Enfermedades crónicas no transmisibles en escolares Autores: Adairis Balsa Alfonso. Psicóloga (adairis@uclv.edu.cu) Yoilén Barreira Rodríguez. Psicóloga. (ybarreira@ucf.edu.cu) Correspondencia: Adairis Balsa Alfonso. Calle 3ra número 2 Entre Oriente Norte y B Manicaragua Villa Clara. Cuba. E-mail: adairis@uclv.edu.cu Resumen Las enfermedades crónicas no transmisibles tienen gran prevalencia en la población actual, planteándose que cada década más personas la padecen, lo cual no solo ocurre en personas adultas sino también en edades tempranas como la infancia. Es importante prestar atención a las mismas, ya que influyen de diversas formas en la vida de los escolares, teniendo implicaciones no solo en la salud sino también en diversas áreas de la vida de los escolares. Palabras claves: enfermedades crónicas, escolares, salud. Abastract Chronic non-communicable diseases are highly prevalent in the current population, considering that every decade people have it, which not only occurs in adults but also at an early age as children. It is important to pay attention to them since they have a variety of ways in the lives of schoolchildren, with implications not only in health but also in various areas of school life. Key words: chronic diseases, school health. La enfermedad crónica Las enfermedades crónicas constituyen la primera causa de morbilidad y también de mortalidad en Cuba, la vigilancia de las mismas constituye un elemento importante para alertar al sistema de salud sobre su evolución. Esto no solo afecta a nuestro país, pues en el mundo desarrollado se estima que un 88 % de las muertes son relacionadas con estas enfermedades, mientras que en los países en desarrollo, está alrededor del 40%. (1) Los datos anteriores, justifican la gran atención que se brinda a estas enfermedades en la actualidad, las cuales no solo se presentan en la etapa adulta sino también en la infancia, siendo un tema muy sensible dentro de la población. La definición de cronicidad en la infancia no siempre ha sido abordada de igual manera por los especialistas. Este término fue aplicado antes de 1957 a entidades biológicas de larga duración, sin posibilidades de cura como en casos de parálisis cerebral y diabetes juvenil. En 1988 el Comité de enfermedades crónicas en la infancia en Chile definió a cualquier enfermedad de una duración de tres meses o más, que altere las actividades normales del niño, produciendo deficiencias, incapacidad o minusvalía, como una enfermedad crónica. También incluye a aquellas condiciones que requieren hospitalización continua por treinta días como mínimo. Por otro lado, es definida como los síntomas de una enfermedad con una duración de tres meses o más o que precisan hospitalización o amplios servicios sanitarios, domiciliarios o comunitarios durante más de un mes en un período de doce meses. (2) Establece la diferencia entre enfermedad, trastorno específico de la salud; limitación funcional, problema que surge como consecuencia de los síntomas de la enfermedad; y la discapacidad que abarca implicaciones o consecuencias sociales resultantes del padecimiento de la enfermedad o de la limitación funcional como para practicar deportes al nivel de competición o el aislamiento social como en el caso de las dificultades para comunicarse. Considera que la prevención puede dirigirse a cualquiera de estos niveles según el caso de que se trate para ayudar a disminuir el impacto en el crecimiento y desarrollo del niño. A pesar de la diversidad de conceptos en torno a la enfermedad crónica, se considera que los investigadores de la temática coinciden en sus definiciones en que el elemento básico para juzgar la cronicidad es la duración del daño a la salud; aunque también refiere la existencia de enfermedades que con una evolución menor en el tiempo, por sus características de persistencia o de limitaciones, son desde su inicio crónicas. (2) La reunión de expertos de la Organización Mundial de la Salud sobre adherencia al tratamiento y control de enfermedades no transmisibles define las enfermedades crónicas como aquellas que tienen una o más de las siguientes características: son permanentes, dejan discapacidad residual, son causadas por alteraciones patológicas irreversibles, requieren entrenamiento especial del paciente para su rehabilitación o pudiera requerir de un largo período de supervisión, observación o cuidado. Estas consideraciones consiguen unificar el criterio de inclusión del paciente en el rango de enfermo crónico, con las características específicas de la enfermedad o de las enfermedades de carácter persistentes que padezca, y con los diferentes niveles de adaptación psicosocial que permita la misma, lo que pudiera encausar de manera más efectiva las estrategias de diagnóstico y tratamiento. Las profundas transformaciones que se han producido en el mundo en los medios de salud han permitido elevar considerablemente los índices de sobrevida en niños con enfermedades crónicas. Los avances en el campo de la tecnología médica, quirúrgica y en la quimioterapia, la disminución de la mortalidad materno-infantil, entre otras causas, han permitido prolongar la vida, aunque en muchos casos con las consiguientes implicaciones físicas y psicológicas. Se plantea que el estilo de vida actual y una serie de factores de riesgo (obesidad, sedentarismo, dieta inadecuada, etc), con sus modificaciones ambientales, entre ellas una de las más importantes, la contaminación, los traumatismos a causa de accidentes, la proliferación de enfermedades alérgicas, así como las enfermedades propias de la infancia, han condicionado un aumento creciente de niños con enfermedades crónicas en las últimas décadas. Pese a estas realidades muchos de los esfuerzos del personal sanitario están dirigidos a la educación de la población, lo que ha condicionado en los últimos años, un cambio en la concepción de la salud, en la que ésta alcanza una dimensión más allá de la ausencia de enfermedad. En 1978 la OMS analiza las causas multifactoriales que inciden en el proceso de salud–enfermedad, en las que considera, además del componente biológico, el psicológico y el entorno social en el que se desarrolla el individuo. Se plantea que las características biológicas, en interjuego con la realidad social y el modo de afrontar las vicisitudes vitales van a condicionar la aparición primero y el desenvolvimiento después de una enfermedad. (3) La salud absoluta no existe biológica, psicológica ni socialmente considerada, dado que tal concepción se contradice con la capacidad propia de cada sistema viviente de equilibrarse y cambiar. Por ello es más apropiado referirse al proceso salud–enfermedad, que nos remite a la idea de acción frente al conflicto, a la posible transformación de la realidad. Esta nueva visión en la concepción de salud condiciona un cambio en el perfil epidemiológico de las enfermedades crónicas, en la que el enfermo asume un rol protagónico en los cuidados de su propia salud y requiere además, un cambio en la atención médica capaz de atender las demandas del individuo como ser biopsicosocial. Las enfermedades crónicas en los escolares La enfermedad crónica en cualquier etapa de la vida conlleva una gran variedad de ajustes psicológicos en el individuo que la padece. Cuando aparece en la infancia y en la adolescencia, su presentación, implica tanto a la familia como al niño o al adolescente. (4) Por tanto, representa un factor de riesgo para el desarrollo saludable del individuo y del grupo familiar. Sin lugar a dudas, la etapa escolar representa un período crucial en la evolución biológica, psicológica, y social del ser humano, en ella se está desarrollando el proceso de formación de la personalidad del niño. En los que presentan enfermedades crónicas, este proceso resulta afectado por las consecuencias que tienen estas enfermedades, donde las mayores exigencias se presentan en la esfera social, relacionadas con las metas escolares, las expectativas de futuro y la interacción con los coetáneos. Las implicaciones de las enfermedades de larga duración no siempre conllevan a desórdenes propios de la enfermedad que padece sino que puede repercutir en otras áreas igualmente sensibles para su desarrollo como en el caso de las afectaciones neurosensoriales: parálisis, otros trastornos motores, hipoacusia, disminución de la agudeza visual, y las de carácter psicológico: ansiedad frecuente, depresión, negativismo, agresividad, deterioro de la autoestima, infantilismo de conducta, retraso escolar, inadaptación social y neurosis. (5) Muchos estudios señalan la existencia de una relación entre la enfermedad crónica en la infancia y problemas de ajuste psicológico. En este sentido, es importante señalar que el niño con una enfermedad crónica tiene que enfrentarse a la realidad de que la enfermedad no va a quitársele, por lo que resulta muy difícil en este proceso la aceptación del niño de su condición de enfermo y de la responsabilidad que implican las limitaciones y cuidados que le impongan su tratamiento. No obstante, cuando el diagnóstico tiene lugar durante la infancia aumentan las probabilidades de aceptación de la enfermedad antes de llegar a la adolescencia, así como la estabilización de los hábitos necesarios para el cuidado de su salud. Hay que tener presente que el niño pequeño que no es capaz de entender por qué se enfermó, puede asumir que está siendo castigado por su comportamiento, se puede enojar con sus padres y médicos porque no pueden curarlo. Pueden reaccionar fuertemente si lo miman mucho, si se ríen de él, o si recibe otro tipo de atención. Los tratamientos incómodos y las restricciones a actividades pueden amargarlo y hacerlo reservado. Se hace necesario hablar de los procesos de disgregación que se producen como consecuencia de la enfermedad, así como de las vivencias dolorosas y traumáticas que acompañan a la misma. Esta disociación escolar se produce cuando ingresan al niño en el hospital y abandona el colegio. Esta separación escolar muchas veces se produce de manera traumática; el tiempo de ausencia al colegio es demasiado largo en algunas enfermedades; las secuelas físicas, psicológicas, neurológicas, estéticas y afectivas les producen afectaciones en la autoestima, les sitúan en una situación de desventaja escolar respecto a sus compañeros, y les dejan en una situación de hipersensibilidad, que les produce valoraciones desproporcionadas de su verdadera situación; y, finalmente, el trato incorrecto por parte de los adultos, les lleva, a veces, a tomar decisiones de inapetencia, inadaptación ostentosa, y a reclamar más atención sobre sí mismos. (6) Por tanto, es importante que la desconexión total del niño con su escuela no se produzca nunca. Las cartas periódicas de los compañeros de clase, las llamadas telefónicas a los compañeros más íntimos para estar al día de los acontecimientos escolares, la visita del profesor del hospital, e incluso el acompañarle, si es posible, el primer día de clase, etc., todo esto viene a favorecer el hecho de que se mantenga cierta comunicación para que la ruptura total no se dé de ninguna forma. Es importante que el niño viva el regreso a la escuela como el que regresa de un largo viaje y tiene muchas cosas que contar y el profesor no debe desperdiciar esta gran oportunidad. Los elementos anteriores, indican que una de las consecuencias de las enfermedades crónicas es que influye en la actividad de estudio y/o de juego. Al niño sentirse inferior ante sus compañeros, debido a las ausencias que puede haber tenido a clases, al presentar dificultades en las asignaturas, el no poder hacer todo lo que los demás niños hacen (pudiera ser no poder jugar a determinado juego o no comer algunos alimentos), esto puede traer consigo que no quiera jugar con los demás compañeros del grupo, por sentirse aislado, rechazado, diferente ante los demás. Algunas de estas enfermedades provocan una disminución de energía y concentración e influyen negativamente en el desarrollo cognitivo, afectivo y social del niño, por lo que puede afectar la actividad de estudio y de juego del escolar. Tras el impacto del diagnóstico la familia vive una etapa de crisis y angustias ante la presentación de un nuevo problema pero es precisamente el grupo familiar el que debe asumir esfuerzos económicos a causa de los medicamentos, dieta, etc., además de la limitación, en muchas ocasiones de uno de los padres para trabajar y poder asistir a consultas, terapias, o en los períodos de ingreso; además del tiempo que deben dedicarle a los cuidados domiciliarios del enfermo. Varios estudios revelan la aparición de sintomatología depresiva ansiosa o de una auténtica patología en los padres que puede hacerse extensiva al paciente. (7) También se pueden presentar o acentuar síntomas de disfunción familiar, motivo de tensiones y desacuerdos. La madre asume el rol principal, frecuentemente posterga sus proyectos personales y limita al padre en lo cuidados del niño, en ocasiones, él mismo se autoexcluye de estas funciones. En los hermanos también pueden aparecer síntomas a causa de tratamientos diferenciados en relación con el enfermo lo que puede generar celos, sentimiento de abandono, deterioro del autoconcepto o por el contrario pueden asumir exceso de responsabilidades en el manejo del paciente. Múltiples estudios revelan la importancia de incluir a toda la familia en el tratamiento. (7) Esto se puede explicar partiendo de la influencia que el medio familiar ejerce en el menor, al ser los responsables de prepararlos ante la enfermedad, indicándoles los alimentos que deben ingerir y las actividades a realizar para mejorar su salud. Se plantea que la salud se enriquece cuando se enfoca desde el ángulo del grupo familiar y que cuando se vislumbra la acción de la familia como un todo sobre cada uno de sus integrantes, la salud adquiere dimensiones nuevas. (8) Se plantea que la familia constituye el espacio por excelencia para el desarrollo de la identidad y es el primer grupo de socialización del individuo. Es en la familia donde la persona adquiere sus primeras experiencias, valores y concepciones del mundo. La familia aporta al individuo las condiciones para un desarrollo sano de la personalidad o en su defecto, es la principal fuente de trastornos emocionales. (9) Un factor de riesgo a considerar es el desarrollo por parte de la familia de estilos educativos inadecuados, tales como la sobreprotección, la inconsistencia, rigidez, permisividad, autoritarismo, etc., pues muchas veces influyen de forma negativa en la vida de los escolares, no solo en sentido general sino también ante el padecimiento de una enfermedad crónica. Por tanto, según cómo la familia maneje sus miedos y ansiedades, de cómo elabore sus estrategias de afrontamiento, dependerá en gran medida el éxito del tratamiento. Los padres tienen la tarea de educar a sus hijos, con las implicaciones propias de su desarrollo y deben enseñarle a afrontar de manera sana sus limitaciones sin que esto constituya un freno para el desarrollo de una vida normal. Son muchas las acciones que se pueden realizar con escolares que presenten enfermedades crónicas, partiendo de las características y particularidades de cada enfermedad. En este sentido, es preciso trabajar con el menor, la familia y la escuela, ya que este último contexto de desarrollo desempeña un importante papel durante la etapa escolar. A continuación se ofrece, de forma general, una serie de recomendaciones para el trabajo con escolares que presenten enfermedades crónicas no transmisibles: *Priorizar las acciones preventivas con la familia de niños crónicos, para disminuir la influencia de los estilos educativos inadecuados. *Brindar información a los padres acerca de las particularidades de la etapa escolar. *Estimular el cambio de situaciones familiares inadecuadas hacia otras conductas educativas adecuadas y consistentes. *Estimular el desarrollo del autoconocimiento en menores con enfermedades crónicas, teniendo en cuenta el reconocimiento de las cualidades positivas. *Favorecer el desarrollo de la autoestima. *Los profesores deben informar a los compañeros del niño para crear un clima de solidaridad y evitar que se sienta diferente. Se trata de promover la ayuda, sin limitar la responsabilidad en el cuidado de sí mismo. *No lo excluya de actividades importantes para su desarrollo físico y emocional a menos que el médico lo recomiende. *Fomente discusiones acerca de temas de salud, incluya en el temario enfermedades crónicas que afecten a sus alumnos y debata las consecuencias de no seguir el tratamiento indicado. *Facilite información sobre temas relacionados con el desarrollo de estilos de vida saludables, incluyendo las preferencias de los niños: juegos, paseos al aire libre, entre otras. * Los profesores deben ayudarle a recuperar las clases, asignarle tareas especiales que le permitan incorporar el contenido igual que el resto de sus compañeros. *Permítale crecer, no lo limite ni lo sobreproteja. *Recuerde, el escolar crónico no tiene que sentirse diferente si las personas de su entorno están debidamente informadas. Bibliografía 1. Rodríguez C., Pino I. y González C.E. Estrategia Educativa para la formación de hábitos y estilos de vida saludable en la Educación Primaria. 5to Simposio Internacional sobre Hipertensión Arterial y 3er Taller de Riesgo Vascular HTA. Santa Clara, Mayo, 2010. 2. Bedregal P. El niño con una enfermedad de larga duración. 1994. Disponible en http://www.aacap.org/publications/apntsfam/illness.htm 3. Aznar M. El trabajo interdisciplinario en el tratamiento de la enfermedad celíaca en niños. El papel del psicólogo. Pediátrica. 2000; 20(7): 25-30. 4. Rutters M., Taylor E., Hersov L.: Child and Adolescent Psychiatry. Modern Approaches. Blackwell Science: Oxford, 1995. 5. Madrigal M. Caracterización psicopedagógica de adolescentes con enfermedad celiaca [Tesis de Maestría]. Santa Clara, Cuba: Universidad Central Marta Abreu de las Villas; 2005. 6. Mijares J. Integración escolar del niño y adolescente con cáncer. Primeras jornadas internacionales de atención multidisciplinar al niño con cáncer. Valencia: ASPANION, 1993. 7. Díaz J. 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