08-tu.qxd 12/19/00 21:19 Página 1 8 Justicia, Seguridad y Policía Una relación difícil La Plata, miércoles 20 de diciembre de 2000 Junto a su madre y sus amigos Hasta la noche en que su padre fue asesinado, Emanuel y Santiago Da Bouza compartieron vacaciones, amigos, salidas y deportes, un vínculo que entró en crisis cuando, después del asesinato, el mayor de los hermanos declaró contra el menor, todavía prófugo. Sin embargo, en los últimos tres años que pasaron en prisión los hermanos re- construyeron una relación que por estos días de juicio oral corrió varias veces peligro de romperse, por el malestar que causó recordar esas declaraciones y por las distintas actitudes de las diferentes defensas de los jóvenes. Durante las dos largas jornadas de audiencia, varias veces viejos rencores salieron a la luz. “Dame un beso”, demandó Santiago a su madre Patricia Polo apenas la mujer entró a la sala de audiencias y pidió permiso para sentarse cerca de sus dos hijos. La mujer besó a Santiago y Emanuel y luego pasó la tarde intercambiando comentarios con su hijo mayor y su abogada. Los jóvenes pudieron saludar a los conocidos que se sentaron ayer en la sala de audiencias, siguieron atentos y a veces hasta sonrientes los dichos de sus amigos más cercanos y ambos sugirieron preguntas a sus respectivos abogados. Emanuel, otra vez, tuvo en la sala a su guía espiritual, un sacerdote de Villa Devoto que lo asistió primero en la cárcel de Caseros, luego en Devoto. CASO DA BOUZA Un padre violento y despótico La personalidad del padre podría servir para atenuar la responsabilidad de los hermanos en el crimen. Ayer declararon los dos hijos menores y la última pareja del gerente de Techint. Los acusados estuvieron acompañados por su madre y varios amigos El segundo día del juicio oral por el crimen del gerente de Techint Ramón Da Bouza dejó en claro ayer que las defensas de sus dos hijos mayores, acusados del asesinato, buscarán atenuar eventuales condenas en base a la controvertida figura del padre, aunque sin poner en duda lo ocurrido la noche de la cena familiar que terminó en homicidio. Las defensas de Emanuel y Santiago Da Bouza apuntan a mostrar que quien puertas afuera de su casa era un exitoso empresario con una fluida vida social, puertas adentro era alguien violento, que presionaba a sus hijos y ejercía “presión moral” sobre ellos. Todo esto fue durante años el caldo de cultivo de la tragedia de la noche del 25 de marzo de 1998 en el departamento de la víctima, en Chacabuco 584 del barrio porteño de San Telmo. Emanuel y Santiago Da Bouza enfrentaron nuevamente ayer al Tribunal Oral 20 desde temprana hora de la mañana, cuando a puertas cerradas -sin público ni periodistas- escucharon a sus dos hermanos menores, de 13 y 17 años, y a la última pareja que convivió con su padre, Lilian Castro. Durante más de tres horas, los hermanastros de los jóvenes acusados reafirmaron la hipótesis de La hipótesis del robo En los primeros dos días de juicio, nadie habló concretamente del crimen y es que, en realidad, no hubo ningún testigo directo de lo ocurrido, salvo, en forma indirecta, quienes vendieron a los hermanos el arma asesina y una soga que apareció colgada de la terraza del edificio. Esto sirvió para avalar la versión de la entrada a la casa de dos ladrones que atacaron al Da Bouza mantenía con sus hijos Santiago y Emanuel una relación conflictiva padre un padre autoritario y despótico, en concordancia con lo que se escuchó hasta el momento en la sala de audiencias. Los hijos que tuvo Da Bouza con su segunda pareja, la economista como él Carmen Amalia Polo, llegaron con su madre a las 9.30 al noveno piso de los tribunales de Lavalle al 1100 y de inmediato ingresaron a la pequeña sala de audiencias. En el pasillo se cruzaron con la madre de los dos acusados y primera mujer del economista, Patricia Polo Devoto, quien ayer por primera vez pudo ingresar a las audiencias, luego de declarar el lunes como testigo. Ya dentro de la pequeña sala, los hermanos más chicos se reencon- traron con los mayores, Emanuel y Santiago, acusados del homicidio doblemente agravado por el vínculo y alevosía del padre de todos, Ramón Da Bouza, de 44 años. Si bien por orden del tribunal las declaraciones testimoniales de los hijos más chicos de Da Bouza quedarán en secreto al igual que la de su última pareja, en el reencuentro de los hermanos hubo lágrimas y gestos de afecto mutuo entre los cuatro. Los menores pasaban con su padre los fines de semana en el departamento del 5 piso O de Chacabuco 584, donde la noche del 25 de marzo de 1998 Da Bouza fue asesinado a golpes y dos balazos en la cabeza, crimen del que se acusa a sus dos hijos mayores. Los dichos de los hijos menores de Da Bouza serán relevantes en el juicio porque, según declaró en sus primeras indagatorias el mayor de la familia, Emanuel, su hermano Santiago estaba obsesionado con la idea de reemplazar la figura de su padre en la crianza de los chicos, con el objetivo de liberarlos de su autoritarismo. El resto del día transcurrió entre testimonios de amigos de los dos jóvenes, que ayer colmaron la sala, y giraron siempre en torno al mismo punto: las dificultades de los hermanos Da Bouza ante un padre autoritario, que los exponía a situaciones límite de maltrato psicológico. Precisamente, la idea es encontrar atenuantes del crimen en base a la figura de acoso moral sobre los hijos y, en el caso de Santiago, de su adición a la cocaína, ratificada por su propio hermano, amigos y por pericias toxicológicas que se le realizaron.