La Confidencialidad de la Información Sanitaria, Instrumentos de Protección y Garantía Jesús Rubí Navarrete Subdirector de la Agencia Nacional de Protección de Datos El tema del tratamiento de los datos de salud es un tema extraordinariamente complejo y abierto. Voy a tratar de plantear cómo está conformada la regulación de los datos de salud en la Ley de Protección de Datos, y también, hacer referencia a algunas regulaciones sectoriales, que son muy importantes desde el punto de vista de la protección de datos en esta materia. Al hilo de este análisis de distintas normas, les pondré de manifiesto las experiencias prácticas, los casos prácticos o los problemas que más habitualmente nos hemos encontrado para el tratamiento de los datos personales en las actividades de la Agencia. Intentaré, también, hacer una referencia a un elemento que también considero muy importante, como es la posibilidad de utilizar instrumentos de autorregulación: Códigos tipo, códigos éticos, o códigos de conducta para complementar, facilitar y para estandarizar los sistemas de protección. Hay ya algunos códigos de conducta en instituciones sanitarias, notificados e inscritos en la Agencia de Protección de Datos, y quiero hacer una referencia a ellos, porque pueden ser un instrumento práctico, muy útil para llegar a un sistema de garantías adecuado. El primer problema que se plantea con los datos de salud es que no hay, ni en la Ley de Protección de Datos, ni tampoco en la normativa sectorial sanitaria, un concepto de qué son los datos de salud, lo cual plantea un problema inicial, que es el saber a qué nos estamos refiriendo. La delimitación, desde el punto de vista de la protección de datos, de qué son datos de salud, ha sido abordada recientemente en una resolución del Director de la Agencia de Protección de Datos, del año 2003, en la cual, en el ámbito de un procedimiento administrativo sancionador, se planteaba si los datos relacionados con la minusvalía o con la discapacidad, en la gestión de recursos humanos, se podían considerar o no datos de salud. Al resolver ese procedimiento, el Director de la Agencia de Protección de Datos ha venido a perfilar qué debe entenderse por datos de salud. En esta resolución, se parte de los criterios interpretativos del art. 3.1 del Código Civil, del concepto de salud del Diccionario de la Lengua, y partiendo de estas premisas se entronca con la configuración de los datos de salud que hacen algunos convenios internacionales, en particular el Convenio 108 del Consejo de Europa. En la Memoria explicativa de este Convenio, en el apartado 45, se señala que los datos de salud son todas las informaciones concernientes a la salud, pasada, presente y futura, física o mental, de un individuo de buena salud, enfermo o fallecido y, añade, que también tienen que considerarse datos de salud los abusos del alcohol o del consumo de drogas. Esta configuración de los datos de salud, que parte del apartado 45 de la Memoria explicativa del Convenio 108 ha sido, posteriormente, perfilada, por la recomendación R. 97.5, del Comité de Ministros del Consejo de Europa, de 13 de febrero del año 97, que trata de los datos médicos, señalando que son datos médicos todos los datos de carácter personal, relativos a la salud de una persona, así como los datos manifiesta y estrechamente relacionados con la salud y las informaciones genéticas. Hace referencia también, confirmando las previsiones del apartado 45 –al que antes me he referido- a que los datos de salud se deben considerar desde una perspectiva temporal, entendiendo que son datos de salud, tanto cuando se refieren a, una pérdida momentánea de la salud como cuando tienen un carácter permanente. Así la resolución, afirma que los datos de discapacidad estarían incluidos dentro del concepto de datos de salud, de la Ley Orgánica de Protección de Datos. Como ha señalado el Moderador, los datos de salud, en la Ley Orgánica de Protección de Datos, tienen una caracterización especial, junto con otros, como los de ideología, afiliación sindical, religión, creencias, origen racial, vida sexual o datos relativos a infracciones administrativas y penales, de datos sensibles o datos especialmente protegidos. El sistema de protección de estos datos especialmente protegidos, en el caso concreto de los datos de salud, se basa en la exigencia de un consentimiento reforzado para el tratamiento de esos datos. La Ley de Protección de Datos y la Sentencia del Tribunal Constitucional, 292/2000, de 30 de noviembre, que ha venido a perfilar el contenido de derecho fundamental a la protección de datos, parten de un principio básico: los datos hay que recabarlos y tratarlos con el consentimiento de los afectados. En el caso de los datos de salud, ese consentimiento no puede ser un consentimiento tácito, sino que tiene que ser un consentimiento expreso. La Ley no señala, a diferencia de lo que sucede con otros datos especialmente protegidos, como la ideología o las creencias religiosas, que ese consentimiento expreso sea además escrito. Pero la experiencia práctica de la Agencia ha acreditado, que aunque la Ley no prevea que el consentimiento expreso para tratar de salud tenga que ser escrito, en la práctica viene a ser imprescindible que sea así. Porque los problemas de prueba que se plantean para poder acreditar que el consentimiento para el tratamiento de los datos de salud y para qué finalidades se pueden tratar esos datos presentan grandes dificultades. Hay muchas veces en las que sucede que una persona está yendo a una institución sanitaria o a un médico, a un profesional de la sanidad, y se somete voluntariamente a esos reconocimientos. Es evidente que hay un consentimiento para el tratamiento de esos datos. Esto, que parece evidente, desde el punto de vista de la perspectiva de la Ley de Protección de datos sería insuficiente, porque la Ley obliga a que se consienta, no sólo a que se traten los datos, sino para qué se van a tratar, y si no hay una información sobre para qué se van a tratar o a quién se van a ceder, en su caso, o quién va a poder acceder a esos datos, o quién es el responsable del tratamiento de esos datos, no se cumple con el sistema de garantías de la Ley, y el mero hecho de acudir a una consulta, aunque sea de una manera reiterada, no pone de manifiesto que la persona consienta expresamente sobre todo ese abanico de tratamientos. Por tanto, en la práctica es prudente obtenerlo por escrito. No obstante, esta regla de consentimiento expreso tiene también exenciones. Es posible tratar datos de salud cuando existe una habilitación legal para realizar ese tratamiento sin el consentimiento de los afectados, lo cual en el caso de los datos de salud, no es infrecuente. La Sentencia del Tribunal Constitucional, 292/2000, ha establecido, de una manera muy nítida, el límite de las habilitaciones para el tratamiento de datos de salud. Esta Sentencia del Tribunal Constitucional señala que cabe la posibilidad de limitar un derecho fundamental en atención a otros derechos o bienes constitucionalmente protegidos, pero esas limitaciones tienen que contemplarse en una norma con rango formal de ley. No es posible, un desapoderamiento de las atribuciones del legislador para establecer esas limitaciones; por tanto, no son admisibles limitaciones que estén basadas exclusivamente en normas de rango inferior. Las normas reglamentarias podrán matizar o concretar esa limitación prevista en la ley, pero si no existe una norma con rango de ley formal no es posible el tratamiento de los datos sin el consentimiento del afectado. ¿Cómo debe interpretarse esta exigencia o esta habilitación legal para poder tratar datos de salud sin consentimiento?. No es necesario, que las leyes incluyan un inciso específico en el que se establezca que para el tratamiento de estos datos no será necesario el consentimiento del afectado, Es necesario que haya una norma con rango formal de ley que tenga un grado de concreción suficiente sobre a qué se refiere esa limitación establecida legalmente. Por ejemplo: si existe una habilitación para que los datos de salud puedan ser tratados por la inspección sanitaria o puedan ser tratados a efectos epidemiológicos, existe un grado de concreción suficiente. Se sabe lo qué es la inspección sanitaria, o qué son los tratamientos epidemiológicos, de forma que al habilitar el tratamiento para esos fines no es necesario que se añadan cláusulas específicas previendo que se hará sin el consentimiento del afectado. Hay algunas normas, como las tributarias en las que se establece expresamente, el tratamiento de datos se realizará sin el consentimiento del afectado. En el caso del tratamiento de datos de salud no es así, entre otras cosas, porque existe una normativa sectorial sanitaria que es anterior a la Ley Orgánica de Protección de Datos, y sería absurdo exigir a que se introdujera una modificación exclusivamente para permitir expresamente el tratamiento. Basta con que haya una regulación legal y que tenga un grado de concreción suficiente. En el tratamiento de los datos de salud –como les decía al principio- hay un aspecto muy importante, que consiste en que no sólo hay que atender a las previsiones de la Ley Orgánica de Protección de Datos, sino también a conjunto de la normativa sectorial, que es extraordinariamente amplia. Y hay que atender a esa normativa, precisamente porque puede contener habilitaciones legales para el tratamiento, de datos de salud, con determinadas finalidades. Sin ánimo de ser exhaustivo, citaría a título ejemplificativo, la Ley 14/1996, General de Sanidad, la Ley 25/1990, del Medicamento, la Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente y de Acceso a la Documentación Clínica; otras regulaciones sectoriales, como la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales, la Ley 30/1995, de Ordenación y Supervisión del Seguro Privado, la Ley de Contratos de Seguro, la Ley General de Seguridad Social, y la normativa autonómica, que es bastante extensa en la regulación de tratamiento de datos de salud. La propia Ley Orgánica de Protección de Datos contiene algunas previsiones adicionales y algunas habilitaciones para el tratamiento de datos de salud, que están recogidas fundamentalmente en los arts. 7.6/48 de la Ley. En el art.8 recoge una previsión de que el tratamiento de los datos de aquellas personas que acudan a instituciones sanitarias se podrán realizar, de conformidad con la normativa general o autonómica que regule esa materia. El art.7.6 de la Ley Orgánica de Protección de Datos, por el contrario, es un artículo polémico, porque establece una excepción, que si se interpreta expansivamente podría dar lugar a unas habilitaciones generales muy amplias en el tratamiento de datos de salud. El art.7.6 de la Ley, establece que podrán ser objeto de tratamiento los datos, de salud, cuando dicho tratamiento resulta necesario para la prevención o para el diagnóstico médico, la prestación de asistencia sanitaria o tratamientos médicos o la gestión de servicios sanitarios, siempre que dicho tratamiento de datos se realice por un profesional sanitario sujeto al secreto profesional o por otra persona, sujeta, asimismo, a una obligación equivalente de secreto. El criterio que se ha mantenido en las resoluciones de la Agencia, es que este artículo tiene un elemento interpretativo importante, al exigir que el tratamiento tenga que ser necesario para una finalidad relacionada con la salud.. Por tanto, habrá que realizar un análisis exhaustivo de hasta qué punto el tratamiento que se está realizando es necesario o no para esa finalidad. Además, es necesario también, como señala el precepto, que en ese tratamiento intervenga un profesional sanitario o un tercero con una obligación equivalente de secreto, al secreto profesional de los profesionales sanitarios. La Audiencia Nacional en una Sentencia, de 26 de septiembre del año 2002, ha señalado algún criterio interpretativo relevante, respecto del art.7.6, de la Ley de Protección de Datos. El caso se refería a que a una empresa especializada a la que se le encargaba el tratamiento de datos de salud de los empleados para el control del absentismo laboral. Era un encargo que tenía una naturaleza más ambigua, al incluir el velar o promover la salud de los empleados y controlar el absentismo laboral. En las inspecciones que se realizaron se apreció que el tratamiento iba fundamentalmente dirigido al control del absentismo laboral. Se declaró una infracción de la Ley de Protección de Datos, se impuso una sanción a la empresa, que recurrió a los tribunales, y la Audiencia Nacional en su Sentencia viene a señalar que el legislador, en el caso de los datos de salud, ha reforzado las garantías y las exigencias de consentimiento, dado que exige un consentimiento expreso. Por tanto, cualquier excepción, como es, por ejemplo, la del art.7.6 de la Ley tiene que ser objeto de una interpretación restrictiva; es una limitación, respecto de un consentimiento reforzado, por lo que debe interpretarse de una manera restrictiva. Por ello la Sentencia concluye que, aunque se ha realizado un tratamiento de datos de salud, y aunque ese tratamiento lo han realizado profesionales sanitarios sometidos al deber de secreto profesional, en la medida en que esos datos no se han tratado para los fines que habilita este precepto, que es el de velar por la protección de la salud, sino que se han utilizado para una finalidad distinta, como es para controlar el absentismo laboral, no puede ampararse en las previsiones del art. 7.6 de la Ley Orgánica de Protección de Datos. En este mismo sentido cabe citar, aunque no referida a la Ley Orgánica de Protección sino a la resolución de un recurso de amparo, una Sentencia del Tribunal Constitucional, la Sentencia 292/1999, de 8 de noviembre, que coincide o sostiene también esta misma tesis. Entrando, en el análisis de la legislación sectorial, una de las normas más importantes en este momento es la regulación de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, de Autonomía del Paciente y Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica. Esta norma, que tiene su origen en una iniciativa parlamentaria, suscrita por todos los grupos parlamentarios en el Senado, ha venido a establecer, con cierta nitidez, cómo debe ser el tratamiento de los datos de la historia clínica. La Ley empieza recogiendo los principios básicos en esta materia. De ellos me interesa recalcar fundamentalmente dos. El art. 2.5, en el que se impone al paciente y a los usuarios la obligación de facilitar datos sobre su estado físico o su salud, de forma leal y verdadera, y de colaborar en la obtención de esos datos. Estamos, por tanto, en presencia de un supuesto en el que hay una obligación legal específica, que se impone a los pacientes y a los usuarios de servicios de salud, de facilitar esta información. No cabe la negativa a facilitar esa información o a no colaborar en su obtención. También creo que es importante el art. 2.7, de la norma, en el que se reitera, de una manera pedagógica o específica en la regulación de este sector, que las personas que elaboren o tengan acceso a la información y documentación clínica tienen el deber de guardar secreto sobre esa información. La parte que a mi juicio es más relevante, desde el punto de vista de la protección de datos en esta norma, es la regulación de la historia clínica. La Ley define qué es la historia clínica y exige que la historia clínica se archive, garantizando su seguridad y la posibilidad de recuperar la información. En esta regulación hay un aspecto particularmente importante, referido al contenido de la historia clínica y a la finalidad de la historia clínica. Según esta Ley, la historia clínica debe recoger la información necesaria para el conocimiento veraz y actualizado del estado de salud. Estas previsiones sobre la historia clínica se deben completar con las recogidas en la Ley General de Sanidad, en particular en el art. 61, sobre el nivel de integración de la historia clínica. También señala que la finalidad principal de la historia clínica es la de facilitar la asistencia sanitaria. La delimitación de la finalidad, desde el punto de vista de la protección de datos, es un elemento capital. La delimitación legal de la finalidad, en este caso facilitar la asistencia sanitaria, es el punto de referencia que permitirá analizar en todo momento si los accesos y los usos que se está haciendo de esa información son correctos o incorrectos, y si se está produciendo, una vulneración de principio básico de finalidad, recogido en el art. 4 de la Ley Orgánica de Protección de Datos. La Ley también regula la cumplimentación de la historia clínica, que es responsabilidad de los profesionales que intervengan. Al hacer referencia en esta norma a los usos de la historia clínica se vuelve a reiterar, que la finalidad de la historia clínica es la de garantizar una adecuada asistencia al paciente, y a partir de este criterio se establece una regulación, que viene a delimitar quiénes pueden acceder a la historia clínica, el paciente o terceros distintos del paciente, y en qué condiciones se pueden producir esos accesos. En primer lugar, se permite el acceso a la historia clínica a los profesionales que realizan el diagnóstico o el tratamiento del paciente. Es decir, en una institución sanitaria y respecto de los datos de salud de una determinada persona, no es posible que cualquier profesional sanitario, que preste sus servicios en esa institución, pueda acceder a la historia clínica del paciente. Hay un elemento delimitador de la habilitación para ese acceso, que consiste en que ese profesional sanitario tenga que realizar un diagnóstico o tenga que intervenir en el tratamiento del paciente. El concepto de tratamiento, tiene un nivel de amplitud relativamente amplio, pero nada en materia de protección de datos es tan elástico que permita cualquier acceso a la información. Nos hemos encontrado casos concretos en los cuales, dentro de una institución sanitaria, se han producido accesos por parte de terceras personas que prestaban sus servicios en ella, pero que no estaban habilitados por la finalidad de realizar el diagnóstico o intervenir en el tratamiento, y que han dado lugar, a las correspondientes declaraciones de infracción. Ha llegado a haber casos, de personas que prestan sus servicios en una institución, que tienen una relación familiar o de amistad con una tercera persona y que, como prestan sus servicios en esa institución, solicitan información clínica de un tercero, por ejemplo, el cónyuge o la cónyuge de esa persona, para facilitar esa información, a fin de que en un proceso de separación, de divorcio, o de inhabilitación, pueda ser utilizada. Este tipo de conductas están prohibidas por la normativa de protección de datos. La Ley permite también, en cuanto al acceso por terceros, que esa información se pueda utilizar con fines judiciales. La propia Ley Orgánica de Protección de Datos contiene una mención expresa, de que cualquier dato que solicite un órgano jurisdiccional se debe de comunicar Así mismo permite el tratamiento con fines epidemiológicos, de salud pública y de investigación o docencia. En este ámbito debe tenerse en cuenta una matización de la habilitación para tratamiento de los datos, no tanto con fines judiciales, sino epidemiológicos, de salud pública, de investigación y docencia. Desde el punto de vista de la normativa de protección de datos no es posible interpretar estos conceptos al libre albedrío de cada uno. Aquí, igual que sucede con el tratamiento de los datos con fines estadísticos, hay que acudir a las normas interpretativas de la regulación sectorial: son fines epidemiológicos los que la normativa sanitaria considere como tales, no los que cada cual considere como tratamiento epidemiológico, por poner un ejemplo. También puede acceder, según esta regulación, el personal de administración y gestión. Pero la Ley aclara, que sólo podrán acceder en los relacionados con sus funciones. Es decir, el personal de administración y gestión que, lógicamente, tiene que acceder a este tipo de datos, no tiene por qué tener un acceso completo y exhaustivo a toda la información clínica, sino sólo a aquellos datos que tengan relación con sus funciones. Asimismo está habilitado el personal de inspección, de evaluación, acreditación y planificación, en cumplimiento de las funciones de comprobación de la calidad de la asistencia que tienen encomendadas. Son conceptos con escaso nivel de concreción. Pero en la experiencia práctica de las inspecciones, sí es posible, con un grado de certeza razonable, acreditar aquellos supuestos en los que en los accesos realizados para comprobar la calidad de la asistencia sanitaria, se han excedido de una manera clara de la habilitación legal. Hay fronteras dudosas, y, lógicamente, habrá que atender los criterios, las buenas prácticas y los códigos de los profesionales. Pero, también es cierto que hay determinados supuestos, que permiten apreciar que se está al margen de lo que son estas habilitaciones legales. En todos estos casos de acceso realizado por terceros se reitera la obligación de guardar secreto. Hay un segundo acceso, que es el que puede realizar el propio paciente o su representante. La Ley reconoce al paciente el derecho de acceso a la documentación y a obtener copia de los documentos que integran la historia clínica. Estamos asistiendo, en la experiencia de la Agencia de Protección de Datos, a un número cada vez más frecuente de ejercicio de uno de los derechos previsto en la Ley, como es el derecho de acceso a documentación clínica. El hecho de que haya un número creciente de reclamaciones pone de manifiesto que los responsables de las instituciones sanitarias quizá no tienen un conocimiento o una conciencia suficiente de esta obligación o de este derecho del paciente, que es una manifestación concreta del derecho de acceso, regulado en la Ley de Protección de Datos, y no se facilita la información, o la información, no se facilita completa. También hay casos en los cuales los propios pacientes tienen pretensiones que van más allá de lo que habilita la Ley. Por ejemplo, el de una persona, que además quiere ejercitar el derecho de cancelación y que desaparezca por tanto la información clínica. En este segundo aspecto no es posible estimar su derecho porque hay unas obligaciones legales de conservación de la información. La Ley de Protección de Datos y sus normas de desarrollo, en particular el Real Decreto 1.332/1994 cuando se ejerce el derecho de acceso, atribuyen más garantías al titular de los datos que al responsable del tratamiento de esos datos. Y, por eso, la norma establece que el que ejerce el derecho es el que puede optar por cuál es el procedimiento para el acceso a la información: visualizarlo en pantalla, exigir una copia, u otros supuestos que están en ese reglamento. La regla general es que la forma de acceder a la información depende más o es más un derecho del afectado que un derecho del responsable y, por tanto, el responsable no puede imponer al afectado una determinada modalidad, salvo que desde el punto de vista técnico la única solución técnica posible sea la que ofrezca la institución sanitaria. Este acceso por parte del paciente tiene, no obstante, límites, no siendo posible acceder cuando puede haber un perjuicio a la confidencialidad de datos terapéuticos de terceros. Y hay otro límite importante, que se ha explicitado en la Ley, consistente en que acceso a la historia clínica es un acceso a la información objetiva, no a las valoraciones subjetivas de los profesionales sanitarios. Finalmente, la Ley regula también el acceso a los datos de los fallecidos. Desde el punto de vista de la protección de datos hay resoluciones que señalan que es que el derecho a la protección de datos es un derecho que se extingue por la muerte, porque la muerte extingue la personalidad. Por el contrario, esta Ley establece una regulación específica, que permite acceder a las personas vinculadas por razones familiares o de hecho, salvo condición expresa que haya manifestado el fallecido. El acceso tiene que estar motivado por un riesgo de salud y limitado a los datos pertinentes para obtener información sobre ese riesgo de salud. Tiene los mismo límites antes citados sobre las anotaciones subjetivas de los profesionales sobre los datos que puedan perjudicar a la intimidad de terceros. Estos son a mi juicio, los aspectos que más relevantes de la Ley 41/2002, relacionados con la historia clínica y sus conexiones con los principios de protección de datos. Hay un ultimo aspecto, que querría comentar, relativo a la conservación o la custodia de la documentación clínica. En esta materia hemos apreciado, porque ha habido bastantes reclamaciones, la intervención, cada vez más frecuente, de empresas especializadas en el tratamiento documental, que son las que en definitiva vienen a prestar este servicio a las instituciones sanitarias; es decir, son servicios que se externalizan a terceros. La Ley de Protección de Datos, a estos efectos, distingue entre dos figuras: una, la que llama el responsable del fichero o del tratamiento, que es el que decide sobre el destino, el uso, la finalidad de los datos, y otra denominada encargado del tratamiento, que es aquel que presta un servicio al responsable y que supone o implica el acceso a información de terceras personas. Ley, en su art.12, aunque desde el punto de vista material exista un acceso a la información de terceros, establece una ficción jurídica, de forma que con determinadas garantías, cuando se produce ese acceso por parte del que presta el servicio, no hay una cesión de datos, ni comunicación de datos. Hay cobertura jurídica para ese acceso. No obstante, la Ley establece un sistema de garantías para tratar de conseguir que el acceso a la información cuando se presta un servicio tenga el mismo sistema de protección como si el tratamiento de la información lo estuviera realizando el propio responsable. En primer lugar, el objeto de la prestación. El objeto de la prestación es básico, porque –como les decía antes- conecta directamente con el principio de finalidad en materia de protección de datos, y sólo podrán realizarse aquellos tratamientos que respondan a una finalidad adecuada para el objeto de esa prestación. Tiene que incorporarse, además, la advertencia expresa al que presta el servicio de que sólo podrá tratar los datos para esa finalidad y no para finalidades distintas; tiene que advertirse, también, que el que presta el servicio no podrá ceder los datos a terceros; y que cuando termine la prestación del servicio, que puede ser en principio indefinida, deberá destruir la información o devolverla al responsable del fichero. Finalmente tiene que incorporarse la exigencia, de que el que presta el servicio debe cumplir las mismas medidas de seguridad que fueran exigibles al responsable del fichero, es decir, en el caso de datos de salud, las medidas de seguridad de nivel básico, medio y alto, establecidas en el Reglamento de Medidas de Seguridad –que luego comentaré. En el caso de las empresas especializadas en el tratamiento de información clínica la regla general en todas las denuncias que hemos conocido es que están adecuadamente documentadas estas relaciones a través de un contrato. Ha habido un caso, en el cual hubo un problema, desde el punto de vista de la protección de datos: fue un caso, en el cual una empresa especializada en el tratamiento de esta documentación clínica, ofreció, verbalmente, sin ninguna constancia, a alguien responsable en la institución sanitaria, el hacer unas pruebas de digitalización de esa información clínica, por si posteriormente el hospital podía tener interés en que se realizara un proceso exhaustivo y completo de digitalización de esa información. Eso es perfectamente posible, siempre que se modifique el contrato o se amplíe el servicio que se va a prestar; pero no cabe utilizar a su disposición para realizar pruebas, al margen del contrato que esté firmado, ya que supone salir de amparo del art.12 de la Ley e incurrir en un ilícito en materia de protección de datos. En lo que se refiere a otras regulaciones sectoriales, que han dado lugar a un número significativo de problemas de aplicación de la Ley de Protección de Datos, voy a circunscribirme a tres bloques, de una manera sintética: el control del absentismo laboral, el tratamiento de datos en el ámbito de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, y algunos tratamientos de datos de salud por parte de entidades aseguradoras. En lo que se refiere al absentismo laboral, el Estatuto de los Trabajadores habilita para que el empresario pueda realizar un control del absentismo laboral. Pero esa habilitación al empresario no significa, en modo alguno, que pueda acceder a datos del diagnóstico. El empresario tiene otros instrumentos como la posibilidad de limitar o incluso de suspender el pago de prestaciones económicas cuando las personas voluntariamente no se prestan a la realización de las pruebas a los reconocimientos que son necesarios para poder controlar el absentismo. Como tiene instrumentos alternativos no es posible entender que porque haya una habilitación para controlar el absentismo esa habilitación suponga que pueda acceder a los datos de salud. En este ámbito también es frecuente que intervengan empresas especializadas, lo cual es posible siempre que se cumplan las previsiones de la Ley Orgánica de Protección de Datos; es decir, que haya una prestación de servicios, conforme con el art.12, y que el tratamiento de los datos y la comunicación de los datos sea consentida por los trabajadores. En estos casos, el empresario facilita los datos identificativos, datos de alta y de baja del trabajador ni siquiera si la causa es enfermedad común, accidente laboral o maternidad. Las empresas, a través de profesionales habilitados, pueden hacer esos reconocimientos, pero la utilización de los datos, con esta finalidad, tiene que contar con el consentimiento de los afectados. Si no es así pues se produce una infracción de la Ley de Protección de Datos. El tratamiento de los datos en la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales es un tratamiento que está muy nítidamente regulado. El tratamiento de los datos, en el ámbito de la legislación de riesgos laborales, tiene una primera finalidad, que es velar por la salud de los trabajadores. Es una regulación que exige respeto a la intimidad personal y familiar, impone que los datos no puedan utilizarse con fines discriminatorios en perjuicio del trabajador y, además, el acceso a la información está limitado al personal sanitario y a las autoridades sanitarias. Hay algunos supuestos excepcionales, en los que por razones de interés público se exceptúa este consentimiento, como es la posibilidad de que el empresario o las organizaciones sindicales accedan en aquellos casos en los que puede haber un indicio de un problema de salud colectivo, sin el consentimiento del trabajador. Sólo puede acceder el personal sanitario, y por tanto, esta información no puede ser accesible a los servicios o a los departamentos de gestión de recursos humanos. Y es prudente, que cuando se remite esta información, si estos servicios se prestan externalizadamente, que la misma vaya directamente del que está prestando el servicio, en su caso, a los profesionales sanitarios de la entidad, sin que esos documentos, aunque vayan en sobre cerrado pasen por el departamento de recursos humanos, porque en la mayor parte de los casos en los que hemos detectado algún problema es porque voluntaria o involuntariamente, se abre y se accede a esa documentación. Hay una situación también frecuente, en la cual las empresas confunden las habilitaciones legales. Esta confusión de finalidades, ha dado lugar a declaraciones de infracción, porque desde el punto de vista de la empresa se entiende, que como existen varias habilitaciones unas veces la información se usa para una finalidad y otras veces para otra distinta, cuando las habilitaciones legales son absolutamente nítidas y diferenciadas. En el caso de la actividad aseguradora, una resolución muy reciente, de 11 de agosto del año 2003, ha abordado uno de los supuestos más delicados del tratamiento de datos de salud, en el ámbito de la actividad aseguradora como es el tratamiento de datos de salud en los seguros de responsabilidad civil que presentan unas características particulares. En el caso de los seguros de responsabilidad civil, si se produce un siniestro, hay una víctima, que es un tercero, que no tiene ni ha tenido antes ninguna relación contractual, ni con el asegurado o el tomador del seguro, ni tampoco con la entidad aseguradora y, la entidad aseguradora tiene necesariamente que hacerse cargo no sólo de las indemnizaciones, sino también de la asistencia sanitaria. En, el caso de que esas víctimas hayan sido tratadas inicialmente, por ejemplo, en un servicio público de salud, las entidades gestoras de ese servicio tienen, conforme a la Ley General de Seguridad Social y conforme a la Ley General de Sanidad, la obligación de obtener el reintegro de esos costes, que son ingresos de esa institución. En estos supuestos, se plantea el problema de, hasta qué punto se pueden tratar los datos de la víctima o puede conocer los datos de la víctima la entidad aseguradora, con o sin consentimiento de esa persona. En el caso, que comento había intervenido un perito de la compañía aseguradora que suministro cierta información a la aseguradora para un pago, por lo menos inicial, de las indemnizaciones, y para asumir el coste de la asistencia sanitaria. La denuncia consistía, por parte de la víctima, en la cesión de datos sin consentimiento. En esa resolución del Director de la Agencia, se afirma que el tratamiento de los datos de salud, en los seguros de responsabilidad civil, en particular, en este caso en el seguro de responsabilidad civil de vehículos automóviles, que tiene una regulación específica, se entiende que el tratamiento de datos de salud está habilitado legalmente sin el consentimiento del afectado. Y se llega a esta conclusión. – muy sintéticamente - por las siguientes razones: en primer lugar, porque la Ley de Contrato de Seguro impone a las compañías aseguradoras la obligación legal de abonar una cierta indemnización, una indemnización inicial, en un determinado plazo, para lo que la propia Ley exige que sea acorde o conforme con la información relacionada con el siniestro o con las secuelas que pueda tener la víctima. Por otra parte, la Ley de Ordenación y Supervisión del Seguro Privado, contempla el régimen financiero de las entidades aseguradoras, y les obliga a tener unas previsiones técnicas de todos aquellos siniestros a los que tienen que atender, en particular la provisión de prestaciones. Para poder calcular la provisión de prestaciones es imprescindible tener información sobre qué es lo que debe proveerse, porque en caso contrario la provisión no responderá a los requisitos de la Ley. Además, la Ley impone a la entidad aseguradora la obligación, no sólo de provisionar técnicamente los siniestros, sino de disponer de toda la información necesaria para que pueda conocerse por parte de la Inspección de seguros, si están provisionados correcta o incorrectamente esos siniestros. Por tanto, hay una obligación legal de indemnizar en un determinado plazo, y hay unas obligaciones legales de constituir provisiones técnicas y de tener información que las justifique a disposición de los inspectores de seguros, pudiendo incurrir en una infracción, en materia de seguros. El cumplimiento de todas esas obligaciones exige que la entidad aseguradora tenga que disponer de esa información, si bien, esta habilitación legal -vuelvo a insistirdebe ser conforme a la finalidad que la habilita. Por tanto, el resto de los principios de la Ley: (la información previa, las medidas de seguridad, la calidad de datos, el que los datos sean adecuados, pertinentes y no excesivos, etc.), deben cumplirse aunque exista aquella habilitación legal. Otro tema que presenta algunas peculiaridades, es el relacionado con los ensayos clínicos. En el caso de los ensayos clínicos se pone de manifiesto una situación muy frecuente en materia de protección de datos y muy particularmente, en el tratamiento de datos de salud, como es la concurrencia de una norma como la Ley Orgánica de Protección de Datos, con normativas sectoriales, que, a veces no tienen una sistemática adecuada o, producen situaciones, en la que el obligado por la norma conoce la normativa sectorial pero ignora la normativa de protección de datos, que un caso paradigmático es el de los ensayos clínicos. Los ensayos clínicos tienen una regulación detallada en el Título III de la Ley 25/1990, del Medicamento, y tienen además un desarrollo reglamentario específico en el Real Decreto 561/1993 que establece los requisitos para la realización de ensayos clínicos. El Real Decreto 561/1993 ha sido derogado por el Real Decreto 223/2004 de 6 de febrero, por el que regulan los ensayos clínicos con medicamentos. En lo que se refiere a los ensayos clínicos, me querría referir a dos cuestiones: la primera relativa a los sujetos intervinientes en el ensayo clínico. Esta normativa contempla que pueden coexistir la figura del promotor, del monitor y del investigador. Desde el punto de vista de la protección de datos las relaciones de unos y otros se configuraran habitualmente de una forma independiente de forma que el investigador sea responsable de determinados tratamientos y el promotor sea responsable de otros tratamientos, en cuyo caso tienen que existir cláusulas informativas y de consentimiento suficientes que permitan esa comunicación de la información. El segundo aspecto al que me quería referir, en relación con los ensayos clínicos, es al tema del consentimiento que obliga a interpretar sistemáticamente una y otra norma. El Real Decreto incorpora un modelo oficial de prestación del consentimiento; pero es un modelo oficial que está contemplado desde el punto de vista exclusivamente sanitario. Es un modelo oficial que trata de que la persona que se va a someter al ensayo clínico sea consciente de los riesgos que puede asumir para su salud; sea consciente a la vista de esos riesgos, si presta o no su consentimiento, y le advierte expresamente de la posibilidad de revocar ese consentimiento, respecto del futuro aunque no sobre la información que haya sido tratada anteriormente. Sin embargo, ese modelo de consentimiento no cumple con previsiones que son exigibles desde el punto de vista de la Ley de Protección de Datos. Porque, cuando se realizan ensayos clínicos lo más habitual en la generalidad de los casos, es que se produzcan cesiones de datos, ya que normalmente, los promotores de este tipo de ensayos son los laboratorios farmacéuticos, que promueven, incluso a nivel mundial, este tipo de ensayos. La información o el consentimiento, respecto de esa cesión de datos, no está incluida en el modelo oficial.. Además, es frecuente, que se puedan producir transferencias internacionales de datos, a países de la Unión Europea, que tienen un sistema de protección equivalente y con cuyas autoridades de control podemos colaborar, o también a terceros países que no tienen un nivel de protección equivalente, en cuyo caso las transferencias internacionales deben sujetarse a un régimen de garantías para poder ser lícitas. Por tanto, en esta materia, no basta con cumplimentar el modelo oficial, incorporado al Reglamento, sino que hay que incluir cláusulas adicionales, que, habiliten el tratamiento de los datos. Existen también en la propia Ley accesos habilitados como son los del Comité Ético, la inspección sanitaria o el de la Dirección General de Farmacia, si se producen acontecimientos adversos; o la comunicación y la realización de transferencias internacionales a organizaciones de ámbito europeo pueden estar habilitadas normativamente en esta legislación específica, o en convenios internacionales incorporados a nuestro Derecho interno, que posibiliten este flujo de información. Por último quiero hacer referencia al tema de la autorregulación. La Ley de Protección de Datos, en su artículo 32 contempla expresamente la posibilidad de autorregulación, a través de códigos tipo. Los códigos tipo son códigos de conducta, de deontología profesional, que pueden utilizarse para aplicar o garantizar la normativa de protección de datos. Los códigos de conducta, pueden notificarse e inscribirse en el Registro General de Protección de Datos. Estos códigos tipo deberían que tener lo que podemos denominar, “valor añadido”, ¿En qué puede consistir el valor añadido?. El valor añadido puede consistir, bien en establecer un sistema de garantías, más allá de lo exigible legalmente (y hay algunos códigos tipo que responden a esa tipología), o bien adaptar la normativa de protección de datos a las peculiaridades específicas de un sector, de forma que el código tipo cumple una función pedagógica que facilita el cumplimiento de la Ley. Hay algunos sectores, en los cuales esa función pedagógica es muy importante: uno de ellos, es el tratamiento de datos en el sector sanitario. Hay, algún código tipo ya inscritos, por parte de instituciones sanitarias de Cataluña exista ya. El código tipo debería que empezar partiendo del análisis de los puntos críticos que tiene un sector en el tratamiento de datos personales. Por ejemplo, en el ámbito sanitario hay que hacer una reflexión sobre cuál es el primer punto crítico específico del tratamiento de las cosas en ese sector. Así cuando un paciente llega al servicio admisión, se le puede ofrecer información sobre aspectos muy variados para que decida la que puede suministrarse el hecho de que está efectivamente ingresado en esa institución o que no lo está, el que se pueda facilitar información sobre si está ingresado, pero no en qué servicio está ingresado, porque eso puede permitir obtener información adicional. Es decir, hay que ir haciendo un repaso de todos los tratamientos de datos que se producen en ese sector, analizar los puntos que son críticos, y tratar de buscar soluciones específicas, adaptadas a esa situación, en las previsiones de la Ley. Los códigos tipo, además, tienen que ofrecer soluciones al particular porque el último destinatario del código tipo es el ciudadano. Al responsable del fichero le son de utilidad porque permite estandarizar su conducta, pero el último destinatario es el afectado. Por tanto, tiene que tener una terminología comprensible; no es necesario que un código tipo reproduzca sistemáticamente conceptos o términos legales. Si incluye términos legales debe añadir ejemplos para que la persona sepa a qué se está comprometiendo cuando entra en el entorno de instituciones que están adheridas a un código tipo. Además, el código tipo tiene que tener mecanismos internos de control y mecanismos reparadores. Estos mecanismos reparadores en los códigos tipo para los casos en que se produzca un incumplimiento del código, muchas veces tienen una naturaleza, no económica, como, por ejemplo, la amonestación, o el comprometerse a hacer público los incumplimientos que se han producido. Aunque no tengan ese valor económico, son previsiones muy importantes. Porque, por ejemplo, si una institución sanitaria, se adhiere a un código tipo, que normalmente va acompañado de un sello de calidad que acredite que se cumplen con rigor las previsiones de la Ley Orgánica de Protección de Datos, y en un momento determinado, se aprecia un incumplimiento, estando está previsto que se puede hacer público ese cumplimiento, la imagen de esa institución sanitaria puede sufrir un deterioro tan importante, que quizás tenga consecuencias más graves que la del mero hecho de imponer una multa. Por eso, en este tipo de códigos, normalmente “las sanciones” internas que se prevén, suelen ser de esta naturaleza.