Comorbilidad psiquiátrica en la epilepsia

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REVISIONES
Comorbilidad psiquiátrica en la epilepsia
A. Amor y J. Vallejo
Hospital Universitario de Bellvitge. L’Hospitalet de Llobregat. Barcelona.
INTRODUCCIÓN
EPILEPSIA Y PSICOSIS
Las epilepsias son un grupo de trastornos cerebrales
crónicos con diferentes etiologías que se caracterizan
por la presencia de crisis convulsivas recurrentes motivadas por la descarga excesiva de las neuronas1.
Esta definición de epilepsia, escogida como ejemplo
entre las muchas disponibles, subraya tanto su origen
encefálico como su principal manifestación clínica: las
crisis.
Sin embargo, desde las primeras descripciones del
trastorno se había destacado la presencia de sintomatología psiquiátrica asociada (alteraciones del pensamiento, sensoperceptivas, del humor y de la conducta), lo
que contribuyó a que, durante buena parte de la historia
de este grupo de enfermedades, sus síntomas fueran atribuidos al castigo de los dioses o a la perversión moral
del enfermo. Durante el siglo XIX se produjo el definitivo impulso para su comprensión desde el punto de vista
racional y científico. En esta etapa, mientras la comunidad neurológica restringía el cuadro clínico de la epilepsia a su sintomatología sensitiva y motora, los alienistas,
con su insuperable capacidad de observación y descripción, defendían la consideración de la epilepsia como
una mobius totius substantiae, como un trastorno que
afectaba al comportamiento y desarrollo evolutivo del
paciente. Durante el siglo xx los avances en las técnicas
diagnósticas y terapéuticas, los modelos de experimentación animal y los estudios epidemiológicos han acumulado multitud de datos que afianzan la relación entre
epilepsia y psicopatología, y amplían la concepción de
los trastornos comiciales como entidades productoras de
cambios neuropatológicos sostenidos, y con un espectro
sintomático mayor que el considerado clásicamente.
A lo largo de este trabajo veremos los trastornos psiquiátricos más frecuentemente asociados a la epilepsia,
sus posibles mecanismos patogénicos y la dificultad en
muchos casos de saber realmente ante qué tipo de proceso nos encontramos; es decir, si a esos síntomas se les
debe atribuir un origen comicial o tienen un mecanismo
etiológico diferente.
Psicosis esquizofreniformes
La relación entre patología comicial y psicótica esquizofreniforme es conocida desde antiguo. Son varias las
hipótesis que han intentado explicar esta asociación a lo
largo del tiempo2. En una primera etapa diversos autores
franceses (Falret, Morel), durante el siglo XIX, pensaron
que entre los síntomas de la epilepsia podía encontrarse
todo tipo de alteraciones del comportamiento (de “locuras”), es decir, consideraron estos síntomas como parte
del cuadro comicial. A finales del citado siglo nació la
idea del antagonismo entre ambos trastornos, al observarse que la menor frecuencia de crisis coincidía con la
aparición de episodios psicóticos, produciéndose así una
alternancia. Esta idea fue fundamental en el nacimiento
de la terapia electroconvulsiva (TEC), que buscaba una
convulsión generada artificialmente para disminuir así
la sintomatología psicótica. En una tercera fase se vuelve a plantear otra vez la asociación etiológica entre ambos cuadros3, superándose así la idea del supuesto antagonismo, a lo que contribuyó la aparición del electroencefalograma, que evidenciaba una relación entre ambos
trastornos mediante el fenómeno eléctrico de la normalización forzada o paradójica, que después abordaremos4.
En la actualidad el problema sigue sin resolverse,
aunque es cada vez más importante el papel que se otorga a la plasticidad neuroanatómica en la génesis de psicopatología asociada a la epilepsia, como veremos en el
apartado de los mecanismos etiológicos.
Los trastornos psicóticos constituyen un grupo sintomático frecuentemente asociado a la patología comicial,
de forma que para algunos autores en torno al 7% de los
epilépticos padecen un trastorno psicótico persistente5.
Podemos clasificar las psicosis en estos pacientes, según su relación temporal con las crisis, de la siguiente
forma:
1. Periictales. Bien estrictamente ictales (de aparición
coincidente con la convulsión) o como fenómenos post231
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ictales, después de una crisis o tras un período de lucidez poscrítica. Habitualmente estos estados aparecen
asociados a crisis parciales6, pero también se observan
en crisis complejas. Clínicamente se caracterizan por
episodios psicóticos breves, habitualmente de horas a
días de duración, en los que la sintomatología psicótica
(alucinaciones, ideación delirante, trastornos de conducta, como fugas o actos violentos que pueden llegar hasta
el homicidio7) se desarrolla en cuadros de delirium, con
más o menos disminución del nivel de conciencia. También es posible ver frecuentemente un comportamiento
motor estereotipado, como el automatismo de vestirse y
desvestirse. En estos estados crepusculares la tríada
constituida por un comienzo brusco, brevedad (algunas
horas) y amnesia tras el episodio es de gran valor diagnóstico.
El polimorfismo sintomático y la aparición y resolución bruscas con restitución ad integrum recuerdan el
cuadro sintomático de las psicosis cicloides (trastorno
agudo polimorfo en la CIE-10), con las que es necesario
hacer un diagnóstico diferencial de complicada resolución. Durante estos episodios puede verse actividad
electroencefalográfica anormal, habitualmente una disritmia delta difusa que mejora cuando lo hace la sintomatología clínica8, sin olvidar que los electroencefalogramas (EEG) de superficie pueden ser normales en estos pacientes, y sólo llegaríamos a detectar actividad
comicial con electrodos profundos invasivos u otras técnicas, como la magnetoencefalografía6.
2. Interictales. De nuevo una minoría de pacientes
epilépticos presenta sintomatología psicótica entre crisis. En ocasiones se trata de episodios psicóticos de duración limitada (días a semanas) que, como decíamos
antes, se alternarían con períodos de mayor actividad
comicial (autores como Tellenbach9 hablan de psicosis
alternantes para referirse a estos cuadros, que constituirían el 30% del total de trastornos psicóticos asociados).
Habitualmente se trata de epilepsias primariamente generalizadas2.
En otras ocasiones la psicosis es de larga duración; en
el caso más frecuente se trata de un síndrome psicótico
de características paranoide-alucinatorias (el 50% del
total) y en otras el cuadro clínico es difícilmente diferenciable de la esquizofrenia. Entre ambos tipos de psicosis de larga duración asociadas a la epilepsia es posible encontrar habitualmente diferencias, de forma que
serían características del tipo paranoide-alucinatorio las
siguientes:
– Aparición del trastorno psicótico sobre una personalidad no esquizoide.
– Escasa frecuencia de síntomas negativos y curso
evolutivo más benigno, con muy infrecuente deterioro
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de la personalidad, y preservación habitual de los intereses sociolaborales.
– Una mayor conservación del contacto afectivo.
– Experiencias místicas, con frecuentes delirios de
contenido religioso (aunque pueden encontrarse otros:
persecución, megalomanía 7); alucinaciones, visuales
con mayor frecuencia; ausencia de trastornos formales
del pensamiento y de estados catatónicos.
– Mayor frecuencia de delirios de envenenamiento y
cenestésicos.
– Los delirios de persecución se suelen limitar a las
personas cercanas al paciente, como sus familiares, amigos o el personal sanitario (lo que Dörr llama personificación, frente al proceso de anonimización descrito en
la esquizofrenia). Este fenómeno se ha visto en alrededor del 70% de los casos de epilepsia focal y combinada
(focal y generalizada), y en el 45% de las epilepsias primariamente generalizadas2, pero no en los casos indistinguibles de la esquizofrenia.
– Ausencia de antecedentes familiares de esquizofrenia.
– Mejor respuesta al tratamiento farmacológico.
– Menor frecuencia de institucionalización prolongada.
– Mejor pronóstico a largo plazo.
La mayoría de los trastornos prolongados o crónicos
ocurren en epilepsias focales (64%), de preferencia en
el área temporolímbica, y existe frecuentemente una lesión orgánica en dicha localización. La implicación del
sistema límbico en las funciones emocionales y de control afectivo explicaría la sintomatología psiquiátrica
secundaria al trastorno comicial en esta región del cerebro. La posible asociación entre psicosis, epilepsia y lóbulo temporal ha multiplicado la investigación etiológica en la esquizofrenia, dirigiendo los esfuerzos hacia
esta localización. De hecho, diversos trabajos10-13 plantean la hipótesis de una disfunción límbica como origen
tanto de la epilepsia como de la psicosis, manifestándose una u otra dependiendo del momento evolutivo del
trastorno.
El fenómeno electroencefalográfico de la normalización forzada que comentábamos antes consiste en una
pérdida parcial o total de las características epileptiformes del trazado cuando se inicia el episodio psicótico.
Se produce casi con el doble de frecuencia en las epilepsias generalizadas que en las focales, y prácticamente no
se ve en los cuadros crónicos indistinguibles de la esquizofrenia procesual2.
Ante el hecho de que sólo algunos de los pacientes
epilépticos presenten sintomatología psicótica asociada
a su patología comicial, se han planteado diferentes factores de riesgo que harían más probable este resultado
clínico:
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– Aquellos relacionados con la gravedad de la epilepsia, como su larga duración, o la presencia de varios tipos de crisis, los antecedentes de estatus epiléptico y la
mala respuesta al tratamiento farmacológico.
– Las relacionadas con la localización: multitud de
estudios encuentran una asociación clara entre muchos
de los episodios psicóticos en epilépticos y actividad
comicial en el área temporolímbica, llegándose incluso
a sugerir una mayor afectación del hemisferio dominante en esta asociación con síntomas psicóticos14. Es posible que en varios de los trabajos que defienden esta
localización sólo se hayan tenido en cuenta los trastornos psicóticos crónicos, no, por ejemplo, los episódicos
agudos.
– Igualmente se señala la mayor frecuencia de malformaciones orgánicas presentes en las psicosis esquizofreniformes asociadas a la epilepsia, como se ha demostrado en aquellos estudios que encuentran más frecuentemente tumores benignos embrionarios y gangliogliomas, malformaciones generadas durante el
desarrollo fetal.
– El tiempo transcurrido entre el inicio del trastorno
comicial y la aparición de la psicosis suele ser constante, entre 11 y 15 años, excepto para las formas indistinguibles de la esquizofrenia, que presentan un intervalo
más reducido (6,1 años). Estos datos refuerzan, por un
lado, la asociación entre ambos trastornos (lo que indica
el desarrollo de un proceso fisiopatológico orgánico responsable del trastorno psicótico, para lo que se han valorado diversas hipótesis que veremos en un apartado
posterior) y, por otro, individualizan al grupo de pacientes con formas de psicosis indistinguible de la esquizofrenia.
Tal asociación temporal quizá no exista. Aunque la
epilepsia suele tener una aparición clínica anterior a la
del trastorno psicótico, los casos en que éste existe antes de la epilepsia parecen haber sido excluidos de la
mayoría de los trabajos que apoyan la asociación como
generadora tanto de la patología comicial como de la
psicótica.
Psicosis afectivas
Bajo este término incluimos todos los trastornos afectivos asociados a la epilepsia: en unos casos se tratará
realmente de psicosis afectivas, en otros serán trastornos
menos graves sintomáticamente, con una posible relación con la patología epiléptica. Los trastornos afectivos, incluyendo todos los tipos, son los que se encuentran más frecuentemente asociados a la epilepsia15 pero,
a diferencia de lo que ocurre con los trastornos esquizomorfos, la mayoría de los autores encuentran una rela-
ción etiopatogénica más débil, quizá porque, como veremos, una gran parte sería reactiva a la presencia de la
epilepsia, con sus consecuencias socioambientales.
Para estudiar esta asociación distinguiremos también
dos tipos de alteraciones:
1. Periictales: los síntomas afectivos son de aparición
más o menos súbita y coincidentes con la actividad crítica.
2. Interictales: entre crisis, y no relacionadas aparentemente con ellas.
Depresión
La depresión es el trastorno psiquiátrico más frecuentemente asociado a la epilepsia 15, y su asociación es
también conocida desde antiguo. Existe poca información acerca de la depresión periictal, porque este trastorno afectivo es poco frecuente como manifestación
asociada a la crisis16, aunque ha sido descrita por bastantes autores. La alteración anímica suele durar en este
cuadro más tiempo del habitual para lo que correspondería a un aura o a un automatismo postictal. La sintomatología afectiva que aparece en estos cuadros se caracteriza por sentimientos depresivos repentinos y limitados en el tiempo, a veces con ideación suicida o de
culpa, junto a otros más propiamente epilépticos, como
fenómenos vegetativos o automatismos, y con frecuente
disminución del nivel de conciencia (delirium epiléptico)17. En el aura, el miedo es considerado el síntoma
emocional más frecuente, pero pueden verse tristeza, angustia e irritabilidad.
La relación con la depresión interictal está más firmemente establecida, sobre todo en casos de epilepsia del
lóbulo temporal, y también con una frecuencia destacada en niños. Aun así, también existen trabajos recientes
que no encuentran asociación estadísticamente significativa entre ambos trastornos18.
Como citan Robertson et al en su trabajo de 1987, son
muchos los autores que han encontrado una vulnerabilidad genética a los trastornos afectivos en pacientes epilépticos19.
Acerca de las características de estos trastornos depresivos asociados, la gravedad es descrita más frecuentemente como moderada, y la proporción de casos con
sintomatología endogenomórfica parece encontrarse entre el 40 y el 50% de estas epilepsias19,20. Sin embargo,
se han tratado de encontrar síntomas diferenciales entre
la depresión asociada a la epilepsia y la melancolía; en
el primer caso parece existir mayor prevalencia de ansiedad y neuroticismo, sentimientos de despersonalización, un inicio y un final abruptos, con importante fluctuación sintomática a lo largo de su desarrollo, frecuentemente un humor distímico además de un pobre
resultado terapéutico tras el empleo de sustancias antidepresivas, no así con la TEC20. Otros autores21 señalan
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que, mientras que en la depresión epiléptica predominan
la agresividad y la irritabilidad, en la depresión melancólica son más destacadas la inhibición del pensamiento, las ideas de culpa, ruina o la disminución de la libido.
Igualmente en la depresión epiléptica no hay cambios de
los sentimientos vitales o de los ritmos biológicos, característicos de la depresión melancólica.
Muchos de los primeros estudios que se hicieron para
valorar la relación entre epilepsia y trastornos afectivos
señalaron la disminución de la frecuencia de las crisis al
inicio de la enfermedad depresiva, como ocurre con los
trastornos psicóticos. Este hecho parece apuntar a que la
actividad comicial y los cuadros psicopatológicos podrían constituir manifestaciones opuestas de una misma
alteración neuronal. También hay trabajos que no encuentran relación entre el trastorno afectivo y la frecuencia de las crisis15.
Cuando se trató de ver qué tipo de patología comicial
presentaba una mayor asociación con la depresión (con
instrumentos como la escala de depresión del MMPI),
algunos autores22 concluían que el número de crisis parecía más importante como factor patogénico asociado
que el tipo de éstas. De hecho, la gravedad de la depresión parece aumentar con la duración de la epilepsia19.
Entre los antiepilépticos se ha visto que algunos de
ellos pueden facilitar la aparición de sintomatología depresiva. El fenobarbital se ha asociado repetidas veces a
depresión y a ideación y conducta suicida y parasuicida19. También se asocia al empleo de vigabatrina, sobre
todo a dosis mayores a 4 g/día. Estos dos últimos fármacos provocan un aumento en la actividad gabaérgica16.
El felbamato se ha asociado igualmente a un síndrome
caracterizado por apatía.
Ya hemos comentado en el caso de los trastornos
afectivos la mayor frecuencia de comicialidad del lóbulo
temporal que parece existir entre las epilepsias que se
asocian a depresión. La hipótesis de la lateralidad hemisférica14 encuentra más frecuentemente afectado el
lóbulo temporal no dominante en unos trabajos, y el dominante en otros15 en su asociación a depresión; a pesar
de los muchos estudios que se han realizado con la intención de aclarar este punto, aún no se ha conseguido.
También se ha descrito con frecuencia la vinculación
entre crisis parciales complejas y depresión15,19,23.
Entre las depresiones interictales deben incluirse también aquellos cuadros que son claramente reactivos al
hecho de tener epilepsia, o el desarrollo depresivo fruto
de la combinación de rasgos anómalos de la personalidad y determinados factores ambientales, como la subestimación familiar y social o la sobreprotección que
se puede producir sobre estos pacientes. De hecho, como comentábamos al inicio de este apartado, todos estos
factores pueden influir, y habitualmente lo hacen de forma importante, en los síntomas psicopatológicos de los
234
epilépticos con alteraciones del humor; la mayoría de
las depresiones asociadas a la epilepsia son de carácter
reactivo al diagnóstico de ésta, o a las dificultades sociolaborales y personales de estos enfermos17.
El riesgo de suicidio en epilépticos deprimidos es
unas 5 veces superior al establecido para la población
general15. En la epilepsia del lóbulo temporal, este riesgo es hasta 25 veces superior al del resto de los trastornos afectivos24.
En resumen, la frecuente presencia de síntomas depresivos en pacientes epilépticos parece responder a múltiples causas, como son cierta vulnerabilidad genética, la
reacción personal a padecer una enfermedad como la
epilepsia y el miedo a su desarrollo y evolución, la estigmatización y sus repercusiones sociolaborales, la localización de la actividad comicial, y el empleo de determinados antiepilépticos19.
Manía
La manía e hipomanía asociadas a la epilepsia son poco frecuentes25, y se ha sugerido, aunque es poco probable, que en ello influye el empleo de antiepilépticos como carbamazepina o ácido valproico, que actuarían como estabilizantes del ánimo. Además, no suele tratarse
de estados puros, sino que asocian a los cambios de humor diversas alteraciones de la conciencia, Nos encontraríamos pues ante los mismos casos que hemos descrito antes entre las psicosis o las depresiones perictales,
pero destacando en este caso la patoplastia maniforme.
Se ha informado de cierta lateralización derecha cuando existe un foco o lesión cerebral evidenciables. Existen algo más de 100 casos de risa epiléptica –risa gelástica–, de la que parecen existir dos tipos. El primero
aparecería en pacientes cuya actividad eléctrica anormal
tiene lugar en la corteza, especialmente en la temporal,
y expresa una emoción. En un segundo tipo de casos el
origen de la crisis sería subcortical, y la risa queda reducida únicamente al comportamiento motor. El llanto ictal o epilepsia dacrística es aún más raro.
OTROS TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS
ASOCIADOS A LA EPILEPSIA
Los pacientes epilépticos parecen tener niveles más
altos de ansiedad basal que la población no epiléptica19,
sin que se conozca la causa. El único dato que se correlaciona significativamente con el grado de ansiedad es
la edad de inicio del trastorno comicial, de forma que
presentan menos ansiedad quienes comenzaron antes
con las crisis, quizá porque hayan tenido más tiempo para elaborar y adaptar a su vida la presencia de la enfermedad. El desarrollo de agorafobia en algunos de estos
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TABLA 1. Características de las seudocrisis
epilépticas
Normalidad del EEG durante la crisis
Crisis inducidas por estrés emocional (aunque esto también
ocurre en el caso de las crisis epilépticas)
Crisis frecuentes pese a concentraciones adecuadas
de antiepilépticos
Inicio gradual de las crisis
Duración prolongada (> 5 min)
Agitación, forcejeo
Sacudidas arrítmicas, intermitentes; movimientos erráticos,
empuje pélvico
Actividad motora bilateral, con preservación del conocimiento
Datos clínicos fluctuantes de unas crisis a otras
Ausencia de período poscrítico en crisis que lo deberían
presentar
Gritos o vociferaciones postictales de obscenidades
Adaptada de Rojo et al26.
enfermos tiene unos mecanismos patogénicos similares
a los conocidos para las crisis de ansiedad (aquí estas
serán comiciales) con una fácil perpetuación del trastorno. Algunos autores señalan que el aumento de ansiedad
en estos pacientes puede provocar a su vez un aumento
en la frecuencia de crisis epilépticas20.
Se emplea el término de seudocrisis epilépticas para
denominar los episodios cuyas manifestaciones clínicas
semejan crisis comiciales, pero no lo son, porque la fisiopatogenia del trastorno es ajena a los mecanismos
epilépticos. El porcentaje de estos trastornos es elevado
(en torno a un 20% de los pacientes remitidos a centros
especializados por epilepsia rebelde al tratamiento presentaban este tipo de crisis26). Parecen más habituales
en la mujer, y constituyen la segunda causa más frecuente de trastornos de conversión. Coexisten, sin embargo, con crisis epilépticas en un 20-25%. Clínicamente deberemos sospechar una seudocrisis en las circunstancias señaladas en la tabla 1.
A pesar de que el EEG es una prueba esencial en el
diagnóstico de la epilepsia, y por tanto en el diagnóstico
diferencial con las seudocrisis, un EEG anormal no implica automáticamente su diagnóstico, ni en un EEG
normal lo excluye, por lo que se deberá hacer además
con los datos suministrados por los síntomas observados
y otras pruebas complementarias, como el vídeo-EEG.
En ocasiones se pueden encontrar concentraciones elevadas de prolactina después de algunas crisis
epilépticas27, lo que a veces nos puede servir de ayuda
para hacer un diagnóstico correcto.
El denominado síndrome de descontrol episódico se
caracteriza por diversos episodios de pérdida de control,
y nuevamente se le asocia con actividad epiléptica en el
lóbulo temporal.
La asociación entre epilepsia y ciertos rasgos de personalidad fue observada por autores clásicos 28, como
Minkowski, Kretschmer, Mauz o Bleuler, quien creó el
término de epileptoidía7, al tiempo que los vinculaban a
un tipo corporal determinado: en la constitución enequética, que se hereda y manifiesta sin que sea preciso presentar convulsiones clínicas, suele verse un biotipo atlético y una tendencia a la adherencia, la perseveración, la
pegajosidad, con pobreza en las asociaciones psíquicas,
fácil irritabilidad, y con un pensamiento y un lenguaje
prolijo, cargados de detalles y dominados por la lentitud. Para Kraepelin eran estos rasgos de personalidad,
no las convulsiones, lo que caracterizaba la epilepsia
central. Minkowski hablaba de temperamento viscoso o
gliscroide, que oscilaba entre la lentitud viscosa y la
reacción explosiva.
Estos planteamientos han ido perdiendo vigencia con
los años, y en la actualidad se cree que los rasgos descritos, cuando aparecen, son secundarios a la lesión cerebral de base que pueda existir, a factores emocionales,
farmacológicos o al estrés social que sufre el epiléptico
de forma reactiva a su enfermedad, no a un modo de ser,
peculiar y primario, del epiléptico.
Un concepto también bastante olvidado, que hacía referencia a la evolución de la enfermedad, es el de la demencia epiléptica, donde se destacarían sobre otros síntomas la alteración de la memoria y el defecto verbal.
Para los autores clásicos la demencia epiléptica era el
estado terminal de la epilepsia en su evolución
habitual7. Aunque actualmente se plantea si este supuesto cuadro clínico no sería más bien el resultado de la
exageración de los rasgos previos de personalidad, o de
los problemas mnésicos y de lenguaje secundarios a la
cronicidad del trastorno, sí es cierto que estos pacientes
sufren con el tiempo, aunque de forma poco frecuente,
un deterioro cognitivo de evolución lenta superponible a
cualquier demencia orgánica, que guarda relación con el
daño cerebral. No suele ser muy intensa, si bien se ha
visto en ocasiones una evolución hacia cuadros psicóticos con presencia de alucinaciones e ideas deliroides.
MECANISMOS ETIOLÓGICOS
La asociación entre epilepsia y psicopatología puede
deberse (así están aún las cosas a pesar de los conocimientos que tenemos sobre esta relación) a varias posibles causas29. La primera posibilidad es que se trate de
una asociación casual, es decir, que no haya ninguna
vinculación entre ambos trastornos. Aunque esta idea va
en contra de muchos trabajos cuyas conclusiones establecen una relación más que casual entre estos grupos
de patologías, también existen trabajos recientes18 que,
tras referir los errores metodológicos cometidos en el
pasado, no establecen mayor riesgo de patologías psiquiátricas entre epilépticos idiopáticos. Hay también trabajos que ponen de manifiesto la presencia de psicopa235
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tología entre los pacientes epilépticos, pero no más que
la que presentan otros enfermos crónicos30.
Una segunda hipótesis es que las alteraciones psicopatológicas sean consecuencia directa del tratamiento
médico o quirúrgico de la epilepsia, o bien del estigma
social secundario a esta enfermedad. Los fármacos antiepilépticos son una conocida causa de alteraciones
comportamentales; en una importante proporción de todos ellos se han descrito síntomas psicóticos, depresivos
o alteraciones cognitivas31. Pero sólo ocurre en una pequeña proporción de quienes los reciben, por lo que, sin
poder excluirlo como causa, probablemente no sea la
fundamental en la asociación que estudiamos.
La tercera posibilidad es que haya una causa común
para ambos trastornos, o bien que uno sea consecuencia
del otro. Como habitualmente las crisis aparecen años
antes que las alteraciones comportamentales, serían
aquéllas las responsables de los trastornos psiquiátricos.
Cuando se observó una mayor presencia de alteraciones
orgánicas en los cerebros de pacientes epilépticos con
trastornos psicóticos asociados3, se pensó que esta anomalía anatómica podía ser la responsable tanto de las
crisis como de las alteraciones psiquiátricas. Por ejemplo, se conoce bien la asociación de epilepsia del lóbulo
temporal y la mayor frecuencia en estos pacientes de lesiones físicas, como esclerosis del hipocampo o pérdida
neuronal. Esta hipótesis ha sido tanto apoyada como rechazada por diversos trabajos, pero los datos que presentan al trastorno comicial como causante de los síntomas psíquicos (los años que, con cierta constancia, uno
precede al otro; la disminución en la frecuencia de las
crisis cuando aparecen estos síntomas; los estudios efectuados con electrodos con profundidad, que demuestran
una relación entre uno y otro trastorno a través de la
electricidad) son ciertamente sugerentes.
La explicación más extendida y aceptada sobre el mecanismo productor de los síntomas psíquicos con un posible origen en la actividad epiléptica es la del encendido, o kindling, ya descrito a finales de los años cincuenta32,33. Según este hallazgo, la repetición de estímulos
eléctricos sobre ciertas regiones cerebrales (al principio
se experimentó sobre la amígdala del gato) con intensidades inferiores al umbral convulsionante produce cambios funcionales que, si bien inicialmente no se manifiestan en el EEG, provocarán con el tiempo una crisis
generalizada, autónoma ya de los estímulos repetidos. A
través de este mecanismo el estímulo inicialmente aplicado en una región cerebral concreta es capaz de propagarse al resto del cerebro. Posteriormente a este hallazgo electrofisiológico se hicieron varios experimentos
cuya finalidad era conocer qué tipo de alteraciones comportamentales se producían después del estímulo eléctrico repetido, lo que se pudo observar en el funcionamiento interictal de diversos animales34.
236
La hipótesis que nació a raíz de estas pruebas fue la
que planteaba una posible liberación de dopamina reactiva a la epileptogénesis secundaria y responsable quizá
de los cuadros psicóticos asociados.
La segunda hipótesis fisiopatológica de los trastornos
psicóticos asociados a la epilepsia hace referencia a los
cambios estructurales en el cerebro (desarrollo neuronal
y reorganización sináptica anómala) secundarios a la actividad eléctrica generada en las crisis35. Diversos trabajos tratan de describir la aparición, tras años de actividad de un foco epiléptico, de otros focos probablemente
secundarios al primero, lo que se ha venido llamando
epileptogénesis secundaria, pero que no se ha demostrado. Con frecuencia estos focos secundarios se desarrollan en lugares homotópicos y contralaterales al foco
primario. El mecanismo de la potenciación a largo plazo
(PLP) parece actuar fortaleciendo un determinado camino sináptico tras su estimulación eléctrica repetida, lo
que explicaría la generación de focos secundarios.
Una tercera hipótesis plantea la asociación entre epilepsia y psicosis a través de anomalías del neurodesarrollo, responsables tanto de uno como de otro trastorno.
Esta teoría pretende así explicar la mayor frecuencia de
alteraciones neuropatológicas y tejido tumoral anómalo
encontradas en el cerebro de epilépticos con psicosis6,36.
Entre las hipótesis fisiopatológicas que tratan de relacionar la epilepsia y los trastornos afectivos se deben
destacar las que describen:
– La presencia de una lesión en el sistema límbico,
probablemente izquierdo, que sería responsable de ambos trastornos. Esta lesión puede ser el resultado de una
actividad eléctrica continua y subclínica15.
– Un hipometabolismo icterictal en el hemisferio izquierdo, que se ha comprobado mediante PET, y que sería coherente con los síndromes depresivos que se ven
tras la patología ictal de esta región37,38.
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