A.·.L .·.G .·. D .·. G .·. A .·. D .·. U .·. V.·.M.·., QQ.·. HH.·. Ser libres y de buenas costumbres. Esas son las dos cualidades que los masones pedimos al profano que llama a nuestra puerta para que le sea abierta. Libre y de buenas costumbres. He dicho dos cualidades cuando tal vez sea una sola, o al menos una lleva a la otra indefectiblemente. Y de eso es de lo que voy a hablar. Libertad, costumbre, moral, ética. Y es que ser moral es una de las condiciones que tiene todo ser humano por el hecho de ser libre. El hombre es constitutivamente moral porque es constitutivamente libre, tiene por fuerza que hacerse, bien o mal, su vida. Y este es otro grave y primordial problema ético, el de la realidad inexorable moral del hombre. Heidegger ha dicho que la metafísica como comportamiento, y también la ética consisten en tener que ocuparse del ser en tener que estar o morar en el ser. El hombre tiene que ser moral, tiene que conducir su vida, o como diría Aristoteles tiene que obrar siempre con vistas a un bien, y por eso la vida tiene siempre sentido. Y a ese sentido de la vida es precisamente lo que llamamos moral. Zubiri y más tarde Aranguren siguiendo a este, señalan que el hombre es estructuralmente un ser moral y ello por la simple razón de que necesita sobrevivir. Es moral no por un ideal sino por una necesidad. Todo ser viviente se ve enfrentado a la necesidad de vivir en un medio que le es propio, y para ello tiene que responder a las provocaciones o estímulos que vienen del mismo, y es esa respuesta la que le permite adaptarse y sobrevivir en él. Pero la respuesta a esta estructura de relación no es la misma en el animal que en el hombre. En el animal la respuesta vendrá determinada por su dotación biológica, es instintiva, automática, univoca y ajustada perfectamente al medio. En el hombre la respuesta no se produce de forma automática o instintiva. Y es en esta no determinación de la respuesta cuando se produce el momento básico de libertad. Y es porque al no venir determinada biológicamente se ve obligado a justificarla. En un primer momento se hace cargo, a través de su inteligencia, de que los estímulos son reales, que proceden de una realidad y no simplemente de un medio. Tiene que habérseles con las cosas y consigo mismo. Se ve afectado por la realidad como tal y no simplemente por estímulos, que los convierte en instancias, recursos, posibilidades… Y ante esa realidad la respuesta no es automática. Tiene que considerar la realidad antes de ejecutar un acto. Ante ella crea un conjunto de posibilidades entre las que necesariamente tiene que elegir la que desea realizar. Se ve forzado a elegir. El hombre así no puede ser libre para dejar de ser libre. Para elegir una posibilidad el ser humano tiene que renunciar a las demás y por eso su elección tiene que ser justificada. Su elección tiene que ser hecha por algo, tanto en sentido positivo como negativo. Y así se habla de pedir cuentas de un acto. Dar razón. Y esto no consiste en una mera exposición de lo actuado, es dar cuenta de la posibilidad que se ha elegido. Las posibilidades, como irreales que son, son muchas y entre ellas hay que preferir, entre ellas hay una pre-ferencia; por lo que la justificación debe extenderse también a ella. ¿Y qué es lo que nos hace preferir esta posibilidad en vez de la otra? Zubiri contesta porque el hombre tal como afirmaba Aristoteles, se comporta siempre sub ratione boni, se conduce siempre conforme a lo que le parece mejor, lo que no significa que su comportamiento sea siempre moralmente bueno, y en tanto que elige lo que le parece mejorqueda justificado. Aranguren ve un segundo sentido a la justificación. La justificación como justicia. El acto no solo debe ajustarse a la realidad sino a la norma ética. La justicia no es una virtud es la Virtud misma, es sinónima del bonum facere. Justo ya no significa ajustado sino que significa honesto. Las depresiones, los agobios, la desesperanza vienen motivadas, las más de las veces, por la angustia de no vislumbrar salidas para nuestros problemas. Convertir en serenidad la amargura consiste en encontrar y elegir alternativas posibles. No utopías cuyo fracaso conduce a la frustración, sino en ampliar esa realidad para encontrar una salida por muy difícil que sea. No somos libres para elegir lo que nos pasa, pero no podemos dejar de ser libres para responder a esa realidad que nos acontece de un modo u otro. El hombre conduce su vida, y al modo de conducirla se le llama conducta. Nadie puede ser libre por nosotros, nadie puede librarnos de elegir y buscar por nosotros mismos. Decía Erich Fromm que en el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente. Hay algo más masónico? No debemos preguntar a nadie que es lo que debe ser nuestra vida. Tenemos que preguntarlo a nosotros mismos. Hay que preguntar por el uso de nuestra libertad a la libertad misma. Y es el ejercicio de esa libertad lo que nos hace ser morales. Ser moral es una característica que acompaña inevitablemente a todo ser humano en cuanto ser racional y libre. Decía Ortega que la claridad es la cortesía del filósofo, y tenía razón, y mucho más en estos temas en los que se trata de construir un mundo más humano, porque ese mundo no puede construirse desde la incomprensión sino desde la comprensión recíproca. Cuando se habla de moral, todos tenemos las antenas desplegadas porque, como hemos dicho, nos afecta constitutivamente. No hay nadie amoral, todo el mundo entiende algo cuando se le habla de honradez, justicia, solidaridad… Lo que le parece más extraño es cuando le hablan de Ética. Porque al ser filosofía moral parece más propio de filósofos o gente especializada, que las más de las veces, utilizan una terminología que, más que tal, parece una jerga solo entendible por unos pocos. Y es aquí donde tiene toda su vigencia lo dicho por Ortega. Moral y ética se distinguen simplemente en que la primera forma parte de nuestra vida diaria y la otra es una reflexión, un filosofar sobre aquella. Y eso se ve en los adjetivos que las acompañan. Hablamos de la moral cristiana, socialista o islámica, y hablamos de la ética aristotélica, kantiana o estoica. Etimológicamente las dos vienen a significar algo parecido. Ethos, al menos desde Aristóteles, significa modo de ser, carácter, pero no en el sentido de temperamento, sino en el modo de ser que se va adquiriendo a lo largo de la vida, lo que nos lleva al concepto de habito que nace por la repetición de hechos iguales; ethos sería el carácter impreso en el hombre por el habito. ¿Las buenas costumbres que nosotros pedimos? Mos, en latín, también viene a significar carácter, hábito, costumbre. Se referían así, ambos términos, a un modo de saber, de estar en el mundo, que nos permita enfrentarnos a él como humanos para ser justos y felices. Porque en este mundo se puede triunfar entre comillas, ser un gran político, un gran empresario, y sin embargo ser una persona humana impresentable. Aranguren llamaba a la moral, “moral vivida”, y a la ética, “moral pensada”. Decía Ortega que para entender lo moral es mejor no contraponer moralinmoral, sino en la contraposición moral-desmoralizado. "Me irrita este vocablo, ‘moral’. Me irrita porque en su uso y abuso tradicionales se entiende por moral no sé qué añadido de ornamento puesto a la vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien se dice que está desmoralizado. Entonces se advierte que la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está́ en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida, y por ello no crea, ni fecunda, ni hincha su destino". Hoy la moral es un artículo de primera necesidad, precisamente porque nuestras "sociedades avanzadas", con todo su avance, están profundamente desmoralizadas. No se sabe qué hacer con los parados, con los inmigrantes… Las cuestiones fundamentales quedan obviadas y la aspiración del común de los mortales es ser “famoso”. ¿No será́ que, tomada en serio, nos obliga a cambiar nuestras formas de vida, y no estamos en exceso por la labor? “A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo. A fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo. A fuerza de tolerarlo todo, terminas aceptando todo…Y a fuerza de aceptarlo todo, finalmente lo aprobamos todo”. Decía Agustín de Hipona por los albores del siglo V después de Cristo. De ahí que, tal vez, necesitemos explosionar una carga de “moralita” La "moralita" -decía Ortega- es un explosivo espiritual, tan potente al menos como su pariente, la dinamita. No se fabrica con pólvora, claro está́, sino con la imagen de lo que es un hombre -varón o mujer- en su pleno quicio y eficacia vital, con el bosquejo de lo que es un comportamiento. Y se dice aquello de "no me digas que me vas a salir ahora con problemas de conciencia: aquí́ lo que importa...". Aquí́ lo que importa es conservar el poder, aquí́ lo que importa es el estado de derecho, exigir responsabilidades, caiga quien caiga, para que al final n pase nada; aquí́ lo que importa es ganar dinero; aquí́ lo que importa es que se beneficien solo los de casa y no los de fuera… Incluso se llega a una de las peores perversiones, por aquello de lo políticamente correcto. La perversión de las palabras. Ejemplo bien reciente cuando a la escucha telefónica ilegal o por internet la amparamos y la llamamos "seguridad del Estado", bajo cuyo paraguas todo se hace y admite. Por ir precisando términos, diremos que la moral es un tipo de saber que pretende orientar la acción humana en un sentido racional. Es decir, pretende ayudarnos a obrar racionalmente, siempre que por "razón" entendamos esa capacidad de comprensión humana que arranca de una inteligencia sentiente, de una inteligencia no ajena a los sentimientos y a la experiencia. La moral esencialmente es un saber práctico: un saber para actuar. Es el que nos orienta para actuar racionalmente en el conjunto de nuestra vida, consiguiendo sacar de ella lo más posible. “Que los hombres que se guían por la razón, es decir, los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos de confianza y honestos” decia Spinoza en su Ética. Mas las sencillas expresiones "racional" y "obrar racionalmente" son más complejas de lo que parece, porque a lo largo de la historia han ido ganando diversos significados, que han obligado a entender el saber moral también de diferente manera. ¿Porque con vistas a qué hace el hombre su vida?. ¿Buscando la felicidad? Y esa felicidad ¿donde y como conseguirla?. O consistira la tarea etica en realizer el bien, en cumplir con el deber o lograr la perfección?. ¿Y que relación se da entre estas cosas: felicidad, bien, deber, perfección? Mas creo mis queridos hermanos que por hoy ya he abusado bastante de vuestra paciencia, y por ello os pido perdón. Nos hemos quedado en los umbrales de la cuestión. Tan solo hemos tocado el problema moral o etico desde un punto de vista prefilosofico o antropologico. En el tintero quedan cuestiones tales como cual sea la etica como contenido, su objeto material y formal, en definitiva todos los interrogantes del parrafo precedente. Si lo estimais conveniente todos estos interrogantes podrian ser objeto de otra plancha, dar una vuelta por esos modos de entender la moral para ver si entre todos sacamos algo claro. Yo dispuesto estoy, mas vuestra es la decision. Es cuanto V.·.M.·.