Especial: Cinema Negre | 13 denovembre de 2014 | Horari: 20.00 i 22.30 h Touch of Evil (Sed de mal, 1958) Orson Welles Sinopsi Un agent de policia, Heston, arriba a la frontera mexicana amb la seva dona, just al moment que explota una bomba. Fitxa artística Charlton Heston. . . . . . . . . Mike Vargas Janet Leigh. . . . . . . . . . . . . . Susan Vargas Orson Welles. . . . . . . . . . . . Hank Quinlan Joseph Calleia . . . . . . . . . . . Pete Menzies “Vamos, lee mi futuro. Tú no tienes ninguno. ¿Qué quieres decir? Su futuro está agotado.” Así habla una adivina, interpretada por Marlene Dietrich, al sheriff borracho de una ciudad fronteriza, interpretado por Orson Welles, en Touch of Evil. Esas palabras resuenan tristes, ya que Welles no volvería a dirigir en Hollywood después de hacer esta historia oscura y atmosférica de la delincuencia y la corrupción. Fitxa tècnica Director . . . . . . . . . . . . . Guió. . . . . . . . . . . . . . . . . Basat en la novel·la. Productor. . . . . . . . . . . . Música original . . . . . . Fotografia . . . . . . . . . . . Muntatge. . . . . . . . . . . . Vestuari. . . . . . . . . . . . . País. . . . . . . . . . . . . . . . . Durada. . . . . . . . . . . . . . Orson Welles Orson Welles Franklin Coen Albert Zugsmith Henry Mancini Russel Metty Walter Murch Bill Thomas EUA 108 minuts Fue nombrada mejor película en la Feria Mundial de Bruselas (Godard y Truffaut estaban en el jurado) de 1958, pero en América se estrenó en un programa doble, falló, y puso fin a las expectativas de Welles de afianzarse en la industria. Sin embargo, la película siempre ha sido una de las favoritas de aquellos ávidos de placer visual y dramático. La película comienza con uno de los mejores planos secuencia que se han hecho nunca, siguiendo un coche cargado de explosivos durante 3 minutos y 20 segundos. Y tiene otros virtuosos desplazamientos de cámara (...). Welles y su director de fotografía, Russell Metty, no querían solo lucirse. Los destinos de todos los personajes principales están enmarañados de principio a fin, y la fotografía lo consigue reflejar atrapándolos en las mismas tomas, o conectándolos a través de cortes que responden y resuenan. La historia no avanza en línea recta, sino como una serie de bucles y espirales. Algunos de esos bucles fueron retirados cuando Universal Studios tomó y reeditó la película de Welles, añadiendo primeros planos y acortando escenas, por lo que existía desde hace años una versión confusa de 95 minutos, y más tarde otra de 108 minutos que todavía reflejaba la intromisión del estudio. Ahora bien, las intenciones originales de Welles (explicado en una nota de 58 páginas para el estudio) se reflejan en una versión restaurada que es 3 minutos más larga y contiene 50 cambios, algunos grandes, otros pe- queños. Esta versión fue producida por Rick Schmidlin y editada por el ganador de un Oscar Walter Murch, inspirado por el crucial artículo escrito en 1992 por el crítico de Chicago Jonathan Rosenbaum en una publicación trimestral de Cine. La historia tiene lugar en Los Robles, una ciudad de mala muerte situada en la frontera mejicana-estadounidense. Es un lugar de bares, clubes de striptease y prostíbulos, donde la música salpica la calle desde cada local. En el plano inicial, vemos la bomba situada en el maletero del coche, entonces la cámara se eleva y persigue el coche hacia una avenida repleta de sórdidos escaparates, antes de deslizarse hasta el nivel de los ojos de una pareja que pasea. Son los recién casados Mike y Susan Vargas (Charlton Heston y Janet Leigh); él es un oficial antidroga mejicano. En un puesto de control fronterizo, en el que eventualmente se han cruzado con el coche maldito, que se ha retrasado por el tráfico y un rebaño de cabras. Mike y Susan están contemplando el registro cuando hay una fuerte explosión fuera de campo, y finalmente un corte dirigido al vuelo en llamas del coche seguido de otro corte. Todo el mundo espera la llegada del Sheriff Hank Quin- lan (Welles), una enorme, sudorosa y aparatosa figura que se cierne sobre la cámara. Quinlan se hace cargo, intuyendo que la explosión fue causada por dinamita. Vargas, un testigo, se ve envuelto en la investigación, pese al vistoso desagrado de Quinlan; la película se transforma en una competición entre esos dos hombres, destacando los esfuerzos del sheriff para culpar a Vargas y su mujer por cargos de narcotráfico y homicidio. Los espectadores familiarizados con la versión anterior no sienten que estén viendo una película diferente, pero pueden seguir la trama con más facilidad. Los cambios más importantes suceden esos primeros minutos, cuando las historias de los personajes de Heston y Leigh se alternan. Otro cambio significativo: El plano inicial, ahora visto sobreimpreso en los créditos (ellos lo habían movido hacia el final), y con la música que sale de radios de coche y clubs, en lugar de el tema de Henry Mancini. (...) Los temas superficiales son fáciles de detectar y el choque entre culturas se torna irónico. Vargas refleja estereotipos gringos mientras Quinlan encarna clichés sobre representantes de la ley mejicana. Pero puede haber otro tema que esté al acecho debajo de la superficie. Gran parte del trabajo de Welles era autobiográfico, y los personajes que eligió para interpretar (Kane, Macbeth, Otelo) eran gigantes destruidos por la arrogancia. Ahora considera a Quinlan, que cura viejas heridas e intenta orquestar este escenario como un director, asignando diálogos y roles. Hay un momento en el que Quinlan quiere el corte final en la trama, y no lo entiende. Está descendiendo después de años de indulgencia y autoabuso, y su ego le trae problemas. ¿Hay una resonancia entre el personaje de Welles aquí y el hombre en el que se convirtió? La historia de la carrera posterior de Welles es de proyectos inacabados y películas alteradas después de que él las haya dejado. Hasta cierto punto sus personajes reflejan sus sentimientos acerca de sí mismo y de sus perspectivas, y Touch of Evil puede ser tanto de Orson Welles como de Hank Quinlan. Welles trajo gran estilo a sus películas, abrazando el exceso en su vida y obra como el precio (y la recompensa) de su libertad. Roger Ebert