> JURISPRUDENCIA COMENTADA El ruido “vuelve” a la Sala IV del Tribunal Supremo Carlos A. Vegas Ronda, AGM Abogados, profesor asociado de Derecho de Trabajo de la Universidad Autónoma de Barcelona Q uieren ruido?” Ésta es una de las preguntas que el líder de la banda de rock Metallica, James Hetfield, hace al público habitualmente en sus conciertos. El ruido ha vuelto a la Sala IV del Tribunal Supremo, que en reunión ha modificado su doctrina tradicional en relación con la aplicación de los denominados “Pluses de penosidad y peligrosidad” cuando el trabajador está expuesto al ruido. “¿Quieren ruido?” Pues ahí va. El “ruido” (según la primera acepción de la RAE, “sonido inarticulado, por lo general desagradable”) es uno de los fenómenos que más han preocupado a diferentes instancias nacionales y supranacionales. Desde la promulgación de normas de carácter general (Ley 37/2003 del Ruido) y su correspondiente desarrollo reglamentario (RD 1513/2005), hasta la promulgación de Directivas, como la 2003/10/CE del Parlamento Europeo y del Consejo sobre las disposiciones mínimas de seguridad y de salud relativas a la exposición de los empleados a los riesgos derivados de los agentes físicos (entre ellos, el ruido). El paradigma de la lucha de los poderes públicos contra el ruido lo encontramos en la sentencia del Tribunal Constitucional 16/2004, dónde se registran afirmaciones tales como que el “ruido, en la sociedad de nuestros días, puede llegar a representar un factor psicopatógeno y una fuente permanente de perturbación de la calidad de vida de los ciudadanos. Así lo acreditan, en particular, las directrices marcadas por la Organización Mundial de la Salud sobre el ruido ambiental, cuyo valor como referencia científica no es preciso resaltar. En ellas se manifiestan las consecuencias que la exposición prolongada a 58 • 058_s_Jurisprudencia.indd 58 Gestión Práctica de Riesgos Laborales un nivel elevado de ruidos tienen sobre la salud de las personas (v. gr. deficiencias auditivas, apariciones de dificultades de comprensión oral, perturbación del sueño, neurosis, hipertensión e isquemia), así como sobre su conducta social (en particular, reducción de los comportamientos solidarios e incremento de las tendencias agresivas)”. Todo para finalmente denegar el amparo a un propietario de un bar musical sancionado (con 50.000 pesetas) por superar el nivel de ruido ambiental y provocar molestias a los vecinos. hiciera por medio de un conflicto colectivo dónde se reclamara una determinada conducta a la empresa frente al ruido (en la evaluación, planificación o en las medidas correctoras), si no por medio de algo menos glamuroso desde el punto iuslaboralista como es la reclamación de una cantidad de dinero relacionado con las condiciones ambientales de trabajo. No deja de ser una especulación, pero podríamos entender que la estrategia jurídica, de base crematística y no humanística, ha influido en el ánimo de la Sala para dictar su sentencia. El TC relaciona la contaminación acústica con el Derecho Fundamental a la integridad física y moral (artículo 15 CE) y a la intimidad personal y familiar (artículo 18 CE), considerando que la contravención de los límites legales supone una lesión de los mismos. Aquí, éste se hace partícipe de doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) sobre la materia, compartiendo criterios e integrándolos en la Constitución (con los matices existentes entre la Constitución y el Convenio de Roma de 1950). En concreto, las sentencia de 21 de febrero de 1990, caso Powell y Rayner contra Reino Unido; de 9 de diciembre de 1994, caso López Ostra contra Reino de España; de 19 de febrero de 1998, caso Guerra y otros contra Italia; y de 8 de julio de 2003, caso Hatton y otros contra Reino Unido. El supuesto de hecho planteado al Tribunal parte de petición de abono de un denominado “Plus de Penosidad o Peligrosidad” por parte de los trabajadores de una empresa metalúrgica de Andalucía. En resumen, los demandantes sostenían que existiendo situaciones en que se superaba el límite normativo de ruido (establecidos en el Real Decreto 286/2006), meritaban dicho complemento. Habiendo recibido respuesta favorable ante el Juzgado de lo Social, el TSJ de Andalucía estimó el recurso de la empresa y ante un Recurso de Casación para la Unificación de la Doctrina, el TS confirma la tesis de la Sala andaluza. Es importante destacar que la sentencia es de Sala General, por lo que ha servido de antecedente necesario para la resolución de conflictos posteriores. Desde una óptica penal, el fenómeno del ruido también ha tenido su relevancia, pudiendo ser considerado delito contra el medio ambiente y, si hay personas físicas afectadas, delito o faltas de lesiones (STS, Sala II, de 16 de noviembre de 2009), si se superan los límites legales. Con estos antecedentes no es extraño que el ruido haya llegado a la jurisdicción social. Lo lastimoso es que no lo La hasta ahora doctrina del Tribunal establecida en diferentes sentencias (SSTS 6/10/1995, 6/11/1995, 19/1/1996, 12/2/1996) partía de normativa anterior, y consideraba que el límite general de 80 decibelios, considerado nocivo para el trabajador, debía ser mesurado sin contar las protecciones que pudiera tener el empleado. Por lo tanto, los Convenios Colectivos que prevean el abono de complementos de penosidad, toxicidad Nº 71 • Mayo de 2010 27/04/2010 14:34:23 © Latin Stock www.riesgos-laborales.com El RD 286/2006 establece tres niveles de protección: por debajo de 80 decibelios, el empresario facilitará protectores individuales; entre 80 y 96 decibelios, se establecerán acciones efectivas de protección y medidas para reducirlo; a partir de 87 decibelios, se exigirá el cese de la actividad. o peligrosidad debían tener en cuenta estos límites para su abono. La Sala considera que dicha jurisprudencia se ha visto superada por la normativa con origen en las Directivas comunitarias sobre ruido y por el avance de la técnica que ha permitido tener mejores conocimientos de los efectos del ruido sobre el trabajador, y de la manera de evitarlo o atenuarlo. El Tribunal Supremo hace una exégesis apurada de la normativa en juego, en ocasiones hasta minuciosa, y con un marcado carácter protector, individualiza los efectos tuitivos de la misma hasta concluir que la finalidad de la norma es proteger la exposición real del trabajador al ruido. El Real Decreto 286/2006 establece tres niveles de protección. Por debajo de 80 decibelios, el empresario debe facilitar protectores individuales; entre 80 y 86 decibelios debe establecer acciones efectivas de protección y planes de medidas técnicas para reducirlo; y a partir de 87 decibelios se exige el cierre de la actividad. Pero, en todo caso, la novedad reside en que el TS hace una interpretación finalista: “Tanto la normativa comunitaria como la de transposición tienen como único objeto la protección de la seguridad y la Nº 71 • Mayo de 2010 058_s_Jurisprudencia.indd 59 salud de los trabajadores dirigida a la prevención de riesgos laborales y por ello, aun cuando en su terminología se refiere a puestos de trabajo sometidos a mayor o menor intensidad de ruido, en realidad lo que con ellas se pretende, su finalidad, claramente expresada en el punto 12 de la exposición de motivos de la Directiva no va dirigida tanto a determinar el ruido al que está sometido un puesto de trabajo, aunque utilice esta terminología, sino a ‘evaluar correctamente la exposición de los trabajadores al ruido’ con la finalidad de conseguir que ‘el ruido que llegue al oído debe mantenerse por debajo de los valores límite de exposición’, puesto que el objeto de dicha Directiva, expresado en su art. 1, es proteger a los trabajadores contra los riesgos para su salud que les pueda originar la exposición al ruido para evitar la posible sordera que del mismo pueda derivar.” Con estas premisas, el TS concluye que lo importante es determinar la real exposición al ruido, por lo que se concluye que existe penosidad cuando el nivel de ruido es superior a 80 decibelios teniendo en cuenta la protección. Y por tanto, si en el ambiente el ruido es dicha magnitud, pero al trabajador llega por debajo de aquel nivel, no se considerará trabajo peligroso. El TS señala lo ilógico que sería que trabajadores sometidos a 79 decibelios no merecieran el plus en cuestión, mientras que otros a los que les llegaran 55 decibelios sí tuvieran derecho porque ambientalmente fuera superior. En definitiva, para determinar si el trabajo es peligroso, se deberá tener en cuenta la protección auditiva del trabajador y, excepcionalmente, se podrá prescindir de esos elementos de salvaguarda para la medición. Existe un voto particular que sostiene que la interpretación mayoritaria eliminaría el carácter de penoso, pero no de peligros del trabajo. Éste se podría afirmar que se pierde en consideraciones semánticas un poco artificiosas, y que no se detiene en el núcleo esencial de la resolución que es la efectiva protección al trabajador. En todo caso, como un evidente aviso, la propia Sala afirma que la exposición real por encima de 80 decibelios es potencialmente peligrosa, por lo que no puede tomarse esta sentencia como una relajación en materia preventiva. Al contrario, pone en su verdadero nivel tan delicada materia, conteniendo una doctrina que le da una dimensión jurídica, y no meramente especulativa, a la ordenación de la prevención en la empresa. Gestión Práctica de Riesgos Laborales • 59 27/04/2010 14:34:24