La revisión de precios, de regla general a excepción

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Mayo de 2014
Jaime Marfá y Jan Sarsanedas, director y abogado de PwC Tax&Legal
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La revisión de precios, de regla general a excepción
Las Cortes Generales están trabajando en un “Proyecto de Ley de desindexación de la economía
española” que, a juzgar por la actual mayoría parlamentaria, es muy posible que no tarde en ser
aprobado.
Actualmente, es habitual que los precios públicos se revisen aplicando índices oficiales para
asegurar que sigan siendo de mercado, es lo que se llama “indexación de precios”. Así, el artículo
89 del TRLCSP establece que, salvo que los pliegos establezcan lo contrario, los precios de los
contratos administrativos se revisan aplicando índices oficiales o la fórmula aprobada por el
Consejo de Ministros (cuando se adopta el IPC, la revisión de precios no debe superar el 85% de
la variación de este índice).
Según la Exposición de Motivos del Proyecto, la ratio legis de la norma es, supuestamente,
evitar los llamados “efectos de segunda ronda”, que vendrían provocados por la indexación de
precios a índices generales. Éstos consisten en que cuando el precio de un bien o servicio
aumenta, lo hacen también los índices de precios generales como el IPC, lo que supone un
incremento automático en el precio de otros bienes por el hecho de estar indexados a ese índice.
Esto determina que, la indexación de precios, agrave la inflación y acabe por erosionar la
competitividad.
El proyecto de ley es escueto pero provoca un giro de 180º en la regulación de la revisión de los
precios públicos. En este sentido, se prohíbe la revisión de los valores monetarios del sector
público basada en índices de precios o fórmulas que los contengan, admitiéndose sólo
excepcionalmente (cuando venga justificada por la evolución de determinados costes). La
revisión de precios públicos pasa de la norma general a la excepción, con especial incidencia en
los contratos del sector público (no solo los celebrados por las Administraciones Públicas), tasas,
precios y tarifas regulados, subvenciones, multas y sanciones, entre otros. La ley incluso tendría
aplicación subsidiaria a los contratos privados que no regulen la revisión de precios. Sólo se
excluyen la negociación colectiva, las pensiones y los instrumentos financieros.
Cabe añadir que, de acuerdo con la disposición adicional 88ª de la Ley de Presupuestos
Generales del Estado, la prohibición de indexación se adelanta a los expedientes de contratación
del sector público iniciados desde el 1 de enero de 2014 (salvo la revisión de precios de contratos
administrativos de obras y de contratos de suministro de fabricación de armamento y
equipamiento).
Al margen de lo que diga su Exposición de Motivos, el Proyecto consagra de forma aún más
estricta el principio de precio cierto que rige la contratación pública, lo cual facilita, obviamente,
un control más férreo del gasto público. Siendo la inflación actual una de las más bajas de la
historia (0,4% según el último indicador interanual elaborado por el INE), todo parece indicar
que la verdadera ratio legis del Proyecto no es combatir la inflación sino limitar ese gasto.
Teniendo en cuenta los niveles actuales de inflación, puede ser que los efectos reales de la norma
sean poco relevantes, ahora bien, no sucederá lo mismo cuando la situación cambie y la
aplicación de una norma como la proyectada llegue a contradecir otro principio básico de la
contratación, tanto pública como privada, como es el del valor de mercado de las
contraprestaciones y el derecho de todo contratista a ser remunerado suficientemente. Llegado
ese momento, la financiabilidad de la contratación pública dependerá de lo que tarde el
Parlamento en corregir lo que ha iniciado con este Proyecto de ley.
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