Concepto de necesidades educativas especiales: Este concepto comenzó a utilizarse en los años setenta, pero inicialmente no fue capaz de modificar los esquemas vigentes en la educación especial. El informe Warnock que se publicó en 1978 tuvo el acierto de convulsionar los planteamientos existentes y popularizar una concepción diferente. Las propuestas que se hicieron en este informe fueron recogidas años después en la legislación inglesa y se extendieron a los demás sistemas educativos posteriormente. En este informe se recoge que agrupar las dificultades de los niños en términos de categorías fijas no es beneficioso, ni para ellos, ni para los maestros ni para los padres, y señala cuatro razones principales: Muchos niños están afectados por varias discapacidades. Las categorías confunden qué tipo de educación especial es necesaria, ya que promueven la idea de que todos los niños que están en la misma categoría tienen similares necesidades educativas. Las categorías, cuando son la base para la provisión de recursos, no los proporcionan a aquellos niños que no se ajustan a las categorías establecidas. Las categorías producen el efecto de etiquetar a los niños de forma negativa. Debido a todo ello, desde el punto de vista educativo, el informe considera más relevante emplear el término necesidades educativas especiales. Esta nueva definición presenta cuatro características principales: Afecta a un continuo de alumnos. Es un concepto relativo. Se refiere principalmente a los problemas de aprendizaje de los alumnos en el aula. Supone la provisión de recursos extraordinarios. La elección del término de necesidades educativas especiales refleja el hecho de que a los alumnos con discapacidad o con dificultades significativas de aprendizaje pueden presentar dificultades significativas de diferente gravedad en distintos momentos del tiempo. Existe, por tanto, un continuo de alumnos que manifiestan nee en algún momento a lo largo de su escolarización. En algunos casos las necesidades son permanentes y reclaman recursos especiales para que la respuesta educativa sea adecuada, y en otros casos los problemas son menos graves o menos permanentes y reciben y reciben habitualmente alguna forma de ayuda en las clases ordinarias. Una segunda característica del término de necesidades educativas especiales es su carácter relativo y contextual. La valoración de los problemas de los alumnos no debe centrarse solo en ellos mismos, sino que debe tener en cuenta el contexto en el que el aprendizaje se produce: el funcionamiento de la escuela, los recursos disponibles, la flexibilidad de la enseñanza, la metodología y los criterios de evaluación empleados. Los problemas de aprendizaje de los alumnos están en gran medida determinados por su entorno personal y social y por las características de la propia escuela. La tercera característica se refiera a los problemas de aprendizaje. Un alumno con nee presenta algún problema de aprendizaje a lo largo de su escolarización que demanda una respuesta educativa más específica. Al hablar de dificultades en el aprendizaje y no de deficiencia, el énfasis se sitúa en la escuela, en el tipo de respuesta educativa. Este planteamiento no niega que determinados niños tienen problemas específicos en su desarrollo, sin embargo, el acento está ahora en la capacidad del centro educativo para adaptar sus enseñanzas a las necesidades de sus alumnos y ofrecer una respuesta satisfactoria. Finalmente el concepto de nee remite a la provisión de recursos educativos que son necesarios para atender esas necesidades y reducir las dificultades de aprendizaje que pueden presentar esos alumnos. La detección y valoración de los alumnos con nee constituye una etapa primordial. El objetivo ya no es conseguir encontrar los rasgos que permitan situar a determinados alumnos dentro de una de las categorías en las que se distribuyen las deficiencias. Es un proceso más sistemático, interactivo y contextualizado. Supone conocer cómo se han generado las dificultades del niño, qué influencia ha tenido el ambiente social y familiar, qué papel está teniendo la escuela y cual es la respuesta educativa más adecuada. La finalidad principal de la valoración del alumno es analizar sus potencialidades de desarrollo y de aprendizaje, y determinar al mismo tiempo qué tipo de enseñanza necesita y qué recursos suplementarios son precisos para conseguir una mejor educación en el contexto más integrador posible. Este planteamiento abre muchas puertas a la integración de estos alumnos en la escuela ordinaria. Mientras que la concepción basada en la deficiencia considera preferentemente la escolarización en centros específicos de educación especial, el concepto de nee contempla la integración como la opción normal, siendo extraordinaria la decisión de escolarización en centros específicos. Este nuevo enfoque amplía las perspectivas en el campo de la educación especial. Por un lado, ha ampliado los límites de la Educación Especial, que ahora incluye a un mayor número de alumnos y la ha incorporado dentro del sistema educativo normal. Por otro, ha situado en la escuela la mayor parte de los problemas de los alumnos, urgiendo un replanteamiento de sus objetivos y haciendo ver la necesidad de una reforma. Y por último, ha subrayado la vinculación entre nee y provisión de recursos educativos. Mientras realizaba una búsqueda de información, he encontrado la cita de unos autores acerca del concepto de necesidades educativas especiales que no me ha dejado indiferente: “ Todos nosotros en el servicio educativo debemos intentar erradicar la utilización de todas las formas de etiquetado, incluyendo la de “necesidades especiales” que ahora está de moda, reconociendo que son esencialmente discriminatorias. En su lugar, debemos encontrar vías de reconocimiento de la individualidad de cada alumno, que todos los niños experimentan dificultades de aprendizaje y que todos pueden experimentar el éxito.” (Ainscow y Tweddle, 1988) Desde que comencé a estudiar esta carrera se me presentó el término de necesidades educativas especiales y en ningún momento me he planteado si me parece correcto. Lo acepté desde el primer día como lo adecuado, como el concepto ideal para referirse a un determinado grupo de alumnos, desterrando de mi vocabulario otras denominaciones. Y ahora me pregunto si este término no conllevará también una etiqueta negativa, si con el paso de los años acabaremos también por eliminarlo. Desde mi ingenuidad, lo cierto es que no lo considero peyorativo e incluso creo que si nos volvemos tan meticulosos no podríamos nombrar nada por su nombre, pero por otro lado es cierto que sigue siendo otorgar una etiqueta.