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MISTICISMO
Wenceslao Calvo (11-03-2011)
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Evangélica Pueblo Nuevo
Misticismo es el término para describir la búsqueda espiritual que procura la unión con Dios.
Carácter esencial
Relación con la religión
Obtención de las condiciones místicas
En el este
Misticismo escolástico y monástico
Misticismo protestante primitivo
Misticismo católico post-Reforma
Misticismo protestante posterior
Misticismo en Inglaterra
Carácter esencial.
Al igual que muchos otros conceptos interiores, el misticismo difícilmente admite una definición rígida, ya que
sus elementos, aunque enraizados en el alma individual, se entrecruzan con otros elementos en el curso del
desarrollo de cada persona y dan origen a fenómenos tan complejos que la delimitación exacta parece imposible.
Para obtener, aunque sea una noción aproximada del misticismo, se debe hacer primero una distinción, debiendo
eliminarse ciertos elementos, particularmente todos los que resultan de la percepción sensorial y los que pueden
ser deducidos de tal percepción por la dialéctica en el más amplio sentido del término. Por otro lado, cuando de
las percepciones externas surgen sentimientos que no pueden ser lógicamente deducidos de tales percepciones,
sino que pueden surgir sólo por la cooperación del peculiar organismo espiritual del hombre, tales sentimientos
pueden ser denominados místicos. Por tanto, el misticismo tiene su comienzo real cuando el elemento místico se
convierte en ascendente sobre el hombre en relación con el mundo que le rodea y cuando su alma busca estar en
armonía con el universo que lo circunda o, con más propiedad, con el Ser supremo, independientemente de
cómo éste sea concebido. El camino en el que los objetivos del misticismo se obtienen es primordialmente por
la auto-introspección. Es verdad que hay un elemento de cooperación y voluntad humana, pero ya que la
voluntad es incapaz por sí misma de producir la experiencia interior que desea, ya que necesita la gracia divina
que purifica e ilumina el alma, el misticismo supone el concepto de revelación y por lo tanto entra de lleno en el
campo
de la religión.
El éxtasis
de Santa Teresa, mármol y bronce
de Gian Lorenzo Bernini, 1645–52;
Relación con la religión.
capilla Cornaro, Santa Maria della Vittoria, Roma
Toda religión depende de la revelación en alguna medida, real o asumida, y esta revelación, independiente de la
voluntad humana, se transmite por la tradición. Sin embargo, cuando la religión depende sólo de la historicidad
y la tradición se convierte en algo estéril, legalista e inerte. Necesita por tanto un tercer elemento, si ha de ser
algo vivo para el individuo. Esto se halla en la experiencia personal e interior, que es en sí una forma secundaria
de revelación, ya que es accesible a todos los que creen en la revelación. Este elemento de experiencia personal,
que es esencial al misticismo y sin el cual la religión difícilmente puede existir, forma la fuente del misticismo y
la religión. Esta unión es la más estrecha en el cristianismo, que desde el principio ha tenido un fuerte elemento
místico. De la religión el misticismo puede recibir tendencias que varían con su naturaleza auténtica, como el
deseo de persecución; pero, por otro lado, el misticismo se puede oponer a las aberraciones en la religión. Este
segundo caso es, sin embargo, comparativamente raro. El misticismo puede oponerse a una religión puramente
externa, aunque raramente ataca vitalmente lo que está definitivamente establecido por el cuerpo religioso al
que el místico pertenece. Ante tales principios definidos se inclina el misticismo, en conformidad con su
carácter individual en contraste con el carácter social de la religión. El místico está esencialmente interesado en
Dios y en su propia alma y si es perturbado rápidamente se conforma a las ordenanzas externas.
Obtención de las condiciones místicas.
Las condiciones místicas pueden ser inducidas por ciertos elementos. En las etapas más toscas se emplearon
ciertos narcóticos, aunque tales métodos fueron rechazados totalmente por el misticismo más elevado.
Igualmente los movimientos y posturas corporales pueden ser asumidos, como los giros de los derviches o la
inmovilidad de los hesicastas. Sin embargo los métodos comunes son la soledad, el silencio, el ascetismo y la
concentración del pensamiento en lo divino. Entre los métodos compartidos tanto por la religión como por el
misticismo la oración es preeminente. En el caso del misticismo tal oración es estrictamente interior, yendo tan
lejos como para sostener que la oración expresada en palabras es de naturaleza inferior y para mantener que la
única oración que realmente agrada Dios y ayuda al hombre es la "oración mental", que no pronuncia palabras
sino que expresa el deseo más profundo por Dios; de manera que, especialmente en el misticismo católico de la
Contrarreforma, la "oración" se convierte en sinónimo del estado místico general. Ciertos fenómenos altamente
valorados por muchos son mirados con sospecha y juzgados de valor secundario por algunos de los más grandes
místicos, incluyéndose en esta categoría las visiones, la audición de voces, levitación, etc. cuya realidad no
puede ser afirmada. Aquello en lo que los grandes místicos ponen gran énfasis es muy diferente, consistiendo en
la liberación del alma de los lazos finitos y su entrada en la comunión interior con Dios. Esta comunión se puede
caracterizar como una de esencia, lo que resulta en el misticismo panteísta, o puede ser estimada como la
absoluta rendición a Dios, siendo tan ligera la distinción entre ambas ideas que a veces es imposible distinguir
externamente si un místico dado es panteísta o no. Aunque la voluntad y el esfuerzo humano preparan el camino
para los más altos vuelos del misticismo, el hombre no puede producirlos por sí mismo. Son un don divino, que
Dios otorga a quien, cuando y donde quiere, no obteniéndolo todos los que se dedican a la vida mística. Sin
embargo, allí está el objetivo del camino místico. Las etapas en este camino están principalmente descritas
como vía "purgativa", "iluminativa" y "unitiva" o como "meditación", "contemplación" y "unión mística". La
primera clasificación requiere la purificación del alma en primer lugar de los deseos y hechos pecaminosos;
luego cuando se ha obtenido un cierto grado de perfección, la iluminación de Dios y finalmente la unión estática
y completa con Dios. En la segunda clasificación la "meditación" es estimada como la reflexión natural y
humanamente controlada que ya está dirigida hacia el objetivo supremo; la "contemplación" lleva al hombre
más allá de la esfera natural por la gracia a perfecciones cada vez más elevadas, por encima de lo cual nada
queda sino la "unión mística". Una forma distinta de misticismo se encuentra en el quietismo, pero esto,
estrictamente hablando, significa simplemente la negación completa y permanente de la voluntad, igual que en
el budismo primitivo; requiere primero un grado de sumisión que ha conquistado todo impulso de la voluntad
individual, mientras que el verdadero misticismo, a pesar de su sumisión, de ninguna manera excluye la batalla
contra la naturaleza individual y contra la voluntad individual.
El rocío, óleo sobre lienzo de Adria Gual-Queralt.
Museo de Arte Moderno, Barcelona
En el este.
Ya que el misticismo cristiano ha recibido de la religión cristiana muchas huellas e influencias, así como de
otras fuentes que le han afectado y, por ellas, el elemento místico ha influenciado a la religión cristiana e incluso
a la historia de esa religión, una historia completa del misticismo cristiano exigiría constante referencia al
desarrollo de la Iglesia en general, así como una detallada discusión del origen de cada uno de los diversos
fenómenos místicos. Sólo una investigación de los principales elementos será aquí dada. Frecuentemente se
niega que el misticismo estuviera presente al principio del cristianismo, pero tal idea es errónea. El misticismo
está presente en Pablo (cf. Gálatas 2:20; Romanos 8:22) así como en Juan y también revelado en obras antiguas
como las cartas de Ignacio de Antioquía y en el Pastor de Hermas. A su vez el misticismo ha recibido un
desarrollo peculiar de influencia externa que, aun siendo ajeno al cristianismo, no obstante también ejerció una
influencia sobre él. Un importante factor fue Filón de Alejandría, cuyas enseñanzas incluían la unidad con la
Deidad (aunque el hombre sólo puede obtenerla temporalmente y por el éxtasis) y el Logos; Filón no sólo
influyó al cristianismo antiguo sino que también lo hizo, o al menos estuvo cerca de hacerlo, el neoplatonismo.
Esas teorías arraigaron profundamente no sólo en Orígenes y su escuela, sino incluso en la de su oponente
Metodio. El siglo cuarto, con el surgimiento del monasticismo, fue muy importante para el misticismo, que fue
promovido por la soledad y meditación en la vida interior practicada por los monjes, quedando un remanente de
esta contemplación mística contenido en las 50 homilías de Macario. Todo esto fue posteriormente potenciado
por el crecimiento del simbolismo en la liturgia, admirablemente ilustrada por las "Lecturas Catequéticas" que
Cirilo de Jerusalén publicó mientras que, por otro lado, el misticismo individual halla su representante más
influyente en la "Escala del paraíso" de Juan Clímaco. El período de conflicto que sacudió la Iglesia tras el
concilio de Calcedonia fue testigo de uno de los más destacados fenómenos en la esfera del misticismo: los
escritos del pseudo-Dionisio que representan el neoplatonismo vestido de cristianismo. El tipo de pensamiento
allí expresado halló su pleno desarrollo en el estrictamente ortodoxo Máximo Confesor, quien enseñó el
significado simbólico de toda la liturgia y dio a los escritos del pseudo-Dionisio su posición autorizada en la
Iglesia oriental. En el siglo XI se introdujo un nuevo elemento por primera vez mediante Simeón el Nuevo
Teólogo, cuyas enseñanzas de una luz mística pueden haber dado origen, a pesar de muchas diferencias, a las
peculiares doctrinas de los hesicastas, que ellos mismos defendieron en una de las más importantes
producciones del misticismo de la Iglesia oriental, los "Discursos de la vida en Cristo" de Nikolaos Kabasilas.
Misticismo escolástico y monástico.
En el oeste, salvo por el elemento místico presente en el cristianismo occidental como en el oriental desde el
principio, ilustrado por pasajes en Tertuliano y Cipriano, fue Agustín quien puso los fundamentos para el
misticismo de las épocas posteriores. Aunque durante un tiempo le faltaron seguidores, pasó un largo tiempo
antes de que el misticismo se convirtiera en un fenómeno independiente en la literatura teológica de la Iglesia
occidental. No fue hasta el siglo XII que el misticismo se convirtió en un factor real en la Iglesia occidental.
Aquí, como en el este, el misticismo y el monasticismo estuvieron estrechamente relacionados, no solamente en
Anselmo y Pedro Damián, sino eminentemente en Bernardo de Clairvaux y Hugo de San Víctor. El elemento
característico, nuevo en cierta medida, en el misticismo de Bernardo fue el amor hacia Jesús, particularmente
como el esposo del alma, expuesto en sus homilías sobre Cantares. La posición de Hugo de San Víctor, aunque
en gran medida era la misma de Bernardo, era más escolástica y dialéctica; y su posición sobre una manera fija
por la cual el alma obtiene finalmente la unión con Dios forma la base de ese misticismo escolástico que
principalmente dominó la Edad Media y fue continuado en la Iglesia católica post-tridentina. El primer sucesor
distinguido de Víctor fue Ricardo de San Víctor, debiendo mencionarse también a Hildegarda de Bingen e
Isabel de Schönau. No es cierto, como a veces se ha señalado, que hubo un duro enfrentamiento entre
misticismo y escolasticismo. No sólo hubo hombres tales como Hugo de San Víctor y Buenaventura que se
distinguieron igualmente en ambos campos, sino que incluso Tomás de Aquino tuvo Hildegarda,
una fuerte vena
místicadeen
del códice
su teología. Al mismo tiempo, se dedujo una distinción entre misticismo y escolasticismo
como dossiglo
ramas
Wiesbaden,
XIIde la
teología: el segundo esencialmente intelectual, formal y filosófico, el primero pietista y enseñando cómo
obtener la unión con lo divino, tratando ambos a veces los mismos temas. La divergencia de sus métodos y
objetivos, sin embargo, se tradujo en hacer posible para algunos, como Bernardo, que fueran sólo místicos, y
para otros, como Hugo de San Víctor y Buenaventura, que trabajaran tanto la teología escolástica como la
mística y otros, como Abelardo y Duns Escoto, la escolástica solamente y todavía otros, como Tomás de
Aquino, que modificaran el escolasticismo con el misticismo. Desde el siglo XII hasta el día actual el
misticismo ha tenido un hueco formal en el catolicismo, que delinea, sin embargo, una clara distinción entre
misticismo "falso" y "auténtico", honrando al segundo y condenando al primero. Las órdenes mendicantes
esencialmente promovieron el misticismo. Por otro lado, los dominicos dieron forma a un tipo de misticismo
que fue sencillamente alemán en representantes y características, aunque hallando al menos una analogía parcial
en las enseñanzas del holandés Jan van Ruysbroeck y su escuela. Entre sus hombres el mejor conocido está
Eckhart, cuyos principales alumnos y sucesores fueron Suso y Tauler, perteneciendo a esta misma escuela la
Teología Germánica. Al revés que la escuela de Eckhart los Hermanos de la Vida Común no sólo mantuvieron
la ortodoxia, sino que también subrayaron los fines prácticos del misticismo, produciendo esta escuela la famosa
"Imitación de Cristo", usualmente atribuida a Thomas à Kempis. A los místicos escolásticos del siglo XV
pertenecieron Dionisio el Cartujo y Nicolás de Estrasburgo, mientras que una tendencia teosófica y humanista
se manifestó en Nicolás de Cusa, Pico della Mirandola, Reuchlin y los fantasiosos Paracelso y Agrippa von
Nettesheim.
Misticismo protestante primitivo.
La Reforma dio al misticismo nuevo status, variando según las diferentes comuniones que la formaban. De los
reformadores Lutero se ocupó del mismo y en su primera etapa simpatizaba con él. Se hizo más y más enemigo
del pseudo-Dionisio, pero a través de toda su vida estimó grandemente a Tauler y la Teología Germánica,
mientras que en su doctrina eucarística preservó una porción del misticismo católico, lo que explica
parcialmente el firme espíritu de sus defensores, quienes sintieron, medio inconscientemente, que debían
defender este fragmento de misticismo a cualquier costo. No obstante, el misticismo fracasó en mantener la
posición reconocida que anteriormente había tenido y se hicieron intentos de ignorar o excusar la actitud de
Lutero. El dogmatismo obtuvo la supremacía y aunque hubo manifestaciones ocasionales de un misticismo que
se aferraba a la ortodoxia, el luteranismo dio escasa protección al movimiento, lo cual es más obvio en la
himnodia luterana. Ni Valentín Weigel ni Jakob Böhme pueden ser considerados místicos luteranos, aunque
ambos mantuvieron una posición luterana. El primero se inclinaba más bien hacia el panteísmo y sus escritos,
póstumamente publicados, fueron juzgados como un tipo de herejía fanática e hicieron mucho para desacreditar
el misticismo en la Iglesia luterana. Böhme, quien ejerció considerable influencia en Inglaterra, fue un teósofo
no un místico y sus conceptos se desarrollaron sobre un fundamento no luterano. La Iglesia reformada fue
mucho menos favorable al misticismo que el luteranismo. Zwinglio no tiene interés en ello, Calvino lo odiaba y
el dogma y las formas de adoración reformadas eran desfavorables. En 1671 Gisbertus Voetius pudo declarar
que no había misticismo en la Iglesia reformada, aunque él mismo procuró, en su Exercitia pietatis, dar una
Böhme, grabado
del siglosólo
XVIIpara llegar no más allá del grado más inferior del antiguo sistema y poner
cuasi-vindicación
del misticismo,
la etapa final del misticismo donde el auténtico misticismo comienza. Sin embargo, una serie de teólogos
holandeses, parcialmente sus contemporáneos y parcialmente pertenecientes a la siguiente generación,
mostraron creciente interés en el misticismo, incluyéndose en este número a Jan y Willem Teelllinck, Jodocus
van Lodensteyn y Willem Schortinghuis en quienes se pueden hallar ciertos conceptos básicos del misticismo
latino. Ideas similares hay también en los escritos del puritano inglés Francis Rous. En Inglaterra los escritos de
Böhme inspiraron un sistema de teosofía fuertemente mezclado con elementos visionarios, representado por
John Pordage y Jane Lead, así como en el yerno del segundo, Francis Lee, quienes inspiraron todos ellos a la
Sociedad de Filadelfia que halló seguidores en muchos lugares en el continente. Esos escritos incluso
influenciaron a la árida escuela de los platonistas de Cambridge.
Misticismo católico post-Reforma.
Juan de la Cruz, detalle de
Mientras que el misticismo ha encontrado sólo escaso reconocimiento en el protestantismo,
su posición
fue muy
un óleo pintado
por Joaquín
diferente en el catolicismo. En España poco antes de la Reforma el misticismo había
recibido
un en
fresco
impulso,
Canedo,
1795;
el Museo
expresado en el Abecedario Espiritual de Francisco de Osuna, compartido por su
colega Pedro
de Alcántara.
Provincial,
Valladolid,
EspañaSin
embargo, al mismo tiempo surgieron los quietistas y antinomianos alumbrados. Aunque Juan de Ávila e Ignacio
de Loyola fueron liberados, tras ser juzgados por la Inquisición, de afiliación con esta secta, el fundador jesuita
fue fuertemente influenciado por el nuevo misticismo, que, debidamente regulado y conformado a la doctrina y
ordenanza, determinó ponerlo al servicio de la Iglesia. No obstante, prohibió la dedicación de la vida entera al
misticismo, que quedó relegado a ciertos tiempos. La pieza maestra son sus Ejercicios Espirituales y el
misticismo dio a la Contrarreforma algunos de sus pilares más fuertes, ejerciendo en el desarrollo del
catolicismo una fuerza que no puede ser subestimada. Hacia ese mismo periodo surgió, por influencia
franciscana y jesuita, un espíritu de misticismo en la nueva congregación de los carmelitas descalzos, en los
grandes nombres de Teresa de Ávila y Juan de la Cruz; desde España, especialmente por los carmelitas, el
nuevo misticismo se difundió a Francia. Francisco de Sales y Madame de Chantal pertenecen a esta línea, a
pesar del quietismo de ella. La decisión sobre Miguel de Molinos es difícil, siendo el problema si valoraba las
experiencias místicas tanto como para despreciar los sacramentos de la Iglesia, siendo su condenación, si tal fue
su actitud, justificable desde el punto de vista católico. La cuestión del amor desinteresado a Dios dio origen en
Francia a la persecución de Madame Guyon, quien ejerció una influencia sobre los protestantes alemanes e
incluso sobre algunos en Suiza.
Misticismo protestante posterior.
En un cierto sentido el pietismo, el movimiento más importante en la Iglesia alemana desde la Reforma,
promovió el misticismo. Spener, aunque no era un místico en sí mismo, no era desfavorable al sistema, al que
ayudó al romper con las barreras dogmáticas. Tanto Johann Wilhelm Petersen como Gottfried Arnold estuvieron
estrechamente asociados con el pietismo y el segundo hizo un valioso servicio para la historia del misticismo en
las partes concluyentes de su gran historia de la Iglesia. A este mismo periodo pertenece la Biblia Berleburg y
en la segunda década del siglo surgieron, en conexión distante con los emigrantes de los Cévennes,
comunidades de inspiración en el Wetterau. Hay que hacer también mención, en este aspecto, de Gerhard
Tersteegen, quien ocupa una importante posición en el misticismo de todas las épocas. La segunda mitad del
siglo XVIII, con la preponderancia de la Ilustración, que fue fanáticamente hostil a todo lo que no era obvio a
primeraGerhard
vista, fue
mayormente desfavorable al misticismo. Sin embargo, incluso este periodo tuvo
Tersteegen
representantes como Samuel Collennbusch, Jung-Stilling y Johann Caspar Lavater. Friedrich Christoph Oetinger
y Emanuel Swedenborg fueron teósofos más que místicos, mientras que Philipp Matthäus Hahn y Johann
Michael Hahn ocupan una posición intermedia. En el lado católico el principal lugar se debe a Johann Michael
Sailer.
Pudiera esperarse que la revolución en el pensamiento del siglo XIX hubiera dado un nuevo impulso al
misticismo, especialmente en vista del movimiento romántico. Es verdad que el nombre del misticismo fue de
nuevo honrado, que la memoria de místicos como Eckhart y Jakob Böhme fue reavivada y que una supersticiosa
y crédula historia del misticismo fue escrita por Johann Joseph Görres. Tanto católicos como protestantes
hicieron mucho por la historia del misticismo en ese período y entre los primeros la teoría del misticismo fue
todavía estudiada en la forma tradicional. Sin embargo, todo esto era la historia y teoría del misticismo, no el
misticismo mismo. Un místico auténtico, es decir uno que se dedica a la vida mística e influye en otros
místicamente, difícilmente puede ser encontrado en el siglo XIX. El espíritu místico no ha desaparecido, es
verdad, pero la vida mística ha desaparecido. Probablemente la razón yace en la siempre creciente perturbación
del tiempo, que, aunque es consecuencia del inevitable progreso del desarrollo, hace imposible esa quietud y
meditación que el misticismo demanda; aunque no es imposible que llegue el tiempo cuando, tal vez bajo
nuevas formas, el misticismo surja de nuevo afirmando sus derechos.
Misticismo en Inglaterra.
El misticismo inglés puede trazarse desde Sir Thomas Browne (Religio Medici) y Thomas Jackson (Being and
Attributes of God
), quien había andado en el platonismo y neoplatonismo alejandrino de Plotino y Orígenes. Los platonistas de
Cambridge, Ralph Cudworth (True Intellectual System of the Universe), Henry More (Simple Sayings) y John
Smith (The Way or Method of Attaining Divine Knowledge y On the Existence and Nature of God en Select
Discourses of John Smith, 4ª edición, Cambridge, 1859), especialmente Smith, debieron su misticismo más a
Plotino que a Platón. Paralelo a este movimiento surgió otro bajo George Fox, quien tuvo muchas experiencias
místicas y fundó la Sociedad de Amigos. En el siglo XVIII las cuestiones provocadas por la controversia deísta
mostraron en su desnudez la oposición esencial de los dos modos de pensamiento: uno basando la religión
finalmente en la autoridad de la razón, en la que el objetivo era llegar a un entendimiento entre las Escrituras y
la naturaleza racional del cristianismo y el otro aliándose con los quietistas, Fénelon y Madame Guyon, los
moravos y los místicos alemanes. El principal representante de los segundos fue William Law (The Way to
Divine Knowledge) quien encendió su antorcha en la llama de Jakob Böhme. En el siglo XIX destacaron
Samuel Taylor Coleridge, que estaba saturado de Platón, Schelling y Jacobi, John Frederick Denison Maurice y
entre los poetas, William Wordsworth (Lines Composed a Few Miles above Tintern Abbey) y Arthur Tennyson
(† 1892; cf. The Higher Pantheism and The Ancient Sage).
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