LA LEGALIDAD DE LA PRUEBA EN EL NUEVO CODIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL 1 Por Arturo Yañez Cortés Consultor de la G.T.Z., para el Ministerio Público Doctrinalmente, tres son las principales características que debe reunir la prueba para ser considerada idónea para fundar una sentencia de cualquier clase: 1ª) debe ser objetiva; 2ª) haber alcanzado jurisdiccionalidad; y 3ª) ser naturalmente, legal. Todas, guardan directa y estrecha relación con el sistema acusatorio oral, puesto que un diseño de tal naturaleza, con pleno ejercicio de los principios de inmediatez, concentración y oralidad, brinda las condiciones adecuadas para el efectivo cumplimiento de dichas características. La primera, es decir la objetividad significa que la prueba debe provenir del mundo externo al proceso y no ser simple fruto del conocimiento privado del juez, es decir, su trayectoria transcurre de afuera hacia adentro del proceso; lo que nos lleva a la segunda característica de la jurisdiccionalidad -que como su propio nombre lo sugiere- implica que la prueba debe ser producida ante el propio juez que luego dictará la sentencia, de forma tal que permita su efectivo control por las partes procesales, teniendo estas la posibilidad de discutirlas, contradecirlas y utilizarlas. Es decir, ejercitar dos de los pilares básicos del proceso oral, como son la contradicción e inmediación. Por último, la característica de la legalidad de la prueba -recogido por el art. 172 del nuevo Código de Procedimiento Penal- enseña que ésta debe ser obtenida e introducida al proceso acorde con las formas establecidas por ley; resultando afectada su validez legal mediante su obtención ilegal cuando ha sido obtenida en violación de las garantías constitucionales como el derecho de defensa, por ejemplo; por medio de métodos prohibidos como son por ejemplo los "pinchazos" telefónicos, la tortura o el engaño; o en desconocimiento de ciertas garantías como la prohibición de no declarar contra uno mismo o sus familiares cercanos. Finalmente, la validez probatoria resulta afectada cuando ha sido incorporada ilegalmente al proceso, es decir, obviando las formas previstas por ley. Sin embargo, pese a que las citadas características pueden parecer incluso hasta obvias; pues no se puede concebir que un juez pueda fallar sobre la base preponderante de pruebas obtenidas o introducidas ilegalmente al proceso, el sistema procesal actual ha permitido una cantidad apreciable de casos en los que esas elementales y hasta lógicas características han sido obviadas cuando no abiertamente desconocidas, importando un gravísimo atentado contra el debido proceso de ley y el propio estado de derecho. Publicado en “CORREO DEL SUR”, Suplemento “CORREO JUDICIAL” el 26 de julio y 2 de agosto de 1999) 1 Sin duda alguna, los casos más frecuentes son los referidos a la Ley 1008 en los que, se ha declarado la culpabilidad de los procesados en muchos casos sobre la única base de las diligencias de policía judicial, las que fueron elaboradas desconociendo elementales normas garantistas como son por ejemplo el derecho del acusado a contar con defensa técnica, o con un traductor de su confianza e, incluso algunas veces, sin que el director nato de las diligencias de policía judicial, es decir, el fiscal asignado, haya participado efectivamente en su levantamiento o, peor aún, habiendo estado ausente en la parte más crítica de ese proceso, como son las declaraciones de los sindicados. Incluso, hasta se presentaron extremos tales como declarar en sentencia probadas las diligencias de policía judicial -como sí estas fueran una demanda en sí y no simples pruebas pre-constituidas- cuando además, las mismas resultaban ser nulas, por no haber sido obtenidas conforme a los requisitos establecidos en la Constitución Política del Estado y Ley Orgánica del Ministerio Público. También, suele ocurrir que quienes levantaron las diligencias de policía judicial no acuden a ratificar sus diligencias ante el juez de sentencia, pese a lo cual, se les otorga plena validez, siendo que las partes procesales no tuvieron oportunidad de controlar y menos contradecir dicha prueba pre-constituída cuya naturaleza legal alcanza solamente para justificar la apertura de causa y no para condenar sobre esa única base. Para superar ese panorama y esencialmente, construir un proceso penal digno de un estado de derecho, el nuevo Código de Procedimiento Penal contiene una serie de disposiciones que guardan relación con uno de los principales propósitos de la reforma procesal penal que radica en que tanto la investigación de los delitos como la imposición de la pena deben realizarse dentro del marco del más estricto respeto de las garantías previstas en la Constitución Política del Estado y Pactos Internacionales de Derechos Humanos que son los instrumentos idóneos que sientan las bases que el Estado de derecho debe respetar en su lucha contra la delincuencia. Al respecto, el nuevo Código Procesal Penal en su artículo 13 inmerso en el capítulo de Garantías Constitucionales, comienza estableciendo taxativamente un principio rector sobre la legalidad de la prueba, estableciendo que ésta sólo tendrá valor sí ha sido obtenida por medios lícitos e incorporada al proceso conforme las disposiciones de la Constitución Política del Estado y el propio Código. Además, refiere que la prueba no tendrá valor alguno cuando haya sido obtenida mediante torturas, malos tratos, coacciones, amenazas, engaños o violación de los derechos fundamentales de las personas, ni obtenida en virtud de información originada en un procedimiento o medio ilícito. En ésa dirección, el art. 93 referido a los Métodos prohibidos para la declaración del imputado señala la prohibición de exigirle juramento y menos ser sometido a ninguna coacción, amenaza o promesa -algo muy frecuente sobre todo en sede policial- ni el uso de medio alguno para obligarlo, inducirlo o instigarlo a declarar contra su voluntad, ni hacerse cargos tendientes a obtener su confesión. Igualmente, señala que la declaración del imputado sin la presencia del fiscal y su abogado defensor que contenga una confesión del delito será nula y no podrá ser utilizada en el proceso, sin perjuicio de la responsabilidad administrativa de los que la reciban o utilicen. Demás está decir que antes de recibirse cualquier declaración al imputado, se tiene la obligación de advertirle que puede abstenerse de declarar, es decir, está claramente establecido su derecho a guardar silencio, sin que esa decisión pueda ser utilizada en su perjuicio durante el proceso y que la policía -a diferencia de lo que ahora ocurre- solo podrá interrogar al imputado en presencia de su abogado y del fiscal, excepto para constatar su identidad. Para que las anteriores disposiciones alcancen una importancia real y efectiva dentro del nuevo proceso penal, el Código establece en su art. 100 la imposibilidad de fundar decisión alguna contra el imputado, sí en la recepción de su declaración no se observaron -entre otras- las normas referidas. Todo ese diseño referido a la prueba, podría quedar sin aplicación efectiva sí es que no se hubiera contemplado el principio contenido en el art. 124 que impone la obligación que tienen los jueces para fundamentar sus sentencias y autos interlocutorios expresando los motivos de hecho y de derecho en que basaron sus resoluciones y el valor otorgado a los medios de prueba. Fundamentación que no puede ser reemplazada por la simple relación de los documentos o la mención de las pretensiones de las partes. Lo anterior encuentra también su significado práctico por efecto del art. 172 del Código, es decir, las Exclusiones Probatorias establecidas en sentido que carecerán de toda eficacia probatoria los actos que vulneren derechos y garantías consagradas en la Constitución, Convenciones y Tratados Internacionales vigentes, el propio Código Procesal y otras leyes, así como la prueba obtenida en virtud de información originada en un procedimiento o medio ilícito. En el libro referido a los medios de prueba, acorde con el sistema procesal de corte acusatorio oral y la consiguiente vigencia del principio de la sana crítica para valorar los medios de prueba, el art. 171 establece que el juez admitirá como aquellos todos los elementos lícitos de convicción que puedan conducir al conocimiento de la verdad histórica del hecho juzgado, de la responsabilidad y personalidad del imputado. Así por ejemplo, el art. 216 referido a la prueba documental dispone la admisión de toda prueba de esa naturaleza, siempre que haya sido lícitamente obtenida. Finalmente, un aspecto que guarda también relación con el tema que nos ocupa, es el referido a las nulidades, siendo importante distinguir la falta de validez legal de determinados medios probatorios -lo que acarrea no sean considerados para fundar una sentencia- de las nulidades de obrados, las que en el actual sistema han venido a constituirse en una de las principales causas generadoras de retardación judicial. El nuevo Código procesal, siguiendo el principio procesal de evitar declarar la nulidad por el simple apego a normas de forma sin importancia efectiva en el proceso ya que no vulneran las garantías constitucionales o normas de derechos humanos del acusado, establece todo un capítulo denominado "Actividad Procesal Defectuosa" bajo el principio que no podrán ser valorados para fundar una decisión judicial, ni utilizados como presupuestos de ella, los actos cumplidos con inobservancia de las formas previstas en la Constitución, Convenciones y Tratados internacionales vigentes y el propio Código, salvo que el defecto pueda ser subsanado o convalidado. Finalmente, no debemos caer en el error de considerar que el régimen brevemente descrito pretenda proteger al delincuente en perjuicio de la sociedad, sino más bien lo que hace es proteger a la propia sociedad de los excesos del derecho de castigar estatal; evitando que el Estado ejerciendo su función de luchar contra la delincuencia, en una suerte de que el fin justifica los medios, incurra en la deslegitimización de tan digna función, utilizando para ése fin, los mismos medios que utilizan los delincuentes a quienes está en la obligación de reprimir.