Palabras de Arturo Escobar con ocasión del homenaje por su "Aporte a la Antropología Colombiana". Lectura por Diana Marcela Gómez Correal, Medellín, XIV Congreso de Antropología, Octubre 23-26 del 2012. Primero que todo quiero darle mis sinceros agradecimientos a las diversa personas y entidades que están detrás de este homenaje. A Jonathan Echeveri Zuluaga y a los y las demás colegas que participaran en esta decisión, va una especial manifestación de gratitud. Al comité organizador del Congreso, al Instituto (ICANH), y al Depto. de la Universidad de Antioquia y demás departamentos participantes también un saludo especial. Para alguien que se fue colando a través de los años desde afuera en los dos campos que más ocupan su trabajo –la antropología y la ecología-- esta distinción es aun más significativa. No es coincidencia que ambas disciplinas del saber están volcadas, quizás con más claridad que nunca, sobre la defensa de la vida, y se me hace que lo que se reconoce con este homenaje es también esta opción por la vida en todas sus manifestaciones. Segundo, cada vez soy más consciente de que cada persona, cada obra, es el resultado de una multiplicidad de relaciones, prácticas y acciones con muchas otras y otros (incluyendo hasta los no-humanos, como tendríamos que agregar hoy en día) que hacen imposible hablar de ‘la obra de’ tal o cual autor sin inmediatamente preguntarse por la intricada red que la ha producido, y sin la cual la obra o autor/a en cuestión no sería nada. En mi caso, serían muchas las personas que tendría que mencionar, y por brevedad solo me referiré a las más directamente implicadas. Juana Camacho, Eduardo Restrepo, María Victoria Uribe (Toya), Mauricio Pardo y Claudia Steiner me abrieron las puertas del ICANH con generosidad total desde comienzos de los 90. Recuerdo con cariño a todas y todos aquellos que laboraron en el Instituto especialmente durante esa década. El departamento de antropología de la Universidad del Cauca también me abrió las puertas de su doctorado, en donde encontré excelentes estudiantes. Mis especiales agradecimientos a Cristóbal Gnecco, quien ha sabido adelantar el proyecto de doctorado con sabiduría, y todos los colegas del departamento. También en la Universidad del Cauca, un saludo especial a Axel Rojas por acoger mis textos en la Editorial de la Universidad y por muchas conversaciones sobre el Norte del Cauca, región de la cual, y de sus luchas, tiene un conocimiento íntimo. La Universidad del Cauca también acogió el proyecto de Antropologías Mundiales que desde Colombia - con Eduardo Restrepo - y desde otras partes del mundo, hemos buscado avanzar como estrategia para hacer visible las relaciones de poder entre las antropologías y para abrir su potencial más decididamente hacia el proyecto de imaginar ‘mundos y conocimientos de otro modo.’ No hay duda que el trabajo con estudiantes de doctorado es de los aspectos más importantes y gratificantes del trabajo de un académico. En este sentido, quiero mencionar aquellas personas en cuyos comités doctorales he participado de forma importante (como director o co-director), sin que esto quiera decir que haya influenciado significativamente su pensamiento, más bien lo contrario, en la medida en que considero que la tarea de un tutor no es imponer su visión o marco teórico sino, cuando mucho, facilitar el surgimiento del marco propio de cada estudiante y su potencial intelectual. Proceso que en mi experiencia enriquece más al ‘maestro’ que al ‘estudiante’, en muchas formas trastocándose los papeles. Entre estos estudiantes (varios ya con su doctorado, otros en etapa avanzada de obtenerlo. La mayoría, aunque no todos, en antropología, y no todos de universidades de Estados Unidos) están Mónica Espinosa, Eduardo Restrepo, Juan Ricardo Aparicio, Juliana Flórez, Diana Gómez, Laura Gutiérrez, Patricia Vargas, y Natalia Quiroga. Finalmente, mi práctica profesional en Colombia no hubiera llegado muy lejos de no ser por la colaboración estrecha que he mantenido desde 1993 con el Proceso de Comunidades Negras, PCN. Aunque este aspecto de mi trabajo es vox populi, quiero resaltarlo en toda su significancia, tanto teórica como práctica y política. Como suelo decir, he aprendido sobre los temas que me apasionan tanto a partir del intercambio académico como de la comunicación asidua con el PCN. El trabajo cultural, político, y ambiental que el PCN ha desarrollado a través de los años no solamente constituye todo un sistema de pensamiento, como intenté demostrar en el libro Territorios de diferencia, sino que nos enseña una ética colectiva del saber. Tanto como de la academia, del PCN aprendí el significado de conceptos tan claves para nuestro andar como cultura, diferencia, territorialidad, y autonomía. Del grupo de brillantes y comprometidos activistas de esta red resalto la importancia para la obra que hoy se reconoce de Carlos Rosero, Libia Grueso, Hernán Cortés, Julia Eva Cogollo, Félix Banguero y, en los años más recientes, a los integrantes del Palenque Alto Cauca, particularmente Marilyn Machado, Francia Márquez, Karin Banguero, e Hildebrando Vélez. Mi familia íntima y los amigos más cercanos siempre han estado allí, y los invoco en este día como parte esencial de esa red que tejemos día a día que es la vida. Quiero dedicar este reconocimiento, para terminar, a todos los departamentos y programas de antropología de país. Si alguien puede explicarme por qué Colombia es uno de los muy pocos países donde la antropología pareciera estar en expansión, que por favor lo haga. ¿Podríamos atrevernos a pensar que en un país donde se destruye la vida humana y natural con tanta sevicia este fenómeno se debe precisamente a cierta vocación de la disciplina como defensa de la vida? Así nos lo parecen indicar las y los jóvenes que deciden seguir esta carrera. Ellas sabrán mejor que nadie renovar la disciplina, más allá de su imbricación con los entramados de poder, como discurso crítico y como práctica política. Mis mejores deseos para ellos y ellas en su travesía.