Un artículo de Josep Lluis Hortoneda (*) La inteligencia emocional y los CAISS “Inteligencia emocional= Capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos” (Daniel Goleman-Inteligencia Emocional-Ed. Kairós). Cuando pensamos en cómo se muestran las emociones en el entorno laboral nos vienen a la cabeza escenas de discusiones, gritos, llantos u otras expresiones “extremas” de sentimientos. Otras veces, en cambio, las personas que se sinceran en un curso o en una charla informal cuentan que en su oficina “no suele pasar nada” y que todo es rutinario, monótono, anodino…Podríamos decir que entre ambos extremos se mueve la llamada “Inteligencia Emocional” (I.E.): no dejar que las emociones gobiernen sobre nuestro intelecto (estresante…) pero tampoco dejar que todo sea racional, pragmático, excesivamente frío y calculado, protocolario (aburrido…). Desde que el psicólogo y periodista Daniel Goleman, aprovechando las investigaciones de Peter Salovey y John Mayer en 1990 y otros autores anteriores, redefiniera el concepto de “Inteligencia Emocional” a mediados de los años noventa y se publicaran sus libros y artículos, ha habido un “boom” en España –y en casi todo el mundo- que ha hecho crecer exponencialmente el interés por este tema, afirmación que se puede corroborar, por ejemplo, viendo la creciente demanda y oferta formativa y editorial relacionada con él. El Instituto Nacional de la Seguridad Social, (INSS), ya ha organizado cursos propios y ajenos sobre el tema y me consta que el interés es creciente. No podemos obviar que el hecho de que se trate de una temática no solo útil para el ámbito laboral sino para todas las esferas de la vida en general hace que sea muy atractiva tanto a la hora de formar sobre ella como de recibir conocimiento. Pero ¿sirve de verdad para algo? Podemos responder con otra pregunta: ¿alguien cree que si fuera una pérdida de tiempo las grandes empresas multinacionales dedicarían tantos recursos de todo tipo a formar a sus empleados en estos temas? Está demostrado que si en la empresa hay un ambiente “emocionalmente inteligente” a todos los niveles, la gente está más a gusto y, por lo tanto, suele rendir más y, lo que es más importante, trabajar mejor! Y eso, a pesar de la crisis, suele traducirse en mayores beneficios y mayor productividad. Desde mi posición privilegiada como formador (¡cuánto se aprende de las personas que asisten a los cursos!) y a la vez como informador y responsable de CAISS, y gracias también a lo que pude sacar en claro de las horas que pasé en las aulas de la facultad de Sociología, he podido constatar lo complejas (¿complicadas?) que son las relaciones humanas, lo que nos hacen sufrir y disfrutar a la vez y la cantidad de problemas que genera el hecho de equivocarnos a la hora de tomar decisiones comunicativas o de relación, tanto en la oficina como en casa o en la calle. Y ya pensando en lo colectivo y no solamente en el plano individual, me planteaba si el INSS en general o los CAISS más concretamente, por conocerlos en mi caso algo mejor, eran organizaciones o grupos humanos emocionalmente inteligentes o no. ¿Y para qué puede servir esta reflexión? Pues aunque sea solo para conocernos un poco más y mejor a nosotros mismos ya habrá valido la pena. Si, además, este ejercicio sirviera para plantearse cambiar aquello que no nos gusta o que no funciona o para levantar los ánimos y la moral tras tantos años de atención al ciudadano (¡y los que nos esperan!) pues mejor que mejor. Hoy en día escasea el hábito de pensar, de reflexionar a solas y en silencio, y creo que dedicar unos minutos a esta actividad tan “rara” puede sernos muy beneficioso… Para empezar, hay que decir que esto no pretende, ni puede, ser un estudio riguroso científicamente hablando. Simplemente es un apunte basado en la observación, más cualitativa que cuantitativa (es decir: más inspirado en ver caso a caso y en la experiencia personal -en “historias de vida”- que en encuestas y estadísticas…) y, sobretodo, un ejercicio de auto-crítica, en el sentido de ponerse un espejo delante y simplemente mirar. La Inteligencia Emocional se traduce en distintas competencias personales que pueden agruparse en dos grandes áreas: la personal (cómo nos “relacionamos” con nosotros mismos) y la social (cómo nos relacionamos con los demás). A su vez, dentro de estas dos áreas podemos distinguir varios grupos de habilidades o aptitudes. Así, en el área personal tenemos la conciencia de uno mismo (“conocerse”), el auto-control (“manejarse bien”) y la motivación (“dirigirse/orientarse/impulsarse”). Y en el área social hallamos básicamente la empatía (“ponerse en el lugar del otro”) y las habilidades sociales (“comunicarse eficazmente”), que por sí solas ya merecerían un apartado entero y que tanto se han trabajado en el INSS. Pasemos, pues, a ver si los CAISS, como unidades organizativas de gestión de la información integradas por personas, son, desde este punto de vista, “emocionalmente inteligentes” o no. Dado que seria temerario por mi parte sacar conclusiones en nombre de todos, lo plantearé en forma de cuestiones que deberíamos responder individualmente o en grupo desde cada centro, si nos apetece o podemos, claro….Además, es un ejercicio no exclusivamente para CAISS sino que puede plantearse desde cualquier otro ámbito o nivel de la organización. Lo que sí me aventuro a decir es que las respuestas en general estarán en la misma línea en la mayoría de centros, ya que, dejando aparte casos puntuales y situaciones muy especiales, compartimos un estilo de trabajo y una cultura común, lógicamente con las variantes y especificidades de cada lugar que no tienen por qué afectar a lo esencial. Sería ingenuo, por otra parte, ignorar las circunstancias que siempre planean sobre las empresas y especialmente sobre la Administración Pública: las restricciones y el control presupuestario, las políticas de recursos humanos, el acceso y la promoción profesional, la renovación de las plantillas, los cambios normativos y la implementación de las políticas sociales, etcétera. Precisamente estamos ahora en un momento delicado por lo que respecta a todas estas cuestiones que, sin duda, repercuten y repercutirán en el estado de ánimo o “emocional” de las personas que trabajamos en el INSS. Quizás sea la Inteligencia Emocional un recurso del que podemos echar mano para sobrellevarlo con mayor entereza y dignidad, independientemente de que debamos actuar sobre las causas y consecuencias de los problemas para solucionarlos o minimizarlos. Empecemos, pues: La Autoconciencia implica reconocer las propias emociones y sus efectos, conocer las propias fortalezas y debilidades y tener seguridad en la valoración que hacemos de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Podríamos traducirlo como ser honestos en nuestra evaluación y ser conscientes de nuestras limitaciones y aptitudes sin temor a equivocarnos. O sea: ¿Hablamos entre nosotros en los CAISS o en las secciones más allá de para preguntarnos cosas o dar instrucciones? ¿Compartimos opiniones y sensaciones ante cambios normativos u organizacionales? ¿Expresamos en grupo nuestras vivencias con el “cliente externo” e incluso con el “interno”? ¿Hemos pensado en cómo nos ven las demás unidades de la dirección provincial o en qué imagen externa ofrecemos como grupo? ¿Y en si esta imagen se corresponde con lo que nosotros pensamos que somos? ¿Tenemos claros nuestros puntos débiles y sacamos partido suficientemente a nuestras virtudes? La Autorregulación o autocontrol implica gestionar bien la expresión de emociones e impulsos, ser sinceros en lo relevante, asumir la responsabilidad de nuestra actuación y sentirse cómodos y abiertos ante los cambios. En los CAISS es ésta una competencia que podemos poner a prueba cotidianamente debido a las peculiaridades de nuestro trabajo: ¿Tratamos igual a todas las personas que solicitan nuestros servicios? ¿Se puede o se debe realmente tratar igual a todo el mundo? ¿Ponemos todos los medios para evitar/prevenir/aprender de los conflictos? ¿Hemos desterrado del todo el sentimiento de culpa al equivocarnos? ¿Afrontamos positivamente cualquier cambio en nuestro trabajo? ¿Y las situaciones más críticas como puede ser, por ejemplo, una convocatoria de huelga? ¿Somos capaces como grupo de aparcar las “corrientes emocionales” internas para funcionar eficazmente? ¿Y de retomarlas después para que no se enquisten y, de alguna manera, “se pudran”? La Motivación, para acabar el ámbito personal, incluye el esfuerzo por mejorar cada día, saber asumir las metas del grupo o de la organización, adelantarse a los hechos cuando es posible y persistir para conseguir un objetivo a pesar de los obstáculos. ¿Hemos pensado en cómo ha cambiado nuestra motivación con los años? ¿Recordamos o somos conscientes de aquello por lo que realmente trabajamos? ¿Creemos que vale la pena lo que hacemos? ¿Somos consecuentes con la idea de que si mejoramos nuestro entorno laboral viviremos mejor? ¿Y lo hemos intentado de verdad alguna vez, aunque sea empezando con pequeñas cosas? La segunda gran área es la grupal/social, que la forman la Conciencia social o Empatía y las habilidades sociales. Es aquí donde los CAISS brillan con luz propia. Es difícil encontrar muchos ejemplos de servicios públicos (y me atrevería a decir incluso que privados…) en los que se atienda al ciudadano con la globalidad con la que se lleva a cabo en nuestras oficinas En cuanto a la primera, podríamos incluir aquí la capacidad de entender al cliente y la orientación al servicio, así como el conocimiento de la organización en la que trabajamos. Es aquí donde los CAISS brillan con luz propia. Es difícil encontrar muchos ejemplos de servicios públicos (y me atrevería a decir incluso que privados…) en los que se atienda al ciudadano con la globalidad con la que se lleva a cabo en nuestras oficinas (¿o no hemos pasado en estos últimos 20 años de ser meros receptores y reemisores de documentación a ejercer en la práctica de asesores legales –laborales, fiscales, civiles…-, de asistentes sociales, de psicólogos, de “teléfono de la esperanza”…?). Y, además, lo hemos hecho lo más dignamente posible, con sensatez pero con decisión. Y siempre preocupados por aprender más, por “buscarnos la vida” informativamente hablando. Por eso, quizás, puede ser éste uno de los aspectos más amenazados en estos momentos –es aquello de “morir de éxito”…- y que puede afectar “de rebote” seriamente a otras de las áreas que hemos comentado antes. Por diversas causas: complejidad de la información (¡con lo que nos gustaba informar sobre la jubilación por lo clara que era!…que no te toque ahora una parcial con varias empresas implicadas y con relevista trabajando…¿y qué decir de los casos que ya llamamos coloquialmente “un completo” cuando te solicitan información sobre las ayudas a las familias existentes o directamente te presentan a la vez varias solicitudes de distintas prestaciones?); aumento espectacular de clientes extranjeros con lo que implica en cuanto a dificultades comunicativas y diferencia de pautas culturales, carga mental acumulada tras muchos años de atención al público, etcétera. Es evidente que esta virtud amenazada requiere alguna vitamina urgente. Una posible receta podría ser la Inteligencia Emocional. No cura el mal, pero alivia enormemente los síntomas…Por eso recomiendo vivamente antes que nada auto-examinarse en estos temas para tener un buen diagnóstico y decidir hacia dónde tirar de ahora en adelante. Y sobre las Habilidades sociales, ¿qué podemos decir que no sepamos ya en el INSS? Sí, vale, de acuerdo, muchas cosas todavía (sobretodo en todo lo que se refiere a trabajar en equipo de verdad y a la asertividad…), pero hay que reconocer que se nos ha formado bastante en técnicas de comunicación (posiblemente quien no pasó en los años 90 por algún curso de atención al ciudadano fue porque no quiso o porque no estaba destinado en ningún CAISS en esos momentos…), y que , además, hemos aprendido con la experiencia y con el cambio de “chip” que se tradujo en actualizarlo todo (o casi todo): desde las oficinas y los impresos hasta el lenguaje (agencia/CAISS, asegurado/cliente…) pasando por el “hardware” y el “software” que usamos cada día para casi todo lo que hacemos. Sin olvidar el diagnóstico y mejora de la comunicación interna de la entidad en que se trabaja en los últimos años. Para terminar, una reflexión “emocional”: seguramente habré defraudado a muchas personas que lean estas líneas que pensarán “Vale… ¿y ahora qué?” o “¿Y cómo acaba esta película?”…precisamente quizás ésta es la gracia del asunto: que esto no acaba aquí. En realidad, no ha hecho más que empezar. Todo avanza a pasos vertiginosos (y no siempre en el sentido que nos gustaría) y estamos metidos de lleno en ello. Creo sinceramente que recursos como la Inteligencia Emocional, u otras técnicas similares ya conocidas o que se “inventarán” en los próximos años, o aquellas que cada uno encuentre a su medida (para ello: hay que buscar información, leer –al final del texto doy algunas ideas…-, pedir y asistir a cursos, hablarlo con nuestro entorno…) pueden ayudarnos a digerir estos cambios en nuestras vidas, a ser mejores personas y más resistentes a la frustración y al desánimo. En definitiva, a ser mentalmente más sanos, más felices y a vivir mejor…porque al fin y al cabo ¿se trataba de eso, no? ¿Por dónde empezar a buscar trabajo? Algunas sugerencias...: Daniel Golean: La práctica Ed.Kairós.Barcelona, 1999 de la inteligencia emocional. José Luis Zaccagnini: Qué es inteligencia emocional: la relación entre pensamientos y sentimientos en la vida cotidiana. Ed. Biblioteca Nueva.Madrid,2004 Pablo Fernández y Natalia Ramos: Desarrolla tu I.E. Ed.Kairós, Barcelona,2004 Emily Sterrett: Guia del directivo para la I.E.. Ed. Centro de Estudios Ramón Areces.Madrid,2002 Thierry M.Carabin: Ponga a prueba su coeficiente emocional. Ed. De Vecchi.Barcelona,2004 Antoine de Saint-Exúpery: El principito. (Un clásico que me apetecía incluir…y del que se pueden sacar grandes ideas sobre esta temática.) (*) INSS. CAISS de Girona.