D Andrés Mombrú Ruggiero1 amombru56@yahoo.com.ar Resumen La epistemología ha sido tenida como la ciencia de la ciencia sin más. En esta idea, inocua a primera vista, se esconde una intención de colonizar la disciplina con una impronta que pretende significarla como una actividad que tiene por objeto establecer los parámetros de legitimidad de la investigación científica. Sin embargo, entendemos que la epistemología es un campo de luchas del que participan otras formas de entender a esta disciplina y en consecuencias no se encuentra sujeta a una única definición. Tal problema nos lleva a reflexionar sobre el estatus epistemológico de la epistemología y sus características particulares que la diferencian pero al mismo tiempo la relacionan de manera diversa con la filosofía, la filosofía de la ciencia, la metafísica y la ética. Palabras clave: filosofía de la ciencia – historia de la ciencia – metafísica – ética Abstract Epistemology has been considered as the science of the science, without further ado. In this idea, innocuos at first glance, an intention to colonize the discipline with an imprint that tries to mean it as an activity which aims to establish the parameters of legitimacy of scientific research is hiding. However, we consider that philosophy of science is a battle field in which other ways of understanding the discipline takes place and, thus, it is not fixed to a single definition. Such a problem leads us to reflect on the epistemological status of philosophy of science and its particular characteristics that differentiate it but, at the same time, interact in different ways with philosophy of science, metaphysics and ethics. Key words: philosophy of science – history of science – metaphysics – ethics Como parte de la lucha por espacios o totalidades del campo de la ciencia, cada concepción epistemológica se atribuye la potestad de dictaminar que es y cómo debe entenderse no solo la ciencia, sino también la epistemología. Esto expresa una estrategia de poder, definir una actividad con los propios parámetros para excluir a quienes no los cumplan. El 1 >ŝĐĞŶĐŝĐĂĚŽĞŶ&ŝůŽƐŽİĂ͕ƐƉĞĐŝĂůŝƐƚĂLJDĂŐŝƐƚĞƌĞŶDĞƚŽĚŽůŽŐşĂĚĞůĂ/ŶǀĞƐƟŐĂĐŝſŶŝĞŶơĮĐĂ͕ŽĐƚŽƌ ĞŶ&ŝůŽƐŽİĂ͘ŽŽƌĚŝŶĂĚŽƌĂĐĂĚĠŵŝĐŽĚĞůĂƐƉĞĐŝĂůŝnjĂĐŝſŶLJůĂDĂĞƐƚƌşĂĞŶDĞƚŽĚŽůŽŐşĂĚĞůĂ/ŶǀĞƐƟŐĂĐŝſŶŝĞŶơĮĐĂ͕ƟƚƵůĂƌĚĞů^ĞŵŝŶĂƌŝŽĚĞdĞƐŝƐLJĚĞ>ſŐŝĐĂƉůŝĐĂĚĂĂůĂ/ŶǀĞƐƟŐĂĐŝſŶĞŶĚŝĐŚĂŵĂĞƐƚƌşĂ͕ĚĞ/ŶƚƌŽĚƵĐĐŝſŶĂůWĞŶƐĂŵŝĞŶƚŽŝĞŶơĮĐŽLJĚĞƉŝƐƚĞŵŽůŽŐşĂĞŶĞůŽĐƚŽƌĂĚŽĞŶƉŝƐƚĞŵŽůŽŐşĂ ĚĞůĂhŶŝǀĞƌƐŝĚĂĚEĂĐŝŽŶĂůĚĞ>ĂŶƷƐ;hE>ĂͿ͘WƌŽĨĞƐŽƌƐŽĐŝĂĚŽĂĐĂƌŐŽĚĞůĂĐĄƚĞĚƌĂĚĞDĞƚŽĚŽůŽŐşĂ ĚĞůĂƐŝĞŶĐŝĂƐ^ŽĐŝĂůĞƐ͕ĚĞůĂhŶŝǀĞƌƐŝĚĂĚĚĞƵĞŶŽƐŝƌĞƐ;hͿ 5 erspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 problema del conocimiento y de su fundamentación racional se encuentra presente desde el comienzo mismo de la filosofía. El término episteme, (™pistºmh) del que deriva el concepto de epistemología, tiene la particularidad de poseer, al mismo tiempo, connotaciones muy remotas y muy recientes. Los griegos de entre los siglos VI y II a. de C. no sólo fundaron la filosofía, sino también las primeras formas de ciencia. Todavía perdura con gran predicamento entre los científicos, lo sepan o no, el concepto platónico de que la episteme es una forma de creencia verdadera fundada, claramente diferenciada de las que no lo estarían y pertenecen al terreno de la doxa (EPYB) que no necesariamente deberían ser falsas, pero sí carentes de fundamento racional. Las disputas planteadas en torno a la episteme y a la doxa, se fueron reproduciendo de distintos modos y generando críticas y contra críticas en otros debates, como los que se han dado entre positivistas y antipositivistas, o cientificistas y anticientificistas. Pero, ni los argumentos de Platón en el Teeteto, de que el conocimiento es una creencia verdadera justificada, ni la astucia de la razón que echa mano del “genio maligno” cartesiano, o del ser “esse est percipi” de Berkeley, ni el “sujeto trascendental” kantiano, ni el “espíritu absoluto” de Hegel, consiguen apartarnos del largo sueño dogmático, detrás del cual se esconde el ansia de verdad. Las objeciones de Gettier (1963)2 al principio del conocimiento como creencia verdadera fundada son realizadas desde la lógica, a ésta se podrían agregar otras provenientes de la ética, la sociología del conocimiento, la epistemología genética y un sin número más, que podrían llevarnos a discutir ese argumento, el qué, de algún modo será puesto en cuestión en el trabajo. Al surgir la ciencia experimental moderna la gnoseología era la disciplina en la que se discutían los criterios de cientificidad de los saberes, en un contexto en el que primaban las cuestiones filosóficas, psicológicas, antropológicas, entre otras; luego se pasó a hablar de “filosofía de la ciencia”. Pero aún así, esa denominación “teñía” a los problemas científicos de contenidos, qué, para algunos, eran demasiado filosóficos, es decir, desviaban a la reflexión sobre lo que debía importar a la ciencia hacia temas que se creía perturbaban e impedían su legítima finalidad, el conocimiento objetivo en oposición a la especulación metafísica. Mientras que la actividad científica, es concebida en general como investigación y producción de conocimiento; la reflexión sobre la actividad científica, sus modos de producción, legitimación, validación y reproducción, suscitan polémicas y controversias. Surge entonces el concepto de epistemología, no sólo para definir una nueva área disciplinar, sino fundamentalmente para eliminar las consideradas estériles controversias filosóficas. Sin embargo, las polémicas no han sido superadas y a pesar de cierto dominio hegemónico del campo por quienes hoy siguen estableciendo los criterios de cientificidad desde una perspectiva de herencia positivista, sobre todo a nivel institucional, esas controversias se agudizan, principalmente frente a las demandas de conocimientos que licuan las líneas divisorias tradicionales entre las distintas disciplinas. Las necesidad creciente de una producción de conocimiento “interdisciplinaria”, requerida tanto desde los ámbitos académicos como de aquellos que se benefician con el conocimiento científico, presenta la necesidad de incluir disciplinas 2 ĚŵƵŶĚ'ĞƫĞƌ͗Ăƌƚ͎͘ƐĐŽŶŽĐŝŵŝĞŶƚŽůĂĐƌĞĞŶĐŝĂǀĞƌĚĂĚĞƌĂLJũƵƐƟĮĐĂĚĂ͍ϭϵϲϯ͘ŶĞƐĞĂƌơĐƵůŽĚĞ ƚĂŶƐŽůŽƚƌĞƐƉĄŐŝŶĂƐ'ĞƫĞƌĐƵĞƐƟŽŶĂƵŶŽĚĞůŽƐƐƵƉƵĞƐƚŽƐďĄƐŝĐŽƐĚĞůƉĂƌĂĚŝŐŵĂĐůĄƐŝĐŽ͕ůŽŝŶƚĞƌĞƐĂŶƚĞĞƐƋƵĞĂĚŝĨĞƌĞŶĐŝĂĚĞŽƚƌĂƐĐƌşƟĐĂƐƋƵĞĚĞƐĐĂůŝĮĐĂŶĞƐƚĞƐƵƉƵĞƐƚŽLJƐƵƐĚĞƌŝǀĂĐŝŽŶĞƐŽďũĞƟǀŝƐƚĂƐͬƵŶŝǀĞƌƐĂůŝƐƚĂƐ͕ƉŽŶŝĞŶĚŽĞůĂĐĞŶƚŽĞŶĂƐƉĞĐƚŽƐƐŽĐŝĂůĞƐ͕ƉŽůşƟĐŽƐĞŝĚĞŽůſŐŝĐŽƐ͕ŶŽƉŽƌĞůůŽŵĞŶŽƐ ůĞŐşƟŵŽƐ͕ůŽŚĂĐĞĚĞƐĚĞƵŶĚĞƐŵĞŶƵnjĂŵŝĞŶƚŽĨŽƌŵĂů͘ĞƐĂƌŵĂůĂůſŐŝĐĂĚĞůŽƐĂƌŐƵŵĞŶƚŽƐ͕ĞŶůĂƋƵĞ ƐĞƌĞĂĮƌŵĂ͘ A ! " # $%$ &$ #'( #% &$ #)% /53 provenientes de las ciencias sociales y de las humanidades, que habían sido descalificadas por los sectores del cientificismo hegemónico. En consecuencia, ¿de qué hablamos cuando hablamos de “epistemología”?, ¿hacemos alusión a una reflexión sobre el conocimiento “filosófica” o “científica”? En el caso de que se trate de la primera, serían insoslayables sus aspectos especulativos que la vuelven a conectar con la gnoseología, e inevitablemente con sus implicancias éticas, ontológicas y metafísicas. En caso de que hablemos de la segunda, nos encontramos frente al problema de la definición misma de ciencia, en el que el trasfondo metafísico aparece más encubierto. Frente a nuestros planteos algunos podrían alegar que hemos retornado a una discusión de principios del siglo XX, sino del siglo XIX. En parte pueden tener razón, ya que se remonta a ese pasado el momento en que comienza una expansión de la idea de que la reflexión sobre la ciencia debe mantenerse alejada de desviacionismos especulativos y debe abocarse a establecer cuáles son los parámetros que permitan el recto desarrollo de la ciencia. Por otra parte, aunque hemos sostenido que debe haber una actitud epistemológica en los científicos, es decir, de reflexión sobre las teorías y las prácticas científicas, la mayoría de las veces estos trabajan sin conocer los fundamentos epistemológicos de las teorías bajo las cuales investigan. En este sentido, ¿debe considerarse a la epistemología como un capítulo de la filosofía de la ciencia? O planteado de otro modo, ¿la epistemología se debe ocupar exclusivamente de las cuestiones que hacen al análisis lógico del lenguaje y/o del método científico, mientras que la filosofía de la ciencia se debe extender a otros aspectos que relacionan el conocimiento científico con las distintas ramas de la filosofía? Algunos colocan a la epistemología en un ámbito específico de la filosofía de la ciencia, en el cuál, la primera, sin salirse de su tratamiento del conocimiento científico, se permite ciertas reflexiones que se encuentran en ese ámbito limítrofe entre la filosofía y la epistemología. Otros quieren establecer una diferencia tajante entre filosofía y epistemología, cortando todo lazo con cuestiones especulativas, sociales, psicológicas o “extra científicas” en general, olvidando, como señala Samaja (1993), la pregunta por “el ser de la ciencia”, reduciendo de ese modo a la epistemología a metodología, y a la metodología a la mera aplicación de lógicas y técnicas de investigación. Con esto, la epistemología no sería sino una forma de auditar el comportamiento de la ciencia. En un sentido muy amplio se dice que la epistemología es una ciencia que tiene por asunto de investigación a las ciencias, pero, ¿qué clase de ciencia es ésta? Hemos señalado que la reflexión sobre el modo en que los epistemólogos consideran a las ciencias, no se encuentra en el mismo nivel en que consideran a la actividad epistemológica. Dicho de otro modo, si la epistemología es una metaciencia, la reflexión sobre las ideas y las prácticas de los epistemólogos es una meta-metaciencia, o una metaepistemología, o como lo hemos preferido en llamar, una metacrítica de la epistemología. En primer lugar queremos señalar la diferencia entre la actividad de los científicos, sus modos de producción de conocimiento y las consideraciones epistemológicas acerca de esa actividad; pues si bien se encuentran en diferentes niveles, también hay instancias en las que interaccionan, y deben interactuar si en realidad se trata de conocimiento científico, como por ejemplo, cuando los científicos revisan los supuestos que fundamentan una teoría o cuando se reflexiona acerca de la adecuación de un método. Ese es el escenario de las “revoluciones científicas”, que nunca es obra de epistemólogos “puros”, pero que está protagonizada por científicos que ejercen una reflexión crítica, es decir, epistemológica, sobre su actividad *+, -erspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 de investigación. Es entonces imperioso distinguir las posiciones, polémicas y los debates referidos a las ciencias, de aquellos que se refieren a las consideraciones sobre la ciencia. Por lo tanto, se hace preciso distinguir niveles de ciencias, ya que podemos considerar ciencias a la física, a la psicología pero también a la epistemología y a la meta-epistemología, aunque ellas no pueden ser tratadas como si pertenecieran al mismo nivel. Podríamos preguntarnos si todas ellas, aunque en distintos niveles, se corresponden con una única definición de ciencia. Por ejemplo, los criterios de clasificación de la ciencia las pueden agrupar de diferentes modos: por la clase de objetos que estudian, por los fines que persiguen, por las estructuras discursivas que las constituyen, por los supuestos ideológicos en que se sostienen, entre otros. En el primer caso, la distinción por su objeto, que hace a uno de los criterios clasificatorios más extendidos: la matemática es una ciencia formal, la física es una ciencia natural y la psicología es una ciencia social, ¿en cuál de esos compartimentos se ubicaría a la epistemología? Antes de introducirnos en esta cuestión conviene ajustar más la pregunta: ¿qué clase de ciencia es la epistemología? Indudablemente no es formal, ya que la más elemental clasificación de ciencia nos indicaría que su objeto de estudio no es vacío y abstracto, como el de la lógica o la matemática. Aunque estas ciencias puedan prestar legítimamente su asistencia, como verdaderas propedéuticas, en tanto no se pretenda reducir a la epistemología al exclusivo arbitrio formal como suele verse como tendencia dominante. Obviamente la epistemología tampoco es una ciencia natural y aunque para muchos las únicas disciplinas que alcanzan el estatus de científicas son éstas, los epistemólogos que adhieren a esta postura se encuentran en un problema muy grave, ya que realizan una actividad que no es considerada por ellos mismos como científica. Entendemos que la epistemología, como disciplina que tiene por objeto de estudio a la ciencia, como producción humana, social, histórica, necesariamente se tiene que elevar a un nivel meta-científico, pero no demasiado alejado de las ciencias sociales. Esto porque sus asuntos no refieren a las regularidades de la naturaleza, ni a las formalidades de la estructura abstracta de pensamiento, se corresponde sin duda con la temática de las ciencias sociales porque su asunto es una producción humana; pero, sin embargo, no debería ser puesta al mismo nivel que la sociología o que la psicología, ya que sus investigaciones trascienden todo el espectro de las demás ciencias, incluidas las que se colocan en las categorías de naturales y de formales. En ese sentido, entendemos que la epistemología es una ciencia transversal que se ve a su vez atravesada por recursos de las mismas ciencias que son su “asunto” de investigación. En medio de todo se hace necesario atender a un problema inherente al estatus de la epistemología como disciplina, reavivando temas que muchos ya dan por superados. Finalmente, ¿debe considerarse a la epistemología como ciencia o como filosofía? Nuestra respuesta es: como ambas a la vez. Pensamos que lo apodíctico y lo especulativo se encuentran de igual modo presentes, tanto en las ciencias como en la filosofía, pero que tienen alcances que deben ser estrictamente reconocidos, diferenciados y jerarquizados. Entendemos que no alcanza con evaluar su despliegue teórico, que se debe tener en cuenta que los modos de trascendencia hacia lo social se realizan a partir de su dinámica dentro de los ámbitos institucionales, considerando aquí como institución a toda instancia que instituye, es decir, crea, funda, establece. En la sociedad actual resulta tan absurdo como ingenuo pensar que investigaciones relevantes pueden darse fuera de los contextos institucionales. Fuera de casos excepcionales, es en ellos en donde radican los recursos sociales, humanos, materiales, ideológicos, económicos, políticos, ./0123 467819 :;<<=>16 ? @>B >3CEC;3 >F=3C>76BG<=H6 0> BE >F=3C>76B6<IE /55 que hacen posible cualquier tipo de producción relativamente trascendente. La epistemología es una disciplina que no escapa a esta dinámica y que es buscada por todos como aliada para justificar tanto a las teorías como a las prácticas. Hemos señalado que el concepto mismo de epistemología está sujeto a una multiplicidad de interpretaciones. Para algunos es lógica de la investigación, justificación o validación lógico metodológica; para otros, filosofía de la ciencia, historia de la ciencia, gnoseología, espacio crítico para la reflexión sobre teorías y prácticas científicas con miras a la transformación de la sociedad, y más. El concepto de epistemología que ha ganado un espacio en las últimas décadas, para decirlo en términos muy generales, como la disciplina que se ocupa de las condiciones de posibilidad del conocimiento científico, es entendido, generalmente, en el primer sentido que le otorga Foucault, como la conformación intrínseca de la ciencia, diferente al segundo sentido que este autor le otorga, como la posibilidad de una ciencia en su existencia histórica. En este trabajo partimos del segundo sentido, lo plantearemos como articulado en distintos niveles epistemológicos que se encuentran a su vez implicándose mutuamente, pero también relacionados con aquel primer sentido. El problema se complica porque en la definición de epistemología lo que varía en gran forma es aquello que se entiende, tanto por condiciones de posibilidad y que abarca desde aspectos lógicos, semánticos, metodológicos, técnicos, y muchos más, cuanto de lo que se entiende por los aspectos históricos que hacen a las definiciones de sociedad, cultura, ética, política, ideología. Entendemos que el concepto mismo de epistemología, que ocupa el centro de nuestras reflexiones, al estar sujeto a una multiplicidad de interpretaciones requiere que tengamos en cuenta por lo menos las que consideramos más relevantes para dar fundamentación a los conceptos y criterios que sustentan nuestra investigación y nuestro propio modo de entenderla definirla y significarla. Pensamos que no alcanza con establecer una definición de epistemología y luego avanzar sobre el análisis de sus cuestiones, esto es, aplicar mecánicamente categorías bajadas ad-hoc de un determinado marco teórico, sino que se hace necesario previamente establecer el conjunto de teorizaciones que han de funcionar como fundamento para aquellas categorías. Una posibilidad de tratar los conflictos en el seno de la epistemología, sería mediante una sociología de la epistemología, esto es, un análisis de las condiciones sociales que generan todo el rico y contradictorio movimiento dentro de la disciplina, pero, entendemos, un enfoque exclusivamente sociológico resulta insuficiente para nuestra investigación, ya que hay otros aspectos no sociológicos que se perderían de vista, como las cuestiones éticas, lógicas, estéticas, óntico-ontológicas y gnoseológicas entre otras. Otra posibilidad de abordaje consistiría en un análisis sobre los contenidos y las implicancias éticas de la producción epistemológica, esto es, el modo en que se producen los muchos tipos de conflictos dentro del campo y el modo en que se interdeterminan con otros campos. Aquí se plantea una dificultad mayor referida a la discusión sobre la pertinencia de la ética como elemento evaluador de la epistemología. No podemos renunciar a esa discusión, ya que algunas de las categorías de las que partimos implican dimensiones que consideran valores como agentes que son determinantes del campo, pero tampoco podemos reducirlo exclusivamente a una cuestión ética, ya que se corre el peligro de permanecer en un entorno dilemático. Tendríamos también la posibilidad de una perspectiva psicológica. En términos como por ejemplo los propone Bachelard (1978), o un psicoanálisis de la epistemología, que in- JKL Merspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 tente develar aquellas motivaciones que producen los conflictos mediante recursos metodológicos del psicoanálisis. Aquí se corre el peligro de retornar a una mera psicología del conocimiento, tan reduccionista como una lógica del conocimiento. El enfoque político es demasiado relevante como para no tenerlo en cuenta, pero no exclusivamente desde la perspectiva de los modos político-administrativos, de conformación reproducción y circulación del poder en los ámbitos institucionales donde disputan diferentes paradigmas epistemológicos, sino en el sentido de la política como la dimensión institucionalizadora de la sociedad y de la ciencia, necesariamente vinculadas a la producción de valores, a las motivaciones económicas, psicológicas, sociales e individuales de los sujetos en interacción. Otra de las perspectivas, qué, como las anteriores, se han realizado, es tener en cuenta el despliegue histórico de las ideas y de las prácticas, con enfoques tan variados como los de Kuhn, Lakatos o Adorno. También se podría pensar en una gramática de la epistemología, atento a los juegos del lenguaje epistemológico, al modo en que Wittgenstein la consideró. Sin duda será inevitable recurrir a consideraciones que tenga en cuenta el modo en que se conforma histórica, social, política, ética, e incluso psicológicamente, el campo epistemológico, pero desde una mirada que tenga en cuenta todos estos aspectos de un modo integrador con sus propias categorías. Si las ciencias se constituyen recortando una parte de la “realidad” y convirtiéndola en su “objeto” o “asunto” de estudio, –para algunos superando de ese modo a la filosofía– entonces nuestra tarea puede ser pensada como una involución hacia una mirada filosófica, pero entendemos que sólo así será posible integrar las miradas muchas veces parciales de las diferentes ciencias y disciplinas, tratando de revelar, que por lo menos en este aspecto, la filosofía no es tan “inútil”, como se la presume. Antes que simplificar el problema lo estamos complejizando, pero en realidad lo complejo del enfoque se aviene a la complejidad del problema. En ocasiones el método analítico, que descompone lo complejo en lo simple y luego lo reconfigura, no siempre da resultados, ya que se puede perder en el camino el sentido mismo de lo complejo, que al ser más que la suma de las partes, requiere ser abordado en su complejidad. Dicho así no deja de ser una afirmación bastante ambigua, ya que la amplitud de lo filosófico puede dar lugar a poner el énfasis en enfoques lógicos, gnoseológicos o metafísicos de las más variadas maneras. Con respecto a este tema hay para nosotros una consideración y un supuesto. La consideración es que la filosofía, conteniendo desde el principio a casi todas las disciplinas que la conforman, tuvo siempre una de ellas que fue hegemónica respecto del resto en diferentes momentos históricos. El epicentro de la filosofía antigua era la metafísica, para la medieval la teología, para la moderna la gnoseología, para la actual la epistemología. Desde esta consideración es que partimos del supuesto de que la epistemología es el eje en torno al cual gira la filosofía en la actualidad. Por ello es un supuesto fuerte de este trabajo entender que la epistemología, si quiere dar cuenta de aquellos interrogantes que desde distintos lugares la atraviesan no puede dejar de ser filosófica. Coincidimos con la afirmación de Marí (1990), que la filosofía expresa “el juego cambiante de las fuerzas sociales de una época dada”, coincidimos también en que la epistemología como NOPQRS TUVWQX YZ[[\]QU ^ _]` ]SabaZS ]c\Sa]VU`d[\eU P] `b ]c\Sa]VU`U[fb /57 disciplina es la forma predominante del juego cambiante de las fuerzas sociales en el tiempo actual, pero agregaríamos que la episteme, que fue ladera de la metafísica primero, de la teología después y de la epistemología en la actualidad, se convierte ella misma en el epicentro al que casi todas las disciplinas miran como referente y en el que buscan legitimación y reconocimiento. Al mismo tiempo, la epistemología conforma un ámbito de luchas por su significación y de ese modo pretende influir en los ámbitos sociales e institucionales en medio de los cuales se despliega. Esto no es así, como resulta obvio, porque la epistemología dictamine, las modas, los usos y costumbres, la economía, las políticas, o el modo en que inciden, por ejemplo, los medios masivos de comunicación. Pero, la transformación social, que no depende de la epistemología, encuentra sin embargo en ella el ámbito capaz de opacar o transparentar, de ocultar o poner en evidencia, de justificar o cuestionar, de legitimar o denunciar, las dinámicas conformadoras de otras esferas sociales, tales como: la política, la tecnológica, la económica, la psicológica, la comunicacional, que determinan el sentido de la epistemología. Si las temáticas nucleares de la epistemología ya se encontraban presentes a lo largo de toda la historia de la filosofía, ¿qué características diferenciales adquiere entonces en la actualidad? Para las corrientes positivistas y neopositivistas, ha sido la ocasión para intentar desprenderse del lastre metafísico. El positivismo recoge una reflexión sobre la ciencia ya librada del lastre de la tutela de la teología, pero entiende que todavía es necesario eliminar a la metafísica que arrastran los modernos. El embate positivista a partir del siglo XIX y lo largo del siglo XX tuvo una gran virtud, expuso con crudeza toda la intención instrumentalista de los sectores dominantes y hegemónicos de la sociedad de querer reducir la ciencia a la operatoria instrumental sobre la naturaleza y la sociedad y restringir toda posible reflexión sobre la ciencia a sus fundamentos lógico-metodológicos. Detrás de un afán racionalista se esconde la culpa vergonzante por todo aquello que revele lo que, desde Platón, se ha signado como inferior, degradante, indigno y por lo tanto, despreciable. Mientras la sociedad industrial somete los cuerpos a la represión y domestica a la razón, los mandatos sociales y religiosos denigran esos cuerpos, sus apetencias, sus deseos y necesidades. Los sentimientos son rechazados, negados, en el campo de la producción y de la ciencia y redireccionados por la religión como emociones sin cuerpo. El odio, la ira, la envidia, el rencor, los deseos destructivos, parecen ya no formar parte del mundo humano, esto es, como propios de la condición humana y quién los exprese es considerado inferior, perverso, pecador. Pero esto no ocurre sólo en el campo de la religión o de la moralidad. Al considerarse a la ciencia como una actividad puramente intelectiva, ésta adquiere entonces el rango de amoral, pero también a emocional, que requiere para desatarse de cuestionamientos éticos. Esos vestigios de humanidad degradadano han de formar parte de la ciencia, sino que serán expresiones de elementos extra-científicos. Cuando hablamos de elementos extra-científicos no solamente nos referimos a disciplinas como el arte o a otros elementos culturales que se piensan como ajenos completamente de la actividad científica. Hemos visto que a lo sumo se habla de contexto de descubrimiento, para dar cuenta de la influencia de elementos políticos, sociales, culturales, pero poco o nada se hace alusión a los sentimientos. En todo caso se hacen referencias al amor por el conocimiento, al deseo de saber, a la pasión por la ciencia, pero no se penetra el análisis de la presencia de toda la gama de sentimientos y emociones que participan de la producción científica y menos de los vergonzantes, tales como los referidos del odio, la ghi jerspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 envidia, el rencor. No se ven preguntas tales como: ¿cómo ha influido la envidia de fulano en sus descubrimientos científicos? ¿Cuánto ha perjudicado o beneficiado a tal teoría el odio por determinadas prácticas?, ¿De qué modo se perjudicaron o beneficiaron determinados desarrollos científicos a causa del rencor, antipatía, tirria, encono, aversión, celos, furia de los científicos? En general no es admitido que todas estas pasiones forman parte de la actividad de la ciencia, que ellas no sólo se reflejan en las acciones personales y en las relaciones entre los científicos, sino que tienen un carácter determinante en la producción de teorías científicas. Son considerados como elementos irracionales ajenos a la digna profesión. El grave problema radica en el hecho de que, al ser negados, liberan fuerzas destructivas negativas, que circulan bajo la cobertura de la racionalidad, la objetividad, el conocimiento. La ciencia no sólo es ideológica, principalmente es humana, pero no en el sentido específico que le da Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno” La ajenidad humana del modelo positivista de ciencia, le impide advertir la presencia de lo humano en su concepción sobre los elementos relevantes de la producción científica. Esta negación abona la lógica de la voluntad del poder como dominio, ya que todos esos atributos pasionales son fuerzas muy poderosas que deben ser sometidas y redireccionadas con otros fines. El acto de sublimación de la religión es heredado en toda su dimensión por la ciencia. Este ideal positivista plantea que los científicos deben enajenarse de esos atributos, deben perder el deseo de recurrir a ellos. En parte en ello radica la construcción del hombre de ciencia; pero, a pesar de la “educación”, vuelven a ellos bajo la forma del prejuicio y de la racionalización del prejuicio. Así, el odio de los nazis por los judíos les impidió ver, afortunadamente, que lo que llamaban física judía, era el camino correcto para el descubrimiento del control de las fuerzas atómicas que buscaban. Que el odio a la “ciencia burguesa”, inculcado por el estalinismo, les impidió desarrollos imprescindibles para su economía en el campo de la genética, que pagaron con hambrunas que dejaron millones de muertos. Que el prejuicio y el odio, alimentados por una concepción etnocéntrica, produjo en el campo de la criminología teorías como la de Lombroso, que dictaminaba como características de degeneración y criminalidad, los rasgos étnicos de los pueblos colonizados. De este modo, al eliminar esos entorpecimientos humanistas, el positivismo, en su devenir hacia el neopositivismo y hacia el positivismo lógico, se quiere desprender de aquellos lastres. Freud ha planteado que la cultura es represiva y que sin el control de los instintos primarios se hace difícil la socialización. Los instintos tienen que ser sublimados y compensados por otros medios. Pero, con fines productivistas, la sociedad moderna ha exacerbado las prácticas represivas. No es casual que el positivismo se desarrolle en medio de la sociedad victoriana, en la cual los sentimientos, las pasiones, los instintos, la sensualidad, son considerados enemigos del hombre y de la ciencia. Entendemos que presentar a la ideología como un sistema de conceptos e ideas de existencia material, como lo propone Marí (1974), implica agitar en el campo de debates lo histórico, lo social, lo ético, lo estético, lo político, las emociones, los sentimientos, no como simples miradas o teorizaciones, sino como denuncia de las luchas de esas fuerzas sociales. Esas luchas implican más que la disputa por el poder, implican la confrontación entre las lógicas de la voluntad que asisten al campo. Es por ello que no nos alcanza con detenernos en los debates teóricos, se nos hace necesario introducir categorías que nos permitan evaluar, tanto el modo en que se generan las teorías, como las prácticas y esto más allá de las consecuencias que esas teorizaciones pudieran llegar a tener sobre lo social. klmnop qrstnu vwxxyznr { |z} zp~~wp zyp~zsr}xyr mz } zyp~zsr}rx /59 Nuestra propuesta, que apunta a vislumbrar la significación de la significación en un recorte muy particular del ámbito de la epistemología, debe necesariamente tener que reunir estas dimensiones que han sido desarticuladas por las tradiciones de las filosofías más influyentes si queremos comprender en las ideas y en las prácticas de la epistemología su genealogía y su devenir. Si como sostiene Piaget (1972), el sentido lógico se conforma previamente al lenguaje y si como sostiene Lorenz (1981) el sentido moral se conforma previamente a la racionalidad, concebir el discurso lógico racional como el hacedor y árbitro de todo saber, desconociendo el resto de las dimensiones de las que participa nuestra condición humana, tiene implicaciones reduccionistas. Es como si dijéramos que la explicación de la respiración es que tenemos nariz, o la de la visión, porque tenemos ojos. La integración de las ciencias requiere también de un sujeto que no opere desde compartimentos estancos, que realizan conexiones circunstanciales, sino desde una reflexión integrada al mundo. Es muy cierto, como señala Bachelard que: De modo visible se puede reconocer que la idea científica de modo usual queda cargada de un concreto psicológico demasiado cargado, que reúne innumerables analogías, imágenes, metáforas, y de apoco pierde su vector de abstracción, su afilada punta abstracta.3 que el pensamiento queda pegado a las representaciones sensibles. Pero, entendemos que también es cierto que muchas veces la abstracción no obra como “afilada punta abstracta” capaz de alcanzar el saber, sino que se sustrae de su propósito significador, extravía el camino del concepto como camino del saber y permanece en sí mismo en una auto significación que ya no logra significar nada, porque se fascina y se detiene ante un conocer que olvida el saber y la necesidad de integración de todos los atributos que nos ponen en el mundo. Queremos aclarar que pensamos que una teoría del conocimiento es condición necesaria pero no suficiente para una epistemología. Podemos pensarla como una filosofía de la ciencia, en tanto esa filosofía se encuentre abierta, no sólo a las disciplinas tradicionales sino también al desarrollo científico contemporáneo. Es necesario establecer las condiciones biológicas, psicológicas, lógicas y sociales del conocimiento. Cada una de ellas nos indica como su dimensión contribuye a la conformación del conocimiento, pero la epistemología debe ir más allá del conocer debe ir en procura del saber. No es baladí señalar que el conocer conduce al conocimiento y el saber a la sabiduría. El equívoco suele producirse cuando se piensa que la sabiduría es la máxima expresión del conocimiento –argumento sofístico– cuando en realidad la sabiduría va mucho más lejos porque surge de una actitud integral en la que se encuentran presentes todas las dimensiones humanas. ¿Qué distinción establecemos entonces entre conocer y saber? No pensamos al conocer como un entendimiento más superficial del saber y a este por ende más profundo, ni le otorgamos a la sabiduría una mística escondida capaz de aproximarse a lo insondable, ni tampoco pensamos al conocer como acceso a información que proviene de lo externo y al saber, como una convicción interior. Tampoco fundamos nuestra distinción en el know-how y el know-that. Entendemos conocimiento no como un resultado, sino como un proceso que conlleva variadas estrategias cognitivas y metodológicas y se objetiva en información relevante destinada a proveer de contenidos a la intención significadora del saber. Entendemos a la sabiduría como un fenómeno individual 3 ĂĐŚĞůĂƌĚ͕'͕͘>ĂĨŽƌŵĂĐŝſŶĚĞůĞƐƉşƌŝƚƵĐŝĞŶơĮĐŽ͕^ŝŐůŽyy/͕DĠdžŝĐŽ͕ϭϵϳϴ͕Ɖ͘ϭϯ͘ erspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 y colectivo, atravesado por determinaciones naturales y sociales, reflexivas y autoreflexivas, que involucra todos los recursos estratégicos de la significación. Tener sapiencia de algo no es percibirlo, ni intuirlo, ni conocerlo racionalmente, no es hacerse un juicio estético o un juicio ético. Es todas estas cosas al mismo tiempo y más. Es muy cierto que los saberes de un músico, de un pintor, de un novelista, de un filósofo, se encuentran enfocados en una dimensión más que en otra, pero de todos modos, sería imposible que algo surgiera de ellos si no participaran todas las dimensiones de una dimensión unificadora. Un desequilibrio en los elementos constitutivos del conocer, libera fuerzas que son capaces de una creación que controla ámbitos específicos. La creación musical implica un desequilibrio a favor de la dimensión emotiva, en tanto que para el cálculo diferencial operan más notablemente los aspectos lógico-racionales. Es indudable que las matemáticas son impensables sin la intuición y que la creación musical implica también despliegues racionales y técnicos. El problema entonces radica en los desequilibrios que potencializan uno de los elementos de la conciencia en detrimento de los otros, lo cual gesta la monstruosidad de lo desproporcionado, que se termina convirtiendo a la postre en lo autodestructivo. Es cierto que esas monstruosidades no tienen la forma de gibas en la espalda, ni de multiplicación de extremidades, sin embargo, en muchos casos son fundamento para ideas y prácticas destructivas. ¿Qué destruyen? La posibilidad del desarrollo de estrategias más sustentables, esto es, que garantizan la preservación de la vida en el escenario de la vida. No somos inocentes, el ámbito de la ciencia se encuentra atravesado por luchas tan encarnizadas como cualquier otro, sin embargo, se presenta a sí mismo y a la sociedad como un lugar de respeto por los saberes, las ideas, los conocimientos. ¿Qué impide que sea así? La lógica que anima su desarrollo. No creemos como Vattimo (1998) que las visiones unitarias del mundo, propias de la modernidad, hayan sucumbido. Es cierto que los mass media como señala este autor, e Internet particularmente, han permitido que se escuchen más voces, pero las voces dominantes no solamente siguen dominado, sino que además conservan para sí el poder de los aparatos institucionales que garantizan su producción y reproducción. Fuera de los ámbitos académico-institucionales circulan todo tipo de ideas, teorías, prácticas, cada una a su vez intentando preservar su amplio o restringido coto de caza, pero dentro, el dominio es sustentado por las visiones únicas. Incluso si otras visiones comienzan a ganar espacios, las lógicas institucionales las llevan a establecer espacios estancos de producción y reflexión. Si sólo se tiene en cuenta la propia línea discursiva, el pensamiento se empobrece y se pierde la intención primaria de revisión crítica de los propios presupuestos que se supone deben guiar a la actividad científica. La lucha termina siendo por ganar el espacio, no por ampliarlo y compartirlo. Las materias primas del conocimiento y la sabiduría son tan enormes que nadie podría sentirse carente, pero los recursos y los espacios para cultivarlas son los acotados, luego, la lucha pierde la nobleza de la búsqueda de la sabiduría y se convierte en las luchas mezquinas por los recursos. El objetivo no es el saber, sino el poder, sobre todo por espacios casi miserables de poder, que en su reproducción infinita hacen de las instituciones ámbitos miserables, desprovistos en sus prácticas de muchos de los ideales que predican. En este sentido hay diferentes modos de manifestar el dogmatismo y la cerrazón a la que nos referimos. Una de ellas es desconociendo toda consideración que no se ajuste a las propias convicciones, otra, tratar a las rivales en forma desleal, no referir a las fuentes en forma ¡¢£¤¥ ¦§¨¨©ª¢ « ¬ª­ ª ®¯®§ ª°© ®ª£¢­±¨©²¢ ª ­¯ ª°© ®ª£¢­¢¨³¯ /61 fehaciente sino descontextualizando los conceptos. La diferencia en el modo de plantear las diferencias, o de desconocer a los adversarios, puede ser concebido como indicador de la lógica subyacente que orienta a las instituciones, al tipo de ciencia que ellas producen y a la epistemología que emana en los distintos niveles que hemos señalado. Toda crítica se puede considerar como pertinente en la medida en que se realice críticamente la misma producción científica y epistemológica en todos sus niveles. En la medida en que la producción sea crítica se encontrará a si misma siempre en estado de alerta y movilización de sus propios errores, rectificándose en su mismo despliegue y no requerirá de los iluminados que ven bajo el agua para que le señalen magnánimamente sus errores. Aquí los infinitos matices y las recíprocas influencias y rupturas entre todas las corrientes, escuelas y autores, hacen muy compleja cualquier tipo de clasificación, pero ellas nos resultan imprescindibles por lo menos como un cartografiado, como un referente que nos permita navegar estos embravecidos mares. Con todas las salvedades del caso echaremos mano de las clasificaciones bastante generales que distingue entre corrientes cientificistas y corrientes críticas, sin embargo nos parece necesario hacer las siguientes salvedades. No nos vemos a nosotros mismos como analistas que pueden detectar los yerros del quehacer científico, sino como científicos que cuestionan su propio quehacer en un contexto conflictivo. Por ejemplo, entendemos que hay importantes diferencias, pero también algunas similitudes que nos resultan inquietantes entre los conceptos: popperiano de justificación lógico-metodológica, el bachelardiano (1978), que retoma Bourdieu (2003a), de vigilancia epistemológica, así como el de interés emancipativo de Habermas (1982). Hacemos referencia a estas inquietantes similitudes porque ponen de manifiesto que las lógicas de la voluntad atraviesan todos los discursos y proyectos, que no alcanzan los rótulos de cientificistas, anticientificistas, reaccionarios, emancipativos, para entender la complejidad de los conflictos. Adherimos a las corrientes críticas y a los proyectos emancipativos, pero entendemos que no hay posibilidad de concretar proyectos emancipativos, de ningún tipo, en la medida en que la investigación científica no sea capaz de desarrollarse en un contexto donde las instituciones en las que se produce no sean también emancipativas. Algunos podrían sospechar que estamos ante el dilema del huevo o la gallina. ¿Cómo pueden darse prácticas emancipativas si no existen las instituciones que lo permitan, como pueden generarse esas instituciones si no hay prácticas que las generen? Es muy difícil responder esta pregunta, pero suponemos que nos es de modo directo, sino indirecto, que no es sólo producto de la voluntad, sino también del despliegue de ciertos procesos sujetos a determinadas lógicas como esas transformaciones se producen. No es simplemente cuestionando lo establecido, sino revisando la praxis que hace que se generen prácticas reproductivas, habida cuenta de que, todo discurso crítico es en algún lugar reproductor de aquello de lo que se quiere emancipar y que todo discurso conservador contiene de alguna manera algo que debe ser preservado o que guarda el potencial de lo crítico. Sospechamos que en las teorías y las prácticas que cuestionan el cientificismo se encuentran infiltraciones de cientificismo y que en el discurso cientificista hay vetas de cuestionamiento; que en muchas ocasiones los críticos son los hijos del cientificismo y viceversa. Esto no las descalifica en la medida en que tengan la capacidad de revisar sus presupuestos y puedan avanzar sobre el reconocimiento de las contradicciones constituyentes en las que reproducen en las teorías y en las prácticas lo que supuestamente critican. Oscar Varsavsky, seguramente el más crítico anticientificista argentino proviene de la ortodoxia de las ciencias consideradas como serias y paradigmáticas por el cientificismo. Se graduó como doctor en Química en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y ´µ¶ ·erspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 fue profesor de análisis matemático, algebra y topología. En buena medida la agudeza de sus críticas no son el resultado de pertenecer al “riñón” crítico, sino de la reflexión crítica de las propias tradiciones en las que se había formado. ¿Cuáles son los factores sociales e institucionales que generan este tipo de fenómeno?, esto es, ¿qué genera la reproducción enajenada de lo mismo o la mirada crítica que es capaz de vencer al dogmatismo revisándose a sí misma? Avanzar sobre estas interrogaciones debe ser parte del debate epistemológico. – En primer lugar, porque consideramos a parte de la actividad cotidiana de la producción de conocimiento científico, en todas las disciplinas, como epistemológica, (nivel 1) ya que esta, en lugar de seguir volcada sobre su objeto, sea formal, natural o social, revisa reflexivamente su propia actividad, sus métodos pero también sus fundamentos teóricos y sus supuestos ideológicos. –En segundo término, lo que tradicionalmente es concebido como epistemología, (nivel 2) ya que el centro de atención se encuentra dirigido a las actividades de los científicos. –Y, en el tercer nivel, (nivel 3) que es donde se tratan los debates meta-epistemológicos y así hacia otros posibles niveles superiores. El concebir a la epistemología como una ciencia social sin más, con las características señaladas, representa un problema para la contextualización de su nivel meta-meta-epistemológico o nivel 3. El nivel 2 es, sin mayores desacuerdos, el tenido como propiamente epistemológico. Encontramos en él muchas de las corrientes más representativas las orientaciones surgidas de diferentes círculos, escuelas y movimientos, como: el Círculo de Viena, el Círculo de Berlín, la Escuela de Baden, la Escuela de Marburgo, la Escuela de Edimburgo, la Escuela de Frankfurt, el Estructuralismo, el Rupturismo historicista, del positivismo, el empirismo lógico, el neopositivismo, el historicismo, la teoría crítica, con sus propuestas metodológicas inductivístas, axiomáticas, hipotético deductivistas, falsacionistas, fenomenológicas, dialécticas, hermenéuticas, asociadas a los nombres, por sólo dar algunos, de Reichembach, Hempel, Windelband, Russell, Withhead, Wittgenstein, Cohen, Cassirer, Althusser, Lacan, Piaget, Adorno, Horkheimer, Marcuse, Habermas, Ricoeur, Gadamer, Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Bachelard, Foucault, Deleuze, y otros. En este nivel, y como producto de las controversias que suscita el “hablar de la ciencia”, se deslizan permanentemente reflexiones que hacen al nivel 3. El definitiva, el nivel 3 se conforma a partir de los excedentes que el nivel 2 produce permanentemente al establecer posturas a partir de críticas de otras posturas epistemológicas. No es lo mismo hablar de la física de Newton que hablar de las consideraciones de un epistemólogo sobre la física de Newton. En el nivel 3 encontraríamos todos los análisis, polémicas, discusiones, refutaciones y cruces sobre las producciones del nivel 2, lo que da lugar al entretejido de una abigarrada complejidad de influencias, contradicciones, afinidades, enfrentamientos, tutelajes, rupturas, alianzas, que complejizan aún más la situación. En este proceso semiótico los niveles se multiplican en la medida en que en los niveles superiores se hace alusión a lo que acontece en los inferiores. Es fundamental tener en cuenta esta estratificación a los efectos de no cometer el muy común error de producir desplazamientos que conducen a juicios sobre entidades erradas. El nivel 1 es de nuestro mayor interés, ya que suele ser uno de los menos tenidos en cuenta, pues la reflexión sobre la práctica científica suele vincularse con el nivel 2, en el cual se desarrolla de un modo tradicional, pero se pierde de esa manera de vista algo fundamental, ¸¹º»¼½ ¾¿ÀÁ»Â ÃÄÅÅÆÇ»¿ È ÉÇÊ Ç½ËÌËĽ ÇÍƽËÇÀ¿ÊÎÅÆÏ¿ ºÇ ÊÌ ÇÍƽËÇÀ¿Ê¿ÅÐÌ /63 que es que la investigación científica no radica, como se encuentra enormemente difundido, sólo en la buena aplicación de métodos y técnicas de investigación, sino en la desconfianza en las mismas que conduce a revolucionar las teorías y las prácticas. Las “revoluciones científicas” no las producen los epistemólogos, sino los científicos, pero estos últimos las producen en tanto reflexionan epistemológicamente, tanto sobre sus teorías cuanto sobre sus prácticas. ¿En qué medida las categorías que estamos proponiendo resultan idóneas para el abordaje del problema que nos proponemos tratar? Entendemos que ellas no dicotomizan, sino que ponen en evidencia aspectos relevantes de los vínculos y las relaciones que no atraviesan unilateralmente sino transversalmente a todos los protagonistas. En resumen, consideramos a la epistemología como una ciencia social transversal a todas las demás ciencias en un metanivel y a sus planteos revistiendo las mismas dificultades metodológicas, ideológicas y epistemológicas que para el resto de las disciplinas. Si la ciencia puede ser definida como estrategias de instalación del ser del hombre en el mundo; una entre otras, pero dominante en relación al moldeado de las instituciones y de las prácticas sociales, incluso del hacer de las llamadas ciencias naturales y formales, entonces la epistemología debería entenderse como la revisión crítica de esas estrategias. En tal sentido no puede ser considerada sino como filosófica. Su tarea debe ser llevada adelante en procura de conocimiento, el cual debe interpretarse como la objetivación del alcance y de los resultados de la estrategia, teniendo como criterio de evaluación de su actividad no la obtención o la aproximación a la verdad, sino de cuáles son las consecuencias sobre la determinación de las ideas y de las prácticas en las condiciones de existencia y transformación del mundo natural y humano. Si bien esta tarea produce conocimientos, los conocimientos resultan insuficientes si no son integrados de un modo más totalizador. A eso hemos llamado sapiencia. La sapiencia no es la revelación científica que nos muestra la verdad y evita los conflictos, es, por el contrario, la reflexión compartida que transparenta los conflictos y que con suerte, puede evitar que sean cruentos o tengan consecuencias nefastas y que permite identificar cuales son las prácticas que conducen al cuidado de la vida. Si bien hay aspectos subjetivos en relación a esta apreciación, ellos no suelen ser los más trascendentes. La vida y la muerte, el goce y el sufrimiento, la destrucción absurda y la preservación venturosa, son manifestaciones incontrovertibles que objetivan en un sentido ontológico y material los resultados de las estrategias. Ese es el escenario en el cual lo que se manifiesta no es el mero conocimiento, sino la sapiencia. Esta última, a diferencia de la primera tiene incorporada la dimensión ética. La capacidad de distinguir entre el bien y del mal no es un atributo moral que varía de una cultura a otra, lo que varía es el contenido del acto, pero no el sentido que lo diferencia. Creemos que ni siquiera es patrimonio exclusivamente humano, es algo que compartimos con buena parte de los animales, pues su origen no se encuentra en las instituciones humanas, sino que éstas lo heredan de las exigencias naturales. La vida, cuando no está corrompida por alguna enfermedad es sabia. Es claro que esta visión se contrapone con aquella que considera a la epistemología por fuera de condicionamientos sociales o ideológicos. Como se ha dicho, rechazamos la idea de que la ciencia es, como viene siendo concebida en la tradición que se remonta a Parménides, ÑÒÓ Ôerspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 Jenófanes, Sócrates y Platón, llegando hasta Popper, la búsqueda de la verdad o por lo menos un acercamiento a ella, lo que no quiere decir que no tenga como función frente a las demás ciencias y frente a sí misma, la tarea, entre otras, de revisar los modos de fundamentación argumentativa o los procedimientos metodológicos. ¿Por qué la obtención del conocimiento en general nos resulta tan importante? No sólo porque nos libera de la ignorancia sino también de la angustia y el sin sentido y nos otorga las certezas –que no las verdades– imperiosas para transitar por el mundo. Nos ayudan además a distinguir esas certezas vitales de los engaños y alucinaciones que produce el temor. ¿Por qué el conocimiento que produce la epistemología es relevante, o en qué sentido lo es? Consideramos que no porque descubra la lógica de la investigación, ni porque arbitre sobre lo que debe o no ser considerado ciencia, sino porque nos permite revisar la eficacia de nuestra estrategia de instalación en el mundo, el contenido y alcance de las significaciones que produce. Por ello es que la consideramos como otro capítulo de la filosofía, como un nuevo modo de significar, es decir, de dar significado, pero de un significado que remite a la “alétheia”, al velo que el conocer corre frente a la ignorancia, sino a lo que produciendo un “sentido”, no importa cual, determina las formas de estar del hombre en el mundo y puede distinguir aquellas que son benéficas de las que conducen a la autodestrucción. El significarse no es meramente simbólico, es material y está hecho de toda la materialidad del mundo, materialidad de la naturaleza y de sus derivados. Las significaciones son entonces productoras de concepciones, imaginarios, construcciones representacionales y materiales de los individuos y de la sociedad. En la sociedad contemporánea la epistemología es uno de los principales referentes de significación y es caldo de cultivo para la construcción de representaciones, imaginarios y visiones de la realidad, que circulan en otros ámbitos de la misma y con los que se retroalimenta, sobre todo a través de ciertos mecanismos de circulación, difusión, validación e institucionalización social, pero también de la “corporeidad” de los “sucesos” sociales, ya que no por “imaginarias” y “representaionales” son menos “objetivantes”, no en el sentido del “conocimiento objetivo”, sino en el sentido de ser materializadores de eventos. Los muertos y minusválidos producidos por la iatrogénia no lo han sentido solamente en su imaginación o representación, sino que ella se ha objetivado en sus cuerpos. El dialogó, las discusiones, las polémicas, entre visiones controversiales no ha de realizarse como un mero gesto de cortesía, –”tolerancia”, según algunos– sino como una necesidad que se ha de expresar en la tarea colectiva de construcción del pensamiento y sobre todo en el disenso y la tensión-contradicción. Pensamos que no es la incompatibilidad, incontrastabilidad ni la inconmensurabilidad de los paradigmas científicos lo que provoca un diálogo imposible. Se trata de un problema de intereses y de cómo la disposición ideológica, pero también psicológica, política, ética, estética, en definitiva filosófica, permite la relación entre los intereses enfrentados y las necesidades individuales y colectivas. Siempre se trata de luchas y de intereses, pero en el fondo no se puede perder de vista que lo que está en juego es la preservación de la especie. Por otra parte, no sólo el concepto, sino también las prácticas, los modos de producir y concebir el conocimiento se encuentran en una constante revolución y renovación. Una definición que intente aproximarse a la complejidad de estos fenómenos no puede caer en la rigidez conceptual si quiere sustraerse del reduccionismo, la simplificación y el dogmatismo. Una consideración demasiado laxa no solamente hace a las definiciones ambiguas e insustan- ÕÖ×ØÙÚ ÛÜÝÞØß àáââãäØÜ å æäç äÚèéèáÚ äêãÚèäÝÜçëâãìÜ ×ä çé äêãÚèäÝÜçÜâíé /65 ciales, sino que se presta a la confusión y a la mala interpretación. Esto nos obliga a distinguir varios niveles, que hemos definido en párrafos anteriores y que de un modo amplio podemos definir como la actividad científica de lo que genéricamente se denomina ciencia. Nuestra tarea también ha de ser equilibrada si quiere alcanzar el conocimiento de su asunto. ¿Qué herramientas hemos de utilizar para abordar los modos en que se producen y reproducen las ideas y las prácticas en el campo de la epistemología con miras a dar cuenta de las lógicas que la animan? Como hemos señalado nuestro análisis es filosófico, pero también es epistemológico y en ningún caso deja de ser científico. No porque alcancemos el rigor que la ciencia supone tener, sino precisamente porque nos encontramos atravesados por similares contradicción, incertidumbres e incapacidades de los que adolecen todas las ciencias, que pretenden diferenciarse de otras estrategias de instalación del hombre en el mundo porque rechaza el dogmatismo y aspira a la revisión crítica permanente de todos sus presupuestos, pero no de un modo escéptico o apologético del irracionalismo, sino partiendo de la posibilidad de distinguir lo que nos preserva y lo que nos destruye. La definición de conocimiento que hemos venido construyendo implica una reunificación de la razón con otros contenidos considerados “extra-científicos”. La definición de epistemología que estamos proponiendo, pretende retornar de forma plena al campo de la filosofía, pero no de lo que ha sido la filosofía de la ciencia, sino de la filosofía en toda su plenitud, recuperando de un modo particular incluso a la metafísica. Elementos de la sociología, de la psicología, de la antropología, de la etnografía, han de confluir junto con los de la filosofía en la construcción de una reflexión epistemológica que se tenga a ella misma como asunto, estos elementos son reclamados por una metacrítica de la epistemología. Si las ciencias han de ser inter-disciplinarias nuestra tarea lo ha de ser en el sentido que expone Rolando García en su obra Sistemas complejos (2006). En la interdisciplinariedad participaran las diferentes ciencias en la producción conjunta del conocimiento y no en la mera comunicación de los resultados. No se trata, por lo tanto, de crear nuevas disciplinas, sino de establecer una integración disciplinar abierta. Nos parece valiosa la idea de Rolando García de que la investigación interdisciplinaria se distingue de la multidisciplinaria y de la transdisciplinaria en cuanto que las dos últimas asisten a compartir resultados, en tanto que la interdisciplinaria plantea la participación de las diferentes disciplinas y de sus especificidades en la producción conjunta de esos resultados. Sin embargo, entendemos que todavía la investigación interdisciplinaria se encuentra demasiado acotada. Creemos que es necesario ampliar más esta visión dando participación a disciplinas de las llamadas extra-científicas, para que algún día, sin perder su identidad dejen de ser consideradas como excluyentes de la ciencia. En esta línea nos resultará muy valioso el aporte de Esther Díaz y su concepción de epistemología ampliada. Frente a esto se podría objetar que si bien las distintas disciplinas se ocupan de diferentes cuestiones en lo individual y lo social, todas lo hacen desde la dimensión racional, propia de la ciencia y no de la estética, o la ética, propias del arte y la filosofía. Hemos rechazado la idea de que la ciencia sólo se realiza desde la dimensión racional y afirmamos que se encuentra integrada por elementos considerados por la tradición como extra-racionales y que concebimos como imprescindibles para su realización. Al respecto Einstein ha señalado: La ciencia, como algo existente y completo, es la cosa más objetiva que puede conocer el hombre. Pero la ciencia en su construcción, la ciencia como îîï ðerspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 un fin que debe ser perseguido, es algo tan subjetivo y condicionado psicológicamente por las circunstancias de cada situación como cualquier otro aspecto del esfuerzo humano.4 ñòóôõö ÷òø ùúùûü÷òø ýþù ôùÿùôùö õ Sùø þóôûùöòø Sùøõôôò÷÷òø ùöÿ òø ýþù öò øþô- gen de un concienzudo análisis racional sino de sueños, intuiciones, corazonadas, condiciones psicológicas y sociales de los científicos, imaginación, connotaciones subjetivas que no serían posibles sin un profundo conocimiento del tema, pero que muestran que el conocimiento del tema no alcanza para resolverlo, porque muchas veces la solución es el resultado de la ruptura con la lógica imperante. Todos los que hemos pasado por cursos de filosofía de la ciencia, o metodología, hemos leído casos como los del químico Kelule y su descubrimiento de la estructura de la bencina, las afirmaciones de los premios nobel de física Paul Dirac, Steven Weinberg, Werner Heisenberg sobre la relación entre teorías científicas y belleza, que muestran que incluso en la investigación de las ciencias más duras hay elementos, considerados por muchos epistemólogos como extracientíficos, que hacen a la producción del conocimiento de un modo tan determinante como las argumentaciones consistentes desde la perspectiva lógica. Por otra parte, cuando los científicos hablan de belleza de las teorías, lo hacen en un sentido afín a como lo conciben los músicos y los poetas para sus propias disciplinas. Equilibrio, elegancia, sencillez, simetría, armonía, simplicidad, hacen a la justificación de las teorías tanto como a los principios lógico-metodológicos u otros principios extra-científicos. En consecuencia, entendemos a la ciencia como una estrategia de instalación del ser del hombre en el mundo, una estrategia que nos interesa no porque sea mejor que las otras, (mito, religión, arte, filosofía) sino porque tiene una muy importante influencia en la conformación del mundo en que vivimos, conviviendo con otras, pero teniendo un papel determinante en el destino de la humanidad. Desde otra perspectiva, no es invariante el sentido mismo de ciencia, el cual no se reduce a la actividad de investigación, o producción de conocimiento de los científicos, habida cuenta de los cambios profundos que se operan todo el tiempo en la actividad científica misma, tanto en sus prácticas investigativas, cuanto en los sustentos teóricos que las animan. Todavía se sostienen fuertes voces que separan a la filosofía, a la ciencia y a la tecnología, otras que aseguran que esa separación hace largo tiempo ya no existe, en tanto la filosofía ha sido desplazada y ciencia y tecnología se han fusionado entre ellas de modo indiscernible. Pero la emergencia de nuevas disciplinas, tales como la cuántica, la cibernética, la nanotecnología y la biotecnología, entre otras, que se complementan y realizan aportes significativos las unas a las otras, traen aparejados problemas que más que nunca superan ampliamente las temáticas meramente metodológicas y se conectan con problemas filosóficos de larga data y con otros jamás pensados o imaginados. Los desarrollos en mecánica cuántica ya han permitido ejecutar formas elementales y rudimentarias de teletransportación de algunos pocos átomos.5 Puede ocurrir a la velocidad de la luz. Pero en realidad no es que el objeto 4 ŝŶƐƚĞŝŶ͕͕͘ſŵŽǀĞŽĞůŵƵŶĚŽ͕,ŝƐƉĂŵĠƌŝĐĂ͕ƵĞŶŽƐŝƌĞƐ͕ϮϬϬϯƉ͘Ϯϲ͘ ϱ hŶ ŐƌƵƉŽ ĚĞ ĐŝĞŶơĮĐŽƐ ĚĞů :ŽŝŶƚ YƵĂŶƚƵŵ /ŶƐƟƚƵƚĞ ;:Y/Ϳ͕ ĚĞ ůĂ hŶŝǀĞƌƐŝĚĂĚ ĚĞ DĂƌLJůĂŶĚ LJ ĚĞ ůĂ hŶŝǀĞƌƐŝĚĂĚ ĚĞ DŝĐŚŝŐĂŶ͕ ĞŶ ƐƚĂĚŽƐ hŶŝĚŽƐ͕ ŚĂ ĐŽŶƐĞŐƵŝĚŽ ƚĞůĞƚƌĂŶƐƉŽƌƚĂƌ ŝŶĨŽƌŵĂĐŝſŶ ĞŶƚƌĞ ĚŽƐ ĄƚŽŵŽƐ ƐŝƚƵĂĚŽƐ ĞŶ ĚŽƐ ƌĞĐŝŶƚŽƐ ŶŽ ĐŽŶĞĐƚĂĚŽƐ ĞŶƚƌĞ Ɛş͕ LJ ƐĞƉĂƌĂĚŽƐ ƉŽƌ ƵŶĂ ĚŝƐƚĂŶĐŝĂ ĚĞ ƵŶ ŵĞ- A /67 viaja, algo imposible para la teoría de la relatividad, sino que se desconfigura atómicamente para reconstituirse con otra materia que conserva la misma información. Ya no tenemos un ser con una esencia material ni espiritual, ahora lo esencial parece ser la información. Estos avances tecnocientíficos nos obligan a redefinir las categorías con las que venimos manejándonos desde hace ya más de medio siglo. ¿Podremos encontrar esas categorías en la filosofía? Creemos por otra parte que ese residuo que muchos tratan de evitar no se encuentra en la periferia de las teorías científicas, sino en su corazón mismo. En efecto, la ciencia se ha revelado como altamente eficaz en responder sobre los cómo, pero apenas se muestra balbuceante frente a los por qué o ha renunciado a ellos. Pero la pregunta por los por qué, está más que latente en los interrogantes científicos, de modo muchas veces velado, y otras veces francamente abierto, la ciencia ha disuelto tamaña susceptibilidad filosófica dándole a los cómo el carácter trascendente de los por qué. De cualquier manera la ciencia se conduce aplicando procedimientos y métodos de conocimiento que se encuentran instituidos en un determinado momento histórico y así profundiza sus saberes y define sus asuntos de investigación, pretendiendo poner en suspenso todo referente filosófico. Pero, a la hora en que los saberes y los métodos comienzan a resultar insatisfactorios, respecto de nuevas evidencias o necesidades, a la hora en que las teorías entran en crisis, la reflexión científica se encuentra con dificultades que hacen reaparecer problemas que se encuentra en los límites del conocimiento y que convocan nuevamente a la filosofía que la ciencia tenía oculta en el desván. Tal residuo afecta al modo de conformación de las teorías científicas y de la misma concepción sobre qué es el conocimiento científico. Si bien los científicos han mostrado cierta ductilidad a la hora de cuestionar las teorías, no suelen ser proclives a producir cuestionamientos sobre las condiciones del conocimiento mismo, ni tampoco sobre la cognoscibilidad de su asunto, más allá de lo que la propia teoría establece como axiomas. Sera por eso que los innovadores suelen ser resistidos dentro de las filas de las ciencias y sus producciones son valoradas sólo cuando han dado garantía de brindar algún tipo de “utilidad”. Son refractarios a la distinción de los problemas que permitan diferenciar, como señala Hartmann, objeto de conocimiento de, conocimiento del objeto. Sin embargo, su actividad se encuentra determinada en la raíz de las teorías por supuestos que podríamos definir junto con Lakatos como extra-científicos.6 Esas decisiones extra-científicas pueden provenir de múltiples factores, podríamos decir que entre ellos se cuentan los de orden metafísico. Para Imre Lakatos, por ejemplo, esta situación es inevitable, para Karl Popper debe ser evitada a toda costa. Para otros pensadores la filosofía es un saber fosilizado cuyos restos descansan en universidades e instituciones afines y son solamente frecuentados por gente que tiene tiempo que perder. Para otros, la filosofía corresponde a un momento en el cual ƚƌŽ͘ ŚƩƉ͗ͬͬǁǁǁ͘ƚĞŶĚĞŶĐŝĂƐϮϭ͘ŶĞƚͬdĞůĞƚƌĂŶƐƉŽƌƚĂŶͲƉŽƌͲƉƌŝŵĞƌĂͲǀĞnjͲŝŶĨŽƌŵĂĐŝŽŶͲĞŶƚƌĞͲĚŽƐͲĂƚŽŵŽƐͺ ĂϮϵϬϰ͘ŚƚŵůϬϯͬϬϳͬϮϬϭϲ͘ 6 ƐŝŶƚĞƌĞƐĂŶƚĞƋƵĞĂƉĞƐĂƌĚĞůĂĐŽŶǀĞƌŐĞŶĐŝĂĞŶƚƌĞ>ĂŬĂƚŽƐLJWŽƉƉĞƌĞŶĐƵĞƐƟŽŶĞƐƌĞĨĞƌŝĚĂƐĂůĂ ĐŝĞŶĐŝĂĚŝƐĐƌĞƉĂŶĞŶĞůĂƐƉĞĐƚŽĨƵŶĚĂŵĞŶƚĂůĚĞůĂƌĞůĂĐŝſŶĞŶƚƌĞĐŝĞŶĐŝĂLJŵĞƚĂİƐŝĐĂ͘^ĞŹĂůĂ>ĂŬĂƚŽƐ͗͞WĂƌĂŵĞŶĐŝŽŶĂƌŽƚƌŽĞũĞŵƉůŽ͗ƐĞŐƷŶĞůĨĂůƐĂĐŝŽŶŝƐŵŽůĂŝƌƌĞĨƵƚĂďůĞ͚ŵĞƚĂİƐŝĐĂ͛ĞƐƵŶĂŝŶŇƵĞŶĐŝĂ ŝŶƚĞůĞĐƚƵĂůĞdžƚĞƌŶĂ͕ĞŶŵŝĞdžƉůŝĐĂĐŝſŶĞƐƵŶĂƉĂƌƚĞǀŝƚĂůĚĞůĂƌĞĐŽŶƐƚƌƵĐĐŝſŶƌĂĐŝŽŶĂůĚĞůĂĐŝĞŶĐŝĂ͘ ;>ĂŬĂƚŽƐ͕ϭϵϴϳ͕Ɖ͘ϯϯͿDĄƐĐŽŶŽĐŝĚŽĞƐĞůƌĞĐŚĂnjŽĚĞWŽƉƉĞƌĂƚŽĚĂŵĞƚĂİƐŝĐĂ͕ůĂĐƵĂůĞdžĐůƵLJĞĚĞŵŽĚŽ ƚĂũĂŶƚĞŵĞĚŝĂŶƚĞƐƵĐƌŝƚĞƌŝŽĚĞĚĞŵĂƌĐĂĐŝſŶ͘ůŵŽƟǀŽƉŽƌĞůĐƵĂůWŽƉƉĞƌƌĞĐŚĂnjĂůĂƐĞdžƉůŝĐĂĐŝŽŶĞƐ ŵĞƚĂİƐŝĐĂƐĞƐƉŽƌƋƵĞƐĞƐƵƐƚƌĂĞŶĚĞůŵĠƚŽĚŽĞŵƉşƌŝĐŽ͘dŝĞŶĞƐŝŶĞŵďĂƌŐŽ͕ƵŶĂĐŽŶƐŝĚĞƌĂĐŝſŶƉĂƌĂ ĐŽŶůĂƚĞŽƌşĂĚĞůĂĞǀŽůƵĐŝſŶĚĂƌǁŝŶŝĂŶĂ͕ĂůĂƋƵĞĐŽŶƐŝĚĞƌĂ͙͞ƵŶƉƌŽŐƌĂŵĂĚĞŝŶǀĞƐƟŐĂĐŝſŶŵĞƚĂİƐŝĐŽĚĞŵƵĐŚŽĠdžŝƚŽ͘͟;WŽƉƉĞƌ͕ϭϵϵϱ͕Ɖ͘ϮϱϳͿ 6 erspectivas Metodológicas / 17 /Vol. I /Año 2016 no se había desarrollado la ciencia y su destino final sería disolverse en las trasparentes aguas del conocimiento científico. Para las concepciones epistemológicas dominantes, la filosofía que importaba era la filosofía de la ciencia, pero incluso esta ya ha resultado prescindible. Por eso resulta inquietante la afirmación de Marí (1990) que sostiene que en la actualidad el juego cambiante de las fuerzas sociales se da en la epistemología. Es verdad que al hablar de “juego cambiante de fuerzas sociales” está poniendo el acento en las determinaciones que generan las fuerzas sociales, apartando del centro el reduccionismo lógico-metodológico. Pero esto no es percibido claramente por la “comunidad científica”, la que antes de ser conducida por un único “paradigma” se debate en enfrentamientos paralizantes. Y son paralizantes, entre otros motivos a causa de que no son puestos sobre el tapete y sometidos a debates sus fundamentos filosóficos, metafísicos, ideológicos. Como se ha señalado, esto genera la ilusión de una ciencia neutra, universal y objetiva, que impide ver como su parcialidad, particularidad y subjetividad están encubiertas para que no se pueda ver a quién beneficia, a quien perjudica y que consecuencias efectivas produce sobre el mundo. La astucia más grande es evitar la polémica, el debate, la confrontación, de ese modo se crea la idea de que hay un discurso racional, el discurso científico y lo demás son especulaciones alucinadas de metafísicos. Para muchos, lo que llaman el progreso de la ciencia, es consecuencia, entre otras cosas, de que esta se ha desembarazado de ese “lastre” que ha sido la filosofía con su carga metafísica. Para otros la ciencia se ha diluido en la tecno-ciencia y aparece cuestionada de múltiples formas; por ejemplo, en el argumento de que, si con su desarrollo amenaza la vida misma, se puede decir que ha sido una estrategia poco exitosa o por lo menos de la que hay que desconfiar. Sin embargo, más allá de las polémicas, de los avances realizados y de todas las explicaciones o significaciones que la ciencia ha podido producir, ella no se ha podido desprender totalmente de la filosofía. En definitiva, no es que queramos revivir a la filosofía, ella ha estado siempre presente en el quehacer científico. Tampoco afirmamos que el reconocimiento de la filosofía como inseparable de la ciencia sea garantía de nada. Justamente, esas consideraciones antifilosóficas de las corrientes epistemológicas ortodoxas son por demás filosóficas y metafísicas y lo son del peor modo, instituyéndose como evidencias incuestionables que se presentan como argumentos incontrovertibles, traicionando de ese modo las mejores tradiciones filosóficas que son las que no han abandonado la duda sobre el pensamiento y la confianza sobre la vida. Entendemos que la epistemología no es el ámbito para la resolución de problemas, sino el ámbito en el cual los problemas deben ser planteados a fondo, poniendo todas las cartas sobre la mesa, para que el resto de las ciencias puedan cumplir mejor con su parte, que no es “alcanzar o acercarse a la verdad”, sino mejorar nuestras estrategias de instalación en el mundo. Bibliografía — Adorno, Th. W.: Educación para la emancipación, Ediciones Morata, Madrid, 1998. — Adorno, Th. W.: Dialéctica del iluminismo, Sur, Buenos Aires, 1971. — Adorno, Th. W.: La disputa del positivismo en la filosofía alemana, Grijalbo, Barcelona, 1973. !"#$% &'()#* +,--./#' 0 1/2 /%343,% /5.%3/('27-.8' "/ 24 /5.%3/('2'-94 /69 — Adorno, Th. W.: Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento. Ed. Planeta Agostini, Barcelona, 1986. — Althusser, L: Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Ed. Laia, Barcelona, 1974. — Althusser, L.: Curso de filosofía para científicos. Ed. 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