencionalidad, cotejando la compatibilidad de la normativa local con las normas del derecho comunitario. Tal control ―coexiste‖ con el control de constitucionalidad concentrado que ejerce el Tribunal Constitucional y es diferente de la tarea que efectúa, por su parte, la Corte Europea de Derechos Humanos. 6 BAZÁN, Víctor, “Control de convencionalidad, tribunales internos y protección de los derechos fundamentales”. Suplemento La Ley de Derecho Constitucional. Febrero 2014, N° 1, pág. 5. 7 HITTERS, Juan Carlos, “Control de constitucionalidad y control de convencionalidad. Comparación”, La Ley 2009-D, 1.203. 5 En el ámbito del sistema interamericano de Derechos Humanos se atribuye al ex juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Sergio García Ramírez la introducción de esta noción conceptual, aunque con un contenido diferente del de su antecedente europeo. No existen discrepancias doctrinarias en cuanto a que fue el hoy ex Presidente de la Corte IDH, en su voto concurrente razonado emitido en el "Caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala", quien, en el marco de ese Tribunal supraestatal, utilizó por primera vez la expresión "control de convencionalidad" como una manifestación de la potestad jurisdiccional de ese órgano8. Con posterioridad, precisó los contornos de su postura en un voto concurrente razonado en el "Caso Tibi vs. Ecuador". El respetado jurista -luego de comparar la labor de la Corte IDH con la que despliegan los tribunales constitucionales- señaló que aquélla analiza los actos que llegan a su conocimiento en relación con normas, principios y valores de los tratados en los que funda su competencia contenciosa, resolviendo acerca de la convencionalidad de tales actos, pretendiendo "conformar esa actividad al orden internacional acogido en la convención fundadora de la jurisdicción interamericana y aceptado por los Estados Partes en ejercicio de su soberanía" (párr. 3)9 . En un voto razonado elaborado en el "Caso López Álvarez vs. Honduras", y al analizar la duración razonable del proceso penal, García Ramírez indicó que la Corte IDH, que verifica la compatibilidad entre la conducta del Estado y las disposiciones de la Convención es decir, el órgano que practica el "control de convencionalidad"-, debe explorar las circunstancias de derecho y de hecho del caso10. Posteriormente, en el voto razonado pronunciado en el "Caso Vargas Areco vs. Paraguay", García Ramírez precisó que la Corte Interamericana "tiene a su cargo el ‗control de convencionalidad‘ fundado en la confrontación entre el hecho realizado y las normas de la Convención Americana", pudiendo sólo "confrontar los hechos internos -leyes, actos administrativos, resoluciones jurisdiccionales, por ejemplo- con las normas de la Convención 8 Corte IDH, Caso Myrna Mack Chang Vs. Guatemala, Sentencia de 25 de noviembre de 2003, Serie C No. 101, Voto Concurrente Razonado del Juez Sergio García Ramírez, párr. 27. 9 Corte IDH, Caso Tibi Vs. Ecuador, Sentencia de 7 de septiembre de 2004, Serie C No. 114, voto concurrente razonado del Juez Sergio García Ramírez, párr. 3. 10 Corte IDH, Caso López Alvarez Vs. Honduras, Sentencia de 1 de febrero de 2006, Serie C No. 141, voto concurrente razonado del Juez Sergio García Ramírez, párr. 30. 6 y resolver si existe congruencia entre aquéllos y éstas, para determinar, sobre esa base, si aparece la responsabilidad internacional del Estado por incumplimiento de sus obligaciones de la misma naturaleza"11. La adopción de la doctrina del control de convencionalidad por el pleno de la Corte IDH Como es sabido, el Tribunal supranacional utilizó plenariamente la expresión "control de convencionalidad" en el caso ―Almonacid Arellano vs. Chile" iniciando una corriente jurisprudencial bien definida en lo referente a la faceta del examen de convencionalidad que debe efectuarse en sede interna de los Estados signatarios de la CADH. Se destacó en dicho fallo: "La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de ‗control de convencionalidad‘ entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana"12. Posteriormente el Tribunal avanzó en la delimitación de los contornos del control de convencionalidad por la magistratura local agregando que debe ejercerse incluso de oficio. Así, en el "Caso Trabajadores Cesados del Congreso", puso de manifiesto que "…los órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de constitucionalidad, sino también ‗de convencionalidad‘ ex officio entre las normas internas y la Convención Americana, 11 Corte IDH, Caso Vargas Areco Vs. Paraguay, Sentencia de 26 de septiembre de 2006, Serie C No. 155, voto concurrente razonado del Juez Sergio García Ramírez, párr. 6 y 7. 12 Corte IDH, "Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile", Sentencia de Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, 26 de septiembre de 2006, Serie C, N° 154. 7 evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes…". En este punto se advierte claramente del modo en que se redacta el párrafo recién aludido en "Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú", el mayor nivel de determinación jurídica en torno a la naturaleza y preceptividad del control de convencionalidad. En efecto, mientras que en "Almonacid Arellano vs. Chile" la Corte expresó genéricamente que el Poder Judicial debe ejercer una especie de "control de convencionalidad", en "Trabajadores Cesados del Congreso" puntualizó que los órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de constitucionalidad, sino también de convencionalidad. En síntesis, ya no se refirió simplemente a una "especie de control de convencionalidad", sino que aludió con precisión a la obligación judicial de llevar a cabo, además del contralor de constitucionalidad, un control de convencionalidad. Y si a ello se le añade la circunstancia, ya destacada, de que en el mismo caso determinó que los magistrados deben efectivizar el control de convencionalidad incluso de oficio, no pueden albergarse dudas en cuanto a que la Corte IDH ha decidido reforzar el carácter obligatorio de la fiscalización de convencionalidad. Mas, la evolución de los criterios del Tribunal supranacional no se detuvo allí. Así, advirtió en el "Caso Boyce y otros vs. Barbados", que no es suficiente que los jueces se limiten a evaluar si una norma es inconstitucional, sino que la cuestión debe girar en torno a si la misma también es "convencional", o sea, debe además el órgano competente decidir si ella afecta los derechos reconocidos en la CADH 13. Posteriormente, en el "Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México", la Corte IDH amplió el elenco de funcionarios encargados de llevar adelante la fiscalización de compatibilidad convencional en el derecho interno. En dicha oportunidad precisó que: "Los jueces y órganos vinculados a la administración de justicia en todos los niveles están en la obligación de ejercer ex officio un 'control de convencionalidad' entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes" (párr. 225) 13 Corte IDH, "Caso Boyce y otros vs. Barbados", Sentencia sobre Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, 20 de noviembre de 2007, Serie C, N° 169, párrafo 78. 8 Y no puede realizarse un panorama (sintético, por cierto) de la evolución jurisprudencial supranacional sin hacer referencia a los pronunciamientos dictados por el Alto Tribunal en la causa ―Caso Gelman c/ Uruguay‖. En el primer decisorio dictado, la Corte IDH enfatizó que "...en casos de graves violaciones a las normas del Derecho Internacional de los Derechos, la protección de los derechos humanos constituye un límite infranqueable a la regla de mayorías, es decir, a la esfera de lo 'susceptible de ser decidido' por parte de las mayorías en instancias democráticas, en las cuales también debe primar un 'control de convencionalidad' (...), que es función y tarea de cualquier autoridad pública y no sólo del Poder Judicial"14. En el segundo decisorio introdujo una nueva variante al control de convencionalidad al resaltar que este instituto ―…obliga a todos los jueces y órganos judiciales a prevenir potenciales violaciones a derechos humanos, las cuales deben solucionarse a nivel interno teniendo en cuenta las interpretaciones de la Corte Interamericana y, sólo en caso contrario, pueden ser considerados por ésta, en cuyo supuesto ejercerá un control complementario de convencionalidad‖15. Recepción de la doctrina del Control de Convencionalidad por parte de la Corte Suprema de Justicia Argentina Es en la causa ―Mazzeo‖, donde la Corte nacional hace su primera referencia concreta al control de convencionalidad en los siguientes términos: ―Que la preeminencia de los tratados sobre las leyes ya había sido sostenida por esta Corte con anterioridad en el caso "Ekmekdjian" (Fallos: 315:1492) por ello allí sostuvo que la interpretación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos debe guiarse por la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Se trata de una insoslayable pauta de interpretación para los poderes constituidos argentinos en el ámbito de su competencia y, en consecuencia, también para la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a los efectos de resguardar las obligaciones asumidas por el Estado argentino en el sistema interamericano de protección de los derechos humanos‖. 14 Corte IDH, "Caso Gelman vs. Uruguay", Sentencia de Fondo y Reparaciones, 24 de febrero de 2011, Serie C, N° 221, párrafo 239. 15 Corte IDH "Caso Gelman vs. Uruguay", Supervisión de cumplimiento de sentencia, Resolución de 20 de marzo de 2013, párr. 72. 9 ―Que, por su parte, la Corte Interamericana ha señalado que ‗es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos‘. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de ‗control de convencionalidad‘ entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana‖16 Más tarde, la Corte Suprema volvió sobre la cuestión en "Videla" ("Videla, Jorge Rafael y Massera, Emilio Eduardo s/recurso de casación", de 31 de agosto de 2010). En esta sentencia sostuvo que "…esta Corte ha precisado que a los efectos de resguardar las obligaciones asumidas por el Estado argentino en el sistema interamericano de protección de los derechos humanos, la jurisprudencia de la Corte Interamericana es una insoslayable pauta de interpretación para los poderes constituidos argentinos en el ámbito de su competencia, y que dicho tribunal internacional ha considerado que el Poder Judicial debe ejercer una especie de ‗control de convencionalidad‘ entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, tarea en la que debe tener en cuenta no solamente el tratado sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana" 17. La última referencia la encontramos en el pronunciamiento dictado in re ―Rodríguez Pereyra‖. Allí la Corte toma la doctrina del control de convencionalidad para reforzar su propia tesis sobre la viabilidad de efectuar un control de constitucionalidad de oficio en el sistema argentino. 16 17 Fallos: 330:3248. Fallos: 333:1657 10 En efecto, luego de resaltar que conforme a la jurisprudencia de la Corte IDH los órganos judiciales de los países signatarios del Pacto de San José de Costa Rica tienen la obligación de ejercer de oficio el control de convencionalidad, concluye que sería ―"un contrasentido aceptar que la Constitución Nacional que, por un lado, confiere rango constitucional a la mencionada Convención (art. 75, inc. 22), incorpora sus disposiciones al derecho interno y, por consiguiente, habilita la aplicación de la regla interpretativa -formulada por su intérprete auténtico, es decir, la Corte Interamericana de Derechos Humanos- que obliga a los tribunales nacionales a ejercer de oficio el control de convencionalidad, impida, por otro lado, que esos mismos tribunales ejerzan similar examen con el fin de salvaguardar su supremacía frente a normas locales de menor rango"18. Control de convencionalidad: nociones conceptuales Una innegable dificultad que se presenta a la hora de intentar un enfoque conceptual sobre el control de convencionalidad es la ausencia de criterios unívocos en la doctrina acerca de sus concretos contornos y de su específico contenido. Inclusive, como ser verá más adelante, la propia existencia autónoma de este tipo de control es puesta en duda por destacados juristas argentinos. A la hora de definir al control de convencionalidad es insoslayable, a nuestro criterio, acudir a la autorizada opinión de Néstor Sagüés (por cierto, uno de los más grandes referentes internacionales del derecho procesal constitucional). Aludiendo a los términos del fallo ―Trabajadores Cesados del Congreso‖ explica el jurista argentino que ―el instituto de referencia es presentado, sin más, como un acto de revisión o fiscalización de la sumisión de las normas nacionales, a la Convención Americana de Derechos Humanos‖19. Similar orientación se observa en la visión de Alberto B. Bianchi. Según este doctrinario ―Definido sin dar muchos rodeos, se trata del control de la supremacía de la CADH sobre las normas de derecho interno‖; pero también se encarga de advertir que ―según la interpretación y alcances que le demos, puede ser tanto un simple e inofensivo juego de palabras, como el peligroso abandono de nuestra soberanía en el orden judicial‖20. 18 Fallos: 335:2333 SAGÜÉS, Néstor P., “El control de convencionalidad, en particular sobre las constituciones nacionales”, LA LEY2009-B, 761 20 BIANCHI, Alberto B. Una reflexión sobre el llamado "control de convencionalidad", LA LEY2010-E, 1090 19 11 Otros autores, desde luego no menos destacados, presentan una visión ciertamente más amplia sobre los alcances de este instituto. Entre ellos, nos parece ineludible la opinión de Miguel Carbonell. Según el brillante constitucionalista mexicano ―El control de convencionalidad debe entenderse como una herramienta que permite a los jueces contrastar las normas generales internas frente a las normas del sistema convencional internacional (tratados internacionales, pero también derecho derivado de los mismos). Esto significa que los jueces nacionales deberán desarrollar –de oficio- una serie de razonamientos que permitan la aplicación más amplia posible y el mayor respeto a las obligaciones establecidas por los tratados internacionales‖ 21. En la doctrina constitucional argentina autores como Adelina Loianno coinciden con esta visión, sosteniendo que ―Hay control de convencionalidad cuando el juez nacional evalúa la coincidencia entre la norma interna (constitucional o infraconstitucional) y los Tratados sobre Derechos Humanos, con el objeto de identificar las contradicciones entre uno y otro, que pudieran generar la responsabilidad internacional del Estado22. Ahora bien, y como ya lo adelantáramos en el inicio de este punto, una concepción de las características y alcances recién descriptos inevitablemente genera no sólo adhesiones, sino también críticas y resistencias. En ese orden podemos citar el criterio expuesto por el constitucionalista argentino Horacio Rosatti. Plantea este autor que la reforma constitucional de 1994 no autoriza a hablar de un control de convencionalidad 'por fuera' del control de constitucionalidad porque los tratados (aprobados y ratificados por nuestro país) no están desligados de la Constitución, ya que la introducción del art. 75 inc. 22 no autoriza a desvincular la interpretación judicial de los tratados realizada por un tribunal nacional en el marco de un caso concreto (el llamado control de convencionalidad) del control general de constitucionalidad. En este sentido, Rosatti hace hincapié en que el inc. 22 del art. 75 de la C.N. expresa que los tratados internacionales ingresan al orden jurídico argentino "en las condiciones de su vigencia". 21 CARBONELL, Miguel, “Introducción general al control de convencionalidad”, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/7/3271/11.pdf, 26/2/2015. 22 LOIANNO, Adelina, “El marco conceptual del control de convencionalidad en algunos fallos de la Corte Suprema argentina. Arancibia Clavel, Simón, Mazzeo”, en “El Control de convencionalidad”, Susana Albanese – coordinadora-, Bs. As., Ediar, 2008, pág. 115. 12 Enfatiza Rosatti que no estaba en el ambiente de la Convención Constituyente de 1994 inaugurar -a partir de la cláusula ya mencionada- un control jurídico "nuevo" (de convencionalidad) desligado del control jurídico "viejo" (de constitucionalidad) y -menos aúndarle prevalencia al control "nuevo" sobre el control "viejo". Sigue sosteniendo que no se pensó detraer (de modo abierto o encubierto) competencias a la jurisdicción nacional (menos aún a la Corte Suprema de Justicia), ni dejar una ―cláusula gatillo‖ accionable a futuro por un tribunal internacional que pudiera contradecir el texto expreso de la Constitución Nacional, reformándola por un mecanismo distinto del art. 30. "En definitiva -expresa Rosatti- (y con expresa referencia a lo que creo de buena fe era la intención de la Convención reformadora de 1994) sostengo que la pretensión de un control de convencionalidad alimentado por sus propias fuentes (normativas e interpretativas) que subordine apriorísticamente toda otra fuente normativa e interpretativa nacional es inconstitucional por violación de los arts. 27, 30, 31, 75 inc. 22) y 118 de la C.N‖23. Dentro de este grupo de opiniones también encontramos a Gregorio Badeni. Su visión también parte de entender que, en función de lo previsto en el artículo 75 inc. 22 de la Constitución Argentina, al efectuar un control de compatibilidad entre una norma infraconstitucional y una disposición de la CADH no se está haciendo otra cosa que ejercer control de constitucionalidad 24. Y, llevando al extremo su posición, este autor se ha atrevido a afirmar que "la referencia al control de convencionalidad es una de las tantas expresiones fruto del esnobismo constitucional"25. Empero, a esta altura del análisis, y más allá de la respetable opinión de los dos autores recién citados, no cabe sino afirmar que el control de convencionalidad está entre nosotros, llegó para quedarse, es una realidad producto de la creación pretoriana de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y admitida en nuestro ordenamiento constitucional argentino por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 23 ROSATTI, Horacio, "El llamado 'control de convencionalidad' y el 'control de constitucionalidad' en la Argentina", La Ley 2012-A, 911. 24 BADENI, Gregorio, Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Corte Suprema de Justicia, LA LEY, 2009-E, 1018. 25 BADENI, Gregorio: Tratado de Derecho Constitucional, 3ª edición, LA LEY, Buenos Aires, 2010, t. I, pp. 434 y 435. 13 Partiendo de tal premisa basal, creemos que resulta apropiado el enfoque conceptual que propone Víctor Bazán para caracterizar al control de convencionalidad en tanto considera que el mismo se mueve en dos planos. Uno de ellos, que se despliega en sede nacional y se encuentra a cargo de los magistrados locales, consiste en la obligación de éstos de verificar la adecuación de las normas jurídicas internas que aplican en casos concretos a la CADH (y otros instrumentos internacionales esenciales en materia de derechos humanos) a los estándares interpretativos que la Corte IDH ha acuñado a su respecto. El restante, se desarrolla en el ámbito internacional y ha constituido desde sus orígenes una actividad básica de la Corte IDH aunque sin ser calificada como "control de convencionalidad", consiste en que ésta debe juzgar en casos concretos si un acto o una normativa de derecho interno resultan compatibles, o no, con la CADH, disponiendo en consecuencia -v.gr.- la reforma o la abrogación de dicha práctica o norma, según corresponda, en orden a la protección de los derechos humanos y a la preservación de la vigencia suprema del Pacto de San José de Costa Rica o de otros instrumentos internacionales fundamentales en este campo 26. En sentido concordante con esta perspectiva, juristas como Eduardo Ferrer MacGregor, recurren a la terminología de ―modalidad concentrada‖ y ―modalidad difusa‖. La primera es la que ejerce la Corte IDH en sede internacional, y que también ha llevado a Sergio García Ramírez a nominarla ―control propio, original o externo de convencionalidad‖. Y la segunda es la que se fue generando a partir de que la Corte IDH fue extendiendo la exigencia de ese control a todos los jueces nacionales sobre quienes recae como deber de actuación en el ámbito interno, sin que esta Corte pierda su calidad de última intérprete de la Convención Americana cuando estén amenazados o conculcados los derechos humanos en el ámbito interno. Así, el control difuso de convencionalidad es el nuevo paradigma de la actuación de los jueces estaduales y, siguiendo la definición de Ferrer Mac-Gregor, ―consiste en el examen de compatibilidad que siempre debe realizarse entre los actos y normas nacionales, y la CADH (…), sus protocolos adicionales, y la jurisprudencia de la Corte IDH (…) único 26 BAZÁN, Víctor, "Control de convencionalidad. Influencias jurisdiccionales recíprocas"; La Ley 2012-B, 1027 14 órgano jurisdiccional del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos que interpreta de manera ―última y definitiva‖ el Pacto de San José‖ 27. En definitiva, estamos ante un particular mecanismo de control normativo al que se le ha reconocido operatividad en dos ámbitos que presentan diferencias ostensibles: el del juzgamiento de la responsabilidad internacional de un Estado ante la jurisdicción supranacional y el de juzgamiento de casos judiciales concretos ante los Tribunales jurisdiccionales internos de los países signatarios de la CADH. Características salientes del control de convencionalidad a) En cuanto a los sujetos que ejercen el control De lo dicho en los puntos precedentes queda claro que no sólo el Tribunal Interamericano debe llevar a cabo el contralor de marras, sino también que previamente los jueces locales pueden y deben ejercitar esta tarea, obviamente antes que el pleito llegue a la instancia internacional. Ello así porque la intervención de los cuerpos supranacionales es subsidiaria y las actuaciones -por regla- deben ser analizadas en la instancia doméstica sin perjuicio del eventual "salto" a los niveles interamericanos. De ahí que el Pacto impone la necesidad de "agotar los derechos internos" (art. 46.1.a). Como bien expresa Hitters, ―se trata de aplicar primero el 'control de constitucionalidad' a través del juez local, quien debe también llevar a cabo la inspección de 'convencionalidad', sucede algo similar a lo que acaece en el orden interno con la cuestión federal, ya que según la clásica jurisprudencia de Corte Suprema de Justicia de la Nación, la norma debe ser analizada primero por los cuerpos judiciales provinciales y luego, si subsiste el agravio, por el más alto cuerpo de justicia del país‖28. Ahora bien, el criterio de la Corte Interamericana sobre el tema no se detuvo únicamente en la asignación del deber de contralor únicamente a los magistrados judiciales. En el ya citado caso ―Cabrera García y Montiel Flores c/ México‖ sostuvo que el test de convencionalidad involucra a jueces y ―órganos vinculados a la administración de justicia en todos los niveles‖ (el caso refería a violaciones a derechos de los denunciantes llevadas a cabo por autoridades militares mexicanas en el ámbito de la guerra contra el narcotráfico). 27 28 FERRER MAC GREGOR, Eduardo, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2873/9.pdf, 23/2/2015. HITTERS, op cit, pág. 1205 y sig. 15 En el caso ―López Mendoza vs. Venezuela‖ hizo extensiva la aplicabilidad de los principios establecidos en su jurisprudencia no sólo a las interpretaciones judiciales sino también a las actuaciones de las autoridades administrativas 29 Y, posteriormente, en el caso ―Gelman c. Uruguay‖ (también citado con anterioridad) afirmó que cualquier autoridad pública y no sólo el Poder Judicial debe llevar adelante la fiscalización convencional. b) En cuanto a las normas y actos sobre los que se debe ejercer el control Ciertamente, la Corte Interamericana no ha hecho una descripción de qué tipo de preceptos locales deben ser controlados, por lo que consideramos que cualquier regla de alcance general y abstracto (ley, decreto, ordenanza, actos administrativos, constituciones provinciales y nacional), puede quedar incluida en el contralor convencional. Coincidimos con Néstor Sagües en cuanto a que, por el modo en que ha sido formulada la doctrina por el Tribunal Supranacional, ―…Incluso, la constitución nacional, no (queda) exceptuada en los veredictos aludidos. En este tramo tan importante de la doctrina que referimos, se parte tácitamente del supuesto de que el Pacto de San José se encuentra por encima de todo el ordenamiento jurídico del Estado, sin omitir a la propia Constitución. El Pacto asume así condición de supraconstitucionalidad. Por ello, como en el caso de ‗La última tentación de Cristo‘, por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos reclamó a Chile modificar una cláusula de la Constitución local opuesta al Pacto, como efectivamente se hizo después‖. Tal idea encuentra sustento en el mismo régimen normativo establecido por la CADH. En efecto, dentro de la economía del Pacto, la violación de las disposiciones supranacionales trae aparejada la necesidad de 'adecuar' las reglas del derecho interno a los Tratados. Esto implica que si los actos internos -sean legislativos o de cualquier otro carácter-, y las prácticas estaduales de cualquiera de los tres poderes, no se adecuan debidamente a los estándares que surgen de la letra de la Convención y de las interpretaciones de la Corte el Estado signatario debe adecuarlas, y, en su caso, suprimir aquellas que transgreden el 29 Corte IDH, "Caso López Mendoza vs. Venezuela", Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 1 de septiembre de 2011, Serie C, N° 233, párr. 228. 16 esquema, o crear las que corresponda. En definitiva, el fundamento último reside en el deber general del Estado de 'adecuación' de las reglas domésticas (arts. 1.2 y 2 de la Convención). c) En cuanto a las normas supranacionales desde las que se debe ejercitar el control de convencionalidad. En este aspecto es donde se observan las mayores divergencias entre las opiniones doctrinarias. Juan Carlos Hitters, entiende que entre las normas supranacionales que deben tenerse en cuenta a la hora de controlar a las normas locales no sólo hay que considerar al Pacto de San José, sino a otros Tratados Internacionales ratificados por la Argentina, al ius cogens y a la jurisprudencia de la Corte IDH. Entre dichas normas internacionales se pueden citar: el Protocolo de San Salvador; el Protocolo Relativo a la Abolición de la Pena de Muerte; la Convención para Prevenir y Sancionar la Tortura; la Convención de Belém do Pará para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas. Víctor Bazán, por su parte, señala que la obligación de verificar la adecuación de las normas jurídicas internas existe no sólo respecto a la CADH sino a otros instrumentos internacionales esenciales en el área de los derechos humanos y a los patrones interpretativos que el Tribunal Interamericano ha acuñado a su respecto, en aras de la cabal tutela de los derechos básicos. Destaca este autor que ―se efectúa una interpretación de las prácticas internas a la luz o al amparo del corpus juris capital en materia de derechos humanos acerca del cual aquél ejerce competencia material‖30. Valga detenerse en este último punto. Daniel O‘Donnel, ha señalado que la expresión "corpus juris de los derechos humanos" es un aporte de la Corte IDH a la doctrina internacional y hace referencia a todo un grupo de normas internacionales de las que se vale el Tribunal supranacional a la hora de interpretar el alcance de ciertas normas de la CADH31. 30 BAZÁN, Víctor, “Control de convencionalidad, tribunales internos y protección de los derechos fundamentales”, LA LEY2014-A, 761. 31 O'DONNELL, Daniel, Derecho internacional de los derechos humanos. Normativa, jurisprudencia y doctrina de los sistemas universal e interamericano, 2ª ed., Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ONU) para los Derechos Humanos, Santiago de Chile, 2007, pág. 57. 17 Distinta opinión ha sostenido Néstor Sagüés. Enfatiza este autor que ―El ‗control de convencionalidad‘, como su nombre lo indica, procura hacer prevalecer la Convención Americana sobre Derechos Humanos, o Pacto de San José de Costa Rica, sobre las reglas locales que se le oponen. Ahora bien: es profundamente importante advertir que la Corte Interamericana destaca que el material controlante no consiste exclusivamente en las normas del Pacto, sino también en la interpretación dada a esas reglas por la Corte Interamericana, y sin diferenciar entre interpretaciones vertidas en sentencias (parte resolutiva y fundamentos), o en opiniones consultivas. En otras palabras, el material normativo controlante está conformado por las cláusulas del Pacto de San José de Costa Rica, más la exégesis que de ellas ha hecho la Corte Interamericana. De hecho, esta tesis importa una interpretación mutativa por adición realizada sobre el Pacto por la Corte Interamericana, en su condición de intérprete definitiva del mismo (art. 67). El tribunal ha agregado algo al contenido inicial formal del Pacto, aunque el texto de éste no ha variado‖32. En cuanto a la posibilidad de hacer extensivo el control desde otros instrumentos internacionales ha señalado Sagüés: ―Queda la incógnita de determinar si en verdad la Corte Interamericana ha querido concientemente proyectar la teoría del control de convencionalidad a cualquier tratado, como se desprende de algún voto del tribunal. Es un punto que merecería en el futuro una clara explicitación. En principio, a la Corte Interamericana no le toca tutelar a otros tratados, fuera del Pacto de San José de Costa Rica y a los instrumentos que a él se adosen jurídicamente, frente a posibles infracciones provocadas por el derecho interno del Estado‖33. Nuestra Corte Suprema de Justicia nacional hasta el momento ha asociado la expresión ―control de convencionalidad‖ a situaciones y casos en los que se encuentra en juego la aplicación de la CADH o su interpretación por parte de la Corte IDH. Ello se desprende claramente de los ya citados casos ―Mazzeo‖, ―Videla‖ y ―Rodríguez Pereyra‖. Pero existen, a nuestro criterio, otros elementos indicadores de cuál sería la orientación del Alto Tribunal nacional sobre este punto. 32 SAGÜÉS, Néstor P., “El control de convencionalidad, en particular sobre las constituciones nacionales”, LA LEY2009-B, 761. 33 SAGÜÉS, Néstor P., ídem 18 En efecto, en el caso ―García Méndez‖, haciendo referencia a la Convención Internacional Sobre los Derechos del Niño y evaluando la validez de la ley 22.278 la mayoría del Tribunal se refirió al instrumento internacional como un ―imperativo constitucional‖ que se erige como pauta determinante de la nueva perspectiva que debe informar el sistema. Otra perspectiva adoptó en dicha oportunidad el ministro Petracchi, en su voto individual, al sostener que: "La salvaguarda de los derechos y libertades del menor y la protección especial a que éste es acreedor, con arreglo a la Convención sobre los Derechos del Niño y a la ley 26.061, requiere que los tribunales atiendan al interés superior de aquél, llevando a cabo una supervisión adecuada, lo cual comprende el ejercicio del control de convencionalidad entre las normas jurídicas internas aplicables in concreto y los tratados internacionales enunciados en el art. 75, inciso 22, de la Constitución Nacional, siendo función elemental y notoria de los jueces hacer cesar, con la urgencia del caso, todo eventual menoscabo que sufra el menor, para lo cual dicha supervisión implica una permanente y puntual actividad de oficio" 34. Cuatro años después, y frente a un nuevo caso en el que se encontraban en discusión aspectos directamente involucrados con la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (legitimación de los menores impúberes y su representación en juicio), el Tribunal analizó la citada Convención y citó dictámenes del Comité de los Derechos del Niño –considerándolo ―intérprete autorizado‖-; pero en ningún momento utilizó la expresión ―control de convencionalidad‖ ni, mucho menos, le asignó efectos vinculantes u obligatorios a lo sostenido por el Comité 35. En definitiva, creemos que cuando la Corte nacional hace referencia al control de convencionalidad lo circunscribe a un especial mecanismo de contralor de compatibilidad normativa que involucra solamente al Pacto de San José de Costa Rica y a la jurisprudencia de la Corte IDH que lo interpreta como ―material controlante‖. Interrogantes e inconvenientes que se plantean en torno al control de convencionalidad dentro del sistema constitucional argentino 34 CSJN. García Méndez, Emilio y Musa, María Laura s/causa N° 7537. Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi, La Ley 2008-F, 705). 35 CSJN, in re “P., G. M. y P., C. L. s/ protección de persona”, 27.11.2012, causa P.195.XLVII. 19 Decíamos en el inicio de este trabajo que la coexistencia de los controles de constitucionalidad y de convencionalidad en un mismo sistema jurídico (en este caso, en el sistema argentino) era susceptible de generar evidentes tensiones, conflictos y hasta paradojas o, al menos, razonables dudas en cuanto a la compatibilidad de ambos mecanismos. En ese orden, la propia caracterización del control de convencionalidad que se efectuó en los puntos precedentes genera diversos interrogantes. Uno de ellos viene dado por las razonables dudas de carácter técnico jurídico que surgen de la directa aplicación de criterios interpretativos y de juzgamiento utilizados por el Tribunal supranacional en un ámbito procesal muy diferente como lo es el de los juicios individuales en los que les toca intervenir a los magistrados de los tribunales de los países signatarios. Es casi una obviedad advertir que existe una notoria diferencia entre el ámbito en el que opera el control ―concentrado‖ de convencionalidad, respecto de los ámbitos en donde debe efectuarse el control ―difuso‖ de convencionalidad. Se trata, ciertamente, de dos actividades jurisdiccionales que no resultan fácilmente asimilables entre sí. Explicaba Germán Bidart Campos que la jurisdicción internacional de la CIDH no configura un supuesto de prórroga de la jurisdicción interna argentina atento a que se trata de un Tribunal supraestatal que no sustituye el juzgamiento por los tribunales argentinos y que no implica una instancia de apelación revisora de la previa sentencia argentina. ―La Corte Interamericana no actúa como tribunal de alzada respecto del tribunal argentino que falló en sede interna, ni revisa –por ende- su sentencia. Se trata de un proceso internacional que es independiente del tramitado ante tribunal argentino, o sea de un ‗nuevo juicio‘ distinto del anterior finiquitado en sede interna‖ 36. Explicaba el maestro constitucionalista que ―En primer lugar, lo que la Corte Interamericana decide con fuerza de cosa juzgada versa sobre la interpretación y aplicación de la Convención (…) en orden a establecer si el estado parte ha violado o no un derecho o una libertad contenidos en la misma Convención‖. ―En segundo lugar, si bien es cierto que el Pacto de San José de Costa Rica forma parte de nuestro ordenamiento interno, la Corte 36 BIDART CAMPOS, Germán J., “Manual de la Constitución Reformada”, Bs. As., Ediar, 2001, T. III, págs. 556/557. 20 Interamericana lo interpreta y aplica en cuanto tratado internacional … y cuando verifica y falla que ha sido violado no toma en consideración los mismos argumentos ni la misma ‗materia‘ que han juzgado previamente los tribunales argentinos‖ 37. Concluye que ―Se trata de dos jurisdicciones separadas que no intervienen en un mismo proceso, porque cada una se mueve en su órbita propia, y las respectivas intervenciones no configuran instancias sucesivas de un mismo proceso‖38. Todo ello, claro está, sin dejar de reconocer explícitamente que la sentencia de la Corte Interamericana hace obligatorio su cumplimiento en jurisdicción argentina. Estas diferencias exigen preguntarse si la CIDH puede imponer a los tribunales de los países miembros las reglas procesales de ejercicio del control de convencionalidad. Y la respuesta no es, en modo alguno, sencilla ni lineal a poco que se advierta que a nivel del órgano supranacional se juzga la responsabilidad internacional de los Estados denunciados, con criterios de valoración fáctica y de interpretación normativa específicos de tan especial jurisdicción; mientras que a los magistrados de orden local les toca resolver en función de principios procesales tales como la tutela judicial efectiva y debido proceso, con sus proyecciones en materia de carga probatoria en los ámbitos penal y civil y también en materia de interpretación normativa y control de constitucionalidad. A ello corresponde añadir que el ámbito supranacional de juzgamiento, como quedó expuesto en los párrafos precedentes, por su propia naturaleza y perfil no ha sido concebido como un mecanismo específico de control de legitimidad de normas, siendo tal tarea complementaria y accesoria de la tarea jurisdiccional central y propia del órgano. Importantes opiniones doctrinarias del derecho constitucional argentino se han encargado de resaltar las tensiones que surgen, justamente, de la tendencia de los tribunales internacionales de derechos humanos a expedirse sobre la nulidad de leyes e inaplicabilidad de normas (incluso constitucionales) cuando originariamente habían sido concebidos como una jurisdicción de reparación y no de anulación39. Otro interrogante –que, en rigor, encierra una paradoja- radica en el alcance que la Corte IDH pretende asignarle al control de convencionalidad, en particular, sobre el espectro 37 BIDART CAMPOS, ídem, págs.. 557/558. Ibídem, pág. 559. 39 COLAUTTI, Carlos, “Los Tratados Internacionales y la Constitución Nacional”, Bs. As., La Ley, 1998, pág. 118). 38 21 de normas que estarían sujetas a contralor. Pareciera que, al entender que todo el derecho interno queda comprendido en aquél, el Pacto de San José de Costa Rica -y la propia jurisprudencia del Tribunal- quedarían emplazados en un plano jerárquico superior a la propia Constitución nacional. Ello colisiona directamente con el texto del art. 75 inciso 22 que, justamente, fue la puerta de entrada del Pacto y de la jurisprudencia de la Corte. Cierto es que se encuentra hoy admitido que una Constitución, partiendo de su carácter de norma suprema y fundante de todo el ordenamiento jurídico estatal, pueda decidir equipararse o subordinarse jerárquicamente a una norma de otro tipo, como un Tratado Internacional. La supremacía, de este modo pasa a ser entendida como la capacidad de construir y definir a la pirámide normativa, aunque la propia Constitución no se ubique a sí misma en la cúspide40. Ahora bien, en el caso argentino la mera lectura del artículo 75 inciso 22 revela que la norma constitucional consagra una relación con el derecho internacional de los Derechos Humanos basada en la idea de equiparación y complementariedad. No puede admitirse, desde esta perspectiva, una lógica interpretativa que termine por romper nada menos que la decisión constitucional que fija el modo de articulación entre el derecho constitucional (que regula los derechos fundamentales) y el derecho internacional (fuente regulatoria de los derechos humanos). Por último, un aspecto conflictivo del tema en estudio aparece dado por el hecho de que La Corte IDH, a partir del ya citado caso ―Almonacid Arellano‖ le ha otorgado efectos obligatorios (vinculantes) y erga omnes a sus fallos, aún para los Estados que no han sido parte en el caso que se resuelve. En este punto, coincidimos con Sagües en que la CADH no otorga sustento normativo a dicho criterio, importando, en rigor, esta tesis una interpretación mutativa por adición realizada sobre el Pacto por la Corte Interamericana. Esta perspectiva ha sido también compartida por Alberto Bianchi, al afirmar que ―bajo la CADH, la Corte IDH no puede imponer otra obligación que la de ‗tener en cuenta‘ su jurisprudencia. En efecto, no existe norma alguna en la CADH que le otorgue a la Corte IDH 40 Ver: BARROSO, Fernando, “La supremacía y la reforma constitucional, el problema de los tratados internacionales sobre derechos humanos”, El Derecho, 163-922. 22 poder para imponer a los Estados integrantes del SIDH la obligación de ‗acatar‘ su jurisprudencia bajo pena de incurrir en responsabilidad internacional. Esta responsabilidad solamente surge frente al incumplimiento de los fallos recaídos en los casos en los cuales los Estados son parte. Conforme al artículo 68(1) CADH solamente tales sentencias son obligatorias‖41. En tal sentido también entendemos que la previsión contenida en el artículo 69 del Pacto, en tanto manda ―transmitir‖ a los Estados partes de la Convención el fallo dictado por la Corte resulta más compatible con una obligación de tales estados de ―tener en cuenta‖ esa jurisprudencia antes que con una concreta obligación de acatamiento o con la asignación de carácter ―vinculante‖ a dichos fallos y con el consiguiente alcance ―erga omnes‖. Algunas respuestas tentativas desde la regla de reconocimiento constitucional argentina Entendemos que los interrogantes e inconvenientes descriptos en el punto anterior pueden encontrar razonable y satisfactoria respuesta en las interpretaciones doctrinarias que se han elaborado respecto del sistema normativo argentino posterior a la reforma constitucional de 1994, en particular de la nueva redacción que ostenta el artículo 75 inciso 22 de la Constitución nacional42. En ese orden se ha dicho que ―…a partir de la última reforma constitucional, un conjunto de normas convencionales internacionales ingresan en lo que denominamos fórmula primaria de validez. Dicha fórmula agrupa las normas con mayor jerarquía dentro del sistema, por ello hasta entonces sólo formaban parte de ella las normas constitucionales. La función de 41 BIANCHI, Alberto B. Una reflexión sobre el llamado "control de convencionalidad", ya citado. En particular, el segundo párrafo de esta norma establece: “La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara”. 42 23 este conjunto normativo es determinar tanto los criterios de concordancia material (o sea los contenidos normativos inferiores) como los criterios de concordancia formal (o sea la competencia para la sanción de normas inferiores). En este sentido hablamos de normas básicas de referencia para identificar las normas que habitan en la fórmula primaria de validez‖ (…) ―Dentro de esta lógica, son válidas jurídicamente en el ordenamiento argentino sólo las normas que resulten concordantes, material y formalmente, con las apuntadas normas básicas de referencia‖. Y ―En nuestro ordenamiento jurídico la fórmula primaria de validez presenta un carácter mixto, es decir está formada no sólo por normas constitucionales sino por normas foráneas —las citadas normas convencionales internacionales con jerarquía constitucional—, lo cual potencia su naturaleza heterogénea. Por lo tanto, una norma jurídica es válida en el orden jurídico argentino siempre que no se oponga tanto al articulado constitucional como al articulado de los instrumentos internacionales que comparten su jerarquía‖43. Creemos que esta descripción efectuada por Pizzolo caracteriza impecablemente al marco normativo referencial necesario para cotejar la validez del derecho infraconstitucional y nos muestra su particular composición. Ahora bien, ello no resulta suficiente en orden a demostrar el modo de funcionamiento de ese bloque normativo dotado de supremacía que condiciona la validez tanto formal como sustancial de todo el resto del sistema jurídico argentino. En orden a la construcción de un enfoque técnico constitucional de tal cuestión, considero preciso partir de entender que el conjunto normativo dotado de supremacía en nuestro sistema no identifica ni presupone relación jerárquica alguna entre el sistema de derechos fundamentales establecido en el texto de la constitución formal y el sistema de derechos humanos que delinean los distintos tratados individualizados en el artículo 75 inciso 22 (más los que con posterioridad el Congreso de la Nación ha ―jerarquizado‖) 44. 43 PIZZOLO, Calogero , “La validez jurídica en el ordenamiento argentino. El Bloque de Constitucionalidad Federal”, LA LEY, 2006-D, 1023. 44 Coincidimos en este punto con la opinión vertida por Andrés Gil Domínguez en su obra “La regla de reconocimiento constitucional argentina. Art. 75, inc. 22 CN. Doctrina. Jurisprudencia”, Bs. As., Ediar, 2007 (pág. 43) en cuanto a que “En principio, no existen jerarquías normativas apriorísticas, sino que la base de partida es la igualdad jerárquica de todas las normas” –con referencia a la fuente constitucional interna y la fuente internacional-. 24 Siguiendo similar orientación, Adelina Loianno habla de una exigencia de ―complementación‖ entre lo constitucional y lo convencional45 lo cual descarta, por lógica, la idea de jerarquía o prevalencia de una órbita sobre la otra. Víctor Bazán, por su parte, explica que la dinámica actual ―…impone como premisa irrecusable a los magistrados constitucionales en la dimensión interna acometer sus labores de interpretación de las fuentes subconstitucionales de conformidad con la Constitución y el derecho internacional de los derechos humanos, lo que involucra la exigencia de tomar en cuenta los pronunciamientos de la Comisión y la Corte Interamericanas‖. Y agrega que ―Tal mandato de interpretación conforme a aquellas fuentes jurídicas debe ser leído no en términos de una vinculación jerárquica, sino en función del deber de decantarse por la interpretación de la norma más favorable y efectiva hacia la protección de los derechos, garantías y libertades (principio pro persona o favor libertatis), en la línea de sentido del art. 29 de la CADH‖46. Dicha norma también es invocada por Loianno para afirmar que la ―complementación‖ sólo puede interpretarse ―en el marco del artículo 29 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos por ser el que impone la regla máxima de interpretación a que debe sujetarse un conflicto normativo entre la Constitución (derecho interno), la Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros tratados internacionales de igual naturaleza‖47. Las opiniones recién citadas nos bridan un claro indicio acerca del sentido en que debe orientarse la actividad del operador del sistema a la hora de construir las reglas para evaluar la validez del derecho infraconstitucional. Mas, somos de la idea de que quien expresa con mayor claridad el modo en que tal operación se efectúa es el doctrinario argentino Andrés Gil Domínguez. Partiendo de la realidad normativa representada por el artículo 75 inciso 22 de la Constitución nacional este autor, tomando desarrollos de Hart, elabora la noción de ―regla de reconocimiento constitucional‖. 45 LOIANNO, Adelina, op. cit., pág. 117. BAZÁN, Víctor, “Control de convencionalidad, tribunales internos y protección de los derechos fundamentales”, cit., pág. 4. 47 LOIANNO, ibídem. 46 25 Explica que ―La regla de reconocimiento constitucional se estructura a partir de la combinación de una fuente interna (el texto constitucional) y una fuente externa (ius cogens, Tratados internacionales, costumbre internacional) en donde cada una presenta un espectro de validez propio‖48. Y, posteriormente, concluye que ―A partir de la reforma constitucional de 1994, la fuente interna (la Constitución) y la fuente externa (los Instrumentos Internacionales sobre Derechos Humanos con jerarquía constitucional originaria y derivada) confluyen en la regla de reconocimiento con idéntica jerarquía normativa‖49. Es regla porque configura un espacio normativo determinado. Es de reconocimiento porque previa a ser aplicada reconoce las condiciones de validez de la fuente externa y, mediante la aplicabilidad, combina dicho producto normativo con el de la fuente interna estableciendo el parámetro de validez de las normas inferiores. Es constitucional porque se reconoce suprema y de aplicación directa50. Sentada, de tal modo, la idea basal de la regla de reconocimiento constitucional, el autor propone una metodología para solucionar eventuales conflictos entre las distintas normas que confluyen en dicha regla. Así, para el supuesto de colisión entre las mencionadas fuentes, considera que mediante el mecanismo de la ponderación debe establecerse una relación de preferencia condicionada utilizándose como patrones hermenéuticos los principios pro homine y favor debilis51. En tales condiciones, conforme a la citada técnica aplicada a las concretas circunstancias de cada caso, prevalecerá la norma internacional (de cualquiera de los instrumentos a los que se les ha otorgado jerarquía constitucional) o la norma constitucional interna, según provean la solución más favorable a la persona humana, a sus derechos, y al sistema de derechos en sentido institucional, u otorguen consideración prelatoria a los derechos de quien, en una relación jurídica desigual, enfrenta a una posición dominante o más fuerte que la suya. 48 GIL DOMINGUEZ, Andrés “La regla de reconocimiento constitucional argentina. Art. 75, inc. 22 CN. Doctrina. Jurisprudencia”, Bs. As., Ediar, 2007, pág. 43. 49 GIL DOMINGUEZ, Andrés, ídem, pág. 76. 50 GIL DOMINGUEZ, Andrés, “Escritos sobre neoconstitucionalismo”, Bs. As., Ediar, 2009, pág. 106. 51 GIL DOMINGUEZ, Andrés, “La regla de reconocimiento constitucional argentina. Art. 75, inc. 22 CN. Doctrina. Jurisprudencia”, Bs. As., Ediar, 2007, pág. 76. 26 Lo hasta aquí expuesto permite sostener que en el sistema jurídico argentino los jueces deben hacer aplicación tanto de las normas de la Constitución formal como también de los principales tratados internacionales sobre Derechos Humanos a la hora de resolver los conflictos individuales que llegan a su conocimiento. Pero tal tarea jurisdiccional viene impuesta como un imperativo emanado de la propia Constitución, de la propia norma suprema que elaboró un particular criterio ordenador de fuentes desde la reforma constitucional de 1994. Y dicha actividad consiste nada más y nada menos que en llevar adelante el control de constitucionalidad de las normas de jerarquía infraconstitucional que integran el sistema. En otras palabras, cuando los jueces locales hacen aplicación de los distintos Tratados (no sólo de la CADH) y acuden a la interpretación de los órganos internacionales de aplicación y juzgamiento no hacen otra cosa que poner en funcionamiento el control jurisdiccional de constitucionalidad conforme a las pautas y criterios específicos que lo caracterizan; pero, claro está, adecuado a la compleja realidad que se configura a partir de la jerarquización constitucional de los instrumentos internacionales de protección de los Derechos Humanos. Y, lo que es más importante aún, tal estado de cosas rige en Argentina con bastante anterioridad a que la Corte Interamericana formulara de modo plenario su tesis sobre el control de convencionalidad en el caso ―Almonacid Arellano‖. De las premisas hasta aquí identificadas se desprenden ciertos razonamientos que resultan lógica consecuencia de aquéllas. En ese orden, creemos que la regla de reconocimiento constitucional argentina brinda a los jueces una herramienta no solo eficaz sino, y principalmente, mucho más acorde a los parámetros procesales que enmarcan su actividad jurisdiccional. De esa forma se evita una desnaturalización de la función específica asignada a los magistrados judiciales y se superan los problemas que puede generar el trasplante artificial y forzado de mecanismos propios de otros sistemas de juzgamiento que responden a finalidades, en principio, diferentes. Por otro lado, la adopción de la regla de reconocimiento constitucional permite superar las dificultades que pueden surgir a raíz de la yuxtaposición (o, más bien, superposición) de controles. Es que el mecanismo propuesto se resume en un único control basado en la armonización de las distintas normas dotadas de supremacía y en la adopción de particulares técnicas de superación de las eventuales colisiones que puedan surgir. 27 Y, por las mismas razones, tampoco se generan conflictos de jerarquía entre los distintos conjuntos de normas que integran el bloque de constitucionalidad (esto es, el constitucional y el convencional). Finalmente, la regla de reconocimiento permite recepcionar la jurisprudencia internacional sin necesidad de incurrir en interpretaciones forzadas de los textos de las convenciones. En tal sentido, el propio Gil Domínguez se ha encargado de aclarar que "Cuando una regla de reconocimiento constitucional desde la supremacía de su Constitución ‗invita‘ a una fuente externa conformada por los Instrumentos Internacionales sobre derechos humanos respetando su lógica de funcionamiento, el espacio normativo que sirve como parámetro de validez de las normas inferiores es habitado por el control de constitucionalidad (proveniente de la fuente interna) y el control de convencionalidad (proveniente de la fuente externa)" 52. Ello significa que la regla de reconocimiento constitucional comprende a los dos controles y, por lo tanto, también abre una puerta de entrada a la jurisprudencia internacional. Sin perjuicio de ello, también puede señalarse que aún antes de que la Corte Interamericana sentara su posición en el caso ―Almonacid Arellano‖ la Corte Suprema de Justicia argentina venía delineando criterios que daban marco a la recepción de la jurisprudencia internacional. Poco después de la entrada en vigencia de la reforma constitucional de 1994, el Alto Tribunal comenzó a interpretar cuál era el significado de la expresión "condiciones de su vigencia" inserta en el artículo 75 inc. 22 de la Constitución reformada, relacionándola con los instrumentos emitidos por los órganos de control de los tratados. El primero de estos antecedentes tuvo lugar en 1995 en el caso "Giroldi" 53, allí la CSJN dijo que la expresión "condiciones de su vigencia" significaba: "...tal como la Convención citada efectivamente rige en el ámbito internacional y considerando particularmente su efectiva aplicación jurisprudencial por los tribunales internacionales competentes para su interpretación y aplicación‖. ―De ahí que la aludida jurisprudencia deba 52 Pero sin dejar de advertir que pueden generarse tensiones estructurales sobre los alcances del control emergente de la regla. Vid. GIL DOMINGUEZ, Andrés,” Escritos sobre Neoconstitucionalismo”, Ediar, Buenos Aires, 2010, p. 116. 53 LA LEY, 1995-D, 462. 28 servir de guía para la interpretación de los preceptos convencionales en la medida en que el Estado Argentino reconoció la competencia de la Corte Interamericana para conocer en todos los casos relativos a la interpretación y aplicación de la Convención Americana (confr. arts. 75, Constitución Nacional, 62 y 64 Convención Americana y 2°, ley 23.054)". El fallo se refería a una opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos elaborada para un Estado distinto a nuestro país, es decir, no se trataba de una sentencia de la Corte Interamericana. Con posterioridad, en el caso "Bramajo" 54, la CSJN reiteró que los instrumentos elaborados por estos organismos deben servir de guía, parafraseando lo que ella misma había dicho en "Giroldi": "De ahí que la opinión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos debe servir de guía para la interpretación de los preceptos convencionales en la medida en que el Estado argentino reconoció la competencia de aquélla para conocer en todos los casos relativos a la interpretación y aplicación de la Convención Americana, art. 2° de la ley 23.054". Los dos fallos mencionados revelan la existencia de una tendencia (fortalecida en muchos pronunciamientos posteriores) que termina otorgándole a la jurisprudencia de la Corte Interamericana el carácter de ―insoslayable pauta de interpretación‖ 55. En definitiva, todo ello termina demostrando, a nuestro criterio, que la recepción de la jurisprudencia internacional encuentra fundamento más sólido en el artículo 75 inciso 22 de nuestra Constitución (materialización de la regla de reconocimiento constitucional argentina) que en diversas normas de las Convenciones y Tratados internacionales. Conclusión El control de convencionalidad, como se advierte a poco que se lean las distintas intervenciones de García Ramírez en sus votos razonados dentro de la Corte IDH, surge como respuesta frente a la necesidad de consolidar entre los países signatarios de la CADH la idea de que los derechos allí consagrados rigen y son plenamente exigibles en el ámbito interno. 54 55 LA LEY, 1996-E, 409. CSJN, in re “Videla”, ya citado. 29 Tiende, lógicamente, a superar la visión de que el derecho internacional de los Derechos Humanos opera sólo en el plano externo, en el ámbito de las relaciones entre Estados, a diferencia del resto de las normas del ordenamiento estatal que operarían en el ámbito interno. Dicha intención es en sí, y obviamente, plausible y compartible sin reserva alguna. Mas, también se debe tener en cuenta que dicha idea fuerza resulta necesaria y también funcional en aquellos ordenamientos que le otorgan una jerarquía normativa inferior o ―subordinada‖ a los instrumentos internacionales protectorios de los Derechos Humanos. En el ordenamiento argentino, la situación es, por mucho, diferente y, en ese marco específico, la doctrina del control de convencionalidad, como quedó demostrado, puede hasta parecer sobreabundante. Metafóricamente, en nuestro sistema constitucional puede llegar a representarse como una especie de ―quinta rueda del carro‖. En nuestra opinión, la adopción de la regla de reconocimiento constitucional argentina termina resultando mucho más eficaz y adecuada técnicamente para poder efectuar un control de la validez de la normativa infraconstitucional y, consecuentemente, para asegurar en el plano jurídico un efectivo respeto por los Derechos Humanos. Esta última referencia resume, claramente, la finalidad primordial que se busca con las construcciones teóricas aquí analizadas. Se trata, en definitiva, de encontrar las herramientas más adecuadas y funcionales para asegurar la protección de los derechos fundamentales y de los derechos humanos, lo cual, lógicamente, redundará en beneficio de la consolidación de la democracia, del Estado Constitucional y de la preservación de la dignidad humana. 30 BIBLIOGRAFÍA ALBANESE, Susana, ―La internacionalización del derecho constitucional y la constitucionalización del derecho internacional‖, en ―El Control de Convencionalidad‖, Bs. 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SAGÜÉS, Néstor P., ―El control de convencionalidad, en particular sobre las constituciones nacionales‖, LA LEY2009-B, 761 * Profesor Adjunto de ―Derecho Constitucional 1‖ y ―Derecho Constitucional 2‖ en la Facultad de Derecho de la U.N.R. Profesor titular de ―Estructura Jurídica del Estado‖ en la Facultad de Ciencia Política y RR II de la UNR. Abogado especialista en Justicia Constitucional y Procesos Constitucionales – Facultad de Derecho, Universidad de Castilla-La Mancha. Juez de Primera Instancia de Distrito en lo Civil y Comercial N° 5 de Rosario. 32