PLURALISMO Y TOLERANCIA Abog. Ricardo Torres Brizuela El tema de la convivencia pacífica, la tolerancia, se impone como un mandato de la realidad frente a un mundo globalizado. La Doctrina Social de la Iglesia, no está ajena a este arduo debate cada vez más profundo como urgente: "Los interrogantes radicales que acompañan desde el inicio el camino de los hombres, adquieren, en nuestro tiempo, importancia aún mayor por la amplitud de los desafíos, la novedad de los escenarios y las opciones decisivas que las generaciones actuales están llamadas a realizar" "El primero de los desafíos que la humanidad enfrenta hoy, es el de la verdad misma del ser-hombre.( ... )Un segundo desafío es el que presenta la comprensión y la gestión del pluralismo y de las diferencias en todos los ámbitos: de pensamiento, de opción moral, de cultura, de adhesión religiosa, de filosofía del desarrollo humano y social. El tercer desafío es la globalización..." 1 La frase resume la idea fuerza de la presente reflexión: en una realidad social cuyo contexto es la globalización, ¿Cómo hacer para convivir con las diferencias, presuponiendo que el hombre necesariamente es un "ser con otro"? Precisamente, la reflexión podría comenzar partiendo de la siguiente pregunta: La tolerancia ¿Es una virtud inherente a la condición humana? ¿Es un instrumento, un argumento de algunas tendencias o facciones minoritarias que es usada como bandera política?, ¿Un argumento racional neutro utilitario para poder vivir democráticamente?2, ¿Un intento secularista e incluso ateo de plantear la ética y despegarse de modelos religiosos?, ¿Un mero ejercicio utópico de quienes piensan en "un mundo feliz" según la expresión de A. Huxley? El cúmulo de preguntas sobre este vocablo sugiere que resulta una palabra equívoca. Puede pensarse como sinónimo de "soportar", o aceptar algo como un mal menor, como indiferencia (mientras no perjudique mi accionar). Desde un punto de vista fenomenológico, una visión realista nos obliga a plantearnos la cuestión de si queremos vivir en un mundo en el cual haya cabida para lo diverso, aunque no nos guste, o si por esta razón debemos excluirlo de nuestros horizontes (aunque ello no origine que la diferencia desaparezca. Desconocerla no significa que no exista). Aunque intentar definir la tolerancia no es una tarea en sí en vano, según se verá, quizás el planteo más complejo no reside tanto en reconocer la existencia de la tolerancia sino los alcances, límites e implicancias que trae consigo admitir este concepto. Para intentar profundizar, un artículo de un filósofo inglés contemporáneo, Bernard Williams 3, 1 2 3 Pontificio Consejo Justicia y Paz: Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n° 16. Véase el diálogo de Habermas con el entonces Card. J. Ratzinger. Se pregunta Habermas, citando a Böckenförde si es posible que el Estado liberal secular se sustente sobre premisas normativas que él mismo no puede garantizar (...) la pregunta de Böckenförde ha podido entenderse en el sentido de si un orden constitucional totalmente positivizado necesita todavía de la religión o de algún otro "poder sustentador" para asegurar cognitivamente los fundamentos que lo legitiman " Jurgen Habermas - "Diálogo entre Fe y Cultura" Diario La Nación 14 de mayo de 2005. Williams, Bernard: “Una virtud Incómoda", Revista El Correo de la UNESCO. 1 nos servirá de base para reflexionar. En primer lugar, la define como una virtud necesaria pero que a la vez resulta imposible. En un intento de describirla, el autor estima que existe intolerancia cuando es imposible aceptar la existencia del otro. En el plano religioso, ésta surge cuando un grupo religioso juzga que otro grupo se equivoca y esa equivocación es blasfema, desastrosa y chocante. También existe una tolerancia (o intolerancia) a la que podemos llamar “política” a la que el articulista la define como "la actitud que un grupo poderoso o mayoritario puede adoptar respecto a un grupo menos poderoso o minoritario." En este punto, la descripción se nos presenta como incompleta, porque la tolerancia (o la falta de ella) puede venir de parte de los distintos grupos minoritarios, quienes juzgan determinadas actitudes como contrarias a su grupo, raza o religión. Quiero decir que no necesariamente en relaciones de poder, los más poderosos (las mayorías) deben ejercer la tolerancia frente a las minorías, sino que estas minorías, cada vez más celosas de sus diferencias, "imponen" a éstas sus puntos de vista, por lo tanto quedan subordinados a esas imposiciones. En este sentido, Estados Unidos y su historia pueden brindar más de un ejemplo, en especial si se da una mirada a los conflictos con la raza negra (v.g. el "black power"). El tercer concepto que analiza Williams es aquel que él denomina comportamiento de la colectividad hacia otra (al que podríamos llamarlo sentido social de la tolerancia, que podría resumirse en la pregunta ¿Hay posibilidad de generar algo en común?) y concluye en este punto que los problemas de tolerancia surgen en las relaciones humanas (no solamente de poder), en las actitudes recíprocas suscitadas en grupos con modos de vida diferentes. Asiste razón al filósofo cuando afirma que entre la adhesión al propio sistema de valores y la aceptación de los valores de los demás que pueden resultar desagradables, existe una tensión constante, la cual es el núcleo de la actitud de tolerancia, y, por lo tanto requiere un ejercicio, una actividad, una tarea. Esto lleva a expresar mi primera conclusión: La tolerancia no es indiferencia, no es una mera actitud pasiva. Implica toda una tarea intelectual y física en torno a recibir en mi comunidad al diferente, al que piensa y se expresa distinto. Si bien es un buen comienzo dejar que el otro haga lo suyo sin importarme, sacarlo del espacio público y derivarlo a lo privado, a lo íntimo, la tolerancia impone una disposición de la mente y del espíritu que implica mucho más que el principio de indiferencia o neutralidad. Diría que una actitud casi contraria a la misma. Porque me importa el hombre, porque me interesa lo que tengo enfrente, inicio una tarea pontonera de búsqueda, de encuentro, de diálogo para ver aquello que tengo de común "para reconfortarme" y aquello que tengo de distinto "para estimularme" usando la letra de una canción de Serrat4. 4 "Puede que a ti te guste o puede que no/pero el caso es que tenemos mucho en común. Los dos tenemos miedo a morir / idéntica fragilidad/ un corazón , dos ojos y un sexo similar/ y los mismos deseos de amar/ y de que al-guien nos ame a su vez. ../ tu reniegas en swajili y yo en catalán/ yo blanco y tú como el betún/ Y fíjate, no se si me gusta más de ti lo que te diferencia de mi/ o lo que tenemos en común/ Te guste o no / me caes bien por ambas cosas. Lo común me reconforta, lo distinto me estimula. " - Te guste o no- Joan Manuel Serrat 2 Por lo tanto, el llamado a la tolerancia no debería imponerse en la sociedad moderna como una simple utilidad o de instrumento de convivencia social derivada de las circunstancias. 5 Tampoco debería derivar de una conveniencia política que surge de la necesidad de dar concesiones a ciertos grupos en pos de otros fines (Como la "Pax Británica" para comerciar). Desde el punto de vista de una antropología cristiana, la tolerancia es una consecuencia directa del mandato evangélico y también veterotestamentario". Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Jesús no nos dice amarás al de tu propia raza, o al que profesa tu misma religión; sino simplemente a tu prójimo. O tu próximo, aquel que tengo enfrente. 6 Con sus propias contradicciones, con sus luces y sombras, el mandato evangélico, como toda la doctrina cristiana, fue plasmando en los distintos ordenamientos y en el corazón de los pueblos dicha disposición, mucho antes de que el liberalismo sustentara su política de la tolerancia. Antoine de Saint-Exupéry ha reflexionado poéticamente sobre este tema: "Durante siglos mi civilización ha contemplado a Dios a través de los hombres. El hombre había sido creado a imagen de Dios. Se respetaba a Dios en el hombre. Los hombres eran hermanos en Dios. Este reflejo de Dios confería una dignidad inalienable a cada hombre. Las relaciones del hombre con Dios fundamentaban, evidentemente, los deberes de cada uno para consigo mismo y para con los otros... La contemplación de Dios hacía a los hombres iguales, porque eran iguales en Dios. Y esta igualdad tenía un claro significado. Pues no se puede ser igual más que en algo. El soldado y el Capitán son iguales en la Nación. La igualdad no es más que una palabra desprovista de sentido si no hay nada a qué ligar esta igualdad...Expresando a Dios, eran iguales en sus derechos. Sirviendo a Dios, eran iguales en sus deberes... Mi civilización heredando de Dios, ha hecho los hombres iguales en el Hombre"7 La tolerancia se presenta, entonces, como una gran herencia, o como fruto de una experiencia humana universal. Y de este acervo común es donde podrá encontrarse, entonces, el fundamento de la virtud. Esto no significa dejar de lado los aportes posteriores, entre ellos los del liberalismo e incluso de autores no cristianos como se citará más adelante. Lo que se quiere significar es que la idea de la tolerancia, inserta en el tema del pluralismo, si bien se podría denominar moderna, sus fundamentos últimos, al menos en los términos en que lo plantea la DSI, están íntimamente ligados a la tradición judeocristiana, a la que se ha denominado Humanismo solidario. 8 Ni la utilidad, ni la conveniencia, ni el cálculo político, resultan suficientes como para sentar las bases de una verdadera paz y justicia en las cuales todos los hombres puedan gozar de 5 6 7 8 Habermas sostiene que desde el aspecto que el llama "motivacional" se mantiene la duda de si es posible estabilizar a una colectividad de cosmovisión pluralista desde lo normativo (es decir, más allá de un mero modus vivendi ) sobre la base de un consenso de fondo que no pasaría de ser, en el mejor de los casos un consenso meramente formal, limitado a procedimientos y principios. HABERMAS J. , ob cit. Pontificio Consejo Justicia y Paz. Ob.cit., n° 4: "Descubriéndose amado por Dios, el hombre comprende su propia dignidad trascendente, aprende a no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro en una red de relaciones cada vez más auténticamente humanas". De Saint Exupery, Antoine: "Piloto de Guerra", Buenos Aires, Editorial Sudamericana , págs. 192/193. "La traducción de que el hombre es imagen de Dios a la idea de una igual dignidad de todos los hombres, que hay que respetar incondicionalmente, es una de esas traducciones salvadoras (que salvan el contenido religioso traduciéndolo a filosofia). Es una de esas traducciones que, más allá de los límites de una determinada comunidad religiosa, abre el contenido de los conceptos bíblicos al público universal, al de quienes profesan otras creencias o de quienes, simplemente no son creyentes.". J Habermas , ob. cit. 3 las condiciones para su propio desarrollo, si no se intenta recuperar la herencia dilapidada (la sabiduría de la humanidad), por usar el mismo lenguaje de Saint-Exupéry. EL PLURALISMO DEMOCRATICO Williams afirma que ni el debilitamiento del entusiasmo, ni el repliegue en la esfera de lo privado pueden resolver los problemas. Aquí el autor comienza a referirse al modelo de sociedad del pluralismo liberal en la cual se conjuga la convicción y la aceptación de otras convicciones, elementos característicos de la tolerancia, reconociendo, en un plano no estatal, las convicciones diversas en los grupos o las comunidades, junto con incorporar a la estructura misma del Estado la aceptación de la pluralidad. Conviene profundizar la cuestión. En primer lugar, un Estado supone una unidad en la diversidad. Quiero decir que precisa que el pluralismo se asiente sobre una base de convicciones compartidas, de la aceptación de un sistema de valores, de "contenidos pétreos"9 “una gramática común” 10, sin los cuales la convivencia puede resultar muy difícil. La Nación, ese sentimiento de haber hecho grandes cosas en el pasado y querer seguirlas haciendo en el porvenir, requiere que la tolerancia a la diversidad reconozca unos límites que, en mi criterio, suponen un basamento inspirado en lo que la doctrina cristiana ha llamado los derechos naturales, o más modernamente, los derechos humanos. Cuando Saint-Exupéry habla de herencia, es evidente a qué se refiere con esto. Por ello, le asiste razón a Williams cuando afirma que existen ocasiones en que el Estado no puede ser neutral en materia ética, debe adoptar decisiones que se correspondan con ese sistema de valores. Tiene la obligación de cuidar ese acervo común. Si no, el Estado, de tolerante pasa a ser suicida. Precisamente la búsqueda incesante a la que están abocados los intelectuales de un "ethos" común, se basa en la necesidad de fijar una plataforma común sobre la cual partir, independientemente de la religión, creencia o valores que cada sociedad profese.11 PLURALISMO DEMOCRATICO. VALORES Y LIMITES Decíamos con anterioridad que la discusión de la tolerancia, actualmente se daba en la necesidad de entender los límites de la misma, discusión que sugiere auscultar, tal como venimos haciendo, en la necesidad de encontrar bases o fundamentos que sustenten el pluralismo o la tolerancia. 9 10 11 El término le corresponde al Dr. German Bidart Campos. Conforme la feliz expresion del filosofo italiano Mario Toso. "El status del ciudadano político está en cierto modo inserto en una "sociedad civil" que se nutre de fuentes espontáneas y, si ustedes quieren, "prepolíticas". Habermas habla de "proyectos éticos de vida", "ideales de exis-tencia" y "formas culturales de vida", aunque concluye que el "lazo unificador" es el proceso democrático mismo. Así en las actuales discusiones , por ejemplo de la guerra de Irak o de la política de migración, se trata de una dis-cusión en última instancia de una controvertida interpretación de los principios constitucionales e implícitamente de cómo queremos entendernos, tanto como ciudadanos de Alemania como Europeos, a la luz de la pluralidad de nuestras formas de vida culturales y del pluralismo de nuestras visiones del mundo y de nuestras convicciones religiosas. Habermas J., ob. cit. Me parece que aun allí hay una petición de principios ¿Sobre qué bases antropológicas existe ese lazo unificador? En la discusión sobre el status del embrión humano por ejemplo, ¿Sobré que bases se discute?. 4 ¿Puede sobrevivir una democracia a su esencia sin una base o acuerdo sobre contenidos pétreos no negociables? ¿Debe la democracia estar sustentada en valores cuyo olvido o violación suponga una indignación moral que motive una solidaridad mundial? La pregunta no es ociosa cuando existen opiniones de diversos autores que estiman incompatible el binomio valores y democracia. 12 Según la opinión de Rorty "para ser un buen demócrata, transigente y tolerante hay que estar exonerado de valores y creencias. Es preciso no creer absolutamente en nada, no abrazar ningún valor" ¿Qué rol cumple entonces la tolerancia? Para quienes afirman lo anterior, la tolerancia se la supone como sinónimo de neutralidad de opiniones, valen todas por igual y todas resultan aceptables. O lo que quiere la mayoría se convierte en valor. "Vacía es la democracia no ondeada en el valor cuando su tarea no es realizar los Derechos Humanos que son los que la llenan de contenido (...) sus derechos sagrados completamente inviolables porque emanan de una fuente con un origen muy alto que se llama dignidad"13 "Una tolerancia así es un auténtico fraude porque exige despojar a la opinión de su fuerza que emana de la verdad y además es un peligro porque si para ser tolerante hace falta reducir mis convicciones a nada excluyendo los valores y borrando la verdad, ¿Por qué es un bien deseable practicar la tolerancia? 'Tolerancia', 'intolerancia' ¿Qué mas da una cosa que otra si ninguna de las dos vale o encierra verdad?14 “La tolerancia se asienta en la roca de un valor y una verdad taxativos: la dignidad. La persona, el ser de valor sin precio es superior a sus actos y merece un gran respeto. El respeto a la persona es el principio que obliga a ejercer la tolerancia." 15 DIMENSION ANTROPOLOGICA - TEOLOGICA Entiendo que el tema central cuando se habla de la tolerancia es de neto corte antropológico. Sólo esclareciendo la esencia del hombre y su finalidad se podrá construir un sistema de valores que permita cohabitar en la diversidad. Y es en este sentido, entonces, que corresponde auscultar el verdadero significado del "ser hombre". Siguiendo a J. Gevaert 16, la antropología moderna a partir de Descartes está fuertemente caracterizada por el hecho de que el hombre es visto ante todo y prevalecientemente en su relación con el mundo material. El hombre moderno es ampliamente interpretado como 12 13 14 15 16 Sigo aquí, casi al pie de la letra, el excelente y poético trabajo de José Luis Del Barco, "La vida frágil" Cap. 7 "La verdad y los valores en la sociedad plural ", Ed. Educa, pág. 109 y ss. Ídem. Ídem. Ídem. Pontificio Consejo Justicia y Paz, ob.cit., n° 407: "Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del 'bien común' como fin y criterio regulador de la vida política". “El problema del hombre”, Introducción a la antropología filosófica, Ediciones Sígueme, pág.. 33 y ss. 5 individuo solitario, encerrado en sí mismo y aislado de los demás. No se niega la coexistencia con los demás, pero no se la valora, más aún parece no tener importancia para la comprensión del misterio del hombre. Desde Descartes, la certeza fundamental del hombre, su verdad primera e indubitable es la conciencia egológica que "piensa" el mundo: cogito ergo sum. En consecuencia, la verdad fundamental del hombre está en el mismo hombre, esto es, en la persona individual que reflexiona sobre sí misma. La existencia del yo se impone con certeza indudable en el acto de pensar. La existencia del otro es conocida sólo indirectamente, a través de las cosas puramente materiales y objetivas. Para afirmar la existencia del otro necesitaremos un juicio de la razón una especie de razonamiento. En definitiva para este pensamiento, la realidad del mundo aparece únicamente por obra de la conciencia subjetiva. En Kant, el yo que reflexiona racionalmente puede encontrar en sí mismo y sacar de sí mismo la verdad de todos los sujetos. El yo del pensamiento racional y objetivo se convierte así en un ego absoluto, en un Espíritu absoluto y objetivo. La verdadera problemática del hombre concreto que existe con los demás en el mundo queda completamente ignorada. No hay espacio alguno para las dimensiones de finitud, ni para la esperanza, ni para la trascendencia del otro, que de ningún modo puede estar constituido por mi razón. ¿Qué sentido tendría con este concepto hablar de tolerancia? Desde el otro punto, el empirismo, el yo está construido sobre la base de ideas e impresiones; sometidas a las leyes asocianistas: ley de la semejanza, ley de la concatenación temporal o espacial, etc., con las mismas funciones que las leyes físicas. El yo es un haz o colección de percepciones que se siguen unas a otras con gran velocidad en eterno movimiento. El yo humano en su cualidad de sujeto idéntico o permanente, sólo podrá conseguirse sobre la base de un acto de fe. En suma, los intentos de la antropología moderna que se empeñan en comprender el misterio del hombre a partir del yo solitario y orientado hacia el conocimiento del mundo acaban consiguientemente con la pérdida misma del hombre. En sentido contrario, para Marx, el hombre es solamente un ser social. En sí mismo como individuo no tiene una vocación personal diversa a la de la colectividad. No tiene una perfección que le ataña únicamente en cuanto individuo. El centro existencial, según Marx, es la colectividad, no la personalidad. No son los individuos que forman la sociedad sino que es la sociedad la que forma a los individuos. Ellos existen únicamente en cuanto partícipes de la sociedad. Como se observa, el marxismo adopta la misma raíz antropológica que el racionalismo, esto es, que el hombre está orientado primariamente a la materia. Quiere resolver el problema del hombre cambiando y revolucionando la relación con el mundo material que es considerado como la base y la matriz de todas las relaciones sociales. El encuentro y la reunión con el otro se hace siempre a través de las cosas, de las que recibe su significado. El valor de las relaciones interpersonales se mide por la posibilidad de transformar el mundo. La persona pierde su valor y su significado porque es un engranaje, un eslabón de la colectividad. El individuo puede ser sacrificado porque depende totalmente de la colectividad. A lo indicado por Geavert, se puede agregar que el Posmodernismo, o modernidad 6 líquida, también renuncia a seguir ascendiendo hasta esa cima donde habita la verdad, el bien y la belleza. La causa del desencanto de la posmodernidad es la desconfianza en la verdad. 17 Frente a esta concepción del hombre, Geavert nos acerca los aportes de M. Buber y E. Levinas. Para el primero, la relación con el tú no es solamente una relación entre las demás, sino la relación por excelencia, el hecho primario de toda antropología y toda filosofía. El tú, a diferencia de la cosa, no aparece jamás como sometido al yo o dependiente del yo, y por tanto, está sustraído, fundamentalmente, del dominio del yo sobre el tú y del tú frente al yo. El encuentro del yo-tú no es entonces de tipo conflictivo sino un encuentro con perfecta reciprocidad. La relación tú-yo es una relación interpersonal y esta realidad no está separada del Dios creador que da el ser al hombre. Por eso el encuentro con el tú es también un camino hacia Dios. La relación interpersonal está ligada a la relación con el Tú absoluto. 18 El tú nunca es un objeto, no se puede disponer de él como un objeto. Nunca es plenamente conocido sino que se impone, se asoma como misterio inaferrable en el que se refleja el parentesco divino. E. Levinas critica la concepción cartesiana afirmando que, en el fondo hay una voluntad de poder y un intento de reducir toda la realidad a la razón explicativa. De manera ética significa utilizar a los demás como medios. El hombre se convierte en legislador de sí mismo, sometiéndolo todo al tribunal de su razón soberana. Desde el punto de vista político, la voluntad del poder lleva al imperialismo y a nivel metafísico y religioso se cierra en la historia, no queda espacio para una verdadera trascendencia, se atrofia esa dimensión. El ateísmo es una consecuencia de esta interpretación inmanentista del hombre. Pero quizá el aporte más importante de Levinas, que considero central para el presente comentario, es la llamada "epifanía del rostro", la cual, siempre siguiendo a Geavert, implica dos cosas: la certeza del otro como otro se impone con su propia fuerza e introduce así al hombre en una verdadera experiencia metafísica y religiosa y el reconocimiento del otro no se da solamente a nivel intimista y privado, sino que debe ser esencialmente ético y objetivo: el otro exige ser reconocido en el mundo por el hecho de ser constitutivamente un ser indigente. El otro se revela, manifiesta (epifanía) su rostro. Su presencia es totalmente distinta de la de las cosas objetivas. El otro no está allí porque haya sido pensado por mí o porque yo haya logrado formular ciertas teorías que confirmen su existencia. El otro irrumpe en mi existencia, se impone por sí mismo, se asoma como verdaderamente otro, como el ser que no es constituido por mi razón. Precisamente éste es el punto central en la discusión de la tolerancia. Si bien resulta de sumo interés desentrañar las distintas posibilidades en materia 17 18 Del Barco, José Luis, ob. cit. Pontificio Consejo Justicia y Paz, ob.cit., n°20: “El hombre en la relación interpersonal logra captar el rostro de Dios. "En toda experiencia religiosa, por tanto, se revelan como elementos importantes tanto la dimensión del don y la gratuidad como algo que subyace a la experiencia que la persona humana hace de su existir junto con los demás en el mundo, como las repercusiones de esta dimensión sobre la conciencia del hombre que se siente interpelado a administrar convivial y responsablemente el don recibido". 7 política, religiosa e incluso social, en el trasfondo del drama de la tolerancia, o sobre todo, en la falta de ella, está la manifestación cabal del drama del hombre mismo. Cuando no hay consideración de la verdadera naturaleza del hombre, sus anhelos, su destino trascendente, es cuando todas las conversaciones y acuerdos se convierten en meras expresiones verbales carentes de sustento. Es por ello que, se insiste, todo intento de un "ethos" en común debe reconocer necesariamente el rostro del otro. Continuando con Geavert, la epifanía del rostro es en definitiva la presencia inmediata simbolizada por la desnudez del rostro del otro como otro, que se impone con su propia fuerza y rompe para siempre el sueño de reducirlo a cualquier forma de totalidad. La desnudez de un rostro es también la presencia del ser indigente y necesitado en este mundo, cualquier ser humano que desea ser alguien frente a los demás y quiere verse tratado del mismo modo. 19 La desnudez del rostro es toda la humanidad y simboliza a la condición humana como tal. Es la presencia exigente que afecta a la existencia y eleva a las relaciones interpersonales por encima de la sola esfera intimista y privada: es preciso reconocer al otro en el mundo. Encontrarse cara a cara con el prójimo es también encontrarse ante el Altísimo que exige ser reconocido en la exigencia de reconocimiento del otro. La dimensión divina se abre a partir del rostro humano. 20 La tolerancia, en consecuencia, no es algo que deba ser producto de un pacto, se nos presenta muy endeble de esta manera, tiene que estar arraigada en el mismo corazón del hombre. IMPEDIMENTOS Podemos advertir que existen impedimentos claros que afectan la posibilidad de la tolerancia. En primer lugar, la tolerancia supone la diversidad. Si todos fuésemos iguales el problema no se plantearía. Como nos recuerda J.L. Del Barco "el Pluralismo es un hecho que prueba la esplendorosa fecundidad de la vida. Es la gama de colores y es el lujo de la existencia. Hay diferentes culturas porque en la vida no rige el fuero de la rutina (...) tampoco posee un elenco de respuestas uniformes para afrontar los escollos y resolver los problemas. Hay distintas maneras de afrontar el reto de la existencia."21 Asiste razón a aquellos que dicen que estudiar los distintos sistemas culturales permite desarrollar la capacidad de comprender y de tolerar. Y la particular visión de las cosas, los diferentes matices conforme a la historia, a la cultura, dentro aún de un marco de valores 19 20 21 Véase el concepto de "orfandad" en sus tres dimensiones : a) de la discontinuidad de la memoria , b) del desarraigo y c) la caída de las certezas en "La Nación por construir" -Carel. Jorge Mario Bergoglio SJ -El Derecho T 23 -pág 135 y ss. Pontificio Consejo Justicia y Paz , ob.cit., n°33: "Humanidad significa llamada a la comunión interpersonal porque la imagen y semejanza de Dios Trino son la raíz de todo el "ethos" humano cuyo vértice es el mandamiento del amor". Del Barco, José Luis, ob. cit. 8 universales, debe ser bienvenida. No me parece saludable "vivir de prestado". Cada cultura tiene sus legítimos valores, los cuales deben respetar y requerir de los otros su respeto. Precisamente la globalización, o la "macdonalización planetaria" ponen en crisis esta idea. 22 Por lo que la imposición de un criterio único, la sugerencia de que las cosas tienen una visión unidimensional, en particular, por aquellos que poseen una hegemonía política y cultural, atenta contra la diversidad y en definitiva contra la tolerancia. 23 En el fondo está presuponiendo aquella visión antropológica descripta con anterioridad en la cual la relación del hombre con el otro se da de sujeto a objeto. Es como decir: "no me importa lo que tienes de distinto, simplemente lo ignoro". Y así se ignora a la persona en todas sus dimensiones. ¿Puede pensarse que estamos frente a una contradicción al afirmar conjuntamente el valor de la diversidad y la necesidad de contenidos pétreos que suponen la existencia del valor y la verdad? Como bien afirma J.L. Del Barco: "no significa que las distintas culturas no se tengan que medir con la magnitud constante de la verdad y el valor", sobre todo "en ese núcleo imperecedero que se ha dado en llamar universales culturales'. Un ejemplo indiscutible son los Derechos Humanos, ellos marcan la frontera del apogeo de lo plural. No hay una versión plural que incluya quitarla de en medio en algunas circunstancias del derecho inalienable del Ser Humano a la vida. De la libertad tampoco puede haber un pluralismo que incluya la esclavitud (...) Los grandes universales de la verdad y el valor son huellas de lo eterno dibujadas en el tiempo. 24 Un segundo impedimento para la tolerancia, es el fanatismo de cualquier color político y religioso. Según Marciano Vidal 25 , el fanatismo es una de las más peligrosas enfermedades que debilitan, traumatizan y llegan a dar muerte a la convivencia social. El fanático es una persona cuyos rasgos psicológicos podrían sintetizarse en tres: a) creerse en posesión de toda la verdad, al menos en relación con un ámbito de la realidad, b) vivir esa posesión (el modo exaltado, cuasi místico, como de enviado; c) sentir un imperativo irresistible a imponer al verdad a los demás como misión ineludible. La dinámica del fanatismo tiene la estructura de la desproporción. 22 23 24 25 Viene a mi mente la escena de una película "Cuando Harry conoció a Sally", en la cual la actriz principal (Meg Ryan), en varias oportunidades le pide a un mozo que su comida debía servirla con determinadas características. En el fondo, la actitud del personaje, se me presenta como un símbolo profundo del rechazo a una sociedad estandarizada. Sally parece decir: "no quiero que me vendas la comida como a todos, no me impongas un criterio único de comerla, como lo hacés en todo el mundo, respeta mi libertad para determinar cómo comerla, con qué ingredientes, etc.." "La globalización como imposición unidireccional y uniformante de valores prácticos y mercancías, va de la mano con la integración entendida como imitación y subordinación cultural, intelectual y espiritual ". Card. J.M. Bergoglio, ob. Cit., pág. 136. Del Barco, José Luis, ob.cit. Vidal. Marciano: “Bioética - Estudios de una Bioética racional”, Ed. Tecnos, Cap. XVIII, Fanatismo y ética, págs. 184 y ss. 9 En el modo desproporcionado de entender y de defender una causa, recurren a todos los medios, aún a los violentos, para hacerla triunfar. El fanatismo se alimenta de un conjunto de factores, a saber: a) la convicción irracional más que la búsqueda sincera de la verdad tiene ambiente propicio en la ignorancia y en el prejuicio; el fanático razona con las vísceras más que con la inteligencia, b) la conciencia desmedida de la propia grandeza; y c) la intolerancia como forma de relación interpersonal e intergrupal; el fanático se alimenta de celo inquisitorial y actúa como fiscal o comisario de la verdad. 26 Para M. Vidal, la única terapia adecuada contra el fanatismo es la racionalidad. Racionalizar versus fanatizar: he aquí un axioma de la ética de la convivencia según el autor español. Porque la actitud de racionalidad genera el deseo de "buscar" la verdad y no la seguridad de "poseer" la verdad. La búsqueda de la verdad es siempre una tarea abierta. Quien se deja guiar por la racionalidad no afirma la posesión de "toda" verdad sino que la misma se busca en la continua confrontación y en diálogo permanente con los demás seres razonables. Y en todo caso, si se está en presencia de la verdad, la misma no debe imponerse sino proponerse, conforme lo aconsejan los Padres Conciliares del Concilio Vaticano II. 27 La Gaudium et Spes, por ejemplo, afirma cómo la Iglesia -la fe- puede entrar en comunión con las diversas formas de cultura; el proceso de diálogo tiende a escuchar no para condenar, sino para comprender, conseguir una intercomunicación y finalmente una comunión, sobre todo de valores "reducibles al bien". Como materias siempre fecundas de diálogo se señalan: la dignidad de la persona humana, la comunidad humana y la actividad humana. 28 26 27 28 Sin perjuicio de las razones apuntadas cabría agregar otras causales que alimentan el fanatismo. La realidad cotidiana nos muestra cómo ciudadanos ingleses musulmanes supuestamente integrados atentan contra sus conciudadanos. Véase el análisis de Alicia Duvojne Ortiz en el Diario La Nación del 26 de julio del 2005, en su artículo "Un sainete cada vez más lejano", cuando observa el "ingenuo o fingido asombro de los ingleses al enterarse de los atentados suicidas eran paquistaníes que jugaban al cricket" o sea, supuestamente integrados. La analista afirma que "La pluralidad que salta a la vista en Londres o París esconde un repliegue comunitario que a su vez oculta más de una herida" Desarrolla la tesis de que ante el contundente fenómeno de la inmigración hay que prestar atención a cómo viven los inmigrantes en las ciudades y qué cabida se les ofrece. Sugiere que el punto de partida de una decisión que lleva a inmolarse puede ser el de "una integración que está a leguas de haber sido exitosa, una angustiosa incertidumbre con respecto a sí mismos, de la que hubiera sido inteligente que los demás se dieran por enterados cuando aún era tiempo". Viene a mi memoria la frase escuchada en un Congreso en Madrid sobre la inmigración atribuida a un funcionario de la comunidad europea: "pedimos manos de obra y vinieron seres humanos" . Este el desafio que sugiere la integración al extranjero que ha perdido su identidad doblemente, no es de aquí ni de allá y por eso es caldo de cultivo de "iluminados" que le proporcionan mesiánicamente no solamente identidad sino sentido a su vida en una realidad que le resulta agresiva. Al decir de Monseòor Piero Coda que "el fundamentalismo traiciona y compromete la identidad de las religio-nes y el sincretismo termina por no tomar en serio ni a Dios ni al hombre.(....) El Magisterio acepta el modelo Cristocéntrico e inclusivista, como una dinámica de la semilla del Bien, respetuosa de la alteridad de los otros, porque la fe cristiana es un elemento dinámico y no una lógica impositiva de la verdad" Mons. Dr. Piero Coda - "El Cristianismo y las religiones a cuarenta años de la Declaración NOSTRA AETATE del Concilio Vaticano Ir' citada por UCA Actualidad, Primera quincena de agosto de 2005, pág. 7. Conf. José María Abad Buil (1993): "Manual de Doctrina Social de la Iglesia", Cap. 12, Fe y Cultura, Madrid, Ediciones BAC, pág. 321. 10 El tercer impedimento se nos presenta como más sutil. Aún admitiendo lo conveniente y necesario de la búsqueda de una "ética de convivencia", cuando se plantea, existe el riesgo de que al hacerlo se renuncie a lo esencial o que exista una aceptación del error o se incursione en un relativismo moral. Se hace necesario, en consecuencia, una aclaración de términos que en la actualidad se aprecian con cierta vaguedad. Corresponde, en definitiva, llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, una institución como la Iglesia no puede renunciar a ser lo que es por la búsqueda de una convivencia. Ella debe ser fiel a su mandato y misión: dar a conocer a Dios y proclamar su reino, no puede tener "miedo a la verdad" en el que la chatura espiritual del presente hunde sus raíces 29 , sin perjuicio de que el anuncio de la misma sea propuesta y no impuesta. La búsqueda y el encuentro con el otro se hace desde lo que soy, desde una identidad que se manifiesta plenamente y que se dona al otro. En este sentido, como bien se dijo, la propuesta moral cristiana: "Ha de estar atenta a aquellas metas hacia donde la conciencia ética de la humanidad va avanzando en madurez, cotejar esos logros con su propio programa, dejarse enriquecer por sus estímulos y reinterpretar en fidelidad el Evangelio, actitud e instituciones las que hasta ahora tal vez no han prestado debida atención. Actuando de esa manera, la Iglesia vigorizará continuamente la fuerza de su propio mensaje promoviendo a la vez credibilidad y significación para el hombre". 30 Precisamente, "cuando quizás con pretextos pseudo-ecuménicos, se reduce el cristianismo a una cultura religiosa, a una marca religiosa que al parecer todos han registrado ya en el fondo de sus conciencias y que se trata sólo de hacerla emerger, sólo si el cristianismo se reduce a una especie de huella cultural, se llega inevitablemente a pensar que una hegemonía cultural -por su naturaleza intolerante- es el instrumento para "imponer" esta huella en el mundo. Así se olvida que la fe es una gracia". 31 En definitiva, la tolerancia en su raíz más íntima se presenta como una virtud, esto es como un hábito, una serie de actos que suponen el respeto al otro porque reconozco en él a mi hermano. El gran desafío de nuestros tiempos se presenta en la educación para un mundo mejor, tratando de persuadir a las generaciones venideras de dejarlo en mejores condiciones que las que lo encontraron. Pero ello no se logrará con acuerdos utilitarios, ni con simples utopías sino teniendo la absoluta certeza de que quien está en frente tiene el mismo fin trascendente que yo. Aún resuenan las palabras de la Madre Teresa de Calcuta cuando en 1979 exhortaba: "la peor enfermedad no es la lepra ni la tuberculosis, sino la sensación de no ser respetado por nadie, de no ser querido, de ser abandonado por todos"32 Epílogo "Un viejo rabino preguntaba a sus alumnos: ¿Cuándo puedo reconocer el momento en el cual la noche se termina y el día comienza? 29 30 31 32 Conf. Card. J. Ratzinger: "Iglesia y Modernidad", Ed. Paulinas, pág. 154. Conferencia Episcopal Española: "La verdad os hará libres", Madrid, Edice. de la Potterie, Ignace: "Cristianismo e intolerancia: Advertir una correspondencia es algo que no puede irnponerse”, Revista 30 días, Año 4°, n° 11, págs. 60 y ss. Citado por E. Noelle-Neumann (1995): "La Espiral del silencio. Opinión Pública: nuestra piel social", Barcelona, Editorial Paidós, pág. 237. 11 Un alumno preguntó: ¿Será cuando puedo distinguir de lejos un perro de una oveja? -No, respondió el rabino Otro alumno dijo: ¿Será cuando puedo distinguir una datilera de una higuera? -Tampoco, respondió el rabino. Pero, ¿Cuándo es, entonces? preguntaron los alumnos. Es cuando, mirando el rostro cualquier hombre, tú reconoces a tu hermano y a tu hermana. En ese momento, la noche terminará y el día comenzará en tu corazón". Parábola jasidíaca 12