Pieza del mes ENERO 2013 Eusebio Juliá (1826-1895), fotógrafo en Madrid. Sus cartes de visite en el Museo del Romanticismo Almudena Cruz Yábar Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ÍNDICE …. 1.Eusebio Juliá: De la pintura y la música a la fotografía. 2.El retrato fotográfico en el gabinete de Eusebio Juliá. 3.La galería de españoles célebres de Eusebio Juliá en el Museo del Romanticismo. 4.Juliá fotógrafo y empresario de éxito. 5.Anexo: Reversos de las cartes de visite de Eusebio Juliá. 6.Bibliografía. Fig. 1 Eusebio Juliá Fernando Debás Carte de visite, ca. 1885 Colección Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid 1. EUSEBIO JULIÁ: DE LA PINTURA Y LA MÚSICA A LA FOTOGRAFÍA .... E usebio Dimas Juliá y García-Núñez viene al mundo en Madrid durante los tiempos de la Década Ominosa, el 25 de marzo de 1826, en el seno de una familia afín a las artes y decisiva en la temprana vocación del nuevo miembro del linaje 1 . Su inclinación por la música proviene en buena parte de su padre Eusebio (fig. 2), que ocupó las plazas de primer oboe y corno inglés en el teatro de la Cruz y de primer clarinete en la Guardia de Corps y en el cuerpo de alabarderos. De esta última banda de música era director el primo segundo de su padre, Manuel Juliá, que instruye al joven Eusebio y le anima a matricularse en el conservatorio; estas enseñanzas le permitirán ganarse la vida como instrumentista 2 . A su formación musical, Juliá añade las clases de dibujo que recibe en la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando 3 , tutelado por su tío abuelo paterno el afamado pintor Juan Antonio Ribera y Fernández de Velasco, aunque finalmente su vocación y aprendizaje artísticos encuentren en la fotografía un medio de expresión y una profesión al tiempo. Fig. 2 Eusebio Juliá Rivera Eusebio Juliá García Carte de visite, ca. 1860 Colección Mª Jesús Domínguez Martín-Sánchez, Madrid Una vez apuntados estos primeros datos familiares y de formación, encontramos a mediados de siglo XIX a Juliá frisando la treintena y seducido por el nuevo sistema de representación que ofrece la fotografía, ante la que sucumbe a su vez la clase burguesa española a imagen de otras naciones más desarrolladas y de mayor pujanza económica. En estos momentos, a la fotografía se le niega la pátina artística de la pintura – con la que se asocia para suplir esta “carencia” en los retratos fotográficos miniados– y sin embargo ofrece un mayor e inusitado verismo, es realizada en poco tiempo, a menor precio, y con la posibilidad de obtener copias como una estampa. Por su parte, la exaltación individual burguesa reconoce la ideal aptitud de la técnica fotográfica para el retrato, que reside en el entonces inigualado poder evocador de la fotografía, pues produce una empatía incluso mayor que la pintura. Es tal el éxito, que muchos pintores abrazan el nuevo oficio abandonando el arte de la miniatura o empleando su pericia en colorear fotografías y, en cualquier caso, cediendo poco a poco ante las ventajas señaladas que despliega la nueva técnica a un sector cada vez mayor de la sociedad española: «La fotografía, invención novísima, ha arrebatado al pintor los rostros de la gente poco adinerada. En vez de imponerse un sacrificio pecuniario de cuantía, el ciudadano pobre que desea transmitir a la posteridad su efigie, va a casa del fotógrafo y por unas cuantas pesetas obtiene media docena de retratos, de los cuales da uno a su novia, otro a su madre y el resto lo distribuye entre amigos que los ponen en su álbum, donde quedan expuestos a las burlas de los que no tienen motivo para entusiasmarse ante una nariz juanetuda, unos ojos chiquitos y un lazo de corbata mal hecho. El retrato de un pintor era un homenaje rendido al arte y no sólo se buscaba con él la semejanza, sino la gloria de que un genio hubiese empleado su tiempo en trasladar al lienzo nuestras imperfecciones. […] Los ricos modernos no tienen dinero bastante para que los retraten los artistas ilustres, y apenas hay duque ni grande de España que deje a sus nietos un buen lienzo en que se conserve la memoria de sus líneas.» 4 La facilidad en la reproducción de los pequeños retratos fotográficos se introduce en el uso social del intercambio de tarjetas de presentación. Si bien ya a partir de mediados de los años cincuentas se usa en Madrid el daguerrotipo como tarjeta de visita, «Innovación. Parece que algunas personas de buen tono en Madrid, han adoptado la moda que sigue la aristocracia de Nueva York usando tarjetas de visitas sobre las cuales aparece un retrato al daguerrotipo en vez del nombre de la persona» 5 es la carte de visite, o como se la conoce en España, la tarjeta-retrato, el formato que revoluciona el mercado fotográfico. Como veremos, Juliá dará buena cuenta de este invento creado por André Adolphe Eugène Disdéri en noviembre de 1854, un hallazgo que permite obtener imágenes fotográficas sobre papel albuminado fijadas a un soporte de cartulina más o menos lujoso con un tamaño similar a las tradicionales tarjetas de visita (aprox. 10 x 6’3 cm). El daguerrotipo, a pesar de su belleza, presentaba la limitación de ser un objeto único que requería de un operador que tradujese de forma manual la imagen sobre una plancha de grabado o piedra litográfica; la carte de visite, en cambio, incorpora a la cámara cuatro, seis, ocho o en algunos casos hasta doce objetivos de tal manera que pueden obtenerse varias imágenes que se positivan, cortan y fijan sobre las cartulinas, aumentando el rendimiento y al mismo tiempo reduciendo el coste de manera notable, resultando en una ampliación del espectro de personas que tienen acceso a su consumo. Quince años después de la presentación oficial de la fotografía en el Parlamento de Francia, la carte de visite supone una auténtica revolución que transciende a la propia técnica para convertirse en un elemento catalizador de nuevos comportamientos sociales. Con la aparición del nuevo invento, se tiene la oportunidad de ser inmortalizado de cuerpo entero en un entorno lujoso reservado tradicionalmente a la aristocracia; como señala Gisèle Freund, la carte de visite secuestra comportamientos y escenarios de la nobleza en un retrato que se adhiere a un objeto propio de la burguesía incipiente. Los elementos simbólicos que toma prestado el régimen liberal del aristocrático debían sintetizarse con maestría, ya que el espacio que permite la carte de visite es reducido. Por ello y como veremos en el gabinete de Juliá, complementos como balaustradas, veladores o fondos suntuosos, pertenecientes al espacio del poderoso, son requeridos por el burgués para construir un espacio nuevo con símbolos pintados o de cartón piedra, pero fácilmente reconocibles como elementos visuales relacionados con el poder y la fama. En pocos años, la demanda de las cartes de visite está tan extendida, que algunas crónicas nostálgicas de la época se lamentan así del retroceso de la pintura y la miniatura en favor de esta nueva costumbre: «Con los retratos ha llegado a suceder lo que con los elogios: ni unos ni otros significan ya nada. No hay hombre que no tenga cincuenta retratos de mujer, ni persona que no sea joven y distinguida. Antes un retrato era la manifestación de un sentimiento profundo: era el cariño de un hijo que deseaba tener siempre ante la vista la imagen de su madre; era el amante que quería no separar de su corazón el objeto querido; era en fin, un poema desarrollado en lienzo o en marfil y encerrado en un marco de madera o de oro. Hoy nada significan los retratos. Tenéis una galería completa, y si alguna vez les dirigís una mirada lo hacéis únicamente por pasar el rato murmurando de las debilidades humanas; porque en los retratos fotográficos, como en todo, el hombre manifiesta sus debilidades humanas al querer encubrir sus defectos o tratar de hacer ostentación de sus bellezas.» 6 No obstante, el entusiasmo generado por la cámara fotográfica ha prendido entre los madrileños, y ante esta favorable situación, Juliá aparece decidido a establecerse como profesional en los años en que Charles Clifford y Manuel Herrero descuellan entre el reducido círculo de fotógrafos de Madrid. Para ello, debe encontrar en la familia de su joven esposa Sebastiana Vaca y Mesa 7 el apoyo económico necesario para abrir en 1855 su primer gabinete fotográfico en la calle de la Visitación, 1. La estrecha buhardilla en la que retrata, a la que se accede a través de una angosta y oscura escalera por la que apenas puede subir una persona de frente, corona un inmueble de cuatro pisos 8 . A pesar de la humildad inicial del gabinete, imaginamos que Juliá tendría desde muy pronto algún ayudante a su cargo, aumentando la plantilla a medida que el negocio prosperaba gracias a su buen hacer, un hecho evidente a la vista de dos fotografías en las que aparece con sus empleados: la primera tomada hacia 1860 en el estudio de la calle de la Visitación, y la segunda, datada en 1878, en su próspero establecimiento de la calle del Príncipe inaugurado en 1864 (figs. 3 y 4) 9 . Fig. 3 Estudio de la calle de la Visitación Eusebio Juliá Albúmina, h. 1860 ER/ 519.48.5 Biblioteca Nacional de España Fig. 4 Estudio de la calle del Príncipe Eusebio Juliá Albúmina, 1878 Colección Javier Domínguez MartínSánchez, Madrid En sus comienzos, cuando el negocio busca fortuna y reputación, recibe un importante encargo oficial para tomar fotografías de los animales premiados en la Exposición Agrícola de 1857 celebrada en la Montaña de Príncipe Pío de Madrid. Aunque hasta ahora no se tenía noticia de las imágenes tomadas por Juliá, debieron exhibirse en el escaparate de su establecimiento al menos hasta 1860 10 , y es lógico pensar que sea suyo el «caballo premiado en la exposición agrícola» de la Biblioteca Nacional (fig.5), quizá uno de los excelentes caballos expuestos por la Reina y los nobles de los que hablan las crónicas. Asimismo es reclamado por la alta sociedad para inmortalizar escenas festivas como una velada ofrecida por los duques de Medinaceli en 1861 11 o para tomar vistas de las célebres ruinas del anfiteatro de Sagunto por encargo del cónsul de Francia para una publicación sobre la vida de Julio César 12 ; no en vano, es citado en 1865 por el también reputado fotógrafo Quintín Toledo como uno de los más antiguos y distinguidos fotógrafos de Madrid junto a Martínez de Hebert y Alonso Martínez 13 . Sin embargo de estos encargos, el éxito comercial de Juliá va a venir de la mano del retrato de estudio y más concretamente de las posibilidades que abría para su negocio la carte de visite. Fig.5 Caballo premiado en la Exposición agrícola Eusebio Juliá Albúmina, 1857 ER/ 43.97 Biblioteca Nacional de España 2. EL RETRATO FOTOGRÁFICO EN EL GABINETE DE EUSEBIO JULIÁ .... E l cuidado secular por ofrecer una imagen elegante del cliente, herencia del retrato pictórico español –por lo general distante y mayestático–, debía conciliar ahora la verosimilitud ineludible de la fotografía con el decoro exigido tradicionalmente. Ante esta dificultad, la formación y aptitudes artísticas de Eusebio Juliá, junto a su empeño por capacitarse en el aspecto tecnológico del negocio, conforman un exitoso producto de buen gusto que rebasa las descuidadas maneras de muchos establecimientos nacidos al calor de una industria emergente y cuya desidia emplea «los mismos indispensables muebles, consistentes casi de rigor en una cortina de mal gusto las más de las veces y peor colocada, una balaustrada, un velador, etc.; el estudio de las luces y la química eran el primero muy barato para ocuparse de él, el segundo muy difícil.» 14 A pesar de su expansión, conviene recordar que durante prácticamente todo el siglo XIX la fotografía se mantuvo como un artículo de cierto lujo que evoluciona dentro de un contexto de crecimiento industrial y que encuentra su caldo de cultivo en una sociedad preocupada por mostrarse a los demás en el esplendor de sus atributos morales y económicos. El burgués reconoce en la tarjeta-retrato el sustituto a la tradicional tarjeta de visita, que queda algo parca en relación al tamaño de su ego. Éste, al anunciarse ya no presenta sus credenciales en una anodina cartulina blanca en la que figura su nombre en solitario, sino que muestra su capacidad económica extendiendo una tarjeta con su efigie. En sus cartes de visite, Juliá dispone este mobiliario comedidamente en torno al retratado, desplegando un catálogo reconocible especialmente en su primer estudio de la calle de la Visitación – cuando dispone de menos enseres– que incluye una alfombra rayada y otra florida (figs. 8 y 31), un bufetillo (fig. 11), una tela de peculiar diseño floreado en el tapete del velador y los tapizados, y la consabida pero discreta cortina conjugada con balaustrada, columna, plinto o jarrón (fig. 6). En estos primeros años, la herencia de las escenas al daguerrotipo acentúa la sobriedad del conjunto con la utilización de fondos neutros, que tras el traslado a la calle del Príncipe se sustituyen en muchos casos por fondos pintados que recrean entornos bucólicos o ventanales abiertos al paisaje (fig. 7), auxiliados ahora por un mobiliario tan rico y abundante como su clientela. Fig. 6 Retrato masculino Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34973 Museo del Romanticismo Fig. 7 Sebastiana Vaca, sus hijas y una nodriza Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1872 Colección Rosario Domínguez MartínSánchez, Madrid Estos elementos, atributos de prosperidad sin apenas cambio desde la codificación del retrato español en el siglo XVI, permiten al fotógrafo crear efectos de luz y situar la figura en el espacio, al tiempo que ofrecen un punto de apoyo al modelo para sostener la gallarda pose sin moverse durante el tiempo de exposición a la cámara (fig. 6). Vestido con sus mejores galas, la exhibición de la indumentaria constituye uno de los factores determinantes para el retratado, en especial para la mujer. Ha de lucir con gracia el perfil triangular que determina el miriñaque o el abultado polisón bajo las faldas de muchos fruncidos y de buenas caídas y calidades en las telas y hechuras –ya que el color no puede trascender más allá de diferentes tonalidades del sepia– y adornarse con un bonito peinado y un jugoso aderezo (figs. 8, 9 y 10). En ocasiones, la mujer española también gusta retratarse siguiendo la moda castiza que forman la mantilla y el abanico (fig. 31), y de esta guisa se exponen en el escaparate de Juliá «cincuenta retratos de señoras de nuestra aristocracia con la característica mantilla española» en 1876 15 . Fig. 8 y 9 Retratos femeninos Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860. Inv. 34974, Inv.35169 Museo del Romanticismo Fig. 10 Retrato femenino Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1870. Inv. 35214 Museo del Romanticismo Encontramos otros aspectos de género en el pequeño espacio de la carte de visite, que se hacen especialmente evidentes en los retratos de pareja; en muchos casos, la figura predominante del hombre aparece sentada mientras la mujer permanece de pie (fig. 11), e incluso mira sumisa al hombre, actuando como personaje secundario que no quiere robarle protagonismo, sino enfatizarlo con su reverencia (fig. 12). Fig. 11 Retrato de pareja Eusebio Juliá Carte de visite, ca.. 1860 Inv. 30290 Museo del Romanticismo Fig. 12 Fernando Ossorio y esposa Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 35234 Museo del Romanticismo Como hemos visto, la composición de la escena por el fotógrafo es muy similar a la del pintor de la época; sin embargo, el control que requiere el primero sobre el escenario difiere con el pintor en un aspecto crucial: debe dominar la iluminación ambiental durante la breve exposición del cliché fotográfico. La necesidad de luz empuja a las llamadas “galerías fotográficas” a ocupar los áticos de los edificios como hace Juliá, que reduce las horas de visita a las horas de luz matutinas, de 9 a 15:00 16 . Un amigo suyo le dedica un poema en el que alude a la ubicación del estudio de la calle del Príncipe: «Allá en la calle del Príncipe Imitando a la cigüeña un artista renombrado estableció su vivienda y sin embargo, que tiene cien peldaños su escalera le visitan hombres ricos y encopetadas duquesas ministros y diputados artistas y hombres de letras provincianos a porrillo menestrales y grisetas…» 17 Situados en sus luminosas atalayas, no todos los fotógrafos comparten el afán de Eusebio Juliá por «el estudio de las luces y la química» al que aludíamos antes; la merecida fama de sus retratos de celebridades, de niños y de grupos, respaldada por una constante renovación del escaparate de su negocio –hasta tres veces en 1877 18 –, tiene por base la mejora de su taller. Viaja por Europa e incorpora adelantos técnicos que a menudo investiga personalmente, en pos de una mayor nitidez en sus imágenes a menor coste 19 , como su celebrado método de instantaneidad en el retrato que acorta los tiempos de exposición 20 . En 1866 añade una sección de ampliaciones dedicada a realizar reproducciones y agrandar los retratos más pequeños 21 ; a este respecto se anuncia como el único representante en España del Dr. Monckhoven de Viena, inventor del famoso aparato de ampliaciones que el madrileño había perfeccionado «conforme al meridiano y clima de España.» 22 Sin perjuicio de estos adelantos técnicos, y teniendo presente que durante muchos años los retratos fotográficos coloreados son los más estimados y caros, Juliá asume el peso de la tradición pictórica sobre el retrato y responde a la demanda que exige el coloreado de las fotografías, incorporando en su taller a la pintura junto a las otras actividades de despacho, ampliaciones, paspartús y enmarcado 23 . El pintor se encarga de iluminar y añadir con el pincel las cualidades artísticas que se le niegan a la fotografía, «uniendo a la verdad de ésta la belleza del arte». 24 La producción de estas fotografías miniadas por Juliá es muy alabada en la época, y sus pintores –de finales de los sesentas conocemos los nombres de Daroca, Balaca, Camarón y Resals 25 – bien podían colorear por completo una figura a tamaño natural como la de Sebastiana Vaca y Mesa, esposa de Juliá, 26 o apenas realzar un retrato «que si me da la gana le dan encima unas cuantas pinceladas para que se destaque mi corbata de moda y los botones de brillantes que me regalé cuando pedí la mano de aquella ingrata.» 27 Fig. 13 Esperanza Juliá Vaca Eusebio Juliá Fotografía original y pintada al óleo, ca. 1875 Colección Mª Jesús Domínguez MartínSánchez, Madrid Si bien es cierto que los descendientes de Juliá atesoran varios retratos coloreados de Sebastiana y sus hijas que desprenden el aprecio que se debía tener en casa por estas fotografías iluminadas (fig. 13), cosa distinta es el llamado “retoque”, un recurso despreciado por Juliá porque desfigura la realidad, y «que si satisface y engaña a los profanos, repugna y hace sonreír a los entendidos», puesto que «de una muchacha fea podrá hacerse una muchacha bonita, si pide novio con mucha necesidad […] pero en tal caso, ella no será ella, será un ser fantástico expresamente fabricado para pescar incautos.» 28 Fig. 14 Retrato de niña Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34955 Museo del Romanticismo Fig. 15 Lucrecia y Josefina Juliá Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1872 Colección Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid Como hemos visto, los usos sociales del retrato fotográfico se multiplican con la carte de visite al poder guardar una copia para sí y tener varias más para su distribución; normalmente el círculo íntimo del retratado, familiar y amistoso, da cuenta de este sobrante. Tal sería el caso de los ejemplos privados referidos y en especial de los retratos de niños. En estos, el control sobre la escena se hace más difícil por la dificultad añadida de mantener a un niño quieto durante el tiempo de exposición a la cámara. «Como entonces la fotografía no era instantánea ni mucho menos, era difícil retratar a los niños y aun a muchas personas mayores inquietas y nerviosas. Juliá hizo su especialidad de los retratos de niños: no quedó niño en Madrid que no pasara por su fotografía. Con esto ganó lo que quiso, como suele decirse.» 29 Como rememora Jacinto Benavente, Juliá cosecha una gran fama en este registro –en buena medida al rebajar los tiempos de exposición como dijimos– y «consiguió que desapareciese el rótulo primitivo de “No se retratan niños” de los estudios.» 30 Su especial habilidad con los infantes puede advertirse en el temprano retrato de niña del Museo del Romanticismo (fig. 14) o en los numerosos que realizó de sus hijas Lucrecia, Josefina y Esperanza (fig. 15). En ocasiones, el objeto de visitar al fotógrafo se debe al deseo de inmortalizar un hecho significativo como puede ser el nacimiento de un hijo u otro evento religioso u oficial –aunque poco a poco la visita al estudio se convierte en un rito per se–; tal es el caso del retrato enmarcado de grandes dimensiones de los representantes del notariado español que conserva el Museo del Romanticismo (fig. 16). La fotografía es tomada en junio de 1866 en el estudio de la calle del Príncipe con ocasión de la súplica que había hecho este grupo ante las Cortes para exigir la publicación de un complemento a su Ley orgánica de 1862 31 . Juliá coloca a los censores y decanos en tres filas creando un semicírculo en una disposición armoniosa; los retratos de grupo requerían de una habilidad compositiva que el fotógrafo resuelve en este caso con gran manejo del oficio. Fig. 16 Retrato de los representantes del notariado español Eusebio Juliá Albúmina, 1866 Inv. 1349 Museo del Romanticismo En el negocio de Juliá sobrevuela un uso lúdico manifiesto que va aparejado al nuevo invento fotográfico. Tal y como anuncia su Almanaque para 1873, junto a la posibilidad de retratarse en todos los tamaños y seis clases de retratos, ofrece también vistas primorosas para estereoscopio «de Constantinopla, Palestina, Italia y sus museos, Alemania, Suiza, Francia, etc.», mientras en el escaparate lucen entre otros una «colección de bodegones de original gusto» (fig. 17) o hermosos retratos de niños en Carnaval 32 (fig. 13), y sobre todo brillan los retratos de desconocidos y famosos que congregan a una multitud de curiosos que juzgan sin rubor los rostros, los atuendos y de paso las conductas, de aquellos que se arriesgan a que su figura sea mostrada en el portal, comprada, intercambiada y manoseada por cualquiera, expuesta a los ojos de los mirones de escaparates, tal y como narra Manuel Ossorio y Bernard en su Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol: «La curiosidad, madre de todos los vicios, suele reunir constantemente en las portadas de las [casas de] fotografías a esa población despreocupada y trivial a la que se encuentra en todas partes, menos en los sitios donde se rinde culto al trabajo. […] Haría interminables mis observaciones si me detuviera junto a todos los grupos allí apostados, sorprendiera todos los diálogos y multiplicase las citas que allí se escuchan. Las paredes del portal están literalmente cubiertas de retratos, figurando entre los retratados todos los que por cualquier título han sido reputados por el fotógrafo dignos de la exhibición. Políticos, oradores, magistrados, militares y poetas; mujeres hermosas o que creen serlo, niños con juguetes, con caballitos o con trajes de máscara; niños muertos; niños con sus amas; amas con sus soldados; soldados con su uniforme, todas las clases, todas las fortunas han sido iguales ante el colodión y el nitrato de plata. Todos igualmente motivan groseras o delicadas frases, justas o inoportunas observaciones […] Pero, dejemos que murmuren los curiosos en el portal, tomemos aliento y dispongámonos a subir doscientos cuarenta peldaños, que separan a la galería fotográfica del pavimento común de todos los habitantes y transeúntes de Madrid.» 33 Fig. 17 Bodegones Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Colección Rosario Domínguez Martín-Sánchez, Madrid Esta moda suscitada por los retratos, unida a la reproducción que permite el medio, desemboca en una afición por coleccionarlos, especialmente las manejables cartes de visite cuyo soporte de cartulina palia la fragilidad del delicado, fino y de poco gramaje papel a la albúmina sobre el que se fija la fotografía, favoreciendo el intercambio y regalo de las mismas. Esta ventaja evidente que ofrece su manejo con soltura y sin miedo al deterioro, propicia la moda de reunir e intercambiar las tarjetas-retrato que se adquieren en los estudios fotográficos, en librerías y quioscos e incluso –debido a su reducido tamaño y precio– por correo desde provincias. Hay que tener en cuenta que la prensa no tenía capacidad para la reproducción de fotografías, lo que hace que estas tarjetas no encuentren rival como objeto de entretenimiento. El coleccionismo de cartes de visite alcanza gran popularidad en salones y cafés; se introduce en las tertulias donde se intercambia y se muestran las colecciones, favoreciendo su organización en álbumes confeccionados por el coleccionista. «¿Sabéis queridos lectores míos, cuál es la cosa más en moda por el momento entre la buena sociedad de la corte? Pues son los pequeños retratos en fotografía llamados por los franceses portraits-cartes. Todo el mundo tiene el suyo, y lo da y lo pide a los demás. Niñas de quince abriles que lo negarían a su amante si se lo exigiera al óleo o en miniatura, no tienen inconveniente en concedérselo a cualquiera fotografiado. Mujeres casadas, de virtud reconocida, no vacilan en entregar su imagen a sus adoradores como a los indiferentes. […] La moda de los retratos ha producido la moda de los álbumes fotográficos. Cada señora elegante tiene el suyo. Cada fashionable, cada dandy quiere tenerlo.Y en ellos no figuran solo los amigos y los conocidos, sino que tiene cabida todo el mundo. La hermosa al lado de la fea; la cantatriz haciendo pareja con la duquesa; el poeta con el banquero; el ministro con el periodista; nuestras glorias y nuestras miserias; nuestro pasado y nuestro porvenir; ya lo he dicho: todo. Lo que importa, lo que se desea, es tener una colección notable, lo que se llama un álbum rico.» 34 La base de cartulina de estos retratos-tarjeta se presta además a otros entretenimientos. Si el fotógrafo tiene a bien estampar su nombre en el anverso bajo el retrato y deja el reverso en blanco, el dueño de la car tulina puede dedicar la fotografía, escribir alguna líneas o incluso participar en nuevos juegos que a veces reciben las críticas de los más escépticos, pero que sin duda animan a agudizar el ingenio a los que compiten por retratar a los madrileños: «Un fotógrafo ha concebido la idea de la invención siguiente: Hacer unas tarjetas, en cuyo dorso consten impresas las siguientes palabras: Edad. Fortuna. Esperanzas. Profesión. Carácter. Cuando uno quiere enviar su retrato a una muchacha, se llena el cartón así preparado, y que tiene todo el aspecto de un antiguo pasaporte. Véase como: Edad: veintiocho años. Profesión: empleado con cinco mil reales y manos puercas. Fortuna (la que se quiera) en renta diferida. Esperanzas: un tío en Indias, que padece de hidropesía y a quien se llevará muy pronto Pateta, el cual reúne en sonantes peluconas… eche Vd. peluconas. Carácter: miel y ambrosía. Véase, pues, como este procedimiento es sencillo y sumamente cómodo.» 35 La carte de visite hecha en la capital española, en su escenografía y tratamiento general, es deudora – como hemos visto en la producción de Juliá– de la influencia innegable de su creador, el francés Disdéri, cuya obra más influyente, El arte de la fotografía (1862), se anuncia en España el mismo año de su publicación 36 . No obstante, para los fotógrafos madrileños es aún más decisivo su paso por la capital en 1864 37 ; aquí se instala de septiembre a diciembre en el establecimiento que le cede el conde de Vernay en la calle de Pontejos, nº 6 38 . Regresa un año más tarde de febrero a mayo –dejando una sucursal con su nombre en funcionamiento hasta 1867– y ofrece sus servicios en un estudio de la calle del Príncipe, nº 14 39 , es decir, en la misma calle en la que se encuentra el negocio que ocupa Juliá desde el año anterior. Disdéri modela el estilo de retratar de muchos fotógrafos patrios, incluido Juliá, en quien además ejerce de guía en la creación de una galería de contemporáneos célebres, una de las empresas en que más empeño emplea y que más éxito va a retribuir a nuestro fotógrafo. 3. LA GALERÍA DE ESPAÑOLES CÉLEBRES DE EUSEBIO JULIÁ EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... «En su larga práctica del ejercicio de la fotografía, cuyos adelantos ha seguido paso a paso, aplicándolos con tanta inteligencia como perseverancia, el Sr. Juliá ha tenido enfrente de sus objetivos a cuantas personas figuran o han figurado en los últimos veinte años, distinguiéndose en todas las altas esferas sociales. Hombres políticos, artistas, militares, sabios, literatos, magistrados y todos los que se han distinguido por algo, inclusas las mujeres que descuellan por su hermosura, han venido con el tiempo á formar lo que un diario llama, con mucha razón, una verdadera “galería de notabilidades contemporáneas”.» 40 L a afición del ciudadano del siglo XIX por coleccionar las efigies fotográficas de las personas célebres de su tiempo, es heredera del gusto tradicional de hacer lo propio con las estampas de personajes públicos. En origen, éstas se ofrecían como espejo de virtud a las masas, ya que desde tiempos del tratadista Aretino se exigía gran cuidado en conceder el honor de pasar a la posteridad sólo a quien fuera merecedor de él 41 , si bien es cierto que el círculo se fue ampliando debidamente justificado por la moda del momento, que gustaba del noble y a veces también del desdichado 42 . Este interés se había explotado años antes por la prensa, que al margen de otros coleccionables en forma de enciclopedias o almanaques, ofrece a sus lectores la posibilidad de suscribirse a las entregas de personajes famosos en las que se incluyen biografía y retrato estampado 43 . Barata y fácilmente reproducible como la estampa, la carte de visite encuentra su nicho en esta fiebre coleccionista ofreciendo conjuntos coherentemente agrupados. Aunque las primeras colecciones fotográficas que surgen en España no son de retratos, sino de álbumes de vistas 44 , una de las fórmulas que más éxito alcanza en el siglo XIX es la serie de protagonistas de la actualidad. Los escaparates de los comercios de la Puerta del Sol exhiben desde fecha temprana los retratos de artistas firmados por Eusebio Juliá, hablándose en 1861 de cerca de cien retratos de escritores, con la intención de completar también el catálogo de los actores del momento 45 . Este mismo año, Juliá emprende un viaje a París y Londres con la determinación de adquirir los aparatos y conocimientos necesarios para estar a la altura de los adelantos fotográficos que se están dando en el extranjero 46 , resuelto a confeccionar una galería de artistas españoles semejante a la de Disdéri: verá la luz en 1862 con el nombre de Galería biográfica de españoles célebres, una recopilación de retratos de personajes notables con sus correspondientes biografías a 6 reales 47 . Como hará en la edición de lujo del Almanaque de E. Juliá para 1873 –cuyo formato es la llamada tarjeta americana o carte de cabinet– Juliá opta casi siempre por los retratos ovales de busto, y así encontramos varios de esta serie de los sesentas en su versión carte de visite en el museo Lázaro Galdiano de Madrid 48 . Su constancia en retratar a los personajes públicos durante toda su carrera se une al cuidado en conservar un esmerado registro de esta colección, conformando un excepcional y «verdadero museo de celebridades españolas» aunque, como intuye Benavente muchos años después, «es de temer que nadie se haya acordado de recogerla y catalogarla». 49 El primero de los protagonistas de esta galería de contemporáneos célebres de Juliá en el Museo del Romanticismo que ahora nos disponemos a desgranar es el general Juan de Zabala y de la Puente (1804–1879) (fig. 18). Su participación distinguida en la Guerra de África (1859-1860) le granjea la fama pública y el reconocimiento oficial, obteniendo el marquesado de Sierra Bullones en honor a su victoria en la batalla del mismo nombre, así como la medalla de África y la placa de la gran cruz de la real y militar orden de San Fernando que luce en el pecho –arriba, centro y derecha respectivamente– por lo que podemos fechar este retrato a su regreso de la contienda 50 . Catorce años después, cuando Zabala es nombrado ministro de la Guerra con la República, La ilustración española y americana –con la que Juliá colabora habitualmente– toma esta fotografía como modelo para estampar su busto en la portada 51 (fig. 19), pues era una práctica usual a partir de los años sesentas cincelar el grabado a partir de una fotografía, ya que de esta manera la estampa se presumía más veraz y no sólo fruto del recuerdo o la habilidad del artista. Fig. 18 General Juan de Zabala Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 30097 Museo del Romanticismo Fig. 19 La ilustración española y americana, 15 de marzo de 1874 Biblioteca del Museo del Romanticismo . Un caso similar es el del general Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque (1827-1895), famoso por liderar el golpe de estado contra la República en 1874, a quien Juliá retrata hacia 1870 antes del levantamiento, portando la placa y la banda de la gran cruz de la orden del Mérito militar con distintivo rojo que le había sido concedida en 1869 (fig. 20). El ejemplar que conserva el museo está dedicado a su amigo José López Domínguez, general de Estado mayor en 1872. Cuando La ilustración española y americana retoma la fotografía de Juliá como modelo para su retrato, el grabador opta por bajarle los brazos enseñando mejor las condecoraciones, incluida la placa de la real y distinguida orden de Carlos III 52 (fig. 21). Fig. 20 General Manuel Pavía Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1870 Inv. 30091 Museo del Romanticismo Fig. 21 La ilustración española y americana, 1 de marzo de 1873 Biblioteca del Museo del Romanticismo Un ejemplo más de aquéllos militares que desfilan frente a la cámara de Juliá es el general Miguel de la Vega-Inclán y Palma, primer marqués de la Vega-Inclán (1829-1884) (figs. 22 y 23). El marqués, cuyo hijo Benigno y segundo marqués de la Vega-Inclán será el fundador del Museo del Romanticismo, se yergue con gallardía en las dos imágenes que conserva este museo –una carte de visite de más de medio cuerpo y la más grande tarjeta americana para la de cuerpo entero– tomadas el mismo día de 1867 53 , mostrando la placa de la gran cruz de la real y distinguida orden de Carlos III que se le había concedido en octubre de ese año. Fig. 22 y 23 General Miguel de la Vega-Inclán Eusebio Juliá Carte de visite y tarjeta americana, 1867 Inv. 30514 e Inv. 30823 Museo del Romanticismo Juliá retrata a los personajes más distinguidos, y la fama creciente de su Galería le acerca al privilegio de retratar a la corona; tras el fallecimiento del fotógrafo de cámara Clifford en 1863 corre el rumor en la prensa de que Juliá le sucederá en el cargo 54 . Figuras tan principales como los reyes debían constar en el catálogo que ofreciera todo gabinete fotográfico que se preciase –generalmente miniados y con un rico enmarcado, como el de la reina en la colección Anes (fig. 24)– y así Juliá anuncia en prensa los de la reina Isabel II y el rey consorte en 1865 55 y el de Alfonso XII en 1877 56 . Fig. 24 Reina Isabel II Eusebio Juliá Albúmina coloreada al óleo, ca. 1865 Colección Excmo. Sr. D. Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón La peculiaridad del retrato que le toma Juliá a Amadeo Ferdinando María de Saboya (1845-1890) (fig. 25), elegido rey de España el 16 de noviembre de 1870, estriba en que el futuro Amadeo I posa en el estudio de la calle del Príncipe pocos días antes de su nombramiento, aún como duque de Aosta, y así se anuncia en prensa: «Retrato del Duque de Aosta. Gran Fotografía de E. Juliá, Madrid. Los vende de todos tamaños. Remite a provincias a quien mande 9 sellos de 50 milésimas. Vende clichés a los fotógrafos a 100 reales uno, franco de porte. Hay también el de su esposa, con iguales condiciones.» 57 Al día siguiente los detractores del candidato turinés publican con sorna la noticia de que se ha encargado sacar a Juliá 25.000 retratos de Amadeo, o incluso 100.000 58 . No obstante, no pudieron impedir el ascenso de Amadeo, y la carte de visite de Juliá compite con las de Heraclio Gautier (fig. 26) y Jean Laurent 59 como duque de Aosta, y las de Martínez de Hebert o Laurent como monarca (figs. 27 y 28). Amadeo de Saboya y las Cortes que le sustentan son conscientes de la debilidad de su candidatura – como se demostró a la postre– por lo que la habitual cuantía de retratos protocolarios de un nuevo gobernante se amplía exponencialmente con las pequeñas y atractivas cartes de visite; conocedores de su poder de difusión, se explica este trasiego por los estudios de los más reputados fotógrafos de la cor te. Fig. 26 Duque de Aosta Heraclio Gautier Carte de visite, 1870 Colección particular Fig. 25 Duque de Aosta Eusebio Juliá Carte de visite, 1870 Inv. 30090 Museo del Romanticismo Fig. 27 Rey Amadeo I Pedro Martínez de Hebert Carte de visite, 1871 Colección particular Fig. 28 Rey Amadeo I Jean Laurent Carte de visite, 1871 Colección particular Las tarjetas-retrato no sólo están a la vista de quien quiera comprarlas, sino que uno de los mayores entretenimientos de quien no podía hacerlo es, como hemos visto, agolparse en los escaparates para verlas. Los que pueden hacerse con ellas, las guardan en sus álbumes donde reyes y príncipes se codean con otras gentes del espectáculo como actores y bailarinas. Hemos enumerado el catálogo que de estos últimos tenía Juliá en venta, lo que nos da una idea del éxito que gozan los actores, músicos o cantantes. Fig. 29 Ernesto Rossi Eusebio Juliá Carte de visite, 1868 Inv. 35178 Museo del Romanticismo Fig. 30, Joaquín Arjona, Victorino Tamayo y Fernando Ossorio Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 30288 Museo del Romanticismo Fig. 31 Josefa Palma Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 35221 Museo del Romanticismo En este grupo de actores que hemos logrado identificar, se encuentra uentra el italiano Ernesto Rossi (18281896) (fig. 29), llegado a Madrid en 1866 para representar Hamlet en el teatro de la Zarzuela, regresando en 1868 para actuar en el mismo teatro a partir del 25 de mayo. Es seguramente en este segundo viaje cuando Juliá le fotografía, ya que expone su retrato en el escaparate en julio 60 y lo presenta en la Exposición de Zaragoza en octubre de ese mismo año 61 . La fama de que disfruta Rossi se inscribe en la inmensa parcela de entretenimiento que supone el teatro decimonónico, y Juliá, que curiosamente tiene su establecimiento de la calle del Príncipe contiguo al teatro Español, es hábil empresario y sabe aprovechar desde los inicios de su carrera el atractivo que suscitan los actores. Tal es el caso de la carte de visite del actor Fernando Ossorio (1820-1862) (fig. 30), al que ya hemos visto retratado por Juliá junto a su solícita esposa, hermana de Mariano de Larra (fig. 12), y que aquí aparece sentado de nuevo, esta vez junto a los actores Joaquín Arjona –a la izquierda– y Victorino Tamayo – en el centro. Se suma a este grupo el retrato de la actriz Josefa Palma de Romea (1830?-1897) (fig. 31), esposa del también actor Florencio Romea, con chal, abanico y mantilla española 62 . Fig. 32 Dos escenas de la zarzuela Una vieja Eusebio Juliá Carte de visite, 1861 ER/521.53 y ER/521.61 Biblioteca Nacional de España Numerosísimos más son los actores y cantantes que se retratan en el estudio de Juliá –e incluso el mismo fotógrafo aparece entre ellos en alguna ocasión 63 –, vestidos con su mejor atuendo o caracterizados como sus personajes sobre las tablas, y a veces en grupo interpretando alguna escena representativa de las obras teatrales o zarzuelas; éste es el caso de Una vieja (1860) de Camprodón y Gaztambide en el teatro de la Zarzuela, para la que los actores Trinidad Ramos, Manuel Sanz, Ramón Cubero y Francisco Arderíus condensan en dos escenas la transformación de una vieja en una hermosa joven 64 (fig. 32). «Llaman mucho la atención pública las bellas fotografías que el Sr. Juliá tiene expuestas en los sitios principales de la corte. Unas representan varias situaciones de la zarzuela titulada Una vieja y un retrato de la señorita Ramírez en su papel de El primer vuelo de un pollo.» 65 Muchos fotógrafos, conscientes del éxito de este formato de la carte de visite y siguiendo la moda iniciada en Francia –especialmente tras el famoso Panthéon del fotógrafo y dibujante Nadar– empiezan a comercializar caricaturas fotográficas. Por citar un ejemplo de la recepción de esta modalidad de carte de visite en nuestro país, el Museo de historia de Madrid conserva una importante colección de caricaturas de toreros, actores y políticos distribuidas por Laurent. Eusebio Juliá, siempre atento a las novedades que llegan de París e incorporan en España sus directos competidores, introduce este tipo de dibujos satíricos en su negocio en la década de los sesentas. El Museo del Romanticismo conserva dos caricaturas de la casa Juliá realizadas por Antonio Cendón Murguía (1839–1863). Natural de Carballino, este orensano colorea fotografías y adquiere fama con sus caricaturas que luego Juliá fotografía y adhiere a las cartulinas. La mordacidad de Cendón atiza tanto al noble como al actor de teatro: aquí dos mujeres que hacen acrobacias sobre los caballos del circo y la burlesca figura de un payaso. Son los tiempos en que los espectáculos ecuestres y gimnásticos congregan a una multitud de madrileños y las intrépidas y bellas amazonas provocan discusiones entre sus acérrimos partidarios; tal es el caso de Leopoldina Gartner, amazona del Circo de Price creado en 1859, a la que vemos caricaturizada en la figura de la derecha (fig. 33). Sus rasgos son reconocibles en una fotografía tomada por Juliá que conserva la Biblioteca Nacional 66 , en la que aparece junto a la popular María Kennebel, quien tenía dividido al público del Price entre su admiración por la destreza de la Kennebel y la hermosura de la Monfroid; bien podría ser la amazona de la derecha en el dibujo de Cendón. Respecto a la caricatura del payaso, en el Circo de Price triunfan en estos años los clowns Whittoyne, Secchi y Alfán, de cuyos dos primeros existe una fotografía en la Biblioteca Nacional con el mismo maquillaje y peinado del dibujo de la caricatura de Cendón 67 (fig. 34). Fig. 33 Amazonas del Circo de Price Antonio Cendón y Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34914 Museo del Romanticismo Fig. 34 Clown del Circo de Price Antonio Cendón y Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34917 Museo del Romanticismo En el retrato de grupo en el que figuran Juliá junto a sus empleados del estudio de la calle de la Visitación (fig. 3), destaca a la derecha precisamente Cendón con un gran cuaderno de dibujo abierto por una caricatura del mismo estilo que las conservadas en el museo. De él se dice en prensa que es «un miniaturista de mucho mérito, como lo prueban sus trabajos que se ven aún en las muestras del fotógrafo E. Juliá. Las primeras caricaturas fotográficas que aparecieron en Madrid fueron debidas a su ingenioso lápiz y han abierto un nuevo campo a la especulación de sus imitadores.» 68 Aunque en realidad las pretensiones artísticas del joven y atormentado Cendón se habían visto frustradas a su llegada a Madrid hasta el punto de aceptar el trabajo entonces poco considerado de iluminador de fotografías: «Ocupábase entonces nuestro amigo, en uno de esos trabajos penosos y tristes para el artista, pero que al fin le permitían librarse de las estrecheces y miseria de otros tiempos. ¡Miniaba fotografías!... Una mañana, estando en el gabinete de Juliá, para quien trabajaba como el forzado en sus galeras, vio sobre una mesa el retrato de un hombre político, a la sazón muy nombrado, y entre burlón y desdeñoso, conociendo la insuficiencia del sujeto y lo grande de su fama, ocurriósele hacer su caricatura. Cogió el lápiz y al poco tiempo estaba hecho. Sobre un cuerpo liliputiense, se erguía la cabeza de triples dimensiones y que sin ser un retrato ni lo que se dice una caricatura, tenía de una y de otra, pues conservaba exagerándolos, los rasgos característicos de la fisionomía reproducida. Agradó mucho el ensayo y de un hombre político se pasó a otro, de este a un escritor, y del escritor al artista. ¡Toda una galería de celebridades! Que una vez muerto Cendón, ya no hubo –aunque lo intentaron algunos– quien lo prosiguiese con igual fortuna.» 69 Cuando disfruta del éxito de sus dibujos, para su desgracia –y la de Juliá– Cendón muere el 9 de marzo de 1863 a los 24 años de edad. 4. JULIÁ FOTÓGRAFO Y EMPRESARIO DE ÉXITO .... E usebio Juliá no es solamente un excelente fotógrafo reconocido por su tiempo, sino que destaca por haber sido capaz de levantar en poco años un negocio de éxito. Su clientela es muy numerosa ya en su primer establecimiento de la calle de la Visitación –de 1855 a 1864– hasta el punto que desde 1862 anuncia durante varios años la destrucción de los clichés para hacer sitio en su galería 70 . La prosperidad de su empresa le permite, como hemos visto, trasladarse el primero de abril de 1864 a un nuevo establecimiento acondicionado al efecto en la calle del Príncipe, 27, en la esquina opuesta al anterior. 71 Este nuevo local se adecúa a la mayor clientela de la que ahora goza, y de él se alaba no sólo la distribución, sino también «la sencillez y el buen gusto de las habitaciones preparadas para descanso y recreo de las muchas personas que allí concurren.» 72 En el Almanaque de E. Juliá para 1873 se nos describe con sorna el cotidiano desfile de los que allí se retratan: «VanitasVanitatum (Una hora en casa de Juliá). La sala de la Galería está llena de gente, a guisa de antesala de ministerio, esperando la vez, como los aguadores en las fuentes. Le toca el turno a un caballero que pesa dieciocho arrobas, y por su volumen con trabajo cabe en la placa, sale perfecto el retrato; tan perfecto que parece el cerdo de San Antón; y el obeso caballero hace un gesto de disgusto, mirando de reojo al artista, en vez de mirarse al espejo. Ocupa después el banquillo del tormento una viejecilla descarada excesivamente flaca y con más afeites, que la vidriera de una perfumería; se hacen varias pruebas, y aunque la señora se coloca siempre de frente, por la ausencia de sus carnes sale de perfil, y ella reniega de Juliá en vez de renegar de su persona. Una señora exige que salga parecida una monumental cadena con que sustenta su reloj; la cadena es acaso su facción más pronunciada y pretende que por ella le conozcan. Aquella joven que pone los ojos muy tiernos, está en vísperas de casarse, y antes de entregar el original quiere dar la copia, sin duda para que su futuro se vaya acostumbrando a ella. ¡Cuántas dan su corazón como su retrato, teniendo de ambos muchos ejemplares! Un mocito se coloca en actitud que cree académica, contra las observaciones del retratista, y como los pies y las manos quedan fuera de foco, saca unas extremidades mayúsculas y se enoja por no confesar su ignorancia. Una mamá cariñosa se cuela de ronda en el taller con su esposo, su hermana, su suegro, su primo y sus siete hijos, y se empeña en que todos han de entrar en una tarjeta para conservar el grupo; ¡a real por barba! Juliá se ríe y copia aquel hormiguero que sale microscópico, como salieron de un pedazo de paño las caperuzas que el sastre presentó a Sancho Panza. Entra enseguida un gallego, que ha dejado la cuba hace pocos días y hace la heroicidad de gastar cuarenta reales por enviar su facha a la marusa que quedó en la tierra; Juliá le sienta, y aquel se escama; quiere sujetarle la cabeza con el arco de hierro que asegura la inmovilidad, y el gallego, se levanta asustado; logra por fin convencerlo y se está sujeto, muy quieto, ofreciendo al objetivo una cara que no es la suya. El artista prepara la plancha y coloca la máquina apuntando a la cara, pero el gallego, al ver el cañón de metal se pone en pie despavorido, abre los brazos, echa a correr y rueda los escalones diciendo a gritos: ¡Demonio! ¡Agarrotarme, pase! ¿Pero afusilarme? ¡Ni pur piensu! Un quídam pide que se vea todo el chaleco, porque presume de tener buena cintura; otro quiere retratarse casi de perfil, porque le falta un ojo o por tapar un chirlo de la mejilla, cuando estos defectos son las señas particulares que los da a conocer en sus cédulas de vecindad; ésta desea sacar los ojos muy grandes y abre tanto los suyos que parece una loca; aquella encoger los labios para lucir la boca pequeña; y luego todos, en general, en cuanto se sientan cambian de cara, y echan luego la culpa a la máquina, que copia sólo lo que le dan. Nadie quiere ser como es; no parece sino que el hombre se propone elevar una protesta contra la naturaleza por los errores y pretende que el arte corrija sus hechuras. Dicen las gentes que los explotadores del invento de Daguerre se hacen ricos a poca costa. ¡Ah! ¡No ven la riqueza por dentro! Esta industria, como todas la industrias tiene sus grandes amarguras; el fotógrafo lucha con el peor enemigo del hombre; ¡con la vanidad!» 73 En su tienda puede adquirirse todo tipo de materiales necesarios para la fotografía 74 , además de, aprovechando su experiencia, organizar por encargo galerías para otros fotógrafos. Tomando ventaja de la privilegiada situación de su estudio en Madrid, vende sus clichés y los de otros que compra de personajes conocidos del extranjero, a provincias 75 , y ofrece un servicio completo como se lee en sus etiquetas: «Retratos de todas clases, tamaños y formas. Se hacen sobre lienzo y coloridos al óleo, en tamaño natural, aunque sea reproduciéndolos de una fotografía pequeña. Se pintan los hechos en otro establecimiento. Se hacen en transparencia para miradores y pantallas sobre jarrones, copas y pañuelos y publicaciones sobre madera y piedra.» «Por ejemplo, ¿conserva Vd. un daguerrotipo u otro cualquier retrato, por pequeño y viejo que sea, de una personita que se le murió a Vd.? Corriente. Se lo envía usted a Juliá y se lo saca vivo y coleando, de cualquier tamaño, hasta del natural, como si esa persona asistiera todavía a tomar leche merengada en el antiguo café de Pombo.» 76 A mediados de los sesentas su negocio es tan floreciente, que incluso se atreve a desmarcarse de gran par te de los fotógrafos de Madrid, no exigiendo el pago por adelantado 77 ; los ingresos siguen aumentando y se embarca en la copropiedad de varias empresas 78 .También representa a la casa Ross de Londres – distribuidora de los mejores objetivos del momento– a la berlinesa Beyrich, actúa de proveedor de artículos de París, Dresde y Múnich 79 , e incluso se permite abrir en 1870 una sucursal parisina en el 50, Faubourg Saint Denis, «con fábrica especial de aparatos de fotografía y depósito de lunas de la gran fábrica de Saint Gobain et Circy.» 80 Como profesional respetado de la fotografía, cosecha numerosos premios nacionales e internacionales en las exposiciones de París (1867 y 1878 81 ), de Zaragoza (1868), el de la Sociedad Económica Matritense (1869), la medalla de tercera clase del Fomento de las Artes en Madrid (1871) 82 , una medalla de distinción en Valladolid (1871) 83 y Viena (1873 y 1879 84 ), que invaden paulatinamente los reversos de sus cartes de visite (ver anexo). A estos méritos se suman encargos singulares como la invitación del embajador de España en París para fotografiar la inauguración del Canal de Suez 85 , así como los reconocimientos personales en forma de condecoraciones: la encomienda ordinaria de primera clase de la real y distinguida orden de Carlos III, la de número de la real orden de Isabel la Católica, la cruz de la orden del Cristo de Por tugal, y la de primera clase de la orden civil de María Victoria 86 . Su relevancia en los círculos humanistas madrileños, más allá de su pertenencia al sindicato de fotógrafos 87 , se constata en su adhesión a varias sociedades científicas y literarias, en especial la Sociedad Económica Matritense, creada en 1775 para promover la agricultura, la industria y oficios 88 , y otras como la Sociedad de agricultura y aclimatación de España 89 , la Junta de Fomento de la Exposición Nacional celebrada en Madrid el año 1873, la Junta de Fomento de la empresa de exposiciones de Madrid 90 , la Junta Directiva de la Sociedad de Escritores y Artistas 91 y la Philotechnique de Francia 92 . A los cincuenta y cinco años, en 1881 Eusebio Juliá decide traspasar el negocio –que había consolidado durante los últimos veintiséis años de su vida– a Francisco Amayra y Bustillo 93 , dado que ni sus hijas Lucrecia, Esperanza y Josefina, ni su esposa Sebastiana Vaca, quien le había ayudado a apuntalar el negocio, toman el relevo que cede Juliá 94 . A partir de entonces, el fotógrafo jubilado dedica sus esfuerzos a las empresas que hemos repasado, hasta su muerte en Madrid el 5 de enero de 1895. 95 «Para buena galería / la del señor Juliá; como su fotografía / ni se vio ni se verá. El de más vulgar figura / y el de más mezquino traje de aquella cámara oscura / sale todo un personaje. Cuantos a su dueño tratan / le subliman como es justo y sólo allí se retratan / las personas de buen gusto.» 96 1 Nació el 25 de marzo a las 5:30 en la casa familiar de la calle de Santa María, y fue bautizado al día siguiente en la parroquia de San Sebastián. Su padre fue Eusebio Juliá Rivera, músico de profesión –nacido el 10 de noviembre de 1792 y víctima del cólera el 15 de octubre de 1865–casado en segundas nupcias con Josefa García –bautizada en la parroquia de San José de Madrid; tuvieron nueve hijos, siendo el futuro fotógrafo el cuarto en nacer. Fueron sus abuelos paternos Vicente Juliá y Magdalena Rivera, ambos naturales de Madrid, y los maternos Juan José García y María Álvarez, de Argamasilla de Alba y Madrid respectivamente. Archivo de la parroquia de San Sebastián. Nacimientos, tomo LXVIII, f. 128; y etiqueta manuscrita del fotógrafo, adherida al retrato de su padre en la colección Javier Domínguez, Madrid. Desprovistos de estudio alguno sobre la vida y obra de Eusebio Juliá, la gran mayoría de los datos sobre el fotógrafo y la identificación de los retratados que ofrece este artículo se han de considerar, para su aprobación o censura, como inéditos. 2 En el conservatorio estudió oboe con el profesor José Álvarez, clarinete con Antonio Romero y armonía con Indalecio Soriano Fuentes. Juliá supo aprovechar las enseñanzas familiares y del conservatorio para alcanzar primeros puestos en las orquestas que dirigían Daroca, Arche u Obejero y sucedió a su padre como instrumentista en el cuerpo de alabarderos. En el Almanaque de E. Juliá para 1873 Antonio de Trueba le recuerda como su joven vecino de la calle de Santiago nº 9 que le atormentaba con sus ejercicios de oboe. 3 Eusebio Juliá asistió desde 1838 a 1843 a la Escuela de dibujo que en la calle Fuencarral tenía la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, aprendiendo principios con Carlos Blanco y extremos con José Castelaro Perea. Archivo de la Real Academia de BB. AA. de San Fernando, leg. 5-50-1, pp. 1 y 2. 4 El Imparcial, Madrid, 31 de mayo de 1886, p. 5. 5 La Época, Madrid, 26 de abril de 1855, p. 4. 6 La Libertad, Madrid, 13 de noviembre de 1864, p. 3. 7 Sobre la familia palentina de Sebastiana, ver Linajes de la Corona de Aragón, tomo I, Huesca, Viuda de Leandro Pérez, 1918, p. 289. En estos momentos, los ingresos conocidos de Juliá provenían de su actividad como administrador de libros, véase Diario Oficial de Avisos de Madrid, Madrid, 20 de julio de 1855, p. 3, y López Mondéjar, Publio: Las fuentes de la memoria, Barcelona, Lunwerg, 1989, p. 219. 8 Ruiz Aguilera, Ventura: Almanaque de E. Juliá para el año 1874, Madrid, Eusebio Juliá, 1873, p. 78. Cuando en 1864 se anunciaba la venta del inmueble en prensa, se habla de una habitación, talleres y galería, todo independiente en cuatro pisos (ver nota 71). En la Biblioteca Nacional de España puede verse el modesto espacio donde retrataba, iluminado por ventanales en techo y pared (colección Manuel Castellano, ER/512-45). 9 La BNE conserva la fotografía de su plantilla anterior a 1863 en la que aparecen numerados Juliá (nº 3), su esposa Sebastiana (7), el caricaturista Cendón –que muere en 1863– (5), dos ayudantes –Manuel (8) y el apodado “El Gallego” (4)–, una criada (6) y un criado (2), junto al actor de zarzuela Ramón Cubero (1) (BNE, col. Manuel Castellano); mientras en la de 1878, tomada el día de su cumpleaños celebrando los veintitrés años del negocio, son ya nueve los empleados más un aprendiz (col. Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid). En 1861 buscaba varios «operarios para fotografía» con «garantías, educación y actividad» y también «algún joven que quiera estar en clase de aprendiz». Diario oficial de avisos de Madrid, Madrid, 23 de mayo de 1861, p. 4. 10 La Correspondencia de España, Madrid, 24 de mayo de 1860, p. 4. Juliá siguió anunciando la venta de imágenes de «animales y objetos de la naturaleza» durante la década de los sesentas. La Soberanía Nacional, Madrid, 6 de febrero de 1866, p. 4. 11 Recibió este encargo junto a Alonso Martínez y Jean Laurent. La Correspondencia de España, Madrid, 10 de abril de 1861, p. 3. 12 «El emperador de los franceses, según dice un colega, ha encargado al fotógrafo Sr. Juliá, que saque cuatro vistas de gran tamaño de las célebres ruinas del anfiteatro de Sagunto, las cuales han de formar parte de los numerosos antecedentes que el monarca historiador está recopilando para escribir la Vida de Julio César». La Correspondencia de España, Madrid, 5 de julio de 1863, p. 1. Esta noticia es rectificada posteriormente en Ibídem, 9 de julio de 1863, p. 1. 13 Diario oficial de avisos de Madrid. Madrid, 23 de junio de 1865, p. 4. 14 Guerrero, Teodoro: Almanaque de E. Juliá para el año1873, Madrid, Eusebio Juliá, 1872, p. 70. 15 La Correspondencia de España, Madrid, 15 de junio de 1876, p. 2. 16 Aunque también atienden otros asuntos en el despacho hasta el anochecer. Gaceta de los caminos de hierro, Madrid, 2 de febrero de 1870, p. 14. 17 Henao y Muñoz, Manuel: “A Juliá, un cuento fotográfico”. Almanaque de E. Juliá para 1874, Madrid, Eusebio Juliá, 1873, p. 54. 18 El Imparcial, Madrid, 2 de octubre de 1877, p. 4. 19 «El conocido fotógrafo Sr. Juliá ha salido para el extranjero, con objeto de estudiar los adelantos de su profesión, según acostumbra hacer todos los años». El Liberal, Madrid, 10 de agosto de 1868, p. 4. Por ejemplo, tenemos constancia en 1865 de los ensayos en el taller de Juliá con la nueva luz de manganeso (La Soberanía Nacional, Madrid, 3 de junio de 1865, p. 2) o en 1875 de la aplicación del carbón en el retrato con mayor economía en los precios e igual facilidad con que se hacía a la albúmina (La Correspondencia de España, Madrid, 19 de octubre de 1875, p. 7). 20 «E. Juliá. Príncipe, 27. Retratos hechos por un nuevo procedimiento instantáneo llamado relámpago, que no tiene rival en detalles y parecido: especialidad en retratos de niños. Precios económicos». Diario oficial de avisos de Madrid, Madrid, 29 de mayo de 1881, p. 4. Ya en el Almanaque de E. Juliá para 1873, Díaz y Pérez relata cómo Juliá requería tan sólo de seis a ocho segundos para realizar una carte de visite frente a los cuarenta que necesitaba Disdéri. 21 La Época, Madrid, 16 de marzo de 1866, p. 4. 22 La Correspondencia de España, Madrid, 20 de marzo de 1869, p. 4. 23 La Correspondencia de España, Madrid, 3 de julio de 1869, p. 4. Ibídem, Madrid, 21 de noviembre de 1872, p. 4. 24 Gaceta de los caminos de hierro. Madrid, anuncio del 27 de junio de 1868, p.4 hasta el 6 de marzo de 1870, p.14. En el mismo anuncio se dice que Juliá «tiene pintores notables para todos los géneros, y se encarga del colorido de toda clase de retratos, aún cuando no estén hechos en el establecimiento». 25 La Época. Madrid, 10 de julio de 1868, p. 3. López Mondéjar cita a Francisco Geloso como pintor a las órdenes de Juliá en López Mondéjar, Publio: Op. cit. p. 53. 26 BNE, nº 17/192. 27 Rivera, Luis. Gil Blas. Madrid, 12 de julio de 1868, p. 1. 28 Ruiz Aguilera, Ventura: Op. cit. pp. 79 y 80. 29 Benavente, Jacinto: Recuerdos y olvidos, Madrid, Aguilar, 1959, p. 369. En las páginas siguientes el autor recuerda con gracia a las orondas hijas de Juliá. 30 Díaz y Pérez, Nicolás: “Eusebio Juliá”. Almanaque de E. Juliá para el año 1873. Eusebio Juliá, Madrid, 1872, p. 69. 31 Los diecinueve integrantes del grupo son: Francisco Sánchez de Nieva (censor de Sevilla), Timoteo Gamarro (censor de Valladolid), Gabriel Santín de Quevedo (censor de Madrid), Juan Miguel Martínez (decano de Madrid), Carmelo Márquez (decano de Valencia), Cayetano García Santos (decano de Burgos), Segundo de Abendívar (censor de Madrid), Ezequiel Zarzoso (secretario de Valencia), Juan Vicen (decano de Albacete), Félix María Falguera (censor de Barcelona), Isidoro Arribas de Cuenca (comisionado de Albacete), Joaquín López Bernues (comisionado de Zaragoza), Leandro Nagore (secretario de Pamplona), Lorenzo Pina y Castillón (secretario de Zaragoza), Juan Valeriano Ontoria (censor de Burgos), Ignacio Ferrán (censor de Barcelona), Miguel García Noblejas (censor-secretario interino de Madrid), Ildefonso Calderón (censor de Sevilla) y Fulgencio Bengoechea (decano de Pamplona). La fotografía se vendió en la casa litográfica de Julio Donón en la plazuela de Matute, 7 de Madrid. 32 «La bellísima exposición artística del distinguido fotógrafo Sr. Juliá se ha completado recientemente con una colección de obras de verdadero mérito, y puede decirse que campean en ella todos los géneros y que en todos sobresale el genio del artista. Dicha exposición, enriquecida de este modo, forma una interesante galería de notables retratos, que tomados del natural, según las épocas y estaciones, resulta verdaderamente agradable y por más de un concepto digna de estudio. Las fiestas de Navidad están representadas allí por una colección de bodegones de original gusto; las de Carnaval por otra de retratos de niños, de diferentes trajes y tamaños; la entrada del ejército, vencedor de los carlistas, aumenta la colección […] y últimamente ha expuesto otra colección no menos notable, en la cual figuran hasta cincuenta señoras con la característica mantilla española.” El Imparcial, Madrid, 8 de junio de 1876, p. 3. 33 Ossorio y Bernard, Manuel: Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol, Madrid, Imprenta de los Señores Rojas, 1874, pp. 148-154. Los escaparates más concurridos son los de la Puerta del Sol y allí encontramos las obras de Juliá desde sus inicios, previa autorización oficial para exponer en la fachada de la sombrerería de Galván o en la de la fábrica de gomas de la calle Mayor, 35. Archivo de la Villa de Madrid, documento 3-131-138 de la Alcaldía Corregimiento de Madrid, año 1864. 34 Fernández, Pedro: “Ecos de Madrid. Retratos tarjeta. Los Álbumes fotográficos”. La Época, Madrid, 28 de enero de 1860, p. 4. Buena parte de los retratos de Juliá que conserva el Museo del Romanticismo pertenecen a los siguientes álbumes: el Álbum Carlota, el Álbum José López Domínguez y el Álbum Hebillas. 35 La Discusión, Madrid, 29 de noviembre de 1863, p. 3. 36 La Correspondencia de España, Madrid, 21 de noviembre de 1862, p. 1. 37 Y también para los de provincias, como el señor Enrique Godínez que viene de Sevilla para aprender durante dos meses con Disdéri. Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos, Córdoba, 14 de diciembre de 1864, p. 2. 38 La Correspondencia de España. Madrid, 30 de septiembre de 1864, p. 2. 39 La Época, Madrid, 9 de febrero de 1865, p. 4. 40 Gaceta de los caminos de Hierro, Madrid, 29 de septiembre de 1878, pp. 4 y 5. 41 A este respecto, a la galería de Juliá de 1862 se le advertía que «una de las principales causas del crédito o descrédito de estas publicaciones, es la elección de las personas. Hay nombres que no merecen el honor de ser elevadas a la categoría de las celebridades.» La Iberia, Madrid, 1 de marzo de 1862, p. 3. 42 «El fotógrafo Sr. Laurent se ha prestado a ceder a favor de Ramona Ruiz, viuda hoy de Montero, y como socorro a sus dos pequeños hijos, cien ejemplares de los retratos del desgraciado que tan contrito sufrió anteayer la pena de muerte.» La Época, Madrid, 14 de marzo de 1863, p. 3. 43 Por ejemplo, la anunciada en el Semanario pintoresco español, Madrid, 5 de febrero de 1843, p. 8. 44 Son conocidas las ofrecidas a la reina Isabel II que realizan Clifford (Vistas de las provincias de Toledo, Cáceres y Badajoz. La Iberia, Madrid, 21 de julio de 1857, p. 3) y Laurent (Sobre la construcción del ferrocarril en Alicante. La Iberia, Madrid, 1 de julio de1858, p. 4); y las que fotógrafos de provincias regalan a la reina para darse a conocer: Aruán (Vistas de la ciudad de Gijón, 1858) y Andrés María Cisneros (Vistas de Santiago de Compostela, 1859). Cabe mencionar aquí otras series foráneas que se importan para agasajar al monarca, como el álbum con 160 fotografías del ejército ruso que el duque de Osuna entrega a Isabel II (La Iberia, Madrid, 8 de enero de 1858, p. 3). 45 «Uno de los fotógrafos más justamente acreditados en Madrid, el Sr. Juliá, que tiene su gabinete en la calle de la Visitación, va formando una completa y hermosa colección de retratos de actores españoles, que cuenta ya cerca de cien, y ha empezado a formar otra de escritores que no será de menos mérito. Estas bellas fotografías andan ya en manos de todo el mundo, merced al poco coste con que se adquieren en la librería del Sr. Moro.» La Correspondencia de España, Madrid, 14 de abril de 1861, p. 1. Ver también Ibídem, 8 de mayo de 1860, p. 4. 46 «Ha salido para París y Londres el joven y acreditado fotógrafo Sr. Juliá, con objeto de estudiar los últimos adelantos de la fotografía en aquellas capitales y adquirir los mejores aparatos a fin de continuar con toda la perfección posible al álbum de artistas españoles, que cuenta ya más de cien hermosos retratos». La Correspondencia de España, Madrid, 13 de julio de 1861, p. 3. 47 La Esperanza, Madrid, 26 de febrero de 1862, p. 3. Ver también El Clamor Público, Madrid, 28 de diciembre de 1861, p. 3, La Iberia, Madrid, 1 de marzo de 1862, p. 3 y El Clamor Público, Madrid, 25 de marzo de 1862, p. 3. 48 La prensa de la época reseña los nombres de «los señores Arrazola, Olózaga [Salustiano de Olózaga, nº de inventario del museo Lázaro Galdiano, RB.21572-115], Pacheco, Alcalá Galiano [Antonio Alcalá Galiano, RB.21573129], García Gutiérrez [Antonio García Gutiérrez, RB.21572-82], Eguilaz [Luis de Eguilaz, escritor, RB.21573-20], Hartzenbusch, Campoamor, Fernández y González, Ventura de la Vega, Serra [Narciso Serra, RB.21573-49], marqués de Molins, Casado, Ribera, Romea, Obregón, Caltañazor y otros hasta el número de treinta [también Joaquín Romualdo Gaztambide, RB.21573-73; Pedro Calvo Asensio, RB.21573-37; Manuel Ortiz de Pinedo, RB.21573-39; Javier de Ramírez, RB.21573-58; Carlos Frontaura, RB.21573-118;]. Esta notable publicación une a su mérito una gran baratura». La Correspondencia de España, Madrid, 17 de septiembre de 1862, p. 4. Las fotografías del museo Lázaro Galdiano pueden consultarse en Yeves Andrés, Juan Antonio: Una imagen para la memoria. La carte de visite, Madrid, FLG, 2011, pp. 240-245. 49 Benavente, Jacinto: Op. cit., p. 371. En el Almanaque de E. Juliá para 1874, se anuncia en las contraportadas la venta de los siguientes retratos, clasificados por categorías: Literatura: Aguilera, Alarcón, Amador de los Ríos, barón de Anchilla, Asquerino, Ayala, Ayguals de Izco, Bañares, R. Barcia, Belza, I. Bermejo, F. Blanco, F. Bona, Bono y Serrano, Bustillo, Campoamor, Campos y Navas, Camprodón, Cazurro, reproducción de Cervantes, Correa, Cupigni, Diana, J.M. Díaz, Díaz y Pérez, Eguílaz, Echevarría, Escobar, Escrich, Fernández Cuesta, Fernández y González, Ferrer del Couto, A. Flores, Fontbona, García Cadena, García Gutiérrez, Gaya, Guerrero, Gutiérrez de Alba, Hartzenbusch, Helguero, Hercio y Muñoz, Hurtado, Ibo Alfaro, Inza, F. Janer, L. M. Larra, Marco, P. Mata, Menéndez, Mesonero Romanos, Milano y Navarrete, Navarrete, Nogués, J. Nombela, Núñez de Arce, Ortiz de Pinedo, M. del Palacio, Palau y Coll, Pedrosa, Picón, Pina, Pirala, Príncipe, Puente y Brañas, Quintana, Ramírez, Retes, Rico y Amat, Rioja, L. Rivera, Rivera Delgado, Rosa González, T.R. Rubí, Santiesteban, Santivañes, Serra, Segovia, M. Tamayo y Baus, Trueba, V. Vega, Villegas, Zumel. Política: Abascal, Alcalá Galiano, general Alaminos, Arrazola, general Baldrich, Caballero de Rodas, Calvo Asensio, Víctor Cardenal, S. Catalina, Corradi, Bonifacio de Blas, general Echagüe, Echegaray, general Espartero, Fdez. de los Ríos, Figuerola, Galdo, E. García Ruíz, G. García Ruíz, Gasset y Artime, Gutiérrez de la Vega, general Hidalgo, general Lersundi, general López Domínguez, Marfori, Cristino Martos, Tristán Medina, Méndez Núñez, Milano del Bosch, marqués de Molins, Luis Molini, Telesforo Montejo, marqués de Montemar, Montero Ríos, Moreno Benítez, Moyaio, Salustiano Olózaga, J. Olázago, J. Orense, A. Orense, Ortiz y Conado, general Pietain, Joaquín Pacheco, general Palacios, general Pavía, Marqués de Perales, Pérez Zamorra, general Pinzón, Nicolás Rivero, A. Ríos y Rosas, Rojo Amán, Romero Ortiz, general Rosales, Ruíz Gómez, Ruíz Zorrilla, M. Sagasta, Teodoro Sagasta, M. Santa Ana, Conde de San Luis, Sansón, general Socías, general Sivila, general Topete. Pintura: Agrasot, M. Aguirre, Álvarez, Casado, Domingo y Marqués, Domínguez, Ferrant Fischerman, Ferri, Fierros, García Hispaleto, Gisbert, Gonzalvo, Martín, Mercadé, Muñoz Degrain, Palmaroli, Puebla, Rivera, Rosales, Sans, Tusquets, Valdivieso, Vallejo, Vera, Zamacois. Escultura: Bellver, Figueras, Suñol, Subirat. Dibujo: Ortega, Perea el mudo, Urrabieta. Grabado: Rico, Severini. Música: Arrieta, Barbieri, Hilarión Eslava, Gaztambide, Guelbenzu, Hernando, Inaga, Melliez, Monasterio, Ovejero, Oudrid, A. Romero, Saldoni, P. Sarmiento, Zabalza. Teatro español, mujeres: E. Boldus, S. Cainon, C. Dandalla, Felípez Díaz, Matilde Díez, Espejo, Fernández, Hijosa, Amalia Losada, Francisca Muñoz, Orgaz, Palma, Rodríguez, Sanz, Tenorio, Valverde, Zapatero, Alisedo, J. Arjona, Bereti, Bermonet. Teatro español, hombres: Rafael Calvo, Ricardo Calvo, Casañez, J. Catalina, M. Catalina, P. Delgado, M. Fernández [Mariano Fernández, un ejemplar en el museo Lázaro Galdiano, RB.21573-115], J. García, Guerra, E. Mario Maza, Morales, Oltra, M. y F. Ossorio, Jorge Pardiñas, Pizarnoso, J. Romea, Victorino Tamayo, J. Valero, Zamora. Zarzuela, mujeres: Checa, Difranco, Fernández, A. y E. Montañés, Mora, Poch, Rivas, Rguez, Ruíz, Santamaría, Tode, Uzal, Villó. Zarzuela, hombres: Abruñeda, Arderios, Becerra, Blanco, Caltañazor, Calvet, Gusj, R. Cubero, Dalmau, E y M. Fernández, Fuentes, Galván, González, Larde, Obregón, Pló, Salas, Sanz, Soler. 50 Este retrato se toma en el estudio de la calle de la Visitación, por lo que ha de fecharse antes de abril de 1864 en que se traslada a la calle del Príncipe. El resto de condecoraciones que porta son: arriba a la izquierda gran cruz de la real y muy distinguida orden de Carlos III (concedida en 1843), debajo de izquierda a derecha placa de la gran cruz de la real y militar orden de San Hermenegildo (1852), y placa de la gran cruz de la real orden de Isabel la Católica (1841). Le agradezco su ayuda en la identificación de las condecoraciones al experto en la materia don Rafael Herranz Ybarra, Ministerio de Defensa. 51 La Ilustración Española y Americana, Madrid, 15 de marzo de1874, p. 1. 52 Grabado de Perea y Rico. La ilustración española y americana, Madrid, 1 de marzo de 1873, p. 4. 53 En la cartulina del retrato de cuerpo entero aparece premiado Juliá en la exposición de París en 1867, pero todavía no consta el premio recibido en la de Zaragoza de 1868. 54 «A consecuencia del fallecimiento del señor Clifford, parece que será nombrado en su lugar fotógrafo de cámara el Sr. Juliá y García, ventajosamente conocido del público, entre otros trabajos, por la Galería de hombres célebres españoles, que con tan buen éxito está dando a luz actualmente.» La Época, Madrid, 5 de enero de 1863, p. 3. 55 «A las comisiones provinciales. Grupos de todas formas, tamaños y precios. Retratos de SS.MM. en grandes tamaños, los que también se remiten a provincias. Gran fotografía de E. Juliá. Príncipe, 27». La Correspondencia de España, Madrid, 23 junio de 1865, p. 4. En el reverso del retrato de Isabel II de la colección Anes (44 x 36’5 cm) aparece la etiqueta de la casa litográfica de Julio Donón (plazuela de Matute, 7) y del pintor francés Alexandre Prévost. Agradezco la inestimable ayuda prestada por el Excmo. D. Gonzalo Anes y Dª. Carmen Manso, Real Academia de Historia de Madrid. 56 «Retrato de S.M. Alfonso XII. Magnífico al óleo, tamaño natural, viéndose hasta la cintura, con gran marco decorado de atributos reales. Embalado se remite contra remesa de 2000 rs. Juliá, fotógrafo, Príncipe, 27, Madrid». La Correspondencia de España, Madrid, 5 de febrero de 1877, p. 4. 57 El Imparcial, Madrid, 2 de noviembre de 1870, p. 4. 58 «Parece que se han mandado tirar al fotógrafo Sr. Juliá 25.000 retratos del duque de Aosta». La Correspondencia de España, Madrid, 3 de noviembre de 1870, p. 3. «El Sr. Abascal, jefe director del ex-patrimonio de la corona, ha estado inspeccionando las habitaciones del palacio de las farsas, para alfombrar los salones y preparar todo lo necesario al futuro titiritero. […] por último, para que todo sea grotesco, se han encargado al fotógrafo Juliá 100.000 retratos del candidato macarrónico, que se repartirán acompañados de un duro español. ¡Más calma, caballeros!». El Combate, Madrid, 5 de noviembre de 1870, p. 2. Aunque el número resulte exagerado, desde la subsecretaría del Ministerio de Estado le encargan ese mismo noviembre varias docenas diciendo «no tengo ningún retrato de nuestros futuros soberanos y de todas partes me piden.» Col. Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid. 59 «Fotografía de J. Laurent, Madrid. Retratos de todos tamaños del príncipe Amadeo Duque de Aosta y de la princesa su esposa; se remiten á provincias, francos de porte, contra envío de su importe en sellos á los precios de 4 reales cada tarjeta y 6 en americana». La Iberia, Madrid, 8 de noviembre de 1870, p. 4. 60 «La orden del día, para mí, es la fotografía de ese aventurado mortal que se llama Juliá […] El destino, que obliga a todo fotógrafo a vivir cerca de la fuente de la luz, me llevó de la mano la otra mañana al núm. 27 de la calle del Príncipe, donde me encontré a varios amigos en la misma situación del tío Paperas cuando dice al tío Macaco: “…¡Jágase osté cuenta que me ve ozté aquí pintao!” Así estaban ellos; pero parecía que hablaban. Allí saludé a [el actor Julián] Romea… con aquel cabello sedoso, aquella mirada inteligente, aquella caballeresca fisionomía que tantas veces lo he visto en El hombre del mundo. Allí estaba [el actor Ernesto] Rossi con su cara de ochavo moruno, su lunar de maravedí y su melena de cómico pasado por agua. Allí estaban los pintores [Antonio] Gisbert, con su cara marroquí; [Vicente] Palmarolli, con sus bigotes de la antigua guardia; Casado [del Alisal], con su intrincada barba roja, y al lado de estos verdaderos artistas, algunos otros, manifestando en su puro y tranquilo semblante el talento que les ha negado la madre naturaleza. Allí, con su sonrisa conventual y su barba aristocrática, y sus ojos llenos de inspiración, me salió al paso mi amigo y cómplice [el compositor Francisco] Barbieri. ¡Oh, aquello parecía una tertulia de última hora de la Zarzuela!». Rivera, Luis. Gil Blas, Madrid, 12 de julio de 1868, p. 1. 61 «Las artes liberales están bien representadas en la Exposición de Zaragoza […] pasando a las fotografías, citaré en primer lugar las del conocido fotógrafo de Madrid Sr. Juliá que tiene un busto de Rossi que habla, como vulgarmente se dice.» La Época, Madrid, 1 de octubre de 1868, p. 1. 62 Existe una copia en la BNE, colección Manuel Castellano, ER/513.35. Con sus hijos Pepa y Álvaro en ER/513. 10.7. 63 Juliá aparece junto a los actores José Alisedo, Juan Casañé y Mariano Fernandez; BNE, colección Manuel Castellano, ER/521-3. 64 BNE, colección Manuel Castellano, ER/521.53 y ER/521.61. Otras escenas de obras de teatro fotografiadas en el estudio de Juliá en esta colección Castellano son por ejemplo El tanto por ciento [ER/521.3.4], La redoma encantada [ER/521.61] o La aldea de San Lorenzo [ER/513.83]. 65 La Discusión, Madrid, 11 de mayo de 1861, p. 4. 66 BNE, colección Manuel Castellano, ER/44-29. 67 BNE, colección Manuel Castellano, ER/515-28.6. 68 La Correspondencia de España. Madrid, 23 de mayo de 1863, p. 1. 69 Murguía, Manuel: Los precursores, La Coruña, Latorre y Martínez, 1885, p. 165. 70 La Correspondencia de España. Madrid, 19 de agosto de 1863, p. 4. Cuando Juliá deja la galería de la calle de la Visitación, pasa a llamarse El Ramo Azul haciéndose cargo el fotógrafo Quintín Toledo. 71 «Se traspasa o subarrienda en cualquiera forma el local que hoy ocupa en la calle de la Visitación, núm. 1, compuesto de habitación, talleres y galería, todo independiente y dividido en cuatro pisos. Se puede ceder con cuantos enseres son necesarios a un fotógrafo y dispuesto tal como hoy está o sólo la galería, que es a propósito para algún aficionado. También se puede vender la galería para colocarla en otro punto, y separadamente muebles, aparatos o infinitos objetos del establecimiento, todo útiles pero innecesarios al nuevo. » La Correspondencia de España, Madrid, 17 de febrero de 1864, p.4. 72 La Iberia, Madrid, 10 de noviembre de 1864, p. 3. 73 Guerrero, Teodoro: Almanaque de E. Juliá para 1873, Madrid, 1872, pp. 39-40. 74 «Para los trabajos de la primavera han llegado los artículos siguientes: Papeles albuminados superiores. Ídem bristol porcelana. Cartulinas bristol, lisas y con imitaciones a papel chica en el centro, desde tamaños para tarjeta hasta un metro cuarenta centímetros. Productos químicos en gran cantidad. Aparatos para hacer los retratos de porcelana. Cámaras y objetivos de varios autores, tamaños y ampliaciones. Cristales finos, franceses de todos los tamaños. Marcos para tarjeta, más de cien modelos y a diferentes precios. Ídem desde un cuarto de placa a un metro, dorados, negros, de infinitas clases y gustos, cuadrados y ovalados. Álbum desde 20 a 200 tarjetas y desde 16 a 200 reales. Estuches y carteras de varias formas. Alfileres, guardapelos y dijes en oro y doublé. Vistas para estereoscopios de toda Europa. Tarjetas con adornos como las que usa la casa, pero sin rótulo alguno, para aficionados. Paspartús y cuantos objetos son necesarios para su fabricación, que hace la casa en grande escala, y con el que satisface al capricho da la persona que los encarga. Hay además en esta casa y se piden en cualquier punto, cuantos objetos sean necesarios al fotógrafo o tengan analogía con la fotografía». La Época, Madrid, 16 de marzo de 1866, p. 4. Otras referencias en La Soberanía Nacional, Madrid, 21 de enero, p. 3. 75 «Retrato del candidato al trono [español], príncipe Leopoldo de Hohenzollern. Gran Fotografía de E. Juliá. Madrid. Siendo el único poseedor de los originales remitidos de Berlín, vende retratos de todos los tamaños. Remite a provincias el de tarjeta a quien le envíe nueve sellos de 50 milésimas. Vende clichés a los fotógrafos de provincias a 100 rs. más franco de porte. Los hay también de su esposa, con iguales condiciones». La Correspondencia de España y el Imparcial, Madrid, 12 de julio de 1870, p.4. 76 Rivera, Luis. Gil Blas, Madrid, 12 de julio de 1868, p. 1. 77 La Correspondencia de España, Madrid, 8 de marzo de 1866, p. 4. 78 Ibidem, Madrid, 13 de marzo de 1874, p. 2. 79 Gaceta de los caminos de hierro, Madrid, 27 de junio de 1868, p. 4. 80 Ibidem, Madrid, 20 de marzo de 1870, p. 4. 81 La Época. Madrid, 31 de agosto de 1878, p. 3. 82 La Ilustración Republicana Federal, Madrid, 23 de julio de 1871, p. 11. 83 La Correspondencia de España, Madrid, 27 de noviembre de 1871, p. 4. 84 La Iberia, Madrid, 4 de junio 1879, p. 3. 85 «El conocido fotógrafo Sr. Juliá ha sido invitado por nuestro embajador en París. Sr. Olózaga, para asistir a la inauguración del Canal de Suez. El Sr. Juliá irá en la segunda expedición con objeto de tomar vistas fotográficas de los puntos que recorra y de los lugares donde se verificará este notable acontecimiento». La Correspondencia de España, Madrid, 19 de septiembre de 1869, p.1. 86 La Correspondencia de España, Madrid, 8 de noviembre de 1872, p. 1. 87 Diario oficial de avisos de Madrid, Madrid, 28 de mayo de 1871, p. 4. La Correspondencia de España, Madrid, 20 de mayo de 1978, p. 1. 88 A raíz de un examen previo (El Imparcial, Madrid, 23 de marzo de 1869, p. 3), se le concede el uso del escudo de la Sociedad el 15 de mayo de 1872 (La Ilustración de Madrid, Madrid, 15 de mayo de 1872, p.13). «Anoche tuvo lugar la elección de cargos en la Económica Matritense para la mesa de la sección de artes y oficios, obteniendo una inmensa mayoría los Sres. D. Manuel Tello y García, presidente; D. Eusebio Juliá y García-Núñez, vicepresidente». La Correspondencia de España, Madrid, 12 de diciembre de 1879, p. 4. Es vocal de la Sociedad desde 1887 hasta 1894. 89 La Época, Madrid, 17 de mayo de 1874, p. 3. 90 El Imparcial, Madrid, 21 de mayo de 1875, p. 4. 91 Gaceta de los caminos de hierro, Madrid, 29 de septiembre de 1878, p. 4. 92 Su solidaridad con los más desfavorecidos también le granjea el respeto de sus contemporáneos, verbi gracia en suscripciones en favor de obreros catalanes sin trabajo (El Cascabel, periódico para reír, Madrid, 7 de mayo de 1865, p. 2) o de los damnificados en un incendio en la fiesta de San Isidro (La Iberia, Madrid, 26 de mayo de 1872, p. 4) y preside la Junta del Asilo de Nuestra Señora de la Asunción, una institución creada en 1837 para la acogida de los hijos de obreros muertos o inutilizados (La Correspondencia de España, Madrid, 2 de octubre de 1881, p. 4). 93 El Globo, Madrid, 15 de octubre de 1881, p. 3. Al parecer, los señores Amayra y Montoya ya habían tomado el mando de una sucursal en Valencia con el nombre de Juliá. La Correspondencia de España. Madrid, 5 de octubre de 1880, p. 4. 94 Aunque tuvo dos hijos varones, César y Sebastián, no sobrevivieron a la infancia; tampoco su hija Encarnación. De sus tres hijas Lucrecia (1862-1958), Josefina (1870-1958) y Esperanza (h. 1872-1934), sólo casó la segunda. 95 La Correspondencia de España, Madrid, 6 de enero de 1895, p. 4. Enterrado en el cementerio de los santos Justo y Pastor. 96 El Buñuelo, Madrid, 11 de noviembre de 1880, p. 8. 5. ANEXO: REVERSOS DE LAS CARTES DEVISITE DE EUSEBIO JULIÁ .... Estudio de la calle de la Visitación, 1855 a 1864. Estudio de la calle del Príncipe, 1864 a 1881. 6. BIBLIOGRAFÍA .... BERGER, J., Sobre las propiedades del retrato fotográfico, Gustavo Gili, Barcelona, CARRERO DE DIOS, M., Historia de la industria fotográfica en España, Biblioteca de la Imagen, CCG Ediciones, Girona, 2001. FREUND, G., La burguesía y las clases medias en Francia durante el siglo XIX, Editorial Losada, Buenos Aires, 1946. LÓPEZ-MONDÉJAR, P., Historia de la Fotografía en España. Fotografía y sociedad desde sus orígenes hasta el siglo XXI, Ediciones Lunwerg, Barcelona, 2005. LÓPEZ-MONDÉJAR, P., Las Fuentes de la Memoria (Cat. Exp.), Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Madrid, 1992, II t. RIVERA DÁVILA, S., Retratos fotográficos del Museo del Romanticismo, Museo del Romanticismo, Madrid, 2011. SÁNCHEZ VIGIL, J. M., Del daguerrotipo a la Instamatic. Autores, tendencias, instituciones, Ediciones Trea, Gijón, 2007. YEVES ANDRÉS, J.A. y SÁNCHEZ VIGIL, J. M, Una imagen para la memoria. La carte de visite (Cat. Exp.), Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 2011. Agradecimientos: Al Exmo. Don Gonzalo Anes Álvarez de Castrillón, director de la Real Academia de la Historia. A los herederos de Eusebio Juliá, Rosario, Pilar, José Ignacio y Javier Domínguez Martín- Sánchez. A Don Rafael Herranz Ybarra, reconocido experto en condecoraciones militares. Ministerio de Defensa. A Carmen Manso Porto, Directora del Departamento de Cartografía y Artes Gráficas de la Academia de la Historia. A Isabel Ortega García y Fuensanta Salvador de la BNE. Al Museo del Romanticismo, en especial a Mª Jesús Cabrera Bravo, Carolina Miguel Arroyo, Carmen Cabrejas y Álvaro Gómez González. Fotografías: Real Academia de la Historia, Biblioteca Nacional de España, Colección Javier Domínguez Martín-Sánchez, Colección Mª Jesús Domínguez Martín-Sánchez, Colección Rosario Domínguez MartínSánchez, Archivo fotográfico del Museo del Romanticismo. Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo. Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas, Álvaro Gómez González. 7. LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa Martínez RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839