¿Qué mide el IPC? Comentario sobre la medición de la inflación después de enero 2007 Tras los polémicos cambios introducidos en el INDEC y en la metodología de elaboración del Índice de Precios al Consumidor (IPC) en enero de 2007, es común escuchar o leer en los medios que en adelante el índice de precios ya no va a reflejar la verdadera inflación. Ahora bien, el concepto de inflación “verdadera” no es tan claro, por lo cual al hablar del mismo hay que tener en cuenta ciertos aspectos. En la teoría económica se define inflación como “el cambio porcentual del nivel general de precios de la economía” (Sachs y Larraín, 2002). Para medir la inflación es necesario hallar una manera de computar este nivel general de precios. Una posibilidad consiste en calcular cómo varía el poder de compra de los consumidores de una economía. Este es el objetivo del IPC, que busca mostrar cómo cambia el gasto de consumo de los individuos a través del tiempo1, calculando un promedio ponderado de precios según la fórmula del índice de Laspeyres. Sin embargo, varios factores impiden construir un índice que refleje los cambios del nivel general de precios: la infinidad de bienes y servicios distintos de una economía, las numerosas variedades y marcas de cada tipo de producto y las diferencias de precios entre regiones y entre comercios. La recolección de datos para construir un IPC “ideal” implicaría un costo exorbitante que lo hace totalmente inviable. Por estas razones, el cálculo de las variaciones del nivel de precios a los consumidores debe restringirse a un subconjunto de bienes. Entonces se tiene una primera limitación del IPC: no puede representar lo que ocurre al nivel general de precios. La solución factible es buscar una proxy que permita estimarlo. Entonces queda claro que hay que seleccionar una cantidad limitada de bienes para medir la inflación, lo cual trae otro inconveniente. Las preferencias de los consumidores de una economía no son idénticas. Cada uno tiene su propio patrón de consumo. Luego, para conocer cómo afecta la variación de los precios a cada consumidor habría que calcular un índice para cada uno de ellos; sin embargo es claro que la idea de obtener varios millones de índices distintos es indiscutiblemente ridícula y además poco práctica. La solución por la que se opta es crear una suerte de “consumidor promedio”, es decir, armar una canasta que intente representar lo mejor posible a una gran parte de la población. Por estas razones, el IPC representará mejor a aquellos consumidores cuyos patrones de consumo sean similares a la canasta promedio. Visto desde el lado opuesto, el IPC puede no reflejar las variaciones del gasto de consumo de algunos individuos. Todo lo dicho hasta este punto muestra entonces que al observar el IPC no se está midiendo la verdadera inflación, entendida según su definición teórica, sino “la evolución de los precios de un conjunto de bienes y servicios representativos del gasto de consumo de los hogares residentes en la 1 Esta idea se basa en la importancia de los bienes de consumo en el total de bienes comercializados en el mercado. Existen otros índices de inflación, como el Índice de Precios al por Mayor, IPM, o el Índice de Precios Implícitos, IPI, también conocido como deflactor del PBI (índice de Paasche). Ciudad de Buenos Aires y en los 24 partidos del Gran Buenos Aires” (INDEC, 2001). Por más que una alta tasa de inflación reduce el poder adquisitivo de todos los consumidores, la inflación estimada según el IPC puede afectar de manera distinta a cada consumidor. Si una alta tasa de inflación medida por el IPC es impulsada por el aumento de precios de un determinado conjunto de bienes, los individuos que no consuman estos productos no verán disminuir su poder de compra. En definitiva, no parece correcto decir que, tras los cambios hechos por el gobierno, el IPC deja de medir la verdadera inflación, ya que ésta no podía ser medida desde un principio. Simplemente, el gobierno está recurriendo a una forma distinta de estimarla. Restaría decidir qué método permite estimar mejor la inflación verdadera. Es cierto que, para que el índice siga siendo representativo a lo largo del tiempo, ciertos procedimientos de estimación deben ser periódicamente actualizados (para evitar, por ejemplo, un sesgo por obsolescencia de las ponderaciones ante cambios en las preferencias de los consumidores). Hasta aquí, entonces, un cambio en la metodología del IPC no debería traer polémica. Lo que desata la controversia es que en este caso los cambios fueron impuestos por el gobierno, que parece tener un fuerte interés en mostrar tasas de inflación bajas, ya sea por razones políticas, de imagen, económicas (relacionadas con el valor de la deuda indexada) u otras. Determinar si el índice, a partir de estos cambios, es más, menos o igualmente representativo de la inflación es un debate complejo y requiere analizar cuestiones que aquí se están dejando de lado, tales como la metodología del IPC y hasta qué punto ésta fue modificada, cuánto afectan dichas modificaciones a las mediciones de la inflación, los incentivos del gobierno a intervenir en el INDEC, el impacto de estos sucesos en la imagen pública del gobierno y el instituto, entre otros. En definitiva, lo que se quiere resaltar es que la discusión no debería centrarse en si el “nuevo” IPC mide o no la verdadera inflación; queda claro que esto es imposible. El debate debería centrarse en qué técnicas se utilizan para estimarla. Gonzalo Vázquez Universidad de San Andrés Referencias: Instituto Nacional De Estadísticas y Censos (2001). IPC Gran Buenos Aires base 1999=1. Serie metodológica nº 13. http://www.indec.mecon.ar/nuevaweb/cuadros/10/metodo_ipc_gba.pdf Ministerio de Economía y Producción, Subsecretaría de Defensa del Consumidor (2005). ¿Cómo mejorar la comprensión del Índice de Precios al Consumidor (IPC) y Entender sus Variaciones? http://www.mecon.gov.ar/secdef/revista/ediciones_2005.htm Sachs, J. y Larraín, F. (2002). Macroeconomía en la Economía Global. Buenos Aires: Pearson Education.