Mi vida María Daniela Zuluaga Ariciniegas No tengo muy clara la última vez que escribí una autobiografía, pero creo que fue en la primaria, probablemente en tercero cuando empezábamos a ver el concepto. Seguramente esté inventando pero creo que la hoja en la que estaba escrita era un sucio papel manchado con polvo de grafito, con el título en lápiz rojo, y con letras que no parecían hermanas la unas de las otras. Un texto sencillo, tierno, donde escribí las cosas más curiosas que alguna vez me dijo mi mamá: el nombre de la clínica donde nací, mi fecha de nacimiento…y cosas más normales, como mi nombre, el de mis padres y mi hermano, cuántos años tengo y en qué curso estoy. Seguramente una autobiografía encantadora. Ahora, que estoy intentando hacer otra, no sé muy bien qué decir y pensé que recordando la primera vez que lo hice tal vez ayudaría. No tengo un lápiz rojo y esta hoja no puede ser manchada de grafito ya que es virtual, pero creo que la niña es la misma así que…aquí vamos: Me llamo María Daniela Zuluaga Arciniegas, un nombre bonito. También me gustan los nombres de mis padres Carlos y Luisa, pues parece que los nombres, al igual que ellos, nacieron para ir en pareja. El nombre de mi hermano es otro nivel, digo esto porque Juan tiene tres nombres: Juan Diego Hernando, pues resulta que mi papá ofreció a Juan a la Virgen de Guadalupe y como promesa ofreció ponerle Juan Diego, bello, simple y bendito; pero mi abuelo, al ser Juan el primer nieto que llevaría el apellido Zuluaga, rogó que se llamase Hernando, como él. ¿Qué hacer? Ponerle al muchachito Juan Diego Hernando un nombre polémico, largo pero curioso y potente. Tengo dieciocho años y vivo con todos ellos, son una muy hermosa familia y yo una niña afortunada. Voy a la Universidad de los Andes a estudiar el primer semestre de Literatura. Tengo básicamente tres amigas: Manuela, Laura y Paula. No tengo novio y tampoco más amigos. A veces pienso que soy algo solitaria, que mi vida es demasiado simple, la verdad es que es cierto, tengo graves problemas sociales, pero de todos modos soy encantadora y parcialmente feliz. Me sigue pareciendo curioso el nombre de la clínica donde nací, fue en la David Restrepo, en Bogotá una noche del último día de mayo de 1994. Soy de esas personas que se aferran demasiado a las cosas que consideran importantes, por ello recuerdo de una manera muy viva mi jardín de niños: La ronda de los niños; recuerdo muy bien que allí fue la primera vez que escribí algo, fue mi nombre, lo copié lo más fiel posible de aquella bella caligrafía con la que estaba marcada mi pupitre. Otra de mis marcas es mi colegio, le amo tanto que creo que es una obsesión boba, Colegio de la Enseñanza, este colegio fue fundado incluso antes de que esta patria se independizara de la corona española y fue el primer colegio de niñas. Yo pasé la mayor parte de mi vida hasta ahora en ese colegio, en medio de sus monjas, historia, profesores y ladrillo. Aferrarme a mi jardín y a mi colegio es simple y son amores que por lo general me hace feliz, pero debo decirles también que soy colombiana y soy católica, con estas marcas se me complica demasiado el corazón pero sin embargo me aferró a ellos como a un mal novio. Para amarles, así como les amo yo, hay que tener demasiada fe en ellos. También debería contar los lugares a los que he viajado, pues creo que los viajes son de mis cosas favoritas. He viajado a las costas colombianas, a la relajante Santa Marta y a la cautivante Cartagena, y también estuve un rato en Coveñas y Tolú; he pasado demasiado tiempo en la caliente Honda, pues allí vive mi abuela; conocí Medellín, San Gil; y he acampado en el Neusa y en Puerto Triunfo. A los siete años salí por primera vez del país y fui a conocer Venezuela, estuve en Isla Margarita; cuando tenía quince años fui a conocer a Mickey en su castillo y ello para mí fue algo revelador, era como si en mundo de Disney pudiera ser real; hace dos años fue a un encuentro con el Papa en Madrid, y de paso aproveché para conocer algo de Europa, lo máximo; el año pasado me fui a aprender inglés en un High School de la Florida y aquello me cambió la vida, me traumatizó un poco y me traje de allá muchas cosas además de mi notablemente mejorado inglés. Por último, quiero contarles acerca de la primera vez que me enamoré, ya que soy una chica rosa y romántica que por tener una vida amorosa patética no significa que no pueda contar su triste primer enamoramiento. Era un chico que vivía en el conjunto al que me pasé a vivir cuando tenía catorce años, se llamaba Daniel pero todo el mundo le decía Fantón ya que tenía los ojos verdes como el muñeco de la televisión Danny Phantom. La primera vez que nos encontramos yo estaba jugando a la pelota en el piso que quedaba justo debajo de él y accidentalmente le pelota se me perdía y daba a dar a su balcón. Fanton supo que yo existía y quería saber mi nombre, y para ello mandó a su hermano de diez a que me lo preguntará. Desde ese momento me enamoré de ese tipo, fue muy loco, todo era fantasía y la verdad es que nunca pasó nada. Me enamoré de un fantasma. En fin, creo que en esto se resume mi vida, mi simple vida, una chica común, que estudió en un buen jardín de niños, en un buen colegio, católica y colombiana por sus padres, dulce, aplicada, enamoradiza, que estudia literatura… en fin, todo un dolor de cabeza.