T. 6. EL ROMANTICISMO EN EUROPA Índice 1. 2. 3. 1. 1.1. Aspectos del Romanticismo. El Romanticismo en las literaturas europeas. 1.1. Contexto histórico y cultural. 1.2. Antecedentes: los ideólogos alemanes 1.3. Rasgos generales Poesía romántica 2.1. El romanticismo inglés y el espíritu de aventura: Lord Byron 2.2. El romanticismo francés y la libertad: V. Hugo. 2.3. Otros: italiano, americano y español. Prosa y teatro 3.1. Desarrollo de la novela romántica: histórica, terror, sentimental y costumbrista 3.2. Nuevas técnicas teatrales 3.3. El cuento romántico Páginas web interesantes: http://www.youtube.com/watch?v=Slm0thII8LM&feature=related En general, sobre la revolución industrial Aspectos del Romanticismo. El Romanticismo en las literaturas europeas. Contexto histórico y cultural. El Romanticismo es un movimiento fundamental en la historia del occidente europeo que supuso una transformación en muchas de las estructuras básicas de la sociedad, y una modificación significativa en la mentalidad europea y occidental. Abarcó todos los ámbitos, fundamentalmente el cultural y social, aunque es evidente que su surgimiento está íntimamente vinculado a los grandes movimientos revolucionarios: la Revolución Industrial, que asentaba los ideales liberales y significaba el auge burgués, la Independencia Americana, que creaba los derechos individuales y la Revolución Francesa, que proclamaba la libertad, igualdad y fraternidad de los pueblos. La Guerra de Independencia de los Estados Unidos fue un conflicto que enfrentó a las trece colonias británicas originales en América del Norte contra el Reino de Gran Bretaña. Ocurrió entre 1775 y 1783, finalizando con la derrota británica en la batalla de Yorktown y la firma del Tratado de París. El martes 16 de diciembre de 1773 tuvo lugar en Boston el denominado Motín del té (en inglés: Boston Tea Party), en el que se lanzó al mar todo un cargamento de té. Fue un acto de protesta de los colonos americanos contra Gran Bretaña y es considerado un precedente de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. La rebelión de los colonos en el puerto de Boston, Massachusetts, nace como consecuencia de la aprobación por Gran Bretaña en 1773 del Acta del Té, que gravaba la importación a la metrópoli de distintos productos, incluido el té, para beneficiar a la Compañía Británica de las Indias Orientales a quien los colonos boicoteaban comprando el té de Holanda. Mientras tanto, en Francia, los escritores, filósofos, politólogos, científicos y economistas, denominados philosophes, y desde 1751 enciclopedistas, contribuyeron a minar las bases del Derecho Divino de los reyes. Pero ya en el racionalismo de René Descartes podría quizá encontrarse el fundamento filosófico de la Revolución. De este modo, la sola proposición Pienso, luego existo llevaría implícito el proceso contra Luis XVI. La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban en la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece Colonias norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea. Tanto la influencia de la Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico para el inicio de la revolución en Francia. Basándose en una inmersión en lo neoclásico y una confianza ciega en la razón, los ilustrados franceses propiciaron la Revolución Francesa (1789) que se realizó desde arriba, de la mano de la burguesía, pero su consiguiente evolución hacia el terror desestabilizó la confianza que en la bondad natural del ser humano tenían los ilustrados y la fe ciega de que bajo el filtro de la razón el ser humano sería capaz de llevar a cabo todas las utopías que desde el siglo XVII se estaban proponiendo. El sueño de la razón sólo produjo terror, lo que provocó una crisis en la mentalidad que derivó hacia el Romanticismo, como una reacción total a la razón impuesta por el Neoclasicismo, dando prioridad a los sentimientos, a las emociones, a la fantasía y al ideal. Por lo que se refiere al mundo de las ideas, esta es una época donde los pensadores comienzan a minar las reglas y el concepto de la razón, tan utilizado durante años atrás. Kant es quien se encargó de demostrar, a través de “Crítica a la razón pura”, que el motor ilustrado ya no servía. La Guerra de la Independencia Española (1808-1814) se produjo durante este complejo europeo; fue un enfrentamiento militar entre España y el Primer Imperio Francés, parte de las Guerras Napoleónicas, provocado por la pretensión de Napoleón de instalar en el trono español a su hermano José Bonaparte. Según el tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), el primer Ministro Manuel Godoy preveía, de cara a una nueva invasión hispanofrancesa de Portugal, el apoyo logístico necesario al tránsito de las tropas imperiales. Sin embargo, los planes de Napoléon iban más allá, y sus tropas fueron tomando posiciones en importantes ciudades y plazas fuertes con objeto de derrocar a la Casa de Borbón y suplantarla La carga de los mamelucos, Goya por su propia dinastía, convencido de contar con el apoyo popular. El resentimiento de la población por las exigencias de manutención de las tropas extranjeras, que resultó en numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con la fuerte inestabilidad política surgida tras el episodio del motín de Aranjuez y el ascenso al poder de Fernando VII, precipitó los acontecimientos que desembocaron en los primeros levantamientos en el norte de España y la Jornada del 2 de mayo de 1808 en Madrid. La difusión de las noticias de la brutal represión, inmortalizadas en las obras de Francisco de Goya, y de las abdicaciones de Bayona del 5 y 6 de mayo, que extendieron por la geografía española los llamamientos iniciados en Móstoles al enfrentamiento con las tropas imperiales, decidieron la guerra por la vía de la presión popular a pesar de la actitud contraria de la Junta de Gobierno designada por Fernando VII. Por su parte, la Guerra de Independencia de Grecia, o la Revolución griega, fue el conflicto armado producido por los revolucionarios griegos entre 1821 y 1832 contra el dominio del Imperio otomano y la asistencia tardía de varias potencias europeas, Rusia, Francia y el Reino Unido. Comenzó en 1820, cuando el Pachá de Grecia (Gobernador del territorio en nombre del Sultán) se negó a enviar al Sultán los impuestos, por lo que éste envía tropas contra él. En 1821, los campesinos griegos, los polícaros, aprovechan la situación para comenzar la revolución, seguidos por los comerciantes, y con el apoyo de los griegos que habían emigrado a otras zonas de Europa. Más allá de la idea de cruzada contra los infieles otomanos, fue la herencia clásica la que hizo que buen número de occidentales abrazasen la causa griega. Luis I de Baviera expresó bien esa idea: “Europa tiene una deuda enorme con Grecia [...], les debemos las Artes y las Ciencias.” Los filohelenos se organizan en comités por toda Europa y América buscando fondos para la compra de armas, cuyo reparto fue encargado a los más intrépidos. Cuando estalló la revolución, las atrocidades otomanas provocaron simpatía hacia la causa griega, aunque los gobiernos inglés y francés pensaban que la insurrección era un plan ruso para apoderarse de Grecia y posiblemente Constantinopla. También se produjo la Revolución belga en 1830, por la que se alzaron los habitantes de las provincias del sur del Reino Unido de los Países Bajos contra la hegemonía de las provincias norteñas, mayoritariamente protestantes. En pocas semanas de agosto y septiembre la rebelión logró la secesión de Flandes y la Valonia y la formación de Bélgica. Sólo parte de Luxemburgo permaneció hasta 1890 en unión personal con el Reino Unido de los Países Bajos. Pero el siglo XIX no fue testigo únicamente de separatismos, sino que el mismo sentimiento patriótico que provoca estas secesiones, también provocará unificaciones de naciones que hasta este momento no existían como tales: Alemania e Italia. La Unificación de Alemania fue un proceso patriótico que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX y que culminó con la creación del Imperio Alemán el 18 de enero de 1871, anteriormente dividido en un mosaico político de más de 38 estados. Entre ellos habían destacado, por su importancia económica y política, Austria y Prusia. Desde principios del siglo XIX se inició un proceso con diferentes hitos, como la formación de un mercado único en la región, impulsado por la aristocracia terrateniente (los junkers) de Prusia y la burguesía industrial de la cuenca del Ruhr, o el establecimiento de la unificación aduanera (Zollverein) en 1834, que integró el territorio prusiano con otras regiones alemanas. Sin embargo, debido a las diferencias políticas entre Austria y Prusia, entre otras causas, el proceso de unificación no pudo llevarse a cabo en la primera mitad del siglo XIX. Desde 1848 fue cada vez más intensa la actividad política de grupos nacionalistas que alentaban la formación de un solo Estado para todos los alemanes. La Unificación de Italia fue el proceso histórico que a lo largo del siglo XIX llevó a la unión de los diversos estados en que estaba dividida la península Itálica, en su mayor parte vinculados a dinastías consideradas «no italianas» como los Habsburgo o los Borbones. También se le conoce como el Resurgimiento (Risorgimento en italiano), e incluso como la Reunificación italiana (considerando que existió una unidad anterior, la provincia de «Italia» creada por Augusto, en la antigua Roma). El proceso de unificación partirá de una concepción feudal del territorio que llevó a varios intentos en 1830 y 1848 que fueron aplastados por el gobierno austríaco. La hábil política del Conde de Cavour, sumada a la labor de Garibaldi, héroe popular, el cual se dirigió a Sicilia con las camisas rojas, conquistándola y negándose a entregarla a los piamonteses, desde donde ocupó Calabria y conquistó Nápoles. En 1860 las tropas piamontesas llegaron a la frontera napolitana. Garibaldi, que buscaba la unidad italiana, entregó los territorios conquistados a Víctor Manuel II. Mediante plebiscitos, Nápoles, Sicilia y los Estados Pontificios se anexaron al reino de Piamonte y al futuro rey de Italia, Víctor Manuel II. El proceso de la unificación no fue producto de la voluntad popular pese a los plebiscitos convocados por Cavour, por tanto la acción del Estado se centró en la construcción de una nacionalidad italiana. 1.2. Antecedentes: los ideólogos alemanes El origen del Romanticismo se encuentra en Alemania y Reino Unido a principios del siglo XVIII y extendido por el resto de Europa realmente durante el XIX. El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario, sino más bien se produjo una serie de manifestaciones espontáneas que a lo largo de los siglos XVII y XIX produjeron varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX. Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los fundadores del Idealismo alemán). Tuvo su origen en el movimiento prerromántico Sturm und Drang, desarrollado en Alemania entre 1750 y 1770, en el que destacan Goethe y Schiller, que inician la superación de la estética neoclásica. Ligado al sentimiento de patriotismo, que va creciendo paulatinamente durante el siglo XVIII, se produce una rebelión contra el afrancesamiento neoclásico con el movimiento Sturm und Drang (tempestad y empuje) que busca los temas de sus obras en las antiguas tradiciones germánicas y propugna una vuelta a la naturaleza y a la libertad en el arte y en los sentimientos. Son un conjunto de jóvenes alemanes revolucionarios que publican entre 1767 y 1785 y se sienten unidos por aquello que rechazan, el exceso de normativismo neoclásico, por la creencia en la existencia de un genio superior a ésta. Entendiendo genio como la expresión de lo inexplicable. En un aspecto más metafísico, los jóvenes del grupo abogaron de nuevo por un Cristianismo más esencial y primitivo. Si la Biblia fue dictada por Cristo, sin duda es lo mejor escrito, por lo tanto se convierte un modelo literario. Herder dirá: “la Biblia es poesía y la poesía, Biblia”. Relacionado con este tema, surge una nueva visión de la historia mediante la revalorización de documentos antiguos. Ya que Rousseau afirmaba que la Historia era un proceso degenerativo del arte y de la cultura, cada composición estaría más lejana de Dios a medida que avance el tiempo. La solución era retornar a lo divino retornando al pasado nacional, lo cual produjo una exacerbación del sentimiento patriótico y del nacionalismo. Otra consecuencia relacionada con este creciente interés por la Historia fue la revalorización de lo medieval. Las ruinas, los autores primitivos, las tradiciones populares y canciones antiguas, en definitiva, todo lo que signifique hallar la esencia de la nación alemana, que sirva de nexo de unión entre todos los pueblos alemanes, se convertirá en objeto de atención, como por ejemplo el redescubrimiento Los Nibelungos, largo poema épico del que se editaron libros, se realizó obra de teatro y de ópera, de la mano de Wagner. El afán por acercarse a las tradiciones de los románticos alemanes lo encontramos en los hermanos Grimm, considerados como los padres de la filología moderna, que viajaron por pueblos alemanes para recopilar los testimonios de los relatos e historias que la gente contaba oralmente, en un movimiento que tomó el nombre de folklore. En 1808 se produce un nuevo acontecimiento nacional: la aparición de Fausto de Goethe. La obra se ofreció como una guía espiritual alemana, era el testimonio de la antigua grandeza de Alemania. En esta atmósfera de fervor cualquier hecho alemán se magnificaba (como el hecho de retomar las obras en la Catedral de Colonia, símbolo de la unión alemana). Esta atmósfera explica además el hecho de que muchos artistas se alistaran en el ejército en la Guerra de Liberación. Las fuentes de las que bebía el Romanticismo alemán estuvieron representadas por la subjetividad de Rosseau, y por el sentido trágico de la existencia de Shakespeare, pues sus héroes presentan gran hondura psicológica y pasiones desatadas. Además, los poetas alemanes querían conectar con la sensibilidad del lector y, por último, tanto Shakespeare como Rousseau defendían los valores individuales. Por su riqueza, personalidad y fuerza, los poetas alemanes entusiasmaron en Europa. Fueron estudiados y traducidos en otros países, aunque prematuramente, lo que hizo que fueran admirados pero no entendidos por la mediocridad de estos estudios. Los autores más representativos del movimiento alemán son Herder, Goethe, Schiller y los hermanos Schlegel. Herder (1744 - 1803) fue un gran admirador del folklore entendido como actitud que emana del propio pueblo. En su obra El origen del lenguaje aventuró conceptos lingüísticos e históricos fundamentales para el Romanticismo. Herder explicó que existe un espíritu nacional ligado al idioma y que el desarrollo de cada lengua es el desarrollo de un pueblo. Tradujo a Tácito (“La Germanía”) porque explicaba que en tiempos del Imperio Romano el ejército catalogó la raza aria como una raza superior. Todo ello potenció el nacionalismo naciente. Goethe (1749 - 1832) también se interesó por el pasado de Alemania influido, en gran medida, por Herder. Por otra parte, su obra Las desventuras del joven Werther (1774) tiene el atractivo de ser la primera incursión en el llamado `mal del siglo'. Werther es un personaje enamorado sin esperanzas, que termina por suicidarse a causa de su desesperación amorosa. Pero su derrota, el fracaso por alcanzar sus deseos amorosos no les resta importancia, sino que al contrario los sitúa en un único marco en que se garantiza la pureza, en el marco del ideal, del deseo trascendente. Pero, sin duda, su gran aportación fue Fausto (1808). Con esta obra se creó el paradigma del poema épico romántico. Goethe es el gran autor alemán con el que comienza la tradición literaria tan necesaria para Alemania. Unido a Goethe encontramos a Schiller (1754 - 1805) quien se centró en construir y afianzar un teatro nacional alemán con obras como Los bandidos (1781) o Don Carlos (1785). Sin embargo, aunque Goethe se fue diluyendo con el paso del tiempo, volviendo durante su madurez al clasicismo, Schiller se mantuvo. Fragmento de oda a la alegría, a la que puso música Bethoven en su Novena Sinfonía: ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario! Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado, todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave. Quien haya alcanzado la fortuna de poseer la amistad de un amigo, quien haya conquistado a una mujer deleitable una su júbilo al nuestro. Sí, quien pueda llamar suya aunque sólo sea a un alma sobre la faz de la Tierra. Y quien no pueda hacerlo, que se aleje llorando de esta hermandad. Todos los seres beben la alegría en el seno de la naturaleza, todos, los buenos y los malos, siguen su camino de rosas. Nos dio ósculos y pámpanos y un fiel amigo hasta la muerte. Al gusano se le concedió placer y al querubín estar ante Dios. Gozosos, como los astros que recorren los grandiosos espacios celestes, transitad, hermanos, por vuestro camino, alegremente, como el héroe hacia la victoria. ¡Alegría, hermosa chispa de los dioses hija del Elíseo! ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario! Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado, todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave. ¡Abrazaos, criaturas innumerables! ¡Que ese beso alcance al mundo entero! ¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada tiene que vivir un Padre amoroso. ¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador? Búscalo sobre la bóveda estrellada. Allí, sobre las estrellas, debe vivir. " August y Friedich Schlegel (1767 - 1845 y 1772 - 1829) fueron los grandes padres del Romanticismo alemán, impulsándolo desde la revista “Ateneo” la nueva literatura. Sus aportaciones al movimiento fueron la inclusión de los ambientes medievales, el Cristianismo como moral y Calderón de la Barca como escritor que seguir. A August se le debe una traducción completa de Shakespeare y otra casi completa de Calderón de la Barca. Friedich se encargó de definir cómo debía ser la poesía romántica, esto es: filosófica, mitológica, religiosa e irónica. Otros autores románticos alemanes destacan el narrador Hoffman y el poeta Novalis. E.T.A. Hoffman (1776 - 1822), creó los cuentos fantásticos y de terror con los que se convirtió en una importante influencia para grandes escritores posteriores como Edgar Allan Poe y Théophile Gautier. Sus obras de ficción, de horror y de suspense, combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico. Novalis, a quien la muerte de su prometida, la jovencísima Sophie von Kühn, a causa de la tuberculosis (1797), le afectó profundamente, exaltó la noche, identificada con la muerte, En sus Himnos a la noche (Hymnen an die Nacht, 1800), colección de poemas en prosa y verso; la muerte está por tanto concebida como un paso hacia la «vida verdadera», un renacimiento místico en la persona de Dios, donde sería posible el reencuentro con su amada y con el conjunto del universo. Friedrich Holderlin, (1770-1843), es uno de los más grandes poetas líricos alemanes, cuya obra tiende un puente entre las escuelas clásica y romántica. Su poesía, olvidada muchos años, fue redescubierta al principio del siglo XX. Se caracteriza por una intensa subjetividad, pero al mismo tiempo sus cualidades expresivas se ven atemperadas por la contención y el equilibrio del clasicismo griego. No usaba rima, en su lugar escribía con una forma poética flexible conocida más tarde como verso libre. Es famoso sobre todo por sus poesías líricas, entre las que se encuentran La esperanza y El aeda ciego. Su obra influyó poderosamente en la generación del 27 sobre todo en Luis Cernuda. En cuanto a los pensadores, los filósofos Heine y Schopenhauer marcaron un importante cambio en la cosmovisión romántica y contemporánea. H. Heine (1797 - 1856), quien elevó la canción popular a la categoría de arte adecuando el lenguaje popular con su obra El cantar de los cantares; Hegel (1770 - 1831), fue además una figura destacada en el mundo del pensamiento; mientras Schopenhauer (1788 - 1860), crea el irracionalismo, basado en la convicción de que el mundo se mueve por fuerzas irracionales inasibles e incontrolables, por las que el hombre se halla permanentemente a la deriva. 1. 3. Rasgos del Romanticismo El Romanticismo supuso el fin del orden clásico, pues acabó con la Monarquía absoluta, con la razón y la regla. Se creó, por tanto, una nueva escala de valores donde predominaba el yo en detrimento de la realidad exterior, por un propósito de evasión y de alejamiento de la realidad que produjo un consiguiente escapismo, en el espacio (exotismo) y en el tiempo (Edad Media). La supremacía de lo popular, también supuso un rechazo al elitismo neoclásico y entronca con el fuerte componente nacionalista en contra de las actitudes universalizantes de los ilustrados. Por otro lado, la mayoría de los autores románticos reivindicaron el Cristianismo frente al paganismo grecolatino. Otra de las características de este movimiento fue la inversión del orden de la aproximación humana a la realidad. Si los neoclásicos condicionaban la emoción a la realidad, los románticos condicionarán la realidad a la emoción. Y, por tanto, la emoción no debía tener trabas. Reclamaban realizarse en plena libertad. Una libertad del individuo frente a la sociedad, de la mujer frente al hombre, de la nación frente al imperio, de la colonia frente a la metrópoli, del obrero frente al burgués, una libertad educativa y de culto. Resumiendo, las características quedarían esquematizadas de la siguiente forma: • Individualismo: el arte y la literatura se convierten en expresión del yo, de los sentimientos. El hombre romántico se caracteriza por presentar una fuerte personalidad y sentirse el centro del universo • Irracionalismo: frente al racionalismo ilustrado, el Romanticismo valora todo lo no racional, como emociones, sueños, fantasías... Defensa de la libertad: en la política, la moral y el arte; el hombre romántico lucha contra el absolutismo, rechaza las normas vigentes y las convenciones morales (considerado el sentimiento como única forma de conducta, se defiende el amor adúltero o el suicidio). Desde el punto de vista político la doctrina imperante es el liberalismo, que aboga por las libertades individuales (propiedad, comercio, asociación), la soberanía popular, los derechos del hombre y la limitación del poder del estado. Aunque hay algún autor de tendencia conservadora, el Romanticismo puede asociarse con el liberalismo (hasta tal punto que el francés Victor Hugo llegó a decir que el Romanticismo no es sino liberalismo en literatura) • Idealismo: los románticos buscarán ideales inalcanzables en todos los aspectos, especialmente en lo relacionado con la patria, la justicia o el amor, lo cual les conducirá inevitablemente al choque con la realidad y al desengaño. Este desengaño por no poder alcanzar dichos ideales en la realidad en la que viven, les lleva a la evasión, e incluso al suicidio. • Nacionalismo: frente al espíritu universalista del neoclasicismo, los románticos valoran los rasgos diferenciales de su país, recuperan su historia, sus costumbres y su cultura. • Exotismo: el rechazo de la sociedad moderna lleva al romántico a evadirse, a ambientar sus obras en épocas lejanas (Edad Media) o en lugares todavía no dominados por la civilización europea (Oriente, América). • Espíritu rebelde y juvenil, frente a la madurez racionalista y moderada del neoclasicismo. En cuanto al arte y la literatura, rechazarán las normas neoclásicas, buscando ante todo la originalidad u el estilo personal. La forma de ser del hombre romántico se refleja en la literatura manifestándose a través de los siguientes rasgos: • Aparición de los protagonistas, marcados por una fuerte personalidad de los personajes que se encuentran al margen de la ley o que no aceptan las normas de la sociedad: el mendigo, el pirata, el verdugo, el cosaco, el reo, etc. • La mezcla, en poesía, de distintas formas métricas e, incluso, del verso y de la prosa. • La ruptura, en teatro, de las regla de las tres unidades (tiempo, lugar y acción), recuperadas por los neoclásicos, la mezcla de lo trágico y lo cómico, la desaparición de la verosimilitud y el carácter moralizante, el final trágico, la aparición de elementos extraños, etc. • El gusto por el ambiente nocturno, tenebroso, la aparición de una naturaleza violenta y desatada, relacionada con el sentimiento exaltado del romántico, así como la ambientación de las obras en lugares exóticos o lejanos en el tiempo, derivada del gusto por la evasión. • El poco aprecio a la vida, que se observa en la aparición de la muerte e, incluso, el suicidio. • La aparición de elementos fantásticos, muchas veces relacionadas con el sueño y el subconsciente. 2. Poesía romántica 2.1. El romanticismo inglés y el espíritu de aventura: Lord Byron La literatura de esta época se fue acercando al prerromanticismo por diversos factores, entre los cuales destacan dos: la influencia de la filosofía idealista alemana y el supuesto hallazgo de MacPherson de Los cantos de Ossián, poema épico apócrifo publicado en 1760 que fue considerado el equivalente medieval de Homero. Ossián sería un pretendido bardo que debía haber vivido durante el siglo III, y que recogió todO el interés que de forma creciente se estaba produciendo sobre la mitología, las tradiciones escandinava y celta, y por la Edad Media inglesa. Aunque MacPherson explicó que había sido una invención, lo medieval se puso de moda, y la tradición ossiánica perdurará, creando un nuevo estilo, ligado a lo medieval mediante nieblas, nocturnos, sepulcros y tumbas, que se mantendrá en sucesivos géneros, como la literatura fantástica la novela de terror con narradores como Walpole, quien sentó las bases del terror con su castillo encantado: El castillo de Otranto o Thomas Gray, que abrió una meditación fúnebre filosófica con Elegía escrita en un cementerio campesino (1751). Los temas esenciales de la poesía romántica inglesa coinciden con los generales europeos, pues destacan, fundamentalmente, la intimidad del poeta (sus ansias de libertad y de realización personal, sus frustraciones amorosas, sus fantasías, su angustia vital…), la visión sentimental de la naturaleza y el ideal de una sociedad justa e igualitaria. En cuanto a la forma, alternan el poema breve y puramente lírico con el poema narrativo extenso, protagonizado por personajes rebeldes, misteriosos o simbólicos. Respecto a la métrica, rechazan la rigidez de la época anterior y utilizan todo tipo de versos y estrofas. Tras estos primeros antecedentes, en el Reino Unido se produjeron dos generaciones románticas. La primera, creada por los llamados poetas de los lagos o los laguistas, que vivieron en la región de los lagos al norte del país, abogó por las doctrinas del liberalismo político-económico y por el idealismo filosófico. La segunda estuvo influida por la Revolución Industrial y por la nueva forma de producción, la cual pasaba del hombre a la máquina, por lo que tienen una concepción del mundo muy negativa, siendo mucho más rompedores con las normas, con unas actitudes con frecuencia estrafalarias y extravagantes; se les denominó los satánicos por los escándalos que promovieron con sus ideas y su forma de vida. Entre los primeros destacan Wordsworth y Coleridge y el novelista Walter Scott, entre los segundos, Lord Byron, Shelley y John Keats. En cuanto a la primera generación, los lakistas, destaca Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) fue un poeta, crítico y filósofo inglés, líder del movimiento romántico en su país. Mientras estudiaba en Cambridge adoptó una serie de ideas políticas y teológicas que entonces eran consideradas radicales, y entabló amistad con Robert Southey, poeta considerado también lakista. Ambos siguieron con entusiasmo los acontecimientos de la Revolución Francesa, hasta el punto de que su fracaso les llevó a planear la fundación de una comunidad regida por principios democráticos, proyecto que nunca llevarían a la práctica. Su amistad con Wordsworth se tradujo en la colaboración de ambos en un volumen de Baladas líricas (1798), que se convirtió en un hito de la poesía romántica inglesa; ese libro contenía los primeros grandes poemas de la escuela romántica, como por ejemplo el cantar del Balada del viejo marinero. Se trata del viejo marinero que retiene a otro, que iba a una boda, para contarle las penalidades padecidas en una nave en la que mueren y enloquecen todos sus tripulantes. Su poesía es un preludio de lo que luego será el Surrealismo, sobre todo en el poema Kubla Khan que es un quejumbroso análisis de sentimientos al más puro estilo romántico, escrito entre 1797 y 1798; se trata de un poema simbólico escrito en un arrebato de inspiración y bajo los efectos del opio, según su propia confesión. Destacan la exótica imaginería y el verso brillante y musical, aunque el carácter visionario del poema ha llevado a algunos críticos a negarle un sentido unitario. El nombre del poema proviene del antiguo kan mongol, Kublai Kan, por lo que la historia se ambienta en un Oriente antiguo lleno de ritos mágicos, pero también plagado de ricas imágenes modernas, extrañas y oníricas, (como también hará en Desánimo: una oda, de 1802), y con una fuerza expresiva basada en la férvida imaginación descriptiva y en el ritmo casi musical que da a la composición. También comenzó el poema místico-narrativo Christabel, y compuso Helado a medianoche y El ruiseñor, que están considerados entre sus mejores poemas. En el otoño de 1798 Coleridge y Wordsworth emprendieron un viaje a la Europa continental. Durante este periodo Coleridge abandonó su interés por el radicalismo político y comenzó a sentirse atraído por la filosofía alemana. Por entonces Coleridge ya era adicto al opio, droga que utilizaba para aliviar el reumatismo. Ya en Londres, escribió su principal obra en prosa, Biographia Literaria (1817), una serie de disertaciones y notas autobiográficas sobre diversos temas, entre las que destacan sus observaciones literarias. Por todo ello recibe la consideración de poeta lírico y de crítico literario de primer orden. Su teoría de la poesía produjo una de las ideas centrales de la estética romántica: la imaginación poética como elemento mediador entre las diversas culturas modernas. Sus temas poéticos abarcan desde lo sobrenatural hasta lo cotidiano. Sus tratados y conferencias, así como su irresistible conversación, lo convirtieron en uno de los más influyentes filósofos y críticos literarios ingleses del siglo XIX. La Balada del viejo marinero: [...] El timonel tenía agarrada la rueda y el barco se movía, se movía sin que una sola brisa lo moviera. Cada marino en su puesto intentaba tensar los cabos, y no tenía fuerzas: ¡éramos una tripulación difunta, cadavérica! [...] Más fuerte y más terrible seguía retumbando bajo el agua: alcanzó la nave, dividió la bahía y, como plomo, la nave desapareció bajo sus aguas [...] Aturdido por el ruido aterrador que cielo y mar estremecía, mi cuerpo quedó a flote como quien lleva ahogado siete días [...] esta alma mía en medio del mar se sintió muy sola: tan sola que ni el mismo Dios parecía estar entre las olas. (Samuel Taylor Coleridge) William Wordsworth, (1770-1850) fue uno de los más consumados e influyentes escritores del romanticismo inglés. Su estilo y sus teorías renovaron la literatura poética de su país. Durante su juventud manifestó un marcado amor por la naturaleza, y llevó a cabo frecuentes visitas a lugares de gran belleza natural, como el viaje que realizó a pie en el verano de 1790, atravesando Francia y Suiza. Tras licenciarse en la universidad de Cambridge, regresó a Francia, y se convirtió en un apasionado defensor de las ideas de la Revolución Francesa. Sus primeras obras, Un paseo por la tarde y Apuntes descriptivos, aunque frescas y originales en cuanto a su contenido, reflejan claramente la influencia del estilo formal de la poesía inglesa del siglo XVIII. La amistad fructífera con Coleridge produjo el mencionado Baladas líricas (1798), que anticipó las innovaciones poéticas del siglo XX, por su nuevo estilo, vocabulario y temas. Esta obra se considera, por lo general, la que señala el comienzo del Romanticismo literario en Inglaterra. Wordsworth escribió casi todos los poemas del volumen, en el que se incluye el memorable La abadía de Tintern mientras Coleridge aportaba la conocidísima Balada del viejo marinero. Baladas líricas supuso una reacción contra el artificioso neoclasicismo de la poesía inglesa de esa época, y fue recibida con hostilidad por los principales críticos literarios del momento. En defensa de su poco convencional teoría de la poesía, Wordsworth escribió un Prefacio para la segunda edición de las Baladas, que apareció en 1800. En él exponía su concepción de que la fuente de la verdad poética era la experiencia directa de los sentidos. Según sus propias palabras, la poesía tenía origen en la "emoción recogida en la tranquilidad". Rechazando la insistencia de sus contemporáneos sobre la forma y la intelectualidad, que privaban a la poesía de emociones, mantuvo que las escenas y los acontecimientos cotidianos, así como el lenguaje de la gente de la calle, constituían el material a partir del cual la poesía podía y debía nacer. Lejos de conciliarle con la crítica, el Prefacio sirvió sólo para acentuar la hostilidad hacia el nuevo tipo de poesía que defendía su autor, aunque ello no supuso un obstáculo para que continuara poniendo en práctica sus principios. Antes de la publicación del Prefacio, el poeta y su hermana habían acompañado a Coleridge en un viaje por Alemania, durante 1798 y 1799. Allí, Wordsworth escribió algunos de sus mejores poemas, los de la serie Lucy, y comenzó a escribir El preludio. Esta introspectiva descripción de su propio desarrollo espiritual, no la completó hasta 1805, y fue publicada en 1850, después de la muerte del autor. Muchos críticos literarios la consideran su mejor obra. A su vuelta a Inglaterra, los dos hermanos se instalaron en el Dove Cottage de Grasmere (Westmoreland), un bellísimo lugar de Lake Distrit. Coleridge y el poeta Robert Southey vivían cerca de ellos, por lo cual se comenzó a conocer a los tres como los poetas laquistas. Conforme iban pasando los años, su visión poética se fue enturbiando. Sus últimos poemas, retóricos y moralistas, no resisten la comparación con los de su juventud, aunque en algunos de ellos parece brillar fugazmente el talento de sus primeros días. Gran parte de los versos libres de Wordsworth, escritos en una lengua fácil y coloquial, poseen una fuerza lírica y una gracia incomparables, y en sus mejores poemas late una profunda consciencia de la relación de los seres humanos con la naturaleza, de raíz e intensidad religiosas. Para él, Dios se manifestaba por doquier a través de la perfección y la armonía de la naturaleza, estrechamente ligada al alma humana. Fragmento de La abadía de Tintern, en Baladas líricas no encuentro en mí lamento ni desmayo: otros dones compensan esta pérdida pues hoy sé contemplar Naturaleza no con esa inconsciencia juvenil sino escuchando en ella la nostálgica1 música de lo humano, que no es áspera pero tiene el poder de castigar y procurar alivio2. Y he sentido un algo que me aturde con la dicha de claros pensamientos: la sublime noción3 de una simpar omnipresencia cuyo hogar es la luz del sol poniente y el océano inmenso, el aire vivo, el cielo azul, el alma4 de los hombres; un rapto y un espíritu que empujan5 a todo cuanto piensa, a todo objeto y por todo discurren. De este modo, soy aún el amante de los bosques y montañas, de todo cuanto vemos 1 Visión nostálgica de la naturaleza Contrastes y antítesis que muestran las contradicciones del espíritu romántico 3 Patriotismo 4 Búsqueda de lo esencial, del alma humana 5 Pasiones desatadas, incontrolables 2 en esta verde tierra6: el amplio mundo de oído y ojo, cuanto a medias crean o perciben, contento de tener en la Naturaleza y los sentidos el ancla de mis puros pensamientos, guardián, guía y nodriza de mi alma y de mi ser moral. En la segunda generación romántica coincidieron voces espectaculares aunque ninguna tuvo conciencia de pertenencia a grupo alguno. Se vinculan a esta generación: Byron, Shelley, Keats y Quincey. Los poetas de la 2º generación hicieron de su vida y su obra un acto de rebeldía contra la sociedad y la moral de la época. Todos murieron jóvenes y fuera de su patria (Lord Byron, Shelley…) Un grupo en el que coincidieron las peripecias del poeta maldito, marcadas por la precocidad con que empezaron a escribir, la muerte precoz y las desavenencias amorosas. Lord Byron (1788 -1824) contribuyó a la imagen de poeta romántico. Admirado poeta y político liberal, hasta que debió dejar su Inglaterra natal por la escandalosa relación con su media hermana, de la que nació una hija. Tras vivir en Italia, se comprometió con la causa independentista griega, y murió enfermo en Messalonghi a los 36 años. Hombre de vida intensa y polémica (bisexual, entre otras cosas, al menos en algunas épocas), fue el modelo que usó Polidori -su médico- al escribir El vampiro, el cuento que creó el personaje de vampiro atractivo y aristócrata que hoy conocemos. Mucha de su poesía denota el estilo de la época, contando historias largas con paisajes mediterráneos que hoy en día no coinciden con el gusto común. Pero también hay poemas aislados, ajenos a todo costumbrismo, en los que es posible palpar su exquisito lirismo. Su primer libro es Horas de ocio (1807), donde canta al modo ossiánico como recuerdo de sus antepasados escoceses. Sus personajes son negativos, sin luz ni pureza, son eternos rebeldes como Caín, el cual da su nombre al poema Caín: un misterio, en el cual Byron lucha contra el conocimiento con interés literario, teológico, teatral... Caín es un personaje rebelde en contra del poder. Don Juan (1819) es su obra maestra, porque en ella ironiza sobre todos los aspectos de la vida. Don Juan recorre Europa en el siglo XVIII y esto le permite interpretar lo que ve. Se crearon grandes debates públicos en torno a la figura de Byron y su Don Juan que originó grandes disputas porque Byron no asumía las críticas en silencio, pues se trata de un acercamiento irónico y satírico a la legendaria figura del mujeriego Don Juan, que anteriormente había sido popularizado por Tirso de Molina, Goldoni o Moliere y con posterioridad lo haría por José Zorrilla. Desarrollado en dieciséis cantos, esta visión (autobiográfica) del conquistador amoroso, presentado por Byron desde una perspectiva netamente romántica y atípica del seductor, está considerada como el mejor trabajo literario del autor inglés. Fragmento de Don Juan: Busco un héroe, búsqueda poco frecuente Cuando cada año y cada mes se inventa uno hasta que, tras saturar las revistas con su palique la gente descubre que no era auténtico. No voy a molestarme a ensalzar a uno de éstos. Por contra, prefiero a Don Juan, nuestro viejo amigo. Todos le conocemos en la pantomima enviado al infierno un poco antes de tiempo 6 Su verde tierra, su patria chica, se centran en su región, donde viven Nació en Sevilla, ciudad magnífica y famosa por sus naranjas y mujeres. Quien no la haya visitado tiene mucho que lamentar. Así reza el proverbio, y convengo en ello. De todas las ciudades de España no hay otra más hermosa excepto Cádiz quizá. Enseguida lo veréis. Los padres de Don Juan vivían junto al río, ese noble caudal llamado Guadalquivir Es una pena que doncellas educadas se casen siempre con personajes carentes de ilustración o caballeros que, aunque de buena familia y crianza, sean sordos a la disquisición científica. Más prefiero no mencionar estas mentalidades, soy un hombre sencillo y he visto pocas cosas pero, ¡ah, maridos de damas intelectuales! decidnos sinceramente, ¿no os han vuelto unos calzonazos? En un mundo conservador, Byron elige la rebelión contra el máximo poder. Sus obras definen su ideal psicológico. El byronismo se llenó de dolor trágico de la existencia, era el mal del siglo. Cuando Byron murió, en París se pintó una imagen de él donde los jóvenes iban a adorar su personaje, su vida. Acuérdate de mí Llora en silencio mi alma solitaria, excepto cuando está mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y mutuo amor. Es la llama de mi alma cual lumbrera, que brilla en el recinto sepulcral: casi extinta, invisible, pero eterna... ni la muerte la puede aniquilar. ¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba no pases, no, sin darme una oración; para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que olvidaste mi dolor. Oye mi última voz. No es un delito rogar por los que fueron. Yo jamás te pedí nada: al expirar te exijo que vengas a mi tumba a sollozar Canción del corsario En su fondo mi alma lleva un tierno secreto solitario y perdido, que yace reposado; mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo, como antes vibra y tiembla de amor, desesperado. Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta, hay en su centro a modo de fúnebre velón, pero su luz parece no haber brillado nunca: ni alumbra ni combate mi negra situación. ¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba, tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido... La pena que mi pecho no arrostrara, la única, es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido. escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras -la virtud a los muertos no niega ese favor-; dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima, ¡la sola recompensa en pago de tu amor!... (http://www.bing.com/videos/search?q=remando+al+viento&sk=&sc=317&mid=AF10B7B46B60BCC45E26AF10B7B46B60BCC45E26&FORM=LKVR1# ) Otro poeta lakista, Percy Bysshe Shelley (1792-1822) por su parte, escribió y distribuyó el libelo Necesidad del ateísmo (1811), durante su época de universidad, el cual fue rechazado por las autoridades de su universidad, tras su expulsión después de menos de un año de permanencia, en la Universidad de Oxford. Inició un trayecto interior, una ruta hacia el paganismo, la metafísica, el retorno a la Grecia Clásica y al contacto con el Mediterráneo. Los fracasos que consiguió con ese paganismo hicieron que el autor cambiara a poemas “más románticos”, mirando a Dante y a los autores clásicos. En 1821 publicó Adonais, donde se reúnen todas sus experiencias y busca captar la inmortalidad de la belleza (son obras platónicas). Fruto de su amistad con el filósofo Godwin fue la relación con su hija Mary Wollstonecraft (conocida más tarde como Mary W. Shelley), en compañía de la cual realizó un breve viaje en 1814 por Europa tras separarse de su mujer, la cual más tarde fue hallada muerta, seguramente por suicidio. Durante otra breve estancia en Europa, él y Mary conocieron al poeta lord Byron. En esa época, escribió dos poemas, Himno a la belleza intelectual en el cual afirma la indestructibilidad de la belleza y Mont Blanc, donde se manifiesta su atracción por la naturaleza. Vivieron y viajaron por distintas ciudades italianas, lo que les permitió establecer amistad con los poetas británicos, Leigh Hunt y su familia y lord Byron. Muchos críticos consideran a Shelley uno de los mejores poetas de toda la literatura inglesa. Para afirmarlo, se basan principalmente en sus poemas líricos y en sus odas familiares A una alondra (1820), Oda al viento del oeste (1819) y La nube (1820). También despiertan gran admiración sus breves poemas amorosos, como Surjo de tus sueños y A Constancia; el soneto Ozymandias; y Adonais (1821), una elegía por el poeta inglés John Keats, escrito en versos spenserianos. Su prosa, entre la que se incluye una traducción de El banquete de Platón y la obra crítica inacabada Defensa de la poesía (1822), resulta también muy interesante. El 8 de julio de 1822, poco antes de cumplir los 30 años, Shelley desapareció en medio de una tormenta, mientras intentaba navegar entre las ciudades italianas de Livorno y La Spezia. Diez días más tarde, su cuerpo fue depositado en la playa por las corrientes marinas. Conocí a un viajero de un antiguo país que dijo: «dos enormes piernas de piedra se yerguen sin su tronco en el desierto… junto a ellas, en la arena, semihundido descansa un rostro hecho pedazos, cuyo ceño fruncido y mueca en la boca, y desdén de frío dominio, cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones que todavía sobreviven, grabadas en la piedra inerte, a la mano que se mofó de ellas y al corazón que las alimentó. Y en el pedestal se leen estas palabras: “Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Contemplad mis obras, oh poderosos, y desesperad!” No queda nada a su lado. Alrededor de las ruinas de ese colosal naufragio, infinitas y desnudas se extienden las solitarias y llanas arenas. (Ozymandias) Para Fanny Godwin Su voz tembló cuando nos separamos, y aunque no supe que su corazón estaba roto hasta mucho después, me fui sin atender las palabras que entonces nos dijimos. ¡Sufrimiento, oh sufrimiento este mundo es demasiado ancho para tí! John Keats (1795- 1821) carece de la aureola de “maldito” de los poetas anteriores, figura carismática aunque su origen humilde, su temprana orfandad y su desarraigo lo acerquen a ellos. Murió en Roma, a los 26 años, pobre, enfermo de tuberculosis y angustiado por la mala acogida de sus libros. Ya había escrito una traducción de la Eneida y de algunos poemas de Virgilio cuando en 1816 publicó sus primeros sonetos, Oh, soledad si pudiera morar contigo y Al examinar por primera vez la traducción de Homero hecha por Chapman, inspirado en la lectura de la Iliada y la Odisea, traducidas por George Chapman en el siglo XVII. Ambos poemas aparecieron en la revista Examiner, editada por el ensayista y poeta Leigh Hunt, uno de los defensores del romanticismo en la literatura inglesa. Hunt presentó a Keats a un círculo de figuras literarias entre las que se encontraba el poeta Percy Bysshe Shelley, cuya influencia le permitió publicar su primer libro, Poemas de John Keats (1817). Los poemas principales del libro son los sonetos sobre el Homero de Chapman, A quien ha estado mucho tiempo en la ciudad de Pent, Me puse de puntillas en la cima de una colina y Sueño y poesía, que defendían los principios del romanticismo tal y como los promulgó Hunt, atacando los practicados por Lord Byron. En su segundo libro, Endimión, que se publicó en 1818, adaptó el mito griego de Endimión y la diosa luna, para expresar la búsqueda en el mundo real de un amor ideal visto en los sueños. Dos de las revistas de crítica más importantes del momento, Quaterly Review y Blackwood's Magazine, criticaron el libro y llamaron a los poetas románticos del círculo de Hunt, "Escuela de poesía de Cockney". Blackwood's declaró que Endimión era un poema sin sentido y recomendaba a Keats que dejara la poesía. En 1820 Keats enfermó de tuberculosis, enfermedad que pudo agravarse debido a la tensión emocional que le produjo su relación con Fanny Brawne, una joven de quien se enamoró apasionadamente y con quien se había comprometido en 1819. El periodo comprendido entre 1818 y 1820 fue de una gran creatividad. En julio de 1820 se publicó el tercero y mejor de sus libros de poesía, Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas. Los tres poemas del título, espléndidos en su dicción y sus imágenes, abordan temas míticos y legendarios de la época antigua, medieval y renacentista. En el libro también aparece el poema inacabado Hiperión, una de sus mejores obras, que comprende la obra maestra lírica Al otoño y tres odas consideradas entre las mejores de la lengua inglesa: Oda a una urna griega, Oda a la melancolía y Oda a un ruiseñor, en las que se compara la naturaleza eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico. Después de su muerte se publicaron algunos de sus mejores poemas, entre ellos Víspera de san Marcos (1848) y La Belle Dame sans merci (1888), en la cual reúne varias tradiciones, celta, griega y con nombre francés, de la cual este es un fragmento: I ¡Oh! ¿Qué pena te acosa, caballero en armas, vagabundo pálido y solitario? Las flores del lago están marchitas; y los pájaros callan. II ¡Oh! ¿Por qué sufres, caballero en armas, tan maliciento y dolorido? La ardilla ha llenado su granero y la mies ya fue guardada. III Un lirio veo en tu frente, bañada por la angustia y la lluvia de la fiebre, y en tus mejillas una rosa sufriente, también mustia antes de su tiempo. IV Una dama encontré en la pradera, de belleza consumada, bella como una hija de las hadas; largos eran sus cabellos, su pie ligero, sus ojos hechiceros. V Tejí una corona para su cabeza, y brazaletes y un cinturón perfumado. Ella me miró como si me amase, y dejó oír un dulce plañido VI Yo la subí a mi dócil corcel, y nada fuera de ella vieron mis ojos aquel día; pues sentada en la silla cantaba una melodía de hadas VII Ella me reveló raíces de delicados sabores, y miel silvestre y rocío celestial, y sin duda en su lengua extraña me decía: Te amo. VIII Me llevó a su gruta encantada, y allí lloró y suspiró tristemente; allí cerré yo sus ojos hechiceros con mis labios. IX Ella me hizo dormir con sus caricias y allí soñé (¡Ah, pobre de mí!) el último sueño que he soñado sobre la falda helada de la montaña. X Ví pálidos reyes, y también princesas, y blancos guerreros, blancos como la muerte; y todos ellos exclamaban: ¡La belle dame sans merci te ha hecho su esclavo! XI Y ví en la sombra sus labios fríos abrirse en terrible anticipación; y he aquí que desperté, y me encontré en la falda helada de la montaña. XII Esa es la causa por la que vago, errabundo, pálido y solitario; aunque las flores del lago estén marchitas, y los pájaros callen. Sus Cartas, consideradas por muchos críticos entre las mejores cartas literarias escritas en inglés, se publicaron en su edición más completa en 1931. En 1960 apareció una última edición. Aunque su carrera fue corta y su producción exigua, los críticos están de acuerdo en que ocupa un lugar perdurable en la historia de la literatura inglesa y mundial. Caracterizada por su acabada construcción, sus descripciones sensuales y la fuerza de su imaginación, su poesía otorga un valor transcendente a la belleza física del mundo. Keats es el poeta más puro del Romanticismo; el que con más ahínco busca la belleza; el que consigue una poesía más esencial, despojada de todo lo accesorio. En sus Odas proyecta su mirada melancólica sobre el amor, el dolor, el paso del tiempo… En "Oda a una urna griega", intenta hablar con una urna que descubre en un museo, sorprendido por el misterio suspendido en la eternidad de lo que revela; la urna le responde con las palabras siguientes «la belleza es la verdad, la verdad es belleza, esto es todo... lo que necesitas saber». El poema habla del poder que tiene el arte para inmortalizar al poeta. Aunque aquellos hombres del pueblo griego desaparecieron, sus vidas continúan reflejadas en el joven que persigue a la mujer amada. En "Oda a un ruiseñor", el yo lírico se eleva entre los árboles, con las alas de la palabra poética, para reunirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para comparar la naturaleza eterna y trascendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico: el poeta, que se siente morir, ansía esa eternidad. El poeta oía al ruiseñor en los anocheceres de Hampstead, y su oda nacerá del entresueño como un abrazo a lo circundante, a un mundo que el canto del ave sensibiliza, vuelve acorde. La idea del poema nace de que el ruiseñor, el ruiseñor que canta por fina maestría, hiere de música al poeta en medio de su abandono silvestre, y tanta felicidad sonora le duele, no por envidia sino por sobreabundancia de gozo. El corazón le duele porque ningún corazón soporta sin dolor la felicidad extrema, esa explicación indecible. En definitiva, Keats es el poeta inglés por excelencia, pues recuerda a Shakespeare por su gracia casi humorística y por saber extraer el máximo jugo a las palabras; sus poemas arrancan siempre de sus lecturas, no de sus vivencias. 2.2. El romanticismo francés y la libertad: V. Hugo. El Romanticismo francés supone una ruptura con respecto a la tradición literaria de carácter clasicista, que perduró hasta bien entrado el siglo XIX, por lo que se caracterizará por ser tardío, pues no triunfa hasta la Restauración de los Borbones en 1814. El paulatino asentamiento de este movimiento en Francia se organiza en dos períodos, una primera etapa antes de 1820 representada por Mme. Stäel y Chateaubriand y una etapa de apogeo, (1820-50) cuyos máximos exponentes son: Lamartine y Victor Hugo. A partir de 1850 se produce una reacción contra el subjetivismo romántico que originará el nacimiento del realismo y el naturalismo. En un primer momento, por lo tanto, los románticos franceses aparecieron con debilidad porque los ilustrados tenían un lugar de prestigio ganado por haber protagonizado la Revolución Francesa. Henri de Saint-Simon (1760 - 1825) propuso una sociedad dirigida por hombres de ciencia, principio que choca con el Romanticismo, que no elogia la ciencia. Propugnó la hermandad cristiana basada en la compasión, ayuda al necesitado y demás principios cristianos. Todo ello lo explicó en su obra “El nuevo Cristianismo” (1825). Además fundó el periódico “L'Avenir” con varias líneas: lucha por un Catolicismo de carácter liberal, una separación entre Iglesia y Estado, una religión más personal e individual y mayor limitación de poderes papales. Por otra parte, François René de Chateaubriand (1768-1848) estuvo en París durante los primeros años de la Revolución Francesa. Se negó a unirse tanto a los realistas como a los revolucionarios radicales, por lo que se trasladó a Estados Unidos. Fue Chateaubriand fue uno de los escritores franceses más importantes de la primera mitad del siglo XIX. Introdujo personajes y ambientes nuevos y exóticos, procedentes de los nativos de Norteamérica y de los paisajes americanos, subrayando la introspección y la melancolía con tintes pesimistas. Estos nuevos elementos literarios lo señalan como uno de los precursores del romanticismo. Además, en El genio del cristianismo (1802) afirmó que el cristianismo era moral y estéticamente superior a las demás religiones. Esta afirmación influyó profundamente en la vida religiosa y literaria de su tiempo. Sus otras obras importantes se refieren también a la defensa del cristianismo, relatos literarios de sus viajes por América y su autobiografía, publicada póstumamente, Memorias de ultratumba (1848-1850). Fragmento de Las campanas: Es cosa que maravilla ver cómo se ha hallado un medio seguro de producir en un mismo instante, merced a un golpe de martillo, un mismo sentimiento en mil corazones diferentes, obligando a los vientos y a las nubes a hacerse intérpretes de los pensamientos humanos. Considerada luego como armonía, la campana es de esa belleza de primera clase que los artistas denominan lo grande. El fragor del trueno es sublime, y lo es tan sólo por su majestad; lo mismo acontece respecto del estrépito de los vientos, de los mares, de los volcanes, de las cataratas y de la voz de todo un pueblo.(...) Aún despierta sentimientos más dulces el sonido de las campanas. Cuando en el tiempo de siega, y al rayar el alba, se oye con el canto de la alondra el grato repique de las campanas de nuestras aldeas nos parece que el ángel de las mieses, para despertar a los trabajadores, suspira en algún instrumento hebreo la historia de Séfora o de Noemí. Tanto esa campana, agitada por los fantasmas en la antigua capilla de la selva, como la que para alejar la tempestad hecha a vuelo en nuestros campos un religioso temor, y la que por la noche se tañe en algunos puertos de mar para dirigir al piloto a través de los escollos, tienen en sus confusos rumores sus encantos y maravillas. En una sociedad bien dirigida, el toque de rebato excita la piedad y el terror y despierta de esta manera las dos fuentes de las grandes emociones trágicas. Otra autora importante por su labor de precursora fue Madame de Stäel (1766 - 1817), la cual viajó a Alemania donde conoció a Schlegel y se impregnó del Sturm und Drang, del nuevo mundo cultural alemán. Escribió De l'Allemagne donde contrasta la superioridad de la raza alemana en detrimento de la francesa. Madame de Stäel causó las iras de Napoleón quien prohibió la lectura su libro, aunque consiguió el efecto contrario: despertar un gran interés. Alphonse de Lamartine (1780-1869) ya expresa en sus obras rasgos claramente románticos: elegancia y refinamiento en la expresión de emociones y sentimientos, ambiente teñido de melancolía y brillantes descripciones de la naturaleza como reflejo del estado de ánimo del poeta. Su obra poética más popular e imitada es Meditaciones poéticas (1820), obra de gran sinceridad, en la expresa sus sentimientos en torno al amor y el paisaje. Víctor Hugo (1802-1885), por su parte, consolidó el Romanticismo en Francia, mediante la revista “Cenáculo” (1827), desde donde atacó las teorías del teatro clásico francés y abogaba por la nueva estética. Por otro lado, intentó separar del Romanticismo el Cristianismo, movimiento éste que según el autor francés no tiene actitud liberal. A él se le debe también algunos intentos de despolitizar la literatura. Víctor Hugo poeta, novelista y dramaturgo, realizó una imponente obra de gran colorido, grandilocuencia y variedad de temas, entre los que destacan el amor, la muerte, la naturaleza o el exotismo. Se le considera poeta social y patriótico, metafísico y visionario. Sus voluminosas obras constituyeron un gran impulso, quizá el mayor dado por una obra singular, al romanticismo en aquel país. El período 1829-1843 fue el más productivo de la carrera de Hugo. Escribió varios volúmenes de poesía lírica que fueron muy bien recibidos, entre los cuales destacan Orientales (1829), Hojas de otoño (1831), Los cantos del crepúsculo (1835) y Voces interiores (1837). Su evolución política produjo los poemas satíricos Los castigos (1853), el libro de poemas líricos Las contemplaciones (1856) y el primer volumen de su poema épico La leyenda de los siglos (18591883). Las obras de Víctor Hugo marcaron un decisivo hito en el gusto poético y retórico de las jóvenes generaciones de escritores franceses, y todavía es considerado como uno de los poetas más importantes de este país. Después de su muerte, acaecida el 22 de mayo de 1885, en París, su cuerpo permaneció expuesto bajo el Arco del Triunfo y fue trasladado, según su deseo, en un mísero coche fúnebre, hasta el Panthéon, donde fue enterrado junto a algunos de los más célebres ciudadanos franceses La belleza y la muerte La belleza y la muerte son dos cosas profundas, con tal parte de sombra y de azul que diríanse dos hermanas terribles a la par que fecundas, con el mismo secreto, con idéntico enigma. Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos, trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas, aves hechas de luz en los bosques sombríos. Más cercanos, Judith, están nuestros destinos de lo que se supone al ver nuestros dos rostros; el abismo divino aparece en tus ojos, y yo siento la sima estrellada en el alma; mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca, tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo. " 2.3. Otros romanticismos europeos. Al Romanticismo en Italia se le conoce como Il Risorgimento y tiene como consecuencia política la unificación italiana. Destaca Giacomo Leopardi (1798-1837), poeta y erudito italiano, cuyos escritos se caracterizan por un profundo pesimismo, atemperado en algunos de sus poemas por una exquisita sensibilidad y una notable perfección formal. Leopardi atrajo la atención del público a través de su oda patriótica Agli italiani (1818), pero hoy en día es reconocido, en cambio, por ser el mayor poeta lírico de la Italia del siglo XIX. Uno de los primeros poemas de Leopardi fue La aproximación de la muerte (1816), un trabajo visionario cuya versificación asemeja la lírica medieval. En él, el autor expresa la solitaria desesperación de su desgraciada infancia. Y si un rechazo amoroso fue lo que inspiró uno de los más importantes poemas de su primera etapa, A Silvia, del mismo modo otro desafortunado amor constituyó el origen de algunos de los más tristes versos que escribió hacia el final de su vida. Su obra poética se encuentra recogida en Cantos, 1831). Por otro lado, también escribió ensayos filosóficos, como Opúsculos morales (1827), un escrito en forma de diálogo en el que aparecen expuestas las ideas de Leopardi acerca de la desesperación. El infinito Siempre amé esta colina, y este cerco que la vista me impide ver más allá de su horizonte. Mirando los interminables espacios de allá a lo lejos, los silencios sobrehumanos y su profunda quietud, yo estoy con mis pensamientos, aunque mi corazón no se asusta. Escucho los susurros del viento detrás de las plantas, y en el infinito silencio mido mi voz: y me subyuga lo eterno, y las estaciones muertas, y el presente real y el sonido de todos ellos. Así a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento: y el naufragar me es dulce en este mar. " Otro gran poeta italiano, Alessandro Manzoni, (1785-1873), fue novelista, poeta y dramaturgo, nacido en Milán. De joven se sintió atraído por el racionalismo y el escepticismo, corrientes que dominaban en la literatura francesa del siglo de las luces. Sin embargo, a partir de 1808 sus ideas estaban muy próximas a las que caracterizaron la literatura italiana del romanticismo, durante la primera mitad del siglo XIX: una combinación de patriotismo ardiente y devoto catolicismo. Tomó parte en la fracasada revuelta milanesa contra la dominación austriaca de 1848 y, en 1860 fue elegido senador en la primera legislatura del recién nacido Reino de Italia. En cuanto a su actividad literaria, hasta 1825 era conocido más bien como poeta y autor teatral. Entre las obras de este periodo cabe citar una oda que escribió a la muerte de Napoleón, El cinco de mayo (1821), el volumen de poemas religiosos Los himnos sacros (1812-1815), que pretendían cantar los acontecimientos principales de la liturgia eclesiástica, y que permanecieron inconclusos Por último, cabe destacar autores rusos de la talla de Pushkin y Gogol, o los autores españoles, cuyas circunstancias históricas marcarán, sin duda, su producción. A causa de la década de absolutismo de Fernando VII tras la Guerra de la Independencia, el Romanticismo llegó a España con mucho retraso, en torno a 1835, y tuvo muy corto desarrollo, puesto que a mediados de siglo irrumpe con enorme fuerza el Realismo, que ya se había desarrollado por toda Europa. Así, se suceden dos generaciones de escritores, la primera, con una clara preferencia por la poesía y el teatro, se caracteriza por un estilo grandilocuente y exaltado, en el que destacan Espronceda, Larra, el Duque de Rivas y Zorrilla; un segundo momento, en pleno Realismo, en torno a 1870, lo protagonizan Bécquer y Rosalía de Castro, en lo que se viene llamando Romanticismo tardío o segundo romanticismo, que se caracteriza por una importante depuración formal, una preferencia por la lírica y el relato breve y por un intimismo creciente. 3. Desarrollo de la prosa y el teatro 3.1. La novela romántica: histórica, de terror, sentimental y costumbrista. El siglo XIX es también, sin duda, el siglo de la novela. Como dijo Schegel, “la novela, verdadero espejo del mundo, reúne en sí draa, poesía, crítica, pensamiento y sentimiento”. Con las bases que se asentaron durante el siglo XVIII, la novela de viajes, satírica o sentimental, la narrativa va adquiriendo la soltura y dinamismo propio de su género, hasta su culminación en la 2ª ½ del siglo XX, con la novela realista. El subgénero más desarrollado será, lógicamente, el de la novela histórica, que desde el idealismo alemán, llenaba esas ansias de búsqueda en el pasado medieval de la esencia de lo alemán. Además, también todo lo relacionado con lo sepulcral y nocturno dieron lugar a la novela de terror. En novela histórica destaca el Romanticismo inglés, fundamentalmente ligada a la figura de Walter Scott (1771-1832), novelista muy vinculado a los poetas lakistas, fue también poeta, historiador, biógrafo, traductor, editor y crítico. Su actividad literaria de Scott se vio favorecida por su amplio conocimiento de las leyendas y las baladas medievales. Sus traducciones de romances góticos alemanes, en 1796, le crearon una cierta reputación como traductor, que aumentó cuando publicó su edición de las baladas Juglaría de la frontera escocesa, con el que se inspiró para realizar su primer poema extenso, El canto del último juglar (1805), con el que obtuvo un notable éxito, junto con otros posteriores como La dama del lago (1810). Después de ser propuesto como poeta laureado, cuando su fama como poeta fue decayendo, debido al genio de Lord Byron, Scott comenzó a dedicarse más de lleno a la novela, con un bagaje de más de veinte novelas históricas escritas durante un breve periodo de tiempo, entre las cuales se cuentan Rob Roy (1818), La novia de Lamermoor (1819), Ivanhoe (1820) y Quentin Durward (1823). Su éxito se basaba en su indiscutible talento como narrador, su dominio del diálogo, su aguda observación de la sociedad y sus vivos retratos de gitanos, bandoleros y titiriteros. Scott poseía un rico estilo literario que combinaba vigor, belleza lírica y claridad en las descripciones. Scott es el primero de los novelistas históricos de importancia dentro de la literatura europea. En sus retratos de Escocia, Inglaterra y Europa continental, desde la época medieval hasta el siglo XVIII, mostró un agudo conocimiento de las fuerzas de la política y de la tradición, y de su influencia en los individuos. Aunque construyó sus tramas con cierta precipitación, y algunos de sus personajes resultan algo artificiales, sus obras no han perdido validez, por su irresistible atmósfera, su dignidad épica y su comprensión de la naturaleza humana. Sus obras promovieron, en Gran Bretaña, un amplio interés por las tradiciones de Escocia, y en el resto de occidente el culto a los valores y la historia medieval, con lo que estableció los cánones de la novela histórica: personajes idealizados, nobles de carácter, que defienden unos ideales que son los verdaderos aunque se hallen al margen de la sociedad y que muchas veces les llevarán a la muerte. Su estela fue seguida por varios autores, con mayor o menor acierto, como Enrique Gil y Carrasco, en España, con El señor de Bembibre. Quentin Durward (fragmento) "Un silencio sepulcral reinó pronto sobre aquella gran hueste que sitiaba a Lieja. Durante largo tiempo los gritos de los soldados, repitiendo sus contraseñas y tratando de unir sus diferentes banderas, sonaron cual aullidos de perros asustados buscando a sus amos. Pero al fin, dominados por el cansancio producido por las fatigas del día, los dispersos soldados se aglomeraron bajo el primer abrigo que encontraron, y los que no encontraron ninguno, se tendieron bajo las paredes, setos y otros objetos similares de protección para esperar la mañana, una mañana que algunos de ellos nunca habían de contemplar. (...) La escena había llegado al máximo grado de interés y dramatismo. A la izquierda, el arrabal, después de un fiero combate, había sido incendiado, y una faja de llamas ancha y pavorosa no era obstáculo para que aun se disputasen las ruinas que ardían. En el centro, las tropas francesas, aunque luchando con fuerzas muy superiores, mantenían un fuego tan nutrido y constante, que la casita de recreo resultaba iluminada con los relámpagos de los disparos y semejaba un mártir coronado de llamas. A la derecha, la batalla fluctuaba con avances y retrocesos de suerte varia, según que llegasen nuevos refuerzos de la ciudad, o los que se traían procediesen de la retaguardia de las huestes borgoñesas; y la lucha continuó con furia sin igual durante tres mortales horas, que al fin trajeron la aurora, tan deseada por los sitiadores. " También alemán es el idealismo romántico de Friedrich Holderlin, (1770-1843), poeta que también es famoso por la novela Hyperion (2 volúmenes 1797-1799), la historia de un luchador por la libertad griega: Hiperion o el eremita en Grecia (fragmento): "A ser uno con todo lo viviente, volver en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza. A menudo alcanzo esa cumbre...pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo enteramente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como ante un extraño, y no la comprendo. Ojala no hubiera ido nunca a vuestras escuelas, pues en ellas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía. Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona." En Francia hallamos, por otra parte, un tipo de novela cercano a lo histórico en Prosper Merimée (1803-1870), el cual, a través de su amistad con la emperatriz Eugenia, se convirtió en senador y amigo íntimo de Napoleón III. Entre sus numerosos escritos figuran obras de arqueología e históricas, como la novela histórica Crónica del reinado de Carlos X (1829), aunque su obra más importante se acerca al relato breve y, por lo tanto, se trabajará en otro momento. Chateaubriand, uno de los escritores franceses más importantes de la primera mitad del siglo XIX, introdujo personajes y ambientes nuevos y exóticos, procedentes de los nativos de Norteamérica y de los paisajes americanos, subrayando la introspección y la melancolía con tintes pesimistas, como demuestran sus novelas Atala (1801) y René (1802). En cuanto a Lamartine, fue asimismo un prolífico escritor de novelas y biografías, ensayos críticos y obras históricas. Entre sus obras en prosa cabe destacar Historia de los Girondinos (1847) y las novelas autobiográficas Raphaël (1849) y Graziella (1852). Fragmento de Hª de los girondinos: " La abundancia ya no existe en nuestra mesa, pero qué importa si el entusiasmo no falta en nuestras fiestas cívicas y tampoco el coraje en los corazones de nuestros soldados? " Víctor Hugo también realizó novela, su gran novela histórica Nuestra Señora de París (1831), un cuento que se desarrolla en el París del siglo XV, le hizo famoso y le condujo al nombramiento de miembro de la Académie française en 1841, aunque sin duda su más extensa y famosa obra, es Los miserables (1862), una novela que describe vívidamente, al tiempo que condena, la injusticia social de la Francia del siglo XIX. Fragmento de Los miserables: Durante todo el tiempo que ocupó el obispado de monseñor Myriel no cambió en nada este presupuesto, que fue aceptado con absoluta sumisión por la señorita Baptistina. Para aquella santa mujer, monseñor Myriel era a la vez su hermano y su obispo; lo amaba y lo veneraba con toda su sencillez. Al cabo de algún tiempo afluyeron las ofrendas de dinero. Los que tenían y los que no tenían llamaban a la puerta de monseñor Myriel, los unos yendo a buscar la limosna que los otros acababan de depositar. En menos de un año el obispo llegó a ser el tesorero de todos los beneficios, y el cajero de todas las estrecheces. Grandes sumas pasaban por sus manos pero nada hacía que cambiara o modificase su género de vida, ni que añadiera lo más ínfimo de lo superfluo a lo que le era puramente necesario. Lejos de esto, como siempre hay abajo más miseria que fraternidad arriba, todo estaba, por decirlo así, dado antes de ser recibido Fragmento de Nuestra Señora de París: Cuando, después de haber subido a tientas durante mucho tiempo por la tenebrosa espiral que atraviesa perpendicularmente la espesa muralla de campanarios, se desembocaba por fin en una de las dos plataformas inundadas de luz y de aire, el cuadro que por todas partes se extendía bajo los ojos era bellísimo: un espectáculo sui generis del que sólo pueden hacerse una idea aquellos lectores que hayan tenido la fortuna de ver una villa gótica entera, completa, homogénea como todavía existen algunas en Nuremberg, en Baviera, Vitoria, en España, o incluso algunas muestras más reducidas, siempre que estén bien conservadas, como Vitré en Bretaña o Nordhausen en Prusia. Aquel París de hace trescientos cincuenta años, el París del siglo XV, era ya una ciudad gigante. Generalmente, los parisinos nos equivocamos con frecuencia acerca del terreno que desde entonces creemos haber ganado. París, desde Luis XI, apenas si ha crecido un poco más de una tercera parte; claro que también ha perdido en belleza lo que ha ganado en amplitud. París nació, como se sabe, en esa vieja isla de la Cité, que tiene forma de cuna, siendo sus orillas su primera muralla y el Sena su primer foso. Por último, cabe destacar la obra del italiano Manzoni, cuya obra más conocida de Manzoni es Los novios (1823). Esta obra tuvo una primera publicación con el nombre de Fermo y Lucía, que Manzoni modificó y publicó definitivamente por entregas desde 1840 a 1842. Es una novela histórica de carácter romántico sobre la vida en Milán bajo la dominación española, durante el siglo XVII. Considerado un clásico de la literatura mundial, sentó las bases de la narrativa moderna en Italia e influyó sobre muchos novelistas posteriores. Ha sido traducida a muchos idiomas e incluso el compositor, también italiano, Giuseppe Verdi escribió en (1874) un Requiem en honor de Manzoni. Los novios (fragmento) " Adiós montañas, manantiales de las aguas, y elevadas al cielo cimas iniguales, conocidas a quien ha crecido entre ustedes, e impresionadas en su mente, no menos que lo sea el aspecto de sus familiares más allegados; arroyos, de los cuales se distingue el estruendo como el sonido de las voces domésticas; villas esparcidas y albicantes sobre el pendío, como manadas de ovejas apacientes; adiós. " La novela de terror será inaugurada con Mary Shelley, o Mary Godwin Wollstonecraft (1797-1851) Conoció al joven poeta Percy Bysshe Shelley en mayo de 1814 y dos meses más tarde abandonó Inglaterra con él, con quien se casó cuando la primera esposa de Shelley murió. En 1818 Mary publicó la primera y más importante de sus obras, la novela Frankenstein o el moderno Prometeo. Esta obra, un logro más que notable para una autora de sólo 20 años, se convirtió de inmediato en un éxito de crítica y público. La historia de Frankenstein, estudiante de lo oculto y de su criatura subhumana creada a partir de cadáveres humanos, ha sido llevada al teatro y al cine en varias ocasiones. Ninguna de sus obras posteriores alcanzó la popularidad o la excelencia de esta primera, pese a que escribió otras cuatro novelas, varios libros de viajes, relatos y poemas. Su novela El último hombre (1826), considerada lo mejor de su producción, narra la futura destrucción de la raza humana por una terrible plaga. En Frankenstein, el monstruo, que toma el nombre de su creador, es el verdadero protagonista, pues está adornado con todos los rasgos típicamente románticos: es un personaje atormentado, que reniega de su vida, a la cual tiene poco aprecio, porque siente una profunda soledad; su fealdad y el espanto que provoca le sitúan en una marginalidad típicamente románticas, y el desprecio de los demás hace aflorar lo más malvado y terrorífico del ser. Fragmento de Frankenstein Una desapacible noche de noviembre contemplé es final de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mi alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento compulsivo sacudió su cuerpo. (...) Cuando coloqué mi cabeza en la almohada no dormí, aunque tampoco puedo decir que estuviera pensando. Mi imaginación, espontánea, poseída, me guió, dando a las imágenes sucesivas que crecían en mi mente una viveza más allá de las fronteras usuales del ensueño. Y vi con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental, al pálido estudiante de artes profanas hincado al lado de la cosa que había unido. Vi el odioso fantasma de un hombre alargado y entonces, por obra de algunos poderosos motores mostró signos de vida y movimientos torpes, de movimiento semivivo. (...) Monstruo odiado ¡Infame asesino! Los tormentos del infierno serán un castigo demasiado benévolo para tus crímenes. ¡Demonio inmundo! ¿Me reprochas que te haya creado? Pues, bien, acércate y extinguiré el brillo de la vida que, en mi locura, supe alumbrar en ti. " Lo terrorífico se pone de moda, pues halla en el espíritu romántico el gusto por lo sepulcral, lo enigmático y lo diabólico. En Alemania, con el antecedente que supuso el Fausto, muchos son los autores que escogerán esta línea narrativa, como Hoffmann, que se dedicó, sobre todo al cuento, pero también realizó novelas combinando lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico. Su novela Los elixires del diablo (1816), es famosa por el uso de un personaje doppelgänger, es decir un doble fantasmal. Fragmento de Vampirismo Maldito aborto del infierno, ya sé por qué aborreces el alimento de los hombres: te cebas en las tumbas, mujer diabólica! Apenas había proferido estas palabras, la condesa, dando alaridos, se abalanzó sobre él con la furia de una hiena y le mordió en el pecho. El conde dio un empujón a la rabiosa mujer y la tiró al suelo, donde entregó su espíritu en medio de las convulsiones más espantosas. El conde enloqueció. Es en Inglaterra donde se desarrolla un tipo de novela sentimental, tomando como base el antecedente de Richardson. El romanticismo aporta a esta novela la pasión desatada, un fuerte individualismo y un paisaje que expresa los sentimientos más íntimos de los protagonistas, que a la vez se acerca a lo costumbrista, por la descripción que efectúa de lo burgués. En este apartado destacan en Inglaterra las hermanas Bronte. Charlotte Bronte (1816-1855) logró un inmediato éxito con Jane Eyre (1847), cuya popularidad nunca ha declinado y constituye una expresión apasionada de las inquietudes y los problemas femeninos, con una costumbrista situación: una institutriz enamorada del padre viudo de sus alumnos y con final feliz, a la vez que utiliza la novela para denunciar la crueldad infringida a los jóvenes en los internados. Fragmento de Jane Eyre. " Brocklehurst: ¿Sabes dónde van los malos después de morir? Jane: Al infierno Brocklehurst: ¿Y sabes lo que es el infierno? Jane: Un abismo lleno de fuego Brocklehurst: ¿Te gustaría caer en ese abismo y arder en él eternamente? Jane: No, señor Brocklehurst: ¿Y qué debes hacer para evitarlo? Jane: Estar sana y no morir, señor. Emily Bronte (1818-1848), hermana de Charlotte, la cual publicó su novela Cumbres borrascosas, a la vez que Jane Eyre de su hermana, aparecieron más adelante aquel mismo año. Durante mucho tiempo la crítica descalificó Cumbres borrascosas. La intensidad de su sentimiento y la brutalidad de los personajes, las energías primitivas de amor y odio que impregnan la novela fueron juzgadas como salvajes y burdas por los críticos del siglo XIX. Desde que murieron las hermanas Brönte, las circunstancias de sus vidas, sus muertes prematuras y sus sorprendentes logros han fascinado a las nuevas generaciones de lectores. La obra maestra transcendental de las Brönte es casi con toda seguridad la novela de Emily, Cumbres borrascosas, una historia de amor apasionado en la que los principios irreconciliables de la fuerza y la calma terminan por armonizarse. Emily Brönte fue una mística, como lo demuestra su poesía, y Cumbres borrascosas dramatiza su percepción intuitiva de la naturaleza de la vida. Fragmento de Cumbres borrascosas: Ahora, a la claridad de las llamas, yo podía distinguir por completo su figura. Era muy esbelta, y al parecer apenas había salido de la adolescencia. Estaba admirablemente formada y poseía la más linda carita que yo hubiera contemplado jamás. Tenía las facciones menudas, la tez muy blanca, dorados bucles que pendían sobre su delicada garganta, y unos ojos que hubieran sido irresistibles de haber ofrecido una expresión agradable. 3.2. Nuevas técnicas teatrales El teatro mantiene, prácticamente, los mismos rasgos románticos que hay en los otros géneros, así pues, los temas suelen recuperar los del barroco, el honor y el medievo tratados con una toral inverosimilitud, pues los hechos que sufren los personajes suelen ser extraordinarios. Las obras suelen ser tragedias con finales desgraciados, separadas por jornadas en vez de actos, y se produce una total ruptura de la regla de las tres unidades. Al ser tragedias, suele ser el destino o la fatalidad el motor de acción, pues el protagonista, marcado por su marcada rebeldía o por su maldad satánica, procede de una situación marginal que va empeorando a lo largo de la obra. El estilo, en verso o en prosa es grandilocuente, lleno de gestos exagerados y en un tono exaltado que muestra las pasiones desatadas. Los tipos humanos, estereotipados, conforman un esquema fijo de personajes, como el galán, la dama, el gracioso, el anciano y antagonista o malvado. El teatro romántico se da por inaugurado por el alemán Schiller, quien se centró en construir y afianzar un teatro nacional alemán con obras como Los bandidos (1781), en el cual desarrolla el personaje marginal, al margen de la sociedad o Don Carlos (1785), de ambientación histórica. El desarrollo fundamental. Pero es en Francia donde el teatro halla su máximo apogeo, gracias, fundamentalmente a Víctor Hugo. En el prefacio de su extenso drama histórico Cromwell (1827), Hugo plantea un llamamiento a la liberación de las restricciones que imponían las tradiciones del clasicismo. Este encendido llamamiento se convirtió muy pronto en el manifiesto del romanticismo, pues su obra teatral en verso, Hernani, tuvo un tumultuoso estreno que aseguró el éxito del romanticismo. Hernani fue adaptada por el compositor italiano Giuseppe Verdi y dio como resultado su ópera Ernani (1844). Obras teatrales de gran éxito suyas son: El rey se divierte (1832), adaptado por Verdi para su ópera Rigoletto (1851), y el drama en prosa Lucrecia Borgia. En Italia destaca el también poeta Alessandro Manzoni con sus las tragedias románticas Conde de Carmagnola (1820) y Adelchi (1822), mientras que en Inglaterra son importantes las obras de Shelley, cuyo lirismo se puede rastrear también en sus obras teatrales en verso, de gran calidad pero difícilmente representables, como Los Cenci (1819), una tragedia basada en un caso de violación incestuosa y posterior parricidio en la Roma del siglo XVI, y Prometeo desencadenado (1820). En España, el teatro romántico tiene una escasa duración, unos diez años (1835-44), pero excelentes resultados. Algunas obras, quizá algo exageradas en su ímpetu romántico, como Don Álvaro o la fuerza del sino, provocaron la risa entre el público, pero otras mantienen una admirable construcción (El trovador de Antonio García Gutiérrez) entre el deber y el amor, y otras se han convertido en un referente de la literatura española y universal, como el Don Juan Tenorio, de José de Zorrilla, sin duda la versión definitiva del tópico, pues el diabólico personaje marginal será salvado por el amor de doña Inés, mujer=ángel que lo amó desinteresadamente. 3.3. El cuento romántico El cuento como género literario nace en el siglo XIX, y su origen debe ser ubicado en el romanticismo alemán, completamente vinculado al nacionalismo, pues es en la búsqueda de lo esencial alemán donde encuentran la narración oral como lo más primitivo y, por tanto, más verdadero. Los autores alemanes recorrieron los pueblos hallando ese primitivismo folklórico que trasladaron a lo escrito, por medio de la cuentística tradicional. Entre ellos, destacan los hermanos Grimm, a partir de los cuales el cuento se convierte en un género reputado, sobre todo en el ámbito de lo sobrenatural y lo terrorífico. Los hermanos Grimm, fueron líderes en el estudio de la filología y el folclore. Jacob (1785-1863), filólogo de formación, se interesó vivamente por la literatura medieval y la investigación científica del lenguaje. Wilhelm era más bien crítico literario y textual. El trabajo científico más importante de Jacob Grimm es la Gramática alemana (1819-1837), considerada como el origen de la filología germánica, mientras que Wilhelm Grimm (1786-1859) realizó ediciones y discusiones críticas sobre literatura y folclore medievales alemanes, son Antiguas canciones de gesta danesas (1811), Leyendas heroicas alemanas (1829), La canción de Roldán (1838) y El antiguo idioma alemán (1851). Los hermanos Grimm estaban interesados en los antiguos cuentos folclóricos alemanes, que recolectaron en muchas fuentes y publicaron como Cuentos para la infancia y el hogar (2 volúmenes, 1812-1815). La colección, aumentada en 1857, es conocida como Cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Los hermanos colaboraron en muchos otros libros. Fragmento de Los mensajeros de la muerte, de Cuentos para la infancia y el hogar Hace ya mucho tiempo, peregrinaba un gigante por la carretera, cuando, de pronto, le salió al paso un hombre desconocido y le gritó: -¡Alto, ni un paso más! -¿Cómo? -dijo el gigante-. ¿Quién eres tú para hablarme con tanto descaro, so enano? Como te agarre, te voy a triturar entre los dedos. -Soy la muerte -contestó el otro-. A mí no me contradice nadie y tú seguirás también mis órdenes. El gigante se negó y empezó a luchar con la muerte. Fue una lucha tremenda, y finalmente el gigante ganó la partida: le dio a la muerte tal puñetazo, que se desplomó junto a una piedra. El gigante siguió su camino y la muerte permaneció allí vencida, y estaba tan maltrecha y derrengada, que no podía enderezarse de nuevo. -¿Qué saldrá de todo esto si me quedo tumbada en la esquina? -dijo-. No moriría nadie en el mundo y se llenaría de tantos hombres, que no cabrían uno al lado del otro. Mientras tanto, llegó un joven por el camino cantando una canción y mirando de un lado a otro. Cuando vio al hombre medio desmayado, se aproximó y, compasivamente, lo levantó, le dio de su botella una bebida reconfortante y esperó hasta que hubo recuperado sus fuerzas. -¿Sabes quién soy yo y a quién has puesto en pie?- dijo el extranjero mientras se levantaba. -No -dijo el joven-, no te conozco. -Yo soy la muerte: no perdono a nadie y no puedo hacer contigo excepción. Pero, para que veas que soy agradecida, te prometo que no caeré sobre ti de improviso, sino que te mandaré a mis mensajeros antes de venir a buscarte. -Bien -dijo el joven-, siempre es algo positivo saber cuándo llegas; mientras tanto estaré seguro de ti. Luego siguió su camino, alegre y de buen humor, y vivió al día. Pero la juventud y la alegría no duraron mucho tiempo: pronto llegaron las enfermedades y los dolores, que lo atormentaban durante el día y no lo dejaban en paz durante la noche. -No moriré -se dijo a sí mismo-, pues la muerte mandará en primer lugar a sus mensajeros, pero me gustaría que pasaran los malos días de la enfermedad. En cuanto se sintió sano, empezó a vivir gozosamente. Un día, alguien lo tocó en el hombro y, al darse la vuelta, vio que la muerte estaba tras él, diciéndole: -Sígueme: te ha llegado la hora de despedirte del mundo. -¿Cómo? -contestó el hombre-. ¿Quieres faltar a tu palabra? ¿No me habías prometido que antes de que vinieras enviarías a tus mensajeros? Yo no he visto a ninguno -Calla -dijo la muerte-. ¿No te he enviado un emisario tras otro? ¿No vino la fiebre, se apoderó de tí, te sacudió y te derrumbó? ¿No se apoderó de ti el mareo de tu cabeza? ¿No están tus miembros presos de la gota? ¿No sientes ruidos en los oidos? ¿No te roe el dolor de muelas en las mejillas? ¿No ves oscuridad ante tus ojos? Y, sobre todo, mi hermano en carne mortal, el sueño, ¿no te ha recordado a mí? ¿No has estado de noche como muerto? El hombre no supo que contestar, se entregó a su suerte y se fue con la muerte. El cuento alemán, como casi todos en Europa fue evolucionando hacia lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, como los cuentos de Hoffman, que se encuentran entre las más influyentes del movimiento romántico. Las más famosas quizás sean los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera Los Cuentos de Hoffmann (1880) y Léo Delibes su ballet Coppélia (1870). Su personaje del Kapellmeister Kreisler también inspiró la obra para piano Kreisleriana del compositor alemán Robert Schumann. Muchas de las novelas cortas más famosas de Hoffmann fueron reunidas en Piezas fantásticas (2 volúmenes, 1814-1815), que también contiene una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. En Inglaterra, además de establecer los cánones de la novela histórica, Walter Scott contribuyó a la narrativa breve, fundamentalmente a través de dos historias, La viuda montañesa y Los dos arreadores. Aunque la mayor aportación la realizó el secretario y médico de lord Byron John William Polidori (17951821). En una noche de 1816, recluidos por una tormenta en Villa Diodati, al lado del lago Leman, en Ginebra, Lord Byron, Polidori, Percy Shelley y su flamante esposa Mary, pasaron la noche leyendo historias de fantasmas y propusieron escribir sus propias historias. Mary Shelley y Polidori llevaron a cabo el desafío. Aquella escribió Frankenstein, este escribió El vampiro (1819), un cuento cuya importancia radica en la creación de la imagen prototípica del vampiro. Su personaje principal Lord Ruthven, aristocrático, sofisticado, misterioso, frío, encantador para las mujeres y bebedor de sangre, se pasea por los círculos más selectos. No hace falta ser muy sagaz para descubrir que el siniestro, flaco y pálido Lord Ruthven no es otra cosa que un retrato despiadado de Lord Byron. El que eligiera la figura de un vampiro para descargar su reprimida animadversión hacia el poeta, sugiere que era así como Polidori vivía inconscientemente esa relación: con su personalidad vampirizada por la del otro. Despedido por Byron y después de escribir un poema ambicioso, La caída de los ángeles (1821), murió en circunstancias misteriosas, probablemente por un veneno que él mismo se suministró El vampiro (fragmento) Sucedió que en curso de las diversiones que tuvieron lugar un invierno en Londres, apareció en varias fiestas de la sociedad que marcaba el tono, un noble que destacaba más por sus peculiaridades que por su rango. Observaba la alegría a su alrededor como si no pudiese participar de ella. Al parecer sólo atraía su interés la risa ligera de las bellas, que él podía sofocar con una mirada, e infundir el temor en los pechos donde reinaba el aturdimiento. Las que experimentaban esta sensación de pavor no se explicaban de donde procedía: unos la atribuían a su mirada apagada y gris que, al clavarse en el rostro de las personas, no parecía traspasarlo y penetrar hasta los íntimos movimientos del corazón, sino posarse en las mejillas como un rayo plomizo y oprimir la piel sin poder atravesarla: todo el mundo quería verle. (…) A pesar de la mortal palidez de su rostro, que jamás llegaba a encenderlo ni el rubor de la modestia ni la pasión de las emociones fuertes, era gallardo de figura y silueta, y muchas cazadoras de notoriedad trataban de conquistar sus atenciones y obtener alguna prueba, al menos, de lo que ellas llamaban afecto. (…) Tenía fama de poseer una conversación cautivadora; y fuese porque ésta disipaba el temor que su singular persona inspiraba en las mujeres, o porque las conmovía su aparente odio al vicio, el caso era que tan a menudo estaba entre aquellas cuyas virtudes domésticas constituyen el orgullo de su sexo, como entre las que lo manchaban con sus vicios. En Francia, desarrolla el relato breve Merimée, conocido, ante todo, por sus relatos breves, en los que aborda temas como la violencia y la crueldad humanas: La Venus d'Ille (1837), Colomba (1840) y Carmen (1846), ambientada en una España exótica y romántica, convertida en una popular ópera por Georges Bizet. En 1874 se publicó una selección de su correspondencia con Jenny Ducquin y la familia Delessert, bajo el título Cartas a una desconocida. El interés de Mérimée por España fue mucho más allá de lo que Carmen trasluce, y su conocimiento de la geografía y el carácter españoles se fraguó a lo largo de siete viajes por España entre 1830 y 1864, de los que dejó una numerosa correspondencia, recogida en el volumen Viajes a España. La Venus de d'Ille (fragmento) Las ventanas estaban cerradas. Antes de acostarme, abrí una para respirar el aire fresco de la noche, por cierto delicioso después de una copiosa cena. Enfrente se veía el Canigó, de admirable aspecto en todo momento, pero que aquella noche me pareció la montaña más hermosa del mundo, iluminada como lo estaba por una esplendorosa luna .(...) Los cabellos, levantados sobre la frente, parecían haber sido dorados en otro tiempo. La cabeza, pequeña como la de casi todas las estatuas griegas, estaba ligeramente inclinada hacia delante. En cuanto al rostro, nunca podré llegar a definir su extraña expresión; su tipo no se parecía al de ninguna de las estatuas antiguas que yo recordaba. No tenía esa belleza serena y severa que creaban los escultores griegos, los cuales, por sistema, daban a todos los rasgos del semblante una majestuosa inmovilidad. En éste, por el contrario, observé con sorpresa la manifiesta intención del artista de mostrar la malicia llegando casi a la maldad. Todos los rasgos estaban levemente contraídos: los ojos eran algo oblicuos, la boca parecía un tanto levantada en los extremos y las narices un poco henchidas. Desdén, ironía, crueldad, todo esto sugería aquella cara, que, no obstante, era de increíble belleza. La verdad es que, cuanto más se contemplaba aquella admirable estatua, tanto más se experimentaba el penoso sentimiento de que una hermosura tan maravillosa pudiera aliarse con la ausencia de toda sensibilidad. En la recién estrenada nación norteamericana, el Romanticismo, con sus connotaciones de libertad e igualdad, caló muy profundo en la intelectualidad, de modo que son muchos los autores que, mirando a Europa, realizan aportaciones importantes al movimiento, como Irving o como Poe. Washington Irving, (1783-1859) fue el primer escritor estadounidense que alcanzó renombre internacional. A partir de 1802 empezó a colaborar en periódicos de Nueva York con artículos satíricos. Las Cartas del caballero Jonathan Oldstyle, una serie de artículos escritos entre 1802 y 1803, le proporcionaron su primer reconocimiento literario. De 1807 a 1808 fue la figura principal de un grupo integrado por sus hermanos, William Irving y Peter Irving, y su cuñado James Kirke Paulding. Juntos escribieron Salmagundi, una serie de poemas y ensayos satíricos sobre la sociedad neoyorquina. Las contribuciones de Irving en esta miscelánea consolidaron su fama de ensayista de talento, reputación que creció con su obra siguiente, Historia de Nueva York (1809), escrita aparentemente por su famoso personaje cómico, el erudito holandés-estadounidense Diedrich Knickerbocker, considerada como la primera contribución importante a la literatura cómica estadounidense, y un gran éxito popular desde que apareció, la obra proporcionó a Irving una fama considerable y grandes ganancias. Con el seudónimo de Geoffrey Crayon escribió los ensayos y relatos reunidos en Libro de Apuntes (1820), su obra más famosa, que fue ampliamente elogiada por su genialidad, gracia y humor, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. Dos de sus relatos, 'Rip Van Winkle' y 'Sleepy Hollow', ambientados también en los días en que Nueva York era colonia holandesa, se han convertido en clásicos de la Literatura estadounidense. Cuentos de la Alhambra (1832), una serie de apuntes y relatos inspirados en su estancia, en 1829, en Granada. El estilo de Irving, popular pero elegante, fácil y pintoresco le atrajo un público internacional. Cuentos de la Alhambra (fragmento) Hay dos clases de gente para quienes la vida es una fiesta continua: los muy ricos y los muy pobres. Unos, porque no carecen de nada; los otros, porque no tienen nada que hacer; pero no hay nadie que entienda mejor el arte de no hacer nada y de nada vivir, como las clases pobres de España. Una parte de ellos se debe al clima y lo demás al temperamento. Dadle a un español sombra en verano y sol en invierno, un poco de pan, ajo, aceite y garbanzos, una vieja capa parda y una guitarra y ruede el mundo como quiera. (...) «Allí me detuve para dirigir una última mirada sobre Granada. La colina en que me encontraba domina un maravilloso panorama de la ciudad, la vega y los montes que la rodean, y está situda en la parte del cuadrante opuesto a la Cuesta de las Lágrimas, famosa por el último Suspiro del Moro. Ahora podía comprender algo de los sentimientos experimentados por el pobre Boabdil cuando dio su adiós al paraíso que dejaba tras él y contempló el áspero y escarpado camino que lo conducía al destierro. " Sleepy Hollow (fragmento) " Una ensoñadora influencia parece poseer el país e invadir hasta la misma atmósfera. Algunos dicen que un doctor alemán embrujó el lugar, en los primeros días de la colonia; otros afirman que un viejo jefe indio celebraba aquí sus peculiares ceremonias, antes que estas tierras fueran descubiertas por Hendrick Hudson. Lo cierto es que el lugar continúa todavía bajo la influencia de alguna fuerza mágica, que domina las mentes de todos los habitantes, obligándolos a obrar como si se encontraran en una continua ensoñación. Creen en toda clase de cosas maravillosas, están sujetos a éxtasis y visiones, frecuentemente observan extrañas ocurrencias, oyen melodías y voces del aire. En toda la región abundan las leyendas locales, los lugares encantados y las supersticiones. Las estrellas fugaces y los meteoros aparecen con más frecuencia aquí que en ninguna otra parte del país; los monstruos parecen haber elegido este lugar como escenario favorito de sus reuniones. Sin embargo, el espíritu dominante que aparece en estas regiones encantadas es un jinete sin cabeza. Se dice que es el espíritu de un soldado de las tropas del gran duque de Hesse al que una bala de cañón le arrancó la cabeza, en una batalla sin nombre, durante una revolución; los campesinos lo ven siempre corriendo por las noches, como si viajara en alas del viento. Sus excursiones no se limitan al valle, sino que a veces se extienden por los caminos adyacentes, especialmente hasta cerca de una iglesia cercana. Algunos de los más fidedignos historiadores de estas regiones, que han coleccionado y examinado cuidadosamente las versiones acerca de este espectro, afirman que el cuerpo del soldado fue enterrado en la iglesia, que su espíritu vuelve a caballo al escenario de la batalla en busca de su cabeza y que la fantástica velocidad con que atraviesa el valle se debe a que ha perdido mucho tiempo y tiene que apresurarse para entrar en el cementerio antes de la aurora. " Pero el gran narrador de relatos del siglo XIX es, sin duda, Edgar Allan Poe (1809-1849), conocido como el primer maestro del relato corto, en especial de terror y misterio. Entre la producción poética de Poe destacan una docena de poemas por su impecable construcción literaria y por sus ritmos y temas obsesivos. En El cuervo (1845), por ejemplo, el autor se siente abrumado por la melancolía y los augurios de la muerte. Su dominio extraordinario del ritmo y el sonido es particularmente evidente en Las campanas (1849), un poema que evoca el repique de los instrumentos metálicos, y El durmiente (1831), que produce un estado de somnolencia. Lenore (1831) y Annabel Lee (1849) son elegías a la muerte de una hermosa joven. Su obra poética refleja la influencia de poetas ingleses como Milton, Keats, Shelley y Coleridge, y su interés romántico por lo oculto y lo diabólico, al estilo del español Gustavo Adolfo Bécquer. Su trabajo como redactor consistió en buena parte en reseñar libros, escribiendo un significativo número de críticas. Sus ensayos se hicieron famosos por su sarcasmo, ingenio y exposición de pretensiones literarias; son valoraciones que han resistido el paso del tiempo situándole entre los mejores críticos literarios estadounidenses. Sus teorías sobre la naturaleza de la ficción y, en particular, sus ensayos sobre el cuento, han tenido una influencia duradera en escritores americanos y europeos. Poe quiso ser poeta, pero la necesidad económica le obligó a abordar el relativamente beneficioso género de la prosa. Cierto o no que inventase el cuento, fue quien inició la novela policiaca. Quizá su relato más famoso en este género sea El escarabajo de oro (1843), que trata de la búsqueda de un tesoro enterrado. Los crímenes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-1843) y La carta robada (1844) están considerados como los predecesores de la moderna novela de misterio o policiaca. Además de su soberbia construcción argumental, la mayoría de sus cuentos sobresalen por la morbidez de su inventiva. Destacan La caída de la casa Usher (1839), en el que tanto el argumento como los personajes acentúan la penetrante melancolía de su atmósfera; El pozo y el péndulo (1842) es un escalofriante relato de crueldad y tortura; en El corazón delator (1843) un maníaco asesino es impelido por su inconsciente a confesar su culpa, y El barril del amontillado (1846), es un relato estremecedor de venganza. http://www.youtube.com/watch?v=sl1l6v0ydfQ el corazón delator de Poe, video. El cuervo, versión Simpson: http://www.youtube.com/watch?v=pUbxoEm-8Wo&feature=related Por último, cabe destacar la importancia que tuvo para el desarrollo de la narrativa española las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Con una ambientación medieval, Bécquer trata todo tipo de argumentos, desde los más enigmáticos, a los más terroríficos. El amor idealizante e imposible típicamente romántico se percibe en El rayo de luna, el caso de un joven que descubre que la mujer amada a la cual perseguía todas las noches en un bosque era un rayo de luna, mientras que el mundo fantasmagórico y espectral aparece en El monte de las ánimas, en el cual un ejército de muertos se levanta la noche de difuntos y atacan a cualquier viandante que atraviese su bosque; y también la terrible atracción de una mujer inasible, malvada, que arrastra al hombre a su perdición aparece en Los ojos verdes. En definitiva, Bécquer, autor tardío del Romanticismo, pues la mayor parte de su obra fue realizada en pleno realismo, resume y contiene la esencia del ser romántico, cercano a la autodestrucción y en búsqueda de un imposible.