Situación actual. El fin del interglaciar y el hombre

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El texto que se incluye en las páginas sigujientes es un extracto de algunos párrafos, no necesariamente
consecu vos aunque respetando su literalidad todo lo que la traducción permite, correspondientes a los
úl mos capítulos del libro
BRIGITTE VAN VLIET-LANÓE
LA PLANÈTE DES GLACES.
Histoire et environnements de notre ère glaciaire.
VUIVERT
Paris 2005
Las palabras entre [ son detalles o aclaraciones introducidas durante la traducción aunque no figuran en el texto original.
Al final se incluye un vocabulario explicando algunos conceptos.
Los pies de las ilustraciones se han modificado, asi como la situación de las mismas con respecto al texto.
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Situación actual: el fin del periodo interglaciar y la humanidad
Actualmente nos encontramos al final de un interglaciar. La Tierra, por su posición orbital,
está ahora en situación de déficit de energía durante la primavera y el verano, como ocurría
cuando comenzó la úl ma glaciación. Por esta razón, la energía disponible para el crecimiento
de los vegetales es limitada. Este déficit lleva igualmente a un déficit en la fusión es val de
los suelos helados y a la expansión del pergelisol en el Ár co. Por otra parte, las formaciones
superficiales y los suelos formados en el interglaciar son ácidos y pobres. Por tanto, la vegetación
es frágil y par cularmente sensible a los sucesos brutales que cons tuyen los incendios y las
tempestades. Las precipitaciones descienden en algunas etapas favoreciendo la sequía del medio
y el desarrollo de praderas o de estepas en detrimento de los bosques. La presión de CO2 es
todavía rela vamente elevada después del op mo térmico, lo mismo que la del metano. El nivel
del mar está 2-3 m por debajo de su posición más elevada que se alcanzó al final del periodo
Atlán co (6.000 años antes del presente), como se ha observado en las costas de Argen na o en
las de Brasil.
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El enfriamiento del clima ha empezado hace 6.000 años con la aparición de un déficit creciente
en insolación durante el periodo es val. Este enfriamiento, dependiente de las condiciones
orbitales, debería, según A. Berger, con nuarse otros 5.000 años, para evolucionar hacia
condiciones glaciares. En la historia de la humanidad muchas crisis económico-culturales han
sido consecuencia directa o indirecta de alteraciones del clima.
Desde hace 4.500 años, el Ár co se ha enfriado progresivamente, como evidencia el descenso
significa vo del límite de los pinos en Escandinavia y en Quebec, a pesar de algunas fluctuaciones
cálidas (como el op mo en época de Roma, hacia el año 0, o el de la Edad Media, hacia el año 1000)
o frías (como la Pequeña Edad del Hielo, entre 1450 y 1850). Este enfriamiento está controlado
por la aparición progresiva de un déficit es val de insolación debido a la precesión, pero también
por algunos factores no orbitales.
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El descenso de la producción vegetal, asociado a una aridificación bien registrada en palinología,
ha movido a los hombres del Neolí co a producir mediante la agricultura lo que la naturaleza sólo
les proporcionaba de forma cada vez menos abundante. Las primeras roturaciones, con frecuencia
catastróficas desde el punto de vista de la erosión, aparecen en Asia y en el Próximo Oriente. Las
primeras acciones para frenar la erosión fueron los cul vos en terraza (una de sus ventajas es
que re enen el agua de las precipitaciones). Las primeras invasiones históricas, el éxodo de la
Biblia, la llegada de los Pueblos del Mar, son episodios ligados a períodos de enfriamiento. En
cambio, las épocas de estabilidad polí ca, como las que han permi do el desarrollo de Sumer, de
Pales na y la Pax Romana, están asociadas a períodos más cálidos y más húmedos.
En época de Roma y en la Edad Media, la viña llegaba muy al Norte de Europa, como ha
mostrado Le Roy Larudie. Los pasos alpinos estaban deshelados posibilitando el paso de
los elefantes de Aníbal por el Gran San Bernardo para atacar Roma. Igualmente, los cambios
comerciales florecientes en la época de las catedrales [ podían hacerse por el paso de
Theodule, al lado del Cervino que estaba sin hielo en esa época. El Sur de Groenlandia era verde,
permi endo a la población vikinga en expansión ocupar nuevas erras hacia el Oeste: África
del Norte era un jardín fér l, donde las reservas hídricas alimentaban acueductos, ciudades y
grandes villae agrícolas. La Ruta de la Seda era prac cable a través del desierto de Taklamakan
gracias a la abundancia de oasis, hoy día cubiertos de arena.
El nivel del mar era un poco más elevado que el actual [alrededor de 3 m], correspondiente
a las transgresiones del Dunkerkiense II y III. Esos episodios cálidos presentan una recurrencia
de 1.000 - 1.500 años, como los acontecimientos de Dansgaar-Oeschger (calentamientos muy
fuertes y rápidos) del úl mo periodo glacial. Episodios felices que se han visto interrumpidos
por crisis socioeconómicas: las invasiones germánicas, al Norte, desde el siglo III; la expansión
del Islam, en el siglo VII, y la de los Vikingos hasta la cuenca del Mediterráneo, en el siglo IX, han
sido provocadas por una aridificación y el hambre ligadas al enfriamiento del clima. También
podemos releer el An guo Testamento desde esta óp ca climá ca. Las conquistas en el sector
del Creciente Fér l han sido mo vadas por la «guerra del agua». Más cerca de nuestros días, la
Guerra de los Cien Años, la Revolución Francesa y la Revolución Rusa son las contrapar das de
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episodios de hambre, controlados por el clima: el complejo enfriamiento de la Pequeña Edad del
Hielo (1400-1990). Cuando los glaciares avanzan en el Ár co y en los Alpes, el desierto se ex ende
al Norte del Sahara y las nieves de las montañas del Líbano hacen subir el nivel del Mar Muerto.
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Desde el final de la Pequeña Edad del Hielo el clima se ha calentado. De forma general, todos
los registros climá cos muestran un calentamiento importante a par r de 1910 hasta 1947. La
amplitud de este fenómeno ha sido mucho más importante en las altas la tudes: 4ºC en Spitzberg
(79º de La tud Norte); 3ºC en el bajo Ár co Canadiense (57ºC de la tud Norte) y de 1ºC en los
Alpes...
Enseguida, en las zonas ár cas y boreales europeas, la tendencia se ha inver do, con breves
períodos más cálidos (hacia 1980), conduciendo, desde 1947, a un descenso de las temperaturas
que va desde 0,5ºC al Norte de Escocia a mas de 1,5ºC en Groenlandia. Hoy día, algunos ven en
ello, a través de los aerosoles, el contragolpe de una aceleración de la industrialización después
de la Segunda Guerra Mundial. Una zona de enfriamiento se instaló, entre 1947 y 1970, sobre
el Ár co. Entonces, los medios de comunicación anunciaban una próxima glaciación. Después
de este período y hasta 1985, la zona de enfriamiento se ha restringido al Atlán co Norte,
descendiendo sobre el Este de Canadá; enfriamiento que, si bien exclusivamente en el mar,
también se ha dejado sen r, con más intensidad, en el Estrecho de Bering. Los análisis hechos
por P.D. Jones sobre diferentes decenios de este periodo muestran que esta «gota fría» atlán ca
oscila y no afecta siempre de forma homogénea a las mismas regiones. Los registros térmicos de
la atmósfera efectuados en esta zona indican que las temperaturas otoñales e invernales enen
tendencia a descender en las áreas de baja al tud.
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Las repercusiones de este enfriamiento en la vegetación y en los suelos se leen con facilidad en
la extensión actual del pergelisol, en la reac vación de formas periglaciares y en la reanudación
de la erosión eólica. Curiosamente esta tendencia aparece mucho más marcada al Norte de
Canadá y en Groenlandia. Es importante adver r que los efectos observados hasta 1985 en todas
estas regiones son muy parecidos, aunque de intensidad menor, a las grandes modificaciones del
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medio que ocurrieron durante la Pequeña Edad del Hielo. Este enfriamiento es incluso percep ble
a escala humana, de acuerdo con los tes monios de los Inuit, que viven al Sur del estrecho de
Hudson, o los de los islandeses de la parte Norte de la Isla. Una situación equivalente existe para
la zona Centro Norte del Pacífico. Las observaciones rusas recientes, efectuadas en el Este de
Siberia y en Kamchatka, lo confirman. Los efectos cartográfiados en esta úl ma región son muy
próximos a lo que se ha observado en el Este canadiense: erosión del suelo, deflación en verano,
retroceso del bosque.
Este enfriamiento, ciertamente moderado, es suficientemente para inducir una inestabilidad
creciente de la vegetación y de los suelos en los sectores poco antropizados. Desde hace 40 años
en las la tudes medias nord-atlán cas, la frecuencia y la violencia de las tempestades parecen
aumentar. Los problemas de erosión del suelo se han acentuado desde la postguerra, ligados
principalmente a las modificaciones de las prác cas agrícolas y del parcelario. De hecho, los dos
cambios, climá co y agrícola, han sido casi sincrónicos y sus efectos acumula vos.
Esta reanudación de la erosión recuerda la situación pedosedimentaria propia del fin de un
periodo interglaciar y podemos preguntarnos si el hombre, por su acción sobre los con nentes
no acabará acelerando un enfriamiento más que un calentamiento. Este enfriamiento reciente
está situado allí donde se inició la úl ma glaciación, en una región con un déficit térmico crónico,
como evidencia la extensión del pergelisol. La extensión de los inlandsis polares se efectúa
normalmente en periodo de enfriamiento. Los modelos realizados por A. Berger muestran que la
úl ma glaciación ha debido de empezar en Groenlandia; las observaciones de campo del Servicio
Geológico de Canadá han revelado que comenzó en la Cuenca de Foxe, al Oeste de Baffin (NW de
Groenlandia), al mismo empo que sobre Escandinavia. Es un hecho que las masas con nentales
y glaciares evolucionan térmicamente mucho más deprisa que en los océanos. Los pequeños
glaciares del NE de Canadá y de Groenlandia han estado en expansión al menos hasta 1995.
Este episodio de empeoramiento del clima no se ha dejado sen r por todas partes en el Ár co:
las regiones más con nentales, como las del Delta del Makenzie o del Yukon, enen tendencia
a calentarse moderadamente desde 1970, con un contraste estacionario más marcado asociado
a veranos muy cálidos. Los perfiles térmicos del pergelisol efectuados en 1970 en Point Barrow
(Alaska) muestran un calentamiento de 2º a 3ºC desde hace 25 años, lo que está confirmado
por los datos de Romanovsky y Osterkamp (2002) sin que sea catastrófico: las temperaturas del
pergelisol siguen siendo nega vas. Los datos térmicos de la vigilancia del oleoducto de Norman
Well muestran un aumento de 3ºC
entre 1985 y 1988. Una situación similar
existe en el Este de Siberia. En Yakusk,
las temperaturas, nega vas, enen
tendencia a aumentar desde 1955.
En estas regiones el perfil térmico del
pergelisol ates gua un calentamiento
de la temperatura en los 10 metros
superficiales y el deshielo es val
es sensiblemente más profundo,
mientras que la innivación es débil
(menos de 50 cm) y las temperaturas
invernales muy bajas (de -25ºC ), lo
que, al contrario, debería favorecer su
mantenimiento. Estas regiones, a pesar
del enfriamiento registrado entre 1947
y 1970, reaccionan, pues, con nuando
el calentamiento del principio del siglo
XX.
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E «
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1985. L
Desde 1985, el calentamiento que siguió a la Pequeña Edad del Hielo se embala. La mayor parte
de las instancias y de los medios de comunicación acusan al consumo de combus bles fósiles
ligado a la industrialización. Esta úl ma, así como la extensión de la cabaña ganadera y de los
arrozales, productores de metano, a consecuencia de la demogra a galopante del tercer mundo,
se señalan como responsables de un efecto invernadero del que se anuncian consecuencias
devastadoras. Sin embargo, el hombre induce, por sus acciones, muchos otros fenómenos
que interaccionan en dirección opuesta al efecto de invernadero, especialmente roturando y
permi endo una acentuación de la erosión de los suelos. Por úl mo, es curioso constatar que
la presión de CO2, si bien ha aumentado regularmente estos úl mos decenios para alcanzar
actualmente 380 partes por millón, es, de lejos, muy inferior a la que hubo en el Paleozoico o en el
Cretácico. El calentamiento actual y su cortejo de efectos catastróficos anunciados, llegan casi mil
años después del op mo climá co de las catedrales, casi en la con nuidad de los calentamientos
brutales y pseudo cíclicos de los sucesos de Dansgaar-Oeschger.
El alza de las temperaturas
Los datos climá cos de las estaciones de nuestras regiones atlán cas o del hemisferio Sur,
ates guan más un statu quo térmico a largo plazo, incluso un enfriamiento, a pesar de los veranos
temporalmente tórridos de estos úl mos años. Excepto en el caso de las estaciones con nentales.
Además, muchas entre ellas registran un calentamiento simplemente porque están localizadas en
zonas que se han urbanizado tras la creación del observatorio: Paris-Monstsouris ha visto crecer
su temperatura en 3ºC de media a causa de la campana de contaminación de la ciudad de París.
Tenemos, pues, derecho a plantearnos algunas cues ones sobre la representa vidad de la curva
de temperaturas del Hemisferio Norte producida por el GIEC [Panel Intergubernamental sobre el
Cambio Climático].
Sin embargo, desde 1993, hemos podido observar muchas modificaciones, tanto en los medios
con pergelisol esporádico, en Islandia (fusión de Palses), como en el Alto Ár co o en Spitzberg.
Las dos regiones están localizadas en la zona fría definida por P.D. Jones (1990). Puede, pues,
suceder cualquier cosa en las mismas condiciones de temperatura general. Estas modificaciones
de orden termokárs co implican más una insolación más elevada, sobre todo durante el verano.
Los glaciares de montaña de las la tudes tropicales retroceden, como en Irian Jaya (Nueva Guinea)
o se retraen y se erizan de «penitentes» de hielo, una forma de fusión del hielo que reduce el
impacto energé co de la insolación.
Desde 1985, parece que, por diferentes razones, la radiación solar sea más importante, a pesar
de temperaturas que evolucionan poco. Los contrastes térmicos parecen más abruptos y rápidos
entre las masas de aire tropicales y las masas de aire polares, como evidencian los «calidos-fríos»
veranos actuales y el recrudecimiento de las tempestades y de las precipitaciones elevadas. Estos
contrastes se marcan también más al Sur y están correlacionados con la sequía del Sahel, con
el cambio de orientación de los vientos y la migración del Sahara hacia el Sur y hacia Europa
meridional.
La Subida del nivel del mar
Los cambios térmicos afectan, por lo general, a los 400 primeros metros del océano. Los
datos de los satélites TOPEX-POSEIDON ponen en evidencia la irregularidad de la subida del nivel
marino, muy fluctuante de un año a otro. En Europa del Oeste, esta subida, ligada a la corriente
del Golfo, estaba en una media de 3mm/año y desde 2000 ha pasado a 4,2 mm/año. La corriente
del Golfo es, aparentemente, mucho más cálida: algunas especies de peces mediterráneos, como
el salmonete, empiezan a verse en La Mancha, aunque todavía no han llegado a Dinamarca,
como sucedía en el úl mo interglaciar. Este hecho explica los inviernos par cularmente suaves
de Europa Occidental, mientras que en Europa Central, en Grecia o en Turquía ritan, y también
en la costa Este de América del Norte.
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En el hemisferio Sur, la convergencia de las aguas polares y tropicales se desplaza hacia el polo,
con la consecuencia de un calentamiento climá co y una deglaciación importante, sensible desde
hace veinte años en los glaciares de Kerguelen y, sobre todo, de la Península Oeste-antár ca,
que originan el desprendimiento de gigantescos témpanos. Los datos de los satélites muestran
también una reducción de la banquisa de la península Sud-antár ca, así como en el Ár co. En
cambio, el conjunto de la banquisa antár ca se ex ende desde hace 10 años. La reducción de
la banquisa del Ár co ene consecuencias en nuestro clima: siendo menos frío el Polo Norte,
la zona de convergencia intertropical se desplaza 10º hacia el Norte con respecto a su posición
es val «normal», lo que explica la llegada de aire sahariano a España y Francia en el verano de
2003. Es la situación inversa de lo que pasaba en el periodo glacial.
La fusión de la banquisa y de los glaciares
Las superficies heladas y nevadas se reducen actualmente de forma general. Pero los datos
referentes a los Inlandsis de Groenlandia y de la Antár da son contradictorios. Los estudios
glaciológicos que se han efectuado en las Spizberg y, más recientemente, en Noruega, muestran
que, después de un periodo de acusado retroceso, ligado al calentamiento de los años 19201945, la acumulación glaciar volvió a ser posi va, asociada a la ablación reducida consecuencia
del enfriamiento de los años 1970-1985. Así pues, la fusión catastrófica que se anunciaba con una
subida del nivel del mar de 5 m está lejos de ser efec va. Las imágenes clásicas del retroceso de
los glaciares de los Alpes, desde fines del siglo XIX resultan del acoplamiento de precipitaciones
es vales más favorables a la fusión y de un déficit de nieve invernal casi crónico, con un aumento
moderado de las temperaturas. El balance glaciar resulta, pues, nega vo.
La «deserƟzación» y la «aridificación»
«Deser zación» es un término de moda, pero cuyo uso es inapropiado. De hecho, la
aridificación o avance del desierto recubre dos fenómenos diferentes: la aridificación de los suelos
y la aridificación del clima, ligada a la sequedad atmosférica. La aridificación de los suelos está
ligada a la denudación: Tras los aguaceros, las costras salinas se forman donde se ha destruido
la cubierta vegetal. Esto ene como consecuencia un incremento del albedo, un aumento del
arroyamiento y una disminución del almacenamiento térmico en profundidad en el suelo seco.
El corolario es una rápida penetración del hielo en invierno. La aridificación está par cularmente
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favorecida por la acción humana. Un estudio de la Food And Agricultural OrganisaƟon, (FAO) en
Irán ha mostrado que el descenso de los mantos freá cos más de 10 m no era consecuencia de
una disminución de las precipitaciones, sino de una sobreexplotación y una mala ges ón de los
recursos hídricos por la agricultura. Lo mismo puede decirse de Asia Central, donde el sangrado
y desvío de los ríos para el riego han secado el Mar de Aral; o para el Sur de Libia, donde la
explotación desenfrenada y media zada de los mantos fósiles va a llevar consigo la salinización
de los suelos y a la desecación defini va de los oasis.
Sin embargo, al margen de los ejemplos de mala ges ón del agua, la sequía climá ca, es decir,
la falta de precipitaciones, está ligada a la distribución de las masas atmosféricas. El sincronismo
entre enfriamiento ár co, erosión hídrica en el Sur de Francia y sequía saheliana, es flagrante. Lo
que denota un desplazamiento de las depresiones ciclónicas hacia el Sur del Sahara, explicando,
desde 1967, la gran sequía de ese sector. Esta sequía es, curiosamente, concomitante con la
evolución de las manchas solares y con las precipitaciones más elevadas en la zona intertropical.
Nada prueba que actualmente la sequía se acentúe. Las precipitaciones y las inundaciones son
también muy acusadas en el Sur de Francia, en Italia e, incluso, en Grecia: desde hace una decena
de años, las precipitaciones han reaparecido en el Magreb sobre las costas atlán cas y en el
Mediterráneo, así como en el Sahel. Más al Este, en cambio, la sequía se agrava (Eritrea, Sur de
Túnez, Libia) y nubes de loes vuelan hacia el Atlán co a la altura de las Islas Canarias.
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Hacia una englaciación y una aridificación creciente a largo plazo
El mundo actual, desde el siglo XX, presenta un aumento progresivo de gases de efecto
invernadero, ligado, sobre todo, al consumo con fines energé cos del carbono fósil y a un
crecimiento de la cabaña ganadera y de los arrozales. En 2003, la presión de CO2 era del orden de
380 partes por millón, frente a los 280-300 que caracterizan un período interglaciar. Ahora bien,
la presión de CO2 aumenta también con la temperatura y con precipitaciones más elevadas. Si el
consumo de carburantes fósiles se estabilizara, la presión de CO2 debería descender rápidamente.
Hemos visto que, a la escala de los empos geológicos, y especialmente en el Cenozoico,
el planeta ha entrado en un contexto de englaciación, cada vez más marcada a largo plazo. En
ese contexto global, actualmente, a causa de las condiciones orbitales propias del final de un
interglaciar, estamos en un episodio de calentamiento milenario que sucede a la Pequeña Edad
del Hielo. En los años setenta, los medios de comunicación nos anunciaban la eminencia de una
glaciación; hoy día, cuando el Sol acaba de pasar por un máximo de ac vidad, lo que se evoca en
esos medios es un calentamiento cataclísmico.
Las altas la tudes registran, como el desierto, la menor modificación del medio. Parece que
las perturbaciones industriales y agrícolas inducen, en las regiones costeras del Ár co atlán co,
una retroacción, acentuando regionalmente el enfriamiento progresivo del sistema natural que
se registra desde hace 4.500 en el hemisferio Norte, mientras que el resto del Ár co se ha ido
calentando moderadamente, y, desde hace 20 años, un poco más deprisa. La Antár da, con la
excepción de la Península Occidental, se man ene helada en su aislamiento, y se enfría. Es esta
región la que, desde hace 38 Millones de años, es el verdadero director de orquesta del clima.
Es inquietante constatar, a la luz de los resultados de los sondeos antár cos que, en la mayoría
de los acontecimientos cuaternarios, la Antár da ha sido el organizador del clima, como había
destacado J. Jouzel.
Por el momento, las zonas subtropicales y mediterráneas se aridifican. El balance global de la
acción directa e indirecta del hombre, a la escala terrestre, es una erosión mecánica con nental
importante, que supone el retorno precoz de la rexistasia, la vuelta a un régimen erosivo de
principio de glaciación, tras el periodo de estabilidad biogénica del interglaciar actual. La anomalía
presente, probablemente transitoria, se produce con una elevación modesta del nivel del mar. En
esta situación es di cil señalar con certeza al culpable, a la vista de la cadena de efectos retroac vos
que se observan. Es cierto que hacia 1947, cuando se inició el episodio de enfriamiento de los
años 50, la contaminación atmosférica era menor, aunque había más aerosoles que hoy; la zona
en torno al Atlán co Norte, donde el fenómeno se ha mantenido más empo, es de hecho una
de las zonas más contaminadas del mundo, especialmente desde los años 70. Pero el Sol también
ene su parte de responsabilidad en el problema.
La heterogeneidad del calentamiento actual no dice mucho en favor del dominio del efecto
invernadero: La Antár da, que dirige el comportamiento del clima, se enfría a pesar del aporte
energé co creciente hasta el 2000. Cuando la radiación solar vuelva a un nivel normal, sucederá
lo mismo con el Ár co, en cuanto que la Corriente del Golfo se ralen zara y perderá calor. El golpe
que ha significado la Pequeña Edad del Hielo ha sacado ya las regiones ár cas y circundantes
del Atlán co Norte fuera del mundo interglaciar holoceno, como demuestran los registros
pedosedimentarios idén cos a los del úl mo interglaciar en Europa (Hacia 110.000 años AP),
pero entonces por razones climá cas, cuando la Corriente del Golfo no había desaparecido
todavía. Los resultados de los tes gos extraídos del hielo de Groenlandia ates guan la brutalidad
del enfriamiento hace 110.00o años.
En el contexto actual, la ac vidad solar acaba de firmar un calentamiento del mismo orden
que el que se produjo en la Edad Media, es decir, alrededor de 1ºC sobre la media de 1880.
Estamos todavía lejos del Op mo Holoceno [Hace 7000 años, 2ºC por encima de la media de
1960], más aún del interglaciar Emiense (130.000 años). La subida del nivel del mar asociada
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será probablemente de la misma magnitud que la del Dunkerkiense II [de 2 a 3 m sobre el nivel
actual]. Lo que es mucho más verosímil es que el crecimiento actual del gradiente térmico
interzonal sobre el Atlán co aumente la frecuencia e intensidad de las tempestades, por medio
de la migración de los an ciclones polares, más potentes y móviles cuando el déficit energé co
se acentúa en el Ár co. El calentamiento reciente sera, más o menos rápidamente, cancelado
por la desaparición de la banquisa y la ralen zación de la circulación termohalina, de manera que
Europa se enfriará y, sobre todo, el Nordeste del Atlán co. Además, el aumento actual del efecto
invernadero probablemente acelerará este proceso.
En el caso de que se duplique el CO2, podrá esperarse un contraste térmico todavía más
marcado, al menos durante algunas decenas de años, con todas sus consecuencias. Como las
tempestades están acompañadas por precipitaciones abundantes (como ates gua el aumento
catastrófico de las inundaciones de los úl mos años), el papel de los aerosoles y el albedo
probablemente aumentará. Si el calentamiento climá co con nua, es mulado por el efecto
invernadero, la emisión de témpanos por los inlandsis de Groenlandia y la Antár da será más
precoz, conduciendo a un Dryas moderno [fuerte enfriamiento por alteración de la circulación
oceánica] de aquí en una cincuentena de años. Si el Inlandsis de Groenlandia libera sus icebergs
no tendremos necesidad de poner cubitos de hielo en el whisky.
Como las precipitaciones aumentarán en la zona ár ca-atlán ca, es verosímil que esta serie de
fenómenos haga bascular brutalmente el contexto de fin de interglaciar, en el que nos encontramos
actualmente, hacia la formación de un inlandsis en la cuenca de Foxe, al Oeste de la Tierra de Baffin
y sobre Escandinavia. Este escenario ha sido evocado en 1993 por G Miller: una salida glacial para
un escenario cálido. Además, puesto que el pico de ac vidad solar acaba de ser sobrepasado,
el enfriamiento del Ár co atlán co, actualmente enmascarado por el calentamiento asociado
esa ac vidad, podrá renovar la acentuación de un Neoglaciar del AtlánƟco Norte como sugiere
el crecimiento observado de los pequeños glaciares de Ellesmere, Groenlandia y Escandinavia
durante el periodo posterior a 1950. La Gran Sequía Sahariana, que se incrementó desde 1957,
tras algunos años lluviosos a principios del siglo XXI, debería esperar un nivel de periodo glaciar.
Esto va a complicar los cambios económicos.
Atención, una Pequeña Edad del Hielo puede esconder otra: ¿después de un pico de
calentamiento milenario, se va hacia un nuevo episodio de Pequeña Edad del Hielo o hacia una
verdadera glaciación? Parece que el inlandsis antár co ene, hoy día, algunas veleidades de
crecimiento. Las naciones desarrolladas del hemisferio Norte son grandes consumidores de energía
y de aguja ¿Qué sucederá con esos consumos si el clima se enfría y aridifica?. La probabilidad de
que esto suceda no es despreciable en ambas márgenes del Atlán co ¿Qué sucederá con los
países en desarrollo económico muy ávido de energía y contaminante, como China o India? Sería
injusto prohibirles evolucionar.
Nuestro planea ene notorias capacidades de autorregulación, especialmente por los cambios
convec vos en el seno de la atmósfera y de la hidrosfera en diálogo permanente con la biosfera.
En hombre, gran perturbador, es un poco presuntuoso cuando cree que va a modificar todo,
aunque su impacto sobre la biosfera sea tan destructor como la caída de un asteroide. Incluso si el
interglaciar en que vivimos se prolonga un siglo o un milenio, como sugieren algunos modelos que
consideran el condicionamiento orbital, a nuestra humilde escala, cualquiera que sea la evolución
climá ca, los hechos preocupantes para el devenir de la humanidad son, y serán, la erosión de
los suelos, que se ha hecho crónica, y la reducción de la recarga de los acuíferos. En cuanto a
la reducción de las erras cul vables y la contaminación, consecuencia de las modificaciones
antrópicas del medio y del clima, pueden, en breve plazo, plantear más problemas económicos y
polí cos que el calentamiento potencial al que se supone capaz de fundir los inlandsis polares y
causar un diluvio de origen antrópico. La guerra por el agua es un fenómeno social cíclico que ha
caracterizado el Holoceno. La úl ma ha comenzado hace más de 50 años y, si el próximo glaciar
se anuncia, puede durar mucho empo.
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El Global Warming nos ha hecho tomar consciencia de la fragilidad de los equilibrios en la
superficie de nuestro planeta y, gracias a él, numerosos estudios han aportado un buen lote de
información sobre nuestro pasado y sobre las perspec vas de futuro. Es necesario que tomemos
consciencia del carácter limitado de los recursos energé cos fósiles. ¿Y si el global warming
fuera, sobre todo, polí co, un temor latente de las naciones económicamente ricas de que les
pueda faltar energía en caso de enfriamiento climá co? Sea calido o frío, es importante op mizar
el consumo energé co y limitar la contaminación para que las generaciones futuras puedan
con nuar su desarrollo de forma equita va. En cuanto a ver crecer el maíz en Laponia, además
de la temperatura, existen otros factores que limitan esa posibilidad.
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VOCABULARIO:
Aridificación: Traducción directa de una expresión de la autora que creo que es discu ble pues,
en endo que con ello quiere expresar un proceso de acentuación de la sequía. El
término árido o aridez, deriva del griego a.reo que significa sin flujo o sin corriente;
es decir, aridez significa que no hay circulación de agua en superficie. Es, pues un
término que puede aplicarse a los desiertos calidos, donde no hay agua, ni ríos
o arroyos, pero no a las regiones frías, donde hay agua del deshielo, aunque no
llueva, y cursos de superficie. Es incorrecto u lizarlo en vez de sequía o desecación.
Albedo:
Porción de radiación reflejada por la superficie de un lugar. Varía en función
del carácter de la superficie: hielo, nieve, agua, bosque, rocas claras, erra... El
albedo es más elevado en las superficies claras (hielo, arena) que en las oscuras
(vegetación, agua). Cuanto mayor sea el albedo, menos energía recibe el lugar en
cues ón.
Deflación:
Erosión por el viento que se lleva los materiales sueltos: alteritas, arenas, loes, etc.
Pedosedimentaria: Se refiere a las condiciones de formación de suelos y depósitos sedimentarios.
Dryas:
Es el úl mo periodo del Pleistoceno que recibe su nombre de una flor alpina Dryas
octopétala (té del Pirineo, en español). Comienza hace 18.000 años y termina hace
11.500. Se divide en varias etapas Dryas inferior o primiƟvo (oldest Dryas en la
terminología inglesa) que corresponde con el úl mo máximo glaciar entre 18.000 y
14.600 años antes del presente; aunque las fechas precisas aun están en discusión.
Tras un periodo interestadial de rápida y fuerte subida de las temperatura, el Bollin,
(de 14.600 a 14.000 años A.P.) se inicia el Dryas medio o dryas anƟguo (Older
Dryas), que se ex ende entre 14.000 y 13.600 años A.P. Un nuevo interestadio
el Allerod, entre 13.600 y 12.900 años A.P, da paso al Dryas reciente o superior
(Younger Dryas) entre 12.900 y 11.600. Es a este periodo de 1.300 años al que
se refiere la autora porque se caracteriza por un enfriamiento rápido y profundo.
Se atribuye tal enfriamiento al bloqueo de la circulación termohalina a causa del
rápido ver do de agua dulce al Norte del Atlán co con la mul plicación de icebergs,
aunque hay autores que opinan que el culpable fue el impacto de un cometa, el
Clovis, hace 11.900 años.
Glacio-isostasia: Equilibrio a nivel de la astenósfera de las piezas con nentales sobrecargadas, o
liberadas, del peso de los Inlandsis. El peso del casquete de hielo deprime la porción
del con nente que lo soporta, elevando, por compensación, las regiones vecinas,
libres de hielo. Inversamente, la fusión del hielo libera de carga a la región que lo
soportaba que asciende mientras que las regiones vecinas enden a descender
para equilibrar ese ascenso. El fenómeno da lugar a cambios regionales en el nivel
del mar.
Optimo Holoceno: Se refiere al periodo reciente de más elevada temperatura del Holoceno. Se
denomina Holoceno (e mológicamente el más reciente), al periodo actual, que
comienza hace unos 11.600 años. Las fechas desde el fin de la glaciación están en
discusión porque los acontecimientos que sirven para establecerlas varían algunos
centenares de años de un lugar a otro. El Holoceno se divide, a su vez, en varias
etapas: Preboreal, período en que asciende rápidamente la temperatura (7º̊C en
50 años) entre 11.600 o11.500 y 10.500 años A.P.; Boreal, de clima semejante al
actual, entre 10.500 y 8900-8.500 años A.P.; AtlánƟco, el periodo más cálido del
Holoceno hasta la actualidad, también llamado OpƟmo Holoceno, entre 8.500 y
5.700 años antes del presente. Subboreal, entre 5.700 y 2.500 años A.P., de clima
algo mejor que el actual. Y SubatlánƟco, desde hace 2,500 años A.P. a la actualidad.
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Palinología:
Ciencia que estudia los pólenes para determinar la flora que ha habido en un lugar
o momento.
Palses:
Acumulación de hielo en las turberas bajo la superficie, que da lugar a
deformaciones y abultamientos de varios decímetros de altura sobre la superficie
que suelen aparecer en grupo. Es propio de los climas periglaciares con permafrost
discon nuo.
Pergelisol:
En lengua inglesa se denomina permafrost. Es el suelo heladdo en profundidad
caracterís co de Las regiones periglaciares.
Rexistasia:
Opuesta a la biostasia, fase de equilibrio biológico con el medio en que hay
alteración de las rocas, sin pérdida de volumen significa va, la rexistasia es una fase
en que se rompe ese equilibrio, la vegetación desparece o se reduce y las alteritas
producidas en la fase de biostasia son erosionadas, de modo que se produce la
excavación y una notable pérdida de volumen.
Termokarts:
Formas de erosión por fusión del hielo parecidas a las que se producen en los
materiales carbonatados por disolución del carbonato.
Villae:
la Villa era una forma de explotación agrícola romana en las colonias. Incluía una
casa, edificio complejo con aposentos para el dueño, los administradores y sus
esclavos, una importante extensión de erras de cul vo, dedicada a producir
cereal, vino, aceite u otros productos para su exportación a Roma, y varias aldeas
o asentamientos de población para gentes que trabajaban en la Villa a cambio de
que se les dejase cul var como propia una porción de erra.
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