REMITIDO MARTA BROSA Abogada “El derecho a la reestructuración de una empresa viable en crisis es un bien jurídico a proteger” En tiempos de crisis resulta frecuente que las empresas decidan reestructurarse como medio de superar los problemas económicos y para hacer frente a las dificultades. Marta Brosa, abogada y socia del bufete Brosa Abogados y Economistas, nos da su visión de ese fenómeno. ¿Es lícita la opción de reestructurar una empresa en época de crisis? Sin duda. El derecho a la reestructuración de una empresa viable en crisis es un bien jurídico a proteger más allá de los intereses individuales que confluyen en ella (capital, financiación, trabajadores y acreedores). ¿O es que alguien duda aún que la empresa sea el motor de la economía? La crisis empresarial, lejos de ser una cuestión jurídica, es un problema empresarial compartido -en el fondo- por el empresario con sus entidades financieras, sus trabajadores, sus proveedores, Hacienda, la Seguridad Social, los acreedores en general e incluso los clientes. Cuando hay viabilidad empresarial, la solución natural u óptima para todos es la reestructuración, por eso no se puede esperar a que aparezca la insolvencia y depurar responsabilidades empresariales a golpe de la liquidación de empresas. Hay que dotar al sistema de mecanismos preventivos que faciliten la reestructuración, sobre todo cuando las crisis son coyunturales y no endógenas. ¿En que sentido? El riesgo innato en toda actividad empresarial ni puede ni debe derivar responsabilidades más allá de la falta de diligencia o de una actuación fraudulenta. El ejercicio constructivo de esa diligencia exige “Los agentes económicos deberían facilitar esos mecanismos de regulación” herramientas eficaces de gestión de la crisis que permitan lograr un convenio extrajudicial con los afectados por la reestructuración que son, como le comentaba, con quienes el empresario comparte el problema. Debemos dejar de percibir la crisis de la empresa como un fracaso del empresario y concebir por contra la reestructuración de la empresa como un derecho, cuyo ejercicio en plazo y forma sea expresión de profesionalización. Eso precisa consenso... Naturalmente. Los mecanismos legalmente exigibles no han de ser un cheque en blanco, pues requerirán esfuerzos y compromisos que sólo son justificables por una verdadera voluntad restructuradora y una viabilidad posible, que prime salvaguardar la empresa por encima de los intereses de sus socios. Para ello, debe exigirse en primer lugar un tempo adecuado, ya que sólo con una previsión a tiempo puede afrontarse una reestructuración con garantías. En segundo lugar, es imprescindible un análisis profundo de la situación actual y del proyecto empresarial (estudio de costes, proyección financiera, potencialidad de productos, posicionamiento en el mercado, proyección comercial y medidas de promoción, plan estratégico y plan de viabilidad), con el apoyo de profesionales externos. Ese análisis permitirá diseñar un plan inicial de actuación y determinar los objetivos concretos de la reestructuración para poder definir una opción seria y profesional por la que poder negociar con los deudores, también en beneficio suyo. ¿Qué factores influyen en el diseño de la reestructuración? El convenio a alcanzar puede ser unitario para todos o individuales y confluyentes, condicionados a determinadas aceptaciones, a cumplimientos de objetivos y de medidas reestructuradoras, a ratios de gestión y financieros, a la subordinación de determinadas deudas, a privilegios por asunción de mayores compromisos de terceros, a la capitalización de deuda... Todo ello es factible si la negociación privada se ve apoyada por el amparo judicial en forma de una declaración de estado en trámite de reestructuración que permita la postergación de la admisión a trámite de ejecuciones y reclamaciones mientras dure el proceso, que obviamente deberá limitarse en el tiempo. ¿Cómo se encaja legislativamente? En legislaciones como la inglesa, la italiana o la portuguesa se contemplan convenios preventivos a medida de salvaguarda de las empresas, por ejemplo. La reforma española sobre la suspensión de la obligación de presentar concurso al iniciar negociaciones de convenio anticipado, resulta insuficiente. Una visión más empresarial y moderna del legislador permitiría el desarrollo normativo donde la empresa sea propiamente sujeto de derecho. Un derecho empresarial con entidad propia, que integre el derecho de la empresa a su restructuración, cuya regulación evite el excesivo carácter procesal que tiene la actual legislación concursal. Convendría también no pasar por alto la oportunidad de exigirles -a modo de responsabilidad social- a los agentes públicos económicos mecanismos que incentiven el esfuerzo que realicen en pro de la viabilidad empresarial los agentes privados económicos involucrados en una restructuración empresarial. Me refiero a aspectos como el apoyo fiscal a los acreedores que se adhieran al convenio, beneficios sociales a los trabajadores que faciliten la reestructuración o una mayor flexibilización en las provisiones bancarias por insolvencia, por citar algunos ejemplos.