pág. 1 Indice Temas Titulo Pag. Introducción Historia de la Filosofía 3 Tema 1 Tema 2 Tema 3 Tema 4 La Filosofía griega: de Tales de Mileto a Sócrates, de physis a nomos Aristocles de Atenas “Platón” (427 a.C.-347 a.C.) “El paradigma del Estado Justo” Desde la Edad Media hasta la Modernidad 6 24 42 Tema 5 René Descartes: La conquista de la verdad filosófica mediante el uso de la razón Friedrich Nietzsche : La reivindicación de la vida Anexo 1 Orientaciones y directrices para la P.A.U. Modelo de examen 107 Anexo 3 Propuesta de examen de Selectividad de R. Descartes 120 Anexo 5 Propuesta de examen de Selectividad de J. Ortega y Gasset Tema 6 Anexo 2 Anexo 4 José Ortega y Gasset: el racio-vitalismo Propuesta de examen de Selectividad de Platón Propuesta de examen de Selectividad de F. Nietzche 50 72 90 110 130 139 pág. 2 Introducción.HistoriadelaFilosofía 1. Sentido de la Historia de la Filosofía El pensamiento de la humanidad evoluciona con los siglos, como lo hace la mentalidad personal. El pensamiento no es solo producto de los individuos; también cada grupo humano tiene su historia y modo de pensar particular "…las filosofías son su propia época expresada en pensamiento; pertenecen a su época y se hallan prisioneras de sus limitaciones: el individuo es hijo de su pueblo, de su mundo, y por mucho que quiera estirarse, jamás podrá salirse verdaderamente de su tiempo, como no puede salirse de su piel" Hegel, “Lecciones de historia de la filosofía”, I, 17-18 Los filósofos, autores y corrientes filosóficas no son fósiles intelectuales, ni reliquias del pasado: sus ideas son parte viva del pensamiento y patrimonio intelectual de la humanidad, constituyendo nuestra "segunda naturaleza", nuestro "nicho ideológico" en sentido amplio. Las raíces de nuestro pensamiento se hunden hasta el siglo VI a.C. 2. ¿Qué es la Historia de la Filosofía? Por lógica, debería entenderse como una visión de conjunto de todos los autores y corrientes. Cada filósofo depende en sus ideas, argumentos y estilo de los anteriores, y hace posible la transición al pensamiento que le sigue. Cuando los filósofos estudian y afrontan problemas, han pretendido tender hacia la verdad como horizonte. Se plantean los grandes interrogantes del hombre: el conocimiento, la naturaleza, la estructura del mundo, la complejidad del ser humano, la libertad y la ética... Creyentes o no, siempre han intentado establecer un diálogo entre fe y razón, entre filosofía y teología, entre filosofía y ciencia/cultura... en busca de la verdad y soluciones a los problemas. Por tanto, la historia de la filosofía es ya filosofía: no es mera exposición histórica/erudita de ideas, sistemas de pensamiento y afirmaciones, sino búsqueda de planteamientos correctos y soluciones a los problemas, a las incoherencias, etc. En filosofía, todo es discutible: por principio, no se admiten verdades sin haber sido previamente demostradas y razonadas. Incluso los hechos históricos se discuten, en cuanto que pueden ser objeto de diversas interpretaciones. Filosofía e historia son inseparables. Puesto que cada época hace posible la siguiente y gracias a que un sistema cae puede surgir otro, las corrientes de pensamiento son visiones parciales, nunca absolutas ni completas, de la realidad. Por tanto, no hay razón para hundirse en el escepticismo (hay progresos en los problemas) ni hay razón para ser dogmático (nadie tiene el monopolio de la verdad). Puesto que la verdad se va alcanzando gradualmente estamos obligados a ser críticos, con nosotros mismos y ante todas las informaciones que nos llegan del exterior. Como seres humanos, ninguno deberíamos renunciar a ser filósofos, a buscar la verdad con espíritu crítico. Cuando se mira en la historia y en el pasado, deberíamos buscar las ideas más vivas y geniales, porque muchas personas de gran talento e inteligencia se han enfrentado antes que nosotros a problemas fundamentalmente parecidos a los nuestros. pág. 3 La historia de la filosofía occidental se remonta a la Antigua Grecia, y se la puede dividir en cinco períodos: la filosofía antigua, la filosofía medieval, la filosofía renacentista, la filosofía moderna y la filosofía contemporánea: La filosofía antigua va desde el siglo VI a. C, hasta la decadencia del Imperio Romano, e incluye pensadores como Platón y Aristóteles. El período medieval llega hasta finales del siglo XV, cuando deja lugar al Renacimiento. La filosofía moderna va desde finales del siglo XVI hasta el período de principios del siglo XIX. La filosofía contemporánea comprende el desarrollo filosófico del siglo XIX hasta la actualidad, que incluye pensadores y escritores postmodernos. 3. EL PASO DEL “MITO” AL “LOGOS”: EL INTENTO DE UNA EXPLICACIÓN RACIONAL DE LA REALIDAD Los mitos son narraciones extraordinarias de hechos extraordinarios, generalmente referidos a los orígenes, lo que, en la mentalidad primitiva, también significa justificación. En los mitos se recrean, a través de fábulas o ficciones alegóricas, los hechos primordiales que, supuestamente, dan explicación y fundamento tanto a las normas sociales como a las creencias, costumbres, etc., mediante la expresión de la genealogía de dichas normas o funciones, o del origen y génesis del mundo y del hombre. Generalmente van asociados a la actividad de seres sobrenaturales o poderes excepcionales y permiten la justificación de valores, instituciones y creencias, que las sociedades construyen mediante representaciones simbólicas que generalmente expresan las características propias de las sociedades que los engendran. En este sentido, los mitos reproducen de forma ideológica las bases mismas de la sociedad que los elabora. En el mundo griego, Hesiodo y Homero, definen el mito como una narración de lo sagrado y abordan temas sobre qué es el hombre y cuál es su origen, del porqué de la vida, de la muerte y del origen del mundo y la sociedad, ofreciendo modelos ejemplares y engendrando valores. Los personajes de los mitos pertenecen al mundo de lo sagrado. Todas las culturas tienen mitos, lo que muestra qué estos y la actitud vital fundamental que los genera deben descansar en cuestiones de absoluta necesidad para el hombre; y las necesidades básicas del hombre se refieren a dos géneros de problemas: 1. 2. 3. problemas relativos a su vida práctica, tales como la obtención de alimentos, la victoria en la guerra, la cura de las enfermedades, la procreación... problemas teóricos en la comprensión del mundo: es común a todos los seres humanos la necesidad de comprender cómo es el mundo, de qué entidades está poblado, de dónde viene el grupo al que uno pertenece y en último término la especie humana misma, qué se sigue tras la enfermedad y la muerte...; todas las culturas han intentado dar soluciones teóricas a estas grandes cuestiones, y, hasta la aparición de la filosofía y la ciencia, las soluciones han tenido la forma de mitos o leyendas y de descripciones religiosas. La cuestión fundamental en la que se resumen los dos géneros de problemas anteriores y en la que hay que situar una de las claves para la comprensión de la actitud mítica es la angustia ante el futuro y ante la ignorancia del entorno y la facultad que más interviene en la creación de mitos, ritos y fetiches es la imaginación. pág. 4 Cabe destacar tres rasgos en la “lógica” de la actitud mítica: personifica y diviniza las fuerzas naturales, los sucesos del mundo se hacen depender de la voluntad de un dios y los objetos tienen propiedades distintas a las naturales. Estos tres elementos llevan a considerar que en el mundo reina el capricho, la ARBITRARIEDAD de los dioses, y, por lo tanto, que en la actitud mítica el mundo se presenta como siendo un CAOS más que un COSMOS. Los dioses son arbitrarios en su conducta, aunque no tanto como para que no se puedan controlar mediante ritos y plegarias (no es extraño que un elemento común en toda cultura que posea mitos sea el que los hombres pueden atraer la voluntad de sus dioses mediante algún tipo de práctica ritual). El gran acontecimiento espiritual que inician los griegos en el siglo VI a.C. consiste precisamente en intentar superar esta forma de estar ante el mundo con otra forma revolucionaria que apuesta por la razón como el instrumento de conocimiento y de dominio de la realidad. Sin embargo, no hay que creer que la actitud mítica desaparece completamente a partir de esta fecha, más bien ocurre que son unas pocas personas las que viven en el nuevo y revolucionario modo de pensar, y que éste poco a poco se va haciendo más universal. Pero la actitud mítica todavía no ha desaparecido: en nuestra época muchos siguen confiando en explicaciones de este tipo, y personas que parecían haber conquistado definitivamente este nuevo estado, caen en la actitud mítica cuando su vida se torna difícil o en ella hay imprevistos no solucionables con el ejercicio de la razón. El término logos es uno de las más importantes en la actitud racional ante el mundo. Puede traducirse como pensamiento, razón, habla, discurso, concepto, palabra, conocimiento. En cierta forma significa razón discursiva que muestra su sentido a través de la palabra; pero el término castellano más fiel es tal vez el término razón. Aunque el mito es también un discurso, se basa en la transmisión de la tradición sin espíritu crítico, por lo que no puede ser fuente de verdad. En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, los primeros filósofos, empezaron a cuestionarse tanto las explicaciones que daban los mitos como las pautas de conducta que ofrecían y dominados por una plural curiosidad y por una actitud crítica, son los que protagonizaron lo que se conoce como milagro griego: el paso del mito al logos. Con los mitos, el mundo era caótico y arbitrario: nada estaba sometido a leyes naturales fijas; con la visión racional del mundo, éste deviene ordenado y regido por unas leyes estables y fijas que se pueden descubrir. El origen se sitúa en Jonia, colonia griega en Asia menor pero sobre las causas que permitieron este paso no existe unanimidad. Según Burnet, este proceso se realizó de una forma espontánea y se le considera el “milagro griego”. Esta tesis no explica ni aclara nada y manifiesta cierto eurocentrismo al no reconocer influencias de tipo babilónico, egipcio o hindú. Comford, por otra parte, sostuvo la tesis de que las cosmologías de los antiguos jónicos proceden de una reinterpretación y prolongación de los mitos cosmogónicos y teogónicos griegos. De esta forma, en la filosofía estarían los mitos racionalizados. A partir de esta actitud racional los primeros pensadores griegos desarrollaron una serie de conceptos opuestos que han influido radicalmente en la filosofía posterior: sentidos/razón, apariencia/realidad, unidad/multiplicidad, conocimiento imperfecto o mera opinión/conocimiento perfecto o mera ciencia, lo cambiante/lo permanente, lo que parece ser/lo que es y permanece, lo relativo/lo absoluto… pág. 5 Tema1.LaFilosofíagriega:deTalesdeMiletoaSócrates, dephysisanomos 1. Introducción Filosofía griega: representa uno de los más importantes ciclos del pensamiento occidental que se inicia con los Presocráticos, se desarrolla con los Sofistas y Sócrates y adquiere su apogeo con Platón y Aristóteles, entrando en crisis con la filosofía helenística. Con los griegos aparece por primera vez el pensamiento en todas sus manifestaciones (ciencia, filosofía, matemática) y se afirma que las cuestiones filosóficas fundamentales, y las posibles soluciones que se pueden dar a ellas, ya se encuentran planteadas en la filosofía griega. Ortega y Gasset afirmó que el mundo antiguo fue cosmológico, el medieval teológico y el moderno antropológico. Y, ciertamente, parece que lo característico de la filosofía griega fue su preocupación por comprender el ámbito de la Naturaleza: podemos alcanzar su conocimiento puesto que ésta es racional, bien mediante el uso de los sentidos, como algunos defendieron, bien mediante el uso de la razón como dijeron la mayoría. Y el instrumento que ha de servir tanto para el conocimiento como para la vida práctica (moral y política) es LA RAZÓN. 2. Los filósofos presocráticos: características Presocráticos: Con este título nos referimos al primer período de la filosofía griega, período en el que se incluyen todos los filósofos anteriores, e incluso coetáneos, a Sócrates. La primera etapa de la filosofía va desde los inicios del siglo VI a.C. hasta la mitad del siglo V a.C. Dado que Sócrates y la filosofía posterior tienen su centro principal en Atenas, al ciclo filosófico anterior a Sócrates también se le llama período “pre-ático”. El término no designa una distinción pág. 6 puramente cronológica puesto que en realidad algunos de los considerados presocráticos fueron coetáneos de Sócrates e incluso más jóvenes que él. El correcto uso de este título se debe porque dichos autores participan de las inquietudes, objetivos y estilos intelectuales típicos de esta primera etapa. Los filósofos incluidos en este período centraron su atención en la physis o naturaleza, por lo que a veces se les llama físicos o naturalistas aunque tampoco descuidaron el problema del hombre y su dimensión ética (como lo muestra la filosofía de Heráclito y la pitagórica). Intentan buscar una explicación racional al conjunto de la realidad cambiante, que denominan physis, intentando encontrar el elemento constitutivo y originario de esta: el arkhé. Physis designa tanto el origen como el desarrollo de cualquier cosa o proceso y este es el sentido que adquiere en el pensamiento presocrático. Los presocráticos dieron explicaciones materialistas en su descripción de la Naturaleza, es decir identificaron los principios de la realidad con entidades materiales; sin embargo, no hay que creer que con ello estos filósofos abrazasen el ateísmo o negasen componentes espirituales a la realidad. El enfrentamiento materialismo/espiritualismo es algo posterior en la historia de las ideas. Sencillamente, ellos no negaron la existencia de dioses o del alma porque para ellos los dioses y las almas participan esencialmente de los mismos principios que los otros objetos del mundo. En resumen, esta investigación de los elementos últimos de la naturaleza no es en ese momento incompatible con creencias religiosas. Las características de esta physis/naturaleza son: Es la causa común supuesta en la generación de algo Es la esencia de las cosas La razón unifica la multiplicidad existente y busca el arkhé (lo que no cambia y permanece a pesar de los cambios) de la physis. (la idea judeo-cristiana de la creación desde la nada es inconcebible para el hombre griego) Lo que surge del arkhé es algo ordenado según ley, un cosmos. La physis está viva y funciona de un modo mecánico, ordenado y por lo tanto, matematizable. Se la puede conocer por la razón (racionalismo). Los sentidos nos comunican su multiplicidad y la razón la unifica mediante la formación de conceptos. Por lo tanto el arkhé no lo percibimos por los sentidos, sino que debe ser algo pensado. 3. Escuela de Mileto Escuela formada por los tres primeros pensadores griegos que abren la tradición filosófica occidental. El primero de ellos y considerado el primer filósofo de la historia fue Tales, el segundo Anaximandro discípulo de este y el tercero Anaxímenes, discípulo de Anaximandro. Desarrollaron su labor sobre el s. VI a.C. en la ciudad de Mileto en la región de Jonia. El conjunto de sus obras marca el comienzo del denominado paso del mito al logos e inicia la tradición de la ciencia y la filosofía occidentales. Su pensamiento estuvo animado por unas fuertes actitudes críticas y alejadas de las crédulas formas dogmáticas del pensamiento de la época. Esta actitud les permitió afrontar con una nueva mentalidad el conjunto de saberes de su época y la crítica a las explicaciones imperantes del momento. Para los milesios la physis es la causa de todo movimiento y de toda vida (hilozoismo: pág. 7 creencia según la cual la totalidad del cosmos es como un ser viviente dotado de alma. La materia está animada y no precisa de la concurrencia de principios vitales extrínsecos). Tales de Mileto (624-546 a.C.) Se le considera el fundador de la escuela de Mileto y de la filosofía. La tradición nos lo presenta como un gran sabio apareciendo en varias listas como uno de los siete sabios de Grecia. Fue el primero en preguntarse por el arkhé de la physis mediante un pensamiento racional inaugurando el denominado paso del mito al logos. Para Tales el arkhé es el agua, lo húmedo. Seguramente se basó en varias razones: el agua rodea toda la tierra y se presenta en los tres estados de la materia por lo que es un elemento en continua transformación. Pero sobre todo interviene en los procesos vitales y, para él, la vida era la propiedad básica de la physis. También creía que la tierra era como un disco que flotaba sobre el agua. Anaximandro de Mileto (610-545 a.C.) Discípulo de Tales. Escribió un tratado seguramente bajo el titulo “Sobre la Naturaleza” con la singularidad de estar escrito en prosa. Fue el primero en trazar un mapa de la tierra y seguramente construyo un modelo de universo de forma esférica. Se le atribuyó también la invención del reloj de sol aunque seguramente solo fuera el que lo introdujera en la antigua Grecia, ya que por lo visto, este reloj tiene orígenes babilónicos. Pensaba que el arkhé no podía ser el agua ni ningún elemento determinado puesto que no podía dar explicación a todos los cambios, ya que su presencia se vería aniquilada por la irrupción de su contrario (influencia del pensamiento oriental). Anaximandro cree que el arkhé tiene que ser algo que no tenga determinaciones, algo indefinido e ilimitado que pudiera ser todas las cosas a la vez pero no siendo nada en concreto. Lo denominó “ápeiron”: una realidad unitaria que subsiste a los cambios, una realidad subyacente ilimitada e imperecedera. ¿Cómo surgiría el cambio? Por la lucha de los contrarios opuestos estableciendo un proceso cíclico en toda la physis. Los seres vivos surgen de la materia terrestre caliente-húmeda y se van desarrollando siguiendo una especia de línea evolutiva, que tiene su origen en animales semejantes a los peces. Esta concepción evolucionista de las especies ha sido considerada como una anticipación especulativa del evolucionismo de Darwin. Anaxímenes de Mileto (586-525 a.C.) Discípulo de Anaximandro. Escribió una obra denominada, seguramente, “Sobre la naturaleza”, escrita en prosa y en un estilo aún más llano que su maestro. El arkhé tiene que ser algo determinado, material, concreto y conocido por la experiencia. Considera que el arkhé es el aire (este planteamiento supone un gran retroceso al nivel de abstracción dado por Anaximandro). Busca una explicación mecánica a partir de la condensación y rarefacción del aire y abre las puertas a la matematización de la naturaleza. La asociación entre alma-vida-aliento se remonta a creencias antiguas que estaban renaciendo en esta época de la mano de los seguidores órficos. pág. 8 4. Orfismo Movimiento religioso mistérico de la antigua Grecia. El origen de estas doctrinas se remonta a los siglos VII u VIII a.C., y su fundación se atribuye al mítico poeta y músico tracio Orfeo (hijo de la musa Calíope). El núcleo doctrinal del orfismo era una reinterpretación del mito Dionisos-Zagreo: “Dionisos, hijo de Zeus y de Perséfone, fue devorado y descuartizado por los Titanes, potencias malvadas envidiosas de Zeus. En este sangriento festín dejaron solo el corazón de Dionisos, que fue entregado a Zeus por Palas Atenea. Zeus, para vengar la muerte de su hijo y después de ingerir el corazón de éste y provocar así su resurrección, castigó a los Titanes fulminándolos con un rayo divino y reduciéndolos a cenizas. De estas cenizas surgió la raza humana que, de esta manera, presenta una naturaleza dual: por una parte el cuerpo, descendiente de las cenizas de los Titanes; por otra, el alma, derivada de las partes de las cenizas correspondientes al cuerpo devorado de Dionisos. Al igual que Dionisos quedo prisionero en el seno del cuerpo de los Titanes, el alma humana es prisionera del cuerpo”. Mediante este mito se ilustra la creencia en una resurrección o metempsicosis. La creencia en el dualismo entre una alma prisionera y un cuerpo-prisión, engendraba la necesidad de rituales de purificación para los humanos que debían de adoptar normas de conducta orientadas a que el alma pudiese desligarse del cuerpo. Esta idea recalcaba el carácter inmortal del alma y la necesidad de huir del orden de vida mundana habitual. Esta doctrina no solo influyó a Pitágoras, sino también a Heráclito, Empédocles y Platón (especialmente en su concepto de alma). De hecho, el famoso mito de la caverna platónico puede entenderse como una ilustración del proceso de purificación. También influyó en los estoicos y, a partir de ellos, en muchos aspectos de la tradición filosófica griega y en el cristianismo. 5. Los pitagóricos Se entiende por pitagorismo a un amplio movimiento filosófico basado en las doctrinas atribuidas a Pitágoras de Samos (572-496 a.C.) y a sus discípulos más inmediatos. El problema para la compresión de este movimiento surge porque al tener carácter de secta sus conocimientos no podían salir de allí (se afirma que Hipaso fue asesinado por sacar a la luz el teorema de Pitágoras). Pitágoras o no escribió nada o no se conservan sus escritos. Los primeros escritos conocidos son obra de Filolao y Platón también los recoge en el Timeo. Así, el pitagorismo sería un conjunto de doctrinas, conocimientos, etc. elaborada por los integrantes de la secta con gran influencia de las doctrinas órficas. Conciben al cosmos como un todo ordenado por relaciones numéricas y que forma una armonía. Todo fenómeno es expresión sensible de las razones matemáticas. A su vez, los elementos de los números son lo ilimitado y lo limitado, lo impar y lo par. Puesto que el UNO está compuesto de ambos es el fundamento último y con carácter divino. De este UNO y de sus principios se generan una serie de principios opuestos que dan lugar a la multiplicidad: movimiento reposo, luz oscuridad, recto curvo, bueno malo, etc. pág. 9 Su concepción política es elitista y aristocratizante concibiendo un gobierno de sabios como modelo social ideal (esta idea influirá posteriormente en Platón). A diferencia del punto de vista actual, los pitagóricos estudiaron y desarrollaron las matemáticas movidos por preocupaciones religiosas y filosóficas, lo que les condujo a una concepción religiosa y casi mágica de los números por: las semejanzas que creyeron encontrar entre los seres y los números; el descubrimiento de que las relaciones de las escalas musicales eran expresables en números y de la existencia de proporciones matemáticas entre las diferentes cuerdas vibrantes y los distintos tonos; la creencia de que los cielos eran armonía y número. Esta concepción cuasi-material de los números favoreció la interpretación del número como arché o principio último de la realidad. Su concepción mágico-religiosa de los números se muestra también en el valor que otorgaban al número 10 o tetraktýs. El tetraktýs es la suma de los cuatro primeros números, lo representaban como un triángulo equilátero con cuatro unidades por lado y sobre su figura pronunciaban sus juramentos. Los adeptos al pitagorismo mantenían el celibato, la comunidad de bienes, se sometían a reglas estrictas, prohibiciones y reglas ascéticas de purificación del cuerpo y del alma. Defendieron el carácter divino e inmortal del alma humana y la idea de la necesidad de sucesivas reencarnaciones para que el alma individual se una finalmente con el alma universal o divina. Estos rasgos hacen del pitagorismo una secta religiosa más que una escuela filosófica. El pitagorismo influyó claramente en la filosofía platónica pero su auténtico éxito le sobrevino con la recuperación de sus ideas en el Renacimiento, recuperación que permitió la aparición de la ciencia moderna, y en particular la física, para la cual es también un dogma que la realidad está estructurada matemáticamente. Actualmente todo el mundo tiende a considerar que la ciencia y el conocimiento de la Naturaleza exigen el dominio de las técnicas y recursos de la matemática, lo que sin duda puede considerarse como un triunfo de las ideas pitagóricas, aunque desprendidas de sus implicaciones místicas y religiosas. Caracteres de la doctrina pitagórica semejantes al orfismo: Preexistencia del alma. Inmortalidad del alma. Transmigración del alma. Practicas purificadoras: abstención de carne, legumbre (habas), hojas de laurel, no vestir lana por ser de origen animal, no matar animales. pág. 10 6. La escuela de Éfeso: Heráclito de Éfeso (544-484 a.C.) El conocimiento que se tiene de este autor es bastante pobre, pues no hay datos fiables de su biografía. La mayoría de especialistas coinciden en que escribió un libro (seguramente titulado Sobre la Naturaleza) y tuvo gran repercusión e importancia (se afirma que Parménides lo conocía). A las dificultades del conocimiento de la obra se une el estilo críptico y oracular de sus sentencias, escritas de forma aforística y de contenidos ambiguos, que le sirvió para que le apodasen “Heráclito el oscuro”. Su desprecio por la mayoría, incapaces de entenderle, porque son ciegos a lo más evidente que es, precisamente, el sentido oculto de la naturaleza: “los ojos y los oídos son malos testigos para los hombre que tienen una naturaleza bárbara”. Heráclito no fue discípulo de nadie y el núcleo central de su doctrina lo extrajo de su propio autoconocimiento, investigándose a sí mismo siguiendo la sentencia del oráculo “conócete a ti mismo”. El núcleo doctrinal de su doctrina es el logos, la doctrina del logos. Él se consideraba poseedor de una verdad de la que sus palabras son solo transmisión: “no escuchándome a mí, sino al logos, es sabio confesar que todas las cosas son uno”. El logos es discurso, razón y razón de ser de las cosas, una única verdad que la mente puede comprender. Es también ordenador y algo que debe de ser escuchado, no por los sentidos, sino por el alma (phsyké) que está en contacto con él. El logos es ley universal del devenir y es plenamente independiente de quien lo escucha y es en sí mismo la ley del universo de la que derivan, o deberían derivar, todas las leyes humanas: “por ello es necesario seguir lo que lo común, pues lo común es lo que une. Pero aunque el logos es común, la mayoría vive como si cada cual tuviera una inteligencia particular”. En la medida que es razón de ser del cosmos, se expresa como un principio físico encarnado por el fuego. El fuego, eternamente fluyente, imposible de detener o de paralizar, es la forma más pura y elevada de la materia, y es el vehículo del alma. El fuego expresa también el cambio continuo perpetuo, pues el fuego todo lo cambia: “este mundo es el mismo para todos, ningún hombre o dios lo hizo, sino que ha sido siempre y es y será fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga según medidas”. Así, el fuego condensado da lugar al mar, del cual emerge la tierra. De ambos surgen los vapores que engendran las nubes, las cuales, al incendiarse retornan cíclicamente al fuego. Estas transformaciones ilustran otra de las grandes tesis de Heráclito: la armonía producto de la lucha de contrarios: la lucha es la armonía. Si se acabase la lucha se acabaría el cosmos. Esta lucha es justicia y esta lucha es el padre de todas las cosas: “la guerra es el padre de todas las cosas”. Fruto de esta lucha eterna de contrarios, regida por la ley universal del logos, es el origen del perpetuo devenir, todo fluye (“panta rei”), nada es estático. Esta tesis se ilustra con la afirmación de que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río. El pensamiento de Heráclito ha tenido influencia en Platón, el estoicismo, Hegel, Marx y Nietzsche entre otros. pág. 11 4. Los eleáticos. Jenófanes de Colofón (570 a.C. - 480 a.C.) Filósofo griego, poeta y crítico social y religioso. Parece que fue desterrado en el año 546-545 y desde entonces peregrinó, como poeta y cantor ambulante, por las ciudades de Grecia hasta llegar a Elea donde se estableció y fundó la escuela de filosofía de esa ciudad, a la que pertenecen Parménides y Zenón. Criticó a los dioses de la mitología griega porque estaban cortados en un patrón humano, pareciéndose demasiado a los hombres. Jenófanes se rebeló contra la concepción de la cultura como un don de la divinidad y dijo: "Los hombres lo han conseguido todo mediante sus esfuerzos inquisidores". También se enfrentó con la escala de valores tradicionales, que daban lugar prominente a la fuerza; afirmó que la sabiduría es superior a la fuerza, a la belleza y a la destreza. Una de sus preocupaciones fundamentales era elegir el método para alcanzar el conocimiento ya sea prestando atención al mundo de los sentidos o al de la mente pero procuró demostrar la insuficiencia de los datos sensoriales, de las opiniones. Al Ser lo consideraba como un elemento puramente material en todas partes igual, idéntico a sí mismo y homogéneo, invariable. En el campo religioso suscitó una importante polémica en torno al politeísmo y la concepción antropomórfica que los griegos tenían de los dioses y propuso sustituir esta concepción tradicional por la idea de un dios único, indivisible, todo logos (razón), no creado e inmortal y de naturaleza radicalmente distinta a la humana. Parménides de Elea (540-470 a.C.) Parece ser que fue discípulo de Jenófanes, Anaxímenes y un pitagórico disidente a los cuales combatió duramente. Escribió un extenso poema de 154 versos hexamétricos divididos en dos partes y un proemio. En este proemio describe el rapto de Parménides por unos entes divinos que le conducen mediante un carro tirado por yeguas y guiadas por las hijas del Sol hacia la presencia de una diosa benevolente, más allá de las puertas del día y de la noche, y la diosa le transmite a Parménides los dos únicos caminos de investigación que se pueden concebir: “El uno, que es el ser es y que el no-ser no es. Es el camino de la certeza, ya que acompaña la verdad. El otro que el ser no es y que necesariamente el no-ser es. Este camino es un estrecho sendero, en el que nada iluminará tus pasos. Ya no puedes comprender lo que no es, pues no es posible ni expresarlo por medio de palabras. Porque lo mismo es pensar que ser. Es necesario decir y pensar que lo que es, es, ya que el ser es y no-ser no es; afirmaciones que te invito a considerar bien”. El discurso de la diosa referente a la “bien redondeada verdad” constituye la vía de la verdad y el discurso de las falsas opiniones de los hombres constituye la vía de la opinión. “El mito de la caverna” platónico puede entenderse como un homenaje al poema de Parménides. El Ser se corresponde con la verdad, que es intemporal, mientras la noche o la oscuridad representan el falso conocimiento sometido a la variación, al cambio a la multiplicidad. Para Parménides el arjé es el SER. Todas las cosas coinciden en lo mismo: en ser, en existir. De esta transmisión de la diosa Parménides saca su principio máximo a partir de cual y aplicando las bases de la geometría, deduce el resto de su sistema. Este principio es: el ser es, el nopág. 12 ser no es. De aquí partirá su vía de la verdad (episteme) para el conocimiento seguro, cierto y fiable a través de la razón. Las consecuencias de esto son: El ser es único. El ser es eterno. Si el no-ser no es, el ser no puede proceder de él ni volver a él: por tanto, es eterno, ingendrado e imperecedero. Si no hay no-ser, no hay nada más que ser: luego es continuo y único. En el ser, el espacio y el tiempo desaparecen. Si no hay nada más que ser, no caben cambios: el ser es inmutable (para Parménides el ser es perfecto, acabado “como una esfera”). Se da una identificación entre pensar-ser. Solo el ser puede ser pensado, ya que el no-ser no puede ser pensado ni expresado: el pensar determina qué es real en la medida en que el pensar también es ya ser. Estas propiedades pertenecen al ser como totalidad no a los entes: los seres no son ingendrados, ni únicos ni inmutables aunque los sentidos nos lo demuestran; los seres dados a los sentidos son apariencias (vía de la opinión). En la vía de la opinión (doxa) elabora una filosofía de naturaleza y una cosmología que no es más que el intento de una racionalización de la naturaleza tal y como no lo muestran los sentidos. Si por la razón hemos de aceptar que el ser es único, por los sentidos y la experiencia inmediata debemos aceptar, aunque ilusoriamente, que el mundo físico muestra cambios, multiplicidad. Este tipo de saber aparente, ilusorio, infundado y falso debe de dar un salto cualitativo hacia un nivel superior donde se encuentra el verdadero conocimiento que nos ofrece la vía de la verdad. Los que se quedan en la vía de la opinión aceptando la validez y verdad de sus verdades, vivirán siempre de espaldas a la auténtica verdad, la verdad del ser (estos mismos planteamientos lo recuperaremos en Platón cuando veamos su teoría del conocimiento y expliquemos el mito de la caverna). A veces se ha contrapuesto la filosofía de Parménides a la de Heráclito, señalando que el primero destaca el carácter inmutable del ser y el segundo defiende una filosofía del devenir. Esta confrontación no es tan radical como puede darse a simple vista ya que Heráclito también hizo una crítica al conocimiento sensorial y reivindicó la necesidad de un punto de vista superior representado por el logos. Otros representantes de la escuela eleática son Meliso de Samos y Zenón de Elea del cual cabe destacarse sus aporías en contra de la multiplicidad (de la tortuga, de la flecha, de Aquiles, etc.). A Zenón se le considera que abrió las puertas al cálculo infinitesimal. 5. Los pluralistas conciliadores Se conoce como pluralistas conciliadores a un grupo de filósofos presocráticos que, por un lado, siguiendo el estudio de la physis y de la búsqueda del arkhé defendían la existencia de varios principios primarios que serían los originarios de la physis (pluralismo) en contra del monismo anterior y, por otro lado, intentaran conciliar las tesis de Heráclito y Parménides. Este grupo está formado, fundamentalmente por Empédocles de Agrigento, Anaxágoras de Clazomene y Demócrito de Abdera. pág. 13 Empédocles de Agrigento (483-424 a.C.) Filósofo, místico y medico griego. Según la leyenda, para demostrar su carácter divino e inmortal se arrojó al cráter del volcán Etna, aunque según otros, desapareció durante la celebración un sacrificio. Algunos autores han mantenido que su filosofía debe interpretarse como una guía de iniciación en los misterios órficos, pero actualmente tiende nuevamente a sostenerse que debe entenderse su pensamiento como un intento de superar los problemas suscitados por Heráclito y Parménides. Aceptó de los eleátas las tesis de la inmutabilidad del ser y la inexistencia del no-ser; nada puede dejar de ser puesto que el no-ser no es. De Heráclito aceptó la tesis del devenir, del perpetuo fluir y del cambio continuo. Afirmó que todas las cosas del universo están constituidas por cuatro elementos/principios que son tierra, fuego, agua y aire. Él denominó a estos elementos raíces y las identificó con Zeus, Hera, Edoneo y Nestis. El nacimiento de las cosas no es más que la unión y combinación de estos, mientras que la muerte es su separación. Durante este proceso las cuatro raíces permanecen inalterables. Solo existen uniones y separaciones de las raíces eternas que darán lugar a los tres estados y las cuatro cualidades sensibles. La fuerza que une es el Amor (Afrodita) y la que separa es el Odio (Neikos). Si predomina plenamente el Amor, la realidad sería una esfera perfecta como la de Parménides, y si triunfa el Odio el cosmos dejaría de ser cosmos y sería devenir puro, caos. El proceso intermedio es lo que ocasiona el cosmos que conocemos, en la que se manifiesta la multiplicidad. Se le atribuye a Empédocles la afirmación de los tres objetivos que busca la humanidad: la piedra filosofal, la panacea y el secreto de la eterna juventud. Se afirma también que es el precursor de alquimia. “Los cuatros elementos están constantemente sometidos a un cambio alternante, mezclándose unas veces por obra del Amor y separándose otras por la acción del Odio” “Yo fui muchacho, muchacha, arbusto, pájaro y pez salido de la mar” Anaxágoras de Clazomene (500-428 a.C.) Filósofo y naturalista griego y su obra “Sobre la naturaleza” está escrita en prosa siguiendo la tradición de los milesios. De familia rica, renunció a su herencia para dedicarse por completo al estudio de la naturaleza. Profesaba un declarado agnosticismo religioso y era beligerante contra toda concepción animista. En el año 432-431 a.C. sufrió un proceso público por impiedad (asebeia), pues había afirmado que el Sol era una piedra incandescente. Debido a este proceso se exilió a la ciudad de Lámpsaco donde fundo una escuela. A su muerte le sucedió Arquelao quién a su vez sería maestro de Sócrates. Aceptaba las tesis de los eleáticos y en el conjunto de la physis solamente se dan mezclas (synkrisis) y disgregaciones (diakrisis), pero no es posible la desaparición o la muerte absoluta (el no pág. 14 ser), ni la generación absoluta (el llegar a ser), puesto que el no-ser es imposible. Todo surge como fruto de las mezclas y todo fenecer es una pura disgregación. Nada nace ni perece, sino que hay mezcla y separación de las cosas existentes. Afirmó que hay un número infinito de elementos, a los que llamo semillas, spermatas, y Aristóteles las llamó “homeomerías”. La realidad visible está compuesta por la agrupación de semillas no visibles por su extremada pequeñez e infinitamente divisibles. Estas semillas, que poseen todas las cualidades existentes: sabores, colores, formas, etc., son eternas e inmutables: “No nacen ni perecen, sino que se mezclan y se separan”. Nada procede de la nada, sino que todo se ha generado a partir de todo, cada cosa contiene de alguna manera a todas las demás. Nada viene de la nada y nada se va a la nada, sino que todo ha estado en el Ser desde siempre y para siempre. Al parecer fue el estudio del fenómeno biológico de la alimentación el que le sugirió a Anaxágoras esta concepción: ¿cómo es posible que del pan que comemos se formen huesos, carnes, tendones, etc.? ¿Cómo surgió el orden? Por la actuación del nous y del desorden se pasa al orden (cosmos). El nous actúa de forma inicial, de causa inicial, y no le otorga otro papel relevante: una vez puesto en marcha el universo, sus regularidades y sus leyes, podían explicarse por sí mismo sin tener que recurrir o apelar al intelecto (mecanicismo). Anaxágoras concibe el nous como: consciente e inteligente separado de las cosas enteramente homogéneo e igual a sí mismo regidor del movimiento de la materia vinculado al mundo vivo, lo que le emparienta a la psiché. El nous dotó de un movimiento de torbellino a estas semillas iniciales y todo es una mezcla que proviene de la rotación y la separación, excepto el intelecto. El nous domina sobre todos los seres vivos siendo el primer motor que dio impulso al proceso cósmico. El nous es todopoderoso, eterno y omnipresente. Aparece por primera vez la idea de Dios (nous) como principio rector del universo; este será el primer paso hacia una concepción teleológica del mundo. Demócrito de Abdera (460-370 a.C.) Fue discípulo de Leucipo y desarrollo con más detalle su teoría atomista. Demócrito partió de los principios establecidos por Parménides. Para dar cuenta de la apariencia del mundo sensorial (cambio, movimiento, multiplicidad) y afirmó la existencia de los átomos (cada uno de ellos con las características atribuidas por Parménides al Ser) y la existencia del vacío, que era una especie de noser que explica la multiplicidad y el cambio ya que siendo lo que separa los átomos, permite el movimiento, la generación y la corrupción, es decir, lo que permite los choques y desplazamiento de los átomos. Demócrito introduce el no-ser dentro del ser, el vacío dentro de la materia, rompiendo así la concepción de Parménides de la continuidad de la materia. De no ser así, ¿cómo podrían darse estos choques si la materia es continua? La materia no es continua, el no-ser está dentro del ser. El choque espontáneo de los átomos en el vacío produce todo cuanto existe, pues, en virtud de su forma pueden rebotar unos con otros o unirse. Solamente aquellos que puedan unirse en virtud de sus propiedades pueden dar lugar a cuerpos existentes en una especie de selección natural que pág. 15 permite afirmar que todo cuanto es real es fruto de las uniones posibles. Puesto que todo hay que explicarlo por el movimiento mecánico de los átomos en el mundo hay una necesidad y, puesto que estos movimientos son desconocidos y no responden a ningún plan teleológico (hacia algún fin determinado), hay azar: todo es fruto del azar y la necesidad. El alma mueve al cuerpo, pero también es afectada por este. El alma, cuya unidad es bastante problemática, no solo es el elemento motor del cuerpo, sino también la fuerza originaria de la percepción y del pensamiento. Los átomos que constituyen el alma son esféricos y se hallan repartidos por todo el cuerpo de tal manera que entre cada átomo del cuerpo se encuentra uno del alma. El bien más alto para el hombre es la felicidad y esta no reside en las riquezas sino en el alma justa y racional. “No debes tener mayor respeto para los demás hombres que para ti mismo, no obrar cuando nadie lo sepa que cuando lo sepan todos; se debe imponer al alma esta ley: no hacer lo que no se debe hacer”. 6. Los Sofistas Características de la Atenas del s. V a.C. Hablar de la Atenas de los siglos V y IV a.C. es hablar de democracia y de la convivencia política de los griegos. Para el ateniense la política es el único modo lícito de vivir del ciudadano. Ante la falta de una casta sacerdotal que controlara ciertos aspectos de la vida, los griegos empiezan a buscar soluciones, respuestas a través de la razón y no por explicaciones divinas (paso del mito al logos). El centro de la civilización y de la vida de los griegos es el hombre. En el mundo griego todo ha sido hecho a la medida del hombre (homo mensura) y viven esta vida y la viven desde sí mismos. El estado, los dioses, lo hacen a su medida. Sin ser ricos, llevan una vida ociosa y consideran que este es el modo de vivir humano por excelencia. Todas las instituciones se someten a él y no a la inversa. Nunca subordinaron su existencia a un estado centralizado, ni a una casta sacerdotal, ni a una clase militar. Los atenienses crearon la convivencia política y democrática: la actividad humana consiste en convivir en un plano de igualdad y en ordenar la existencia social desde una actitud racional. Para el griego, vivir en colectividad es lo natural al no poder sobrevivir la persona por sí sola, sino con la ayuda de los otros. Los ciudadanos disfrutan del ocio y suelen frecuentar el ágora, la plaza pública. Allí es donde se hace la vida política, donde nació la democracia y donde Sócrates invitó a los hombres a hace filosofía. La democracia griega era un sistema inestable. Había surgido como fruto de un periodo largo de maduración que arranca en el s.VII a.C. ante los conflictos surgidos entre la nobleza y el pueblo, y pág. 16 entre las distintas familias de la nobleza. Pericles dividirá la ciudad en “demos”, circunscripciones territoriales cuyos representantes forman la “ecclesia” o asamblea que debe reunirse al menos diez veces al año. De esta forma el ciudadano consigue entonces la isonomía o igualdad de todos ante la ley, la isegoria, el derecho a la palabra y dirigirse a los ciudadanos para hacer valer sus argumentos en la polis y la isocracia que consiste en una forma de gobierno en el cual todos los ciudadanos poseen poderes políticos equivalentes. La asamblea de ciudadanos nunca fue realmente ejecutiva, entendida como forma de autogobierno directo del pueblo, pero se instauró el reinado de la ley y el principio de responsabilidad de todos los gobernantes ante la asamblea y no hay ciudadano que no ocupe, al menos una vez, algún cargo público. El ideal democrático es noble y sin duda una de las grandes conquistas y aportaciones del mundo griego, pero tiene sus lados oscuros, sus corruptelas, su demagogia y sus oportunistas. Ya no usaban la asamblea para conquistar el poder, sino que la utilizaron para como arma para conseguir sus intereses, legítimos o no. El interés particular se impone al interés general. Pasaron de una tiranía a otra y se impuso en práctica el “ostracismo”, consistente en que cuando algún ciudadano creía que otro podía perjudicar a la polis, escribía su nombre en una tabla de cerámica situada en el ágora. Cuando el número de denuncias llegaba a las seis mil, el individuo señalado tenía un plazo de diez días para exiliarse durante cinco a diez años. En Atenas todos se conocen, la convivencia es estrecha. Los rencores, los odios son extremos y feroces. La ciudad tiene fama de envidiosa, el ambiente chismoso y la profesión de chivato (sicofante) está bien remunerada. La mayoría cree que manda, pero esta mayoría es, a veces, supersticiosa, tiene caprichos, reacciona contra lo que no entiende, practica la difamación, cree en la calumnia. En este ambiente se discutió hasta las últimas consecuencias el problema de la convivencia política, donde hablaban los sofistas, donde empezó a usarse el término filosofía y donde vivió y habló Sócrates (y posteriormente Platón, entre otros). Características generales de los sofistas Sofistas: “sofistés”, sabios, los que poseen el saber o están dotados de riqueza espiritual. Se entiende por sofistas a un amplio grupo de intelectuales, maestros y filósofos griegos de los siglos V y IV a.C. que tuvieron gran influencia y que, más que formar una escuela, compartían rasgos comunes como maestros en retórica y de cultura general. Sócrates, Platón y Aristóteles se opusieron fuertemente a ellos y les acusaron de un falso saber, por lo que, a través de la historia, se les ha mirado despectivamente. No obstante, dicho movimiento es, por una parte, una expresión de la crisis filosófica de la época, que ya había agotado los modelos especulativos de los presocráticos y, por otra parte, una expresión de unas nuevas necesidades educativas que permitieron la aparición de los primeros maestros de la virtud (areté). Los sofistas abrieron el campo de la filosofía hacía el campo de lo antropológico, de la physis al nomos, del cosmos a la polis. A medida que se fue reforzando la actitud democrática y que las decisiones de la comunidad se decidían colectivamente, fue adquiriendo más importancia el arte de hablar en público y de argumentar convincentemente. De ahí la necesidad de una enseñanza de la técnica de la retórica, y la conveniencia de investigar los fundamentos del comportamiento colectivo: la moral y las costumbres. En la Grecia clásica no existía un modelo definido y regulado de enseñanza. pág. 17 Este hueco fue ocupado inicialmente por los sofistas y, con posterioridad, por la Academia y el Liceo (entre otras). Nomos: Este término griego se puede traducir por ley, y más en particular la ley de la ciudad La cuestión del fundamento de la ley de la ciudad, y en general de la ley moral y política, es una preocupación que ya se encuentra en los primero filósofos, pero con los sofistas se hace más consciente y explícita. Las soluciones más comunes a esta cuestión ya las encontramos en la cultura griega y son las siguientes: la ley tiene como fundamento lo sobrenatural; la ley tiene como fundamento la naturaleza; la ley descansa en los avatares humanos, en su historia y situaciones vitales concretas y contingentes. La primera explicación dominó el mundo griego antiguo y es característica de la actitud mítica, de la justificación religiosa y la justificación teológica que encontramos en algunos filósofos como Santo Tomás. La segunda explicación es más típicamente filosófica y es la que prefirieron la mayoría de filósofos griegos. Estos filósofos creyeron que la naturaleza podía darnos un criterio para establecer la corrección de las leyes morales al considerar que lo bueno es lo natural y lo malo lo antinatural. La tercera explicación consiste en justificar el derecho y la ley de la ciudad indicando que ésta es convencional, consecuencia de los avatares humanos y en último término arbitraria. En la actualidad se suelen dar explicaciones de este tipo para explicar el origen de los derechos básicos (así, se habla de la voluntad soberana de los ciudadanos para regir su destino y establecer el código moral al que se han de someter). La posición de los sofistas al respecto no es clara: si identificamos el movimiento sofista con las tesis relativistas de Protágoras, parece que defendieron el carácter no objetivo, arbitrario, de las leyes morales, sugiriendo que cada cultura o sociedad tiene su punto de vista, sus valoraciones y códigos morales, no siendo mejor ni peor ninguno de ellos. En los sofistas de la segunda generación como Trasímaco encontramos un punto de vista diferente. Este sofista recupera el papel de la Naturaleza en la cuestión de la fundamentación de la ley, pero considera que las leyes vigentes en las ciudades no son adecuadas, precisamente por no ser naturales. Su visión de la naturaleza le lleva a considerar a ésta como un lugar de enfrentamiento y lucha entre las distintas especies e individuos, como el ámbito en el que sobreviven los más capaces, los mejor dotados. Cree encontrar dos principios básicos en la Naturaleza: la ley del más fuerte y el egoísmo. Como consecuencia de ello, y aunque los textos de los que disponemos son fragmentarios y confusos, parece que defendió la necesidad del dominio del fuerte sobre el débil también en la sociedad. Es un error pensar que los sofistas fundaron una escuela filosófica o algo parecido, ya que la mayoría de ellos no estaban interesados por las cuestiones filosóficas, sino que su ocupación fundamental era la enseñanza de la retórica y la preparación para el éxito social. Eran maestros en retórica y junto a su capacidad de elocuencia unían sus habilidades políticas convirtiéndose en pág. 18 unos maestros del discurso. También enseñaban esas artes y ejercían de abogados defensores en los juicios públicos, claro está, a cambio de una remuneración económica. Se les consideran los precursores del positivismo jurídico. Debido a que algunos sofistas se preocupaban más de lograr el éxito social, el término sofista adquirió progresivamente una connotación peyorativa, y el término “sofisma” acabó siendo sinónimo de argumento falaz. Tomando como referencia la guerra del Peloponeso, se pueden dividir en dos grupos: Los anteriores a la guerra: Protágoras, Gorgias, Pródico e Hipias. Los posteriores a la guerra: Trasimaco, Calicles, Antifonte y Critias. En general compartieron varios rasgos teóricos: Un cierto escepticismo tanto religioso (que les conduce a un agnosticismo y a un ateísmo) como filosófico y gnoseológico. La defensa de un relativismo cultural que pone en duda la existencia de patrones absolutos de conducta, y en algunos casos, se llega a cuestionar la moralidad de la esclavitud. Un relativismo y convencionalismo moral: a diferencia de los fenómenos de la physis, la moral es fruto de la convención. A partir de esta oposición entre naturaleza y convención social, algunos de los sofistas afirman que la única ley propiamente natural es la ley del más fuerte. Un relativismo gnoseológico: reducción del conocimiento a la opinión; adoptan una actitud antidogmática y rechazar la distinción entre esencia y apariencia: el único mundo real es el fenoménico. Su principal ocupación es la enseñanza, que efectúan a cambio de una remuneración, ya que consideran que tarea es propiamente un trabajo y no, solamente, una obligación moral. Fue un movimiento fecundo que afrontó el pensamiento desde la realidad específicamente humana (homo mensura). También en este sentido se ha considerado el movimiento sofista como la expresión de una primera etapa de Ilustración. En la época moderna, Nietzsche salió en defensa de los sofistas a los que considera como los auténticos filósofos antes de que se impusiera la tradición representada por Sócrates y Platón. Protágoras de Abdera (485-411a.C.) Fue uno de los principales exponentes del movimiento sofista. Enseño en diversas ciudades griegas, especialmente en Atenas y trabo amistad con Eurípides y con Pericles, quien le encargó la redacción de la constitución de la colonia de Turios (en el sur de Italia) sobre el año 440 a.C. Fue acusado de impiedad (probablemente por su amistad con Pericles) basándose en una sentencia célebre suya: “De los dioses nada podemos saber. Ni si son, ni si no son, ni cuales son, pues hay muchas cosas que impiden saberlo: no solo la oscuridad del problema, sino también la brevedad de la vida”. pág. 19 La “oscuridad del problema” parece indicar que este tema trasciende los límites de la experiencia y traza una posición empirico-sensualista en Protágoras. Pero la más famosa de sus sentencias es: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en cuanto son, y de las que no son, en cuanto que no son”. De esta sentencia se recoge el carácter de “homo mensura” característico del movimiento sofista y del pensamiento de Protágoras. La reflexión sobre el hombre, sobre sus sensaciones y su pensamiento debe de constituir el núcleo de la filosofía. La reflexión sobre el hombre y desde el mismo hombre; este giro antropológico con respecto a los anteriores pensadores se corresponde con la preocupación por la vida social surgida en esta época. De lo anterior se deriva un relativismo gnoseológico y la negación de la existencia de una falsedad o verdad absoluta y de toda pretensión de absoluto (de aquí el carácter antidogmatico de Protágoras). Protágoras se define como un maestro de la areté y defendió la idea de progreso de la humanidad en su obra “De la organización primitiva”. La virtud puede enseñarse y la vida política también, ya que, aunque sea innata, puede y debe enseñarse. Todos los hombres poseen en mayor o menor medida las virtudes políticas, pero al no ser originarias (proceden de Hérmes quien, mandado por Zeus, se las entregó a los hombres ya que carecían de organización social) pueden perfeccionarse y enseñarse. Se le debe exigir a todo hombre que posea esas virtudes políticas que la ira perfeccionando desde la infancia. Con relación a esto fórmula una célebre doctrina sobre el castigo: “Nadie en su sano juicio castiga a un criminal por el crimen que ha cometido (que es irreparable), a menos que actúe por venganza, sino que se castiga, y se debe castigar, para evitar que este mismo hombre u otro en el futuro cometa una acción semejante”. El castigo tiene un efecto ejemplar y un carácter disuasivo. En resumen, si bien la naturaleza humana posee la posibilidad de progreso moral, la realización efectiva de éste depende de la educación. Gorgias de Leontinos (485/490-391/388 a.C.) Es contemporáneo de Protágoras y fue discípulo de Empédocles pero le marcó decisivamente la influencia de los eleáticos. En su obra “Sobre la naturaleza o sobre el no-ser” ataca la postura eleática, y defiende el escepticismo. Sus ideas pueden resumirse en tres: 1. Nada existe: Si algo fuese debería de ser o bien eterno o no serlo. Si fuese eterno, habría de ser infinito y, si fuese infinito, no podría estar en nada. Pero, lo que no está en nada no existe. Por otra parte, si no fuese eterno, debería de haber comenzado a ser, pero, para comenzar a ser, antes debería no-ser, lo que es imposible, ya que el no-ser no es. Así, ni es eterno ni tiene origen y, por tanto, no es. 2. Si existiera algo no podría ser conocido: Si el no-ser no puede ser pensado, no habría el error. Dado que el error existe, se infiere que puede pensarse el no-ser. Así, podemos decir que hay cosas pensadas, que no existen, y cosas no existentes que pueden ser pensadas. De esta pág. 20 manera, existe una escisión entre pensamiento y ser, y, por tanto, si algo fuese, no podría ser pensado. 3. Si algo existente pudiera ser conocido, sería imposible expresarlo con el lenguaje: La palabra solo comunica sonidos. Mediante la palabra no comunicamos olores, sabores, etc., sino solo sonidos. Y al igual que la vista no ve los sonidos, el oído no oye los colores. Con esto se pone de manifiesto el divorcio existente entre signo y significado, y destaca la imposibilidad de transmitir la realidad mediante la palabra. Con estas tesis se cree que lo que intentaba era poner en ridículo las posturas de los eleátas a través de la retórica y acabó abrazando un profundo nihilismo y escepticismo. Retórica: Arte y técnica de hablar y escribir con eficacia y corrección para lograr convencer al público o lector, provocar en él un sentimiento determinado o deleitarlo. Disciplina que estudia la forma y las características de los discursos hablados o escritos. 7. Sócrates (470 a.c-399 a.C.) Hijo de un escultor llamado Sofronisco, y de una partera llamada Fenaretres, Sócrates nació en Atenas, probablemente en el año 470 A.C. y murió en la misma ciudad en el 399 a.C. El método socrático El método socrático para llegar a la verdad era el diálogo con sus alumnos mediante el cual les formulaba preguntas acerca de las cuestiones que planteaba a la discusión y luego confrontaba y analizaba críticamente las respuestas hasta que llegaban todos a una respuesta que les pareciera verdadera. La palabra diálogo tiene en griego la significación de la búsqueda del conocimiento entre dos. Es precisamente esta metodología las que muestra Platón en sus “Diálogos”, obra en la cual, recogiendo los dichos de Sócrates sus alumnos, expuso el pensamiento de aquel. El método de Sócrates de expresa en tres formas: La ironía, mediante la cual, a través de las preguntas, el maestro procura desconcertar al alumno, exponerlo a sus contradicciones, destruyendo su aparente conocimiento, hasta que sea consciente de su ignorancia (“sólo sé que nada sé”). La mayéutica, expresión equivalente a “dar a luz” que Sócrates asociaba a la condición de partera de su madre, de quien decía haberla aprendido, en cuanto en vez de aplicarla a los cuerpos, él la aplicaba a las almas. Por medio de ella, aplicando el método de las preguntas y respuestas, se lograba que el alumno encontrara la verdad dentro de sí, haciendo nacer sus ideas innatas, no nacidas. El descubrimiento, resultante del empleo de la mayéutica, cuando a partir de un pasaje de lo oscuro a lo iluminado, de lo particular y accidental a lo general y permanente, se alcanza el concepto universal; que por encima de las particularidades se expresa en la definición. pág. 21 La doctrina de Sócrates Sócrates se convirtió en un acérrimo crítico de los sofistas a quienes expuso a su desprecio, especialmente por recibir dinero por sus enseñanzas. Su pensamiento se conoce solamente mediatizado por los relatos de sus discípulos, porque no dejó ninguna obra escrita. En particular Platón en sus Diálogos es quien ha expuesto sus ideas de una manera más completa. La idea principal de Sócrates fue su afirmación de la existencia de valores absolutos, en contraposición con el relativismo de los sofistas; pero igualmente consideró esencial mantener una actitud crítica como medio de alcanzar el conocimiento de la verdad. Sostuvo la diferenciación entre el cuerpo y el alma, considerando que ella es inmortal y afirmó que existe una inteligencia suprema que gobierna los destinos del mundo. Surge de ello una inclinación hacia la búsqueda de las definiciones de las cosas y de una explicación racional y única del Universo. En el alma de cada hombre están presentes de una manera originaria, innata, los verdaderos conceptos de todas las cosas; de tal manera que mediante la introspección es posible alcanzar a descubrir la verdad existente en el interior de uno mismo por lo que consideraba que su misión no consistía en enseñar determinadas concepciones, sino en lograr que sus alumnos aprendieran a conocerse a sí mismos, en ayudarlos a descubrir el contenido de su propio espíritu para cuidarlo y cultivarlo. De ahí la expresión célebre que Platón pone en sus labios: “conócete a ti mismo”. La virtud en Sócrates Para Sócrates, la ciencia o sabiduría que busca el filósofo, es esencialmente virtuosa, mientras que quien permanece en la ignorancia incurre en el vicio. El primer paso para alcanzar esa virtud del saber, es reconocer la propia ignorancia. Por lo tanto, para obrar justamente es preciso atenerse a la tendencia del hombre a la perfección que se consigue con el ejercicio de la virtud. Actuar según la virtud es posible cuando se posee el conocimiento del Bien y del Mal, porque, en tal posesión del saber, la práctica del bien es el resultado espontáneo del obrar humano. El hombre que actúa mal, en consecuencia, no lo hace por ser malo, sino porque está en la ignorancia de la virtud. Intelectualismo moral: la experiencia moral se basa en el conocimiento del bien; sólo si se conoce qué es el bien y la justicia se puede realizar el bien y la justicia. Los dioses y los hombres No es admisible atribuir a los dioses todo el poder y toda la razón. El hombre posee el poder propio de la razón humana pero que ésta tiene sus límites, mientras que sólo la razón divina es capaz de pasar más allá de esos límites. Pero, en la medida en que considera “insensato” consultar al Oráculo para resolver aquello que los hombres deben resolver por sí mismos - y afirma que eso persigue eludir la propia responsabilidad de decidir en relación a los acontecimientos de la propia realidad - se anticipa a plantearse la cuestión del “libre albedrío”, que será tema de gran importancia para las filosofías posteriores, sobre todo en el cristianismo. pág. 22 El proceso a Sócrates Ante un tribunal de 501 ciudadanos atenienses elegidos por sorteo, Sócrates fue acusado por Meleto, “de no creer en los dioses en que cree la ciudad, de introducir divinidades nuevas, y de corromper a los jóvenes”. Se le imputaba el delito de impiedad y en caso de ser hallado culpable, la sentencia era la muerte por medio de un veneno, la cicuta. La “corrupción de los jóvenes” que se le atribuía, no se refería a otra cosa que a su enseñanza contraria a las tradiciones. En la primer votación, 280 jurados lo consideraron culpable y 211 inocente. Se le requirió que propusiera una pena alternativa de la de muerte, como pagar una multa. Sócrates, considerando que su enseñanza había sido en bien de la ciudad, propuso que como a los campeones de las Olimpíadas, se le alojara en un palacio y la ciudad pagara su sustento. Cuando se hizo la votación acerca de la pena a aplicarle, 361 optaron por la pena de muerte, y 140 por la que Sócrates propusiera como alternativa. Sus amigos le instaron a fugarse bajo su protección pero Sócrates sostuvo que el primer deber del ciudadano ateniense era respetar sus leyes. Dicen sus cronistas, que cuando bebió la cicuta, a punto ya de morir, miró a su amigo Critón, y le dijo: “Le debo un gallo a Asclepios; no te olvides de pagárselo”. La muerte de Sócrates ha pasado a la historia como la “muerte ética” por excelencia. pág. 23 Tema2.AristoclesdeAtenas“Platón”(427a.C.-347a.C.) “ElparadigmadelEstadoJusto” 1. Introducción Aristocles de Atenas (Platón) nació en Atenas en el año 427 a.C., en el seno de una familia de la antigua aristocracia. De las experiencias políticas de su juventud sacó Platón la idea de que sólo la filosofía podía realizar una comunidad humana fundada en la justicia, por lo que proyectó un modelo de ciudad en la que el filósofo es el gobernante, el reformador y el educador. Platón se había preparado para intervenir directamente en política, pero tanto los crímenes del gobierno oligárquico de los 30 tiranos, como la posterior venganza de los demócratas y la condena a muerte de Sócrates le llevaron al convencimiento de que la solución a los males sociales solo podría estar basada en la filosofía. La muerte de Sócrates conmovió profundamente su inteligencia y sensibilidad. Después de la muerte de éste, Platón no cesó de meditar sobre el modo de cómo sería posible mejorar la condición de la vida política de su tiempo: “Vi que el género humano no llegaría nunca a librarse del mal si no alcanzaban el poder los verdaderos filósofos, o si los rectores del Estado no se convertían por azar divino en verdaderos filósofos”. Todo ello le llevó a centrarse en el estudio del tema político y a la aportación de un modelo nuevo de estructuración del Estado, que queda puesto de manifiesto en sus obras, especialmente en "La República", donde expone la idea de que sólo la filosofía podía realizar una comunidad humana fundada en la justicia, por lo que proyectó un modelo de ciudad en la que el filósofo es el gobernante, el reformador y el educador. En esta obra propone un modelo de estado en el que los políticos bien formados se preocupen no de sus intereses particulares, sino del bien general, de la justicia social. En esto consiste la utopía platónica. El político así formado no será un oportunista, un demagogo, sino que actuará firmemente y sin miedos, de acuerdo con convicciones fundadas en verdades eternas e inmutables como un auténtico hombre de Estado. Su objeto es demostrar la necesidad moral, tanto para el Estado como para el individuo, de regir la conducta según la Justicia, esto es, según la Virtud, es decir la Idea de Bien, principio de buen orden para las sociedades y para las almas, origen de la felicidad pública y privada. El fin de la República es, pues, asegurar la formación de los futuros filósofos. Actuar en contra de esta ley tiene su “sanción” en una vida futura, lo cual conduce a Platón a intentar probar, en el último libro de la República, que nuestra alma es inmortal. La misma condición que impidió a Sócrates escribir impulsó a Platón a adoptar y mantener la forma dialogada en sus escritos. El diálogo es el único método que reproduce la forma y eficacia del discurso hablado. El diálogo era para Platón el verdadero medio para expresar y comunicar a los demás la inquietud de la investigación filosófica. Platón y Sócrates sostienen que la Filosofía no consiste en un sistema de doctrinas, sino en la investigación que replantea incesantemente los problemas para intentar aclarar el significado y la realidad de la vida humana. Platón llevó el lenguaje a una altura no alcanzada por los propios sofistas; la lengua griega adquiere en sus obras tal pág. 24 perfección que es considerado como el primer prosista griego. El principal interlocutor de sus diálogos es Sócrates, junto a otros ciudadanos atenienses: políticos, militares, sofistas... que son interrogados por el maestro (Sócrates). Fundó la Academia (387 a.C.) a las afueras de la ciudad, en un lugar consagrado a un antiguo héroe llamado Academo; en ella se enseñó Filosofía, Astronomía, Matemáticas... La enseñanza era oral, estaba integrada por hombres de ideas y preocupaciones semejantes. Allí escribió Platón sus “Diálogos”, siendo director hasta su muerte en el año 347 a.C. Basándose en diferentes investigaciones se han ordenado los diálogos en distintos grupos: Primer período. Escritos juveniles o socráticos: “Apología”, “Critón”, “Ión”, “Laques”, “Lisis”, “Cármides”, “Eutifrón”. En este período se nos muestra al que fue sin duda el inventor de la teoría de las ideas Sócrates, y al mismo tiempo una defensa frente a las acusaciones que se lanzaron contra éste. Segundo período. Escritos de transición: “Eutidemo”, “Hipias”, “Cratilo”, “Gorgias”, “Protágoras”, “Menón”, “Menexo”. En esta etapa Platón está avanzando por el camino de sus propias ideas y opiniones. Se centra en la polémica contra la actitud sofística. Tercer período. Escritos de madurez: “Fedón”, “Banquete”, “Fedro” y “La República”. Platón está ya en posesión de sus propias ideas. Cuarto período. Escritos de vejez: “Parménides”, “Teetetes”, “Sofista”, “Político”, “Filebo”, “Critias”, “Las Leyes” y “Timeo”. El problema político es el eje de la reflexión platónica, pero en él se entrelazan todo tipo de ideas sobre el conocimiento, la realidad, la educación y la moral. 2. La Teoría de las Ideas y la ontología platónica 2. 1. El dualismo ontológico La teoría de las Ideas es el núcleo central de la filosofía platónica: ontológicamente las Ideas son los únicos objetos verdaderamente reales; epistemológicamente son los objetos auténticos del conocimiento; desde el punto de vista de la moral y político, son el fundamento de la conducta justa; antropológicamente están a la base del dualismo platónico y le permiten incluso la demostración de la inmortalidad del alma. Platón defendió un claro dualismo ontológico, creyendo en la existencia de dos tipos de realidad o tipos de mundos: el mundo sensible y el mundo inteligible o mundo de las Ideas. El Mundo pág. 25 Sensible consta de realidades particulares y se da la multiplicidad, el cambio, la generación y la destrucción; es el conjunto de cosas perceptibles por los sentidos, cosas materiales, temporales y espaciales. Por su parte, el Mundo Inteligible consta de realidades universales, en él se da la unidad; es el mundo de las Ideas (o "Formas"). Las Ideas no están sometidas a cambio, son eternas, invisibles, no materiales, atemporales y aespaciales. Se conocen por la razón y constituyen la auténtica realidad. Las Ideas o Formas no son conceptos o sucesos psíquicos, algo que exista en la mente; son entidades extramentales, con entidad objetiva e independiente del hombre. Las Ideas son causas de las cosas y aunque ellas sean el auténtico Ser, Platón no negará toda realidad a lo que se da a los sentidos (mundo sensible); lo sensible, aunque ontológicamente inferior a las Ideas, poseerá también cierto tipo de ser, y éste le vendrá dado por la imitación o participación de las Formas. La tarea del Demiurgo será precisamente hacer que la materia informe, existente desde siempre, tome rasgos semejantes a las Ideas. El Demiurgo es quién, según la teoría platónica, produce el Universo: actúa sobre una materia eterna, caótica, informe, en la que todos los elementos estaban mezclados. A esta materia la denomina Platón de varias maneras: espacio, receptáculo... Esta materia eterna no es inerte, ni estática, sino dotada de movimientos caóticos e irregulares. El Demiurgo utilizando dicha materia, modela los diferentes seres del mundo sensible (las almas tienen un origen muy distinto). Junto a estos dos principios Platón establece un tercer principio: las IDEAS, que son las esencias verdaderas y reales que sirven como modelo. El mundo de las Ideas está ordenado jerárquicamente pues hay distintos tipos de Ideas y no todas son valoradas del mismo modo: Idea de Bien, otras Ideas morales; Ideas estéticas, Ideas de Multiplicidad, Unidad, Identidad, Diferencia, Ser, No Ser, Ideas matemáticas y otras Ideas (Idea de Hombre...). Platón sitúa a la Idea de Bien en la cúspide de ese mundo. La Idea de Bien causa lo real pues la conducta humana se hace con vista a ella y todo lo real tiende a ella (finalidad intrínseca en la naturaleza). 2.2. Argumentos platónicos para la defensa de la Teoría de las Ideas Esencia de esta teoría: existen ciertas entidades independientes y diferentes de las cosas del mundo sensible y que sólo pueden pensarse como absolutas, inmutables y universales. a. La crítica al conocimiento sensible en el dialogo "Teetetes": Platón mostrará que el conocimiento sensible no puede dar lugar a evidencias, que la aceptación de dicho conocimiento conduce al relativismo y que el relativismo es absurdo (crítica al movimiento sofista). El argumento se completa mostrando que tenemos conocimientos que no se basan en los sentidos. Conclusión: no es posible la ciencia (conocimiento estricto) utilizando la sensación como criterio de verdad, no podemos tener ciencia de lo que aparece a los sentidos (del mundo sensible). La ciencia se ha de basar en el uso de la razón, que se referirá a la naturaleza de las cosas, a la esencia ("Ideas", en términos platónicos). b. El uso del lenguaje y el problema de la referencia de los términos universales. Términos lingüísticos como los nombres comunes ("mesa"), adjetivos ("bueno") y los sustantivos abstractos (“belleza") son términos de los que se puede mostrar algún ejemplo, inducen a pensar en entidades distintas a las individuales. El referente de los nombres propios pág. 26 ("Sócrates", "Napoleón") es un entidad individual; pero tenemos ciertos problemas para pensar en los referentes de aquellos otros términos, los universales, puesto que pueden utilizarse para referirse a una pluralidad de objetos. Por ello Platón mantendrá que deben existir unas entidades que sean el correlato de los términos universales y distintas de los individuos: lo verde, sería el correlato de "verde", la Bondad de "bondad", la Belleza de "bello", la Verdad de "verdad"; a las entidades correlato de los términos universales Platón las llama Ideas o Formas. c. La posibilidad del conocimiento científico: la ciencia estricta no puede hacerse de lo que cambia continuamente, las cosas sensibles están en continuo cambio, luego la ciencia no se puede referir a las cosas sensibles sino a entidades que no cambian. ¿Hay un conocimiento que siempre sea verdadero? Si poseyésemos tal conocimiento deberíamos pensar que en el mundo hay cosas que no cambian, y nuestro conocimiento versaría acerca de ellas. Platón creerá que la MATEMÁTICA reúne esas condiciones. La ciencia que busca será aquella que, como la matemática, usa la razón y posee aquel tipo de universalidad; creerá que es posible un saber análogo, e incluso superior, en ámbitos de lo real distintos al matemático; y ambas disciplinas (la matemática y ese saber superior que denominará "dialéctica") serán conocimiento estricto precisamente por referirse a entidades inmutables. A dichas entidades las llamará Platón "Ideas". pág. 27 3. La teoría de las Ideas y la epistemología platónica En Platón la solución a la posibilidad del conocimiento en sentido estricto es su Teoría de las Ideas. Con dicha teoría dividirá lo real en dos ámbitos ontológicamente distintos y a los que les corresponderá saberes también muy distintos. Tipos de saber: Ciencia: se ocupa de las Ideas, lo permanente, y se divide en dialéctica y pensamiento discursivo. Opinión: es el conocimiento del mundo sensible, de lo que está sometido a generación y corrupción, y se divide en creencia (se refiere a los "animales que nos rodean, todas las plantas y el género entero de las cosas fabricadas) y conjetura (referida a las "sombras", y a otras cosas semejantes). En la llamada CIENCIA, distingue Platón el pensamiento discursivo y la dialéctica. El primero se identifica principalmente con la matemática (geometría y aritmética), que a pesar de su extraordinario valor posee dos deficiencias: el uso de signos sensibles y el apoyarse en hipótesis (¡cuidado!, "hipótesis" en el sentido platónico, no en el nuestro): el matemático no reflexiona sobre el ser de los objetos con los que trata (los números, p. ej.), no establece ninguna tesis referida al ser propio de dichos objetos, por lo que es un conocimiento incompleto. La dialéctica es el conocimiento superior, se refiere al Mundo de las Ideas, a lo inmutable y universal, lo eterno, y se identifica con la filosofía. Platón la concibe de dos modos: como método racional que no usa de signos sensibles, pues emplea sólo la razón, ni descansa en "hipótesis", pues intenta prescindir de todo supuesto; la filosofía (= dialéctica) es el saber más reflexivo, el saber que no deja ninguna cuestión sin examen o evaluación; el objetivo de la dialéctica es descubrir las relaciones existentes entre las Ideas y buscar como fundamento último de todas ellas la Idea de Bien. La auténtica filosofía es "una ascensión al ser": el filósofo ha de pasar del mundo sensible al mundo de las Ideas y en éstas a la Idea rectora del conocimiento y del ser, la Idea del Bien (en la metáfora de la caverna veremos este proceso). Pero Platón también entiende la dialéctica como impulso erótico: el filósofo ascenderá desde el plano sensible al inteligible; dicho ascenso no será sólo intelectual, y no acabará como antes en la Idea del Bien sino en la Idea de Belleza. El motor de dicho ascenso será un impulso erótico y el objeto del amor (Eros) la belleza. ANALOGÍA DE LA LÍNEA A CONOCIMIE NTO SENSIBLE D conjetura creencia imágenes cosas físicas MUNDO SENSIBLE o visible C CONOCIMIENTO E pensamiento discursivo entes matemáticos MUNDO INTELECTUAL B inteligencia o dialéctica Ideas (Idea del Bien) INTELIGIBLE pág. 28 4. Dimensión antropológica de la Teoría de las Ideas El dualismo ontológico "mundo sensible/mundo inteligible" tiene su paralelo en su concepción antropológica en el neto dualismo entre el cuerpo y el alma. Platón concibe al hombre como un compuesto de dos sustancias distintas: el cuerpo, que nos vincula al mundo sensible, y el alma, que nos saca de ésta esfera y nos relaciona con el mundo superior. El alma humana será entendida como inmortal, con un destino distinto y superior al del cuerpo. La superioridad del alma con respecto al cuerpo se debe al hecho de que el alma (y no el cuerpo) es el principio de conocimiento y de bondad, pero más aún a que el cuerpo está sometido a corrupción y muerte mientras que el alma tiene un destino inmortal. Platón utiliza varios argumentos para demostrar la inmortalidad del alma, destacando entre todos el que descansa en la teoría de la reminiscencia. Defenderá la tesis de que CONOCER es RECORDAR: cuando afirmamos que una proposición matemática es verdadera, no es porque la hayamos aprendido, es más bien porque recordamos las relaciones existentes entre las Ideas y que nuestra alma vio en el mundo de las Ideas antes de encarnarse en nuestro cuerpo. La percepción del mundo sensible no puede servir de fundamento al conocimiento estricto y, puesto que poseemos tal conocimiento, éste ha de provenir de una experiencia anterior. Por tanto: conocer es actualizar un conocimiento ya vivido, conocer es recordar. Como todos los griegos, Platón defenderá que el alma es un principio que se mueve a sí mismo y es fuente de movimiento. Pero lo singular de su concepción es que el alma destaca frente al cuerpo por otro aspecto aún más importante: el alma nos iguala a los dioses y nos permite el conocimiento de las Ideas. Platón encuentra tres partes o funciones en el alma humana: pág. 29 la parte racional viene representada, en el mito del carro alado, por el cochero; es la más noble y elevada, y su función es conocer intelectivamente, dirigir y guiar a las otras dos; la parte irascible, representada por el caballo bueno y hermoso, símbolo del valor y la voluntad, se deja conducir muy fácilmente; y la parte concupiscible, que está representada por el caballo malo, difícil de guiar, que simboliza el deseo y la pasión sensible inmoderados. El alma busca la liberación del cuerpo y en esa búsqueda practica la filosofía como aproximación intelectual al mundo que le es propio. La parte racional del alma debe intentar purificar al individuo de los apetitos sensibles, de ahí que le corresponda el papel rector en la conducta de los hombres. El dualismo antropológico de Platón se caracteriza por mantener una radical escisión en el ser del hombre: siguiendo las doctrinas órficas, dirá que hay dos principios en el ser humano: el ALMA inmortal, lo más divino que hay en nosotros, principio de conocimiento y moralidad; y el CUERPO, origen de la ignorancia y del mal. Con Platón comienza en Occidente un pensar para el cual el cuerpo y las pasiones que habitualmente se vinculan con él son responsables de todas nuestras penas, desgracias y sufrimientos; esta consideración presenta al hombre como CULPABLE por el mero hecho de tener cuerpo, y se puede rastrear en el pensamiento occidental, especialmente en el cristianismo. La tarea más importante del hombre será la práctica de la virtud, fundamentalmente basada en la renuncia a los apetitos corporales, y la práctica de la filosofía. pág. 30 La purificación moral e intelectual tiene como objeto que las almas se dejen guiar por lo que es justo y recto y de ese modo cumplan con su destino último: las que filosofan y conocen el mundo ideal, vuelven a su lugar de origen (la morada divina), en donde preexistían; mientras que las almas inmundas, que se han dejado llevar de sus pasiones incontroladas, sufren un juicio y son condenadas a errar y a vagar indefinidamente, expiando las culpas de su vida pasada. 5. Consecuencias de la Teoría de las Ideas en ética y política 5.1. La virtud La teoría de las Ideas de Platón implica la superación del relativismo moral de los sofistas: las Ideas de Justicia, Bondad, se convierten en los criterios exactos para discernir lo bueno, lo malo, lo justo y lo injusto. Las Ideas son ellas mismas valores. La ética de Platón tiende a averiguar lo que sea el Sumo Bien para el hombre, Bien en cuya consecución consiste la felicidad y al que se llega mediante la práctica de la virtud. Caben dos interpretaciones del Sumo Bien: la vida buena no puede ser ni el placer sólo ni la sabiduría sólo, sino una mezcla de ambos, pues el hombre no es ni pura animalidad ni pura inteligencia. El Sumo Bien sólo puede ser una vida mixta de placer (especialmente placeres puros) y sabiduría. Sin embargo, según otros intérpretes, Platón mantiene que el Bien absoluto para el hombre son las Ideas, cuya contemplación es la felicidad suprema. En este sentido, la virtud, como medio para acceder al Sumo Bien, desempeña una función análoga a la dialéctica como método para llegar al Mundo Inteligible. Mediante la práctica de la virtud se accede al Sumo Bien y, por tanto, a la suprema felicidad; la virtud, como perfección del alma, es el estado al que le corresponde por naturaleza a cada alma, y como el alma tiene tres partes habrá una virtud peculiar para cada una de ellas: a la parte concupiscible le corresponde la templanza: "un cierto orden y continencia de los placeres" o "dominio de sí"; a la parte irascible, la fortaleza o valor: permite que el hombre supere el sufrimiento y el dolor, y sacrifique los placeres cuando es necesario para cumplir con el deber, a la parte racional le corresponde la virtud de la sabiduría o prudencia que se encarga de regular la totalidad de las acciones humanas. La virtud del alma en su conjunto y la más importante es la JUSTICIA, entendida como armonía u orden entre esas tres partes. pág. 31 EL ALMA, PARTES Y RELACIONES CON LA ÉTICA Y LA POLÍTICA RELACIÓN CON TIPOS PARTES DELCUERPO MITODEL CARRO ALADO LA VIRTUD CLASES SOCIALES alma racional cerebro Auriga prudencia (fronesis) Gobernantes alma irascible pecho caballo bueno, hermoso y dócil fortaleza (andreia) Guerreros caballo malo, feo y desbocado templanza (sophrosine) Artesanos o trabajadores alma concupiscible abdomen 5. 2. El rey-filósofo. Platón creerá, como buen griego, que el hombre es un ser social por naturaleza; ello explica la aparición del Estado (la Polis). El individuo puede alcanzar su máxima realización en el Estado, pero para ello el Estado deberá ser perfecto. En el análisis del Estado, Platón utilizará una división tripartita que guarda analogía con la división del alma; el Estado es un gran organismo que tiene las mismas exigencias y necesidades materiales y los mismos fines éticos que el hombre. A cada parte del alma le corresponde una clase social: a la parte racional la clase de los gobernantes, que son los filósofos; al alma irascible, la clase social de los guerreros; a la concupiscible, la de los artesanos. Los filósofos, cuya virtud es la sabiduría o prudencia, son los únicos aptos para el gobierno; los soldados, (su virtud es la fortaleza), deben defender y guardar la polis; los artesanos (su virtud es la templanza) suministran los medios materiales que la comunidad necesita. Así, se establece un paralelismo total entre la antropología, la ética y la política. Todas las clases sociales son necesarias, pero cada una goza de distinto rango y dignidad. El fin del Estado es la justicia: el cumplimiento del bien común para todos los ciudadanos, que sólo es posible cuando todos los elementos que componen la sociedad realizan su propia función. El “mal, la injusticia” en la polis surgirá como motivo de la desobediencia. Para Platón, puesto que cabe el conocimiento del Bien (de las Ideas), es legítima la tutoría de los que han tenido acceso a dicho Bien (los filósofos) sobre el resto de los ciudadanos; el filósofo ha de ser el gobernante, o los gobernantes han de ser filósofos; aunque, por supuesto, los filósofos no buscan satisfacer su propio interés sino el de la comunidad en su conjunto. pág. 32 5.3. El "comunismo" platónico. Puesto que los filósofos deben buscar el bien general, con el fin de evitar tentaciones interesadas y distracciones inútiles no poseen propiedad privada alguna, ni mujer, ni hijos propios; su interés máximo debe ser lograr la mayor sabiduría posible para poder desempeñar bien su misión de gobierno. También los soldados renuncian a la familia y a la propiedad privada. Sólo a los artesanos se le permite la propiedad privada (limitada y controlada por el Estado) y los vínculos familiares estables. La educación de los artesanos será sólo la profesional propia de cada uno, y tienen que obedecer a los poderes políticos. En este Estado ideal sólo los mejores, una minoría muy selecta, ostentan el poder. Las clases sociales, aunque abiertas, están controladas por un preciso criterio selectivo. Es un Estado de clara inspiración aristócrata: el gobierno de los “mejores”. Finalmente, junto con la descripción de la sociedad ideal, Platón hace también una descripción y valoración de las formas reales de gobierno: existen cinco formas de gobierno; a partir de la monarquía o aristocracia, por degeneración sucesiva, surgen las demás: la timocracia, la oligarquía, la democracia y, la peor de todas, la tiranía. La monarquía o aristocracia es la forma más perfecta e ideal de gobierno. Forma política ideal: la República (gobierno de los filósofos) monarquía o aristocracia timocracia gobierno del mejor o de los mejores dominio de la clase militar la forma más perfecta de gobierno degeneración de la aristocracia oligarquía democracia tiranía gobierno de un dominio de una individuo gobierno del pueblo minoría ambiciosa preocupado por su propio interés peor que la timocracia, gobierno de los ricos todos legislan y mandan a la vez el gobierno más injusto, bajo y degenerado 6. El “Mito de la Caverna”, compendio de la filosofía platónica En el libro VII de “República”, Platón presenta su mito más importante y conocido, “el mito de la caverna”. Platón dice expresamente que el mito quiere ser una metáfora “de nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación”, es decir, sirve para ilustrar cuestiones relativas a la teoría del conocimiento. Pero tiene también claras implicaciones en otros dominios de la filosofía como la ontología, la antropología e incluso la política y la ética; algunos intérpretes han visto en él incluso implicaciones religiosas. El mito describe nuestra situación respecto del conocimiento: al igual que los prisioneros de la caverna que sólo ven las sombras de los objetos, nosotros vivimos en la ignorancia cuando nuestras preocupaciones se refieren al mundo que se ofrece a los sentidos. Sólo la filosofía puede liberarnos y permitirnos salir de la caverna al mundo verdadero o Mundo de las Ideas. pág. 33 Nos pide Platón imaginar que nosotros somos como unos prisioneros que habitan una caverna subterránea. Estos prisioneros desde niños están encadenados e inmóviles de tal modo que sólo pueden mirar y ver el fondo de la estancia. Detrás de ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la ilumina; entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared o tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima de él, los muñecos. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los cuales hablan, portando unas esculturas que representan distintos objetos (animales, árboles, objetos artificiales...). Dado que entre los individuos que pasean por el camino y los prisioneros se encuentra la pared, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por dichos individuos. En esta situación los prisioneros creerían que las sombras que ven y el eco de las voces que oyen son la realidad. Señala Platón que el prisionero liberado va poco a poco descubriendo niveles de realidad cada vez más auténticos: primero miraría los objetos del interior de la caverna y la luz del fuego presente en ella, después saldría al exterior de la caverna y vería primero las sombras de los objetos, después los reflejos de los objetos en el agua y luego los objetos mismos. Finalmente percibiría el Sol, concluyendo “que es lo que produce las estaciones y los años, gobierna todo el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto”. Al recordar su antigua morada, la sabiduría allí existente y a sus compañeros de cautiverio, se sentiría feliz y los compadecería; esa vida le parecería insoportable. Pero a pesar de todo, regresaría al mundo subterráneo y aunque pudiera perder la vida en el intento por mostrarse al principio torpe en ese mundo de las sombras y provocar las risas y el desprecio de sus compañeros, bajaría para ayudarles en su liberación. Platón nos da las principales claves para la interpretación del mito: debemos comparar la región visible con la morada-prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del Sol. El ascenso y contemplación de las cosas exteriores (metáfora del Mundo de las Ideas) es semejante al camino del alma hacia el ámbito inteligible. Señala también que el objeto último y más difícil de alcanzar del mundo cognoscible es la Idea del Bien (simbolizado en el mito con el Sol, último objeto percibido por el prisionero liberado), “causa de todas las cosas rectas y bellas; en el mundo visible ha engendrado la luz y al Sol, y en el ámbito inteligible es la productora de la verdad y de la inteligencia; es la realidad que es necesario ver para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público”. pág. 34 7. Texto de Platón para Selectividad: República, Libro VII, 514a1-517c1. (Trad. C. Eggers Lan). Gredos, Madrid, 1992 En este libro, Platón narra su famoso “mito de la caverna” en le compendia toda su filosofía. La caverna representa el mundo sensible, y los prisioneros encadenados, a los hombres que solo conocen las cosas sensibles (opinión). La Luz es la Idea de Bien y los objetos que pasan por encima del tabique, las ideas. (514a) -Después de eso proseguí compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. - Me lo imagino. - Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan. - Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros. Esta aparentemente extraña comparación muestra, según Platón, nuestro verdadero estado, en tanto que hombres que solo conocen sombras de la realdad aunque las creen reales. Esas sombras son las cosas del mundo sensible, y los objetos que las proyectan, las ideas. - Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? - Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. - ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique? - Indudablemente. - Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven? - Necesariamente. - Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos? -¡Por Zeus que sí! - ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? - Es de toda necesidad. - Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar pág. 35 preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? - Mucho más verdaderas. - Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran? -Así es. Si se liberara a un prisionero y se le mostrara la luz, esto es, si se le enseñara la idea de bien y las demás ideas, en un primer momento se sentiría confuso y pensaría que lo real son las sombras, las cosas sensibles. En este proceso de acomodación de la vista de la sombra a la luz, de conocimiento de la verdad superando la opinión, consiste la educación; por eso, Platón comienza este libro VII hablando de educación o de nuestra falta de educación. - Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos? - Por cierto, al menos inmediatamente. - Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol. -Sin duda. - Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito. - Necesariamente. El conocimiento es un proceso que parte del conocimiento de las cosas sensibles (opinión) y asciende paulatinamente hasta el conocimiento de las ideas y, en último término, de la idea de bien (“el sol”, la dialéctica). - Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto. - Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones. - Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería? - Por cierto. - Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida? - Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida. pág. 36 Finalmente, al llegar al mayor grado de conocimiento, el hombre reconocerá que el bien (“el sol”) es la causa del mundo visible y comprenderá que antes se encontraba en un error al considerar que lo sensible (las sombras de los objetos), la mera opinión, era la verdad. - Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? -Sin duda. - Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo? - Seguramente. - Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público. - Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible. 8. TÉRMINOS Y CONCEPTOS Alma: Platón interpreta el alma principalmente en dos sentidos: el alma como aquello que permite a los seres vivos realizar actividades vitales, y, en el caso del alma humana, como el principio divino e inmortal que nos faculta para el conocimiento y la vida buena. Alma concupiscible: parte mortal del alma humana responsable de las pasiones, placeres y deseos sensibles. Alma irascible: parte del alma humana en donde se sitúan la voluntad y el valor. Alma racional: parte superior del alma humana, inmortal y divina. gracias a ella alcanzamos el conocimiento y la vida buena. Analogía de la línea: metáfora utilizada por platón para representar los géneros de realidad (mundo sensible y mundo inteligible), los tipos de conocimiento (conocimiento sensible u opinión y conocimiento inteligible o cognoscible) y sus especies. Ciencia (o epistéme): conocimiento perfecto, referido al Mundo de las Ideas, consecuencia del ejercicio de la razón. Comunismo platónico: con la expresión "comunismo platónico" nos referimos a la propuesta política que defiende Platón en su obra "República" según la cual las clases gobernantes no deben poseer propiedad privada. Demiurgo: el Demiurgo es el ser que, según la teología platónica, produce el Universo. Dialéctica: método filosófico propuesto por platón para acceder al mundo de las ideas. pág. 37 Dualismo antropológico: doctrina filosófica según la cual en el hombre encontramos dos principios con características y destinos distintos, el alma y el cuerpo. Dualismo ontológico: Platón defiende un claro dualismo ontológico al afirmar que la realidad está dividida en dos ámbitos totalmente distintos: el conjunto de las cosas espacio-temporales, mutables y abocadas a la muerte, al que da el nombre de mundo sensible, y el conjunto de entidades no espaciales ni temporales, inmutables y eternas, al que da el nombre de mundo inteligible o mundo de las ideas. Ideas: en la filosofía platónica, las esencias de las cosas, aunque separadas de ellas y localizadas en el mundo de las ideas. Idea del bien: la idea del bien es la entidad más importante de todas las entidades que pueblan el mundo inteligible. Mito o alegoría de la caverna: mito con el que platón describe nuestra situación respecto del conocimiento: al igual que los prisioneros de la caverna que sólo ven las sombras de los objetos, nosotros vivimos en la ignorancia cuando nuestras preocupaciones se refieren al mundo que se ofrece a los sentidos. sólo la filosofía puede liberarnos y permitirnos salir de la caverna al mundo verdadero o mundo de las ideas. Mito del Carro Alado: alegoría que utiliza Platón para describir las partes del alma y el afán humano por el conocimiento y el ser. Mitos Platónicos: narraciones metafóricas que emplea Platón para la descripción intuitiva y didáctica de tesis esenciales de su filosofía. Mundo inteligible: el mundo inteligible o mundo de las ideas es la auténtica realidad, el ámbito en el que se sitúan las ideas. Mundo sensible: el mundo sensible o mundo visible es el conjunto de todo aquello que se muestra a los sentidos, fundamentalmente las cosas físicas. Opinión: la "opinión" o "doxa" es el título que da platón a una de las formas de conocimiento. este conocimiento se fundamenta en la percepción, se refiere al mundo sensible, es decir a las cosas espacio-temporales, a las entidades corporales, y, en la escala de los conocimientos, es el género de conocimiento inferior. Participación: modo de vincularse el mundo sensible con el mundo inteligible gracias al cual las cosas físicas gozan de cierto ser e inteligibilidad. Pensamiento discursivo: el pensamiento discursivo se incluye en el género de conocimiento que platón denomina ciencia. se identifica esencialmente con las matemáticas. Purificación: práctica moral encaminada al cuidado del alma a partir del rechazo de los deseos y necesidades corporales. Rey-filósofo: figura política indispensable para la realización de la sociedad justa. Teoría de las Ideas: la teoría de las ideas es la parte básica de la filosofía platónica. en lo fundamental consiste en defender la existencia de lo absoluto (las ideas o formas), frente al que se sitúa el mundo corpóreo, mortal y relativo. Teoría de la reminiscencia: concepción platónica según la cual conocer es recordar. Universales: son los términos que pueden predicarse de más de un sujeto. Virtud: perfección del alma. pág. 38 ANEXO. “EL MITO DE LA TABERNA”. www.lasangredelleonverde.com "- Y ahora imagina, para comprender la diferencia entre los que poseen el verdadero conocimiento y los que no, esta situación: una taberna ubicada en un entresuelo con una cristalera enturbiada por la suciedad y una barra en donde se apoyan, de espaldas a la cristalera, unos hombres ebrios. Imagina también que estos hombres nunca han salido de la taberna, ni siquiera en su niñez. En el espejo tras el mostrador se reflejan las sombras deformadas por la cristalera, en un ambiente sombrío. - Imagino perfectamente la escena y si nunca les faltase el vino ¡no se me ocurre situación más privilegiada! - Quizás no sea tan privilegiada como crees, amigo Glaucón, y quizás tampoco sean ellos tan diferentes a nosotros. - ¡Por Zeus! ¿Similares a nosotros, en qué? - Pues no te das cuenta que ellos considerarían que no hay más realidad que la que les rodea y que acostumbrados a mirar a través de la cristalera una luz tenue que deforma los objetos, y viviendo, además, desde la niñez en la más absoluta ebriedad, no tomarían como real más que las sombras de personas, las figuras amorfas y los sonidos distorsionados que oyen los borrachos. Para ellos andar sería tambalearse y reír prorrumpir en hiposas carcajadas. No tendrían concepto de bien ni de mal y sus más bajos impulsos dominarían su vida alcoholizada. En definitiva, ¿no estarían tan seguros de su realidad como nosotros estamos de la nuestra? - Sin duda. - Examina ahora lo que te voy a decir. Si algunos de estos hombres tuviesen delirios etílicos y lo predicase a sus compañeros ¿no crees que los demás le creerían pues también ellos tienen delirios? - No hay duda de que le creerían. - Y si uno con una inteligencia más penetrante pudiese adornar sus delirios y encontrar un orden en ellos, y si, además, este pudiese interpretar los delirios de sus compañeros ¿no sería considerado un gran sabio?, ¿no fundaría una religión, una filosofía o una política tal y como hacen los que nosotros consideramos sabios? - Así sería, Sócrates, pero debes reconocer que serían conocimientos basados en meros delirios alcohólicos, dignos de risa para nosotros. - Te lo admito, mi amigo, pero ¿es que los delirios de nuestros sacerdotes, intelectuales o políticos no son igualmente una cháchara baldía y sin valor a poco que nos detengamos a pensar en ellos? - No puedo menos que decir que sí -dijo. - Ahora sígueme en lo que te digo. Imagina que liberamos a uno de los borrachos y lo sacamos a rastras de la taberna subterránea. Creo que se resistiría con uñas y dientes y sentiría un dolor enorme en los ojos y en el cuerpo al enfrentarse a la luz del día, y, tras unas horas sin beber, lucharía denodadamente para volver a la taberna. Puedes imaginarte que extenuado por la lucha dormiría ¿y cuál crees que sería su primera sensación al despertar sin una gota de alcohol que beber? - No quiero ni imaginar, Sócrates, la terrible resaca que debería sufrir este preso liberado. Si unimos la resaca a la perplejidad de encontrarse en un mundo desconocido no puedo envidiar su suerte, y comprendería que quisiera volver a su antigua morada. - Claro que querría, pero nosotros se lo impediríamos. De este modo nuestro bebedor liberado sufriría enormemente y desearía no haber sido liberado, pero, a pesar de todo, estaría obligado a acostumbrarse a la nueva vida y en un principio se comportaría desmañadamente, creería que nuestro mundo real era un cruel delirio y cuando pudiese acostumbrarse primero vería mejor de noche o en zonas de sombras, después se atrevería a salir a la luz del sol y distinguiría por encima las formas de los objetos. Al cabo de un tiempo ya andaría erguido sin tambalearse y podría hablar con naturalidad pág. 39 sin que se le trabase la lengua. Si finalmente continuase apartado de la taberna empezaría a tener vida social e iría al ágora o al gimnasio con sus amigos, y participaría, también, en la asamblea donde se reúnen los hombres libres si le concediésemos la ciudadanía. Los antiguos sabios de la taberna los tomaría por meros charlatanes e ignorantes. Además, ¿crees que estaría asombrado de haber tomado su antiguo mundo como real y que consideraría que esta realidad es la efectivamente verdadera? - Creo que sí, Sócrates, pero tú también debes aceptar lo que te voy a decir. - Gustosamente lo haré si no faltas a la verdad –dije - Juzga tú. Ese hombre del que has hablado tendría su corazón dividido. Por un lado, estaría feliz de su nueva vida más allá de las sombras de la taberna. Pero también sentiría añoranza de su antigua morada y de la dulce placidez y alegría alcohólica de la que allí disfrutaba. - Es cierto -dije- y también en esto nuestro hombre se parece a todos nosotros. Pues cuando no poseemos el conocimiento para nada lo deseamos y vivimos despreocupadamente e incluso felices en nuestra inconsciencia, pero cuando por un casual nos alcanza la verdad, aun cuando añoremos nuestra prístina ignorancia, ya no podemos renunciar a nuestro saber, querámoslo o no, y, además, a pesar del dolor que nos provoca el conocimiento ¿no eclipsa nuestra humildad ese conocimiento y nos hace sentir orgullosos de nuestra ciencia, incluso cuando ella va acompañado de sufrimiento? Pues como decía el inmortal Homero “los que huyen ni alcanzan gloria, ni entre sí se ayudan” (cita de Ilíada V, 531532). - Así es, sin duda. - Y ya que estás de acuerdo con el poeta -continué- debes asumir que el antiguo habitante de la taberna volverá a ella para mostrar a sus compañeros que existe otro mundo fuera de aquel cubil subterráneo. Pues, Glaucón, si los que huyen no alcanza gloria alguna y no ayudan a nadie, es razonable pensar que los que busquen la gloria del saber ayuden a los ignorantes. - Es lo que dices, Sócrates, pero veo un gran peligro en ello. - ¿Cuál? - Pues que este hombre al bajar a la taberna ya habría perdido su antigua agudeza de borracho. No sabría distinguir entre las sombras de la taberna y al beber pronto quedaría inconsciente mientras antes resistía el alcohol y tenía unos sentidos acostumbrados a la penumbra. ¿Acaso sus amigos no tomarían su sobriedad por locura y creerían que fuera de la taberna existía un mal que corrompía los sentidos y la mente de los hombres? - ¡Por el perro, Glaucón! Te has adelantado a lo que iba a decir pero a lo que tú has descubierto por ti mismo yo voy a añadir algo. El preso liberado de la taberna intentaría convencer a sus compañeros, pero ellos le tomarían por loco o necio y no podrían creer que su mundo no fuera el único real. Pero ¿qué haría el preso pródigo? Yo creo que correría el riesgo de permanecer en la taberna para siempre al recordar su antigua vida en todo su esplendor: sencilla, engañosa pero segura y llena de placeres. Podría ser fácilmente seducido por las delicias del alcohol y aunque en un primer momento le fuera difícil podría volver a la taberna para siempre renunciando a la verdad. - Tienes razón, Sócrates, ¡cuántas veces he pasado toda una noche de fiesta con un amigo al que simplemente iba a saludar y cuantas veces las delicias del vino me han hecho desdeñar el dolor de la resaca! Pero, de todas formas, si así obrara nuestro preso su felicidad sería bastarda y no pura, porque mientras que sus amigos no conocen otro mundo que el mundo de la taberna y en esa ignorancia son felices, el preso pródigo sabría que la taberna es un sucedáneo de la realidad y eso enturbiaría su felicidad. - Así es amigo Glaucón, pero así es como vivimos los hombres, porque el conocimiento, lo queramos o no, viene a buscarnos y golpea inmisericorde nuestra alma. Aunque renegásemos de él pág. 40 ¿acaso podemos recuperar la inocencia perdida? Si nos embrutecemos por la senda de la estupidez la felicidad que conseguimos no es más que una sombra de la que tuvimos cuando éramos ignorantes, así que ese es un camino en el que no encontraremos la pura felicidad perdida. Pero si en vez de embrutecernos tomamos el camino luminoso del conocimiento ¿acaso la añoranza de nuestra inocente ignorancia no amargará nuestro caminar?" Sé feliz pág. 41 Tema3.DesdelaEdadMediahastalaModernidad 1. Introducción a la cultura en la Edad Media La cultura medieval es un conjunto de manifestaciones filosóficas, religiosas, literarias, etc. que conforman el corpus de la intelectualidad de la Edad Media. La Edad Media supuso, especialmente a partir del siglo X, un interesante florecimiento de nuevas manifestaciones artísticas y culturales. Los siglos medievales fueron, asimismo, tiempos de movimientos de personas e ideas, auspiciadas por el desarrollo del comercio, de las ciudades y su nueva clase emergente, la burguesía, así como de las universidades y las peregrinaciones, además de los movimientos de juglares y monjes de las grandes órdenes que iban de un monasterio a otro favorecido por el uso del latín como lengua común, ya que no sólo era el modo de expresión de los más cultos, sino que también del pueblo. El clero fue el depositario de la cultura intelectual, donde los monasterios y las escuelas sirvieron como centro de estudio hasta la creación de las universidades que podían ser de dos tipos dependiendo de la naturaleza de las mismas: Las Mayores eran aquellas fundadas por el poder real. Las Menores los eran por los prelados. La base de la enseñanza fueron las artes liberales, divididas en el trivium -gramática, dialéctica y retórica- y el quadrivium -aritmética, geometría, música y astrología-. Otro aspecto importante si hablamos de la cultura en el Medievo, es la alquimia, siendo aquellos que la desarrollaron llamados alquimistas. Si atendemos a la medicina, fueron los autores griegos e islámicos los más traducidos al latín y así las teorías de Galeno- médico griego- pasan a convertirse en el centro de la ciencia médica hasta llegar a nuestros días a ser considerado el padre de la medicina moderna. Durante la Edad Media la filosofía bebió del cristianismo, por el que se explicaba la existencia y los fenómenos del mundo que les rodeaba. La Verdad era buscada en la Biblia y los Evangelios. El cristianismo se convertirá, además de en una religión, en una solución para dilucidar las cuestiones más comunes en la época, cambiando el paradigma que había imperado en la filosofía de la etapa anterior, la helénica. Los tres grandes problemas de la filosofía medieval lo constituyeron "Dios", "Relaciones entre Fe y Razón" y "los Universales": La primera de las cuestiones, la referida a Dios, plantea en los filósofos medievales la necesidad de explicar mediante métodos científicos la existencia del mismo siendo no sólo cuestión de fe sino también de ciencia. La segunda, va a ser respondida a través de una unión entre ambas que, según los autores de este tiempo, no son incompatibles sino, muy al contrario, se convertirán en conceptos complementarios. Dentro de este segundo punto encontramos tres posturas que corresponden pág. 42 a tres autores: aquella defendida principalmente por San Agustín en la que sólo existe una Verdad que es dada a través de la confluencia de ambas corrientes. La segunda de ellas es la defendida por Averroes, llamada de la “Doble Verdad” ya que bajo su punto de vista ambas fuentes son independientes y por tanto independientes van a ser sus resultados aunque confluyan en un punto común. La postura de la autonomía armónica fue defendida por San Tomás quien pensaba que ambas, religión y fe, comparten verdades que pueden ser explicadas sin la necesidad de la otra. Los "universales” son, atendiendo a la tercera de las cuestiones, los problemas más debatidos por los filósofos medievales, consistentes en decidir si las ideas más generales y abstractas poseen existencia separada e independiente del entendimiento humano o son sólo nombres, definiciones. A esta cuestión encontramos tres respuestas distintas en la Edad Media que se repetirán en otras etapas y corrientes filosóficas desde diversos puntos de vista: la realizada por Roscelino de Compiègne, por Guillermo de Champeaux y por Pedro Abelardo. 2. La Patrística La primera etapa en la filosofía medieval es aquella que corresponde a la articulación definitiva de los dogmas cristianos, su defensa ante otras religiones y a la iniciación a la humanidad en la Verdad de Cristo, la única posible. Estos primeros hombres fueron llamados Padres de la Iglesia y su estudio y difusión se denominó Patrística a manos de autores como Hipólito de Antioquia o de San Agustín. Si atendemos al segundo, encontraremos sus teorías encuadradas en lo que se ha dado en llamar neoplatonismo y es que a él corresponde una reinterpretación de Platón bajo un tinte cristiano: S. Agustín (354-430) es el último gran filósofo de la antigüedad y principio de la modernidad, el límite entre dos formas de entender y pensar la filosofía. Se presenta como un buscador afanoso de la Verdad que hace del Saber una cuestión de vida o muerte y ello lo consigue al describir, según sus escritos, la profunda vena religiosa de Platón resumida así: “No hay posibilidad de conocer sin amar porque el conocimiento es amor y sólo amando, llegando a Dios, conocemos con certeza. Todo conocimiento de Verdad se conoce a través de la luz de Dios” "Entiende para creer, cree para entender" San Agustín tuvo gran importancia en la filosofía de los primeros siglos medievales. A través de la Patrística, San Agustín recibe la oportunidad de solucionar el problema de Fe y Razón aunque no parte de distinguir entre la religión y la filosofía sino que considera a las dos como soluciones equivalentes para una necesidad vital del hombre que es la posesión de la Verdad. San Agustín los identificó sin confundirlos, sabía que la razón religiosa se alcanza con la Fe y la razón de la filosofía se alcanza con la razón. pág. 43 3. La Escolástica 3.1. Definición y rasgos generales de La Escolástica La Escolástica es un método especulativo filosófico-teólogico desarrollado, difundido y cultivado en las escuelas de la Europa del Medievo desde el Imperio carolingio al Renacimiento. Es un movimiento doctrinal que, sin emplear el movimiento racional-conceptual que se enseñaba en las escuelas sino que pretendía descubrir la Verdad filosófica a través de la Dialéctica bajo el eje vertebrador de Fe y Razón, se convirtió en la manifestación filosófica más destacada de la época dando lugar a debates y discusiones que marcarían la superioridad del mundo espiritual frente al terrenal. A pesar de que la Escolástica es principalmente teología, es esencialmente filosofía. El espíritu y la mentalidad que sigue la Escolástica puede dividirse en dos aspectos: auctoritas y ratio. Las “autoridades” eran sentencias extraídas de la Biblia, de la Patrística y de los concilios, y la “ratio” se encargaría de poner en análisis lo recibido por la tradición procurando conciliar las contradicciones que de hecho surgían. 3.2. Desarrollo de la filosofía escolástica La filosofía escolástica se divide en tres períodos: formación, del siglo IX al XII; apogeo, durante todo el siglo XIII; un período de transición a la filosofía moderna. El apogeo de la Escolástica se debió en buena medida a la labor de la Escuela de Traductores de Toledo que difundió las obras de Aristóteles a través de las traducciones al árabe y al latín. Pese al recelo inicial con el que fueron acogidas, terminarían por integrarse plenamente en el conjunto de dicho sistema filosófico. Las universidades y órdenes mendicantes tuvieron, también, un papel destacado en esta labor difusora. Las universidades, por la importancia otorgada a la filosofía y a la teología como cuerpo central de los programas de estudio y, en el caso de los religiosos, por el afán de ahondar en estas dos disciplinas en busca de alcanzar la plenitud del sentido al voto de pobreza. No en vano los principales escolásticos serán dominicos o franciscanos, como es el caso de San Buenaventura. Los tres períodos en los que se divide la filosofía escolástica tendrán como núcleo la discusión disputatio- sobre Dios y la relación dialéctica entre razón y fe, concibiéndose la filosofía de manera abrumadoramente mayoritaria como un método de profundización en la fe. Respecto a estos grandes temas surgen tres posturas: Los dialécticos, que creen que la fe ha de ser demostrada y analizada por la razón. En esta corriente tendremos a Juan Escoto y Berengario de Tours como autores más destacados. Los antidialécticos, que sostenían que la única fuente de sabiduría era la fe y que la postura dialéctica era un mero reflejo de la sobrevaloración de la capacidad de la razón humana. pág. 44 En tercer lugar, había una posición intermedia sostenida en el siglo XI por Gerberto de Aurillac y sería la línea continuada por Santo Tomás a lo largo del siglo XIII. Defendían los partidarios de la posición intermedia que razón y fe son facultades distintas pero que ambas están llamadas a confluir en la Verdad. Como ambas facultades son obra de Dios, si los planteamientos de la razón humana eran correctos, no podían diferir de aquellos que procedían de la fe. De este modo, filosofía y teología son disciplinas complementarias. La filosofía ayuda a la teología demostrando que los misterios de la fe serían comprensibles y explicables por la razón. La teología, por su parte, aportaría conceptos filosóficos nuevos como el de la Creación o la dignidad del ser humano en el orden moral. De acuerdo con esto, las verdades reveladas no serían irracionales sino suprarracionales. 3.3. Averroes Es uno de los máximos representantes de la Península Ibérica y se afana por una interpretación literal del filósofo griego Aristóteles, afirmando la existencia de la Doble Verdad, representada en la religión y la filosofía. Averroes, cordobés y una de las principales figuras de la cultura andalusí, ha obtenido el reconocimiento por ser el filósofo que consagró el triunfo de Aristóteles entre los árabes, a quien procesa una profunda admiración, como lo demuestran sus tres obras en las que comenta los libros del griego, ejerciendo una influencia profunda entre los latinos. En filosofía Aristóteles era el filósofo por excelencia y Averroes el “commentator”, especialmente entre San Agustín y Aristóteles. 3.4. Santo Tomás de Aquino Santo Tomás de Aquino desarrolló una teoría que conjugaba las posibilidades del cristianismo con las ideas aristotélicas, que con el tiempo se convertirán en las ideas oficiales del catolicismo. Dado que la creencia en la existencia de Dios es fundamental para la salvación, Dios la ha dado a conocer a todos los hombres en los textos sagrados y en la fe. Pero Santo Tomás consideró que también podemos conocer la existencia de Dios con las fuerzas de la razón natural. Se llaman “Cinco Vías” a los cinco argumentos que expone en la “Suma Teológica” y que le permiten demostrar su existencia. Estas pruebas (o vías para llegar a su existencia) tienen antecedentes en otros filósofos, particularmente Aristóteles. Las Vías comienzan por la observación de rasgos del mundo que se ofrecen en la experiencia (en este sentido se puede decir que son argumentaciones a posteriori). Dado que la fe afirma que Dios ha creado el mundo, es razonable suponer que en las criaturas podemos encontrar una huella o vestigio cuya correcta comprensión nos ayude a remontarnos a Él como causa. pág. 45 LAS CINCO VÍAS Por el movimiento Punto de partida Principio metafísico Por la subordinación de las causas eficientes los sentidos nos la experiencia encontramos que hay cosas que no en la naturaleza muestran que en muestra que en el las cosas pueden tienen hay una jerarquía el mundo hay mundo sensible existir o no existir conocimiento y de valores o cosas que hay causas (son sin embargo perfecciones cambian eficientes contingentes) obran por un fin todo lo que se no hay nada que mueve es movido sea causa de sí por otro mismo Imposibilidad en la serie de en las causas de las series motores no se eficientes no es hasta el puede seguir posible proceder infinito indefinidamente indefinidamente Término Por el orden del Por los grados Por la universo y la en las contingencia de finalidad interna perfecciones de los seres de los seres los seres naturales Debe haber un Debe existir una Primer Motor no Causa Eficiente movido por nadie Primera CONCLUSIÓN los seres contingentes no tienen el principio de su existencia en sí mismos los cosas que lo perfecto no carecen de puede tener su conocimiento origen en lo solo puede tender imperfecto sino a un fin si alguien sólo en algo aún que entiende las más perfecto dirige Debe existir un Ser absolutamente Necesario Debe existir un Ser Inteligente Debe existir un que dirija a todas Ser Perfectísimo las cosas naturales no es posible la serie indefinida de seres relativamente necesarios DIOS EXISTE 4. Crisis de la Escolástica La Escolástica entra en crisis a partir del siglo XIV cuando se pone en duda el pilar central que daba sustento a todo el sistema y unificaba de común acuerdo a las distintas tendencias existentes en su seno. La síntesis realizada por Santo Tomás parecía perder fuerza y vigencia, pues si nadie, hasta entonces salvo los averroístas, negaba la complementariedad de razón y fe, comenzaba a sostenerse que la razón poseía límites y que estos eran considerablemente más estrechos que los de lo que cabía pensar entonces. El número de proposiciones teológicas indemostrables, siendo esto así, iría desde los Diez mandamientos hasta la misma existencia de Dios. La teología dejaría de ser una ciencia al verse incapaz de resolver cuestiones fundamentales. Pasando a ser un conjunto de saberes prácticos que, aunque no poseyeran carácter científico, conducirían a la persona a la salvación de su alma. pág. 46 Los caminos de la teología y la filosofía comienzan entonces a separarse progresivamente, no tanto por un desprecio por lo teológico sino, más bien al contrario, por un respeto reverencial a todo lo que tuviera que ver con este ámbito. Se pretende segregar la teología de las demás disciplinas por el valor supremo otorgado a la fe, pues esta disciplina podía quedar contaminada por otro saber de raíces precristianas como era la filosofía. Mientras los teólogos desechan el racionalismo por una completa inclinación hacia lo revelado, los filósofos volcarán su atención en la ciencia y la naturaleza, tendencia que se mantendrá y reforzará durante la siguiente centuria, hasta desembocar en la revolución intelectual que dará lugar al Renacimiento y, dentro del contexto de esta nueva etapa, a la Reforma de la Iglesia . 5. Panorama de la Filosofía Moderna El Renacimiento, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV, se considera como el inicio de la filosofía moderna. El pensamiento renacentista se desarrolló principalmente durante los siglos XV y XVI, aunque se prolongó hasta los primeros años del siglo XVII. A pesar de que el valor filosófico del humanismo renacentista sea objeto de discusión, este período parece significar al menos una clara transición hacia la Modernidad. Junto con la constitución de la nueva ciencia (Copérnico, Brahe, Kepler, y Galileo) y la Reforma protestante (Lutero, Calvino,…), significa el inicio del camino que recorrerá la filosofía a lo largo de la Edad Moderna. Además del retorno a las corrientes filosóficas de la Antigüedad, el pensamiento renacentista destacó por sus aportaciones a la filosofía de la naturaleza (Giordano Bruno, por ejemplo) y a la filosofía política (Maquiavelo, Tomás Moro, Campanella y Hugo Grocio). Después del Renacimiento, y notablemente influidas por la Revolución científica (culminada por Newton), las dos corrientes filosóficas principales fueron el racionalismo (Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz) y el empirismo (Hobbes, Locke, Berkeley y Hume). Con ellas los problemas del origen y los límites del conocimiento y la reflexión sobre el método adquieren especial relevancia. Frente a la confianza del racionalismo en el poder de la razón para alcanzar un seguro conocimiento metafísico a partir de las ideas innatas y según el método deductivo propio de la matemática, el empirismo estableció la experiencia como origen y límite insuperable del conocimiento, lo cual condujo a la defensa de un escepticismo moderado por parte de Hume. Como consecuencia de la evolución de la ciencia y del desarrollo del pensamiento durante los siglos XVI y XVII, en el siglo XVIII se consolidó la denominada Ilustración (Montesquieu, Voltaire, Diderot, d’Alembert, y Rousseau). La Ilustración es un movimiento ideológico basado en la confianza en la razón y en la crítica de toda ideología ajena a ella. El siglo XVIII se llama «Siglo de la Razón» o «Siglo de las Luces», porque los filósofos pretendieron iluminar mediante la razón tanto los aspectos de la realidad natural como los relativos a la vida social y política. Para ello fomentaron el espíritu crítico frente la ignorancia, la tradición, los prejuicios, la superstición, la religión y toda autoridad sin fundamento racional; asimismo, confiaron en el poder de la razón para lograr el progreso histórico que condujese a la felicidad. Además de su contribución al pensamiento ilustrado, el idealismo trascendental de Kant intentará superar el antagonismo entre el racionalismo y el empirismo con su interpretación del conocimiento como síntesis de la sensibilidad y el entendimiento. La conclusión de la crítica kantiana de la razón es que, si bien la ciencia es posible, los grandes objetos de la metafísica racionalista son pág. 47 inaccesibles para la razón teórica. Con ello Kant pretendió fundamentar la física newtoniana evitando el escepticismo de Hume y determinar los límites del conocimiento de modo que la ciencia dejase sitio tanto a la moral como a una fe racional. Así, en el ámbito de la ética, intenta una fundamentación racional y no religiosa de la moral que se aleja del emotivismo de la corriente empirista, manteniendo, sin embargo, la confianza en la razón propia de la Ilustración. Aunque la filosofía de Kant negaba la posibilidad de la metafísica como ciencia, provocó, sin embargo, el resurgir del pensamiento especulativo en Alemania durante el primer tercio del siglo XIX con el progresivo desarrollo del idealismo alemán (Fichte, Schelling y Hegel). A partir de la crítica de la noción kantiana de nóumeno o cosa en sí, los idealistas alemanes afirmaron que lo Absoluto es el Sujeto o Espíritu o Razón y, por ello, puede conocerse a sí mismo. Con ello intentaron superar la finitud del conocimiento impuesta por Kant. No obstante, según algunos estudiosos, esta corriente filosófica constituye ya el inicio de la filosofía contemporánea. 6. El Renacimiento y la revolución científica 6.1. El Renacimiento El Renacimiento es una época histórica que, en general, abarca los siglos XV y XVI, si bien sus raíces se encuentran en la crisis de la sociedad medieval que tuvo lugar en el siglo XIV. En el ámbito de la política, se consolidaron las monarquías nacionales y la separación de los poderes papal y político. En cuanto a la religión, el principal acontecimiento fue la Reforma protestante promovida por Lutero, Calvino y Zwinglio, y la consiguiente pérdida de la unidad religiosa europea. Fueron también muy relevantes los avances técnicos —entre los que destaca la invención de la imprenta— y los importantísimos descubrimientos geográficos, como el descubrimiento de América por Colón. Aunque el Renacimiento se caracteriza, en general, por adoptar una actitud antropocéntrica frente a teocentrismo medieval, es un periodo durante el cual se dieron tendencias muy diversas, entre las que destacan, aparte de las distintas corrientes escolásticas vigentes en las universidades y de la notable figura de Nicolás de Cusa, el Humanismo, la filosofía política, la filosofía de la naturaleza, la filosofía de la ciencia y, sobre todo, el nacimiento de la ciencia moderna. El Humanismo renacentista se caracteriza por su admiración respecto de los autores clásicos grecolatinos, estudiados en sus propias lenguas desde una perspectiva distinta a la medieval. De hecho, durante esta época renacieron las distintas escuelas clásicas de la Antigüedad: principalmente, el platonismo y el aristotelismo, pero también el escepticismo y el epicureísmo. En la filosofía política renacentista se pueden distinguir distintas corrientes. Quizás el pensador más interesante sea Maquiavelo, partidario de un realismo político que, en cierto modo, justifica la independencia de la política respecto de la moral con el fin de garantizar el poder absoluto del monarca. En el extremo opuesto, se encuentran las utopías políticas propuestas por Tomás Moro, Francis Bacon y Campanella. En tercer lugar, no hay que olvidar la defensa de un derecho de gentes o internacional por parte de Francisco de Vitoria, ni tampoco el iusnaturalismo de Hugo Grocio. En el campo de la filosofía de la naturaleza, el principal pensador fue, sin duda alguna, Giordano Bruno, partidario del panteísmo, el heliocentrismo, la infinitud del Universo y una pág. 48 concepción orgánica de éste como una animal dotado de alma. Por otra parte, la reflexión filosófica de Francis Bacon no tuvo como objeto la naturaleza, sino más bien el conocimiento de ella, esto es, la ciencia. En este sentido, aunque no influyó directamente en el nacimiento de la ciencia moderna, fue un claro precursor del empirismo moderno posterior por su defensa de la inducción a partir de la experiencia sensible como método científico. 6.2. La ciencia moderna Durante el Renacimiento se desarrolló la ciencia moderna que alcanzó su plenitud en el siglo XVIII con el triunfo de la física de Newton. En general, los principales rasgos de la ciencia moderna son la adopción del heliocentrismo, el mecanicismo, el uso de las matemáticas. Frente al geocentrismo de Ptolomeo, vigente durante toda la Edad Media, Nicolás Copérnico defendió en el siglo XVI el heliocentrismo, lo que constituyó una auténtica revolución en el terreno de la astronomía. Sin embargo, continúo aceptando que los astros han de moverse circularmente. En este mismo siglo, Tycho Brahe realizó numerosas y detalladas observaciones que lo empujaron a adoptar un sistema que combina el ptolemaico y el copernicano. Apoyándose en las observaciones de Brahe, así como en la convicción de que la naturaleza posee un armonioso orden matemático, Johannes Kepler presentó, ya al inicio del siglo XVII, un sistema heliocéntrico en el que se unen neoplatonismo, pitagorismo y observación empírica. Galileo Galilei (1564-1642) fue un científico que combinó la investigación teórica basada en las matemáticas y la observación empírica. Sus primeras observaciones telescópicas de la Luna —con el telescopio construido por él mismo— reforzaron definitivamente el heliocentrismo y contribuyeron a refutar la teoría aristotélica según la cual existe un mundo supralunar superior al sublunar. Aplicando el método hipotético-deductivo y partiendo de la convicción fundamental de que las matemáticas son el instrumento adecuado para comprender la naturaleza, sugirió el principio de inercia, que suponía la superación de las teorías del movimiento antiguas y medievales. Asimismo, propuso el principio de relatividad del movimiento y la ley de la caída los cuerpos. Por otra parte, distinguió entre las cualidades primarias u objetivas de las cosas reales y las cualidades secundarias o subjetivas, distinción que influyó notablemente en la ontología y la epistemología modernas. Todos estos planteamientos, además de significar una negación de la física aristotélica, le condujeron a ser condenado por la Iglesia, pues ésta consideraba que también se oponían a las Escrituras. Sin embargo, Galileo pensaba que la ciencia y la fe no podían entrar en conflicto, pues tratan de ámbitos distintos. A su juicio, «la intención del Espíritu Santo, que inspira la Escritura, consiste en enseñar cómo ir al cielo, y no cómo va el cielo». Además, pensaba que aceptar el testimonio de los sentidos era una actitud mucho más aristotélica que rechazarlos por contradecir la física de Aristóteles. La culminación de la revolución científica iniciada por Copérnico fue la física de Isaac Newton (1642-1727), quien, además de las tres leyes que llevan su nombre—el principio de inercia, la ley de fuerza, y la ley de acción y reacción—, formuló la ley de la gravitación universal: dos cuerpos se atraen en con una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de su distancia. De este modo, Newton unificó y sistematizó la física moderna. Por otra parte, su defensa contra Leibniz del espacio y el tiempo absolutos, influyó notablemente en el desarrollo de la filosofía moderna, sobre todo en Kant. pág. 49 Tema4.RenéDescartes:Laconquistadelaverdadfilosófica medianteelusodelarazón 1. Introducción Descartes nació en 1596 y murió en 1650. Escribió numerosas obras tanto filosóficas como científicas. Entre todas ellas destacan el “Discurso del método” y las “Meditaciones metafísicas”. Este pensador francés es considerado como el fundador de la filosofía moderna y, más concretamente, del racionalismo. Además de su obra filosófica, creó la geometría analítica y contribuyó al desarrollo de la física mecanicista, aunque muchas de sus teorías no fuesen posteriormente aceptadas. Su filosofía parte del hundimiento de la escolástica medieval y del nacimiento de una nueva ciencia con la revolución científica. En cierto modo, su sistema filosófico es un intento de fundamentarla filosóficamente. Así pues, la búsqueda cartesiana de la verdad tiene su origen en la crisis intelectual y cultural que supuso el abandono de los sistemas filosóficos medievales y de la cosmología aristotélica. Ante esa situación favorable al escepticismo y a la duda, Descartes se propuso descubrir un fundamento absoluto sobre el que apoyar todo el conocimiento, es decir, una filosofía primera. Como la filosofía escolástica le decepcionó profundamente, decidió emprender la tarea de reconstruir el sistema del saber sobre fundamentos sólidos únicamente con el uso adecuado de la razón. El motivo de este proyecto es que Descartes concibe el saber humano como un árbol que tiene como raíz a la metafísica, como tronco a la física y cuyas ramas son las demás ciencias y artes (medicina, mecánica, moral, etc.). Por esta razón, resulta totalmente necesario elaborar una filosofía primera o metafísica sobre la cual se funden el resto de las ciencias de modo que el saber humano constituya un sistema dotado unidad cuyo modelo de saber sean las matemáticas. Árbol del conocimiento: Metáfora utilizada por Descartes para mostrar la unidad del saber humano y la dependencia de todos los conocimientos respecto de la metafísica. Carácter unitario de la razón: Tesis cartesiana según la cual la razón es una y siempre la misma independientemente del tipo de objetos que conozcamos con ella. Carácter matemático del Racionalismo: Rasgo del racionalismo moderno consistente en proponer como modelo de racionalidad el ejercicio de la razón que encontramos en las matemáticas. 2. Epistemología y Metafísica: el conocimiento de la realidad 2. 1. Las reglas del método Para la construcción de dicho sistema filosófico Descartes considera de gran importancia usar el método adecuado con el fin de dirigir bien la razón y conocer así la verdad sin caer en errores. Sin un método que nos permita el descubrimiento de la verdad y nos salve del peligro de aceptar lo falso como verdadero no es posible asumir dicha tarea. Por ello, el primer paso es la elaboración de un buen método: el método de la filosofía ya que la lógica aristotélica y la matemática no están libres de pág. 50 defectos. Los silogismos, por ejemplo, no sirven para descubrir la verdad, sino tan sólo para exponer lo ya contenido en las premisas. Es necesario, por tanto, un nuevo método que carezca de fallos y sólo posea ventajas. En el “Discurso del método”, Descartes propone las cuatro reglas esenciales del método que adopta: regla de la evidencia manda no admitir como verdadero aquello que no se conoce con evidencia, es decir, con claridad y distinción; regla del análisis establece que se ha dividir todo problema en sus partes más simples; regla de la síntesis ordena conducir ordenadamente el pensamiento desde lo simple hasta lo compuesto; regla de la enumeración aconseja enumerar y revisar todos los pasos para comprobar que no se ha omitido nada ni cometido ningún error. Los únicos modos de conocimiento válidos son, pues, la intuición o conocimiento inmediato de las naturalezas simples y la deducción del resto de las verdades a partir de dicho conocimiento. Es evidente, pues, que el modelo en el que se inspira el método cartesiano es el método matemático, del que Descartes admira el orden necesario de sus razonamientos deductivos fundados en unas primeras verdades evidentes. Reglas del Método: Conjunto de reglas propuestas por Descartes cuyo cumplimiento garantiza la adquisición de conocimiento evidente. Criterio de verdad (o de evidencia): criterio que nos permite decidir la verdad de nuestras creencias: son verdaderas aquellas proposiciones evidentes, es decir, las proposiciones “claras y distintas”. 2.2. La duda metódica El sistema del saber debe fundamentarse, por tanto, en verdades primeras absolutamente evidentes. Así que han de rechazarse todas las opiniones cuya verdad no sea absolutamente segura. Para eliminar toda opinión que no sea evidente ni se deduzca de otra que sí lo sea, Descartes somete todas las creencias al proceso de la duda metódica. Ésta consiste en examinar todas las creencias y rechazar como falsas todas aquellas acerca de las cuales quepa la menor duda. Como este examen no puede aplicarse a cada una de todas las posibles creencias, Descartes propone una serie de argumentos para poner en duda los fundamentos de todas las opiniones en general. Duda metódica (o hiperbólica): Método seguido por Descartes para la comprobación de la verdad de sus creencias y el descubrimiento de una verdad absolutamente indudable. Los rasgos básicos son: metódica, universal, hiperbólica o exagerada, consecuencia de la primera regla del método, tiene vigencia en el tiempo, no descubre nuevas verdades, es teorética y se aplica de forma global. pág. 51 En primer lugar, observa que, puesto que los sentidos nos han engañado alguna vez, pueden engañarnos siempre, y, por consiguiente, no hay que admitir las opiniones basadas en ellos; asimismo, tampoco hay que fiarse de los razonamientos, ya que podemos cometer errores en las inferencias y tomar por argumentos válidos razonamientos que, en realidad, son falacias. En segundo lugar, afirma que la falta de criterios suficientes para distinguir el sueño de la vigilia nos impide aceptar nuestra creencia en la realidad del mundo, porque cabe la posibilidad de tomar lo soñado por la auténtica realidad. Por último, hasta las presuntas verdades matemáticas —que parecen serlo tanto en el sueño como en la vigilia— son puestas en duda, porque sería posible que Dios quisiera que nos equivocásemos o que hubiese un genio maligno que nos engañase haciendo que lo falso nos pareciese verdadero. Así pues, todas las creencias anteriormente admitidas deben ser puestas en duda y rechazarse como si fueran falsas. Hipótesis del genio maligno: hipótesis postulada por Descartes en la duda metódica con la que pone en cuestión los conocimientos aparentemente más seguros, incluidos los matemáticos. El título "Genio maligno" se refiere a un supuesto Dios que nos ha creado imperfectamente para que “nos engañemos siempre aún en las cosas que pensamos conocer mejor”. 2.3. La primera verdad: la existencia del yo La aplicación de la duda metódica conduce, sin embargo, al descubrimiento de una verdad que la resiste, una verdad absolutamente indubitable: «cogito, ergo sum», «pienso, luego existo», «yo pienso, yo existo». Esta verdad, conocida como el cogito, se conoce intuitivamente: capto directamente mi existencia como pensante. Soy consciente de mí pensar, que se me da sin posibilidad alguna de duda: puedo dudar, pero no puedo dudar de que dudo. El cogito es la primera verdad sobre la que debe fundarse todo el sistema del saber. Aunque ya Agustín de Hipona había sostenido que si dudaba es que era, la certeza de la propia existencia como pensante es valorada por Descartes de distinto modo. Se trata de la transparencia del yo para sí mismo, la inmediatez de la autoconciencia. La verdad indubitable del cogito se conoce con claridad y distinción. Por consiguiente, la claridad y la distinción deben ser el criterio de certeza, de acuerdo con el cual ha de aceptarse como verdadero sólo lo que percibimos con claridad y distinción, es decir, lo que se nos da con absoluta evidencia. Cogito: básicamente significa dos cosas: la mente propia en el acto mismo de pensar y la primera verdad: “pienso, luego existo” (“cogito, ergo sum”) 2.4. La existencia de Dios Tras el descubrimiento del cogito, sólo se sabe con certeza que existen el yo y sus ideas. En relación con estas, hay que distinguir entre su realidad formal y su realidad objetiva, es decir, entre mis actos psíquicos de pensar o ver, por un lado, y, por otro, lo pensado o lo visto. La realidad formal de mis ideas es su existencia como actos mentales míos; mientras que su realidad objetiva consiste en ser imágenes o representaciones de algo distinto de mí. Si bien la realidad formal de mis ideas es pág. 52 indudable, no lo es que lo representado por mis ideas exista formal o realmente. Aparte de actos mentales evidentes para el sujeto, las ideas son a la vez imágenes de algo distinto de él, de modo que el problema es saber si existe fuera de la conciencia aquello que representan. Sin embargo, entre las ideas se encuentra la idea de una sustancia infinita y perfecta, la idea de Dios. No se puede conocer que el conocimiento de que el yo es una sustancia finita e imperfecta — puesto que duda— si no se posee la idea de un ser infinito y perfecto. A partir de la realidad objetiva de dicha idea, Descartes propone tres demostraciones de la existencia de Dios. El primer argumento parte de que la idea innata de Dios representa una sustancia infinita y perfecta. Ahora bien, la causa de la idea de Dios ha de tener tanta realidad formal como la realidad objetiva de esta idea, es decir, como lo representado en dicha idea (una sustancia infinita). Por ello el yo finito e imperfecto no puede ser la causa de la idea de Dios. Luego debe existir un ser infinito del que proceda dicha idea, es decir, es necesario que Dios exista. La segunda prueba afirma que, si yo me hubiera producido a mí mismo, me hubiera hecho perfecto e infinito como la idea que tengo de una sustancia perfecta e infinita; pero, como yo soy finito e imperfecto, la causa de mi existencia tiene que ser una sustancia infinita y perfecta, es decir, Dios. Por último, Descartes sostiene una tercera demostración de la existencia de Dios ya propuesta de otro modo por Anselmo de Canterbury y denominada posteriormente argumento ontológico. Según dicha prueba, la idea Dios representa un ser cuya esencia consiste en la perfección. Puesto que la existencia es una perfección pertenece necesariamente a su esencia. Así pues, necesariamente Dios existe. Esta última prueba parte tan sólo de la idea de Dios y consiste en mostrar que, si el ser perfecto no existiese, sería imperfecto porque le faltaría la existencia, pero, como es imposible que sea perfecto e imperfecto, tiene que existir necesariamente. De estas demostraciones de la existencia de Dios se desprende que la idea de Dios es como la «huella» que ha dejado en el hombre al crearlo: la sustancia infinita es la causa de la sustancia finita pensante y de la idea de infinito presente en ella. El yo es, de algún modo, imagen de Dios, y se sabe finito e imperfecto precisamente a la luz de la idea lo infinito y lo perfecto. 2.5. La existencia del mundo En este momento de la argumentación cartesiana, se reconocen como verdaderas tanto la existencia del yo en tanto que cosa que piensa como de Dios. Sin embargo, aún se encuentra puesta en duda la existencia de la realidad externa al yo. El siguiente paso de Descartes es la demostración de la existencia del mundo fundada en la existencia de Dios. Si Dios es veraz, inmutable e infinitamente bueno, no puede permitir que mis facultades me engañen. Ahora bien, como mis facultades me muestran que hay ideas evidentes que parecen proceder de realidades distintas sujeto, deben existir tales cosas. De este modo, Dios garantiza que mis ideas se corresponden con un mundo o realidad fuera de la conciencia Así, para Descartes la existencia de Dios es el verdadero fundamento del criterio de certeza basado en la evidencia, ya que la veracidad de Dios garantiza que las ideas claras y distintas, aquellas acerca de lo que no es posible la duda por resultar evidentes, sean verdaderas. pág. 53 Ahora bien, las ideas parecen ser de tres clases distintas: las ideas adventicias son aquellas que parecen provenir de la experiencia externa, las facticias son aquellas que construidas por mí mismo a partir de otras ideas, y las innatas son ideas que no proceden de la experiencia externa ni las he construido yo mismo, sino que las encuentro en mí mismo nacidas junto con mi conciencia. Pues bien, todas las ideas que poseen claridad y distinción son, en realidad, innatas, esto es, han sido impresas por Dios en el alma, de modo que queda garantizada su verdad. Por otra parte, las conexiones entre las ideas innatas son verdades que, si bien son necesarias para todo ser racional, dependen enteramente de la voluntad de Dios, absolutamente libre y omnipotente. En cuanto a los errores que cometemos, no son causados por Dios, sino que tienen su origen en el mal uso de la voluntad libre que presiona al entendimiento para que acepte como verdadero lo que no se presenta con evidencia. La causa del error se encuentra en el ejercicio indebido de la voluntad que, en lugar de someterse al entendimiento, lo fuerza a juzgar equivocadamente. 2.6. La sustancia y sus clases Las ideas que poseemos son ideas de sustancias, atributos y modos. La sustancia es, según Descartes, aquello que existe por sí mismo y no necesita ninguna otra cosa para existir. Una vez que este filósofo ha demostrado tanto la existencia de Dios como la existencia del mundo física, queda claro que hay tres clases de sustancias: la sustancia infinita o Dios, las sustancias finitas pensantes o almas (res cogitans), las sustancias finitas extensas o cuerpos (res extensa). Dios, alma y mundo son, pues, las tres clases de realidad existentes. Lo que existe por sí mismo es la sustancia y su esencia es definida por sus atributos o propiedades esenciales: finitud o infinitud, pensamiento o extensión. Por otra parte, cada una de estos posee también sus correspondientes modos o características no esenciales, como, por ejemplo, el movimiento o el tamaño en el caso de los cuerpos y las distintos tipos de pensamiento en el de los espíritus. En sentido estricto, observa Descartes, la única sustancia es Dios, porque las sustancias finitas necesitan permanentemente de Él para existir, siendo, pues, la creación es continua. 2.7. La física cartesiana: la naturaleza de los cuerpos La física cartesiana se deriva de su filosofía primera y tiene como objeto las sustancias extensas. El único atributo real de la materia es la extensión, porque el resto de las propiedades (color, sabor, olor, etc) son subjetivas. La extensión y los modos relacionados con ella (figura, movimiento, etc.) son cualidades primarias; en cambio, las otras propiedades (gustativas, olfativas, etc), son cualidades secundarias. Es decir, la extensión y sus modos existen objetivamente, mientras que el resto de las propiedades sólo existen en el sujeto. Así, el mundo material ―incluidoselvegetal y el animal y el cuerpo humano, pura res extensa― es como una máquina sometida a las leyes del movimiento: conservación, inercia y movimiento rectilíneo. Por consiguiente, la física cartesiana es pág. 54 claramente mecanicista y considera real aquello que, en último término, es objeto de las matemáticas. 3. Antropología: el ser humano 3.1. El dualismo cartesiano El yo es, según Descartes, una res cogitans, es decir, una sustancia pensante. Soy una cosa que piensa, una cosa independiente del cuerpo, que no necesita de otra cosa para existir. Puedo dudar de la existencia de mi cuerpo, pero no puedo dudar de mi existencia, de la existencia de mí mismo en cuanto pienso. Esto significa que puedo pensarme como existiendo sin necesidad de ninguna otra cosa y que, por tanto, soy una sustancia cuyo atributo esencial es ser pensante. Además, el alma, res cogitans, es autónoma respecto del cuerpo y, por ello, no está sometida a leyes que regulan el comportamiento de las sustancias extensas. El alma y cuerpo son, pues, dos sustancias claramente distintas, porque, por ejemplo, el alma es indivisible, mientras que el cuerpo siempre se puede descomponer en partes. Descartes defiende, pues, es un dualismo antropológico radical. No obstante, el ser humano es, por tanto, la unión de un alma (res cogitans) y un cuerpo (res extensa) que interactúan entre ellos. El problema al que se enfrenta Descartes es explicar cómo dos sustancias tan distintas, una inextensa y la otra extensa, pueden relacionarse entre ellas, cómo es posible que estas dos clases de realidades mantengan una relación recíproca de causa y efecto. Según Descartes, esta relación o contacto se produce en la glándula pineal, aunque, por otra parte, acaba reconociendo que se trata de un hecho evidente, pero inexplicable. 3.2. Las clases de pensamiento Descartes entiende por pensar toda clase de actos mentales como, por ejemplo, sentir, recordar, imaginar, concebir o desear. Sin embargo, las clases de pensamientos se pueden reducir esencialmente a tres. En primer lugar, se encuentran las ideas en sentido estricto, que son meras representaciones. El segundo tipo de actos mentales son los juicios, en los cuales reside propiamente la verdad. Finalmente, la tercera clase de fenómenos psíquicos son los apetitos o afectos. En cuanto a las facultades del alma, Descartes parece reducirlas, en último término, al entendimiento y la voluntad. 3.3. El libre albedrío El hecho de la voluntad humana sea libre es, a juicio de Descartes, absolutamente evidente. A su juicio, la libertad no consiste en la indiferencia de la voluntad ante todas las alternativas ni en la elección arbitraria, sino en que la voluntad elija lo propuesto por entendimiento como bueno y verdadero. Así pues, la voluntad debe someterse al entendimiento. Aunque el libre albedrío se trate de un hecho que no necesite demostración, su condición de posibilidad es que el alma no es extensa y, por consiguiente, es independiente respecto a las leyes que rigen el comportamiento de los cuerpos. 4. La Ética 4.1. La moral provisional Descartes estableció una «moral provisional» con el fin de guiar su vida hasta que dedujese los principios morales fundados en su sistema metafísico. Se trata, por tanto, de un conjunto de reglas pág. 55 provisionales útiles para dedicarse a la búsqueda de la verdad mientras no se conozcan las normas morales absolutamente evidentes, si bien es cierto que confirmó a lo largo de su vida la utilidad de su moral provisional. La primera regla de dicha moral provisional es obedecer a las leyes y costumbres del país en que se vive para poder pasar inadvertido. La segunda consiste en ser firme en las resoluciones tomadas una vez que se han adoptado a pesar de que inicialmente fuesen dudosas. El tercer precepto aconseja vencerse a uno mismo y modificar los propios deseos en vez de querer cambiar la realidad y la fortuna. Por último, como conclusión de esta moral, Descartes confirma que la mejor ocupación es dedicarse al cultivo de la razón y el conocimiento de la verdad. 4.2. Las pasiones A fin de liberarse de la tiranía de las pasiones y someter la voluntad al entendimiento, hay que tener en cuenta que, mientras que las acciones son las decisiones y conductas que dependen de la voluntad, las pasiones proceden del cuerpo y, en consecuencia, son involuntarias aunque afecten al alma. Si bien no es necesario suprimir totalmente las pasiones, éstas deben ser dominadas por la razón de modo que el hombre se mantenga dueño de sí mismo. Ahora bien, como las pasiones no dependen de nuestra voluntad, han de gobernarse indirectamente mediante los pensamientos que a su vez las favorecen o atenúan. Además, recomienda la pasión y la virtud de la generosidad, que estriba en ser conscientes de que nada nos pertenece salvo lo que depende de nuestra voluntad, no desear nada que no esté en nuestras manos, y hacer siempre lo que se considera mejor. Se trata, pues, de una actitud semejante a la magnanimidad. pág. 56 pág. 57 5. Textos de R. Descartes para Selectividad. Discurso del método II y IV (Trad. G. Quintas Alonso) Segunda parte Me encontraba entonces en Alemania, país al que había sido atraído por el deseo de conocer unas guerras que aún no habían finalizado. Cuando retornaba a la armada después de haber presenciado la coronación del emperador, el inicio del invierno me obligó a detenerme en un cuartel en el que, no encontrando conversación alguna que distrajera mi atención y, por otra parte, no teniendo afortunadamente preocupaciones o pasiones que me inquietasen, permanecía durante todo el día en una cálida habitación donde disfrutaba analizando mis reflexiones. Una de las primeras fue la que me hacía percatarme de que frecuentemente no existe tanta perfección en obras compuestas de muchos elementos y realizadas por diversos maestros como existe en aquellas que han sido ejecutadas por uno solo. Así, es fácil comprobar que los edificios emprendidos y construidos bajo la dirección de un mismo arquitecto son generalmente más bellos y están mejor dispuestos que aquellos otros que han sido reformados bajo la dirección de varios, sirviéndose para ellos de viejos cimientos que habían sido levantados para otros fines. Así sucede con esas viejas ciudades que, no habiendo sido en sus inicios sino pequeños burgos, han llegado a ser con el tiempo grandes ciudades. Estas generalmente están muy mal trazadas si las comparamos con esas otras ciudades que un ingeniero ha diseñado según le dictó su fantasía sobre una llanura. Pues si bien considerando cada uno de los edificios aisladamente se encuentra tanta belleza artística o aún más que en las ciudades trazadas por un ingeniero, sin embargo, al comprobar cómo sus edificios están emplazados, uno pequeño junto a uno grande, y cómo sus calles son desiguales y curvas, podría afirmarse que ha sido la casualidad y no el deseo de unos hombres regidos por una razón la que ha dirigido el trazado de tales planos. Y si se considera que siempre han existido oficiales encargados del cuidado de los edificios particulares, con el fin de que contribuyan al ornato público, fácilmente se comprenderá cuán difícil es, trabajando sobre otras realizadas por otros hombres, analizar algo perfecto. De igual modo, me imaginaba que los pueblos que a partir de un estado semisalvaje han evolucionado paulatinamente hacia estados más civilizados, elaborando sus leyes en la medida en que se han visto obligados por los crímenes y disputas que entre ellos surgían, no están políticamente tan organizados como aquellos que desde el momento en que se han reunido han observado la constitución realizada por un prudente legislador. Es igualmente cierto que el gobierno de la verdadera religión, cuyas leyes han sido dadas únicamente por Dios, está incomparablemente mejor regulado que cualquier otro. Pero, hablando solamente de los asuntos humanos, pienso que si Esparta fue en otro tiempo muy floreciente no se debió a la bondad de cada una de sus leyes, pues muchas eran verdaderamente extrañas y hasta contrarias a las buenas costumbres, sino a que fueron elaboradas por un solo hombre, estando ordenadas a un mismo fin. De igual modo, juzgaba que las ciencias expuestas en los libros, al menos aquellas cuyas razones solamente son probables y que carecen de demostraciones, habiendo sido compuestas y progresivamente engrosadas con las opiniones de muchas y diversas personas, no están tan cerca de la verdad como los simples razonamientos que un hombre de buen sentido puede naturalmente realizar en relación con aquellas cosas que se presentan. pág. 58 Y también pensaba que es casi imposible que nuestros juicios puedan estar tan carentes de prejuicios o que puedan ser tan sólidos como lo hubieran sido si desde nuestro nacimiento hubiésemos estado en posesión del uso completo de nuestra razón y nos hubiéramos guiado exclusivamente por ella, pues como todos hemos sido niños antes de llegar a ser hombres, ha sido preciso que fuéramos gobernados durante años por nuestros apetitos y preceptores, cuando con frecuencia los unos eran contrarios a los otros y, probablemente, ni los unos ni los otros nos aconsejaban lo mejor. Verdad es que jamás vemos que se derriben todas las casas de una villa con el único propósito de reconstruirlas de modo distinto y de contribuir a un mayor embellecimiento de sus calles; pero si se conoce que muchas personas ordenan el derribo de sus casas para edificarlas de nuevo y también se sabe que en algunas ocasiones se ven obligadas a ello cuando sus viviendas amenazan ruina y cuando sus cimientos no son firmes. Por semejanza con esto me persuadía de que no sería razonable que alguien proyectase reformar un Estado, modificando todo desde sus cimientos, y abatiéndolo para reordenarlo; sucede lo mismo con el conjunto de las ciencias o con el orden establecido en las escuelas para enseñarlas. Pero en relación con todas aquellas opiniones que hasta entonces habían sido creídas por mí, juzgaba que no podía intentar algo mejor que emprender con sinceridad la supresión de las mismas, bien para pasar a creer otras mejores o bien las mismas, pero después de que hubiesen sido ajustadas mediante el nivel de la razón. Llegué a creer con firmeza que de esta forma acertaría a dirigir mi vida mucho mejor que si me limitase a edificar sobre antiguos cimientos y me apoyase solamente en aquellos principios de los que me había dejado persuadir durante mi juventud sin haber llegado a examinar si eran verdaderos. Aunque me percatase de la existencia de diversas dificultades relacionadas con este proyecto, pensaba, sin embargo, que no eran insolubles ni comparables con aquellas que surgen al intentar la reforma de pequeños asuntos públicos. Estos grandes cuerpos políticos difícilmente pueden ser erigidos de nuevo cuando ya han caído, muy difícilmente pueden ser contenidos cuando han llegado a agrietarse y sus caídas son necesariamente muy violentas. Además, en relación con sus imperfecciones, si las tienen, como la sola diversidad que entre ellos existe es suficiente para asegurar que bastantes la tienen, han sido sin duda alguna muy mitigadas por el uso; es más, por tal medio se han evitado o corregido de modo gradual muchas a las que no se atendería de forma tan adecuada mediante la prudencia humana. Finalmente, estas imperfecciones son casi siempre más soportables para un pueblo habituado a ellas de lo que sería su cambio; acontece con esto lo mismo que con los caminos reales: serpentean entre las montañas y poco a poco llegan a estar tan lisos y a ser tan cómodos a fuerza de ser utilizados que es mucho mejor transitar por ellos que intentar seguir el camino más recto, escalando rocas y descendiendo hasta los precipicios. Por ello no aprobaría en forma alguna esos caracteres ligeros e inquietos que no cesan de idear constantemente alguna nueva reforma cuando no han sido llamados a la administración de los asuntos públicos no por su nacimiento ni por su posición social. Y si llegara a pensar que hubo la menor razón en este escrito por la que se me pudo suponer partidario de esta locura, estaría muy enojado porque hubiese sido publicado. Mi deseo nunca ha ido más lejos del intento de reformar mis propias opiniones y de construir sobre un cimiento enteramente personal. Y si mi trabajo me ha llegado a complacer bastante, al ofrecer aquí el ejemplo del mismo, no pretendo aconsejar a nadie que lo imite. Aquellos a los que Dios ha distinguido con sus dones podrán tener proyectos más elevados, pero me temo, no obstante, que éste resulte demasiado osado para muchos. La resolución de liberarse de pág. 59 todas las opiniones anteriormente integradas dentro de nuestra creencia, no es una labor que deba ser acometida por cada hombre. Por el contrario, el mundo parece estar compuesto principalmente de dos tipos de personas para las cuales tal propósito no es adecuado en modo alguno. Por una parte, aquellos que estimándose más capacitados de lo que en realidad son, no pueden impedir la precipitación en sus juicios ni logran concederse el tiempo necesario para conducir ordenadamente sus pensamientos. Como consecuencia de tal defecto, si en una ocasión se toman la libertad de dudar de los principios que han recibido, apartándose de la senda común, jamás llegarán a encontrar el sendero necesario para avanzar más recto, permaneciendo en el error durante toda su vida. Por otra parte están aquellos que, teniendo la suficiente razón o modestia para apreciar que son menos capaces para distinguir lo verdadero de lo falso que otros hombres por los que pueden ser instruidos, deben más bien contentarse con seguir las opiniones de estos que intentar alcanzar por sí mismos otras mejores. Sin duda alguna habría sido uno de estos últimos si no hubiera conocido más que un solo maestro o no hubiera tenido noticia de las diferencias que siempre han existido entre las opiniones de los más doctos. Pero habiendo conocido desde el colegio que no podría imaginarse algo tan extraño y poco comprensible que no haya sido dicho por alguno de los filósofos; habiendo tenido noticia por mis viajes de que todos aquellos cuyos sentimientos son muy contrarios a los nuestros, no por ello deben ser juzgados como bárbaros o salvajes, sino que muchos de entre ellos usan la razón tan adecuadamente o mejor que nosotros; habiendo reflexionado sobre cuán diferente llegaría a ser un hombre que con su mismo ingenio fuese criado desde su infancia entre franceses o alemanes en vez de haberlo sido entre chinos o caníbales, y sobre todo cómo hasta en las modas de nuestros trajes observamos que lo que nos ha gustado hace diez años y acaso vuelva a producirnos agrado dentro de otros diez, puede, sin embargo, parecernos ridículo y extravagante en el momento presente, de modo que más parece que son la costumbre y el ejemplo los que nos persuaden y no conocimiento alguno cierto; habiendo considerado finalmente que la pluralidad de votos no vale en absoluto para decidir sobre la verdad de cuestiones controvertibles, pues más verosímil es que solo un hombre las descubra que todo un pueblo, no podía escoger persona alguna cuyas opiniones me pareciesen que debían ser preferidas a las de otra y me encontraba por todo ello obligado a emprender por mí mismo la tarea de conducirme. Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz. Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no se pág. 60 refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia. El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda. El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente. El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros. Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada. Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han establecido algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no llegué a tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que comúnmente se conocen como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían pág. 61 para hacer más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente, habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria, opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante algunas cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los procedimientos de la otra. Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones, tratadas por estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen, habiendo comenzado por las más simples y más generales, siendo, a la vez, cada verdad que encontraba una regla útil con vistas a alcanzar otras verdades, no solamente llegué a concluir el análisis de cuestiones que en otra ocasión había juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la Aritmética. Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome prevenido de que sus principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba alguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto que era lo más importante en el mundo y se trataba de un tema en el que la precipitación y la prevención eran los defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la que se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más. pág. 62 Cuarta parte No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba. Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es. Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos distintamente. A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, pág. 63 comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mí, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mí. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios. A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con libertad los términos de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mí mismo todo lo poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mí mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mí mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando que toda composición indica dependencia y que ésta es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección de Dios al estar compuesto de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas inteligencias u otras naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento. Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en su objeto, pág. 64 repasé algunas de las demostraciones más simples. Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría. Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una gran dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma, es el que jamás elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto habituados a no considerar cuestión alguna que no sean capaces de imaginar (como de pensar propiamente relacionado con las cosas materiales), que todo aquello que no es imaginable, les parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima que los mismos filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la cual nada hay en el entendimiento que previamente no haya impresionado los sentidos. En efecto, las ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y me parece que los que desean emplear su imaginación para comprenderlas, hacen lo mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los sonidos o sentir los olores. Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese. En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios. Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfección pág. 65 proceda de la nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas. Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo, que algún geómetra lograse alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en relación con el error más común de nuestros sueños, consistente en representamos diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos como sucede a aquellos que padecen de ictericia que todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen. Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos. 6. Vocabulario de Descartes Álgebra: Parte de las matemáticas, en la que los números, en cuanto realidad matemática, son sustituidos por letras, que se relacionan por medio de las operaciones básicas de la aritmética. El lenguaje algebraico es mucho más conciso y potente que el aritmético, porque opera con símbolos que se refieren no sólo a números sino a magnitudes, ya sean aritméticas o geométricas. Alma: Sustancia pensante (res cogitans). Es una de las partes que compone al ser humano, junto con el cuerpo, pero totalmente diferente y más importante que éste. Su propiedad esencial o atributo es el pensamiento, que se concreta en dos modos generales, la percepción y la determinación. Lo propio de la percepción es concebir, imaginar o sentir. Lo propio de la determinación es desear, odiar, afirmar, negar o dudar. Análisis: En Descartes se puede entender de dos maneras: como proceso del pensamiento y como parte de las matemáticas. Como proceso del pensamiento consiste en la descomposición de un problema o una cuestión en sus partes más simples. Constituye la segunda regla del pág. 66 método. En cuanto parte de las matemáticas o análisis de los geómetras, se refiere al método que usaron los matemáticos griegos para estudiar las diversas relaciones geométricas. "Análisis" y "álgebra" son dos nombres (griego el primero y árabe el segundo) que designan el mismo campo de las matemáticas. Por su mala notación numérica los griegos no pudieron desarrollar el lenguaje algebraico y se fijaron en las figuras geométricas. Apetito: Término heredado de la escolástica, que significa inclinación hacia algo propia de seres que poseen el conocimiento. Se diferencia de deseo, en cuanto éste expresa un movimiento más violento y apasionado. Hay dos clases de apetitos: el apetito sensible o sensualidad y el apetito inteligible, que es la voluntad en cuanto movida por el entendimiento. Arte: Equivale al término griego tejne. En sentido general significa virtud o habilidad para hacer o producir algo. Esta habilidad puede ser manual o intelectual, llegando con este segundo significado a incluir a la ciencia. En la Edad Media el término "arte", tal como se usó en la frase "artes liberales", tuvo el significado de saber. Certeza, cierto: La certeza es el estado firme de la mente que me asegura el conocimiento de la verdad. Se diferencia de "verdad" en que la certeza es un estado subjetivo. En Descartes la certeza se caracteriza por la claridad y la distinción. En el texto se distinguen dos clases de certeza: certeza metafísica y certeza moral. La certeza metafísica es una certeza absoluta; la certeza moral es una certeza probable. Ciencia: Modo de conocimiento que, mediante un lenguaje y unas reglas rigurosas, es capaz de formular principios, leyes y teorías verdaderas. Descartes toma a las matemáticas como modelo de ciencia y de ella coge su ideal deductivo. Circunspección: Prudencia ante las circunstancias para comportarse con moderación. Claridad, claro: Según Descartes, "entiendo que es claro aquel conocimiento que es presente y manifiesto a un espíritu atento, tal y como decimos que vemos claramente los objetos cuando, estando ante nosotros, actúan con bastante fuerza y nuestros ojos están dispuestos a mirarlos" (Los principios de la filosofía). Concebir: Formar una idea, elaborar un concepto. Confusión, confuso: Es lo contrario de distinto. Se aplica a todo conocimiento que no está perfectamente definido o delimitado. Conocimiento, conocer: Conocer es averiguar por medio del entendimiento la naturaleza de las cosas, lo que son las cosas. Continuo: Es aquello que puede dividirse ilimitadamente, que admite una divisibilidad infinita. Una cosa continua es una cosa llena. Aplicado al espacio, un espacio continuo es un espacio lleno, que no admite el vacío. Cosa (res): Todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual. En Descartes cosa (res) se identifica con sustancia. Cosa alguna material: Lo material en Descartes se reduce a extensión, es decir, a aquello que puede ser medido y expresado geométricamente. La materia en Descartes está llena, no existe el vacío. Creencia, creer: Creer es tener por cierta una cosa que no está comprobada o demostrada. Creencia es el asentimiento o conformidad con algo. Cuerpo: Objeto material que se caracteriza por poseer las tres dimensiones principales, longitud, altura y profundidad. Descartes lo define así: "entiendo por cuerpo todo aquello que puede estar delimitado por una figura, estar situado en un lugar y llenar un espacio de suerte que todo otro cuerpo quede excluido" (Meditaciones Metafísicas). El cuerpo es sustancia pág. 67 extensa (res extensa). El cuerpo es una de las partes que componen al hombre junto con el alma, aunque totalmente distinto de ésta. Deducir, deducción: La deducción es un tipo de razonamiento que parte de premisas, que si son verdaderas, la conclusión obtenida tiene que ser también verdadera. Está concebida como la segunda opración de la razón en el proceso del conocimiento Demostración: Es una argumentación mediante la cual se obtiene una conclusión a partir de premisas ciertas. En Descartes y el racionalismo en general la demostración se entiende como relación principio-consecuencia, o sea, como deducción. Distinción, distinto: Una de las notas definitorias de la evidencia. Según Descartes "es distinto aquel conocimiento que es en modo tal separado y distinto de todos los otros, que sólo comprende en sí lo que manifiestamente aparece a quien lo considera como es preciso" (Los principios de la filosofía). Un conocimiento distinto es un conocimiento perfectamente delimitado y diferenciado de los demás. Dios: Sustancia infinita. Según Descartes, "llamamos Dios a la substancia que entendemos supremamente perfecta, y en la cual nada concebimos que incluya defecto alguno, o limitación de la perfección" (Segundas Respuestas. Def. VIII). El Dios cartesiano es un Dios filosófico, visto desde una perspectiva puramente racional; de ahí que describa su naturaleza con los atributos de infinitud, eternidad, inmutabilidad, omnisciencia y omnipotencia. En Descartes Dios cumple dos funciones: garantiza tanto la existencia real del mundo, como la verdad de nuestros conocimientos, de nuestras ideas. Duda, dudar: La duda es vacilación, irresolución. La duda es la indecisión ante una creencia o conjunto de creencias. La duda puede ser de tres tipos: duda vital, duda escéptica y duda metódica. La duda escéptica es una duda como actitud, que es la de aquellos que consideran que no puede alcanzarse la verdad. La duda vital es una duda concreta, que se nos plantea con frecuencia ante las diversas alternativas entre las que tenemos que elegir. La duda metódica es sólo un procedimiento para llegar a la verdad. La duda cartesiana es una duda metódica y se constituye en el fundamento del método. Entendimiento: Facultad de conocimiento, cuya función es la percepción clara y distinta. El entendimiento humano es pasivo y finito. Es pasivo, porque se limita a percibir los objetos que se le presentan. Es finito porque no puede ir más allá de esos objetos. Error: Concepto equivocado o juicio falso. Desacuerdo entre el juicio y la cosa juzgada. Para Descartes el error no se encuentra en el mismo juicio, sino en el acto de la voluntad, que, en cuanto afirma o niega, se pronuncia sobre el juicio. La voluntad es la responsable del error, que se produce cuando ésta transgrede los límites del entendimiento. Escéptico: Es aquel que considera que no hay ningún conocimiento firme, ni puede haber ninguna opinión totalmente segura. En la Edad Moderna el escepticismo es una postura sobre la posibilidad o más bien la imposibilidad del conocimiento. El sujeto no puede captar nunca el objeto o lo capta de forma relativa y cambiante. Esencia: Lo que es una cosa. En Descartes aparece como sinónimo de naturaleza. Espíritu: Se entiende como opuesto a materia. El espíritu designa una realidad que no es material, ni orgánica, ni corporal. Está relacionado con el término "alma", pero tiene un significado más dinámico, porque se refiere al conjunto de actividades mentales, en cuanto diferentes de las actividades corporales. Evidencia: Criterio de verdad de la filosofía cartesiana. lO evidente es lo indudable, aquella verdad cierta y segura. Captación de la verdad a través de una "simple" (directa) inspección de pág. 68 la mente. Esta "simple inspección" de la mente equivale a una intuición. La evidencia cartesiana es una evidencia intelectual, no empírica. Existir, existencia: Se refiere a aquello que está ahí, en la realidad, a aquello que es real. Existencia se contrapone a esencia. Mientras que la esencia es universal y puede expresarse en una definición, la existencia es algo concreto. Extensión, extenso: La extensión es la capacidad para ocupar una parte del espacio. Y dado que el espacio es cualitativamente neutro, decimos que algo es extenso cuando puede dividirse en partes cualitativamente iguales. La extensión es el atributo de la sustancia extensa ('res extensa"). Idea: Aquello en lo que pensamos, el resultado de la actividad de pensar. Cuando la mente piensa, lo que piensa son ideas. Según Descartes "la idea es la misma cosa concebida, o pensada, en cuanto está objetivamente en el entendimiento" (Primeras Respuestas). Las ideas pueden considerarse desde dos aspectos: como actos mentales y como contenidos objetivos de la mente. Como actos mentales todas tienen la misma importancia. Como contenidos de la mente, las ideas se dividen en adventicias, facticias e innatas. Estas últimas son las más importantes, porque sólo ellas son claras y distintas. Ilusión: Imagen o representación que carece de base real. La ilusión viene producida por la imaginación o por un engaño de los sentidos. Imaginación, imaginar, imaginable: La imaginación es una facultad mental que se caracteriza por la producción de imágenes conscientes. El imaginar es un modo del pensamiento junto con sentir o concebir. Infalible: Se dice de alguien que no se equivoca o de algo donde no es posible equivocarse. Infinito: Aquello que no tiene límites. La noción de infinito se puede entender de dos maneras: como infinito potencial y como infinito actual. El infinito en potencia se aplica a aquello que se extiende ilimitadamente, siendo cada una de sus partes limitadas, finitas. El infinito en acto es un infinito absoluto, en el sentido de que no contiene límites en sus perfecciones. Según Descartes sólo a Dios es aplicable esta noción de infinito, porque ni observamos límites en sus perfecciones, ni puede tenerlos. Al mundo sólo es aplicable la noción de infinito en potencia o indefinido. Ingenio: Capacidad humana para discurrir o inventar con prontitud y facilidad. Juicio: En un sentido psicológico, que es el que aparece en el texto, es un proceso mental por el que decidimos conscientemente que algo es de un modo u otro. Es una afirmación sobre la realidad de algo Lógica: Por lógica se suele entender el estudio de las condiciones de la inferencia válida. La inferencia es un proceso que consiste en pasar de la creencia en uno o más enunciados (premisas) a la creencia en un enunciado posterior (conclusión). Las dos clases principales de inferencia son la deducción y la inducción. Las condiciones son las propiedades formales (reglas o leyes) que rigen esa inferencia. La lógica tiene una tradición muy larga. Aunque su uso es anterior entre los filósofos, la lógica se constituye como saber específico con Aristóteles, que la concibe como un medio o instrumento (órganon) del pensamiento. En la Edad Moderna se la considera como un "arte de pensar" (Lógica de Port-Royal) incluyendo en sus contenidos, no sólo el análisis de la estructura de los argumentos (lo que tradicionalmente se ha llamado "lógica formal"), sino otros más relacionados con lo que hoy llamamos "teoría del conocimiento" (o, en terminología tradicional, "lógica material"). En el texto Descartes se refiere a las reglas y preceptos de la lógica formal. pág. 69 Magnitud: Propiedad física que puede ser medida. Máxima: Regla o principio generalmente admitido por todos los que profesan una ciencia o saber. Método: Etimológicamente modo de hacer el camino, y más generalmente, modo de decir o hacer algo con orden. Según Descartes, conjunto de "reglas ciertas y fáciles, cuya exacta observancia permite que nadie tome nunca como verdadero nada falso, y que, sin gastar inútilmente ningún esfuerzo de inteligencia, llegue, mediante un acrecentamiento gradual y continuo de ciencia, al verdadero conocimiento de todo lo que sea capaz de conocer" (Reglas para dirección de la mente. Regla IV). Todo método debe contener un conjunto de reglas o procedimientos que permitan descubrir la verdad. Por un lado, el método se opone al azar, que carece de orden, y por el otro, a la demostración, que no busca descubrir la verdad, sino sólo la razón de por qué algo es verdadero. El método se entiende como descubrimiento, y no como mera exposición. Naturaleza: Es lo que hace que una cosa sea, aquello por lo cual una cosa posee una índole propia suya. Se asemeja a "esencia". Necesidad, necesario: Requisito o condición imprescindible. Noción: Idea o concepto que se tiene de algo, normalmente de carácter básico. Omniperfecto: Totalmente perfecto, sin ninguna imperfección. Es un atributo exclusivo de Dios. Omnisciente: Se dice de quien tiene conocimiento de todas las cosas, reales y posibles. Es un atributo exclusivo de Dios. Opinión, opinar: La opinión es un juicio o parecer sobre algo cuestionable o discutible. La opinión es alee intermedio entre el saber y la duda. En la opinión no hay saber ni tampoco ignorancia, sino un modo particular de afirmación más o menos probable. Pasiones: Son afecciones del alma, algo por lo que el alma se ve afectada y por tanto alterada. Se diferencian de las acciones en que las pasiones son involuntarias y las acciones son voluntarias. Las pasiones proceden de la relación que el alma tiene con el cuerpo. Las dos pasiones más importantes son la alegría y la tristeza. Paralogismo: Razonamiento falso. Pensar, pienso, pensamiento: Según Descartes por pensar "entiendo todo aquello que acontece en nosotros de tal forma que nos damos cuenta inmediatamente de ello; así pues, no sólo entender, querer, imaginar, sino también sentir es considerado aquí lo mismo que pensar" (Los principios de la filosofía). Y en las Meditaciones Metafísicas dice: "¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente". Con el pensamiento Descartes se refiere a toda la actividad mental consciente del sujeto. El pensamiento es el atributo de la sustancia pensante (res cogitans). Perfección, perfecto: Se entiende por perfecto lo que está acabado y completado, de tal manera que no le falta nada, pero tampoco le sobra para ser lo que es. Como consecuencia de lo anterior, lo perfecto será lo mejor en su género, porque no hay nada que lo pueda superar. El concepto griego de perfección implica limitación y, por tanto, finitud. Sólo está acabado lo que está limitado, lo finito. La infinitud se considera imperfección. Precepto: Regla que ha de seguirse en la aplicación de una técnica o método. Precipitación: Lanzarse imprudentemente a decir o ejecutar una cosa. pág. 70 Prejuicio: Juicio previo al conocimiento adecuado de una cosa. Los prejuicios constituyen un obstáculo para el recto entendimiento de lo que se quiere conocer. Prevención: Concepto, normalmente desfavorable, que se tiene de una cosa. Principio: Tiene dos significados, origen y fundamento. Principio se puede entender como "aquello de donde derivan todas las demás cosas" y también como "aquello que da razón de las demás cosas". Esos dos significados pueden darse unidos o separados. El primer significado entiende "principio" como realidad. Es principio del ser. El segundo significado entiende "principio" como razón. Es principio del conocer. El pensamiento de Descartes se acerca más al segundo significado. Quimera: Animal mitológico, que vomitaba fuego y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. Razón, razonar: La razón no es una simple facultad de conocimiento, sino una estructura innata a la mente humana, que se caracteriza por la intuición y la deducción. Por la intuición la razón capta las "naturalezas" u objetos simples sin posibilidad de duda o error. Por la deducción se obtienen los objetos más complejos. Razonamiento, razones: El razonamiento es un proceso mental, por el que se formulan nuevos juicios a partir de otros anteriores. El proceso puede ser deductivo o inductivo. Descartes sólo contempla el primero. Las razones son los juicios que se aducen para justificar un conocimiento o una acción. Real: Aquello que no es meramente aparente o ilusorio, o que no es sólo posible. También se puede entender como aquello existe. En este caso realidad equivale a existencia. Regla: Las reglas se refieren a los preceptos que componen un método; y en ese sentido, regla y precepto son sinónimos. También se puede entender por reglas las instrucciones para la aplicación de los preceptos de un método. Estos dos sentidos están presentes en Descartes. Resolución: Animo o determinación en hacer algo. Sentidos: Hay que distinguir entre "sentir" y "sentidos". Los sentidos, como la vista, el oído, el olfato, etc. son órganos corporales y, como tales, pertenecen a la sustancia extensa. Pero el sentir, que es la consciencia de esas sensaciones que nos transmiten los sentidos, es una facultad del alma, un modo de pensar, que nos da una percepción confusa. Esa confusión viene dada por su relación con el cuerpo. Corporal es lo que es sentido; lo mental es sentir. Ser: Cada una de las cosas que existen. Hay dos clases de seres: el Ser Perfecto (Dios) y los seres creados. Silogismo: Deducción lógica compuesta de dos premisas y una conclusión. De los dos términos que componen cada premisa, uno (el término medio) es común a las dos y no aparece en la conclusión, a diferencia de los otros dos, que son el término mayor y el término menor. Simple: Se dice de aquello que no tiene partes ni puede dividirse en partes. Lo simple es indivisible. Suposición: Lo que se da por sentado. Sustancia: Según Descartes es "una cosa que existe en forma tal que no tiene necesidad sino de sí misma para existir" (Los principios de la filosofía). Esta definición difiere bastante de la aristotélica, según la cual la sustancia es aquello que ni se da en otro ni se predica de otro. Verdad, verdadero: Por verdad se entiende en Descartes todo conocimiento que se ajuste a las leyes de la mente. La verdad consiste en la percepción clara y distinta por parte del entendimiento. Un conocimiento verdadero es un conocimiento claro y distinto. Verosímil: Aquello que, aun no siendo verdadero, se asemeja a la verdad. pág. 71 Tema5.FriedrichNietzsche(1844-1900): Lareivindicacióndelavida 1. Introducción: el vitalismo Es vitalista toda teoría filosófica para la que la vida es irreductible a cualquier categoría extraña a ella misma. Esta doctrina tuvo éxito en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Las corrientes vitalistas se diferencian por su concepto de vida: la comprensión de la vida en el sentido biológico subraya el papel del cuerpo, los instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la subsistencia; el vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo. Por su parte, la vida en el sentido biográfico e histórico entiende la vida como conjunto de experiencias humanas dadas en el tiempo, tanto en su dimensión personal o biográfica como en su dimensión social o histórica; Ortega y Gasset es vitalista en este sentido. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma y entendida en su dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su negación o afirmación de la vida. 2. La crítica a la cultura occidental 2.1. La concepción dionisíaca y apolínea de la vida en el mundo griego antiguo Nietzsche cuestiona el momento de esplendor de la cultura griega, Sócrates y Platón, y defiende a la Grecia arcaica donde supieron captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad: Lo apolíneo representado por Apolo, dios de la juventud, la belleza, las artes, de la luz, la claridad y la armonía, y representaba la individuación, el equilibrio, la medida y la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional. Nietzsche consideró que esta interpretación es correcta para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior. Lo dionisíaco representado por Dionisos, dios del vino y las cosechas, de las fiestas presididas por el exceso, la embriaguez, la música y la pasión, el dios de la confusión, la deformidad, el caos, la noche, los instintos, la disolución de la individualidad, la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos. La grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no ocultar esta dimensión de la realidad y plasmarla en sus tragedias. Sócrates y Platón inauguran el desprecio al mundo de lo corporal y la fe en la razón, identificando lo dionisíaco con el no ser, con la irrealidad e inicia la decadencia occidental pues este dogmatismo se opone a los valores del existir instintivo y biológico del hombre. La degeneración de la cultura en virtud de la filosofía griega triunfó con el ascenso de la moral judeocristiana y del pág. 72 monoteísmo. Así, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se refiere a todos los ámbitos: la filosofía por inventar un mundo racional, la religión un mundo religioso y la moral un mundo moral; en definitiva, la decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según Nietzsche, lo dionisíaco, el “espíritu de la tierra”. 2.2. Las raíces de la cultura occidental: el platonismo Nietzsche nos ofrece la siguiente descripción de los momentos de la historia de la decadencia occidental: 1. Mundo griego hasta el siglo de Pericles (s. V a.C.): es la época de esplendor del mundo griego y sus dos grandes construcciones espirituales son el arte trágico y la religión politeísta que junto con la moral heroica de la excelencia y del valor, afirmaban la vida, cuya expresión simbólica adquiría su máxima densidad en la reivindicación de lo dionisíaco. 2. Inicio de la decadencia: Eurípides, Sócrates y Platón. Con ellos se inaugura el “platonismo”, o creencia en la existencia de un Mundo Verdadero, Objetivo, Bueno, Eterno, Racional, Inmutable… 3. Presencia del cristianismo: el cristianismo es “platonismo para el pueblo” y el dualismo ontológico y antropológico son de dominio público. Con el cristianismo comienza la moral de los esclavos. 4. Edad Moderna: comienza la crisis del “platonismo” y del cristianismo. La propia filosofía prepara la “muerte de Dios”, el empirismo, la Ilustración y ya en el siglo XIX el materialismo. 5. Actualidad: la Edad Contemporánea es una época de crisis y la “muerte de Dios” es el fundamento básico de esta crisis y es necesaria para la aparición de una nueva forma de estar en el mundo, para la aparición de un hombre nuevo (el superhombre) y de una nueva concepción de la vida (la que identifica la voluntad de poder con la esencia de la realidad). Platonismo es toda teoría que escinde la realidad en dos mundos: un mundo verdadero, dado a la razón, inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado a los sentidos, cambiante y subjetivo. La filosofía y la religión son una forma de platonismo y defienden la misma concepción de la realidad, aunque con palabras distintas. Para el platonismo la realidad no cambia y lo que cambia no es real; el auténtico ser es inmutable. La filosofía nace con el paso del mito al logos y en los presocráticos ya aparecen conceptos antitéticos como ser/apariencia, razón/sentidos, alma/cuerpo, lo permanente/el cambio, unidad/multiplicidad. Para Nietzsche, la aparición del platonismo es una actitud interesada y consecuencia de la no aceptación de la realidad en toda su crudeza, la realidad como lugar en el que se da la vida, el orden, pero también la muerte, el caos...; la cultura occidental se inventa un mundo (objetivado en Dios gracias al cristianismo) para encontrar consuelo ante lo terrible del único mundo existente, el dionisíaco. pág. 73 2.3. Crítica a la idea del conocimiento Validez de los conceptos. La filosofía ha creído que los conceptos pueden reflejar correctamente la realidad y que las relaciones entre los conceptos son capaces de representar las relaciones entre las cosas y para ello aspiró a la definición precisa de cada término. Nietzsche propone que en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o varios rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los de los individuos. Dada esta creencia, claramente heracliteana, no es extraña su afirmación de que el pensamiento conceptual no es un buen recurso para expresar la realidad y las palabras no tienen un modo unívoco; lo más que concede es el uso análogo o metafórico del lenguaje. Objetividad de la lógica. Los principios básicos a los que se somete la razón cuando se utiliza adecuadamente (la lógica), son también los principios básicos de la realidad pero Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo por lo que la lógica y la razón son invenciones humanas. La metafísica tradicional pudo defender su punto de vista porque creyó en la existencia de un mundo verdadero. Si negamos la existencia de dicho mundo, como propone Nietzsche, parece inevitable declarar la irracionalidad de lo existente. Objetividad del conocimiento. La filosofía tradicional creyó en el conocimiento objetivo del mundo válido para todos bajo la creencia en algún tipo de realidad absoluta; sin embargo si esta realidad absoluta es una construcción de la fantasía humana, dicha confianza carece de sentido; todo el conocimiento humano es mera interpretación del mundo, depende de la perspectiva vital en la que se encuentra el individuo que lo crea. Nietzsche defiende el perspectivismo: el conocimiento depende de las características del sujeto que conoce hacen imposible superar la propia perspectiva; no podemos desprendernos de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad. La existencia de leyes naturales. Las leyes que el científico cree descubrir son invenciones humanas; no existen regularidades en el mundo, no hay leyes de la Naturaleza. Nietzsche rechazará la existencia de dichos comportamientos regulares y necesarios, al considerar que las relaciones entre las cosas no son necesarias, son así pero podrían perfectamente ser de otro modo. Las cosas se comportarían siguiendo leyes o necesariamente si hubiese un ser que les obligase a ello pero Dios no existe; las leyes y la supuesta necesidad de las cosas son invenciones de los científicos. La validez del ejercicio de la razón. La razón es una dimensión de la vida humana pero en el hombre encontramos otras dimensiones básicas (la imaginación, la capacidad de apreciación estética, los sentimientos, el instinto,...) y todas ellas pueden mover nuestro juicio, todas ellas son capaces de motivar nuestras creencias. La razón no es ni mejor que otros medios para alcanzar un conocimiento de la realidad. La ciencia se equivoca al destacar exageradamente la importancia de la razón como instrumento para comprender la realidad. Legitimidad de las matemáticas. Para la ciencia actual la matemática puede expresar con precisión el comportamiento de las cosas pero las matemáticas puras no describen nada real, pág. 74 son invenciones humanas; en el mundo no existe ninguna de las perfectas figuras a las que se refiere la geometría, ni números, ni siquiera unidades. Las matemáticas prescinden de la dimensión cualitativa del mundo, de su riqueza y pluralidad. Para Nietzsche el origen de la ciencia está en su utilidad, pues permite un mayor dominio y previsión de la realidad y en que es consecuencia de un sentimiento decadente porque nos instala cómodamente en un mundo previsible, ordenado, racional. 2.4. Crítica a la metafísica La filosofía presenta una idea del mundo totalmente inadecuada: considera al mundo como un cosmos y no como un caos e inventa un Mundo Racional que trae consigo la invención de los conceptos básicos de toda la metafísica tradicional. Dado que el mundo que percibimos presenta características contrarias los filósofos acaban postulando el “platonismo” y una consecuencia de la invención del Mundo Verdadero es la valoración positiva del mundo del espíritu y negativa de la corporeidad. La filosofía tradicional comienza con Platón y la filosofía posterior acepta su esquema básico, aunque lo exprese con distintas palabras. Para Nietzsche, la metafísica es un signo de determinadas tendencias antivitales, guiadas por un instinto de vida decadente y contrario al espíritu griego anterior que permitió la exageración del papel de la razón, de la vida consciente, y la aparición de las fantasías metafísicas. La raíz moral fue el temor al cambio, la muerte y la vejez. Las categorías metafísicas son puras invenciones para en ellas encontrar el reposo, la regularidad y calma ausentes del único mundo existente, el que se ofrece a los sentidos. La metafísica platónica –y toda la occidental– es un síntoma de resentimiento ante el único mundo existente, miedo al caos. Pero Nietzsche encuentra también en la influencia de la gramática otro origen de la metafísica al cosificar una realidad caótica y dotar de rasgos permanentes y propios a las invenciones de nuestra razón. Si nuestra gramática fuese distinta, nuestra forma de entender el mundo sería también distinta; sólo la superación de la creencia en la gramática puede superar también la concepción típica de la metafísica tradicional. 2.5. Critica a la moral tradicional El dogmatismo moral consiste en creer en la objetividad y universalidad de los valores morales pero no tienen una existencia objetiva, ni como una dimensión de las cosas, ni como realidades que estén más allá de éstas, en un mundo objetivo; los valores los crean las personas, son proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones, sentimientos e intereses, los inventamos, existen porque nosotros los hemos creado. La moral tradicional es antivital y antinatural, los valores de la moral tradicional son contrarios a la vida y presentan leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida, es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural, como se ve en la obsesión de la moral occidental por limitar el papel del cuerpo y la sexualidad. El dogmatismo moral implica también la idea de pecado y culpa y la de la libertad. La idea de pecado es una de las ideas más enfermizas inventadas por la cultura occidental: con ella el sujeto sufre y se aniquila a partir de algo ficticio; no existe ningún Dios al que rendir cuentas por nuestra conducta, sin embargo el cristiano se siente culpable ante sus ojos del que incluso espera un castigo. El pág. 75 cristianismo (y todo el moralismo occidental) tiene necesidad de la noción de libertad pues para poder hacer culpables a las personas es necesario antes hacerlas responsables de sus acciones. El cristianismo considera a las personas libres para poder castigarlas. Los valores tradicionales son los de la moral de esclavos y frente a ellos Nietzsche propone la moral de los señores, los valores del superhombre y de afirmación de la vida. 2.6. Crítica a la religión Nietzsche parte del ateísmo: la religión no es una experiencia verdadera pues Dios no existe. El estado de ánimo que promueve el éxito de las creencias religiosas, de la invención de un mundo religioso, es el de resentimiento, el de no sentirse cómodo en la vida, el afán de ocultar la dimensión trágica de la existencia. Nietzsche se enfrenta a los siguientes elementos de la religión cristiana: 1. La “metafísica cristiana”: el cristianismo es “platonismo para el pueblo”. El cristianismo no añade nada esencialmente nuevo a la filosofía platónica al presentar una escisión en la realidad: por un lado el mundo verdadero, eterno, inmutable, en donde se realiza el Bien, la Verdad y la Belleza, y por otro el mundo aparente, cambiante, abocado a la muerte e imperfecto; el mundo del espíritu frente al mundo de la corporeidad. 2. La moral cristiana: el cristianismo fomenta los valores propios de la “moral de esclavos” (humildad, sometimiento, pobreza, debilidad, mediocridad), y los valores mezquinos (obediencia, sacrificio, compasión, sentimientos propios del rebaño); es la moral vulgar, la del esclavo, de resentimiento contra lo elevado, noble, singular y sobresaliente; es la destrucción de los valores del mundo antiguo. Con el cristianismo se presenta también una de las ideas más enfermizas de nuestra cultura, la idea de culpabilidad, de pecado. 3. Influencia “perversa” del cristianismo: todo el pensamiento occidental queda viciado por su punto de vista, es el corruptor de la filosofía europea, ésta “lleva en sus venas sangre de teólogos”. 4. Valoración de Jesús: Nietzsche no valora tan negativamente la figura de Jesús ni del cristianismo primitivo pues considera que el llamado cristianismo debe más a San Pablo que a Jesús. Presenta a Jesús como un revolucionario, un anarquista contrario a todas las manifestaciones del orden, del poder religioso tradicional, uno de los más destacados defensores de la renuncia a la violencia y a los brillos mundanos de sus contemporáneos; y por esta actitud subversiva fue crucificado. 5. Politeísmo frente a monoteísmo: aunque todas las religiones son falsas, unas son más adecuadas que otras. El politeísmo es falso pero expresa mejor la riqueza de la realidad que el monoteísmo pues no se ha separado radicalmente de la vida; el monoteísmo representa el extravío de los sentidos, el invento de un transmundo, la desvalorización del verdadero mundo y la máxima hostilidad a la naturaleza y a la voluntad de vida. El Dios cristiano representa los valores negativos y contrarios a la vida, mientras que el mundo divino propuesto por el politeísmo representa los valores afirmativos, la fidelidad a la Naturaleza. pág. 76 3. Propuesta filosófica: la reivindicación de la vida 3.1. Posibilidad de una nueva filosofía 3.1.1. La muerte de Dios Cuando Nietzsche predica la muerte de Dios no quiere decir que Dios haya existido y después haya muerto (un absurdo). Esta tesis señala simplemente que la creencia en Dios ha muerto, expresa el fin de toda creencia en entidades absolutas. Veamos los principales aspectos de esta concepción: 1. Dios no crea al hombre sino el hombre a Dios. 2. La creencia en Dios sirve para dar un consuelo a los hombres de la miseria y sufrimiento existente en este mundo; es una consecuencia de la vida decadente e incapaz de aceptar el mundo en su dimensión trágica; la idea de Dios es un refugio para los que no pueden aceptar la vida. 3. “Muerte de Dios”: Nietzsche considera que estamos ante un acontecimiento actual; estamos en un tiempo histórico clave pues en él observamos la necesidad de su final. 4. “Concepto de Dios”: Nietzsche se refiere al dios del cristianismo, pero también a todo aquello que puede sustituirle, porque Dios no es una entidad sino un lugar, una figura posible del pensamiento, representa lo Absoluto. Dios es la metáfora para expresar la realidad que se presenta como la Verdad y el Bien, como el supuesto ámbito objetivo que puede servir de referente a la existencia por encontrarse más allá de ésta y darle un sentido. Todo aquello que sirve a los hombres para dar un sentido a la vida, pero que sin embargo se pone fuera de la vida, es semejante a Dios: la Naturaleza, el Progreso, la Revolución, la Ciencia, tomadas como realidades absolutas son el análogo a Dios. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere indicar que los hombres viven desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha vivido, que no existe una luz que nos pueda guiar de modo pleno. 5. Consecuencia de la “muerte de Dios”: para Nietzsche con dicha “muerte” podemos y debemos vivir sin lo absoluto, en la “inocencia del devenir”. Es la condición para la aparición del superhombre. 3.1.2. El nihilismo La idea nietzscheana del nihilismo tiene varias significaciones: a. Nihilismo como decadencia vital: la cultura que cree en la existencia de una realidad absoluta es una cultura nihilista. La cultura cristiana y toda la cultura occidental, es nihilista pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente, (el Dios cristiano, el Mundo Ideal y Racional de los filósofos), despreciando así la única realidad existente, la realidad del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad de la vida. pág. 77 b. Nihilismo activo: es también nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada, una invención; Nietzsche es nihilista en este sentido pues propone la destrucción completa de todos los valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos. Este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo momento en la historia de la cultura, la aparición de una nueva moral y de un nuevo hombre, el superhombre. c. Nihilismo pasivo: es una de las consecuencias de la “muerte de Dios”. Con la muerte de Dios sobreviene la crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es absolutamente insostenible, vacía, carente de sentido. El “nihilista pasivo” no cree en ningún valor, puesto que considera que todo valor es posible sólo si Dios existe, y Dios no existe. Termina en la desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio. 3.2. El perspectivismo, una nueva forma de entender el conocimiento Varias décadas antes que Ortega y Gasset, Nietzsche defiende el perspectivismo: toda representación del mundo es representación que se hace un sujeto. Nietzsche considera imposible el conocimiento de la realidad en sí misma, pues toda afirmación y creencia, toda teoría del mundo, depende del punto de vista de la persona que la ha creado. Más aún, todo ser dotado de algún grado de conocimiento, de alguna capacidad para representarse el mundo, es tan buen testigo del mundo como nosotros, los seres humanos. No existe ningún dato o experiencia, no contaminado por un punto de vista, por una interpretación; no es posible un “criterio de verdad” (ni el famoso criterio cartesiano de la claridad y la distinción), no existen los datos puros a partir de los cuales podamos construir un saber objetivo. No podemos encontrar datos o verdades primeras ni en nuestro conocimiento del mundo exterior o físico ni en el mundo interior. El perspectivismo nietzscheano es una forma de relativismo y subjetivismo. 3.2.1. La ética del superhombre La “transmutación de todos los valores” es un momento necesario para el final de la moral tradicional (o moral de esclavos) y la aparición del superhombre. Nietzsche no propone el imposible vivir sin valores; propone más bien invertir la tabla de valores: superar la moral occidental, moral de renuncia y resentimiento hacia la vida, mediante una nueva tabla en la que estén situados los valores que supongan un sí radical a la vida. Llama “rebelión de los esclavos” al triunfo del cristianismo y el judaísmo, que sustituyen la moral aristocrática que Nietzsche cree encontrar en el mundo griego antiguo por la moral de los esclavos. Con el cristianismo prospera la moral de los débiles, de los que quieren huir del rigor de la vida inventándose un mundo objetivo y justo. Nietzsche atribuye a los judíos la sustitución del código moral aristócrata o moral de señores (voluntad de jerarquía, excelencia, amor a lo que eleva, a la diferencia, moral de la persona que crea valores), por la moral de esclavos (voluntad de igualdad, resentimiento contra la vida superior, censura la excepción, glorifica lo que hace soportable la vida a los enfermos y débiles de espíritu, la concordia, altruismo, hermandad entre los hombres, se encuentra con los valores dados) La transmutación de los valores es la superación de esta moral de esclavos para recuperar de nuevo la moral aristócrata, y permite el triunfo del código moral del superhombre, el hombre nuevo que aparece tras la “muerte de Dios”. pág. 78 El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social (con la aristocracia, por ejemplo), ni con un grupo definido biológicamente (con una raza); pero lo podemos reconocer a partir de su conducta moral: a. Rechaza la moral de esclavos: la humildad, la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía, la castidad, la obediencia a una regla exterior, la paciencia consecuencia del sometimiento a un destino o a un mandato, el servilismo, la mezquindad, el rencor. b. Rechaza la conducta gregaria: detesta la moral del rebaño, de los que siguen a la mayoría, de los que siguen normas morales ya establecidas; como consecuencia de su capacidad y determinación para crear valores, no los toma prestados de los que la sociedad le ofrece, por lo que su conducta será distinta a la de los demás. c. Crea valores: aunque los valores morales son invenciones de los seres humanos no todos los hombres los crean; muchos –la mayoría– se encuentran con los valores ya creados por otros, siguen las modas, los estilos vitales vigentes; el primer rasgo del superhombre es precisamente éste: inventa las normas morales a las que él mismo se somete; y los valores que crea son fieles al mundo de la vida y le permiten expresar adecuadamente su peculiaridad, su propia personalidad y riqueza. d. Vive en la finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en un destino privilegiado para los seres humanos, una raza, una nación, o un grupo; no cree que la vida tenga un sentido, como no sea el que él mismo le ha dado; acepta la vida en su limitación, no se oculta las dimensiones terribles de la existencia (el sufrimiento, la enfermedad, la muerte) es dionisíaco. e. Le gusta el riesgo, las nuevas y difíciles experiencias, los caminos no frecuentados, el enfrentamiento; no está preocupado ni por el placer ni por el dolor, ni propio ni ajeno, pues pone por encima de ellos el desarrollo de su voluntad y de su espíritu; es duro consigo mismo y con los demás, es valiente, no huye de ninguna forma de sufrimiento: sabe que de estas experiencias puede salir enriquecido y crecer. f. Es contrario al igualitarismo: ama la exuberancia de la vida, le gusta desarrollar en él mismo y en los demás aquello que sea lo más propio; no tiene miedo a la diferencia. g. Ama la intensidad de la vida: la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la belleza corporal y espiritual; puede ser magnánimo, generoso, como una muestra de la riqueza de su voluntad. h. En conclusión: el superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el creador y dueño de sí mismo y de su vida, es un espíritu libre. En “Así habló Zaratustra” nos cuenta tres transformaciones del espíritu: de cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león y, finalmente, el león en niño. El camello representa el momento de la humanidad que sobreviene con el platonismo y que llega hasta finales de la modernidad; su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia pág. 79 las pesadas cargas, la carga de la moral del resentimiento hacia la vida. El león representa al hombre como crítico, como nihilista activo que destruye los valores establecidos, toda la cultura y estilo vital occidental. Y el niño representa al hombre que sabe de la inocencia del devenir, que inventa valores, que toma la vida como juego, como afirmación, es el sí radical al mundo dionisíaco. Es la metáfora del hombre del futuro, del superhombre. 4. La vida, categoría metafísica fundamental 4.1. Reivindicación de la tesis del eterno retorno como signo de vitalidad Esta concepción del tiempo consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente. Cabe entender la tesis del eterno retorno como la expresión de la máxima reivindicación de la vida, como una hipótesis necesaria para la reivindicación radical de la vida: la vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada permanente; pero podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca (lo cual haría imposible la aparición de otros instantes, de otros sucesos) sino porque se repite sin fin. En cierto modo, Nietzsche consigue con esta tesis hacer de la vida lo Absoluto. 4.2. La voluntad de poder, “esencia” de la vida Es el principio básico de la realidad a partir del cual se desarrollan todos los seres, la fuerza primordial que busca mantenerse en el ser, y ser aún más. Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia y todas las cosas son expresión de un fondo primordial que pugna por existir y por existir siendo más. Las características que para él tiene la realidad, el ser (por lo tanto, la voluntad de poder) son: irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero ni la más verdadera ni la más profunda pues el mundo no es racional sino caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte, y en el hombre la razón no tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o las emociones; inconsciencia: la fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas no es consciente, aunque esporádica y fugazmente se manifiesta de este modo precisamente en los seres humanos; pero incluso en este caso la consciencia no tiene carácter sustantivo, ni crea un nivel de realidad nuevo o independiente; falta de finalidad: las distintas manifestaciones que toman las fuerzas de la vida, sus modificaciones y consecuencias, no tienen ningún objetivo o fin, no buscan nada, son así pero nada hay en su interior que les marque un destino; Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia; impersonalidad: esta fuerza no puede identificarse con un ser personal, se trata en realidad de un cúmulo de fuerzas, no de una básica que supuestamente esté a la base de todas las visibles; pág. 80 un cúmulo de fuerzas que buscan la existencia y el ser más, compitiendo en dicho afán entre sí, enfrentándose y aniquilándose. Para Nietzsche esta voluntad es una manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser. La voluntad de poder no es la voluntad que se descubre con el conocimiento de uno mismo, que se conoce por introspección. Esta voluntad es una simplificación de un complejo juego de causas y efectos. No hay un deseo único, hay una pluralidad de instintos, pulsiones, inclinaciones diversas, que se enfrentan unas a otras; a la consciencia sólo llegan los resultados de dicho enfrentamiento. La voluntad de poder se identifica con cualquier fuerza, inorgánica, orgánica, psicológica, y tiende a su autoafirmación: no se trata de voluntad de existir, sino de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida. 5. Textos de F. Nietzsche para selectividad: El crepúsculo de los ídolos. (Trad. A. Sánchez Pascual). Madrid: Alianza Editorial, 1979, pp. 45-50. ‘La “razón” en la filosofía’ 1 Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno], cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, - se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, - incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. “Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? – “Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, - la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es “pueblo”. ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! - ¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real!...” 2 Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni del modo como creen los eléatas ni del modo como creía él, - no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que pág. 81 introduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la sustancia, de la duración... La “razón” es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo “aparente” es el único: el “mundo verdadero” no es más que un añadido mentiroso... 3 - ¡Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos, - en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento, ciencia formal, teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene en general ese convencionalismo de signos que es la lógica.4 La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final - ¡por desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!- los “conceptos supremos”, es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto - ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto “Dios”... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! - ¡Y lo ha pagado caro! ... 5 - Contrapongamos a esto, por fin, el modo tan distinto como nosotros (-digo nosotros por cortesía...) vemos el problema del error y de la apariencia. En otro tiempo se tomaba la modificación, el cambio, el devenir en general como prueba de apariencia, como signo de que ahí tiene que haber algo que nos induce a error. Hoy, a la inversa, en la exacta medida en que el prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad, identidad, duración, sustancia, causa, coseidad, ser, nos vemos en cierto modo cogidos en el error, necesitados al error; aun cuando, basándonos en una verificación rigurosa, dentro de nosotros estemos muy seguros de que es ahí donde está el error. Ocurre con esto lo mismo que con los movimientos de una gran constelación: en éstos el error tiene como abogado permanente a nuestro ojo, allí a nuestro lenguaje. Por su génesis el lenguaje pertenece a la época de la forma más rudimentaria de psicología: penetramos en un fetichismo grosero cuando adquirimos consciencia de los presupuestos básicos de la pág. 82 metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la voluntad es la causa en general, cree en el “yo”, cree que el yo es un ser, que el yo es una sustancia, y proyecta sobre todas las cosas la creencia en la sustancia-yo -así es como crea el concepto “cosa”... El ser es añadido con el pensamiento, es introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del concepto “yo” es del que se sigue, como derivado, el concepto “ser”... Al comienzo está ese grande y funesto error de que la voluntad es algo que produce efectos, - de que la voluntad es una facultad... Hoy sabemos que no es más que una palabra... Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado, llegó a la consciencia de los filósofos, para su sorpresa, la seguridad, la certeza subjetiva en el manejo de las categorías de la razón: ellos sacaron la conclusión de que esas categorías no podían proceder de la empiria, - la empiria entera, decían, está, en efecto, en contradicción con ellas. ¿De dónde proceden, pues? - Y tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error: “nosotros tenemos que haber habitado ya alguna vez en un mundo más alto (- en lugar de en un mundo mucho más bajo: ¡lo cual habría sido la verdad!), nosotros tenemos que haber sido divinos, ¡pues poseemos la razón!”... De hecho, hasta ahora nada ha tenido una fuerza persuasiva más ingenua que el error acerca del ser, tal como fue formulado, por ejemplo, por los eléatas: ¡ese error tiene en favor suyo, en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pronunciamos! -También los adversarios de los eléatas sucumbieron a la seducción de su concepto de ser: entre otros Demócrito, cuando inventó su átomo... La “razón” en el lenguaje: ¡Oh, qué vieja hembra engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática... 6 Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción. Primera tesis. Las razones por las que “este” mundo ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad, -otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable. Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al “ser verdadero” de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada, -a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es como se ha construido el “mundo verdadero”: un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral. Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de “otro” mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de "otra" vida distinta de ésta, “mejor” que ésta. Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo “verdadero” y en un mundo “aparente”, ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence, -un síntoma de vida descendente... El hecho de que el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues “la apariencia” significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista, -dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco... pág. 83 6. Vocabulario de F. Nietzsche Debes tener cuidado y distinguir cuándo Nietzsche está utilizando los términos aludiendo al significado que han recibido en la filosofía tradicional (en este caso Nietzsche suele utilizarlos con ironía), o los utiliza para referirse a conceptos de su propia filosofía. Por ejemplo el concepto “apariencia”, bien se refiere al mundo cambiante irreal y falso de la filosofía tradicional, o bien se refiere al que para Nietzsche es el único mundo, cambiante y por lo tanto, real. Alevosía: Traición. En lenguaje jurídico expresa aquel delito que se hace con cautela para no correr riesgos. Nietzsche reconoce la contribución de Kant a la desmistificación del "mundo verdadero" (por ejemplo, al establecer que "sólo conocemos en las cosas lo que nosotros ponemos en ella"), pero traiciona este impulso al aferrarse a un supuesto mundo suprasensible como fundamento de la moral y al prolongar el dualismo platónico con la distinción 'fenómeno' y 'noúmeno'. Apariencia: Aspecto superficial de una cosa que se capta por los sentidos. En la metafísica tradicional se utiliza como opuesto a 'realidad', lo que, según Nietzsche, es un engaño motivado por el miedo a la contingencia y al perpetuo devenir. No existe tal oposición entre 'apariencia' y 'realidad'. Lo que se considera 'apariencia' es la única realidad que existe. Artista: Para Nietzsche la actitud más auténtica ante lo que existe es la artística. Lo individual y único sólo es expresable a través de la creación artística frente al carácter uniformador y simplificador del concepto. Quien quiera alcanzar una vida plena y no sometida a lo gregario, tendrá que convertirse en artista, no en el sentido de producir obras de arte, sino en el de regirse por la belleza, de convertir toda su existencia en arte, viviendo creativamente al margen de toda convención. Esto implica juego, libertad, singularidad, sorpresa, novedad, excepción. O sea, la liberación de los corsés conceptuales, la vuelta a la experiencia originaria de crear metáforas. Categorías de la razón: Son los conceptos que ha creado la "razón" para explicar la realidad: unidad, identidad, permanencia, causalidad, sujeto, materia, ser, objeto, necesidad... Los listados más conocidos de categorías son los establecidos por Aristóteles y por Kant. Para Nietzsche son solo la expresión abstracta de las funciones gramaticales del lenguaje. O sea, ficciones que proceden de una proyección antropomórfica (pensar que la realidad se comporta como pensamos que se comporta el hombre). Por ese motivo cada lengua natural posee su propia manera de estructurar el mundo, de organizar los fenómenos. Causa sui: Proviene del latín y significa literalmente "por causa de sí mismo". En filosofía se llama así a las realidades de primer orden, valores supremos como el ser, lo absoluto, el bien, la verdad, la belleza, lo perfecto... Certeza subjetiva: Estado mental del sujeto de confianza plena en un acto cognoscitivo propio (una creencia, un pensamiento, un recuerdo...). Ciencia: Se utiliza en este fragmento como 'conocimiento' en general y, por tanto, no equivalente sin más a 'ciencias empíricas'. Los científicos creen poder descubrir regularidades (esencias universales) en la Naturaleza, lo que supone participar del mismo intelectualismo y rechazo al devenir que la metafísica. Esta creencia se basa en la utilidad: sirve para instalamos en un mundo previsible, ordenado, racional, y de esa forma hacer más soportable la existencia en un entorno hostil. Pero se trata de una convicción que carece de fundamento: la realidad es irracional y carece de orden, por lo que la razón no es un instrumento legítimo para el conocimiento. pág. 84 Concepto: Idea que concibe o forma el entendimiento. Se construye de la siguiente manera: el ser humano posee la necesidad de transmitir a otros sus experiencias personales. Para ello nos valemos de un sonido articulado (la palabra), que tiene un carácter metafórico. A continuación se produce un pacto por el que se generaliza el uso de ciertas palabras y aparece así el concepto: por ejemplo, aplicamos el concepto "enamoramiento" a todos aquellos comportamientos en los que hay un profundo deseo de estar junto a otra persona, a pesar de que cada experiencia singular es esencialmente desigual de cualquier otra. El concepto se forma cuando se abandonan de manera arbitraria las diferencias individuales. Por eso es siempre un prejuicio, una máscara. Es inevitable la formación de conceptos, pues de esa forma hacemos frente al devenir pero tenemos que tener siempre presente que no son más que metáforas pactadas. Conceptos supremos: Para Nietzsche la realidad está constituida por fuerzas dinámicas que luchan por llegar al límite de su poder. Un concepto es una representación unitaria y unívoca de una complejidad pulsátil, por tanto, no puede reflejar las multiplicidades inquietas e incomprensibles que nombra, sino que supone siempre una distorsión, una inevitable traición a la experiencia originaria de la que nace. Con un concepto nada queda explicado o comprendido, sino sólo designado de modo inexacto, simplificadora y abreviadoramente, queda “valorado”. Por ello, cuanto más general es un concepto, más alejado está su contenido de lo que de verdad existe. Los conceptos más generales, los más abstractos, son los "conceptos supremos". En ellos se cumple la mayor separación posible de la realidad, que está constituida por fuerzas plurales en perpetuo devenir. Por eso, son los más vacíos. Aquí están los grandes conceptos metafísicos: el Bien, la Verdad, la Perfección... Y, por encima de todos. Dios, como concepto que representa ejemplarmente las características del "mundo verdadero" creado por la razón humana a partir de la metafísica del lenguaje. Esta invención de "conceptos supremos" no obedece a motivos de orden lógico ni ontológico, sino estrictamente psicológico: el temor al cambio, la muerte y la vejez han empujado al hombre a crear estos conceptos para en ellos encontrar el reposo, la regularidad y calma que faltan en el único mundo existente, el que se ofrece a los sentidos. Pero lo "ha pagado muy caro", pues de esta forma ha tenido que renunciar a sí mismo y a sus instintos. Cosa: Lo que en general de algún modo es. O sea, todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, artificial o natural, real o abstracta. El concepto de cosa equivale por tanto al de ente. A veces se considera que las cosas son las entidades individuales, y en particular las existencias materiales individuales. A veces es sinónimo de substancia. Y es frecuente usar el término como opuesto a 'persona'. Para Nietzsche no existen las cosas, al igual que tampoco los entes o las substancias. Son ficciones creadas por el hombre para hacer más manejable la realidad. Cuerpo: Para los filósofos tradicionales, el ser humano tiene un cuerpo, pero no es un cuerpo. En Platón o Descartes el concepto 'alma' subsume toda la realidad humana. Es una consecuencia de su modo de valorar: los sentidos nos engañan (al mostrarnos el devenir como real) y, en consecuencia, todo lo sensible -como el cuerpo- adquiere una connotación negativa. Por otro lado, lo corporal se emparenta con las pasiones, con lo irracional, con los placeres, es decir, con todos aquellos valores vitales a los que la tradición occidental ha declarado hostilidad. Nietzsche se opone radicalmente a esta manera decadente de valorar e interpreta que la estructura ontológica del hombre no es otra que la de ser un cuerpo viviente. El cuerpo es el ser del hombre, su sí mismo íntegro: ".. cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo". Y también: "Detrás de tus pág. 85 pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido -llámese sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo". Por último, "hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría". Décadence: Proviene del francés: decadencia. Expresa la vida en descenso, o sea, cuando el instinto vital se bate en retirada. Devenir: La realidad entendida como proceso o cambio. La metafísica tradicional lo trata como mera apariencia, como humo irreal, frente al ser que se caracteriza por su permanencia, unidad, inmutabilidad... El hombre para poder comunicarse necesita fijar, petrificar (y por tanto falsear) la multiplicidad cambiante de lo real. De otro modo, sería imposible reconocer y compartir experiencias con otros seres humanos. Ni tampoco manejarse con éxito en la realidad. Al aplicar un concepto como el de 'causa' cuando un fenómeno precede a otro, estamos colocando un orden en las cosas que nos es muy útil de cara a la supervivencia. He aquí el origen metafórico de las palabras, de los conceptos. El problema es cuando se olvida este origen pragmático y se empieza a creer que expresan realidades objetivas. Lo siguiente es dividir el mundo en 'aparente' y 'real', lo que supone negar la vida. Aquí radica el aspecto biopatológico de la metafísica. Dionisíaco: La división entre 'apolíneo' y 'dionisíaco' como dos actitudes básicas ante lo real es una constante en el pensamiento de Nietzsche desde su primer libro. Rinden tributo respectivamente a Apolo, dios solar del orden y la medida, de la proporción y moderación, frente a Dionisos, dios de la embriaguez, el caos y lo irracional. Apolo ama la definición, la figura, la forma, el equilibrio y la medida. Por eso es reconocible en las artes plásticas. Por el contrario, Dionisos expresa la experiencia de inmersión en el caótico y desmesurado devenir de la vida; la embriaguez que rompe y sobrepasa toda medida, forma o figura. Dionisos parte de la comprensión de la ausencia de fundamento de las cosas, de su falta de fondo. Siente continuamente bajo sus pies el abismo de gozo y horror en que consiste la vida. Su arte es la música. Según Nietzsche, todo lo apolíneo tiene como fondo lo dionisíaco y es precisamente el olvido de este sostén de toda forma en lo desmesurado, de todo pensamiento en la vida, lo que ha provocado la decadencia que ha caracterizado la tradición occidental. El inicio de este declive lo sitúa en el espíritu racionalizador de Sócrates y Eurípides. Egipticismo: Egipto fue una cultura caracterizada por su pasión por lo eterno, inmutable y estático. De ahí que Nietzsche la use como metáfora reveladora de la idiosincrasia de los filósofos tradicionales. Es la concepción estática, la petrificación y la negación del tiempo. Esta es la crítica que hace a los filósofos dogmáticos, idealistas platónicos; que consideran la realidad como algo ya consumado, sin tener en cuenta que las cosas se están creando y destruyendo. Esta ceguera les lleva a afirmar que sólo es lo que está quieto y no deviene. Lo que deviene no es. Eléatas: Los seguidores de la filosofía de Parménides de Elea. Entre ellos cabe destacar a Zenón, que se afanó por "demostrar", con ingeniosas pruebas, las conclusiones a las que llegó su maestro: la inexistencia de la pluralidad y el movimiento. Empiria: Transcripción del griego del concepto "experiencia sensible, conocimiento a través de los sentidos". De ahí deriva 'empírico' y 'empirismo'. Ens realissimum: La realidad misma en su grado más álgido, Dios como cumbre de la metafísica tradicional. Dios no es sólo una creencia de algunos filósofos, sino el fundamento último de toda existencia. La metafísica, y con ella toda la cultura occidental, se ha construido pág. 86 sobre la distinción entre el mundo espiritual y el mundo sensible, con Dios en la cúspide de toda la realidad. Espectroscopio: Instrumento destinado a separar los diferentes componentes de un espectro óptico. Facultad: Aptitud, capacidad, posibilidad de hacer algo. Fantasmagoría: Ilusión, creencia en la existencia real de entidades inmateriales, en el texto la “otra vida” (trascendencia) como venganza contra la vida. Fetichismo: Idolatría, veneración excesiva. El fetichismo es un mecanismo psicológico por el que se proyecta sobre un objeto cualidades de las que éste carece. Toda superstición es una forma de fetichismo (el llavero que me da suerte, la sal derramada que augura desgracias). El hombre es fetichista en su concepción del lenguaje, pues cree que las palabras retratan una realidad objetiva. Creer, por ejemplo, que existe el colectivo real de los murcianos por el hecho de que exista la palabra 'murciano'. Filósofos: Esta expresión la utiliza Nietzsche en un sentido peyorativo para referirse a una tradición que nace con Parménides (el primero en desdoblar la realidad en "verdadera" y "aparente"), en Platón encuentra sus rasgos más característicos y alcanza hasta su propia época con el positivismo. Toda filosofía es en el fondo platónica, toda filosofía desprecia la vida apostando por la trascendencia. Este "platonismo" no sólo es la seña de identidad de la filosofía, sino de toda nuestra cultura (por ello afirma Nietzsche que "el cristianismo es platonismo para el pueblo", es decir, un platonismo accesible a personas sin formación filosófica). Para Nietzsche el origen de la creencia en un "mundo verdadero", perfecto, eterno e inasible a los sentidos, ha de situarse en una incapacidad vital. Gramática: Nietzsche se refiere con esta expresión al conjunto de reglas y principios que regulan el uso del lenguaje. Equivale, pues, a la expresión "metafísica del lenguaje". El punto de partida de todas las gramáticas es la atribución de una acción a un agente. Eso implica la existencia de un 'yo' -uno, estable y agente- que decide voluntariamente ejecutar determinadas acciones. Este modelo basado en el principio de causalidad (una causa que produce efectos) se aplica analógicamente a todas las demás realidades, y así se crean los conceptos de 'sustancia', 'cosa', 'ser'... La gramática nos impulsa a creer que toda acción ha de tener detrás un sujeto, un agente. Esta "metafísica popular" también nos dificulta percibir la realidad como proceso, como cambio, con el uso reiterado del verbo "ser", que nos invita a creer que existen entidades dotadas de rasgos permanentes (substancias).Asimismo, al designar con la misma palabra cosas diferentes, se sugiere la existencia de esencias universales. El lenguaje nos induce continuamente a una interpretación substancialista de lo real. Hay una línea directa que va desde los presupuestos de la gramática hasta la creencia en Dios. Por eso una verdadera filosofía que quiera hablar del devenir ha de luchar contra todas las "evidencias" sustentadas por el lenguaje. Haber devenido: haber llegado a ser: Dios es el único ser no-devenido, ya que siempre ha existido y siempre existirá. Idiosincrasia: Rasgos distintivos propios de un individuo o de una colectividad. Término que utiliza con una intención peyorativa. Tiene su significado habitual de peculiaridad, pero remarcando lo que hay en ella de idiota. Este término viene de dos palabras griegas que significan “propio” y “temperamento”, se trata del carácter propio, de lo que identifica y lo distingue de los demás. pág. 87 Idolatría: Amor excesivo y vehemente a una persona o cosa; adorar ídolos, o sea, adorar a la imagen de una deidad como si fuera la deidad misma. Nietzsche llama a los filósofos "idólatras de los conceptos", porque experimentan una pasión desmesurada por ellos y porque adoran lo que no es más que puro cascarón (su contenido real es una metáfora). Ilusión óptico-moral: Expresión inventada por Nietzsche con la que alude a una alucinación de etiología moral (o, más bien, inmoral, ya que se basa en la hostilidad a los instintos vitales). Lenguaje: Su origen no se debe a la búsqueda de conocimiento sino a la necesidad de expresar una experiencia vital propia. Por eso tiene originariamente un carácter metafórico: las palabras provienen de gritos que son expresiones individualizadas de experiencias singulares. Es absurdo pensar entonces que el lenguaje está hecho para reproducir objetivamente la realidad; se trata simplemente de una herramienta de comunicación y supervivencia: un puente entre individuos para compartir experiencias y manejar mejor la realidad. Aparece también el concepto de verdad, como adecuación entre la realidad y el pensamiento. A la ilusión originaria se le otorga entonces, a través del uso y la costumbre, su valor "más alto", que supone en realidad el valor "más bajo" desde el único punto de vista relevante, el de la vida. La influencia del lenguaje es enorme porque el pensamiento humano es lingüístico. Si nuestra gramática fuese de otro modo, nuestra manera de comprender la realidad sería diferente. Por eso es fundamental que el hombre deje de tener fe en la gramática, es decir, de creer que sus categorías constituyen un trasluz de lo real. Metafísica: La metafísica es para Nietzsche lo esencial de la tradición cultural de Occidente: la invención de un "mundo verdadero" enfrentado a un "mundo aparente". La intención de ello es dotar a las cosas valoradas como buenas un origen propio y separado del mundo terrenal, que es contradictorio, contingente, mudable, inconsistente y fugaz. Está por tanto al servicio de las tendencias anti-vitales. Todo lo relacionado con el cuerpo (sentidos, placer, sensualidad) queda desvalorizado y se exalta lo espiritual-racional. Esta actitud se explica por el temor al devenir, a la muerte, al caos. Las categorías metafísicas (esencia, sustancia, alma, unidad, permanencia, Dios...) se inventan para encontrar la quietud, el orden, la paz, que están ausentes del único mundo existente, el de los sentidos. Los filósofos, incapaces de aceptar el caos, el torbellino de sensaciones vitales, la multiplicidad desbordante, la irracionalidad del universo, construyen, por su interés propio, un mundo irreal donde poder sobrevivir. Es esa fragilidad mental la que explica las fantasías metafísicas. Monótono-teísmo: Es un juego de palabras típico de Nietzsche. Resulta de la fusión de "monoteísmo" y "monótono". La metafísica tradicional se caracteriza por lo que Nietzsche llama el "monoteísmo de la verdad": la creencia en una verdad única y excluyente que reside en un transmundo. La consecuencia inevitable es la desvalorización del único mundo real, la declaración de guerra a la naturaleza y a la voluntad de vida. Por tanto, la monotonía, el aburrimiento, el hastío, el nihilismo. Frente al monótono-teísmo, Nietzsche reivindica el gozoso politeísmo de la verdad. Mundo aparente / mundo verdadero: el llamado por los filósofos “mundo verdadero” es una ficción, es el resultado de las lucubraciones alejadas de la realidad que lleva a cabo la metafísica. Nietzsche lleva a cabo en el texto una reivindicación de los sentidos, para él, el único mundo existente es el que nos muestran los sentidos (el llamado por los filósofos “mundo aparente”). El “mundo verdadero” de la razón es una mentira. “Nosotros”: término usado por Nietzsche con arrogancia, suponiendo cortésmente que alguien más que él vislumbre el prejuicio de la razón y sus efectos. pág. 88 Subrepticio: Algo que se hace de manera oculta y a escondidas. Valor: se trata del punto de vista con el que la vida se afirma a sí misma. No hay actividad vital, que no consista en establecer, erigir, asegurar, sostener o derribar valores. Vivir es valorar, y en el sentido más propiamente nietzscheano, lo que se entiende por valor tiene que ver con el aumento o disminución de la actividad vital. Verificación: Comprobar o examinar la verdad de una cosa. Verdad: Conocimiento objetivo de la realidad. Por tanto, se presupone la existencia de una realidad absoluta. Es una convicción característica de la filosofía tradicional. Nietzsche opone a esta voluntad de verdad su voluntad de poder. La realidad no es racional, por tanto, la razón no puede ser un instrumento para conocerla y la "verdad monoteísta" (la misma para todos) carece de sentido. Si aún queremos hablar de conocimiento o de verdad, habrá de ser de una manera relativa. Es imposible desprendemos de nuestra subjetividad y de los aspectos (psicológicos, sociales, físicos, históricos, etc.) que la condicionan. Todo conocer humano es mera interpretación del mundo y depende de la perspectiva vital en que se encuentra cada individuo. Sin embargo, históricamente en las sociedades se impone un grupo de metáforas como algo normativo y de obligado cumplimiento. El resto de metáforas son declaradas entonces como subversivas y son desprestigiadas socialmente (mentira) o se relegan a la mera validez subjetiva (el arte). Para Nietzsche la verdad es una ficción que se ha olvidado que lo es. Por eso habla del politeísmo de la verdad: el derecho de cada uno a inventar sus verdades, a pregonar sus diferentes experiencias vitales, frente a la interpretación impuesta como verdadera en una sociedad. Eso no quiere decir que todas las perspectivas tengan el mismo valor: las que nos arraigan a la vida, las que nos reconcilian con nuestros instintos vitales, con nuestro cuerpo, con nuestra capacidad de gozar, son preferibles. Esa es la "verdad" que pregona Nietzsche en cada línea que escribió. Voluntad: Facultad que causa las acciones. Es una ficción (al igual que las figuras mitológicas que sirven de modelo a las constelaciones). Ya Kant estableció que no era posible demostrar su existencia desde la razón teórica, pero que era necesaria suponerla, como postulado, para la moralidad (según Nietzsche, sin embargo, la moral a la que se refiere no es universalmente válida sino particular, con sus condicionantes psicosociales e históricos, por tanto, resultado de una determinada posición de valores por parte de un tipo de ser humano, en concreto caracterizado por ser negador de la vida). No hay voluntad como algo unitario, sino lo que hay es una pluralidad incluso antagónica de quereres, de deseos, de impulsos. Al igual que el yo, que es igualmente multiforme. Es el lenguaje el que nos hace ver el 'yo' y la 'voluntad' como algo unitario. Yo: Unidad sustancial que subyace a cualquier estado de un sujeto. Se trata de otra ficción provocada por el lenguaje. Para Nietzsche lo que llamamos 'yo' es el escenario de un campo de fuerzas en tensión, que tiene como resultado que un instinto u otro resulten dominantes y a ese instinto dominante lo llamamos 'voluntad'. Las fuerzas en juego son muy heterogéneas: las hay activas (fuerzas que actúan) y reactivas (fuerzas que se limitan a reaccionar ante la acción afirmativa). El predominio de las primeras origina una voluntad de poder afirmativa, creadora, artística, mientras que el de las segundas provoca una voluntad de poder negativa, conservadora, resentida. pág. 89 Tema6.JoséOrtegayGasset(1883-1955): elracio-vitalismo 1. Introducción José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo. El pensamiento de Ortega se suele dividir en tres etapas: Etapa objetivista (1902–1914): influido por el neokantismo alemán y por la fenomenología de Husserl, llega a afirmar la primacía de las cosas (y de las ideas) sobre las personas. Etapa perspectivista (1914–1923): se inicia con “Meditaciones del Quijote”. En esta época, Ortega describe la situación española en “España invertebrada” (1921). Etapa raciovitalista (1924–1955): se considera que Ortega entra en su etapa de madurez, con obras como “El tema de nuestro tiempo”, “Historia como sistema”, “Ideas y creencias” o “La rebelión de las masas”. 2. La idea de filosofía 2. 1. Rasgos de la filosofía En su obra “¿Qué es filosofía?” Ortega define esta disciplina como “el estudio radical de la totalidad del Universo”, y presenta algunos de sus rasgos principales: Principio de autonomía: el filósofo no debe dar por buenas las verdades conquistadas por otros saberes, debe admitir como verdadero sólo aquello que se le muestre a él mismo con evidencia. Este afán por la autonomía le llevará a la búsqueda de un dato que presente evidencia absoluta, de una realidad primera y radical (el vivir). Principio de pantonomía o universalismo: las ciencias (biología, física, química...) se interesan por una parte de la realidad, la filosofía lo hace por el todo, por el Universo en general; el filósofo hace una valoración de la región del ser que le interesa y la relaciona con el conjunto de la realidad, tratando de descubrir el sentido de las cosas, el ser presente en todas ellas. La filosofía es un conocimiento teórico: por ser conocimiento es un sistema de conceptos precisos, basados en la razón y la lógica, y por ser teórico es un saber ajeno a la preocupación por el domino técnico. Sin embargo, a pesar de esta aparente “inutilidad” Ortega presenta dos razones que convierten a la filosofía en un saber imprescindible: satisface una de las pág. 90 dimensiones más irrenunciables de la vida humana, el afán por el conocimiento, la búsqueda de la verdad. La filosofía tiene una “utilidad existencial”: el hombre es un náufrago perdido en la existencia y en este naufragio las teorías filosófica le permiten orientarse en la realidad. 2. 2. El método de la filosofía: la intuición filosófica El conocimiento humano descansa en principios muy básicos que se alcanzan mediante actos simples de conocimiento a los que llama intuiciones; la intuición no se limita a la esfera de la percepción ni es sólo intuición sensible; también hay otros tipos de realidades que pueden darse en persona y estar presentes ante el sujeto cognoscente. Frente al positivismo empirista, que limita lo positivo a lo dado a la percepción, Ortega reivindica el “positivismo radical”: es posible la intuición o conocimiento inmediato de la verdad también en otros ámbitos, como el de las objetividades matemáticas, o del mundo de los valores y respecto de los grandes temas de la filosofía. Existe la llamada “intuición filosófica”: intuición porque es un acto de presencia inmediata de la verdad y filosófica porque la objetividad que en este acto se muestra es un sentido filosófico. 3. El tema de nuestro tiempo: la superación de la modernidad En función de sus peculiaridades históricas y culturales, cada época tiene una tarea fundamental que realizar y un destino. Ortega considera que la nuestra no es otra que superar los principios básicos de la modernidad, superación que en el caso de España servirá además para la renovación de la vida política y social. La época moderna y el espíritu filosófico que la sustenta está en crisis y debe superarse con nuevas creencias y nuevas formas culturales y vitales. Cada época está inspirada y organizada en ciertos principios; en el caso de la Edad Moderna, el principio básico que Ortega encuentra es el de la subjetividad, y la filosofía que lo gesta el racionalismo y el idealismo. El racionalismo considera que la razón es la dimensión principal del hombre y trae consigo la idea de la racionalidad como una capacidad capaz de vincularnos con verdades abstractas, atemporales, ajenas a cualquier elemento histórico y subjetivo. En sus versiones más extremas, el racionalismo es contrario a la vida. Por su parte, el idealismo presenta al mundo como una construcción del sujeto cognoscente, como un contenido de la conciencia que se lo representa. Frente a estos puntos de vista encontramos doctrinas opuestas: el idealismo tiene como contraria la tesis realista típica del pensamiento antiguo y medieval, y al racionalismo se opone el relativismo y el vitalismo irracionalista (el de Nietzsche, por ejemplo). Ortega considera que ninguna de estas dos oposiciones es correcta, que es preciso encontrar una solución a la disputa entre el racionalismo y el relativismo, entre el idealismo y el realismo. Y ello sólo es posible profundizando en el gran descubrimiento de la modernidad (la subjetividad). Ortega rechaza la visión de una razón ahistórica y transpersonal, pero sin proponer una actitud vitalista radical, irracionalista, al modo de Nietzsche; su "racio-vitalismo" reivindica una noción de la razón que no sea contraria a la vida, la razón vital. En la historia del pensamiento se han dado dos interpretaciones opuestas de la realidad, el realismo y el idealismo. Para la concepción realista la realidad es independiente de la mente que se la representa, tiene una existencia propia, pues el sujeto cognoscente no construye la realidad que conoce. En el auténtico conocimiento nuestra mente es pasiva, es como un espejo fiel de la realidad; todo elemento subjetivo deforma la imagen que ésta puede exhibir en nuestra mente. La metáfora que mejor muestra esta descripción de la realidad y el conocimiento es la metáfora del sello y la cera: cuando conocemos la realidad, esta impresiona pág. 91 sobre nuestra mente, deja su huella (como el sello de un anillo lo hace sobre la cera), huella o representación que concentra el conocimiento alcanzado. El idealismo defiende todo lo contrario: la realidad es una construcción de la subjetividad o mente que se la representa, es inseparable de la conciencia que conoce; de aquí una nueva metáfora, la del continente y el contenido. La conciencia es como un receptáculo en el que existen o están presentes las cosas del mundo. El idealismo subraya el papel del sujeto y concibe la realidad como un mero contenido de conciencia; la filosofía kantiana defenderá este punto de vista. Ortega, estuvo influido en su juventud por el pensamiento neokantiano, pero pronto dejó de lado esta corriente para volver a recuperar la realidad perdida, aunque sin comprometerse por completo con el realismo. Se trata de mantener una posición de equilibrio entre el sujeto y el objeto, entre la mente y el mundo, entre el yo y las cosas. Para expresar su propuesta de una nueva idea del mundo, superadora de la modernidad, Ortega nos presenta la metáfora de los “dioses conjuntos”, dioses de la Antigüedad que eran inseparables y participaban de un destino común; lo mismo ocurre con la realidad; la realidad tiene dos caras, el mundo y el yo, la subjetividad y las cosas y ambos extremos se necesitan mutuamente y no pueden darse uno sin el otro ni. Ni la realidad es una mera construcción del sujeto ni algo independiente y anterior al sujeto. Los términos yo y mundo, sujeto y objeto pueden expresarse también con las palabras yo y circunstancias ( “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”, Meditaciones del Quijote): mis circunstancias están ahí porque yo las atiendo, el mundo no es algo independiente, existe más bien en su relación conmigo, con mi subjetividad (residuo del idealismo); pero el yo no puede darse sin las circunstancias, no puede ser lo que es sino es en el ámbito de lo concreto y depende de las cosas para su realización (residuo del realismo). 4. La vida, realidad radical La realidad radical es la realidad en la que descansan todas las demás; desde la epistemología, la primera realidad será la primera verdad, aquella que permita deducir el resto de nuestros conocimientos; desde la ontología, la realidad primordial será aquél ámbito en el que se incardinan todos los demás. Para el realismo la realidad radical era algo exterior a la subjetividad (Naturaleza, Dios...); para el idealismo la subjetividad. Ortega, superador de ambas doctrinas, exigirá, una nueva realidad radical: la correlación entre subjetividad y mundo, entre yo y circunstancias, es decir la vida. La vida es la realidad indubitable o primera verdad, pero también la primera realidad, el ámbito en el que se hacen presentes y cobran sentido el resto de los seres. Ortega se niega a identificar la vida con el cuerpo, el alma o la mente; todas estas realidades son posteriores al vivir, son construcciones que desde la propia vida nos hacemos para entender la realidad. Y la vida tampoco es una categoría abstracta, es el término más concreto de todos pues se refiere a la vida de cada cual, al vivir concreto, a nuestro experimentar la realidad, nuestro amar, pensar, recordar, desear, imaginar...: la vida es el conjunto de vivencias y el ámbito en el que se hace presente todo, incluidos los dos géneros de realidad que enfrentaban a realistas e idealistas: el mundo o circunstancia y el yo o subjetividad; estos dos extremos se necesitan mutuamente y son elementos de la vida. Ortega rechaza también la categoría filosófica de substancia: nos pide que construyamos una nueva idea del ser (que es la vida); la vida no es una cosa, no tiene naturaleza ni es una substancia; su ser es hacerse, es devenir y proyecto, es construirse en el tiempo. Sin embargo, aunque no exista una esencia humana inmutable sí existe algo así como el marco que pág. 92 predetermina todo lo que el hombre puede llegar a ser, sí existen ciertos rasgos presentes en toda vida, y por lo tanto en todo hombre; a este marco, a estas características de todo vivir, Ortega les da el nombre de categorías de la vida. Vivir es un saberse y comprenderse. Los objetos meramente físicos no tienen una noticia de sí mismos, no se sienten ni se saben a sí mismos, nosotros sí. Aunque este saber puede tornarse explícito, sistemático e intelectual y puede llegar incluso a constituirse en una ciencia, el saber al que se refiere Ortega es más básico: es anterior a toda conceptualización y pensamiento teórico, es más bien un conocimiento espontáneo y prerreflexivo, es como una presencia inmediata de nosotros ante nosotros mismos. Y en este darse cuenta de nosotros mismos, nos damos cuenta también del no-yo, de las personas y cosas que nos rodean, del mundo circundante. Nos damos cuenta de nuestro mundo y de nuestra intervención en el mundo, y en este darnos cuenta de nuestro mundo nos damos cuenta de nosotros mismos. Una de las principales consecuencias de esta categoría es la de motivar en nosotros el afán por el conocimiento explícito de la realidad, nuestro apetito general de verdad. La vida y el conocimiento se necesitan, nos dice Ortega. Vivir es encontrarse en el mundo. El mundo es un elemento fundamental de la vida, no algo exterior a ella, y junto con el yo forma los dos ingredientes inseparables de la vida (mundo o circunstancia y yo o subjetividad). El mundo nos es tan básico y fundamental que incluso nos damos cuenta antes de él que de nosotros mismos; además, el vivir es siempre ocuparse con las cosas del mundo (desearlas, pensarlas, percibirlas...), es convivir con una circunstancia; en ese encuentro con lo otro distinto a uno mismo se va formando nuestro yo. El mundo o circunstancia, como ingrediente de la vida, no es sólo el descrito por la ciencia, es también el mundo de los valores, de la religión, es toda realidad en la que se sitúa y con la que se encuentra el sujeto o yo y que determina sus posibilidades existenciales, su destino. La circunstancia se compone de innumerables capas: el mundo físico, el mundo de la cultura, la realidad histórica y social e incluso el cuerpo y la propia mente. Cuando Ortega insiste en la circunstancia termina hablando también de la perspectiva, puesto que el hombre es un ser circunstanciado, inscrito en la realidad espacio-temporal que le ha tocado vivir; la perspectiva es el ámbito desde el que es posible experimentar la realidad. Finalmente, y en contra del realismo, el mundo no se puede separar de nosotros: no se puede entender el yo sin el mundo o circunstancia, pero tampoco se puede entender el mundo sin el yo o subjetividad puesto que lo que sea el mundo depende de las peculiaridades, creencias y sensibilidad de cada uno. La vida es fatalidad y libertad. El hecho de que la vida es siempre un darse en una circunstancia y un atender y estar en el mundo, le condujo a creer que no es posible la defensa absoluta de la libertad. El mundo que nos ha tocado vivir, nuestra circunstancia no es algo que podamos elegir; la circunstancia en la que estamos instalados y en la que se desenvuelve nuestra vida, determina nuestro yo. Pero esta tesis no tiene una connotación negativa puesto que sin la concreción que implica la circunstancia nos sería imposible ser y actuar: la vida es siempre estar en una circunstancia, no se vive en un mundo abstracto e indeterminado; el mundo vital nuestro es siempre nuestro mundo, el de nuestro aquí y ahora y es a partir de él como debemos actuar y modelar nuestro futuro; este hecho permite precisamente la libertad, la pura indeterminación la haría imposible. La fatalidad de nuestra vida no es completa, existe la libertad: no sentimos que nuestra vida esté prefijada totalmente pues la circunstancia nos pág. 93 permite un cierto margen de posibilidades y nos exige decidir. Por esta razón, la vida se presenta siempre como un problema, problema que nadie excepto nosotros puede resolver. La vida tiene un inevitable carácter dramático; estamos arrojados a la existencia y nos toca elegir y participar; en consecuencia tenemos proyectos, y el proyecto, lo que debemos elegir, ha de ser fiel a lo más profundo de nuestro ser, a nuestro destino; de este modo, la vida es libertad, y debe ser responsabilidad. La vida es futurición. Frente a los seres del mundo que viven en el presente y son lo que son, el ser humano tiene una realidad paradójica pues su ser consiste no tanto en lo que es sino en lo que va a ser. Ortega considera al futuro como la dimensión temporal más importante para caracterizar al hombre: nuestra vida es siempre atender al futuro, apostar por un proyecto y actuar para realizarlo; incluso nuestro presente está condicionado por nuestro futuro, pues hacemos lo que hacemos para ser lo que queremos ser; frente a ello, los modos de temporalidad adecuados para caracterizar la circunstancia son el pasado y, en sentido estricto, el presente. Así, Ortega acaba defendiendo dos tipos de tiempo: el cósmico, que es solamente el presente puesto que el pasado no es y el futuro todavía no es; y el del viviente: que es de modo primordial el futuro. 5. El conocimiento y la vida 5. 1. El perspectivismo En la tradición filosófica se han dado dos interpretaciones opuestas del conocimiento: el objetivismo o dogmatismo y el escepticismo o subjetivismo. El objetivismo declara que la realidad existe en sí misma y que nos es posible su conocimiento; a la vez, defiende la idea de que la verdad sólo puede ser una y la misma, con independencia de las peculiaridades, cultura y época a la que pertenezca el individuo que la alcance; de ahí que el sujeto cognoscente deba carecer de rasgos propios, tenga que ser extrahistórico y estar más allá de la vida, puesto que la vida es historia, cambio, peculiaridad. La mayor parte de autores han defendido este punto de vista. Frente a esta doctrina tenemos el subjetivismo (los sofistas y Nietzsche): es imposible el conocimiento objetivo puesto que los rasgos del sujeto cognoscente influyen fatalmente en el conocimiento. El subjetivismo es relativismo, termina negando la posibilidad de la verdad, y concluye en la idea de que nuestro conocimiento se refiere a la apariencia de las cosas. Estas dos doctrinas tienen un mismo fundamento, la creencia en la falsedad del punto de vista del individuo; Ortega destaca el error de este presupuesto: el punto de vista individual es legítimo porque es el único posible, es el único desde el que puede verse el mundo; la realidad siempre se muestra de ese modo. La perspectiva queda determinada por el lugar que cada uno ocupa en el Universo, y sólo desde esa posición puede captarse la realidad. La mirada y el Universo, el yo y la circunstancia son correlativos: la realidad no es una invención, pero tampoco algo independiente de la circunstancia, pues no se puede eliminar el punto de vista. La realidad es múltiple, perspectivística, multiforme no existe un mundo en sí mismo, existen tantos como perspectivas; y cada una de ellas permite una verdad: la verdad es aquella descripción del mundo que sea fiel a la perspectiva. Cada perspectiva capta una parte de la realidad, de ahí la importancia de todo hombre y toda cultura, todos ellos son insustituibles pues cada uno tiene como tarea mostrar, hacer patente el mundo que se le ofrece en virtud de su circunstancia. Una realidad que vista desde cualquier punto de vista sea pág. 94 siempre igual es un puro absurdo. El conocimiento absoluto, objetivo e independiente del sujeto cognoscente no existe, es ficticio, irreal. Ortega defiende el perspectivismo alegando que el sujeto no es un medio transparente, ni idéntico e invariable en todos los casos; es más bien un “aparato receptor” capaz de captar cierto tipo de realidad y no otro: de la totalidad de cosas que componen el mundo muchas son ignoradas por el sujeto cognoscente por no disponer de órganos adecuados para captarlas, y otras pasan por éstos a su interior; en cada individuo su psiquismo, y en cada pueblo y época su “alma”, actúa como un “órgano receptor” que faculta en cada caso la comprensión de ciertas verdades e impide la recepción de otras. Esta dimensión perspectivística no se limita al mundo físico y espacial, se da también en las dimensiones más abstractas de la realidad como los valores y las propias verdades. De este modo, el perspectivismo le permite a Ortega superar tanto el objetivismo como el subjetivismo. 5. 2. La nueva idea de Razón propuesta por Ortega: razón vital y razón histórica Ortega reivindica una nueva forma de conocer la realidad: la realidad primordial, la vida, sólo puede captarse adecuadamente mediante el recurso de la razón vital y de la razón histórica. Ortega y Gasset llamó racio-vitalismo a su sistema filosófico. Es la filosofía que tiene como tema explícito la reflexión sobre la vida y el descubrimiento y explicación de sus categorías fundamentales. Ortega se aleja del vitalismo irracionalista de Nietzsche y no niega la racionalidad humana pues el apetito de verdad y de objetividad forma parte de las inclinaciones más profundas del ser humano, así como nuestra predisposición a alcanzar dichos ideales mediante el ejercicio de la razón; además, con la razón construimos descripciones de la realidad que nos permiten orientarnos en la existencia: los sistemas de creencias hacen inteligible la realidad y permiten enfrentarnos al naufragio que invariablemente es la existencia. Pero ello no nos lleva de ningún modo al racionalismo pues la razón vital, a diferencia de la razón pura del racionalismo es capaz de recoger las peculiaridades y reclamaciones de la vida (la perspectiva, la individualidad, la historia, la excelencia y la corporeidad...). La razón vital conduce a la razón histórica, puesto que la vida es esencialmente cambio e historia. La razón histórica tiene como objetivo permitirnos comprender la realidad humana a partir de su construcción histórica y de las categorías de la vida y con ella podemos superar las graves limitaciones de la razón fisico-matemática propuesta en la modernidad. La filosofía tradicional había defendido la existencia de la naturaleza humana, de un núcleo estático y esencial, y por lo tanto había entendido al hombre en términos semejantes a las cosas del mundo (en términos substancialistas). El concepto de razón pura y matematizante típico de la modernidad es la culminación de este punto de vista, pero con este tipo de racionalidad se han cumplido los ideales técnicos de la modernidad aunque no los morales y existenciales. Este fracaso se debe a que es adecuada para aprehender las cosas, pero no propiamente la realidad humana, pues el hombre no es una cosa más del mundo, ni tiene naturaleza ni un ser estático, sino temporalidad e historia. Ortega describe dos formas de dar cuenta de la realidad: explicamos una hecho cuando descubrimos las leyes cuantitativas a las que se somete; esta forma de comprensión es legítima cuando se aplica a las cosas. Entendemos algo cuando captamos el sentido presente en dicha realidad, y es esta la forma de comprensión adecuada para dar cuenta del mundo humano, que no consta de hechos sino de sentidos; la razón histórica es precisamente el instrumento que debemos utilizar para comprender los sentidos de la existencia humana, y para ello se ha de referir a dimensiones del vivir como los sentimientos, valoraciones y proyectos del individuo o colectividad que queramos estudiar, y pág. 95 a las categorías, creencias y esquemas mentales con los que damos un sentido a nuestra vida y nos enfrentamos al reto de la existencia. La razón histórica utiliza igualmente los recursos interpretativos que nos permite el enfoque historicista: el análisis de la biografía, la teoría de las generaciones y la comprensión de las distintas épocas que constituyen nuestro pasado y determinan nuestro presente. 6. Texto de J. Ortega y Gasset para selectividad: «La Doctrina del Punto de Vista», en El tema de nuestro tiempo. Obras Completas, Vol. III, cap. X. Madrid: Revista de Occidente, 1966, pp. 197-203. “La doctrina del punto de vista” Contraponer la cultura a la vida y reclamar para ésta la plenitud de sus derechos frente a aquélla no es hacer profesión de fe anticultural. Si se interpreta así lo dicho anteriormente, se practica una perfecta tergiversación. Quedan intactos los valores de la cultura; únicamente se niega su exclusivismo. Durante siglos se viene hablando exclusivamente de la necesidad que la vida tiene de la cultura. Sin desvirtuar lo más mínimo esta necesidad, se sostiene aquí que la cultura no necesita menos de la vida. Ambos poderes -el inmanente de lo biológico y el trascendente de la cultura- quedan de esta suerte cara a cara, con iguales títulos, sin supeditación del unoal otro. Este trato leal de ambos permite plantear de una manera clara el problema de sus relaciones y preparar una síntesis más franca y sólida. Por consiguiente, lo dicho hasta aquí es sólo preparación para esa síntesis en que culturalismo y vitalismo, al fundirse, desaparecen. Recuérdese el comienzo de este estudio. La tradición moderna nos ofrece dos maneras opuestas de hacer frente a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el racionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo, ensaya la operación inversa: desvanece el valor objetivo de la cultura para dejar paso a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones anteriores parecían suficientes, no encuentran eco en nuestra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad en el sentido de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a olvidarse de que para existir necesitan el soporte de la vitalidad. Aclaremos este punto concretándonos a la porción mejor definible de la cultura: el conocimiento. El conocimiento es la adquisición de verdades, y en las verdades se nos manifiesta el universo trascendente (transubjetivo) de la realidad. Las verdades son eternas, únicas e invariables. ¿Cómo es posible su insaculación dentro del sujeto? La respuesta del Racionalismo es taxativa: sólo es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un medio transparente, sin peculiaridad o color alguno, ayer igual a hoy y mañana -por tanto, ultravital y extrahistórico. Vida es peculiaridad, cambio, desarrollo; en una palabra: historia. La respuesta del relativismo no es menos taxativa. El conocimiento es imposible; no hay una realidad trascendente, porque todo sujeto real es un recinto peculiarmente modelado. Al entrar en él la realidad se deformaría, y esta deformación individual sería lo que cada ser tomase por la pretendida realidad. pág. 96 Es interesante advertir cómo en estos últimos tiempos, sin común acuerdo ni premeditación, psicología, <biología> y teoría del conocimiento, al revisar los hechos de que ambas actitudes partían, han tenido que rectificarlos, coincidiendo en una nueva manera de plantear la cuestión. El sujeto, ni es un medio transparente, un “yo puro” idéntico e invariable, ni su recepción de la realidad produce en ésta deformaciones. Los hechos imponen una tercera opinión, síntesis ejemplar de ambas. Cuando se interpone un cedazo o retícula en una corriente, deja pasar unas cosas y detiene otras; se dirá que las selecciona, pero no que las deforma. Esta es la función del sujeto, del ser viviente ante la realidad cósmica que le circunda. Ni se deja traspasar sin más ni más por ella, como acontecería al imaginario ente racional creado por las definiciones racionalistas, ni finge él una realidad ilusoria. Su función es claramente selectiva. De la infinidad delos elementos que integran la realidad, el individuo, aparato receptor, deja pasar un cierto número de ellos, cuya forma y conte-nido coinciden con las mallas de su retícula sensible. Las demás cosas -fenómenos, hechos, verdades- quedan fueran, ignoradas, no percibidas. Un ejemplo elemental y puramente fisiológico se encuentra en la visión y en la audición. El aparato ocular y el auditivo de la especie humana reciben ondas vibratorias desde cierta velocidad mínima hasta cierta velocidad máxima. Los colores y sonidos que queden más allá o más acá de ambos límites le son desconocidos. Por tanto, su estructura vital influye en la recepción de la realidad; pero esto no quiere decir que su influencia o intervención traiga consigo una deformación. Todo un amplio repertorio de colores y sonidos reales, perfectamente reales, llega a su interior y sabe de ellos. Como son los colores y sonidos acontece con las verdades. La estructura psíquica de cada individuo viene a ser un órgano perceptor, dotado de una forma determinada que permite la comprensión de ciertas verdades y está condenado a inexorable ceguera para otras. Así mismo, para cada pueblo y cada época tienen su alma típica, es decir, una retícula con mallas de amplitud y perfil definidos que le prestan rigorosa afinidad con ciertas verdades e incorregible ineptitud para llegar a ciertas otras. Esto significa que todas las épocas y todos los pueblos han gozado su congrua porción de verdad, y no tiene sentido que pueblo ni época algunos pretendan oponerse a los demás, como si a ellos les hubiese cabido en el reparto la verdad entera. Todos tienen su puesto determinado en la serie histórica; ninguno puede aspirar a salirse de ella, porque esto equivaldría a convertirse en un ente abstracto, con integra renuncia a la existencia. Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo. La distinta situación hace que el paisaje se organice ante ambos de distinta manera. Lo que para uno ocupa el primer término y acusa con vigor todos sus detalles, para el otro se halla en el último, y que da oscuro y borroso. Además, como las cosas puestas unas detrás se ocultan en todo o en parte, cada uno de ellos percibirá porciones del paisaje que al otro no llegan. ¿Tendría sentido que cada cual declarase falso el paisaje ajeno? Evidentemente, no; tan real es el uno como el otro. Pero tampoco tendría sentido que puestos de acuerdo, en vista de no coincidir sus paisajes, los juzgasen ilusorios. Esto supondría que hay un tercer paisaje auténtico, el cual no se halla sometido a las mismas condiciones que los otros dos. Ahora bien, ese paisaje arquetipo no existe ni puede existir. La realidad cósmica es tal, que sólo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo. pág. 97 Lo que acontece con la visión corpórea se cumple igualmente en todo lo demás. Todo conocimiento es desde un punto de vista determinado. La species aeternitatis, de Spinoza, el punto de vista ubicuo, absoluto, no existe propiamente: es un punto de vista ficticio y abstracto. No dudamos de su utilidad instrumental para ciertos menesteres del conocimiento; pero es preciso no olvidar que desde él no se ve lo real. El punto de vista abstracto sólo proporciona abstracciones. Esta manera de pensar lleva a una reforma radical de la filosofía y, lo que importa más, de nuestra sensación cósmica. La individualidad de cada sujeto era el indominable estorbo que la tradición intelectual de los últimos tiempos encontraba para que el conocimiento pudiese justificar su pretensión de conseguir la verdad. Dos sujetos diferentes -se pensaba- llegarán a verdades divergentes. Ahora vemos que la divergencia entre los mundos de dos sujetos no implica la falsedad de uno de ellos. Al contrario, precisamente porque lo que cada cual ve es una realidad y no una ficción, tiene que ser su aspecto distinto del que otro percibe. Esa divergencia no es contradicción, sino complemento. Siel universo hubiese presentado una faz idéntica a los ojos de un griego socrático que a los de un yanqui, deberíamos pensar que el universo no tiene verdadera realidad, independiente de los sujetos. Porque esa coincidencia de aspecto ante dos hombres colocados en puntos tan diversos como son la Atenas del siglo V y la Nueva York del XX indicaríaque no se trataba de una realidad externa a ellos, sino de una imaginación que por azar se producía idénticamente en dos sujetos. Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo -persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere un dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el universo, la omnímoda verdad, quedaría ignorada. El error inveterado consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma, e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia. Pensando así, claro está, toda visión de ella desde un punto determinado no coincidiría con ese su aspecto absoluto y, por tanto, sería falsa. Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tienen infinitas perspectivas, todas ellas igualmente verídicas y auténticas. La sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Dicho de otra manera: lo falso es la utopía, la verdad no localizada, vista desde <lugar ninguno>. El utopista -y esto ha sido en esencia el racionalismo- es el que más yerra, porque es el hombre que no se conserva fiel a su punto de vista, que deserta de su puesto. Hasta ahora la filosofía ha sido siempre utópica. Por eso pretendía cada sistema valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Exenta de la dimensión vital, histórica, perspectivista, hacía una y otra vez vanamente su gesto definitivo. La doctrina del punto de vista exige, en cambio, que dentro del sistema vaya articulada la perspectiva vital de que ha emanado, permitiendo así su articulación con otros sistemas futuros o exóticos. La razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación. Cuando hoy miramos las filosofías del pasado, incluyendo las del último siglo, notamos en ellas ciertos rasgos de primitivismo. Empleo esta palabra en el estricto sentido que tiene cuando es referida a los pintores del quattrocento. ¿Por qué llamamos a éstos “primitivos”? ¿En qué consiste su primitivismo? pág. 98 En su ingenuidad, en su candor -se di-ce-. Pero ¿cuál es la razón del candor y de la ingenuidad, cuál su esencia? Sin duda, es el olvido de sí mismo. El pintor primitivo pinta el mundo desde su punto de vista bajo el imperio de las ideas, valoraciones, sentimientos que le son privados-, pero cree que lo pinta según él es. Por lo mismo, olvida introducir en su obra su personalidad; nos ofrece aquélla como si se hubiera fabricado a sí misma, sin intervención de un sujeto determina-do, fijo en un lugar del espacio y en un instante del tiempo. Nosotros, naturalmente, vemos en el cuadro el reflejo de su individualidad y se ignoraba a si mismo y se creía una pupila anónima abierta sobre el universo. Esta ignorancia de sí mismo es la fuente encantadora de la ingenuidad. Mas la complacencia que el candor nos proporciona incluye y supone la desestima del candoroso. Se trata de un benévolo menosprecio. Gozamos del pintor primitivo, como gozamos del alma infantil, precisamente, porque nos sentimos superiores a ellos. Nuestra visión del mundo es mucho más amplia, más compleja, más llena de reservas, encrucijadas, escotillones. Al movernos en nuestro ámbito vital sentimos éste como algo ilimitado, indomable, peligroso y difícil. En cambio al asomarnos al universo del niño o del pintor primitivo vemos que es un pequeño círculo, perfectamente concluso y dominable, con un repertorio reducido de objetos y peripecias. La vida imaginaria que llevamos durante el rato de esa contemplación nos parece un juego fácil que momentáneamente nos liberta de nuestra grave y problemática existencia. La gracia del candor es, pues, la delectación del fuerte en la flaqueza del débil. El atractivo que sobre nosotros tienen las filosofías pretéritas es del mismo tipo. Su claro y sencillo esquematismo, su ingenua ilusión de haber descubierto toda la verdad, la seguridad con que se asientan en fórmulas que suponen inconmovibles nos dan la impresión de un orbe concluso, definido y definitivo, donde ya no hay problemas, donde todo está ya resuelto. Nada más grato que pasear unas horas por mundos tan claros y tan mansos. Pero cuando tornamos a nosotros mismos y volvemos a sentir el universo con nuestra propia sensibilidad, vemos que el mundo definido por esas filosofías no era, en verdad el mundo, sino el horizonte de sus autores. Lo que ellos interpretaban como limite del universo, tras el cual no había nada más, era sólo la línea curva con que su perspectiva cerraba su paisaje. Toda filosofía que quiera curarse de ese inveterado primitivismo, de esa pertinaz utopía, necesita corregir ese error, evitando que lo que es blando y dilatable horizonte se anquilose en mundo. Ahora bien; la reducción o conversión del mundo a horizonte no resta lo más mínimo de realidad a aquél; simplemente lo refiere al sujeto viviente, cuyo mundo es, lo dota de una dimensión vital, lo localiza en la corriente de la vida, que va de pueblo en pueblo, de generación en generación, de individuo en individuo, apoderándose de la realidad universal. De esta manera, la peculiaridad de cada ser, su diferencia individual, lejos de estorbarle para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de realidad que le corresponde. De esta manera, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato de conocimiento insustituible. La verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo, y así sucesivamente. Cada individuo es un punto de vista esencial. Yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta. Ahora bien: esta suma de las perspectivas individuales, este conocimiento de lo que todos y cada uno han visto y saben, esta omnisciencia, esta verdadera <razón absoluta> es el sublime oficio que atribuimos a Dios. Dios es también un punto de vista; pero no porque posea un mirador fuera del área humana que le haga ver directamente la realidad universal, como si fuera un viejo racionalista. Dios no es racionalista. Su punto de vista es el de cada uno de nosotros; nuestra verdad parcial es también verdad para Dios. ¡De tal modo es verídica nuestra perspectiva y auténtica nuestra realidad! Sólo que Dios, como dice el catecismo, está en todas partes y por eso goza de todos los puntos de vista y pág. 99 en su ilimitada vitalidad recoge y armoniza todos nuestros horizontes. Dios es el símbolo del torrente vital, al través de cuyas infinitas retículas va pasando poco a poco el universo, que queda así impregnado de vida, consagrado, es decir, visto, amado, odiado, sufrido y gozado. Sostenía Malebranche que si nosotros conocemos, alguna verdad es porque vemos las cosas en Dios, desde el punto de vista de Dios. Más verosímil me parece lo inverso: que Dios ve las cosas al través de los hombres, quelos hombres son los órganos visuales de la divinidad. Por eso conviene no defraudar la sublime necesidad que de nosotros tiene, e hincándonos bien en el lugar que nos hallamos, con una profunda fidelidad a nuestro organismo, a lo que vitalmente somos, abrir bien los ojos sobre el contorno y aceptar la faena que nos propone el destino: el tema de nuestro tiempo. 7. Vocabulario de J. Ortega y Gasset Absoluto: Se entiende tradicionalmente en filosofía como aquello que es por sí mismo, que no necesita de otra cosa ni depende de otra cosa. Referido a verdad, quiere decir verdad completa y total. Abstracto, abstracción: Etimológicamente abstraer tiene el significado de extraer, sacar algo de alguna cosa, separar algo de algo. En un sentido más riguroso, se entiende por abstracción el proceso por el que el entendimiento obtiene (extrae) el concepto universal a partir de su imagen sensible, que es particular y concreta. El concepto de "casa" es universal, porque se aplica a todos los objetos "casa", que tienen en común unas características determinadas. La imagen de "casa" es particular, porque se refiere sólo a una casa concreta. Para Ortega la realidad es concreta, móvil y plural. Todo conocimiento que se pretenda universal e inmutable será abstracto. Todo sujeto que pretenda obtener un conocimiento absoluto será un sujeto abstracto. Anquilosamiento: Detenimiento de una cosa en su progreso. Antinomia: Oposición o conflicto entre dos ideas, dos proposiciones, dos actitudes o dos interpretaciones. Ortega usa el término "antinomia" para referirse a la oposición que a partir del Renacimiento se ha ido estableciendo entre cultura y vida. La cultura niega a la vida (en lo que ésta tiene de relativo y cambiante) y la vida niega a la cultura (en lo que ésta tiene de objetivo e inmutable). Arquetipo: Tipo ejemplar y modélico. Modelo perfecto que se toma de ejemplo o sirve de imitación. Auténtico: Se dice de algo que es auténtico, cuando se establece definitivamente lo que se supone que es. Un ser humano es auténtico, cuando es lo que verdadera y radicalmente es. La autenticidad en Ortega es una característica ontológica de la realidad humana. El yo auténtico es el "yo insobornable", que no puede dejar de ser lo que es. Candor: Sencillez, sinceridad, inocencia. Cedazo: Instrumento compuesto de un aro y una tela, más o menos tupida, que sirve para separar en algunas cosas las partes más finas de las más gruesas, que son las que se quedan en el cedazo. pág. 100 Congruo: Conveniente, conforme, adecuado, proporcionado. Aquello que le corresponde. Una congrua porción de verdad es la parte de verdad que le corresponde a un individuo, a un pueblo o a una época. Conocimiento: Proceso mediante el cual un sujeto "aprehende" un objeto, se apodera de él, aunque no de forma física, sino sólo mental. Para el racionalismo el sujeto puede conocer la realidad tal como es en sí misma. Para Ortega eso no es posible, porque el sujeto, que es concreto e histórico, está dotado a su vez de unas capacidades que también son concretase históricas. Puede conocer la parte de realidad que le permiten sus capacidades, pero no toda la realidad. Contorno: Conjunto de líneas que limitan una figura o composición. Contradicción: Afirmar una cosa y lo contrario. Dos enunciados son contradictorios, cuando lo que en uno se afirma en el otro se niega. Cultura: La idea de cultura hace referencia al cultivo de las capacidades humanas y al resultado de ese cultivo. Este resultado es un conjunto de conocimientos, técnicas y expresiones artísticas, elaboradas por el hombre y de validez universal. Cuando se contrapone a vida, "cultura" designa lo universal e inmutable y "vida" lo particular y cambiante. Culturalismo: Postura extrema consistente en defender la cultura de forma excluyente, por encima y en contra de la naturaleza y de la vida. Considera que la cultura es lo auténticamente humano, porque es lo que ha hecho el hombre, mientras que la naturaleza o la vida son algo recibido. Dimensión vital: Se refiere al carácter concreto, histórico y perspectivista que tiene todo conocimiento. Como la vida, el conocimiento es propio de un sujeto individual, inserto dentro de una circunstancia histórica determinada y referido a esa parte de la realidad que sólo ese sujeto puede captar. No hay vida en general, sino vida concreta, la de cada uno, que se desarrolla en un lugar y un tiempo determinado. Lo que se dice del conocimiento también puede aplicarse a la verdad y a la filosofía. No es posible una verdad inmutable ni una filosofía inmutable, porque eso sería abstraerse de la vida, confundir lo que sólo es una perspectiva con la totalidad de lo real. Divergencia: Diferencia de opinión o parecer. Acción de divergir, discordar o discrepar. Divergir es la acción de separarse progresivamente una opinión de otra, o de apartarse, en geometría, una línea o una superficie de otra. Ente abstracto: Se refiere a un ser separado de la realidad. Sólo tiene entidad separada de la realidad concreta lo universal. Un ente abstracto es un ente separado de su circunstancia vital e histórica. Ente racional: Se dice de aquel ser que sólo existe en el entendimiento, en la razón. El ente de razón sólo está en el entendimiento, nunca en la realidad (es lo que los escolásticos llamaban estar "objetivamente" en el entendimiento). Ese ente de razón puede tener fundamento en la realidad o no tenerlo. Faz: Rostro, cara. Vista o lado de una cosa. Fenómeno: Significa lo que aparece, lo que se manifiesta en la experiencia, lo que se muestra al sujeto, en tanto en cuanto se muestra. Con frecuencia se opone fenómeno a realidad, en el sentido de que el fenómeno es lo que se manifiesta y la realidad es lo que da entidad al fenómeno. Todo fenómeno es fenómeno de algo. pág. 101 Ficción, ficticio: Ficción se opone a suposición y a apariencia. Con el significado de suposición, una cosa ficticia es una cosa inventada, una conjetura o una hipótesis. Con el significado de apariencia, una cosa ficticia es una cosa engañosa, que parece real, pero no lo es. Generación: Es un periodo de aproximadamente 15 años, en el que está vigente una forma de vida. Es ella la unidad concreta con la que se mide la auténtica cronología histórica. Cada generación está constituida por una fecha central y siete años atrás y siete delante. Los que pertenecen a ella se llaman contemporáneos, frente a los coetáneos, que son los que tienen la misma edad pero no viven el mismo tiempo. Existen dos clases de generaciones: las decisivas y las no decisivas. Las generaciones decisivas son las que hacen cambiar las épocas históricas o que viven el cambio entre las épocas históricas. Las no decisivas constituyen el resto. Hecho: Etimológicamente el hecho es el resultado de algo llevado a cabo. En un sentido más técnico, “hecho" se contrapone a "cosa" y a veces también a "fenómeno". Se puede considerar el hecho como un "estado de cosas", una "combinación de entidades o cosas", que se puede expresar a través de un enunciado contingente. La metafísica tradicional tendió a hablar de cosas, mientras que a partir del positivismo se habla más bien de hechos. La fenomenología ha contrapuesto "hecho" a "esencia", en el sentido de que los hechos son contingentes y la esencia no. Más difícil es establecer la diferencia con "fenómeno", con el que frecuentemente se le equipara. En cierto sentido el fenómeno es manifestación de algo y, por tanto, de una cosa. El hecho no necesita del fenómeno, porque él es su manifestación. Historia: La vida humana no es algo meramente vegetativo o sensitivo. La vida humana es algo que no está hecho, quehacer, tarea, acontecimiento, o sea, algo que nos sucede y se está desarrollando; por tanto, algo esencialmente histórico. Dice Ortega que "el hombre no tiene naturaleza sino que tiene historia". El hombre es básicamente un proyecto que se dirige hacia el futuro, pero que parte de un pasado. El hombre nunca es definitivamente, sino que va siendo. El carácter histórico de la vida humana implica responsabilidad y autenticidad. Como ser en proyecto que es, está forzado a elegir desde su circunstancia. Él es el responsable de su elección. Asimismo ese proyecto vital debe ser conforme alo que es él. Horizonte: Es la línea que limita la superficie terrestre que puede alcanzar la vista del observador, donde parece unirse el cielo con la tierra. En un sentido filosóficamente más riguroso, se entiende por horizonte la adecuación de "la magnitud del conocimiento con las capacidades y fines del sujeto". La filosofía del siglo XX de carácter fenomenológico o cercana a la fenomenología ha desarrollado ampliamente el término "horizonte" para referirse al yo y al mundo alrededor. El horizonte sería el conjunto de posibilidades que se le ofrecen al yo. El horizonte es el límite de la totalidad de las cosas, reales o imaginarias, que componen el mundo, pero, a diferencia del mundo, el horizonte es abierto y móvil, no cerrado y fijo. Ilusorio: Ficticio, carente de realidad, inventado por el sujeto. Individuo: Se dice de aquello que es indiviso e indivisible. Inmanente: Se opone a trascendente. Se dice de toda actividad que permanece dentro del agente que la realiza. Se aplica a todo aquello que se queda dentro de sí mismo. Ortega aplica el término "inmanente" al campo de lo biológico, porque la existencia biológica de cada uno (su desarrollo corporal) empieza y acaba en el individuo, no va más allá de él. Insaculación: Acción de poner en un saco, cántaro o urna cédulas o papeletas con números o nombres de personas o cosas, para sacar luego una o más a suerte. Inveterado: Antiguo, arraigado. Litigante, litigar: Pleitear, disputar en juicio sobre una cosa. pág. 102 Malebranche: Filósofo cartesiano (1638-1715), nacido en París, que lleva a cabo una síntesis entre cartesianismo y agustinismo. Es el defensor de dos teorías que han sido muy discutidas: el ontologismo y el ocasionalismo. Por lo que se refiere al ocasionalismo, Malebranche dice que la relación entre el alma y el cuerpo, que son dos sustancias completamente distintas, se realiza a través de la intervención divina. No es el alma la que mueve directamente al cuerpo, sino Dios con ocasión del deseo del alma; y viceversa, no es el cuerpo el que transmite una percepción al alma, sino Dios con ocasión de laafección correspondiente del cuerpo. Los movimientos del cuerpo y las modificaciones del alma son sólo ocasiones de laacción divina. Por lo que se refiere al ontologismo, Malebranche dice que el alma conoce las ideas de las cosas, no a partir deéstas, sino directamente en Dios. Las ideas son modificaciones del alma, y como las modificaciones del alma son causas ocasionales de la acción divina, vemos las ideas de las cosas en Dios. Mundo: En sentido amplio significa el conjunto de todas las cosas. En un sentido filosóficamente más riguroso, se entiende por mundo el conjunto de cosas que rodean al yo y tienen sentido para él. En cierta manera cada sujeto, cada época, cada cultura tienen su propio mundo. Como se trata de un conjunto dotado de cierta organización, el mundo se nos presenta cerrado y fijo, aunque de hecho puede cambiar, si cambian las intenciones del sujeto. Obnubilación: Oscurecimiento, ver algo como a través de una nube. Omnímodo: Se refiere a algo que lo comprende todo. Orbe: Es el limite extremo del mundo. Se diferencia de horizonte en que el orbe designa un límite cerrado y concluso, mientras que el horizonte es abierto y móvil. Perspectiva: Punto de vista desde el que observamos o entendemos algo. El punto de vista depende de la capacidad e intención del sujeto que observa y comprende. Como los sujetos somos muchos y peculiares, las perspectivas son múltiples y diversas. Porción de verdad: No hay una verdad absoluta y total que el individuo pueda conocer, como cree el racionalismo. Sólo podemos conocer un trozo, una parte de la verdad, que es la que nos corresponde desde nuestra perspectiva. A cada época, cultura o individuo le pertenece su propia porción de verdad, que sólo cada uno de ellos puede conocer, porque su perspectiva es insustituible. Punto de vista: Lugar desde el que contemplamos o divisamos algo. Según sea el lugar que ocupemos, así será la visión que tengamos del objeto. El lugar determina y limita lo que vemos del objeto. En filosofía la expresión "punto de vista" se ha intelectualizado para referirla conocimiento y a la realidad captada a través de él. En Ortega la doctrina del punto de vista es una doctrina fundamental, que tiene un doble carácter epistemológico y ontológico. No es posible un conocimiento absoluto, porque todo conocimiento es un conocimiento de un sujeto, que se halla situado en un lugar y en un momento determinado, o sea, en una circunstancia. Pero no sólo varía el conocimiento según sea el punto de vista. También es diferente la porción de realidad que el punto de vista nos permite conocer. Punto de vista abstracto: Se trata de una expresión contradictoria. Un punto de vista abstracto es un punto de vista separado del lugar y del momento en que todo conocimiento se efectúa, con el fin de convertirse en universal. Pero eso es imposible. La abstracción y la universalidad que pretende la abstracción niegan la noción de punto de vista. La obtención de un punto de vista abstracto por parte del racionalismo es una pretensión engañosa y ficticia, que le condena a desconocer lo real. Lo mismo se puede decir de un punto de vista ubicuo o absoluto. Es imposible un punto de vista ubicuo, que esté en todas partes. También lo es un punto de vista absoluto. En el primer caso, porque un punto de vista está siempre localizado en pág. 103 una sola parte, no en todas. En el segundo caso, porque un punto de vista no puede reflejar todos los puntos de vista. Quattrocento: Nombre con el que se designa el movimiento literario y italiano del siglo XV. Racionalismo: Doctrina filosófica que afirma que el órgano adecuado o completo de conocimiento es la razón, de tal manera que todo conocimiento verdadero es de origen racional. Esto es lo que afirmaron los filósofos racionalistas del siglo XVII. Razón absoluta: Se trata de una razón que se basta a sí misma para conocer toda la verdad, que es universal e inmutable. Razón pura: Se trata de una razón cuyos conceptos carecen de contenido empírico, o sea, que no obtiene sus conceptos de la experiencia. Es una razón abstracta y a priori, independiente de la experiencia. Razón vital: Concepto fundamental de Ortega con el que indica que la razón no es un simple agregado a la vida, sino uno de sus constitutivos, sin la cual ésta no puede entenderse. La vida consiste, en una de sus dimensiones esenciales, en saber, o más bien, en "saber a qué atenerse". La razón vital no es una razón abstracta y universal, sino concreta, referida al contenido de la vida de cada uno. Tiene tres características: es histórica, narrativa y a posteriori. Es histórica, porque no acepta nada como definitivamente terminado, sino que capta las cosas en su hacerse, en su devenir. Es narrativa, porque entiende la vida como relato, como conjunto de cosas que nos suceden. Y es a posteriori, porque no se acerca a la realidad con esquemas preestablecidos, sino que usa categorías "ocasionales", cuyo sentido depende de la circunstancia. Realidad: En el pensamiento de Ortega hay dos conceptos de realidad: lo que es real para nosotros y la auténtica realidad. La realidad, en el sentido de "lo que es real para nosotros", es aquello con que contamos al vivir, queramos o no, aquello con que topamos. Por otra parte, la "auténtica y primaria realidad" es un incierto repertorio de facilidades y dificultades para nuestra vida. Es una realidad desnuda de toda interpretación, que se presenta ante el hombre como un enigma que produce pavor. En el texto Ortega usa el primer concepto. Relativismo: Ha tenido influencia en la filosofía en dos esferas fundamentalmente, en la teoría del conocimiento y en la ética. Como tesis epistemológica el relativismo afirma que no hay verdades absolutas, que todas las verdades son relativas, o sea, que la verdad de un juicio depende de las condiciones, circunstancias o momento en que se formula. Como teoría ética afirma que nada es bueno o malo absolutamente, que la verdad o maldad de una acción depende igualmente de las condiciones, circunstancias o momento en que esa acción se realiza. Retícula: Conjunto de hilos o líneas en forma de red. Tejido en forma de red. Species aeternitatis: Frase latina que significa: "aspecto o forma de eternidad". Se refiere a algo que está al margen de la duración, que no está afectado por el tiempo. Spinoza: Filósofo racionalista (1632-1677) nacido en Amsterdam dentro de una familia de origen judío, que procedía de España, desde donde tuvo que trasladarse a Portugal y más tarde a Holanda por causa de la persecución religiosa. Spinoza identifica a Dios con la naturaleza. Para conocer a Dios hay que conocer las cosas de la naturaleza, de tal manera que "cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios". Spinoza distingue tres géneros de conocimiento. El más importante es el tercero, que es el que nos da la esencia del objeto. Conocer las cosas desde su esencia es concebirlas desde Dios, de tal manera que la mente que se eleva a este género de conocimiento contempla las cosas desde su eternidad. Sujeto: Proviene del término latino "subiectum", que significa lo que subyace debajo de algo, sea éste un objeto o una acción. Es un término que tiene tantos significados como partes de que pág. 104 consta la filosofía. Así se puede hablar de sujeto lógico, ontológico, psicológico, gnoseológico, etc. En Ortega el término sujeto tiene un significado gnoseológico y antropológico. Como sujeto cognoscente el sujeto orteguiano es el que construye su propia perspectiva. Pero ese sujeto no es abstracto ni universal, sino concreto y vital. Taxativo: Se refiere a algo que no admite discusión. Tergiversación, tergiversar: Forzar o torcer la interpretación de un dicho, un texto o un hecho. Trascendente: Se aplica a algo que está más allá de una cosa o un sujeto, que sobresale o sobrepasa a esa cosa o sujeto. Ortega dice que la cultura es trascendente, porque permanece más allá del individuo, la sociedad o la época en que surgió. Por ejemplo, la cultura griega antigua sigue influyendo en nosotros, aunque esa sociedad haya físicamente desaparecido hace más de veinte siglos. Transubjetivo: Se dice de algo que trasciende al sujeto, que va más allá del sujeto. Eso que trasciende al sujeto es la realidad, que se le presenta como algo objetivo. Ubicuo: Se dice de algo o alguien que está presente al mismo tiempo en todas partes. Ultravital: Lo que está más allá de la vida, que es diversa y cambiante, mientras que lo ultravital designa algo inmutable. Universo: Es el conjunto de todas las cosas existentes. Normalmente su significado coincide con el de mundo, pero si se contrapone a éste, "universo" designa la totalidad de las cosas, mientras que "mundo" designa la totalidad de las cosas para el yo. Puede haber muchos mundos, según sean las intenciones del yo, pero un solo universo. Utopía: Viene del griego y significa etimológicamente lo que no está en ningún lugar, en ninguna parte. Tomás Moro usó el término para describir una sociedad perfecta, que no está en ningún sitio, y que curiosamente era la antítesis de la sociedad inglesa de su tiempo. De ahí viene el significado más frecuente en la actualidad. Una utopía es lo máximo que podemos desear, aunque lo consideremos inalcanzable. La utopía tiene dos funciones: una función negativa, crítica (de los errores de la sociedad existente) y una función positiva y orientadora. Ortega juega con los dos significados, con el significado etimológico y con el significado actual más frecuente. Utopista: Persona que diseña utopías o siente inclinación por ellas. Verdad: Ortega considera insuficiente la definición tradicional de verdad como la adecuación entre pensamiento y realidad. La realidad no es algo independiente del hombre, que la contempla desde fuera. La realidad se me presenta en un primer momento como algo que se me enfrenta, entre la que me encuentro perdido; y para darle sentido, tengo que darle un ser. Las cosas no tienen un ser en sí mismas, independiente del hombre. Ese ser surge cuando el hombre se enfrenta a ellas y necesita elaborar un programa de conducta para con ellas, o sea, qué puede hacer o no, qué puede esperar, etc. A esto le llama Ortega aterimiento. La manera como yo me atengo a esa realidad es el ser de esa realidad. Pero para atenerme tengo que saber, saber a qué atenerme. La verdad es todo aquello a lo que el hombre sabe que ha de atenerse; y para saber atenerse, tendrá que aclararse consigo mismo, o sea, con las creencias que tiene de las cosas. Por eso, dice Ortega, "la verdad es la coincidencia del hombre consigo mismo" Vida, vitalidad: De manera general se entiende por vida el principio interno que da fuerza, energía o movimiento a las cosas. El concepto de vida se puede entender de tres maneras: como pág. 105 entidad biológica, como existencia moral o como objeto metafísico. Éste último es el que interesa a Ortega. Vitalismo: Ortega considera que el vitalismo se puede entender de dos maneras: como teoría biológica y como doctrina filosófica. Como teoría biológica el vitalismo afirma que los fenómenos orgánicos son irreductibles a los principios físico-químicos. Como doctrina filosófica, el vitalismo se puede entender de tres maneras: a) como teoría del conocimiento, según la cual éste es un proceso biológico como otro cualquiera, que se rige por las leyes generales orgánicas de adaptación, ley del mínimo esfuerzo y economía; b) como filosofía que declara que la razón no es el modo superior de conocimiento, sino que hay una relación cognoscitiva más inmediata, que Bergson llama intuición; y c) como "filosofía que no acepta más método de conocimiento teorético que el racional, pero cree forzoso situar en el centro del sistema ideológico el problema de la vida, que es el problema mismo del sujeto pensador de ese sistema" (ni vitalismo ni racionalismo). Ortega reconoce que el significado más preciso es el segundo, aunque el vitalismo que él defiende coincide con el tercero. Yo puro: Se refiere a un yo abstracto, separado e independiente de la circunstancia real e histórica del hombre. Se trata de un yo universal, opuesto al yo concreto de cada uno de nosotros. pág. 106 Anexo1.OrientacionesydirectricesparalaP.A.U. Modelodeexamen 1. Comentarios acerca del programa del segundo curso del Bachillerato, en relación con la Prueba de Acceso a la Universidad Las pruebas de acceso a la Universidad de la asignatura Historia de la Filosofía se acomodan a los objetivos y contenidos desarrollados en el RD1467/2007 de 2 de noviembre (BOE de 6 de noviembre de 2007), en la Orden de la Consejería de Educación de 5-8-2008 (BOJA de 26 de agosto) y en elart 9.2 del RD 1892/2008 de 14 de noviembre (BOE de 24 de noviembre) por el que se regulan las condiciones para el acceso a las enseñanzas universitarias oficiales. El examen de la prueba de acceso a la Universidad consistirá en un comentario de dos de los textos y autores que se indican a continuación y correspondientes a los cuatro períodos en que se suele dividir la Historia de la Filosofía. Los textos y autores recogen los problemas filosóficos planteados por los filósofos más relevantes a lo largo de la historia del pensamiento y agrupados en dos líneas de desarrollo diferentes, aunque no necesariamente divergentes: por un lado, la línea ontoepistemológica, centrada especialmente en problemas relativos a la filosofía teórica, y por otro, la línea ético-política en la que tienen cabida problemas relativos a la filosofía práctica, según establece la referida Orden de la Consejería de Educación. Los autores que serán objeto del examen, son los siguientes: En la línea ontoepistémica: Platón, R. Descartes, F. Nietzsche y J. Ortega y Gasset; y en la línea ético-política: Tomás de Aquino, I. Kant, K. Marx y J. Rawls. Todos ellos se ajustan a lo indicado en el RD 1467/2007 al desarrollar el contenido de la Historia de la Filosofía. Los textos de los que se seleccionarán los párrafos para el examen son los siguientes: Línea ontoepistémica: o PLATÓN, República, libro VII, 514a1-517c1. o DESCARTES, R. Discurso del método, Segunda parte (párrafos seleccionados) y IV parte completa. o NIETZSCHE, F. El Crepúsculo de los ídolos, «La Razón en la Filosofía», pp. 45-50. o ORTEGA Y GASSET, J. El Tema de Nuestro Tiempo, «La Doctrina del Punto de Vista», pp. 197-203. Línea ético-política: o TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica, I-II, cuestión 94, art. 2. o KANT, I. «Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?», en ¿Qué es la Ilustración? pp. 83-93. o MARX, K. Manuscritos de economía y filosofía, pp. 140-148. o RAWLS, J. La justicia como equidad. Una reformulación, pp. 70-75. pág. 107 2. Estructura de la prueba que se planteará para la asignatura a. La prueba contendrá dos textos de dos autores distintos (opción A y opción B): uno perteneciente a la línea ontoepistémica, y otro, a la línea ético-política, de entre los que el estudiante deberá elegir uno; b. el estudiante deberá responder a las tres cuestiones siguientes: 1. Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido. 2. Comentario del texto: Apartado a) Explicación de las dos expresiones subrayadas. Apartado b) Identificación y explicación del contenido del texto. Apartado c) Justificación desde la posición filosófica del autor. 3. Relación del tema o el autor elegidos con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad. 3. Instrucciones sobre el desarrollo de la prueba a. b. c. d. Duración: una hora y treinta minutos. Ha de elegir una opción. Indique, claramente, al comienzo del examen, la opción elegida. La calificación máxima de cada una de las cuestiones es la siguiente: primera, dos puntos; segunda, cinco puntos; tercera, tres puntos. 4. Criterios generales de corrección La valoración de la prueba será la siguiente: Primera cuestión: se valorará la adecuada contextualización realizada, distinguiendo los aspectos histórico-culturales (se puntuará con un máximo de 1punto) y filosóficos (se puntuará con un máximo de 1 punto) que influyen en el autor. Segunda cuestión (comentario del texto): o Apartado a) se valorará la claridad y precisión de la explicación de las dos expresiones subrayadas; se puntuará con un máximo de 1,5 punto, es decir, máximo de 0,75 por cada expresión; o Apartado b) se valorará la identificación del tema y el desarrollo argumentativo que realice el alumno; se puntuará con un máximo de 1,5 puntos; o Apartado c) se valorará la capacidad del alumno para relacionar justificadamente el tema del texto elegido con la posición filosófica del autor; se puntuará con un máximo de 2 puntos. Tercera cuestión: se valorará el conocimiento de otra posición filosófica en relación con el tema o el autor del texto (se puntuará con un máximo de 2 puntos). Además se tendrá en cuenta la argumentación razonada del alumno sobre la vigencia del tema o el autor (se puntuará con un máximo de 1punto). pág. 108 UNIVERSIDADES DE ANDALUCÍA PRUEBA DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD HISTORIA DE LA FILOSOFÍA CURSO 2012-2013 Instrucciones a) Duración: una hora y treinta minutos. b) Ha de elegir una opción. c) Indique, claramente, al comienzo del examen, la opción elegida. d) La calificación máxima de cada una de las cuestiones es la siguiente: primera, dos puntos; segunda, cinco puntos; tercera, tres puntos. El alumno responderá a las cuestiones siguientes: 1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido. 2) Comentario del texto: Apartado a) Explicación de las dos expresiones subrayadas. Apartado b) Identificación y explicación del contenido del texto. Apartado c) Justificación desde la posición filosófica del autor. 3) Relación del tema o el autor elegidos con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad. Opción A El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social. (Marx, K., «Prefacio» a la Contribución a la Crítica de la Economía Política). Opción B La tradición moderna nos ofrece dos maneras opuestas de hacer frente a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el racionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo, ensaya la operación inversa: desvanece el valor objetivo de la cultura para dejar paso a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones anteriores parecían suficientes, no encuentran eco en nuestra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad en el sentido de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a olvidarse de que para existir necesitan el soporte de la vitalidad. (Ortega y Gasset, J., El tema de nuestro tiempo, «La doctrina del punto de vista»). pág. 109 Anexo2.PropuestadeexamendeSelectividaddePlatón El alumno responderá a las cuestiones siguientes: 1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido (2 pts.). 2) Comentario del texto: Apartado a: Explicación de las dos expresiones subrayadas (0,75 pts. cada una). Apartado b: Exposición de la temática (1,5 pts.). Apartado c: Justificación desde la posición filosófica del autor (2 pts.). 3) Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad (Relación…: 2 pts. y la valoración…: 1 pts.). TEXTO “Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?” Platón, República, Libro VII. 1. Descripción del contexto histórico, cultural y filosófico Platón vivió entre el 427 y el 347 a.C. Su verdadero nombre era Aristocles y Platón era un apodo referido a la anchura de su espalda. No nació en Atenas, pero vivió en esta ciudad desde muy pequeño, en el seno de una familia descendiente de Codro, último rey de Atenas. Toma parte a los 18 años como soldado en la última etapa de la guerra del Peloponeso, que termina con la derrota de Atenas ante Esparta y la instauración del régimen oligárquico de los 30 tiranos. Casi todas sus obras están escritas en forma de diálogo. Pueden clasificarse en cuatro grandes períodos: a. Época de juventud, entre los años 393 y 389 a.C.: Critón y Protágoras. Influencia socrática b. Época de transición, entre 388 y 385 a.C.: Gorgias y Menón. Influencia pitagórica. c. Época de madurez, entre 385 y 370 a.C. Las obras más importantes: Banquete, Fedón, la República y Fedro. d. Época de vejez, entre 369 y 347 a.C.: Teeteto, Parménides, Sofista y las Leyes, entre otros. pág. 110 Contexto histórico-cultural: En el siglo V a.C. la sociedad griega alcanza su apogeo logrando un gran florecimiento tanto cultural como económico y Atenas, vencedora de las guerras médicas, representa el esplendor cultural y político de la democracia (cosmopolita y comercial) que ha dejado atrás a la vieja sociedad aristocrática y agrícola. El desarrollo económico hizo que surgiera la clase social de los comerciantes que crearon una estructura militar de la que surgió la figura del tirano, que los defendía de la aristocracia. Huyendo de la arbitrariedad de los tiranos y de los aristócratas surgió la democracia que vivió su auge en la época de Pericles. También el siglo V a.C. representa en Atenas la culminación de la tragedia griega (en torno al culto a Dionisos) con Sófocles y Eurípides y del género histórico con Herodoto y Tucídides. La nueva sociedad griega había conquistado, ante todo, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, isonomía, (no los esclavos ni los metecos o extranjeros ni las mujeres), y gozaban de libertad de expresión pudiendo votar en todas las decisiones públicas. La filosofía nace en Grecia en torno al siglo VI a.C. favorecida por la peculiar concepción de la religiosidad griega donde no había libros sagrados, ni casta sacerdotal, ni dogmas de fe. Incluso dioses y hombres se encuentran sometidos a la moira (o destino) que “adjudica a cada uno su parte”, así a unos les toca ser dioses y a otros hombres. Los dioses son seres con las mismas pasiones y deseos que los humanos, pero inmortales. La relación entre dioses y hombre se establecía a través de los oráculos, que tenían una finalidad adivinatoria o profética muy importante en la vida pública, ya que determinadas actividades (guerras, viajes, etc.) no se realizaban sin antes consultar con el oráculo. En el mundo griego, la religión se identificaba con la mitología, cuya divulgación estuvo, sobre todo, en manos de los poetas. El poeta griego no se diferencia mucho del oráculo. Como él, es una especie de médium que conoce el destino. El mito pretende reflejar una situación intemporal, que forma parte del pasado, del presente y del futuro. Platón hace un uso frecuente de los mitos en sus escritos, pero su intención es más que nada didáctica, es decir, facilitarnos la comprensión. La acrópolis de Atenas, que los persas destruyeron en el 482 a.C. fue reconstruida y engrandecida bajo el gobierno de Pericles (del 443 al 429). Las esculturas del periodo clásico (s. V y IV a.C.) se caracterizan por las proporciones corporales perfectas, la idealización de las figuras, la serenidad y el equilibrio entre movimiento y estabilidad, (ejemplo: el discóbolo de Mirón). Contexto filosófico: La muerte de Sócrates llevó a Platón a centrarse en el estudio del tema político y a la aportación de un modelo nuevo de estructuración del Estado, en la que sólo la filosofía puede realizar una comunidad humana fundada en las ideas de Bien y Justicia, un modelo de Estado en el que los políticos bien formados se preocupen no de sus intereses particulares sino del bien general, de la justicia social. El político así formado actuará firmemente y sin miedos, de acuerdo con convicciones fundadas en verdades eternas e inmutables como un auténtico hombre de Estado, siendo el origen de la felicidad pública y privada bajo el dominio y control de la razón. pág. 111 Desde el siglo VI a.C. la filosofía se había abierto paso entre las explicaciones míticas buscando, por medio de la razón el “principio” o “principios” de la naturaleza. Mientras los milesios especulaban sobre la transformación del único principio originario en la variedad presente, otros suponían la existencia de un orden racional matemático (pitagóricos) o “lógico” (Heráclito); Parménides negaba la posibilidad del cambio e, influidos por éste, los pluralistas entendían la naturaleza como el resultado de la mezcla de distintos principios eternamente existentes.. La refutación de la teoría del movimiento de Heráclito será importante para que aparezca la teoría de las Ideas platónica. En el caso de Parménides, la identificación que hacía entre el pensar y el ser hizo que Platón considerara la importancia fundamental de la razón como instrumento idóneo para la comprensión de la realidad. También procede de Parménides la división platónica del mundo en dos, uno, sensible, y otro, inteligible, así como la desconfianza que mostrará el autor hacia lo que ofrecen los sentidos. De los pitagóricos recibiría el interés por las matemáticas y la prosperidad económica y cultural que observó Platón en las ciudades gobernadas por ellos le llevo a concebir la idea de que deberían ser los filósofos los que gobernaran dada la mejor preparación que presentaban estos por la educación recibida. La gran figura intelectual durante la época de juventud de Platón había sido Sócrates. Podemos sintetizar en dos puntos el legado fundamental de Sócrates. En primer lugar, la importancia dada al concepto y el objetivo de obtener una definición de las virtudes. El interés por los conceptos llevará a Platón a crear un neologismo: la idea. En este término se encuentra no sólo el conjunto de caracteres que definen una cosa, sino también la afirmación de la existencia real de esa cosa. El segundo aspecto de la influencia de Sócrates en Platón lo hallamos en la importancia que aquél daba a la moral ya que la aspiración fundamental era el bien. Sócrates defendía que era posible aprender a actuar bien y, por tanto, también se podía enseñar a ser buenos. En Platón es importante la influencia del orfismo. El orfismo se oponía a las religiones tradicionales griegas y ofrecía una visión nueva del hombre, de su vida y de su destino. Entendían al ser humano como un compuesto de cuerpo y alma. Creían en la inmortalidad del alma y en su reencarnación. El cuerpo era una cárcel para el alma y ésta debía purificarse para poder volver al mundo divino, de donde procedía. Uno de los hechos que más ha trascendido de Platón es el de haber sido el creador de la Academia en el 387 a.C. en un terreno cercano al santuario de Academos. En ella se dedicaría a la formación de los futuros gobernantes, a los que enseñaría matemáticas durante diez años y, posteriormente, durante cinco, filosofía. 2. Comentario del texto. 2. a: Explicación de las dos expresiones subrayadas: Sombras: En el mito de la caverna, pueden ser las sombras de los objetos de la caverna o de los prisioneros de la caverna, que representan a las imágenes, o las sombras de los seres naturales del exterior que representan a los seres inteligibles. En el símil de la línea sombra se refiere directamente a los seres sensibles que se clasifican dentro de las imágenes. pág. 112 Lo real: Tiene dos sentidos. Se aplica a los seres inteligibles, porque son los verdaderos “los que son” frente a los sensibles que devienen (llegan a ser), cambian. En segundo lugar se utiliza real para relacionar seres imaginados (por los prisioneros) con los seres ontológicamente más reales según el orden sombras-objetos físicos-objetos matemáticos Ideas 2. b: Exposición de la temática: La República es uno de los principales diálogos de Platón compuesto por diez libros. Posiblemente corresponde al período de madurez o doctrinal de Platón y podemos considerar que en él se resumen de modo sistemático y programático los principales temas del pensamiento platónico. En principio es una obra de filosofía política pero es al mismo tiempo una obra sobre ontología y sobre la paideia griega, esto es, un tratado de educación. Ontología, paideia y política son términos inseparables en Platón: las tres cosas le interesan por igual, porque cree que sólo juntas son posibles. El tema que se discute inicialmente es el de la naturaleza de la justicia. La discusión deriva hacia el tema de cuál sería la mejor filosofía y organización del Estado, de tal forma que éste fuera perfecto, ideal. El libro VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna, que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al final del libro VI. Los que viven en este mundo se parecen a seres encerrados en una caverna, donde se hallan encadenados contra un fuego que arde a sus espaldas, de modo que sólo contemplan las sombras que pasan por delante, proyectadas por objetos que se mueven entre ellos y el fuego. Al sostener los hombres comunes que las sombras son la realidad, se oponen a los filósofos empeñados en contemplar el reino del día y de la brillante luz, causa última de todo. Quien haya logrado esta superación, no apreciará en lo más mínimo la sabiduría que afirman poseer los moradores de la caverna. Es preciso que la inteligencia, contrariamente a lo que enseñan los sofistas, pase de las sombras a la realidad. Desde la juventud debe aspirarse a este fin mediante la represión de la naturaleza sensible y la elevación de la mente a realidades más elevadas. Por eso, la ciudad ideal no tiene que ser gobernada por los que se demoran en lo sensible, sino por los filósofos que han visto la verdad, el verdadero Sol. Tal es la condición del Estado perfecto: los gobernantes no han de buscar el gobierno con miras al provecho propio; en cambio, condescienden a hacerse cargo del mismo, renunciando a su pesar a una vida más elevada. Este fragmento…. 2. c: Justificación desde la posición filosófica del autor. El problema político es el eje de la reflexión platónica pero se entrelazan ideas sobre el conocimiento, la realidad, la educación y la moral. El pensamiento platónico surge de una preocupación ética que consiste en conocer qué es el Bien. Para ello Platón elabora una Teoría de las Ideas que también explica el conocimiento. Esta Teoría pág. 113 establece que hay dos mundos: un mundo sensible y otro inteligible. El origen del mundo sensible lo explica Platón desde un modelo creacionista donde la materia, el espacio y las ideas son eternos. En él, el Demiurgo habría tomado la materia caótica que se encontraba en el espacio y, usando las ideas como referencia, habría modelado el mundo. Por ello, el Demiurgo seria la causa eficiente de la formación del mundo y las ideas serían la causa ejemplar, ya que sin ellas no habría podido construir nada. Estas ideas se encuentran en el mundo inteligible y son conceptos universales que se caracterizan porque son el auténtico y verdadero ser, son eternas y subsistentes, son múltiples y no están sujetas al movimiento sensible. Además se encuentran jerarquizadas, siendo la idea más importante la idea de Bien en cuanto es la autentica causa del ser y del conocer, seguida de las ideas de Belleza y Justicia. Platón señala que aunque la relación entre ambos mundos es la ejemplaridad y la participación, hay un elemento común a ambos que es el alma. Para demostrar la existencia del alma utiliza tres argumentos: Naturaleza del alma: las ideas son eternas y como el alma contiene ideas esta también tendrá que ser eterna; además, el cuerpo se descompone tras la muerte porque es complejo pero el alma no ya que es simple. Teoría de la reminiscencia: como todo el conocimiento es recuerdo esto implica que hemos tenido una existencia anterior. Prueba psicológica: relacionada con la insatisfacción que sentimos ante las injusticias de este mundo. El alma pues, habría bajado accidentalmente del mundo inteligible, donde habría “visto” todas las ideas, al mundo sensible donde habría sido encadenada a un cuerpo que limitaría la capacidad de intuición de las ideas. En esto consiste su teoría del conocimiento: una vez encerrada un alma en un cuerpo sufre un proceso de ananmesis y posterior reminiscencia mediante el cual se recuerda una idea que vio directamente nuestra alma. El proceso de recuerdo o estímulo lo refleja Platón en el denominado “símil de la línea”. Este proceso de ascensión es reflejado en el Mito de la Caverna donde narra el complicado proceso intelectual que se realiza buscando la definición por medio de la dialéctica. La dialéctica es el supremo ejercicio intelectual en que tiene que ser educado el futuro reyfilósofo. Tiene dos sentidos: un método de ascenso desde lo sensible (múltiple) a la unidad de la idea por medio de la definición, con lo cual queda jerarquizada la realidad desde idea suprema de Bien; y un método de deducción racional desde las ideas de Bien, Justicia y Belleza hasta las sombras (el mundo sensible); es decir, aplicar las definiciones que hemos hallado en el método de ascensión a casos particulares. Las consecuencias metafísicas de esta teoría son que existen dos mundos el mundo sensible y el mundo de las ideas, así como dos partes en el ser humano: el cuerpo y el alma inmortal y con capacidad de reencarnación. Una vez desarrollada su Teoría de las Ideas, Platón la aplicará a su antropología para explicarla y exponer su sistema ideal de gobierno. Platón sostiene que el alma se compone de tres partes: la racional, irascible y concupiscible, situadas en la cabeza, pecho y vientre respectivamente. Cada una de estas tres partes tiene una virtud específica: la prudencia, la fortaleza y la templanza. Estas virtudes consisten en mantener la tendencia correspondiente a cada una de las partes dentro de un cauce, en armonía, para que así el individuo pueda alcanzar la felicidad. Para explicar la relación entre estas partes del alma recurre al mito del carro alado donde se halla un corcel pág. 114 negro e indómito representando los deseos de la persona, un caballo blanco y dócil representando la capacidad de refrenar o potenciar los deseos y un auriga que es la razón. Platón aplica las partes del alma a la polis dividiendo a la población en tres dependiendo de la parte del alma que predomine en ella: la clase productora, compuesta por los hombres de bronce, donde predomina el deseo; la clase guerrera formada por los hombres de plata en los que predomina la pasión; y, por último, la clase gobernante en la que se encontrarían aquellos hombres en los que predominase la razón, siendo el mejor de ellos el rey-filósofo. Así, al igual que para hallar la felicidad individual tiene que gobernar la parte racional del alma sobre el resto, una polis ha de estar regida por aquellas personas donde prime la razón para que se pueda alcanzar el bien común de los habitantes de la polis. En base a esto último, el sistema de gobierno más adecuado y justo es la aristocracia/monarquía donde gobierna el rey/reyes filósofo/s que gobierna sobre el resto usando su razón y las leyes de la polis a las que también debe de someterse. La desobediencia a estos dirigentes en función de diversos factores de interés particular da lugar a la aparición de otros sistema de gobierno injustos: Timocracia (gobierno de los militares), Oligarquía (gobierno de los ricos, Democracia (gobierno del pueblo basado en un falso igualitarismo) y la Tiranía (una degradación de la Democracia). Los ciudadanos, después de haber estado sometidos a estas formas injustas de gobierno reclamarán a los sabios que vuelvan a dirigir la polis par que vuelva a regir el Bien y la Justicia y se pueda alcanzar esa felicidad tanto individual como colectiva. 3. Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de la actualidad. 3. a: Relación del tema elegido con otra posición filosófica. Otra posición filosófica que se relaciona con los planteamientos filosóficos de Platón es la propuesta de Fiedrich Nietzsche. El pensamiento de Nietzsche surge de la necesidad de entender la vida como impulso vital y al hombre en su sentido biológico. Es un pensamiento que se encuadra en el vitalismo y en la filosofía de la sospecha (junto a Marx y Freud), ya que pone en duda los valores de la época. Es un vitalismo irracionalista porque opina que la naturaleza no se rige por principios racionales. Su pensamiento se compone de dos fases marcadas por las vertientes de su nihilismo: una vertiente negativa, de crítica de la situación en la que se encuentra la sociedad occidental, y otra vertiente positiva, de creación de nuevos valores después de haberse derrocado los anteriores. La vertiente negativa comienza con la visión de la vida controlada por dos fuerzas estéticas que se contraponen y complementan: lo apolíneo (las formas, el orden, lo finito) y lo dionisiaco (el flujo dinámico de la vida, el infinito cósmico). Estas fuerzas definen la verdadera naturaleza de la realidad, la tragedia, y dado que esta solo es soportable con el arte, concibe la vida como un único valor estético. Los griegos habían conseguido alcanzar un equilibrio entre ambos pero con la llegada de Sócrates y Platón se rompió dicha armonía a favor de Apolo en contra de Dionisos, fosilizando la realidad y restringiendo la visión humana con el establecimiento del bien en sí y el espíritu puro, que dieron lugar a la creación del mundo de las ideas siendo el mundo sensible un mero reflejo el anterior. Con ello realiza una crítica a la metafísica tradicional basada errónaneamente en la creencia en la antítesis de valores de origen divino. Nietzsche considera que el Ser no es fijo e inmutable, ni se encuentra pág. 115 dividido en ser real y aparente, que es profundamente antivital por dar más peso al mundo de las ideas que la de los sentidos. La razón de esto se fundamentó sobre los prejuicios de algunos filósofos contra la vida, a la necesidad del hombre de permanecer frente al devenir de la vida que ha dado una cosificación del ser y un decadentismo que hace al ser depender de una razón superior ya sea un Dios, la Razón o la Ciencia. Para Nietzsche no existe tal separación entre lo real y lo aparente sino que hay un constante devenir entre la vida y el ser. Establece que en el conocimiento no hay correspondencia lógica entre el sujeto y el objeto: la estética hace de mediación entre ellos, creando el lenguaje a través de la metáfora, lenguaje que pierde su riqueza metafórica y creativa al hacerse de uso común. Por esta razón, el lenguaje acaba reducido a un conjunto de estructuras conceptuales iguales que enmascaran la Verdad, que no es algo universal, sino la suma de distintas perspectivas individuales. Puesto que la realidad no es una sola cosa sino una pluralidad de elementos, las ciencias positivas, que solo pueden cuantificarlas, son incapaces de conocer la vida dado que solo pueden reducir la Realidad a cantidades que no pueden expresar sus cualidades y no pueden emitir juicios valorativos sobre la vida. Además, la Ciencia con su fe en la Razón ha sustituido a la religión y se ha puesto al servicio de los intereses del poder. Finalmente, Nietzsche descarga su martillo contra la moral platónica-cristiana por considerarla un atentado contra la vida ya que da más importancia al mundo de las ideas (el “cielo” cristiano) que a la vida del hombre en la Tierra. Además, desprecia la vida y las sensaciones, instaurando el concepto de pecado y fomentando los valores de la moral de los esclavos (la humildad, la compasión) invirtiendo los valores de la antigua Grecia. La moral de señores (la fuerza, el placer) contiene las auténticas virtudes y a las que hay que volver. En este sentido, critica la democracia porque nivela por abajo, dando poder al débil quitándoselo a los fuerte. Toda esta crítica lleva Nietzsche a afirmar que “Dios ha muerto” a manos del hombre y con él el mundo suprasensible, por lo que los valores que lo sustentaban se han derrumbado. Toda esta crítica pone de relieve la situación decadente de la tradición occidental y el espíritu de Occidente, al percibirlo, se vuelve nihilista, vacío de contenido. Este nihilismo supone la destrucción de los valores hasta el momento vigentes y un distanciamiento de la propia tradición, pero también un punto de inflexión hacia una nueva etapa del ser y del hombre. Aquí comienza la vertiente positiva del nihilismo: una vez eliminados los antiguos valores se propone una nueva moral basada en la vida a través de la transmutación de todos los valores desde la perspectiva de la voluntad de poder y con nuevos valores gracias al redescubrimiento de la pluralidad de los sentidos. La vida tiene valor por sí misma y no hay que explicarla desde fuera ni imponerle normas, sino disfrutarla y el objetivo de la filosofía ha de ser fortalecer la alegría de la vida. Pero estos valores no pueden ser creados por el hombre actual, es tarea del superhombre. El hombre es solo una etapa intermedia entra la bestia y el superhombre, al que se llega por medio de tres transformaciones ascendentes del espíritu: primero el camello, que simboliza la sumisión a Dios y a la ley moral; después el león, que simboliza la lucha humana contra los valores establecidos y la moral idealista a partir del conocimiento de su autoalienación; finalmente el niño (el superhombre) capas de desembarazarse de prejuicios y de crear nuevos valores. El superhombre es el que juega con la vida sin importarle el riesgo ya que ha asumido la intrascendencia y tragedia de la vida así como su eterno retorno. Es un ser que para la Tierra sustituye a Dios en su afán creador. Junto al superhombre surge la voluntad de poder: es la voluntad para crear nuevas formas en la Tierra, que justifica como condición necesaria de la afirmación de la vida el error y desde el cual se pág. 116 debe de hacer toda afirmación de Verdad, ya que admite el error y la pluralidad de perspectivas a diferencia del concepto de verdad como única perspectiva que iguala y elimina toda variedad de la realidad. El hombre tiene que abordar la pluralidad del mundo y del Ser desde la voluntad de poder y esto da lugar a las diferentes perspectivas con las que se percibe el mundo y también ha de tener en cuenta que lo importante de un juicio no es su veracidad sino si favorece o no a la vida. Finalmente aparece el concepto de Eterno Retorno que significa la repetición del tiempo que se hace eternidad. Es tiempo en cuanto que fluye y eternidad en cuanto es circular. En él, la vida se despliega sin una linealidad finalística: el sentido absoluto de la vida es ella misma, es vivir. 3. b: Valoración razonada de la actualidad. 1. Con respecto a la actualidad del texto podemos decir que muchos de las cuestiones abordadas por Platón siguen vigentes pues el hombre sigue ocupándose de ellas, aunque muchas de sus teorías hayan sido superadas o contradichas. El tema de la educación y los valores como principal medio para mejorar al ser humano. El problema de apariencia y realidad que hay en el pensamiento platónico, sí es de actualidad. Los modernos medios de comunicación, la televisión, Internet, crean un mundo virtual que se presenta como la verdad. ¿Prisioneros de la caverna virtual? En cuanto a la temática política se sigue buscando un sistema social justo, y a veces, entre el partidismo y la demagogia presentes en los sistemas democráticos, aparece la sombra de Platón y su propuesta sobre la necesidad de que los gobernantes deben ser sabios. La teoría de las ideas de Platón, que escinde la realidad en dos mundos, no tiene vigencia en el campo de la ciencia y el conocimiento aunque sí la tiene en el pensamiento religioso. En cuanto a la existencia de verdades únicas, absolutas y universales, a modo de las ideas platónicas, hoy tiene más aceptación la posibilidad de distintas perspectivas y puntos de vista sobre la realidad (relativismo) que nos recuerda a Nietzsche y algunos sofistas. (Debes de explicar algo sobre esas temáticas y añadir algo de opinión personal.) Podemos afirmar que una de las cuestiones fundamentales tratadas en la obra de Platón, la República, es la intensa relación que se establece entre la educación moral y la justicia en la vida pública. Platón está profundamente comprometido con su ideal de educación radical, como así lo muestran sus continuos intentos de llevar a la práctica política de Siracusa, su modelo educativo y de transformación social. Critica lo que considera la crisis demócrata de los antiguos valores aristocráticos atenienses. El convencionalismo de las leyes, el relativismo epistemológico y moral de los Sofistas, los maestros de la clase dirigente de Atenas, son, a los ojos de Platón, los principales desencadenantes de la corrupción de la democracia ateniense. Su defensa de valores morales objetivos como la justicia, el bien o la virtud y de la necesidad de su enseñanza, debe ser la base de la integración del individuo en su comunidad. Platón defiende la prioridad de la educación para el pleno desarrollo de la persona y la educación en los valores morales, como garantía del buen comportamiento de los ciudadanos y de la convivencia en armonía. La sistematicidad de la educación defendida en la República es pág. 117 importante para promover la reflexión profunda y continuada de todos los ciudadanos sobre los problemas que afectan a la vida pública. Una buena educación garantiza, para Platón, una sociedad compuesta de ciudadanos que cumplen sus funciones con responsabilidad y la adecuada preparación. Así debemos entender sus críticas al modelo de educación individualista, y en ocasiones, egoísta, de los Sofistas. En nuestra sociedad se ha avanzado mucho en lo que se refiere a la universalización de la educación y en la profesionalización de las funciones y actividades públicas. Aunque la educación formal es obligatoria en nuestro país, se suele reconocer el fracaso del sistema en la consecución del más ambicioso objetivo educativo, el de ayudar a las personas a desarrollarse como tales. Parece que hay cierto conflicto entre la formación para el desarrollo de una profesión y la educación para aprender a pensar de forma autónoma y para convivir en el respeto y la responsabilidad. Las actuales circunstancias laborales y las trasformaciones de nuestra sociedad pueden ser la causa de que progresivamente se haya delegado la educación de los valores morales, casi exclusivamente en el Estado. Actualmente, los valores morales parecen tener menos prestigio que los valores de éxito profesional y económico, como ocurría en la Atenas de Platón. Estrechamente relacionada con esta cuestión se encuentra la denuncia de Platón sobre la corrupción política de su época. Evitar esta injusticia, causante, entre otros muchos desmanes, de la muerte de su maestro, Sócrates, es uno de los objetivos principales de Platón. En nuestra sociedad la corrupción se extiende por todos los ámbitos profesionales pero resulta especialmente inmoral, como reconoce Platón en la República, la corrupción de la clase política por la perversión de su función de servicio público en la búsqueda del propio interés y en detrimento del bien público. Más allá del esclarecimiento jurídico de los casos de corrupción que salpican la vida pública, es de la mayor importancia la denuncia de la filosofía de esos valores sociales meramente instrumentales que triunfan anulando cualquier dimensión moral en la vida pública. La corrupción política ataca la base misma de la cohesión social, por lo que es urgente la reflexión sobre la formación profesional y moral de los que componen la administración pública. Es por todo esto, que la reflexión filosófica de Platón sigue iluminado cuestiones de la máxima vigencia. Anexo “- Y los que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo, aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto a un principio. Y creo que llamas “pensamiento discursivo” al estado mental de los geómetras y similares, pero no “inteligencia”; como si el “pensamiento discursivo” fuera algo intermedio entre la opinión y la inteligencia. - Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia, a la suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera asigna la creencia y a la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto más participen de la verdad tanto más participan de la claridad.” pág. 118 “- Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.” “- A esto me refería como la especie inteligible. Pero en esta su primera sección, el alma se ve forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran imitados, y que habían sido conjeturados y estimados como claros respecto de los que eran sus imitaciones. - Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines. - Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirma que en ella la razón misma aprehende, por medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas hasta concluir en Ideas.” “Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería? - Por cierto. Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?”. “—Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito inteligibles; otro, el del visible, y no digo ‘el del cielo’ para que no creas que hago juego de palabras. ¿Captas estas dos especies, la visible y la inteligible? —Las capto. —Toma ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta oscuridad y claridad relativas.” Platón, República, Libro VII pág. 119 Anexo3.PropuestadeexamendeSelectividaddeDescartes El alumno responderá a las cuestiones siguientes: 1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido (2 pts.). 2) Comentario del texto: Apartado a: Explicación de las dos expresiones subrayadas (0,75 pts. cada una). Apartado b: Identificación y explicación del contenido del texto (1,5 pts.). Apartado c: Justificación desde la posición filosófica del autor (2 pts.). 3) Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad (Relación…: 2 pts. y la valoración…: 1 pts.). Texto: “Pero lo que me producía más agrado de este método era que, siguiéndolo, estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus objetos y, puesto que no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias, al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe.” Descartes, R., Discurso del método, II. 1. Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido. Contexto histórico-cultural René Descartes, también conocido como Cartesius, nace en La Haye en 1596 y muere en Estocolmo en 1650. Es una época de crisis, políticas y religiosas, y desequilibrios que sucede a las esperanzas y el optimismo del Renacimiento. Se produce la pérdida de los fundamentos y ello lleva a la duda, a la crisis y a la búsqueda de nuevos fundamentos. Todo es fugaz, contingente, el mundo es apariencia, tal y como reflejan Gracián, Góngora o Calderón. El siglo XVII se caracteriza por el absolutismo, la contrarreforma, el barroco, y el triunfo de la nueva ciencia. pág. 120 La economía sigue siendo agrícola, pero el hambre, las revueltas sociales y la guerra civil son una amenaza permanente, y la población disminuye alarmantemente, con una esperanza de vida entre 25 y 30 años. La sociedad se mantiene estamental y se agudizan los antagonismos sociales. La inestabilidad económica acrecienta la importancia de financieros, de la policía y de la justicia, así como provoca la ascensión de mercaderes y fabricantes. También es un siglo de agitación religiosa: calvinistas, jansenistas, católicos, protestantes, anglicanos, muestran que la división espiritual es profunda. Aunque los europeos creen en Dios, la certidumbre intelectual de su Fe se ha desvanecido y el clero ha perdido mucho poder. La crisis religiosa supone la ruptura de la unidad de Europa. Los intelectuales se enfrentan a una grave crisis, las universidades decaen y con ellas el ejercicio de la vida intelectual. La nueva ciencia provoca la caída aristotélica del mundo, y la cultura se nacionaliza. La teología no puede unificar sus criterios, y la Biblia deja de ser un libro de ciencias. Copérnico, Galileo y Kepler asientan los pilares del edificio de la ciencia experimental. Las matemáticas serán el auténtico modelo del saber. La religión oficial se situó contra la ciencia por lo que la ciencia y la filosofía se desarrollaron en sociedades científicas y Academias como la Royal Society y la Academia parisina de las matemáticas. La afirmación de la dignidad del ser humano durante el Renacimiento y el humanismo, provocó la crisis del teocentrismo medieval para dar lugar a un enfoque antropocéntrico. Sin esta influencia, el método cartesiano, que guía al ser humano en la búsqueda de certezas partiendo de sí mismo, carece de sentido. Dos hechos capitales influyeron en la concepción del mundo y en la valoración de las actividades humanas: el primero fue la invención de la imprenta, que ofreció conocimiento, ya fuera del contexto religioso, a los laicos, y que supuso el comienzo de las publicaciones en lenguas vernáculas. Por otro lado, el descubrimiento de América y otros lugares demostraron la esfericidad de la Tierra y provocaron la aparición de nuevas necesidades tecnológicas y científicas. Es característico de este periodo que tras las luchas medievales para la construcción de los Estados modernos, las monarquías absolutas intervengan en el régimen interno de los demás Estados con un carácter imperialista y dominador. Contexto filosófico En cuanto a la filosofía, la revolución científica del siglo XVII la llevó a situar en el centro de sus preocupaciones el problema del conocimiento, preguntándose por el origen y fundamento del conocimiento verdadero y por el método adecuado para alcanzar la verdad en las ciencias. Los conflictos políticos y religiosos se manifiestan en el pensamiento social de la época. El absolutismo fue teorizado por Hobbes y Bossuet; el parlamentarismo lo fue por Locke. Las dos grandes escuelas de este siglo, Racionalismo y Empirismo, se enfrentan a la misma problemática, pero la enfocan y resuelven de maneras distintas. pág. 121 El Racionalismo se caracteriza por conceder la primacía a la razón para alcanzar la verdad y sostiene como principio básico que nuestros conocimientos verdaderos de la realidad tienen su origen y fundamento en la razón y en el innatismo, pues la información de los sentidos es engañosa. Tiene la pretensión de alcanzar un saber universal y necesario. Esta corriente filosófica supone una nueva imagen del mundo, caracterizada por tres principios: todo lo que sucede tiene una explicación, una causa; esa explicación puede ser descubierta por el hombre usando la razón; y esa explicación es útil para el hombre tanto para dominar la naturaleza como para organizar la convivencia. A esta corriente pertenecen Leibniz, Descartes, Spinoza y Malebranche. El Empirismo, por su parte, defiende que el origen y fundamento de nuestro conocimiento se encuentra en la experiencia sensible. Cualquier conocimiento que escape a los sentidos no es aceptado. Además, significa un rechazo a la existencia de ideas innatas. Sus ideales les plantearán un importante problema: explicar cómo se originan, a partir de los sentidos, la construcción de las ideas y su desarrollo, por ejemplo, de las matemáticas, de universal validez. Por otro lado, el método de conocimiento será la inducción, que parte de experiencias particulares para llegar a un enunciado universal. Las figuras más importantes del Empirismo son Locke, Barkeley y Hume. En esta época existían otras dos corrientes de pensamiento contra las que Descartes reacciona: Escepticismo, mantiene la imposibilidad de alcanzar la verdad, no hay ningún saber firme. Filosofía Escolástica, Descartes la considera llena de opiniones diversas que solo sirven para disputar y hablar de todo con apariencia de verdad y poder ser admirado por los más ignorantes. 2. Comentario del texto. Apartado a: Explicación de las dos expresiones subrayadas Razón: La razón no es una simple facultad de conocimiento, sino una estructura innata a la mente humana, que se caracteriza por la intuición y la deducción. Por la intuición la razón capta las "naturalezas" u objetos simples sin posibilidad de duda o error. Por la deducción se obtienen los objetos más complejos. La razón es una y la misma aunque se aplique a objetos diferentes Clara y distinta: Son los rasgos fundamentales de la primera Regla del Método: la evidencia. Por “claridad” entiende el conocimiento que tenemos de las cosas cuando están presentes, en persona, ante nuestra mente. Descartes llama “distinto” a todo conocimiento que describe la cosa percibida con precisión, sin añadirle rasgos que le son ajenos. Apartado b: Identificación y explicación del contenido del texto En este marco de crisis generalizada Descartes escribe en Holanda el Discurso del método que se publica en 1637. El título completo es “Discurso del método para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias” seguido de “La Dióptrica”, “Los Meteoros” y “La Geometría” que son ensayos de este método. pág. 122 Esta obra está escrita en francés y no en latín, lo cual la sitúa plenamente en la modernidad, uno de cuyos rasgos es escribir en lenguas vernáculas. El latín es la lengua científica y culta pero también la lengua de la tradición y de los prejuicios aristotélico-tomistas. Con esta obra en francés Descartes manifiesta su voluntad de romper con la filosofía anterior y de poner sus conclusiones a disposición de todos los que se sirvan de la razón. Se presenta también como un instrumento que proporciona certezas para sobrevivir a la crisis del momento. El Discurso del método está escrito, además, de manera autobiográfica. Descartes adopta así cautelas ante el rechazo institucional que puede sufrir (no olvidemos que Galileo ha sido condenado en Roma por sus teorías en 1633): no pretende conseguir adeptos sino exponer su trayectoria personal. Esta obra tiene seis partes en las que considera las ciencias y su método, las razones que permiten establecer la existencia de Dios y aquéllas por las que ha escrito este Discurso, y lo que estima necesario para avanzar en la investigación de la naturaleza más allá de donde él ha llegado. Estos temas los trata también Descartes, de un modo más riguroso y detallado, en otras obras: “Reglas para la dirección del espíritu, Meditaciones de Filosofía primera y Principios de la Filosofía”. El Discurso del método se nos muestra como un ejemplo perfecto de las preocupaciones que inaugura la modernidad en el ámbito filosófico y de las características del Racionalismo como se expone en este fragmento…. Apartado c: Justificación desde la posición filosófica del autor El Racionalismo cree que la matemática es un saber modélico, e intentará renovar la filosofía imitando las características de su método: simplicidad de los principios, deducción y certezas. Todo el saber humano forma un sistema unitario y es como un árbol donde las raíces es la metafísica. Por ello, el objetivo del método y la duda hiperbólica de Descartes será sanear las raíces del árbol del saber y no admitir ninguna opinión como verdadera sin antes ajustarla a lo que exige la razón. Los modos de conocimiento con los que podremos alcanzar el saber estricto son: la intuición, acto intelectual, simple y evidente, es la base del conocimiento; y la deducción, movimiento de la mente que consiste en la captación de una verdad por seguirse de otra cosa conocida con certeza. El método es un conjunto de reglas ciertas y fáciles con las que llegar al conocimiento; la más importante es la regla de la evidencia: admitir como verdadero sólo aquello que se conozca con evidencia, con claridad y distinción; esta regla da lugar al llamado criterio de verdad. Por la regla del análisis dividimos cada dificultad hasta llegar a los elementos simples; por la regla de la síntesis conducimos nuestro pensamiento de lo más fácil (de los elementos simples) a lo más difícil (al problema complejo); y por la regla de la enumeración revisamos todo el proceso hasta estar seguros de no omitir ningún paso ni de cometer errores. La duda metódica es consecuencia de la regla de la evidencia, es una duda radical pues consiste no sólo en rechazar aquello que veamos falso sino de dudar de todo aquello que sea dudable, su propósito es descubrir algo imposible de dudar, la fundamentación absoluta del conocimiento, y tiene una vigencia limitada en el tiempo pues se mantiene hasta que Descartes demuestra la existencia de Dios y la verdad de lo que se percibe con claridad y distinción. Se propone revisar los "principios" en los que nuestras opiniones descansan, que son los sentidos, con los que conocemos el mundo físico y pág. 123 están a la base de las ciencias empíricas, y la razón, que está a la base de las matemáticas. En cuanto a la supuesta verdad de lo sensible, objeta que a veces los sentidos engañan, y que el sueño es indistinguible de la vigilia, por lo que todo lo percibido podría ser un sueño y falso. Respecto de las verdades intelectuales como las matemáticas, presenta también dos objeciones: con frecuencia hay equivocaciones al razonar; y la hipótesis del genio maligno: tal vez hemos sido creados mal, con facultades racionales que nos llevan sistemáticamente al error. La duda metódica cuestiona el mundo físico (incluido nuestro cuerpo), la existencia de otras personas, y en definitiva la existencia de algo externo al sujeto que duda, pero también la verdad de las ciencias (incluida la matemática). Tras estas dudas, Descartes descubre el cogito: nada, ni siquiera el "genio maligno", puede hacerme dudar de que existo siempre que estoy pensando (dudando, p. ej.); mi existencia como ser pensante es una realidad absolutamente indudable que, por ello mismo, permite una verdad absoluta, jamás dudable, la primera verdad: "pienso luego existo". En esta singular experiencia de conocimiento encuentra también el criterio de verdad: son verdaderas las cosas percibidas clara y distintamente. Lo claro es lo evidente, lo presente y manifiesto al espíritu y que se ofrece a la intuición; lo distinto se da cuando el conocimiento es simple y la cosa está bien delimitada, lo claro presente sólo él y no mezclado. Realiza un análisis de lo que encuentra en su interior, de las ideas. Las ideas son como imágenes de las cosas, son todo lo que está en la conciencia: sensaciones, actos de memoria, de imaginación, de pensamiento, de sentimiento... Se clasifican en adventicias (las que parecen provenir de nuestra experiencia externa), facticias (construidas por la mente) e innatas (las posee el pensamiento en sí mismo, y no pueden entenderse como proviniendo del mundo exterior ni como siendo construidas por la imaginación); la más importante idea innata es la idea de Infinito o Dios. Descartes piensa que es más fácil probar que hay algo distinto a él mismo demostrando que existe Dios que demostrando que existe el mundo físico, y para ello ofrece varios argumentos: El primer argumento parte de que la idea innata de Dios representa una sustancia infinita y perfecta. Ahora bien, la causa de la idea de Dios ha de tener tanta realidad formal como la realidad objetiva de esta idea, es decir, como lo representado en dicha idea (una sustancia infinita). Por ello el yo finito e imperfecto no puede ser la causa de la idea de Dios. Luego debe existir un ser infinito del que proceda dicha idea, es decir, es necesario que Dios exista. La segunda prueba afirma que, si yo me hubiera producido a mí mismo, me hubiera hecho perfecto e infinito como la idea que tengo de una sustancia perfecta e infinita; pero, como yo soy finito e imperfecto, la causa de mi existencia tiene que ser una sustancia infinita y perfecta, es decir, Dios. Por último, Descartes sostiene una tercera demostración de la existencia de Dios ya propuesta de otro modo por Anselmo de Canterbury y denominada posteriormente argumento ontológico. Según dicha prueba, la idea Dios representa un ser cuya esencia consiste en la perfección. Puesto que la existencia es una perfección pertenece necesariamente a su esencia. Así pues, necesariamente Dios existe. Dios incluye en su esencia su existencia, pero también su bondad y veracidad, y Dios sería mentiroso y poco bondadoso si nos hiciese errar cuando creemos estar ante la verdad. Esto quiere decir que ahora podemos estar seguros de la verdad de las matemáticas y de todo aquello que concebimos con "claridad y distinción". Además, y si Dios no es falaz, no puede ocurrir que los sentidos nos engañen al punto de que todo sea sueño; por lo tanto, los cuerpos existen. Descartes "recupera" de ese modo el pág. 124 mundo que había perdido tras la aplicación de la duda metódica, y del que ahora tiene auténtico saber. El "mundo recuperado" no es del todo igual al perdido: existe Dios, existen los hombres con sus almas, existen los cuerpos, pero éstos no poseen todas las características que les atribuye el sentido común, pues Descartes rechazará las “cualidades secundarias” como el color, el sabor, los olores, el calor o el frío, por ser subjetivas y no reales. Las propiedades objetivas son las llamadas "cualidades primarias": extensión, figura y movimiento, propiedades que permiten un tratamiento matemático, como el de la física de Galileo. El mundo físico no es tal y como se muestra a la percepción sino al pensamiento. Sustancia es aquello que no necesita de otra cosa para existir. Habrá la sustancia infinita o Dios, y las sustancias finitas, y en éstas los cuerpos (“res extensa”) y las mentes (“res cogitans”). No podemos percibir las sustancias en cuanto tales, sino que las conocemos por sus atributos (o rasgos esenciales): el atributo de los cuerpos es la extensión; el atributo del cogito es el pensamiento. Los modos son las modificaciones variables (accidentales) de las sustancias: la figura, el movimiento son modos de la sustancia extensa; la imaginación, el pensamiento son modos de la sustancia pensante. El hombre es antes que nada mente, aunque tenga un cuerpo con el que se vincula de un modo particular; Descartes mantendrá un claro dualismo antropológico al separar radicalmente el cuerpo de la mente. Descartes niega que otros organismos distintos al hombre tengan mente (alma): los animales son puro cuerpo. En el ámbito de lo corporal (y por tanto también en los animales) vale el mecanicismo y el determinismo, pero puesto que el hombre tiene mente, el mecanicismo no vale para explicar al hombre; sólo así podemos salvar la libertad humana. 3. Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad 3.a. Relación del tema elegido con otra posición filosófica Otro filósofo que ha tratado los temas planteados por R. Descartes es Aristocles de Atenas, Platón, aunque para él, el problema político es el eje de su reflexión filosófica pero se entrelazan ideas sobre el conocimiento, la realidad, la educación y la moral. El pensamiento platónico surge de una preocupación ética que consiste en conocer qué es el Bien. Para ello Platón elabora una Teoría de las Ideas que también explica el conocimiento. Esta Teoría establece que hay dos mundos: un mundo sensible y otro inteligible. El origen del mundo sensible lo explica Platón desde un modelo creacionista donde la materia, el espacio y las ideas son eternos. En él, el Demiurgo habría tomado la materia caótica que se encontraba en el espacio y, usando las ideas como referencia, habría modelado el mundo. Por ello, el Demiurgo seria la causa eficiente de la formación del mundo y las ideas serían la causa ejemplar, ya que sin ellas no habría podido construir nada. Estas ideas se encuentran en el mundo inteligible y son conceptos universales que se caracterizan porque son el auténtico y verdadero ser, son eternas y subsistentes, son múltiples y no están sujetas al movimiento sensible. Además se encuentran jerarquizadas, siendo la idea más importante la idea de Bien en cuanto es la auténtica causa del ser y del conocer, seguida de las ideas de Belleza y Justicia. pág. 125 Platón señala que aunque la relación entre ambos mundos es la ejemplaridad y la participación, hay un elemento común a ambos que es el alma. Para demostrar la existencia del alma utiliza tres argumentos: Naturaleza del alma: las ideas son eternas y como el alma contiene ideas esta también tendrá que ser eterna; además, el cuerpo se descompone tras la muerte porque es complejo pero el alma no ya que es simple. Teoría de la reminiscencia: como todo el conocimiento es recuerdo esto implica que hemos tenido una existencia anterior. Prueba psicológica: relacionada con la insatisfacción que sentimos ante las injusticias de este mundo. El alma pues, habría bajado accidentalmente del mundo inteligible, donde habría “visto” todas las ideas, al mundo sensible donde habría sido encadenada a un cuerpo que limitaría la capacidad de intuición de las ideas. En esto consiste su teoría del conocimiento: una vez encerrada un alma en un cuerpo sufre un proceso de ananmesis y posterior reminiscencia mediante el cual se recuerda una idea que vio directamente nuestra alma. El proceso de recuerdo o estímulo lo refleja Platón en el denominado “símil de la línea”. Este proceso de ascensión es reflejado en el Mito de la Caverna donde narra el complicado proceso intelectual que se realiza buscando la definición por medio de la dialéctica. La dialéctica es el supremo ejercicio intelectual en que tiene que ser educado el futuro reyfilósofo. Tiene dos sentidos: un método de ascenso desde lo sensible (múltiple) a la unidad de la idea por medio de la definición, con lo cual queda jerarquizada la realidad desde idea suprema de Bien; y un método de deducción racional desde las ideas de Bien, Justicia y Belleza hasta las sombras (el mundo sensible); es decir, aplicar las definiciones que hemos hallado en el método de ascensión a casos particulares. Las consecuencias metafísicas de esta teoría son que existen dos mundos el mundo sensible y el mundo de las ideas, así como dos partes en el ser humano: el cuerpo y el alma inmortal y con capacidad de reencarnación. Una vez desarrollada su Teoría de las Ideas, Platón la aplicará a su antropología para explicarla y exponer su sistema ideal de gobierno. Platón sostiene que el alma se compone de tres partes: la racional, irascible y concupiscible, situadas en la cabeza, pecho y vientre respectivamente. Cada una de estas tres partes tiene una virtud específica: la prudencia, la fortaleza y la templanza. Estas virtudes consisten en mantener la tendencia correspondiente a cada una de las partes dentro de un cauce, en armonía, para que así el individuo pueda alcanzar la felicidad. Para explicar la relación entre estas partes del alma recurre al mito del carro alado donde se halla un corcel negro e indómito representando los deseos de la persona, un caballo blanco y dócil representando la capacidad de refrenar o potenciar los deseos y un auriga que es la razón. Platón aplica las partes del alma a la polis dividiendo a la población en tres dependiendo de la parte del alma que predomine en ella: la clase productora, compuesta por los hombres de bronce, donde predomina el deseo; la clase guerrera formada por los hombres de plata en los que predomina la pasión; y, por último, la clase gobernante en la que se encontrarían aquellos hombres en los que predominase la razón, siendo el mejor de ellos el rey-filósofo. Así, al igual que para hallar la felicidad individual tiene que gobernar la parte racional del alma sobre el resto, una polis ha de estar regida por aquellas personas donde prime la razón para que se pueda alcanzar el bien común de los habitantes de la polis. pág. 126 En base a esto último, el sistema de gobierno más adecuado y justo es la aristocracia/monarquía donde gobierna el rey/reyes filósofo/s que gobierna sobre el resto usando su razón y las leyes de la polis a las que también debe de someterse. La desobediencia a estos dirigentes en función de diversos factores de interés particular da lugar a la aparición de otros sistema de gobierno injustos: Timocracia (gobierno de los militares), Oligarquía (gobierno de los ricos, Democracia (gobierno del pueblo basado en un falso igualitarismo) y la Tiranía (una degradación de la Democracia). Los ciudadanos, después de haber estado sometidos a estas formas injustas de gobierno reclamarán a los sabios que vuelvan a dirigir la polis par que vuelva a regir el Bien y la Justicia y se pueda alcanzar esa felicidad tanto individual como colectiva. 3.b. Valoración razonada de su actualidad La Segunda parte del Discurso propone un método y un criterio de verdad heredero del matemático. Descartes cree que así todas las ciencias conseguirán éxitos semejantes a los de las matemáticas. La matematización de lo científico y, por tanto, de lo real, es una característica que desde entonces ha impregnado casi todos los ámbitos de la cultura occidental europea y americana. Desde los ejes cartesianos para simbolizar las figuras geométricas hasta el diseño del nuevo acelerador de partículas europeo sólo hay una línea continua que obedece a los mismos parámetros: lo real es lo matematizable. El conocimiento de cómo son las cosas se consigue cuantificando y descubriendo la ley que expresa las relaciones entre esas cantidades. Al fin y al cabo, lo que define a un elemento atómico son elementos cuantificables; son números. Los descubrimientos en todos los campos científicos (física, química biología...) y todas sus aplicaciones técnicas (ingenierías, medicina...) han sido tales que la fe en la religión ha sido sustituida por la fe en la ciencia. Si el desarrollo científico continúa como hasta ahora, se afirma, se encontrará la solución a todos los problemas del hombre. La salvación está en la ciencia. Descartes creía haber puesto las bases ciertas para abordar ese desarrollo científico en el que él mismo participó. Una prueba de esta fe es que todos los gobiernos insisten en la necesidad de invertir en investigación científica. La informática es la última expresión de la actualidad del proyecto cartesiano. Tanto es así que se habla de «mundo digital», de un mundo expresado únicamente con ceros y unos. Cuando estamos frente a un ordenador estamos frente a lo que Descartes calificaría de modelo perfecto de conocimiento: un marco absolutamente axiomatizado en el que a partir de unos primeros principios se deduce todo lo demás. En un ordenador no hay contradicciones, no hay elementos que no se deduzcan de los principios establecidos. Si el programa no funciona es porque está mal diseñado. La deducción siempre es perfecta y la conclusión necesaria. Es cierto que los últimos estudios sobre el funcionamiento de los sistemas axiomáticos han detectado la posibilidad de que aparezcan incoherencias, no obstante, esas indeterminaciones no tocan lo esencial de su funcionamiento. La necesidad de lo matematizado sigue dominando. Desarrollo científico y laicización son, al menos en Europa, procesos paralelos, aunque esta lucha de la razón por separarse de la presión de la fe se sigue manteniendo (intento del creacionismo estadounidense por eliminar la enseñanza del evolucionismo en las escuelas, la crítica del Vaticano a la investigación genética...). pág. 127 Del mismo modo, sólo aceptada la posibilidad de explicar al hombre desligado de Dios, fuera de la religión, se pueden desarrollar las ciencias sociales (sociología, economía...) y humanas (antropología, psicología, pedagogía...). Estas ciencias, que han alcanzado su mayor auge desde el siglo XIX, son fruto de esa nueva visión del hombre que trae el cartesianismo. Tanto es así, que ni siquiera ellas, a pesar de llamarse «humanas», han podido sustraerse a la matematización, que se ha convertido en un instrumento necesario en sus investigaciones. Es decir, el «modelo», lo que se sigue considerando «científico», se admita o no, sigue siendo la física clásica. Pero la separación razón-fe no ha traído sólo el desarrollo y matematización de las ciencias, sino que ha contribuido a la aparición de posiciones ateas (negación de la existencia de Dios), y agnósticas (negar la posibilidad de cualquier afirmación o negación sobre Dios). Es evidente que el pensador francés no es ni una cosa ni otra y que esta idea no estaba presente en el proyecto cartesiano. La razón, según Descartes, llega a la certeza de Dios. Pero la modernidad ha perdido el optimismo racionalista: el hombre contemporáneo ya no se cree en posesión de una razón tan poderosa como para afirmar de modo claro y distinto la existencia o no de Dios. Es decir, el racionalismo optimista ha desembocado en un racionalismo agnóstico. Anexo “Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos, me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo alguna de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.” Descartes R., Discurso del Método, II. “Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que caen bajo el conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos finalmente conocer, ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mí gran dificultad el decidir por cuáles era necesario iniciar el estudio”. Descartes, R., Discurso del método, II. “Estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus pág. 128 tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría”. Descartes, R.: Discurso del Método, IV. “Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, solo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con solo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material”. Descartes, R.: Discurso del Método, IV. “Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones seguir opiniones muy inciertas tal y como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal y como nos la hacen imaginar”. Descartes, R., Discurso del método, IV. pág. 129 Anexo4.PropuestadeexamendeSelectividadde F.Nietzsche El alumno responderá a las cuestiones siguientes: 1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido (2 pts.). 2) Comentario del texto: Apartado a: Explicación de las dos expresiones subrayadas (0,75 pts. cada una). Apartado b: Exposición de la temática (1,5 pts.). Apartado c: Justificación desde la posición filosófica del autor (2 pts.). 3) Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad (Relación…: 2 pts. y la valoración…: 1 pts.). TEXTO “… Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Más como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. "Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? -" Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira,-la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! -¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real! ..." F. Nietzche, El Crepúsculo de los Ídolos 1. Descripción del contexto histórico, cultural y filosófico Friedich W. Nietzsche vive entre los años 1844 y 1900; su vida filosófica y cultural quedó truncada en 1988 al caer en un estado de demencia esquizofrénica de la que ya no se recuperaría. Debido a ello, sus años verdaderamente fecundos, intelectualmente hablando, hay que situarlos entre los años 18711888. Fue catedrático de filología griega en la Universidad de Basilea. Participó en la Guerra Francoprusiana de la que extrae su rechazo a Alemania y al nacionalismo. Tuvo problemas de salud durante toda su vida y murió de sífilis y con la razón perdida. Tras su muerte, su hermana Elizabeth falsificó pasajes de sus obras para hacerlo pasar por precursor del nazismo. pág. 130 Contexto histórico-cultural: El siglo XIX se caracteriza por las revoluciones burguesas propiciadas por el desarrollo científicotécnico que desembocan en la Revolución Industrial. Paralelamente se imponen los ideales liberales que permiten el pleno desarrollo del capitalismo. El aumento de producción propiciado por la industrialización desemboca en el desarrollo de inventos como: el teléfono, el ferrocarril,… A su vez, las mejoras en la higiene y la medicina producen un aumento demográfico y en consecuencia el aumento de una población activa que no puede ser absorbida por el mercado de trabajo, lo que desemboca en conflictos sociales y en las primeras reivindicaciones laborales. Dichas reivindicaciones son frenadas por el nacionalismo que a su vez fomentó el antisemitismo. Tanto en Alemania como en el resto de los países europeos se van consolidando las constituciones democráticas burguesas conquistadas a golpe de revoluciones (1830, 1848...en España la de 1868) que irán convirtiendo al siglo XIX en un siglo de grandes movimientos sociales. Por otro lado, la Conferencia de Berlín de 1878, auspiciada por Bismarck, fue un intento de poner orden en el reparto colonial de África con vistas a prevenir conflictos entre las naciones que ya tenían colonias – Gran Bretaña, Francia – con las nuevas potencias – Alemania, Italia – comenzando a gran escala el colonialismo e imperialismo, fuente de tensiones sin fin. Surge el Romanticismo que exalta el lado oscuro del alma, lo irracional, la mitificación…, sin embargo acaba siendo desplazado por el Realismo y el Positivismo. La novela se convierte en un fenómeno de masas. El Realismo impregnó a escritores como Dickens, Flaubert o Dostoievski, que dejo una profunda huella en Nietzsche. Los poetas en cambio tomaron una actitud nihilista y decadente: buscan la provocación y nuevas experiencias con el alcohol o las drogas, buscan el arte puro y huyen hacia lo subjetivo, abandonando lo conceptual. El siglo termina con el inicio de las vanguardias, en donde la realidad en la pintura, por ejemplo, se rompe en mil pedazos: estamos hablando del Impresionismo, Puntillismo, Expresionismo...etc. En cuanto la música Wagner, influye en Nietzsche como prototipo de espíritu libre, que más tarde se desvela como una farsa del cristianismo. En pintura el impresionismo pretende plasmar la realidad cambiante y en movimiento, pretende ser fiel a la naturaleza al igual que Nietzsche. La ciencia y la técnica se expanden, la industria capitalista consolida la hegemonía de la burguesía, lo cual acarrea una concepción materialista de la vida. Nacen nuevas ideologías políticas: liberalismo, nacionalismo, socialismo…, las cuales prescinden de las doctrinas religiosas. Sin embargo la Iglesia mantuvo su poder en el terreno moral y educativo. Se editan las teorías evolutivas de Darwin y Pasteur desarrolla las primeras vacunas contra enfermedades infecciosas. El desarrollo de la ciencia tuvo un auge extraordinario, sobre todo en la Física: Helmholtz, Maxwell, Hertz, Lorentz, etc. Surge el nacimiento de la Sociología como ciencia de la mano de Emile Durkheim y de la Psicología empírica con Wilhem Wundt, el primero que funda un laboratorio de Psicología (también Freud comienza su andadura por el psicoanálisis). A Dimitri Mendeleieff se le considera el padre de la Química; a Darwin de la Biología y a Mendel de la Genética. pág. 131 Contexto filosófico: El siglo XIX significa para la filosofía el fin de los grandes sistemas y el surgimiento de nuevos movimientos filosóficos que rechazan la concepción sistemática y especulativa de la filosofía. En 1831 muere el último representante del Idealismo alemán, Hegel, que construyó un sistema filosófico basado en el Idealismo Absoluto. Todas las demás corrientes filosóficas del siglo XIX reaccionarán frente a la filosofía hegeliana. Las nuevas corrientes filosóficas: - - - - Marxismo: Tiene su raíz en el pensamiento de Marx y sostiene una visión materialista de la realidad y una crítica al sistema económico capitalista. El Socialismo utópico es sobre todo identificado por la voluntad de concebir comunidades ideales, organizadas según principios democráticos y cuyas relaciones se fundan en la equidad. El Anarquismo es una filosofía política y social que llama a la oposición y abolición del Estado entendido como gobierno y, por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas (Pierre-Joseph Proudhon). El Positivismo trata la ciencia como el único mecanismo válido de conocimiento criticando duramente a la metafísica (A. Compte). Espiritualismo: opuesta al materialismo, afirma la presencia en el universo de elementos no materiales, así como que el universo se interpreta mejor desde una perspectiva no materialista, dando primacía al espíritu. Historicismo: Defiende que los pueblos son entidades singulares. Hacen hincapié en el carácter histórico del hombre (B. Croce). Vitalismo: Es una corriente que, relacionada con el irracionalismo y el desarrollo de la biología, toma a la vida, sobre todo la humana, como centro primordial de la tarea filosófica. Se trata de una corriente muy heterogénea, que coincide en explicar la vida a partir de un principio vital organizador y estructurador. Irracionalismo: Por ejemplo, Schlegel (el pensamiento más veraz no es el racional-conceptual sino el intuitivo-mítico), Sorel (el desmesurado desarrollo de la razón ha debilitado a la civilización occidental al haber paralizado la voluntad) o Schopenhauer. Para Schopenhauer, las cosas son representaciones aparentes e ilusorias y se propone, inspirado por el budismo, llegar a la voluntad universal a través del arte y la moral. Nietzsche reaccionó contra el pesimismo incompatible con su vitalismo dionisiaco, pero se inspiró en él para crear su concepto de voluntad de poder. Nietzsche rechazó el marxismo y a todo lo relacionado con la lucha obrera, sin embargo, coincide con Marx en la visión materialista del mundo o en la denuncia de la sociedad capitalista y a la religión. La animadversión de Nietzsche se centra en cualquier teoría que elimine la capacidad creadora del individuo en aras de otras “instancias superiores” (Igualdad). Freud también denunciará a una sociedad neurótica que ha impuesto a los seres humanos prohibiciones que les impiden llevar una vida psicológicamente equilibrada. Nietzsche, Marx y Freud son lo que Paul Ricoeur llamó “maestros de la sospecha”, pues son los tres grandes cuestionadores de los cimientos de una tradición occidental. Así pues la filosofía de Nietzsche surge como la filosofía más independiente, original y radical del siglo XIX en la cual se desvela el gran problema al que nos somete el lenguaje pág. 132 2. Comentario del texto 2. a: Explicación de las dos expresiones subrayadas: Monótono-teísmo: Con este término se refiere Nietzsche de forma alegórica a la unidad que ha defendido la metafísica tradicional frente a la multiplicidad que nos muestran los sentidos. La filosofía se ha empeñado en fijar la realidad, generalizarlo y otorgarle unidad, un error que ha justificado una moral denigrante para la vida. Pueblo: Con este término Nietzsche alude al carácter popular, terrenal, de la forma de conocimiento que concibe el cambio, la multiplicidad, el devenir. La filosofía tradicional ha negado esa idea de pueblo para sustituirla por otra idea metafísica fundamentada en el conceptualismo, en la eternidad, la inmutabilidad y la unidad. 2. b: Exposición de la temática: El crepúsculo de los ídolos, o cómo se filosofa con el martillo, también traducido como El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos es un libro escrito en 1887 por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Dentro de su bibliografía también podemos destacar obras como Así habló Zaratustra, Ecce homo, La Genealogía de la Moral, Humano, demasiado humano, Más allá del bien y del mal,… El libro describe en primer término cómo el rito tanto apolíneo y dionisiaco se debaten constantemente en la vida de los seres humanos. Así entonces se tiene un primer acercamiento al comportamiento y la anhelada explicación de los clásicos. Sin embargo las críticas no se harían esperar y los ídolos que habían presidido el pensamiento de muchos intelectuales europeos durante diecinueve siglos se verán fuertemente cuestionados por Nietzsche. Llama farsantes a Sócrates y Kant por sus posturas ante el conocimiento humano y retoma la idea de la transmutación de los valores. El problema de la filosofía en esta época consistía en su conservación como mera especulación y repetición de lo que otros ya habían hecho, creando toda una serie de doctrinas en torno a ella. La sectarización de la filosofía aparece como problema para el quehacer del filósofo mismo, por lo que se propone aquí una filosofía a martillazos libre de dogmas que permita a la filosofía replantearse y hacer análisis libres del encierro al que la han arrojado los grandes ídolos. Este fragmento es una crítica a la metafísica occidental que, por miedo a los problemas y a lo terrible de la vida, ha construido un mundo inteligible que en realidad es nada. Al mismo tiempo, se critica el privilegio que los filósofos han otorgado a la razón frente a los sentidos (excepto Heráclito) puesto que la razón les permite abandonar este mundo para dedicarse a la contemplación de las Ideas. 2. c: Justificación desde la posición filosófica del autor. El pensamiento de Nietzsche surge de la necesidad de entender la vida como impulso vital y al hombre en su sentido biológico. Es un pensamiento que se encuadra en el vitalismo y en la filosofía de la sospecha (junto a Marx y Freud), ya que pone en duda los valores de la época. Es un vitalismo pág. 133 irracionalista porque opina que la naturaleza no se rige por principios racionales. Su pensamiento se compone de dos fases marcadas por las vertientes de su nihilismo: una vertiente negativa, de crítica de la situación en la que se encuentra la sociedad occidental, y otra vertiente positiva, de creación de nuevos valores después de haberse derrocado los anteriores. La vertiente negativa comienza con la visión de la vida controlada por dos fuerzas estéticas que se contraponen y complementan: lo apolíneo (las formas, el orden, lo finito) y lo dionisiaco (el flujo dinámico de la vida, el infinito cósmico). Estas fuerzas definen la verdadera naturaleza de la realidad, la tragedia, y dado que esta solo es soportable con el arte, concibe la vida como un único valor estético. Los griegos habían conseguido alcanzar un equilibrio entre ambos pero con la llegada de Sócrates y Platón se rompió dicha armonía a favor de Apolo en contra de Dionisos, fosilizando la realidad y restringiendo la visión humana con el establecimiento del bien en sí y el espíritu puro, que dieron lugar a la creación del mundo de las ideas siendo el mundo sensible un mero reflejo el anterior. Con ello realiza una crítica a la metafísica tradicional basada erróneamente en la creencia en la antítesis de valores de origen divino. Nietzsche considera que el Ser no es fijo e inmutable, ni se encuentra dividido en ser real y aparente, que es profundamente antivital por dar más peso al mundo de las ideas que la de los sentidos. La razón de esto se fundamentó sobre los prejuicios de algunos filósofos contra la vida, a la necesidad del hombre de permanecer frente al devenir de la vida que ha dado una cosificación del ser y un decadentismo que hace al ser depender de una razón superior ya sea un Dios, la Razón o la Ciencia. Para Nietzsche no existe tal separación entre lo real y lo aparente sino que hay un constante devenir entre la vida y el ser. Establece que en el conocimiento no hay correspondencia lógica entre el sujeto y el objeto: la estética hace de mediación entre ellos, creando el lenguaje a través de la metáfora, lenguaje que pierde su riqueza metafórica y creativa al hacerse de uso común. Por esta razón, el lenguaje acaba reducido a un conjunto de estructuras conceptuales iguales que enmascaran la Verdad, que no es algo universal, sino la suma de distintas perspectivas individuales. Puesto que la realidad no es una sola cosa sino una pluralidad de elementos, las ciencias positivas, que solo pueden cuantificarlas, son incapaces de conocer la vida dado que solo pueden reducir la Realidad a cantidades que no pueden expresar sus cualidades y no pueden emitir juicios valorativos sobre la vida. Además, la Ciencia con su fe en la Razón ha sustituido a la religión y se ha puesto al servicio de los intereses del poder. Finalmente, Nietzsche descarga su martillo contra la moral platónica-cristiana por considerarla un atentado contra la vida ya que da más importancia al mundo de las ideas (el “cielo” cristiano) que a la vida del hombre en la Tierra. Además, desprecia la vida y las sensaciones, instaurando el concepto de pecado y fomentando los valores de la moral de los esclavos (la humildad, la compasión) invirtiendo los valores de la antigua Grecia. La moral de señores (la fuerza, el placer) contiene las auténticas virtudes y a las que hay que volver. En este sentido, critica la democracia porque nivela por abajo, dando poder al débil quitándoselo a los fuerte. Toda esta crítica lleva Nietzsche a afirmar que “Dios ha muerto” a manos del hombre y con él el mundo suprasensible, por lo que los valores que lo sustentaban se han derrumbado. Toda esta crítica pone de relieve la situación decadente de la tradición occidental y el espíritu de Occidente, al percibirlo, se vuelve nihilista, vacío de contenido. Este nihilismo supone la destrucción de los valores hasta el momento vigentes y un distanciamiento de la propia tradición, pero también un punto de inflexión hacia una nueva etapa del ser y del hombre. Aquí comienza la vertiente positiva del nihilismo: una vez eliminados los antiguos valores se propone una nueva moral basada en la vida a pág. 134 través de la transmutación de todos los valores desde la perspectiva de la voluntad de poder y con nuevos valores gracias al redescubrimiento de la pluralidad de los sentidos. La vida tiene valor por sí misma y no hay que explicarla desde fuera ni imponerle normas, sino disfrutarla y el objetivo de la filosofía ha de ser fortalecer la alegría de la vida. Pero estos valores no pueden ser creados por el hombre actual, es tarea del superhombre. El hombre es solo una etapa intermedia entra la bestia y el superhombre, al que se llega por medio de tres transformaciones ascendentes del espíritu: primero el camello, que simboliza la sumisión a Dios y a la ley moral; después el león, que simboliza la lucha humana contra los valores establecidos y la moral idealista a partir del conocimiento de su autoalienación; finalmente el niño (el superhombre) capas de desembarazarse de prejuicios y de crear nuevos valores. El superhombre es el que juega con la vida sin importarle el riesgo ya que ha asumido la intrascendencia y tragedia de la vida así como su eterno retorno. Es un ser que para la Tierra sustituye a Dios en su afán creador. Junto al superhombre surge la voluntad de poder: es la voluntad para crear nuevas formas en la Tierra, que justifica como condición necesaria de la afirmación de la vida el error y desde el cual se debe de hacer toda afirmación de Verdad, ya que admite el error y la pluralidad de perspectivas a diferencia del concepto de verdad como única perspectiva que iguala y elimina toda variedad de la realidad. El hombre tiene que abordar la pluralidad del mundo y del Ser desde la voluntad de poder y esto da lugar a las diferentes perspectivas con las que se percibe el mundo y también ha de tener en cuenta que lo importante de un juicio no es su veracidad sino si favorece o no a la vida. Finalmente aparece el concepto de Eterno Retorno que significa la repetición del tiempo que se hace eternidad. Es tiempo en cuanto que fluye y eternidad en cuanto es circular. En él, la vida se despliega sin una linealidad finalística: el sentido absoluto de la vida es ella misma, es vivir. 3. Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de la actualidad 3. a: Relación del tema elegido con otra posición filosófica. El problema político es el eje de la reflexión platónica pero se entrelazan ideas sobre el conocimiento, la realidad, la educación y la moral. El pensamiento platónico surge de una preocupación ética que consiste en conocer qué es el Bien. Para ello Platón elabora una Teoría de las Ideas que también explica el conocimiento. Esta Teoría establece que hay dos mundos: un mundo sensible y otro inteligible. El origen del mundo sensible lo explica Platón desde un modelo creacionista donde la materia, el espacio y las ideas son eternos. En él, el Demiurgo habría tomado la materia caótica que se encontraba en el espacio y, usando las ideas como referencia, habría modelado el mundo. Por ello, el Demiurgo seria la causa eficiente de la formación del mundo y las ideas serían la causa ejemplar, ya que sin ellas no habría podido construir nada. Estas ideas se encuentran en el mundo inteligible y son conceptos universales que se caracterizan porque son el auténtico y verdadero ser, son eternas y subsistentes, son múltiples y no están sujetas al movimiento sensible. Además se encuentran jerarquizadas, siendo la idea más importante la idea de Bien en cuanto es la auténtica causa del ser y del conocer, seguida de las ideas de Belleza y Justicia. pág. 135 Platón señala que aunque la relación entre ambos mundos es la ejemplaridad y la participación, hay un elemento común a ambos que es el alma. Para demostrar la existencia del alma utiliza tres argumentos: Naturaleza del alma: las ideas son eternas y como el alma contiene ideas esta también tendrá que ser eterna; además, el cuerpo se descompone tras la muerte porque es complejo pero el alma no ya que es simple. Teoría de la reminiscencia: como todo el conocimiento es recuerdo esto implica que hemos tenido una existencia anterior. Prueba psicológica: relacionada con la insatisfacción que sentimos ante las injusticias de este mundo. El alma pues, habría bajado accidentalmente del mundo inteligible, donde habría “visto” todas las ideas, al mundo sensible donde habría sido encadenada a un cuerpo que limitaría la capacidad de intuición de las ideas. En esto consiste su teoría del conocimiento: una vez encerrada un alma en un cuerpo sufre un proceso de ananmesis y posterior reminiscencia mediante el cual se recuerda una idea que vio directamente nuestra alma. El proceso de recuerdo o estímulo lo refleja Platón en el denominado “símil de la línea”. Este proceso de ascensión es reflejado en el Mito de la Caverna donde narra el complicado proceso intelectual que se realiza buscando la definición por medio de la dialéctica. La dialéctica es el supremo ejercicio intelectual en que tiene que ser educado el futuro reyfilósofo. Tiene dos sentidos: un método de ascenso desde lo sensible (múltiple) a la unidad de la idea por medio de la definición, con lo cual queda jerarquizada la realidad desde idea suprema de Bien; y un método de deducción racional desde las ideas de Bien, Justicia y Belleza hasta las sombras (el mundo sensible); es decir, aplicar las definiciones que hemos hallado en el método de ascensión a casos particulares. Las consecuencias metafísicas de esta teoría son que existen dos mundos el mundo sensible y el mundo de las ideas, así como dos partes en el ser humano: el cuerpo y el alma inmortal y con capacidad de reencarnación. Una vez desarrollada su Teoría de las Ideas, Platón la aplicará a su antropología para explicarla y exponer su sistema ideal de gobierno. Platón sostiene que el alma se compone de tres partes: la racional, irascible y concupiscible, situadas en la cabeza, pecho y vientre respectivamente. Cada una de estas tres partes tiene una virtud específica: la prudencia, la fortaleza y la templanza. Estas virtudes consisten en mantener la tendencia correspondiente a cada una de las partes dentro de un cauce, en armonía, para que así el individuo pueda alcanzar la felicidad. Para explicar la relación entre estas partes del alma recurre al mito del carro alado donde se halla un corcel negro e indómito representando los deseos de la persona, un caballo blanco y dócil representando la capacidad de refrenar o potenciar los deseos y un auriga que es la razón. Platón aplica las partes del alma a la polis dividiendo a la población en tres dependiendo de la parte del alma que predomine en ella: la clase productora, compuesta por los hombres de bronce, donde predomina el deseo; la clase guerrera formada por los hombres de plata en los que predomina la pasión; y, por último, la clase gobernante en la que se encontrarían aquellos hombres en los que predominase la razón, siendo el mejor de ellos el rey-filósofo. Así, al igual que para hallar la felicidad individual tiene que gobernar la parte racional del alma sobre el resto, una polis ha de estar regida por aquellas personas donde prime la razón para que se pueda alcanzar el bien común de los habitantes de la polis. pág. 136 En base a esto último, el sistema de gobierno más adecuado y justo es la aristocracia/monarquía donde gobierna el rey/reyes filósofo/s que gobierna sobre el resto usando su razón y las leyes de la polis a las que también debe de someterse. La desobediencia a estos dirigentes en función de diversos factores de interés particular da lugar a la aparición de otros sistema de gobierno injustos: Timocracia (gobierno de los militares), Oligarquía (gobierno de los ricos, Democracia (gobierno del pueblo basado en un falso igualitarismo) y la Tiranía (una degradación de la Democracia). Los ciudadanos, después de haber estado sometidos a estas formas injustas de gobierno reclamarán a los sabios que vuelvan a dirigir la polis par que vuelva a regir el Bien y la Justicia y se pueda alcanzar esa felicidad tanto individual como colectiva. 3. b: Valoración razonada de la actualidad. Los aspectos más actuales del pensamiento de Nietzsche los constituyen varios de sus principios fundamentales: el perspectivismo, la interpretación, la creación artística. Podemos ver a Nietzsche en todas partes y en ninguna, siguiendo también su enigmático lenguaje. La filosofía ha dejado de creer en trasmundos, en más allás y ha asumido la “muerte de Dios”. La filosofía occidental es fundamentalmente antimetafísica y esto se debe a la influencia decisiva de la filosofía nietzscheana; pero también la proclamación nietzscheana de la desaparición de todos los ídolos de la metafísica tradicional ha supuesto en nuestra época la renuncia a cualquier ideal y, como consecuencia, la pérdida de sentido que es una seña de identidad del pensamiento posmoderno actual. Casi toda la filosofía del siglo XX parte del concepto de "crisis" de la cultura, de la metafísica y de la filosofía que introduce Nietzsche en su pensamiento. El "nihilismo" es la enfermedad de la Europa contemporánea, que se caracteriza por el "cansancio" en el que una humanidad demasiado reflexiva ha caído merced a su propia razón, y le ha llevado a una voluntad de aniquilación (Primera y Segunda Guerras Mundiales). Lo que caracteriza a estos tiempos es esa multiplicidad, esa pluralidad y heterogeneidad cultural cuyas costumbres, características y tradiciones pueden mezclarse alegremente. La posmodernidad se caracteriza por desconfiar de las grandes teorías que explican el mundo desde una sola perspectiva. En la actualidad, más bien se tiende a afirmar y defender la pluralidad y el relativismo cultural. El individuo posmoderno, sometido a una saturación de información y estímulos de los medios de comunicación difíciles de organizar y estructurar, está en una constante oscilación y vaivén de ideas. El posmoderno no tiene certezas absolutas, nada le sorprende y sus opiniones se pueden modificar en un instante. Anexo Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, incluso refutaciones. Lo que es, no deviene; lo que deviene, no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Más como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. “Tiene que haber una pág. 137 ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador?” Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Nietzsche, F., El Crepúsculo de los ídolos “La razón en la filosofía” Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni del modo como creen los eléatas ni del modo como creía él, - no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la sustancia, de la duración... La “razón” es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El “mundo aparente” es el único: el “mundo verdadero” no es más que un añadido mentiroso. Nietzsche, F., El Crepúsculo de los ídolos “La razón en la filosofía” pág. 138 Anexo5.PropuestadeexamendeSelectividadde J.OrtegayGasset El alumno responderá a las cuestiones siguientes: 1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido (2 pts.). 2) Comentario del texto: Apartado a: Explicación de las dos expresiones subrayadas (0,75 pts. cada una). Apartado b: Exposición de la temática (1,5 pts.). Apartado c: Justificación desde la posición filosófica del autor (2 pts.). 3) Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad (Relación…: 2 pts. y la valoración…: 1 pts.). TEXTO “Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo –persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el universo, la omnímoda verdad, quedaría ignorada. El error consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma, e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia (...) Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente verídicas y auténticas”. ORTEGA Y GASSET: El tema de nuestro tiempo. 1. Descripción del contexto histórico, cultural y filosófico José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo. Al llegar la guerra, partirá al exilio y será un gran impulsor del regeneracionismo y animará a la europeización de España. Es partidario de la República y fundará el partido “Agrupación al servicio de la República”. Funda también la Revista de Occidente. El pensamiento de Ortega se suele dividir en tres etapas: Etapa objetivista (1902–1914): influido por el neokantismo alemán y por la fenomenología de Husserl, llega a afirmar la primacía de las cosas (y de las ideas) sobre las personas. pág. 139 Etapa perspectivista (1914–1923): se inicia con Meditaciones del Quijote. En esta época, Ortega describe la situación española en España invertebrada (1921). Contexto histórico-cultural: José Ortega y Gasset vivió en un periodo de crisis, tanto nacional como internacional. A nivel nacional la crisis es triple: social, económica y política. Hay una conflictividad social creciente que favorece el desarrollo de las organizaciones obreras, sobre todo el anarquismo y el socialismo. La situación económica de la población era bastante mala, debido a la escasa industrialización que existía en el país (excepto País Vasco y Cataluña) y al predominio de una economía agraria en manos de una oligarquía terrateniente. La pérdida de las últimas colonias españolas en América tras la Guerra de Cuba, produjo un tremendo impacto en la intelectualidad española, haciéndole reflexionar sobre España y su relación con Europa. El régimen de turno de partidos (conservador y liberal) establecido por la Restauración Monárquica termina fracasando, dando lugar a la dictadura de Primo de Rivera y, posteriormente, la IIª República, por cuya llegada trabajó Ortega. La primera mitad del siglo XX no consigue un modelo estable de Estado. Ni la dictadura de Primo de Rivera, ni la IIª República fueron capaces de conseguirlo. Este fracaso dio lugar a la guerra civil y a la posterior dictadura del general Franco. Para colmo, las dificultades de vertebración que tuvo España fueron potenciadas por el desarrollo de los nacionalismos, especialmente en Cataluña y el país Vasco. La invertebración de España fue un problema que preocupó hondamente a Ortega, hasta el punto de escribir un libro sobre ello (La España invertebrada). A nivel internacional la crisis se manifiesta en el triunfo de la revolución rusa, que fue vista como una amenaza por las democracias occidentales, y sobre todo en la Iª Guerra Mundial, que dejó a Alemania exhausta, hundida y con graves problemas económicos y sociales. El resultado fue el ascenso de los totalitarismos (fascismo y nazismo) y la IIª Guerra Mundial. En el campo de la cultura son destacables tres elementos: el desarrollo de las vanguardias artísticas y literarias, y la crisis y renovación de la ciencia. En todas ellas se percibe la sustitución de un sujeto absoluto por otro más particular, afectado por la perspectiva. Desde finales del siglo XIX el mundo artístico vive momentos de fuertes cambios. Su característica común es el abandono de la representación realista; pero este abandono no da lugar a una, sino a muchas formas muy diferentes: impresionismo (Monet, Degas, Renoir), postimpresionismo (Cezanne y Gaugin), fauvismo (Matisse), expresionismo (Van Gogh, Munch, el autor de El Grito), cubismo (Picasso, Juan Gris), surrealismo (Dalí) y, la forma más radical de todas que es el arte abstracto, en el que la figura desaparece por completo y se hace necesaria una interpretación particular del sujeto. En Literatura ocurre lo mismo, frente al realismo y naturalismo de la segunda mitad del XIX, aparece también una literatura más preocupada por la forma que por el contenido. Destacaremos el modernismo (Rubén Darío, Valle-Inclán y el primer Juan Ramón Jiménez) y el surrealismo, que fue el movimiento que tuvo mayor influencia en España, sobre todo en los poetas de la generación del 27. En Ciencia, concretamente en la Física, se produce a finales del siglo XIX un cambio de paradigma. El modelo hasta entonces era el de la física newtoniana y es sustituido por la teoría de la relatividad de pág. 140 Einstein, en la que se sustituyen el espacio y tiempo absolutos newtonianos, independientes del objeto, por un espacio y tiempo relativos; los sistemas de referencia absolutos desaparecen. Con la teoría de la relatividad desaparece la noción de un sujeto universal, hegemónico en la Edad Moderna, capaz de conocer la esencia del fenómeno, pero sin contaminarse con él y es sustituido por un sujeto, que de alguna manera participa en el fenómeno, un sujeto concreto, con su propia estructura particular. En la teoría de la relatividad de Einstein encuentra Ortega una fuerte relación con su perspectivismo. Contexto filosófico: El pensamiento de Ortega se sitúa dentro de la crisis de la razón que se produce en la cultura europea a finales del siglo XIX, y a la que intenta dar respuesta. La confianza que la Edad Moderna había depositado en la razón a través de sus diversas formas: razón cartesiana, razón empirista, razón ilustrada, razón romántica y razón positivista. Esta quiebra de la razón se produce, especialmente por las críticas de algunos filósofos como Marx y Nietzsche, que junto con Freud son llamados “filósofos de la sospecha”. Lo que empieza a sospecharse es que la Razón no nos sirve para comprender la realidad, bien porque la deforma y falsifica, bien porque niega y reprime las tendencias más profundas del ser humano. En su elaboración de la respuesta a la crisis de la razón Ortega recibe diversas influencias, que a continuación iremos analizando: Fenomenología, su fundador es Edmund Husserl, que continúa con el ideal cartesiano de hacer de la filosofía una ciencia estricta, pero sin la separación que Descartes había introducido entre sujeto y realidad. Entre sujeto y objeto hay una relación intencional. El sujeto es el que abre el campo del sentido del objeto. Sin intención no hay objeto. O, dicho a la manera de Ortega, sin perspectiva (sujeto) no hay realidad. Historicismo (Dilthey) afirma el carácter histórico de la realidad, y especialmente de la realidad humana. Hay una fuerte relación entre vida e historia. La historia es simplemente la vida concebida desde el punto de vista del todo de la humanidad, el hombre es esencia histórica. Vitalismo: Nietzsche ataca el valor excesivo que la razón ha tenido en la filosofía, sobre todo a partir de Sócrates y de Platón, sus dos grandes enemigos, razón que, según Nietzsche, reprime los instintos de vida. Ataca el concepto tradicional de verdad, no hay verdades en sí. Para Nietzsche, “no hay hechos sino interpretaciones”, “no hay cosas en sí sino perspectivas”. Existencialismo, representado por Heidegger, que retoma el estudio del ser a través del único que es capaz de preguntarse por el Ser, que es el existente humano. La estructura más importante para Heidegger es la temporalidad. Ortega lee con gran interés la primera gran obra de Heidegger, Ser y tiempo. Etapa raciovitalista (1924–1955): se considera que Ortega entra en su etapa de madurez, con obras como El tema de nuestro tiempo, Historia como sistema, Ideas y creencias o La rebelión de las masas. pág. 141 2. Comentario del texto 2. a: Explicación de las dos expresiones subrayadas: Punto de vista: La doctrina del punto de vista niega la existencia de un conocimiento universal y absoluto, porque todo conocimiento surge en un contexto determinado, dentro de una circunstancia, particular y concreta. Lo que cada perspectiva puede ver no lo ve otra, de ahí que sea insustituible. De la misma manera, el sujeto de ese conocimiento no es una razón abstracta ni universal, sino un individuo situado en su propia circunstancia vital e histórica. Ni hay un conocimiento absoluto, ni hay un sujeto absoluto. Todo sujeto es siempre “individual” y todo conocimiento es forzosamente parcial, porque depende de la perspectiva del sujeto. No solo se aplica al conocimiento y la verdad, sino también a la misma realidad. La realidad es también perspectiva y la perspectiva forma parte de la realidad. Dimensión vital: La expresión “dimensión vital” se refiere a una concepción de la verdad más amplia de la que hasta ahora se ha tenido. La razón se desarrolla en el hombre como una necesidad vital. Las dificultades vitales con las que el hombre se encuentra le han forzado a pensar a retraerse en sí mismo y a distanciarse de las cosas, de su inmediatez. Precisamente ese “retraimiento” o “distanciamiento” es lo que ha llevado a separar la razón y la verdad de la vida y de las necesidades vitales. Hay que insertar la razón en la vida, desde la que primitivamente empezó a desarrollarse y a cuyas dificultades intenta dar respuesta. El hombre necesita de la razón, así como de la verdad, para sobrevivir; pero no se trata de una razón universal y legisladora o de una verdad racionalista, sino de una razón limitada y en contacto con la vida, y de una verdad consciente de sus diversas y múltiples perspectivas, aunque cada una de ellas sea en sí limitada. 2. b: Exposición de la temática: El texto a comentar pertenece a la obra de Ortega y Gasset El tema de nuestro tiempo, concretamente al capítulo décimo y último, titulado “La doctrina del punto de vista”. El tema del texto es la doctrina del punto de vista o perspectivismo. El perspectivismo es la teoría del conocimiento de Ortega, en la que se articulan dos conceptos fundamentales: circunstancia y perspectiva, que darán lugar a la verdad. Además del sentido epistemológico que acabamos de mencionar, también tiene un sentido ontológico, en tanto que la perspectiva forma parte de la realidad y la organiza. La doctrina del punto de vista, como teoría del conocimiento, la encontramos reflejada preferentemente en el primer párrafo del texto y se nos presenta con las siguientes características: En primer lugar, es una doctrina relacionada con la vida (“cada vida es un punto de vista sobre el universo”). Ortega al iniciar el texto relacionando conocimiento y vida pretende poner de manifiesto la diferencia entre su teoría del conocimiento y la teoría del conocimiento racionalista, insistiendo Ortega en el carácter vital de su teoría, frente al racionalismo que deja la vida fuera del conocimiento. Por ello, Ortega propone el cambio de la razón pura, abstracta y universal del racionalismo por una razón vital, concreta, individual formando parte de la vida. pág. 142 En segundo lugar, se fija en el individuo como sujeto del conocimiento (“cada individuo es un órgano insustituible para la conquista de la verdad”), esto da a la verdad un carácter múltiple, porque los individuos también lo son. La vida a la que hace referencia Ortega es vida individual, el punto de vista lo tiene el sujeto individual, es el yo y su circunstancia. Cada individuo con su diferente perspectiva, que por ser individual, es única e insustituible. Las diferencias individuales, para Ortega, no son un problema, como lo eran para los racionalistas, ya que para Ortega la verdad es múltiple y esa multiplicidad le viene de la perspectiva. No hay una razón universal que pueda captar la verdad, la única razón que existe es la razón individual, la de cada individuo que capta la verdad desde su circunstancia. Para Ortega hay tres circunstancias, en grado creciente de amplitud: individual (persona), social (pueblo) e histórica (época). En tercer lugar, toma a las diversas verdades como complementarias. La verdad total, la omnímoda verdad, se obtiene de la suma de todas ellas. En cada perspectiva hay una parte de la verdad, complementando una perspectiva con otra podremos llegar a la verdad completa. En esta unificación progresiva consiste la omnímoda verdad, que solo se puede alcanzar poco a poco, a través de la historia. La perspectiva forma parte de la realidad y no solo del conocimiento, además de organizarla y darle sentido. 2. c: Justificación desde la posición filosófica del autor En su obra ¿Qué es filosofía? Ortega define esta disciplina como “el estudio radical de la totalidad del Universo”, caracterizándola con los principios de autonomía y pantonomía, como un conocimiento teórico y una utilidad existencial. En cuanto al método, se sitúa dentro de un positivismo radical al afirmar que es posible la intuición de la verdad también respecto de los grandes temas de la filosofía estableciendo la “intuición filosófica”. Cada época tiene una tarea fundamental que realizar y un destino y la nuestra no es otra que superar los principios básicos de la modernidad, superación que en el caso de España servirá además para la renovación de la vida política y social. El subjetivismo de la modernidad se gesta en el Idealismo y en el Racionalismo pero aunque tienen en contra las tesis realistas y el relativismo y vitalismo irracionalista respectivamente, Ortega considera que ninguna de estas dos oposiciones es correcta y la solución solo es posible profundizando en la subjetividad. La realidad radical es la realidad en la que descansan todas las demás y para Ortega esta nueva realidad radical es la correlación entre subjetividad y mundo, entre yo y circunstancias, es decir la vida. La vida es la realidad indubitable o primera verdad, pero también la primera realidad, el ámbito en el que se hacen presentes y cobran sentido el resto de los seres. La vida es el conjunto de vivencias y el ámbito en el que se hace presente todo, incluidos los dos géneros de realidad que enfrentaban a realistas e idealistas: el mundo o circunstancia y el yo o subjetividad. La realidad y el conocimiento para los racionalistas pueden comprenderse mediante la metáfora del sello y la cera, y para los idealistas por la metáfora del continente y el contenido. Ortega nos presenta una nueva metáfora, la de los dioses conjuntos. La realidad tiene dos caras, el mundo y el yo, la subjetividad y las cosas y ambos extremos se necesitan mutuamente y no pueden darse uno sin el otro; ni la realidad es una mera construcción del sujeto ni algo independiente y anterior al sujeto: pág. 143 “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”, (Meditaciones del Quijote). La vida no es una cosa, no tiene naturaleza ni es una substancia; su ser es hacerse, es devenir y proyecto, es construirse en el tiempo, es un saberse y comprenderse y aunque no exista una esencia humana inmutable sí existe algo así como el marco que predetermina todo lo que el hombre puede llegar a ser. A estas características de todo vivir, Ortega les da el nombre de categorías de la vida: vivir es encontrarse en el mundo siendo este un elemento fundamental que le lleva a establecer lo fundamental de la perspectiva, puesto que el hombre es un ser circunstanciado, inscrito en la realidad espacio-temporal que le ha tocado vivir, vivir es libertad y fatalidad lo que confiere un carácter dramático y de responsabilidad, la vida es futurición siendo el futuro la dimensión temporal más importante que caracteriza al hombre y nuestra vida es siempre atender al futuro, apostar por un proyecto y actuar para realizarlo. Ortega rechaza la visión de una razón ahistórica y transpersonal. Ortega reivindica una nueva forma de conocer la realidad: la realidad primordial, la vida, sólo puede captarse adecuadamente mediante el recurso de la razón vital y de la razón histórica. Ortega y Gasset llamó racio-vitalismo a su sistema filosófico. Es la filosofía que tiene como tema explícito la reflexión sobre la vida y el descubrimiento y explicación de sus categorías fundamentales. La razón vital conduce a la razón histórica, puesto que la vida es esencialmente cambio e historia pues el hombre no es una cosa más del mundo, ni tiene naturaleza ni un ser estático, sino temporalidad e historia. Ortega describe dos formas de dar cuenta de la realidad: explicamos una hecho cuando descubrimos las leyes cuantitativas a las que se somete; esta forma de comprensión es legítima cuando se aplica a las cosas. Entendemos algo cuando captamos el sentido presente en dicha realidad, y es esta la forma de comprensión adecuada para dar cuenta del mundo humano, que no consta de hechos sino de sentidos; la razón histórica es precisamente el instrumento que debemos utilizar para comprender los sentidos de la existencia humana, y para ello se ha de referir a dimensiones del vivir como los sentimientos, valoraciones y proyectos del individuo o colectividad que queramos estudiar, y a las categorías, creencias y esquemas mentales con los que damos un sentido a nuestra vida y nos enfrentamos al reto de la existencia. La razón histórica utiliza igualmente los recursos interpretativos que nos permite el enfoque historicista: el análisis de la biografía, la teoría de las generaciones y la comprensión de las distintas épocas que constituyen nuestro pasado y determinan nuestro presente. 3. Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de la actualidad 3. a: Relación del tema elegido con otra posición filosófica. El problema político es el eje de la reflexión platónica pero se entrelazan ideas sobre el conocimiento, la realidad, la educación y la moral. pág. 144 El pensamiento platónico surge de una preocupación ética que consiste en conocer qué es el Bien. Para ello Platón elabora una Teoría de las Ideas que también explica el conocimiento. Esta Teoría establece que hay dos mundos: un mundo sensible y otro inteligible. El origen del mundo sensible lo explica Platón desde un modelo creacionista donde la materia, el espacio y las ideas son eternos. En él, el Demiurgo habría tomado la materia caótica que se encontraba en el espacio y, usando las ideas como referencia, habría modelado el mundo. Por ello, el Demiurgo seria la causa eficiente de la formación del mundo y las ideas serían la causa ejemplar, ya que sin ellas no habría podido construir nada. Estas ideas se encuentran en el mundo inteligible y son conceptos universales que se caracterizan porque son el auténtico y verdadero ser, son eternas y subsistentes, son múltiples y no están sujetas al movimiento sensible. Además se encuentran jerarquizadas, siendo la idea más importante la idea de Bien en cuanto es la auténtica causa del ser y del conocer, seguida de las ideas de Belleza y Justicia. Platón señala que aunque la relación entre ambos mundos es la ejemplaridad y la participación, hay un elemento común a ambos que es el alma. Para demostrar la existencia del alma utiliza tres argumentos: Naturaleza del alma: las ideas son eternas y como el alma contiene ideas esta también tendrá que ser eterna; además, el cuerpo se descompone tras la muerte porque es complejo pero el alma no ya que es simple. Teoría de la reminiscencia: como todo el conocimiento es recuerdo esto implica que hemos tenido una existencia anterior. Prueba psicológica: relacionada con la insatisfacción que sentimos ante las injusticias de este mundo. El alma pues, habría bajado accidentalmente del mundo inteligible, donde habría “visto” todas las ideas, al mundo sensible donde habría sido encadenada a un cuerpo que limitaría la capacidad de intuición de las ideas. En esto consiste su teoría del conocimiento: una vez encerrada un alma en un cuerpo sufre un proceso de ananmesis y posterior reminiscencia mediante el cual se recuerda una idea que vio directamente nuestra alma. El proceso de recuerdo o estímulo lo refleja Platón en el denominado “símil de la línea”. Este proceso de ascensión es reflejado en el Mito de la Caverna donde narra el complicado proceso intelectual que se realiza buscando la definición por medio de la dialéctica. La dialéctica es el supremo ejercicio intelectual en que tiene que ser educado el futuro reyfilósofo. Tiene dos sentidos: un método de ascenso desde lo sensible (múltiple) a la unidad de la idea por medio de la definición, con lo cual queda jerarquizada la realidad desde idea suprema de Bien; y un método de deducción racional desde las ideas de Bien, Justicia y Belleza hasta las sombras (el mundo sensible); es decir, aplicar las definiciones que hemos hallado en el método de ascensión a casos particulares. Las consecuencias metafísicas de esta teoría son que existen dos mundos el mundo sensible y el mundo de las ideas, así como dos partes en el ser humano: el cuerpo y el alma inmortal y con capacidad de reencarnación. Una vez desarrollada su Teoría de las Ideas, Platón la aplicará a su antropología para explicarla y exponer su sistema ideal de gobierno. Platón sostiene que el alma se compone de tres partes: la racional, irascible y concupiscible, situadas en la cabeza, pecho y vientre respectivamente. Cada una de estas tres partes tiene una virtud específica: la prudencia, la fortaleza y la templanza. Estas virtudes consisten en mantener la tendencia correspondiente a cada una de las pág. 145 partes dentro de un cauce, en armonía, para que así el individuo pueda alcanzar la felicidad. Para explicar la relación entre estas partes del alma recurre al mito del carro alado donde se halla un corcel negro e indómito representando los deseos de la persona, un caballo blanco y dócil representando la capacidad de refrenar o potenciar los deseos y un auriga que es la razón. Platón aplica las partes del alma a la polis dividiendo a la población en tres dependiendo de la parte del alma que predomine en ella: la clase productora, compuesta por los hombres de bronce, donde predomina el deseo; la clase guerrera formada por los hombres de plata en los que predomina la pasión; y, por último, la clase gobernante en la que se encontrarían aquellos hombres en los que predominase la razón, siendo el mejor de ellos el rey-filósofo. Así, al igual que para hallar la felicidad individual tiene que gobernar la parte racional del alma sobre el resto, una polis ha de estar regida por aquellas personas donde prime la razón para que se pueda alcanzar el bien común de los habitantes de la polis. En base a esto último, el sistema de gobierno más adecuado y justo es la aristocracia/monarquía donde gobierna el rey/reyes filósofo/s que gobierna sobre el resto usando su razón y las leyes de la polis a las que también debe de someterse. La desobediencia a estos dirigentes en función de diversos factores de interés particular da lugar a la aparición de otros sistema de gobierno injustos: Timocracia (gobierno de los militares), Oligarquía (gobierno de los ricos, Democracia (gobierno del pueblo basado en un falso igualitarismo) y la Tiranía (una degradación de la Democracia). Los ciudadanos, después de haber estado sometidos a estas formas injustas de gobierno reclamarán a los sabios que vuelvan a dirigir la polis par que vuelva a regir el Bien y la Justicia y se pueda alcanzar esa felicidad tanto individual como colectiva. 3. b: Valoración razonada de la actualidad. La vigencia de un pensador actual es siempre patente. Teniendo en cuenta que Ortega murió en 1955, podemos decir que su pensamiento sigue estando en plena actualidad. Los finales del siglo XX y los comienzos del XXI se han distinguido, entre otras cosas, por una preocupación por lo vital o lo existencial, y ahí, la influencia de Ortega es decisiva. Basta con pasearse por una librería o ver los catálogos especializados en publicaciones para comprobar como hay un interés enorme sobre las cuestiones del vivir cotidiano, desde libros de autoayuda, hasta nuevas filosofías vitales. En ese sentido, el raciovitalismo de Ortega sigue estando vigente. Ortega hizo patente filosóficamente hablando que todo en nuestro interior conocíamos o sospechábamos. Él explicitó en el discurso filosófico las categorías de la vida, y esas categorías tienen hoy plena actualidad. Pero otros temas centrales de la filosofía orteguiana siguen estando vigentes, su interés por relacionar cultura y vida han influido de manera decisiva en la valoración actual de la cultura. En un mundo que cada vez está más globalizado y donde se hace más necesario el diálogo intercultural, el perspectivismo orteguiano se constituye como un fuerte anclaje para evitar posturas maniqueistas y un claro referente para combatir el relativismo cultural. El perspectivismo orteguiano permite una integración de formas culturales si caer en el menosprecio ni en la sobrevaloración pueril que permitan comprender otras formas de entender la cultura, y en definitiva la vida. Las reformas educativas ocurridas en nuestro país destacan también la importancia que se le da en nuestro sistema educativo al interés por lo vital, dichas reformas han alejado los contenidos no significativos de la práctica docente sustituyéndolos por un ejercicio de comprensión y de autocomprensión del ser humano y del mundo que nos rodea y en el cuál vivimos. pág. 146 Otros aspectos filosóficos del pensamiento orteguiano siguen estando plenamente vigentes, tanto a nivel social como político. Sólo basta con echar un vistazo a la sociedad española actual, con sus botellones, la pasión futbolística, los macro conciertos, etc... para comprobar como su “ Rebelión de las masas” sigue estando plenamente vigente, o la situación política con sus disputas autonómicas y problemas de estatutos para ver la actualidad de “La España invertebrada”. A partir de los años cincuenta, tras la caída de las bombas atómicas, comenzó una nueva corriente filosófica conocida como filosofía de la tecnología, corriente que intenta valorar la influencia y el alcance de la tecnología en el hombre y la sociedad actual. Dicha corriente formada por filósofos como Mumford, Mitchamm, Echevarría, tienen un referente concreto en la obra “Meditación de la técnica” de Ortega, obra que se ha constituido en el eje central del pensamiento filosófico de la filosofía de la tecnología. Anexo “Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo. La distinta situación hace que el paisaje se organice ante ambos de distinta manera. Lo que para uno ocupa el primer término y acusa con vigor todos sus detalles, para el otro se halla en el último, y queda oscuro y borroso. Además, como las cosas puestas unas detrás se ocultan en todo o en parte, cada uno de ellos percibirá porciones del paisaje que al otro no llegan. ¿Tendría sentido que cada cual declarase falso el paisaje ajeno? Evidentemente, no; tan real es el uno como el otro. Pero tampoco tendría sentido que puestos de acuerdo, en vista de no coincidir sus paisajes, los juzgasen ilusorios. Esto supondría que hay un tercer paisaje auténtico, el cual no se halla sometido a las mismas condiciones que los otros dos. Ahora bien, ese paisaje arquetipo no existe ni puede existir. La realidad cósmica es tal, que sólo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo.” Ortega y Gasset, J., El tema de nuestro tiempo, «La doctrina del punto de vista» “Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo -persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el universo, la omnímoda verdad, quedaría ignorada (…) Hasta ahora la filosofía ha sido siempre utópica. Por eso pretendía cada sistema valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Exenta de la dimensión vital, histórica, perspectivista, hacía una y otra vez vanamente su gesto definitivo. La doctrina del punto de vista exige, en cambio, que dentro del sistema vaya articulada la perspectiva vital de que ha emanado, permitiendo así su articulación con otros sistemas futuros o exóticos. La razón pura tiene que ser pág. 147 sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación.” Ortega y Gasset, J., El tema de nuestro tiempo, «La doctrina del punto de vista» “La tradición moderna nos ofrece dos maneras opuestas de hacer frente a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el racionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo, ensaya la operación inversa: desvanece el valor objetivo de la cultura para dejar paso a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones anteriores parecían suficientes, no encuentran eco en nuestra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad en el sentido de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a olvidarse de que para existir necesitan el soporte de la vitalidad.” Ortega y Gasset, J., El tema de nuestro tiempo, «La doctrina del punto de vista» pág. 148