Alfonso XIII y la crisis de la Restauración.

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Historia 2º Bachillerato
Textos.- La crisis de la Restauración
“Ley de Jurisdicciones” de 23 de marzo de 1906
“Art. 2º. Los que de palabra, por escrito, por medio de la imprenta, grabado,
estampas, alegorías, caricaturas, signos, gritos o alusiones, ultrajaren a la nación, a
su bandera, himno nacional u otro emblema de su representación, serán castigados
con la pena de prisión correccional.
En la misma pena incurrirán los que cometan iguales delitos contra las regiones,
provincias, ciudades y puertos de España y sus banderas o escudos.
Art. 3º. Los que de palabra o por escrito, por medio de la imprenta, grabado u otro
medio mecánico de publicación, en estampas, alegorías, caricaturas, emblemas o
alusiones injurien u ofendan clara o encubiertamente al Ejército o a la Armada o a
instituciones, armas, clases o cuerpos determinados del mismo, serán castigados
con la pena de prisión correccional”.
Colección legislativa del Ejército, 1906.
pp. 81-85 (cfr. Mª Carmen García-Nieto, Javier Donézar y
Luis López Puerta, Crisis del sistema canovista, 1898-1923,
Vol. 5 de Bases documentales de la España contemporánea,
Madrid, Guadiana, 1972, pp. 160-161)
Un discurso de Maura en un debate parlamentario de junio de 1901
"La realidad es ésta: la inmensa mayoría del pueblo español está abstenida, no
interviene para nada en la vida pública; de los que quedan, eliminad las
muchedumbres socialistas, anarquistas y libertarias que están sobre el horizonte,
en el firmamento, pero forman otra constelación y nada tienen que ver con este
sistema parlamentario. De los que quedan restad las masas carlistas y las masas
republicanas de todos los matices; id contando mentalmente lo que os queda,
subdividirlo entre fracciones gobernantes, y decirme la fuerza verdadera que le
queda en el país a cada una , la fuerza que representa cada organismo gobernante,
con su mayoría, con su voto decisivo, con la acción y la dirección que ejerce en los
negocios de la nación. Ésta es la realidad, se pueden presenciar los hechos que
estamos viendo, las pruebas, a veces lamentables, a veces asombrosas, del absoluto
divorcio, de la falta de trato y comunicación entre el Gobierno y el pueblo."
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Cfr. Gabriel Maura y Melchor Fernández Almagro, Por qué
cayó Alfonso XIII. Evolución y disolución de los partidos
históricos durante su reinado, Madrid, Ambos Mundos,
1948, pp. 37-38
.
Proclama de la asamblea obrera de Tarrasa de julio de 1909
"Considerando que la guerra es una consecuencia fatal del régimen de
producción capitalista; considerando, además, que, dado el sistema español de
reclutamiento del ejército, sólo los obreros hacen la guerra que los burgueses
declaran.
La asamblea protesta enérgicamente:
1. Contra la acción del Gobierno español en Marruecos.
2. Contra los procedimientos de ciertas damas de la aristocracia, que insultaron el
dolor de los reservistas, de sus mujeres y de sus hijos, dándoles medallas y
escapularios, en vez de proporcionarles los medios de subsistencia que les
arrebatan con la marcha del jefe de familia.
3. Contra el envío a la guerra de ciudadanos útiles a la producción y, en general,
indiferentes al triunfo de la cruz sobre la media luna, cuando se podrían formar
regimientos de curas y de frailes que, además de estar directamente interesados en
el éxito de la religión católica, no tienen familia, ni hogar, ni son de utilidad alguna
al país.
4. Contra la actitud de los diputados republicanos que ostentando un mandato del
pueblo no han aprovechado su inmunidad parlamentaria para ponerse al frente de
las masas en su protesta contra la guerra.
Y compromete a la clase obrera a concentrar todas sus fuerzas, por si se hubiera de
declarar la huelga general para obligar al gobierno a respetar los derechos que
tienen los marroquíes a conservar intacta la independencia de su patria.”
Texto redactado por el periodista y dirigente socialista
Antonio Fabra i Ribas (cfr. Joan Connally Ullmann, La
Semana Trágica, Barcelona, Planeta, 1972, p.313.
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La “ley del candado”
“Don Alfonso XIII, por la gracia de Dios y la Constitución, Rey de España. A todos
los que la presente vieren y entendieren, sabed que las Cortes han decretado y Nos
sancionado lo siguiente:
ARTÍCULO ÚNICO: No se establecerán nuevas Asociaciones pertenecientes a
Órdenes o Congregaciones religiosas canónicamente reconocidas, sin la
autorización del Ministerio de Gracia y Justicia consignada en Real Decreto, que se
publicará en la ‘Gaceta de Madrid’, mientras no se regule definitivamente la
condición jurídica de las mismas.
No se concederá dicha autorización cuando más de la tercera parte de los
individuos que hayan de formar la nueva Asociación sean extranjeros.
Si en el plazo de dos años no se publica la nueva ley de Asociaciones, quedará sin
efecto la presente ley.
Por tanto: Mandamos a todos los Tribunales, justicias, jefes, Gobernadores y demás
autoridades, así civiles como militares y eclesiásticas, de cualquier clase y
dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar la presente Ley en
todas sus partes.
Yo El Rey El Presidente del consejo de Ministros, José Canalejas “.
Gaceta de Madrid, nº 362, 28 de diciembre de 1910.
La asamblea de los parlamentarios catalanes (5 de julio de 1917)
“Seguidamente se dio lectura a las dos proposiciones presentadas (…). La segunda
proposición la firmaban los señores (…). En ella se proponía:
Primero: Proclamar la necesidad de organizar un régimen de amplia autonomía
administrativa de todos los municipios para que puedan desenvolverse con
libertad y respondan a sus fines naturales.
Segundo: Proclamar asimismo la necesidad de organizar un régimen de amplia
autonomía administrativa de las demás regiones españolas que contribuya al
desenvolvimiento de todos sus elementos componentes, sin mengua de la unidad
nacional.
Tercero: Declarar que el Parlamento español debe reunirse cuanto antes para dar
efectividad legal a las anteriores conclusiones y resolver los demás problemas
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planteados actualmente. En consecuencia, esperan que el Gobierno, compenetrado
con este deseo, hará la convocatoria en el momento que a su juicio las
circunstancias lo consientan”.
ABC, Madrid, 7 de julio de 1917. En LACOMBA, J. A. La crisis española de 1917.
Madrid, Ciencia Nueva, 1970, pp. 450-451).
El manifiesto de la huelga general de 1917
"A los obreros y a la opinión pública. Ha llegado el momento de poner en práctica,
sin vacilación alguna, los propósitos anunciados por los representantes de la Unión
General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo en el manifiesto
suscrito por estos organismos en el mes de marzo último.
Durante el tiempo transcurrido desde esa fecha hasta el momento actual, la
afirmación hecha por el proletariado al demandar como remedio a los males que
padece España un cambio fundamental de régimen político, ha sido corroborada
por la actitud que sucesivamente han ido adoptando importantes organismos
oficiales, desde la enérgica afirmación de la existencia de las Juntas de Defensa del
Arma de Infantería, frente a los intentos de disolución de esos organismos por los
Poderes públicos, hasta la Asamblea de Parlamentarios celebrada en Barcelona el
día 19 de julio, y la adhesión a las conclusiones de esa Asamblea de numerosos
ayuntamientos, que dan público testimonio de las ansias de renovación que existen
en todo el país. Durante los días fabulosos en los cuales se han producido todos
estos acontecimientos, el proletariado español ha dado pruebas de serenidad y
reflexión, que tal vez hayan sido interpretadas por las oligarquías que detentan el
poder como manifestaciones de falta de energía y de incomprensión de la
gravedad de las circunstancias actuales (...).
Pedimos la constitución de un Gobierno Provisional que asuma los poderes
ejecutivo y moderador, y prepare... la celebración de elecciones sinceras de unas
Cortes Constituyentes que aborden, en plena libertad, los problemas
fundamentales de la Constitución política del país. Mientras no se haya conseguido
este objeto, la organización obrera española se halla absolutamente decidida a
mantenerse en su actitud de huelga (...).
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Textos.- La crisis de la Restauración
Madrid, 12 de agosto de 1917. Por el Comité Nacional de UGT, Francisco Largo
Caballero, vicepresidente, Daniel Anguiano, vicesecretario. Por el Comité Nacional
del PSOE, Julián Besteiro, vicepresidente, Andrés Saborit, vicesecretario".
Manifiesto de la huelga general de 1917.
La posición del Rey en vísperas del golpe
“Parece claro que lo que indujo al rey Alfonso a coquetear con una «solución»
extraparlamentaria fue la resurrección del parlamentarismo español más bien que
su degeneración. El debate público sobre las responsabilidades y la propaganda
antialfonsina de los socialistas no podía dejar de convertirse en un engorro
insoportable para el monarca. La proyectada sesión de las Cortes del 2 de octubre
de 1923 para ocuparse del informe de la Comisión de responsabilidades, que
suponía que iba a incriminar al mismo rey, constituía para él una pesadilla. Y ésta
fue presumiblemente la razón de que los pronunciados se apoderaran
precipitadamente de los archivos de la Comisión Picasso a la mañana siguiente del
golpe [...]
Pero la rebelión popular en favor de la deseada dictadura real no se producía y
Alfonso tuvo que cultivar los procedimientos anticonstitucionales tradicionales [ ...
] Un mes más tarde, el rey confesó abiertamente a Antonio Maura que estaba
dispuesto a dar personalmente un golpe. No es extraño, pues, que los futuros
gobiernos vieran en el rey un cómplice en potencia de sus planes para derribar el
sistema parlamentario. ¿Cómo podría explicarse, si no, la extraña reunión entre el
monarca y los futuros golpistas, durante la cual los últimos informaron al primero
de sus planes, diez días antes de levantarse en armas?”.
Ben-Ami, Shlomo (1983): La Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930, Madrid,
Planeta, p. 29.
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Manifiesto del golpe de Estado de septiembre de 1923
«Al país y al Ejército:
Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado
(porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin
interrupción la vida española) de recoger las ansias, de atender el clamoroso
requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que
libertarla de los profesionales de la política, de los que por una u otra razón nos
ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y
amenazan a España con un próximo fin trágico y deshonroso. La tupida red de la
política de concupiscencias ha cogido en sus mallas, secuestrándola, hasta la
voluntad real. Con frecuencia parecen pedir que gobiernen los que ellos dicen no
dejan gobernar, aludiendo a los que han sido su único —aunque débil— freno, y
llevaron a las leyes y costumbres la poca ética sana, el tenue tinte de moral y
equidad que aún tienen; pero en la realidad se avienen fáciles y contentos al turno
y al reparto, y entre ellos mismos designan la sucesión.
Pues bien, ahora vamos a recabar todas las responsabilidades y a gobernar
nosotros u hombres civiles que representen nuestra moral y doctrina. Basta ya de
rebeldías mansas, que, sin poner remedio a nada, dañan tanto y más a la disciplina
que está recia y viril a que nos lancemos por España y por el Rey.
Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente
caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la
patria preparamos. Españoles: ¡Viva España y viva el Rey!
No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano demanda e impone.
Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes de la autoridad, patronos,
capataces y obreros; audaces e impunes atracos; depreciación de la moneda;
francachela de millones de gastos reservados; sospechosa política arancelaria [...]
porque quien la maneja hace alarde de descocada inmoralidad; rastreras intrigas
políticas tomando por pretexto la tragedia de Marruecos; incertidumbre ante este
gravísimo problema nacional; indisciplina social, que hace al trabajo ineficaz y
nulo, precaria y ruinosa la producción agraria e industrial; impune propaganda
comunista; impiedad e incultura; justicia influida por la política; descarada
propaganda separatista [...].»
ABC, 14-IX-1923
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Textos.- La crisis de la Restauración
El error Berenguer
“El Estado tradicional, es decir, la Monarquía, se ha ido formando un surtido de
ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente
pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar,
que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los deberes
civiles, que son informales, que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas,
presentan una epidermis córnea.
He aquí los motivos por los cuales el Régimen ha creído posible también en esta
ocasión superlativa responder, no más que decretando esta ficción: Aquí no ha
pasado nada. Esta ficción es el Gobierno Berenguer.
Pero esta vez se ha equivocado. Este es el error Berenguer. Al cabo de diez meses,
la opinión pública está menos resuelta que nunca a olvidar la «gran viltà» que fue
la Dictadura. El Régimen sigue solitario, acordonado como leproso en lazareto. No
hay un hombre hábil que quiera acercarse a él […].
Y no vale oponer a lo dicho que el advenimiento de la Dictadura fue inevitable y,
en consecuencia, irresponsable. No discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya
hablaremos de ellas otro día, porque, en verdad, está aún hoy el asunto
aproximadamente intacto. Para el razonamiento presentado antes la cuestión es
indiferente. Supongamos un instante que el advenimiento de la dictadura fue
inevitable. Pero esto, ni que decir tiene, no vela lo más mínimo el hecho de que sus
actos después de advenir fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de
lesa patria, de lesa historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el
Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho:
Hemos padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión
civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado.
No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!
Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con la desastrosa situación, sino todo
lo contrario […].Busca a alguien que se encargue de la ficción, que realice la política
del «aquí no ha pasado nada». Encuentra sólo un general amnistiado.
Este es el error Berenguer de que la historia hablará.
Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo;
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nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes
tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe!
¡Reconstruidlo!
Delenda est Monarchia.- José Ortga y Gasset.
El Sol, 15 de noviembre de 1930.
El Pacto de San Sebastián
«En el domicilio social de la Unión Republicana, bajo la presidencia de don
Fernando Sasiaín, se reunieron esta tarde don Alejandro Lerroux y don Manuel
Azaña, por la Alianza Republicana; don Marcelino Domingo, don Álvaro Albornoz
y don Ángel Galarza, por el Partido Republicano Radical-Socialista, y don Niceto
Alcalá Zamora y don Miguel Maura por la Derecha Liberal Republicana; don
Manuel Carrasco Formiguera, por Acció Catalana; don Matías Mallol Bosch, por la
Acción Republicana de Catalunya; don Jaime Aiguadé, por “Estat Catalá”, y don
Santiago Casares Quiroga, por la Federación Republicana Gallega, entidades que
juntamente con el Partido Federal Español -el cual, en espera de acuerdo de su
próximo Congreso, no puede enviar ninguna delegación- integran la totalidad de
los elementos republicanos del país.
A esta reunión asistieron también, invitados con carácter personal, don Felipe
Sánchez Román, don Eduardo Ortega y Gasset y don Indalecio Prieto, no habiendo
podido concurrir don Gregorio Marañón por hallarse ausente en Francia, y de
quien se leyó una entusiasta carta de adhesión [...].
Examinada la actual situación política, todos los representantes concurrentes
llegaron, en la exposición de sus peculiares puntos de vista, a una perfecta
coincidencia, la cual quedó inequívocamente confirmada en la unanimidad con que
se tomaron las diversas resoluciones adoptadas.
La misma absoluta unanimidad hubo al apreciar la conveniencia de gestionar
rápidamente y con ahínco la adhesión de las demás organizaciones políticas y
obreras, que en el acto previo de hoy no estuvieron representadas, para la finalidad
concreta de sumar su poderoso auxilio a la acción que, sin desmayos, pretenden
emprender conjuntamente las fuerzas adversas al actual régimen político».
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Nota facilitada a la prensa por Indalecio Prieto (cfr. Miguel
Maura, Así cayó Alfonso XIII, México D.F., 1962, pp. 78-79).
La CNT, enero de 1911
“Compañeros: ¡Salud!
La burguesía, heredera de los privilegios de casta que en los bochornosos tiempos
pasados han existido, impone por la fuerza el régimen brutal de la explotación del
hombre por el hombre, sin que valgan razones, por lógicas que éstas sean, para
hacerla desistir del absurdo e irracional sistema económico que actualmente
trastorna y divide a los humanos seres en dos clases irreductibles de explotados y
explotadores...
Cumplida la misión histórica que en el curso de la evolución humana tenía
asignada, la burguesía ha llegado a los límites de su ocaso; y su extinción es
necesaria, porque en el concierto de los valores sociales es un factor negativo.
El proletariado se prepara, concretando y afirmando su personalidad, para cumplir
con la alta misión que los tiempos modernos le imponen, y aunque muy
trabajosamente, por los obstáculos que le impone la burguesía se adapta los
conocimientos necesarios para la gran obra, y como, genuino representante del
progreso implantará las soluciones que la ciencia sociológica aconseja para exaltar
la personalidad humana al summun de la perfección concebida...
La constitución de la acordada “Confederación Nacional del Trabajo Solidaridad
Obrera”, puede hacer posible esta necesaria labor, finalidad y esperanza que
animaba a los representantes del proletariado congregados en el Palacio de Bellas
Artes, al emitir su voto favorable a la creación del nuevo organismo...
Para que dicha Confederación Nacional responda a los fines para que fue creada,
este Consejo ha acordado lo siguiente...
Y por último, que todas las Confederaciones Regionales formen un organismo
nacional, que logre los mismos efectos respecto a las organizaciones regionales, que
éstas con respecto a las comarcales; es decir, que unifique los esfuerzos de todas las
regiones, dando carácter general a la actuación social y regional, y la
“Confederación Nacional del Trabajo Solidaridad Obrera”, nacida de la unión de
todas las regiones, cuando sea posible y oportuno, busque el modo de unirse con
los demás organismos obreros nacionales de todos los países, entrando a formar
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parte de una Asociación mundial que permita internacionalizar la propaganda
liberadora y sea posible, unidos los esfuerzos de todos los luchadores, precipitar la
emancipación total de todos los explotados en general.
En resumen: Todos los Sindicatos obreros deben federarse en la Federación de su
comarca respectiva.
Las Federaciones comarcales, integrarán la Confederación Regional.
Y todas las Confederaciones Regionales se agruparán en una extensa y potente
organización nacional que abarque todas las regiones que existan en la nación...”.
Manifiesto a las Entidades obreras. En Solidaridad Obrera, Barcelona 13 de enero
de 1911.
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